Incidentes
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Si bien se definieron los incidentes como aquellas cuestiones que se suscitan durante la tramitación de un
proceso y que tienen alguna conexión con él, muchas veces esas cuestiones son una especie dentro del
género de las impugnaciones.
En este sentido, el incidente de nulidad es un medio impugnativo previsto por la ley para atacar los vicios en
forma de los actos del proceso que no sean resoluciones jurisdiccionales.
Los actos procesales nulos tienen presupuestos y caracteres que los distinguen, y que se encuentran
enunciados a través de cinco principios:
Principio de especificidad
–
Refiere a que los jueces no pueden declarar otras nulidades que no sean las estipuladas por la ley. No hay
nulidad sin un texto legal que la conmine, este es el punto de partida de todo el régimen de nulidades. Ahora
bien, no se trata de un mero catálogo de infracciones, sino que también habrá nulidad cuando ella sea la
consecuencia de la omisión de formalidades esenciales del acto. Se utiliza un postulado general que tiene
utilidad para determinar si nos encontramos frente a una nulidad o no: hay vicio de procedimiento que
importa nulidad implícita cuando tal irregularidad suponga violación de los principios básicos del proceso
(Berizonce, 2004).
Principio de convalidación
–
Se admite que las nulidades del procedimiento puedan ser saneadas por la concurrencia de voluntad de las
partes en forma manifiesta o tácita. Ya sea, porque se ratifique el acto o porque se venza el plazo acordado
para impugnarlas. Este principio sólo rige para las nulidades procesales y no para las nulidades de actos
inexistentes o vicios sustanciales que se rigen por las normas del Código Civil y Comercial de la Nación.
Con respecto a este principio, resulta importante hablar del llamado decreto “de Autos”, ya que una vez
firme éste precluye la posibilidad de invocar nulidades del procedimiento. Pasada la etapa resolutoria, sólo
se podrán impugnar los vicios de la sentencia. A esta regla se presentan algunas excepciones puntuales,
como el caso del incidente de nulidad de la citación inicial, en el que el demandado que nunca tomó
conocimiento de la existencia del proceso en su contra por haber sido mal notificado, podría plantear
nulidad de la cédula de citación y hacer que el proceso vuelva hasta el momento de la notificación de la
demanda.
Principio de trascendencia
–
Este principio plantea que no hay nulidad sin perjuicio. Además del vicio formal que no fue saneado, se
requiere que quien pide la nulidad demuestre que el acto le provocó un perjuicio cierto e irreparable. No
basta la sola infracción a la forma si no produce un agravio a la parte. Para esto, el perjudicado deberá
expresar cuál es el perjuicio sufrido o mencionar las defensas que no ha podido oponer. La nulidad procesal
requiere un perjuicio concreto para alguna de las partes pues no procede su declaración en el solo interés
del formal cumplimiento de la ley, ya que resulta inaceptable en el ámbito del derecho procesal la
declaración de una nulidad por la nulidad misma.
Principio de protección
–
El vicio debe emanar del órgano jurisdiccional o de la parte contraria. Quien haya dado lugar a la nulidad no
podrá sostener luego la invalidez del acto. Esta regla se asienta en los principios de lealtad y buena fe
procesal. Es necesario que quien invoca el vicio, no haya coadyuvado con su conducta a la tipificación del
acto irregular. No se ampara la propia torpeza.
Principio de conservación
–
Este principio plantea que es conveniente preservar la eficacia y validez de los actos frente a la posibilidad
de su anulación, lo que llevaría a un resultado disvalioso. Este principio trae dos consecuencias. Por un lado,
si el acto irregular o defectuoso ha logrado el fin al que estaba destinado, será válido. Por otro lado, ante la
duda sobre la configuración de un vicio procesal o de la existencia de un defecto, debe desestimarse la
nulidad y corresponde declarar su validez.
¿Qué principio admite que las nulidades del procedimiento puedan ser
saneadas por la concurrencia de voluntad de las partes en forma manifiesta o
tácita?
Principio de convalidación.
Principio de especificidad.
Principio de conservación.
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El incidente de nulidad cuestiona vicios de procedimiento de cualquier acto procesal que no derive de una
resolución jurisdiccional. La nulidad será declarada a pedido de la parte. Puede suceder que por
interpretaciones de la ley o de los actos introducidos al proceso, resulte un poco más complejo comprender
cómo juegan los principios que rigen la nulidad, o quién debe cumplir cada uno. Así, por ejemplo, lo vemos en
el siguiente caso:
Sostuvo el recurrente que, si bien, no cabe discusión alguna respecto al plazo determinado
por el art. 9 de la ley 921, el interrogante se plantea en relación al momento a partir del que
deberá contarse tal término, ya que tal normativa nada prevé al respecto.
Entendió que el criterio jurisprudencial citado por la a quo proviene de una repetición
sistemática del art. 48 del Código Procesal de Nación, el cual sí dispone expresamente que
el plazo comenzará a correr desde la primera presentación del gestor.
Indicó que el legislador local excluye tal cuestión y que ante la falta de una mención
expresa, el plazo deberá ser computado desde la primera providencia que tienen al letrado
que invoca una presentación de urgencia en la calidad de gestor.
Indica que en autos no hubo providencia alguna desde la primera presentación, quedando
el expediente en despacho hasta el dictado de la resolución, así como tampoco
manifestación de la parte contraria; lo que le permite concluir en que la providencia arroga
facultades que no le fueron conferidas a la a quo, deviniendo la providencia atacada en
arbitraria y contraria a la garantía constitucional de la defensa, la cual debe primar.
Agregó que, además, se ha omitido aplicar lo previsto por el art. 21 de la ley 921, el que
señala que ante una omisión, deberá ordenarse sea salvada dentro del tercer día,
intimándose al tal efecto.
Se sostuvo que: “El plazo estipulado por el art. 9 de la ley 921 es perentorio y, por lo tanto
fatal, comienza a correr desde la fecha en que se invocó la franquicia, no correspondiendo
a los efectos del cumplimiento del mismo, información previa ni providencia alguna”
(PI.1993-II-298/299, Sala II).
Así también que “El art. 9 de la Ley 921 dispone con absoluta precisión la obligación del
gestor de acreditar la personería que invoca, o hacer ratificar la gestión en un plazo
perentorio, que en el caso que nos ocupa es de diez días, del mismo modo que determina
la sanción para su incumplimiento: la nulidad de todo lo actuado por el gestor” (PI.2006 TºI
Fº116/117 Sala II, PI.1996-II-203/204, Sala I).
Y que, “La sanción de nulidad allí prevista es declarable de oficio, mediando sólo la
comprobación del transcurso del plazo y sin necesidad de ninguna sustanciación.” (P.I.
1998 -I- 81, SALA I, CC1 NQ, CA 137 RSI-81-98 I 31-3-98, Juba).
Es decir, si no se cumple con los requisitos que impone la norma citada, o sea, no se
acompañan los instrumentos o ratifican la gestión en el plazo de diez días (art. 9, L. 921),
sobreviene la nulidad de lo actuado sin que sea necesaria intimación previa ni
sustanciación alguna, consagrándose una nulidad distinta a la contemplada en los
artículos 169 a 174 del ritual, por cuyo motivo, para su declaración no es necesario que
concurran todos los requisitos enunciados en las normas de forma. La nulidad se opera de
pleno derecho si con anterioridad al vencimiento de los sesenta días de la primera
presentación del gestor, no se acredita la personería ni se ratifica la gestión, no resultando
suficiente la presentación posterior del poder para purgar el vicio.
Remárquese que la facultad que posibilita la actuación en juicio del gestor es excepcional,
y tiene el fin práctico de asegurar la defensa en juicio a que conduce el incumplimiento de
la obligación impuesta.
Por lo cual, el inicio del cómputo indicado por la jueza de primera instancia resulta acorde
con los criterios sostenidos por esta instancia.
[1] Sala II de Neuquén. BRIONES VICTOR EDUARDO C/ ARNONI DANIEL ALBERTO S/ DESPIDO Y
https://bit.ly/36s4pD0
En el caso planteado se advierte que la legislación de Neuquén prevé para el caso de los gestores un plazo
para que acrediten tal representación. Vencido ese plazo sin haberla acreditado, se tiene por no presentado
el acto. Es inválido por falta de cumplimiento de las solemnidades. Es decir, estamos ante una nulidad
específicamente prevista por la legislación. Razón ésta que tuvo el juez para sentenciar en el sentido que lo
hizo.
Teniendo en cuenta los principios que rigen el régimen de nulidades procesales, puede señalarse que el
propio demandado intentó “purgar” su nulidad, a los fines de que se tuviera por contestada la demanda.
Al respecto, la Cámara hace un excelente análisis y ordena los
principios, al decir que no resulta suficiente la ratificación posterior
para purgar el vicio de nulidad derivado de la falta de presentación del
correspondiente poder, dentro del plazo legal indicado.
La tardía acreditación de personería sanea la nulidad con la agregación del poder (lo que no hizo el
demandado que solo manifestó que ratificaba lo dicho) o con la ratificación –expresa o tácitamente- por la
parte contraria y no hubiera mediado hasta entonces decisión judicial que la declare.
Esto quiere decir que la “purga” o “convalidación” del acto por mera manifestación, en este caso, tendría que
haber venido de parte del actor y no del demandado, quien fue el que provocó el acto inválido al no haber
acompañado el poder exigido en el plazo oportuno ni en ninguna otra oportunidad.
En definitiva, es importante poder distinguir la concurrencia de los principios pero además que el
cumplimiento de ellos provenga de parte de quien corresponde.
Ante vicios de forma de los actos del proceso que no sean resoluciones
jurisdiccionales.
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LECCIÓN 2 de 4
Referencias
Sala II de Neuquén. BRIONES VICTOR EDUARDO C/ ARNONI DANIEL ALBERTO S/ DESPIDO Y COBRO DE
HABERES. EXP Nº 512640. (6 de diciembre de 2018). Recuperado de
http://200.41.231.85/cmoext.nsf/8e075db5e6289737032576fe00491375/aec94628df4f1d2b032583f40059a
58a?OpenDocument
LECCIÓN 4 de 4
Sentencia
–
La sentencia es un acto judicial procesal efectuado por el juez de la causa en el que,analizando las
constancias de la causa, decide darle una solución al conflicto. Esto es, se alcanza la finalidad que se tuvo
en miras al iniciar el proceso judicial.
Cosa juzgada
–
Una vez concluido el proceso, la Sentencia que se dicte despliega efectos tendientes a evitar la posibilidad
de que se ejercite un ulterior proceso por la misma controversia, si concurre la identidad o conexión
suficiente, dando seguridad jurídica a los ciudadanos.
La impugnación procesal
–
En la tramitación del proceso judicial pueden cometerse errores de distinto tipo. Para ello, los litigantes
cuentan con vías impugnativas procesales para reparar las posibles equivocaciones cometidas.
Incidentes
–
Durante el proceso judicial pueden surgir cuestiones que tienen alguna conexión con él. Esas cuestiones
conexas se resuelven por medio de los llamados “incidentes” sin perjudicar la tramitación del proceso
principal.