Poemas Sobre El Agua

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POEMAS SOBRE EL AGUA

Tu cuerpo, en tres cuartas partes compuesto de agua, más un poco de minerales terrestres, apenas un
puñado. Y esta gran llama en ti, cuya naturaleza desconoces. Y en tus pulmones, en el interior de la caja
torácica tomas y retomas el aire, ese bello extranjero sin el cual no puedes vivir.
José Raúl Jaramillo, Colombia

VIII

He vuelto a ver los álamos dorados,


álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria ‒barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra‒.
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son de agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!

Antonio Machado, España

Níobe

Sobre un trozo de peña un fantasma de mármol,


el mentón en la mano, la rodilla en el codo,
los pies fijos en tierra cual raíces de un árbol,
llanto eterno derrama sin alzar la cabeza.

¿Qué dolor dobla, pues, tu cabeza abatida?


¿De qué pozos de luto sacan agua tus ojos?
¿Qué hay en tu corazón afligido de estatua
que da un raro temblor a tu pecho esculpido?
Estas lágrimas tuyas, al caer de tus párpados
gota a gota, incesantes y en el mismo lugar,
en tu muslo de piedra han cavado un hoyuelo
en el cual el pardillo bebe y moja sus alas.

¡Oh, tú, símbolo mudo de la humana congoja,


Níobe sin sus hijos, Dolorosa inmortal!
En el Athos o bien en el monte Calvario,
di, ¿qué río de América es mayor que tu llanto?

 Théophile Gautier, Francia

CONFESIÓN

Para tus ojos


quisiera yo beber el agua dulce azogue,
y amanecer cubierta de polvos de metales
como una joven faraona muerta.
Robarle su color a los almendros,
y hundiéndome en el lodo feroz de los pantanos
lustrar mi desnudez
para tus ojos.
Recuperar la luz de las espadas
y hacerla batallar en mis pupilas.
Tornarme espléndida
como una esclava etrusca cuya cabeza calva
perturba el sueño de los mercaderes,
como iracunda araña al sol del mediodía,
como la dentadura feroz de los guerreros,
como el líquido
despertar matutino de las dianas.

(Pero todo esto no es sino literatura


y debo resignarme a sonreírte
sin existir, quizá para tus ojos).

Piedad Bonett, Colombia

LLUVIA EN LA NOCHE - Profecías del agua

A veces voy por un camino


y el aire huele a lluvia.
y pasa un niño abandonado y llora,
como si recordara los árboles en sombra,
los pasillos en sombra, los juguetes
que se perdieron en un pozo.
Pero yo voy por el camino blanco,
y el camino se alarga, como el miedo a estar vivo.
El cielo se ha puesto grande, igual que el techo de los palacios.
Nadie se vuelva atrás: estamos
ante la noche, al raso, puros,
lavados por el agua que vino de tan lejos.
Y la ciudad se ha hundido como un barco en desgracia.
Y ya no queda nada...
He vuelto a creer en Dios,
y en las puertas cerradas, y el humo, y el milagro.
Tengo fe en el camino que se pierde,
con sus piedras y sus matas secas,
y de nuevo sus piedras, y la lluvia,
y todo lo que es ruina y desamparo.
Tengo fe en el camino y en las catedrales de Dios,
y alzo los ojos para hablarle,
y la lluvia, entonces, me da en los ojos, y
Dios no está aquí, pero está aquí. Y avanzo.
Carlos Sahagún, España
Y el silencio se desliza como jabón
A la hora en que las muchachas en el campo
se deshacen la trenza
y el silencio se desliza como jabón
por mi habitación

mi memoria te enciende
y al tú aparecer pienso:

‘nunca digas
de esta agua no he de escribir.’
Anabel Torres, Colombia

Las palabras nos arrastraron


hasta la orilla
Las palabras nos arrastraron hasta la orilla
y luego nos devolvieron al agua.
Separados
por un exceso de palabras
no pudimos asirnos ni a rocas ni a la playa
y la vida volvió a tornarse fría.
Sus duras puntas se nos enterraban.
(Comentario: Hay más estrofas, pero estas no mencionan el agua)
Anabel Torres, Colombia
 
Levedad de los poetas
La lluvia no le dicta a mi alma
el himno que tantas veces
he intentado para ti,
pero las gotas de agua
sobre las plumas del petirrojo
en la rama del caucho
revelan una humilde armonía.
Mientras, no muy lejos,
a otro hombre te vences
comprendo:
no es escribiendo versos de amor
como el amor nos llega.
Luis Fernando Macías, Colombia

Oceanus
H.P Lovecraft
A veces me detengo en la orilla,
Donde las penas vierten sus flujos,
Y las aguas turbulentas suspiran y se quejan
De secretos incontables.

Desde las simas profundas de valles sin nombres,


Y desde colinas y llanuras que ningún mortal ha hollado,
La mística marejada y el áspero oleaje
Sugieren como taumaturgos malditos
Un millar de horrores, henchidos por el temor,
Que ya contemplaron épocas hace tiempo olvidadas.
¡Oh vientos salados que tristemente barréis
Las desnudas regiones abisales!

¡Oh pálidas olas salvajes, que recordáis


El caos que la Tierra ha dejado tras de sí!

Una sola cosa os pido:


¡Guardad por siempre oculto vuestro antiguo saber!
Canción del mar
Leopoldo de la rosa

Yo fui el cantor de una canción sombría,


que un ronco océano me enseñó a cantar.
Mi corazón divina sed tenía,
y el agua acerba de mi mar bebía,
y me embriagaba del horror del mar.

Cuando la torva tempestad raía


mi vela errátil de fatal negror,
ebrio del zumo de la mar bravía,
sobre mi nave rota me dormía,
soñando el sueño de un celeste amor.

Rayo iracundo de fragor broncíneo


rasgaba el cielo como fosco tul,
y yo veía, al resplandor fulmíneo,
tras mis pesados párpados, virgíneo
ángel querúbeo de mirada azul…

Hoy ya reposo de la mar felina;


cércame playa de desierto horror…
Dadme de nuevo aquella sed divina,
mi rota nave y mi canción marina
!mi tempestad y mi celeste amor…!

Agua ¿a dónde vas?

Federico Garcia Lorca

Agua, ¿dónde vas? 


Riendo voy por el río
a las orillas del mar. 

Mar, ¿adónde vas? 


Río arriba voy buscando
fuente donde descansar. 

Chopo, y tú ¿qué harás? 


No quiero decirte nada. 
Yo..., ¡temblar! 

¿Qué deseo, qué no deseo, 


por el río y por la mar? 

(Cuatro pájaros sin rumbo


en el alto chopo están).

Llueve en silencio, que esta lluvia es muda


Fernando Pessoa

Llueve en silencio, que esta lluvia es muda


y no hace ruido sino con sosiego.
El cielo duerme. Cuando el alma es viuda
de algo que ignora, el sentimiento es ciego.
Llueve. De mí (de este que soy) reniego...

Tan dulce es esta lluvia de escuchar


(no parece de nubes) que parece
que no es lluvia, mas sólo un susurrar
que a sí mismo se olvida cuando crece.
Llueve. Nada apetece...

No pasa el viento, cielo no hay que sienta.


Llueve lejana e indistintamente,
como una cosa cierta que nos mienta,
como un deseo grande que nos miente.
Llueve. Nada en mí siente...

Monumento al mar

Vicente Huidobro

Este es el mar que se despierta como el llanto de un niño.


El mar abriendo los ojos y buscando el sol con sus
pequeñas manos temblorosas.
El mar empujando las olas,
sus olas que barajan los destinos.

Mañana

Federico Garcia Lorca


Y la canción del agua
es una cosa eterna.
Es la savia entrañable
que madura los campos.
Es sangre de poetas
A Fernando Marchesi
que dejaron sus almas
perderse en los senderos
de la Naturaleza.
El lago - Lamartine
¡Qué armonías derrama
al brotar de la peña! Así siempre empujados hacia nuevas
Se abandona a los hombres orillas,
con sus dulces cadencias. en la noche sin fin que no tiene retorno,
La mañana está clara. ¿no podremos jamás en el mar de los
Los hogares humean, tiempos
y son los humos brazos echar ancla algún día?
que levantan la niebla.
Lago, apenas al año ya concluye su curso
Escuchad los romances y muy cerca del agua donde yo le di cita,
del agua en las choperas. mira, vengo a sentarme solo sobre esta
¡Son pájaros sin alas piedra
perdidos entre hierbas! donde ayer se sentaba.
Los árboles que cantan Tú bramabas así bajo estas mismas rocas,
se tronchan y se secan. te rompías con furia en su herido costado;
Y se tornan llanuras
así el viento arrojaba tus oleajes de
las montañas serenas.
espuma
Mas la canción del agua
es una cosa eterna. a sus pies adorados.

Ella es luz hecha canto Una tarde, ¿te acuerdas?, en silencio


de ilusiones románticas. bogábamos;
Ella es firme y suave, entre el agua y los cielos a lo lejos se oía
llena de cielo y mansa. solamente el rumor de los remos
Ella es niebla y es rosa golpeando
de 1a eterna mañana. tu armonioso cristal.
Miel de luna que fluye
de estrellas enterradas. De repente una música que ignoraba la
¿Qué es el santo bautismo, tierra
sino Dios hecho agua despertó de la orilla encantada los ecos;
que nos unge las frentes prestó oídos el agua y la voz tan amada
con su sangre de gracia? pronunció estas palabras:
Por algo Jesucristo
en ella confirmose. “Tiempo, no vueles más. Que las horas
propicias
Por algo las estrellas interrumpan su curso.
en sus ondas descansan.
Por algo madre Venus “Oh, dejadnos hozar de las breves
en su seno engendrose, delicias
que amor de amor tomamos de este día tan bello!
cuando bebemos agua.
Es el amor que corre Todos los desdichados aquí abajo os
todo manso y divino, imploran:
es la vida del mundo,
la historia de su alma.
Ella lleva secretos
de las bocas humanas,
sed para ellos muy raudas.
Con los días quitadles el mal que les consume;
olvidad al feliz.
Mas en vano yo pido unos instantes más,
ya que el tiempo me huye.
A esta noche repito: “Sé más lenta”, y la aurora
ya disipa la noche.
¡Oh, sí, amémonos, pues, y gocemos del tiempo
fugitivo, de prisa!
Para el hombre no hay puerto, no hay orillas del tiempo,
fluye mientras pasamos.”
Tiempo adusto, ¿es posible que estas horas divinas
en que amor nos ofrece sin medida la dicha
de nosotros se alejen con la misma presteza
que los días de llanto?
¿No podremos jamás conservar ni su huella?
¿Para siempre pasados? ¿Por completos perdidos?
Lo que el tiempo nos dio, lo que el tiempo ha borrado,
¿No lo va a devolver?

Níobe
Gautier

Sobre un trozo de peña un fantasma de mármol,


el mentón en la mano, la rodilla en el codo,
los pies fijos en tierra cual raíces de un árbol,
llanto eterno derrama sin alzar la cabeza.
¿Qué dolor dobla, pues, tu cabeza abatida?
¿De qué pozos de luto sacan agua tus ojos?
¿Qué hay en tu corazón afligido de estatua
que da un raro temblor a tu pecho esculpido?
Estas lágrimas tuyas, al caer de tus párpados
gota a gota, incesantes y en el mismo lugar,
en tu muslo de piedra han cavado un hoyuelo
en el cual el pardillo bebe y moja sus alas.
¡Oh, tú, símbolo mudo de la humana congoja,
Níobe sin sus hijos, Dolorosa inmortal!
En el Athos o bien en el monte Calvario,
di, ¿qué río de América es mayor que tu llanto?

Tristeza en mar
Gautier
Vuelan como jugando las gaviotas;
y los blancos corceles de la mar,
encabritados sobre el oleaje,
sus despeinadas crines dan al aire.
Cae la tarde y una fina lluvia
apaga las hogueras de la noche;
a su paso el vapor escupe hollín
y abate su penacho largo y negro.
Más pálido que el cielo sin color,
me dirijo a la tierra del carbón,
donde reinan la niebla y el suicidio.
⸻Hace un tiempo ideal para matarse.
Siento ahogarse mis ávidos deseos
en el abismo amargo que blanquea;
se arremolina el agua, danza el barco,
el viento cada vez se hace más fresco.
¡Esta tan dolorida el alma mía!
El océano se hincha, suspirando,
y su desesperado pecho me parece
como un amigo fiel que me comprende.
¡Penas de amor perdidas, adelante,
esperanzas truncadas, ilusiones
apeadas de alturas ideales,
podéis saltar hasta los surcos húmedos!
¡Id al mar, sufrimientos del pasado
que volvéis nuevamente para hurgar
en vuestras cicatrices mal cerradas
intentando otra vez que lloren sangre!
Id al mar los fantasmas de mis sueños,
congojas de mortales palideces
en este corazón con siete espadas
como lleva la Madre dolorosa.
Cada fantasma se sumerge y lucha
durante unos momentos con el agua
que lo cubre al final de su voluta
y lo engulle lanzando un gran sollozo.
¡Oh, pesado equipaje, lastre de alma,
tesoros miserables y queridos,
hundíos y después de este naufragio
yo mismo os seguiré al fondo del mar!
Lívido, hinchado e irreconocible,
mecido por las olas que susurran,
en la húmeda almohada de la arena
sé que voy a dormir bien esta noche.
….Pero hay una mujer que con su capa,
en el puente sentada y solitaria,
una mujer encantadora y joven,
de repente me mira desde lejos.
En su mirada, a mi desolación
la Simpatía de brazos abiertos
habla y sonríe, hermana o bien amante.
!Qué ojos azules! ¡Agua verde, adiós!
Vuelan como jugando las gaviotas;
y los blancos corceles de la mar,
encabritados sobre el oleaje,
sus despeinadas crinas dan al viento.

Cien sonetos de amor - Pablo Neruda


Tarde
LXX
Tal vez herido voy sin ir sangriento
por uno de los rayos de tu vida
y a media selva me detiene el agua:
la lluvia que se cae con su cielo.
Entonces toco el corazón llovido:
allí sé que tus ojos penetraron
por la región extensa de mi duelo
y un susurro de sombra surge solo:
¿Quién es? ¿Quién es? Pero no tuvo nombre
la hoja o el agua oscura que palpita
a media selva, sorda, en el camino,
Y así, amor mío, supe que fui herido
y nadie hablaba allí sino la sombra,
la noche errante, el beso de la lluvia.

Cien sonetos de amor - Pablo Neruda


Mañana
IX
Al golpe de la ola contra la piedra indócil
la claridad estalla y establece su rosa
y el círculo del mar se reduce a un racimo,
a una sola gota de sal azul que cae.
Oh radiante magnolia desatada en la espuma,
magnética viajera cuya muerte florece
y eternamente vuelve a ser y a no ser nada:
sal rota, deslumbrante movimiento marino.
Juntos tú y yo, amor mío, sellamos el silencio,
mientras destruye el mar sus constantes estatuas
y derrumba sus torres de arrebato y blancura,
porque en la trama de estos tejidos invisibles
del agua desbocada, de la incesante arena,
sostenemos la única y acosada ternura.

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