El Hombre Capaz de Escuchar La Palabra de Dios

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El hombre capaz de escuchar la Palabra de Dios

El hombre es capaz de Dios


La antropología agustianiana, fundamenta el ser personal del hombre en su imago Dei
de un Dios Trinitario, lo que, a su vez, hace del hombre un ser llamado a la vida en
sociedad, dado que las relaciones intratrinitarias constituyen las personas divinas. De
este modo, se tiene al ser humano como un ser esencialmente social que encuentra la
plenitud de su realidad en la relación con los otros, dado que es imagen y semejanza de
la Trinidad1.
El hombre desea radicalmente un más allá. La antropología de Pannenberg 2, concibe al
hombre estructuralmente como un ser abierto que supera los límites de la finitud y
espera una plenitud más allá de la muerte.
Esta apertura al infinito, a mi modo de ver, se puede relacionar de alguna manera con la
aspiración del hombre a Dios que desarrolla Tomás de Aquino en la Suma Teológica.
“En la segunda parte de la Suma se vincula realmente esta aspiración con la condición
de imagen de Dios, pero de modo que ésta es el punto de partida de la aspiración
humana a Dios, y no precisamente su fin”. La diferencia para Pannenberg consiste en
que la apertura trascendental es atemática3 y, en cierto modo, una anticipación del fin,
del destino; en cambio, el deseo de ver a Dios “no es precisamente su fin, sino que va
ligado a la idea del estado original”4.
Ambos ven al hombre como capax Dei por el hecho de ser imagen de Dios,
ontológicamente marcado por una íntima tendencia a la unión con Dios. “El alma”,
afirma santo Tomás, es capaz de Dios (capax Dei) porque es su imagen. El enfoque
medieval sobre el hombre como capax Dei va muy ligado a un doble aspecto: uno
protológico y otro escatológico.
Así el Catecismo de la Iglesia Católica, al retomar esta formula medieval, afirma que “el
hombre es capaz de Dios”, como introducción al capítulo dedicado a la fe. Tal
concepción parte del destino final del hombre ante la visión de Dios 5. En la cual
consiste la perfecta comunión con Dios. El hombre no podría ser llamado a tal visión, si
su espíritu no fuese naturalmente capaz y dispuesto a recibir tal don.
El deseo concreto de esta afirmación inicial del Catecismo se articula en cuatro puntos:
 El deseo de Dios (n. 27-30)
 Las vías que llevan al conocimiento de Dios (n. 31-35)
 Su conocimiento según la Iglesia (n. 36-38)
 Finalmente ¿Cómo hablar de Dios? (n. 41-43)

1
Cfr. In Deo Omnia Sunt Unum Ubi Non Obviat Relationis Oppositio (Concilio de Florencia Dz 703)
2
Cfr. PANNENBERG., Teología sistemática, vol. II, ob. cit., p. 212.
3
Cfr. Ibíd., Cada acercamiento humano a un ser u objeto finito se halla mediado por una conciencia
atemática de un campo que trasciende ampliamente a cada uno de esos objetos, y que, a la luz de lo
infinito, vuelve de nuevo sobre el objeto, p. 247.
4
Cfr. Ibíd, p. 237
5
Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1023-1027.
Se trata de una teología fundamental “nuclear” que sintetiza con la antigua fórmula
capax Dei los ejes tradicionales sobre el hombre como “potentia oboedientialis” y como
“desiderium naturale vivendi Deum” y que, además, insinúa las perspectivas teológicas
más recientes de la llamada “apologética de la inmanencia” (articulada por K. Rahner)
que parte del hombre y de su capacidad de la escucha de la palabra de Dios6.
El hombre “capacidad receptiva” o “potentia oboedientialis”
Decir que el hombre es potencia obediencial o capacidad receptiva es afirmar su radical
apertura hacia Dios, horizonte infinito. Esta capacidad o potencia, se llama obediencial,
por razón de ser una aptitud fundamental de disponibilidad y acogida de la Revelación
de Dios.
En este sentido, pues, es como podemos entender el hombre como potencia obediencial
y, por tanto, abierto a la comunicación de Dios, es aquí donde la teología ha visto la
capacidad fundamental del hombre a la revelación de Dios 7. Esta capacidad, además,
tendría sentido, aunque Dios no se hubiera revelado, ya que por su carácter de acogida
receptiva no plantea ninguna exigencia a Dios, sino que el hombre esta obedientemente
en su libre disposición.
El concepto de potencia obediencial o capacidad receptiva puede hacerse comprensible
humanamente a partir de la experiencia de amistad y de amor entre dos personas; cada
una recibe el amor de la otra como plenitud de su propia existencia y, a pesar de todo,
como don indebido que no puede ni debe exigir8.
El hombre como “deseo de Dios” o “desiderium naturale vivendi Deum”
La potencia obediencial del hombre no es una pura contradicción sino una tendencia
hacia Dios, ya desde santo Tomás se designo como “deseo natural de ver a Dios”, a la
orientación del hombre hacia Dios, a su apertura dinámica y tendencial. Esta expresión
clave sintetiza el pensamiento platónico del “eros” bajo el pensamiento agustiniano de
la felicidad, así como la concepción antigua y medieval de una naturaleza dirigida
siempre hacia un fin. Por lo que santo Tomás asegura que sólo Dios puede satisfacer la
voluntad del hombre9.
Además, sirve para cualificar la aspiración que hay en el espíritu humano,
experimentable bajo la forma de tendencia a la felicidad y a la contemplación de la
verdad; por lo que no se trata de un aspecto particular del hombre.

6
Cfr. P. HENRICI., R. FISICHELLA., Comentario Catecismo de la Iglesia Católica, Texto integral y
Comentario Teológico, (1993) Casale M, 591-598. Cfr. Apologética de la Inmanencia: sm 1: 371-375.
7
Cfr. R. GARRIGOU-LAGRANGE., De Revelatione I, (04-1945), Roma, p. 352-355
8
Cfr. K. RAHNER., H. DE LUBAC., La síntesis de la Potencia Obediencial (R. Fisichella), 1998, DTF:
1066-1068, p. 113.
9
Cfr. P. NELLAS., Monografía Le divinise Anthropologie des Peres de I¨Eglise, (1989) París, p. 114.

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