Resumen Carta Encíclica

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MIRIAN DEL PORTE CRUZ| DSI | CARTA ENCÍCLICA CARITAS IN VERITATE

RESUMEN CARTA ENCÍCLICA


CARITAS IN VERITATE
PÚBLICO: Dirigida a los obispos a los presbíteros y diáconos a las personas consagradas a todos
los fieles laicos y a todos los hombres de buena voluntad sobre el desarrollo humano  integral en la
caridad y en la verdad.
AUTOR Y AÑO: Fue la tercera y última encíclica del papa Benedicto XVI firmada el 29 de junio
de 2009, Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y presentada el 7 de julio del mismo
año.
SU ESTRUCTURA: Consta de 6 capítulos y 79 números. Capítulo primero, el mensaje de la
Populorum Progressio. Capítulo segundo, el desarrollo humano en nuestro tiempo. Capítulo
tercero, fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil. Capítulo cuarto, desarrollo de los
pueblos, derechos y deberes, ambiente. Capítulo quinto, la colaboración de la familia humana.
Capítulo sexto, el desarrollo de los pueblos y la técnica. Conclusión.

CONTENIDO: Hasta hoy llama la atención de quienes han tenido el coraje de tomar el desafío.
Esta carta reflexiona nada menos que sobre el amor, esa fuerza extraordinaria, y la verdad, unidos
inseparablemente en la consecución del desarrollo humano integral. Aquí algunos apuntes sobre su
mensaje central que, al contemplar la realidad social de nuestro mundo, pero también nuestra propia
situación personal y comunitaria local, sería bueno recordar. El amor (caritas) es una fuerza
extraordinaria que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo
de la justicia y de la paz. Defender la verdad, testimoniarla en la vida, son formas exigentes e
insustituibles de caridad. La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia.
Diez puntos centrales.
Primero. El hombre está por encima de la economía, y el primer capital que hay que salvaguardar –
por medio de la justicia– es la misma persona humana. El Papa proclama que la justicia es
inseparable de la caridad, tratando de unir así lo humano y lo divino. Ubi societas, ibi ius, escribe:
toda sociedad elabora un sistema propio de justicia. La caridad va, sin embargo, más allá de la
justicia, pues amar es dar, ofrecer de lo mío al otro; pero nunca se renuncia a la justicia, que lleva a
dar al otro lo que es suyo. No puedo dar al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en
justicia le corresponde, concluye el Papa.
Segundo. El capitalismo salvaje, la codicia y la avaricia financiera, el egoísmo y el paternalismo
colonial reclaman una globalización solidaria, un nuevo orden económico basado en valores
cristianos. Así, el Papa arremete contra los excesos del sistema capitalista y reclama una
globalización que tenga en cuenta la condición humana de las personas que forman parte del mundo
de hoy. A la vez, insiste en que “la crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas
reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a
rechazar las negativas” (n. 21). Debemos ser protagonistas, y no víctimas de la globalización, viene
a decir Benedicto XVI.
Tercero. Hace falta un mercado más social y más humano, en el que el Estado tenga un papel
activo y las empresas se guíen por la ética y la responsabilidad. “La sabiduría y la prudencia
aconsejan no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado” (n. 41), recomienda, para que
se pueda alcanzar la justicia personal y social. Junto a la justicia, el otro soporte de la vida social y
moral es el bien común. “Es el bien de ese ‘todos nosotros’, formado por individuos, familias y
grupos intermedios que se unen en comunidad social. No es un bien que se busca por sí mismo, sino
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para las personas que forman parte de la comunidad social, y que sólo en ella pueden conseguir su
bien realmente y de modo más eficaz. Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de
justicia y caridad” (n. 7).
Cuarto. La injusticia existe y es preciso intervenir, crear un sistema nuevo, más transparente y
justo, con reglas que integren al Tercer Mundo –a los pobres y hambrientos, a los no nacidos– en la
economía y el comercio globales. El Papa Ratzinger critica que “la exacerbación de los derechos
conduce al olvido de los deberes” (n. 43). Respecto a la cuestión de la cooperación internacional,
reclama a instituciones sociales y organismos internacionales una “transparencia total”, y un respeto
profundo por la naturaleza como fuente de vida y don de Dios. Para esto reclama “una mayor
sensibilidad ecológica” y “una redistribución planetaria de los recursos energéticos” (n. 49).
Alguien ha hablado de las “raíces verdes”, los orígenes en una ecología integral de esta encíclica.
En concreto, el texto habla del desarrollo demográfico, insistiendo en que “no es correcto considerar
el aumento de población como la primera causa del subdesarrollo”. A la vez el Papa apuesta por
“una procreación responsable” (n. 44).
Quinto. La crisis nace de un déficit de ética en las estructuras económicas. “El sector económico no
es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y,
precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente” (n. 36). Como
consecuencia, “el riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho entre los hombres y
los pueblos no se corresponda con la interacción ética de la conciencia y el intelecto, de la que
pueda resultar un desarrollo realmente humano. Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón
y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador”
(n. 9). Así, en contra del paro, afirma que todo ser humano tiene derecho a un trabajo honrado:
“Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo
hombre o mujer” (n. 63).
Sexto. El desarrollo es imposible sin personas honradas, con lo que profundiza en las raíces
antropológicas y ecológicas de la economía. Por ejemplo, dentro de las “nuevas pobrezas”,
Benedicto XVI condena las trabas al derecho a la vida, que se dan tanto por la falta de alimento
como por las políticas de contracepción y “la imposición del aborto” en algunos países. “En los
países económicamente más desarrollados, las legislaciones contrarias a la vida están muy
extendidas y han condicionado ya las costumbres y la praxis, contribuyendo a difundir una
mentalidad antinatalista, que muchas veces se trata de transmitir también a otros estados como si
fuera un progreso cultural” (n. 28). Así, “el desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin
operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al
bien común. Se necesita tanto la preparación profesional como la coherencia moral” (n. 71).
Séptimo. El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano. Por eso, reclama
Benedicto XVI, “la religión cristiana y las otras religiones pueden contribuir al desarrollo solamente
si Dios tiene un lugar en la esfera pública, con específica referencia a la dimensión cultural, social,
económica y, en particular, política” (n. 56). Como consecuencia, “tanto la exclusión de la religión
del ámbito público como el fundamentalismo religioso impiden el encuentro entre las personas y su
colaboración para el progreso de la humanidad” (n. 56). El Papa asegura que “solamente un
humanismo abierto al Absoluto nos puede guiar en la promoción y realización de formas de vida
social y civil –en el ámbito de las estructuras, las instituciones, la cultura y el ethos–,
protegiéndonos del riesgo de quedar apresados por las modas del momento”.
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Octavo. La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas
fórmulas de compromiso. Para esto se requiere de una institución no solo internacional, sino
supranacional. Es cierto que “la Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer y no pretende
mezclarse en la política de los Estados”, pero sí ofrece algunas orientaciones (n. 9). Por ejemplo, en
un apartado importante de la encíclica, Benedicto XVI afirma que “siente mucho la urgencia de la
reforma tanto de la organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y
financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones” (n.
67), que dé especial voz a los países más pobres. “Urge la presencia de una verdadera autoridad
política mundial”, reclama el Papa, que “goce de poder efectivo” para garantizar el desarrollo de la
justicia y de los derechos humanos (ibid.).
Noveno. Las empresas y los políticos deben tener una sólida responsabilidad social y ética, sin
circunscribirse tan solo a la técnica o a la tecnología. Benedicto XVI sostiene que no debemos caer
en la “tentación prometeica” de pensar que la sociedad puede recrearse con la simple tecnología.
“Lo mismo ocurre con el desarrollo económico, que se manifiesta ficticio y dañino cuando se apoya
en los ‘milagros’ de las finanzas para sostener un crecimiento antinatural y consumista” (n. 68).
Tras los medios, el Papa aborda de nuevo el campo de la bioética, a la que también acecha el
peligro de la tentación tecnicista. Y, más en concreto, señala que “la fecundación in vitro, la
investigación con embriones, la posibilidad de la clonación y de la hibridación humana nacen y se
promueven en la cultura actual del desencanto total, que cree haber desvelado cualquier misterio,
puesto que se ha llegado ya a la raíz de la vida” (n. 75).
Y décimo. Sin Dios el hombre no sabe adónde ir ni logra saber quién es. El Papa anima al ser
humano a no caer en la tentación de “creerse autosuficiente y capaz de eliminar por sí mismo el mal
de la historia”. Esas posturas, denuncia el Pontífice, “han desembocado en sistemas económicos,
sociales y políticos que han tiranizado la libertad de la persona y de los organismos sociales y que,
precisamente por eso, no han sido capaces de asegurar la justicia que prometían”. Frente a esto,
Benedicto XVI propone “la caridad en la verdad”: una fuerza de una comunidad humana, no de
individuos en particular. “Sin Dios el hombre no sabe dónde ir ni tampoco logra entender quién es”
(n. 78). El hombre y la mujer necesitan de esa relación con Dios. “El desarrollo necesita cristianos
con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de
verdad, caritas in veritate, del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro
esfuerzo sino un don” (n. 79).

Para Benedicto XVI la encíclica es tan social y económica como defensora de la persona, de la vida
y del medio ambiente. El Papa alemán ha ofrecido una síntesis completa de todos los temas
actuales. Vendría a ser la Populorum progressio (1967) unida a la Humanae vitae (1968) –ambas de
Pablo VI– y a la Evangelium vitae (1995) de Juan Pablo II. En Caritas in veritate, Benedicto XVI
subraya “el fuerte vínculo entre la bioética y la ética social”.

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