s2 LOS CANTARES DE GESTA

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LOS CANTARES DE GESTA

Trinis A. Messina Fajardo

La Edad Media
El concepto de la edad media nació en la mente de los humanistas del Renacimiento. Desde
el principio tuvo un carácter negativo. La Edad Media no se definió por lo que era, sino por
lo que no era. Entre la antigüedad clásica y la modernidad se extiende una tierra de nadie,
una época a la que se llama Media por estar entre dos etapas perfectamente definidas.
Estos siglos se iniciaban con la llegada de los pueblos germánicos al Imperio romano, es
decir, en el siglo V d.C.
La Edad Media en España es el periodo comprendido entre los siglos X y XV aproximada-
mente. El fin de esta época en la literatura se puede marcar con la primera edición de La
celestina de Fernando de Rojas en 1499. Recibe este nombre porque se trata de un periodo
intermedio entre el mundo clásico y el Renacimiento.

Culturalmente, la Edad Media se caracteriza por los siguientes rasgos:


Teocentrismo y religiosidad: el mundo de las ideas gira en torno a Dios. El Sentimiento
religioso afecta a todos los ámbitos de la vida.
Jerarquización e inmovilismo: el mundo medieval es un mundo rigurosamente ordenado,
codificado
y compartimentado en todos los aspectos, y el principio de autoridad no se discute.
Didactismo: el analfabetismo es enorme y la literatura es con frecuencia oral, a causa de la
carestía
de los elementos que intervienen en la confección de un códice, ya que no se había
inventado
todavía ni la imprenta ni el papel. Por ello la literatura suele tener tono didáctico.
Convivencia cultural de musulmanes, cristianos y judíos.
Actividad guerrera presente a lo largo de estos siglos.

A los poemas épicos medievales, se llamaban también cantares de gesta porque eran obras
en versos que cantaban las hazañas de un héroe nacional.
Los cantares de gesta eran recitados de memoria por los juglares que actuaban en las plazas
de los pueblos y ciudades, en los castillos o en las estancias de la corte, a cambio de un pago
por sus servicios. Sabían danzar, tocar instrumentos, recitar y realizar ejercicios acrobáticos
y circenses.
Los cantares de gesta surgieron entre los siglos XII y XIII. Se han conservado muy pocos
debido a que su transmisión era oral y no escrita. Además del Cantar de Mío Cid, que se
conserva casi completo, nos han llegado fragmentos del Cantar de Roncesvalles y del
Cantar de las Mocedades de Rodrigo. De otros cantares de gesta nos han llegado noticias
gracias a las crónicas históricas, que los utilizaron como fuente. Características de los
cantares de gesta de nuestra literatura son:
- Su gran vitalidad, pues sus temas pervivieron en la literatura posterior (romancero,
comedia nacional, drama neoclásico, romántico y moderno, en la lírica, en la novela, etc.)
- Su realismo, pues se compusieron en fechas cercanas a los hechos que cuentan y apenas
aparecen elementos fantásticos.
La obra española más importante (y única completa) de este género es el Cantar de Mío Cid,
que se conserva en una copia manuscrita del siglo XIV.
De acuerdo a Mercedes Pérez, las principales características de los cantares de gesta son las
siguientes:
- Métrica: están compuestos por una serie de versos de medida irregular con rima asonante.
- Fórmulas juglarescas: el carácter oral de estos poemas se constata por el uso de fórmulas,
expresiones que aparecen regularmente y que facilitaba el recitado del juglar. Puede ser de
dos tipos: fórmulas apelativas; con ellas, el juglar se dirige a los oyentes; o los epítetos
épicos, que son adjetivos y expresiones con las que se ensalzaba la figura del héroe.
- Estilo directo: el narrador cede la voz a los personajes mediante la utilización del estilo
directo.
- Realismo: para ser más creíble la historia, estos cantares aportan datos reales sobre lugares,
personajes, batallas, vestimenta, etc.

CANTAR DE GESTA
Demetrio Estébanez Calderón

Expresión con la que se designa una serie de relatos épicos medievales, denominados
cantares por estar destinados, no a la lectura, sino a la recitación declamada o al canto. Se
dicen de gesta (término latino que significa “las cosas hechas”) porque en dichos cantos se
narran “hazañas” de personajes relevantes y acontecimientos de especial trascendencia para
la comunidad social a la que van dirigidos.

Dentro de la épica románica, la literatura castellana es, junto a la francesa, la que cuenta con
una más amplia producción de cantares de gesta. No obstante, un problema peculiar de la
épica española es la escasez de textos conservados: tan sólo del Cantar de Mio Cid, del
Cantar de Roncesvalles (unos cien versos) y del conocido como Las mocedades de Rodrigo
se conserva el texto original. Sin embargo, a partir de las Crónicas medievales (y de los
romances), se infiere la existencia de otros cantares de los que es posible reconstruir el
argumento e incluso fragmentos del poema original. Tratando de rastrear los inicios de la
épica española, R. Menéndez Pidal creyó ver, en la Chronica Visigotorum (finales del s. IX),
vestigios de una posible leyenda épica prosificada cuyo tema sería la batalla de Covadonga.
Sin embargo, tanto esta referencia como otras relativas a la invasión ár be y al reino
visigodo, sugeridas por Menéndez Pidal (1951), no ofrecen pruebas convincentes como para
deducir la existencia de primitivos cantares de gesta relativos a dichos temas. En cambio, en
otras dos crónicas latinas, la llamada Crónica Najerense (de mediados del s. XII) y el
Chronicon Mundi (s. XI), de Lucas de Tuy, se encuentran ya unos núcleos temáticos
relativos a los primeros condes de Castilla y al Cid que serán objeto de cantares de gesta
posteriores: en la primera se recoge la historia de la prisión de Fernán González y el tema de
Sancho II en Zamora; en la segunda aparece la leyenda de Bernardo del Carpio, ciertos
episodios que serán narrados en el Cantar de Mio Cid y aspectos legendarios relativos a su
figura que evocan pormenores de la futura Mocedades del Cid, así como noticias referentes a
la “Condesa Traidora”, al “Infant García”, etc. En la Primera Crónica General (c. 1289), de
Alfonso X, figuran ya prosificados un cantar sobre el Cid, otro sobre Fernán González, y
algunos fragmentos de otros posibles cantares de gesta: los Infantes de Salas, Bernardo del
Carpio, etc. En la Crónica de Castilla y en la Crónica de los Veinte Reyes (ambas del siglo
XIV) se halla prosificado un ciclo completo sobre el Cid, formado por un Cantar sobre el
rey Fernando, al que siguen las Mocedades de Rodrigo, el Cantar de Sancho, el de Zamora
y el Cantar de Mío Cid refundidos. En la Segunda Crónica General (1344) aparecen tres
ciclos de cantares: el del Cid, el de Fernán González y el de los Infantes de Lara. En crónicas
posteriores surgen otros relatos épicos centrados en las figuras del abad don Juan de
Montemayor, de la Campana de Huesca, etc.

De la existencia de los temas épicos enunciados se deduce que había una leyenda en torno a
dicho tema, pero no que necesariamente hubiera un cantar sobre el mismo.

Cantar de Mío Cid, cuyo autor debía estar bien informado sobre documentos y legislación,
de forma que no es posible imaginarlo como un juglar iletrado. Este tema de la oralidad está
vinculado al de la formación de los cantares. Las últimas opiniones apuntadas avalarían,
frente a la hipótesis romántica (Herder, Wolf) de una creación oral colectiva de los cantares
de gesta, y a la agregacionista (de Gastón Paris: los can tares de gesta serían fruto de la
reunión, por parte de juglares, de varias cantilenas compuestas anteriormente por testigos o
protagonistas de los acontecimientos épicos relatados), la teoría de M. Milá y Fontanals, P.
Rajna, J. Bédier, etc., para quienes los cantares de gesta serían obra de un poeta individual.
Este poeta culto se serviría de unos materiales recogidos de una tradición colectiva popular,
al tiempo que habría empleado unas técnicas de comunicación oral, ya que escribía su obra
pensando en un público oyente antes que en un destinatario lector.

En cuanto al origen geográfico, la prioridad de aparición y posibles dependencias de la épica


castellana respecto de otras literaturas, se han sugerido diversas hipótesis: la primera, de
Gastón Paris, según la cual los cantares de gesta castellanos derivarían de los franceses, que
son anteriores, y con los que comparten ciertos temas y expresiones formalizadas. Una
segunda teoría, la de Menéndez Pidal, postula el origen germánico, tanto de la épica francesa
como de la española (la leyenda germana de Walter de España o de Aquitania, recogida en el
romance de Gaiferos y Melisenda, sería un resto de los cantos épicos visigodos), y rechaza,
por tanto, la procedencia francesa, resaltando las notables diferencias que existen entre ésta y
la española: el verismo de la castellana frente a la tendencia a lo fantástico y maravilloso de
la francesa. Una tercera hipótesis es la de Julián Ribera, que defiende la procedencia árabe,
basándose en la coincidencia que existen entre la épica castellana y determinadas leyendas
hispano-musulmanas. La aparición de usos, costumbres y términos árabes en la épica
castellana y el hecho enigmático de que el cantar épico francés más importante relate una
victoria de los árabes sobre el ejército franco serían una prueba más de esta dependencia de
la épica románica respecto de la epopeya árabe. En esta relación de la épica castellana con la
árabe y, en concreto, con ciertos relatos de tipo épico-caballeresco se ha insistido nuevamen-
te (A. Galmés de Fuentes, F. Marcos Marín). Se han estudiado, igualmente, las posibles
analogías entre los cantares de gesta castellanos y los franceses y se les ha comparado con
ciertas sagas germánicas y escandinavas (E. von Richthofen, 1970 y 1972) y, finalmente,
con determinadas tradiciones de la épica latina (H. S. Martínez, 1975).

Para Rubiera Mata, los «Cantares de Gesta» románicos son poemas narrativos y, por tanto,
son susceptibles de ser analizados corno relatos literarios. Maurice Molho da la siguiente
definición: «Desde el punto de vista del significado se trata de una estructura narrativa de
inversión a cuyo término una situación inicial desfavorable para el héroe se trueca en
revancha v en legítima reparación. El núcleo del relato lo constituye, generalmente una
transgresión/agresión (calumnia, traición o injusticia) que, a través de la persona del héroe,
afecta a toda la colectividad, lastimada en sus obras hasta el momento en que el derecho
venga a verse restablecido».
Esta estructura se cumple, según el mismo autor, en la Chanson de Roldán v en el Mío Cid:
La traición de Ganelón provoca la destrucción de los francos en Roncesvalles, así corno la
muerte de Roldán y de los doce pares; Carlomagno se venga del desastre derrotando a los
musulmanes del mundo entero dirigidas por el emir Baligant, después de lo cual la justicia
del emperador juzga v condena a Ganelón. En cuanto al Mío Cid, lo mismo: un infanzón de
Castilla se ve obligado a desterrarse del reino, casi sin recursos, por haber incurrido sin culpa
en la ira regia; tras muchos triunfos v vicisitudes, terminará, al final del poema, como un alto
y poderosos señor, hecho simbolizado en el matrimonio real de sus hijas (20).

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