MARCELO BIELSA para El Pais

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MARCELO BIELSA

Artículos escritos para el diario El País durante el mundial


Francia ‘98

Armada para defender


13 JUN 1998

Nigeria juega a jugar. Juega el partido, no lo piensa. La


trascendencia del resultado, las variaciones del marcador, no
afectan a su juego. Juega a jugar, simplemente. Y puede jugar
bien simultáneamente con el rival. En cambio, España, para
jugar bien, necesita primero provocar que el rival juegue mal.
Eso hizo en los 15 minutos iniciales, cuando se vio su mejor
versión: recuperó rápido y en campo del rival.

España no defendió bien. Nigeria estaba armada para la


posesión, secundarizando aspectos defensivos. España estaba
armada para defender bien y no lo hizo. Su estructura, con
Hierro y Nadal de volantes centrales, privilegiaba la
recuperación de la pelota y tampoco la consiguió. Por eso, salvo
en los primeros 15 minutos, no pudo jugar bien. Le costó
organizar el juego desde su propio campo -sólo 2 de los 6
jugadores de atrás, Hierro y Sergi, asumían con estatura esa
función- y ese problema sólo lo podía corregir quitando la
pelota al rival en su terreno.

El costado derecho. España no logró remediar los problemas


que tuvo en su flanco derecho. Percibió que su estructura
defensiva flaqueaba por ese lado. Supo del problema, intentó
resolverlo -Iván Campo cogió el sitio de Ferrer-, pero no lo
consiguió.
Males ofensivos. Los delanteros españoles no gozaron de
situaciones cualitativamente favorables. El balón siempre les
llegaba trabado, impuro para poder imaginar. El gol de Raúl,
más allá de su belleza, sintetiza la ingenuidad defensiva
nigeriana. Y una defensa que concede esas licencias merece
más goles de los que España marcó o más situaciones de las que
creó.

Rigidez. Gran desarrollo técnico individual, pero sin ningún


criterio táctico colectivo. Eso es Nigeria. A ese tipo de equipos
se les gana desde una concepción estricta, como la que ofreció
España en el comienzo. Y se los sufre cuando se abandona esa
rigidez.
Sin coordinación. Estaban juntos arriba los cuatro mejores
atacantes del fútbol español, pero no concretaron coordinación
entre ellos a la hora de intercambiar posiciones. El juego les
obligaba a realizar esos movimientos, percibieron esa necesidad
de rotar, pero nunca lo hicieron con orden. Y estáticos no
podían estar, porque tanto Luis Enrique como Raúl precisan
correr hacia el centro para entrar más en juego y buscar por
dónde verticalizar. Fijos en banda se sienten apresados y se
vuelven fácilmente localizables.

El mejor partido. Junto al Francia-Suráfrica. La victoria pudo


irse hacia cualquier lado. La mejor versión de España fue
superior a la mejor de Nigeria, aunque ésta resultara más
vistosa. Si España consolida sus buenos momentos es más
candidato que Nigeria.
Marcelo Bielsa acaba de ganar la Liga argentina con Vélez
Sarsfield y de fichar como entrenador del Espanyol.

Cada vez cuesta más


14 JUN 1998

Peligrosa invasión. Es aplicable al Mundial en sí. Cuesta


demostrar la superioridad porque ya no la da sólo la calidad de
los futbolistas. Ahora, en el pleito participan otros aspectos -el
funcionamiento, el desarrollo táctico, el estado anímico, la
preparación física, la forma de ocupar el campo... - que
permiten acortar distancias. Si sólo puntuara la calidad
individual, a los mejores les resultaría más fácil demostrar que
lo son. Pero el fútbol se ha visto invadido por tópicos cuyo
crecimiento puede progresar con intérpretes mediocres.

Ilusión óptica. La cercanía en el resultado le permitió a Japón


al cierre del partido dejar imagen de que la diferencia era menor
de la que había evidenciado el juego. La distancia en el juego
fue mayor que en el resultado. Pero esos intentos heroicos de
Japón hay que valorarlos únicamente en lo anímico, no en lo
futbolístico.

Corrección afortunada. Argentina empezó mal. Mejoró a raíz


de que Ortega abandonara la parte derecha del ataque y se
desplazara hacia el centro para participar más en el juego y
asociarse con Verón. Por eso, la última media hora del primer
tiempo argentina fue buena. Y en la medida que Almeyda fue
equilibrando su juego, el equipo encontró también un
funcionamiento defensivo aceptable.
Errores de ataque. Argentina no tuvo desborde por los
costados, ni: con Zanetti, ni con Simeone, ni con López. Y
careció de agudeza en los pases interiores y de desequilibrio
individual. Ortega, en la acción personal, y Verón, en su
capacidad para el pase, no le dieron profundidad a una
circulación organizada. Argentina sólo pudo apoyarse arriba en
el oficio de Batistuta, que rentabilizó al máximo todos los
contactos que tuvo con la pelota.
El techo de Japón. Resolvió todo lo que depende de los metros
recorridos (capacidad de sacrificio) y de la distribución de los
espacios del campo (orden táctico). La ausencia de destreza en
los gestos técnicos y la falta de imaginación le pusieron límite a
sus pretensiones.
Sin Hagi y sin Valderrama
15 JUN 1998

Rumania sí supo. Los jefes no funcionaron. Rumania supo


resolver la ausencia de Hagi, pero Colombia, la de Valderrama,
no. No sólo no le encontró vías alternativas, sino que tampoco
le ignoró. Pasó todo el juego por él. Rumania, en cambio, buscó
otros caminos: Ilie, fundamentalmente, cierta profundidad por
el sector derecho (Petrescu) y agilidad en la salida de la pelota
(Galca).

Desesperante Colombia. Colombia usa un fútbol de gestos


sobreactuados. Intenta confirmar un estilo, pero no logra
imponerlo. Es una interminable sucesión de toques. Uno
comienza pensando que este equipo toca porque está buscando
por dónde ir. Pero a medida que avanza el partido, acaba
tentado de pensar que toca porque en realidad no sabe cómo ir.
Colombia renunció a jugar más arriba de donde le permitió el
rival. Todos sus futbolistas bajaron a tocar donde a Rumania no
le preocupaba. Y no hicieron daño ni en las jugadas que
presuponían peligrosidad. Otro mal detalle: la actitud
colombiana frente al error fue reclamar o desviar las culpas.
Síntoma de equipo frágil.

Tres excepciones. Mondragón y Bermúdez, que neutralizaron


cualquier intento de contragolpe de una Rumania apática en el
segundo tiempo. Y Asprilla, el único colombiano que se rebeló
contra la derrota. Se comportó con una determinación que no
logró contagiar al resto del equipo. Con todo, el protagonismo
de Colombia en el segundo tiempo hay que atribuírselo sólo a la
indiferencia rumana.
Ilie. Antes, una gran actuación era lo que convertía en bueno a
un futbolista. Ahora, basta con una buena jugada para conseguir
esa patente. Ilie realizó una jugada fabulosa en el gol.

Los remates lejanos. El hastío por la falta de profundidad


condujo a Colombia hacia los tiros de media distancia. Cansado
de su tibieza, se dijo "pateemos al arco". Cuando Valderrama no
funciona, en Colombia aparecen los disparos o los pases largos,
aspectos que no dominan, ni creen en ellos.

Robó, desbordó y asistió


16 JUN 1998

Tres momentos de Brasil. Unos minutos iniciales de búsqueda,


los mejores; lo que fue del primer al tercer gol, la peor fase, y
del 3-0 al final, donde confirmó que nadie administra mejor la
prosperidad que él. Las dudas asaltan por el segundo tramo.
Brasil se tuerce cuando ya gana pero no tiene cerrado aún el
resultado.

Cafú y Roberto Carlos. Sus centros hacen daño. Viajan por un


espacio sin dueño, criminal para el rival, entre los zagueros y el
portero. El guardameta duda ante esos envíos porque la pelota
se aleja de su radio de acción. Y los centrales, que corren la
jugada con el temor de llevarse el balón por delante.
Actitud censurable. Brasil gana por ser mejor, pero no destila
grandeza. Como la mayoría de los mejores, concreta su
superioridad con expresiones aisladas no con una continua
actuación global. Esta situación compromete a sus jugadores,
que se muestran reticentes a cruzar la frontera del error.
Prefieren no correr el riesgo de la gran jugada a equivocarse.
Marruecos. Inofensivo, distante e inconsistente. Los potentes,
por torpes. Y los hábiles, por frágiles. El colectivo se muestra
ordenado, pero poco atrevido. Incapaces de torcer el rumbo por
más minutos de los que dispongan.
Aparente debilidad. A pesar de no recibir goles ni sufrir
situaciones para encajarlos, Brasil no da sensación de
seguridad. Tal vez no sea real. Puede que la tradición brasileña
en este sentido nos tiente a percibirla así.
Rivaldo, mal situado. Le colocan en un lugar en el que la
pelota pasa demasiadas veces por él. Y eso le obliga a
equivocarse poco. Juega asistiendo más que definiendo. Debería
ubicarse más arriba, en una zona con mayor licencia para el
error pero con la esperanza del gran acierto.
Saludable Ronaldo. Vimos a un Ronaldo diversificado. No
sólo el gol fue su especialidad. Luchó y elaboró. El 1-0 fue una
expresión muy reconocible de Ronaldo. El novedoso fue el 3-0,
en el que quita, desborda y asiste. Fue menos específico, igual
de efectivo y más generoso. Y mientras el esfuerzo no le aleje
de su mayor virtud, bienvenido. Lo engrandece. Agregó lo
complementario sin tener que renunciar a lo esencial.

Valentía de mentira. De salida, Marruecos no tuvo


precauciones defensivas. Lanzó un mensaje confuso: no estaba
jugando de igual a igual a Brasil; estaba defendiendo mal,
simplemente.

Compromiso. Dio la sensación de que había un acuerdo entre


los jugadores de Brasil para comprometerse. La reacción de
Dunga frente a algunos gestos de indiferencia de sus
compañeros lo delata. El capitán no estaba dispuesto a tolerar
que no se cumpliera lo pactado. Y pasó factura a quien falló.
Sólo eso justifica y convalida broncas como las que se vieron.

Excesivo conformismo
17 JUN 1998

Camerún se equivoca. Una gran exhuberancia física y una


pureza técnica que se le presupone aunque no muestra. Pero su
déficit esencial tiene que ver con su capacidad de elección:
resuelve siempre por el camino equivocado y en el momento
menos oportuno.

Esperanza injustificada. Cuando el marcador es apretado,


aparece una esperanza a favor del equipo pequeño que el juego
no autoriza a concebir. Se le atribuye una posibilidad que niega
la realidad. La tentación de apoyar al débil nos hace recibir
mensajes equivocados. Algo de eso sucedió ayer al comienzo
del segundo tiempo.
Rasgos diferenciadores. Al buen equipo se le distingue, entre
otras cosas, porque tiene montada la estructura defensiva antes
de perder la pelota. Es decir, porque hace exactamente lo
contrario que Camerún. Se organiza después de que le quitan el
balón. Y eso ante Italia, siempre tan directa, se paga carísimo.

Maldini hijo, gris. Vieri confirma, Moriero sorprende y


Maldini, el jugador, casi decepciona. Muy alejado de su mejor
versión, el hijo del entrenador no tuvo ningún peso ofensivo y
estuvo vulnerable en defensa.

Maldini padre, precavido. El 3-0 no debe impedir ver la cruda


realidad: Italia jugó contra 10 cameruneses. Le sobraron
centrocampistas de corte defensivo y le faltó alguien más que
acompañara a Vieri arriba. Máxime ante un rival débil y
mermado. El cambio de Baggio por Del Piero fue una decisión
mezquina. De un entrenador demasiado precavido.

Marcajes individuales. Los dos equipos optaron por las marcas


personales. Y Camerún fracasó, no se sabe si por la falta de
hábito a defender así o, más probable, por la calidad de los
jugadores que debía neutralizar.

Fútbol directo. Italia elige un fútbol directo e inmediato.


Responde siempre a la primera idea, aunque sea dudosa y poco
clara. Si le sale bien es letal; si le sale mal, confusa y desprolija.
Son los pros y los contras de su filosofía.

Una lección de ataque


18 JUN 1998

Trezeguet, en el buen camino. Necesitar de diez ocasiones de


gol para concretar una no presupone una virtud. Pero sí lo es
lograr estar tantas veces en esa situación. Las oportunidades
falladas harán con el tiempo de Trezeguet un gran goleador.

Así se ataca. Francia dio una lección de cómo atacar. No le


importó ni lo reducido de los espacios, ni la constante compañía
de marcadores rivales. Llevó la pelota hacia los sectores con
menor densidad de presencia rival. Y una vez allí concretó el
daño. Ingresó por los costados y definió por el centro. Su
capacidad ofensiva no necesita del error del rival. Puede crear
peligro aun contra defensas compensadas. El tiempo dirá si sólo
se trataba de Suráfrica y Arabia.

Fútbol asociado. El transporte individual de balón inmoviliza


al resto de compañeros, por eso lo evitó Francia. La circulación,
dinamiza, por eso la privilegió. Fue el suyo un fútbol hilvanado.
El desnivel lo marcó a través de su capacidad de asociarse, no
de su poder de desequilibrio individual. Francia entiende el
ataque como algo colectivo.

Actuaciones superlativas. La de Thuram, un zaguero al que


ninguna altura del campo le resulta extraña o compleja.
Resolvió con sabiduría las veces que tuvo que comportarse
como centrocampista o como extremo. Y la de Henry, que es
potencia y rapidez. Posee una capacidad de desmarque notable.
Y siempre invitando a que coincidan su máxima velocidad con
la llegada de un pase agudo y profundo. Nada mejor que un
Zidane para este Henry. Un pero. Ninguna actuación es
inmejorable. La lentitud del eje central de la defensa francesa
crea un espacio de duda.
Imaginación. Deschamps y Zidane imaginan la jugada que van
a realizar antes de que les llegue la pelota. Es ésta una virtud
que nace en la sabiduría personal de cada uno, pero que necesita
del aporte colectivo. Sólo se puede jugar así dentro de un
equipo donde algunos se desmarquen para el poseedor de la
pelota y otros para el próximo receptor. Unos para el pase
inmediato y otros para la segunda jugada.

Sin rival. En un Mundial donde se reclama que los mejores


concreten su superioridad no sería justo vincular la gran
actuación de Francia al nivel de su contrincante.

Sin desborde ni fantasía


19 JUN 1998

Mereció más, pero jugó mal. El poder agresivo de España fue


de más a menos. El desánimo por no marcar fue dañando el
espíritu del equipo. Mereció ganar: dispuso de la pelota y creó
más situaciones de gol. Pero no jugó bien.

Adivinaron. Los dos entrenadores diseñaron sus equipos


pensando en resolver las necesidades que efectivamente el
juego planteó. España se armó para tener una circulación más
prolija, más aseada, más fluida, y para atacar por los costados.
Paraguay se preparó para evitar que el rival juegue y luego
contraatacar. Uno obtuvo lo que buscaba y el otro, no.

Ollas nocivas. Cuando uno ataca por los costados, que para eso
estaba el partido, tiene dos opciones: desborde y pase hacia
atrás o enviar centros desde la altura del área grande. Y
compensa un acierto entre diez intentos por la primera vía que
satisfacer la ansiedad por la segunda y forzar que la pelota
llegue al área de cualquier manera. Más vale llegar menos, pero
con peligro. España adoleció en exceso de este defecto.
Faltó atreverse. El partido también estaba para la acción
personal de algún jugador. Cuando el circuito colectivo no
encuentra la llave, los equipos se entregan a la inventiva de
alguno de sus componentes. Pero en España ninguno se atrevió
a buscar la fantasía individual. Debió aparecer el futbolista que
se saliera del proyecto y dijera este problema lo resuelvo yo.
El entrenador, inocente. España no jugó bien. Pero es
conveniente diferenciar el proyecto de la realidad. Clemente
utilizó los recursos adecuados, quedó a salvo. Sus respuestas
fueron las mismas que se percibían necesarias desde fuera:
Aguilera por Ferrer, Amor por Nadal, el ingreso de Morientes y
Kiko, Celades por Hierro, Hierro por Abelardo... A la hora de
escoger los componentes de su dibujo táctico, Clemente
siempre privilegió lo que tenía que ver con la posesión y el
ataque. Tal vez debió retrasar a Hierro antes.
Gran Zubi. Minuto 13. Hay un tiro libre de Benítez, donde los
paraguayos fueron al rebote que imaginaban seguro, pero que
Zubi no concedió. Esa sensación de fiabilidad la extendió
durante el resto del juego. El clima anterior al partido, resalta su
actuación.

Era su partido. Chilavert fue el jugador más importante de


Paraguay. Resolvió las escasas ocasiones que generó España y
fue el sostén anímico de su equipo. Pero el efecto de sus
mensajes también llegó a los rivales. Transmitió una sensación
de invulnerabilidad que tuvo mucho que ver en la desazón final
del ataque español.

Benítez. Encontró un espacio del campo donde recibió con


comodidad y finalizó con agresividad. Le faltó compañía más
significativa a su lado.

El lamento y la rebelión
20 JUN 1998

El pleito anímico. La superioridad de un equipo frente a otro


también se dirime en el terreno de la conducta. En ocasiones se
gana superando la oposición del rival, y en otras, a raíz de las
concesiones que éste hace. Bélgica no hizo méritos para ganar
la pugna en el terreno anímico. En total estado de indiferencia,
el empate que consiguió no debe emparentarse con ningún
esfuerzo significativo. En este campo, los mexicanos fueron
ganadores absolutos, por méritos propios y también por la
opacidad de su oponente.

El lamento. México fue superior desde el comienzo. Pero ante


la expulsión injusta de Pardo en el minuto 28, sus jugadores
eligieron un camino equivocado. De ahí en más, en lugar de
revelarse contra la adversidad, los mexicanos optaron por seguir
reclamndo sobre lo injusto del episodio. Su actitud daba
entender que con un hombre menos consideraban la derrota
inevitable. Fue un error. Quedó probado que frente a un rival
tan tibio, aún con 10 jugadores se podía incluso ganar.

Bélgica inmóvil. Bélgica fue un equipo predecible. No tuvo


disposición para desmarcarse. Cada belga quedó aislado del
resto de sus compañeros, y la acción individual, en estos casos,
pasa de ser una decisión -que es lo recomendable- a convertirse
en la única alternativa posible. Al no encontrar opciones
asociativas, se intentó el regate por necesidad. Y Bélgica no
mostró capacidad para superar individualmente a México.

Wilmots, el entusiasmo. El tipo de goles que convirtió


Wilmots, llevándose el balón a empujones, demuestran el valor
del entusiasmo en un equipo indiferente. Fue la cara opuesta a
Oliveira y Nilis.

Atacantes incomunicados. México mantuvo a sus tres


delanteros -Blanco, Hernández y Palencia- a pesar de la
expulsión de Pardo. Pero perdió la capacidad de hacerles llegar
la pelota. El equipo tenía dificultades para habilitarlos. Tras el
descanso, México quitó un delantero y puso a Arellano como
medio derecho, y, paradójicamente, sus dos puntas dispusieron
de más ocasiones. Conclusión: la cantidad de atacantes importa
siempre que haya capacidad de asistirlos. Mejor menos pero
alimentados que muchos incomunicados.
Ramírez, y la rebelión. Ramírez fue el factor de desequilibrio
más concreto que ofreció México para intentar empatar el
marcador. Encabezó la rebelión de su equipo contra el
infortunio. Brilló aún cuando su función primaria fue defensiva,
lo que limitó su participación en el ataque. Lo ayudó la
presencia de Scifo en su banda, totalmente indiferente a sus
evoluciones.

Perderla tarde y lejos


22 JUN 1998

Owen y Beckham. Si no hubieran jugado, la afirmación de que


Inglaterra se siente más cómoda sin la pelota que con ella no
ofrecería dudas. La necesidad y la presencia de estos dos
futbolistas cambiaron el perfil del equipo. Su idea inicial fue
ceder la pelota a Rumania y, una vez recuperada, finalizar con
la menor cantidad de toques posibles. Owen y Beckham
ofrecieron una posibilidad más atractiva y protagónica.

Sobredosis de definidores. No se puede evaluar la


productividad de los atacantes sin considerar quién, cómo y
desde dónde les habilitan. Inglaterra, en la práctica no en la
formación (por ahí se situó Scholes), careció de un media punta
que hiciera jugar a Shearer y Sheringham. Los pases llegaron
desde muy lejos. Y cuando eso ocurre, además de que la
posibilidad de precisión y agudeza disminuye, es imposible no
jugar de espaldas, y muy difícil, recepcionar y girar. El talento
natural, escaso en los dos puntas británicos, queda sometido
entonces a exigencias complicadas. Más allá de lo que Owen
produjo, su presencia fue importante porque Inglaterra
necesitaba un futbolista con capacidad de elaboración. Porque
la formación del ataque no puede plantearse sólo para finalizar,
sino también para elaborar.
El mejor sobre el campo. Galca, sin duda. Distingue cuándo
hay que jugar en corto y cuándo en largo. Ejecuta
correctamente. Tiene conciencia de la distribución sobre el
campo del resto de sus compañeros, y si están en ventaja o
desventaja. El que más toca y el que menos la pierde. Sus
recepciones siempre son intencionadas y normalmente le
perfilan hacia el lado donde conviene jugar y le niegan el lado
complicado.
El secreto rumano. Rumania tarda en perder el balón. Y
cuando lo pierde lo hace cerca del arco rival. Nada mejor que
esto último para defender bien. Esta situación ofrece el tiempo
necesario para restablecer el orden defensivo, que normalmente
se pierde durante la dinámica de la posesión.

Los jefes. No sé si el eje central del campo exige pensar para


jugar allí o es que casualmente todos los que piensan se sitúan
en ese sector. Pero reconozco en Gica Popescu, Galca y Hagi a
los encargados del manejo y la distribución de la pelota, a los
que moderan los tiempos del equipo. Sus mentes son las que
establecen los criterios de juego en Rumania.

Tendencia común. El tiempo hace que los grandes creativos se


vuelvan perezosos para recibir la pelota en los sectores desde
los cuales su percepción del fútbol se hace dañina. Retroceden a
buscarla a un sector, el tercio medio del campo, donde al rival
no le importa. Y habitualmente para pedírsela prestada al
compañero que debería habilitarlo hacia la zona que abandonó.
Ése fue el Hagi del primer tiempo. En el segundo, cambió,
recepcionó en el sitio que más peligro podía ocasionar y se
pareció al que todos recordamos.

Méritos y errores
24 JUN 1998

Inmerecido desenlace. Los números son determinantes e


incontestables. Se opina y analiza sobre las producciones y los
merecimientos que éstas generan. Cerrado el partido de ayer,
queda claro que Bulgaria mereció su posición en el grupo y
España, no.
La mejor versión. Los 25 minutos iniciales fueron la mejor
producción de España durante el Mundial. Fue cuando jugó su
propio partido y desatendió el de Paraguay. Y desplegó un
fútbol variado, dinámico y flexible, lleno de desmarques
combinados. Luis Enrique y Exteberria, cambiando de banda y
de altura dentro de ella; Alfonso y Morientes, viajando del
centro a las puntas o al revés; Amor y Hierro, comprometidos
con la evolución del ataque, más un Aguilera incisivo y un
Sergi criterioso.
Adiós a la vieja guardia. Bulgaria cerró una de sus etapas
futbolísticas más gloriosas. Nuevas generaciones asumirán
futuros compromisos. No sería justo no reconocerle a este
equipo algunas cualidades técnicas que siempre evidencian,
pero es un conjunto desconcertado. Lo muestra la cantidad de
futbolistas no marcados y de recepciones permitidas dentro del
área propia y la libertad con que los atacantes rivales elegían el
destinatario del último pase. Otro ejemplo: a pesar de que
España jugaba dos partidos a la vez, desconectándose del que
protagonizaba por espiar el otro, siguió fabricando ocasiones de
gol apoyado en las distracciones búlgaras.

Mezcla mal llevada. El fútbol, un acto creativo, necesita un


grado de relajación que permita que los gestos propios del juego
sucedan con naturalidad. Paralelamente, como la victoria ya no
es una opción sino una obligación, exige una tensión cercana al
imperativo. La composición equilibrada de esas dos fuerzas,
relajación y tensión, fue lo que le falló a España en el
campeonato. Nadie gana antes de jugar, ni excesivamente
crispado.

Mal manejo de los buenos y malos momentos. Para ganar hay


que dominar el partido el mayor tiempo posible (trámite del
juego), traducir eso en situaciones de gol (criterio ofensivo) y
ser efectivo (contundencia). Cuando existe gran desigualdad
entre los rivales, el ciclo lo desarrolla un solo equipo. Pero en
un fútbol tan parejo como el de hoy, lo que termina marcando la
diferencia es el aprovechamiento que cada equipo hace de sus
momentos fértiles. Gana el que aprovecha y pierde el que
dilapida. Ahí estuvo un problema de España. Tampoco supo
convertir sus momentos malos en momentos neutros. El gran
equipo, cuando no juega bien, logra al menos que el rival no lo
supere. España no lo consiguió. Por ejemplo, frente a Nigeria.

Lo heroico contra lo estable


25 JUN 1998

Contra la historia. La historia invita a presuponer el perfil de un


equipo, casi lo determina. Pero a veces ejerce de trampolín para
revertir. La rebeldía contra su pasado está sirviendo de impulso
a México. Acusado tradicionalmente de fragilidad anímica,
parece empeñado en este campeonato en mostrar el perfil
opuesto.
Consolidado. Holanda no precisa modificar su esquema o
realizar sustituciones para resolver las necesidades que le ofrece
el partido. Es un equipo consolidado. México es la contrafigura,
un equipo heroico, en constante ebullición. Comienza con cinco
defensas y dos volantes y termina con un hombre menos y cinco
delanteros. Se podría apostar al futuro en función de gustos,
pero un proyecto es más fiable que otro.

Las normas que todos entienden. La posesión de Holanda


tiene reglas colectivas. a) Ocupar todo el ancho del campo
equilibradamente. b) La pelota circula a toda velocidad y el
destinatario siempre está llegando al sitio de recepción, nunca
está detenido en él. c) Si el que tiene el balón está presionado,
los pases son cortos; si dispone de segundos de cabeza
levantada, las propuestas son más largas, profundas y agudas. d)
La pelota, el punto de atracción, encuentra siempre con respecto
a los dos ejes del campo algunos jugadores viniendo hacia ella y
otros alejándose.

Más nivel con los mejores


26 JUN 1998
Ineficaz, no viejo. Un estilo no se valora por vigente o caduco,
por viejo o moderno, sino por eficaz o ineficaz. Y el de
Colombia evidentemente no logra los objetivos que se marca.
La suya es una situación muy difícil de cara al futuro. Sustituir
el estilo futbolístico de un país no es sencillo. No parece ofrecer
intérpretes que con la misma idea obtengan algo mejor. Habrá
que hacerse de paciencia, aceptar la realidad y esperar nuevas
generaciones.

Toques vacíos. Interminable cantidad de toques sin ganar un


solo metro ni eliminar adversario alguno. Colombia evita que el
rival tenga la pelota por una posesión prolongada pero
inofensiva. Se deleita con el contacto con el balón, no con la
consecuencia que genera la acción. Sus recorridos siempre son
transversales. Nadie recibe la pelota en un lugar donde el rival
se vea sorprendido. No profundiza por los costados (laterales
intrascendentes ofensivamente) y los delanteros recepcionan
siempre de espaldas, nunca consiguen correr hacia delante.
Daba la sensación de que ni con la complicidad de un error
inglés, Colombia era capaz de generar una opción de gol.
Mejoras progresivas. Hoddle ha conseguido finalmente que en
su equipo coincidan los mejores jugadores con una producción
colectiva notable. Beckham, Owen y a lo mejor Mc Manaman,
que en el peor de los casos quedará como un excelente
recambio, enriquecieron el rendimiento global. Inglaterra, con
los mejores futbolistas dentro del campo, se mantuvo
equilibrada. Tuvo un funcionamiento defensivo impecable. Los
partidos anteriores fueron presentando problemas que el técnico
ha sabido resolver.

Mondragón, espléndido. El resultado no refleja la diferencia


que existió entre los dos equipos. Hay un responsable casi
exclusivo de esto: Mondragón, el consistente guardameta de
Colombia.
Inofensivo. Colombia muestra una asombrosa falta de
agresividad en ataque. Quedó reflejado en el inicio del segundo
tiempo: pese a presentar seis futbolistas ofensivos -los
delanteros Aristizábal, Ricar y Valencia, el media punta
Valderrama, y los volantes Rincón y Lozano-, Inglaterra le creó
cinco situaciones de gol clarísimas en ocho minutos, y
Colombia ni se acercó al área contraria. Es decir, los intentos no
sólo no consiguieron la pretensión, sino que comprometieron al
equipo por detrás. La presencia exagerada de atacantes no
garantiza llegada.

En busca de vuelo. Su actuación sitúa a Inglaterra por encima


del nivel que venía mostrando hasta ahora y le aproxima al que
se le atribuía antes de empezar el Mundial. El próximo paso del
equipo es lograr vuelo futbolístico. Ya no se trata sólo de jugar
bien o mejor, sino de acercar el rendimiento colectivo a la mejor
versión de la que son capaces.

Por pura insistencia


28 JUN 1998

Perseverancia. Francia ganó el partido por el camino que se


imaginaba imposible: dos toques frente al área chica, uno de
ellos de Trezeguet con la cabeza, y la presencia inexplicable de
Blanc, el último hombre, ante Chilavert. Merecido premio a la
insistencia. Ayala y Chilavert. Fueron el soporte de la heroica
defensa paraguaya. Chilavert le añadió a sus recursos
espirituales y a la excelente pegada de su pierna izquierda
magníficos atributos bajo los tres palos. Eso sumado a su
dominio en el juego áereo y a su pericia en los uno contra uno
lo posicionan de manera ideal para el espacio de mejor arquero
del mundo. Ayala redondeó un Mundial memorable
indistintamente en la mitad derecha o izquierda de la defensa.
Cabeceador poderoso, una destacable capacidad de reconquista
de la pelota y garantizando siempre el destino, aunque cercano,
de la misma.
Sin luces. Francia no tuvo desborde por los costados. Thuram
apareció al comienzo del partido y luego, nunca más. Lizarazu
sólo tuvo peso hasta que se percató Carpeggiani. Los
delanteros, sin posibilidad de imponerse individualmente, y la
media distancia, anulada por la fiereza paraguaya. Por el centro
y por abajo, sin imaginación. Terminó jugando por donde
quería Paraguay: por el centro, por arriba y frontal, que no es su
estilo ni le va al perfil de sus jugadores.

Derroche mal repartido. El esfuerzo físico de Paraguay,


apoyado en un coraje que lo impulsó, logró llevar el empate
hasta casi el final del partido. Puede reprochársele que pusiera
tantas energías al servicio de la recuperación, tan pocas al de la
posesión. Efecto boomerang. Paraguay jugó a evitar el error;
Francia, a provocar el acierto. Si uno no toma riesgos en la
posesión, en realidad está corriendo uno mayor: pasarse el
partido defendiendo y terminar como ayer. Paraguay, aún así,
produjo más de lo que se esperaba. Complicó la vida a Francia .

Pocas armas. Dos vías tuvo Paraguay en su quimera del gol:


las habilitaciones de Arce desde la derecha y las pelotas
detenidas. Ninguno de los dos proyectos prosperó. No pareció
acertada la ubicación de Benítez, casi como tercer delantero por
la derecha, muy aislado. Una posición más centrada y retrasada
le habría permitido a Paraguay encontrar un paso intermedio
para convertir sus recuperaciones en ataques.
Lectura errónea. La alineación de Paraguay le imaginaba
equilibrado, pero el partido lo desmintió. Dio la sensación de
que pensaba en defender incluso cuando tenía la pelota. Logró
neutralizar a Francia, pero como perdía el balón
inmediatamente después de recuperarlo, sometió a reiteradas
pruebas a su zaga. Era un proyecto heroico, pero tan austero que
difícilmente podía terminar bien. Contó con la adhesión de
todos los imparciales. Me incluyo.
Rasgos de equipo grande
29 JUN 1998

Concesión inesperada. Reconocerse superior es el primer paso


para empezar a ganar. Holanda tiene facultades para sentirse así,
pero ayer recibió un inestable impulso del adversario, que se
defendió solamente. Sorprendió que un equipo como
Yugoslavia, con los futbolistas que tiene y los momentos de
fútbol que ha dejado, tomara esta decisión. Y además, este
Mundial se ha encargado de desaconsejar posturas como la
suya.

Signo de calidad. Hay sectores del campo donde pedir y


perderla equivale a sufrir peligro en el arco propio. No hacerlo
implica que el balón pase por alto el medio campo. Los equipos
se vuelven importantes cuando asumen el riesgo y conservan la
pelota. Y cuando si se la quitan reaccionan todos, no sólo el
equivocado, para corregir el error. Otro rasgo de las escuadras
de estatura es la asistencia colectiva al que pide el esférico y
enfrenta el problema. Holanda tiene sello de equipo grande.
Overmars y Bergkamp. Uno es instantáneo y otro cerebral.
Son diferentes, pero unidos por un hilo conductor: que cuando
el defensor decide que no quiere sufrir más el suplicio del uno
contra uno y les anticipa es cuando la piden a la espalda de
quien le marca. Y que cuando el defensor percibe lo arriesgado
de dejarles recibir así y protege su espalda es cuando la piden al
pie y destruyen con el regate.

El gol de Bergkamp. La conquista del gol suele llevar


implícito un error defensivo, cuya proporción con respecto al
acierto atacante varía. Pero en esta caso pasaron demasiadas
cosas: defensa en línea que permite la recepción del rival a su
espalda, centro del área vacío, cierre tardío del lateral,
infrecuente pérdida del zaguero en el forcejeo con el delantero,
remate frágil que vence la mano del portero... Todo lo querible
que es Holanda como equipo no alcanzó para atribuir este gol al
acierto.

Extraña Yugoslavia. Fue un grupo de buenos jugadores donde


cada uno se observó aislado e incapaz de vincularse con el resto
a través de la pelota. Resultó extraño que no reconociesen el
balón como su elemento unificador.

Gran Holanda. Sus pasajes de buen fútbol están entre lo mejor


del Mundial. Tras cuatro partidos hay que reconocerle algo
incuestionable: conoce casi todos los caminos para llegar al gol.
Y en una disciplina tan diversa y amplia como esa búsqueda el
casi tiene un valor inmenso.
Atributos imprescindibles. Con dominar los gestos técnicos
no alcanza. Hoy no se triunfa sin manejar también los tiempos
del partido y las posiciones en el campo, sin carácter y
determinación para asumir un rol protagónico, ni sin la
personalidad para hacer propio lo que se ha merecido. Tal vez
en otros tiempos del profesionalismo esos atributos no fueran
tan esenciales para alcanzar el éxito, pero hoy resultan
indispensables.

Estéril por centralizado


30 JUN 1998

Mala defensa. Argentina se mostró insegura en los 45 minutos


iniciales. Primero porque a Almeyda le costó mucho convertirse
en el cuarto defensor. También porque en cuanto un inglés
eliminaba en el uno contra uno a su marcador anulaba a la
defensa entera. Además, en los saltos que iniciaron varios
ataques ingleses, los argentinos daban por hecho que los iba a
ganar su compañero, no el rival, y descuidaban su propia marca.
Ayala y Vivas. Fueron los responsables de las nulas llegadas
inglesas en los 75 minutos finales. Permitieron que Argentina
desarrrollara su intento sin sobresaltos defensivos. Toma valor
su actuación porque cuando se juega con uno más todos creen
que el que queda eximido de regresar es uno mismo y porque
cuando se ataca tanto y no se convierte, el desánimo
desinvolucra de los compromisos defensivos a la mayoría.
También debe considerarse el desinterés paulatino de Owen y
Shearer por inquietarles.
Contra los que les creen irrelevantes. El partido le decía a
Argentina "basta por adentro, vayamos por los costados". El
entrenador lo gesticulaba desde el banquillo y ningún futbolista
negará haberlo oído. Sin embargo, Argentina no gestó un solo
desborde y dispuso de 100 pelotas para intentarlo. Cuando se
minimiza la tarea del entrenador deberían sopesarse estos
episodios: el técnico no debe responsabilizarse sólo de los
caminos propuestos sino de que efectivamente éstos se recorran.
Situaciones aisladas. Hubo un montón de sucesos extraños que
fueron conduciendo el trámite: dos penales, un gol de pelota
detenida, una expulsión prematura... Estos hechos fueron más
determinantes que la producción futbolística.
La figura. Fue Ortega. Perdió incidencia con el correr de los
minutos, algo que se puede atribuir al desgaste, pero también a
la nueva posición que tomó en el campo, acompañando al
delantero centro. Su primer tiempo lo ubica entre las grandes
actuaciones del campeonato. Desequilibró e hizo jugar.

Owen. Cambio de ritmo, ilocalizable para el rival y que cuando


el defensa está intentando evitar que reciba la pelota, él ya está
en lo que viene después. Su marcador siempre parece fuera de
distancia. Las figuras del futuro van a responder a este molde.

¿Explotará Brasil?
3 JUL 1998

Versión común. El Mundial no nos ha ofrecido la mejor


versión de Brasil. Sigue exageradamente dependiente de la
inspiración de alguno de sus jugadores. Pero el grupo temible
que uno está tentado de imaginar no aparece. Una medida de su
potencial oculto es que hace pagar muy caro cualquier error a
sus rivales. Es letal cuando pilla al adversario desplegado en la
salida. Una versión común de Brasil, eso sí, es suficiente para
triunfar. Ante ella el adversario siempre tiene que jugar a un
nivel excepcional para conseguir un partido parejo. Lo malo es
que cuando esta situación de distancia entre lo potencial y lo
real se repite tanto, lo primero entra en el terreno de la duda y lo
segundo se confirma. ¿Explotará Brasil antes de que finalice el
Mundial?

Espíritu perfeccionista. Los brasileños no se conforman con


que sus jugadas terminen bien. Tienen que finalizar de la mejor
manera posible. Ellos les agregan los toques que convierten una
buena en ideal. Entre lo bueno pero imperfecto y lo ideal aun a
riesgo de que no salga nada, siempre escogen la opción de la
gran jugada.

Otro Ronaldo. Se le vio habilitando, dando la asistencia de los


dos primeros goles de su equipo. Y también con capacidad de
desborde por los costados, especialmente por el derecho. Hay
encuentros donde este tipo de posibilidades le hacen parecer
mejor. Pero hay otros, como el de ayer, donde aunque uno
valore su versatilidad acaba echando de menos su rol
tradicional.

Dos grandes jugadores. Es extraño encontrar dos grandes


jugadores en una misma familia: Michael y Brian Laudrup.
Poder fundir la pausa del mayor, su capacidad para espiar el
pase que es imperceptible para los normales, con la
explosividad y el cambio de ritmo del menor ya sería un
milagro. Y el fútbol tendría su indiscutible nuevo rey.

Desprecio por la posesión


3 JUL 1998

Cultura defensiva. Italia es un equipo que descubre todo


intento ofensivo del rival. Además, nunca se permite dos errores
consecutivos: el que subsana el primero nunca se equivoca.
Tiene tal apego a la función defensiva que igual que se perdona
cualquier fallo en el cuidado de la pelota, no se tolera ninguno
respecto a la recuperación.

Sin magia individual. La aptitud técnica de de los jugadores


franceses hace que los circuitos que recorre el balón
difícilmente se interrumpan por impericia. Eso garantiza a
Francia una posesión sostenida. Pero frente a un detector del
calibre de Italia la asociación no es suficiente. Hacía falta la
inspiración individual como respuesta final y ayer ni Zidane, ni
Djorkaeff, ni Henry la ofrecieron.

No aparece, pero está. A Italia sólo le interesa lo que sucede en


las dos porterías. Que la pelota y el trámite sea de cualquiera.
Pero es inflexible cuando se trata del gobierno dentro de las
áreas. No juega bien, desprecia la posesión, pero extrañamente
equilibra el partido en esas zonas. Entiende que para obtener en
el fútbol no es necesario merecer. Crea pocas situaciones de gol,
pero también logra que le lleguen poco. Y sus caídas nunca son
tan contundentes como para obligar a su proyecto a una
revisión.

Del Piero, sin excusas. Su coartada es que resulta muy difícil


jugar en un equipo que lo aisla, lo abandona y no le acerca al
balón. Sin embargo, su actuación merece otra reflexión: Italia
nunca lo encontró para poner en sus pies la recuperación de la
pelota. El fútbol es contagio y el paisaje de Italia no es
demasiado seductor para Del Piero, pero el intento de vincular
la estructura defensiva con Moriero y Vieri debería haberle
hecho aparecer con otra actitud. Pecó por ausente, por nula
predisposición. Si uno intenta y falla, merece el reclamo, pero
mucho más reprochable es la no acción. Roberto Baggio se
encargó de demostrar que se podía.

Inferioridad asumida
4 JUL 1998

Bergkamp. Tuvo una participación nula durante el juego. Pero


su condición de gran jugador apareció en los dos episodios más
importantes para su equipo. Los grandes jugadores merecen
paciencia. Aunque acumulen minutos de intrascendencia siguen
teniendo dentro de sí la posibilidad del desequilibrio.

Superioridad reconocida. Holanda fue superior. Argentina


asumió su inferioridad. Contestó a esa situación con rebeldía
anímica y un alto grado de compromiso en el esfuerzo. No es
que sustituyera jugar por correr. Lo que hizo fue entender que
en el plano estrictamente futbolístico la situación era
irreversible.

Sintomático. Ronald de Boer no había logrado hacer evidente


la falta de oficio de Simeone por el costado izquierdo de la
defensa, pero tampoco le estaba permitiendo demostrar su
pericia como volante. Cuando Hiddink decidió el ingreso de
Overmars lanzó un mensaje claro de protagonismo: el rival
debe adaptarse a mí y no al revés, pongo un extremo aun a
riesgo de que no pueda parar al Cholo. Inmediatamente
Passarella colocó en esa zona a Pineda, un lateral de garantías.
Desde el principio Holanda gobernó, obligó al rival a adaptarse
a ella. Argentina aceptó su rol secundario.

Proyectos antagónicos. A cada recuperación argentina le


siguió una salida larga. Su ataque quedaba aislado, el resto de la
estructura no acompañaba. Pocas veces pudo habilitar en el
último tercio del campo a un jugador sin marca. Por eso
siempre jugó pelotas divididas. El proyecto holandés fue
antagónico: como jugó en un campo corto tuvo que aprovechar
el ancho de la cancha; trató de mantener la posesión hasta que
apareciera el hombre libre a quien pasar. Daba la sensación de
que para que Argentina hiciera gol Holanda se tenía que
equivocar; y que si Holanda convertía iba a ser a través de una
gran jugada fruto de sus virtudes. La realidad confirmó.
Camino equivocado. Holanda, como de costumbre, se quedó
con la pelota; Argentina, por tanto, sólo con la obligación de
recuperarla. Comenzó dando por sentado que no podía jugarle a
Holanda de igual a igual. Otro proyecto hubiera sido dejarle sin
balón. Claro que para eso hay que atacarle, pero durante el
Mundial los equipos se le sometieron. Visto el efecto sería
bueno valorar esta otra vía. ¿No tenía Argentina jugadores
como para intentarla?

En guardia permanente
7 JUL 1998

Decepción. Ningún equipo logró confirmar su reconocida


capacidad de jugar bien. El partido encerró reiterados
murmullos del público que precedían a la gran jugada y los
inmediatos de desazón porque ésta nunca llegaba.
Peligro avisado. Estaban tan advertidos los dos equipos de lo
que el otro era capaz de hacer, que destinaron más tiempo a
evitar ser sorprendidos que a sorprender. Y el poder ofensivo
que les hace temibles, al no contar con este necesario factor
sorpresa, no provocó daño.

Ritmo lento. Brasil y Holanda habían conjugado velocidad y


precisión en dosis equilibradas. Y era a partir del quinto o sexto
toque cuando sus combinaciones obtenían el milagro del fútbol.
Pero no los daban tan atrás, tan laterales, tan previsibles. Ayer
tocaban más para que el rival no tuviera la pelota que para
distraerle antes del pase letal. La prórroga, además, desmintió
que el ritmo lento pudiera haber sido fruto del cansancio o la
sobrecarga de partidos.

Cambio sin sentido. Las sustituciones responden siempre a la


obligación de construir respuestas a las necesidades que el
juego plantea o la de ofrecer alternativas para modificar el
trámite. A partir de ahí se elige al futbolista, se le propone una
tarea, se considera sus particularidades, se le imagina un
espacio del campo... La entrada de Winter fue un ejemplo de
todo lo contrario. Por la franja izquierda de su ataque, Brasil
pudo desequilibrar el choque antes de los penaltis.

Frank de Boer. Un tiempista: hace coincidir su llegada con la


posibilidad de hacerse con la pelota. Nunca necesita de la
fricción. Tampoco precisa de la velocidad para imponerse.
Conoce los secretos de defender por el centro y por los
costados. No desmerece en el juego aéreo. Y sabe cuando el
pase tiene que ser corto o largo, cruzado o paralelo.

Faltó un tercer defensa. Holanda y Brasil destinaron sólo dos


defensas a sujetar a la pareja atacante rival. No hubo un tercero
que ayudara. Tampoco bajaron los volantes, ni cerraron los
laterales. En definitiva, dejaron el caso en unos contra uno. El
gol de Ronaldo confirmó la inconveniencia: un tercer defensa le
habría aconsejado al brasileño buscarse la vida por otro lado.

Demasiado pensado
08 JUL 1998

El que todos querrían. Thuram, habitual central en el Parma,


volvió a jugar por la franja derecha. Y de igual modo
defendiendo, elaborando en la zona media y definiendo en
ataque. Sin el afán de la polifuncionalidad, este tipo de
futbolistas son los que todo entrenador necesita. Con ellos es
más fácil ser técnico.

Barthez, enorme. Los 15 minutos finales resaltaron una figura


que hasta ahora Francia no había mostrado durante su
participación. Con un hombre más y el resultado en contra,
Croacia repitió el habitual camino de la desesperación tirando
centros. Los mismos que sin un arquero seguro en el medio
permitieron algunos resultados heroicos (Alemania). Barthez
tuvo confianza y temple para ir a todas las pelotas aéreas. Si a
eso le sumamos el balón que sacó del ángulo, encontraremos en
él a una figura.

¿Por qué llegó Croacia? Tres defensas en el centro, un volante


de contención delante de ellos, dos organizadores con cierto
talento y dos atacantes. Pero los que verdaderamente le dieron
consistencia y peso a este equipo fueron Stanic y Jarni por los
costados. En un esfuerzo larguísimo, convirtieron a los cuatro
defensores (Stimac, Simic, Bilic y Soldo) en seis, y a los dos
delanteros (Suker y Vlaovic) en cuatro. Croacia fue un equipo
plano pero consistente.

Expectación incumplida. Cuando se conocieron los


semifinalistas todos sentimos que la belleza del fútbol iba a
estar bien representada, que los equipos generosos habían
encontrado premio a su actitud. Sin embargo, la realidad no se
ha correspondido con las expectativas despertadas. El juego fue
lento, sin más riesgos que los necesarios, sin una sola intención
que naciera de la propia iniciativa. Se vieron buenos jugadores,
pero sin dinámica, sin jugar uno para otro, sin movimientos de
distracción... Jugaba sólo el de la pelota y el cercano inmediato.
El resto miraba. Y el fútbol son gestos consecutivos que con la
participación colectiva terminan en jugada. Sorprender es variar
la velocidad o inventar la acción inesperada. Casi no lo
consiguieron.
Extraña suplencia. Henry y Trezeguet ofrecieron a lo largo del
Mundial evidencias suficientes para ser titulares. Tengo el
hábito de no juzgar como caprichosas las decisiones de los
entrenadores, siempre encierran alguna idea u objetivo. Pero
imagino motivos y ninguno me ayuda a entender por qué son
suplentes.
La final. Hay dos vías para jugar una final: medir los actos,
atribuirle consecuencias y obrar en función de ellas, lo que
vuelve el fútbol demasiado tedioso; o pensar sin percibirlo, lo
que lo vuelve natural y seductor. Si los jugadores revisan cada
decisión que toman, la final será tan árida y espesa como las
semifinales. Que el Francia-Brasil no ofrezca sólo el atractivo
de la incertidumbre.

De protagónico a descompensado
11 JUL 1998

El vicio de todos. Hay decisiones que en lugar de revertir


tendencias, las confirman. En el segundo tiempo, cuando
Croacia había renunciado hasta al contragolpe, la tentación del
ataque aéreo y frontal fue irresistible también para Holanda. El
ingreso de Van Hooijdonk fue el salvoconducto para que
Numan entendiera que cualquier posesión merecía un final
directo en el corazón del área. Ladic y Croacia, agradecidos.

Aspiración desigual. El tercer puesto significa para Croacia


mucho más de lo que hubiera supuesto para Holanda, que sólo
podía aspirar a reafirmar la belleza de su juego. No logró
volvernos a seducir, pero lo anterior fue suficiente. Sí confirmó
la debilidad de su sistema defensivo. Cuentas
equivocadas. Defender en igualdad numérica con respecto al
ataque rival ya es un riesgo; en inferioridad, un exceso. Lo
habitual es destinar un hombre más que la cifra de delanteros
enemigos; para algunos exagerados, dos más. Holanda jugó con
tres zagueros y, además, se replegó mal. Por eso las llegadas
croatas desde atrás dejaron a su defensa en constante
desigualdad.

Principio adulterado. Uno de los principios que ha sostenido


el estilo futbolístico de Holanda es el de obligar al contrario a
defender atacándolo constantemente. Lo que supone que los
tiempos de posesión siempre le serán favorables. Ayer, en la
primera parte, la regla se vio adulterada: una cosa es forzar así
al rival y otra bien distinta desatender las obligaciones
defensivas que genera su ataque. Estas situaciones convierten a
un equipo protagónico en descompensado.
Suma de errores
12 JUL 1998

Saldo favorable. Se está gestando una nueva cultura en torno a


las infracciones. Llegar fuera de distancia y lastimando se
castiga con independencia de la intención. Una buena invitación
a medir los impulsos ante las pelotas divididas.
Desailly. Elástico, práctico, simple y con una invalorable
capacidad de multiplicarse (dejar su hombre para respaldar al
compañero superado ). Algo así como el exponente más lúcido
de la mejor virtud de Francia: su montaje defensivo.
Suma de preocupaciones. Thuram y Lizarazu tuvieron tiempo
en la primera parte para ir desde Rivaldo y Leonardo, sus
rivales más cercanos, a tapar las subidas de R.Carlos y Cafú.
Tras el descanso, Zagalo decidió crearles preocupaciones más
concretas, Bebeto y Denilson, y los laterales brasileños
encontraron oportunidad de sorprender. Los franceses ya no
pudieron distribuir su atención

Mala fórmula. La final se decidió en dos jugadas de pelota


quieta: virtud francesa, defecto brasileño. Defender en zona
estas situaciones supone dos riesgos. Que la pelota vaya a un
lugar diferente al de los mejores cabeceadores propios. Peor si
además algún rematador importante rival llega a ese sitio. Y
también que ocurra lo que en el 1-0: Zidane parte desde
R.Carlos, que lo deja ir argumentando que el balón no va a su
zona, y cabecea anticipándose a Leonardo, que no percibe su
llegada. 
Gritos equivocados. Determinadas cosas no suceden por
ignorancia, sino por imposibilidad. Los jugadores no necesitan
que su entrenador les recuerde el plan trazado cuando éste no se
concreta, sino que les diga por qué no sale y de un recurso
alternativo para que prospere. Los constantes impulsos verbales
de Zagalo eran un fiel reflejo de su impotencia: sus jugadores
no se habían olvidado del proyecto, simplemente no podían
concretarlo.
Más errores. Los delanteros brasileños, muchos y muy
jerarquizados, han adolecido de dos graves problemas. Uno, que
siempre vienen hacia la pelota y nunca alcanzan a girar -si
alternaran sus descensos con desplazamientos profundos
generarían dudas a quienes los marcan-. Dos, que no se mueven
varios a la vez. O ninguno, o uno. Y la riqueza individual
necesita del recurso de algunos hábitos preestablecidos. El
exceso de éstos o la dependencia absoluta de la individualidad
son igualmente nocivos.

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