Reseña Sobre Transcrítica de Karatani

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K. Karatani, Transcrítica.

Sobre Kant y Marx, traducción de

Andrea Torres Gaxiola y revisión de Carlos Oliva Mendoza,

México: Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, 2020,

387 pp.

Mauricio Beuchot

Estamos frente a la traducción, efectuada por dos de

nuestros colegas de la Facultad de Filosofía y Letras de la

UNAM, Andrea Torres Gaxiola y Carlos Oliva Mendoza, del

libro de Kojin Karatani, Transcrítica. Sobre Kant y Marx.

Se trata de un marxista japonés, que desea leer a Marx a

través de Kant y a Kant a través de Marx. Es, pues, una

lectura transversal y crítica. Por eso la llama

transcrítica.

Este autor, que ha alcanzado renombre, no sólo en el

Oriente, sino también en el Occidente, posee la

característica de estar convencido de que hay elementos de

actualidad en el marxismo, pero que tienen que adaptarse a

nuestro tiempo. Es donde reside lo más interesante de su

obra, en la propuesta que ofrece.

Comienza con Kant y señala que él no era un idealista

ingenuo. No se fue al lado del sujeto abandonando el del

objeto, sino que se colocó en un terreno medio, el de lo

trascendental, que está más allá del racionalismo y del


empirismo. Es decir, más allá del subjetivismo y del

objetivismo. Se plantó en el juicio sintético a priori. En

su tiempo decían que las matemáticas eran analíticas, y

Kant dijo que eran sintéticas, pero a priori, es decir,

trascendentales. Hizo una paralaje entre las dos

corrientes. Y lo aplicó al lenguaje, el cual requería de la

apercepción trascendental (p. 81).

Según Karatani, el problema real de Kant era el otro. Por

eso pensó en las condiciones del conocimiento y de la

comunicación, del diálogo. Así, la transcrítica se da en el

sujeto, pero en el sujeto real, vivo, que está entre los

demás. Por eso es una mediación entre el sujeto empírico y

el trascendental. Es otra paralaje. Es ponerse en medio de

ambos, ni uno ni otro, sino algo distinto.

Kant encuentra la universalidad en lo singular. La persona

se hace universal mediante el imperativo categórico: se

comporta de modo que todos tengan que imitarlo (p. 117).

También allí sintetizó el determinismo de la naturaleza y

la libertad del hombre; lo hizo como Spinoza: en la

aceptación de lo necesario. Necesidad y libertad se cruzan

en una paralaje, y allí ocurre la transcrítica.

Marx fue crítico, al igual que Kant, pero de manera

distinta. Dio un cierto “giro marxiano” hacia el sujeto.

Pero también trascendental, porque se colocó en la paralaje


del racionalismo y el empirismo de su tiempo, que eran el

idealismo (Hegel) y el positivismo (Stuart Mill). En

definitiva, la paralaje que hizo comprender a Marx el

capitalismo es la crisis de éste: es su enfermedad, pero

también es su remedio. Se enferma por hacer dinero, y se

cura haciendo más dinero (pp. 172 ss.).

Marx se colocó entre Proudhon y Bakunin, y de sus dos

anarquismos obtuvo la paralaje; hizo transcrítica, la

crítica transversal, negando el Estado y el sujeto,

proponiendo un centro que no es centro, que es función y no

substancia, sino una apercepción trascendental kantiana (p.

200). Hizo una síntesis a priori, como Kant.

También en su teoría del valor, Marx hace una transcrítica,

una paralaje, una apercepción trascendental kantiana. La

forma del valor es un juicio sintético, se basa en los

hechos. Tiene como aspectos el uso y el cambio. Pero Marx

los sintetiza transversalmente. Une los dos, se dan juntos,

pero proyectados hacia el futuro. Es un juicio reflexivo.

Es sintético, pero ante factum, no post factum. Hace una

síntesis. Pero, insiste Karatani, no según la dialéctica

hegeliana, sino más como la de Kierkegaard, es decir, con

un salto mortal (p. 207). No es, como se dice comúnmente,

la materialización de la dialéctica hegeliana, sino algo

diferente. Por eso alude al interés.


En efecto, el interés es el del avaro, y la avaricia es el

origen del capitalismo. La pulsión del dinero se da en el

ahorro para comprar, como decía Max Weber, al hablar de

esos orígenes. Es una especie de religión secular. Por eso

Marx criticó la religión, y por eso llamó metafísica a la

justificación de la misma. Y relacionó la crisis con el

crédito, que es una ilusión trascendental (el dinero). Hay

que vender, no fiar. El crédito se forma en una

intersección social, por eso produce crisis (crediticias).

Marx se opone al Estado-nación, que es mercantilista.

Interviene en los precios. El capitalismo mundial se da

entre los Estados. Ahora el Estado es representativo. Por

eso se ha logrado contener la contaminación, más por la

sociedad civil (ecologistas) que por el Estado. Así, Marx

pensó que las asociaciones derrumbarían al Estado-nación

capitalista. Pensó en cooperativas de producción, pero

fueron vencidas por la industria pesada. Pero podría vencer

al capitalismo con la crisis, no con la revolución (p.

307). Al igual que Kant, preveía una acción ética. Más que

en la producción, se centró en la circulación, en el

consumo. Por eso pensó en que los productores fueran

consumidores, que pudieran comprar.

Según Karatani, esto lo podrán hacer en cooperativas de

consumo. Y vuelve a insistir en que Marx tiene una

dialéctica diferente de la hegeliana. En lugar de la


dialéctica del amo y el esclavo, que se centra en la

producción, Marx tiene otra dialéctica, la del vendedor y

el comprador, basada en el miedo que aquél tiene de que su

mercancía no se venda. Por eso han triunfado las protestas

de los ecologistas, los feministas y las minorías.

Centrarse en la producción es masculino; hacerlo en la

compra es femenino; por eso hay que ir más allá, y hacer

una síntesis de los dos, e ir a una asociación

multinacional de trabajadores/consumidores (p. 315). Sería

un giro copernicano: colocar al trabajador como consumidor.

Karatani pide, pues, posicionarse en el lado del trabajador

como consumidor. Es que allí no pueden controlar ni el

capital ni el Estado. Hay que hacer una especie de boicot

generalizado, y no comprar productos que son fundamentales

para el capitalismo. Un nuevo movimiento asociacionista

transnacional. Una cooperativa de producción y consumo es

la única forma, según nuestro autor, de parar la auto-

reproducción del capitalismo (p. 317). Atacar al dinero.

El dinero es el que regula todo, es la apercepción

trascendental X, de Kant. Por eso no basta neutralizar el

dinero, hay que superarlo. Es una nueva dialéctica: el

dinero debe existir, pero no debe existir, por eso hay que

crear un dinero que no sea dinero; es decir, tener una

moneda que no se convierta en capital. Karatani propone

crear esa moneda, y apoya un proyecto de Michael Linton, de


1982, según el cual los trabajadores operen por cuentas. Se

expediría una moneda, llamada LETS, cada vez que los

participantes reciban bienes y servicios de otros

participantes. Esto daría, además, pluralidad, no sólo

económica, sino cultural: reconocería las diferencias de

los otros. Habría una central para regular, pero sólo

funcional, no substancial, una apercepción trascendental X,

kantiana, porque algunos deben organizar.

Tal es la propuesta de Karatani, que parece utópica y no

utópica, para aplicarle esa misma dialéctica de la

paralaje, que él emplea. Me parece interesante, porque es

una dialéctica transversal, que se coloca en medio; que no

hace síntesis destructora de los opuestos, sino que los

pone a cooperar. Y me gusta porque es abierta, porque vive

de la tensión. Es la dialéctica que yo encuentro en la

analogía. Por eso me ha servido mucho este libro, y

agradezco a Andrea Torres Gaxiola y a Carlos Oliva por

haberlo puesto en mis manos.

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