Introducción Al Léxico Componente Transversal de La Lengua by Paz Battaner Arias Carmen López Ferre
Introducción Al Léxico Componente Transversal de La Lengua by Paz Battaner Arias Carmen López Ferre
Introducción Al Léxico Componente Transversal de La Lengua by Paz Battaner Arias Carmen López Ferre
Introducción al léxico,
componente transversal de la
lengua
Indice
PRESENTACIÓN
PRIMERA PARTE
LÉXICO Y VOCABULARIO
CUARTA PARTE
EL APRENDIZAJE DEL LÉXICO
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
GLOSARIO
CRÉDITOS
Presentación
Léxico y vocabulario
«¿Quién puede prever el vuelo de una palabra? Las palabras son como globos que navegan
sobre las copas de los árboles» (Virginia Woolf, Las olas, Barcelona, Orbis, trad. A. Bosch,
pág. 112).
Las siguientes expresiones son fácilmente entendidas además como cuatro enunciados
relativamente satisfactorios, que serían claramente reconocidos como palabras:
—Compra
—¿Helados?
—Sí
—¿Grandes?
En cambio, no son inteligibles como enunciados propuestas como las siguientes: con, las, que,
etc., que pueden ser considerados morfemas o palabras gramaticales o funcionales. Algunas
unidades lingüísticas como los fonemas y los morfemas son unidades que se manifiestan en la
palabra, pues cualquier palabra se puede analizar en morfemas y en fonemas; la palabra los
engloba y les da otra posibilidad de integración en unidades superiores; este paso es el definitivo,
como se verá más adelante.
Conviene recordar que Bloomfield advierte que una forma como John
‘Juan’ o run ‘correr’ (en nuestro caso compra, helados) mencionada en
abstracto, sin especificación alguna en cuanto a la entonación final, por
ejemplo, no es, hablando en propiedad, una forma lingüística real, sino solo
una forma léxica; pues una forma lingüística, tal como se emite realmente,
siempre contiene una forma gramatical (Bloomfield, [1933] 1984: 199). Es
decir, distingue elementos sin función atribuida y con función
comunicativa, a las que llama formas gramaticales.
Quizá una característica indiscutible derivada de lo anterior sea la
destacada por Jakobson ([1956] 1967): la palabra puede representar en la
lengua una unidad funcional que se distingue de la frase o enunciado. La
frase necesita un objetivo pragmático al que responder y puede manifestarse
por una palabra o por varias, de aquí el concepto de unidad funcional en el
nivel de enunciado o frase.
Otro criterio es la rigidez de la forma de las palabras cuya parte
formal no se puede alterar, no permite nunca introducir en ellas ningún otro
elemento y no se pueden partir. Esta característica diferencia la palabra de
los enunciados, en los que un cambio de orden de sus elementos es muy
posible. Mientras que se puede variar entre yo soy la que compró ese pastel,
soy yo la que ese pastel compró, la que compró ese pastel soy yo; no se
puede alterar el orden silábico de pastelero o pastelería, por ejemplo, en
*leropaste o *riapastel.
El poeta conceptista Quevedo reta al campeón del hipérbaton sintáctico
con un hipérbaton morfológico imposible para ridiculizar esta característica
de la sintaxis del cordobés al mismo tiempo que el vocabulario tan culto
que utilizaba: «Quien quisiere ser Góngora en un día/ la jeri-entenderá-
gonza siguiente,/fulgores, arrojar, joven, presiente…». La voz jerigonza
aparece rota y desmembrada para poner de manifiesto la rotura en el orden
sintáctico que Góngora utilizaba buscando la coincidencia de acentos entre
el ritmo del verso y el de la frase; pero nunca lo hizo rompiendo palabras,
como Quevedo, para reírse de su estilo, exagera.
En una valla publicitaria de hace años se leía: «Pegaso, un mito lógico»,
rompiendo en dos el adjetivo mitológico que cuadraba bien con el caballo
Pegaso de la mitología griega, pero dando lugar a dos palabras, el
sustantivo mito y el adjetivo lógico, voces usadas en su sentido moderno de
algo admirado (mito) porque se lo merece (lógico), lo que era más aplicable
al camión al que la frase servía de anuncio cuya marca era Pegaso.
Esta característica no se mantiene siempre. Se encuentran truncamientos
como moto por motocicleta, metro por metropolitano, seño por señorita,
fenómeno que es también usual en los apelativos familiares de nombre de
pila: Sebas por Sebastián, o al contrario Dora por Heliodora, Doxi por
Eudoxia. Sin embargo, sería no comprensible y, por tanto, no aceptable
realizar *testa por testarudo o *imos por dijimos.
Estos rasgos son admitidos por todos los hablantes sin que requieran
mucha reflexión, pero son insuficientes para explicar muchos fenómenos
lingüísticos que deben tratarse para poner cerco a la palabra dentro del
léxico.
Conseguir, conseguiremos, consiguiendo, conseguido son todas formas del lexema conseguir;
mucho, mucha, muchos, muchas son formas del lexema mucho. Esta diferenciación señala una
característica de la palabra muy propia de las lenguas indoeuropeas, la flexión. La flexión otorga
diferentes formas léxicas al mismo lexema; una unidad léxica (type) se manifiesta en el discurso
bajo varias formas (tokens).
Hay conjuntos de formas léxicas que pierden su característica de libres
para identificarse juntas como un solo lexema, compuesto a su vez de varias
formas libres. Si atendemos al tratamiento informático de textos, algún type
se manifestaría con varios tokens ligados entre sí. Es el caso de águila real,
pie de rey, a escondidas, ir con el cuento o bien turco-chipriota. Para
clasificar estos fenómenos léxicos como unidades, hemos de asignarles la
denominación de unidades léxicas pluriverbales y compuestas, y
englobar la palabra en tanto que forma libre mínima con estas unidades
pluriverbales, dentro del concepto más amplio de unidad léxica.
Una unidad léxica pluriverbal responde a exigencias fonológicas,
morfológicas, sintácticas, semánticas y pragmáticas como una unidad léxica
simple, es decir, como forma libre, aunque no sea mínima. El análisis en sus
componentes solo aparece en situaciones metacognitivas, en el llamado
«léxico mental» (cfr. §2).
Este fenómeno, presente en las lenguas, desdibuja el concepto claro de
palabra y aun de unidad léxica entre los hablantes. Por ejemplo, la
expresión guardia civil puede considerarse como una unidad y entonces
haría el plural como guardia civiles; o bien como dos unidades y entonces
haría un plural guardias civiles. La primera solución al plural está
mostrando que la expresión funciona como una sola unidad léxica para el
hablante, y que, solo tras una operación metacognitiva para transcribirlo,
dejaría realizar un plural guardias civiles y lo trataría como un sintagma,
como una construcción sintáctica, no unidad, en el vocabulario de la lengua.
En esta consideración se pueden advertir dos aspectos todavía no
señalados de las palabras del español. Las unidades léxicas descriptivas
tienen en su pronunciación una sílaba más intensa que las otras, y esta
sílaba más intensa da cierto carácter fónico unitario a esa unidad (cfr. §7):
guardia, civil, pero a) guardiacivil, b) guardia civil. Un romance de Federico García Lorca
presenta esta expresión con la versión de una sola sílaba intensa, -vil: a): guar-dia- ci-vil-ca-mi-
ne-ra es un octosílabo con acento rítmico en la 4ª y en la 7ª sílabas, en el que la primera sílaba de
guardia no cuenta en el ritmo acentual del verso.
Un ejemplo puede ser la diferencia entre el número abierto de nombres para distintos tipos de
frutos: manzana, aceituna, dátil, melón, nuez, berenjena, vaina, etc., y el número cerrado de
artículos que hay en lengua española, que exclusivamente presenta nueve formas
correspondientes a dos únicos artículos: el, la, lo, los, las, un/o, una, unos, unas y cuyo papel no
es mentar entes extralingüísticos (del mundo o de las ideas), sino matices fundamentales del
sistema lingüístico conocido por lengua española.
ala es descrita en los diccionarios como ‘cada uno de los miembros que en número
par tienen en su cuerpo algunos animales y determinados seres imaginarios, que les
permite volar’ y en las siguientes acepciones como ‘alero de un edificio’, ‘jugador en
ciertos deportes de equipo’, ‘tropa que se situaba en uno de los extremos de un
ejército en orden de batalla’, entre otras.
• Hay muy pocas palabras que presenten una sola significación: son las
palabras monosémicas, como peritonitis ‘inflamación del peritoneo’
y muchas palabras especializadas terminológicas que no han saltado a
la lengua común.
Por ejemplo, en español, hay vestíbulo, recibidor, recepción, zaguán, hall para diferentes espacios
de entrada en un edificio o vivienda, unas se limitan frente a las otras y cada una queda
caracterizada por contraste entre ellas.
Por ejemplo, de la voz informática, nombre femenino, los hablantes no guardan un significado
puramente científico, como correspondería a la ciencia y a la técnica cibernética o computacional,
sino que la guardan como una técnica que proporciona información y comunicación, que abre
facilidades de trabajo, que hay que aprender, que se manifiesta físicamente en los ordenadores
personales que hoy abundan en las casas y en los lugares de trabajo, que se diversifica en otros
dispositivos, que hay negocios y talleres para programación, venta o solución de averías, etc.
Todo ello correspondería al estereotipo de informática en España, pero variaría ligeramente en
otras zonas del español, como en muchos países de América Latina, al relacionarse con
computador, y no con ordenador. El campo léxico que ha desarrollado esta técnica es un objeto
de análisis muy interesante, al no estar aún fijado el vocabulario y albergar en él préstamos,
calcos, neologismos efímeros, etc., en los que se puede observar de primera mano la dinámica de
la significación y cómo se contrastan unas voces con otras.
El análisis de la significación de la palabra se percibe, pues, por contraste: libro/periódico,
libro/folleto, libro/fascículo. A partir del contraste se establecen componentes significativos o
rasgos semánticos como ‘publicación’, ‘temporalización fija’, ‘elementos constitutivos: página,
cuadernillo’, etc., de los cuales uno es común a las cuatro palabras, el de `publicación’, y los otros
no.
Por ejemplo, entre carencia/falta, pareja en contraste binario en su primera acepción, se podrían
establecer los componentes de ‘privación’, ‘conciencia de esa privación’, que serían comunes a
los dos términos, y un tercero, ‘privación de algo necesario o reglamentado’, que sería
propiamente del segundo, y marcaría el contraste entre las dos palabras. Se puede observar su
equivalencia o no en los tres ejemplos siguientes: 1) las madres vegetarianas estrictas pueden
tener carencia/falta de B6 y B12; 2) la información disponible es insuficiente para asumir
carencias/*faltas clínicas en niños sanos; 3) La falta/*carencia de responsabilidad. Mientras en
el primer ejemplo son alternativos los dos sustantivos analizados, en los otros dos ejemplos hay
preferencia por uno de ellos, según sean los tipos de privaciones: carencias clínicas pero falta de
responsabilidad.
En un ejemplo de posibles ‘herramientas’ los rasgos comunes los representaría lima para
escofina, rallador y lija, y cepillo para garlopa; por lo tanto, lima ocuparía una posición
jerárquica más alta que escofina y los componentes semánticos que pueden ser analizados en
cepillo se vuelven a encontrar en garlopa.
Las diferentes maneras de denominar el campo de ‘hablar’, seleccionadas del Diccionario de Uso
del Español (DUE) de María Moliner, sirven para empezar a hacer un primer ejercicio de
clasificar:
balbucear, bisbisear, cascar, chapurrear, charlar, conferenciar, contestar, conversar, cotorrear,
criticar, cuchichear, declamar, departir, desahogarse, desgañitarse, despotricar, dialogar,
discursear, discutir, disertar, explayarse, fabular, murmurar, musitar, orar, parlotear, perorar,
platicar, rajar, refunfuñar, renegar, repetir, responder, rezongar, susurrar, vocear, vociferar.
Agrupar por algún rasgo nuclear, o componente básico, y después subdividir o caracterizar cada
verbo de esta lista, distinguir lo que los diferencia entre sí, es una labor parecida a la que hacen de
forma espontánea los lectores cuando aprecian el acierto de una expresión o los escritores cuando
eligen entre hablar, charlar, parlotear atropelladamente, se deciden por una voz y descartan
otras.
hablar atropelladamente, hablar con el amigo, los loros hablan. Hablar admite relaciones
sintagmáticas con adverbios, con grupos prepositivos y con seres que pueden producir sonidos
aunque no sean los de la voz humana.
El siguiente pasaje de la novela Los enamoramientos de Javier Marías muestra un análisis mental
de la voz enamoramiento:
«Nos hacen mucha gracia muchas personas, nos divierten, nos encantan, nos inspiran afecto y aun
nos enternecen, o nos gustan, nos arrebatan, incluso nos vuelven locos momentáneamente,
disfrutamos de su cuerpo o de su compañía o de ambas cosas, como me sucede contigo y me ha
sucedido otras veces, unas pocas. Hasta se nos hacen imprescindibles algunas, la fuerza de la
costumbre es inmensa y acaba por suplir casi todo, incluso por suplantarlo. Puede suplantar el
amor, por ejemplo; pero no el enamoramiento, conviene distinguir entre los dos, aunque se
confundan no son lo mismo… Lo que es muy raro es sentir debilidad, verdadera debilidad por
alguien, y que nos la produzca, que nos haga débiles. Eso es lo determinante, que nos impida ser
objetivos y nos desarme a perpetuidad y nos haga rendirnos en todos los pleitos».
Javier Marías (2011), Los enamoramientos, Madrid, Alfaguara, pág. 308.
Es la ‘debilidad’ la significación nuclear de la palabra enamoramiento, según el personaje de esta
novela, lo que distingue este sentimiento de otras clases de afecto con los que podría confundirse
y que intenta recorrer desde «hacen mucha gracia».
La indagación sobre la información semántica que guardan las unidades
en el léxico mental es objeto de reflexión en la corriente cognitivista de la
lingüística, que observa el lenguaje natural en la consciencia de los
hablantes, a los que somete a veces a experimentos psicolingüísticos o
recoge datos en personas con lesiones mentales, para conocer con precisión
aspectos como estos:
Con los ejemplos correspondientes a taza, vaso o cuenco y una serie de dibujos (se podrían añadir
jícara, pocillo, tazón) se experimentó cómo los distinguía y reconocía verbalmente por su forma
un grupo de hablantes; hubo algunos de estos recipientes que ofrecían dificultad para ser
reconocidos, pues los límites de la significación de estas palabras no se manifestaban con claridad
entre los sujetos a los que se presentó. Su denominación variaba en función de los líquidos que
pueden contener, por la cantidad de líquido que contengan, por la forma y el material del que se
suele hacer cada uno de estos recipientes, por la hora en que se usan, etc. (Labov 1973).
Otro aspecto coincidente con esta constatación sobre los límites poco determinados de la
significación de las palabras se encontró en la aparente polisemia de la palabra juego.
Efectivamente, el diccionario académico ofrece dieciséis acepciones de juego, que van desde
‘ejercicio recreativo sometido a reglas’, como el ajedrez; a ‘disposición con que están unidas dos
cosas y tienen movimientos relacionados’, como un juego de poleas, por ejemplo; ‘lugar donde se
juega’, como estar en el juego de pelota; ‘división de un set en el tenis’ por ganar un juego más;
y otras muchas posibles. Además de las diferencias antedichas, dentro de la palabra juego hay
muchas actividades diferentes que caen en la caracterización de ‘juego’: de mesa, infantil, de
azar, deportes, diferentes juegos de naipes, bromas, etc. Las acepciones de esta gran constelación
que gira sobre ‘juego’ comparten una significación, que, aunque no igual en todas las facetas en
que se diversifica, les otorga un «parecido de familia» semántico, en términos de Wittgenstein
([1953] 1991).
Otra constatación del cognitivismo es que todo hablante siente que hay
ejemplos de palabras que pueden ser más centrales en la identificación de
una categoría o más representativos que otros ejemplos para evocar una
significación: cuando se dice «Estaba el cielo azul azul», se destaca el azul
entre muchos colores todos azules, pero que tienen diferentes matices de
azul. Esto es, se intenta evocar solo el ‘azul’ que representa el prototipo.
Eleanor Rosch (1975) experimentó con 200 alumnos de la Universidad de Berkeley la unidad
léxica que establece la categoría prototípica de la propiedad «pajarez» entre pájaros (birds en
inglés, aunque en español la palabra ave sería la adecuada y no pájaro), la «verdurez» entre
verduras y la «herramientez» entre las herramientas. Buscaba qué hay en la cabeza de diferentes
hablantes cuando usan las palabras como categorías: algo es pájaro o ave; algo es verdura; algo
cae entre lo que se puede llamar herramienta.
El jilguero como prototipo de pájaro, el guisante como prototipo de verdura, el clavo y el martillo
como prototipos de herramientas, la pistola o el puñal como prototipos de armas fueron los
señalados entre las categorías extraídas del experimento. El concepto de prototipo se acerca al de
estereotipo, pero mientras este tiene en cuenta una confluencia social y cultural, el concepto de
prototipo de Rosch está concebido como modelo mental que los individuos forjan para la
operación de categorizar, lo que es propio de la mente humana. La misma Rosch midió el tiempo
que requería la comprensión de enunciados como los siguientes:
El jilguero es un pájaro.
La golondrina es un pájaro.
La perdiz es un pájaro.
La gallina es un pájaro.
La avutarda es un pájaro.
Y constató que cuanto más alejadas quedaban estas afirmaciones del prototipo establecido de
pájaro se tardaban más en procesar mentalmente.
de energía física),
#7528689 deportiva (al fin y al cabo, esto es un derroche
procuraremos inspirar
#35248160 soldados implicados. Fue por las derroche de los soldados en Popayán
historias de que se hizo
Por lo tanto, para poder extraer lo que un uso variado, y por supuesto
documentado, de una unidad léxica deja entrever puede servir de ayuda la
consulta de corpus lingüísticos informatizados bien construidos. Las
concordancias de corpus son muy útiles para aprender modalidades propias
de una lengua extranjera, o para asegurarse de construcciones o
combinaciones no conocidas en la lengua materna. Es, pues, conveniente
recoger concordancias de un corpus para observar la unidad que se estudia
en sus combinaciones semánticas y en sus construcciones gramaticales,
principalmente sintácticas, y también en sus variantes flexivas, por ejemplo.
Los corpus son almacenes de datos lingüísticos informatizados. Los
corpus en los que se estudia el léxico documentado están compuestos de
fragmentos o textos completos, que permiten observar la unidad buscada en
todos los casos en que el corpus la tiene, como hemos ejemplificado con
derroche. Para poder hacer búsquedas finas, las unidades entre blancos del
corpus han tenido que ser lematizadas y etiquetadas morfológicamente, lo
que permite también buscar por lema y por categoría morfológica, pues el
etiquetaje está hecho en función de la morfología de la forma. Por ejemplo,
una forma como quienes está etiquetada como pronombre relativo y por
plural del lema quien; también consultas de corpus permiten encontrar
unidades complejas como puede ser banco de alimentos.
Los corpus ofrecen contextualizadas las formas o los lemas buscados,
esto es, sus concordancias, en compañía de las construcciones o sintagmas
en que aparece la voz en todos los casos que el corpus la almacena. Los
corpus lematizados y etiquetados abren, pues, una perspectiva nueva para
estudiar la semántica y la sintaxis léxicas sin demasiados supuestos previos.
En tanto que datos informatizados, lo allí contenido puede ser tratado
estadísticamente; al mismo tiempo, ofrecen la referencia bibliográfica de
donde provienen, lo que da seguridad de su uso.
Para el español hay hoy disponibles varios corpus lematizados y
etiquetados; los más conocidos son los de la Real Academia Española, que
ofrece en consulta abierta, desde su página web, <www.rae.es>, dos corpus
históricos, el CORDE (Corpus Diacrónico del Español) y el CDH (Corpus
del Nuevo diccionario histórico); y dos corpus contemporáneos, el CREA
(Corpus de Referencia del Español Actual) y el CORPES XXI (Corpus del
Español del Siglo XXI). Conocerlos y consultarlos son actividades muy
eficaces para observar características semánticas y sintácticas del léxico
documentado en ellos.
Los semantistas hace tiempo que distinguen palabras arrullo y palabras
ladrido. Las primeras son voces que toman entre los hablantes un tono
amable cargado de valores positivos; las segundas responden a lo contrario,
se cargan connotativamente de valores negativos.
Así se entienden un adjetivo como majo, un sustantivo como calidad, o un verbo como admirar,
palabras que no significaban hace tiempo valores solamente positivos. Hoy se usan así: esto es de
calidad quiere decir que es de buena calidad, no de mala; en esta expresión es necesario poner el
adjetivo mala para ser entendida negativamente. Por el contrario, un adjetivo como esquinado y
un sustantivo como estofa tienen carga negativa en Ese individuo es de la misma estofa que su
amigo, algo esquinado, porque antes estofa significaba sencillamente un tipo de tela de cierta
calidad y hoy equivale a ‘clase’, ‘calidad’; las esquinas no son acogedoras, de manera que el
individuo mentado es ‘de calidad esquinada’.
Un verbo como preocupar en español dirige tácitamente hacia lo negativo de su argumento
externo, algo que procure temor, desconfianza, es decir, preocupación: preocupa la sequía. Por
eso resulta extraño lo recogido en la frase «Preocupa a Penguin que el acercamiento a la lectura
en la escuela sea positivo», pues, sigue diciendo el texto, una de las preocupaciones de la editorial
divulgativa Penguin, en el Reino Unido, es lograr que el acercamiento de los niños a la lectura sea
positivo en la escuela, por lo que sus acciones están enfocadas a buscar «apasionadamente» que
el niño «no perciba la lectura como una tarea escolar ardua que le desmotive de la lectura
independiente en su tiempo libre». El verbo preocupar responde en la primera cita a una mala
traducción por interesar: «Interesa a la editorial Penguin que el acercamiento a la lectura en la
escuela sea positivo».
María Moliner advertía de fenómenos frecuentes parecidos a la polisemia regular y lógica que
exige la descripción en un diccionario. Ella no los consideraba dignos de ser recogidos en el suyo:
«[…] se procura, en beneficio de la sobriedad y nitidez que se persiguen en el diccionario,
prescindir de amplificaciones de significado que están en la naturaleza de la cosa o son de
elemental sentido común; por ejemplo, no es necesario advertir en los nombres de recipientes que
sirven para designar la cantidad del contenido que cabe en ellos, pues, si se consigna en algunos
como sartén o caldera, habría que consignarlo con más razón en otros, ya que es evidente que se
dice una olla de patatas, un cubo de agua, un plato de sopa, una cesta de manzanas, y habría, en
realidad, que decirlo de todos los recipientes. Y de modo semejante, habría que consignar en el
nombre de cada ciencia que se aplica también al libro que la contiene y a cada ejemplar de él:
comprar una geografía» (DUE 1967, pág. XXIII, el subrayado es nuestro).
El siguiente sería un ejemplo de modelo enumerativo: 11 unidades, una por cada acepción de
un conjunto de solo cinco voces:
1 dosis 1 Cantidad de algo, especialmente la de un medicamento o una droga que se
ingiere en una toma.
2 dosier 1 Conjunto de informaciones, documentos o papeles recopilados sobre una
persona o un asunto.
3 1 Acción de dotar.
dotación
4 2 Conjunto de cosas con que se dota a alguien o algo
5 3 Conjunto de personas con que está dotado algo para su funcionamiento, en
especial una institución, un servicio, un barco, etc.
6 dotal 1 De la dote o relacionado con el conjunto de bienes que la mujer lleva al
matrimonio.
7 dotar 1 Equipar una cosa con algo que la complete o mejore.
8 2 Asignar a un lugar las personas o los medios necesarios para su
funcionamiento.
9 3 Imprimir una determinada cualidad o característica a una persona o una cosa.
10 4 Asignar una cantidad de dinero como sueldo, premio o pago.
11 5 Dar una dote a una mujer que se va a casar.
«Imaginé entonces que la simetría y el contraste entre esos dos hechos terribles —casi un
quiasmo de la historia— quizá no era casual y que, si conseguía contarlos sin pérdida en un
mismo artículo, su extraño paralelismo acaso podía dotarlos de un significado inédito».
Cercas, Javier (2002), Soldados de Salamina, Barcelona, Tusquets, págs. 24-25.
«[…] a pocos kilómetros de allí, se extendían las ciudades dormitorio periféricas de Barcelona.
Obviamente, aquellos que podían se dotaban a sí mismos de una realidad creada artificialmente
que nada tenía que ver con la fealdad, el ruido o la contaminación del entorno real».
Giménez Bartlett, Alicia (2002), Serpientes en el paraíso. El nuevo caso de Petra
Delicado, Barcelona, Planeta, pág. 14.
dote 1. m. o f.
Conjunto de bienes y derechos aportados por la mujer al matrimonio, que tiene como finalidad
atender el levantamiento de las cargas comunes y que le deberá ser devuelto una vez disuelto
aquel. U. m. en f.
En la definición de dote se distingue el quale constitutivo: conjunto de bienes y derechos; el quale
formal: aportados por la mujer al matrimonio; un quale télico o funcional: que tiene como
finalidad… y un quale agentivo en forma verbal perfecta: aportado. Además se destaca un evento
aportar y un segundo evento ser devuelto.
La matriz léxica generativa aporta aún más datos formalizados que los
que sugiere el diccionario convencional; hemos ejemplificado solamente lo
que se puede extraer de la definición lexicográfica.
***
«[…] La cámara enfocó una catedral a las afueras de Lisboa. Comparada con la francesa y la
italiana, la portuguesa no mostraba grandes diferencias. Pero existían. Sobre todo en el interior.
Entonces se me ocurrió algo.
—Se me acaba de ocurrir algo. ¿Tiene usted idea de lo que es una catedral? ¿El aspecto que
tiene, quiero decir? ¿Me sigue? Si alguien le dice la palabra catedral, ¿sabe usted de qué le
hablan? ¿Conoce usted la diferencia entre una catedral y una iglesia baptista, por ejemplo?
Dejó que el humo se escapara despacio de su boca.
—Sé que para construirla han hecho falta centenares de obreros y cincuenta o cien años —
contestó—. Acabo de oírselo decir al narrador, claro está. Sé que en una catedral trabajaban
generaciones de una misma familia. También lo ha dicho el comentarista. Los que empezaban no
vivían para ver terminada la obra. En ese sentido, muchacho, no son diferentes de nosotros,
¿verdad?
Se echó a reír. Sus párpados volvieron a cerrarse. Su cabeza se movía. Parecía dormitar. Tal
vez se figuraba estar en Portugal. Ahora, la televisión mostraba otra catedral. En Alemania, esta
vez. La voz del inglés seguía sonando monótonamente.
—Catedrales —dijo el ciego.
Se incorporó, moviendo la cabeza de atrás adelante.
—Si quieres saber la verdad, muchacho, eso es todo lo que sé. Lo que acabo de decir. Pero tal
vez quieras describirme una. Me gustaría. Ya que me lo preguntas, en realidad no tengo una idea
muy clara.
Me fijé en la toma de la catedral en la televisión. ¿Cómo podía empezar a describírsela?
Supongamos que mi vida dependiera de ello. Supongamos que mi vida estuviese amenazada por
un loco que me ordenara hacerlo, o si no…
Observé la catedral un poco más hasta que la imagen pasó al campo. Era inútil. Me volví hacia
el ciego y dije:
—Para empezar, son muy altas.
Eché una mirada por el cuarto para encontrar ideas.
—Suben muy arriba. Muy alto. Hacia el cielo. Algunas son tan grandes que han de tener
apoyo. Para sostenerlas, por decirlo así. El apoyo se llama arbotante. Me recuerdan a los
viaductos, no sé por qué. Pero quizá tampoco sepa usted lo que son los viaductos. A veces, las
catedrales tienen demonios y cosas así en la fachada. En ocasiones, caballeros y damas. No me
pregunte por qué.
Él asentía con la cabeza. Todo su torso parecía moverse de atrás adelante.
—No se lo explico muy bien, ¿verdad? —le dije. Dejó de asentir y se inclinó hacia adelante, al
borde del sofá. Mientras me escuchaba, se pasaba los dedos por la barba. No me hacía entender,
eso estaba claro. Pero de todos modos esperó a que continuara. Asintió como si tratara de
animarme. Intenté pensar en otra cosa que decir.
—Son realmente grandes. Pesadas. Están hechas de piedra. De mármol también, a veces. En
aquella época, al construir catedrales los hombres querían acercarse a Dios. En esos días, Dios era
una parte importante en la vida de todo el mundo. Eso se ve en la construcción de catedrales. Lo
siento —dije—, pero creo que eso es todo lo que puedo decirle. Esto no se me da bien.
—No importa, muchacho —dijo el ciego—. Escucha, espero que no te moleste que te
pregunte. ¿Puedo hacerte una pregunta? Deja que te haga una sencilla. Contéstame sí o no. Solo
por curiosidad y sin ánimo de ofenderte. Eres mi anfitrión. Pero ¿eres creyente en algún sentido?
¿No te molesta que te lo pregunte? Meneé la cabeza. Pero él no podía verlo. Para un ciego, es lo
mismo un guiño que un movimiento de cabeza.
—Supongo que no soy creyente. No creo en nada. A veces resulta difícil. ¿Sabe lo que quiero
decir? —Claro que sí—. Así es.
El inglés seguía hablando. Mi mujer suspiró, dormida. Respiró hondo y siguió durmiendo.
—Tendrá que perdonarme —le dije—. Pero no puedo explicarle cómo es una catedral. Soy
incapaz. No puedo hacer más de lo que he hecho.
El ciego permanecía inmóvil mientras me escuchaba, con la cabeza inclinada.
—Lo cierto es —proseguí— que las catedrales no significan nada especial para mí. Nada.
Catedrales. Es algo que se ve en la televisión a última hora de la noche. Eso es todo. […]».
Raymond Carver (1983), «Catedral» («Cathedral»), texto completo
en <http://www.cuentosinfin.com/catedral/>.
«Las catedrales no significan nada especial para mí»: esa falta de significado, entendido
aquí el verbo «significar» como ‘de importancia o interés’ para alguien, impide representar
en la mente de otro (en este caso el personaje ciego de este relato de Carver) la realidad
(extralingüística) a la que alude una palabra concreta, algo ajeno a su vida.
Estos cinco rasgos, que a su vez presentan otras opciones, pueden no ser
necesarios siempre en el análisis de dos a dos de los verbos considerados,
pero la aclaración lexicográfica completa que reciben entre todos, en el
aspecto de ‘coser’, necesita además todos estos componentes para ser bien
entendidos.
Corpus de la RAE
El trabajo a partir de la consulta del CORPES XXI o del Corpus del
Nuevo Diccionario Histórico (CDH) de la RAE
(<http://web.frl.es/CNDHE/view/inicioExterno.view>) permite obtener
concordancias, coapariciones (combinaciones), datos de frecuencia,
estadística de varios tipos, etc: es interesante para familiarizarse con ellos
buscar voces que no sean muy frecuentes y poder recoger así todos los
casos documentados de la palabra buscada: por ejemplo, romadizo,
tronchar, cantábile.
Sketch Engine
En un corpus confeccionado con textos de la red y no muy
seleccionados, en Spanish web corpus de la herramienta Sketch Engine se
han seleccionado algunas de las concordancias que ofrece la palabra índole
entre los 1896 casos que el corpus contabiliza, lo que representa una
frecuencia media de 16.2 por millón de palabras:
hecho de que sirve para cobijar muy diversa, pero que justifican
#54041519 índole
políticas de una redistribución
aquello siniestro que, por muy diversa, había dejado
#105444612 índole
imperativos de enterrado -
2 real11. adj. Que tiene existencia objetiva; real21. adj. Perteneciente o relativo al rey o a la realeza.
real32. m. Campo donde se celebra una feria.
3 Todas las voces que en castellano indican ‘dignidad’ y muy frecuentemente ‘territorio en que esa
dignidad se ejerce’ lo cumplen así como ‘tiempo en que esa dignidad se ejerce’: voces como
almirantazgo, arcedianato, archiducado, arciprestazgo, arzobispado, por rastrear voces que
empiezan con a, pueden ser un ejemplo de esta polisemia regular o lógica de ‘dignidad’ y ‘territorio
en que se ejerce’; ejemplo de ‘dignidad’ y ‘tiempo acotado’ serían papado, alcaldía, rectorado.
4 «[...] given an open corpus of usage» es la expresión de Pustejovsky, lo que cambia el concepto de
corpus como conjunto cerrado de datos lingüísticos (Pustejovsky 1995: 46).
CAPÍTULO 2
Todos los hablantes experimentan la realidad psicológica de las unidades léxicas. En «La palabra
ofendida», Juan Ramón Jiménez sufre mentalmente la falta de una palabra precisa, que se resiste
a salir de su mente:
«Él tenía la costumbre de releer sus escritos inmediatamente después de dictarlos a máquina,
su primera corrección. Ese día no tuvo tiempo o ganas de releerlos y no corrijió5 el poema donde
estaba aquella palabra que esperaba con amor ser escojida. Y el borrador segundo pasó con la
palabra confusa a los montones de espera.
Meses después, una mañana desvelada, cuando él buscó el poema pensando la inexactitud
segura, lo primero que vio, en el momento mismo de mirarlo, fue la falta, la palabra que no era.
Quiso recordar la que era, no pudo; insistió al derecho, no pudo; al revés, no pudo; por
transparencia, no pudo; hacia arriba, hacia abajo, de pico, a otra luz, traduciendo la palabra al
francés, al inglés, al portugués, al catalán, al gallego; sentándose en el sitio donde sintió el poema,
en el otro sitio donde lo dictó… No pudo nunca más encontrar aquella palabra honrada, la palabra
dócil de la fidelidad.
Sí, aquella desdichada palabra fidedigna se había ofendido de veras. Y ofendida, se había
escondido en su fidelidad y en su verdad para siempre; se había ido para siempre del poema y del
poeta, y los había dejado, sin ella, agujereados, rotos, desunidos para siempre también».
Juan Ramón Jiménez (1979), Historias y cuentos, selección e introducción de
Arturo del Villar, Barcelona, Bruguera, págs. 174-175.
El niño salvaje Víctor de l’Aveyron no llegaba a diferenciar la castaña de la bellota, pues son
frutos que se inscriben en el mismo tipo de marco. Así lo pone de manifiesto el siguiente
comentario de Sánchez Ferlosio (1982) a la Memoria e informe sobre Víctor de l’Aveyron de Jean
Itard (1801):
«la bellota y la castaña formaban una pareja tan estrecha, como la de la pera y la manzana, como
la de la sandía y el melón. (Para saber, sin lugar a dudas, cuándo con dos cosas se ha formado
realmente una pareja, basta con reparar en si, al nombrarlas juntas, se nombran siempre por el
mismo orden: el hecho de que no se oiga nunca *«el limón y la naranja» o bien *«limones y
naranjas», sino siempre —o al menos infinitamente mayor número de veces— «naranjas y
limones», «la naranja y el limón», prueba que nos hallamos ante una verdadera y legítima pareja;
la fijeza del orden de sucesón sería —por hacer, por una vez, y sin que me sirva de precedente, un
chiste a lo Pemán— su certificado de matrimonio. Tal vez los de mi edad recuerden, igualmente,
que nunca se decía *«la castaña y la bellota« sino siempre «la bellota y la castaña».) […] Todo
esto no es más que un divertimento en torno a un hecho cultural o hasta folclórico, y no podrá
servir para apoyar directamente nada que pudiese decirse del alma de Víctor de l’Aveyron, pero sí
que puede alegarse en favor de la posibilidad de que también en el mundo que lo rodeaba la
bellota y la castaña, una vez recolectadas y sacadas de sus bosques, viesen unirse sus destinos,
entrando a formar parte de un único trasiego y de un único trato común, de suerte que no sería
siquiera contar con grados de improbabilidad disparatados pensar que podían habérsele ofrecido
no solo juntas sino hasta revueltas».
Jean Itard (1801), Memoria e informe sobre Víctor de l’Aveyron [Introducción,
notas y trad. Rafael Sánchez Ferlosio], Madrid, Alianza Editorial, pág. 38.
Así, en el CORPES XXI (consulta julio 2017), la forma índole tiene una frecuencia absoluta de
2846 casos, lo que representa una frecuencia media, normalizada de 10,96 casos por millón de
formas en el estadio del corpus en estos momentos (julio 2017). Según características
establecidas en los datos del corpus, se puede calcular estadísticamente su distribución, que, por
ejemplo es de 152 casos de frecuencia absoluta en la zona chilena, que coincide con los datos de
Chile país, y normalizada de 9,91 por millón entre las formas correspondientes a ese país y esa
zona; entre los años representados en el corpus, se encuentran 1059 casos de índole entre 2001-
2005, con una frecuencia normalizada de 11,62 por millón entre las formas correspondientes a
dichos años; la distribución por tema de índole, dentro del total del corpus da, por ejemplo, en
Ciencia y tecnología, la frecuencia absoluta de 283 casos, lo que representa una frecuencia
normalizada de 10,89 por millón de formas entre las formas de los textos etiquetados como
Ciencia y tecnología; también el CORPES XXI ofrece la distribución por tipo de texto: la de
índole en los blogs es de 39 casos de frecuencia absoluta, lo que representa un 10,49 de
frecuencia normalizada por millón de formas correspondientes a ese tipo de texto.
***
I) Interpretaciones de un texto
Los siguientes fragmentos del libro Primavera con una esquina rota, de
Mario Benedetti (1982), muestran las relaciones entre palabras que una niña
ha establecido en su léxico mental según las vivencias personales que ha
podido experimentar dada su edad. Reflexione sobre de qué tipo son estas
relaciones y caracterice el vocabulario de este personaje infantil. Plantee,
además, cómo puede considerarse la información del léxico mental frente al
léxico documentado y explicado en un diccionario.
a) En un juego como este ¿la voz dicho es una, dos o más palabras
diferentes?
Los diccionarios muestran las voces con un orden muy diferente con el
que el hablante las tiene memorizadas y por el que hace uso de ellas. Los
hablantes, sin embargo, localizan estas relaciones mentalmente con gran
facilidad y en la mayoría de las veces con coincidencia.
Parece que se reconocen mentalmente como una unidad y que esta sea
la razón por la que se retienen conjuntamente; se reconoce una unidad lista
para ser usada ante algunas situaciones de comunicación. Es una
manifestación de la memorización del léxico en bloques dispuestos para ser
usados.
Como se ha planteado en el capítulo anterior, las características del léxico solo se pueden describir con
fenómenos observados en el vocabulario de las lenguas. A partir del vocabulario de la lengua española se expone
ahora la dinámica y variedad del léxico en sus manifestaciones documentadas por diferentes temáticas, por
cambios temporales históricos, por variedades geográficas, por apertura a influencias de otras lenguas.
Al lector se le proponen en este capítulo casos en su propia lengua y obtendrá una visión no purista del léxico,
como conjunto abierto en que la variedad y la continuidad son características consustanciales supeditadas a las
necesidades de la comunidad hablante, observada esta en las transformaciones que sufre en la historia.
Sumario
3.1. Léxico común y léxico especializado
3.2. Voces patrimoniales, voces cultas y préstamos
3.3. Onomástica: antropónimos, topónimos y gentilicios
3.4. Variación diacrónica y etimología
3.5. Neologismos y arcaísmos
3.6. Variación geográfica
El personaje Appenzzell figura en la novela de Perec La vida, instrucciones de uso como un etnógrafo de la escuela del antropólogo Malinowski que
estudia, en el interior de las selvas de Malasia, una pequeña comunidad kubu, los orang-kubus, separada del tronco importante del pueblo kubu:
«Su principal observación, como se la describe brevemente a Malinowski, confirma que los orang-kubus son efectivamente los descendientes de
una civilización avanzada que, expulsada de su territorio, debió de adentrarse en las selvas del interior, donde padeció una regresión. Así, no sabiendo
ya trabajar los metales, tenían lanzas con puntas de hierro y llevaban anillos de plata. En cuanto a su lengua, era muy parecida a las del litoral y
Appenzzell no tuvo grandes dificultades en entenderla. Lo que le llamó particularmente la atención fue que usaban un vocabulario extremadamente
reducido, que no pasaba de unas cuantas decenas de palabras, y se preguntó si, a semejanza de los papúes, no empobrecían voluntariamente su
vocabulario cada vez que había una muerte en el poblado. Una de las consecuencias de este hecho era que una misma palabra designaba una cantidad
cada vez mayor de objetos. Así pekee, la palabra malaya que designa la caza, quería decir indistintamente ‘cazar’, ‘andar’, ‘llevar’, ‘la lanza’, ‘la
gacela’, ‘el antílope’, ‘el cerdo negro’, ‘el my’am’, una especie de condimento muy fuerte usado copiosamente en la preparación de los alimentos
cárnicos, ‘la selva’, ‘el día siguiente’, ‘el alba’, etc. Del mismo modo sinuya, vocablo que Appenzzell relacionó con las voces malayas usi, el plátano,
y nuya, el coco, significaba ‘comida’, ‘ropa’, ‘calabaza’, ‘espátula’, ‘estera’, ‘tarde’, ‘casa’, ‘tarro’, ‘fuego’, ‘sílex’ (los kubus encendían el fuego
frotando dos trozos de sílex), ‘fíbula’, ‘peine’, ‘cabellos’, ‘hojah’ (tinte para el cabello fabricado a base de leche de coco mezclada con distintos tipos
de tierras y plantas), etc. Si, de todas las características de la vida de los kubus, las más conocidas son estos rasgos lingüísticos, es porque Appenzzell
los describió detalladamente en una larga carta al filólogo sueco Hambo Taskerson, a quien había conocido en Viena y que trabajaba entonces en
Copenhague con Hjelmslev y Bröndal. Observa, de pasada, que tales características podrían aplicarse perfectamente a un carpintero occidental que,
usando herramientas con nombres muy precisos —gramil, acanalador, bocel, garlopa, garlopín, escoplo, guillame, etc.—, se las pidiera a su
aprendiz diciéndole sencillamente: “Dame el trasto ese”».
Georges Perec (1978), La vida, instrucciones de uso, Barcelona, Anagrama, 1988 [trad. de Josep Escuer], págs. 139-140.
Este fragmento de la novela de Georges Perec trata irónicamente de la pérdida de vocabulario por una civilización que es considerada primitiva y
que, sin embargo, podría «aplicarse perfectamente» tanto al caso de un carpintero como al de tantos hablantes de comunidades desarrolladas que
descuidan la riqueza de vocabulario en sus expresiones. Toda la novela de Perec es un alarde de utilización muy precisa del léxico empleado, como se
recuerda ejemplificando en este fragmento con las herramientas de los carpinteros: gramil, acanalador, bocel, garlopa, garlopín, escoplo, guillame.
Las unidades léxicas de las lenguas son muchas. Los diccionarios y los hablantes cuidadosos dan muestra de
ello. Como apuntamos en páginas anteriores, no se puede determinar nunca el número de ellas que está
almacenado en el léxico mental ni tampoco el número total de ellas que se puede recoger del léxico documentado.
El reto que supone el léxico en lingüística es la determinación de su conjunto, no su completa y exhaustiva
recogida. Hay un aspecto del léxico que explica esta imposibilidad: el léxico es un conjunto abierto, no tiene
límites, no tiene ni principio ni fin.
Todo hablante puede adquirir una nueva unidad léxica en cualquier momento y olvidar alguna otra o tener
dificultad en recordarla. Del fenómeno del olvido es más difícil tener consciencia; solo se reconoce el olvido
cuando una palabra se necesita y no viene «a la punta de la lengua».
«[…] aquella visita posiblemente frustrada la intentaba Beatriz cada conticinio, como los romanos llamaban a la hora en que todo queda quieto y
callado, ya no la hay en nuestras ciudades nocturnas, quizá por eso ha perecido la palabra o languidece en los diccionarios».
Javier Marías (2014), Así empieza lo malo, Madrid, Alfaguara, pág. 82.
Toda recopilación de léxico documentado que pretenda ser exhaustiva responde al momento en que se hace y
tiene límites precisos; por ejemplo, el vocabulario de una obra literaria. Y es que en una comunidad lingüística se
crean nuevas palabras siempre que se necesitan o que se acierta en una nueva formulación de una vivencia que
hasta ese momento no había sido lexicalizada y su frecuencia es un dato que incide en la competencia de los
hablantes (Bybee 1998: 8-19). Por ello, la recogida de vocabulario de un grupo de hablantes, una clase social, una
generación, una población de una comarca, etc., es siempre aproximada; no se puede tener certeza de que lo
recogido sean todas las unidades conocidas. Solo puede ser exhaustivo el vocabulario limitado a un texto escrito o
a un texto oral grabado, es decir, fijado y limitado (§2).
Los diccionarios de las lenguas muestran esta característica dinámica del léxico. Hay diccionarios para la
escuela primaria de unas 12 000 entradas; otros, para personas adolescentes o adultas que ofrecen 30 000 o 50 000
entradas. Ahora el Diccionario de la lengua española (DLE) ofrece unas 95 000; pero el Oxford English
Dictionary (OED) sobrepasa las 500 000 y no es porque el inglés tenga más palabras que el español, sino porque la
tradición lexicográfica anglosajona es menos estricta en la recogida de voces en sus diccionarios y recoge
extranjerismos, siglas, abreviaturas, etc. de la lengua inglesa y de muchas otras lenguas.
En resumen, el léxico es un conjunto abierto (de unidades léxicas) que depende de otro conjunto abierto (de
hablantes) en otro conjunto abierto (todas las situaciones humanas reales y posibles). Ante esta dificultad
cuantitativa, hoy se trata el léxico estadísticamente en corpus lingüísticos informatizados (cfr. §1.3.3). Los corpus
lingüísticos informatizados de hoy, formados por cientos de millones de formas léxicas, permiten tratar el léxico
cuantitativamente de manera más segura que antes de la informática.
En los estudios estadísticos sobre el léxico se tienen en cuenta las palabras como forma o token (cfr. §1.2):
caminas, caminé y caminaréis son tres formas diferentes; y también por el lema con que esas formas relacionadas
morfológicamente se identifican, el type: caminar. Exactamente igual al método de búsqueda en un diccionario.
Para ello naturalmente las unidades tienen que estar lematizadas y etiquetadas morfológicamente en el corpus que
tenga programas de consulta.
La página <http://corpus.rae.es/lfrecuencias.html> ofrece una estadística de formas según la frecuencia en el
corpus CREA; las 1000, 5000 y 10000 voces más frecuentes en ese corpus y, finalmente, la lista total. La página
<http://web.frl.es/CORPES/view/inicioExterno.view> ofrece la estadística de cada lema y de algunas de sus
coapariciones según el uso que refleja el corpus CORPES XXI.
En la estadística léxica se tiene en cuenta, en primer lugar, la frecuencia absoluta, número de casos totales con
que una forma o un lema se encuentran en un corpus cerrado, y por la que que se puede saber su frecuencia
relativa poniéndola en relación con el número total de formas o de lemas del corpus (cfr. §2.5); por ejemplo, el
CREA de la RAE cuenta con 126 millones de formas, procedentes de textos escritos o producidos entre 1975 y
2000. En este corpus el lema premiar cuenta con una frecuencia absoluta de 1701 casos; de los que se puede
extraer una frecuencia relativa normalizada de casos por millón de lemas, como 12,79 y también según países y
según lustros y según tema de los documentos en los que se encuentran, lo que se conoce como dispersión; la
dispersión es la distribución con que esa forma o ese lema aparece en las diferentes partes en que ese corpus está
organizado. De esta manera, el cálculo de uso, siempre en el mismo corpus, se establece entre la frecuencia
absoluta y el coeficiente de dispersión en que la forma o el lema aparezcan.
El léxico ofrece una dinámica interna que es necesario tener en cuenta, pues es un conjunto en continuo
movimiento y en constante variación. Conviene tener siempre presente que palabra o palabras equivale muchas
veces a enunciados, a discursos, lo que equivale también a predicación, a acción. Solo muy artificialmente —el
artificio que necesita toda teoría— las palabras se conciben aisladas, sin acción como aparecen en los diccionarios
que no presentan ejemplos. Entender palabra como sinónimo de ‘hablar’ es algo consustancial a la competencia
lingüística. Las siguientes reflexiones del escritor Javier Marías ponen de manifiesto la dinámica léxica que se
confunde ineludiblemente con el discurso:
«Nada se entrega tanto ni tan cabalmente como las palabras. Uno las pronuncia y al instante se desprende de ellas y las deja en posesión, o mejor
dicho en usufructo, de quien se las ha escuchado. Ese puede suscribirlas, para empezar, lo cual ya no es grato porque en cierto sentido se las adueña:
o rebatirlas, que no lo es tampoco; pero sobre todo puede transmitirlas a su vez ilimitadamente, citando la fuente o haciéndolas suyas, según le
convenga, según su decencia o según quiera perdernos o delatarnos, depende de las circunstancias; y no solo eso, también puede adornarlas,
mejorarlas o empeorarlas, tergiversarlas, sesgarlas, sacarlas de contexto, cambiarlas de tono, desplazarles el énfasis y así darles un sentido distinto y
hasta fácilmente contrario del que tuvieron en nuestros labios o cuando las concebimos. Y por supuesto repetirlas con absoluta exactitud, verbatim».
Javier Marías (2002), Tu rostro mañana. I Fiebre y lanza, Madrid,
Alfaguara, págs. 439-440.
Por ello, para intentar caracterizar el léxico se parte de considerar la composición del núcleo de vocabulario
común en el conjunto léxico de una lengua, y se observa fácilmente cómo ese núcleo se amplía en torno a ciertos
temas con diverso grado de especialización (§3.1). Se advierten las diversas direcciones que toma al adoptar
distinta morfología según su origen (patrimonial o culto) (§3.2), al tratar diferentemente algunos sustantivos y
adjetivos (§3.3), al incidir el factor tiempo (§3.4), al crear nuevas voces a partir de elementos que ya están en él y
al revitalizar palabras usadas en épocas lejanas (§3.5), al ofrecer variación según las diferentes zonas geográficas
de las lenguas (§3.6). Es decir, mostrando la variedad y la variación que el léxico presenta, lo que
ejemplificaremos con casos de la lengua española para reflexionar más fácilmente.
Si, como se ha dicho, el número de unidades léxicas de las lenguas de cultura es muy alto, tanto el del léxico
mental de los hablantes como el del léxico documentado a lo largo de la historia, se comprende que determinar
cuál es el léxico nuclear es un asunto que preocupa a la educación, a la composición de diccionarios, al
procesamiento de las lenguas por ordenador.
Los hablantes tienen una noción general intuitiva de las voces que son más corrientes, más usuales, y son
conscientes de que están adquiriendo nuevas unidades continuamente. Aunque los recuentos matemáticos y
estadísticos de palabras ayudan, difícilmente se puede establecer una versión de ‘lectura fácil’ de una novela sin
tener que recurrir a palabras menos usuales en algún momento, pues esas palabras quizá sean fundamentales para
la marcha de la narración. Pensemos en el cuento tradicional de La bella durmiente y el huso de la rueca con el
que la princesa se pincha. Hoy, en general, no se tiene conocimiento de lo que es un huso para hilar, pues no se
hila en las casas como era habitual hace siglos. Introducir palabras menos usuales en lecturas infantiles ayuda a
ampliar el vocabulario y no se deben, pues, descartar, ya que facilita ir adquiriendo vocabulario en contexto.
Se puede determinar estadísticamente el vocabulario de uso habitual en una comunidad lingüística, en sus
aspectos sociales más generales y menos marcados en un periodo de tiempo acotado. Se pueden determinar
aproximadamente por estadística las 10 000 o 30 000 palabras más usuales, el léxico común.
Ciertamente hay hablantes con un bagaje léxico más amplio que otros, pero hay que tener en cuenta que los
usuarios de una lengua están en disposición de adquirir vocabulario a lo largo de toda su vida, con lo que no se
producen graves faltas de comunicación por desconocer alguna palabra; por el contrario, nuevas realizaciones
fonéticas sí que son difíciles de adquirir y, quizá, algunas construcciones sintácticas, las cuales son muy activas en
edades tempranas de los hablantes, como se viene diciendo.
En la lectura de un pasaje de Primera memoria (1959), de Ana Mª Matute, a una niña de seis años salía la expresión prima hermana, que la pequeña
no conocía ni identificaba con el simple prima. Cuando se le pidió que contara lo que había oído, la niña repetía siempre prima hermana para el
personaje así presentado. Cuando aparece una unidad nueva, el hablante la repite o intenta repetirla, dejando para después el ir completándola e
integrándola. De esta manera se amplía normalmente el vocabulario recibido oralmente.
Junto a este léxico común teórico, y sin ninguna separación tajante de él, se reconoce el léxico especializado, el
que no es común a todos los hablantes de una lengua. Su uso se limita a ciertos círculos profesionales, a ciertos
ambientes sociales, a ciertas técnicas industriales o de ocio. Un artículo de química analítica, un informe médico,
una sentencia judicial están redactados con vocabulario del léxico común y con términos especializados,
principalmente sustantivos. La comunicación entre ciertos maleantes, o el vocabulario que la policía utiliza en sus
comunicaciones sobre ellos, son muestra de léxico de ambientes sociales marginados; la jerga de los quinquis es un
buen ejemplo. También los técnicos de una fábrica de componentes informáticos, las personas que se dedican a
algún tipo de artesanía, las aficionadas a los toros o a las carreras de caballos, o al fútbol, utilizan un vocabulario
que no comparten quienes no están dentro de esos ambientes o no los frecuentan.
En algunas disciplinas que requieren años de estudio abundan las voces compuestas formadas por componentes
grecolatinos: filo-, -logía, demo-, sin-, crono-; en agricultura y en el cultivo de plantas se encuentran arabismos,
préstamos que entraron en la Edad Media, cuando las huertas, almunias, se regaban con tecnología traída de
oriente y se producían alcachofas, alcauciles, algodón, aceitunas, berenjenas y se construían aljibes, albercas,
alcorques para retener el agua, todos préstamos del árabe. Hoy los préstamos en el léxico especializado provienen
en general del inglés.
En el vocabulario especializado es conveniente calibrar el grado de especialización que tiene cada palabra; esta gradación especializada se puede
analizar en el siguiente texto de un informe médico sobre un cerebro afectado de demencia:
«Se observa inmuno reactividad intensa por amiloide BA4, en forma de abundantes placas difusas y maduras junto a depósitos subpiales
distribuidas por todo el encéfalo y que afectan al neocórtex frontal, temporal y occipital; así como el cíngulo, la amígdala, el córtex entorrinal, el
córtex transentorrinal, el giro temporo-occipital, los núcleos estriados y del tálamo».
No tienen el mismo grado de especialización hoy muchas de las unidades que figuran en este fragmento. Hay adjetivos de un grado muy marcado de
especialización y solo usados por expertos en medicina neurológica, como subpiales, entorrinal, transentorrinal; hay otros términos que se
encuentran en publicaciones divulgativas, como amiloide, neocórtex, amígdala, córtex; algunas palabras se están convirtiendo en comunes debido a
la familiarización de la medicina de hoy, como inmuno o placas; se encuentran también términos utilizados en la anatomía del cerebro humano
estudiada en la enseñanza secundaria, como encéfalo, frontal, temporal y occipital, amígdala, tálamo; y finalmente la redacción va cohesionada con
vocabulario totalmente común: observa, intensa, abundantes, depósitos, distribuidas, afectan y nexos gramaticales, junto a y otras preposiciones, así
como y otras conjunciones.
Por su parte, la incorporación de préstamos es habitual en disciplinas o profesiones nuevas, que se desarrollan
principalmente en inglés. Se pueden buscar extranjerismos ingleses en publicaciones de economía financiera y de
banca, a raíz de las crisis financieras y bancarias de los últimos años, que se iniciaron en los EE.UU.
También pertenecen al léxico especializado voces comunes que toman un nuevo significado en ciertos ambientes. En el fragmento de informe médico
con el que se ejemplificaba el vocabulario de especialidad, podría ser tálamo la voz común que adquiere una acepción nueva específica, que en los
diccionarios viene indicada con una marca diatécnica, por ejemplo, Anat. (Anatomía), y en otro uso Bot. (Botánica):
tálamo (Del lat. thalămus, y este del gr. θάλαμος).
1. m. Lugar preeminente donde los novios celebraban sus bodas y recibían los parabienes. || 2. m. Cama de los desposados y lecho conyugal. || 3. m.
Bot. Extremo ensanchado del pedúnculo donde se asientan las flores. || ~ óptico. 1. m. Anat. Conjunto de núcleos voluminosos, de tejido nervioso,
situados a ambos lados de la línea media, en los hemisferios cerebrales, por encima del hipotálamo. Se enlazan con casi todas las regiones del
encéfalo e intervienen en la regulación de la sensibilidad y de la actividad de los sentidos.
Sin embargo, el uso especializado de cíngulo, como término de la anatomía del cerebro humano, no viene recogido en el DLE:
cíngulo (Del lat. cingŭlum, de cingĕre, ceñir).
1. m. Cordón o cinta de seda o de lino, con una borla en cada extremo, que sirve para ceñirse el sacerdote el alba. || 2. m. Cordón que usaban por
insignia los soldados.
Las diferencias encontradas en la distinta atención puesta en el diccionario sobre los usos especializados de
estas dos palabras es un problema difícil de solucionar en la enseñanza y en la lexicografía. ¿Hasta qué punto un
diccionario general tiene que recoger términos y usos especializados? En la respuesta a esta pregunta pueden
intervenir varios factores. Uno de ellos es la incidencia que los ambientes en que se usan tengan en el conjunto de
la sociedad, porque sean ambientes influyentes, prestigiosos, con algún tipo de poder. Otro es el interés de los
lexicógrafos por mostrar el desarrollo científico o tecnológico de la comunidad de hablantes para los que se hace el
diccionario. Muchos de los diccionarios españoles del siglo XIX respondían a este segundo factor, ya que el
lexicógrafo quería mostrar que la lengua española tenía tantas voces especializadas como otras lenguas europeas,
aunque la ciencia o la tecnología no se escribieran originalmente en esta lengua y los usuarios del diccionario
difícilmente se encontrarían con términos que venían explicados en los diccionarios.
En la actualidad la extensión de la medicina ha vulgarizado términos muy especializados hace tan solo pocos
años, como infarto, ictus, neurona, Parkinson. Tan comunes se han hecho que pueden ser usados figuradamente, es
decir, en su intensión (cfr. §4.2): Casi me dio un infarto cuando lo vi, Gurría destaca el cambio desde el «ladrillo»
a la «neurona» en España (titular de El País, 20 de noviembre de 2013). Cuando este proceso ocurre, cuando una
voz de un ámbito especializado se puede utilizar, aun entrecomillada, sin señalar su extensión o referencia habitual
pero conservando su intensión, su significado ha perdido el carácter de término y ha entrado en la lengua común.
Ante ello los diccionarios varían y, solo en función de su popularización entre los hablantes, recogen una nueva
acepción. Ni infarto como ‘desazón por un gran susto’ ni neurona como ‘sociedad del conocimiento’ vienen entre
las acepciones de estas palabras en los diccionarios. Posiblemente algún día sí que los diccionarios las acogerán.
Hoy por hoy están en las mismas condiciones que está la voz común ladrillo para representar toda la construcción
imobiliaria, en la que se necesita poco personal con alta formación y muchos trabajadores con poca formación
intelectual.
Un ejercicio instructivo es entresacar o, al menos, recorrer las marcas diatécnicas de los diccionarios generales
y bilingües. Otro ejercicio es consultar, en el catálogo de una biblioteca, todos los diccionarios especializados que
tienen. En una primera consulta, en la biblioteca universitaria más cercana y entre las publicaciones cuyo título
empieza por Diccionario de…, el catálogo ofrece 800 títulos, el primero de los especializados de la lista es un
Diccionario de acciones en derecho civil español, y el último un Diccionario del Western clásico. Ellos son una
buena muestra de la diversidad que puede tomar el léxico especializado y la atención de los lexicógrafos en
proveer de recursos en estas zonas del léxico.
El número alto de unidades léxicas de las lenguas, la estadística con la que se puede tratar ese léxico, la
distinción entre léxico común y léxico especializado son aspectos de la variedad de este componente léxico de las
lenguas.
Si se atiende a su origen y a sus características morfológicas, tanto en el léxico especializado como en el léxico
común, hay palabras puramente patrimoniales, otras derivadas y algunos préstamos o extranjerismos puros.
Las voces patrimoniales son palabras del latín o de lenguas prelatinas que se han venido actualizando de
manera continua, sin ninguna ruptura a lo largo de los siglos. Muestran determinadas características fonéticas, pues
son las que representan las soluciones habituales de los sonidos, las sílabas y la intensidad en el español; su
significado gira en las relaciones y sentimientos cercanos y en los trabajos tradicionales: padre, madre, hijo,
puerta, cielo, sal, labrar, trabajar, son buenos ejemplos de palabras patrimoniales actualizadas en la península
ibérica desde que se oyó en ella latín.
Los cultismos o voces cultas, en cambio, son las palabras que no han seguido desde el latín la evolución
característica de la lengua española, sino que se han incorporado a su vocabulario sin ningún tipo de adaptación,
como ángelus, cátedra o ínsula, o con una adecuación no completada, como plano y sexta, que son semicultismos
frente a llano y siesta, patrimoniales. Los cultismos de origen latino que conservan estructura fonética propia del
latín entran por vía escrita y no se adaptan totalmente a los patrones fonéticos patrimoniales del español.
Ejemplos de esta presencia de estructura fonética latina con soluciones patrimoniales son los siguientes rasgos entre dobletes: mantenimiento del
grupo consonántico -ns-, consciencia frente a la simplificación conciencia (patrimonial); mantenimiento del sonido inicial de palabra f-, filial frente a
la pérdida de este sonido recordado con la grafía de hache, hijo -a (patrimonial); mantenimiento de tres sílabas latinas nominal frente a la reducción a
dos, nombre, con solución -mbr- del grupo consonántico latino formado -mnl- por pérdida de la vocal breve latina (patrimonial); lo cual ocurre
también en el adjetivo óseo frente al sustantivo hueso, que presenta, además, el diptongo -ue-, característico de la morfología léxica patrimonial del
español.
Los semicultismos son voces en las que ha ocurrido algún cambio fonético, pero no todos los esperables; de la voz latina tomada del griego,
apotheca, el español utiliza dos soluciones diferentes: botica, ‘establecimiento en el que se expenden medicamentos’, más cercana a su origen y
cuyos usuarios posiblemente leían latín, y bodega, ‘establecimiento en el que se fermenta el fruto de la vid’, de uso entre todo tipo de hablantes no
letrados. La primera es un semicultismo: botica ha sonorizado la primera consonante, pero no las otras, que las conserva tal cual se pronunciaban en
latín; la segunda, bodega, ha sonorizado todas las consonantes que van entre vocales, lo que es un rasgo patrimonial.
La solución patrimonial guarda frecuentemente un significado más cercano a la experiencia diaria frente a la
palabra culta, que se reserva un sentido más abstracto y un carácter culto y formal.
El ejemplo de afiliado y ahijado muestra esta diferencia: filium en latín significa ‘hijo’; el ahijado es una especie de segundo hijo para los padrinos;
el afiliado, en cambio, es una especie de hijo de una organización (partido político, sindicato, etc.).
Otros ejemplos de dobletes cultos y patrimoniales son los siguientes: amplio / ancho, apertura / abertura, cíngulo / cincho, concilio / concejo, cúbito
/ codo, cúmulo / colmo, cripta / gruta, décimo / diezmo, designio / diseño, directo / derecho, estricto / estrecho, factura / hechura, famélico / jamelgo,
ferviente / hirviente, forma / horma, ínsula / isla, íntegro / entero, ligar / liar, mácula / mancha, octavo / ochavo, ópera / obra, plano / llano, sexta /
siesta, sigilo / sello, signo / seña, vigilar / velar.
Por último, los préstamos son palabras que provienen de otra lengua, bien por vía oral, anglicismos (mitin <
meeting, fútbol < football), italianismos (violonchelo < violoncello), galicismos (chófer < chauffeur), catalanismos
(capicúa < cap i cua), lusismos (menina < menina); o bien por textos escritos. Hoy los préstamos del inglés suelen
mantenerse con la ortografía propia de esta lengua hasta que no se popularizan con una adaptación a la ortografía
española: cool, vintage, hall, peer, etc. se escriben en cursiva; cárter, gardenia, joule, potasio, se escriben en
redonda ya adaptados. Los préstamos constituyen neologismos, pues introducen voces nuevas en el vocabulario de
la lengua que los incorpora.
Gómez Capuz en su monográfico sobre El préstamo lingüístico: conceptos, problemas y métodos (1998) analiza cuatro problemas fundamentales en
relación con el proceso neológico del préstamo: 1) su motivación y función en la lengua receptora (la de rellenar alguna laguna léxica en relación con
la innovación; o bien la de conferir color local al enunciado con el deseo de lograr mayor expresividad); 2) su integración o asimilación; 3) la
transmisión del préstamo (el proceso de tránsito de una lengua a otra); y 4) la identificación o detección de préstamos como necesidad de denominar
nuevos conceptos y objetos en los diversos niveles del sistema lingüístico receptor: fónico, gramatical y semántico. En este sentido, distingue dos
variedades del préstamo léxico: préstamos integrados («todo» el extranjerismo es adoptado, hall [/jol/] por ‘recibidor’) y préstamos ocasionales o
«parciales» (una parte: calco o sustitución morfémica, préstamo semántico o de significado, -gate [/geit/] por ‘escándalo con consecuencias
políticas’).
Las voces derivadas son palabras que a lo largo de los siglos se han ido formando dentro de la lengua española
a partir de bases patrimoniales o de préstamos. Son estudiadas por la morfología derivativa (cfr. §6.3). Entre ellas
convendría distinguir las derivadas internamente en lengua española y las derivadas en alguna otra lengua que, por
cuestiones de morfología, se dejan analizar dentro del español. Propiamente derivadas en español son, por ejemplo,
sal-ero, madr-ina, hij-uela, port-al, cel-aje, labrant-ío -a, trabaj-ador. También se consideran derivadas de este
tipo las voces compuestas: salpimentar < sal pimienta + -ar, boquirrubio < boca rubio, bocacalle < boca calle.
Derivadas con base de préstamo son, por ejemplo, futbol-ero, tuit-ear, márquetin-ero.
Hay un gran conjunto de unidades léxicas en las lenguas cuyo estudio y repertorización constituye lo que se
conoce como onomástica, la parte de la lingüística interesada en los nombres propios o en los adjetivos derivados
de ellos. La onomástica constituye un tipo de vocabulario específico en una serie de denominaciones que tienen
una denotación precisa y muy diferente del que muestra el léxico común y el léxico especializado, el de los
nombres propios. Según el referente se consideran dos grandes subconjuntos, el de los antropónimos y el de los
topónimos.
Los antropónimos son los nombres propios usados por las personas en las diferentes culturas; en general, hay
un nombre (nomen) y un apellido (cognomen); puede haber apodos, o nombres con que se conoce a un individuo
o a toda una familia en localidades relativamente pequeñas. Muchos apodos antiguos se convirtieron a lo largo de
los años en apellidos: por ejemplo, Banderas, Chacona. Conviene también conocer los hipocorísticos, como Paco,
Pepe, Lola, Concha, formas familiares de algunos nombres.
Los topónimos son los nombres propios que se aplican a todo tipo de lugares: países, regiones, zonas,
provincias, poblaciones, calles y plazas, edificios, etc.; también los accidentes geográficos como cordilleras o
montañas (orografía) o como elementos de agua (mares, lagos, ríos, fuentes, embalses). Se distingue, siguiendo la
gramática latina, lugares mayores (países, grandes zonas geográficas) y lugares menores (localidades, lugares).
Con la denominación de gentilicios se conocen los adjetivos derivados de los anteriores, cuya variedad es muy
grande y en gran medida son voces derivadas, madrileño, barcelonés, salmantino, jerezano, jienense, caribeño
son ejemplos de gentilicios y de algunos sufijos con los que se forman.
Las unidades estudiadas por la onomástica tienen referencia concreta y, en su uso denotativo, que es el habitual,
no adjuntan propiedades, es decir, carecen de intensión (§4.2). Hay sobre este tema mucha recogida de datos y
relativamente poca reflexión. Coseriu (1981) reconoce que la toponimia es una disciplina auxiliar de la historia
antigua, que por medio de ella establece la influencia o el poder político-social, económico e incluso lingüístico de
los pueblos antiguos que no dejaron rastros escritos.
En el momento actual, la onomástica auxilia también al periodismo, que ha de dar noticia de lugares y de
personas de otros países y culturas con extrema rapidez; también en la traducción, en donde se han de respetar los
nombres propios de otras lenguas cuya escritura difiere de la que se utiliza habitualmente y cuya transliteración
tiene que ser consensuada, pues si presenta propuestas solucionadas individualmente no sería reconocida.
Hace muchos años ya, el lingüista venezolano Rosenblat abogó por no castellanizar nombres y apellidos de personas conocidas de otras lenguas, y
darles una pronunciación cercana al original, pero sin afectación:
«Yo soy partidario, sin embargo, de respetar la pronunciación de los nombres extranjeros. Recuerdo que una vez, en mi época madrileña, salía con
unos amigos de ver una comedia —creo que de Benavente—en que se pretendía ridiculizar las doctrinas de Freud. Los actores se habían complotado
para pronunciar freud y no froid. Y un amigo mío estaba encantado. Le parecía que todo quedaba resuelto: pronunciar a la española. […].
Mi amigo se llamaba Chávez. «Si usted recorre Europa —le dije— le llamarán en Francia shavé, en Inglaterra algo parecido a cheivs, en
Alemania jáfets. ¿Se reconocería usted?».
Ángel Rosenblat (1969), Buenas y malas palabras IV, Caracas,
Ed. Mediterráneo, pág. 98.
En la actualidad instituciones como el Departamento de Español al día de la Real Academia Española, Español
Urgente de la Fundéu o el Instituto Cervantes y también algunos canales de televisión se preocupan de generalizar
y dar normas para cómo han de transliterarse, escribirse y también pronunciarse, antropónimos y topónimos de
lugares que hasta hoy no tuvieron relación con hablantes de español. También la nueva Ortografía de la lengua
española (2010) de la RAE dedica un apartado a explicar cómo se han hispanizado extranjerismos con grafías
ajenas al sistema ortográfico tradicional del español.
Hoy se prefiere utilizar las formas originales, aunque sean de difícil pronunciación, aunque nunca llegarán a ser
pronunciadas como en las lenguas originales de las que provienen. Se considera poco respetuoso adaptar los
nombres propios de personas, de la antigüedad o actuales, por los nombres habituales correspondientes en español,
como pudiera ser Renato (Renée) Descartes, Enmanuel (Immanuel) Kant o Carlos (Karl) Marx; con los personajes
y lugares de la historia antigua, sin embargo, es lo habitual: Cicerón, Alejandro, Jerjes, Akenatón.
Ciertamente los topónimos se adaptan a la lengua en la que se usan aunque provengan de otras lenguas de
estructuras diferentes. El caso de la ciudad de Pekín, transcrito actualmente como Beijing, lo muestra bien. En la
tradición los topónimos se adaptaban al español: tenemos Burdeos por Bordeaux, Brujas por Bruges o Brugge,
Amberes por Anvers, Maguncia por Mainz, Aquisgrán por Aix le Grand o Aachen, Nueva York por New York.
Hoy se tiende a respetar la grafía original. El problema se complica cuando en español hay que transcribir nombres
propios de lenguas orientales o no escritas, como pueden ser algunas de las lenguas estudiadas por los
antropólogos o etnólogos.
En cuanto al estudio de la toponimia, se ha hecho, y se hace en gran parte, con vistas a otros fines, «para otra
cosa«; ante todo, para recabar, a través de la interpretación de los topónimos, información acerca de las lenguas,
pueblos, situaciones y aconteceres históricos de los que no quedan documentos: los topónimos sirven, en primer
término, como «indicios» de otros hechos. De ahí que un nombre como Málaga sea, para la toponomástica
tradicional, particularmente interesante por su origen fenicio, y solo desde ese punto de vista también por su
originario valor como apelativo (‘factoría’), tomado a su vez como indicio del carácter de la colonización fenicia
en España (cfr. Coseriu 1999).
La onomástica, como antroponimia o toponimia, da pistas de qué lengua se hablaba en lugares de la antigüedad
de los que no hay documentos. La presencia de población afín a los celtas en la península ibérica se rastrea por
topónimos que hoy perduran y por antropónimos que figuran en inscripciones romanas. Tienen un valor
informativo por vía indirecta. Por ejemplo, Villa- o Ciudad- del castellano, con etimología latina; briga- o brega-
del celta; iria-, iru- del eusquera; Medina- o Cala- del árabe se encuentran en la denominación de muchas
poblaciones de la península; y de su etimología se deduce que su antigüedad data del uso de estas lenguas, en las
que significaban ciudad o fortaleza. Villanueva o Ciudad Rodrigo son poblaciones de origen castellano. Antes de
recibir el nombre de Ciudad Rodrigo la población, cercana a la frontera con Portugal, se había conocido como
Miróbriga; Iruña, Pamplona, es el nombre de la capital navarra, de fundación vasca; Medina del Campo o
Calaceite son de ascendencia árabe. Todas responden a una etimología para ser reconocidas como ciudades pero
con sello de diferentes lenguas.
Eugenio Coseriu (1999: 6) destaca la arbitrariedad y curiosa formación de este tipo de vocabulario:
Que Ramiro es una «persona» y Madrid una «ciudad», hay que saberlo: los nombres mismos no lo dicen. En cambio, el Mar Negro es un
«mar» (y no puede llamarse solo Negro), el Río Grande es un «río», Ciudad Real es una «ciudad»; y el Valle de Arán es, incluso, dos veces
«valle» (en romance y en vasco), así como Mongibello, en Sicilia, es dos veces «mon[te]» (en romance y en árabe).
«La raza ha mejorado, por eso son [las mujeres] altas. O serán extranjeras, había ahí una mulata de quitar el hipo. Estáis locos. Me queréis volver
loco. —Ahí se notaba mucho que pertenecía a una generación muy distante. También en sus expresiones vetustas, alguna se le escapaba: nadie de mi
edad habría dicho ‘de quitar el hipo’».
Javier Marías (2014), Así empieza lo malo, Madrid, Alfaguara, pág. 253.
El léxico es el aspecto de las lenguas más sometido a cambios debidos a la dimensión ‘tiempo’, que es
constitutiva de las lenguas. La actualización de las unidades léxicas en el discurso se realiza en el tiempo. El
momento en que cualquier palabra se activa en un discurso, en producción o en recepción, es un acto, un hecho, un
acontecimiento. De ahí que frecuentemente la descripción o definición que los diccionarios hacen de una palabra
no satisface porque la voz se presenta sin ningún ligamento, aislada, y por ello, habitualmente, el ejemplo en que la
voz se muestra se encuentra más explicativo que la definición; pues un ejemplo es su actualización en un
enunciado y los enunciados se producen en el tiempo, en un momento dado; por el contrario, la descripción
lexicográfica de una palabra se hace de forma descontextualizada y deja insatisfacción, si no es total
incomprensión, como ocurre a veces.
Los hablantes son conscientes de que el paso del tiempo modifica el vocabulario que se usa. Es frecuente oír en
conversaciones amistosas o familiares aclaraciones sobre una expresión o una palabra del tipo de «como se
llamaba entonces», «se decía x y no y, como se dice ahora», etc. Las historias de las lenguas recogen muchos
cambios a través de los siglos en el vocabulario. En español quedan restos de cuando en la península se habló una
lengua, hoy por hoy aún poco conocida, el ibérico, que coincide con el vascuence a veces porque convivieron,
bilbotar (bilbaíno, hoy bilbotarra) coincide en el sufijo -tar con el ibérico saitabietar que se encuentra en el Este
peninsular (saetabenses, los de Játiva). En el español americano son las lenguas precolombinas las que dejan restos
y, por ellas, se puede calibrar la cultura, las instituciones de los pueblos que las hablaban o aún las hablan.
A menudo la vida de un hablante es suficiente para observar estos cambios en el tiempo. En la siguiente cita el narrador escribe en el hoy presente,
recordando los primeros años de la Transición democrática:
«Llevaba yo un rato sin darle a la máquina, temí que repararan en ello y se callaran por prudencia, imaginando que sin mi ruido sus voces me llegaran
nítidas. Tecleé un poco para infundirles confianza aunque fuera a nivel subconsciente, como se decía aún por entonces».
Javier Marías (2014), Así empieza lo malo, Madrid, Alfaguara, pág. 156.
O, por ejemplo, el significado de plan más un toque de intriga, pasa a ser operación en boca de un personaje en una novela histórica y contribuye a
ambientarla:
«¿Se ha comprendido ya cuál era mi plan en el asunto, o si se quiere, en la hábil intriga cuyo hilo se extendía desde los intereses de la familia de
Porreño hasta la paternidad de don Alonso de Grijalva? Creo que no serán necesarias explicaciones prolijas de aquella operación, como hoy se dice,
hecha sin dificultades mayores y con éxito mejor del que podía esperarse, considerada su delicadeza».
Benito Pérez Galdós (1875), Memorias de un cortesano de 1815.
Edición digital basada en la edición de Madrid, Imp. de J. Noguera
a cargo de M. Martínez, cap. XXIII, pág. 229.
La historia del vocabulario del español refleja las vicisitudes de la comunidad lingüística hispánica y es objeto
de atención en la historia de esta lengua. Pasa por todas las épocas en que se expone esta historia, alta Edad Media,
baja Edad Media, Renacimiento, siglo de Oro, Ilustración, Independencia, siglo XIX.
En los tiempos más cercanos al actual, la historia del léxico se estudia por materias, pues no hay la suficiente
distancia para observar la lengua de forma global. En la bibliografía especializada se encuentran estudios sobre el
vocabulario de la conquista de América y también de su Independencia, de los místicos españoles, así como de los
indigenismos en las crónicas, del vocabulario de la economía en épocas de desarrollo, de la administración, de la
política, de la moda, etc.
Conviene no confundir el origen de una voz, lo que hasta ahora hemos ido señalando, con la etimología. La
etimología estudia la forma fónica de una palabra para descubrir su primer uso lingüístico, de qué lengua original
deriva. Veamos: una palabra vasca como chapela tiene etimología latina, aunque se tomó de un uso ya romance en
que la consonante inicial ca- /K/ se palatalizaba en cha- /tS/, como el francés chapeau o el castellano tomado del
francés chapeo. En latín era capellum, lo que cubría la cabeza, caput, y en la forma capellum se usó en las lenguas
romances que rodeaban geográficamente la lengua vasca. De aquí que si en español se usa chapela para denominar
la boina típica del País Vasco, estamos utilizando una voz de origen vasco, que se tomó a su vez de otras lenguas
románicas, y cuya etimología es latina.
Ha ocurrido muchas veces este tipo de fenómeno con préstamos de otras lenguas europeas, que se tomaron con
la forma que tenían en francés, italiano, catalán o portugués, pero cuya etimología era de otra lengua, latín, celta,
germano, etc.; por ejemplo, cofre (del fr. coffre, este del lat. cophĭnus ‘cesta’, y este del gr. κόφινος kóphinos),
esbelto (del it. svelto, participio de svèllere ‘arrancar’ y este del lat. evellere) o pelota (del occit. pelota y este der.
del lat. pila). Hoy ocurre con préstamos del inglés, que nos vienen directamente de esta lengua, pero cuya
etimología frecuentemente es latina, como estatus (del ingl. status, y este del lat. status ‘estado, condición’) o
sponsor (voz ingl., del lat. tardío sponsor ‘padrino’, en lat. ‘fiador de otra persona’), por ejemplo.
Etimología significaba antiguamente ‘la causa, la explicación’ de la palabra, pues ingenuamente se creía que el
nombre hace la cosa, y no es así, la mayoría de las palabras tienen una forma que no es explicable por el referente.
Isidoro de Sevilla pensaba que el verdadero significado de las voces estaba en su forma, y atribuía etimologías
pintorescas para relacionar la forma fónica de las voces con el significado.
Una etimología que explica, además de las formas fónicas, algo del sentido de la palabra es mejor a la que se
limita a dar una forma no explicada semánticamente. Veamos otro ejemplo de etimología que explica
convincentemente fonética y semántica:
«La rosa, el higo, flor y fruto típicamente mediterráneos, no tienen ascendencia ni latina ni griega, son voces
de lenguas que se hablaron en el mediterráneo antes de la llegada de los pueblos asiáticos que conocemos como
indoeuropeos y que aportaron las lenguas más conocidas de Europa:
Higo “se remonta así a una raíz mediterránea *fick-, *suk, que da en griego sýkon y en latín ficus. De la forma griega nos viene sicofanta,
‘delator’, es decir, en su origen el que denuncia a los ladrones de higos, y sicómoro, nombre de un árbol que se parece a la vez a la higuera y a la
morera. De la forma latina nos viene desde luego, el higo, pero, como vamos a ver también el hígado.
Los griegos habían tomado la costumbre de cebar a sus ocas con higos y, como es sabido, el engorde de la oca repercute, sobre todo, en su hígado.
Al resultado de esta operación lo llamaban hépar sykotón, ‘hígado con higos’, expresión que se tradujo directamente al latín por ficatum jecur, y
que se abrevió rápidamente en ficatum. El hépar griego queda por supuesto en las formas cultas (hepático); el jecur latino desapareció, y fue
claramente el higo el que dio nombre al hígado, figato en italiano, figado en portugués, foie en francés)”».
Louis-Jean Calvet (1993), Historias de palabras, Madrid, Gredos
[trad. de Soledad García Mouton], pág. 45.
Hoy los estudios etimológicos exigen un fundamento de comparación perfecto entre las lenguas relacionadas,
teniendo en cuenta las variedades dialectales y otras formas paralelas. La etimología, dice Antonio Tovar, es «el
establecimiento de una amplia zona de conexiones» entre lenguas. Conviene, pues, distinguir historia del léxico en
diacronía, de los estudios puramente etimológicos.
3.5. Neologismos y arcaísmos
Por estar el léxico condicionado a relacionar el mundo en que viven los hablantes, en el que la dimensión
tiempo condiciona todo, con las formas lingüísticas que se fraguan en unidades léxicas se produce en la lengua una
continua entrada de nuevas unidades, los llamados neologismos. Son unidades que se necesitan para las novedades
que el tiempo va trayendo.
En la novela dialogada de Lope de Vega, La Dorotea (1632: acto II), aparece el siguiente diálogo comentando el gusto por el vocabulario «exquisito»
que la protagonista exhibe:
«—¿Cómo dijiste essas dos vozes?
—Hipérboles y energías.
—Parecen frutas de las Indias, como plátanos y aguacates».
Tanto los cultismos griegos como los nuevos frutos americanos, recién entrados en los hábitos alimentarios españoles, fueron neologismos a finales
del siglo XVI y comienzos del XVII.
Si se analiza con rigor histórico, solamente las voces consideradas patrimoniales no fueron en ningún momento
neológicas, pues son derivaciones directas del latín o de lenguas peninsulares prelatinas. En ellas se muestra que ha
habido un uso continuo e inconsciente por parte de los hablantes a lo largo de más de veintitrés siglos, desde que
algunos romanos llegaron a las costas mediterráneas de Hispania hablando un cierto tipo de latín, el latín familiar,
conocido como latín vulgar. Sin embargo, entre esas mismas voces patrimoniales cuyo uso se remonta veintitrés
siglos puede haber usos semánticos neológicos cuando la forma es conocida pero el significado ha cambiado en
algún momento, como se verá más adelante en gobernanza y azafata; o en el uso actual de incordio como
‘situación que genera incomodidad o molestia’, cuando en la antigüedad significaba exclusivamente ‘buba o tumor
de origen venéreo’.
Superficialmente se llaman neologismos las voces no recogidas en los diccionarios normativos (DLE) o en los
diccionarios apreciados (DUE3, DEA2), pues se considera que los diccionarios recogen el vocabulario
contemporáneo en uso a los años de su edición y las voces que no se incluyen en ellos, por haberse introducido en
la lengua después de la edición de esos diccionarios, son los posibles neologismos:
walkie-talkie (DLE 2014), walkman (DLE 2014), windsurf (DMRAE 1985 y DRAE 1989), windsurfing (DRAE 2001) son neologismos y voces
transcritas en cursiva en las últimas ediciones del DRAE, lo que representa que son extranjerismos, voces recogidas de otras lenguas sin ninguna
modificación escrita que se han encontrado en textos escritos en lengua española.
En este caso son todos préstamos del inglés y representan neologismos del español actual.
Llama la atención en esa misma página del diccionario el caso de whisky, usado y escrito así en textos de lengua española desde hace mucho tiempo.
La intención de la Real Academia Española de romancearlo como güisqui (DRAE 1984) no ha triunfado. El primer diccionario en recoger esta voz
para el licor de granos de avena y cebada es el de Alemany Bolufer de 1917 con la grafía whiskey; el Diccionario de Autoridades de Pagés lo recoge
en 1931 con la grafía whiski; la Academia reprodujo también la grafía whisky en 1984 remitiendo a la grafía romanceada, es decir, dando preferencia
a esta, como aún lo sigue haciendo. El corpus del español CORPES XXI ofrece 129 casos de güisqui en 62 documentos y 2 657 casos de whisky en
849 documentos (consulta mayo 2016).
«A todos nos costaría comunicarnos sin WhatsApp, que ha sustituido a los SMS. La gente hoy wasapea, término que está llamando a las puertas de
los celosos veladores del diccionario, lo que demuestra que el envío de mensajes a través de esta aplicación forma parte de nuestro devenir
cotidiano».
Màrius Carol, «El millonario descalzo», La Vanguardia, 17 enero 2014, pág. 2.
Conviene tratar los neologismos sin olvidar sus fechas de introducción o primera documentación escrita que se
tiene de ellos. Los diccionarios históricos tienen en cuenta este dato. Hoy está en curso un Nuevo Diccionario
Histórico en la Real Academia Española [<http://web.frl.es/DH/org/login/Inicio.view>]. En él se encuentra, por
ejemplo, un neologismo de 1896 como cuentakilómetros:
cuentakilómetros s.(1896-)
cuentakilómetros, cuenta-kilómetros, cuenta kilómetros, cuentaquilómetros
Etim. Compuesto de contar y kilómetro.
Se documenta por primera vez, en la acepción de ‘aparato que sirve para medir, en kilómetros, la distancia recorrida por un vehículo’, en un artículo
de Barcelona Cómica (Barcelona), en noviembre de 1896, bajo la forma cuentakilómetros. El primer testimonio lexicográfico de esta palabra se
consigna en el Suplemento del DRAE de 1947, donde figura como un compuesto gráfico sin guion (cuentakilómetros), aunque se registran también
testimonios anteriores de las formas cuenta kilómetros, cuenta-kilómetros y cuentakilómetros (y en el último decenio del siglo XX se documenta
cuentaquilómetros). Como sinónimo de velocímetro, es decir, como ‘aparato que sirve para medir la velocidad de un vehículo’, se atestigua por
primera vez en Lola, espejo oscuro (1950) de Fernández-Flórez, y en el DRAE-1956 se señala ya que el aparato que mide la distancia recorrida suele
llevar, además, un indicador de velocidad. Durante las primeras décadas de su vida coexiste con contador de kilómetros.
Como se puede apreciar, este diccionario ofrece las diferentes grafías con las que la palabra tantea su
aclimatación a la lengua y la variación en sus significados y en su comportamiento gramatical, así como las
relaciones semánticas que establece con otras palabras (sinónimos, antónimos, combinaciones). El artículo va
encabezado por una presentación resumen, que es lo recogido aquí para la voz cuentakilómetros.
En una línea parecida, el Centro Virtual Cervantes mantiene un blog, denominado Martes neológico
(<http://blogscvc.cervantes.es/martes-neologico/>), en el que cada martes incorpora una palabra nueva que podría
estar en el diccionario. De cada neologismo semanal se explica siempre el origen, su posible primera aparición
documentada en lengua española, sus variantes (gráficas, morfológicas, semánticas, diatópicas), su presencia
lexicográfica en otras lenguas y una argumentación para ser considerada o no parte del vocabulario español y, en
consecuencia, proponer que sea incluida en diccionarios de la lengua española.
También bajo esta dimensión del tiempo hay que colocar los arcaísmos. Los arcaísmos son voces que tuvieron
un uso más habitual en otras épocas pasadas y que en la actualidad resultan vocablos marcados como antiguos o
desconocidos. Los diccionarios los recogen con marcas como poco usado o histórico.
Entre los arcaísmos se encuentran formas con soluciones fonéticas que no terminaron de triunfar; por ejemplo, ñudillo por nudillo; o denominaciones
como conducho, ‘abastecimiento de comida’, y aconduchar, ‘aportar el conducho’; aljaraz, arabismo hoy poco usado por ‘campanilla o esquila’;
además, adverbio que podía ser utilizado como ‘excesivamente’, durmió además. Estos usos se pueden encontrar en textos antiguos o en narraciones
actuales situadas en tiempos pasados con el objetivo de dar un toque antiguo al estilo de la prosa.
Los hablantes hispanoamericanos utilizan habitualmente palabras que en España se consideraría arcaísmos,
pues se dejaron de usar. No lo son, al ser habituales actualmente entre millones de hablantes del español.
Si oímos entre los niños de un colegio, colación por ‘pequeña porción de comida para comer entre horas’, como son el bocadillo o la merienda en
España; el adjetivo harto, harta, con el significado de ‘mucho, mucha’, igual que se lee en Teresa de Jesús hartas molestias, no son arcaísmos más
que para los hablantes españoles; en algunos países de América, como Chile, son voces totalmente actuales.
Algunos arcaísmos hay que ni siquiera son recogidos en los diccionarios por ser voces de usos efímeros. Son
vocablos muy usados en un corto periodo de tiempo en tanto que neologismos y después decayeron totalmente.
Son interesantes para la filología, el análisis de textos literarios o históricos; pero no para presentar el léxico de una
lengua en el momento actual, como es el principal objetivo de los diccionarios generales.
Palabras para adornos excesivos, perendengues, perifollos, ringorrangos; voces de tipos de tejidos, alençon, moaré; ropa informal para estar en casa,
deshabillé, matiné, peinador; voces para marcar lo que está de moda, fashionable, a la última, figurín, ultramoda, marcar tendencias, cool. Son todas
ellas voces que en ciertos ambientes y publicaciones se utilizan en unos momentos y que, pasados ellos, duermen en los diccionarios casi olvidadas.
Como afirman García Mouton y Grijelmo (2011) en su libro sobre las Palabras moribundas, voces
patrimoniales olvidadas pueden gozar de una segunda vida ante préstamos efímeros:
blog puede ser una bitácora o un diario; el cúter puede llamarse fleje o estilete; y el patchwork no deja de ser una almazuela; y un i-pad
parece que es lo mismo que una pizarrita. A veces se dan esos fenómenos, y las palabras viejas acaban imponiéndose a las nuevas (cada vez se
dice más nevera que frigorífico; y se revitaliza disco tras el abrumador dominio de cedé; y términos tan extendidos como e-mail o sms dejan paso
a expresiones genuinas como mensaje o correo.
Pilar García Mouton y Álex Grijelmo (2011),
Palabras moribundas, Madrid, Taurus.
En este sentido, conviene también considerar en los neologismos su aceptación normativa, pues los hablantes se
sitúan frente a los neologismos contemporáneos en dos frentes diferentes:
a) Hay hablantes que usan neologismos por gusto, pues su uso marca un grado de modernez, de estar al día.
Ejemplos se encuentran profusamente en revistas de modas, de motor, de música contemporánea. Es fácil
tomar cualquier ejemplar de estas revistas y recoger neologismos no aceptados aún, no normativos. Por
ejemplo, en el siguiente enunciado hay tres préstamos neológicos: «En estos días, estando las cosas como
están, parece que no hay otro vestido más trendy que el luto absoluto ni otro maquillaje más cool que el
colorete zombi».
b) Hay hablantes que, por el contrario, rehúyen todo uso nuevo. Es la posición prescriptiva, que durante mucho
tiempo mantuvo la Real Academia Española en su diccionario, y que hoy ha suavizado con la introducción
en sus últimas ediciones de nuevas voces representadas en entradas con letra cursiva que remiten a lo que se
considera mejor adaptado a las características de la lengua.
En general, esta última posición opta por tres caminos para adaptar la lengua a las necesidades de la realidad sin
introducir más novedades: a) rescatar palabras medio olvidadas, arcaísmos (como la palabra conticinio en la cita
reproducida antes de la novela de Marías); b) aceptar nuevos derivados sobre bases patrimoniales como algunos de
los verbos que utiliza Juan José Millás aprovechando el prefijo des-: desteorizarme, descomerme,
desconvencerme… c) aceptar cambios semánticos en palabras del léxico común sin que haya ninguna variación
morfológica (como ha ocurrido con el sustantivo avatar o con el adjetivo colateral). Tres tipos de neologismos con
los que hay que contar siempre.
Ejemplos también representativos son los de las palabras gobernanza y azafata: gobernanza es una voz antigua en los diccionarios de lengua
española, que se definía como gobernación ‘acción de gobernar’, y hoy ha cobrado nueva razón de uso como tipo de ‘buen gobierno, con
transparencia y participación de los gobernados’; azafata se adaptó a la profesión de las personas que en la aviación comercial atienden a los
pasajeros y de ahí también en otros trabajos, como congresos, reuniones, organizaciones, desde su antiguo significado de ‘camarera cercana a una
señora principal’, la ‘doncella que llevaba la bandeja’, en catalán safata es ‘bandeja’.
La variación léxica sometida a la dimensión del tiempo produce a veces también otra variación, que se verá a
continuación. Y es que en la lengua española pueden entrar dos o más neologismos por diferente lugar geográfico,
pues la inmediatez con que a veces se necesitan nuevas voces para nuevas realidades hace que en un país como
México pueda optarse por una forma, en el sur del continente americano por otra y en España por otra. Esta
variedad es difícil de neutralizar a pesar de la labor de las academias de la lengua de los veintitrés países que las
tienen (ASALE) u otros organismos coordinadores de la terminología. La fundación Fundéu-BBVA tiene como
objetivo solucionar problemas lingüísticos urgentes de este tipo, que los periodistas de todas las procedencias le
dirigen; véanse estos ejemplos:
Obsérvese que las preguntas anteriores responden a cuestiones nacidas en cierto momento, es decir, en el
transcurso del tiempo, y frecuentemente comportan dudas normativas en los hablantes. Son evidencias de la
variación diacrónica en la lengua.
3.6. Variación geográfica
La variación léxica considerada en el espacio es conocida también por todos los hablantes. Hay referentes que
reciben nombres distintos entre dos poblaciones cercanas pero esa diferencia no representa dificultad: los hablantes
la conocen y se hacen bromas a veces sobre ello.
Los referentes muy habituales en la vida de los hablantes, como son los alimentos, la ropa, los peces, las
habitaciones de las viviendas, etc. presentan una gran variedad a lo largo de la geografía de la lengua española.
Ejemplos representativos son los siguientes:
habichuelas, porotos, alubias, frijoles, judías, para la semilla de una planta herbácea anual que, seca, se come como legumbre
judías verdes, vainas, bajocas, fréjoles, para el fruto en forma de vaina de una planta herbácea anual que, verde y tierno, se come como verdura
pendientes, aretes, zarcillos, ajorcas para los adornos en la oreja
Ante este fenómeno de variedad hay que tener en cuenta precisamente la enorme extensión en que el español es
hablado y ser consciente de sus múltiples y diferentes usos. Cualquier viaje da cuenta de esta variedad, pues esta se
muestra de manera más acusada en el entorno cercano y habitual de los hablantes, que se percibe cuando alguien
extraño convive con otro tipo de población.
Se ha dicho que donde se encuentran más diferencias es en las variedades locales de denominación de referentes muy cercanos, de las que el escritor
cubano Guillermo Cabrera Infante, por ejemplo, es comentador consciente de las diferencias que puede haber para hornilla:
«[…] en las búsquedas de alcohol (que no era para beber mi padre abstemio sino combustible para cocinar; alimentaba una invención habanera
llamada reverbero, que no reflejaba luz sino que producía calor: era una cocinita en miniatura, sumamente peligrosa, que se nutría de alcohol y tenía
tendencia a estallar, más cóctel Molotov que hornilla: en un reverbero estuvo cocinando mi madre hasta que mi padre compró un anafe, pronunciado
anafre, alimentado de carbón) […]».
Guillermo Cabrera Infante (1979), La Habana para un infante difunto, Barcelona, Círculo de lectores, 1992, p 43.
y para la localidad más barata en una sala de cine:
«Está la ocasión relevante en que tuve dinero (no recuerdo cómo alcancé ese caudal) para dejar lo que en La Habana se llamaba tertulia y en el
pueblo se había llamado oficialmente paraíso y el gallinero por sus ocupantes: las localidades más baratas de arriba, para sentarme en luneta abajo en
el Radiocine. Ponían (ese es otro habanerismo: en el pueblo se decía que daban una película, allá regalaban el cine, aquí apenas lo prestaban) El
séptimo velo, que es una compleja historia de amores casi incestuosos y de celos y de mal mental».
Guillermo Cabrera Infante (1979), La Habana para un infante difunto, Barcelona, Círculo de lectores, 1992, pág. 139.
Por el contrario, en la lengua escrita formal, las variaciones léxicas en el espacio quedan muy neutralizadas; un
ensayo o un tratado de filosofía, por ejemplo, no suelen mostrar esa variedad en el vocabulario utilizado, que es
común a todos los hablantes de español. Los titulares de los periódicos de las grandes capitales del mundo hispano,
en cambio, sí que reflejan esa variedad y, en algunos temas de proximidad, son de difícil comprensión en otros
países.
A veces se superponen las características de préstamo y de variedad dialectal. El español de América es más
sensible a la influencia del inglés y de manera natural se utilizan allí préstamos o extranjerismos que llevan
también marca dialectal como americanismo. No es una regla absoluta, pues Pare en las carreteras o calzadas es
usado en países americanos por la señal de Stop.
De nuevo la prosa del cubano Cabrera Infante ofrece un ejemplo representativo de este fenómeno:
«Me costaba trabajo intentar algún aproche a una muchacha en el cine cuando iba con mi hermano, que era a menudo. Era entonces difícil cambiarse
de asiento, de fila…».
Guillermo Cabrera Infante (1979), La Habana para un infante difunto, Barcelona, Círculo de lectores, 1992, pág. 145.
Aproche, del fr. approche, ing. approach, le es a Cabrera Infante más útil que aproximación, acercamiento, que serían las formas más usuales en
España. Aproche tiene característica de préstamo, de americanismo, como voz usada en Cuba, y presenta cierta duda normativa para otros hablantes
de español que no conozcan esta variedad.
La variedad geográfica del vocabulario ha sido y es estudiada con mucha atención. A lo largo del siglo XIX la
geografía lingüística empezó a recoger las variaciones en el uso de las lenguas. Este interés respondía a diversos
motivos. Los primeros respondían al interés por las modalidades regionales que el romanticismo conservador
impulsó en Europa y que, posteriormente, pasó a América. Se recogieron vocabularios o diccionarios de léxico
regional. Eran además muestras de color local.
Más tarde, los filólogos también empezaron a recoger vocabulario por zonas dialectales. La variedad léxica
dialectal contribuía a delimitar bien la geografía lingüística, junto a la recogida de otros fenómenos lingüísticos
como realización fonética, morfología flexiva, sintaxis. Estos estudios dialectales muestran su mayor rigor en los
mapas dialectales que se impulsaron en la primera mitad del siglo XX. Para la península ibérica el proyecto global
ha sido el ALPI (siglas para Atlas Lingüístico de la Península Ibérica): <http://alpi.csic.es/es/alpi/presentacion>.
Referencias a otros atlas lingüísticos en los que siempre hay algún mapa de distribución de léxico se pueden
encontrar en este otro vínculo: <http://www.geolectos.com/atlas.htm>.
Bajo esta misma perspectiva dialectal hay múltiples diccionarios y vocabularios de zonas dialectales,
Andalucía, Canarias, regiones leonesas y aragonesas, así como americanas. En lengua española son interesantes
los diccionarios que muestran las unidades léxicas de cada país de lengua española frente a un ideal, aceptado
tácitamente, del vocabulario recogido por la Real Academia Española en su diccionario usual: el tradicional DRAE
—ahora DLE— en sus diversas ediciones. Son aquellos los diccionarios contrastivos de americanismos. El
adjetivo contrastivo marca que en ellos se contrasta el vocabulario recogido en un país americano con el
vocabulario habitual en España. El rigor en la recogida y en el tratamiento de las voces varía entre los publicados.
Sobresale el proyecto de la Universidad de Augsburgo sobre Diccionarios Contrastivos del Español de América
(DCEA), Augsburgo, Gunther Haensch y Reinhardt Werner (dirs.) (1981-2004):
<http://www.philhist.uni-augsburg.de/lehrstuehle/romanistik/angewandte/DCEA/1_DCEA/1_1_Des/>, que recoge los siguientes repertorios
léxicos:
[NDDifArg] CHUCHUY, C. y L. HLAVACKA DE BOUZO (1993), Nuevo diccionario de argentinismos, Santafé de Bogotá, Instituto Caro y
Cuervo, t. II de Nuevo diccionario de americanismos, dir. Günther HAENSCH y Reinhold WERNER.
[DDifArg] CHUCHUY, C. (2000), Diccionario del español de Argentina – Español de Argentina – español de España, Madrid, Gredos,
reimpr. 2003, t. III de Nuevo diccionario de americanismos, dir. Günther HAENSCH y Reinhold WERNER.
[DDifBol] COELLO VILA, C. y R. WERNER (en revisión), Diccionario del español de Bolivia. Español de Bolivia – español de España.
[DDifCol] HAENSCH, G. y R. WERNER (1993), Nuevo diccionario de colombianismos, t. I de Nuevo diccionario de americanismos, Santafé
de Bogotá, Instituto Caro y Cuervo.
[DDifCu] CÁRDENAS MOLINA, G., A. M. TRISTÁ PÉREZ y R. WERNER (2000), Diccionario del español de Cuba. Español de Cuba –
español de España, Madrid, Gredos, reimpr. 2003.
[DDifEc] MIÑO-GARCÉS. F. y R. WERNER (en revisión), Diccionario del español de Ecuador. Español de Ecuador – español de España.
[DDifPe] HUISA TÉLLEZ, J. C. y R. WERNER (en curso), Diccionario del español del Perú. Español del Perú – español de España.
[DDifUr] KÜHL DE MONES, U. (coord.) (1993), Nuevo diccionario de uruguayismos, Santafé de Bogotá, Instituto Caro y Cuervo.
Hay también otros diccionarios contrastivos en los que por defecto se realiza una recogida de conjunto del
vocabulario encontrado en el continente americano no presente en el del español de España. Sobresale entre ellos
el de la ASALE:
ASALE (Asociación de Academias de la Lengua Española) (2011), Diccionario de americanismos, Madrid, Santillana, en línea,
<http://www.asale.org/recursos/diccionarios/damer>.
Hoy se aborda la geografía del español como una lengua policéntrica, cuyos focos de irradiación son
precisamente las capitales políticas de los diferentes estados. En tiempos pasados se concebía como una lengua
nacida en la Castilla norte y desde allí irradiada; el único centro entonces era la zona de Castilla la Vieja y la
capital de España, la ciudad de Madrid. Esta concepción se superó a partir de los años cincuenta del siglo XX.
Una innovación en estos estudios de vocabulario marcados por su variedad geográfica es el proyecto del
diccionario de México, que no toma enfoque contrastivo, sino que recoge y describe el léxico usual en México
desde la misma cultura mexicana. La hipótesis de partida de los diccionarios realizados en El Colegio de México
es que el modo de representar el vocabulario del español se hace desde una perspectiva cultural propia, la de la
comunidad mexicana, y que esta perspectiva no coincide con la enfocada mayoritariamente en el español central,
representado por la Real Academia Española desde su sede madrileña. El Diccionario del español de México
(DEM) se puede consultar en internet:
Lara, L. F. (dir.) (2010), Diccionario del español de México, Ciudad de México, El Colegio de México, <http://dem.colmex.mx/>.
botar: 57 entrada(s)
Gen. Central Chile
Andes 12/12 Caribe 14/11 Mexic. 7/7
10/9 7/6 5/2
P. R. C. El
Am. Esp. Bol. Col. Ec. Perú Ven. Cuba Pan. Nic. Chile Guat. Hond. Méx. EE.U
Rico Dom. Rica Salv.
10/9 0/0 2/2 2/2 1/1 3/3 4/4 9/6 2/2 0/0 3/3 4/3 3/3 5/2 1/1 3/3 1/1 2/2 0/0
Hoy se recoge en diferentes países y regiones el vocabulario de la disponibilidad léxica de estudiantes. Lo que
empezó con interés en tener datos de referencia sobre el vocabulario activo de los estudiantes de un país se ha ido
transformando en tener datos de variabilidad léxica en diferentes territorios donde la lengua española es la lengua
habitual. El director del proyecto ha sido el académico Humberto López Morales, coordinador también del
Diccionario de americanismos de la Real Academia Española.
El proyecto de la futura 24ª edición del DLE será consensuado por la Asociación de Academias de la Lengua
Española, ASALE, y será panhispánico desde su planteamiento.
***
Se ha ejemplificado en este tercer capítulo la variedad del léxico, sus diferentes usos comunes y especializados,
su dinámica diacrónica y diatópica, a través del léxico documentado o vocabulario de la lengua española, lengua
escrita desde el siglo XIII y lengua extendida y reconocida en más de veintitrés países. El fenómeno de la dinámica
léxica, en las dos dimensiones que aquí hemos analizado, la del tiempo y la del espacio, ocurre sin embargo en
todas las lenguas vivas, aunque presenten menos historia y menos hablantes que el español. Es un fenómeno
lingüístico universal.
BRINTON, Laurel J. (2005), Lexicalization and language change, Cambridge, Cambridge University Press.
BYBEE, Joan (2015), Language change, Cambridge, Cambridge University Press.
BYBEE, Joan L. y Paul HOPPER (eds.) (2001), «Introduction», en Frequency and the emergence of linguistic
structure, Amsterdam, John Benjamins, 1-24.
CAMPBELL, L (1999), Historical linguistics: an introduction, Cambridge (Ma), MIT Press.
COSERIU, Eugenio (1958), Sincronía, diacronía e historia: el problema del cambio lingüístico, Montevideo,
Impresora Cordon, 4.ª ed. en Gredos, 1988.
MALKIEL, Yakov (1993), Etimología, Madrid, Cátedra, 1996.
MALVERN, David et al. (2004), Lexical diversity and language development: quantification and assessment,
Houndmills, Palgrave Macmillan.
En relación con la lengua española:
Vigilados y vendidos
Manuel Castells
«El 97% de la información del planeta está digitalizada. Y la mayor parte de esta información
la producimos nosotros, mediante internet y redes de comunicación inalámbrica. Al
comunicarnos transformamos buena parte de nuestras vidas en registro digital. Y por tanto
comunicable y accesible mediante interconexión de archivos de redes. Con una identificación
individual. Un código de barras. El DNI. Que conecta con nuestras tarjetas de crédito, nuestra
tarjeta sanitaria, nuestra cuenta bancaria, nuestro historial personal y profesional —incluido
domicilio—, nuestros ordenadores —cada uno con su número de código—, nuestro correo
electrónico —requerido por bancos y empresas de internet—, nuestro permiso de conducir, la
matrícula del coche, los viajes que hemos hecho, nuestros hábitos de consumo —detectados por
las compras con tarjeta o por internet—, nuestros hábitos de lectura y música —gentileza de las
webs que frecuentamos—, nuestra presencia en los medios sociales —como Facebook,
Instagram, YouTube, Flickr o Twitter y tantos otros—, nuestras búsquedas en Google o Yahoo y
un largo etcétera digital. Y todo ello referido a una persona; usted, por ejemplo. Sin embargo se
supone que las identidades individuales están protegidas legalmente y que los datos de cada uno
son privados. Hasta que no lo son. Y esas excepciones, que de hecho son la regla, se refieren a la
relación con las dos instituciones centrales en nuestra sociedad: el Estado y el Capital.
En ese mundo digitalizado y conectado, el Estado nos vigila y el Capital nos vende, o sea
vende nuestra vida transformada en datos.
[…]
Aunque la vigilancia incontrolada del Estado es una amenaza para la democracia, la erosión de
la privacidad proviene esencialmente de la práctica de las empresas de comunicación de obtener
datos de sus clientes, agregarlos y venderlos. Nos venden como datos. Sin problema legal. Lea la
política de privacidad que publica Google: el buscador se otorga el derecho de registrar el nombre
del usuario, el correo electrónico, número de teléfono, tarjeta de crédito, hábitos de búsqueda,
peticiones de búsqueda, identificación de ordenadores y teléfonos, duración de llamadas,
localización, usos y datos de las aplicaciones. Aparte de eso, se respeta la privacidad. Por eso
Google dispone de casi un millón de servidores para procesamiento de datos.
¿Cómo evitar ser vigilado o vendido? Los criptoanarquistas confían en la tecnología. Vano
empeño para la gente normal. Los abogados, en la justicia. Ardua y lenta batalla. Los políticos,
encantados de saberlo todo, excepto lo suyo. ¿Y el individuo? Tal vez cambiar por su cuenta: no
utilice tarjetas de crédito, comunique en cibercafés, llame desde teléfonos públicos, vaya al cine y
a conciertos en lugar de descargarse pelis o música. Y si esto es muy pesado, venda sus datos,
como proponen pequeñas empresas que ahora proliferan en Silicon Valley».
La Vanguardia, 21 de febrero de 2015, pág. 23.
digital, 2. adj. Referente a los números dígitos y en particular a los instrumentos de medida
que la expresan con ellos. Reloj digital.
digitalizar, (23ª) 1. tr. Registrar datos en forma digital. (22ª) 1. tr. Inform. Expresar datos en
forma digital.
conectar, 3. tr. Tecnol. Enlazar entre sí aparatos o sistemas, de forma que entre ellos
pueda fluir algo, como agua, electricidad, señales, etc. U. t. c. intr. y c. prnl.
internet, 1. amb. Red informática mundial, descentralizada, formada por la conexión directa
entre computadoras mediante un protocolo especial de comunicación. ORTOGR. Escr. t. con
may. inicial.
privacidad, 2. f. Ámbito de la vida privada que se tiene derecho a proteger de cualquier
intromisión.
Portail lexical
Corpus
Lexiques
Dictionnaires
Outils
1. Dado que en catalán higo es figa e hígado es fetge, ¿por qué se puede
afirmar que estas voces tienen en catalán la misma etimología (origen de la
forma fónica) que el resto de voces de otras lenguas románicas listadas para
higo e hígado en el texto recogido de Jean-Louis Calvet en este capítulo 3?
4. Dado que hay etimología similar en todas las lenguas románicas, ¿en
qué época se puede aventurar que se fijó el uso de ficatum para hígado?: a)
en latín clásico, b) en los siglos finales del imperio romano, c) en los
primeros momentos de las lengua románicas que lo heredan.
Semántica léxica
«[…] el mundo es como es y las palabras no le importan. Las palabras crean realidad pero esta no
les pertenece, igual que el obrero crea riqueza sin formar parte de ella. El lenguaje es la clase
obrera de la realidad, es la mano de obra que la construye. A cada palabra que se dice o se
escribe, la realidad le debe una cuota de plusvalía».
Javier Pérez Andújar (2012), Paseos con mi madre, Barcelona,
Tusquets, págs. 148-149.
Identificar como ‘eventos’ cenar y cena, en la frase Tras la cena comenzó el baile, requiere
también reflexión lingüística. Siguiendo con el ejemplo, es muy parecido decir Cenaban cuando
saltó la noticia, que Durante la cena saltó la noticia, las dos informaciones se consideran
‘eventos’, aunque en la primera frase el significado se formule con un verbo y en la segunda con
un sustantivo limitado por la preposición durante; lo que no es semejante es la capacidad del
verbo de recordar un sujeto plural y un tiempo que transcurría, dos elementos informativos que se
manifiestan morfológicamente en el verbo y que no puede aportar la formulación con el
sustantivo por sí mismo, cena.
La posibilidad de ser catalogadas bajo varias categorías explica la polisemia de sustantivos como
densidad o firmeza, que pueden categorizarse como abstractos y como dimensión medible o
experimentada; densidad, como una ‘cualidad’ o como ‘número de individuos; de bits, etc., uso
este último que admite plural; firmeza, como ‘cualidad’ o como ‘objeto valioso que sirve de
prueba de lealtad, generalmente, amorosa’; o traducción, que puede ser considerado como
abstracto o como concreto, dado que se materializa en un escrito (concreto) con contenido (no
físico o abstracto).
Las relaciones que unen estos tres vértices pueden albergar una teoría
sobre el léxico de las lenguas. Una teoría léxica puede relacionar la lengua,
la mente y la realidad determinando la referencia (la extensión semántica) y
el significado (la intensión semántica) de las palabras y haciendo posible la
comprensión y la expresión de los hablantes.
Las lenguas no tienen ninguna teoría detallada del mundo codificado en
ellas; por el contrario, son un medio de comunicación elástico, que permite
diferentes perspectivas para ser comunicadas; se parecen a lo que se conoce
como sentido común, que tampoco responde a ninguna teoría. Las lenguas
naturales son fenómenos biológicos e históricos; algunos de sus rasgos
responden al organismo del cuerpo humano (la producción de sonido, el
oído) y otros son rasgos que permiten el desarrollo de las culturas y los
cambios que se producen en ellas (mantenimiento y variación), sean en el
tiempo (variación diacrónica), en el espacio (variación diatópica), y entre
diferentes caracteres (variación diafásica), además de los fenómenos de
cognición propios de la mente humana.
Situamos la teoría semántica del léxico en este marco y en el espacio del
triángulo propuesto: palabras que tienen significado (intensión y extensión),
mente que conceptualiza la realidad en entidades, propiedades, estados y
eventos, y lengua que ha de poder ser comprendida y expresada mediante la
predicación de entidades, propiedades, estados y eventos.
El significado de las unidades léxicas ofrece primeramente los dos
aspectos señalados: intensión y extensión. La intensión semántica de una
palabra marca las condiciones de su aplicación en el uso dentro de una
lengua; puede ser visto este aspecto como una especie de instrucción para la
aplicación de esa palabra en situaciones en que se reconocen propiedades
ideales que cumplen esas condiciones. Una predicación como Es un ratón
se puede aplicar a diversos referentes con la condición de que reúnan ciertas
características: ratones de ciudad y de campo, evidentemente, pero también
otros roedores aunque no sean ratones propiamente (musarañas, topos, ratas
pequeñas) y en casos especiales se puede aplicar a un niño que come de
determinada manera una zanahoria; o, como hace poco y con éxito, a un
pequeño aparato de la tecnología informática que parece tener un largo
rabo, como los ratones, y de un tamaño parecido, el ratón del ordenador.
La extensión semántica de una palabra es el otro aspecto del significado:
señala las entidades que responden a esa intensión y se reconoce en un
marco social espacio-temporal (la comunidad que habla una determinada
lengua). La extensión de una palabra marca las referencias que esa palabra
determina dentro de una lengua según el alcance de la aplicación de la
intensión que tenga. Para muchos hablantes un topo no puede recibir la
aplicación del significado ‘ratón’, es solo un topo, si a lo que se atiende es a
la referencia, que es algo propio de la extensión semántica, y no se lo
reconoce como ‘ratón’. Para ello, evidentemente, el hablante tiene que
conocer las dos palabras, ratón y topo; si no tuviera estas dos palabras,
ratón tendría también la extensión de ‘mamífero pequeño’ y abarcaría o
alcanzaría a topo.
La intensión se aplica; la extensión se reconoce en un espacio y en un
tiempo determinados y queda delimitada por varios factores, como se ha
ejemplificado con ratón y topo. El significado de las palabras tiene las dos
caras, su intensión y su extensión. Saber el significado de una unidad léxica
en una lengua es tener una representación mental de ella en virtud de lo que
cuenta como tal palabra en esa lengua, lo que equivale también a tener un
esquema explicativo de ella. Si tenemos el significado de topo en su aspecto
de intensión, podemos entender por primera vez qué puede significar ‘topo’
en una novela de espías o entre policías que desarticulan bandas terroristas.
He aquí dos ejemplos de connotación explicados, ambos de la novela Así empieza lo malo (2014),
de Javier Marías (el primer fragmento de la pág. 167; el segundo de la pág. 87, Madrid,
Alfaguara):
«[…] me daba cuenta de que estaba desarrollando de manera activa ese hábito y cogiéndole
gusto, el del espionaje o voyeurismo, como se prefiera llamarlo, el segundo es solo un término
pretencioso para denominar lo primero».
«[…] al recrearme en su figura me acordé del viejo piropo infantil y levemente grosero, ‘maciza’
(hoy totalmente pasado de moda, además de mal considerado), y se me ocurrió que en realidad
era bastante preciso y bien hallado».
El personaje de la novela valora las expresiones espionaje y voyeurismo; a la segunda de las dos
atribuye la connotación de un valor moral, pretencioso, frente a la primera expresión, cuyo valor
sería simplemente un uso denotativo; el segundo es un adjetivo utilizado para describir a una
mujer, maciza, que sitúa en el tiempo (pasado de moda) y le otorga valores sociales y de
precisión lingüística (infantil, grosero, preciso y bien hallado). Las connotaciones que para el
personaje tienen estas palabras quedan de manifiesto. Su denotación, por el contrario, queda
descrita más sucintamente en un diccionario así:
voyeurismo 1. m. Actitud propia del voyeur. U. t. en sent. fig.
voyeur 1. com. Persona que disfruta contemplando actitudes íntimas o eróticas de otras personas.
DLE 22ª (en la edición 23ª se ha castellanizado como voyerismo y voyerista).
macizo, za 2. adj. Dicho de una persona: De carnes duras y consistentes.
Este fenómeno de variación, apreciación y fluctuación en los
significados de las palabras es uno de los más interesantes del léxico y
decide la utilización del vocabulario en muchas situaciones. Es, en
consecuencia, muy útil diferenciar entre significado denotativo y
significado connotativo. Los diccionarios recogen el significado
denotativo pero solo matices connotativos cuando estos últimos se han
hecho generales en el uso de esa lengua. Ocurre con palabras que en algún
momento identificaron conductas de grupos humanos de forma connotativa,
pero que, al generalizarse y hacerse comunes, añadieron esos matices
connotativos a su significado denotativo en ciertos sentidos. Los
diccionarios recogen estas acepciones, pues se muestran así en los textos,
pero los grupos humanos aludidos reclaman que se olviden y que los
diccionarios no los recojan. Ejemplos representativos son gitano, gitanería,
judiada:
gitano. 4. adj. coloq. Que estafa u obra con engaño. U. t. c. s.
gitanería. 3. f. despect. Dicho o hecho propio y peculiar de los gitanos.
judiada. 1. f. Acción mala, que tendenciosamente se consideraba propia de judíos.
Ninguna forma mejor de comunicar las tan contradictorias emociones que padece quien siente
ausencia de amor que el siguiente soneto, donde Lope de Vega relaciona palabras opuestas por su
significado:
En el ejemplo que sigue las palabras francesas doigts, mains, avant-bras [dedo, mano, antebrazo]
son merónimos del sustantivo brazo, su holónimo:
«[…] algo más de trabajo me costó que comprendiese [Victor] la nomenclatura de las partes
integradas en un todo; así por ejemplo, las palabras doigts, mains, avant-bras [dedo, mano,
antebrazo] tardaron mucho tiempo en cobrar para mi educando una significación diferenciada.
Semejante confusión en la atribución de sentido respondía evidentemente al hecho de que Víctor
no había comprendido todavía que las partes de un objeto, vistas por separado, formaban a su vez
objetos diferentes dotados de un nombre particular».
Jean Itard (1801), Víctor de l’Aveyron, trad. del texto Mémoire sur les premiers
développements de Victor de l’Aveyron, trad. de Rafael Sánchez Ferlosio, Madrid,
Alianza Editorial, 1982, pág. 78.
Así pues, se puede decir: La catedral está lejos, pero más cerca que el estadio. Ante una frase
como esta, un oyente puede pensar: No está pues muy lejos, el estadio sí que está lejos. Otro
ejemplo de grados de polaridad es el siguiente: El foco no llegaba a alumbrar el detalle del
cuadro o bien El detalle del cuadro quedaba oscurecido por el foco; la variación permite subrayar
que en el primero ‘había luz en el cuadro, pero no en una parte’; en la segunda frase solo se
señala la falta de luz, ‘la oscuridad que una parte del cuadro ofrecía’. Se dice algo muy parecido
pero en diferente dirección, según se dirija la atención hacia ‘alumbrar’ o hacia el polo contrario,
‘oscurecer’.
He aquí otros ejemplos para analizar estas relaciones polares:
Este café no es ni bueno ni malo, es regular.
Las torres de vigía son edificios altos; las cabañas son construcciones bajitas; las casas del
pueblo en general son todas más altas.
—¿Tan altas como las torres?
—No, solo algo más altas que las cabañas de los pastores.
—Bueno, entonces las dibujaré bajas, aunque más altas que las cabañas.
La calidad del café o las alturas que se ofrecen en este último diálogo dan cuenta de cómo lo
mismo, el café, se encuentra en una zona intermedia, y las casas del pueblo pueden ser
consideradas altas o bajas según los polos de comparación: desde las cabañas son altas y desde
las torres son bajas.
«Cuatro son las ventanas de la casa de “La Novela”: el Tiempo en las arrugas de sus revoques; la
palabrita del viento en la chimenea de la cocina; el palpitar siempre presente de la agüita costera
del mar del Plata, la viborita del agua trabajando sus arcos de lomo y la amplitud de cendal
acuático y de horizonte del Plata; y la llamita del triángulo de una vela erguida, parada lejos, la
eterna barquita del endeble trabajito humano buscador, que toda mirada encuentra en todo mar,
trasladándose junto al horizonte donde cualquier breve velamen toca el cielo».
Macedonio Fernández (1967), Museo de la Novela de la Eterna, Madrid, Cátedra,
2ª ed. 2010, págs. 285-286.
La original metáfora del género literario novela como una estancia (casa) porteña, con sus cuatro
ventanas (el Tiempo; la palabrita del viento; el palpitar de la agüita costera; y la llamita del
triángulo de una vela) que se abren a espacios también figurados del Mar del Plata argentino, es
empleada por el escritor Macedonio Fernández, precursor de Borges, como una forma de vincular
lo artístico con lo doméstico, lo literario con lo familiar, acentuado en su prosa con el uso de
diminutivos.
«Los satélites despeinan los avisos» es un titular de un periódico argentino de finales del siglo
XX, que difícilmente se hubiera podido entender en el siglo XIX, aunque las palabras utilizadas,
satélite, despeinar y aviso figuren en todos los diccionarios de castellano de ese siglo, pero no
presentan estos nuevos significados: ‘repetidores de televisión’, ‘bloquean’, ‘anuncios’. En la
vida diaria, metáforas como brazo de gitano, lágrimas y perritos calientes, para un pastel, unos
caramelos o unos bocadillos, son sorprendentes si los consideramos aisladamente.
Por ejemplo, los usos figurados del verbo dar están tan socializados en nuestra vida cotidiana (en
términos de Lakoff y Johnson 1980) que son difícilmente reconocibles como «alterados», esto es,
metafóricos, por los hablantes de español:
El siguiente fragmento del relato de Muñoz Molina destaca el rostro en un uso metonímico que
representa a la joven protagonista:
«Dormía mal, desde luego, tenía ojeras y estaba muy pálida, sin duda madrugaba para llegar a
tiempo al bar y mentía diciendo que las clases empezaban muy temprano, y era probable que ni
siquiera fuese al instituto. Cómo imaginar ese rostro en una fila de bancas, junto a una ventana,
atento a las explicaciones de alguien».
Antonio Muñoz Molina (1987), «La poseída», en Son cuentos: el cuento español
actual, 1975-1993, antología de F. Valls (1995), Madrid, Espasa Calpe, pág. 317.
Veamos un ejemplo que ya recogen los diccionarios: en el sustantivo cogollo se detecta la fuerza
de la metáfora para la creación de sentido. Ante una situación novedosa no hay ni significado ni
sentido, y por medio de la predicación que constituye la metáfora se logra ese significado del que
se carece; y se logra tan pronto como si este significado se hubiera heredado desde el comienzo
de los tiempos.
cogollo. (Del lat. cucullus, capucho, voz de or. celta; cf. irl. cochull).
1. m. Parte interior y más apretada de la lechuga, la berza y otras hortalizas.
2. m. Brote que arrojan los árboles y otras plantas.
3. m. Parte alta de la copa del pino.
4. m. Lo escogido, lo mejor. (en DRAE 1992, con marca fig.)
Si con la teoría del léxico generativo se comprenden las acepciones 2 y 3 por el tipo unificado de
descripción semántica que presenta la acepción 1, pues recogen parte de lo formal: la forma
apretada y redondeada de un brote o de la copa de ciertos pinos; la acepción 4 cambia de dominio
y añade, predica por segunda vez, que cogollo se equipara a ‘lo escogido, lo mejor’. De manera
que se entienden expresiones como estas [CREA julio 2012]:
«Quitando el cogollo, la plaza mayor, poco había de mérito en Sant» (Ayerra, Ramón, La lucha
inútil, 1984).
«[…] nací en un pueblo célebre y fronterizo en el mismo cogollo de Castilla la Vieja, y entre las
provincias» (Romero, Emilio, Tragicomedia de España, 1986).
«En cada uno se hablaba como si fuera el cogollo del mundo, a juzgar por los gestos» (Torrente
Ballester, Gonzalo, Filomeno, a mi pesar, 1993) .
Algo parecido ocurre en el verbo zurcir:
zurcir. (De surcir).
1. tr. Coser la rotura de una tela, juntando los pedazos con puntadas o pasos ordenados, de
modo que la unión resulte disimulada.
2. tr. Suplir con puntadas muy juntas y entrecruzadas los hilos que faltan en el agujero de un
tejido.
3. tr. Unir y juntar sutilmente una cosa con otra.
4. tr. coloq. Combinar varias mentiras para dar apariencia de verdad a lo que se relata.
La acepción 1, que define un tipo complejo de unidad léxica, y la 4 se entienden, a través de la 3,
‘Unir y juntar sutilmente una cosa con otra’, de manera que añade una predicación a una frase
alejada del dominio semántico de ‘coser’; pero la acepción 4 de zurcir no cambia de significado,
se predica solo de un argumento nuevo: ya no son pedazos de tela, son explicaciones que pueden
resultar incoherentes por falsas o por ser de distinta procedencia. Se observa esta predicación con
nuevos argumentos en las siguientes concordancias recogidas de corpus: zurcir de fracasos, prosa
zurcida, guion zurcido, obra zurcida; zurcir predica que algo se compone con elementos
desechados y que se intenta unir sin que se note:
«Desde sus poemas reflexiona sobre el amor y la muerte y, arrastrado por una biografía íntima y
pública zurcida de fracasos, hace una lectura amarga del mundo que le tocó vivir».
«Algún ingrediente seductor integra su prosa que la hace plena de musicalidad, lejana del cliché y
zurcida con precisión de filigrana».
«[…] el guion de la película está zurcido con los peores tópicos del género».
«Pequeña obra maestra, zurcida con los ingredientes básicos de Zweig» (J. M. Cabrales Arteaga,
El Diario Montañés).
Y metaplasmos serían los usos que recoge Valle Inclán del poeta
Verlaine en La lámpara maravillosa:
Elige tus palabras siempre equivocándote un poco, aconsejaba un día en versos gentiles y
burlones, aquel divino huésped de hospitales, de tabernas y de burdeles que se llamó Pablo
Verlaine. Pero esta equivocación ha de ser tan sutil como lo fue el poeta al decir su consejo.
Cabalmente el encanto estriba en el misterio con que se produce.
***
1. m. Vasija de barro o de otros materiales, con asiento pequeño, panza abultada, cuello ancho,
una sola asa junto a la boca, y, por ext., otros tipos de vasija.
2. m. Especie de cocido, como el cocido español.
3. m. coloq. Alimento diario y regular. Véngase usted a comer el puchero conmigo.
4. m. coloq. Gesto o movimiento que precede al llanto verdadero o fingido. U. m. en pl. Empezó a
hacer pucheros.
¡Inteligencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
Venas y arterias
Normalmente el corazón bombea sangre a las arterias a alta presión, mientras que la sangre
regresa por las venas a baja presión. Un colchón de capilares actúa como amortiguador o zona
neutra entre las arterias a alta prensión y las venas a baja presión. Si las venas y las arterias
estuvieran conectadas directamente, las venas no resistirían la alta presión de las arterias y
terminarían reventando. Así, la salud del sistema cardiovascular descansa en los finos capilares
cuyo cometido es «domeñar» la alta presión arterial. Donde hay capilaridad la presión disminuye,
pues lo que era conducido por un único cauce ahora debe fraccionarse en cauces menores. Divide
y vencerás, tal es el sencillo lema de toda estructura capilar. La traducción lingüística solo es
posible cuando el idioma nativo tiene la suficiente capilaridad como para resistir el impacto de un
idioma extraño y absorberlo en su tejido a través de una red más o menos amplia de soluciones.
Sin esa elasticidad, que permite decir una misma cosa de múltiples maneras, ningún idioma puede
traducir a otro, pues la verdadera traducción ocurre dentro del propio idioma del traductor y
consiste en un primer abanico de soluciones alternativas, a partir de las cuales se seleccionarán
aquellas que encajan mejor con lo que se profirió en el idioma extranjero, en un movimiento que
se asemeja al de un bandoneón que se estira hasta su máxima apertura y luego regresa a su
posición de inicio. Así, podemos decir que un idioma respira verdaderamente cuando entra en
contacto con otro idioma, que lo obliga a desplegar todas sus variedades expresivas, pues traducir
consiste antes que nada en abrazar; o sea en dilatarse al extremo para recoger hasta la más
pequeña partícula extraña que el otro idioma vierte en el cuenco de nuestra lengua, justo como las
venas, sabedoras de su fragilidad ante el ímpetu arterial, se sacrifican en un sinnúmero de
capilares que van ansiosos al encuentro del alud de sangre y lo reparten equitativamente para
apaciguarlo y volverlo legible, amistoso y sangre de la propia sangre.
Fabio Morábito (2014), «Venas y arterias», El idioma materno, Buenos Aires, Gog
y Magog, págs. 141-142.
b) Consumo (viñeta n.º 46): Una niña de unos siete u ocho años vacía
con expresión de ansia un paquete de golosinas y dice:
Léxico y sintaxis
Veamos un ejemplo:
La muchacha de la panadería, fiel a su padre, devolvió la cartera al caballero, sonriéndole muy
amistosamente.
Si este periodo permite analizarse fácilmente en sus constituyentes, como si fueran bloques:
a) La muchacha de la panadería
b) fiel a su padre
c) devolvió la cartera al caballero
d) sonriéndole muy amistosamente
la estructura oracional estaría representada por c) en cuanto tiene un verbo que traba un sujeto
con un predicado complejo, pero el enunciado completo analizado presenta otros varios grupos
sintácticos encabezados por bloques con diferentes núcleos: a) un sustantivo; b) un adjetivo; d) un
verbo con un adverbio.
Un sustantivo como sombrero puede, o no, recibir descripción: un sombrero; o bien, un curioso
sombrero, un sombrero de ala ancha. La descripción semántica del adjetivo fiel, por el contrario,
tiene que tener obligatoriamente un sustantivo del que se predique, muchacha, y un complemento
que marque a qué o a quién se es fiel, estos son los argumentos que exige fiel: la muchacha fiel y
fiel a su padre 6 .
Por ejemplo, en el diccionario Clave, bajo la entrada sumo,-a se explican los usos como adjetivo
y flexión de género y número, una locución adverbial invariable a lo sumo, el sustantivo
masculino de etimología japonesa sumo, el sustantivo femenino suma, la locución en suma:
sumo,-a. […] adj. 1 Supremo, altísimo o que no tiene superior: El sumo representante de la
iglesia católica es el Papa. 2 Muy grande o enorme: Pintaré la barandilla con sumo cuidado
para no manchar nada. 3 || a lo sumo; 1 como mucho o al nivel máximo al que se puede llegar: A
lo sumo tendrá unos veinte años. 2 Si acaso: No me apetece salir, así que, a lo sumo, iré contigo a
tomar café. […] 4 s. m. Modalidad de lucha japonesa en la que los participantes combaten en el
interior de un círculo trazado en el suelo… Los luchadores de ‘sumo’ pesan una media de ciento
cincuenta kilos. […] s.f. 5 En matemáticas operación mediante la cual se reúnen en una sola
varias cantidades homogéneas; adición: el signo de la suma es una cruz. 6 […] 7 […] 8 Conjunto
de varios elementos, especialmente de dinero: con este negocio ha conseguido amasar una gran
suma de dinero. || en suma; en resumen o recapitulando: Y te digo, en suma, que tengas mucho
cuidado.
Otro ejemplo, el del adjetivo incluso –sa, que se presenta con mucha mayor frecuencia como
invariable bajo la forma masculina y puede categorizarse y funcionar así como adverbio, como
preposición y como conjunción; sin embargo, el DLE (2014) elige como entrada la forma
adjetiva, con flexión de género y de número; y para las siguientes acepciones muestra la categoría
bajo su forma invariable, incluso. Estas variaciones explican que se muestren criterios de análisis
diferentes entre la ed. 22.ª y la 23.ª del DLE:
22.ª ed.
incluso, sa. (Del lat. inclūsus).
1. adj. Contenido dentro de una cosa, o que está implícito en ella 7 .
2. adv. m. Con inclusión, inclusivamente.
3. prep. Hasta, aun. Incluso a los enemigos amó. U. t. c. conj.
23.ª ed.
incluso, sa
Del lat. inclūsus.
1. adj. Contenido dentro de una cosa, o que está implícito en ella.
2. adv. Con inclusión, inclusivamente.
3. adv. Incluyendo algo o a alguien que se quiere destacar. Se arrepentía incluso de los delitos
menores.
He aquí una serie de ejemplos en donde se pueden detectar sus diversas categorías atendiendo a
su función sintáctica y en algún caso a las marcas de flexión propias de adjetivos:
—[…] da tiempo a hacer todo, incluso leer una novela. (¿adv. o conj.?)
—Se articula como un relato en torno a una idea inclusa en el pensamiento clásico. (adj.)
—[…] se había comprado un par de camisas e incluso un día lo vi con corbata. (adv.)
—Todos felicitan al señor, incluso el italiano. (¿adv. o prep.?)
—Es incluso muy fácil caer en la demagogia. (adv.)
—Siempre te he perdonado que no me entiendas, incluso que no me ames. (¿adv. o conj.?)
—Estamos inclusos en la cibercultura. Internet es una caja de Pandora. (adj.)
«Felipe agarró de repente a Petrita, que pasaba por detrás de su asiento, y gritó:
— ¡Tú, niña! ¡Sal de ahí! ¡Venga, vosotros, todos! ¡Amadeo, Juanito! ¡Hala! ¡A la calle ahora
mismo! ¡Largarse ya! ¡A jugar por ahí! ¡Divertíos! ¡Fuera, fuera, a correr! ¡A la calle! Tú, Petri,
dale un besito a tu padre y arreando».
Rafael Sánchez Ferlosio (1956), El Jarama,
Barcelona, Destino, 1961, pág. 188.
En este pasaje todo él de valor imperativo se encuentran formas flexivas de imperativo (sal,
divertíos, da), de subjuntivo (venga), de infinitivo (largarse, a jugar, a correr), gerundios
(arreando) e interjecciones (hala), entre otras construcciones que se interpretan también como
órdenes, como son las formas vocativas (niña, Amadeo, Juanito, Petri). Formas y funciones
sintácticas se superponen y no quedan asignadas a categorías sintácticas fijas.
Veamos un ejemplo en el que se pone de manifiesto una simple referencia y que, a su vez, se
trasforma en una predicación, pues solo así sería entendida. En el Elogio de la palabra de Joan
Maragall (15-X-1903) se encuentra el siguiente fragmento 8 :
«Recuerdo una noche, en la otra vertiente del Pirineo, en “aquellas montañas que tan altas
son”, que salió de entre la foresta una niña que parecía un hada. Le pedí que me dijera algo en su
propia lengua y ella, toda admirada, me señaló el cielo estrellado, y dijo simplemente así “Lis
esteles” (las estrellas, en dialecto bearnés), y me parece que aquello también era hablar».
Al poeta catalán le parece una predicación completa la unión de dos factores, uno referencial,
nombrar el referente señalándolo, las estrellas, y otro el contexto de las alturas del Pirineo con el
cielo estrellado. Es la expresión referencial más el paisaje lo que constituye aquí la predicación,
en este caso de valor poético.
El fenómeno semántico predicativo se vuelve a observar en otro fragmento del mismo ensayo:
«Recuerdo, más recientemente, un atardecer en una punta de la costa cantábrica donde los
ponientes son bellos. La gente iba allá a ver ponerse el sol en el mar. Aunque vinieran
discutiendo, llegando allí todos callaban ante el mar que cambiaba de colores. Llegaron dos
hombres del mar, silenciosos, y se plantaron ante la costa inmensa; y durante un buen rato
permanecieron callados uno al lado del otro. Después uno de ellos, sin moverse ni girarse al
compañero, le dijo: “Mira”. Y todos los que lo oyeron miraron hacia delante, viendo cada uno
una maravilla propia. También aquello era hablar: y lo que no es eso, son palabras vacías».
En este segundo fragmento hay una expresión netamente predicativa, Mira, lo que ayuda a
completar la predicación con un elemento no nombrado, un poniente de sol en una costa
cantábrica española.
Un poeta esencial, Miguel de Unamuno, también une estas dos facetas del significado de las
palabras, la referencia y la capacidad predicativa e intensiva, y las trasciende entre la existencia,
el nombrar, y la creación, los dichos, la construcción, es decir, la predicación:
¿Pretendes desentrañar
las cosas? Pues desentraña
las palabras, que el nombrar
es del existir la entraña.
Hemos construido el sueño
del mundo, la creación,
con dichos; sea tu empeño
rehacer la construcción.
Si aciertas a Dios a darle
su nombre propio le harás
Dios de veras, y al crearle
tú mismo te crearás. […]
Miguel de Unamuno, Antología poética, Madrid,
Espasa Calpe, 19594ª, pág. 125.
Uno de los primeros libros de Jorge Luis Borges se titula Fervor de Buenos Aires. ¿Fervor de
quién?, ¿fervor de qué o fervor por qué? Fervor de Buenos Aires es un título ambiguo, ¿fervor de
Borges por Buenos Aires, su ciudad, o del mismo Buenos Aires, como ciudad que siente fervor?,
¿fervor por la ciudad? La pluralidad de interpretaciones se explica porque el sustantivo fervor
ofrece varias acepciones:
fervor nombre masculino
1 Sentimiento y actitud de profunda veneración religiosa: ej rezar con fervor. sin devoción.
2 Sentimiento intenso de entusiasmo y admiración hacia alguien o hacia alguna cosa: ej no todos
parecen desear con igual fervor los cambios económicos; aplaudieron con fervor a los artistas
salvadoreños.
3 Entusiasmo, dedicación, interés o empeño con que se realiza una actividad: ej trabajar con
fervor; argumentaba con fervor. (DUEAE)
El significado etimológico está latente todavía en el título del poemario de Jorge Luis Borges;
fervor es un latinismo del siglo XV, del latín fervor, fervoris ‘hervor’, ‘efervescencia’, ‘ardor’; es
del mismo origen que hervor, de la familia etimológica de hervir. A partir de su significado
físico, ha tomado en castellano significados figurados y religiosos, para sentimientos o actitudes
ardientes. En este texto no hay más que los significados figurados de sentimiento ardiente, sin
carga religiosa, es decir, las acepciones 2ª y 3ª del diccionario:
• La interpretación por la segunda acepción permitiría entender: ‘Celo ardiente de Borges hacia
Buenos Aires’, valor verbal de fervor, relacionado con hervor, hervir, lo que requiere un
cambio de sujeto en la predicación.
• La interpretación por la tercera acepción permitiría entender ‘Entusiasmo con que Buenos
Aires existe o se manifiesta ella misma como ciudad viva’, valor nominal de fervor.
El título del poemario de Borges representa bien lo que exige una palabra predicativa para su
recta comprensión y la ambigüedad que genera si no se satisfacen los interrogantes que la palabra
plantea. Borges juega con esa ambigüedad para presentar los poemas escritos sobre su ciudad, la
ciudad de Buenos Aires. Fervor de Buenos Aires es una expresión doblemente predicativa, ‘el
autor muestra fervor por la ciudad’ o ‘la ciudad se muestra con fervor’. Incluso alguna gramática
la analizaría también como atribución, a Buenos Aires se le atribuye fervor; toda atribución es una
predicación.
Acordar, además de un sujeto de persona, exige un grupo nominal que sea su complemento
directo y que satisfaga qué se acuerda: acordar una cita. Una cita es un complemento
argumental, y en sintaxis un complemento directo.
Acordarse, además de un sujeto de persona, exige un grupo preposicional, complemento de
régimen, que satisfaga qué se recuerda: acordarse de la cita. De la cita es un complemento
argumental y en sintaxis un complemento de régimen.
Para pasado mañana puede ser un adjunto de los dos: acordar una cita para pasado mañana y
acordarse de la cita de pasado mañana. Su significado no es necesario gramaticalmente, aporta sí
precisión del momento. Es gramaticalmente un adjunto o complemento no obligatorio.
El sustantivo recuerdo exige también saber de qué constituye un recuerdo: recuerdo de la
Alhambra, recuerdo de su boda, recuerdo de mi infancia, vuestro recuerdo. Recuerdo es un
sustantivo que exige este tipo de argumentos; es un sustantivo predicativo que exige sujeto:
postal recuerdo de la Alhambra, regalo recuerdo de su boda, juguete recuerdo de mi infancia. Si
el sujeto de la predicación no está explícito, el contexto tiene que suplirlo.
El adjetivo capaz predica de un sustantivo, muchacha capaz, y exige además un argumento que
concrete su tipo de capacidad: capaz de escalar una montaña de 5.000 m. Hay adjetivos que
necesitan más de un argumento, el primero es el sujeto de la predicación, muchacha, el segundo
el tipo de capacidad, de escalar montañas altas.
Los adverbios en -mente y muchas locuciones adverbiales exigen ciertos verbos de los que poder
predicar, es decir, presentan restricciones, argumentos. A ciencia cierta solo se puede construir
con verbos que encierran algún tipo de aseveración, como asegurar, conocer, decir, determinar,
saber (NGLE, pág. 2941-42), por tanto, si se quiere utilizar la locución a ciencia cierta, el
hablante sabe que los verbos con que se puede construir son unos pocos, no cualquiera.
GN las [palabras]
una [creación] de multitudes
[verbos] de amor y comunión entre los hombres
la [vida]
[amor y comunión] entre los hombres
Pobres [ánforas] de barro
la [experiencia] derivada de los afanes cotidianos
lo [inefable] de las alusiones eternas
El [hombre]
alguna [vez]
la [cárcel] de los sentidos
su [lenguaje]
GAdj. [necesarias] como verbos de amor y comunión entre los hombres
[humildes] como la vida
[derivada] de los afanes cotidianos
[sibilino]
GPrep. [De] multitudes
[En] la hora en que se hacen necesarias…
[De] amor y comunión entre los hombres
[Entre] los hombres
[De] barro
[De] los afanes cotidianos
[De] las alusiones eternas
[De] los sentidos
[De] un nuevo significado como de una túnica de luz
[De] una túnica de luz
GAdv. [Siempre]
[nunca]
[Entonces]
Conj. [como] verbos de amor y comunión entre los hombres [conjunción comparativa]
[como] la vida [conjunción comparativa]
[como] de una túnica de luz [conjunción comparativa: de un nuevo significado
como de una túnica de luz]
Como hemos dicho, la sintaxis se ocupa del orden lineal de los grupos en
los enunciados: cada uno de ellos toma una extensión en el tiempo. Aquí se
atenderá a algunos casos exclusivamente, casos en que alguna de las
unidades léxicas se ve enfocada de manera poco habitual, consiguiendo un
efecto expresivo que hay que poder reconocer.
Es aconsejable consultar una gramática para conocer bien los usos y los
valores de los determinantes en los grupos nominales. Ligar o desligar los
sustantivos al discurso es una de las funciones propias de los determinantes.
Entre los diferentes complementos del sustantivo, con adjetivo o con un
grupo preposicional, es necesario distinguir entre los que especifican: los
poetas griegos, los poetas de la antigua Grecia; y otros que explican y
atribuyen, la calle de las Sierpes sevillana [‘las Sierpes es una calle
sevillana’], la cuestión de la educación siempre actual [la educación es
siempre una cuestión actual].
Lo mismo ocurre con la estructura de aposición, desarrollada por un
sustantivo que complementa al sustantivo núcleo. Hay aposiciones
especificativas, que van yuxtapuestas y sin pausa entre los dos sustantivos,
pues restringen el significado del sustantivo principal: El presidente
González, el camarada Semprún; y aposiciones explicativas, que requieren
pausa entre los dos sustantivos: nuestro primo segundo, Manolo Díaz.
Hay que tener en cuenta que existe un tipo de aposición enfática que
presenta ambigüedad entre las dos construcciones. Este tipo de aposición se
construye como un complemento preposicional: el cerdo de Eulogio,
expresión que permite ser interpretada de dos maneras: a) como ‘su [de
Eulogio] cerdo’ y b) también como atributiva, ‘Eulogio es un cerdo’; el
doble valor queda puesto de relieve en el siguiente chiste:
Por ejemplo, en El robo de la caja fuerte de ayer noche… el núcleo robo es una nominalización
del verbo transitivo robar, por tanto, tiene significado eventivo, y de la caja fuerte es el
complemento exigido por el sustantivo robo (robar algo > el robo de algo); sin embargo, de ayer
noche es un complemento adjunto equiparable a un complemento circunstancial (robaron ayer
noche), que puede no ser tan necesario, pero que aporta precisión.
En los ejemplos anteriores el sujeto del verbo aparece expresado en la transformación por un
complemento preposicional con de o por un posesivo, equivalente a este tipo de complemento; y
el nuevo grupo nominal formado no tiene entidad de enunciado completo y espera continuación
en una frase que lo complete.
Sin embargo, en el siguiente:
No tenemos tiempo de colocarlas todas > no tenemos tiempo de su colocación total
es el objeto directo de colocarlas todas, lo que al nominalizar el verbo, colocación, aparece como
complemento: su colocación; la frase queda completa, pues hay un verbo principal, tenemos, en
el que se integra el nuevo grupo nominal. Según este complemento nominal sea equiparable al
sujeto o al objeto, el complemento preposicional con de o posesivo se reconoce como
complemento subjetivo (sujeto) u objetivo (objeto).
(iii) Otra de las dificultades que presentan los adjetivos calificativos para
su uso se encuentra en los llamados adjetivos elativos o de significado
extremo: exhaustivo, fenomenal, precioso, terrible. El significado de estos
adjetivos ya alcanza uno de los polos del significado y, por tanto, no admite
adverbios de grado tales como muy, bastante, poco, extremadamente, etc.,
pues los lleva incluidos; sí admiten estos adjetivos, en cambio, algún
adverbio enfatizador como absolutamente, totalmente.
Los adjetivos relacionales, a diferencia de los calificativos, se
caracterizan por tener un significado bastante más simple que el de los
adjetivos calificativos. En los diccionarios suelen ir explicados con
fórmulas como ‘de art + sustantivo’ o ‘perteneciente o relativo a artículo +
sustantivo’. Por ejemplo:
un gusto muy francés, tan analítico como sentimental. Francés no significa aquí ‘de Francia’,
sino ‘a la manera que gusta en Francia’, lo cual puede ser dicho de una persona de cualquier parte
del mundo; analítico significa aquí ‘[persona] que descompone y analiza racionalmente lo que
encuentra’ y admite pues la comparación y la gradación.
5.8.1. LA POSICIÓN DE LOS ADJETIVOS CON RESPECTO AL SUSTANTIVO EN EL
GRUPO NOMINAL
Desnudo/desnudado son dos cognados, es decir, tienen la misma raíz o la misma base
morfológica. El primero es un adjetivo y el segundo es participio pasivo del verbo desnudar. Los
participios son muy cercanos a los adjetivos y muy a menudo se consideran adjetivos, como en
general es desgraciado, al que no se le asocia con desgraciar. En el caso de la pareja
desnudo/desnudado el diccionario no facilita el valor resultativo del participio (resultado de un
proceso, lo que explica la gramática), valor que no se encuentra en el adjetivo:
DUEAE desnudo, -da
> adjetivo 1 Que no lleva ropa o lleva muy poca: ej cuerpos desnudos; parecía que no hubiera
tenido tiempo de cambiarse y abrió la puerta medio desnudo. 2 Que carece de lo que cubre o de
adornos: ej árboles desnudos, sin hojas; paredes desnudas, sin cuadros; el suelo está más
protegido del sol en las laderas boscosas que en las desnudas. 3 Que carece de cosas materiales o
inmateriales: ej desnudo de bienes; desnudo de amor. 4 Que es evidente, sin simulaciones o
sentidos ocultos: ej la verdad desnuda.
> nombre masculino 5 En pintura y escultura, figura humana desnuda, o cuyas formas se
perciben aunque esté vestida.
desnudar verbo transitivo 1 Quitar toda la ropa o parte de ella: ej lo subieron al piso, lo
desnudaron, lo metieron en la bañera, le dieron friegas y lo envolvieron después en una toalla
para que entrara en calor; desnúdese de cintura hacia arriba para auscultarle mejor. 2 Despojar
a una persona de una cosa inmaterial: ej desnudarse de las pasiones; cambió ínfulas de soberbia
por humildad de coyuntura, se desnudó de modestia y se lo dijo. 3 Despojar una cosa de lo que la
cubre o adorna: ej desnudar los altares; no reconocía aquel gesto coqueto con el que se
levantaba el pelo desnudando la nuca; se medio: los árboles se desnudan en otoño. 4 coloquial
Quitar a una persona el dinero o las cosas de valor que lleva encima, ya sea robándole, en el
juego, etc. 5 Sacar de su vaina un arma, especialmente una espada u otra arma blanca.
VÉASE desnudar un santo para vestir a otro.
El matiz de desnudado habría que extraerlo de la descripción lexicográfica del verbo desnudar.
numeroso, sa adjetivo, 1 Que está formado por un gran número de elementos: ej un grupo
numeroso de estudiantes; los copistas constituían un numeroso y poderoso gremio; conserva un
grupo bastante numeroso de fieles seguidores.
> adjetivo plural, 2 numerosos Que son muchos en número: ej numerosas personas salen los
fines de semana al campo; tiene numerosos antecedentes; los numerosos diputados que asistieron
criticaron su política exterior. NOTA Se usa antepuesto al nombre. (DUEAE)
Numeroso es un adjetivo próximo a los adjetivos cuantificativos, especialmente cuando se usa en
plural, pero no admite la construcción partitiva: muchos de los chicos/*numerosos de los chicos,
tampoco puede funcionar como pronombre: muchos vinieron/*numerosos vinieron.
El DUEAE explica de la siguiente manera el determinativo otro, tra; las tres primeras acepciones
se categorizan como adjetivo determinativo (determinante) o como pronombre:
otro, otra
> determinante indefinido | pronombre indefinido, 1 Alguien o algo distinto, pero del mismo
tipo de lo que se habla: ej he comprado uno para mí y otro para ti; no quiero el otro libro sino
este; esta película ya la he visto, ¿por qué no vamos a ver otra?; ha llegado otro que no sé quién
es. 2 Alguien o algo más del mismo tipo que ciertas cosas anteriores o que se han mencionado
antes: ej tendrías que comprar otra botella de vino, que con una no hay suficiente; el novelista ha
publicado otro libro. 3 Alguien o algo que reúne las mismas características definitorias que
alguna persona o cosa conocida que se toma como modelo: ej ese valiente soldado es otro Cid;
este palacio es otro Versalles.
> adjetivo 4 Con nombres que expresan tiempo, como día, tarde o noche, indica un tiempo
pasado cercano al presente de la persona que habla o escribe: ej el otro día vinieron unos amigos
a cenar; el otro fin de semana estuve enfermo. NOTA Siempre precedido del artículo
determinado. 5 Con nombres que expresan tiempo, como día, tarde o noche, indica el tiempo
futuro que sigue inmediatamente al momento en el que se habla o escribe o al tiempo del cual se
habla: ej a la otra semana empiezan las vacaciones; al otro día ya se encontraba bien. NOTA
Siempre precedido de al o a la. […]
Los datos de uso que ofrecen los corpus son muy útiles para poder
delimitar y describir este tipo de palabras casi gramaticales, como son los
adjetivos determinativos.
reíamos, fuiste, consiguieron, no ofrecen dudas sobre la persona del sujeto. De manera que
cuando el sujeto de persona va explícito hay frecuentemente énfasis en la expresión: Fuiste tú, tú
fuiste —¿Quién manda aquí? La respuesta varía: —Yo mando / Mando yo.
Desde un orden canónico, en Inés leyó la novela de un tirón, se tematiza el complemento directo
del siguiente modo: La leyó de un tirón, la novela. En El corredor traspasó el testigo al otro
miembro del equipo sin perder tiempo, se tematiza el complemento indirecto así: Le transmitió el
testigo sin perder tiempo el corredor al otro miembro del equipo. Algo parecido ocurre cuando se
focaliza algún otro elemento de la oración que no se puede anunciar con un pronombre personal,
en Inés leyó la novela de un tirón, se focaliza el complemento de modo de esta forma: De un
tirón, leyó Inés la novela. La posposición del sujeto es habitual cuando hay un elemento
focalizado; mantener la anteposición muestra énfasis o reticencia: De un tirón, Inés leyó la
novela.
Dice mentiras > Lo que dice son mentiras o Son mentiras lo que dice. Matilde escribió la semana
pasada > la semana pasada fue cuando escribió Matilde o Cuando escribió Matilde fue la
semana pasada. Estas construcciones, aparentemente bimembres, permiten focalizar elementos y
aportan énfasis a las expresiones; son muy propias de la lengua hablada.
El paradigma flexivo del verbo español varía en unas 103 formas (53
formas simples y 50 formas compuestas con el auxiliar haber). Pensar, por
ejemplo, se diversifica por formas personales (tres personas y singular y
plural), formas no personales (cinco formas), tiempos simples (ocho
tiempos) y compuestos (el participio y las dos formas de imperativo no
presentan compuestos) y modos (tres modos), formas a las que se puede
matizar también en el discurso con verbos auxiliares, en lo que se conoce en
gramática como perífrasis verbales (va a pensar bien la respuesta, tuvimos
que pensar en otro plan, no le molestes, está pensando). Ello permite a los
verbos una adecuación puntual a cada contexto y exige una concordancia de
personas, tiempos y modos difíciles para un extranjero.
La gramática se ocupa de esta concordancia o consecución de los
tiempos y los modos, que frecuentemente dependen del significado de algún
otro elemento de la frase, como por ejemplo:
— Un elemento semántico, como ‘miedo’, exige a lo que depende de él
el modo subjuntivo: Tengo miedo de que no me haya oído.
— Un elemento temporal, como el pretérito imperfecto de indicativo,
pensaba, admite puntualizaciones de otros tiempos de pasado:
pensaba cuando sonó el teléfono, pensaba cuando estaba solo,
pensaba cuando ha contestado así; pero no admite un pretérito
pluscuamperfecto: *pensaba cuando había contestado así.
Sánchez Ferlosio en su novela El Jarama saca partido de utilizar estos tiempos en sentido
inverso, presentando acciones puntuales [Tito llegó hasta la Paulina] en las que el tiempo,
inmediatamente posterior se ralentiza [y ella se le abrazaba fuertemente]; o una acción aislada:
Levantó hacia los otros la cara sonriente…, y la acción siguiente es iterativa: aplaudían.
Este efecto del valor que otorga el aspecto verbal en dos tiempos de pasado se ve muy bien en el
siguiente pasaje de la mencionada novela:
«Lolita se puso de cara a Federico y volvía a dirigir por un momento el compás de las
palmas. Cuando estuvieron acordes arremetió a bailar. Se levantaba mucho polvo hacia la cara
de los otros, al golpear las zapatillas de Lolita en la madera de la mesa; Federico le marcaba los
movimientos y las actitudes; su cabeza rozaba en los festones de las madreselvas que pendían
del alambre, y todo el pelo se le revolvía. […] Luego a Lolita las zapatillas le estorbaron y las
lanzó desde los pies una a una, sin parar de bailar, hacia las sombras del jardín. «¡Esta chica es
genial!». Ya bailaba descalza. Las palmas repercutían en las tapias, hacia el fondo, a la rana de
bronce y la gramola y las mesas vacías. Bailoteaban en el centro la bombilla encendida y su
tulipa cubierta de polvo, porque los cables de la luz se meneaban de rechazo al agitarse la
enramada, y con ellas también se mecían las sombras de todo el jardín. Los pies descalzos de
Lolita pisaban sobre el vino derramado; sus faldas negras volaban girando hacia las caras de los
otros, y de súbito se cerraban y recogían sobre las piernas blancas y el traje de baño encarnado.
Luego los pies de Lolita resbalaron de pronto en la madera, sobre un barrillo sucio que se había
formado con el polvo y con el vino, y la chica se vio proyectada hacia fuera de la mesa y caía
riendo y jadeante en los brazos de Miguel y Zacarías».
Rafael Sánchez Ferlosio (1956), El Jarama, Barcelona, Destino, 1961, pág. 279.
Analizar los usos de los imperfectos y de los indefinidos en este pasaje permite imaginar mejor la
escena del baile de la muchacha sobre la mesa de un merendero; el último periodo presentado en
indefinido, resbalaron, se vio proyectada, contrasta con el imperfecto de cierre, reforzado por un
gerundio y un participo de presente, caía riendo y jadeante, que logra lo que en el cine sería el
uso de la cámara lenta.
***
«Me acuerdo que aquel día caía en jueves, que no hay clase por las tardes. Echan cine en el
colegio, igual que los domingos, películas muy buenas, como cuando echaron Fumanchú, en seis
jornadas, o Las cuatro plumas. Casi todas las películas que no son granas ni rosas las han ido
echando en el colegio. Yo y el Chino hemos ido muchas veces, también llevando a Elke y hasta
Belinda dos o tres veces también vino, cosa que es más bien una lata, porque lo que no hace en
casa lo hace allí, que es hablarnos como niños de primaria, venga y dale con que nos sentemos
bien sin dar patadas al respaldo de la butaca de delante, que a nosotros nos las dan cuando
empieza la emoción. Pues caía en jueves y encima caía en mayo con los exámenes encima, o sea,
fenomenal para ir al cine».
Álvaro Pombo (1993), Aparición del eterno femenino contada por S. M. el Rey,
Barcelona, Círculo de Lectores, 1994, pág. 145.
Los fríos
El padre va con un buen abrigo, con su bufanda gorda, coloradote el listón de cara que le
queda, y bien comido, hasta los ojos van en sangre, fumándose su puro. El niño lijerito de ropa,
aún de verano, moradito por toda la carne visible.
El niño —como una niña, como una flor— se queja: «¡Qué frío tengo, papá!».
El padre, sin hacerle mucho caso: «¡Los hombres no tienen frío!».
«Cuando tú serías niño —le dice el hijo— también tendrías frío, papá».
El padre: «¡Psh!, algunas veces».
Y da una buena fumada y eructa humón y chorizo.
El niño: «Sí, yo también lo tengo muchas veces, solo que unas veces lo digo, y otras no».
Juan Ramón Jiménez, Historias y cuentos, ed. de Arturo del Villar, Barcelona,
Bruguera, 1979, pág. 51.
6 El diccionario DUEAE marca estos dos argumentos de fiel en su explicación: 1. (persona) que es
firme y constante en sus afectos, ideas y obligaciones y cumple con sus compromisos hacia algo o
hacia alguien.
9 Anécdota extraída de Pablo Motos en Frases célebres de niños 3. El Hormiguero (2010), Madrid,
Aguilar, pág. 11, disponible en línea en:
<http://www.librosaguilar.com/uploads/ficheros/libro/primeras-paginas/201011/primeras-paginas-
frases-celebres-ninos-3.pdf>.
10 El silfión, del griego Σίλφιον, o laserpicio en latín, es una planta desaparecida desde principios
de la era cristiana, semejante a la asafétida, muy valorada en la antigüedad en el Mediterráneo por su
resina (laser) usada como medicamento y condimento gastronómico.
CAPÍTULO 6
Léxico y morfología
2
La forma que se ajusta al movimiento
no es prisión sino piel del pensamiento.
3
La claridad del cristal transparente
no es claridad para mí suficiente:
el agua clara es el agua corriente.
Octavio Paz
Es trabajo poético alumbrar nuevas relaciones entre las formas de las
palabras y los conceptos, por ejemplo, entre los sustantivos entendimiento,
movimiento, pensamiento; o entre los adjetivos transparente, suficiente,
corriente, como se advierte en los versos de Octavio Paz que aquí citamos.
Y es preocupación común de los usuarios de una lengua preguntarse por la
forma que muestra o adopta el vocabulario que manejan.
Cuestiones como la planteada en la consulta lingüística que
reproducimos a continuación ilustran esa necesidad de los hablantes de
comprender las partes que conforman una unidad léxica, su razón de ser:
Con frecuencia surgen dudas de este tipo acerca de cómo están formadas
las palabras: ¿por qué preferimos la forma del participio irregular harto en
lugar de la regular hartado?, por ejemplo, ¿cómo alternan los usos de freído
y frito?, ¿qué explica que optemos por truncar una palabra por el final en
unas ocasiones auto[móvil], o por el principio en otras, [auto]bus, etc. De
los elementos con significado de las palabras (bases, prefijos, sufijos,
infijos, etc.) que componen internamente una unidad léxica se ocupa la
morfología léxica; y son objeto de estudio de la morfología gramatical la
flexión nominal (género, número) y verbal (persona, tiempo, modo,
aspecto) exigidas por las reglas de la sintaxis.
Antiguamente la subdisciplina gramatical conocida como Morfología
aparecía en los tratados gramaticales bajo el nombre de Analogía, pues la
forma fónica y gramatical con que se muestran las palabras es una de las
primeras generalidades que el hablante se plantea sobre su lengua.
Si una niña ya conoce el objeto y la palabra bici, el que monta en él será un biciclante, atendiendo
a su forma; algún hablante con chispa pregunta en una sección humorística de un periódico por
qué los días de la semana no se llaman lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, ‘sábades’ y
‘domingues’. Los dos casos mencionados son evidencias de cómo en el léxico mental la forma y
la regularidad formal del léxico están presentes, aunque luego siempre aparezcan las excepciones,
las anomalías. La morfología se desarrolla sobre las analogías formales entrevistas en el
vocabulario.
Un verbo como poner genera muchos derivados, al añadir a su base elementos con significado
propio: prefijos (a-, de-, in-, pre-, re-, etc.) o unidades prefijales como las preposiciones (ante,
con, contra, entre, etc.); podemos reconocer de este modo hasta veintiséis unidades léxicas
derivadas de poner: aponer, anteponer, componer, contraponer, deponer, descomponer,
desimponer, disponer, entreponer, exponer, imponer, indisponer, interponer, oponer, posponer,
predisponer, preponer, presuponer, proponer, recomponer, reponer, sobreponer, superponer,
suponer, trasponer, yuxtaponer constituyen toda una familia léxica. No obstante, no todas estas
palabras son reconocidas como derivadas de poner por parte de los hablantes del español: es
transparente la naturaleza morfológica de verbos como anteponer, posponer, interponer o
reponer, pero queda más diluido en nuestra conciencia lingüística el origen derivado de formas
como aponer, componer, exponer, imponer, proponer o suponer, por ejemplo, así como en las
correspondientes a la raíz alternante de poner, posic(-ión), empleada en los derivados nominales:
aposición, composición, exposición, imposición, proposición.
Una búsqueda en el DLE (2014) en línea con el criterio «termina en: -ble» ofrece una larga lista
de entradas (entre otras, amortizable, asegurable, certificable, compartible, comprable, etc.), lista
a la que se irán incorporando en un futuro nuevas formas como las aquí comentadas: encontrable
se registra ya en el CORPES XXI: con 13 apariciones; en cambio, no hay constancia en este
corpus de descubrible, ni de encontrabilidad ni descubribilidad. Sí que usabilidad (de usable),
otro sustantivo derivado de esta misma serie, está ya muy extendido en español desde principios
de este siglo XXI (véase <https://blogscvc.cervantes.es/martes-neologico/usabilidad/>).
Es sobre problemas como los hasta aquí planteados sobre los que
interesa reflexionar en relación con el léxico y la morfología:
— qué aportan los segmentos (base, prefijos y sufijos) que conforman
una palabra,
— qué significado y funciones comparten los derivados de una misma
palabra simple,
— qué relaciones semánticas refuerzan las relaciones morfológicas,
— qué tipos de redes estrechan,
— y cuál es la motivación lingüística de las formas que adopta una
palabra.
«Tentose Sancho, y llegando con la mano bonitamente y con tiento hacia la corva izquierda,
alzó la cabeza y miró a su amo, y dijo:
—O la experiencia es falsa, o no hemos llegado adonde vuesa merced dice, ni con muchas
leguas.
—Pues ¿qué —preguntó don Quijote—, has topado algo?
—¡Y aun algos! —respondió Sancho.
Y, sacudiéndose los dedos, se lavó toda la mano en el río, por el cual sosegadamente se
deslizaba el barco por mitad de la corriente, sin que le moviese alguna inteligencia secreta, ni
algún encantador escondido, sino el mismo curso del agua, blando entonces y suave».
Miguel de Cervantes (1615), Don Quijote de la Mancha. Segunda parte, Edición
del IV Centenario, RAE y ASALE, cap. XXIX, «De la famosa aventura del barco
encantado», pág. 775.
La cita de El Quijote que encabeza este apartado sobre morfología flexiva ilustra una de las
características de la forma de las palabras: su flexión para indicar contenidos como el número
añadiendo el morfema gramatical -s. En el ejemplo, don Quijote y Sancho utilizan la palabra algo
con una función gramatical distinta: don Quijote la usa como pronombre neutro, y en este caso no
sería posible la flexión de número (*algos); Sancho, en cambio, la emplea con el sentido de
‘piojos’. La categoría gramatical de las palabras (su función como pronombre neutro o sustantivo
de algo en este ejemplo) determina su capacidad de variación morfológica y el tipo de
componentes que las constituyen.
En el siguiente fragmento de la novela de Mario Vargas Llosa Cinco esquinas (2016: 14-15),
pueden observarse los distintos valores que adquieren palabras que comparten un mismo afijo
apreciativo, que puede expresar al mismo tiempo tamaño y actitud valorativa (chiquitas) pero no
siempre (Marisita, besito se usan con valor afectivo en el texto, no diminutivo):
«—Marisita, mil perdones, te he despertado —la oyó decir, con la voz más natural del mundo.
—Qué ocurrencia —balbuceó, convencida de que apenas se le oía la voz—. ¿Y te vas? ¿No
quieres tomar antes desayuno?
—No, corazón —repuso su amiga: a ella sí que no le temblaba la voz ni parecía incómoda:
estaba igual que siempre, sin el menor rubor en las mejillas y una mirada absolutamente normal,
sin pizca de malicia ni picardía en sus grandes ojos oscuros y con el cabello negro algo
alborotado—. Me voy volando para alcanzar a las chiquitas antes de que salgan al colegio. Mil
gracias por la hospitalidad. Nos llamamos, un besito».
Mario Vargas Llosa (2016), Cinco esquinas, Madrid, Alfaguara, págs. 14-15.
Los sufijos apreciativos forman una palabra de la misma clase y subclase
que la base y pueden ser de tres tipos:
PN-V: cualquiera
ADV-V o V-ADV: malcasar, mandamás
ADV-N: bienandanza
ADV-A: maleducado
Observamos en estos compuestos propios que los dos elementos que los
constituyen se han fundido de tal modo que esta cohesión se refleja en
distintos planos:
Los siguientes ejemplos subrayados ilustran la distinta procedencia de los préstamos en español,
y el distinto proceso de adaptación a la fonética del idioma:
«En estos días, estando las cosas como están, parece que no hay otro vestido más trendy que el
luto absoluto ni otro maquillaje más cool que el colorete zombi […] Pues no. No son cosa chica,
sino gran cosa y cada vez lo será más. Lo serán en tal medida que pronto todas las publicaciones
que queden flotando dentro y fuera de la Red dejarán aparte sus sermones sobre el fin del mundo,
el carromato político y la corrupción infame para abrazar el estilo famoso, amoral, libre y
curativo del deslizante papel cuché».
Vicente Verdú, «Las revistas femeninas», El País, 12 de abril de 2013.
«Se le considera el Papa de la basura y, sin duda, es el mayor esteta con el que ha contado el
mal gusto para trascender sus límites objetivos y convertirse en tendencia cool. Figura clave del
cine underground, John Waters (Baltimore, 1946) forjó un star system alternativo que tuvo en la
dionisíaca belleza trans de Divine a su particular Marilyn Monroe, le dio a la coprofagia un lugar
eterno en el imaginario cinematográfico a través de la escena final de su insuperable Pink
flamingos (1972) y, poco a poco, logró intoxicar la cultura mainstream con su particular,
sofisticado, pero también benigno, purísimo y purificador sentido de la perversión estética».
Jordi Costa, «Curso acelerado de cultura basura»,
El País, 6 de septiembre de 2011, pág. 38.
por cierto
Presenta el miembro del discurso en el que aparece como una digresión del tema que se viene
tratando, suscitada por algo dicho anteriormente:
Yo tengo una nariz etrusca, por decirlo finamente, y Nicole tiene un pegotillo. Por cierto, fíjense
que cuando habla se le mueve la puntita, cosa que a mí me hace pero que mucha gracia.
Elvira Lindo, en El País Domingo, 9/III/2003, 13
TEMA PRINCIPAL
El miembro discursivo Por cierto, fíjense que cuando habla se le mueve la puntita, cosa que a mí
me hace pero que mucha gracia es un comentario que se desvía del tema principal: la
comparación de la nariz de dos mujeres, y que surge por la referencia que se ha hecho
anteriormente a la forma de la nariz de una de ellas; <www.dpde.es>.
***
Morfología teórica:
Morfología descriptiva:
I) Interpretación un texto
miseria misericordia
(Del lat. miserĭa). (Del lat. misericordĭa).
1. f. Estrechez o pobreza extrema. 1. f. Virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los
2. f. Condición de miserable. Me sufrimientos y miserias ajenos.
repugna tu miseria y cobardía. 2. f. Pieza en los asientos de los coros de las iglesias para
3. f. Tacañería o avaricia. descansar disimuladamente, medio sentado sobre ella,
4. f. Flaqueza, debilidad o defecto. cuando se debe estar en pie.
U. m. en pl. Quiéreme como soy, con 3. f. Puñal con que solían ir armados los caballeros de la
mis miserias y mis Edad Media para dar el golpe de gracia al enemigo.
torpezas. 4. f. Rel. Atributo de Dios, en cuya virtud perdona los
5. f. Desgracia o infortunio. U. m. en pecados y miserias de sus criaturas.
pl. A tu lado me olvido de las 5. f. p. us. Porción pequeña de alguna cosa, como la que
miserias de la vida. suele darse de caridad o limosna.
6. f. Suciedad extrema. obra de misericordia,
7. f. coloq. Cantidad insignificante. 1. f. Acto con que se socorre al necesitado, corporal o
Ganaba una espiritualmente.
miseria. puñalada de misericordia
8. f. p. us. Plaga, especialmente de 1. f. golpe de gracia.
piojos.
villa miseria
1. f. Arg. Barrio de viviendas
precarias, con grandes carencias de
infraestructura.
piedad
(Del lat. piĕtas, -ātis).
1. f. Virtud que inspira, por el amor a Dios, tierna devoción a las cosas santas, y, por el amor al
prójimo, actos de amor y compasión.
2. f. Amor entrañable que se consagra a los padres y a objetos venerandos.
3. f. Lástima, misericordia, conmiseración.
4. f. Representación en pintura o escultura del dolor de la Virgen María al sostener el cadáver de
Jesucristo descendido de la cruz.
monte de piedad
1. m. Casa de empeños con carácter benéfico.
Autorretrato
JUAN MARSÉ 28/11/2008
Siempre pertrechado para irse al infierno en cualquier momento. El rostro magullado y
recalentado acusa las rápidas y sucesivas estupefacciones sufridas a lo largo del día, y algo en él
se está desplomando con estrépito de himnos idiotas y banderas depravadas. Las facciones se
traban, compulsivas, antes de desmoronarse. Se trata de un sujeto sospechoso de inapetencias
diversas y como deslomado, desriñonado y despaldado. Ceñudo, maldiciente, tiene la pupila
desarmada y descreída, escépticos los hombros, la nariz garbancera y un relámpago negro en el
corazón y en la memoria.
No ha tenido mucho gusto en haberse conocido, habría preferido pasar de largo de sí mismo,
pero acepta resignado el saludo hipócrita del espejo y la broma pesada de la vida: al nacer se
equivocó de país, de continente, de época, de oficio y probablemente de sexo. Hay en los ojos
harapientos, arrimados a la nariz tumultuosa, una incurable nostalgia del payaso de circo que
siempre quiso ser. Enmascararse, disfrazarse, camuflarse, ser otro. El Coyote de Las Ánimas. El
jorobado del cine Delicias. El vampiro del cine Rovira. El monstruo del cine Verdi. El fantasma
del cine Roxy. Nostalgia de no haber sido alguno de ellos. Es fláccida la encarnadura facial, quizá
porque la larga ensoñación detrás de las máscaras imposibles, el aburrimiento y el alcohol y la
luctuosa telaraña franquista de casi 40 años abofetearon y abotargaron las mejillas y las ilusiones.
El tipo es bajo, desmañado, poco hablador, taciturno y burlón. No se considera un intelectual, y
soporta mal que le traten como si lo fuera. Ama las tabernas y las papelerías de barrio y los
flancos luminosos de los quioscos que exhiben tebeos y novelas baratas de aventuras. Las
banderas le producen auténtico terror. Come ensaladas y escribe a mano. Y en un país en el que
nadie dimite jamás, ni aun después de haber probado algunos políticos su ineptitud o su cinismo
ante el pueblo —el señor Félix Pons con su piso de medio millón, por ejemplo, o los señores
jueces de la Sala Segunda del Supremo al condenar al periodista Juanjo Fernández, o el
gobernador civil de La Coruña, o los muy babosos dirigentes de Herri Batasuna, etcétera—, él
solo piensa en dimitir de todo, incluso de esta página. Pero no hay nada que le aburra tanto como
hablar de sí mismo, así que basta. Vestido de diablo y ligero de equipaje —algunos discos,
algunos libros (ninguno de Baltasar Porcel, por supuesto), algunas fotos—, se va por fin al
infierno. Abur.
Autorretrato se publicó en El País el 27 de diciembre de 1987, como colofón de
la serie que Marsé escribió bajo el título Señoras y señores.
El eclipse
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La
selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia
topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza,
aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los
Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que
confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se
disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que
descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó
algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de
su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de
sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y
salvar la vida.
—Si me matáis —les dijo— puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio
que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente
sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de
los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en
que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían
previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
Augusto Monterroso (1996), en Cuentos, fábulas y lo demás es silencio,
México, Alfaguara, págs. 55-56.
11 Son ejemplos extraídos del trabajo realizado por José Vicente Fernández.
12 DLE: De Duraluminio®, marca reg., acrón. del al. Düren, nombre de la ciudad donde se fabricó
por primera vez, y aluminio.
13 DLE: De Plexiglas®, marca reg., y este del lat. plexum ‘plegado’ y el ingl. glass ‘vidrio’,
‘cristal’.
Léxico y fonología
Los niños, o de forma burlesca los adultos, caracterizan el francés, el italiano, el catalán, el
portugués por rasgos formales fónicos de su vocabulario que chocan con la frecuencia baja de
esos mismos rasgos en castellano, o por su ausencia total. De chaleco-chalequé para el francés,
los plurales en -ini para el italiano, los constitució y constituçao para el catalán y el portugués
respectivamente, son nociones elementales que para el vocabulario de esas lenguas tienen los
hablantes más ignorantes de ellas.
El léxico de cada lengua tiene unas características formales sonoras que
inconscientemente reconocemos; muestra características fónicas y
fonológicas que se hacen habituales a los hablantes. Por ‘formales’ se
entiende su composición fonológica, la distribución de fonemas en sus
sílabas, la estructura de estas, la distribución de las sílabas en los extremos
y en el interior de las unidades léxicas, la colocación de las sílabas más o
menos intensas y otras características en la secuencia sintáctica (fonotaxis).
Los rasgos fonológicos necesarios para analizar y valorar las palabras de
una lengua son los siguientes, que iremos abordando en los diferentes
apartados de este capítulo:
Las unidades léxicas son analizables fonéticamente en sus segmentos, pero estos segmentos, en
sí, no tienen significado. Sin embargo, el español ofrece algún segmento que lo caracteriza, como
la velarización sorda de la jota, por ejemplo, sonido desconocido en otras lenguas vecinas. Señala
Gabriel Celaya en un conocido poema suyo:
Hablando en castellano,
mordiendo erre que erre por lo sano,
la materia verbal, con rabia y rayo,
lo pone todo en claro.
Y al nombrar doy a luz de ira mis actos.
Hablando en castellano,
con la zeta y la jota en seco zanjo
sonidos resbalados por lo blando,
zahondo el espesor de un viejo fango,
cojo y fijo su lujo. Basta un tajo.
• Hay muy pocas palabras que empiecen por el fonema /ñ/; por el
contrario, los fonemas /a/, /k/ y /p/ requieren muchas páginas del
diccionario para listar voces que comiencen con estos fonemas.
• Si se observa las sílabas finales de las palabras, se advierte que las
vocales /a/, /e/, /o/ y las consonantes /s/, /n/ son mayoría en
castellano. De ahí que los ortógrafos que fijaron el uso de la tilde
pusieron como condición para la ortografía del español ciertas
relaciones de la posición de la sílaba intensa con estas terminaciones,
como aprovechándola para no tener que poner tantas tildes.
• Por el contrario, es extraño que se encuentren en posición final de
palabra fonemas como /u/ por parte de las vocales; por ejemplo, no
hay ninguna forma verbal que acabe en esta vocal, cuando hay
formas de la conjugación en -a, -e, -i y -o.
• Tampoco es habitual en español encontrar palabras terminadas en /g/,
/b/, /k/, /m/, /p/, /t/, entre las consonantes. A pesar de la influencia del
inglés en el castellano actual, hay resistencia a realizar estas
consonantes finales, que son habituales en esta lengua y no lo son en
castellano: camping, club, crack, boom, top, tuit; las personas
mayores muestran ante estas palabras cierta resistencia y
patrimonializan su pronunciación eliminando la consonante final o
adaptándola a otro sonido cercano.
• También, limitándose a la distribución de los fonemas propios del
castellano, se encuentra que hay pocas palabras terminadas en /x/,
reloj, carcaj, boj; o en /ñ/ y /l/, a diferencia de tantas palabras
catalanas que a los castellanos monolingües les cuesta pronunciar:
Montseny, Capmany, Sabadell, Canyadell.
• En el interior de palabra hay preferencias por la contigüidad de ciertos
fonemas. Los grupos consonánticos de origen latino, /ns/, /kt/, /ks/,
/gn/, /ps/, de transferir, acto, taxi, cognición, lapso, por ejemplo,
requieren una pronunciación más cuidada. En algunas regiones de la
península los grupos consonánticos /kt/, /ks/ se simplifican perdiendo
el primer elemento: acto /ato/, taxi /tasi/ o lo oído a un conductor de
autobús: El tráfico ahora está /kolasáo/ [colapsado].
Tabú es una palabra cuya pronunciación pone de manifiesto su novedad y exotismo en la lengua
castellana; esa característica solo se detecta por la posición final e intensa del fonema /ú/, que no
es nada habitual en el léxico patrimonial del español, como hemos observado.
Chipén, fetén, undivel, y otras palabras terminadas en sílaba intensificada final en /é/, son
gitanismos y tienen esa característica prosódica reconocible.
La dificultad para ciertos plurales de voces paroxítonas terminadas en consonante empieza a
fallar en castellano por influencia de los castings, rankings, campings del inglés; así se oye de vez
en cuando los cáncer, los césped y hasta los cóndor, o se encuentra difícil hacer los plurales
regulares de máster, rúter, míster, etc., también anglicismos. Un titular del periódico La
Vanguardia de 9 de agosto de 2012 ofrecía en la portada: Mano dura de Interior por el asalto a
los súpers andaluces. La estructura fonológica del inglés está influyendo en la morfología de este
tipo de voces bisílabas y paroxítonas en español.
También los hablantes advierten cuando entre las unidades léxicas de alguna expresión hay una
frecuencia más alta que la normal de ciertos fonemas y de su distribución, lo que puede causar
satisfacción, como las sílabas con ese en los versos de Rubén Darío:
[…]
En mi jardín se vio una estatua bella
se juzgó mármol y era carne viva;
un alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.
o por el contrario desagrado, lo que puede constituir una cacofonía buscada o no. Este aspecto
pesa en la valoración de las palabras en algún texto en concreto. Unamuno es un poeta que no
rechaza la continuidad de sonidos fuertes sin acompasar, como en los siguientes versos de su
poema En un cementerio de lugar castellano:
Muchas leyendas de los chistes del humorista gráfico Forges ejemplifican esta pérdida de
realización fonética que sufren algunas palabras en la pronunciación poco cuidada: stupendo por
estupendo, diosanto por ¡Dios santo!, sactamente por exactamente, nefecto por en efecto.
La intensidad aporta distinción entre las sílabas de una unidad léxica,
que la ortografía de la lengua española regula bastante bien para distinguir
en la lectura las sílabas marcadas con intensidad de las sílabas no marcadas.
Hay una gran diferencia entre la presencia o ausencia de intensidad entre la
sílaba final de dos palabras: esta/está, el pico del pájaro/el pájaro le picó, y
también entre tres: célebre, celebre y celebré.
Toda unidad léxica descriptiva presenta una sílaba más intensa que las
otras que forman la voz. Y la posición de esta sílaba más intensa caracteriza
la palabra, de manera que hay unidades léxicas oxítonas o agudas (sofá,
comer, corazón), paroxítonas o graves (mueble, comieron, carácter) y
esdrújulas o proparoxítonas (cámara, comiéramos, acólito). En la
realización de estas palabras con alguna intención, despa…cio; aclaración,
peras no, bre…vas; llamadas: ¡Fortuna…ta!; la sílaba tónica es la que
permite ser alargada, con el consiguiente efecto que se pretende.
El esquema intensivo regular del léxico español es el grave o paroxítono
_/ _, es decir, es la estructura del pie trocaico: correspondientes a papa,
libro, móvil, escarcha, envía, marcha. Otro esquema intensivo es el agudo u
oxítono _ _ _/ correspondiente a papá, dejó, textil, envió, marchará. Un
esquema dáctilo como _/ _ _, correspondiente a cualquier palabra esdrújula,
es un esquema reconocible en pájaro, técnico, dámelo, cantándola, pero es
menos frecuente en el léxico castellano que los dos anteriores.
Como hemos dicho, en general, las palabras descriptivas presentan una
sola sílaba marcada por la intensidad; los adverbios en -mente y alguna
palabra compuesta presentan dos, cada una de sus distintos elementos
compositivos: besamanos, manirroto, etc., aunque siempre puede
exagerarse la última frente a la primera (cfr. §6.3).
Hay palabras que ofrecen dos realizaciones dudosas de su sílaba intensa:
periodo/período, ibero/íbero, océano/oceano. Parece que las palabras
esdrújulas son consideradas más cultas y se da el caso de cambios de acento
hacia este esquema por hipercorrección. Cuando se pronuncia *cónsola por
consola, *périto por perito, *méndigo por mendigo, se está cayendo en este
tipo de hipercorrección.
Las palabras en rima de la poesía española son preferentemente graves; como lo son
mayoritariamente las palabras del español; dan suavidad y sonoridad equilibrada al poema:
Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.
Veamos la reflexión sobre la entonación y la intensidad que hace un escritor sobre composiciones
poéticas aprendidas en la escuela primaria:
«Mi recuerdo de otra es más fragmentario aún:
Un ejemplo deficiente en cuanto al ritmo de la prosa es el que sigue, extraído de una traducción:
«Si a un profano ilustrado se le pide que diga qué pasa, en su opinión, en una cabeza que hace
un descubrimiento científico y qué tienen de especial los científicos que los cualifica para
hacerlos, su explicación podría ser del estilo de la siguiente: un científico es un hombre que ha
cultivado (si es que no ha nacido con) un temperamento inquieto, que gusta de los problemas y
los busca y tiene capacidad para resolverlos, el temperamento que caracteriza la posesión de un
Espíritu Científico. La ciencia es una actividad inmensamente próspera y triunfante —lo que la
religión no es, ni lo son (por ejemplo) la economía, ni la propia filosofía— porque es el resultado
de la aplicación de cierto método, seguro, poderoso, de descubrimiento y demostración a la
investigación de los fenómenos naturales: el método científico […]».
Peter Medawar, «Hipótesis e imaginación», en El extraño caso de los ratones
moteados y otros ensayos sobre la ciencia, trad. de Juan Pedro Campos, Barcelona,
Crítica, pág. 31.
Contribuyen así a ir forjando esquemas fónicos que el hablante percibe en casos como los que
señala Rafael Sánchez Ferlosio:
«Digo la tara, y no me entiende nadie; digo la tara y la rejama, y ya me entienden muchos; digo
por fin la tara y la rejama, el tomero y el romillo, y veo que me entienden todos. El injusto poder
de convicción de los sistemas viene del hecho —por lo demás epistemológicamente necesario—
de que el cerebro humano sea tan inercialmente, tan formalísticamente, analógico y
combinatorio».
Rafael Sánchez Ferlosio (1993), Vendrán más años malos y nos harán más ciegos,
Barcelona, Destino, pág. 38.
Este texto es muy adecuado para ilustrar cómo las diferentes realizaciones fónicas, que se puedan
dar en la extensa geografía de la lengua española, no ofrecen especial dificultad de comprensión;
también sirve para mostrar que los patrones fónicos (de fonemas, de sílabas, de esquemas de
intensidad, de entonación) se localizan mentalmente y los tenemos inscritos en la memoria. Por
tanto, se puede decir que el ritmo proviene de la capacidad de retener patrones, patrones métricos
(de medida, de sonidos y sílabas) y patrones semántico-sintácticos que ayudan a producir
discurso, como aquí con cuatro palabras de plantas campestres: la jara y la retama, el romero y el
tomillo, a las que se las tiene encuadradas en este ritmo precisamente.
Es el ritmo otra manera de enfocar una reflexión que le parece a Unamuno interesante sobre qué
puede ser el conocimiento transcendente que la humanidad busca, y él mismo se comenta:
[…]
La lección te pongo en verso
por sujetar su osamenta,
que el hueso del universo
sobre compás se sustenta.
Miguel de Unamuno, Antología poética,
Madrid, Espasa Calpe, 19594.ª, pág. 125.
El ritmo, el compás, establece el esqueleto, la osamenta; pues el hueso del universo, es decir, el
núcleo del verdadero conocimiento de la ciencia o del misterio final, se apoya, se sustenta, en el
ritmo. El hombre está inmerso en ritmos diversos.
Hay escritores cuyos textos sobresalen por el ritmo fácil con que se leen. Es el caso de la prosa de
Juan Ramón Jiménez, de la que sirve como ejemplo este texto titulado «El niño y el mar»:
«Por las tardes de otoño, en el sol caliente y gustoso del pueblo en vendimia, las mujeres se
sientan a coser en las puertas, desde donde se ve la ribera y, sobre las Angustias, la raya brillante
del mar. La pobre madre, a veces, deja su costura y se queda estasiada 15 en el ocaso, toda
transfigurada con su belleza y su luz. Y de pronto, grita:
—Mira qué bonito está mi niño, dorado y riéndose».
Juan Ramón Jiménez, Historias y cuentos, ed. de Arturo del Villar,
Barcelona, Bruguera, 1979, pág. 147.
Conviene leer este pequeño poema en prosa en voz alta con las pausas en los grupos fónicos, las
cadencias y las anticadencias que la misma prosa pide, sin vergüenza, dominando el texto; y
terminar con el tono exclamativo, casi de suspensión, de la madre extasiada ante la belleza de su
hijo en medio de ese paisaje cálido que anuncia el otoño y que también a ella la embellece.
Carlos Fuentes juega con la paronimia o paronomasia muchas veces en su prosa, en ocasiones ya
desde el título de sus textos, como el siguiente:
«URBES, UBRES
Creo en las ciudades. La naturaleza me inquieta demasiado. Su terror me resulta más próximo
que prójimo. […]
Amo las ciudades que en vez de hundirse o esconderse, se extienden, se muestran, se explayan
como joyas sobre terciopelo. París es la ciudad perfecta en este sentido. Cambia pero no se
esconde. Se expande, pero no se esfuma. Los viejos amantes de la ciudad podemos reclamar, aquí
y allá, la desaparición de tal librería, de tal café, de tal mercado… Pero en su esencia, París no
cambia. Las referencias literarias y musicales siguen siempre allí. Una novela de Balzac es una
novela de Proust es una novela de Le Clézio. Un poema de Villon es un poema de Apollinaire es
un poema de Prévert. Una canción de Piaf, de Patachou, de Jean Sablon o Georges Brassens, de la
maravillosa Barbara, nunca envejece. Los lugares citados son citados y sitiados para siempre por
los nombres de Pigalle, Montparnasse, la Rue Le Pic, el Puente Mirabeau, la Place Dauphine
donde caen para siempre las hojas muertas».
Carlos Fuentes (2002), En esto creo, Barcelona, Seix Barral, 2003,
pág. 277 y pág. 282.
«Todos éramos el grupo de amigos que iba a casa de Olga Andreu a oír música y conversar con
ella de música y otras artes menos lógicas, ella Mlle. Récamier 16 tumbada en su tumbona, un
hallazgo, casi un milagro histórico: una muchacha con quien se podía conversar y que no era
cursi o pretenciosa, cosa curiosa en La Habana, llamada a veces ‘La Vana’».
Guillermo Cabrera Infante (1979), La Habana para un infante difunto, Barcelona,
Círculo de Lectores, 1992, pág. 176.
Se observa en este fragmento el juego de palabras de tumbada en su tumbona, la rima interna en
pretenciosa, cosa curiosa, donde también hay que reconocer el seseo con que en la mayor parte
del español se realiza la interdental: -ciosa, -osa, -osa, repiten las mismas dos últimas sílabas,
produciendo una llamada de atención sobre la expresión. Tambien Cabrera Infante juega con la
sinalefa (fusión de la última sílaba de una palabra con la primera sílaba de la palabra siguiente)
entre La Habana y La Vana, de igual realización fonética si se realiza la sinalefa. Vana además es
un adjetivo que semánticamente hace eco con pretenciosa: la vanidad y la pretensión; en la
Habana suele haber gente pretenciosa, sugiere el texto, pero no era así Olga Andreu.
«Yo había visto su perfil en el cine (era lo que más veía en el cine un desfile de perfiles) y me
pareció romo pero mono (ese es un adjetivo que empleo ahora, pero por aquel tiempo ni muerto
lo hubiera usado) y su melena corta parecía lo que luego se llamó peinado paje».
Ibíd., 1992, pág. 144.
«[…] el impersonal talento de la lengua […] tendía a suplir la ausencia de morfemas recurriendo
al expediente retórico del crescendo: al lanzarse un hablante a expresar las inclinaciones afectivas
que les suscita una cosa o una persona puede librarse al recurso efusivo y encarecedor de la
repetición de una palabra: «¡Precioso, precioso, precioso!», «¡Te quiero, te quiero, te quiero!»,
donde la curva melódica traza a menudo una escala en crescendo a lo largo de los tres golpes
sucesivos. Es un recurso retórico tan antiguo como la lengua misma. Pero ¿qué pasa si este
crescendo decide complementarse con lo que los retóricos latinos llamaban la uariatio,
consistente en hacer relevarse una palabra con otra u otra sinónimas o puestas en juego bajo
suposición de sinonimia? No otra cosa es la que puede verse, con toda nitidez, en el crescendo
«¡Te quiero, te adoro, te idolatro!», o en este otro: «¡Precioso, espléndido, maravilloso!»; y he
aquí que el impersonal talento de la lengua les ha soplado en el oído a los hablantes —no hace
falta un retórico de escuela, basta con el más inocente y espontáneo hablante de la lengua común
—, sin que ellos lo advirtieran, el recurso expresivo de ordenar la sucesión de estas ternas de
palabras con arreglo a otro criterio de crescendo, que ha acabado por fijarlas en el léxico de modo
permanente según la misma, invariable, gradación: el del número de sílabas, 2-3-4 o 3-4-5 en los
ejemplos propuestos […] El orden en crescendo de la sucesión trisílabo-tetrasílabo-pentasílabo es
el que determina, por su parte, la gradación escalar de la tríada precioso – espléndido –
maravilloso».
Rafael Sánchez Ferlosio (2000), El alma y la vergüenza, Barcelona,
Destino, págs. 280-282.
Los ripios son juegos también fonéticos, pero desafortunados:
Huélamo, Carrascosa,
Alpedrete, Buitrago,
Palencia, Arganda, Galve,
Galapagar, Villalba.
Peñarrubia, Cedrillas,
Alcocer, Tamurejo,
Aguadulce, Pedrera,
Fuente Palmera, Colmenar, Sepúlveda.
(… y 48 versos más como estos, llenos de nombres de poblaciones españolas).
Pablo Neruda, Tercera Residencia (1935-1945), Buenos Aires,
Ed. Losada, 19433.ª, pág. 54.
Aquí los nombres propios, carentes de significado, sirven para representar a España en la Guerra
Civil, con la sonoridad fonética característica del castellano.
De manera más sencilla y humilde, dice algo parecido el cantarcillo:
«Así, cuando el rey cree ir a repetir “el místico y nocturno viaje del Profeta” hay frases que
relumbran como esta:
Espíritus inmensos
en forma de caballos
de corzos o de gallos
de enorme magnitud.
Se conoce que cuando era pequeño le dejaban en su casa decir magnituz, como dice en
Valladolid la gente poco educada; a mí eso me resulta intolerable y me costó un trabajo atroz
disimular la cojera de esa rima.
Todo menos decir magnituz, pero si hubiera dicho magnitud dejando sonar la d, se hubiera
notado demasiado la falta de concordancia; entonces opté por decir magnitú, alargando la u con
cierta maña.
Ese truco me salió tan espontáneo como le sale a toda la gente de la ciudad el decir Valladolí.
No queremos decir Valladoliz, como la gente ordinaria, ni queremos marcar la d al final por no
parecer afectados: entonces suprimimos la consonante así, con desparpajo».
Rosa Chacel (1945), Memorias de Leticia Valle,
Barcelona, Bruguera, 1980, págs. 133-134.
Distribución de los fonemas en final de sílaba, distribución en la rima,
variedad en la realización, «desparpajo» en la recitación, se hacen
conscientes en una niña de no más de doce años.
Fonética descriptiva:
HABLANDO EN CASTELLANO
Hablando en castellano,
mordiendo erre que erre por lo sano,
la materia verbal, con rabia y rayo,
lo pone todo en claro.
Y al nombrar doy a luz de ira mis actos.
Hablando en castellano,
con la zeta y la jota en seco zanjo
sonidos resbalados por lo blando,
zahondo el espesor de un viejo fango,
cojo y fijo su lujo. Basta un tajo.
[…]
Hablando en castellano,
tan solo con hablar, construyo y salvo,
mascando con cal seca y fuego blanco,
dando diente de muerte en lo inmediato,
el estricto sentido de lo amargo.
Hablando en castellano,
las sílabas cuadradas de perfil recortado,
los sonidos exactos, los acentos airados
de nuestras consonantes, como en armas, en alto,
atacan sin perdones, con un orgullo sano.
[…]
Hablando en castellano,
ya sé qué es poesía. Leyendo el Diccionario
reconozco como todo quedó bien dicho y nombrado.
Las palabras más simples son sabrosas, son algo
sabiamente sentido y calculado.
Hablando en castellano,
decir tinaja, ceniza, carro, pozo, junco, llanto,
es decir algo tremendo, ya sin adornos, logrado,
es decir algo sencillo y es mascar como un regalo
frutos de un largo trabajo.
[…]
Hablando en castellano,
en ese castellano vulgar y aquilatado
que hablamos cada día, sin pensar cuánto y cuánto
de lírico sentido, popular y encarnado
presupone, entrañamos.
Hablando en castellano,
recojo con la zarpa de mi vulgar desgarro
las cosas como son y son sonando.
Mallarmé estaba inventado
el día que nuestro pueblo llamó raso a lo que es raso.
Hablando en castellano,
los nombres donde duele, bien clavados,
más encarnan que aluden en abstracto.
Hay algo en las palabras, no mentante, captado,
que quisiera, por poeta, rezar en buen castellano.
Gabriel Celaya (1954), Itinerario poético, ed. del autor,
Madrid, Cátedra, págs. 88-90.
NOTA Y PALABRA
Cuando aquel hombre uno no pudo ya decir lo que sentía, empezó a cantar, primero como un
tonto, un loco al fin, el sin sentido. Y así inventó la música.
Cantó hasta no poder más. Entonces, ya serenado, sintió que le quedaban en lo más hondo,
vacío ya de notas musicales, unas pocas palabras. Eran así como estas: «Y naufragar en este mar
me es dulce» 17 . Y estas: «Yo puedo estar dentro de una cáscara y ser el rey del espacio infinito, si
no fuera por los malos sueños» 18 . O estas: «El poeta, tal como en él mismo la eternidad lo
cambia» 19 .
Desde luego, la palabra era mucho más que la música. Era lo más, era el fin, y no, como había
sido hasta entonces, «en el principio» 20 .
Juan Ramón Jiménez, Historias y cuentos, ed. de Arturo del Villar, Barcelona,
Bruguera, 1979, pág. 175.
«[…] como Olga, ella era inteligente y capaz de conversar con nosotros los de entonces, que
siempre éramos los mismos, haciendo chistes constantes y juegos de palabras de salón y
padeciendo la paronomasia como un mal no solo incurable sino contagioso. Recuerdo que una de
las primeras veces que la vi, Catia llevaba un vestido de esos que tienen tirantes y se llaman
jumpers, hecho de una tela que imitaba al leopardo y por unos días ella se convirtió en
Leopardina Bencomo, fiera amable. También hacíamos artes combinatorias con su apellido,
llamándola Catia Bencomo Estés y preguntando si Catia Bencomo se casara con otro amigo
fronterizo llamado Lino Abraido. Juegos de bachillerato y de ese humor adolescente al que, como
al 21 amor, nunca renunciaría».
Guillermo Cabrera Infante (1979), La Habana para un infante difunto, Barcelona,
Círculo de Lectores, 1992, págs. 176-177.
16 Célebre retrato de Jacques-Louis David, 1800, que representa a la joven señora descansando a lo
largo de una tumbona de estilo Imperio. (Óleo sobre lienzo, 173×243 cm., París, Louvre)
21 En el texto: como el amor, que sin preposición a pierde la coherencia de la comparación con
como.
CAPÍTULO 8
Léxico y pragmática
Juan Ramón Jiménez expresa poéticamente la complejidad que entrañan los actos de habla:
faltaría más
1. expr. no faltaba más.
no faltaba más
1. expr. U. para rechazar una proposición por absurda o inadmisible.
2. expr. U. para manifestar la disposición favorable al cumplimiento de lo que se ha requerido.
Lo que las acepciones recogidas en el DLE (2014) muestran no es la definición de faltaría más o
no faltaba más sino con qué objetivos pragmáticos se emplean en la lengua estas expresiones,
esto es, para qué se usan: para rechazar, para manifestar la disposición favorable; rechazar y
aceptar como intenciones opuestas pueden expresarse paradójicamente con la misma unidad
léxica compleja faltaría más. Por eso, estos usos pragmáticos se comprenden mejor en contexto,
detallando la situación en que se recurre a estas expresiones, que forman todo un enunciado. La
pragmática estudia el uso del lenguaje en función de la relación que se establece precisamente
entre enunciado-contexto-interlocutores (intenciones y efectos de lo dicho: actos locutivo,
ilocutivo y perlocutivo). Pragmáticamente, faltaría más es una expresión quizás más cortés que
no faltaba más; así queda recogido en el Diccionario fraseológico documentado de la lengua
española de Seco, Andrés y Ramos (2004: s.v.):
no faltaba más (o no faltaría más, o faltaba más, o faltaría más, o, col, humoríst, no faltaba
plus, o no faltaría plus, o faltaba plus, o faltaría plus). fórm or Se usa para rechazar
enfáticamente cualquier duda sobre lo que se acaba de decir, o, cortésmente, sobre el
cumplimiento de una petición que se acaba de recibir. […] 2 no faltaba más (o no faltaría más,
o faltaba más, o faltaría más). fórm or Fórmula de cortesía con que se rechaza un acto cortés
ajeno o con que se replica una fórmula de gratitud.
Es un ejemplo faltaría más de gramaticalización de la unidad léxica, hasta el punto de llegar a
funcionar como un operador en español, equivalente en algunas situaciones a por supuesto o
claro.
1. Indica evidencia o reafirmación. Es más enfática que por supuesto o claro, con un valor
emotivo y expresivo más fuerte.
2. Se emplea:
a) Como respuesta a sugerencias, peticiones o afirmaciones del otro interlocutor. Es una
aceptación o confirmación enfatizada, que a veces se usa irónicamente:
—Y ponga la foto ya. —No faltaba más, aquí va […]
b) Como comentario al propio discurso, de forma dialógica. Tiene un valor irónico a veces.
Constituye un enunciado, como intervención independiente o comentario anterior:
Casi todas las averías y retrasos son casuales, no faltaba más […]
COMPORTAMIENTO EN EL PLANO MODAL Y ENUNCIATIVO
Constituye un comentario exclamativo. Al mismo tiempo convoca a otros enunciadores, la
comunidad, que sustenta lo afirmado. Por eso no puede refutarse: […]
PLANO INFORMATIVO
Muestra lo anterior como esperado o evidente.
PLANO ARGUMENTATIVO
Puede usarse también con cierto valor de operador argumentativo escalar señalando el
elemento más alto de la serie.
(Fuentes Rodríguez 2009: 234)
Con estas marcas, señala la RAE, se identifican los distintos matices con
los que el hablante tiñe, ocasional o habitualmente, el empleo de las
palabras. En este etc. de la Academia incluiríamos valores pragmáticos
como los siguientes: manifestación de cortesía, reafirmación, evidencia,
sorpresa, disgusto, énfasis, por ejemplo. Así podemos observarlo en las
siguientes definiciones del DLE (2014), que suplen la carencia de una
marca de uso en el diccionario:
Entre los matices habituales que definen una palabra, son claros los
disfemismos y los eufemismos del español, que no siempre se marcan en el
diccionario; sí que se indican como malsonantes muchas voces, solapadas
estas restricciones de uso con sentidos despectivos, como observamos en el
caso de la definición de pijo en el DLE (2014), malsonante:
pijo, ja
De or. inc.
1. adj. despect. coloq. Esp. Dicho de una persona: Que en su vestuario, modales, lenguaje, etc.,
manifiesta afectadamente gustos propios de una clase social adinerada. U. t. c. s.
2. adj. despect. coloq. Esp. Propio de la persona pija o de la clase social adinerada. Colegio pijo.
3. m. malson. Miembro viril.
4. f. malson. pijo (miembro viril).
carca 1
1. adj. despect. carcunda. U. t. c. s.
carcunda
Del port. carcunda, designación de los absolutistas en las luchas políticas portuguesas de
principios del siglo XIX.
1. adj. despect. carlista. Apl. a pers., u. t. c. s.
2. adj. despect. De actitudes retrógradas. Apl. a pers., u. t. c. s.
nada
1. expr. coloq. U. para oponerse a lo que otro acaba de expresar o quitarle importancia. Nada, os
quedáis a comer aquí. U. t. repetida.
2. expr. coloq. U. para introducir una conclusión de lo expuesto o lo observado antes. Nada, que
no se va.
de eso nada, o de eso nada, monada
1. locs. advs. coloqs. U. para enfatizar lo que se niega.
qué barbaridad
1. loc. interj. U. para indicar asombro, admiración, extrañeza.
traer 1
Del lat. trahĕre ‘llevar arrastrando’, ‘traer hacia sí’.
Conjug. modelo.
1. tr. Conducir o trasladar algo al lugar en donde se habla o de que se habla Traer una carta, una
noticia.
2. tr. Atraer o tirar hacia sí.
ir
Del lat. ire.
Conjug. modelo actual.
1. intr. Moverse de un lugar hacia otro apartado de la persona que habla. U. t. c. prnl.
venir
Del lat. venīre.
Conjug. modelo.
1. intr. Dicho de una persona: caminar.
2. intr. Dicho de una cosa: Moverse de allá hacia acá.
3. intr. Dicho de una persona o de una cosa: Llegar a donde está quien habla.
«Ahí va la pobre, a romperse en él. Lo mismo que se rompe una ola en las rocas. Un poco de
espuma y adiós. ¿No ve que ni siquiera se toma la molestia de abrirle la puerta? Sometida, más
que sometida.
Y esos zapatos de tacón y esos labios rojos a sus cuarenta y cinco años, ¿para qué? Con tu
categoría, hija, con tu posición y tus estudios, ¿qué te lleva a comportarte como una adolescente?
Si el aita levantara la cabeza…
En el momento de subir al coche, Nerea dirigió la vista hacia la ventana tras cuyo visillo
supuso que su madre, como de costumbre, estaría observándola. Y sí, aunque ella no pudiese
verla desde la calle, Bittori la estaba mirando con pena y con el entrecejo arrugado, y hablaba a
solas y susurró diciendo ahí va la pobre, de adorno de ese vanidoso a quien nunca se le ha pasado
por la cabeza hacer feliz a nadie. ¿No se da cuenta de que una mujer ha de estar muy desesperada
para tratar de seducir a su marido después de doce años de matrimonio? En el fondo es mejor que
no hayan tenido descendencia.
Nerea agitó brevemente la mano en señal de despedida antes de meterse dentro del taxi. Su
madre, en el tercer piso, oculta tras el visillo, desvió la mirada. Se veía una amplia franja de mar
por encima de los tejados, el faro de la isla de Santa Clara, nubes tenues a lo lejos. La mujer del
tiempo había anunciado sol. Y ella, ay, qué vieja me estoy haciendo, volvió a mirar la calle y el
taxi ya se había perdido de vista».
Fernando Aramburu (2016), Patria, Barcelona, Tusquets, pág. 13.
Las unidades que se utilizan en este inicio de la novela son de distinto tipo: las primeras deícticas,
las segundas anafóricas. El libro se inicia con un elemento deíctico, ahí, que señala un lugar entre
quien habla y quien escucha, que no coincide con el lugar del yo emisor —también el tiempo
verbal va presente es deíctico, pero ya hemos comentado que no nos detenemos en la morfología
aquí—. Siguen dos elementos catafóricos porque solo se podrán entender cuando se avance en la
lectura: la pobre sabemos que es Nerea, la hija de Bittori, solo si llegamos al segundo párrafo; él
es el marido de Nerea. Estos tres referentes personales (Bittori, Nerea y su marido) son a los que
remite la mayor parte de palabras anafóricas del texto: los clíticos le, la; el pronombre tónico ella
para señalar a Nerea en el tercer párrafo, y también a Bittori en el último; el posesivo su del
mismo modo para referirse a este personaje; el relativo quien para remitir al marido de esta, las
anáforas elípticas, etc. —también los morfemas de género son anafóricos, y las desinencias
verbales—; son formas de establecer la linealidad discursiva habitual.
Lo sorprendente de este fragmento —y de toda la novela Patria— es el especial uso que
Aramburu hace de los deícticos, sin avisar al lector del cambio de campo referencial. En el
segundo párrafo se emplean los demostrativos de segunda persona esos en esos zapatos de tacón,
esos labios rojos, el posesivo tu, también de segunda persona con valor deíctico, y el pronombre
te para reflejar el momento de habla de la protagonista, Bittori, quien «hablaba a solas y susurró
diciendo» a su hija esas preguntas: Nerea es la aludida por los deícticos de segunda persona. Esta
puesta de relieve del centro deíctico de los personajes es la técnica que emplea el autor de Patria
para comunicar los pensamientos y sentimientos de los protagonistas en primera persona, sin
ruptura con la linealidad anafórica de la narración en tercera persona. La última línea de este
fragmento es otro ejemplo de este recurso: se usan el pronombre ella —y el morfema verbal
correspondiente: volvió— de tercera persona y el de primera me —y la forma correspondiente
estoy— para indicar el mismo referente, Bittori: en el primer caso desde la perspectiva del
narrador, en el segundo desde el centro deíctico de este personaje, desde su interior.
Lozano et al. (1982: 101) diferencian del siguiente modo las expresiones
referenciales:
DEÍCTICAS ANAFÓRICAS
PERSONA yo (mi, me), tú (te, ti, conmigo, contigo) él (su, se, si, consigo)
entonces
ahora
en ese momento
en este momento
el mismo día
hoy
poco antes
TIEMPO ayer
el día anterior
mañana
el día siguiente
dentro de poco
poco después
la semana que viene…
una semana más tarde…
aquí allí
ESPACIO este ese
venir ir
LOCUCIONES:
Dentro de las locuciones distinguimos, en función también de su mayor o menor acomodación a
las reglas gramaticales, entre dos clases de unidades fraseológicas:
DLE: locs. verbs. coloqs. Ver con impasibilidad, a causa de experiencia o costumbre, desafueros,
males o daños.
1 locs. verbs.
2 coloqs.
4 a causa de experiencia o costumbre,
Paráfrasis: Ver con impasibilidad desafueros, males o daños
Varela-Kubarth: (f.) Estar endurecido o curtido (en las adversidades): «Ande, hombre, anímese y
cuéntenos cómo se produjo el crimen con todo detalle; aquí estamos todos ya curados de
espanto».
2 (f.)
Paráfrasis: Estar endurecido o curtido (en las adversidades)
DFDEA: adj Impasible ante cualquier cosa por estar acostumbrado a todo. Gralm con el v estar.
|| V. Montalbán Laberinto 186: Ya estoy curada de espantos ante las burradas que hacen los
hombres de tu edad cuando van de vampiros y creen que chupar sangre joven los rejuvenece.
A. Olano Sab 10.9.66, 5: Marbella se asoma ahora tímidamente entre perpleja y curada de
espanto por la corriente del turismo.
Paráfrasis: Impasible ante cualquier cosa por estar acostumbrado a todo
(b) Arrimar el ascua a su sardina
Caballero y Rubio: Dícese con relación a las personas que, prácticas o positivas, solo atienden a
lo que les conviene más sin pensar ni ocuparse de los demás.
3 Dícese con relación a
4 las personas que, prácticas o positivas,
5 solo atienden a lo que les conviene más
Paráfrasis: Sin pensar ni ocuparse de los demás
DLE: loc. verb. coloq. Aprovechar, para lo que le interesa o importa, la ocasión o coyuntura que
se le ofrece.
1 loc. verb.
2 coloq.
4 la ocasión o coyuntura que se le ofrece.
Valor semántico: Aprovechar, para lo que le interesa e importa
Varela-Kubarth: (inf.) Dirigir las cosas en provecho propio: «Al hacer reparto de bienes no se
pusieron de acuerdo, porque cada uno quería arrimar el ascua a su sardina».
2 (inf.) [informal]
Paráfrasis: Dirigir las cosas en provecho propio
DFDEA: v (col) Aprovechar las circunstancias en beneficio propio. || HLV 8.4.74. 14:
Discrepancia total en las opiniones de valencianos y granadinos. Cada cual arrima el ascua a
su sardina.
2 (col)
Paráfrasis: Aprovechar las circunstancias en beneficio propio
(c) Saber lo que es bueno
Salamanca:AMENAZA. Se usa para advertir a una persona de lo que puede ocurrirle por un
hecho que pasa o por algo que realiza. Como te caigas de ahí y te rompas una pierna vas a
saber lo que es bueno.
3 Se usa, [ante una persona]
4 por un hecho que pasa o por algo que realiza
5 AMENAZA
Paráfrasis: Advertir lo que puede ocurrir a una persona
DFDEA: v (col) Conocer el aspecto incómodo o desagradable de algo que a primera vista no lo
era. Frec. en fórmulas de amenaza. || Medio Andrés 138: Ahora verá lo que es bueno, lo que es
quedarse con las propinas de otros, en beneficio de su bote. Delibes Cinco horas 251: Si
trajinaras un poquito, ya verías lo que es bueno. G. Hortelano Momento 215: Nos suprimen y
cada uno a un nuevo destino, a pringar. Ya sabréis lo que es bueno entonces.
2 (col)
5 en fórmulas de amenaza
Paráfrasis: Conocer el aspecto incómodo o desagradable de algo que a primera vista no lo era
En el siguiente fragmento del relato «Imposibilidad de la memoria» de José María Merino (1989)
se pueden distinguir conectores discursivos (el conector justificativo al fin y al cabo, los
temporales mientras tanto, a continuación) y operadores (el operador argumentativo
intensificador especialmente y el operador modal al fin):
«Aunque Javier se hubiera vuelto tan ajeno, su mera compañía era una distracción. Pero él no
había dejado señas, ni llamaba. Comprendió que, a todo lo demás, se unía un enojo creciente
contra Javier. «Al fin y al cabo, él sabe de sobra que yo regresaba el dieciséis. Podía telefonear».
Mas Javier no telefoneó aquel día, ni al día siguiente, ni al otro. Mientras tanto, y aunque ella
pasaba fuera de casa varias horas, sutiles novedades se incorporaron […].
La noche del sábado recibió una llamada telefónica y se apoderó del aparato con rapidez. Mas
no era Javier, y lo que supo a continuación la llenó de estupor y se convirtió en señal evidente de
que, en su vida, estaba apareciendo progresivamente una sucesión de hechos sin sentido. Al otro
lado del teléfono estaba el socio de Javier, con quien este debía pasar las vacaciones en las islas.
Unas vacaciones que eran también un encuentro de trabajo, para preparar una campaña
publicitaria especialmente importante. Dijo que la llamaba imaginando que ella habría regresado
ya.
—¿Qué quieres? —preguntó ella.
—¿Está contigo Javier? —preguntó, a su vez, el socio.
—¿Conmigo? Yo he llegado hace casi una semana y no sé nada de Javier —repuso ella—.
¿Dónde está?
El socio, tras un titubeo, habló tan rápidamente que ella apenas era capaz de seguirle. Pero al
fin consiguió saber que Javier no estaba en las islas, que no había llegado allí».
José María Merino (1989), «Imposibilidad de la memoria»,
en Son cuentos: el cuento español actual, 1975-1993,
antología de F. Valls (1995), Madrid, Espasa Calpe, págs. 118-119.
al fin
1. loc. adv. Por último, después de vencidos todos los obstáculos.
al final
Presenta el miembro del discurso en el que aparece como el término de un proceso o de una
situación que se produce después de haber sucedido otros acontecimientos anteriores: […]
Otros usos: puede introducir un miembro del discurso que señala el fin de una situación anterior
que se esperaba que acabase y se muestra alivio ante ese hecho. Lo singular en este caso es que el
desenlace marcado por al final proviene de una situación o proceso implícito (pasaron varias
horas, el avión no llegaba, estábamos preocupados, etc. […]
Registro: Está marcado por su mayor frecuencia en el registro formal de la lengua.
por último
Indica el miembro final dentro de una serie discursiva que es, con frecuencia, el último de una
sucesión temporal. […]
Otros usos: A veces, no expresa sucesión temporal, sino sucesión de razonamientos […]
Registro: Está marcado por su mayor frecuencia en el registro formal de la lengua.
Para dar cuenta del significado de y, basta, por tanto, con una caracterización semántica
muy simple, que se ve posteriormente enriquecida con valores dependientes de lo que
sabemos del mundo, del contexto y de la situación (Escandell 1993: 196).
En el siguiente fragmento de Una comedia ligera de Eduardo Mendoza (1996) se ilustra el valor
textual con que pueden ser usados los denominados verbos de comunicación o metalingüísticos:
«Poveda vivía en un edificio antiguo, de balcones estrechos, con la fachada cubierta de hollín.
En la garita de la portera dormía un gato tiñoso sobre la silla vacía. Prullàs subió a pie y tocó el
timbre. Dentro se oyó una voz conocida: ¡Ya voy yo, mama!
La puerta se abrió una rendija y Poveda dio un respingo. ¡Don Carlos! Poveda, he de hablar
con usted y no sabía cómo localizarlo, dijo Prullàs, ¿puedo pasar? Por el pasillo venía una mujer
diminuta tanteando las paredes con los brazos extendidos. ¿Hijo, quién llamaba? Un amigo,
mama, no se preocupe, respondió Poveda con voz temblona. La mujer había llegado al recibidor
y palpaba el aire buscando a su hijo. ¿Que no le dices de pasar? Sí, mama, ahora mismo se lo
estaba diciendo, repuso Poveda; y a Prullàs, en tono de disculpa: Como usted bien sabe, mi
madre adolece de una leve ceguera total. Lo siento, dijo Prullàs. Oh, no sabe usted lo bien que se
espabila, ¿oi, mama? Mi hijo nunca trae amigos en casa, repuso la ciega en tono lamentoso; se
conoce que le hace vergüenza tener una madre inválida. ¡Mama, por Dios, qué cosas de decir!
murmuró Poveda con más dolor que enfado».
Eduardo Mendoza (1996), Una comedia ligera,
Barcelona, Seix-Barral, págs. 289-290.
Con expresiones del castellano popularmente hablado en Cataluña, Mendoza señala las
intervenciones del interlocutor que acude a una casa ajena, Carlos Prullàs, con el verbo más
hiperonímico de la serie: el verbo decir. En cambio, las reacciones de su interlocutor, Poveda, se
marcan con verbos más específicos semánticamente: respondió Poveda, repuso Poveda, murmuró
Poveda; también las de su madre (repuso la ciega). Se marcan de ese modo las intervenciones de
la conversación diferenciando entre turnos más iniciativos (dijo) y turnos más reactivos
(respondió, repuso). Es una forma de vertebrar textualmente la conversación presentada con
unidades léxicas que traban el discurso.
El siguiente texto de Muñoz Molina titulado «La serpiente y el miedo» muestra la función de
anclaje que desempeña el verbo resultar en los tres primeros párrafos del texto, siempre
precedido de la adversativa pero. Se logra de este modo vertebrar el texto entre las hipótesis
antiguas y las nuevas, entre la argumentación y la contraargumentación:
La serpiente y el miedo
Un estudio reciente muestra que no todos los primates temen tanto a las serpientes como
los chimpancés o como nosotros, los humanos. Ese pánico ancestral ha sido clave para
desarrollar nuestra agudeza visual.
«Y pondré eterna discordia entre tu linaje y el suyo», le dice el Dios terrible del Génesis a la
serpiente tentadora por cuya mediación fueron Adán y Eva expulsados del Paraíso. La serpiente
es uno de los animales simbólicos más decisivos en nuestra tradición religiosa y más
profundamente aún, en nuestro inconsciente colectivo, pero ahora resulta que puede serlo
también en nuestra evolución como especie. ¿Por qué tantos de nosotros sentimos un rechazo tan
instintivo hacia las serpientes, un miedo tan irracional y poderoso? En un estudio reciente, la
antropóloga Lynn Isbell relata el experimento casual que un par de biólogos británicos observaron
a principios del siglo XX: en una sala de un zoológico en la que había jaulas con las tres
variedades de monos que existen en el mundo —los de África y Asia, los monos de América y los
lemures de la isla de Madagascar— fue depositado temporalmente un terrario con serpientes
venenosas. Lo que ocurrió entonces fue tan llamativo que los biólogos lo consignaron en un
informe: los lemures de Madagascar mostraron una perfecta indiferencia hacia las serpientes; los
monos de América del Sur las observaron con curiosidad, pero sin mucho nerviosismo; pero los
monos africanos y asiáticos parecieron enloquecer de pánico: chillaban, se encogían buscando
refugio en los rincones de las jaulas, se golpeaban las cabezas contra los barrotes.
En Madagascar, observa Lynn Isbell, no hay serpientes venenosas. Pero es que además, de todos
los primates, los lemures de Madagascar son los que tienen el sistema visual menos desarrollado.
Los primates con una capacidad de visión más aguda —nosotros, entre ellos— son también,
somos, los que han vivido más cerca de las serpientes venenosas. ¿Y si nuestros ojos hubieran
evolucionado tanto precisamente para distinguirlas? Nada nos despierta tanto la atención como el
miedo al peligro; pero resulta que entre los primates los mecanismos cerebrales de reacción ante
el peligro están más estrechamente vinculados al sentido de la vista que entre ningún otro grupo
no ya de mamíferos, sino incluso de vertebrados. Tenemos un oído mediocre y un olfato
rudimentario, pero nuestras pupilas y nuestro cerebro nos permiten ver el mundo con un lujo
inaccesible para la mayor parte del reino animal: los colores más vibrantes, los detalles más
perfilados y sutiles, los grados más diversos de profundidad.
Durante mucho tiempo se argumentó que esa agudeza era necesaria para nuestros antepasados y
nuestros primos que debían moverse entre las densas copas de los árboles: pero así se mueven
también las ardillas y su visión es mucho más pobre que la nuestra. Necesitábamos unos ojos
capaces de guiar las manos en la tarea de recolectar frutos y de agarrar ramas; pero resulta, según
estudios recientes, que la parte del cerebro de los primates relacionada con el sistema visual que
más se ha expandido a lo largo de la evolución no es la especializada en recoger y agarrar, sino la
que sirve para distinguir más agudamente entre las cosas cercanas y el fondo y para encontrar
objetos o presencias camufladas.
Dejo un momento de escribir y miro a mi alrededor, me asomo a la ventana por la que entra una
luz matinal teñida suavemente por los verdes de la vegetación. En la rama curva y delgada de un
magnolio se mece una tórtola. El peso de un gorrión apenas dobla un tallo joven de bambú que
oscila movido por una brisa tenue. Contra el fondo de las hojas anchas de una higuera, y a unos
diez metros de distancia, distingo perfectamente la forma móvil y menuda de otro gorrión. La
belleza cotidiana del mundo «entra por los ojos», según el dicho común. Pero el mundo no es
como los ojos me lo muestran: el que ve mi perro es visualmente mucho más borroso, pero su
riqueza de sonidos y olores a mí me resulta inaccesible. Pero si sobre la tierra umbría, oscura por
el riego, cubierta de hierba y de hojas caídas, se moviera una serpiente venenosa, mis ojos la
verían instantáneamente, con una agudeza excitada por una señal de alarma mucho más antigua
que la memoria de mi especie, provocando en mí una reacción de miedo idéntica a la de un
chimpancé: un miedo tan poderoso que durante decenas de millones de años fue modelando el
cerebro, los globos oculares, las conexiones nerviosas de generaciones de primates, habitantes de
bosques y sabanas en los que la serpiente insinuaba su presencia igual que en el paraíso terrenal
del Génesis.
Antonio Muñoz Molina, Muy interesante,
Las dos culturas, 1 de noviembre de 2006.
8.5.2. ENCAPSULADORES
Muchos chistes juegan con las unidades fraseológicas, para deshacer su significado literal, como
los siguientes diálogos de los humoristas Tip y Coll:
Para saber si una palabra, como dama, se emplea con sentido irónico en
un discurso es necesario desvelar la polifonía. La ironía se intepreta como
una cita impícita (Reyes 1994) porque el hablante repite o se hace eco de
una palabra ajena, que proviene de un enunciado inmediato o de un lugar
común, palabra que no sostiene. Esto es, en los ecos con intención irónica el
emisor no asume las palabras que enuncia: las atribuye a un enunciador
absurdo del que se distancia. Este desdoblamiento discursivo se identifica al
contrastar lo que se comenta y la situación: dama aplicado a una mujer que
trabaja en un burdel es una incongruencia, una contradicción, una
disonancia cognitiva, lo que conduce a realizar una interpretación de lo
implícito que obliga a entender otra cosa distinta a lo dicho literalmente.
Así lo explica Reyes (1994: 56):
Donde hay ironía hay desdoblamiento del locutor. En ese desdoblamiento, el listo habla
con las palabras del tonto, pero distanciándose de ellas y mostrando su actitud ante esas
palabras y ante la situación a la que tan mal se aplican. Mientras el que dice algo en serio lo
asume, se hace responsable de su afirmación, el que dice algo irónicamente se desdobla:
achaca esa afirmación (y, con ella, ese punto de vista) a un ser ficticio, a un «alter ego»
ridículo. Por lo general ese «alter ego» se parece mucho a personas reales, que quedan, así,
ridiculizadas.
«Cerca del Bosque de Chapultepec vivió hace tiempo un hombre que se enriqueció y se hizo
famoso criando Cuervos para los mejores parques zoológicos del país y del mundo* y los cuales
resultaron tan excelentes que a la vuelta de algunas generaciones y a fuerza de buena voluntad y
perseverancia ya no intentaban sacar los ojos a su criador sino que por lo contrario se
especializaron en sacárselos a los mirones que sin falta y dando muestras del peor gusto repetían
delante de ellos la vulgaridad de que no había que criar Cuervos porque le sacaban a uno los
ojos».
(*La falta de puntuación es del original)
Augusto Monterroso (1983), La oveja negra y demás fábulas,
Barcelona, Anagrama, 1994, pág. 89.
La ironía léxica se basa en la ruptura del sentido del refrán cría cuervos y te sacarán los ojos; la
discursiva en la ruptura de expectativas de la historia que se cuenta: la de la «buena» crianza de
unos cuervos para que acaben solamente con los que recuerdan el dicho tan extendido…, de tan
repetido tildado de «vulgaridad», muestra del «peor gusto».
—¿Sabes que para comer estos cucuruchos de bígaros hay que tener tres manos? Mucha gente
de por aquí las tiene, pero vienen a comerlos de noche porque les da vergüenza.
—No es para menos —dice Paula, riendo, y esconde un segundo su cabeza en el hombro de
Chéspir—. Deberías ser un poeta gracioso. O sea, no un poeta, sino un poeta gracioso.
—Espero que quieras decir satírico —contesta Chéspir.
—Si quisiera decir satírico, diría satírico.
—Está bien, está bien, solo te pido que no subrayes las palabras como si fueras una novela
inglesa.
José M. Guelbenzu (1977), La noche en casa, Alianza, Madrid, págs. 42-43.
***
Conclusiones: ideas clave
Sobre ironía:
I) Interpretación de un texto
Después de plantear las necesarias reglas que han tenido que establecer los deportes de lucha y
que han llevado a hacerlos poco creíbles:
«En conclusión que todo el imprevisible e inexorable desarrollo en que hubo de desplegarse,
como un germen larvado en sus entrañas, aquella primitiva transacción se derivó del hecho de
que, aceptada la restricción impuesta por la mezquina conspiración de los atletas y recusado por
estos, a la vez, aquel único criterio capaz de darle la vigencia de una regla operante y efectiva, el
carácter forzosamente simulado que, con respecto a los potenciales musculares realmente
disponibles, había de cobrar entonces la curva de incremento del esfuerzo puesto en juego, al
inhibir, de modo inevitable, la voluntad de victoria de ambos contendientes y hacer, por ende,
igualmente ficticia la producción de un ganador y un perdedor, venía a convertir la lucha misma
en una total simulación. Para la lucha en cuanto lucha esto era, desde luego, sin más ni más, el
fin; para el negocio, sin embargo, tal vez podría encontrarse todavía alguna fórmula, por precaria
que fuese, de supervivencia. […] Alguien, no obstante, supo encontrar en ella la vislumbre de un
alba luminosa; pues, en efecto, ¿cuál era la lección que cabía sacar de un fracaso semejante? Si el
éxito es el reverso del fracaso, la lección no podía ser más que una: ¡Darle la vuelta! No ya tratar
de esconder a los ojos del público el carácter simulado del encuentro, sino precisamente todo lo
contrario: hacérselo totalmente patente y manifiesto. Había nacido el catch».
Rafael Sánchez Ferlosio (1974), Las semanas del jardín,
Madrid, Alianza, págs. 48-49.
Fábula decimocuarta
Un comerciante que, más por afición que por negocio, traficaba con artículos sorprendentes y
gustaba tener en su tienda objetos raros y curiosos, llamó un día a su criado y le habló en los
siguientes términos:
—Muchos de los objetos que aquí guardo desde hace años no han cumplido el propósito para
el que los adquirí. O bien son demasiado sorprendentes y el público, una vez pasados los efectos
del asombro que a primera vista producen, los desdeña o bien lo son tan poco que nadie los
compra ni siquiera para hacer un regalo original. Y por otra parte ya me he cansado de ellos
puesto que al cabo de los años ya no me sirven de distracción. Por consiguiente quiero que vayas
al bazar, donde yo no soy bien recibido, y sin reparar en gastos adquieras para mí ese objeto que a
tu juicio —y repara en lo mucho que confío en tu sagacidad— pueda suministrar cada día una
constante e inagotable sorpresa, siempre la misma y siempre diferente.
El criado, provisto de una bolsa de dinero, se dirigió a los grandes bazares de la ciudad y al
cabo de unos días de búsqueda volvió con un raro librito, encuadernado en octavo y publicado
siglos atrás, cuya lectura cuanto más interesante se hacía mayores deseos de abandonarla
provocaba. El criado abrió el libro por una página cualquiera e invitó a su amo a comprobar por la
lectura aquella doble propiedad de atracción y repulsión de que gozaba el relato.
El comerciante leyó con avidez unas pocas páginas y se vio obligado a suspender la lectura
con manifiesto enojo.
—Es cierto —dijo el comerciante—, el libro goza de esa extraña propiedad. Pero no es una
sorpresa tanto como una curiosidad. Ahora que lo pienso me atrevo a decir que gran parte de los
libros que se publican en nuestros días gozan también de esa propiedad y nadie para mientes en
ello. Más que una excepción, es un caso extremo y por consiguiente puede ser tan fatigante como
los demás, aunque más llamativo. No, no es eso lo que necesito. Vuelve al bazar y busca con más
ahínco y tino lo que te he pedido porque estoy seguro de que podrás encontrarlo.
Repitió el criado la encomienda de su amo y, tras unos días de búsqueda, volvió a la tienda con
un espejo cuya superficie, en todo análoga a la de un espejo normal, reflejaba la imagen directa
del sujeto —la que ven los demás— en lugar de la invertida y simétrica que contempla quien se
mira a sí mismo.
Pero tampoco este objeto satisfizo al comerciante, que se permitió poner en duda la capacidad
del espejo para sostener la sorpresa a los pocos días de observarse en él. Por tercera vez, pese a
sus protestas, se llegó el criado hasta el barrio de los bazares donde tuvo que demorarse más
tiempo del previsto en un principio, pues las exigencias de su amo le empujaban a rechazar los
más sorprendentes objetos. Un día, seguro de que había encontrado lo que su amo requería y
convencido de que podía dar por cumplida una misión que empezaba a mortificarle, volvió a la
tienda de su amo con un estetoscopio curvo, de muy delicada fabricación, cuyas boquillas
aplicadas a los occipitales del propio auscultador permitían escuchar el susurro de las ideas antes
de convertirse en palabras.
El comerciante observó el aparato con curiosidad, se caló los auriculares en las orejas y aplicó
las boquillas a sus occipitales y durante unos minutos permaneció escuchando, vivamente
interesado, el susurro de sus ideas antes de convertirse en palabras. Pero tras aquella prolongada
auscultación se despojó del aparato, lo dejó en la mesa y hasta lo apartó con un gesto de
descontento.
—Es cierto, se oye el zumbido de las ideas antes de convertirse en palabras e incluso he creído
distinguir el choque de las preideas antes de convertirse en ideas. Se distinguen perfectamente.
Tienen un distinto diapasón. Pero en ambos casos se trata de un sonido monótono, no muy
distinto al de una caracola y menos ameno que el de una fuente. Nadie se podrá entretener con él
después de una segunda sesión y a la tercera producirá cualquier cosa menos asombro.
Reconozco empero que has hecho un esfuerzo muy meritorio y que derrochando talento has
estado a punto de encontrar lo que necesito. Es más, estoy convencido de que estás a un paso de
conseguirlo. Por eso te ruego, no te lo ordeno, que hagas una última tentativa y si encuentras lo
que tanto ansío te lo agradeceré con una recompensa que superará tus más optimistas
expectativas.
El criado, un tanto aliviado por el nuevo tono del encargo y estimulado por la promesa, volvió
a los bazares en cuyos laberintos estuvo perdido algunos años, al cabo de los cuales regresó al
comercio de su amo con las manos vacías.
—¿Cómo? —preguntó confundido y contrariado el comerciante—. ¿Todos estos años y no has
encontrado nada? Antes en un par de semanas eras capaz de encontrar un artículo si no
plenamente satisfactorio al menos bastante curioso. ¿No será que has perdido facultades y que si
quiero conseguir lo que ando buscando tendré que encargar de ello a una persona más joven y
perspicaz, dispuesta a poner toda su alma en el empeño?
El criado, quien tras tantos años de ininterrumpida búsqueda se había convertido en una
persona prudente, juiciosa y responsable, respondió:
—¿No será al revés, señor? ¿No será que este encargo lejos de haber abotargado y disminuido
mis facultades las ha agudizado hasta el punto de que ya no puedo encontrar nada que colme mi
capacidad para la sorpresa?
El comerciante recapacitó, meditó aquellas palabras, observó a su criado con una mezcla de
conmiseración y respeto, y dijo:
—Es posible que tengas razón pero comoquiera que sea ya no puedo renovarte el encargo,
tanto si tienes muchas y muy agudas facultades como si tienes pocas. Porque pecando por exceso
o por defecto ya no podrás encontrar el objeto justo que yo deseo.
—Eso es cierto, señor. Muy cierto —al tiempo que dejaba sobre la mesa la bolsa casi vacía de
los dineros, con unas pocas monedas sobrantes—. Porque habiendo adquirido la mayor
experiencia y los más recónditos conocimientos sobre las sorpresas, soy la última persona que
puede sorprenderse de algo.
El comerciante recogió la bolsa de los dineros que había dejado el criado y la guardó en un
cajón. Con cierta admiración observó cómo se alejaba su criado y dijo para sus adentros pero en
voz alta:
—Qué equivocado está. Qué razón tiene.
Juan Benet (1998), Trece fábulas y media y Fábula decimocuarta,
Buenos Aires, Alfaguara, págs. 115-123.
22 Se reproducen los diálogos de los ejemplos de estas entradas del DPDE con los signos del sistema
de transcripción prosódica que se utilizan en este diccionario, los del corpus Val.Es.Co: ↑ (entonación
ascendente), ↓ (entonación descendente), – (reinicios y autointerrupciones sin pausa), [ (lugar donde
se inicia un solapamiento o superposición), ] (final del habla simultánea), § (sucesión inmediata, sin
pausa apreciable, entre dos emisiones de distintos interlocutores), / (pausa corta, inferior al medio
segundo), // (pausa entre medio segundo y un segundo), /// (pausa de un segundo o más); (( ))
(fragmento indescifrable); (4’’) (silencio, lapso o intervalo de 4 segundos); dos o más letras
MAYÚSCULAS (pronunciación marcada o enfática); aa (alargamientos vocálicos); nn
(alargamientos consonánticos); ¿¡!? (interrogaciones exclamativas), ¿? (interrogaciones).
Los diccionarios han sido y siguen siendo obras que reciben aprecio de
los hablantes por su mucha información y, de aquí, su utilidad. Presentamos
un fragmento en que se muestra el aprecio ante el objeto diccionario y otro
en el que se manifiesta una crítica también bastante común a la información
que se ofrece en ellos:
1.
El señor Martí y su padre pertenecen sin duda a esa clase de personas dignas y admirables que
cada vez se dan menos en nuestro país. Aun a riesgo de ponerme cursi (creo que no suelo serlo),
conmueve la gente que, sin tenerlo fácil, ha procurado instruirse y ha considerado un tesoro
cuanto conseguía en ese terreno. Me conmueve en particular que el señor Martí destaque con
orgullo que su progenitor tenía «un diccionario», eso a lo que tantos individuos restan hoy toda
importancia y a lo que otros se la han dado máxima, preocupados por saber con precisión lo que
las palabras significan y por escribir sin faltas de ortografía y con propiedad, precisamente lo que
demasiados desdeñan ahora con soberbia («Qué más da»).
Javier Marías, «El senyor Martí i el seu pare», El País, 29 de enero de 2012
2.
Siempre ocurría igual: [yo] era muy sensible al posible comentario vecino pero al mismo tiempo,
como una compulsión, no podía evitar buscar a las muchachas en el cine, acercarme a ellas,
apropincuarlas (dice el diccionario, ese cementerio de elefantes lingüísticos a donde van a morir
las palabras, que esta palabra no se usa más que en sentido festivo, pero en mi pueblo era muy
claro su sentido: arrimarse con segundas intenciones, que, en mi caso, en esta época de mi vida,
eran las primeras) y esperar anhelante sus respuestas.
Guillermo Cabrera Infante (1979), La Habana para un infante difunto, Barcelona,
Círculo de lectores, 1992, pág. 147.
DLE 23ª 2014: apropincuarse (Del lat. appropinquāre). 1. prnl. fest. acercarse.
Lema
Lema es la representación de la voz buscada. En las palabras que
presentan flexión, el lema es una forma convencional, como, por
ejemplo, el infinitivo para cualquier verbo, el masculino por delante de
la forma femenina que muchos sustantivos o adjetivos presentan, etc.
Cada lengua tiene una tradición para establecer el lema de sus unidades
léxicas.
Acepción
Se conoce como acepción cada uno de los diferentes significados, por
sentidos diferentes o por distinta categoría gramatical, con los que un
lema puede aparecer; las acepciones generalmente van numeradas dentro
de cada artículo lexicográfico. Ya se ha visto que laborable presenta en
el diccionario dos acepciones.
Subacepción
En muchos diccionarios la subacepción es el sentido de la voz
relacionado y subordinado con una acepción que se considera más
explicativa y de la que es derivación o mantiene con ella mucha relación
semántica. Las explicaciones tras el símbolo ¤ son subacepciones de la
acepción general de la que dependen en el siguiente artículo del
Diccionario de uso del español:
cariño Sentimiento de una persona hacia otra por el cual desea su bien, se alegra o
entristece por lo que es bueno o malo para ella y desea su compañía: ‘El cariño de la familia.
Ese muchacho te demuestra mucho cariño’. Puede también aplicarse a los animales; por
ejemplo, a un perro. ¤ Sentimiento amistoso hacia alguien. ¤ Afición a un objeto del que uno
no quiere separarse o desprenderse: ‘Se coge cariño a la casa en que se vive. Tenía cariño al
reloj que ha perdido porque era recuerdo de su madre’.
Marcas
Son indicaciones que facilitan información sobre la voz del lema, o de
alguna acepción, de manera abreviada; las más usuales son las
siguientes:
Categoría gramatical: m., f., adj., tr., intr., pronom., adv., u. t. c. s., etc.
Marcas de uso de la voz o de alguna de sus acepciones:
formal, literario, familiar o coloquial, vulgar
poco usado, anticuado, raro, histórico
irónico, despectivo, humorístico, poético
Marcas diastráticas, de información sociolingüística:
popular, jergal, juvenil, infantil
Marcas diatécnicas, de información enciclopédica:
especialidades en ciencias, disciplinas, artesanías elaboradas, actividades profesionales,
etc.
Marcas semánticas, sobre cambios o relaciones entre significados:
de traslación semántica: figurado, metonimia, por antonomasia
de relación semántica: sinónimo, antónimo, de parte
Otras informaciones
En los artículos lexicográficos puede haber otras informaciones y
observaciones varias que algunos diccionarios aportan además de las
anteriores, como etimología, pronunciación, cuestiones de ortografía y
gramática, apreciativos y consejos de uso. Cuando se consulta
habitualmente un diccionario es más que conveniente, necesario, leer sus
preliminares, en los que se informa de las características de la
representación léxica que se ofrece.
a) Ordenación alfabética
Los lemas se ordenan en estricto orden alfabético. Las unidades léxicas
complejas de las subentradas se encuentran bajo el primer sustantivo o el
primer verbo o el primer adjetivo u otras palabras, si la unidad no ofrece
palabras descriptivas, como son las anteriores. He aquí un ejemplo del DLE
(2014), s.v. coche:
Hay voces que tienen entrada, pero que solo van explicadas por
remisión. Una remisión indica que se ha de ir a buscar la otra voz sugerida.
whisky 24
Voz ingl., y esta del gaélico uisce beatha ‘agua de vida’.
1. m. güisqui.
La explicación o definición de whisky se encuentra en la entrada güisqui.
b) Ordenación temática
Los diccionarios onomasiológicos o ideológicos, que proporcionan
vocabulario que no viene a la memoria del que consulta, suelen adjuntar
una lista alfabética en donde se indica la colocación temática de la voz
buscada.
Por ejemplo, en el Diccionario ideológico: Atlas léxico de la lengua española de Rafael del
Moral, el universo ideológico se muestra en ocho grandes campos de significado, subdivididos a
su vez cada uno de ellos, con lo que resultan 89 campos. La primera clasificación temática es
ofrecida como un índice conceptual. El gran campo 3 desarrolla el cuerpo humano; el 31, dentro
de él, desarrolla los sentidos corporales, y, subordinado a este, el 31.01 desarrolla sustantivos de
la vista; de manera que el 31.06 es la descripción de la visión por medio de adjetivos y el 31.11
los verbos que significan ver; dentro de este último, a su vez, se especifica en varios grupos
encabezados por mirar, visualizar, vigilar, TRABAS A LA VISIÓN, MIRAR ATENTAMENTE,
MIRAR SUPERFICIALMENTE, FINGIR NO VER, DEJAR DE MIRAR, alumbrar, oscurecer;
y dentro de cada uno de ellos otros verbos o locuciones verbales con el significado anunciado, de
manera que el usuario puede encontrar el verbo fisgar, o la locución mirar con el rabillo del ojo.
Se va así de la idea a la palabra.
Un índice alfabético al final de estos diccionarios facilita la localización
ascendente de las palabras y expresiones que el diccionario ofrece
clasificadas por campos de significado.
c) Ordenación digital
La ordenación de las voces en los diccionarios informatizados es por
forma, es decir, por su representación gráfica que el formato digital
distingue sin que tenga que seguir un orden alfabético estricto en primer
lugar. Así pues, al escribir en la casilla de búsqueda la palabra solicitada, el
diccionario ya ofrece palabras posibles según va escribiéndose; es un
reconocimiento electrónico.
Por ejemplo, a partir de una sílaba incial como ci- se van sugiriendo ciaboga, ciabogar, cian,
cian-, etc.:
Si llegamos a escribir cine, se ofrecen a continuación cineasta, cineclub, cine continuado, cine de
autor, cinefilia, etc.:
Y, si al escribir la palabra buscada se produce un error en la ortografía, el diccionario sugiere
otras voces posibles, cercanas gráficamente.
Enlaces hipertextuales
Los diccionarios electrónicos tienen también, por una parte, la
posibilidad de relacionar las búsquedas por medio del hipertexto (o
links), es decir, posibilidad de acceder desde cualquier palabra de una
definición cualquiera al artículo en que se explique, se utilice o se trate,
sin tener que teclearla. Esta posibilidad de clicar sobre una palabra de la
definición facilita la comprensión de las que son muy especializadas:
Selección de información
Por otra parte, los diccionarios electrónicos permiten conocer las
informaciones que el diccionario ofrezca con una marca determinada, o
con una voz que aparezca en la definición de varias palabras y que, por
lo tanto, las represente. En el cederrón de un diccionario mediano, como
el Diccionario General de la editorial Vox, se ofrecen 35 voces que en
su definición contienen angustia, de manera que el usuario encuentra
con esta búsqueda un vocabulario temático que relaciona voces como
ansiedad, atormentar, congoja, desolación, miedo, etc., lo que representa
también otra ventaja.
uña
1 Placa córnea y dura que cubre y protege la parte superior de la punta de los dedos del hombre y
otros vertebrados: lima de uñas; deja de morderte las uñas; se corta las uñas con unas
tijeritas; las tortugas marinas carecen de uñas; los gatos tienen uñas retráctiles.
2 Uña grande y dura de las patas del caballo u otro équido (asno, cebra, etc.).
3 Punta curva en que termina la cola del escorpión: el escorpión pica con su uña venenosa.
4 Punta curva en que terminan los brazos del ancla y ciertas partes de otros instrumentos de
metal.
5 Punta de plástico, hueso u otro material rígido con la que se tocan las cuerdas de ciertos
instrumentos: He perdido la uña de la bandurria.
6 botánica Parte estrecha que tienen algunos pétalos de las flores dialipétalas en su parte inferior:
las uñas de los pétalos del clavel son muy largas.
7 zoología Apéndice simple o doble en forma de gancho ubicado en la zona terminal del tarso de
los insectos.
retórico, ca
1. adj. Perteneciente o relativo a la retórica.
2. adj. Versado en retórica. U. t. c. s.
3. adj. despect. Vacuo, falto de contenido. Una disculpa retórica.
4. f. Arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar,
persuadir o conmover.
5. f. Teoría de la composición literaria y de la expresión hablada.
6. f. despect. Uso impropio o intempestivo de la retórica.
7. f. pl. coloq. Sofisterías o razones que no son del caso. No me venga usted a mí con retóricas.
En este artículo se presenta una trasposición gramatical, el lema se categoriza primero como
adjetivo, con terminaciones para masculino y para femenino, y posteriormente pasa a ser
categorizado como sustantivo femenino [f] únicamente. El usuario debe estar al tanto de estas
indicaciones que se producen dentro de cada artículo. Esta dificultad se puede salvar en los
diccionarios electrónicos o digitales.
Si se busca en <dle.rae.es> la forma concierto, se observa que ofrece dos artículos en elección,
uno correspondiente al sustantivo concierto, un segundo correspondiente a la primera persona del
presente del verbo concertar, yo concierto. Esta doble propuesta se explica por estar
informatizado.
***
HANKS, Patrick (1997), reseña sobre John Sinclair, «On Lexis and
Lexicography», International Journal of Corpus Linguistics, 2/2:
págs. 289-295.
LANDAU, Sidney L (1989), Dictionaries: The Art and Craft of
Lexicography, Nueva York, Cambridge University Press.
MALDONADO, Concepción (2008), El uso del diccionario en el aula,
Madrid, Arco Libros.
RAFEL I FONTANALS, Joaquim (2005), Lexicografia, Barcelona, Editorial
UOC.
En astillero
¿Para qué demonios iba a querer Alonso Quijano todo un astillero para una sola lanza? Del
significado de una sola palabra depende la interpretación de fondo, literaria y filosófica, del
‘Quijote’, nuestro libro más importante
24 El lema de la palabra whisky va en cursiva, con lo que marca que es voz extranjera y que la RAE
prefiere la forma güisqui, que es la que va explicada.
CAPÍTULO 10
«“Demacrada”, eso fue lo que la abuela y doña Blanca dijeron que Elke estaba, la tarde que las
dos fueron a verla. Y era verdad que demacrada era la palabra que mejor pegaba con como se
había quedado Elke. La palabra demacrada es lo mejor de Elke que se ha dicho. Contenía lo que
a Elke la quedaba aún de huérfana de guerra con algo de lo que pensábamos cuando creíamos que
era una espía, yo por lo menos, con bastante de suicida nata y de kamikaze y de camarada y de
actriz y de vencejo. La verdad es que también parecía Elke en cama, en pijama, medio pájaro.
Frágil y feroz como parecía aquel vencejo y como suelen parecer bastantes pobres, especialmente
los que piden. La palabra demacrada la miré en un diccionario que hay en clase para usarle todo
el mundo y significaba, como yo me temía, cadavérico y escuálido, que a su vez significa
tiburónico, que viene a su vez de tiburón, que son los peces que apenas tienen grasa, demacrado
significaba también casi sin grasa para aprovechar la poquísima energía que aún les queda. Elke
tenía de vencejo, cada vez más, el no pesar apenas y las extremidades cada vez más largas.
Una palabra viene a ser como un agujero: se entra por la palabra y si se quiere no se sale y
desde dentro se ve lo que hay afuera, como desde dentro de un agujero, como si fuera un catalejo
y lo que se ve fuera un paisaje perfectamente circular. Cada palabra está llena de palabras, al
mismo tiempo que vacía para poder entrar más fácilmente. De las palabras es de lo que más me
fío, porque son cuevas con pasadizos que las comunican casi a todas y donde la mayoría del
curso 26 se hace un lío y no saben si pararse o si seguir y creen que lo que las palabras son es
laberintos. A mí no me preocupa lo más mínimo, porque yo sé entrar y sé salir por las palabras
como por los pasillos de esta casa. Y muchas palabras que ni siquiera antes las he visto ni una
vez, cuando las veo no me chocan: sé de dónde vienen y el camino que recorren aunque yo no le
recorra. Por eso soy el rey, entre otras cosas, porque las palabras las conozco todas. ¡Para saberlas
no necesito ni mirarlas!
El caso es que demacrada casi estaba Elke mejor que antes».
Álvaro Pombo (1993), Aparición del eterno femenino contada por S. M. el Rey,
Barcelona, Círculo de Lectores, 1994, págs. 113-114.
Las reflexiones sobre lo apropiado del uso del adjetivo demacrada en la convalecencia de una
niña en concreto, de la relación de ese adjetivo con otras voces y la observación final sobre lo que
puede haber dentro de cada palabra, sus muchas relaciones con otras, es un tipo de observación
en que conviene ejercitarse para adquirir un vocabulario rico y preciso, matizado para cada
expresión.
La unidad léxica, pues, no solo contiene información lingüística
objetiva, como hemos ido destacando en estas páginas, o información
restringida como una entrada de un diccionario, también se relaciona con
experiencias personales subjetivas y contiene muchísima información
extralingüística. El auténtico valor de la unidad léxica reside en las
relaciones que establece con otras unidades: el léxico mental está
organizado, lo que permite reconocer o utilizar las unidades muy
rápidamente. Las asociaciones son de todo tipo: de forma (relaciones
fónicas, gráficas), de significado (relaciones semánticas), de uso (relaciones
sintácticas, estilísticas), tal y como se detalla en la tabla anterior de Nation
(2001).
Estas asociaciones son las que explican muchas veces los errores léxicos
que se observan en estudiantes todavía en formación, que no han adquirido
un nivel alto de competencia léxica. Los estudiantes de secundaria cometen
frecuentemente errores léxicos del tipo onza de aceite (en lugar de orza),
pastilla de infantil (por aspirina), tengo miope (por miopía), o bien en unas
actas de un congreso científico muy serio puede encontrarse una confusión
entre sugerencias y sugestiones, palabras que tienen algo en común
semántica y fonéticamente 27 . Se pueden considerar estos usos resultados de
diversos tipos de vínculos —fónicos, semánticos, sintácticos— que quien
está aprendiendo una lengua tiene todavía sin fijar. Se ha demostrado ahora
neurológicamente lo que en la teoría sobre el funcionamiento de la lengua
se había argumentado, que el cerebro no se limita a interpretar las palabras
de forma aislada, sino que las organiza en estructuras encadenadas y
coherentes para extraer su significado 28 . La competencia léxica, por tanto,
no solo se mide en el alcance y la calidad de los conocimientos, sino
también en relación con la organización cognitiva y la forma como se
almacenan estos conocimientos. La organización de las palabras en el
lexicón mental permite actuar del significado a la forma en la producción
(al hablar y escribir) y de la forma al significado en la interpretación (al
escuchar o leer).
Estas diversas informaciones asociadas al saber léxico se adquieren de
forma incremental, en dos sentidos: 1) en el número de voces que se
conoce, 2) en la información que se conoce sobre cada unidad léxica. En
consecuencia, no puede establecerse una dicotomía entre «conocer/no
conocer» el vocabulario, sino que el aprendizaje de las palabras supone
trabajar por «grados de conocimiento». Así pues, en la enseñanza de la
lengua materna (L1) y de otras lenguas segundas, adicionales o extranjeras
(L2 o LE) las distintas dimensiones de una palabra (su forma, su
significado, su uso) deben ser objeto de aprendizaje, un aprendizaje que es
cíclico (no lineal) e incremental (sin límites). En esta gradación de la
competencia léxica prima disponer de un caudal léxico cada vez más
amplio y profundo, esto es, lograr almacenar palabras en la memoria a largo
plazo de manera que se puedan recuperar durante la comprensión
(conocimiento receptivo) o la producción (conocimiento productivo) y, por
tanto, estén siempre «disponibles» para resolver cualquier potencial
actividad de comunicación.
Para trabajar de una forma más pedagógica hay estudios que determinan
las frecuencias de uso, la familiaridad y la disponibilidad de las palabras.
Fue Gougenheim (1959) quien estableció las 1465 palabras más frecuentes
en francés, a partir de un corpus cerrado recogido de forma oral entre
estudiantes de secundaria de la metrópoli. Para recoger las palabras
disponibles, frecuentes solo en ciertos «centros de interés», se hizo una
encuesta a 914 escolares en cuatro regiones francesas diferentes.
Procesando esta encuesta se tienen las palabras disponibles en estos centros
de interés y el orden de aparición (prototipos culturales): 1465 palabras del
vocabulario disponible (692 nombres, 339 verbos, 253 palabras
gramaticales, 98 adjetivos y 83 adverbios). A partir del trabajo pionero de
Gougenheim y sus colaboradores, se han desarrollado después muchos
otros.
Uno de los estándares sobre los que apoyarse para la enseñanza del
vocabulario es el de los listados de frecuencias de uso extraídos de corpus
lingüísticos equilibrados, que proporcionan el umbral mínimo para una
comunicación eficaz. De todos modos, hay gran disparidad de datos; un
ejemplo clásico en inglés es el de las frecuencias que ofrece Nation (1990):
— identificación/reconocimiento
— retención (memoria a corto plazo)
— comprensión/representación mental
— fijación (memoria a largo plazo)
— utilización (R y P)
— recuperación para su reutilización (R y P)
«86. La diferencia que hay entre compasión y humillación es la misma que hay entre compasión y
piedad.
87. La piedad es un acto de poder, es el acto supremo del poder. La compasión no es la piedad
porque no es vertical sino horizontal, porque no busca el lucimiento personal. A diferencia de la
piedad, la compasión es discreta. Tiene lugar en el silencio, en la sombra.
Nadie sabe ni debe saber que el compasivo es compasivo.
88. La compasión no es la empatía.
La empatía es el resultado de un contagio emocional que consiste en ponerse en el lugar del
otro, en la piel del otro, y, por lo tanto, en pensar que su alegría, que su sufrimiento podrían ser
los míos. Pero eso no tiene nada que ver con la compasión. El torturador también es empático y,
al serlo, puede torturar mejor. Contrariamente a la empatía, la respuesta compasiva consiste en
ponerse al lado del que sufre, en acompañarlo en su dolor. El compasivo no siente el dolor del
otro, sino al otro sufriendo».
Joan-Carles Mèlich (2015), La lectura como plegaria, Barcelona,
Fragmenta editorial, págs. 45-46.
Son retos todas las propuestas aquí apuntadas para un aprendizaje del
léxico y de la lengua más exigente, el que necesitamos para entender lo que
nos pasa y lo que ocurre en el mundo. Profundizar en el conocimiento de las
palabras es, sin duda, ahondar en lo que nos hace específicamente humanos.
Y una forma de ahondar en el conocimiento de las palabras es tomar
conciencia también de los errores léxicos: analizar sus causas, su naturaleza
y las oportunidades que abren.
[…]
Sus delirantes, tronchantes y a la vez tristísimos ejemplos están sacados de prensa escrita y
hablada, pero también de obras literarias, tanto originales como traducidas. Uno va leyendo, y
casi a cada página le da la risa y se lleva las manos a la cabeza, desesperado: «Esa camisa le
profería un aire chulesco», o «Dijo el rey propiciándole un beso en la frente», o «El religioso
ahorcó los hábitos», o «Habían fletado todo el hotel» son muestras de cómo los verbos se
permutan alegremente y de que cualquiera les sirve hoy a muchos hablantes y escritores. Claro
que esto no es nada al lado de las «creaciones» enigmáticas: «Su trato a veces puede aminorarse
difícil», o «Lo miró atusando las pestañas», o «La oyó desertar hondos suspiros», o «Pifió ella,
mirándolo a los ojos». Hay que ser muy sagaz para traducir todo eso.
Javier Marías (2015), «La invasión del neoespañol», en El País,
18 de octubre de 2015.
El fragmento de la novela No voy a pedirle a nadie que me crea, de Juan Pablo Villalobos, con el
que cerramos este capítulo, se presenta como una posible forma de reflexionar sobre los errores
léxicos, a partir de la relación entre las dos palabras que aquí se usan en el contexto, dosis y
mezcla, para analizar cuáles son las razones de emplear dosis —el error— en lugar de mezcla:
«Salimos al pasillo y la doctora Elizondo se detiene frente a la máquina expendedora de café.
¿No prefiere ir a la cafetería, doctora?, digo. Pulsa el botón del café cortado y me dedica una
mirada despectiva de medio segundo, con la exacta misma dosis de furia y decepción de las
miradas de Valentina desde que llegamos a Barcelona (la misma mezcla, quiero decir). La
doctora Elizondo al menos reconoce mi existencia, todavía, no como Valentina, que se dirige a mí
en tercera persona, como si yo no estuviera presente y ella hablara con un amigo imaginario (una
amiga imaginaria, más bien, a juzgar por la retórica y el contenido de los comentarios)».
Juan Pablo Villalobos (2016), No voy a pedirle a nadie que me crea,
Barcelona, Anagrama, págs. 58-59.
También el variado uso de la lengua española que ofrece esta novela permite reflexionar sobre el
uso de anglicismos recientes (mail, spam en el texto) y su grado de integración en el español
actual:
«Descubrí un locutorio en Torrent de l’Olla donde cobran treinta centavos por quince minutos
de internet. Un euro la hora y cincuenta centavos la media, como en todos lados, pero aquí se
pueden pagar solo quince minutos. No había correo de Juan Pablo. Un mail de mi hermano. Un
montón de spam. Una amiga de mi hermana que me escribe para contarme que está planeando
venirse a vivir a Barcelona y me pregunta si podríamos (así, en plural) recibirla unos días,
mientras consigue un lugar».
Ibíd., pág. 87.
***
La película de Woody Allen titulada originalmente en inglés Crimes and Misdemeanors ha sido
traducida en Hispanoamérica como Crímenes y pecados; en España, como Delitos y faltas. Está
publicado el guion en la editorial Tusquets, traducción de José Luis Guarner (2007); el editor ofrece en
la reseña el resumen siguiente:
En Delitos y faltas, que se rodó en diez semanas a finales del otoño de 1988, Allen habla de amores, ilusiones, creencias
religiosas, dudas éticas, éxito y fracaso, y también de cómo distinguir el bien del mal en situaciones complejas y delicadas. Delitos y
faltas es una mezcla de comedia y drama que urde una fascinante trama de relaciones intrincadas, entretejidas entre sí.
Judah Rosenthal (Martin Landau) es un rico y respetado oftalmólogo de Manhattan que intenta poner fin a una relación
extramatrimonial con una azafata (Anjelica Huston), pero esta le amenaza con arruinar su vida y contarlo todo a su mujer.
Paralelamente, se nos cuenta la historia de un productor de documentales sobre cuestiones ecológicas (Woody Allen), que apenas
gana para vivir, y la de su cuñado (Alan Alda), un productor de televisión frívolo y fatuo, que sin embargo goza de fama y gana
millones. Como no podía ser menos en una película de Allen, los dos se enamoran de la misma mujer (Mia Farrow) […].
El cuadro siguiente está extraído del libro La interferència lingüística de Lluís Payrató (1985):
constituye, como detalla el lingüista catalán, una articulación del campo infracción según Weisgerber
(1963), de la traducción castellana del original alemán, citado por Arens (1969: 716-717).
a) Destaca Payrató (1985: 204) en el cuadro tres palabras repetidas: búsquese en el diccionario cuál
es la razón de incluirlas en dos columnas distintas.
b) Y falta el sustantivo incorrección: ¿en qué columna se ubicaría y por qué?
Infracción de
Sin conciencia Cese de la
alguna Con
y sin voluntad Conocimiento Obligación Inicio del falta de En la
norma / Grado conocimiento
(comprobación posible de saber conocimiento buena disposición
de la y voluntad
simple) voluntad
responsabilidad
De lo que es
Falta Falta leve Impropiedad Inconveniencia Abuso Malicia Majadería
pertinente
De lo que es Error Desatino Tontería Inconsideración Insensatez Locura Chifladura
razonable
De lo que es Brutalidad,
Desliz Desacierto Impertinencia Improcedencia Insolencia Bajeza
conveniente grosería
De lo que es
Vulneración Contravención Transgresión Violación Desacato Desacierto (Rebelión)
preceptivo
De lo que es Bribonada,
Delito Traspiés Abuso Crimen Atropello Atentado
justo vileza
De lo que
pertenece al Extravío Fechoría Infamia Atrocidad Ultraje Pecado Diablura
orden moral
d) Para extender su significado, búsquense ejemplos de distintos contextos de uso para estas
palabras, y así analizar sus variadas acepciones y también las voces emparentadas con ellas
morfológicamente. Aquí se ofrecen algunos ejemplos:
«Se dice que había una vez un católico, según unos, o un protestante, según otros, que en tiempos muy lejanos y asaltado por las
dudas comenzó a pensar seriamente en volverse cristiano; pero el temor de que sus vecinos imaginaran que lo hacía para pasar por
gracioso, o por llamar la atención, lo hizo renunciar a su extravagante debilidad y propósito».
Augusto Monterroso, «El apóstata arrepentido», en Cuentos, fábulas y lo demás es silencio (1996), México,
Alfaguara, pág. 188.
V) Redes de palabras
Reflexione en torno a la redes léxicas de medidas (dimensión, longitud, superficie, volumen, peso,
tiempo) para contrastar estas redes con las de otras lenguas que conozca:
25 El texto presenta una sintaxis de tipo conversacional típica de un niño y un uso de los pronombres personales átonos muy común en
el norte de España, aunque poco normativo.
26 La mayoría de alumnos del curso, o de la clase, del niño protagonista, que es el que está en uso de la palabra.
27 «Los encuentros de investigadores tampoco satisfacen a todos los socios pero faltan sugestiones precisas para mejorarlos», Actas de
la segunda Asamblea General de la A.I.H., celebrada en la Universidad de Barcelona el 26 de agosto de 1989.
28 Véase la noticia «El cerebro fabrica árboles sintácticos para interpretar el lenguaje», en Tendencias científicas, 10 de mayo de 2017:
<http://www.tendencias21.net/El-cerebro-fabrica-arboles-sintacticos-para-interpretar-el-lenguaje_a43934.html>.
29 Véase su análisis de esta palabra en el siguiente enlace de internet: <https://www.youtube.com/watch?v=uEOypLmQ_8k>.
30 Se recogen en este apartado propuestas del trabajo de Carmen López Ferrero y Paz Battaner (2017). «Learning Spanish L1
vocabulary in context», en S. Torner y E. Bernal (eds.), Collocations and other lexical combinations in Spanish. Theoretical and Applied
approaches, Londres y Nueva York: Routledge Taylor & Francis Group, págs. 267-285.
31 Marslen-Wilson (1989), McKeown y Curtis (1987) proporcionan modelos para la comprensión y la producción del léxico por el
hablante. Estos modelos, como las teorías, «deben ser psicológicamente plausibles porque, de otro modo, simplemente estaremos ante
una narración especulativa (as-if story), ante una historieta», Félix Ovejero (2009) sobre cita de Hedström en Dissecting the Social: on
the Principles of Analytical Sociology.
Referencias bibliográficas
A
acepción (§9.3): cada uno de los diferentes significados, por sentidos diferentes o por distinta
categoría gramatical, con los que un lema puede aparecer; generalmente las acepciones van
numeradas dentro de cada artículo lexicográfico.
acrónimo (§6.4): forma de una palabra a partir de más de una sílaba o letra (dos o tres) de alguno o
algunos de sus componentes léxicos, y no solo con las letras iniciales como lo hacen las siglas.
actividad (§5.9.2): significado durativo o atélico de aquellos verbos/predicados que expresan
acciones, procesos o situaciones que presentan un desarrollo temporal y no necesitan un límite
para poder entenderse.
acto de habla (§8): acción que se lleva a cabo al usar una expresión, es decir, emisión de un
enunciado.
acto locutivo (§8): emisión de un enunciado.
acto ilocutivo (§8): intención con que se emite un enunciado.
acto perlocutivo (§8): efecto que provoca el uso de un enunciado.
actualización (léxica) (§1.3.3; §3.4): uso de una palabra en un contexto, comprendida o expresada en
enunciados y no en forma aislada como puede aparecer por convención en los diccionarios.
adjetivo calificativo (§5.8): clase de palabra/categoría sintáctica que denota propiedades o
cualidades que se atribuyen a un sustantivo y lo modifican.
adjetivo cuantificativo (§5.8.3): adjetivo que denota cantidad del sustantivo al que acompaña.
adjetivo determinativo (§5.8.3): determinante (demostrativo, posesivo, indefinido, numeral,
exclamativo o interrogativo); es una categoría más gramatical que léxica.
adjetivo elativo (§5.8): adjetivo calificativo de significado extremo, que ocupa uno de los polos del
significado en una gradación semántica.
adjetivo modal o adverbial (§5.8.1): adjetivo que predica del sustantivo como si este por sí fuera
una proposición u oración.
adjetivo relacional (§5.8): adjetivo que expresa el área a la que pertenece el sustantivo al que
modifica; suele ser un derivado del nombre con el que está relacionado morfológicamente.
adjunto (§5.5): complemento no necesario de una unidad léxica predicativa, a diferencia de un
argumento, que es obligatorio. El adjunto precisa la identificación de la unidad que complementa.
afijo (§6.3): segmento gramatical que agrega a la palabra derivada informaciones de diverso tipo.
americanismo: unidad léxica propia del español de América, por contraste con el vocabulario de uso
habitual en España.
anáfora (§8.2): relación por la que una unidad lingüística remite a otra palabra o expresión que ha
aparecido antes en el discurso y le da el significado.
análisis componencial (§1.3.1): estudio que distingue los componentes o rasgos semánticos
caracterizadores de cada unidad léxica.
anclaje léxico (§8.5.1): unidad léxica que organiza el contenido de un texto y destaca sus partes.
antonimia (§4.4): relación semántica que se establece entre unidades léxicas de significado opuesto
que admiten gradación, esto es, unidades intermedias.
antónimos (§4.4): unidades léxicas que se oponen entre sí en cuanto a su significado, con matices
posibles intermedios entre ambas.
antonomasia (§3): tipo de referente generalizado porque es, entre todos los de su clase, el más
conocido o representativo.
antropónimo (§3.3): nombre propio usado para las personas en las diferentes culturas.
apodo (§3.3): nombre con que se conoce a un individuo o a toda una familia en localidades
relativamente pequeñas.
aposición (§5.7): sustantivo que complementa al sustantivo núcleo de un grupo nominal.
aposición enfática (§5.7): complemento preposicional que pone de relieve una característica
positiva o negativa del sustantivo núcleo.
aposición especificativa (§5.7): complemento yuxtapuesto y sin pausa entre dos sustantivos que
restringe el significado del sustantivo núcleo.
aposición explicativa (§5.7): complemento con pausa entre dos sustantivos que explica o atribuye
al sustantivo núcleo.
aprendizaje incidental §10.2): adquisición de nuevas unidades léxicas de manera indirecta, sin
objetivo de aprendizaje.
arcaísmo (§3.5): palabra que se usó de forma más habitual en otras épocas pasadas y que en la
actualidad resulta una voz marcada como antigua o desconocida.
argumento (§5.5): complemento que necesita una unidad léxica predicativa para completar su
significado, esto es, para llegar a ser semánticamente satisfactoria.
artículo lexicográfico (§9.3): apartado en cualquier tipo de diccionario correspondiente a la
representación o explicación de las posibles actualizaciones de un lema.
aspecto léxico (§5.9.2): significado que posee todo verbo y que informa de la estructura interna de
los eventos, de la manera que surgen, se desarrollan, si terminan o se repiten, si se perciben en su
integridad o se muestran por segmentos temporales; las situaciones se expresan como
instantáneas, terminadas, inacabadas o repetidas.
aspecto verbal (§5.9.1): flexión de los verbos que indica tiempo imperfecto o perfecto.
aspecto imperfecto o imperfectivo (§5.9.1): valor semántico de las formas verbales (presente,
pretérito imperfecto, por ejemplo) que presentan el tiempo sin tener en cuenta su finalización.
aspecto perfecto o perfectivo (§5.9.1): valor semántico de las formas verbales (pretérito
indefinido, por ejemplo) que presentan el tiempo con su final.
atélico (§5.9.2): significado léxico de duración sin contemplar un final en el desarrollo de la
actividad o estado que implican determinados eventos.
atribución (§5.4): predicación desarrollada por un elemento nominal, adjetivo o sustantivo.
atributo (§1.3.2): en el cognitivismo, rasgo de significado que se reconoce en los prototipos.
B
base léxica (§6): morfema con significado léxico que constituye la raíz o base sobre la que inciden
los morfemas flexivos o derivativos componentes de una unidad léxica.
C
calco (§3.2; §10.5): préstamo léxico semántico o de significado.
catáfora (§8.2): relación por la que una unidad lingüística remite a otra palabra o expresión que
aparecerá después en el discurso.
categoría gramatical (§5.2) > categoría sintáctica
categoría léxica (§5.4) > categoría sintáctica
categoría léxico-gramatical (§5.2) > categoría sintáctica
categoría sintáctica (§5.2): clase a la que pertenece una unidad léxica según su morfología, (variable
o invariable), su significado (predicativo o no) y su función en el contexto. Los diccionarios
aportan la categoría sintáctica de las palabras en la primera información que ofrecen en cada
artículo o en cada acepción.
categorías primarias (§5.2): artículo, sustantivo, adjetivo, pronombre, verbo, adverbio,
preposición, conjunción, interjección.
categorías secundarias (§5.2): propiedades flexivas de las palabras (el número, el género, la
persona, el tiempo) que pueden ser compartidas por varias categorías primarias.
clase de palabra (§5.2) > categoría sintáctica
cliché (§4.5): unidad léxica o expresión que de tan repetida pierde significación.
cognado (§5.5; §5.8): unidad léxica emparentada morfológicamente con otra al compartir la misma
raíz o la misma base morfológica.
cohesión léxica (§8.2): relación semántica y gramatical que homogeneiza el léxico utilizado en un
texto manteniendo un contenido discursivo suficientemente explicativo.
cohiponimia (§4.4): relación semántica que se establece entre un conjunto de unidades léxicas cuyo
significado queda incluido en el de otra unidad (el hiperónimo que comparten).
cohipónimos (§4.4): unidades léxicas cuyo significado queda incluido en el de una misma palabra de
significación más extensa (el hiperónimo compartido).
colocación (§5.1; §5.8): combinaciones usuales y frecuentes de palabras que forman una
construcción sintáctica (grupo nominal, adjetival, verbal, etc.). En ellas se distinguen la voz
complementada, o base, y el colocativo, que puede restringir su uso a unos determinados tipos de
bases.
combinatoria léxica (§5.4): capacidad de construcción de unas palabras con otras en relación con su
categoría gramatical y su significado.
competencia léxica (§10.1): capacidad de los hablantes para relacionar adecuadamente formas con
significados, así como de utilizar dicha información en el manejo de las unidades léxicas en el
discurso.
complementariedad (§4.4): relación semántica que se establece entre unidades léxicas de
significado opuesto que no admite gradación ni unidades intermedias.
complementarios (§4.4): unidades léxicas opuestas en cuanto a su significado que no presentan ni
gradación ni opciones intermedias.
complemento argumental (§5.5) > argumento
complemento preposicional subjetivo (§5.7): argumento que especifica el sujeto de una
predicación nominal.
complemento preposicional objetivo (§5.7): argumento que especifica el objeto de una
predicación nominal.
composición (§6.3): proceso de formación de palabras por medio de la unión de dos unidades
léxicas; el resultado de este proceso es, pues, una unidad léxica compuesta.
compuesto léxico (§6.3): unidad léxica formada por dos bases o dos palabras; constituyen estos dos
componentes una unidad fónica, ortográfica y morfológica, de modo que se consideran una sola
palabra.
compuesto sintagmático (§6.3): unidad compleja formada por una oración completa o un sintagma
con un sentido propio unitario. También son denominados compuestos impropios o imperfectos.
concepto (§1.3): representación mental de cualquier experiencia humana que suele formalizarse
lingüísticamente en una unidad léxica como núcleo de un significado.
conceptualización (§4.2): representación genérica y universal de entidades individuales
(particulares).
concordancia (en corpus lingüísticos) (§1.3.3; §10.2): cada uno de los breves fragmentos de texto
en que aparece una misma palabra en la consulta a un corpus lingüístico informatizado y que
permite conocer el uso que se hace de ella.
conector discursivo (§8.4): unidad lingüística invariable que actúa como enlace entre enunciados en
un discurso, esto es, relaciona dos fragmentos textuales o miembros discursivos.
connotación (§4.3): sentido de una unidad léxica relacionado con las experiencias de un hablante o
de un grupo de hablantes exclusivamente, contrapuesto a la denotación. Los diccionarios solo
recogen matices connotativos cuando se han generalizado.
consonante (§7.1): fonema cuya característica prosódica principal es que no admite su realización
sin un fonema vocálico (o vocal).
corpus lingüístico (§1.3.3): almacén de datos lingüísticos informatizados, compuestos de fragmentos
o textos completos, que permiten observar la unidad léxica buscada en todos los casos
(concordancias) en que el corpus la guarda.
correferencia (§8.2): relación que mantienen dos unidades léxicas que remiten al mismo referente en
el discurso.
cultismos (§3.2): palabras que no han seguido desde el latín la evolución característica de la lengua
española, sino que se han incorporado a su vocabulario sin cambios fonéticos o con leves
cambios, pues generalmente entran por textos escritos.
D
deixis (§8.2): capacidad referencial que tienen algunas unidades léxicas de señalar o mostrar
elementos de la situación de comunicación (los participantes, el lugar, el tiempo).
denotación (§4.3): significado de una unidad léxica con referente evidente para todos los hablantes,
contrapuesto a la connotación. El significado denotativo de las palabras es el que recogen los
diccionarios.
derivación §6.1; §6.3): proceso morfológico de formación de palabras consistente en añadir un afijo
(prefijo, sufijo o interfijo) a una base léxica.
derivado sincrónico (§6.1): unidad léxica formada a partir de una base léxica cuyos componentes de
significado son reconocibles.
derivado diacrónico (§6.1): unidad léxica formada a partir de una base léxica cuyos componentes de
significado no son reconocibles por los hablantes.
designación (§4.2): operación de la lengua por la que se etiqueta o nombra la realidad.
diacronía léxica (§3.4): variación del léxico en la dimensión temporal o histórica.
diáfora (8.1): relación de correferencia por la que una unidad lingüística remite al mismo referente
que otra palabra o expresión mencionada antes o después en el discurso.
dialectalismo / variedad léxica dialectal o geográfica (§3.6): unidad léxica propia de una zona
dialectal, que distingue entre el dialecto de esa zona y el vocabulario más extendido de la lengua a
la que pertenece.
diccionario
diccionario combinatorio (§9.1): diccionario que ofrece información de los vocablos que se
combinan, tanto con diferentes categorías sintácticas como por semántica.
diccionario contrastivo (§3.6; §9.1): diccionario que recoge las unidades léxicas que no se
comparten en toda la generalidad de una lengua con respecto a un dialecto que se considera
punto de partida.
diccionario de aprendizaje: diccionario monolingüe de nomenclatura restringida y con
informaciones de uso gramatical y combinatorio, vocabulario de definición controlado y
dirigido a estudiantes de lengua extranjera.
diccionario de lengua (§9.1): diccionario cuyas informaciones son fundamentalmente lingüísticas
y no enciclopédicas.
diccionario digital (§9.4; §9.5):): diccionario organizado en una base de datos léxica relacional
que se consulta en línea y que permite elegir el tipo y el grado de informaciones que la base de
datos alberga.
diccionario electrónico (§9.4; §9.5) > diccionario informatizado
diccionario enciclopédico (§9.2): diccionario que proporciona información sobre el mundo en
todas sus variadas manifestaciones, no solo del léxico de una lengua.
diccionario especializado (§3.1; §9.2): diccionario que recoge léxico especializado de un
determinado campo científico, profesional, social o técnico.
diccionario general (§3.1; §9.1): conjunto de informaciones sobre las unidades léxicas comunes a
los hablantes de una lengua.
diccionario ideológico (§9.4) > diccionario onomasiológico
diccionario informatizado (§9.5): diccionario convencional, concebido para ser impreso, que se
traspone en soporte electrónico y permite ser leído y consultado de manera más relacional;
suelen presentarse en cederrón o en línea.
diccionario integral (§9.1): diccionario que trata de representar el léxico usual en una comunidad
lingüística.
diccionario monolingüe (§9.1): diccionario general integral que constituye preferentemente un
recurso de ayuda para el hablante, en el que se consigna cada unidad léxica descrita en sus
diferentes manifestaciones: pronunciación, ortografía, morfología, categoría gramatical,
significados y usos.
diccionario onomasiológico (§9.4; §9.5): diccionario ordenado por ideas, conceptos o por temas
y que permite llegar a las unidades léxicas a partir del significado. Suele ordenarse en grandes
apartados conceptuales o ideológicos que intentan reproducir la concepción ontológica
aceptada por la comunidad lingüística.
diccionario plurilingüe (§9.1): diccionario que establece equivalencia en tres lenguas o más,
suele ser de vocabulario especializado.
diccionario selectivo (§9.1) > diccionario contrastivo
diccionario semasiológico (§9.5): diccionario ordenado por la forma o el significante de las
unidades léxicas y que permite ir de la forma gráfica al significado y a otras informaciones
lingüísticas. Suele presentarse en orden alfabético cuando va impreso; electrónicamente no lo
necesita.
dicho (§8.3): unidad fraseológica que goza de autonomía gramatical, pues presenta estructura
oracional.
dinámica diacrónica (§3.4) > variación diacrónica
dinámica diatópica (§3.6) > variación diatópica
dinámica léxica (§3): fenómeno lingüístico universal por el que el vocabulario de todas las lenguas
experimenta cambios a lo largo del tiempo, del espacio geográfico y de la variedad de situaciones
de comunicación.
disfemismo (§8.1): unidad léxica malsonante.
dispersión (§3): en estadística léxica, coeficiente de la frecuencia de aparición de una forma o lema
en relación con su aparición en las diferentes partes que constituyen un corpus informatizado.
disponibilidad léxica (§3.6; §10.2): vocabulario que un hablante tiene activo.
doblete (§3.2; §6.2): par o conjunto de palabras que proceden del mismo étimo latino pero cuya
forma ha seguido evoluciones distintas desde el latín, de modo que en un caso se ha adaptado al
español como una voz patrimonial (seña) y en otro se ha incorporado al vocabulario como
cultismo (signo).
E
encapsulador (§8.5.2): sustantivo que recoge en un texto información de fragmentos discursivos
previos para caracterizarlos semánticamente.
enciclopedia (§4.2): descripción ordenada de los conocimientos científicos, con datos esenciales,
fijos, universales.
enlace extraoracional (§8.5) > marcador del discurso
entonación (§7.4): rasgo fónico suprasegmental que consiste en la línea melódica con que se emite
un enunciado uniendo las distintas unidades léxicas que lo forman.
enunciado (§1.1): forma lingüística real, actualizada, que necesita un objetivo pragmático al que
responder y puede manifestarse por una palabra o por varias.
enunciado fraseológico (§8.3): frase hecha que cumple las condiciones de oración y tiene
significado literal o metafórico.
entidad (§4.1): significado de las unidades léxicas cuyas características y funciones se muestran
como animadas o inanimadas, se mantienen constantes en el tiempo y responden en general a los
sustantivos como objetos, materias, sustancias, personas, animales, lugares.
entrada lexicográfica (§9.3): título o nombre que se da al artículo que explica la voz, representada
por el lema en un diccionario; suele ir con un grafismo reconocible, en color, en negrita, en
versales, etc.
epíteto (§5.8.1): adjetivo que caracteriza de manera general al sustantivo al que acompaña.
españolismo: unidad léxica propia de España por contraste con el uso habitual del español de
América.
esquema acentual (§7.3): estructura fónica de las unidades léxicas representada por sus sílabas
átonas y tónicas.
estado (§4.1; §5.9.2): significado durativo o atélico de aquellos verbos que incluyen propiedades de
las personas o de las cosas cuya duración depende de otros factores.
estereotipo (§1.3.1): convención fijada tácitamente en cada sociedad y cultura para los significados
de cada unidad léxica reconocible.
estructura argumental (§1.3.4): esquema sintáctico-semántico que representa los argumentos y los
complementos adjuntos que una unidad léxica exige y permite.
estructura de herencia léxica (§1.3.4): esquema de elementos semánticos y morfológicos que
muestra la unidad léxica derivada y que reproduce los de su base morfológica.
estructura de qualia (§1.3.4): esquema de elementos semánticos que especifican características o
factores explicativos de la unidad léxica, los denominados qualia (constitutivo, formal, télico y
agentivo).
estructura eventiva (§1.3.4): esquema de elementos semánticos y sintácticos que especifica los
eventos que puede desarrollar la unidad léxica, uno principal y, si hubiera, otro secundario que la
unidad léxica exija.
estructura subléxica (§10.1): toda la información integrada en la unidad léxica y que le permite
adaptarse a diferentes contextos o se manifiesta en su actualización, como sus propiedades
fonológicas, morfológicas, sintácticas y semánticas.
etiqueta discursiva (§8.5.2) > encapsulador
etimología (§3.4): explicación de la forma fónica y de la semántica de una palabra basada en su
anterior proveniencia lingüística, principalmente el establecimiento de qué lengua original deriva.
eufemismo (§8.1): mecanismo semántico que sirve para suavizar una expresión de otra que podría
incomodar o ser proscrita por tabú.
evento (§4.1): significado de una unidad léxica que implica tiempo, cuya percepción muestra
diferentes matices, como estados, procesos, repeticiones, etc. Por excelencia corresponde a los
verbos y algunos sustantivos y adjetivos.
explotación léxica (§10.2): uso creativo de una palabra.
extensión (§4.2): uno de los dos tipos de significado con que se muestra una unidad léxica (el otro es
la intensión) que corresponde a la capacidad de marcar las condiciones de los referentes en su
actualización en el discurso.
extranjerismo (§3.5): palabra recogida de otra lengua sin adaptación a las características fonéticas y
morfológicas de la lengua de llegada.
F
factor agentivo de una unidad léxica (§4.5) > quale agentivo
factor constitutivo (§4.5) > quale constitutivo
factor formal (§4.5) > quale formal
factor télico (§4.5) > quale télico
falso amigo (§10.5): voz extranjera mal traducida o interpretada por su semejanza con otra voz de la
lengua de llegada.
familia léxica (§6.1): conjunto de palabras que comparten la misma base léxica.
foco (§5.9): segmento sintáctico-semántico resaltado o puesto de relieve prosódica o gramaticalmente
en un enunciado.
focalización (§5.9): mecanismo sintáctico con el que se marca un elemento de una expresión como
foco.
fonema (§7.1): unidad lingüística de sonido que en una lengua funciona como distintivo, esto es,
tiene capacidad para diferenciar palabras y significados.
fonética (§7.1): disciplina que estudia los sonidos de una lengua, su articulación y percepción.
fonología (§7): disciplina que estudia los fonemas de una lengua, esto es, los sonidos que adquieren
en ella valor distintivo.
fonotaxis (§7): estudio de las características fónicas en la secuencia sintáctica.
formas complejas (§6.3): unidades léxicas compuestas por varias unidades simples, descriptivas y
funcionales que no generan significado componencial; son llamadas también unidades
pluriverbales.
fraseología (§5.1; §8.3): disciplina que estudia todo tipo de unidades léxicas complejas,
pluriverbales, formadas por varias voces o palabras, de sentido unitario, cuyo significado, pues, no
se extrae de la suma de sus componentes.
frecuencia absoluta (§3): en estadística léxica, número de veces que una forma o un lema se
encuentra en un corpus cerrado.
frecuencia normalizada (§3) > frecuencia relativa
frecuencia relativa (§3): en estadística léxica, número de veces que una forma o un lema se
encuentra en un corpus cerrado en relación con el número de formas o de lemas totales de ese
corpus; suele darse la frecuencia relativa por millón.
G
gentilicio (§3.3): adjetivo derivado de un topónimo o nombre propio de un lugar.
gramática lexicista (§1.3.3; §5.1): gramática que estudia pormenorizadamente las características
sintácticas de grupos de unidades léxicas, lo que enriquece la descripción gramatical y permite
establecer clases léxicas.
gramaticalización (§6.5): proceso por el que algunas unidades léxicas plenas y autónomas asumen
valor gramatical en determinadas construcciones sintácticas y usos pragmáticos.
grupo acentual (§7.3): constituyente sintáctico en el que una de las palabras, o la única palabra que
componga el grupo, ha de ser una palabra descriptiva o pronombre equivalente a ella, que tenga
una sílaba más intensa, más perceptible al oído que otras sílabas vecinas; constituye una secuencia
rítmica.
grupo fónico (§7.4): cadena o secuencia fónica entre dos pausas constituyente de algún periodo
sintáctico.
grupo sintáctico (§5.6): estructura formada por varias unidades léxicas, una de ellas núcleo y las
otras sus complementos, con una función determinada en la linealidad oracional.
H
hiperonimia (§4.4): relación semántica de inclusión que se establece entre unidades léxicas en las
que el significado de una palabra (el hiperónimo) puede incluir el de otras (los hipónimos).
hiperónimo (§4.4): unidad léxica cuyo significado incluye el de otras (sus hipónimos)
hipertexto (§9.4): en un texto digitalizado, establecimiento de vínculos que permiten acceder a otro
texto clicando sobre cualquier unidad léxica descriptiva; en un diccionario electrónico, propiedad
de pasar en una consulta de un artículo lexicográfico a otro en el que cualquier palabra de él se
explique.
hipocorístico (§6.4): apelativo familiar de nombre de pila resultado de un truncamiento de su forma,
bien por el inicio (Dora por Heliodora), bien por el final (Sebas por Sebastián).
hiponimia (§4.4): relación semántica de inclusión que se establece entre unidades léxicas en las que
el significado de una palabra (el hipónimo) está incluido en el de otra (el hiperónimo)
hipónimo (§4.4): unidad léxica cuyo significado está incluido en el de otra (su hiperónimo)
hispanoamericanismo (§3.6) > americanismo
holonimia (§4.4): relación semántica que se establece entre dos palabras en las que el significado de
una de ellas corresponde al todo del que la otra constituye una de sus partes (merónimo).
holónimo (§4.4): unidad léxica cuyo significado constituye el todo con respecto a otra unidad que es
su parte (su merónimo).
homógrafos (§7.5): unidades léxicas de diferente significado, y a veces de diferente categoría
gramatical, que se pronuncian y se escriben exactamente igual.
homónimos (§7.5): unidades léxicas que coinciden en la misma pronunciación, pero no en la
escritura.
I
idiomaticidad (§8.3): principio por el que una unidad léxica compleja se interpreta como un bloque
de sentido unitario, pues su significado global no es deducible del significado aislado literal de
cada uno de los morfemas que la constituyen.
idiotismo (§5.1; §8.3): locución con formación sintáctica anómala y significado no componencial.
imprimación léxica (§10.4): información memorizada que queda de una unidad léxica cuando se
percibe por primera vez, y afectaría difusamente a la fonética, la morfología, la sintaxis, la
combinatoria, y todas las informaciones que un hablante competente integra más tarde bajo una
unidad.
intensidad silábica (§7.3): o acento de las palabras, rasgo prosódico suprasegmental que abarca
todos los fonemas de la sílaba y que se emite con mayor fuerza en la actualización oral de una
unidad léxica.
intensión (§4.2): uno de los dos tipos de significado con que se muestra una unidad léxica (el otro es
la extensión) que corresponde a las condiciones de su aplicación en el uso dentro de una lengua.
interfijo (§6.3): morfema de derivación que se desarrolla entre la base y otros morfemas,
gramaticales o sufijales; -it- en azuqu-ít-ar, diminutivo de azúcar.
interjección (§7.7): categoría gramatical invariable que condensa diferentes matices de expresión
semántica y pragmática (apelaciones, exclamaciones, etc.) en una unidad léxica simple, con
características fonéticas singulares y realizadas en un grupo fónico aislado, dentro de los
enunciados en los que puede aparecer.
L
lapsus linguae (§2.3): errores en la enunciación de una palabra por otra cercana en su realización
fonética o en su significado, candelabro por ‘candelero’.
lema (§2.4; §9.3): representación convencional de una unidad léxica en atención a su variada flexión
morfológica; en un diccionario de lengua, representación de la palabra que el artículo
lexicográfico describe.
lemario (§9.5): conjunto de lemas al que un diccionario atiende.
lematización (§2.4): operación de marcar en un corpus informático la unidad léxica convencional a
la que cada forma responde; consiguieron es una forma que debe ser reconocida digitalmente
como conseguir, su lema.
lexema (§5.1) > base morfológica mínima con significado léxico de una unidad simple.
lexía (§5.1) > unidad léxica
lexical priming (§10.4) > imprimación
lexicalización (§6.5): proceso por el que un elemento lingüístico no léxico (un morfema, una
expresión) pasa a formar parte del sistema léxico, esto es, a constituir una unidad léxica con
significado conceptual propio, no composicional.
léxico (§2): conjunto teórico de las unidades léxicas de una lengua natural que los hablantes tienen en
sus mentes y que es objeto de la representación lingüística. Se caracteriza por ser un conjunto de
unidades muy numeroso, abierto, sin principio ni fin, y en constante variación; es, pues, el léxico
un conjunto de palabras hipotético y virtual, de gran dinamismo.
léxico común (§3.1): vocabulario de uso habitual en una comunidad lingüística.
léxico documentado (§1.2.3; §2.4): vocabulario del que se tienen datos de uso.
léxico especializado (§2.1): vocabulario que no es común a todos los hablantes de una lengua,
pues su uso se limita a ciertos círculos profesionales, a ciertos ambientes sociales, a ciertas
técnicas industriales o de ocio. Los términos suelen ser sobre todo sustantivos.
léxico generativo (§1.3.4): teoría lingüística que intenta explicar cómo las unidades léxicas se
actualizan en sentidos adaptados al contexto y para ello supone una información interna,
subléxica, de cada unidad, lo que las permite adoptar significados cercanos pero diferentes.
léxico incidental (§10): el que se aprende de forma espontánea, sin aprendizaje formal.
léxico mental (§1.2; §2.3): léxico memorizado espontáneamente por la capacidad lingüística de
cada hablante.
lexicometría (§2.5): disciplina estadística que persigue determinar el número, la distribución, el
acrecentamiento, la frecuencia de las formas y de los lemas, en una obra, la totalidad de la obra de
un autor, de un género o publicación de autores, de obras anónimas, de diferentes textos de un
mismo autor, de corpus de referencia, etc., lo que puede llegar a caracterizar la riqueza de
vocabulario, el tipo de discurso, la ideología de algunos fragmentos, rasgos de estilo, etc.
lexicón (§2.3; §4.2; §10.1): término que se utiliza como conjunto de unidades léxicas y también
como léxico mental.
línea melódica (§7.4) > entonación
linealidad discursiva (§5.4; §5.6): línea temporal que toda actuación lingüística impone en el
discurrir de la comunicación; en su transcripción escrita se manifiesta este tiempo en la secuencia
continuada de cualquier expresión escrita.
lingüística de corpus (§5.1): tratamiento y estudio de la lengua por el que se reconocen las
invariables y las variables que se muestran en los grandes corpus informatizados, lematizados y
etiquetados gramaticalmente, gracias a programas de marcación, que permiten la búsqueda de
diferentes fenómenos y cálculos estadísticos.
lingüística computacional: disciplina lingüística aplicada que trata del procesamiento de las lenguas
naturales utilizando la capacidad cibernética de la computación; principalmente del
reconocimiento del habla a través de mecanismos informáticos, así como de la producción de
discurso.
locución (§5.7; §5.8; §8.3): expresión fija formada por varios elementos que constituye una unidad
léxica (compleja o pluriverbal) de significado unitario.
logro (§5.9.2): significado puntual o télico de aquellos verbos que expresan consecuciones o sucesos
puntuales que requieren tiempo momentáneo, la sola realización.
M
marca (§9.3): en un diccionario, indicación que facilita diferentes tipos de información sobre la voz
del lema, o de alguna acepción, de manera abreviada.
marca diafásica (§8.1): en un diccionario, indicación del registro en el que se usa la unidad léxica
definida.
marca diastrática (§8.1): en un diccionario, indicación de información sociolingüística, acerca
del nivel (culto, vulgar) de lengua, de la edad (infantil, juvenil) o del grupo social en que se usa
la unidad léxica definida.
marca diatécnica (§3.1): en un diccionario, indicación del ámbito técnico o especializado al que
pertenece la unidad léxica definida.
marca pragmática (§8.1): en un diccionario, indicación sobre la valoración de la voz
(malsonante o eufemismo) o la intención (despectiva, irónica, etc.) del hablante asociada al uso
de la unidad léxica que se define.
marca semántica (§9.3): indicación sobre cambios (metáfora, metonimia) o relaciones entre
significados (sinónimo, antónimo).
marcador del discurso (§8.4): unidad léxica funcional que establece relaciones de tipo semántico y
pragmático entre segmentos de un texto; es, pues, una categoría pragmática que aporta
instrucciones de distinto tipo (de ordenación, de particularización, de rectificación, de apoyo
argumentativo, etc.) a la relación de enunciados en un discurso.
matriz léxica o estructura matricial (§1.3.4): datos internos/teóricos formalizados de cada unidad
léxica infra o subespecificados, que se actualizan según el contexto semántico-sintáctico en a) el
significado nuclear o los nucleares de la unidad, b) las condiciones sintácticas, y c) los usos
conocidos y también los nuevos posibles (aunque no se tengan documentados). Para que la matriz
léxica se pueda actualizar satisfactoriamente en cualquier contexto se requiere explicitar: la
estructura argumental, la estructura eventiva, la estructura de qualia y la estructura de
herencia léxica.
meronimia (§4.4): relación de significado que se establece entre dos unidades léxicas en las que el
significado de una palabra corresponde a una parte respecto del todo conceptualizado en la otra
unidad (holónimo).
merónimo (§4.4): unidad léxica cuyo significado constituye una parte respecto del conjunto que
representa la unidad en la que se incluye semánticamente (su holónimo).
metáfora (§4.5): trasposición semántica por la que una unidad léxica se usa con un significado
alterado de modo que su significado se extiende por un dominio referencial distinto al habitual y
pone de relieve propiedades de la referencia.
metáfora lexicalizada (§4.5): uso figurado de una palabra tan fijado y estereotipado en una
lengua que difícilmente es reconocible como metáfora por los hablantes de esa lengua; son
extensiones socializadas de la unidad léxica.
metáfora semilexicalizada (§4.5): uso figurado de una unidad léxica cuyo valor metafórico está
muy socializado pero todavía es reconocido como una trasposición semántica.
metáfora creativa (§4.5): uso figurado original de una unidad léxica.
metonimia (§4.5): trasposición semántica basada en relaciones de contigüidad (o sea, de cercanía)
entre dos entidades o dos situaciones dentro del mismo dominio de la realidad.
modismo (§8.3): locución con formación sintáctica regular.
modo de acción (§5.9.2) > aspecto léxico
morfema (§6.2): unidad mínima de la lengua que tiene valor semántico o gramatical; no puede
descomponerse en ninguna otra manteniendo sentido y función gramatical.
morfema flexivo o gramatical (§5.2; §6): elemento exigido por las reglas de la sintaxis que
modifica la forma de una unidad léxica, en la flexión nominal (género, número y en ocasiones
persona) y en la verbal (persona, número, tiempo, modo, aspecto).
morfema derivativo o léxico (§5.2; §6): elemento con significado (bases, prefijos, sufijos, infijos,
etc.) de las palabras que forma parte de una unidad léxica.
morfema libre (§6.2): morfema que puede usarse solo como unidad léxica y, por tanto, goza de
autonomía sintáctica y pragmática.
morfema ligado (§6.2): morfema que solo puede tener sentido o funcionar asociado con otro.
morfología (§5.2; §6): parte de la gramática que estudia los elementos distinguibles dentro de las
palabras, es decir, los morfemas.
morfología derivativa o léxica (§5.3; §6): parte de la gramática que estudia los elementos con
significado de las palabras (bases, prefijos, sufijos, infijos, etc.) que componen internamente
una unidad léxica.
morfología flexiva o gramatical (§6): parte de la gramática que estudia las categorías
secundarias que modifican la forma de los lemas, tanto en la flexión nominal (género, número
y en ocasiones persona) como en la verbal (persona, número, tiempo, modo, aspecto), exigidas
por las reglas de la sintaxis.
N
neologismo (§3.2; §3.5): palabra nueva que se incorpora al vocabulario de una lengua bien por
mecanismos propios de esa lengua (a través de la derivación y la composición), bien a través de
préstamos o calcos de otras lenguas.
O
onomasiología (§9.1; §9.5): ordenación de las unidades léxicas en un diccionario agrupadas por su
significado; representado este por un concepto verbalizado, por un tema, centro de interés o
diferentes situaciones [marcos] de comunicación.
onomástica (§3.3): parte de la lingüística relacionada con los nombres propios y con los adjetivos
derivados de ellos.
onomatopeya (§7.7): unidad léxica cuya forma fónica intenta representar un sonido natural; las
onomatopeyas están cercanas a las interjecciones en sus características fonéticas.
ontología (§9.6): clasificación razonada, por su significado, de los tipos de conceptos o unidades
léxicas en taxonomías de grandes conjuntos como entidades, propiedades y eventos, y sus
diferentes modalidades, lo que puede llegar a una gran complejidad.
operador (§8.4): expresión lingüística que por su significado condiciona la interpretación y la
orientación argumentativa de las unidades sobre las que incide; discursivamente señala el ámbito
de operación bajo el que se interpreta el segmento del texto al que determina.
oración ecuacional o hendida (§5.9): construcción sintáctica en la que aparece un verbo ser que
separa y subraya sus elementos junto a una estructura de relativo que subordina uno de ellos y
contribuye a focalizar.
P
palabra (§1.1) > unidad léxica
paradigma flexivo (§5.7): conjunto de formas morfológicas, las cuales responden a categorías
gramaticales secundarias, como número, tiempo, persona, etc., que puede tomar una unidad
(lema) en su actualización en el discurso.
paremia (§8.3): dicho que expresa conductas, valores morales o saberes y conocimientos
tradicionales.
paremiología (§8.3): disciplina específica que estudia los refranes y otros dichos.
parónimos (§7.5): voces que se parecen fonética y ortográficamente.
participio débil (§6.2): participio regular del verbo español, cuya intensidad recae en el morfema
flexivo o desinencia; amado de am-ar es un participio regular débil.
participio fuerte ( §6.2): participio irregular del verbo español, cuya intensidad recae en la base del
verbo; impreso de imprim-ir es un participio irregular y fuerte.
partícula discursiva (§8.5.1) > marcador del discurso
perífrasis verbal (§5.9.1): combinación sintáctica formada por un verbo auxiliar y una forma no
personal del verbo que es el matizado modal o aspectualmente.
pieza léxica (§5.7) > unidad léxica
polaridad (§4.4; §5.8) > relaciones polares
polisemia (§1.3.4; §4.5): múltiple valor semántico de una unidad léxica bajo una misma forma.
polisemia contrastiva (§1.3.4): la voz presenta dos o más significados no relacionados entre sí.
Por ejemplo, orden como ‘colocación bien dispuesta’ y orden como ‘nivel o categoría’.
polisemia regular (§1.3.4): la voz presenta dos o más significados que mantienen relación entre
ellos. Por ejemplo, geografía ‘materia de estudio’ y geografía ‘manual en el que se estudia’.
pragmática (§5.1; §8): estudio de los valores de uso de las palabras y de la lengua en situaciones de
comunicación determinadas.
predicación (§4.2; §5.4): fenómeno semántico por el que una unidad léxica añade, explica, aclara,
modaliza, etc., algo del referente que se nombre y que es su sujeto; constituye la función sintáctica
por excelencia.
predicado (§4.2; §5.3): expresión que asevera, añade, explica, modaliza y que contribuye al
significado de un grupo sintáctico o de un enunciado.
prefijo (§6.1; §6.3): morfema que precede a una base léxica para aportar contenidos de distinto tipo y
para formar una nueva palabra.
prefijoide (§6.3): raíz culta grecolatina que puede anteponerse, como un prefijo, a una base léxica
para formar una palabra nueva.
préstamo (§3.2): palabra que se incorpora al vocabulario de una lengua procedente de otra lengua
distinta.
principio de selección abierta (§5.1): propuesta léxica tradicional según la cual las palabras están
disponibles para el hablante como unidades léxicas aisladas y sin determinar restricciones de
selección.
principio idiomático (§5.1): propuesta léxica del lingüista británico Sinclair según la cual los
hablantes no eligen las palabras de forma aislada sino en frases o bloques (chunks).
proforma (§8.23): palabra de un significado muy amplio y que sirve de sustituto impreciso cuando
no se tiene la palabra exacta.
propiedad (§4.1): significado de las unidades léxicas cuyas características y funciones se muestran
sin tiempo, atribuidas a las entidades; por excelencia, se manifiesta en los adjetivos calificativos.
prototipo (§1.3.2): en el cognitivismo, palabra central en la identificación de una categoría
lingüística o el significado léxico de una voz más representativa que otra para evocarlas
mentalmente.
Q
quale (§1.3.4): en el léxico generativo, característica semántica o factor explicativo de las diferentes
actualizaciones de la unidad léxica.
quale agentivo (§1.3.4): rasgo semántico que puede actualizar el origen o la causa semántica de
una unidad léxica; no es un factor general a toda unidad léxica.
quale constitutivo (§1.3.4): categoría semántica en la que está constituida o incluida una unidad
léxica; es un factor general a todas las palabras descriptivas.
quale formal (§1.3.4): rasgo que diferencia una unidad léxica dentro de la categoría semántica en
la que está incluida; es un factor general a toda unidad léxica.
quale télico (§1.3.4): rasgo semántico que puede actualizar la finalidad o la aplicación semántica
de una unidad léxica; no se presenta en todas las unidades.
qualia (§1.3.4): conjunto de factores explicativos del significado de una unidad léxica.
R
raíz (§6.1) > base léxica en la descripción diacrónica de la lengua.
rango (§2.5): número de orden que una unidad léxica ocupa al clasificar las voces por su frecuencia
decreciente.
realización (§5.9.2): significado puntual o télico de aquellos verbos que presentan un desarrollo
temporal y requieren un límite que se expresa en uno de los argumentos verbales en que se
manifiesta lo que se ha realizado o no.
reciprocidad (§4.4): relación semántica que se establece entre unidades léxicas que se implican
mutuamente, de tal forma que la existencia de una de ellas supone la de las otras.
recíprocos (§4.4): antónimos que se implican mutuamente, pues la existencia de uno de ellos supone
la del otro.
referencia (§4.2; §5.4): relación semántica que se establece entre una expresión lingüística y aquello
a lo que alude.
referencia endofórica o intratextual (§8.2) > diáfora
referencia exofórica o extratextual (§8.2) > deixis
referencia lineal (§8.2) > diáfora
relaciones paradigmáticas (§1.3.1): relaciones que se dan entre las palabras que comparten algún
rasgo nuclear que les permitiría sustituirse unas por otras en una estructura fonética, morfológica o
sintáctica.
relaciones polares (§4.4; §5.8): relaciones semánticas que mantienen algunos pares de unidades
léxicas que colocan su significado en una escala con dos extremos, en la que puede haber grados
intermedios. Los dos polos que determinan las relaciones de significado posibles entre estas
palabras son relativos, esto es, dependen de cada contexto de uso y de la cultura en que la lengua
se desarrolla.
relaciones sintagmáticas (§1.3.1): relaciones que establecen las palabras con las unidades con las
que pueden combinarse sintácticamente.
rema (§8.5): parte de un enunciado que corresponde a información nueva en el discurso en que se
inserte.
remisión (§9.4): en un diccionario, indicación de otro lema en la entrada de una voz por la que la
explicación se ha de ir a buscar a la del lema sugerido.
rotulador léxico (§8.5.2) > encapsulador
S
secuencia melódica (§7.5): entonación que modula los grupos gramaticales en los que las palabras se
instalan rítmicamente.
secuencia rítmica (§7.5) > secuencia melódica
segmento consonántico (§7.1) > consonante
segmento vocálico (§7.1) > vocal
sema (§1.3.1): unidad significativa del conjunto de rasgos que forma el significado total de una
palabra; en el estructuralismo, el conjunto de semas, componentes o rasgos semánticos conforma
la significación de una unidad léxica.
semasiología (§9.1; §9.5): ordenación de las unidades léxicas en un diccionario que ofrece la
información y el significado a partir de la forma léxica.
semicultismos (§3.2): palabras que no han seguido desde el latín la evolución característica de la
lengua española, sino que se han incorporado a su vocabulario con una adaptación fonética no
completada.
semitérmino (§8.5.2): sustantivo que se usa en la lengua general pero puede al mismo tiempo
adoptar un valor terminológico en textos especializados.
sinécdoque (§4.5): trasposición semántica por la que una palabra remite a un todo por medio de la
mención de una parte asociada a ese todo (o viceversa).
sentido (§4.3): faceta de significado de una palabra que se muestra en un contexto; en los
diccionarios, los distintos sentidos que puede presentar una unidad léxica quedan recogidos en sus
diferentes acepciones.
sigla (§6.4): proceso de formación de palabras a partir de las letras iniciales de otras tantas unidades
léxicas que constituyen un grupo sintáctico determinado.
siglas silabeadas (§6.4): siglas en las que la combinación de las letras iniciales de varias palabras
para formar una sigla se puede leer como si fuera una palabra fonéticamente regular.
siglas deletreadas (§6.4): siglas en las que no es posible en español leer la combinación de las
letras iniciales de varias palabras como sílabas.
significación (§1.3): capacidad de desarrollar significado.
significado (§1.3; §4.2): propiedad caracterizadora de las unidades léxicas por las que formalizan
lingüísticamente un concepto (del mundo físico o mental). El significado de las unidades léxicas
tiene dos caras: indica la intensión (propiedades semánticas) de la palabra y su extensión
(referencia). A pesar de que el significado es una característica que permite delimitar unas
palabras de otras, con frecuencia presenta límites difusos.
significado componencial (§5.4; §5.7; §8.3): significado que se extrae de la suma de los distintos
componentes que forman una expresión.
significado composicional (§5.4; §5.7; §8.3) > significado componencial
significado connotativo (§4.3) > connotación
significado denotativo (§4.3) > denotación
sílaba (§7.2): unidad de realización fonética mínima.
sinonimia (§4.4): relación que se establece entre unidades lingüísticas equivalentes en cuanto a su
significado y en cuanto a su función sintáctica.
sinónimos (§4.4): unidades léxicas con distintos significantes que expresan un significado y una
función sintáctica semejante.
sintagma (§5.2): constituyente de una relación sintáctica, caracterizado por la categoría de su unidad
léxica nuclear que determina la función del grupo o conjunto sintáctico que encabeza.
sintaxis (§5.2): parte de la gramática que estudia la combinación en línea temporal de las palabras en
relación con el significado pretendido de la unidad superior.
sintaxis léxica (§1.3.3; §5.4): estudio de las unidades léxicas en cuanto trabadas con otras, no en un
aislamiento ideal que solo se da en su presentación en los diccionarios.
subacepción (§9.3): el sentido de la voz relacionado y subordinado a una acepción que se considera
más explicativa y de la que es derivación o mantiene con ella relación semántica.
subentrada lexicográfica (§9.3): anuncio de las formas complejas, locuciones, y fraseología en las
que aparezca el lema; que constituyen con él una unidad, el artículo lexicográfico.
sufijación (§6.3): fenómeno morfológico de derivación de unidades léxicas por medio de sufijos
añadidos a una base.
sufijo (§6.3): morfema que se añade al final de una base léxica para aportar contenidos de distinto
tipo o para formar una nueva palabra.
sufijo apreciativo (§6.3): morfema que se añade sobre todo a sustantivos y adjetivos para aportar
un matiz significativo de actitud del hablante frente a lo dicho: afecto/desafección,
elogio/reprobación, atenuación/intensificación, cortesía/desprecio, por ejemplo.
diminutivo: afijo que indica tamaño reducido o afecto.
aumentativo: afijo que indica gran tamaño o ponderación.
despectivo: afijo que aporta noción de desprecio o burla.
sufijoide (§6.3): raíz culta grecolatina que puede posponerse a una base léxica, como un sufijo, para
formar una palabra nueva.
sustantivo (§5.7): categoría gramatical con capacidad identificativa, referencial y con propiedades
morfológicas y sintácticas.
sustantivo contable (§5.7): sustantivo que morfológicamente admite un plural de conjunto.
sustantivo continuo (§5.7) > sustantivo no contable
sustantivo cuantificativo (§5.6): sustantivo que significa unidad acotadora o parceladora de un
conjunto no identificado.
sustantivo encapsulador (§8.5.2) > encapsulador
sustantivo eventivo (§5.6; §5.7): sustantivo que representa duración temporal.
sustantivo discontinuo (§5.7) > sustantivo contable
sustantivo no contable (§5.7): sustantivo que no admite plural o cuyas formas plurales significan
variedad de tipos y no conjunto.
sustantivo relacional (§5.6;(§5.7): sustantivo que necesita argumentos actualizados a los que
ligarse para ser bien interpretado.
T
télico (§5.9.2): significado léxico de finalización o término de las situaciones o sucesos que implican
determinados eventos.
tema (§8.5): parte de un enunciado que corresponde a información dada o conocida en el discurso en
que se inserte.
tematización (§5.9): anteposición de alguno de los complementos argumentales del verbo, que se
muestra reduplicado en la estructura oracional con un pronombre personal.
término (§1): unidad léxica en el vocabulario especializado.
tipo complejo de unidad léxica (§1.3.4): unidad que permite su actualización bajo diferentes qualia
(simple, unificado) y distinta estructura eventiva.
tipo simple de unidad léxica (§1.3.4): unidad que solo presenta el quale constitutivo y el formal.
tipo unificado de unidad léxica (§1.3.4): unidad que requiere más información que las de los qualia
constitutivo y formal, es decir, requiere al menos uno de los qualia télico o agentivo.
tokens (§1.2; §2): en el tratamiento informático de textos, las distintas formas (flexivas) que puede
adoptar una misma unidad léxica (type) en un discurso.
types (§1.2; §2): en el tratamiento informático de textos, los lemas o lexemas a los que responde cada
forma.
tópico discursivo (§8.4): asunto global que otorga coherencia a un texto.
topónimo (§3.3): nombre propio que se aplica a todo tipo de lugares: países, regiones, zonas,
provincias, poblaciones, calles y plazas, edificios, etc.; también los accidentes geográficos como
cordilleras o montañas (orografía) o como elementos de agua (mares, lagos, ríos, fuentes,
embalses).
trasposición del significado (§4.5): actualización o adquisición de un nuevo significado a partir del
significado habitual de una unidad léxica.
truncamiento (§6.4): acortamiento de una palabra, cuya forma léxica queda partida por el inicio (bus
por autobús), por el medio (flu por influenza) o por el final, los más frecuentes (metro por
metropolitano).
U
unidad gramatical (§1.2) > unidad léxica gramatical o funcional
unidad léxica (§1.2): unidad mínima libre de la lengua, cuya forma fonológica no se puede escindir,
esto es, no permite nunca introducir en ella algún otro elemento; es el término teórico para
palabra, voz o vocablo.
unidad léxica descriptiva o plena (§1.2): unidad léxica que puede usarse como un enunciado
simple, con una sílaba más intensa que las otras en su pronunciación, y un contenido semántico
que remite a entidades extralingüísticas (físicas o mentales), lo que representa su autonomía
oracional y su función sintáctica posible; el repertorio de las unidades léxicas plenas de una
lengua es un repertorio abierto.
unidad léxica gramatical o funcional (§1.2): unidad léxica de significado gramatical,
principalmente sintáctico, que contribuye a la coherencia y cohesión de los enunciados; son de
repertorio o número cerrado, a diferencia del de las unidades léxicas descriptivas.
unidad léxica monosémica (§1.3): palabra con una sola significación.
unidad léxica patrimonial (§3.2): palabra de la lengua de origen, que se ha venido actualizando
de manera continua, con una evolución fonética regular a lo largo de los siglos.
unidad léxica pluriverbal o compleja (§1.2): unidad léxica formada por varios lexemas >
locución
unidad léxica polisémica (§1.3): palabra que bajo la misma forma fónica y gráfica muestra
diferente significación según el contexto de uso.
unidad léxica predicativa (§5.5): unidad léxica que requiere argumentos para su completa
actualización y valor semántico.
unidad léxica simple (§1.2): unidad léxica formada por un solo lexema.
uso figurado (§4.5) > trasposición del significado
V
valor denotativo (§4.3) > denotación
valor connotativo (§4.3) > connotación
valor predicativo (§1.3.4; §5.4) > predicación
valor referencial (§5.8) > referencia
variación diacrónica (§3.4): variación en una lengua y en su vocabulario condicionados por el
devenir del tiempo a través de los siglos.
variación diafásica: variación de usos de la lengua y de las unidades léxicas según el contexto de
comunicación, de tal modo que el valor semántico de las palabras se actualiza en situaciones
variadas.
variación diatópica (§3.6): variación en el uso lingüístico y léxico de una lengua determinada por la
dimensión espacial o geográfica, esto es, por las distintas zonas dialectales en que la lengua se
habla.
verbo durativo o atélico (§5.9.2): verbo cuyo modo de significar no señala un final.
verbo puntual o télico (§5.9.2): verbo en cuyo significado se señala un final.
vocabulario (§2.1; §2.4): conjunto de unidades léxicas concretas, que pertenecen al habla, a la
actuación lingüística, lo que permite delimitarlas y documentarlas (a través de grabaciones de
discursos orales, obras de un autor, corpus escritos, etc.). Es el conjunto de unidades léxicas
generalmente aceptado por la comunidad lingüística y que, por tanto, queda recogido en los
diccionarios.
vocabulario activo (§10.2): vocabulario que una persona es capaz de utilizar en sus expresiones.
vocabulario pasivo (§10.2): vocabulario que una persona puede comprender aunque no lo utilice en
sus expresiones.
vocal (§7.1): fonema cuya característica prosódica principal es que puede ser articulado por sí solo.
voz (§1.2) > unidad léxica
Edición en formato digital: 2019
Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro electrónico, su transmisión, su descarga, su
descompilación, su tratamiento informático, su almacenamiento o introducción en cualquier sistema
de repositorio y recuperación, en cualquier forma o por cualquier medio, ya sea electrónico,
mecánico, conocido o por inventar, sin el permiso expreso escrito de los titulares del Copyright.
Conversión a formato digital: REGA
www.catedra.com