Casa de Viento Interior Prueba II

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osvaldo bossi

casa de viento
antología personal
prólogo
Pero yo ya no soy yo
ni mi casa es ya mi casa.

- Federico G. Lorca -

A la larga, la verdad no importa.

- Wallace Stevens -
casa de viento
antología personal

a Norma Ester Fantini,


mi madre, mi niña.
Con todas las letras de su nombre
y toda la alegría de mi corazón.

a Lisandro Obregón,
mi joven amigo.
Del coyote al correcaminos
(1988)

Mi único pecado era tener


también yo un amor

- Odiseas Elitys -
LOS POEMAS DE AMOR QUE EL COYOTE
LE ESCRIBIÓ AL CORRECAMINOS

*
Esta historia comenzó
hace mucho tiempo.
He perdido
la cuenta de los años,
y el Correcaminos
sigue delante de mí,
lejos de mí...
Sólo lo veo un instante
y esa pequeña ráfaga me basta
para alimentar el deseo
-la desesperación del deseo.

*
Antes
yo era un cachorro de Coyote.
No sabía bien
por qué sucedían las cosas.
Pensaba en su bello plumón
y esa sola verdad
hería mi sangre
y me atormentaba.
Ahora no puedo seguir
al margen de Sigmund Freud
y ciertas palabras me queman.

*
El galpón que ven allí
estaba saturado de explosivos
y trampas
marca ACME
para aniquilarlo.
Mi urgencia por tomar
el bocado prohibido
suscitó la idea del crimen
¿o fue al revés?

*
Sueño mucho con el Correcaminos
y en las mañanas
es el pi-pip del despertador
el que me recuerda.
Con los ojos hinchados
y el cuerpo estremecido
por la caída
interminable en el abismo
recupero mi nombre de Cazador.
*
Sólo pido que me dé
la oportunidad de que le hable.
Que me deje explicarle
la fuerza de este amor.
Un instante tan sólo para mí.
Y que al decir pi-pip
sienta que no es una burla.

*
Mañana cumpliré
muchos años.
Mi único deseo es despertar
y ser el Correcaminos.
Quiero mirarme
como él me ve.

*
Podría haber buscado
el consuelo de las palabras.
Su punto de partida
hacia el mundo, su zona
cargada de poder y revelación.
Pero no, preferí ser
una horda viviente, una pesadilla
en la vida de mi amigo
-de mi amigo...
Una bomba de tiempo
instalada en mi corazón.

*
Fui demasiado lejos esta vez.
La bomba estalló
y pasé un mes corrido
con las inevitables
periódicas visitas,
recuperándome de mi ineptitud
y de las heridas.
Hasta que me quiten el yeso
falta todavía un largo mes.

*
Mi amigo, el Pablo
me llamó por teléfono.
Ya sabe algo
de mi oscura obsesión
y me desaprueba.
Me trajo un álbum
de bellas coyotas desnudas
que yo miré por cortesía,
fingiendo atención.
El se quedó más tranquilo
y yo jugué a ocultar
esta extraña fascinación
y caída
por lo imposible.

*
Ahora las cosas han cambiado.
Gozo de popularidad entre la gente.
Me entero que se ríen
a más no poder
de mis intentos
por alcanzar la cima del amor.
Mientras tanto
preparo una trampa que no fallará!

*
Correcaminos:
si lees estos poemas
que hablan por mí,
préstame tu pañuelo
por un ratito.
*
Me he preparado una buena sopa
porque ha llegado el invierno
y tengo frío.
La cuchara me pesa
y en mis labios, la misma
antigua palabra de amor
se desmorona.
Mañana será otro día.

*
A veces
creo que mi amigo
no quiere abandonar
el camino de este amor.
ÚTILES ESCOLARES

La escuadra

Siempre se portó mal,


midió por su cuenta al mundo
en total desamparo
y desoyendo
las órdenes de la maestra
que no soportaba tales vértices,
tales ángulos de atrocidad.
Una mañana
la utilicé como revólver
y disparé contra el mundo
mi primer rencor.

Las pinturitas

Estaban ahí, dispuestas


en fila, arcoiris cautivo
con el que colorear mi alrededor.
Y una vez
las perdí, yo no sé
si me las robaron
o si las perdí.
Pasé corriendo
por la puerta de agosto
y mamá no me vio.
Qué frío blanco y negro
hacía aquella noche
entre las piernas de Manuel...

El sacapuntas

Junto a vos, fiel amigo


afilaba las puntas
de mi hambre, agudizaba mi miedo
y mi orfandad.
Con la viruta sobrante
fabriqué cientos de escudos
con los que vencer a la muerte.
Y es el día de hoy
y la muerte aún
no ha podido conmigo.

La goma de borrar

La busqué
con desesperación
después de cometer el crimen;
tenía las manos llenas de sangre,
las manos
y el pantalón.
Pasé frente a un espejo
y divisé mis lágrimas: gotas
de negro semen.
La busqué,
la busqué por toda la casa
pero se había ido
para siempre, papá
se había ido para siempre.

El papel de calcar

Con tinta china y plumín


traté de transportar
a mi corazón
las letras de tu nombre,
el mapa recio
de tu identidad, pero fracasé.
Nunca pude calcar
ni una mísera rosa.

La plasticola

Maldita!
Destrozaste mi cielo.
Con tu cabeza blanca
parecías dispuesta a curar,
a repararlo todo.
Pero papá se fue
y en vano humedecí sus zapatos
con tu agua medicinal.

El lápiz negro

Alto, uniformado
como una desdicha
me impresionó al principio.
Más tarde
comprendí su secreto.
La tristeza que tenía
era por mí.

El portafolios

Era mi amigo y portaba


cualquier cosa: generalmente
las pestañas azules de una flor,
o aquel cabello de ángel
robado de la sopa...
Hasta que un día
llegó a pesarme tanto
que en una esquina de mi infancia
lo abandoné.
PIEZAS SUELTAS

Dilema

Cómo hablar de una verga


sin que el señor o la señora
se ruborice de sólo verga?

Cómo hablar de una verga


sin que murmuren para sí:
Esta verga no es verga
es error tipográfico.

Cómo hablar de una verga


sin que verga el censor
cualquier censor
con su espada de verga
y la verga de un tajo?

Y con qué verga


de la palabra universal
sustituir tu verga tangible?

Felicidad

Al frotar tu rodilla
no necesito
la lámpara de Aladino.
Calabozos

Nunca leí a Cesare Pavese


pero en tu boca hallé
restos de semen de otro.
Por cosas así
uno a veces consigue su libertad.
Pero yo, simplemente,
encontré un compañero de celda.

De campamento

Cuando duermas conmigo


el miedo apagará
su última bujía.
Seremos dos hojitas que tiemblan,
dos gotas de mar
en la boca de un niño.
Un árbol
tieso
nos respirará.
El vino
nos instigará a la inocencia.
TRES
(1997)

Tú eres mujer. Tú eres hombre.


Tú eres el muchacho y también la doncella...
Tú eres aquéllo.

- Upanishad Chandogya -
TRES

*
Un hombre que ama a un hombre
que ama una mujer, está acorralado;
pende en lo alto como una hora
bella e inútil; se da a sí mismo
en un extravagante vacío, toca
el vacío con los dedos.

*
Sublime es el reposo de quien
dejó caer el peso de un terrible deseo
sobre el más fuerte; ese
que tuerce el curso de los ríos
y hace del agua estancada una fuente
donde él se detendrá, se detendrá
una sola, una sola vez.

*
No sabe que te amo, que algo
la empuja a tu deidad, la hace salir
de sí y caer en tus brazos y volver
a salir y caer... Yo mismo la deseo.
Le doy un gran papel, un rostro
que la haría llorar. A mí me hace
llorar toda la noche.

*
Cuando mi amado entra
al cuerpo de ella, es a mí
a quien tan hondamente
llega; me quita la respiración,
arrasa y mira a los ojos.
Pero cuando por mi propia
carne él entra, es a ella
a quien toca: desnuda, la puedo
sentir del otro lado suspirar.

*
Se entrega a las caricias
de esta madre más allá de las madres.
El pecho, las axilas, ella y yo
lo envolvemos hasta abrasarnos, atentos
a ese rostro, huella, como
presencia de lo desconocido
*
Estás fuera de mí, por eso
sufro. tenés un rostro, un cuerpo:
él lo besa todas las noches ¿qué hacer
para recuperarte? El no hace nada,
te guarda para sí, es tan mezquino
su amor...

*
Dice que solamente a mí
él ama, y que mi espíritu lo rodea
como una cuerda, por eso, dice,
él quiere aventurarse, lejos...
Nunca estuvo más lejos de su cuerpo
como ahora que lo tiene.

*
Hay un eros que lleva a la locura,
no encuentra paz, ni cuerpo
donde detenerse.
No sabe vivir por sí mismo.

*
Estamos en un bar, nos miramos,
ella y yo en un profundo silencio.
Tengo el rostro de quien
es rebasado, por ser dos en sí mismo.
El otro se alejó, para que hablemos.
Es tanta su hermosura...

*
¿Y si ella fuera ella
nada más, ella misma, ella sola,
sin mí para buscarla?
¿Una mujer es nada más que eso,
una mujer, y no yo, transfundido? Por qué
no puedo verla, reconocerla en
su soledad?

*
Si pudiera escribir mi carta lírica
a otra mujer –así dormía él, así sus ojos...
Y preguntar a qué se le parece
cuando está entre sus brazos, qué rictus
en la boca, etc.

*
Dice que uno de los dos
debe morir; él no puede seguir
en otra parte, añorando.
Como sacrificar un pie, una mano,
por celos.

*
Sólo quien da la herida
trae su alivio. Deberíamos yacer
toda la noche, uno al lado del otro,
al fin los dos en este mundo.

*
El lee estos papeles
y sufre, su vanidad desplazada
--no tiene esta visión de ave rapaz
ni sabe de graznidos.

*
Miro la cicatriz en el pecho.
Los cirujanos dejaron un buen lugar,
liso. De esta leche no mamarás,
da vueltas sobre un eje ficticio, diría él:
pálido, ojos abiertos.
*
Mire donde mire soy otro.
Sopló el viento durante la noche.
Cuajaron las flores del verano.
Mi casa decayó también, rodó
como una piedrecita por la pendiente.
Ahora me despierto, despierto aquí, cerré
los ojos para la mudanza.

*
El muchacho que puede
salir de sí como estas flores rojas,
alteradas, infundirá a la noche
una vacilación, a los ejes
los torcerá, hará de esa transformación
una jactancia, sin perder o dañar
sus anteriores atributos.

*
Cuando él te ve, te mira a lo hondo,
me ve a mí, se olvida. Olvido
es una manera de ver también,
por lo otro. Quien mira a una mujer
¿se olvida de sí, o se acuerda?
*
¿Viste la cara
del que se raspa
el pecho, y luego la espalda
contra la ligustrina, en
un olvido de sí
que da miedo, sabiendo
a qué saben las ligustrinas
y huelen?
Fiel a una sombra
(2001)
FIEL A UNA SOMBRA (fragmentos)

¿Quién eres tú que así usurpas la noche?

-William Shakespeare -
Hamlet, Acto I, Escena I

Fortimbrás acerca de Laertes

Sin esta mente que una espada


atraviesa, nada soy, un cuerpo entre
los cuerpos. Ninguna batalla
puede hacerme olvidarla alegría de dormir
a su lado, tan fundido a mi carne
como lo está mi respiración. El me ama
como un compañero, pero también es severo
en su amor, como un padre, o tierno
como un hijo. No duerme, vela toda la noche
mi cuerpo cansado, lo acaricia, como si leyera
en un libro. Cada tanto despierto y lo veo
allí, mirándome, entonces me apiado
y beso su carne torturada… Su aliento
es dulce y amargo a la vez.
Sobre Hamlet

Se jacta de estar perdido


en su laberinto, con su cabeza de toro
dándose contra la oscuridad, mientras
el cuerpo joven no deja de emitir
sus señales inútiles. ¿Para qué entrar,
extender el dorado hilo, ahogado por el
monstruo que dice desconocer las ataduras?
Has dormido con él, has saciado en lo oscuro
ese cuerpo doble, y has tratado de comprender
a esa cosa que pide, en silencio, amor.
Siempre oculto, pidiendo y rechazando
a la vez ( estarás muerto sin metes
en ese efebo tu nariz.)

Hamlet sobre su madre

No pienso en ella, una madre es siempre


una ciénaga, haga lo que haga, engendre
este deseo o cualquier otro, sea de la carne del Rey
o de su hermano. Tiene que haber una verdad
que no sea la suya, y tal vez seas vos Laertes,
o tal vez sea el áspero Fortinbrás, u otro, otros
cuyos nombres se desvanecen, apenas los toco
con mis dedos. Ellos son el reflejo de algo
que no me deja ver, o yo soy una sombra que habla
consigo mismo. Cuerpo de Laertes, me lleva lejos,
llevándose esta culpa… Cuerpo de Fortinbrás, pesado
como el oro, cubriéndome con un velo funerario
a mí, su sombra, su ardiente ciénaga también.

Hamlet a Ofelia

No me odies Ofelia, el cuerpo acariciado


es lo único real; lo demás es perderse
como en un sueño y cerrar los ojos. No creas
en el delirio de Laertes; lo que se lleva y trae
nada tiene que ver con vos, que rotás
en la luz de otra sombra. A tu belleza
no la visita el turbado aliento de esos
muchachos que te quisieron para sí, sólo yo,
la torpemisoginia que virtió sobre el pecho
la negra lujuria de mi madre; no el calabozo
de la castidad. Duerme, si la muerte te pide eso,
pero no pienses en mí, no sigas articulando
para la nada, en la nada, horribles sacrificios.
Aunque morir sea sólo eso: cambiar esta noche
por otra.
El espectro

Helado cuerpo muerto, Hamlet, mi hijo,


déjame partir; el descanso que pido
no puede ser compensado por el abandono
pero ya ves, no me fui, sigo fiel a la sombra
que habitamos los dos, y no hay lugar
para ambos, y alguien debe partir. No sé
por qué, pero la muerte hace todo más real.
¿Seré yo el que te absorbe?¿El que vivo o muerto
contamina tu corazón y tus pensamientos
con estas formas inútiles , y espera la noche
para verte, para estar con vos? Lo único real
es mi cuerpo, y ya no lo tengo.
LA PENA

*
Eso que ningún amante piensa
y teme a la vez, el conteo de los minutos
que se llevan algo para siempre, o lo guardan
lo disecan. lo transforman en otra cosa
allí donde el mundo termina, y uno sigue.

*
Escritos a la misma hora, ásperos
como el cactus, tercos, incisivos,
diciendo que todo es lo que no es,
que el invierno no arrasa
cuando el corazón está frío
y el hielo quema, quema y no preserva.

*
Atraviesa las pequeñas cosas
del mundo, las grandes cosas, y es
una piedra que cae en lo hondo
—nosotros mismos hicimos el trabajo—
esa negrura inmóvil que no desea,
tal vez nuestro hogar.
*
Dónde van a parar las almas,
los tiernos juramentos que nos hicimos
deseando, sin saber qué deseábamos,
a punto de nacer siempre y siempre muriendo.

*
Los besos con que yo te cubrí,
las palabras que halagaron tu oído de Narciso
en la fuente, el arduo y sencillo trabajo
de sostener el tiempo, sólo eso
como un malabarista en la arena del circo.

*
Mil veces estuve al lado
de ese cuerpo, en él, como un ciego
leí en lo oscuro, hablé en el silencio,
lloré como un niño y reí, me pasaron
los días, los años, garabateando
signos, mapas para entender, alcanzar
ese negro pantano, y así vivo.

*
Que yo descanse en esa telaraña
como una babosa en su baba
y las cosas parezcan distintas,
lo que no son, ni fueron, y nunca serán.
Que yo me duerma diciendo:
el engaño es la mejor medicina.

*
Siempre tendrás un lugar en mí,
lo hemos edificado juntos, en silencio.
Bellas ventanas que dan al paraíso
y al infierno, sin purgatorio;
a veces con lucidez aterradora y otras
como dos niños sumidos en la gracia.
Allí te espero, cuando las campanas suenen.
A los 9 años yo tenía un amante de 18
¿quién se atrevería a decir que soy inmaduro?
La ley que me rige es Amor, y a ella me entrego
temblando, a través del tiempo. Conocí lo inmenso
y fue poco para mí. Ese fue mi delito, no busquen más.

*
Lo bueno y lo malo qué son
sino atajos por los que alcanzar
la pena, antes o después. Mejor
el instante que anula el tiempo:
de lo sucesivo a lo que ya ocurrió
a lo que está por comenzar. A eso llamamos
olvido, como a esas luces en el cielo “astros”
y “flores” a esos colores que se agitan.

*
No te vayas, yo invento esto,
fabrico lo mismo siento de veces.
Desde las negras copas cantan los búhos.
Lo primero que conocí de vos
fue tu ausencia. Soy sabio en esto.
El dolor y la dicha generan un mismo
fruto, su dolor es idéntico.

*
Cuando somos niños nos asusta el viento,
el ruido de las grandes tormentas
como si fuera a terminarse el mundo. Bueno,
es todo eso, y más.

*
Sobre este sueño que duró tantos años
me echaré a dormir, sentiré el perfume
de las primeras flores y de las últimas
a mi alrededor; descansaré en tierra profunda
y será liviano el cielo, y ya no pensaré
en nosotros, ya no. Dormir así nos es fácil
y ocurre sólo una vez.

*
Es así, se cae siempre en el mismo pozo;
no alcanza la ficción del vaso con agua
y los sedantes: el mismo despertar en el mismo
rincón. Un libro cualquiera esconde ese pasaje
que nos demolerá. Sobre ese territorio ominado
y sereno, seguimos preguntando ¿por qué?

*
No mirar hacia atrás, sin tentación y sin culpa
aunque te arrase una lluvia de fuego. Ni por curiosidad,
por locura, moverse de la mesa, alterar a los invitados.
Hablar bien, cuando ya nada habla en nosotros.
Dignos, aunque hayamos perdido toda dignidad.

*
Querido, estoy solo y sin nada que hacer
en el mundo.Las tormentas pasan.
Los ruidos pueden ser una melodía.
Un vaso de agua es sólo eso, y nadie se ahoga.
*
Leyes de la materia: irse, volver,
ceder a la presión de unos labios, al sueño
sin que esto signifique debilidad, pérdida de fe
o destrucción.

*
Sábado. La noche entra
por la ventana y no se puede escapar.
No hay rituales. El tiempo de la espera
pasó, no ocupa ese lugar en el pecho.
El vino se saborea a solas.
Nadie se mira en el espejo y nadie
hace sonar el timbre. Apagar el velador
y dormir se convierte en nuestra única
hazaña. Una vulgar convención
el día y la hora.
El muchacho de los helados y otros poemas
(2006)
Tú morirás niño y yo también.
Pero aún más bellos que tú otros muchachos
dormirán al sol, en medio de la playa.

Y no seremos sino nosotros mismos todavía.

- Sandro Penna -

MI AMIGO RAULITO

*
No sé cómo hace la gente
para separar las aguas con un cuchillo.
Yo siempre tuve de la amistad
una idea muy rara, o no tuve
ninguna idea, como si de mi corazón
y de mis pensamientos
brotara una ramita común y silvestre
y al rato -al mes, al año- de la misma rama,
del mismo árbol, volvieran a caer
no sé qué frutos delirantes.

*
A veces
los llevaba a dormir conmigo,
en mi cama. O cruzábamos
el alambrado y nos metíamos
en el campito de la esquina
donde los árboles se balanceaban todo el tiempo
con un silencio más o menos
benigno y atronador.

La gente no sabe
las cosas que se cuecen en esas aguas, o lo sabe
y se olvida enseguida
para no pasarse la vida entera
escuchando el ruido de ese taladro nsistente
que no nos deja morir, dormir
y mucho menos soñar.

*
A mí me hubiera gustado olvidarme
de Raulito Lemos,
de su pelo negro y azulado, un poco
apelmazado en la nuca,
de su mirada de ojos chiquitos y saltones
pidiéndome todas las noches lo mismo.
No que lo quisiera (porque mi cariño
estaba a la vista) sino que me inclinara en esa tierra
que se extendía bajo las estrellas,
peligrosamente, junto a él.
*
De día, en cambio, en el mismo
escenario vacío
jugábamos a la pelota.
Había en aquellos gritos, en aquel desafuero
el revés de una calma
donde otros animales embotados, casi perdidos,
vertían sus preciosas mieles
en el cañaveral.

Con Raulito
no sabíamos qué hacer,
cómo irnos
o cómo quedarnos.
A nuestro alrededor flotaban
toda clase de élitros.
Tocábamos el aire o lo bebíamos
a grandes tragos
pasándonos de mano en mano
una invisible cantimplora.

*
La luz
como un telón de fondo,
como una cama amplia, de dos plazas
donde caíamos los dos.
Es cierto que alguien, antes
me había dicho que no lo hiciera,
que por ningún motivo
me bajara los pantalones
si otro chico me lo pedía.
Lo que no puedo acordarme, ahora
es quién se lo pidió a quién...
.
Cimbraron un poquito las cañas.
Parados al principio
y en cuclillas, luego
nos entregamos a una suave fricción
donde uno se olvidaba de sí mismo
y se encontraba en el otro,
donde tocar el sexo de Raulito
no era lo mismo que tocar
mi sexo, aunque fuera lo mismo.

*
Para mi bien o para mi mal
cerré los ojos y pensé
que si el mundo entero reventaba
finalmente, por los cuatro costados
no tendría la menor importancia.
*
Sin embargo, mi casa
aunque tambaleante, seguía intacta.
No tenía otro remedio que estudiar
la lección de historia
y calcar un mapa que contuviera
los ríos y las montañas del Africa.
Pero como no veía bien, inventé
toda clase de nombres y de afluentes
que imperceptiblemente me fueron alejando
del Africa real.

Para volver y encontrarla, no tuve


mejor idea que acudir a la ayuda
de una pequeña lupa de juguete
como Sherloock Holmes.

*
Pero, como siempre,
yo me había propuesto una cosa
y el amor había dispuesto otra.

Llevé mi lupa, parecida


a un tesoro fragante, hasta el campito de la esquina,
porque quería estudiar –le dije, muy seriamente
la nervadura de las hojas
y el previsible y sin embargo extenuante
comportamiento de las hormigas.
Pero no lograba ocultarlo
o ya no había nada que hacerle: el foco
redondo y vibrátil
hacía agua por todas partes
buscando el rostro de mi amigo Raulito
brillante como una moneda de oro
al atardecer.

*
Esperé a que cerrara los ojos
y se durmiera.

Es raro, pero
apenas acerqué el cristal
la respiración también se agrandó,
venciendo el peso enorme
que a nuestro alrededor tenían
los árboles de eucaliptus.

Mi lupa
era un objeto mágico, lo sé
que recorría de lado a lado
su inmenso cuerpo
en porciones cada vez más cercanas, más nítidas
e inaccesibles.
¿Qué hacer?

Con miedo de perderlo


para siempre, acerqué
como un ciego la punta de mis dedos
hasta sus labios
y lo acaricié muchas veces.

Tocar es mejor que ver, me dije


en ese instante súbito
entre la pérdida y la realización.
Mientras tanto, Raulito
dormía
o fingía dormir.

No afuera, sino adentro de su pecho


cantaban a todo vapor
las chicharras.
LA CAMIONETA DESTARTALADA

*
La camioneta brilla en la oscuridad
y tu delgado cuerpo brilla lo mismo
adentro de ella
como un sol de noche.
Ningún rastro más.
Sólo nosotros dos, abriendo la puerta y entrando
a no sabemos qué.
El amor no, todavía. O sí.
Prefiero que sea amor lo que nos damos,
lo que nos dimos aquella noche, uno
junto al otro, encima del otro.

*
De todos los sitios
en los que estuvimos juntos, elijo éste.
Tocándonos, olfateándonos el cuello, las axilas, los hombros.
En realidad, lo elegiste vos
con esa manera exacta de preparar el instante, calibrarlo
y hacerlo estallar.
Desde entonces, otro cielo se abre en la penumbra
de aquella cabina, con sus bengalas,
su lluvia de meteoritos. Y por momentos
no sé si estas ahí, entre esos fogonazos que se expanden,
irradian
su agonía estelar
...o en mí, o en otra parte.

*
No puede haber un invento más supremo
que un parabrisas (al menos
en algunas noches.)
No deja entrar al viento
que silba y rebota contra la arboleda.
Sólo tu aliento fulge y se arremolina
adentro de esa infranqueable casa.
Por momentos, parece que me quitaras el aire, o me lo
entregaras
a cuentagotas. Suspendido, como una tormenta.
Otras veces, me mareo un poco
y comparo mi situación
con la noche de los astronautas, sus hermosas escafandras
y el niquelado tubo de oxígeno: uno al lado del otro,
adentro de ese frasco, horas y días.

*
Hace mucho calor y por eso (él me dice)
sería mejor si nos quitásemos
la remera.
Para zambullirnos, supongo
y nadar un rato
adentro de esas aguas termales.
El vapor que sube desde abajo
nos traspasa y se condensa a lo largo del techo
combado, que aprisiona la camioneta.
Nado con regocijo, en la oscuridad.
Los anteojos convertidos, de golpe, en auténticas antiparras.
Las ventanillas atascadas, empañadas
por el rocío. Y al fondo
de toda esa espesa maraña, la boca de mi amigo
abriéndose y cerrándose
como un volcán en ebullición.

*
Pasan los años
y la estanciera de tu padre, rotosa y
maloliente, sigue allí.
Sin ninguna colaboración, ella sola, atraviesa el tiempo,
encima de una alfombra voladora.
Aunque en el sitio hayan edificado
una casa muy amplia, de tres plantas, con sus balcones a la
calle.
Sigue allí.
Como una lámpara en el fondo del mar.
*
Apoyo mi cabeza afiebrada
contra la cuerina del asiento, y nadie me ve.
Algunos resortes oxidados --que vienen
desde lo más hondo de la camioneta--
se me clavan en las costillas
y alcanzan a tocar el corazón.
La luna, nientras tanto, derrama su belleza y su frío
alrededor de nosotros. El haz del mercurio
se confunde o repica, con su fragor
lastimero, encima de los guardabarros, el chasis
y el capot abollado...
Pero todo, todo, a la larga, es oscuridad.
Los bichos que revolotean y frotan, excitados, sus élitros,
son oscuridad. O así lo parecen.

*
No hace falta que abra los ojos
para saber lo que hice conmigo.
Ni que los cierre, para que no te vea
a mi lado, enorme como un elefante
o pequeñito como una araña negra, brillante
y sumamente peluda.
A veces el cuerpo no me alcanza
y el alma no es suficiente.
Cómo te guardo, no lo sé.
La camioneta, como un pez
que se come al más chico, se ensancha y
chorrea sus líquidos de aquí para allá,
tan dulce y ferozmente
que no me puedo resistir.
Ruego por el tornado
(2006)
EL MISMO RAYO VUELVE A PARTIRNOS
POR LA MITAD

Brilla adentro de mí aquello que ignoro. Sin embargo brilla.

- Odyseas Elittys -

*
¿Qué habrá del otro lado?
Imaginarlo, puedo.
Tocarlo, incluso, con la yema de mis dedos
pero saberlo, exactamente, no.
Será ese límite entonces
lo que deseo y amo
desde el principio. Lo demás es tiniebla.
Noche oscura del alma
cuando a tu cuerpo se aproxima.
O al revés: tersura
que en el silencio de la carne
se desvanece
si mis labios te tocan.
Aunque me pierda en lo más hondo
de ese paraje desconocido: tiniebla
y sólo eso.
*
Amor no tiene redención.
Cualquier punto de apoyo
cede, cuesta abajo
ante la primera señal.
Abro los ojos
y no te veo
o veo lo que está en mí.
Esa vigilia es todo lo que tengo.
Nubes que se entrelazan
en la quietud del paraíso.
A lo lejos, riela el universo
su vacuidad inmóvil.
¿Cómo llegué hasta aquí?
¿Por que razón hablamos todavía?

*
De tu mano crucé una línea
terrible, imaginaria.
Lo comprendí enseguida,
cuando los árboles se estremecieron.
No vi la horda
que me rodeaba por dentro
y la llamé el mal.
Como a un terrón de azúcar, yo
te empujé hasta mi boca.
El matorral bramó. Atrapado,
burlado mi destino,
caí en la trampa que me esperaba
desde el principio.
Por eso fue que no dudé
y entré de tu mano aquella noche
y todas las noches
como un niño obediente.

*
Amor concibe otra alegría:
ni más ni menos pura;
apenas diferente. Rota dentro de mí
con una lentitud ceremoniosa
o a toda velocidad.
Si había una escalera, alguien
se la llevó.
Quedo solo y conmigo
cuando te encuentro dentro de mí.
La luna brilla
en la cima del mundo
con naturalidad,
pero yo no la veo. No hay (no puede haber)
otra belleza en el mundo
equiparable con tus ojos.
*
Un paso más allá
la casa materna se arremolina
y huye por el aire, y es que sólo
en el aire de tu boca
veo ahora mi casa. La veo
y la construyo
como un resplandeciente albañil.
Tenaz, porque entendió que su hogar
en la tierra será ése, y sólo ése,
aunque los cimientos se expandan
en el vacío
y lo que erige cada noche (ladrillo
màs ladrillo)
la marea del día se lo lleve.

*
Agüita clara
en el fondo de un pozo
que ya he probado alguna vez.
Si hubiera un redondel amargo
en su centro
no me sorprendería.
No sé qué espero exactamente.
La dicha vuela dentro de mí,
inconclusa. Un perro ladra y ladra
su cercanía intermitente.
Si fueras más que eso, o menos que eso
yo no sabría qué decirte.
Aunque me veas crispar la superficie
--pensativo, lejano--
con un puñado de piedras
arenosas. Agüita clara
a prueba de tinieblas.

*
Estaré solo
para siempre, aunque estés conmigo.
No otra llave
me ofrece tu hermosura.
Secretas migraciones y hallazgos,
y la implacable sensación
de vivir, pese a todo.
Si me partiera un rayo, ahora
seguirías ahí.
Yo mismo seguiría pensándote en la noche
con aplicado detenimiento.
Lo que una vez empezó
empieza cada vez,
sin que redoblen los tambores
ni el cielo se abra.
*
Amor camina
por un pueblo fantasma.
Puedo perderme en él
y puedo no perderme, al mismo tiempo. Suspenso
en la agonía de no alcanzarte
nunca. Si me dijeran
que esa agua que corre, ahí abajo,
bulle repleta de cocodrilos,
avanzaría lo mismo.
No sé por qué ni para qué.

*
Te ofrezco mi tiniebla
que es luz
cuando tus ojos se aproximan
y ven lo que yo mismo no veo
ni puedo poseer, y que no tiene recompensa.
Te doy mi más lejana
porción de oscuridad.
No para que me consueles
ni me salves --nadie es tan poderoso--
sino para que veas, solamente.
Si fuera otro, te guardaría dentro de mí.
Pero soy yo... y no alcanza. No puede ser suficiente
Ningún cuerpo es un pozo de petróleo
por inmenso o pequeño que sea.
Es la mecánica del paraíso:
mostrarse e irse
para que no tengamos miedo de él.
Nuestro pecado (si existiera tal cosa)
es no quedarnos
hasta último momento.
No aceptar que la dicha sea
eso, apenas eso, y no la tenue
pulsión de una agonía
que se ha olvidado de nosotros.
Pensar, a cierta hora, que una palabra puede ser
un puente, y pensarlo con seriedad.

*
Amor bebía un agua
turbia, una saliva, un río entero
y lo depositaba dentro de mí.
Caía la tarde. El cardo
rezumaba su flor más áspera.
Cualquiera podía tenerme.
Estaba hecho para eso, con esa
cosa en la boca del estómago.
De ahí que no pude sustraerme y
(sin darme cuenta) te elegí.
Tieso, te miraba a los ojos.
Arriba y abajo, adentro y afuera
vuelven a ser lo mismo.
No tengas miedo. Aunque dejé de ser niño,
soy sólo un niño al lado tuyo.

*
Cuerpo y alma
son dos que se desean.
Atados por el cuello, a veces
no se miran, no se hablan:
cada cual hace lo suyo. Changarines
llevan su fardo sobre los hombros
y lo depositan, con un ruido pesado
en la parte trasera del camión.
Del uno al otro
solamente hay un paso
y ninguno lo da. Al levantarse, al acostarse.
Cuando friegan la olla.
Cuando se rompe el corazón.
Yo estoy en medio de esa ruda batalla,
de ese amor implacable, en sordina,
por donde se lo mire.

*
Oigo la música
de tu corazón, como si el viento
que ahora mismo tuerce los pinos más altos
soplara dentro de mí,
como si mi propio corazón se hubiera detenido
para escucharte. No es un gran concierto, no.
El cielo no truena.
Como si tu propio cuerpo fuera el instrumento
y la partitura.
Como si alguien (acaso Dios)
tocara sólo para mí, y vos lo supieras
al darte vuelta sobre la cama,
y te durmieras con esa tranquilidad.

*
Ningún cuerpo
--ni siquiera el tuyo:
tan ágil, tan esbelto- es una tabla
de salvación. Por el contrario,
la noche asoma
desde adentro, como si un grillo cantara
su endecha furiosa
a las cuatro de la mañana. Cada parpadeo,
contacto, vuelve a decir lo mismo.
El mismo rayo vuelve
a partirnos por la mitad, como dos niños
que al acercarse, se alejan,
infatigablemente,
cada uno en su tren.
EXPLICACIÓN DEL MOVIMIENTO,
SEGÚN LAS NUBES

No se trata de negar la realidad


–me dijo una nube-- sino de mirarla
con otros ojos, otra perspectiva.
Es eso lo que te pasa –me dijo
con esa vocecita fosca y bamboleante
que tienen las nubes en las tardes de verano.

Que el viento huracanado


o el quietísimo viento, salen de su boca,
no es una fantasía tuya, sino una realidad.
Basta con alejarse de las convenciones
un poco, y mirarlo dormir...
No conozco otra naturaleza
sino la de esos suaves empellones
que hacen girar, en una interminable danza,
este mundo (te lo dice alguien
que ha viajado mucho, y que no concibe las ataduras.)

No hay cosa que no tiemble


al compás de algún desatinado movimiento.
Hasta la roca más pesada, más sólida
se corre a ciertas horas
unos milímetros de su lugar. No sólo los seres
débiles e insustanciales como nosotros: veleros
perpetuamente acodados
sobre la exhalación, el tufillo áureo
de una boca que se entreabre o se cierra
en cada anochecer.

Conozco leones en plena selva


transidos por cosas así. Edificios
que se estremecen en la oscuridad, derrumbados
por esta suerte de terremotos inaudibles...

Un muchacho dormido
no puede ser una excepción.

Ël mismo (si te fijás bien) es traspasado,


en el sueño, a otro mundo.
Como si su largo y extendido cuerpo
fuera --pese a todos los anclajes--
nada más que una nube.
Sí, solamente una nube, él también.
Lo mismo pasaría con los astros, y el sol
y con las celosísimas estrellas.
EL MUCHACHO HORMIGA

e confío mis palpos, mis antenas,


la cintura que se cierra y separa, en su centro
dos adyacencias: el tórax por un lado
y esas extremidades largas, feas
que son las piernas de un muchacho, por el otro.
Eso sí, mi cerebro es más grande
que el de un mosquito, como si en el reparto de Dios
hubiera alguien siempre con algo menos
y así el tonto consuelo de la vida
seguiría funcionando.

No tengo ninguna instrucción


pero soy dócil para aprender, y aunque parezca
inofensivo, raras veces bajo la guardia
y encuentro la manera de defenderme: escudos,
sigilosas espadillas, arpones
y algún que otro veneno, constituyen
mi secreto arsenal... Pero puedo vivir al lado tuyo,
dormir al lado tuyo sin esgrimir
ninguna picadura.

Sos más grande que yo, con otros


gustos, habilidades, otras maneras de ver la realidad
o no verla. Pero el mundo es inmenso y puede,
si lo pensamos, quedar un sitio acorde a nuestra medida.
No digo que te amo, porque en mis labios
esa palabra sonaría un poco distorsionada,
pero te amo de alguna forma.

Soy buen trabajador. No un fanático,


pero atravieso los malos tiempos y los buenos
sin hacer mucho ruido... No tengas miedo.
Mi cuerpo, como cualquier otro, es ínfimo
solamente cuando nadie lo mira.
RUEGO POR EL TORNADO

Que no regrese, que no relinche


contra la ventana como un caballo
y a su paso se lleve muebles, abrigos de lana,
ollas, el televisor... Sobre todo que deje en paz
al techo: cada chapa fijada con clavos
a los tirantes, no las arranque como a barajas de cartón.
No se pavonee en torno a mi lámpara
y lo confunda todo con esa voracidad omnívora,
sin restricciones. Que yo no piense: En el fondo,
en el centro de su pecho, se esconde un sitio calmo
para nosotros. Que yo no encuentre cierta belleza
o música en esa órbita destructiva. Ni finalmente,
molido a palos, recaiga sin consuelo en el odio
o torne a la guarida que forjó un niño tímido.
Esto no puede seguir así
(2010)
Si esta vida es un gran sueño
¿para qué atormentarse?

- Li Po -

A FACUNDO NO LE GUSTA DORMIR

A Facundo no le gusta dormir,


dice que pierde tiempo y vida
durmiendo, y se resiste
a ser atrapado por las huestes del sueño,
aunque venga el propio Morfeo, en persona
y deposite sobre su mesita de luz
un vaso de leche tibia.

Yo lo acaricio entonces.
Acaricio su inmensa espalda
como si estuviera alisando
uno por uno, los pliegues que se forman
sobre las sábanas del mar.

A veces
él apoya su turbada cabeza
sobre la almohada, cierra los ojos
y deja que ese montón de agua traslúcida
se lo lleve; pero enseguida se despierta
y escucha, en lo oscuro
el galope febril de esos fantasmas
que lo tienen a maltraer .

Aunque yo le cite
aquellos versos famosos
de Calderón de la Barca....
Abre sus negros ojos
atravesados por ochocientos relámpagos
y vuelve a repetir, insistente,
que él no quiere caer
en ese pozo sin fondo
que se devora os minutos.
—Tiempo, hermoso tiempo, dice
que no se puede, y no podremos nunca ¿te das cuenta?
nunca
recuperar... No importa si son las tres de la tarde
o las cuatro de la mañana.

Aunque yo me quede despierto


a su lado, y le prometa guardar cada uno
de esos diminutos relámpagos
adentro de esta pequeña embarcación
que algunos entendidos en literatura llaman poema,
y es tonta poesía nada más: poesía
como todo, o casi todo, deseo de amor.

Pero no hay, no habrá nunca


un poema que guarde lo inmenso,
lo desolado que se vuelve este mundo
cada vez que mi amigo
cierra los ojos y se duerme.

Cierra los ojos y se duerme


en esta orilla vacía que es ahora mi cuarto
(o cualquier otro cuarto)
cada vez que Facundo se aleja.
DESPEDIDA

Tú caminos como el incendio de un bosque


Puma, mi Bienamado, cómo seguirte

- René Char -

Lo siento, padrecito,
pero voy a irme con mi amigo Lisandro
esta misma noche.
Todavía no sabemos bien adónde,
si a Michigan o a Hong Kong,
pero no importa: miraremos la luna
desde la ventanilla del tren
y el pueblo que se aleja, pequeñito, a la distancia.

Aunque Lisandro sea, como usted dice,


un borracho perdido.
Aunque parezca un poco tarde
para nosotros (siempre es un poco tarde).
Vamos a irnos.
Estoy armando mi bolso
ahora mismo, y ninguna lágrima
me hará mirar con nostalgia
las cosas que dejo atrás.

El tiempo, padrecito, también se aleja


y yo no quiero terminar mis días
como un meteorito desencantado.
Ser bueno es algo hermoso, pero ser
malo como mi amigo Lisandro, créame
es infinitamente mejor… —aunque se drogue
a veces, quiero irme con él

y conocer a todos sus amigos,


esa manga de vagos crapulosos y sonrientes
que duermen todo el día, y de noche
beben litros y litros de cerveza, y juegan a las cartas.

Aunque usted no lo entienda


nunca, y nunca me perdone.
Aunque mi hermano se avergüence de mí
y ya no vuelva a saludarme.
Voy a irme: está decidido.

Dormiremos juntos
en la parte trasera de un camión
y al despertarnos, quizás, ya estemos en Bolivia.
Haremos eso: nos iremos a Bolivia
como dos tórtolos, apunados
por el extraño amor que nos tenemos.
Después, quien sabe...

A lo mejor hacemos algo muy


pequeño o muy grandioso, y nos unimos
a la guerrilla revolucionaria
(lo que diosito quiera, con tal de irnos
y dejar esta vida vacía, para siempre).

Aunque el rumor del mundo


sea nada más que eso: la inmensa
frescura de unos árboles
que yo y Lisandro (el burro primero)
imaginamos cuando estamos juntos
o estamos separados.

Dulces
o amargas horas de farra y de melancolía
junto al muchacho más lindo y
más vicioso de todo este pueblo...
En fin ¡adiós, adiós a todos! Adiós, padrecito.
Me voy con mi amigo Lisandro
(mi Puma, mi Bienamado) esta misma noche.
ESTO NO PUEDE SEGUIR ASÍ

Cómo puedo yo
estando ahí ese chico
terso y brillante como una espada,
seguir estudiando las disquicisiones
que cierto poeta famoso hace
sobre el verso libre, aunque sea tan
maravillosa su teoría

y esté, como siempre


el secreto del mar
empujando día y noche nuestras palabras
desde lo oscuro, con esa persistencia terca,
luminosa, que no se rinde y
todo lo contrario: se eleva
una vez más, como si no quedara
otra cosa que hacer
frente al paso del tiempo

y si además me mira (una, dos veces)


inclina un poco la cabeza,
entreabre apenas los labios
y me susurra algo que yo
no comprendo, pero va a dar
directo como un dardo, un rayo
contra mi corazón
y no conforme con esto, se acerca y
me pide fuego (¡él a mi!)
y enseguida se sienta a mi mesa
y dispara, dispara
una sonrisa sin antecedentes
y arrastrando un poco la voz
como corresponde a esa hora
y a un muchacho de su edad (24 años)
me dice a quemaropa, el muy canalla,
que se llama Danilo…

Danilo ¿se dan cuenta?


Cómo se hace para seguir
con todos los buenos y bellos propósitos
que me hice, y decididamente no cumplo,
y postergo cada noche a lo largo
de todos estos años, si

además es verano, y la cerveza


corre como un ciclista por la carretera
que une ciudades y pueblos remotos
como Brooklyn o Manhatan
(¿me dijo que venía de Manhatan?)
y yo me siento adentro de un poema
mal traducido pero hermoso, hermoso

al igual que sus ojos


negros y relampagueantes
que me empujan a través de las calles,
bajo el mismo (nunca se cansará de ser
el mismo) rumor de las estrellas,
buscando un sitio en donde pernoctar
(bueno, así me lo decía él, y así
se los repito:) Brother, me decía cada cuatro
palabras… Brother ¿se dan cuenta? Es el colmo.
¡Despertate! me dije, de ninguna manera
ésto puede seguir así…

Pero el poema se había convertido, de pronto


en una película muy mala, y por supuesto
como suele ocurrir en estos casos, deliciosa.
Horriblemente deliciosa —me dije, se lo dije
a Danilo

y preferí cerrar los ojos


y respirar profundo el aire tibio que me ofrecían
ahora sí, tiernamente, sus labios… Sólo eso,
y dormirme después a su lado, desnudo,
con la dulce agonía de quien espera el alba
en Manhatan.
Ni la noche ni el frío
(inédito)
2 - Dormís bajo un puente

Dormís bajo un puente.


Las estrellas (cuando hay estrellas)
te espían desde lo alto
y alguna baja hasta tu corazón
y te arropa y te canta una canción de cuna
para que sea ligero tu sueño,
para que la injusticia de este mundo
sea compensada de alguna manera
y ruego, ruego
desde mi casa pequeña
(pero casa al fin)
para que el ruido de los autos
pase de largo y nunca te despierte
y si no pudiendo evitarlo, te despierta
tengas un cigarrillo a mano y puedas fumar
a gusto, mirando la noche
como miramos la noche
todos los que nos sentimos solos y
desamparados alguna vez.

4 - A veces creo que llegó el fin del mundo

A veces creo que llegó el fin del mundo


y mientras esperamos la resolución
de quién será el elegido
para entrar al paraíso y quién no, mi amigo
de lo más impaciente, me dice:
— Leo, no aguanto más. Todo ese chamuyo
de la mentira y la verdad
de lo bueno y lo malo, me tiene harto
y ya no aguanto más. (“Pero Rafa…”)
Vayamos a escabiar, Leo —me dice—
y hagamos el amor, y después escabiemos
y miremos la tele tirados en la cama. Miremos
la tristeza infinita de King Kong
cayendo desde la torre más alta
hasta el fondo de un precipicio, y hagamos el amor
y escabiemos, y escabiemos y hagamos el amor
—cual un bello Catulo de 19 años
que no tiene la menor idea de quién es Catulo,
y ni falta que hace

6 - Ese colchoncito roñoso

Ese colchoncito roñoso


que es ahora tu cama, tu casa
bajo el puente.
Desde que me llevaste para verlo,
me guiaste con tu mano curtida
hasta ese rincón del mundo, olvidado
del mundo, con sus respectivas estrellas (lejanas
y tan cercanas a la vez. ) Bueno,
desde que me mostraste eso
y me dijiste: —Sentate, Leo, esta es mi casa,
y sonriente me hiciste un lugar al lado tuyo…
supe que no estaba perdido,
o en todo caso
estar perdido era lo mismo y era tan hermoso
como haberte encontrado.
Yo mismo, sin ir más lejos, me encontré
como una pulga que despierta de su sueño
y se da cuenta enseguida de todo
y piensa: Era justito
lo que venía buscando mi corazón.
Así el aciago cariño se deslumbra y ve
lo que un muchacho siente
a cierta altura de la vida, por otro.
En este caso vos, Rafa, mi niño
en cuyo desamparo
encuentra un poco de amparo mi soledad.

14 - Lo que más me gusta de mi amigo

Lo que más me gusta de mi amigo


es que no me niega tres veces,
ni siquiera una sola vez
cuando algún tonto le pregunta
si existe algo raro entre nosotros.
Todo lo contrario: me lleva por la calle
y me rodea el hombro con su brazo
como si yo fuera un dios,
o algo mejor que eso, una especie de dios particular
cuya felicidad consiste, extrañamente
en cumplir todos sus deseos.

Y si un muchacho en la calle
saca de la manga
una de esas tarjetas mugrosas
y nos ofrece lindas chicas
para pasar un rato en el prostíbulo,
él se adelanta y le dice
con su graciosa voz de chico malo
pero bueno en el fondo,
que se agradece la invitación pero
“a nosotros, no nos gustan las mujeres”.
Y me abraza y se ríe
de la cara que puso el coso ese:
— Era para sacarle una foto
y ponerla después en un marquito.
Como cuando
en la última fiesta de fin de año
se encontró con mi primo Ricardo
(verdugo de mi infancia) y le dijo:
— Perdón, amigo, si llegamos muy tarde,
pero a veces a Leo
le cuesta despegarse de la cama
y con la masa que le di, que nos dimos…
¡y para colmo con la luna llena!

El cross a la mandíbula
fue no solo perfecto sino ejemplar.
De todos modos, cada tanto, yo le digo:
— Rafa, no se puede andar así
por la vida, peleando
como si fueras un boxeador de tiempo completo.
—Por qué, me pregunta. Y se ríe
y le pide a la chica del bar otra cerveza.
Y la chica del bar se ríe, se ríe…
Se divierte con nosotros.

22 - Me llama a cualquier hora

Me llama a cualquier hora


y yo dejo mi puesto de trabajo y corro
a través de las calles
como un camión de bomberos o una ambulancia
que se activa inmediatamente
al oír su voz. La voz de un chico hambriento
es demoledora, uno no puede decirle
“Ahora no, estoy ocupado”
y seguir haciendo las cosas de siempre
como si el llamado no hubiera existido
nunca, o sólo fuera
una pequeña interferencia en la línea.

Yo sé que con mi acción impulsiva


no voy a cambiar el mundo, que la injusticia
en la que nos movemos
exige de nosotros una participación
más efectiva y no esta lírica revolucionaria.
Sé, en fin, que todas las ambulancias del mundo
y todos los camiones de bomberos
no apagarán la soledad
en la que se consume el corazón de esos chicos
que miran pasar la vida
como si no les perteneciera.

Pero creo en el granito de arena, y creo que el amor


es el único granito de arena
que se multiplica a toda velocidad. Creo
en la velocidad con que el amor trabaja
sin pensar en una recompensa
no importa la hora. Se sube a la ambulancia
y corre, corre… Atraviesa las avenidas.
25 - Leo, me dijo, vayamos

Leo, me dijo, vayamos a una playa nudista.


Debe ser lindo estar ahí
mirando las olas que vienen y van,
las chicas que vienen y van, como florcitas
recién caídas del cielo. Y me ven
y me quieren enseguida
porque soy joven y fuerte
¿no es cierto, Leo? como un boxeador,
y tengo los ojos negros y brillantes
como vos siempre me decís…
Y un pene hermoso, hermoso
que mira todo el tiempo hacia el mar
sin hacer nada, sólo eso: riéndose o cantando
mientras esperamos la noche
para meternos otra vez en el agua… ¡refría!
y después salir para tomarnos una cerveza
como ahora, Leo, bien juntos,
sin que nadie nos diga lo que tenemos que hacer
y lo que no tenemos que hacer,

bajo los cocoteros y la luna y las olitas


que se pierden en el fondo de mar
o llegan hasta la playa.
26 - Matabas piojos

Matabas piojos
golpeando dulcemente
la parte de atrás de tu cabeza
contra el respaldar de la cama.

Matabas la sed con vino tinto


preferentemente en cajitas de cartón
y grandes jarras de cerveza
como un cowboy en la taberna
en el desierto de Oklahoma.

Matabas el deseo
como un animalito alegre, tierno
profundamente agradecido,
y al hambre lo matabas
cada vez que podías,
pero resucitaba a las dos horas
y había que volver a darle con un mortero
una bazuka, lo que fuera…
pero igual volvía a reclamarte
su parte en esta vida.

Matabas el amor con más amor,


y al tiempo lo matabas
durmiendo, o dando vueltas
toda la noche, todo el santo día
por ahí, tus negros
bellos ojos por ahí, medio drogado,
medio entregado
pero nunca sometido,
con esa alegría a prueba de terremotos,
miseria, soledad, incendios
que doblegaba las horas
y las hacía cantar.
- FIN -
Palabras de Autor

A través de los años no hice otra cosa que escribir poesía.


Incluso cuando era muy chico y no sabía leer ni escribir.
Escribía a toda hora, sin darme cuenta. Cuando las calles eran
de tierra y no existían las luces de mercurio. Cuando mi mamá
era hermosa y alegre como un cascabel (lo sigue siendo
todavía). En una casa de madera con chapas de cartón.
Mientras mi papá salía a juntar papeles de diario y botellas y un
sinfín de cosas inútiles en su carrito de botellero. En plena noche
de verano y en pleno carnaval. Con mi amigo Raulito, que era la
luz de mis ojos. Andando en bicicleta o tirado (¡toda la santa
tarde!) en el campito de la esquina, mientras miraba pasar las
nubes por el cielo.

Escribía con una letra redonda y pareja pero llena de faltas de


ortografía. Como si vivir no alcanzara. Como si entre las cosas y
yo hubiera siempre un cristal que me permitía verlas de otra
manera, pero nunca (y esto parecía definitivo) como el resto de
las personas. Con esa gran predisposición para la mentira que
tienen los chicos solitarios. Escribía, escribía. Pasaba volando
una mosca y yo lo anotaba enseguida en mi cuadernito de
tierra, de agua, de aire, de fuego resplandeciente. Parecía un
trauma, una enfermedad. O en el mejor de los casos se me había
aflojado, como quien dice, un tornillo. De hecho, el tiempo
pasaba a toda velocidad o no pasaba nunca. Era un milagro y era
mi secreto. Si se lo contaba a alguien, se hubiera reído de mí o
me hubiera encerrado en una jaula, como a los locos… (Hay
gente que se preocupa por estas cosas; por eso odio a la
policía…)

En fin, la cuestión es que un día empezó todo. Una palabra trajo


a la otra y ésta a la siguiente y cuando quise darme cuenta tenía
entre mis manos un libro de poemas. Yo no creo que haya una
cosa más rara que un libro de poemas en este mundo. No digo
que no las haya, pero en cierta forma, todas las cosas raras
terminan ahí. Sobre todo porque el lenguaje de la poesía es un
lenguaje común y corriente, y al mismo tiempo es algo que no
se puede explicar. Como si uno estuviera hablando con un
marciano. Lo digo de verdad, no exagero. Los poetas, de
alguna manera fueron (y siguen siendo) como marcianos para
mí. Con sus antenas y su melancolía incurable, hicieran lo que
hicieran para disimularlo.

Cuando mi papá se enteró que yo era poeta se fue de casa y no


volvió nunca más. A mamá se le partió el corazón, como si le
hubieran dicho que tenía un hijo bobo y que tendría que
cuidarlo el resto de su vida. De hecho, pasaron los años y no
logro apartarla de esa idea. Todo lo demás es literatura, es oficio.
Fui a la escuela, pero nunca terminé mis estudios secundarios, y
todo lo que sé (si es que alguien puede saber algo en esta vida)
lo aprendí de esos libros maravillosos que escriben los poetas y
por eso —creo— tengo una visión un poco distorsionada de la
realidad.
Por ejemplo: comprendo, o trato de comprender, a todo el
mundo. Me encuentro con un tipo, me dice que mató a otro
tipo o que robó una casa y yo, pasado el estupor, lo comprendo
inmediatamente. Una amiga astróloga me dijo que esto ocurre
porque soy de piscis, el signo más completo de todo el zodíaco.
Puede ser… Yo solamente quiero seguir escribiendo,
escribiendo, hasta que la cuerda no de para más. Alguna vez
pensé en vivir como todo el mundo (a veces, cada tanto, me
agarra esa borrachera) pero a la mañana siguiente, mientras me
lavo la cara, comprendo que no hay privilegio más grande que
dedicarse a escribir poesía —se trata, por supuesto, de una
apreciación personal. Y es que para mí vivir y escribir es lo
mismo. Si no escribo, me seco como una planta. Fuera de esto,
no sé nada y no tengo nada de considerable interés. Ninguna
posesión. Si mañana mismo me muriera y me preguntara Dios
que hice en esta vida, le diría, sin mayores preámbulos, que me
entretuve con el viento. Que construí —digamos— como un
albañil extremadamente solitario y silencioso, una casa de
viento, y nada más. ¿Y dónde está esa casa? me preguntaría
Dios, y yo le diría: Acá, en este libro, y le mostraría esta
Antología. ¿Es un chiste? No; es la pura verdad… Y Dios,
echándole una ojeada rápida a esta selección de poemas, me
observaría de costado y luego se reiría de buena gana, conmigo,
sin ningún pudor… Entonces yo (entendiendo esta risa como
una señal de aprobación, y tal vez de indulgencia) me reiría con
él.

Osvaldo Bossi
Diciembre de 2010
índice
Maigua, Martín
El mundo no es más que eso. - 1a ed. - Cosquín : Editorial Nudista, 2010.
52 p. ; 20x14 cm.

ISBN 978-987-25931-2-4

Fecha de catalogación: 01/06/2010

ficha técnica
fotografía de tapa - lucas moreno
logo - martina carcavallo
diseño gráfico - editorial nudista
prensa - bitácora de vuelo
dirección general - martín maigua

contactos:
http://editorialnudista.blogspot.com/
[email protected]
[email protected]

otros títulos publicados:

despiértenme cuando sea de noche - fabio martínez (cuentos)


1027 - eloísa oliva (poemas)

próximo título:
vida en común - pablo natale (poemas)

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que prevé la ley 11.723
isbn: 978-987-25931-2-4

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