Introducción Al Léxico Componente Transversal de La Lengua by Paz Battaner Arias Carmen López Ferre

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Paz Battaner Arias y Carmen López Ferrero

Introducción al léxico,
componente transversal de la
lengua
Indice

PRESENTACIÓN

PRIMERA PARTE
LÉXICO Y VOCABULARIO

CAPÍTULO 1. Palabras y unidades léxicas


1.1. Acercamiento a la palabra
1.2. La unidad léxica
1.3. Los modos de significar de la unidad léxica
1.3.1. Según los métodos estructuralistas
1.3.2. Según el enfoque cognitivista
1.3.3. Según la concepción funcionalista
1.3.4. El léxico generativo
Conclusiones: ideas clave
Obras consultadas: para saber más
Actividades para la reflexión del capítulo 1

CAPÍTULO 2. El léxico de las lenguas


2.1. Características del léxico de las lenguas
2.2. Léxico y vocabulario
2.3. Léxico mental
2.4. Léxico documentado
2.5. Recuentos y estadística del léxico
Conclusiones: ideas clave
Obras consultadas: para saber más
Actividades para la reflexión del capítulo 2

CAPÍTULO 3. Riqueza y dinámica del vocabulario


3.1. Léxico común y léxico especializado
3.2. Voces patrimoniales, voces cultas y préstamos
3.3. Onomástica: antropónimos, topónimos y gentilicios
3.4. Variación diacrónica y etimología
3.5. Neologismos y arcaísmos
3.6. Variación geográfica
Conclusiones: ideas clave
Obras consultadas: para saber más
Actividades para la reflexión del capítulo 3
SEGUNDA PARTE
LA UNIDAD LÉXICA Y EL SISTEMA LINGÜÍSTICO

CAPÍTULO 4. Semántica léxica


4.1. Entidades, propiedades, estados y eventos
4.2. El significado: intensión y extensión
4.3. El sentido: denotación y connotación
4.4. Relaciones de significado
4.5. Trasposición semántica: polisemia, metonimia y metáfora
Conclusiones: ideas clave
Obras consultadas: para saber más
Actividades para la reflexión del capítulo 4

CAPÍTULO 5. Léxico y sintaxis


5.1. La unidad léxica y la gramática
5.2. Las categorías sintácticas
5.3. Inestabilidad en las categorías sintácticas
5.4. Sintaxis léxica: la predicación
5.5. Las unidades léxicas predicativas y sus argumentos
5.6. La organización de la linealidad
5.7. El grupo nominal
5.7.1. Sintaxis del grupo nominal
5.7.2. Grupo nominal y locuciones nominales
5.7.3. Significado y gramática de los sustantivos
5.7.4. Nominalizaciones y grupos nominales
5.8. Los adjetivos: calificativos y relacionales
5.8.1. La posición de los adjetivos con respecto al sustantivo en el grupo nominal
5.8.2. La sustantivación de adjetivos
5.8.3. Adjetivos determinativos
5.9. El verbo y la linealidad oracional
5.9.1. Morfología flexiva del verbo
5.9.2. Capacidad sintáctica del verbo netamente predicativa
5.9.3. Variedad semántica del verbo
Conclusiones: ideas clave
Obras consultadas: para saber más
Actividades para la reflexión del capítulo 5

CAPÍTULO 6. Léxico y morfología


6.1. Estructura morfológica de las palabras y sus relaciones
6.2. Cuestiones de morfología gramatical: paradigmas e irregularidades
6.3. Morfología léxica: derivación, composición y formas complejas
6.4. Otros procesos de formación de palabras: truncamientos, siglas y acrónimos
6.5. Lexicalización y gramaticalización
Conclusiones: ideas clave
Obras consultadas: para saber más
Actividades para la reflexión del capítulo 6
TERCERA PARTE
LA UNIDAD LÉXICA EN LA PERIFERIA DEL SISTEMA
LINGÜÍSTICO

CAPÍTULO 7. Léxico y fonología


7.1. Los fonemas y su distribución dentro de las unidades léxicas
7.2. La estructura silábica de la unidad léxica
7.3. El contraste de intensidad silábica y los esquemas silábicos
7.4. Los grupos fónicos y su línea melódica: la entonación
7.5. Las secuencias rítmicas memorizadas
7.6. La ortografía y la fonética: juegos de palabras
7.7. Interjecciones y onomatopeyas
7.8. Caracterización fonológica del léxico de la lengua española
Conclusiones: ideas clave
Obras consultadas: para saber más
Actividades para la reflexión del capítulo 7

CAPÍTULO 8. Léxico y pragmática


8.1. Valores pragmáticos de las palabras
8.2. Capacidad deíctica, anafórica y catafórica: la cohesión léxica
8.3. Las unidades fraseológicas
8.4. Locuciones adverbiales y conectores discursivos
8.5. Funciones discursivas y léxico: de anclas y cápsulas
8.5.1. Anclajes léxicos
8.5.2. Encapsuladores
8.6. Juegos de palabras de base pragmática: humor e ironía
Conclusiones: ideas clave
Obras consultadas: para saber más
Actividades para la reflexión del capítulo 8

CUARTA PARTE
EL APRENDIZAJE DEL LÉXICO

CAPÍTULO 9. La descripción y representación del léxico: los diccionarios


9.1. El diccionario y su tipología básica
9.2. El diccionario general monolingüe
9.3. Conceptos lexicográficos que conviene conocer
9.4. Ordenación de las voces en los diccionarios monolingües
9.5. Las consultas al diccionario
9.6. Los diccionarios consultables en línea o en internet
Conclusiones: ideas clave
Obras consultadas: para saber más
Actividades para la reflexión del capítulo 9
CAPÍTULO 10. Aprendizaje y enseñanza del léxico (L1 y L2)
10.1. La competencia léxica
10.2. Frecuencias de uso: vocabulario activo (familiaridad) y vocabulario pasivo (disponibilidad)
10.3. El aprendizaje del léxico
10.4. Estrategias de aprendizaje: estudio de las palabras en contexto
10.5. El error léxico: oportunidad de aprendizaje
10.6. La enseñanza del léxico
Conclusiones: ideas clave
Obras consultadas: para saber más
Actividades para la reflexión del capítulo 10

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
GLOSARIO
CRÉDITOS
Presentación

Con la intuición que tiene la generalidad de hablantes de lo que es una


palabra, y un pequeño paso más de abstracción, se puede captar fácilmente
lo que se puede concebir como unidad léxica, aunque no presente rigor
científico. Este reconocimiento de la palabra como unidad léxica, un
universal lingüístico, proporciona una puerta abierta a la reflexión
metalingüística, que conviene aprovechar por abrirse a todas las facetas de
estudio que las lenguas naturales reciben; por la facilidad y accesibilidad
que representa en el proceso de dominar las lenguas, lengua materna y
lenguas extranjeras; por las aplicaciones que hoy tiene la informática en el
procesamiento del discurso también.
La propuesta del volumen que aquí presentamos es potenciar esa
intuición para, primero, reflexionar sobre el léxico y, luego, aplicar esa
reflexión proyectándola sobre varios campos de la lingüística descriptiva
(en la sintaxis, en la morfología, en la pronunciación, y en el uso de los
textos, pragmática y discurso). Desde cualquiera de estas disciplinas parece
necesitarse una teoría del léxico, que explique sus manifestaciones desde
cada una de ellas, y que permita reconocer a la par las características del
vocabulario de la lengua con la que se trabaje. La teoría del léxico que aquí
proponemos se fundamenta en las aportaciones más recientes de los
estudios que vinculan el léxico con la gramática, la pragmática y con los
avances de la lingüística cognitiva, juntamente con las descripciones
semánticas y fonológicas de las unidades léxicas en lengua española. El
vocabulario con el que proponemos trabajar es el español.
El léxico es objeto de atención desde la etnografía, desde la filosofía
analítica, desde la historia, especialmente desde la historia de las ideas; hay
interés por las denominaciones en todas las ciencias y las artes. La palabra
es unidad de estudio en psicología, inteligencia artificial, neurolingüística.
El léxico permite hoy ser tratado más fácilmente por medios informáticos
que otros componentes de las lenguas. Su aplicación a la enseñanza no hace
falta recordarla, tanto en enseñanzas primaria y secundaria obligatorias,
como también en la enseñanza de bachillerato. Se requiere en la formación
de profesores para esos niveles de docencia y en todas las ramas de las
humanidades y ciencias sociales. La reflexión sobre el léxico y su
manifestación en el vocabulario de las lenguas implica a la razón, al
conocimiento del mundo y de lo que somos y, naturalmente, al saber sobre
esa lengua que sostiene todos esos variados conocimientos.
Nuestro enfoque es el de una lexicología general no limitada a la
morfología derivativa y a la semántica, como venía siendo habitual, sino
colocando la unidad léxica en el centro tanto del sistema, desde las
operaciones cognitivas, como de la descripción que se ha venido haciendo
(Bybee y Hopper 2001). Este planteamiento implica concebir la unidad
léxica como central en el sistema lingüístico o como punto de arranque en
la teoría que quiera describir una lengua concreta. Esta centralidad emerge
si se considera la unidad léxica como una unidad de información lingüística
y enciclopédica integrada. Esa información radica en el conocimiento del
vocabulario que tenga el hablante y que memoriza de forma espontánea; se
hace operativa cuando se activa una palabra para ser entendida y utilizada
en el sistema de una lengua natural; requiere metacognición por parte del
hablante para ir aumentando su caudal en unidades y en calidad.
La palabra es una unidad de información lingüística, pues se reconocen
en ella rasgos propios de la lengua a la que pertenece: reconocimiento
fonológico y realización fonética; estructura morfológica y variables
flexivas; constricciones y relaciones sintácticas; valores significativos de
varios tipos y usos condicionados por el contexto y tipo de discurso. Estos
rasgos ponen en relación la información de contenido lingüístico de cada
palabra con la información enciclopédica y pragmática que también
contiene.
Y la palabra es una unidad de información enciclopédica porque el
léxico, principalmente en sus tipos descriptivos (sustantivos, adjetivos,
verbos y adverbios), es la interfaz entre el mundo —la realidad en que
viven o crean los hablantes— y el sistema lingüístico. El pensamiento, la
experiencia, la realidad toman forma lingüística a través del léxico y su
formulación coherente en el discurso, de manera que las unidades léxicas
son motivo de atención y estudio siempre que una persona se acerca a un
conocimiento, a un sentimiento, a una nueva situación.
Así pues, en cada palabra hay información integrada de todo tipo y por
ello la ampliación de vocabulario, la atención y reflexión por y mediante el
léxico es una capacidad humana espontánea la mayor parte de las veces,
pero que conviene desarrollar y cultivar en la formación de toda persona.
El embrión de este libro tiene ya muchos años. Cuando José Manuel
Blecua Perdices dirigía la colección de Lingüística en la editorial Crítica,
me propuso un volumen sobre el Léxico. Se lo he agradecido siempre, pues
me acotó una parcela que no tiene lindes, y esa dificultad es un acicate y es
a su vez un regalo. Al presentarle un primer esquema, él lo aprobó, pero me
señaló una ausencia grave: la falta de atención a la sintaxis léxica. Ello me
detuvo al no terminar de encontrar la conexión sintáctico-semántica que los
nuevos paradigmas lingüísticos ya ponían de manifiesto y exigían
(Jackendoff 1983).
A partir de los años noventa la atención por el léxico confluyó desde
distintos puntos: la lingüística computacional, que operaba con cadenas de
caracteres entre blancos, es decir, la palabra escrita; la psicolingüística, que
venía del constructivismo en el que todo nuevo conocimiento se sustentaba
en la base de partida de lo conocido, es decir, la entidad mental de las
palabras; las teorías sintácticas, que, una tras otra, describían construcciones
características limitadas a conjuntos de palabras, es decir, las clases léxicas
o grupos de palabras que muestran igual comportamiento, lo que han
detallado las descripciones de la gramática conocida como lexicista. De
manera que las necesidades sociales de procesamiento de todo tipo de
comunicación y la continua adaptación de los paradigmas de la ciencia
lingüística a los retos que las descripciones y las aplicaciones plantean,
hacen hoy más necesaria una parada en el componente léxico de las
lenguas, que suele darse por conocido demasiado frecuentemente en
muchos enfoques. Nuestro interés es recopilar sucintamente el reflejo que el
léxico y la entidad palabra o unidad léxica deja en el acercamiento a los
otros componentes de las lenguas que, aparentemente, se dejan tratar por sí
mismos; el léxico los atraviesa todos.
Y así como en otras lenguas europeas se encontraban desde hace tiempo
propuestas de visiones generales del léxico —como la de Rey (1977), junto
a otros títulos de la gran escuela de lexicología francesa— que,
posteriormente, la literatura en inglés ha desarrollado colocando el léxico en
el corazón de la lingüística (Singleton 2000, Hoey 2005, Carter 2010 y
2012), Ježek (2005) para el italiano y el comienzo de grandes
recopilaciones como la de Cruse et al., Lexicologie (iniciada en 2002), y la
gran Lexicology editada por Patrick Hanks (2008), en lengua española se
constataba ausencia de cualquier acercamiento al léxico como campo global
de observación. La lexicología tradicional se ocupaba de las dos facetas con
que se caracterizó el signo lingüístico, su aspecto formal y su aspecto de
contenido; es decir, morfología y semántica léxica. Rompió esta ausencia el
Curso de lexicología (2006) de Luis Fernando Lara centrado
ponderadamente en la unidad palabra y en el léxico como conjunto.
Últimamente la edición de Elena de Miguel, Panorama de la lexicología
(2009), ofrece un recorrido por los marcos teóricos y por alguna de las
aplicaciones lexicográficas más actuales.
Por tanto, parece que hay oportunidad y espacio suficiente para afrontar
este amplio tema en un manual que presente la transversalidad del léxico en
el estudio de una lengua; en nuestro caso del español. Carmen López
Ferrero lo ha terminado de impulsar con la tenacidad que había que hacerlo,
su capacidad de trabajo y su familiaridad con nuevos enfoques en que el
léxico también es central, como la pragmática y el análisis del discurso.
Escribirlo a dos y redactarlo a cuatro manos ha hecho la tarea más ligera.
Exponemos en los primeros capítulos del presente volumen, en los
capítulos 1 y 2, el concepto de unidad léxica y de léxico, para explicar a
continuación en el capítulo 3 la dinámica del vocabulario de la lengua
española como ejemplo de la variación y de la variedad del léxico de las
lenguas. Con el léxico y el vocabulario como puertas de acceso, abordamos
en los siguientes capítulos los distintos componentes del sistema lingüístico:
el semántico y el gramatical, en sus vertientes de sintaxis y de morfología;
seguimos con el componente fónico y la dimensión pragmática del
vocabulario en los capítulos 7 y 8; cerramos el volumen, en los últimos
capítulos 9 y 10, con una breve descripción del diccionario monolingüe y
con la enseñanza y aprendizaje del vocabulario. Como ilustraciones se
recogen textos literarios y reflexiones espontáneas encontradas en nuestras
lecturas que quieren demostrar que la metacognición sobre las voces usadas
es de todos los hablantes, aunque los fragmentos recogidos pertenezcan a
escritores admirados. Para practicar los enfoques y los análisis presentados,
todos los capítulos concluyen con unas actividades de reflexión, aplicadas
tanto a la interpretación del vocabulario de los textos como a ejercicios de
análisis léxico. Nuestras lecturas reiteradas del texto que iba surgiendo nos
impulsaron a realizar el glosario final. La amplia variedad de los conceptos
clave que quedan implicados en la perspectiva transversal de las unidades
léxicas se intenta recoger en el glosario para su rápida localización en cada
apartado (§), en que hemos organizado los diez capítulos del libro: I)
Léxico y vocabulario; II) La unidad léxica y el sistema lingüístico; III) La
unidad léxica en la periferia del sistema lingüístico y IV) El aprendizaje del
léxico.
Las dos autoras agradecemos vivamente todo comentario, advertencia y
crítica que nos permita profundizar, corregir y explicar mejor lo contenido
en este volumen, pues somos conscientes de las probables inconsistencias,
carencias y faltas que nuestra propuesta sobre el léxico pueda contener.

PAZ BATTANER ARIAS


Barcelona, marzo de 2019
PRIMERA PARTE

Léxico y vocabulario

En esta primera parte presentamos las bases de una aproximación al


léxico que permita posteriormente abordar su estudio en relación con los
demás componentes del sistema lingüístico.
CAPÍTULO 1

Palabras y unidades léxicas

La reflexión sobre la palabra arranca de los primeros textos en que una


lengua haya sido estudiada y ha sido formulada en varios momentos de la
historia. Aquí se partirá de las intuiciones recogidas en textos populares
actuales para acotar la unidad léxica como unidad lingüística con la que se
pueda trabajar en el acercamiento al fenómeno de la comunicación humana
a través del lenguaje natural. También se repasan cuatro teorías de
acercamiento a la unidad léxica en su característica más universal, la de su
significación. Las teorías presentadas son la estructuralista, la cognitivista,
la funcionalista y la del léxico generativo.
Se tendrá al final del capítulo una perspectiva de la palabra como unidad
léxica y los enfoques más conocidos hoy desde los que se estudia y se
describe.
Sumario
1.1. Acercamiento a la palabra
1.2. La unidad léxica
1.3. Los modos de significar de la unidad léxica
1.3.1. Según los métodos estructuralistas
1.3.2. Según el enfoque cognitivista
1.3.3. Según la concepción funcionalista
1.3.4. El léxico generativo

«¿Quién puede prever el vuelo de una palabra? Las palabras son como globos que navegan
sobre las copas de los árboles» (Virginia Woolf, Las olas, Barcelona, Orbis, trad. A. Bosch,
pág. 112).

El propósito de este primer capítulo, pues, es introducir algunos


conceptos y términos básicos para analizar las palabras, su relevancia en el
dominio de la lengua (propia y extranjera) y en la reflexión sobre ese
dominio. Las disciplinas lingüísticas que se ocupan del estudio de la palabra
son la lexicología y la semántica léxica. Aunque encontramos muchos
trabajos en estos campos, no ha sido hasta recientemente cuando se ha
destacado de forma teórica y sistemática la incidencia que el dominio del
vocabulario tiene en el manejo eficaz de los otros componentes de la lengua
(el fónico, el gramatical, el discursivo). En los apartados que constituyen
este primer capítulo se ofrece una revisión de algunas de las definiciones
que se han propuesto para explicar qué es una palabra (§1.1), qué se
entiende por unidad léxica (§1.2) y cómo se acota la significación de la
unidad léxica (§1.3). Todos estos conceptos son los pilares básicos para una
teoría del léxico que permita sostener la reflexión sobre el uso de la lengua
que se propone en los capítulos siguientes.

1.1. Acercamiento a la palabra

Desde la Antigüedad, la palabra era tenida en cuenta por su capacidad


para dar sentido a lo que cada ser humano es y comprende. La Gramática
racionalista de Port-Royal describe en el siglo XVII las palabras como
«sonidos distintos y articulados que los hombres han convertido en signos
para significar sus pensamientos». Esta definición parte de la evidencia
física (acústica) de las palabras en las lenguas naturales y la pone al servicio
del ‘pensamiento humano’, es decir, coloca las palabras en una dimensión
mental, y por tanto individual, de cada persona. En esta dimensión no se
puede delimitar la palabra con criterios tan claros y evidentes como son sus
características formales; pero sin ninguna duda es la dimensión léxica más
atractiva para los hablantes: su significado.
Se ha planteado en la Presentación que la palabra es la unidad léxica de
información lingüística y enciclopédica integrada, pues la guarda y
funciona como elemento lingüístico y como signo de conocimiento del
mundo en una integración estrecha y compleja; de manera que esta
característica explica su difícil definición y su presencia en cualquier
acercamiento al conocimiento y al lenguaje humano.
El significado, la exigencia primera de la palabra, es un concepto
amplio, difuso y complejo. Una consulta rápida en internet ofrece
aseveraciones espontáneas como las siguientes:
• El 2 en la Biblia es el número de la unión, de dos convirtiéndose en uno. Esto también tiene el
significado de división y testimonio; donde significado se asocia a ‘símbolo de’;
• Soñar con el abandono a una persona cercana a nosotros tiene el significado de que parece
que no somos capaces de gobernarnos a nosotros mismos; donde significado se asocia a
‘representación’;
• El nombre de Evangeline tiene el significado de ‘buena mensajera’ o la que ‘lleva la buena
nueva’; donde significado se asocia a ‘significado etimológico’;
• Para la mayoría de los investigadores, taburiente tiene el significado de ‘llano’; donde
significado se asocia a ‘equivalencia de significado entre lenguas’;
• El adjetivo real va pospuesto cuando significa que algo existe en realidad, mientras que
antepuesto tiene el significado de ‘regio, propio de la realeza’; donde significado parece
depender de la ‘posición sintáctica en el contexto’;
• Finalmente, El término aposento tiene el significado de cuarto, pieza o habitación de una casa
aunque también el de hospedaje, posada o asentamiento; donde significado se acerca a lo que
entendemos propiamente por significado de una palabra según el marco temático del contexto.

Hay que remarcar en este último ejemplo que el significado de aposento


es múltiple y que se explica con otras palabras de semántica muy cercana
(cuarto, pieza, habitación, hospedaje, posada, etc.). Esta peculiaridad
muestra que el significado de una palabra no se puede establecer
aisladamente, pues no tiene límites físicos, rasgos rígidos, formas mínimas
libres. El significado de las unidades léxicas hay que tratarlo dentro del
conjunto en que las palabras se muestran en cada lengua, es decir, en el
concepto de léxico. Veremos más adelante qué características tiene ese
conjunto conocido como léxico.
En comunidades que no han accedido a la escritura se han realizado
investigaciones sobre el reconocimiento de unidades léxicas y sobre la
capacidad de ‘explicarlas’, de definirlas, que tienen sus hablantes. Lo
observado refuerza la presencia de la noción intuitiva de palabra en todas
las lenguas conocidas. Es decir, los hablantes coinciden en reconocer los
rasgos formales y su capacidad significativa y funcional.
El léxico de una lengua alberga todos los fenómenos que se relacionan
con la noción intuitiva de palabra. Por ello, para tratar del léxico, conviene
primero reflexionar sobre la noción de palabra y llegar a una formulación
que permita ver esta noción intuitiva como un concepto delimitado y
susceptible de tratamiento teórico. Dos publicaciones lo plantearon
directamente, Krámský (1969) y Halliday y Sinclair (1996) que se
detuvieron en lo que señaló Firth (1957), su maestro.
El concepto de palabra, que parece tan incontestable en un primer
acercamiento, es tan difícil de definir como el de significado, porque se
manifiesta de diversas maneras tanto entre distintas lenguas como dentro de
una misma lengua. Responde a muchas características que los lingüistas han
señalado: recogemos a continuación las más relevantes de algunos teóricos
clásicos del lenguaje como Sapir, Bloomfield y Jakobson.
«La palabra es uno de los pedacitos más pequeños y completamente
satisfactorios de significado aislado en que se resuelve la oración. La
palabra no puede fragmentarse sin que el sentido se trastorne; uno de los
fragmentos en que la hemos dividido, o los dos, quedan en nuestras manos
como residuos inútiles y desamparados», dice Sapir ([1921] 1954: 43-44).
Sapir recoge significado, parte de la oración e integridad fónica como las
tres características que mejor definen la palabra.
La definición de Bloomfield ([1933] 1984: 174) como «minimal free
form» es muy similar a la de Prisciano, que define «dictio est pars minima
orationis constructae, id est in ordine compositae», que ha sido repetida por
muchos gramáticos, al menos en la tradición española que inaugura Antonio
de Nebrija.
Esta definición permite identificar palabra ante enunciados como estos:
¿Cuándo me darás el libro? Y su respuesta: Mañana; mañana es una
forma mínima libre. Pero ante otra pregunta: ¿Qué me darás mañana? no
sería una forma mínima libre la respuesta, pues habría de ser algo como lo
siguiente: El libro. La definición del lingüista Bloomfield deja sin explicar
casos de elementos léxicos como los artículos y permite diferenciar pronto
dos tipos de palabras, las palabras plenas o descriptivas, que pueden
usarse como enunciados simples (mañana), y las palabras funcionales o
gramaticales, que no lo permiten y que algunos lingüistas clasifican como
otro tipo de unidad, como morfemas (el).

Las siguientes expresiones son fácilmente entendidas además como cuatro enunciados
relativamente satisfactorios, que serían claramente reconocidos como palabras:
—Compra
—¿Helados?
—Sí
—¿Grandes?
En cambio, no son inteligibles como enunciados propuestas como las siguientes: con, las, que,
etc., que pueden ser considerados morfemas o palabras gramaticales o funcionales. Algunas
unidades lingüísticas como los fonemas y los morfemas son unidades que se manifiestan en la
palabra, pues cualquier palabra se puede analizar en morfemas y en fonemas; la palabra los
engloba y les da otra posibilidad de integración en unidades superiores; este paso es el definitivo,
como se verá más adelante.

Conviene recordar que Bloomfield advierte que una forma como John
‘Juan’ o run ‘correr’ (en nuestro caso compra, helados) mencionada en
abstracto, sin especificación alguna en cuanto a la entonación final, por
ejemplo, no es, hablando en propiedad, una forma lingüística real, sino solo
una forma léxica; pues una forma lingüística, tal como se emite realmente,
siempre contiene una forma gramatical (Bloomfield, [1933] 1984: 199). Es
decir, distingue elementos sin función atribuida y con función
comunicativa, a las que llama formas gramaticales.
Quizá una característica indiscutible derivada de lo anterior sea la
destacada por Jakobson ([1956] 1967): la palabra puede representar en la
lengua una unidad funcional que se distingue de la frase o enunciado. La
frase necesita un objetivo pragmático al que responder y puede manifestarse
por una palabra o por varias, de aquí el concepto de unidad funcional en el
nivel de enunciado o frase.
Otro criterio es la rigidez de la forma de las palabras cuya parte
formal no se puede alterar, no permite nunca introducir en ellas ningún otro
elemento y no se pueden partir. Esta característica diferencia la palabra de
los enunciados, en los que un cambio de orden de sus elementos es muy
posible. Mientras que se puede variar entre yo soy la que compró ese pastel,
soy yo la que ese pastel compró, la que compró ese pastel soy yo; no se
puede alterar el orden silábico de pastelero o pastelería, por ejemplo, en
*leropaste o *riapastel.
El poeta conceptista Quevedo reta al campeón del hipérbaton sintáctico
con un hipérbaton morfológico imposible para ridiculizar esta característica
de la sintaxis del cordobés al mismo tiempo que el vocabulario tan culto
que utilizaba: «Quien quisiere ser Góngora en un día/ la jeri-entenderá-
gonza siguiente,/fulgores, arrojar, joven, presiente…». La voz jerigonza
aparece rota y desmembrada para poner de manifiesto la rotura en el orden
sintáctico que Góngora utilizaba buscando la coincidencia de acentos entre
el ritmo del verso y el de la frase; pero nunca lo hizo rompiendo palabras,
como Quevedo, para reírse de su estilo, exagera.
En una valla publicitaria de hace años se leía: «Pegaso, un mito lógico»,
rompiendo en dos el adjetivo mitológico que cuadraba bien con el caballo
Pegaso de la mitología griega, pero dando lugar a dos palabras, el
sustantivo mito y el adjetivo lógico, voces usadas en su sentido moderno de
algo admirado (mito) porque se lo merece (lógico), lo que era más aplicable
al camión al que la frase servía de anuncio cuya marca era Pegaso.
Esta característica no se mantiene siempre. Se encuentran truncamientos
como moto por motocicleta, metro por metropolitano, seño por señorita,
fenómeno que es también usual en los apelativos familiares de nombre de
pila: Sebas por Sebastián, o al contrario Dora por Heliodora, Doxi por
Eudoxia. Sin embargo, sería no comprensible y, por tanto, no aceptable
realizar *testa por testarudo o *imos por dijimos.
Estos rasgos son admitidos por todos los hablantes sin que requieran
mucha reflexión, pero son insuficientes para explicar muchos fenómenos
lingüísticos que deben tratarse para poner cerco a la palabra dentro del
léxico.

1.2. La unidad léxica

Un paso más adelante en la teoría lexicológica es distinguir entre las


formas tal cual se presentan en los enunciados, es decir, formas léxicas, y la
identificación que hacen los hablantes de ellas, lo que correspondería al
lexema o lema de esa palabra. En el tratamiento informático de textos esta
diferencia marca la distinción entre los denominados tokens (formas
léxicas) y los types (lexemas o lemas).

Conseguir, conseguiremos, consiguiendo, conseguido son todas formas del lexema conseguir;
mucho, mucha, muchos, muchas son formas del lexema mucho. Esta diferenciación señala una
característica de la palabra muy propia de las lenguas indoeuropeas, la flexión. La flexión otorga
diferentes formas léxicas al mismo lexema; una unidad léxica (type) se manifiesta en el discurso
bajo varias formas (tokens).
Hay conjuntos de formas léxicas que pierden su característica de libres
para identificarse juntas como un solo lexema, compuesto a su vez de varias
formas libres. Si atendemos al tratamiento informático de textos, algún type
se manifestaría con varios tokens ligados entre sí. Es el caso de águila real,
pie de rey, a escondidas, ir con el cuento o bien turco-chipriota. Para
clasificar estos fenómenos léxicos como unidades, hemos de asignarles la
denominación de unidades léxicas pluriverbales y compuestas, y
englobar la palabra en tanto que forma libre mínima con estas unidades
pluriverbales, dentro del concepto más amplio de unidad léxica.
Una unidad léxica pluriverbal responde a exigencias fonológicas,
morfológicas, sintácticas, semánticas y pragmáticas como una unidad léxica
simple, es decir, como forma libre, aunque no sea mínima. El análisis en sus
componentes solo aparece en situaciones metacognitivas, en el llamado
«léxico mental» (cfr. §2).
Este fenómeno, presente en las lenguas, desdibuja el concepto claro de
palabra y aun de unidad léxica entre los hablantes. Por ejemplo, la
expresión guardia civil puede considerarse como una unidad y entonces
haría el plural como guardia civiles; o bien como dos unidades y entonces
haría un plural guardias civiles. La primera solución al plural está
mostrando que la expresión funciona como una sola unidad léxica para el
hablante, y que, solo tras una operación metacognitiva para transcribirlo,
dejaría realizar un plural guardias civiles y lo trataría como un sintagma,
como una construcción sintáctica, no unidad, en el vocabulario de la lengua.
En esta consideración se pueden advertir dos aspectos todavía no
señalados de las palabras del español. Las unidades léxicas descriptivas
tienen en su pronunciación una sílaba más intensa que las otras, y esta
sílaba más intensa da cierto carácter fónico unitario a esa unidad (cfr. §7):

guardia, civil, pero a) guardiacivil, b) guardia civil. Un romance de Federico García Lorca
presenta esta expresión con la versión de una sola sílaba intensa, -vil: a): guar-dia- ci-vil-ca-mi-
ne-ra es un octosílabo con acento rítmico en la 4ª y en la 7ª sílabas, en el que la primera sílaba de
guardia no cuenta en el ritmo acentual del verso.

El otro aspecto es que estas características formales quedan reforzadas


en la escritura; principalmente en la escritura de las lenguas occidentales
que reproduce aproximadamente los fonemas y a veces los morfemas que
componen las palabras. Los espacios en blanco entre palabras escritas, que
los escolares han de aprender a establecer, pues en la cadena fónica pasan
desapercibidos, refuerzan la noción intuitiva de la palabra y la caracterizan
con las notas anteriormente descritas. De manera que la población
alfabetizada tiene una noción de palabra más nítida de la que pueda tener
una población que no conozca la escritura o una población analfabeta,
aunque en estas comunidades también aparece espontáneamente esta noción
(Evens 1988). Además, en algunas lenguas, se pueden encontrar otras
ayudas para delimitar la unidad léxica:

• el acento: una unidad léxica recibe intensidad relevante en la


realización fónica, de manera que, si la pierde, su valor unitario se
desvanece y se asocia a otra contigua, se gramaticaliza;
• la cadencia: una unidad léxica puede recibir una altura musical
determinada para caracterizarse y diferenciarse de otras;
• la distribución de fonemas: una unidad léxica de una lengua dada se
presenta con una distribución de fonemas, los iniciales y finales
especialmente, que ayudan a su aislabilidad y caracterización;
• la pausa potencial entre ellas: se manifiesta en el dictado de cualquier
texto y permite reconocer unidades léxicas simples y complejas.

Los criterios aludidos se cumplen en las unidades léxicas plenas o


descriptivas, semánticas por sí mismas (lápiz, suave, comprar, ayer), y no
se cumplen en las unidades gramaticales (los, que, cualquiera),
significativas solo cuando van con otras y que no cumplen totalmente los
criterios anteriores. Esta sería una primera clasificación en el concepto de
unidad léxica, en relación con el mismo sistema lingüístico al que
pertenezca.
Más difícil de acotar y determinar, pero rasgo mucho más evidente para
los hablantes que los formales antes expuestos, es la capacidad significativa
de las palabras: la unidad léxica se caracteriza primariamente por su
significado. Los otros rasgos señalados que han sido detectados en el
estudio del vocabulario no tienen el carácter impositivo que tiene la carga
semántica de las unidades plenas, de repertorio abierto en las lenguas
(siempre pueden incorporarse unidades descriptivas al vocabulario de una
lengua):

Un ejemplo puede ser la diferencia entre el número abierto de nombres para distintos tipos de
frutos: manzana, aceituna, dátil, melón, nuez, berenjena, vaina, etc., y el número cerrado de
artículos que hay en lengua española, que exclusivamente presenta nueve formas
correspondientes a dos únicos artículos: el, la, lo, los, las, un/o, una, unos, unas y cuyo papel no
es mentar entes extralingüísticos (del mundo o de las ideas), sino matices fundamentales del
sistema lingüístico conocido por lengua española.

En resumen, la unidad léxica plena o descriptiva es una unidad


lingüística basada en intuiciones psicológicas, que funciona como unidad
aislable porque tiene entidad semántica o de significado por sí misma y que
ha fraguado conceptualmente de manera muy evidente gracias a la escritura,
lo que ha permitido delimitarla mejor y distinguirla de las unidades
gramaticales. Sus características más importantes son las siguientes:

• va limitada entre blancos generalmente en la escritura, o en


pictogramas o ideogramas de la escritura iconográfica, lo que
simboliza su separabilidad y autonomía;
• tiene un contenido semántico solo variable dentro de unos límites,
cercano al concepto en su abstracción virtual, lo que representa su
autonomía oracional y su función sintáctica posible;
• presenta una forma fónica característica de la lengua a la que
pertenece, y solo variable dentro de unos límites propios de la
gramática de esta lengua;
• responde a unas propiedades sintácticas siempre parecidas;
• representa una abstracción de su morfología, hecha a partir de un
grupo de formas con elementos comunes, lo que se representa mental
y gráficamente por su forma canónica, el lema que sirve de entrada a
los artículos lexicográficos de los diccionarios;
• en las lenguas flexivas, como son las indoeuropeas, generalmente está
compuesta de una base y un conjunto de inflexiones adscritas a la
base.
1.3. Los modos de significar de la unidad léxica

Como acabamos de caracterizar, la capacidad significativa de la palabra


es el rasgo definitorio que los hablantes más fácilmente consideramos de
forma intuitiva para reconocer una unidad léxica plena de la que no lo es.
En los dos apartados anteriores se ha enfocado el significado léxico desde
una perspectiva general; es conveniente ahora tener en cuenta cómo se
comportan las unidades léxicas en cuanto a su significación; es decir, cómo
se ha enfocado la explicación de la significación de diversos tipos de
unidades léxicas.
El dilema de la significación de las unidades léxicas surge ante
problemas que son temprana y fácilmente advertidos por los hablantes,
atañen a la forma sonora y ortográfica de las palabras y a su contenido
semántico:

• Hay palabras que bajo la misma forma fónica tienen significaciones


muy diferentes:
• Palabras que los diccionarios explican en distintas entradas
lexicográficas, señaladas con un superíndice ( 1, 2 ), que tienen la
misma forma fónica y gráfica y que presentan distintas
significaciones: son las palabras homónimas y homógrafas:

baca 1 , ‘estructura que se coloca sobre el techo de un automóvil y sirve para


transportar equipajes’, y baca 2 , ‘fruto o baya del laurel’; baca 1 y 2 es solo homónima
de vaca ‘mamífero rumiante hembra de la que se utiliza su leche’, pues la grafía
entre ellas es diferente, aunque sea idéntica la realización fónica.

• Palabras que bajo la misma forma fónica y gráfica muestran muy


diferente significación y los diccionarios las describen bajo una
única entrada lexicográfica; son las palabras polisémicas:

ala es descrita en los diccionarios como ‘cada uno de los miembros que en número
par tienen en su cuerpo algunos animales y determinados seres imaginarios, que les
permite volar’ y en las siguientes acepciones como ‘alero de un edificio’, ‘jugador en
ciertos deportes de equipo’, ‘tropa que se situaba en uno de los extremos de un
ejército en orden de batalla’, entre otras.
• Hay muy pocas palabras que presenten una sola significación: son las
palabras monosémicas, como peritonitis ‘inflamación del peritoneo’
y muchas palabras especializadas terminológicas que no han saltado a
la lengua común.

Por tanto, conviene distinguir en cuanto a la forma y a la significación de


la palabras: a) homónimas y homógrafas; b) monosémicas y polisémicas.
Esta coincidencia en la forma, fónica y gráfica, y en la diferencia en su
significación, que se da en un número frecuente de unidades léxicas, ha
originado diferentes teorías para su explicación. Principalmente interesa
investigar cómo los hablantes, individualmente y por comunidades
lingüísticas, llegan a no confundirse y a conocer la significación y el uso de
las voces, lo que a la larga permite recogerlas en los diccionarios
semasiológicos y mostrarlas ordenadas en los diccionarios
onomasiológicos.
Para aclarar este enigma conviene recorrer algunos de los diversos
enfoques por los que ha pasado la explicación y los métodos para
determinar la significación de la unidad léxica. Un primer acercamiento fue
reconocer cómo las palabras eran usadas en textos prestigiosos y por
personas a las que la comunidad lingüística otorgaba autoridad: fueron los
primeros diccionarios basados en estudios filológicos de textos admirados.
Si Cervantes utiliza la palabra afrenta como la ofensa que «viene de parte
de quien la puede hacer, y la hace, y la sustenta» (El Quijote, parte II, cap.
XXXII: 795), su significación es esa y es así como conviene usarla. Esta
posición recibió reconocimiento durante muchos siglos; hoy se trata con
perspectiva histórica.
Muy frecuentemente en lingüística la explicación del léxico va ligada a
la palabra concepto. Concepto ofrece muchos significados; en el
tratamiento del léxico se utiliza en general como representación mental de
una experiencia personal que exige formalizarse en una unidad léxica, que
representa la base física de su significado.
La lingüística ofrece también otros enfoques para explicar la
significación de las unidades léxicas desde diferentes presupuestos y con
diferentes objetivos de su aplicación. Se exponen aquí brevemente las
explicaciones más generales: según los métodos estructuralistas (§1.3.1),
según el enfoque cognitivista (§1.3.2), según la concepción funcionalista
(§1.3.3) y según la teoría del léxico generativo (§1.3.4).

1.3.1. SEGÚN LOS MÉTODOS ESTRUCTURALISTAS

Además de distinguir y de atender en cualquier signo lingüístico dos


caras, el significante formal y el significado mental, el estructuralismo
lingüístico —el estudio de la lengua caracterizado por la observación de las
invariables y variables de las manifestaciones en que se actualizan los
signos lingüísticos— se acerca a la significación de las palabras bajo el
modelo de la fonología y concibe unidades mínimas de significado o semas.
En consecuencia la significación es un conjunto de rasgos semánticos, o
semas, que se determinan por contraste entre unas palabras y otras:

Por ejemplo, en español, hay vestíbulo, recibidor, recepción, zaguán, hall para diferentes espacios
de entrada en un edificio o vivienda, unas se limitan frente a las otras y cada una queda
caracterizada por contraste entre ellas.

El estructuralismo aplicado al léxico llega a estudiar algún dominio o


campo léxico en el que las unidades que lo componen tienen algún rasgo
común y se diferencian por otros. Son ejemplo de este método estudios de
vocabulario de la mística, de los políticos en diversos momentos históricos,
de la vestimenta y la moda, de los enseres de la casa, etc.
Este enfoque lleva al planteamiento sobre si estos rasgos semánticos o
semas son universales en todas las lenguas naturales y a su determinación
en todo caso. Uno de sus primeros hallazgos es que en la hipótesis de que
los rasgos semánticos o semas fueran universales no aparecerían agrupados
los mismos ni con la misma disposición entre unas lenguas y otras. Los
ejemplos se repitieron mucho en la bibliografía de los métodos
estructuralistas.
Para mostrar la posibilidad de los rasgos semánticos el ejemplo preferido fue el paralelismo
encontrado en varias lenguas europeas entre los equivalentes de padre-madre-bebé, toro-vaca-
ternero, borrego-oveja-cordero, gallo-gallina-pollo, jabalí-jabalina-jabato, caballo-yegua-potro,
etc., series equiparables a los semas ‘macho adulto’, ‘hembra adulta’, ‘cría’, esta sin
determinación del sexo.
Para mostrar la distribución diferente de los semas, el ejemplo más aportado fue la diferencia
entre fr. bois >esp. ‘bosque’ y fr. bois >esp. ‘madera’. En fr. bois ‘bosquecillo’ se diferencia de
fôret ‘bosque extenso’; en español no se oponen de la misma manera bosque y selva, cuya
oposición radica en el tipo de arbolado y en especial lo inculto y alejado de la selva.
El análisis puede llegar a palabras más complejas y de significado cultural. Los componentes, por
ejemplo, de arrepentimiento podrían ser: 1) ‘conducta anterior equivocada’, 2) ‘sentimiento de
dolor producido por esa conducta’, 3) ‘cambio, o determinación de cambio, con respecto a esa
conducta’. Arrepentimiento contrasta con remordimiento en que esta palabra no tiene el último
componente de ‘cambio’; lo que hace que ese rasgo esté en último lugar del análisis en
componentes semánticos y logre contraste con arrepentimiento, palabra con la que tiene rasgos en
común; así, en el enunciado Haber sido infiel no le producía remordimiento/arrepentimiento
alguno, remordimiento queda en un sentimiento doloroso por haberse comportado infielmente,
arrepentimiento abre una posible determinación de no volver a la conducta infiel.

Otra dificultad, y no la menor en el desarrollo de esta teoría, era


determinar cuántos rasgos semánticos se podían distinguir y actualizar en
una unidad léxica. Los diccionarios definen de manera a veces muy distinta
los elementos significativos de cada palabra. En este camino algún filósofo
del lenguaje (Putnam 1975) propuso que para la descripción semántica de
las unidades léxicas se tuviera en cuenta el estereotipo, convención fijada
tácitamente en cada cultura para los significados de las voces.

Por ejemplo, de la voz informática, nombre femenino, los hablantes no guardan un significado
puramente científico, como correspondería a la ciencia y a la técnica cibernética o computacional,
sino que la guardan como una técnica que proporciona información y comunicación, que abre
facilidades de trabajo, que hay que aprender, que se manifiesta físicamente en los ordenadores
personales que hoy abundan en las casas y en los lugares de trabajo, que se diversifica en otros
dispositivos, que hay negocios y talleres para programación, venta o solución de averías, etc.
Todo ello correspondería al estereotipo de informática en España, pero variaría ligeramente en
otras zonas del español, como en muchos países de América Latina, al relacionarse con
computador, y no con ordenador. El campo léxico que ha desarrollado esta técnica es un objeto
de análisis muy interesante, al no estar aún fijado el vocabulario y albergar en él préstamos,
calcos, neologismos efímeros, etc., en los que se puede observar de primera mano la dinámica de
la significación y cómo se contrastan unas voces con otras.
El análisis de la significación de la palabra se percibe, pues, por contraste: libro/periódico,
libro/folleto, libro/fascículo. A partir del contraste se establecen componentes significativos o
rasgos semánticos como ‘publicación’, ‘temporalización fija’, ‘elementos constitutivos: página,
cuadernillo’, etc., de los cuales uno es común a las cuatro palabras, el de `publicación’, y los otros
no.
Por ejemplo, entre carencia/falta, pareja en contraste binario en su primera acepción, se podrían
establecer los componentes de ‘privación’, ‘conciencia de esa privación’, que serían comunes a
los dos términos, y un tercero, ‘privación de algo necesario o reglamentado’, que sería
propiamente del segundo, y marcaría el contraste entre las dos palabras. Se puede observar su
equivalencia o no en los tres ejemplos siguientes: 1) las madres vegetarianas estrictas pueden
tener carencia/falta de B6 y B12; 2) la información disponible es insuficiente para asumir
carencias/*faltas clínicas en niños sanos; 3) La falta/*carencia de responsabilidad. Mientras en
el primer ejemplo son alternativos los dos sustantivos analizados, en los otros dos ejemplos hay
preferencia por uno de ellos, según sean los tipos de privaciones: carencias clínicas pero falta de
responsabilidad.

El estudioso Nida (1975) señala cuatro procedimientos para llevar a cabo


el análisis componencial, esto es, para distinguir los componentes o rasgos
semánticos caracterizadores de cada palabra:

• nombrar, acto por el que se designa al referente;


• parafrasear, capacidad para especificar cualquier parte de un
discurso de manera más analítica (una paráfrasis, cercana a la
definición, consta de una parte central y otra más específica);
• definir, exige un análisis más riguroso que la paráfrasis, una buena
definición necesitaría conjuntar todas las posibles paráfrasis para
encontrar estrictamente los componentes básicos que serían
necesarios para reconocer y suficientes para distinguir entre los que
comparten los componentes básicos;
• y, finalmente, clasificar, que consiste en agrupar las unidades que
tienen rasgos en común, separar las unidades que son distintas unas
de otras y determinar las razones para dichos agrupamientos.

El análisis de series contiguas de significaciones hace distinguir también


uno o varios rasgos definitivos y comunes.

En un ejemplo de posibles ‘herramientas’ los rasgos comunes los representaría lima para
escofina, rallador y lija, y cepillo para garlopa; por lo tanto, lima ocuparía una posición
jerárquica más alta que escofina y los componentes semánticos que pueden ser analizados en
cepillo se vuelven a encontrar en garlopa.
Las diferentes maneras de denominar el campo de ‘hablar’, seleccionadas del Diccionario de Uso
del Español (DUE) de María Moliner, sirven para empezar a hacer un primer ejercicio de
clasificar:
balbucear, bisbisear, cascar, chapurrear, charlar, conferenciar, contestar, conversar, cotorrear,
criticar, cuchichear, declamar, departir, desahogarse, desgañitarse, despotricar, dialogar,
discursear, discutir, disertar, explayarse, fabular, murmurar, musitar, orar, parlotear, perorar,
platicar, rajar, refunfuñar, renegar, repetir, responder, rezongar, susurrar, vocear, vociferar.
Agrupar por algún rasgo nuclear, o componente básico, y después subdividir o caracterizar cada
verbo de esta lista, distinguir lo que los diferencia entre sí, es una labor parecida a la que hacen de
forma espontánea los lectores cuando aprecian el acierto de una expresión o los escritores cuando
eligen entre hablar, charlar, parlotear atropelladamente, se deciden por una voz y descartan
otras.

Son relaciones paradigmáticas, que permiten la sustitución de unos


elementos por otros. Los lexicógrafos utilizan la misma técnica cuando
establecen definiciones de rasgos suficientes y necesarios.
Junto a las relaciones paradigmáticas, se tienen en cuenta las relaciones
sintagmáticas, también estudiadas por el estructuralismo. Estas relaciones
establecen las palabras que pueden combinarse sintácticamente con la voz
estudiada:

hablar atropelladamente, hablar con el amigo, los loros hablan. Hablar admite relaciones
sintagmáticas con adverbios, con grupos prepositivos y con seres que pueden producir sonidos
aunque no sean los de la voz humana.

Una palabra queda, de este modo, estudiada en sus relaciones


paradigmáticas y en sus relaciones sintagmáticas.
En el estructuralismo se ha discutido también si la significación léxica se
ha de establecer por medio de contextos extraídos de un corpus o si es
válida la introspección de los lexicólogos y propiamente lexicógrafos.
Desde el enfoque estructuralista de manera progresiva se han tenido en
cuenta cada vez más los contextos para determinar la significación de cada
unidad.
Tanto si se trabaja sobre contextos como si se busca la significación
introspectivamente, lo que sí se ha de establecer son bases de contrastes, es
decir, agrupaciones de voces que tengan varios componentes comunes y que
respondan al mismo rango jerárquico, para que el contraste quede bien
establecido y la distinción del componente o los componentes
diferenciadores sea pertinente y económica. En estos conjuntos siempre hay
una unidad que presenta menos componentes semánticos en su análisis, es
el término menos marcado, más neutro y menos específico; siguiendo con
nuestros ejemplos, libro, lima, cepillo, hablar serían los menos marcados,
los más generales y por tanto los más neutros entre las relaciones que
establecen por su significado.

1.3.2. SEGÚN EL ENFOQUE COGNITIVISTA

El enfoque cognitivista intenta responder a la siguiente pregunta: ¿cómo


se establecen en el léxico mental los datos que forman la significación
básica o nuclear de una palabra?
Para muchas palabras la lista de rasgos semánticos nucleares es tan
difícil de establecer que parece virtualmente no existente en el léxico
mental. La idea extendida de que cada palabra tiene un significado fijo que
cada hablante tiende siempre a alcanzar ha sido puesta en duda desde muy
antiguo por los teóricos del lenguaje. Los usuarios de la lengua tratan de
delimitarlos intuitivamente y se maravillan ante el múltiple significado que
muestran algunas voces.

El siguiente pasaje de la novela Los enamoramientos de Javier Marías muestra un análisis mental
de la voz enamoramiento:
«Nos hacen mucha gracia muchas personas, nos divierten, nos encantan, nos inspiran afecto y aun
nos enternecen, o nos gustan, nos arrebatan, incluso nos vuelven locos momentáneamente,
disfrutamos de su cuerpo o de su compañía o de ambas cosas, como me sucede contigo y me ha
sucedido otras veces, unas pocas. Hasta se nos hacen imprescindibles algunas, la fuerza de la
costumbre es inmensa y acaba por suplir casi todo, incluso por suplantarlo. Puede suplantar el
amor, por ejemplo; pero no el enamoramiento, conviene distinguir entre los dos, aunque se
confundan no son lo mismo… Lo que es muy raro es sentir debilidad, verdadera debilidad por
alguien, y que nos la produzca, que nos haga débiles. Eso es lo determinante, que nos impida ser
objetivos y nos desarme a perpetuidad y nos haga rendirnos en todos los pleitos».
Javier Marías (2011), Los enamoramientos, Madrid, Alfaguara, pág. 308.
Es la ‘debilidad’ la significación nuclear de la palabra enamoramiento, según el personaje de esta
novela, lo que distingue este sentimiento de otras clases de afecto con los que podría confundirse
y que intenta recorrer desde «hacen mucha gracia».
La indagación sobre la información semántica que guardan las unidades
en el léxico mental es objeto de reflexión en la corriente cognitivista de la
lingüística, que observa el lenguaje natural en la consciencia de los
hablantes, a los que somete a veces a experimentos psicolingüísticos o
recoge datos en personas con lesiones mentales, para conocer con precisión
aspectos como estos:

a) la disposición de las unidades léxicas en la memoria, junto a qué otras


unidades está memorizada,
b) el tiempo que tardan en actualizarse en expresión o comprenderse en
recepción,
c) las relaciones que mantienen las unidades léxicas con otras
actividades mentales y sensoriales de la especie humana, etc.

No hay límite claro para ver dónde termina la significación de una


palabra o dónde empieza y hasta dónde se puede usar.

Con los ejemplos correspondientes a taza, vaso o cuenco y una serie de dibujos (se podrían añadir
jícara, pocillo, tazón) se experimentó cómo los distinguía y reconocía verbalmente por su forma
un grupo de hablantes; hubo algunos de estos recipientes que ofrecían dificultad para ser
reconocidos, pues los límites de la significación de estas palabras no se manifestaban con claridad
entre los sujetos a los que se presentó. Su denominación variaba en función de los líquidos que
pueden contener, por la cantidad de líquido que contengan, por la forma y el material del que se
suele hacer cada uno de estos recipientes, por la hora en que se usan, etc. (Labov 1973).

En este sentido, pues, en el enfoque cognitivista no se trabaja con rasgos


semánticos sino con atributos, que se reconocen en los prototipos (ver
infra). Los atributos de estos prototipos se muestran muy diversos y sin
fijeza.

Otro aspecto coincidente con esta constatación sobre los límites poco determinados de la
significación de las palabras se encontró en la aparente polisemia de la palabra juego.
Efectivamente, el diccionario académico ofrece dieciséis acepciones de juego, que van desde
‘ejercicio recreativo sometido a reglas’, como el ajedrez; a ‘disposición con que están unidas dos
cosas y tienen movimientos relacionados’, como un juego de poleas, por ejemplo; ‘lugar donde se
juega’, como estar en el juego de pelota; ‘división de un set en el tenis’ por ganar un juego más;
y otras muchas posibles. Además de las diferencias antedichas, dentro de la palabra juego hay
muchas actividades diferentes que caen en la caracterización de ‘juego’: de mesa, infantil, de
azar, deportes, diferentes juegos de naipes, bromas, etc. Las acepciones de esta gran constelación
que gira sobre ‘juego’ comparten una significación, que, aunque no igual en todas las facetas en
que se diversifica, les otorga un «parecido de familia» semántico, en términos de Wittgenstein
([1953] 1991).

Otra constatación del cognitivismo es que todo hablante siente que hay
ejemplos de palabras que pueden ser más centrales en la identificación de
una categoría o más representativos que otros ejemplos para evocar una
significación: cuando se dice «Estaba el cielo azul azul», se destaca el azul
entre muchos colores todos azules, pero que tienen diferentes matices de
azul. Esto es, se intenta evocar solo el ‘azul’ que representa el prototipo.

Eleanor Rosch (1975) experimentó con 200 alumnos de la Universidad de Berkeley la unidad
léxica que establece la categoría prototípica de la propiedad «pajarez» entre pájaros (birds en
inglés, aunque en español la palabra ave sería la adecuada y no pájaro), la «verdurez» entre
verduras y la «herramientez» entre las herramientas. Buscaba qué hay en la cabeza de diferentes
hablantes cuando usan las palabras como categorías: algo es pájaro o ave; algo es verdura; algo
cae entre lo que se puede llamar herramienta.
El jilguero como prototipo de pájaro, el guisante como prototipo de verdura, el clavo y el martillo
como prototipos de herramientas, la pistola o el puñal como prototipos de armas fueron los
señalados entre las categorías extraídas del experimento. El concepto de prototipo se acerca al de
estereotipo, pero mientras este tiene en cuenta una confluencia social y cultural, el concepto de
prototipo de Rosch está concebido como modelo mental que los individuos forjan para la
operación de categorizar, lo que es propio de la mente humana. La misma Rosch midió el tiempo
que requería la comprensión de enunciados como los siguientes:
El jilguero es un pájaro.
La golondrina es un pájaro.
La perdiz es un pájaro.
La gallina es un pájaro.
La avutarda es un pájaro.
Y constató que cuanto más alejadas quedaban estas afirmaciones del prototipo establecido de
pájaro se tardaban más en procesar mentalmente.

Teniendo en cuenta, sin embargo, la gran variedad de vocabulario en las


lenguas y de los seres y cosas en el mundo, es muy curioso que los
hablantes de una comunidad lingüística coincidan bastante
aproximadamente en una misma categorización, como puede ser zapato
como prototipo con respecto a la ‘vestimenta’, o frigorífico o nevera con
respecto a los ‘muebles de cocina’. Se puede decir que ciertas palabras
parecen ser mejores ejemplares de la categoría en la que se inscriben. El
reconocimiento de que una palabra sea ejemplo de categoría no se explica
por la forma (se prefiere la zanahoria a los nabos o los rábanos, en el
prototipo ejemplar de ‘verduras’); tampoco por el uso, los zapatos no son
más universales que las camisas. No se sabe muy bien a qué es debido, ¿a la
educación?, ¿a la tradición familiar?, ¿a valores simbólicos que toman en
las culturas?
Lo que se llama prototipo es una imagen ejemplar de los objetos
comunes: parece que las personas seleccionan los rasgos de los otros
miembros de una categoría confrontándolos con los que ofrece el prototipo.
La operación de categorización y de selección de ejemplos prototípicos
para ponerla en marcha explica también las coincidencias entre los
hablantes y los escasos fallos en la comprensión que se dan entre los
hablantes de las lenguas.
Y esto ocurre no solo con voces cuyo referente es físico, como los
ejemplos aducidos, sino que ocurre con voces cuya significación es
abstracta y de base fuertemente cultural, como virtudes, defectos,
sentimientos, etc. La teoría de Rosch explica, además de mostrar un método
natural de categorización, cómo las personas hacen frente a las operaciones
de categorizar y de seleccionar ejemplos prototípicos, y las aplican; por
ejemplo, un crimen es mejor prototipo de ‘matar’ que una ejecución o que
un suicidio.
También esta teoría descubrió la reacción que se experimenta cuando se
asiste a la violación de un prototipo. Por ello, la reacción de un niño
incrédulo en una guardería francesa queda así reproducida en una novela
infantil:

«—¡Tengo un gato con alas!


Si sería asombrosa la noticia que el chico se sacó el dedo de la boca y dijo que era mentira.
—¡No es mentira, que es verdad! Y tiene los ojos redondos y plumas…
—¡Idiot, blagueur!...
Cuchifritín le dio una patada tan enérgica, que el otro se tiró a él y enzarzados a moquetes se
cayeron debajo de la mesa».
Elena Fortún (1940), Cuchifritín, el hermano de Celia,
Madrid, Aguilar, pág. 90.
El niño que presume de tener un gato con alas ha categorizado así un búho que alguien llevó a su
casa; el prototipo de gato le ha servido para categorizar un animal que no conoce. En el prototipo
de gato no están incluidas las alas y las plumas, es más, quedan excluidas. Y el otro niño no
resiste que esos atributos puedan recaer en lo que es un gato.

Todo lo anterior trata de las categorías en la mente de los hablantes y ha


podido ser aplicado a la significación y a la categorización aneja al léxico
de una lengua. El considerar la variedad de atributos, la operación de
categorización por medio de prototipos, la constatación experimental de la
dificultad en delimitar unas palabras de otras, como en la serie de taza,
vaso, cuenco, lleva en el cognitivismo a aceptar que el significado de la
unidad léxica es difuso. Puede haber alguna palabra, como monja, que
parece tener un significado fijo, aunque se pueda decir de alguna mujer que
es una monja sin que profese en ninguna orden religiosa, pero hay muchas
otras que no tienen un significado preciso; no parecen tener un núcleo
específico y es difícil establecer la lista de atributos requerida de ellas. Las
palabras, pues, parecen tener límites difusos del significado.
Labov (1973) estableció que el significado de una voz no tiene límites
fijos. Es la teoría del significado difuso. Muy posiblemente la idea de la
significación fija está apoyada o reforzada en los diccionarios y en el
tratamiento que hacen los filósofos de los conceptos, y también los
científicos. Son los poetas y los psicólogos los que se alinean
principalmente con el significado difuso, aunque ofrecemos un testimonio
de un matemático español, José de Echegaray:
[...] que las palabras son muy elásticas, que cada palabra es un arco iris con infinitos
matices y que de las palabras se abusa mucho: unas veces sin saber que se abusa; otras, con
plena conciencia del escamoteo (Echegaray, Memorias, III, 49).

La polémica significado fijo versus difuso (Johnson-Laird 1983) surge


hacia 1970, dejando de lado el concepto de ‘referencia’ y las complejas
relaciones del significado con los «realia», con lo designado, así como la
relación de la significación de la palabra con el concepto. La significación y
el concepto se solapan en algún aspecto, pero no del todo (un concepto
puede forjarse y extenderse a otras secciones no etiquetadas aún con
palabras).
Otro caso es el planteado por Jackendoff (1983) entre dos expresiones muy similares en que
aparece el verbo ver:
a) Lo he debido de ver docenas de veces, pero no me había dado cuenta.
b) Lo he debido de mirar una docena de veces, pero no lo había visto nunca.
¿Hay en estos enunciados solo uno o dos verbos ver? ¿a) ‘percibir con la vista’, o b) ‘darse
cuenta’, ser consciente de lo que se percibe, es decir, el ver prototípico? El uso de la teoría de la
significación difusa permite explicar los dos; pero el ver prototípico es el segundo, que requiere
‘percepción’ junto a ‘consciencia de la percepción’; el primero no es prototípico, solo es
‘percepción’.

La significación entendida prototípicamente abre muchas cuestiones


entre dos espacios: lo que parece el significado de las voces, por un lado, y
la serie de matices, rasgos e impresiones que reciben las palabras en la
mente de los hablantes, por otro.
Otra aportación del enfoque cognitivo a la concepción de la significación
es la solución que ofrece para la polisemia léxica (cfr. §4.5), fenómeno
señalado en la semántica para el traspaso de expresiones con extensiones
físicas a expresiones sin ese tipo de extensión, llamémoslo conceptual; por
ejemplo, altura de una torre o altura de miras en un proyecto. Este paso
responde al concepto de cambio de dominio de la lingüística cognitiva con
el que opera Lakoff para tratar las metáforas y que es interesante también
para tratar la polisemia léxica, como detallaremos más adelante.

1.3.3. SEGÚN LA CONCEPCIÓN FUNCIONALISTA

La concepción funcionalista, que lleva a tener en cuenta cuál es la


función de los elementos lingüísticos en los textos, se ha desarrollado
principalmente en la tradición lingüística británica. Para la significación de
las unidades léxicas se parte en este enfoque de verla reflejada en sus usos,
en dónde se manifestaría su función. Es este el famoso principio de
Wittgenstein (1953): «No hay que buscar el significado, hay que buscar el
uso». De esta manera se llegó a formular provocativamente la afirmación
«el significado lingüístico es el uso que se hace de cualquier elemento
lingüístico». Y este uso requiere conocer las opciones que se presentan al
hablante para elegir una voz y no otra, pues también «todo significado
requiere o implica opción», es decir, capacidad de elección, pues sin esta no
hay significado.
«Tener significado implica opción». Una expresión tiene significado solo
si su presencia no está completamente determinada por su contexto. El tener
significado es cuantificable en relación a la «probabilidad de aparición» en
un contexto. Diariamente se oye que la «significación» de las expresiones
varía en proporción inversa a su grado de «expectativa». Un saludo habitual
se carga de significado precisamente cuando no se produce. Todo elemento
lingüístico que aparezca en una expresión solo tendrá significado si no está
completamente determinado en su contexto: las unidades léxicas, en
consecuencia, validan su precisión, su acierto, en lo que tienen de
significativas, de no esperadas.
También es fruto de la filosofía del lenguaje británica el observar las
palabras en su capacidad funcional: por una parte, representativa, fática,
apelativa, expresiva y, por otra parte, en su valor performativo, con
capacidad locutiva, ilocutiva, perlocutiva.
El antropólogo Malinowski señaló la función fática del lenguaje, la que
sirve para marcar contacto entre hablantes como una de las funciones
reconocibles en todas las lenguas. Es, por ejemplo, la que provocan algunas
expresiones como Hace un día estupendo antes de empezar la conversación
en el ascensor con un vecino del edificio, equiparable a un hola. En estas
expresiones es difícil establecer qué destaca más, si la función fática o la
información, si se atiende exclusivamente al significado de las palabras y
no a la situación o contexto en que aparecen. Este contexto es tenido en
cuenta en este enfoque funcional del léxico.
La concepción funcionalista ha sido muy fructífera en la descripción del
significado al observar las unidades en sus contextos, es decir, no ya
aisladas en contraste unas con otras, sino en sus concretas actualizaciones,
entendida la actualización de una palabra como su uso en un contexto,
comprendida o expresada en enunciados y no en forma aislada como puede
aparecer por convención en los diccionarios. Es decir, en sus relaciones
sintagmáticas, como señala también el estructuralismo.
Para llegar al significado de las palabras hay que recoger contextos de
uso en que estudiarlas, lo que, con el desarrollo de la tecnología, alentó a
construir grandes corpus informatizados en los que las voces se muestran
en sus usos reales. No se puede entender la significación funcional si no se
contempla la palabra en un enunciado, a poder ser histórico, es decir, no
inventado como ejemplo, sino recogido de un uso espontáneo de los
hablantes, uso recogido en corpus compuestos de textos muy variados.
Cuando se busca una palabra en un corpus informatizado, por ejemplo la
voz derroche, se pueden recoger además de la palabra los contextos más o
menos amplios en los que aparece la voz. En el ejemplo siguiente recogido
del Spanish Web Corpus 1 se puede precisar con qué ‘bienes’ y no solo de
‘riqueza’ se usa la palabra derroche hoy en español:

, cambios en la fisonomía ciudadana, de caudales públicos. Como


#6480941 derroche
y verá, el para

multiplicado en manos de quien bebe brutal en combustible,


#6561591 derroche
del odio, el mientras las selvas

de energía física),
#7528689 deportiva (al fin y al cabo, esto es un derroche
procuraremos inspirar

un ser como él. Me parece vergonzoso de dinero que se ha llevado a


#7737377 derroche
el cabo para

sector nacionalizado, provoca un de recursos sin relación


#8519971 derroche
grande directa con la

excelentes publicistas, son ejemplos imaginativo y talento. Pero


#4970852 derroche
de como en todo

españoles tuvimos que aguantar de ingenio» un autor, de cuyo


#6024028 derroche
cuando en un nombre

al PSC. Para los valencianos supone de dinero que podría


#6118372 derroche
un destinarse a otras

La sustitución de significado o significación por uso, aunque no gana en


claridad, pone en marcha otros caminos para la investigación léxico-
semántica, como los siguientes:

• las construcciones y la combinatoria con que se muestran las


palabras;
• el control empírico del valor semántico que se actualiza en
situaciones variadas de ese uso;
• la observación de la distinción entre referencia y sentido contextual;
• el alejamiento del mentalismo y, por tanto, el olvido de los términos
concepto, mente, etc., que orientaban hacia el subjetivismo;
• la aceptación de la prueba por «incomprensión« para descartar un uso,
que, aunque no es equivalente a la «comprensión», sirve para el
estudio semántico;
• la introducción de los conceptos uniformidad o variación en el uso.

Todo el enfoque lleva a constatar que las palabras no tienen un


significado totalmente determinado, aunque los hablantes de una lengua
presenten un acuerdo suficiente sobre el uso de las palabras, pues la
comprensión lo valida. Es preciso decir que este enfoque trabaja sobre
léxico documentado (cfr. §2.4) y no deja de lado, por ello, el aspecto de
vínculo social del lenguaje.
Como deriva de esta concepción funcionalista, los lingüistas británicos
han llegado a estudiar las combinaciones semánticas de las palabras y las
construcciones sintácticas en las que aparecen, lo que hoy está
enriqueciendo el estudio tanto del léxico como de la gramática, gramática
que acepta el adjetivo de lexicista.
Por ejemplo, siguiendo con el ejemplo de derroche, esta palabra admite
complementos sobre ‘el objeto del derroche’ y también de ‘los sujetos que
realizan ese derroche’ y que se construyen con la misma preposición pero
con diferente combinatoria, como se ve en los siguientes contextos
lingüísticos de uso, denominados concordancias en el estudio de corpus
informatizados:

de los politicos. Tienen que


#6195410 el fracaso judicial y penal, viendo el derroche
aumentar

Cae de hoz y coz en el manido asunto de unas minorías opulentas


#6327590 derroche
del rodeadas de

glorificación del consumo ilimitado y absurdo de los pocos. Cada


#14404130 derroche
el día hay más

#35248160 soldados implicados. Fue por las derroche de los soldados en Popayán
historias de que se hizo

prosperidad para unos pocos. La de una sociedad de usar y


#55542885 derroche
basura es el tirar?

subsistencia de las mayorías caprichoso de las


#84973811 derroche
desheredadas, sino el sociedades opulentas

miré alrededor pero no había nadie. —


#78485637 derroche de los ricos —pensé.
Otro

Mientras en las primeras concordancias los complementos eran de voces


de lo que se malgastaba: dinero, caudales, agua, combustible, recursos,
etc., en esta segunda serie de concordancias los complementos se
seleccionan en expresiones que remiten a las personas (políticos, soldados,
ricos) o a los grupos sociales (sociedad, sociedades opulentas, pocos,
minorías) que son causantes de diferentes derroches. La siguiente
concordancia diferencia entre los dos tipos de complementos, qué se
derrocha y por parte de quién se produce el derroche:

#64453194 36). La historia de Israel ha sido un derroche de dones de parte de Dios.

Por lo tanto, para poder extraer lo que un uso variado, y por supuesto
documentado, de una unidad léxica deja entrever puede servir de ayuda la
consulta de corpus lingüísticos informatizados bien construidos. Las
concordancias de corpus son muy útiles para aprender modalidades propias
de una lengua extranjera, o para asegurarse de construcciones o
combinaciones no conocidas en la lengua materna. Es, pues, conveniente
recoger concordancias de un corpus para observar la unidad que se estudia
en sus combinaciones semánticas y en sus construcciones gramaticales,
principalmente sintácticas, y también en sus variantes flexivas, por ejemplo.
Los corpus son almacenes de datos lingüísticos informatizados. Los
corpus en los que se estudia el léxico documentado están compuestos de
fragmentos o textos completos, que permiten observar la unidad buscada en
todos los casos en que el corpus la tiene, como hemos ejemplificado con
derroche. Para poder hacer búsquedas finas, las unidades entre blancos del
corpus han tenido que ser lematizadas y etiquetadas morfológicamente, lo
que permite también buscar por lema y por categoría morfológica, pues el
etiquetaje está hecho en función de la morfología de la forma. Por ejemplo,
una forma como quienes está etiquetada como pronombre relativo y por
plural del lema quien; también consultas de corpus permiten encontrar
unidades complejas como puede ser banco de alimentos.
Los corpus ofrecen contextualizadas las formas o los lemas buscados,
esto es, sus concordancias, en compañía de las construcciones o sintagmas
en que aparece la voz en todos los casos que el corpus la almacena. Los
corpus lematizados y etiquetados abren, pues, una perspectiva nueva para
estudiar la semántica y la sintaxis léxicas sin demasiados supuestos previos.
En tanto que datos informatizados, lo allí contenido puede ser tratado
estadísticamente; al mismo tiempo, ofrecen la referencia bibliográfica de
donde provienen, lo que da seguridad de su uso.
Para el español hay hoy disponibles varios corpus lematizados y
etiquetados; los más conocidos son los de la Real Academia Española, que
ofrece en consulta abierta, desde su página web, <www.rae.es>, dos corpus
históricos, el CORDE (Corpus Diacrónico del Español) y el CDH (Corpus
del Nuevo diccionario histórico); y dos corpus contemporáneos, el CREA
(Corpus de Referencia del Español Actual) y el CORPES XXI (Corpus del
Español del Siglo XXI). Conocerlos y consultarlos son actividades muy
eficaces para observar características semánticas y sintácticas del léxico
documentado en ellos.
Los semantistas hace tiempo que distinguen palabras arrullo y palabras
ladrido. Las primeras son voces que toman entre los hablantes un tono
amable cargado de valores positivos; las segundas responden a lo contrario,
se cargan connotativamente de valores negativos.

Así se entienden un adjetivo como majo, un sustantivo como calidad, o un verbo como admirar,
palabras que no significaban hace tiempo valores solamente positivos. Hoy se usan así: esto es de
calidad quiere decir que es de buena calidad, no de mala; en esta expresión es necesario poner el
adjetivo mala para ser entendida negativamente. Por el contrario, un adjetivo como esquinado y
un sustantivo como estofa tienen carga negativa en Ese individuo es de la misma estofa que su
amigo, algo esquinado, porque antes estofa significaba sencillamente un tipo de tela de cierta
calidad y hoy equivale a ‘clase’, ‘calidad’; las esquinas no son acogedoras, de manera que el
individuo mentado es ‘de calidad esquinada’.
Un verbo como preocupar en español dirige tácitamente hacia lo negativo de su argumento
externo, algo que procure temor, desconfianza, es decir, preocupación: preocupa la sequía. Por
eso resulta extraño lo recogido en la frase «Preocupa a Penguin que el acercamiento a la lectura
en la escuela sea positivo», pues, sigue diciendo el texto, una de las preocupaciones de la editorial
divulgativa Penguin, en el Reino Unido, es lograr que el acercamiento de los niños a la lectura sea
positivo en la escuela, por lo que sus acciones están enfocadas a buscar «apasionadamente» que
el niño «no perciba la lectura como una tarea escolar ardua que le desmotive de la lectura
independiente en su tiempo libre». El verbo preocupar responde en la primera cita a una mala
traducción por interesar: «Interesa a la editorial Penguin que el acercamiento a la lectura en la
escuela sea positivo».

La aplicación de captar el significado de las unidades léxicas junto a las


construcciones sintácticas en las que aparece y de reconocer la restricción o
no que se establece entre ellas y esos contextos, típico quehacer de la
escuela británica, se ha llevado a cabo con éxito tanto en el aprendizaje de
idiomas como en el desarrollo de la lexicografía y de la lingüística
computacional.

1.3.4. EL LÉXICO GENERATIVO

El tratamiento automatizado de datos lingüísticos en los textos


informatizados, como se ha visto, que tienen los corpus, y también toda la
información almacenada en internet y en otras redes, ha planteado un nuevo
reto a los estudiosos: poder establecer programas informáticos que sean
capaces de ‘entender’, ‘resumir’, ‘redactar’, ‘traducir’ textos de manera
automática. Lo más conocido entre este tipo de programas es la traducción
automática que, por ejemplo, Google ofrece con cierta calidad entre el
inglés y el español; pero, además de la traducción, hay muchos otros
intereses para intentar poder ‘procesar’ la lengua sin que haya un oído
humano o unos ojos humanos que oigan o lean tantos textos como se
generan hoy en el mundo.
La lingüística computacional se ha desarrollado con este tipo de
objetivos netamente aplicados y, en su desarrollo, el léxico, la unidad
léxica, ha prestado la mejor puerta de entrada para alcanzarlos, pues a
través del vocabulario ha facilitado elementos reconocibles en textos
informatizados escritos. El reconocimiento automático se basa en poder
distinguir cadenas de caracteres entre blancos, es decir, palabras gráficas
(aunque no sean exactamente unidades léxicas). Hoy las manifestaciones
orales de las lenguas se transcriben automáticamente y, por tanto, se pueden
procesar también como textos escritos.
Con esta posibilidad de reconocimiento del vocabulario, el léxico de las
lenguas empieza a recibir una atención que no había tenido anteriormente.
En esta misma coyuntura tecnológica nace la teoría del léxico generativo,
que trató de abordar en un primer momento un problema netamente
semántico pero que afecta directamente al procesamiento del lenguaje de
los ordenadores: la polisemia, es decir, el múltiple valor semántico de una
unidad léxica bajo una misma forma: ¿cómo entiende la máquina esa
unidad?, ¿qué acepción es la pertinente en el contexto?
La polisemia es la capacidad multifuncional de los signos lingüísticos, el
que la misma forma sirva para diferentes usos y reciba diferentes valores
semántico-sintácticos. La polisemia es un fenómeno del lenguaje natural,
que se percibe antes en el léxico que en otros niveles de la lengua. Permite a
los sistemas lingüísticos ser muy potentes y al mismo tiempo más
económicos. Fenómenos orales de homofonía (azar/azahar) y convenciones
escritas de homografía (real1, real2 y real3) 2 , como hemos explicado líneas
más arriba a propósito de baca al inicio de este capítulo, contribuyen a
complicar este fenómeno.
Las manifestaciones extremas de la polisemia se han caracterizado
grosso modo como homonimia o como polisemia, según se partiera para su
descripción de la fonética (en la homonimia dos secuencias coincidentes en
la forma fonética no están relacionadas semántico-gramaticalmente) o del
significado (en la polisemia se reconocen diferentes valores semántico-
gramaticales bajo una misma forma fónica). Homonimia y polisemia son las
dos caras extremas del mismo fenómeno (cfr. §4.5).
Conviene distinguir dos tipos de ambigüedad polisémica: la contrastiva,
en la que el significado de la voz se ofrece con dos valores sin ninguna
relación (homonimia) y la polisemia complementaria, en la que se
advierte variación en el significado, aunque la relación semántica entre los
distinguidos no se pierde (Apresjan 1973).
Esta polisemia complementaria se manifiesta bajo la misma categoría y con significado
relacionado aunque no exacto, como sería el caso de ‘abertura’ y ‘objeto que cierra esa abertura’
para acepciones de puerta, postigo o ventana, o el de ‘institución’ y ‘edificio donde actúa esa
institución’ para acepciones de banco, diputación, parlamento 3 . Estas voces presentarían, pues,
una polisemia regular y, por ello, en cierta medida, lógica. Polisemia contrastiva sería el caso de
diferencias fundamentales del significado (el citado anteriormente de las diferentes entradas de
real en diccionarios de la lengua española, o el repetido en inglés bank, ‘ribera de río’ y ‘banco’).

De cómo se muestra la polisemia en el discurso se deduce que el


significado de las voces es fluido, se inclina a un sentido y a otro, se
traspasa, se cuela por las rendijas que el contexto ofrece, como ponen de
relieve los cognitivistas. Esta permeabilidad es bien sorteada por la mente
humana, pero dificulta los objetivos de la lingüística computacional y hace
difícil e insatisfactoria cualquier descripción semántica.

María Moliner advertía de fenómenos frecuentes parecidos a la polisemia regular y lógica que
exige la descripción en un diccionario. Ella no los consideraba dignos de ser recogidos en el suyo:
«[…] se procura, en beneficio de la sobriedad y nitidez que se persiguen en el diccionario,
prescindir de amplificaciones de significado que están en la naturaleza de la cosa o son de
elemental sentido común; por ejemplo, no es necesario advertir en los nombres de recipientes que
sirven para designar la cantidad del contenido que cabe en ellos, pues, si se consigna en algunos
como sartén o caldera, habría que consignarlo con más razón en otros, ya que es evidente que se
dice una olla de patatas, un cubo de agua, un plato de sopa, una cesta de manzanas, y habría, en
realidad, que decirlo de todos los recipientes. Y de modo semejante, habría que consignar en el
nombre de cada ciencia que se aplica también al libro que la contiene y a cada ejemplar de él:
comprar una geografía» (DUE 1967, pág. XXIII, el subrayado es nuestro).

Los diccionarios monolingües tradicionales se apoyan explícitamente en


la competencia de sus usuarios, a los que la ‘comprensión’ e
‘interpretación’ adecuadas se les supone y no consignan todos los matices
de polisemia lógica que muchas palabras pueden desarrollar. En cambio, el
procesamiento del lenguaje por medios tecnológicos no ha alcanzado, por el
momento, el sentido común que María Moliner otorgaba a los usuarios de
diccionarios; en consecuencia, el procesamiento del lenguaje natural tiene
que proporcionar a sus programas informáticos mecanismos de decisión
ante la ambigüedad, sea esta muy alejada (polisemia contrastiva) o cercana
(polisemia regular lógica).
La consideración de los matices relacionados pero diferentes que una
palabra puede desarrollar, con la consiguiente exigencia de presentar
diferente selección de combinatoria, complica aun más el modelo
enumerativo del lexicón: el vaso (recipiente) no se bebe, pero el vaso (agua)
se bebe. El diccionario de cualquier programa computacional exige tener
listados esos dos valores de vaso si ha de reconocerlos en los textos que
procese. Y un modelo de léxico que recoja todas esas variantes lógicas
resulta poco elegante. Tener necesidad de numerar los diferentes sentidos
actualizables de una unidad para distinguirlos es muy poco económico; la
voz polisémica pierde su unidad, representada en el lema, y da origen a n
unidades nuevas, que complican el tratamiento léxico, ya de por sí muy
numeroso.

El siguiente sería un ejemplo de modelo enumerativo: 11 unidades, una por cada acepción de
un conjunto de solo cinco voces:
1 dosis 1 Cantidad de algo, especialmente la de un medicamento o una droga que se
ingiere en una toma.
2 dosier 1 Conjunto de informaciones, documentos o papeles recopilados sobre una
persona o un asunto.
3 1 Acción de dotar.
dotación
4 2 Conjunto de cosas con que se dota a alguien o algo
5 3 Conjunto de personas con que está dotado algo para su funcionamiento, en
especial una institución, un servicio, un barco, etc.
6 dotal 1 De la dote o relacionado con el conjunto de bienes que la mujer lleva al
matrimonio.
7 dotar 1 Equipar una cosa con algo que la complete o mejore.
8 2 Asignar a un lugar las personas o los medios necesarios para su
funcionamiento.
9 3 Imprimir una determinada cualidad o característica a una persona o una cosa.
10 4 Asignar una cantidad de dinero como sueldo, premio o pago.
11 5 Dar una dote a una mujer que se va a casar.

Una segunda versión avanzada del modelo enumerativo evitaría todo lo


que se pudiera la homonimia; incrementaría la presencia de las voces
polisémicas en el léxico que se intente describir, de manera que la unidad
léxica polisémica ofrezca diferentes acepciones y matices. Y la polisemia
lógica aparecería marcada como un subíndice de la polisemia contrastiva
(Pustejovsky 1995, cap. 3): lo que también resultaría un modelo
enumerativo, aunque algo más simplificado en número. Sería la
presentación habitual de los diccionarios: unas entradas con una sola
acepción y otras con varias; en el ejemplo anterior cinco voces con
diferentes acepciones agrupadas a cada voz: dosis, dosier, dotación, dotal y
dotar.
Pero el modelo enumerativo, en una u otra de sus versiones, no deja de
multiplicar las unidades significativas léxicas ni resuelve tampoco el uso
creativo de las palabras; resuelve sí la polisemia contrastiva y la
complementaria lógica, pero no solventa la potencia creativa polisémica,
que los diccionarios intentan solucionar y que los hablantes resuelven con
su sentido común, como decía María Moliner.
Para salvar esta dificultad, la lingüística computacional, en su
formulación de léxico generativo, tiene un planteamiento más ambicioso.
La voz polisémica se representa en ella como una unidad matriz (matriz
léxica) de varias informaciones que, en su actualización, sea capaz de
satisfacer tres principios:

a) diferenciar los posibles matices semánticos que una misma forma


ofrece y permitir la selección del matiz apropiado; la anterior
descripción lexicográfica de dotar podría unificarse con el verbo
dar/asignar y podría manifestarse distintamente como

a algo una ventaja,


a un proceso personas o medios,
dar/asignar a alguien o a algo una marca de calidad,
a alguien dinero como recompensa,
a una mujer la dote

b) actualizar las diferentes posibilidades sintácticas para que la voz


descrita pueda adaptarse y fusionarse sintácticamente con otras
unidades. En el mismo ejemplo que dotar, puede observarse que los
argumentos, sujetos o complementos varían de una actualización a
otra: todos los usos permiten un sujeto animado; todos permiten un
complemento directo pero distinto (algo, un proceso, alguien o algo,
una persona o grupo de personas, una mujer). Sin embargo, lo que
en la definición lexicográfica parece un complemento directo (una
ventaja, personas, una marca de calidad, dinero, la dote) oculta que
al utilizar dotar se pide un complemento de qué o con qué se dota:
dotar algo de/con una ventaja, personas, una marca de calidad,
dinero, etc.; la diversidad de complementos matiza la polisemia de
dotar, que se ha reducido semánticamente en ‘dar/asignar’, pero que
en su actualización pide una construcción diferente: por ejemplo, en
la 4ª acepción no lleva de qué dotar: el contrayente doloso será
condenado a dotar, según su posibilidad, a la mujer que hubiere
contraído matrimonio de buena fe; el verbo lleva en su significado lo
que en las otras construcciones se tiene que explicitar, ‘un tipo de
bienes’, y en ese uso no;
c) y así permitir el uso creativo de las palabras, es decir, atender tanto a
usos conocidos por documentados como a usos nuevos posibles
aunque, y esta es la novedad, no se tengan documentados. Por
ejemplo, dotar usado con complemento no material:

«Imaginé entonces que la simetría y el contraste entre esos dos hechos terribles —casi un
quiasmo de la historia— quizá no era casual y que, si conseguía contarlos sin pérdida en un
mismo artículo, su extraño paralelismo acaso podía dotarlos de un significado inédito».
Cercas, Javier (2002), Soldados de Salamina, Barcelona, Tusquets, págs. 24-25.
«[…] a pocos kilómetros de allí, se extendían las ciudades dormitorio periféricas de Barcelona.
Obviamente, aquellos que podían se dotaban a sí mismos de una realidad creada artificialmente
que nada tenía que ver con la fealdad, el ruido o la contaminación del entorno real».
Giménez Bartlett, Alicia (2002), Serpientes en el paraíso. El nuevo caso de Petra
Delicado, Barcelona, Planeta, pág. 14.

El modelo que atienda a estos tres principios será un modelo generativo


del léxico (Pustejovsky 1995, cap. 5), pues permitiría a las palabras ser
actualizadas en relación con sus contextos. El reto de la propuesta del léxico
generativo es conseguir, por tanto, que los programas informáticos permitan
a) reconocer el significado nuclear o los nucleares de un lema, b) orientar
sus condiciones sintácticas en cualquier contexto, y c) permitir que se pueda
interpretar bajo varios sentidos en un corpus «extenso y abierto» 4 ; todo ello
sin ofrecer el orden secuencial de los modelos enumerativos. De esta
manera, el programa informático podría procesar cada unidad léxica
adaptada al contexto en que apareciera y su tratamiento del léxico se
acercaría a la competencia de un hablante cultivado.
El léxico generativo implica tácitamente la dinámica del léxico, su
variedad y su cambio. Para salvar esta condición (cfr. §3) se propone lo que
ya se ha ido señalando: la compleja información que encierra cada unidad.
Esta complejidad reduce el número de unidades, lo que facilita su
tratamiento; pero, en cambio, enriquece la información interna de cada
unidad, que se materializa teóricamente en la matriz léxica o estructura
matricial.
Para conseguir tener el modelo de léxico generativo en un programa
informático cada unidad tendría que actualizarse o manifestarse en función
de lo que exigiera la combinación sintáctico-semántica en la que se
encuentre. Los datos que ha de tener la matriz para desarrollarse son
elementos internos (infra o subespecificados) que se externalicen y tomen
diferentes sentidos, según el contexto en el que aparezcan; lo que, si
funciona bien, daría la sensación de resolver la polisemia lógica y hasta la
creación metafórica. La externalización de unos elementos semántico-
gramaticales sí y otros no depende del contexto semántico-sintáctico en que
la voz se utilice o se perciba.
Esta estructura matricial requiere cuatro niveles para poderse
actualizar satisfactoriamente en cualquier contexto: la estructura
argumental, la estructura eventiva, la estructura de qualia y la
estructura de herencia léxica.

1. La estructura argumental especifica los argumentos (cfr. §5.3) y los


complementos adjuntos que la unidad exige y permite; dotar exige
sujeto animado, complemento directo (hoy interpretado como
indirecto) y complemento de régimen que señala con qué o de qué se
dota.
2. La estructura eventiva especifica los eventos (cfr. §4.1): el evento
principal y si hubiera otro secundario que la unidad exigiera;
siguiendo con dotar, este verbo muestra un solo evento.
3. La estructura de qualia especifica cuatro características semánticas
o factores explicativos de la unidad léxica: los dos primeros factores
(qualia) son generales a toda unidad léxica: el quale constitutivo
(categoría semántica en la que está constituida o incluida), el quale
formal (los rasgos que la diferencian dentro de la categoría
semántica); los otros dos no se presentan en todas las unidades: el
quale télico (la finalidad o aplicación semántica) y el quale agentivo
(el origen o causa semántica). Los qualia, pues, son características
explicativas que había señalado Aristóteles hace ya mucho tiempo,
retomadas por Moravcsik (1990 y 2001) y aplicadas por Pustejovsky
(1995). Los qualia dan el valor predicativo que exige la estructura
argumental y la eventiva.

dote 1. m. o f.
Conjunto de bienes y derechos aportados por la mujer al matrimonio, que tiene como finalidad
atender el levantamiento de las cargas comunes y que le deberá ser devuelto una vez disuelto
aquel. U. m. en f.
En la definición de dote se distingue el quale constitutivo: conjunto de bienes y derechos; el quale
formal: aportados por la mujer al matrimonio; un quale télico o funcional: que tiene como
finalidad… y un quale agentivo en forma verbal perfecta: aportado. Además se destaca un evento
aportar y un segundo evento ser devuelto.

La matriz léxica generativa aporta aún más datos formalizados que los
que sugiere el diccionario convencional; hemos ejemplificado solamente lo
que se puede extraer de la definición lexicográfica.

4. Una cuarta estructura es la heredada del tipo o clase semántica a la


que pertenezca la unidad léxica. Dote y dotación, por ejemplo, habría
que tratarlos como tipos complejos, así como otros muchos
sustantivos que guardan muchas posibilidades de actualización en el
discurso.

Sobre estas cuatro estructuras, que constituyen la matriz, operan unos


mecanismos que generan el sentido que tome la unidad léxica en el
contexto en el que aparezca. La teoría del léxico generativo va detallando
estos mecanismos con su consiguiente complejidad, que aquí no se expone.
Sí que es útil tener en cuenta los tipos de unidad léxica con que cuenta la
teoría del léxico generativo, que son los siguientes:

— Tipos simples de unidades léxicas, que solo presentan el quale


constitutivo y el formal, tipos naturales de clases de palabras, aire
(‘gas que constituye la atmósfera’), árbol (‘planta que se ramifica a
cierta altura del suelo’), león (‘mamífero carnívoro’), llover (‘caer
agua de las nubes’), andar (‘moverse dando pasos’), ancho (‘que
tiene anchura’), azul (‘color del cielo sin nubes’).
— Tipos unificados de unidades léxicas, que requieren más
información que las de los qualia constitutivo y formal, es decir,
requieren al menos uno de los qualia télico o agentivo, como butano
(‘gas que tiene utilización doméstica’), manzano (‘árbol que se
cultiva en agricultura’), caballo (‘animal que se monta o que sirve de
tiro’), amanecer (‘empezar a aparecer el sol’), predicar (‘hablar con
intención moralizadora’), amplio (‘ancho suficientemente’),
pretencioso (‘que pretende ser más de lo que es’).
— Tipos complejos de unidades léxicas que ofrecen varios tipos
diferentes dentro de uno mismo; el ejemplo clásico es libro, que se
presenta como un tipo simple, ‘objeto’ con características formales, y
como tipo unificado a la vez, que se escribe, o que se lee, o que se
edita. O como pan (‘producto alimenticio que se come y que se
elabora a partir del trigo’); o como traducción (‘versión de una
lengua en otra que se hace, que se lee, que se edita, de un texto, de un
autor, de un traductor’; p.e.: «la traducción de Las preciosas
ridículas», «la traducción de Molière», «la traducción de Miguel
Sáenz»).

La ambigüedad que genera en el uso de las lenguas la polisemia de las


voces, principalmente de matiz poético o humorístico, se convierte en
cuestión fundamental en la concepción de la significación del léxico en el
modelo generativo. La polisemia, junto a la capacidad de adaptación
sintáctica, cuya disponibilidad certera permitiría la selección léxica en las
frases y en el discurso, son las dos cuestiones fundamentales en los
objetivos de procesamiento de los textos en la lingüística computacional. La
necesidad de salvar esta doble dificultad, polisemia y sintaxis, coincide en
parte con la orientación lexicalista de la gramática, que persigue la
estructuración del léxico y multiplica las clases de palabras en busca de
bloques o conjuntos semántico-sintácticos cuya descripción gramatical sea
más precisa y en los que el vocabulario se pueda encuadrar y, por tanto,
simplificar.
La solución que aporta la teoría del léxico generativo para esta cuestión
del significado, de su trasposición y de la adaptación al contexto en el que
aparece la unidad léxica, recae en concebirla con su valor predicativo.
Sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios son vistos como predicados (cfr.
§5.3) y, en tanto que tales, la mayoría exigen argumentos. Estos argumentos
están en relación con los otros elementos del significado, los factores
explicativos (qualia) y los eventivos, que los otros enfoques sobre la
significación léxica no atendían.

***

Conclusiones: ideas clave

Para terminar estas reflexiones es conveniente retener el concepto de


rasgo semántico extraído de contrastes entre la significación de series de
palabras relacionadas; tener en cuenta las opciones de vocabulario afín que
ofrecen las lenguas es también un primer análisis filológico, útil para mejor
expresarse y comprender acertadamente; la significación de una palabra
puede ser vista socialmente (estereotipo) e individual y psicológicamente
(prototipo), lo que equivale a considerar al léxico como conjunto de datos
documentados en una lengua o bien como léxico mental de los hablantes de
difícil acceso a su estudio. Para acercarse al léxico de una lengua conviene
tener presente cómo el lingüista Luis Fernando Lara (2006: 90) define el
estereotipo:
Aquel elemento del significado de una palabra que se forma en una lengua histórica
concreta, como resultado de una larga valoración de sus experiencias verbales, y que vuelve
inteligible la palabra para los miembros de la comunidad lingüística.

El estereotipo tiene siempre dimensión social, está vigente mientras


represente lo que la comunidad lingüística experimente sobre su referente y
determina la norma de uso de esa palabra que suele quedar fijada en los
diccionarios. El estereotipo es un concepto que intenta salvar los problemas
epistemológicos de la validez para la intercomunicación del lenguaje
humano. Los hablantes competentes conocen el significado estereotípico,
aunque sea equivocado desde el punto de vista lógico-científico, y un
diccionario de lengua se debe a la conformación de los estereotipos en cada
cultura.
Para acercarse al léxico conviene reconocer que en cualquier comunidad
lingüística se da un consenso en la significación de las unidades léxicas,
consenso que no es total, es aproximado, pues la significación de la unidad
léxica también se muestra con un halo que la hace difusa y que permite que
se use en contextos variados, bajo matices o sentidos cambiantes y de forma
creativa. Estos contextos, observados metódicamente en las concordancias
que ofrecen los corpus lingüísticos informatizados, son un buen camino
para llegar a la significación o el uso de cada unidad léxica.

Obras consultadas: para saber más

Para lecturas fundamentales sobre la unidad léxica, de donde se


seleccionarán algunas en concreto en diferentes capítulos:

HANKS, Patrick (ed.) (2008), Lexicology, Londres, Routledge, 6 vols.


SCHWARZE, Christoph y Dieter WUNDERLICH (eds.) (1985), Handbuch
der Lexikologie, Königstein, Athenäum.

Sobre diferentes concepciones de la lexicología:

BOLINGER, Dwight (1965), «The atomizatión of meaning», reproducido


en Patrick HANKS (ed.) (2008), Lexicology, Londres, Routledge, vol.
II, págs. 327-248.
HJELMSLEV, Louis (1958), «Dans quelle mesure les significations des
mots peuvent-elles être considérées comme formant une structure?»,
reproducido en Patrick HANKS (ed.) (2008), Lexicology, Londres,
Routledge, vol. II, págs. 93-107.
LARA, Luis Fernando (2006), Curso de lexicología, México, El Colegio
de México.
MIGUEL, Elena de (ed.) (2009), Panorama de la lexicología, Barcelona,
Ariel.
PUSTEJOVSKY, James (1995), The Generative Lexicon, Cambridge,
Mass., MIT Press.
SINCLAIR, John (1996), «The search of units of meaning», Textus 9/1,
págs. 75-106
SINGLETON, David M. (2000), Language and the lexicon: an
introduction, Londres, Arnold.
SPENCER, Andrew (2013), Lexical relatedness: a paradigm-based model,
Oxford, Oxford University Press.
STUBBS, Michael (2009), «The search for units of meaning: Sinclair on
empirical semantics», Applied Linguistics, 30/1, págs. 115-137.
STUBBS, Michael (2013), «The neo-Firthian tradition of corpus
semantics», en Hilde HASSELGÁRD; Jarle EBELING y Signe Oksefjel
EBELING (eds.) (2013), Corpus Perspectives on Patterns of Lexis,
Amsterdam, John Benjamins, págs. 13-33.
WOTJAK, Gerd (ed.) (1997), Toward a functional lexicology, Frankfurt
am Main, Peter Lang.
ACTIVIDADES PARA LA REFLEXIÓN DEL CAPÍTULO 1

I) En la siguiente lectura se diferencian rasgos enciclopédicos y rasgos


lingüísticos de la palabra catedral.

¿Por qué le cuesta explicar qué es una catedral al narrador-protagonista


del siguiente relato de Carver titulado precisamente «Catedral»? ¿Qué
quiere decir cuando afirma a su interlocutor que «las catedrales no
significan nada especial para mí»?

«[…] La cámara enfocó una catedral a las afueras de Lisboa. Comparada con la francesa y la
italiana, la portuguesa no mostraba grandes diferencias. Pero existían. Sobre todo en el interior.
Entonces se me ocurrió algo.
—Se me acaba de ocurrir algo. ¿Tiene usted idea de lo que es una catedral? ¿El aspecto que
tiene, quiero decir? ¿Me sigue? Si alguien le dice la palabra catedral, ¿sabe usted de qué le
hablan? ¿Conoce usted la diferencia entre una catedral y una iglesia baptista, por ejemplo?
Dejó que el humo se escapara despacio de su boca.
—Sé que para construirla han hecho falta centenares de obreros y cincuenta o cien años —
contestó—. Acabo de oírselo decir al narrador, claro está. Sé que en una catedral trabajaban
generaciones de una misma familia. También lo ha dicho el comentarista. Los que empezaban no
vivían para ver terminada la obra. En ese sentido, muchacho, no son diferentes de nosotros,
¿verdad?
Se echó a reír. Sus párpados volvieron a cerrarse. Su cabeza se movía. Parecía dormitar. Tal
vez se figuraba estar en Portugal. Ahora, la televisión mostraba otra catedral. En Alemania, esta
vez. La voz del inglés seguía sonando monótonamente.
—Catedrales —dijo el ciego.
Se incorporó, moviendo la cabeza de atrás adelante.
—Si quieres saber la verdad, muchacho, eso es todo lo que sé. Lo que acabo de decir. Pero tal
vez quieras describirme una. Me gustaría. Ya que me lo preguntas, en realidad no tengo una idea
muy clara.
Me fijé en la toma de la catedral en la televisión. ¿Cómo podía empezar a describírsela?
Supongamos que mi vida dependiera de ello. Supongamos que mi vida estuviese amenazada por
un loco que me ordenara hacerlo, o si no…
Observé la catedral un poco más hasta que la imagen pasó al campo. Era inútil. Me volví hacia
el ciego y dije:
—Para empezar, son muy altas.
Eché una mirada por el cuarto para encontrar ideas.
—Suben muy arriba. Muy alto. Hacia el cielo. Algunas son tan grandes que han de tener
apoyo. Para sostenerlas, por decirlo así. El apoyo se llama arbotante. Me recuerdan a los
viaductos, no sé por qué. Pero quizá tampoco sepa usted lo que son los viaductos. A veces, las
catedrales tienen demonios y cosas así en la fachada. En ocasiones, caballeros y damas. No me
pregunte por qué.
Él asentía con la cabeza. Todo su torso parecía moverse de atrás adelante.
—No se lo explico muy bien, ¿verdad? —le dije. Dejó de asentir y se inclinó hacia adelante, al
borde del sofá. Mientras me escuchaba, se pasaba los dedos por la barba. No me hacía entender,
eso estaba claro. Pero de todos modos esperó a que continuara. Asintió como si tratara de
animarme. Intenté pensar en otra cosa que decir.
—Son realmente grandes. Pesadas. Están hechas de piedra. De mármol también, a veces. En
aquella época, al construir catedrales los hombres querían acercarse a Dios. En esos días, Dios era
una parte importante en la vida de todo el mundo. Eso se ve en la construcción de catedrales. Lo
siento —dije—, pero creo que eso es todo lo que puedo decirle. Esto no se me da bien.
—No importa, muchacho —dijo el ciego—. Escucha, espero que no te moleste que te
pregunte. ¿Puedo hacerte una pregunta? Deja que te haga una sencilla. Contéstame sí o no. Solo
por curiosidad y sin ánimo de ofenderte. Eres mi anfitrión. Pero ¿eres creyente en algún sentido?
¿No te molesta que te lo pregunte? Meneé la cabeza. Pero él no podía verlo. Para un ciego, es lo
mismo un guiño que un movimiento de cabeza.
—Supongo que no soy creyente. No creo en nada. A veces resulta difícil. ¿Sabe lo que quiero
decir? —Claro que sí—. Así es.
El inglés seguía hablando. Mi mujer suspiró, dormida. Respiró hondo y siguió durmiendo.
—Tendrá que perdonarme —le dije—. Pero no puedo explicarle cómo es una catedral. Soy
incapaz. No puedo hacer más de lo que he hecho.
El ciego permanecía inmóvil mientras me escuchaba, con la cabeza inclinada.
—Lo cierto es —proseguí— que las catedrales no significan nada especial para mí. Nada.
Catedrales. Es algo que se ve en la televisión a última hora de la noche. Eso es todo. […]».
Raymond Carver (1983), «Catedral» («Cathedral»), texto completo
en <http://www.cuentosinfin.com/catedral/>.

«Las catedrales no significan nada especial para mí»: esa falta de significado, entendido
aquí el verbo «significar» como ‘de importancia o interés’ para alguien, impide representar
en la mente de otro (en este caso el personaje ciego de este relato de Carver) la realidad
(extralingüística) a la que alude una palabra concreta, algo ajeno a su vida.

II) La perspectiva estructuralista plantea el significado en relación de


unas palabras con otras cercanas deteminando en ellas rasgos que las
diferencian.

a) lima, escofina, cepillo, garlopa, rallador y lija, serie de instrumentos


en la que lima ocuparía la posición central, y en la que componentes como
‘herramienta’, ‘utensilio’, ‘desbastar’, ‘desgastar’, ‘afinar’, ‘alisar’, ‘rallar’
(juntamente con los ‘objetos’ sobre los que se realizan estas operaciones),
determinados como ‘madera’, ‘metal’, etc. o no determinados, constituirían
tres tipos de componentes: 1) utensilio, 2) acción de abrasivo y 3)
especialización en ciertas materias. Intente establecerlos con la ayuda de un
diccionario.

b) coser, hilvanar, zurcir, embastar, sobrehilar, rematar, bordar pueden


ser analizados en su significación atendiendo a cinco rasgos:

1. Tipos de puntada: larga, pequeña, intermedia.


2. Ojetivo final del trabajo: prenda de vestir, labor de adorno,
recomposición del tejido, sin objetivo específico, otros.
3. Situación en el proceso de la confección: comienzo, operación básica
o central, final, esporádica.
4. Carácter de la acción: duradero, provisional.
5. Objetivo inmediato del trabajo: unir dos trozos de tela, detener un
posible deshilado, adornar un tejido, arreglar un jirón, dar forma a la
prenda, etc.

Estos cinco rasgos, que a su vez presentan otras opciones, pueden no ser
necesarios siempre en el análisis de dos a dos de los verbos considerados,
pero la aclaración lexicográfica completa que reciben entre todos, en el
aspecto de ‘coser’, necesita además todos estos componentes para ser bien
entendidos.

c) Los verbos predicar, argüir, conversar, arengar, conferenciar, discutir


y murmurar se pueden agrupar conforme a tres rasgos: 1) alternancia de
participantes, 2) formalidad del encuentro y 3) intensidad en el sentimiento.
Alguno de ellos puede ser neutro en alguno de esos rasgos.

III) La perspectiva cognitivista permite otras preguntas.

d) ¿Cuál es la palabra más representativa entre las siguientes parejas


sinónimas, es decir, es más prototípica? Analice jactancia/arrogancia,
decencia/dignidad, cálculo/cómputo. Tenga en cuenta la frecuencia de uso,
los rasgos semánticos comunes y diferentes entre ellas, la especificidad, el
marco de conocimiento al que pertenecen, etc.
e) ¿Qué teoría de la significación léxica de las expuestas en el capítulo 1
explica que los niños pequeños aprendan y jueguen con convenciones
simples o simplificadas de este tipo?:
—¿Qué hace el panadero? —Amasa
—¿Y la cartera? —Reparte cartas
—¿Y el peluquero? —Corta el pelo…

IV) Reflexione sobre las unidades léxicas a partir de su uso recogido en


datos de corpus.

Corpus de la RAE
El trabajo a partir de la consulta del CORPES XXI o del Corpus del
Nuevo Diccionario Histórico (CDH) de la RAE
(<http://web.frl.es/CNDHE/view/inicioExterno.view>) permite obtener
concordancias, coapariciones (combinaciones), datos de frecuencia,
estadística de varios tipos, etc: es interesante para familiarizarse con ellos
buscar voces que no sean muy frecuentes y poder recoger así todos los
casos documentados de la palabra buscada: por ejemplo, romadizo,
tronchar, cantábile.

Sketch Engine
En un corpus confeccionado con textos de la red y no muy
seleccionados, en Spanish web corpus de la herramienta Sketch Engine se
han seleccionado algunas de las concordancias que ofrece la palabra índole
entre los 1896 casos que el corpus contabiliza, lo que representa una
frecuencia media de 16.2 por millón de palabras:

a) He aquí las primeras 20 concordancias sin seleccionar entre los 1896


casos de índole en el Spanish corpus web del Sketch Engine:

considere la actividad como algo en del fin se realiza mejor que en el


#77393 índole
lo que la simple

eruditísimas páginas de su obra: pero de este mismo plan, ya por las


#351305 índole
ya por la inexactitudes

#535316 investigación, método o índole médica, técnica quirúrgica,


descubrimiento de química o
ejemplaridad «de estas novelas no es moral o doctrinaria, sino de vida
#655828 índole
de y experiencia

necesariamente humana, social, etc., . Si tal es el caso, estaríamos ante


#1032427 índole
sino de otra un

sociales, económicos y o de cualquier que afectan a los seres humanos


#1098523 índole
otra y al medio
posesionándose en definidas opciones estético y ético. Sus obras han
#1132489 índole
de sido realizadas
y la conveniencia. En dinámicas de el miedo suele jugar un papel
#1266391 índole
esta central .

género desea ver en una película de son interpretaciones de óscar o


#1365851 índole
esta un guión

sensibilidad, y por lo general abordo social. En «Carne» a dos


#1371307 índole
temáticas de adolescentes

sin experiencia actoral previa de . En esta película trabajé con el


#1372486 índole
ninguna protagonista

escribiendo un largometraje de social, pensando en una futura


#1372597 índole
ficción de realización

comprendidas en un sintagma de . La sucesión de cada una de las


#1387398 índole
cualquier reducciones
proyección—, y a propósito de un legendario y religioso (o, en otras
#1402110 índole
tema de palabras
Commercial Email). Estos mensajes diversa. Pueden ser que te inviten
#1440137 índole
tienen a visitar

pueden salir a la palestra en medios científica. ¿Esta España a la cola


#1543801 índole
de en lo que

exterior. Las decisiones del Centro administrativa y se basaron


#1657947 índole
fueron de únicamente

, exterminar a un pueblo por razones ideológica. El gobierno de USA


#1663247 índole
de nunca ha

rebelde se practica en todos los


#1941019 la lucha emancipadora y libertaria, de índole
frentes

impedido a concurrir a reuniones de ; todos los fines de semana tenía


#1982001 índole
toda que firmar
b) En el mismo corpus se pueden seleccionar las concordancias totales
en las combinaciones de índole con el verbo dar:

y así comenzó nuestra andadura. de nuestras reuniones, que se


#28485285 índole
Dada la plantearon

sin cobrar ningún tipo de comisión benéfica de demanda. El plazo


#35365360 índole
dada la de amortización

catecúmeno recibe los sacramentos pascual que caracteriza a toda la


#64162754 índole
que, dada la Iniciación

espirituales, poco antes de morir. propia de un artículo, me limito


#92102896 índole
Dada la simplemente

estrechamente relacionadas entre sí. de unos servicios que se facilitan


#102495641 índole
Dada la durante

c) O bien las concordancias totales en las combinaciones de índole con


el adjetivo diverso, -a:

Commercial Email). Estos diversa. Pueden ser que te inviten a


#1440137 índole
mensajes tienen visitar

valores epistémicos? y de otros diversa? tal vez sea obvia para


#30614963 índole
muchos de aquellos

particulares, empresas o diversa. Como vengo apuntando


#45518515 índole
administraciones de desde hace

capacidad de resolución de diversa de aquellos aprendidos en


#53075706 índole
problemas de la sala

hecho de que sirve para cobijar muy diversa, pero que justifican
#54041519 índole
políticas de una redistribución
aquello siniestro que, por muy diversa, había dejado
#105444612 índole
imperativos de enterrado -

d) También las concordancias totales en las combinaciones de índole


como complemento del sustantivo tema:

proyección—, y a propósito de un legendario y religioso (o, en otras


#1402110 índole
tema de palabras
#5662918 tenido bastantes últimamente con índole informático-técnico (vaya
temas de estúpido término
empresas que habían sacado temas moral durante la fase de
#26103666 índole
de entrevistas .
Los motivos: como siempre: los sexual: (matrimonio de
#47627299 índole
temas de homosexuales,

consideró que, aunque no se trate de aduanero, la seguridad portuaria


#50092733 índole
un tema de se volvió

mercaderías. Aunque no se trate de aduanero la seguridad portuaria


#50094492 índole
un tema de se volvió

juzga, sino, nanai, y más para personal. Es decir, si a ti se te


#71669545 índole
temas de juzga
no tenían ninguna relación con empresarial, ni mucho menos con
#77533762 índole
temas de la premiación

no tenían ninguna relación con empresarial, ni mucho menos con


#77538514 índole
temas de la premiación

Sus artículos no se limitaron a científica [8]. Al cabo de algunos


#81352059 índole
temas de años

e) Es interesante saber con qué alguna otra palabra se relaciona índole


con una conjunción copulativa, con el sustantivo condición:

agresiones y crímenes contra y condición. No se trata de


#37516172 índole
personas de toda errores de
trato amistoso entre los alumnos de y condición, contribuyendo a la
#45457816 índole
diversa mutua

la iglesia. Son también personas de y condición las que encuentran


#64195465 índole
toda una ayuda

1. Reflexione si al repasar estas concordancias puede conocer mejor la


palabra índole.

2. Analice en las concordancias recogidas la significación más frecuente


de índole en el corpus consultado y decida cuál es la acepción más
frecuente de las dos que ofrece el DLE (2014) de ella y qué datos son los
que le ayudan a decidir:
1. f. Condición e inclinación natural propia de cada persona.
2. f. Naturaleza, calidad y condición de las cosas.

3. Otra ventaja de observar datos es poder precisar algo más la palabra


cosas que aparece en la segunda acepción. Observe con qué tipo de ‘cosas’
se suele utilizar índole en las concordancias y precise mejor su
denominación. Los diccionarios actuales tendrían que ofrecer esta
información, pues se puede extraer de los datos de corpus.

4. ¿Qué adjetivos recibe el sustantivo índole en las concordancias


recogidas? Recójalos y saque alguna conclusión sobre su uso preferente.

5. El léxico documentado permite también ver cómo las palabras están


almacenadas en el léxico mental, por ejemplo, qué información tienen los
hablantes del género gramatical de un sustantivo, ¿qué género gramatical es
el habitual de índole y qué concordancias lo muestran diferente?

6. Ahora puede extraer alguna consideración de lo positivo que resulta


poder documentar cuestiones léxicas con tanta información como ofrecen
los corpus lingüísticos y poder aplicarlo a sus necesidades lingüísticas, de
redacción, de traducción, de aprendizaje o de enseñanza, etc.

1 Sketch Engine, consulta mayo de 2015.

2 real11. adj. Que tiene existencia objetiva; real21. adj. Perteneciente o relativo al rey o a la realeza.
real32. m. Campo donde se celebra una feria.

3 Todas las voces que en castellano indican ‘dignidad’ y muy frecuentemente ‘territorio en que esa
dignidad se ejerce’ lo cumplen así como ‘tiempo en que esa dignidad se ejerce’: voces como
almirantazgo, arcedianato, archiducado, arciprestazgo, arzobispado, por rastrear voces que
empiezan con a, pueden ser un ejemplo de esta polisemia regular o lógica de ‘dignidad’ y ‘territorio
en que se ejerce’; ejemplo de ‘dignidad’ y ‘tiempo acotado’ serían papado, alcaldía, rectorado.

4 «[...] given an open corpus of usage» es la expresión de Pustejovsky, lo que cambia el concepto de
corpus como conjunto cerrado de datos lingüísticos (Pustejovsky 1995: 46).
CAPÍTULO 2

El léxico de las lenguas

En este capítulo se presenta el concepto de léxico como conjunto no


cerrado de unidades léxicas y se contrapone léxico a su concreción en
vocabulario. Esta dualidad de perspectivas muestra ciertas características
del léxico no suficientemente tenidas en cuenta en las teorías lingüísticas y
que parecen ser requeridas desde la perspectiva aceptada. Ello lleva a
distinguir, por una parte, entre el estudio del léxico desde la psicolingüística
y, por otra parte, desde el estudio tradicional del vocabulario en textos
orales y escritos documentados; es decir, se diferencia el léxico mental del
léxico documentado, el cual permite contabilizar y tratar estadísticamente
las unidades repertoriadas.

Se tendrá al final del capítulo una noción del concepto de léxico y de su


visión desde la mente del hablante o desde la documentación de las lenguas,
en su realización oral y escrita.
Sumario
2.1. Características del léxico de las lenguas
2.2. Léxico y vocabulario
2.3. Léxico mental
2.4. Léxico documentado o vocabulario
2.5. Recuentos y estadística del léxico

Hasta ahora se ha visto cómo se reconocen las unidades léxicas y cómo


se intenta explicar su significación, la característica más relevante de las
palabras descriptivas frente a las gramaticales (cf. §5.2). Pero qué sea el
léxico de las lenguas no es algo fácil de determinar. Las siguientes
conclusiones de Sinclair (1966: 412) así lo corroboran:
Consequently the theory of lexis is fairly rudimentary; it may satisfy our intuitions but it
has not been shown to be valid and we have yet to see what a comprehensive description of
the lexis of a language looks like.
La lingüística teoriza sobre el léxico de manera tan aséptica que sus
definiciones o sus puntualizaciones no terminan de convencer. Unas veces
se tiene la tentación de identificar léxico con morfemas y así acercarlo a la
morfología; otras, ha habido y continúa habiendo una manera de explicarlo
que lo diluye en problemas de sintaxis. Lo que parece difícil es otorgar al
léxico un espacio propio y diferenciado en la sistematización del lenguaje
natural, es decir, en la reflexión lingüística.
Quizá esa determinación sea difícil porque el léxico presenta tantas
facetas que es casi imposible encontrar una definición que las reúna todas.
Y, sin embargo, es útil detenerse en cómo se puede enfocar y darle un lugar
central en el estudio de una lengua; por ejemplo, recoger algunas de las
perspectivas desde las que se ha abordado.
No se pueden dejar de citar las afirmaciones de Bloomfield ([1933]
1984: 335):
En propiedad, entonces, cada morfema de una lengua es una irregularidad, que el hablante
lo puede emplear solo después de haberlo oído, y el lector de una descripción lingüística
puede conocer su existencia solo si se le presenta en una lista. El léxico es realmente un
apéndice de la gramática, una lista de irregularidades básicas. Esto es aún más evidente si se
toma en consideración los significados, ya que el significado de cada morfema le pertenece a
este por una tradición arbitraria.

Por morfema Bloomfield concibe la base morfológica mínima de un


signo lingüístico, arbitrario y por tanto solo conocido tras haber tenido una
experiencia, oída o escrita, de él, como, por ejemplo, la forma soci-, que es
morfema base en las palabras social, socialismo, sociedad. Estas
afirmaciones colocan el léxico supeditado a la gramática y semánticamente
arbitrario, sin capacidad de ser explicado.
Desde la lingüística, la definición de léxico se ha hecho no sobre el
conjunto considerado globalmente, sino sobre los elementos que lo
constituyen, es decir, sobre lo que popularmente se llaman palabras y la
lingüística conceptualiza como unidades léxicas (cfr. § 1). En vista de este
panorama por el terreno de la lingüística, se puede encontrar en textos más
espontáneos una serie de metáforas sobre qué sea el léxico.
Una metáfora tradicional es la de equiparar las unidades del léxico a los
ladrillos, el mortero y otros materiales con los que «se construye», ladrillos
porosos o no; esta metáfora tiene como meta (efectivamente) la frase, la
oración; es esta una concepción metafórica desde la gramática oracional.
Una segunda metáfora para explicar el léxico es la de ser cárcel o prisión
para los sin ley (Di Sciullo y Williams 1987: 3) o ilegales, las unidades
léxicas, que «no se ajustan a una regla», a una norma. Enlaza esta metáfora
con la anterior afirmación de Bloomfield de la total irregularidad del léxico
frente a la gramática.
Otra de las metáforas con que se trata al léxico es desde el
mantenimiento de «relaciones» entre sus unidades. Para este aspecto
tenemos la metáfora de la «red multidimensional», y para sus elementos
una metáfora muy antigua ya: las unidades léxicas son como «las cerezas
del frutero», que al tomarlas salen enganchadas las unas a las otras.
Otra metáfora relacionada con la anterior es concebir al léxico como
«una galaxia en expansión» por su continua aparente ampliación y la
variación constatable que admite. Esta enlaza con la vieja metáfora de
Horacio, de que las palabras son como «las hojas caedizas y renovadas de
los árboles» con el cambio de estación.
Desde el punto de vista funcional, se concibe también el léxico como
«una caja de herramientas», y a sus unidades como «instrumentos»
conceptuales que capacitan a los humanos para pensar. Esta metáfora es
muy querida por los filósofos que consideran que solo podemos captar lo
que llamamos realidad a través del lenguaje; principalmente desde el giro
lingüístico de la filosofía (Rorty 1967).
En la visión psicolingüística, se establece que el léxico es semejante a
«un diccionario», «un thesaurus», «una enciclopedia», «una biblioteca»,
«un ordenador», «un almacén», «una estantería de libros», «una base de
datos» en la mente, cuyos elementos serían como cada pequeño artículo de
Wikipedia. Es este un paso adelante de la concepción clásica que concebía
el léxico como una lista ordenada y estática.
Estas metáforas conceptuales para lo que sea el léxico coinciden todas
en caracterizarlo como un conjunto de unidades. Las metáforas recogidas
se diferencian entre sí en función de la perspectiva teórica con que observan
este conjunto. Las dos primeras, los materiales de construcción y la cárcel,
pertenecen al paradigma tradicional, que se ha prolongado durante siglos; la
caja de herramientas o el conjunto de instrumentos ya apuntan a los
modelos siguientes, que señalan al léxico bajo su aspecto funcional y
reconocen su necesidad para la comunicación humana; el grupo de la
tercera, un diccionario, una enciclopedia, una base de datos, responde a los
primeros intentos de teorizar sobre el léxico mental y a la constatación de
que el léxico y la información sobre el mundo van netamente unidos; es
decir, que en el léxico y en sus unidades hay muchas otras unidades y
mucha información, un largo listado que se multiplicaría además por la
polisemia, esto es, por la adaptación de las unidades a los contextos en los
que aparecen. Por tanto, el léxico se presenta como un conjunto de unidades
léxicas abierto, como un concepto teórico que posibilita hablar de ese
conjunto.
Estas características y capacidades son las que se explican en los
apartados que siguen, sobre su variación y cantidad (§2.1), la distinción
entre léxico y vocabulario (§2.2), léxico mental (§2.3) y léxico
documentado (§2.4), recuentos y estadística del léxico (§2.5).

2.1. Características del léxico de las lenguas

Un dato que no aparece entre las metáforas recogidas anteriormente,


pero que conviene retener, es que el conjunto que sea el léxico no muestra
ni un principio ni un final, no tiene ni primera ni última unidad. El léxico
aparece como una masa amorfa, embrollada, pululante, en la que gustaría
poner orden, pero, al ser un conjunto abierto sometido a variación, ese
orden resulta difícil, por lo que el modo más rentable de tratarlo durante
muchos siglos fue recoger cuantos datos mejor y ordenarlos
alfabéticamente.
La primera coincidencia, pues, entre todas las metáforas apuntadas es
que el léxico de cada lengua se manifiesta como un conjunto muy
numeroso, tanto, que parece infinito. No lo es, pero la operación de recoger
todo el de una lengua viva es una tarea inasumible. Lo normal es que los
hablantes de una lengua, hablantes con experiencia de vida y que hayan
podido recibir una enseñanza cuidada, no conozcan más que una parcela del
vocabulario que figure en los diccionarios generales, que, por varios
motivos, tampoco pueden recoger todo el vocabulario de esa lengua en un
momento histórico determinado.
Por esa razón, por la imposibilidad de tener todos sus elementos en
cuenta, el léxico admite un estudio cuantitativo y estadístico (§2.5) y, por
esa razón también, conviene a todas las lenguas tener recogida una parcela
importante de él en sus diccionarios (§9.2). La aplicación de la estadística
es bastante efectiva cuando se intenta hacer una descripción del léxico de
una lengua concreta o del de una parcela de la lengua, diacrónica o
diatópicamente.
Otra observación espontánea ante el gran número de unidades que
constituye el conjunto léxico es la sensación que tienen los hablantes de que
las unidades que componen el léxico de una lengua, las palabras, existen.
Esa palabra no existe es un comentario usual ante una expresión
desconocida, novedosa o rara. A pesar de que se oiga o de que se vea escrita
en un texto, un hablante puede decir esa palabra no existe. Ello quiere decir
varias cosas: no parece de la lengua que hablamos, no la he oído nunca, no
figura en el diccionario. Pero en el fondo lo que señala es que cada hablante
tiene consciencia difusa del vocabulario que él domina y que él identifica
con el léxico de su lengua: por ello se considera capaz de reconocer o no
reconocer «su existencia».
Una tercera observación es que el léxico presenta mucha variación: el
que se utiliza es fruto de una elección, o al menos selección, y deja entrever
muchas informaciones del que lo emite. Aunque el destinatario de un
mensaje no haya recibido una formación lingüística, es capaz de detectar en
las expresiones de su interlocutor o en las de un texto matices muy variados
de intención, de clase social del hablante, de error, y señala ante ellos es que
lo dijo con esta palabra…

He aquí algunos ejemplos:


«[…] dijo que la política se había devaluado porque ya no se hacía sobre proyectos o con
argumentos, que ya era un tira y afloja de idiot… (no lo dijo con esta palabra, pero ese es el
sentido) que buscaban su minuto de gloria».
«Stevie dijo que Eminem es un mierda, así lo dijo, con esa palabra. No lo digo yo, lo dijo Stevie.
Stevie es increíble».
«Porque también en ese párrafo pones entre comillas la palabra “mundanos”, señal de que te cayó
mal si es que dijo esa palabra».

La información que proveen expresiones de este tipo se logra por


contraposición con todo el vocabulario que posee el hablante de su lengua.
Se utiliza una palabra y no otra, se rehúye tal expresión, se matiza
amablemente con tal adjetivo otra, etc.
Los antropólogos, los historiadores de las ideas, los críticos literarios, los
psicoanalistas, etc., estudian la información que el vocabulario utilizado
encierra y que a la vez descubre veladamente frente a otro posible. Algunos
estudios rigurosos hechos con este método son apasionantes pues desvelan
realidades interiores e interiorizadas de las comunidades, los grupos o los
individuos, que son a veces difíciles de determinar cuando se tienen en
cuenta otros factores, como puede ser el desarrollo económico de una
comunidad, sus instituciones sociales, los comportamientos humanos, etc.
Estas observaciones constituyen en el fondo también uno de los métodos
que tienen en cuenta la filología o estudio de los textos antiguos, y la
estilística o determinación de los rasgos propios de cada escritor. Hoy se
utilizan además en los objetivos aplicados de la lingüística forense. Son
muy necesarias cuando se hace una traducción.
Una muestra es la del lingüista francés Émile Beveniste ([1969] 1983)
que aplica el método de la lingüística comparada para analizar el
vocabulario de las instituciones indoeuropeas en las principales lenguas de
esta familia: investiga a través de la historia de las unidades léxicas (como
riqueza, ganado, dinero, cambio, extranjero, paternidad, matrimonio,
libertad, sacrificio, religión, superstición, etc.) las significaciones (sentidos
etimológicos primitivos y sus derivas) que han desarrollado. Esas voces
fundamentan las instituciones del mundo moderno en diversos campos: la
economía, el parentesco, la sociedad, el poder, el derecho y la religión.
Estudios de este tipo muestran las características del léxico de las lenguas
que hemos destacado: su variación y la enorme cantidad de voces que lo
forman.
2.2. Léxico y vocabulario

Al léxico recogido de un documento, de la grabación de una


conversación, de toda la obra de un autor, de una zona geográfica, de un
conjunto de textos, etc., suele dársele la denominación de vocabulario. De
manera que, para mayor precisión, léxico es la denominación de este
componente de las lenguas que los hablantes tienen en sus mentes y que es
objeto de la reflexión lingüística teórica, y vocabulario es un conjunto de
unidades léxicas concretas, generalmente documentadas o documentables;
división que reproduce el enfoque doble del lenguaje humano como lengua
y habla o discurso en el Curso de Lingüística de Saussure. Conviene
distinguir, por poner un ejemplo, entre el vocabulario de Pérez Galdós y el
léxico del español en los años en que don Benito vivió. El vocabulario es
susceptible de ser recogido del total de escritos de este novelista y el léxico
es un concepto lingüístico especulativo al que se puede caracterizar, pero no
estudiar en su totalidad.
Se suele llamar vocabulario, por tanto, a un subconjunto repertoriable
de unidades que pertenecen al conjunto léxico; por ejemplo, el vocabulario
de un niño de ocho años, el de Cervantes, el de una comarca, el de una
actividad o profesión. El vocabulario pertenece al habla, a la actuación
lingüística, lo que le permite ser delimitado y documentado (§2.4).
Se llama léxico al conjunto hipotético y virtual (§2.3) de las unidades
léxicas de una lengua natural y a la capacidad de los hablantes de poder
crear nuevas unidades. Este conjunto hipotético estaría compuesto de todo
el vocabulario perteneciente a la competencia lingüística de todos los
hablantes de una lengua y a las posibilidades creadas en este conjunto.

2.3. Léxico mental

Además, en las características del léxico que se vienen haciendo se


descubre la dimensión mental del léxico, que conviene tenerla en cuenta
ante la otra dimensión, la social, la de la comunidad lingüística a la que
pertenece el léxico. Se puede hablar del léxico mental o lexicón de cada
hablante frente al léxico, generalmente aceptado o documentado, en el que
coinciden aproximadamente todos los hablantes de esa lengua y que es el
que recogen los diccionarios. Esta distinción diferencia el léxico mental, o
lexicón, del léxico documentado.
El vocabulario presenta facilidad para ser repertoriado, muchos
estudiantes de una lengua extranjera llevan un cuaderno de notas con el
vocabulario que se van encontrando en su aprendizaje. Se han recogido
largas listas de palabras de cada lengua, listas que se consideran una
manifestación externa de las lenguas. Solo muy tardíamente se ha
empezado a reflexionar sobre cómo tienen los hablantes el vocabulario que
conocen en su cabeza. Esta inquietud se ha planteado cuando la lingüística
ha empezado a desarrollarse al lado de la psicología o cuando la psicología
ha constatado que la lengua es un buen camino de acceso a la psique o a la
mente humana. El léxico se muestra ordenado o dispuesto en la mente
humana de diferente manera que en un diccionario de ordenación alfabética.
Por ejemplo, un niño comenta que ha «comido pan con fuego» para explicar
que ha tomado una tostada; y otro «cuando llegó la limpieza» por decir que
en ese momento llegó la asistenta que realizaba la limpieza de su casa; tanto
fuego como limpieza estaban cerca de tostar, tostada o de limpieza del
hogar en su léxico mental y eso mismo les permitió expresarse bastante
satisfactoriamente.
El hecho es que hoy podemos ya distinguir bien entre el léxico mental,
desde el interior de cada hablante, y el léxico documentado, es decir, la
manifestación externa del léxico que puede ser recogido a partir de textos
orales o escritos y que por tanto puede ser referenciado por tiempo, lugar,
hablante, tipo de documento en que se manifiesta, etc. 5

Todos los hablantes experimentan la realidad psicológica de las unidades léxicas. En «La palabra
ofendida», Juan Ramón Jiménez sufre mentalmente la falta de una palabra precisa, que se resiste
a salir de su mente:
«Él tenía la costumbre de releer sus escritos inmediatamente después de dictarlos a máquina,
su primera corrección. Ese día no tuvo tiempo o ganas de releerlos y no corrijió5 el poema donde
estaba aquella palabra que esperaba con amor ser escojida. Y el borrador segundo pasó con la
palabra confusa a los montones de espera.
Meses después, una mañana desvelada, cuando él buscó el poema pensando la inexactitud
segura, lo primero que vio, en el momento mismo de mirarlo, fue la falta, la palabra que no era.
Quiso recordar la que era, no pudo; insistió al derecho, no pudo; al revés, no pudo; por
transparencia, no pudo; hacia arriba, hacia abajo, de pico, a otra luz, traduciendo la palabra al
francés, al inglés, al portugués, al catalán, al gallego; sentándose en el sitio donde sintió el poema,
en el otro sitio donde lo dictó… No pudo nunca más encontrar aquella palabra honrada, la palabra
dócil de la fidelidad.
Sí, aquella desdichada palabra fidedigna se había ofendido de veras. Y ofendida, se había
escondido en su fidelidad y en su verdad para siempre; se había ido para siempre del poema y del
poeta, y los había dejado, sin ella, agujereados, rotos, desunidos para siempre también».
Juan Ramón Jiménez (1979), Historias y cuentos, selección e introducción de
Arturo del Villar, Barcelona, Bruguera, págs. 174-175.

En otras ocasiones los hablantes sienten dentro de ellos el vocabulario


que conocen o desconocen, tanto en la adquisición infantil como en el
dominio o capacidad lingüística de las palabras y de sus constituyentes
cuando los hablantes son adultos y conscientes. En el léxico mental es muy
clara la noción de unidad léxica, y la distinción entre formas (tokens) que
una misma unidad léxica presenta y lemas (types), representación por
excelencia de esa unidad que incluye virtualmente todas sus formas, y que
aparece en situaciones metacognitivas (§1.2). En el lema cambiar están
todas las formas en que el verbo se presenta, cambiado, cambiamos,
cambiaré, etc.
El léxico mental está organizado en una compleja malla de relaciones,
como se irá viendo; en el texto de Juan Ramón las relaciones se manifiestan
como equivalencias en otras lenguas, como surgidas en determinada
posición corporal o lugar, en el hueco que deja en un texto. Así como la
intuición de tener memorizadas palabras en la mente es algo general que
pocos discutirían; sí que es discutible, por dificultoso, estudiar cuánto
vocabulario tiene un hablante y cómo está almacenado en la mente.
Calcular la riqueza del léxico mental de una persona es una operación
hoy por hoy imposible de ser realizada con algo de precisión en el método,
aunque se ha intentado; e imposible también de ser constatada a lo largo de
la producción del hablante. Acceder al léxico mental requiere prescindir del
orden alfabético. Las voces están relacionadas mentalmente por contactos
semánticos, relaciones pragmáticas con la situación y las vivencias de cada
hablante, los conocimientos enciclopédicos que se tengan, y por otras
relaciones que caen bajo otras rúbricas lingüísticas y psicológicas. Por ello,
el acceso para su estudio se hace indirectamente de distintos modos:
• se recogen y estudian los lapsus linguae, por el tipo de aparentes
errores que se recogen en ellos, o las situaciones que provocan tener
una palabra ‘en la punta de la lengua’, por el modo en que se palpan
las palabras que se resisten (número de sílabas, sílaba tónica, inicio y
terminación de la voz intentada, etc);
• se observa y se analiza la pérdida o alteración del vocabulario en
personas con traumas cerebrales adquiridos;
• se observa y se analiza el incremento de vocabulario entre dos
momentos en la edad de un niño;
• se planean experimentos con sujetos hablantes expuestos a estímulos
lingüísticos cuyos resultados ilustran el cognitivismo.

Conviene precisar cómo el léxico mental recibe una ordenación diferente


a la alfabética o temática. Se ha intentado bajo diversos enfoques dar con su
organización. Algunas directrices de cómo se tiene memorizado el léxico
mental pueden ser a) la de los supuestos de marcos o esferas del
conocimiento que explica aciertos y errores de producción y b) por la forma
fónica de las unidades, comienzo y final de las unidades, estructura silábica,
rasgos de intensidad, etc.; ambas directrices ofrecen un inventario variable
y abierto del léxico memorizado.
Didácticamente se presenta la primera directriz de forma mucho más
sencilla, por centros de interés: los transportes, los vestidos, las relaciones
de parentesco, etc., pero mentalmente estos centros temáticos quedan muy
limitados ante los marcos personales que crea cada hablante; por ejemplo,
el niño que pide «me pelas el bocadillo», por ‘me desenvuelves el
bocadillo’, para el que el significado de pelar está ordenado donde puede
situarse también desenvolver.
La segunda directriz, correspondiente a la forma fónica de lo
almacenado en la memoria, se advierte en el fenómeno «lo tengo en la
punta de la lengua», en el que se vislumbran aspectos de la estructura de la
voz necesitada, aunque no se llegue a ella; y también en los errores de
producción, como cuando por decir candelero se realiza candelabro, o por
decir diario hablado se realiza diablo hablado, o por decir calvicie se
realiza calvario.
El léxico mental retiene también mucha información de cada unidad
léxica, como puede ser su mayor o menor frecuencia en situaciones
diversas, significados asociativos y connotativos personales, información
gramatical subconsciente, pronunciaciones varias; rasgos todos estos que
son difíciles de consignar con precisión en un inventario cerrado como
puede ser un diccionario, pues son individuales a cada hablante en cada
momento o situación de su existencia.

El niño salvaje Víctor de l’Aveyron no llegaba a diferenciar la castaña de la bellota, pues son
frutos que se inscriben en el mismo tipo de marco. Así lo pone de manifiesto el siguiente
comentario de Sánchez Ferlosio (1982) a la Memoria e informe sobre Víctor de l’Aveyron de Jean
Itard (1801):
«la bellota y la castaña formaban una pareja tan estrecha, como la de la pera y la manzana, como
la de la sandía y el melón. (Para saber, sin lugar a dudas, cuándo con dos cosas se ha formado
realmente una pareja, basta con reparar en si, al nombrarlas juntas, se nombran siempre por el
mismo orden: el hecho de que no se oiga nunca *«el limón y la naranja» o bien *«limones y
naranjas», sino siempre —o al menos infinitamente mayor número de veces— «naranjas y
limones», «la naranja y el limón», prueba que nos hallamos ante una verdadera y legítima pareja;
la fijeza del orden de sucesón sería —por hacer, por una vez, y sin que me sirva de precedente, un
chiste a lo Pemán— su certificado de matrimonio. Tal vez los de mi edad recuerden, igualmente,
que nunca se decía *«la castaña y la bellota« sino siempre «la bellota y la castaña».) […] Todo
esto no es más que un divertimento en torno a un hecho cultural o hasta folclórico, y no podrá
servir para apoyar directamente nada que pudiese decirse del alma de Víctor de l’Aveyron, pero sí
que puede alegarse en favor de la posibilidad de que también en el mundo que lo rodeaba la
bellota y la castaña, una vez recolectadas y sacadas de sus bosques, viesen unirse sus destinos,
entrando a formar parte de un único trasiego y de un único trato común, de suerte que no sería
siquiera contar con grados de improbabilidad disparatados pensar que podían habérsele ofrecido
no solo juntas sino hasta revueltas».
Jean Itard (1801), Memoria e informe sobre Víctor de l’Aveyron [Introducción,
notas y trad. Rafael Sánchez Ferlosio], Madrid, Alianza Editorial, pág. 38.

No hay límite de edad para que los hablantes tengan capacidad de


adquirir nuevas unidades léxicas y de reorganizar el orden mental: la
apropiación de una nueva unidad, su aislamiento en el discurso, su
comprensión y su utilización posterior no dependen de los años de los
usuarios. Los subsistemas fonológicos y gramaticales, por el contrario, sí lo
tienen y los hablantes de edad avanzada adquieren con dificultad nuevas
pronunciaciones o utilizan con muchos titubeos construcciones o morfemas
nuevos o fosilizan errores. No ocurre así con las unidades léxicas.
Entender, leer con eficacia, hablar con habilidad, escribir con precisión
son destrezas que dependen en gran medida del almacén que se tenga
organizado de léxico mental y del acceso que se tenga a él. Se mejora y se
amplía, pues, con ejercitaciones metacognitivas que lo tengan en cuenta
sobre el léxico documentado, como las que proponemos para la reflexión en
las actividades de este libro.

2.4. Léxico documentado

Muy pronto, en la cultura generada al entorno del Mediterráneo con la


escritura, se empezó a recoger por escrito el vocabulario encontrado en los
textos sagrados o en los textos fundacionales, como El libro de los muertos
en el antiguo Egipto, la Biblia o los textos homéricos. Algo después se
empezó a reconocer la variación léxica entre dialectos y se documentó en
los primeros estudios filológicos. También se prestó atención a la variación
que se observaba en la realización de la misma unidad entre estratos
sociales diferentes: un ejemplo de referencia es el Appendix Probi (circa
siglos III-IV d.C.), el apéndice de un tratado gramatical en el que se listaron
las formas latinas que se pronunciaban o se escribían incorrectamente o que
se consideraban vulgares.
Esta preocupación ha continuado hasta nuestros días y tenemos recogido
el vocabulario de Cervantes o de Mario Vargas Llosa en La casa verde,
distintas denominaciones para la referencia del mismo objeto físico en los
atlas lingüísticos, o muchas publicaciones, frecuentemente de origen
periodístico, para censurar usos léxicos o proponer soluciones léxicas
acertadas, como El dardo en la palabra de Fernando Lázaro Carreter
(1997), o No es lo mismo ostentoso que ostentóreo de José Antonio Pascual
(2013): textos de carácter prescriptivo que las comunidades lingüísticas
necesitan para no fragmentarse y mantener su cohesión.
Con la novedad de transcribir las lenguas vulgares, fenómeno que
apareció en Europa a finales del siglo XI (Wright 1989), el latín dejó de ser
la única lengua escrita y poco a poco resultó una lengua difícil hasta para
los cultos. En la temprana Edad Media la lengua vulgar comenzó a ser la
lengua de comunicación habitual y el latín se consideraba la lengua notarial,
la del saber y, en general, la de ciertos ambientes alfabetizados, como las
escuelas y los monasterios, con lo que el conocimiento activo de su
vocabulario se fue perdiendo. Esta situación dio pie a que algunos textos de
lectura se ilustraran en los márgenes con aclaraciones, como hoy mismo
hacen los aprendices de cualquier lengua extranjera en sus textos de lectura.
Estas anotaciones aclaratorias son las glosas, que nacen dentro de textos
concretos como simples ayudas.
Un paso decisivo fue la recogida de esas glosas y otras nuevas en
documentos unificados, los glosarios. Posteriormente, los glosarios dieron
origen a los diccionarios modernos, que aportaron lematización precisa y
ordenación alfabética desde la popularización de la imprenta a mediados del
siglo XV. Las palabras se registran en ellos por una de sus formas canónicas,
la primera persona del presente del indicativo o del infinitivo en los verbos,
las formas singulares en los sustantivos, etc., es decir, su lema, su insignia
como unidad léxica documentada que ha pasado ya por un análisis.
En esos momentos también la gramática latina, cultivada en las escuelas
y universidades medievales, aportó un marco teórico para ilustrar la
recogida de voces en los diccionarios: las categorías gramaticales vinieron a
sumarse a las equivalencias semánticas de las que los glosarios se
ocupaban. Empezó a ilustrarse el estudio léxico con el aparato gramatical
que se tenía en aquel momento. El léxico documentado, escrito, muchas
veces con referencias al texto en el que se encontraba, se recogió, se ordenó
alfabéticamente, se explicó semántica y gramaticalmente, tanto en su
morfología como en su sintaxis. El léxico documentado estaba listo para ser
analizado, estudiado.
Toda la reflexión del léxico documentado, en suma, se ha hecho sobre el
léxico encontrado en los textos o el recogido de lo oral y trascrito luego por
lingüistas expertos, a partir del último tercio del siglo XIX, con el desarrollo
de la dialectología y de la sociolingüística, así como con grabaciones
audiovisuales y hoy en bancos de datos. El léxico documentado es
susceptible de ser normalizado por la escuela y las instituciones normativas;
por la sociedad y las relaciones de poder en esa sociedad.
El recogido en los diccionarios, de cualquier tipo que sean, es léxico
documentado. Los conjuntos de léxico documentado se suelen presentar en
orden alfabético; representan siempre un inventario fijo y cerrado; la
información que se incorpora a las unidades es relativamente restringida en
significado y en información gramatical o prosódica; se presenta de forma
aislada; sin datos de frecuencia cerrados, etc. Son las informaciones que
suministran los diccionarios generales monolingües.
Apoyados en la documentación, muchos hablantes, como hemos
comentado en páginas anteriores, suelen decir espontáneamente que esas
palabras existen y que otras, que no encuentran recogidas en diccionarios,
no existen, lo que no deja de ser un acercamiento lingüísticamente ingenuo.

2.5. Recuentos y estadística del léxico

Que la frecuencia en la actualización de las palabras es un parámetro


intuitivo que cualquier hablante reconoce (Bybee 1998) queda comprobado
en todos los intentos de recogida de vocabulario. El tratamiento del léxico
documentado ha ido aumentando a la par que los sistemas de reproducción
escrita han ido progresando técnicamente. Escribir a mano sobre soportes
caros y escasos lleva a seleccionar las unidades que se recogen; el papel y la
imprenta impulsaron la recogida más generosa de unidades en diccionarios;
el volumen de estos diccionarios y su alcance público aumentó con las
linotipias; hoy el almacenaje informático permite disponer fácilmente de
cientos de millones de formas léxicas.
Por tanto, recogida y recuentos de léxico documentado se encuentran en
diccionarios, enciclopedias, concordancias, abecedarios, glosarios,
vocabularios, índices de voces, diccionarios ideológicos, tesoros, bancos de
datos léxicos, etc. Tener un recuento léxico puede representar el cuento de
nunca acabar y en el formato de impresión en papel terminaba con el hecho
de imprimir lo recogido; hoy la informática permite añadir y actualizar las
novedades que se van recogiendo en el mismo formato, y tenerlo al día sin
aparentes cambios en la misma dirección de internet en la que se albergue.
Actualmente lo que se pide como referencia de rigor es declarar el día de la
consulta y no solo el año de impresión, como en los inventarios impresos.
Si los datos han ido aumentando progresivamente, al llegar los
diccionarios, concordancias, índices, etc. a números muy elevados de
unidades, su tratamiento aritmético y clasificatorio se hace difícil; esta
dificultad se intenta salvar con análisis estadístico. La exigencia ha nacido
por las necesidades de enseñanza de lenguas, por acercamiento a las
características lingüísticas generales de las lenguas (Herdan 1964 y 1966),
por los intentos de normalizar las variables que se producen en el léxico y
actualmente por los retos que el procesamiento informático de las lenguas
plantea (traducción automática, control de la información, robotización de
servicios, etc.).
La estadística léxica tiene en cuenta las relaciones que se establecen en
el índice léxico de un corpus. Se trabaja con el total de unidades de un
texto, N (número), que representa su extensión, y con el total de cada
unidad léxica que presenta, V (voz). N/V proporciona la frecuencia media
(f) del vocabulario del corpus. Normalmente N crece más aprisa que V y
cada unidad (V0, V1, V2, V3...Vn) tiene una frecuencia relativa o
normalizada: Vn/N. Una vez obtenidas las frecuencias de cada unidad
léxica se puede establecer un cuadro de distribución de frecuencias.

Así, en el CORPES XXI (consulta julio 2017), la forma índole tiene una frecuencia absoluta de
2846 casos, lo que representa una frecuencia media, normalizada de 10,96 casos por millón de
formas en el estadio del corpus en estos momentos (julio 2017). Según características
establecidas en los datos del corpus, se puede calcular estadísticamente su distribución, que, por
ejemplo es de 152 casos de frecuencia absoluta en la zona chilena, que coincide con los datos de
Chile país, y normalizada de 9,91 por millón entre las formas correspondientes a ese país y esa
zona; entre los años representados en el corpus, se encuentran 1059 casos de índole entre 2001-
2005, con una frecuencia normalizada de 11,62 por millón entre las formas correspondientes a
dichos años; la distribución por tema de índole, dentro del total del corpus da, por ejemplo, en
Ciencia y tecnología, la frecuencia absoluta de 283 casos, lo que representa una frecuencia
normalizada de 10,89 por millón de formas entre las formas de los textos etiquetados como
Ciencia y tecnología; también el CORPES XXI ofrece la distribución por tipo de texto: la de
índole en los blogs es de 39 casos de frecuencia absoluta, lo que representa un 10,49 de
frecuencia normalizada por millón de formas correspondientes a ese tipo de texto.

Estas estadísticas, sobre los datos y los diferentes tipos de informaciones


que el CORPES XXI almacena (zonas geográficas, países, lustros, temas,
tipos de textos), sirven para conocer bien el uso de cada unidad léxica y
poder extraer conclusiones para diferentes estudios. Se puede libre y
fácilmente hacer consultas en la página
<http://web.frl.es/CORPES/org/publico/pages/consulta/entradaCompleja.vi
ew>.
Al extenderse el corpus, al crecer N, crece V; el tipo de relación que se
dé en estos crecimientos caracterizará estilísticamente el tipo de corpus. Las
relaciones que se establecen son principalmente: a) el número de voces con
frecuencia superior a 1, que crece, b) la frecuencia máxima que crece en
una relación constante generalmente, c) el número de una frecuencia
cualquiera que también crece.
Cuando se establece el recuento en varios corpus de extensión similar, el
que presenta un V más alto es, lógicamente, el que tiene el vocabulario más
rico, tiene mayor número de frecuencias, la frecuencia máxima es
generalmente más baja y el número de unidades que presentan frecuencias 1
es mayor que el que presentan frecuencia 2.
Estadísticamente estas generalizaciones tienen su interés porque se
cumplen en el estudio de corpus relativamente ricos en datos. Ello hace
pensar que el léxico puede estructurarse en relaciones complejas todavía
por estudiar. Un primer y muy interesante intento fue el realizado por
Patterson y Urrutibéheity (1975) para el español, en el que se intenta
caracterizar el léxico de la lengua española por estadística de sus
características fonéticas, de sus categorías gramaticales y de su datación
cronológica. El corpus que, sin demasiado rigor, ofrece variación diacrónica
de una unidad a lo largo de los siglos del español escrito es
<http://www.corpusdelespanol.org/>, que Mark Davies mantiene en Estados
Unidos.
Otros parámetros que se utilizan en la estadística son, además de la
frecuencia (absoluta y relativa o normalizada), la dispersión, que tiene en
cuenta la frecuencia en las diferentes partes en que se organice el corpus
estudiado, como se ha ejemplificado con índole en el CORPES XXI; el
rango, ordinal que la unidad ocupa al clasificar las voces por su frecuencia
decreciente; y los cálculos del uso que las voces adquieren en el total del
corpus estudiado, los cuales se obtienen por fórmulas estadísticas.
Una consulta informativa es la de abrir la página de frecuencias del CREA de la RAE en que se
puede encontrar las 1000 formas más frecuentes de ese corpus, las siguientes 5000 y las 10 000
también ofrece el total de formas ordenadas por orden de frecuencia absoluta. La forma que se
encuentra en el rango 5000 es jugó, con una frecuencia absoluta de 2,752 casos y una relativa de
18,03 casos por millón; y la forma que ocupa el rango 6001 es adopción, con 2237 casos de
frecuencia absoluta y una frecuencia normalizada de 14,66 por millón.
Se puede consultar en <http://corpus.rae.es/frec/10000_formas.TXT>.

Lo interesante ha sido y es encontrar las frecuencias altas, voces de uso


esperable, que pueden servir para avanzar sobre seguro en el conocimiento
del vocabulario más usado, y para describir estructuralmente las lenguas. Se
entiende por dispersión la catalogación de una misma voz en diferentes
partes o fuentes establecidas en el corpus. La diferencia entre el coeficiente
de frecuencia y el de dispersión queda marcada en el uso, concepto
calculado atendiendo a estos dos parámetros. Es decir, una voz puede ser
muy frecuente y regular a lo largo de todas las partes que para mejor estudio
se organizan en un corpus (narrativa, ensayo, periodismo, poesía), por lo
que su dispersión es alta; otra voz puede ser muy frecuente en una sola de
las partes reconocidas en el corpus y, sin embargo, no tener frecuencia en
las otras partes, con lo que su dispersión será baja. Un ejemplo lo podemos
encontrar con la voz técnica carburo, que en el CORPES XXI tiene la
siguiente frecuencia: frecuencia absoluta: 93 formas en 63 documentos: con
una frecuencia normalizada de 0,35 casos por millón.
La gran mayoría de enunciados lingüísticos está formada por un número
mayor de voces gramaticales que de voces léxicas. Se estima que las
cincuenta voces de más alta frecuencia en todos los corpus estudiados
representa el 50% de los mismos. Entre las mil voces de más alta frecuencia
se cubre el 85% de las emisiones normales; de ahí el intento de establecer
estas primeras mil o primeras dos mil palabras que orientan en los
aprendizajes de la lengua, la traducción asistida por ordenador, etc.
La aplicación estadística al estudio del léxico se ha hecho principalmente
desde una perspectiva de lingüística aplicada. El rango ha sido utilizado en
los primeros pasos de la estadística léxica para seleccionar vocabulario con
fines didácticos, como el vocabulario de lectura en edades escolares o en el
vocabulario de definición de un diccionario. Visitar las cinco mil formas
más frecuentes en el corpus CREA es un buen observatorio.
Junto a los estudios cuantitativos del vocabulario de grandes corpus
representativos de un estado de lengua con fines de procesamiento de las
lenguas naturales, se ha utilizado la estadística léxica con fines estilísticos o
literarios, estudios conocidos bajo la rúbrica de lexicometría. El cálculo de
la riqueza léxica y de la complejidad del vocabulario de los textos
generalmente se hace en función de la largura de los textos medida en el
número de formas totales. Hoy la lexicometría intenta sobrepasar este único
referente para poder calibrar automáticamente la riqueza de los textos y el
tipo de complejidad que presentan (Torruella y Capsadas 2013).
Los objetivos de la lexicometría son determinar el número, la
distribución, el acrecentamiento de voces con frecuencias bajas de partida,
en una obra impresa, la totalidad de la obra de un autor, de un género o
publicación, de autores, de obras anónimas, de diferentes textos de un
mismo autor, etc., lo que marca la riqueza de vocabulario, el tipo de
discurso, la ideología de algunos fragmentos, rasgos de estilo, etc. (Baayen
2008, Malvern et al. 2004, McCarthy 2005). En estos trabajos el reto está
en establecer un corpus representativo con el que comparar, bien la lengua
coloquial en una zona geográfica, bien la lengua de los medios de
comunicación, bien con la lengua caracterizada como lengua estándar, etc.
En esta circunstancia la composición del corpus ha de ser ponderada
estadísticamente con respecto a unos baremos y representativa de la
«población lingüística», por utilizar el término técnico.
Un estudio ya antiguo, pero que propone una metodología de
caracterización del léxico de una lengua a partir de datos de corpus, como
ya se dijo, es el de Patterson y Urrutibéheity (1975), quienes caracterizan el
léxico expañol a partir de un corpus limitado de principios del siglo XX. Los
cinco mil lemas reconocidos en él son clasificados atendiendo a su
categoría gramatical prototípica, a su número de sílabas, a su esquema
acentual o de intensidad, a su característica de evolución (genealógica)
patrimonial, derivada o de préstamo y a las fechas de su primera
documentación en la lengua. Como la población sobre la que se trabajó era
pequeña y de características netamente cultas, como la categorización
gramatical en el corpus de partida no era muy segura y como los datos
históricos tampoco eran muy fiables en aquellas fechas, teniendo en cuenta
que el cómputo se hacía con fichas perforadas, el estudio no termina de
caracterizar el léxico español, pero es un comienzo para ver algunas
invariables; hoy podría llevarse a cabo con mucha mayor precisión, ya que
los corpus de datos léxicos que se tienen actualmente categorizan y datan
con más rigor cada unidad léxica.

***

Conclusiones: ideas clave

Qué se entiende por el léxico de las lenguas como conjunto de palabras


varía según la perspectiva que adoptemos. Cognitivamente, el léxico está
constituido por todas las unidades léxicas que virtualmente pueden
pertenecer a una lengua, esto es, tanto las unidades ya en uso como las que
los hablantes pueden crear gracias a las posibilidades que ofrece ese
conjunto: es el denominado léxico mental o lexicón. Y, como instrumento
social que es, el léxico de una lengua se concibe también integrado por las
unidades léxicas concretas que emplea un determinado hablante, o un
conjunto de hablantes, o que se encuentra en textos, en un determinado
tiempo y lugar; a este conjunto de palabras concretas, utilizadas,
documentadas, suele dársele la denominación de vocabulario. El
tratamiento cuantitativo del léxico es un enfoque necesario hoy en muchas
de las aplicaciones de la lingüística.
El léxico que usamos, pues, nos define como seres individuales y
sociales al mismo tiempo. La idiosincrasia que otorga el vocabulario que
escogemos se nutre de nuestra experiencia con las palabras, tanto en nuestra
vida interior como en la pública. Así lo ilustran las tres unidades léxicas
favoritas de sendos escritores miembros de la RAE, quienes en una
entrevista de 2017 intercambian sus palabras preferidas, que podrían
interpretarse como todo un compedio de su obra:
Pérez-Reverte. […] Oye, otra pregunta: ¿qué palabra de la lengua española es la que más os
gusta?
Vargas Llosa. ‘Libertad’. Es maravillosa. Es una palabra rica, positiva, a pesar de estar
manoseada, tan mal usada.
Pérez-Reverte. La mía es ‘ultramarinos’. Lo tiene todo. Tiene latín, tiene historia, tiene mar,
tiene América, tiene hasta aroma; huele a las tiendas de ultramarinos. Es una novela de palabra.
Me encanta.
Marías. La mía es una palabra muy literaria. ‘Remembranza’, que es una palabra preciosa.
Pérez-Reverte. Hermosísima. Y te va mucho. Las tres que hemos dicho corresponden a nuestra
literatura.
Vargas Llosa. Bonita pregunta, sí.
[…]
«Somos los últimos pistoleros», por Fernando Goitia, en XL Semanal, 21 de mayo
de 2017, <http://www.xlsemanal.com/personajes/20170521/perez-reverte-vargas-
llosa-javier-marias-los-ultimos-pistoleros.html>

Obras consultadas: para saber más

Sobre léxico mental:

AITCHISON, Jean (1987), Words in the Mind: an Introduction to the


Mental Lexicon, Oxford, Basil Blackwell, 20033ª.
EVENS, Martha W. (ed.) (1988), «Introduction», en Martha W. Evens,
Relational models of the lexicon, Representing knowledge in semantic
networks, Cambridge, Cambridge University Press, págs 1-37.
FORTESCUE, Michael D. (2009), A Neural network model of lexical
organization, Londres, Continuum.

Sobre léxico documentado:

BATTANER, Paz (2005), «Frecuencias y uso en el vocabulario», en Sergi


Torner y Paz Battaner (eds.), El corpus PAAU 1992. Estudios
descriptivos, textos y vocabulario, Barcelona, Instituto Universitario
de Lingüística Aplicada, incluye cederrón, págs. 69-86.
HALLIDAY, M. A. K. [et al.] (2004), Lexicology and corpus linguistics:
an introduction, Londres, Nueva York, Continuum.
KILGARRIFF, Adam, Pavel RYCHLÝ, Pavel SMRZ y David TUGWELL
(2004), «The Sketch Engine», EURALEX 2004 Proceedings, págs.
105-115.
MULLER, Charles (19932), Principes et méthodes de statistique lexicale,
París, H. Champion.
MULLER, Charles (19932), Initiation aux méthodes de la statistique
linguistique, París, H. Champion.
PUSTEJOVSKY, James y Branimir BOGURAEV (1993), «Lexical knowledge
representation and natural language processing», reproducido en
Patrick HANKS (ed.) (2008), Lexicology, Londres, Routledge, vol. VI,
págs. 361-391.
SINCLAIR, John (1966), «Beginning the study of lexis», en C. BAZELL, J.
CATFORD, M. HALLIDAY y R. ROBINS (eds.), In memory of J.R. Firth,
Londres, Longman, págs. 410-430.
TORNER, Sergi y Elisenda BERNAL (eds.) (2017), Collocations and Other
Lexical Combinations in Spanish, Theoretical, Lexicographical and
Applied Perspectives, Londres, Routledge.
ZIPF, George K. (1965), The Psycho-Biology of Language: An
Introduction to Dynamic Philology, Cambridge (Mass.), The MIT
Press [1.ª ed. en 1935 en Houghton Mifflin].
ACTIVIDADES PARA LA REFLEXIÓN DEL CAPÍTULO 2

I) Interpretaciones de un texto

Los siguientes fragmentos del libro Primavera con una esquina rota, de
Mario Benedetti (1982), muestran las relaciones entre palabras que una niña
ha establecido en su léxico mental según las vivencias personales que ha
podido experimentar dada su edad. Reflexione sobre de qué tipo son estas
relaciones y caracterice el vocabulario de este personaje infantil. Plantee,
además, cómo puede considerarse la información del léxico mental frente al
léxico documentado y explicado en un diccionario.

BEATRIZ (Las estaciones)


«Las estaciones son por lo menos invierno, primavera y verano. El invierno es famoso por las
bufandas y la nieve. Cuando los viejecitos y las viejecitas tiemblan en invierno se dice que tiritan.
Yo no tirito porque soy niña y no viejecita y además porque me siento cerca de la estufa. En el
invierno de los libros y las películas hay trineos, pero aquí no. Aquí tampoco hay nieve. Qué
aburrido es el invierno aquí. Sin embargo, hay un viento grandioso que se siente sobre todo en las
orejas. Mi abuelo Rafael dice a veces que se va a retirar a sus cuarteles de invierno. Yo no sé por
qué no se retira a cuarteles de verano. Tengo la impresión de que en los otros va a tiritar porque es
bastante anciano. Jamás hay que decir viejo sino anciano. Un niño de mi clase dice que su abuela
es una vieja de mierda. Yo le enseñé que en todo caso debe decir anciana de mierda.
Otra estación importante es la primavera. A mi mamá no le gusta la primavera porque fue en
esa estación que aprehendieron a mi papá. Aprendieron sin hache es como ir a la escuela. Pero
con hache es como ir a la policía. A mi papá lo aprehendieron con hache y como era primavera
estaba con un pulóver verde. En la primavera también pasan cosas lindas como cuando mi amigo
Arnoldo me presta el monopatín. Él también me lo prestaría en invierno pero Graciela no me deja
porque dice que soy propensa y me voy a resfriar. En mi clase no hay ningún otro propenso.
Graciela es mi mami. Otra cosa buenísima que tiene la primavera son las flores.
El verano es la campeona de las estaciones porque hay sol y sin embargo no hay clases. En el
verano las únicas que tiritan son las estrellas. En el verano todos los seres humanos sudan. El
sudor es una cosa más bien húmeda. Cuando una suda en invierno es que tiene por ejemplo
bronquitis. En el verano a mí me suda la frente. En el verano los prófugos van a la playa porque
en traje de baño nadie los reconoce. En la playa yo no tengo miedo de los prófugos pero sí de los
perros y de las olas. Mi amiga Teresita no tenía miedo de las olas, era muy valiente y una vez casi
se ahogó. Un señor no tuvo más remedio que salvarla y ahora ella también tiene miedo de las olas
pero todavía no tiene miedo de los perros.
Graciela, es decir mi mami, porfía y porfía que hay una cuarta estación llamada el otoño. Yo le
digo que puede ser pero nunca la he visto. Graciela dice que en el otoño hay gran abundancia de
hojas secas. Siempre es bueno que haya gran abundancia de algo aunque sea en el otoño. El otoño
es la más misteriosa de las estaciones porque no hace ni frío ni calor y entonces uno no sabe qué
ropa ponerse. Debe ser por eso que yo nunca sé cuándo estoy en el otoño. Si no hace frío pienso
que es verano y si no hace calor pienso que es invierno. Y resulta que era el otoño. Yo tengo ropa
para invierno, verano y primavera, pero me parece que no me va a servir para el otoño. Donde
está mi papá llegó justo ahora el otoño y él me escribió que está muy contento porque las hojas
secas pasan entre los barrotes y él se imagina que son cartitas mías».
Mario Benedetti (1982), Primavera con una esquina rota, Barcelona,
RBA Editores, 1993, págs. 23-25.

BEATRIZ (Los aeropuertos)


«El aeropuerto es un lugar al que llegan muchos taxis y a veces está lleno de extranjeros y
revistas. En los aeropuertos hace tanto frío que siempre instalan una farmacia para vender
remedios a las personas propensas. Yo soy propensa desde chiquita. En los aeropuertos la gente
bosteza casi tanto como en las escuelas. En los aeropuertos las valijas siempre pesan veinte kilos
así que podrían ahorrarse las balanzas. En los aeropuertos no hay cucarachas. En mi casa sí hay
porque no es aeropuerto. A los jugadores de fútbol y a los presidentes siempre los fotografían en
los aeropuertos y salen muy peinados, pero a los toreros casi nunca y mucho menos a los toros.
Será porque a los toros les gusta viajar en ferrocarril. A mí también me gusta muchísimo. Las
personas que llegan a los aeropuertos son muy abrazadoras. Cuando una se lava las manos en los
aeropuertos quedan bastante más limpias pero arrugaditas. Yo tengo una amiguita que roba papel
higiénico en los aeropuertos porque dice que es más suave. Las aduanas y los carritos para
equipaje son las cosas más bellas que tiene el aeropuerto. En la aduana hay que abrir la valija y
cerrar la boca. Las azafatas caminan juntas para no perderse. Las azafatas son muchísimo más
lindas que las maestras. Los esposos de las azafatas se llaman pilotos. Cuando un pasajero llega
tarde al aeropuerto, hay un policía que agarra el pasaporte y le pone un sello que dice Este niño
llegó tarde. Entre las cosas que a veces llegan al aeropuerto está por ejemplo mi papá. Los
pasajeros que llegan siempre les traen regalos a sus hijitas queridas pero mi papá que llegará
mañana no me traerá ningún regalo porque estuvo preso político cinco años y yo soy muy
comprensiva. Nosotros frecuentamos los aeropuertos sobre todo cuando viene mi papá. Cuando el
aeropuerto está de huelga, es mucho más fácil conseguir taxi para el aeropuerto. Hay algunos
aeropuertos que además de taxis tienen aviones. Cuando los taxis hacen huelga los aviones no
pueden aterrizar. Los taxis son la parte más importante del aeropuerto».
Mario Benedetti (1982), Primavera con una esquina rota, Barcelona,
RBA Editores, 1993, págs. 207-208.

II) Ejercicios sobre manifestaciones del léxico mental y del léxico


documentado

Considérense algunas cuestiones que surgen ante el vocabulario entre los


hablantes de lengua española:
Me han dicho que has dicho un dicho.
Un dicho que he dicho yo.
Ese dicho que tú has dicho
que he dicho que he dicho yo,
no lo he dicho, pero si lo hubiera dicho
estaría muy bien dicho
por haberlo dicho yo.

a) En un juego como este ¿la voz dicho es una, dos o más palabras
diferentes?

Los hablantes no se plantean espontáneamente estas cuestiones. Solo lo


hacen cuando provocan un malentendido, un chiste, una equivocación. El
léxico mental se tiene memorizado sin que exija trabajo. El estudio del
léxico documentado, sin embargo, entró muy pronto a distinguir este tipo
de fenómenos y de diferencias, y a su clasificación.

b) ¿Cómo está pues memorizada la voz dicho en la mente de un hablante


que conoce el castellano?

Muy posiblemente como un sustantivo. Un hablante ante una pregunta


así podría responder: «¿Un dicho? Un dicho es una frase llamativa, que se
recuerda, que puede ser conocida por muchos, como un refrán». Raramente
un hablante reconocería esa voz como una forma verbal de decir. Sin
embargo, posiblemente esta última sería la respuesta esperada en una clase
de lengua.

c) ¿Qué diferencias se establecen espontáneamente entre palabras


relacionadas semánticamente como hijo/padre, dar/tomar?; ¿Qué
semejanzas ponen en relación semántica y formalmente unidades léxicas
como padre, pariente, parentesco, emparentar?

Sin ninguna reflexión lingüística consciente, todo hablante sabe


encontrar las diferencias y las semejanzas que relacionan las voces de estos
ejemplos. Con reflexión lingüística se advierten relaciones semánticas y
morfológicas en la serie de pariente y de relación recíproca entre
hijo/padre, dar/tomar.
d) ¿Qué rasgos establece un hablante entre unidades léxicas iguales
formalmente, como seguro1 (adjetivo de la cualidad y mantenimiento de
firmeza sin alteraciones: Su decisión es segura), seguro2 (sustantivo,
mecanismo de seguridad: Pasó el seguro de la puerta para estar tranquilo),
seguro3 (sustantivo, contrato comercial: Nos ha hecho un seguro de vida la
misma compañía con la que tenemos el seguro del coche), seguro4
(sustantivo poco usado hoy ‘lugar de refugio’: «¡Oh campo, oh monte, oh
río! ¡oh secreto seguro deleitoso! roto casi el navío, a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestüoso», versos de Fray Luis de León)?

La atención por el contexto en el que aparecen o pueden aparecer


(marcos, esferas, campos léxios) da pistas o indicios de los rasgos
semánticos que tienen cada uno de sus usos y que sirven para
especializarlos. Espontáneamente y sin ninguna reflexión en la mayoría de
las veces, los hablantes colocan acertadamente las palabras en sus
correspondientes marcos temáticos porque atienden al significado global
de los enunciados.

e) Los hablantes reconocen elementos que presentan rasgos de forma y


de significado coincidentes entre diferentes unidades léxicas: ¿Cubr- se
reconoce y se descodifica en cubr-ir; re-cubr-ir; cubre-cama; cubre-
cabeza; cubre-cadena; cubre-corsé; cubre-costura; cubre-fuego; cubre-
mantel, etc.?

La analogía, el descubrimiento de coincidencias formales y semánticas,


es una operación mental habitual, que pocas veces induce a error y
frecuentemente facilita la descodificación y también deja comprender
propuestas hipotéticas en la producción.

f) En los diccionarios estos vínculos y estas diferencias morfológicas y


semánticas que los hablantes agrupan y distinguen intuitivamente con un
grado muy alto de acierto, no quedan relacionadas. En un diccionario como
el DLE cubrir presenta 21 acepciones; en lectura lineal del diccionario en
formato libro se encuentran cubrecama, cubrecadena, cubrecostura,
cubrefuego y cubremantel antes que la voz tenida por central de esta serie,
cubrir; recubrir se encuentra en otra parte muy alejada del mismo
diccionario, a muchas páginas de distancia donde se puede consultar cubrir.
Ejemplo de la diferencia de ordenación entre el léxico mental y el léxico
recogido y ordenado alfabéticamente en un diccionario impreso.

Los diccionarios muestran las voces con un orden muy diferente con el
que el hablante las tiene memorizadas y por el que hace uso de ellas. Los
hablantes, sin embargo, localizan estas relaciones mentalmente con gran
facilidad y en la mayoría de las veces con coincidencia.

g) ¿Por qué algunas palabras quedan fijadas a otras de manera bastante


sólida en algunas expresiones pluriverbales que además son reconocidas así
por la comunidad lingüística? Ante un paisaje montañoso llamarlo marco
incomparable; ante el cielo estrellado: cielo tachonado de estrellas; para
cerrar un tema del que se viene hablando: sin solución de continuidad; para
expresar que se produjo sensación de peligro: sonaron todas las alarmas,
etc. son clichés que los hablantes con gusto cultivado rehúyen.

Parece que se reconocen mentalmente como una unidad y que esta sea
la razón por la que se retienen conjuntamente; se reconoce una unidad lista
para ser usada ante algunas situaciones de comunicación. Es una
manifestación de la memorización del léxico en bloques dispuestos para ser
usados.

h) ¿Cómo pueden memorizarse tantas unidades como cualquier hablante


sabe utilizar y más aún reconocer, entender y aplicar en el momento
adecuado? ¿Cómo se tienen dispuestas en las mentes tantas voces y de tal
variedad de formas que los lingüistas tienen grandes dificultades para
explicarlas? Ejemplos de palabras poco habituales son pelafustán, descoco,
escabeche, encocorar, a la pata la llana, guasear, carlistón, polaco,
polaquería, demonches, demontres, demonios, alicaídos, carituerto, etc.,
que muchos hablantes conocen bien.

La información que sobre el léxico de su propia lengua tienen los


hablantes es hoy por hoy incalculable. Los hablantes, además de ver
relaciones entre algunas unidades léxicas, tienen una capacidad de
memorización tan alta que puede compararse con el número de sinapsis
que las neuronas pueden hacer en un cerebro humano sano.

Los lapsus linguae de los hablantes manifiestan ordenamientos mentales


poco afortunados. Una persona que se llamaba Lola Cañizal fue presentada
una vez como Lola Pedregal; la coincidencia semántica entre la dueña de un
perro, Blanca, y su perrita, Clara, generaba múltiples confusiones cuando
los amigos se referían a ellas; más grave parece el de una persona que por
decir que coleccionaba una enciclopedia por fascículos dijo que lo hacía por
testículos. Lapsus linguae estos últimos que señalan cómo los hablantes
tienen ordenadas, bien o con deficiencias, las unidades léxicas en su mente.
Ante manifestaciones tan habituales de manejo del vocabulario mental
como las aquí recordadas, se puede concluir que en el léxico de las lenguas,
tanto considerado léxico mental como léxico documentado, coexisten dos
tendencias, una hacia la estructuración de las unidades bajo ciertas
regularidades o analogías y otra, contraria, conocida como idiosincrasia,
irregularidad o anomalía. Muy posiblemente el cerebro funciona de las dos
maneras: una, regularizando, simplificando, descubriendo analogías; otra,
reteniendo, memorizando muchas unidades y gestionando relativamente
bien lo anómalo. Los diccionarios monolingües ofrecen a) facilidades de
comprensión en los diccionarios semasiológicos o de significado, y b)
facilidades de expresión con los diccionarios onomasiológicos o thesaurus.
El Diccionario de uso del español de María Moliner se planteó unir estas
dos direcciones del léxico mental en un diccionario que describe el léxico
documentado desde las dos perspectivas, semasiológica y onomasiológica.
Algo de las dos tendencias se encuentra en la competencia de los
hablantes, si enfocamos el léxico mental; o en las orientaciones y
predilecciones de los filólogos y lingüistas, si enfocamos el tratamiento
dado al léxico documentado.

5 Se respeta la ortografía particular de Juan Ramón Jiménez.


CAPÍTULO 3

Riqueza y dinámica del vocabulario

Como se ha planteado en el capítulo anterior, las características del léxico solo se pueden describir con
fenómenos observados en el vocabulario de las lenguas. A partir del vocabulario de la lengua española se expone
ahora la dinámica y variedad del léxico en sus manifestaciones documentadas por diferentes temáticas, por
cambios temporales históricos, por variedades geográficas, por apertura a influencias de otras lenguas.
Al lector se le proponen en este capítulo casos en su propia lengua y obtendrá una visión no purista del léxico,
como conjunto abierto en que la variedad y la continuidad son características consustanciales supeditadas a las
necesidades de la comunidad hablante, observada esta en las transformaciones que sufre en la historia.
Sumario
3.1. Léxico común y léxico especializado
3.2. Voces patrimoniales, voces cultas y préstamos
3.3. Onomástica: antropónimos, topónimos y gentilicios
3.4. Variación diacrónica y etimología
3.5. Neologismos y arcaísmos
3.6. Variación geográfica

El personaje Appenzzell figura en la novela de Perec La vida, instrucciones de uso como un etnógrafo de la escuela del antropólogo Malinowski que
estudia, en el interior de las selvas de Malasia, una pequeña comunidad kubu, los orang-kubus, separada del tronco importante del pueblo kubu:
«Su principal observación, como se la describe brevemente a Malinowski, confirma que los orang-kubus son efectivamente los descendientes de
una civilización avanzada que, expulsada de su territorio, debió de adentrarse en las selvas del interior, donde padeció una regresión. Así, no sabiendo
ya trabajar los metales, tenían lanzas con puntas de hierro y llevaban anillos de plata. En cuanto a su lengua, era muy parecida a las del litoral y
Appenzzell no tuvo grandes dificultades en entenderla. Lo que le llamó particularmente la atención fue que usaban un vocabulario extremadamente
reducido, que no pasaba de unas cuantas decenas de palabras, y se preguntó si, a semejanza de los papúes, no empobrecían voluntariamente su
vocabulario cada vez que había una muerte en el poblado. Una de las consecuencias de este hecho era que una misma palabra designaba una cantidad
cada vez mayor de objetos. Así pekee, la palabra malaya que designa la caza, quería decir indistintamente ‘cazar’, ‘andar’, ‘llevar’, ‘la lanza’, ‘la
gacela’, ‘el antílope’, ‘el cerdo negro’, ‘el my’am’, una especie de condimento muy fuerte usado copiosamente en la preparación de los alimentos
cárnicos, ‘la selva’, ‘el día siguiente’, ‘el alba’, etc. Del mismo modo sinuya, vocablo que Appenzzell relacionó con las voces malayas usi, el plátano,
y nuya, el coco, significaba ‘comida’, ‘ropa’, ‘calabaza’, ‘espátula’, ‘estera’, ‘tarde’, ‘casa’, ‘tarro’, ‘fuego’, ‘sílex’ (los kubus encendían el fuego
frotando dos trozos de sílex), ‘fíbula’, ‘peine’, ‘cabellos’, ‘hojah’ (tinte para el cabello fabricado a base de leche de coco mezclada con distintos tipos
de tierras y plantas), etc. Si, de todas las características de la vida de los kubus, las más conocidas son estos rasgos lingüísticos, es porque Appenzzell
los describió detalladamente en una larga carta al filólogo sueco Hambo Taskerson, a quien había conocido en Viena y que trabajaba entonces en
Copenhague con Hjelmslev y Bröndal. Observa, de pasada, que tales características podrían aplicarse perfectamente a un carpintero occidental que,
usando herramientas con nombres muy precisos —gramil, acanalador, bocel, garlopa, garlopín, escoplo, guillame, etc.—, se las pidiera a su
aprendiz diciéndole sencillamente: “Dame el trasto ese”».
Georges Perec (1978), La vida, instrucciones de uso, Barcelona, Anagrama, 1988 [trad. de Josep Escuer], págs. 139-140.
Este fragmento de la novela de Georges Perec trata irónicamente de la pérdida de vocabulario por una civilización que es considerada primitiva y
que, sin embargo, podría «aplicarse perfectamente» tanto al caso de un carpintero como al de tantos hablantes de comunidades desarrolladas que
descuidan la riqueza de vocabulario en sus expresiones. Toda la novela de Perec es un alarde de utilización muy precisa del léxico empleado, como se
recuerda ejemplificando en este fragmento con las herramientas de los carpinteros: gramil, acanalador, bocel, garlopa, garlopín, escoplo, guillame.

Las unidades léxicas de las lenguas son muchas. Los diccionarios y los hablantes cuidadosos dan muestra de
ello. Como apuntamos en páginas anteriores, no se puede determinar nunca el número de ellas que está
almacenado en el léxico mental ni tampoco el número total de ellas que se puede recoger del léxico documentado.
El reto que supone el léxico en lingüística es la determinación de su conjunto, no su completa y exhaustiva
recogida. Hay un aspecto del léxico que explica esta imposibilidad: el léxico es un conjunto abierto, no tiene
límites, no tiene ni principio ni fin.
Todo hablante puede adquirir una nueva unidad léxica en cualquier momento y olvidar alguna otra o tener
dificultad en recordarla. Del fenómeno del olvido es más difícil tener consciencia; solo se reconoce el olvido
cuando una palabra se necesita y no viene «a la punta de la lengua».

«[…] aquella visita posiblemente frustrada la intentaba Beatriz cada conticinio, como los romanos llamaban a la hora en que todo queda quieto y
callado, ya no la hay en nuestras ciudades nocturnas, quizá por eso ha perecido la palabra o languidece en los diccionarios».
Javier Marías (2014), Así empieza lo malo, Madrid, Alfaguara, pág. 82.
Toda recopilación de léxico documentado que pretenda ser exhaustiva responde al momento en que se hace y
tiene límites precisos; por ejemplo, el vocabulario de una obra literaria. Y es que en una comunidad lingüística se
crean nuevas palabras siempre que se necesitan o que se acierta en una nueva formulación de una vivencia que
hasta ese momento no había sido lexicalizada y su frecuencia es un dato que incide en la competencia de los
hablantes (Bybee 1998: 8-19). Por ello, la recogida de vocabulario de un grupo de hablantes, una clase social, una
generación, una población de una comarca, etc., es siempre aproximada; no se puede tener certeza de que lo
recogido sean todas las unidades conocidas. Solo puede ser exhaustivo el vocabulario limitado a un texto escrito o
a un texto oral grabado, es decir, fijado y limitado (§2).
Los diccionarios de las lenguas muestran esta característica dinámica del léxico. Hay diccionarios para la
escuela primaria de unas 12 000 entradas; otros, para personas adolescentes o adultas que ofrecen 30 000 o 50 000
entradas. Ahora el Diccionario de la lengua española (DLE) ofrece unas 95 000; pero el Oxford English
Dictionary (OED) sobrepasa las 500 000 y no es porque el inglés tenga más palabras que el español, sino porque la
tradición lexicográfica anglosajona es menos estricta en la recogida de voces en sus diccionarios y recoge
extranjerismos, siglas, abreviaturas, etc. de la lengua inglesa y de muchas otras lenguas.
En resumen, el léxico es un conjunto abierto (de unidades léxicas) que depende de otro conjunto abierto (de
hablantes) en otro conjunto abierto (todas las situaciones humanas reales y posibles). Ante esta dificultad
cuantitativa, hoy se trata el léxico estadísticamente en corpus lingüísticos informatizados (cfr. §1.3.3). Los corpus
lingüísticos informatizados de hoy, formados por cientos de millones de formas léxicas, permiten tratar el léxico
cuantitativamente de manera más segura que antes de la informática.
En los estudios estadísticos sobre el léxico se tienen en cuenta las palabras como forma o token (cfr. §1.2):
caminas, caminé y caminaréis son tres formas diferentes; y también por el lema con que esas formas relacionadas
morfológicamente se identifican, el type: caminar. Exactamente igual al método de búsqueda en un diccionario.
Para ello naturalmente las unidades tienen que estar lematizadas y etiquetadas morfológicamente en el corpus que
tenga programas de consulta.
La página <http://corpus.rae.es/lfrecuencias.html> ofrece una estadística de formas según la frecuencia en el
corpus CREA; las 1000, 5000 y 10000 voces más frecuentes en ese corpus y, finalmente, la lista total. La página
<http://web.frl.es/CORPES/view/inicioExterno.view> ofrece la estadística de cada lema y de algunas de sus
coapariciones según el uso que refleja el corpus CORPES XXI.
En la estadística léxica se tiene en cuenta, en primer lugar, la frecuencia absoluta, número de casos totales con
que una forma o un lema se encuentran en un corpus cerrado, y por la que que se puede saber su frecuencia
relativa poniéndola en relación con el número total de formas o de lemas del corpus (cfr. §2.5); por ejemplo, el
CREA de la RAE cuenta con 126 millones de formas, procedentes de textos escritos o producidos entre 1975 y
2000. En este corpus el lema premiar cuenta con una frecuencia absoluta de 1701 casos; de los que se puede
extraer una frecuencia relativa normalizada de casos por millón de lemas, como 12,79 y también según países y
según lustros y según tema de los documentos en los que se encuentran, lo que se conoce como dispersión; la
dispersión es la distribución con que esa forma o ese lema aparece en las diferentes partes en que ese corpus está
organizado. De esta manera, el cálculo de uso, siempre en el mismo corpus, se establece entre la frecuencia
absoluta y el coeficiente de dispersión en que la forma o el lema aparezcan.
El léxico ofrece una dinámica interna que es necesario tener en cuenta, pues es un conjunto en continuo
movimiento y en constante variación. Conviene tener siempre presente que palabra o palabras equivale muchas
veces a enunciados, a discursos, lo que equivale también a predicación, a acción. Solo muy artificialmente —el
artificio que necesita toda teoría— las palabras se conciben aisladas, sin acción como aparecen en los diccionarios
que no presentan ejemplos. Entender palabra como sinónimo de ‘hablar’ es algo consustancial a la competencia
lingüística. Las siguientes reflexiones del escritor Javier Marías ponen de manifiesto la dinámica léxica que se
confunde ineludiblemente con el discurso:

«Nada se entrega tanto ni tan cabalmente como las palabras. Uno las pronuncia y al instante se desprende de ellas y las deja en posesión, o mejor
dicho en usufructo, de quien se las ha escuchado. Ese puede suscribirlas, para empezar, lo cual ya no es grato porque en cierto sentido se las adueña:
o rebatirlas, que no lo es tampoco; pero sobre todo puede transmitirlas a su vez ilimitadamente, citando la fuente o haciéndolas suyas, según le
convenga, según su decencia o según quiera perdernos o delatarnos, depende de las circunstancias; y no solo eso, también puede adornarlas,
mejorarlas o empeorarlas, tergiversarlas, sesgarlas, sacarlas de contexto, cambiarlas de tono, desplazarles el énfasis y así darles un sentido distinto y
hasta fácilmente contrario del que tuvieron en nuestros labios o cuando las concebimos. Y por supuesto repetirlas con absoluta exactitud, verbatim».
Javier Marías (2002), Tu rostro mañana. I Fiebre y lanza, Madrid,
Alfaguara, págs. 439-440.

Por ello, para intentar caracterizar el léxico se parte de considerar la composición del núcleo de vocabulario
común en el conjunto léxico de una lengua, y se observa fácilmente cómo ese núcleo se amplía en torno a ciertos
temas con diverso grado de especialización (§3.1). Se advierten las diversas direcciones que toma al adoptar
distinta morfología según su origen (patrimonial o culto) (§3.2), al tratar diferentemente algunos sustantivos y
adjetivos (§3.3), al incidir el factor tiempo (§3.4), al crear nuevas voces a partir de elementos que ya están en él y
al revitalizar palabras usadas en épocas lejanas (§3.5), al ofrecer variación según las diferentes zonas geográficas
de las lenguas (§3.6). Es decir, mostrando la variedad y la variación que el léxico presenta, lo que
ejemplificaremos con casos de la lengua española para reflexionar más fácilmente.

3.1. Léxico común y léxico especializado

Si, como se ha dicho, el número de unidades léxicas de las lenguas de cultura es muy alto, tanto el del léxico
mental de los hablantes como el del léxico documentado a lo largo de la historia, se comprende que determinar
cuál es el léxico nuclear es un asunto que preocupa a la educación, a la composición de diccionarios, al
procesamiento de las lenguas por ordenador.
Los hablantes tienen una noción general intuitiva de las voces que son más corrientes, más usuales, y son
conscientes de que están adquiriendo nuevas unidades continuamente. Aunque los recuentos matemáticos y
estadísticos de palabras ayudan, difícilmente se puede establecer una versión de ‘lectura fácil’ de una novela sin
tener que recurrir a palabras menos usuales en algún momento, pues esas palabras quizá sean fundamentales para
la marcha de la narración. Pensemos en el cuento tradicional de La bella durmiente y el huso de la rueca con el
que la princesa se pincha. Hoy, en general, no se tiene conocimiento de lo que es un huso para hilar, pues no se
hila en las casas como era habitual hace siglos. Introducir palabras menos usuales en lecturas infantiles ayuda a
ampliar el vocabulario y no se deben, pues, descartar, ya que facilita ir adquiriendo vocabulario en contexto.
Se puede determinar estadísticamente el vocabulario de uso habitual en una comunidad lingüística, en sus
aspectos sociales más generales y menos marcados en un periodo de tiempo acotado. Se pueden determinar
aproximadamente por estadística las 10 000 o 30 000 palabras más usuales, el léxico común.
Ciertamente hay hablantes con un bagaje léxico más amplio que otros, pero hay que tener en cuenta que los
usuarios de una lengua están en disposición de adquirir vocabulario a lo largo de toda su vida, con lo que no se
producen graves faltas de comunicación por desconocer alguna palabra; por el contrario, nuevas realizaciones
fonéticas sí que son difíciles de adquirir y, quizá, algunas construcciones sintácticas, las cuales son muy activas en
edades tempranas de los hablantes, como se viene diciendo.

En la lectura de un pasaje de Primera memoria (1959), de Ana Mª Matute, a una niña de seis años salía la expresión prima hermana, que la pequeña
no conocía ni identificaba con el simple prima. Cuando se le pidió que contara lo que había oído, la niña repetía siempre prima hermana para el
personaje así presentado. Cuando aparece una unidad nueva, el hablante la repite o intenta repetirla, dejando para después el ir completándola e
integrándola. De esta manera se amplía normalmente el vocabulario recibido oralmente.

Junto a este léxico común teórico, y sin ninguna separación tajante de él, se reconoce el léxico especializado, el
que no es común a todos los hablantes de una lengua. Su uso se limita a ciertos círculos profesionales, a ciertos
ambientes sociales, a ciertas técnicas industriales o de ocio. Un artículo de química analítica, un informe médico,
una sentencia judicial están redactados con vocabulario del léxico común y con términos especializados,
principalmente sustantivos. La comunicación entre ciertos maleantes, o el vocabulario que la policía utiliza en sus
comunicaciones sobre ellos, son muestra de léxico de ambientes sociales marginados; la jerga de los quinquis es un
buen ejemplo. También los técnicos de una fábrica de componentes informáticos, las personas que se dedican a
algún tipo de artesanía, las aficionadas a los toros o a las carreras de caballos, o al fútbol, utilizan un vocabulario
que no comparten quienes no están dentro de esos ambientes o no los frecuentan.
En algunas disciplinas que requieren años de estudio abundan las voces compuestas formadas por componentes
grecolatinos: filo-, -logía, demo-, sin-, crono-; en agricultura y en el cultivo de plantas se encuentran arabismos,
préstamos que entraron en la Edad Media, cuando las huertas, almunias, se regaban con tecnología traída de
oriente y se producían alcachofas, alcauciles, algodón, aceitunas, berenjenas y se construían aljibes, albercas,
alcorques para retener el agua, todos préstamos del árabe. Hoy los préstamos en el léxico especializado provienen
en general del inglés.

En el vocabulario especializado es conveniente calibrar el grado de especialización que tiene cada palabra; esta gradación especializada se puede
analizar en el siguiente texto de un informe médico sobre un cerebro afectado de demencia:
«Se observa inmuno reactividad intensa por amiloide BA4, en forma de abundantes placas difusas y maduras junto a depósitos subpiales
distribuidas por todo el encéfalo y que afectan al neocórtex frontal, temporal y occipital; así como el cíngulo, la amígdala, el córtex entorrinal, el
córtex transentorrinal, el giro temporo-occipital, los núcleos estriados y del tálamo».
No tienen el mismo grado de especialización hoy muchas de las unidades que figuran en este fragmento. Hay adjetivos de un grado muy marcado de
especialización y solo usados por expertos en medicina neurológica, como subpiales, entorrinal, transentorrinal; hay otros términos que se
encuentran en publicaciones divulgativas, como amiloide, neocórtex, amígdala, córtex; algunas palabras se están convirtiendo en comunes debido a
la familiarización de la medicina de hoy, como inmuno o placas; se encuentran también términos utilizados en la anatomía del cerebro humano
estudiada en la enseñanza secundaria, como encéfalo, frontal, temporal y occipital, amígdala, tálamo; y finalmente la redacción va cohesionada con
vocabulario totalmente común: observa, intensa, abundantes, depósitos, distribuidas, afectan y nexos gramaticales, junto a y otras preposiciones, así
como y otras conjunciones.

Por su parte, la incorporación de préstamos es habitual en disciplinas o profesiones nuevas, que se desarrollan
principalmente en inglés. Se pueden buscar extranjerismos ingleses en publicaciones de economía financiera y de
banca, a raíz de las crisis financieras y bancarias de los últimos años, que se iniciaron en los EE.UU.

También pertenecen al léxico especializado voces comunes que toman un nuevo significado en ciertos ambientes. En el fragmento de informe médico
con el que se ejemplificaba el vocabulario de especialidad, podría ser tálamo la voz común que adquiere una acepción nueva específica, que en los
diccionarios viene indicada con una marca diatécnica, por ejemplo, Anat. (Anatomía), y en otro uso Bot. (Botánica):
tálamo (Del lat. thalămus, y este del gr. θάλαμος).
1. m. Lugar preeminente donde los novios celebraban sus bodas y recibían los parabienes. || 2. m. Cama de los desposados y lecho conyugal. || 3. m.
Bot. Extremo ensanchado del pedúnculo donde se asientan las flores. || ~ óptico. 1. m. Anat. Conjunto de núcleos voluminosos, de tejido nervioso,
situados a ambos lados de la línea media, en los hemisferios cerebrales, por encima del hipotálamo. Se enlazan con casi todas las regiones del
encéfalo e intervienen en la regulación de la sensibilidad y de la actividad de los sentidos.
Sin embargo, el uso especializado de cíngulo, como término de la anatomía del cerebro humano, no viene recogido en el DLE:
cíngulo (Del lat. cingŭlum, de cingĕre, ceñir).
1. m. Cordón o cinta de seda o de lino, con una borla en cada extremo, que sirve para ceñirse el sacerdote el alba. || 2. m. Cordón que usaban por
insignia los soldados.

Las diferencias encontradas en la distinta atención puesta en el diccionario sobre los usos especializados de
estas dos palabras es un problema difícil de solucionar en la enseñanza y en la lexicografía. ¿Hasta qué punto un
diccionario general tiene que recoger términos y usos especializados? En la respuesta a esta pregunta pueden
intervenir varios factores. Uno de ellos es la incidencia que los ambientes en que se usan tengan en el conjunto de
la sociedad, porque sean ambientes influyentes, prestigiosos, con algún tipo de poder. Otro es el interés de los
lexicógrafos por mostrar el desarrollo científico o tecnológico de la comunidad de hablantes para los que se hace el
diccionario. Muchos de los diccionarios españoles del siglo XIX respondían a este segundo factor, ya que el
lexicógrafo quería mostrar que la lengua española tenía tantas voces especializadas como otras lenguas europeas,
aunque la ciencia o la tecnología no se escribieran originalmente en esta lengua y los usuarios del diccionario
difícilmente se encontrarían con términos que venían explicados en los diccionarios.
En la actualidad la extensión de la medicina ha vulgarizado términos muy especializados hace tan solo pocos
años, como infarto, ictus, neurona, Parkinson. Tan comunes se han hecho que pueden ser usados figuradamente, es
decir, en su intensión (cfr. §4.2): Casi me dio un infarto cuando lo vi, Gurría destaca el cambio desde el «ladrillo»
a la «neurona» en España (titular de El País, 20 de noviembre de 2013). Cuando este proceso ocurre, cuando una
voz de un ámbito especializado se puede utilizar, aun entrecomillada, sin señalar su extensión o referencia habitual
pero conservando su intensión, su significado ha perdido el carácter de término y ha entrado en la lengua común.
Ante ello los diccionarios varían y, solo en función de su popularización entre los hablantes, recogen una nueva
acepción. Ni infarto como ‘desazón por un gran susto’ ni neurona como ‘sociedad del conocimiento’ vienen entre
las acepciones de estas palabras en los diccionarios. Posiblemente algún día sí que los diccionarios las acogerán.
Hoy por hoy están en las mismas condiciones que está la voz común ladrillo para representar toda la construcción
imobiliaria, en la que se necesita poco personal con alta formación y muchos trabajadores con poca formación
intelectual.
Un ejercicio instructivo es entresacar o, al menos, recorrer las marcas diatécnicas de los diccionarios generales
y bilingües. Otro ejercicio es consultar, en el catálogo de una biblioteca, todos los diccionarios especializados que
tienen. En una primera consulta, en la biblioteca universitaria más cercana y entre las publicaciones cuyo título
empieza por Diccionario de…, el catálogo ofrece 800 títulos, el primero de los especializados de la lista es un
Diccionario de acciones en derecho civil español, y el último un Diccionario del Western clásico. Ellos son una
buena muestra de la diversidad que puede tomar el léxico especializado y la atención de los lexicógrafos en
proveer de recursos en estas zonas del léxico.
El número alto de unidades léxicas de las lenguas, la estadística con la que se puede tratar ese léxico, la
distinción entre léxico común y léxico especializado son aspectos de la variedad de este componente léxico de las
lenguas.

3.2. Voces patrimoniales, voces cultas y préstamos

Si se atiende a su origen y a sus características morfológicas, tanto en el léxico especializado como en el léxico
común, hay palabras puramente patrimoniales, otras derivadas y algunos préstamos o extranjerismos puros.
Las voces patrimoniales son palabras del latín o de lenguas prelatinas que se han venido actualizando de
manera continua, sin ninguna ruptura a lo largo de los siglos. Muestran determinadas características fonéticas, pues
son las que representan las soluciones habituales de los sonidos, las sílabas y la intensidad en el español; su
significado gira en las relaciones y sentimientos cercanos y en los trabajos tradicionales: padre, madre, hijo,
puerta, cielo, sal, labrar, trabajar, son buenos ejemplos de palabras patrimoniales actualizadas en la península
ibérica desde que se oyó en ella latín.
Los cultismos o voces cultas, en cambio, son las palabras que no han seguido desde el latín la evolución
característica de la lengua española, sino que se han incorporado a su vocabulario sin ningún tipo de adaptación,
como ángelus, cátedra o ínsula, o con una adecuación no completada, como plano y sexta, que son semicultismos
frente a llano y siesta, patrimoniales. Los cultismos de origen latino que conservan estructura fonética propia del
latín entran por vía escrita y no se adaptan totalmente a los patrones fonéticos patrimoniales del español.

Ejemplos de esta presencia de estructura fonética latina con soluciones patrimoniales son los siguientes rasgos entre dobletes: mantenimiento del
grupo consonántico -ns-, consciencia frente a la simplificación conciencia (patrimonial); mantenimiento del sonido inicial de palabra f-, filial frente a
la pérdida de este sonido recordado con la grafía de hache, hijo -a (patrimonial); mantenimiento de tres sílabas latinas nominal frente a la reducción a
dos, nombre, con solución -mbr- del grupo consonántico latino formado -mnl- por pérdida de la vocal breve latina (patrimonial); lo cual ocurre
también en el adjetivo óseo frente al sustantivo hueso, que presenta, además, el diptongo -ue-, característico de la morfología léxica patrimonial del
español.
Los semicultismos son voces en las que ha ocurrido algún cambio fonético, pero no todos los esperables; de la voz latina tomada del griego,
apotheca, el español utiliza dos soluciones diferentes: botica, ‘establecimiento en el que se expenden medicamentos’, más cercana a su origen y
cuyos usuarios posiblemente leían latín, y bodega, ‘establecimiento en el que se fermenta el fruto de la vid’, de uso entre todo tipo de hablantes no
letrados. La primera es un semicultismo: botica ha sonorizado la primera consonante, pero no las otras, que las conserva tal cual se pronunciaban en
latín; la segunda, bodega, ha sonorizado todas las consonantes que van entre vocales, lo que es un rasgo patrimonial.

La solución patrimonial guarda frecuentemente un significado más cercano a la experiencia diaria frente a la
palabra culta, que se reserva un sentido más abstracto y un carácter culto y formal.

El ejemplo de afiliado y ahijado muestra esta diferencia: filium en latín significa ‘hijo’; el ahijado es una especie de segundo hijo para los padrinos;
el afiliado, en cambio, es una especie de hijo de una organización (partido político, sindicato, etc.).
Otros ejemplos de dobletes cultos y patrimoniales son los siguientes: amplio / ancho, apertura / abertura, cíngulo / cincho, concilio / concejo, cúbito
/ codo, cúmulo / colmo, cripta / gruta, décimo / diezmo, designio / diseño, directo / derecho, estricto / estrecho, factura / hechura, famélico / jamelgo,
ferviente / hirviente, forma / horma, ínsula / isla, íntegro / entero, ligar / liar, mácula / mancha, octavo / ochavo, ópera / obra, plano / llano, sexta /
siesta, sigilo / sello, signo / seña, vigilar / velar.

Por último, los préstamos son palabras que provienen de otra lengua, bien por vía oral, anglicismos (mitin <
meeting, fútbol < football), italianismos (violonchelo < violoncello), galicismos (chófer < chauffeur), catalanismos
(capicúa < cap i cua), lusismos (menina < menina); o bien por textos escritos. Hoy los préstamos del inglés suelen
mantenerse con la ortografía propia de esta lengua hasta que no se popularizan con una adaptación a la ortografía
española: cool, vintage, hall, peer, etc. se escriben en cursiva; cárter, gardenia, joule, potasio, se escriben en
redonda ya adaptados. Los préstamos constituyen neologismos, pues introducen voces nuevas en el vocabulario de
la lengua que los incorpora.

Gómez Capuz en su monográfico sobre El préstamo lingüístico: conceptos, problemas y métodos (1998) analiza cuatro problemas fundamentales en
relación con el proceso neológico del préstamo: 1) su motivación y función en la lengua receptora (la de rellenar alguna laguna léxica en relación con
la innovación; o bien la de conferir color local al enunciado con el deseo de lograr mayor expresividad); 2) su integración o asimilación; 3) la
transmisión del préstamo (el proceso de tránsito de una lengua a otra); y 4) la identificación o detección de préstamos como necesidad de denominar
nuevos conceptos y objetos en los diversos niveles del sistema lingüístico receptor: fónico, gramatical y semántico. En este sentido, distingue dos
variedades del préstamo léxico: préstamos integrados («todo» el extranjerismo es adoptado, hall [/jol/] por ‘recibidor’) y préstamos ocasionales o
«parciales» (una parte: calco o sustitución morfémica, préstamo semántico o de significado, -gate [/geit/] por ‘escándalo con consecuencias
políticas’).

Las voces derivadas son palabras que a lo largo de los siglos se han ido formando dentro de la lengua española
a partir de bases patrimoniales o de préstamos. Son estudiadas por la morfología derivativa (cfr. §6.3). Entre ellas
convendría distinguir las derivadas internamente en lengua española y las derivadas en alguna otra lengua que, por
cuestiones de morfología, se dejan analizar dentro del español. Propiamente derivadas en español son, por ejemplo,
sal-ero, madr-ina, hij-uela, port-al, cel-aje, labrant-ío -a, trabaj-ador. También se consideran derivadas de este
tipo las voces compuestas: salpimentar < sal pimienta + -ar, boquirrubio < boca rubio, bocacalle < boca calle.
Derivadas con base de préstamo son, por ejemplo, futbol-ero, tuit-ear, márquetin-ero.

3.3. Onomástica: antropónimos, topónimos y gentilicios

Hay un gran conjunto de unidades léxicas en las lenguas cuyo estudio y repertorización constituye lo que se
conoce como onomástica, la parte de la lingüística interesada en los nombres propios o en los adjetivos derivados
de ellos. La onomástica constituye un tipo de vocabulario específico en una serie de denominaciones que tienen
una denotación precisa y muy diferente del que muestra el léxico común y el léxico especializado, el de los
nombres propios. Según el referente se consideran dos grandes subconjuntos, el de los antropónimos y el de los
topónimos.
Los antropónimos son los nombres propios usados por las personas en las diferentes culturas; en general, hay
un nombre (nomen) y un apellido (cognomen); puede haber apodos, o nombres con que se conoce a un individuo
o a toda una familia en localidades relativamente pequeñas. Muchos apodos antiguos se convirtieron a lo largo de
los años en apellidos: por ejemplo, Banderas, Chacona. Conviene también conocer los hipocorísticos, como Paco,
Pepe, Lola, Concha, formas familiares de algunos nombres.
Los topónimos son los nombres propios que se aplican a todo tipo de lugares: países, regiones, zonas,
provincias, poblaciones, calles y plazas, edificios, etc.; también los accidentes geográficos como cordilleras o
montañas (orografía) o como elementos de agua (mares, lagos, ríos, fuentes, embalses). Se distingue, siguiendo la
gramática latina, lugares mayores (países, grandes zonas geográficas) y lugares menores (localidades, lugares).
Con la denominación de gentilicios se conocen los adjetivos derivados de los anteriores, cuya variedad es muy
grande y en gran medida son voces derivadas, madrileño, barcelonés, salmantino, jerezano, jienense, caribeño
son ejemplos de gentilicios y de algunos sufijos con los que se forman.
Las unidades estudiadas por la onomástica tienen referencia concreta y, en su uso denotativo, que es el habitual,
no adjuntan propiedades, es decir, carecen de intensión (§4.2). Hay sobre este tema mucha recogida de datos y
relativamente poca reflexión. Coseriu (1981) reconoce que la toponimia es una disciplina auxiliar de la historia
antigua, que por medio de ella establece la influencia o el poder político-social, económico e incluso lingüístico de
los pueblos antiguos que no dejaron rastros escritos.
En el momento actual, la onomástica auxilia también al periodismo, que ha de dar noticia de lugares y de
personas de otros países y culturas con extrema rapidez; también en la traducción, en donde se han de respetar los
nombres propios de otras lenguas cuya escritura difiere de la que se utiliza habitualmente y cuya transliteración
tiene que ser consensuada, pues si presenta propuestas solucionadas individualmente no sería reconocida.
Hace muchos años ya, el lingüista venezolano Rosenblat abogó por no castellanizar nombres y apellidos de personas conocidas de otras lenguas, y
darles una pronunciación cercana al original, pero sin afectación:
«Yo soy partidario, sin embargo, de respetar la pronunciación de los nombres extranjeros. Recuerdo que una vez, en mi época madrileña, salía con
unos amigos de ver una comedia —creo que de Benavente—en que se pretendía ridiculizar las doctrinas de Freud. Los actores se habían complotado
para pronunciar freud y no froid. Y un amigo mío estaba encantado. Le parecía que todo quedaba resuelto: pronunciar a la española. […].
Mi amigo se llamaba Chávez. «Si usted recorre Europa —le dije— le llamarán en Francia shavé, en Inglaterra algo parecido a cheivs, en
Alemania jáfets. ¿Se reconocería usted?».
Ángel Rosenblat (1969), Buenas y malas palabras IV, Caracas,
Ed. Mediterráneo, pág. 98.

En la actualidad instituciones como el Departamento de Español al día de la Real Academia Española, Español
Urgente de la Fundéu o el Instituto Cervantes y también algunos canales de televisión se preocupan de generalizar
y dar normas para cómo han de transliterarse, escribirse y también pronunciarse, antropónimos y topónimos de
lugares que hasta hoy no tuvieron relación con hablantes de español. También la nueva Ortografía de la lengua
española (2010) de la RAE dedica un apartado a explicar cómo se han hispanizado extranjerismos con grafías
ajenas al sistema ortográfico tradicional del español.
Hoy se prefiere utilizar las formas originales, aunque sean de difícil pronunciación, aunque nunca llegarán a ser
pronunciadas como en las lenguas originales de las que provienen. Se considera poco respetuoso adaptar los
nombres propios de personas, de la antigüedad o actuales, por los nombres habituales correspondientes en español,
como pudiera ser Renato (Renée) Descartes, Enmanuel (Immanuel) Kant o Carlos (Karl) Marx; con los personajes
y lugares de la historia antigua, sin embargo, es lo habitual: Cicerón, Alejandro, Jerjes, Akenatón.
Ciertamente los topónimos se adaptan a la lengua en la que se usan aunque provengan de otras lenguas de
estructuras diferentes. El caso de la ciudad de Pekín, transcrito actualmente como Beijing, lo muestra bien. En la
tradición los topónimos se adaptaban al español: tenemos Burdeos por Bordeaux, Brujas por Bruges o Brugge,
Amberes por Anvers, Maguncia por Mainz, Aquisgrán por Aix le Grand o Aachen, Nueva York por New York.
Hoy se tiende a respetar la grafía original. El problema se complica cuando en español hay que transcribir nombres
propios de lenguas orientales o no escritas, como pueden ser algunas de las lenguas estudiadas por los
antropólogos o etnólogos.
En cuanto al estudio de la toponimia, se ha hecho, y se hace en gran parte, con vistas a otros fines, «para otra
cosa«; ante todo, para recabar, a través de la interpretación de los topónimos, información acerca de las lenguas,
pueblos, situaciones y aconteceres históricos de los que no quedan documentos: los topónimos sirven, en primer
término, como «indicios» de otros hechos. De ahí que un nombre como Málaga sea, para la toponomástica
tradicional, particularmente interesante por su origen fenicio, y solo desde ese punto de vista también por su
originario valor como apelativo (‘factoría’), tomado a su vez como indicio del carácter de la colonización fenicia
en España (cfr. Coseriu 1999).
La onomástica, como antroponimia o toponimia, da pistas de qué lengua se hablaba en lugares de la antigüedad
de los que no hay documentos. La presencia de población afín a los celtas en la península ibérica se rastrea por
topónimos que hoy perduran y por antropónimos que figuran en inscripciones romanas. Tienen un valor
informativo por vía indirecta. Por ejemplo, Villa- o Ciudad- del castellano, con etimología latina; briga- o brega-
del celta; iria-, iru- del eusquera; Medina- o Cala- del árabe se encuentran en la denominación de muchas
poblaciones de la península; y de su etimología se deduce que su antigüedad data del uso de estas lenguas, en las
que significaban ciudad o fortaleza. Villanueva o Ciudad Rodrigo son poblaciones de origen castellano. Antes de
recibir el nombre de Ciudad Rodrigo la población, cercana a la frontera con Portugal, se había conocido como
Miróbriga; Iruña, Pamplona, es el nombre de la capital navarra, de fundación vasca; Medina del Campo o
Calaceite son de ascendencia árabe. Todas responden a una etimología para ser reconocidas como ciudades pero
con sello de diferentes lenguas.
Eugenio Coseriu (1999: 6) destaca la arbitrariedad y curiosa formación de este tipo de vocabulario:
Que Ramiro es una «persona» y Madrid una «ciudad», hay que saberlo: los nombres mismos no lo dicen. En cambio, el Mar Negro es un
«mar» (y no puede llamarse solo Negro), el Río Grande es un «río», Ciudad Real es una «ciudad»; y el Valle de Arán es, incluso, dos veces
«valle» (en romance y en vasco), así como Mongibello, en Sicilia, es dos veces «mon[te]» (en romance y en árabe).

3.4. Variación diacrónica y etimología


El cambio léxico no ha sido casi nunca considerado dentro del cambio lingüístico en general. Al tratar este
fenómeno, Bybee (2015) cree que muchos cambios fonéticos han sido vehiculados por el léxico más que por
patrones fonéticos, pues registra cambios fonéticos más rápidos en palabras frecuentes que en palabras poco
usadas, en las que tarda más en producirse la nueva realización prosódica. Se puede observar, por ejemplo, en la
pérdida de /s/ final en el español del sur peninsular: ocurre más en las palabras frecuentes, como en los artículos o
en la forma es del verbo ser.
El uso de ciertas unidades léxicas marca fuertemente épocas y diferentes estilos de vida. El novelista Javier
Marías, que brinda tantos ejemplos por ser muy consciente del uso de la lengua, pone en boca de uno de sus
personajes un comentario que diferencia una generación:

«La raza ha mejorado, por eso son [las mujeres] altas. O serán extranjeras, había ahí una mulata de quitar el hipo. Estáis locos. Me queréis volver
loco. —Ahí se notaba mucho que pertenecía a una generación muy distante. También en sus expresiones vetustas, alguna se le escapaba: nadie de mi
edad habría dicho ‘de quitar el hipo’».
Javier Marías (2014), Así empieza lo malo, Madrid, Alfaguara, pág. 253.

El léxico es el aspecto de las lenguas más sometido a cambios debidos a la dimensión ‘tiempo’, que es
constitutiva de las lenguas. La actualización de las unidades léxicas en el discurso se realiza en el tiempo. El
momento en que cualquier palabra se activa en un discurso, en producción o en recepción, es un acto, un hecho, un
acontecimiento. De ahí que frecuentemente la descripción o definición que los diccionarios hacen de una palabra
no satisface porque la voz se presenta sin ningún ligamento, aislada, y por ello, habitualmente, el ejemplo en que la
voz se muestra se encuentra más explicativo que la definición; pues un ejemplo es su actualización en un
enunciado y los enunciados se producen en el tiempo, en un momento dado; por el contrario, la descripción
lexicográfica de una palabra se hace de forma descontextualizada y deja insatisfacción, si no es total
incomprensión, como ocurre a veces.
Los hablantes son conscientes de que el paso del tiempo modifica el vocabulario que se usa. Es frecuente oír en
conversaciones amistosas o familiares aclaraciones sobre una expresión o una palabra del tipo de «como se
llamaba entonces», «se decía x y no y, como se dice ahora», etc. Las historias de las lenguas recogen muchos
cambios a través de los siglos en el vocabulario. En español quedan restos de cuando en la península se habló una
lengua, hoy por hoy aún poco conocida, el ibérico, que coincide con el vascuence a veces porque convivieron,
bilbotar (bilbaíno, hoy bilbotarra) coincide en el sufijo -tar con el ibérico saitabietar que se encuentra en el Este
peninsular (saetabenses, los de Játiva). En el español americano son las lenguas precolombinas las que dejan restos
y, por ellas, se puede calibrar la cultura, las instituciones de los pueblos que las hablaban o aún las hablan.

A menudo la vida de un hablante es suficiente para observar estos cambios en el tiempo. En la siguiente cita el narrador escribe en el hoy presente,
recordando los primeros años de la Transición democrática:
«Llevaba yo un rato sin darle a la máquina, temí que repararan en ello y se callaran por prudencia, imaginando que sin mi ruido sus voces me llegaran
nítidas. Tecleé un poco para infundirles confianza aunque fuera a nivel subconsciente, como se decía aún por entonces».
Javier Marías (2014), Así empieza lo malo, Madrid, Alfaguara, pág. 156.
O, por ejemplo, el significado de plan más un toque de intriga, pasa a ser operación en boca de un personaje en una novela histórica y contribuye a
ambientarla:
«¿Se ha comprendido ya cuál era mi plan en el asunto, o si se quiere, en la hábil intriga cuyo hilo se extendía desde los intereses de la familia de
Porreño hasta la paternidad de don Alonso de Grijalva? Creo que no serán necesarias explicaciones prolijas de aquella operación, como hoy se dice,
hecha sin dificultades mayores y con éxito mejor del que podía esperarse, considerada su delicadeza».
Benito Pérez Galdós (1875), Memorias de un cortesano de 1815.
Edición digital basada en la edición de Madrid, Imp. de J. Noguera
a cargo de M. Martínez, cap. XXIII, pág. 229.

La historia del vocabulario del español refleja las vicisitudes de la comunidad lingüística hispánica y es objeto
de atención en la historia de esta lengua. Pasa por todas las épocas en que se expone esta historia, alta Edad Media,
baja Edad Media, Renacimiento, siglo de Oro, Ilustración, Independencia, siglo XIX.
En los tiempos más cercanos al actual, la historia del léxico se estudia por materias, pues no hay la suficiente
distancia para observar la lengua de forma global. En la bibliografía especializada se encuentran estudios sobre el
vocabulario de la conquista de América y también de su Independencia, de los místicos españoles, así como de los
indigenismos en las crónicas, del vocabulario de la economía en épocas de desarrollo, de la administración, de la
política, de la moda, etc.
Conviene no confundir el origen de una voz, lo que hasta ahora hemos ido señalando, con la etimología. La
etimología estudia la forma fónica de una palabra para descubrir su primer uso lingüístico, de qué lengua original
deriva. Veamos: una palabra vasca como chapela tiene etimología latina, aunque se tomó de un uso ya romance en
que la consonante inicial ca- /K/ se palatalizaba en cha- /tS/, como el francés chapeau o el castellano tomado del
francés chapeo. En latín era capellum, lo que cubría la cabeza, caput, y en la forma capellum se usó en las lenguas
romances que rodeaban geográficamente la lengua vasca. De aquí que si en español se usa chapela para denominar
la boina típica del País Vasco, estamos utilizando una voz de origen vasco, que se tomó a su vez de otras lenguas
románicas, y cuya etimología es latina.
Ha ocurrido muchas veces este tipo de fenómeno con préstamos de otras lenguas europeas, que se tomaron con
la forma que tenían en francés, italiano, catalán o portugués, pero cuya etimología era de otra lengua, latín, celta,
germano, etc.; por ejemplo, cofre (del fr. coffre, este del lat. cophĭnus ‘cesta’, y este del gr. κόφινος kóphinos),
esbelto (del it. svelto, participio de svèllere ‘arrancar’ y este del lat. evellere) o pelota (del occit. pelota y este der.
del lat. pila). Hoy ocurre con préstamos del inglés, que nos vienen directamente de esta lengua, pero cuya
etimología frecuentemente es latina, como estatus (del ingl. status, y este del lat. status ‘estado, condición’) o
sponsor (voz ingl., del lat. tardío sponsor ‘padrino’, en lat. ‘fiador de otra persona’), por ejemplo.
Etimología significaba antiguamente ‘la causa, la explicación’ de la palabra, pues ingenuamente se creía que el
nombre hace la cosa, y no es así, la mayoría de las palabras tienen una forma que no es explicable por el referente.
Isidoro de Sevilla pensaba que el verdadero significado de las voces estaba en su forma, y atribuía etimologías
pintorescas para relacionar la forma fónica de las voces con el significado.

Antonio Tovar escribió sobre este tema:


«Nuestra etimología busca los orígenes, y solo cuando la palabra es una metáfora más o menos petrificada, el análisis etimológico nos permite
hacer descubrimientos de amplia proyección histórica. Así, cuando se nos revela que el latín es una lengua de campesinos y se nos explica que
delirare viene de lira ‘surco’, y por consiguiente quiere decir ‘salir fuera del surco’ y que riualis viene de riuus, es decir, que los rivales son los que
pelean por el agua de una misma acequia de la que son vecinos. Pero la mayoría de las veces la etimología no nos descubre secretos tan interesantes y
se limita a señalar la pertenencia a una raíz más o menos abstracta y el área de difusión de la palabra […]. Si descontamos, pues, las metáforas, ¿qué
le queda a la ciencia, cada vez más severa, en las etimologías?
Responderemos que queda historia. Historia de palabras; en una palabra, historia cultural».
Antonio Tovar (1958), El Euskera y sus parientes, Madrid,
Ed. Minotauro, págs. 108-109.

Una etimología que explica, además de las formas fónicas, algo del sentido de la palabra es mejor a la que se
limita a dar una forma no explicada semánticamente. Veamos otro ejemplo de etimología que explica
convincentemente fonética y semántica:

«La rosa, el higo, flor y fruto típicamente mediterráneos, no tienen ascendencia ni latina ni griega, son voces
de lenguas que se hablaron en el mediterráneo antes de la llegada de los pueblos asiáticos que conocemos como
indoeuropeos y que aportaron las lenguas más conocidas de Europa:
Higo “se remonta así a una raíz mediterránea *fick-, *suk, que da en griego sýkon y en latín ficus. De la forma griega nos viene sicofanta,
‘delator’, es decir, en su origen el que denuncia a los ladrones de higos, y sicómoro, nombre de un árbol que se parece a la vez a la higuera y a la
morera. De la forma latina nos viene desde luego, el higo, pero, como vamos a ver también el hígado.
Los griegos habían tomado la costumbre de cebar a sus ocas con higos y, como es sabido, el engorde de la oca repercute, sobre todo, en su hígado.
Al resultado de esta operación lo llamaban hépar sykotón, ‘hígado con higos’, expresión que se tradujo directamente al latín por ficatum jecur, y
que se abrevió rápidamente en ficatum. El hépar griego queda por supuesto en las formas cultas (hepático); el jecur latino desapareció, y fue
claramente el higo el que dio nombre al hígado, figato en italiano, figado en portugués, foie en francés)”».
Louis-Jean Calvet (1993), Historias de palabras, Madrid, Gredos
[trad. de Soledad García Mouton], pág. 45.

Hoy los estudios etimológicos exigen un fundamento de comparación perfecto entre las lenguas relacionadas,
teniendo en cuenta las variedades dialectales y otras formas paralelas. La etimología, dice Antonio Tovar, es «el
establecimiento de una amplia zona de conexiones» entre lenguas. Conviene, pues, distinguir historia del léxico en
diacronía, de los estudios puramente etimológicos.
3.5. Neologismos y arcaísmos

Por estar el léxico condicionado a relacionar el mundo en que viven los hablantes, en el que la dimensión
tiempo condiciona todo, con las formas lingüísticas que se fraguan en unidades léxicas se produce en la lengua una
continua entrada de nuevas unidades, los llamados neologismos. Son unidades que se necesitan para las novedades
que el tiempo va trayendo.

En la novela dialogada de Lope de Vega, La Dorotea (1632: acto II), aparece el siguiente diálogo comentando el gusto por el vocabulario «exquisito»
que la protagonista exhibe:
«—¿Cómo dijiste essas dos vozes?
—Hipérboles y energías.
—Parecen frutas de las Indias, como plátanos y aguacates».
Tanto los cultismos griegos como los nuevos frutos americanos, recién entrados en los hábitos alimentarios españoles, fueron neologismos a finales
del siglo XVI y comienzos del XVII.

Si se analiza con rigor histórico, solamente las voces consideradas patrimoniales no fueron en ningún momento
neológicas, pues son derivaciones directas del latín o de lenguas peninsulares prelatinas. En ellas se muestra que ha
habido un uso continuo e inconsciente por parte de los hablantes a lo largo de más de veintitrés siglos, desde que
algunos romanos llegaron a las costas mediterráneas de Hispania hablando un cierto tipo de latín, el latín familiar,
conocido como latín vulgar. Sin embargo, entre esas mismas voces patrimoniales cuyo uso se remonta veintitrés
siglos puede haber usos semánticos neológicos cuando la forma es conocida pero el significado ha cambiado en
algún momento, como se verá más adelante en gobernanza y azafata; o en el uso actual de incordio como
‘situación que genera incomodidad o molestia’, cuando en la antigüedad significaba exclusivamente ‘buba o tumor
de origen venéreo’.
Superficialmente se llaman neologismos las voces no recogidas en los diccionarios normativos (DLE) o en los
diccionarios apreciados (DUE3, DEA2), pues se considera que los diccionarios recogen el vocabulario
contemporáneo en uso a los años de su edición y las voces que no se incluyen en ellos, por haberse introducido en
la lengua después de la edición de esos diccionarios, son los posibles neologismos:

walkie-talkie (DLE 2014), walkman (DLE 2014), windsurf (DMRAE 1985 y DRAE 1989), windsurfing (DRAE 2001) son neologismos y voces
transcritas en cursiva en las últimas ediciones del DRAE, lo que representa que son extranjerismos, voces recogidas de otras lenguas sin ninguna
modificación escrita que se han encontrado en textos escritos en lengua española.

En este caso son todos préstamos del inglés y representan neologismos del español actual.

Llama la atención en esa misma página del diccionario el caso de whisky, usado y escrito así en textos de lengua española desde hace mucho tiempo.
La intención de la Real Academia Española de romancearlo como güisqui (DRAE 1984) no ha triunfado. El primer diccionario en recoger esta voz
para el licor de granos de avena y cebada es el de Alemany Bolufer de 1917 con la grafía whiskey; el Diccionario de Autoridades de Pagés lo recoge
en 1931 con la grafía whiski; la Academia reprodujo también la grafía whisky en 1984 remitiendo a la grafía romanceada, es decir, dando preferencia
a esta, como aún lo sigue haciendo. El corpus del español CORPES XXI ofrece 129 casos de güisqui en 62 documentos y 2 657 casos de whisky en
849 documentos (consulta mayo 2016).

Un caso totalmente contemporáneo lo constata el siguiente recorte de prensa:

«A todos nos costaría comunicarnos sin WhatsApp, que ha sustituido a los SMS. La gente hoy wasapea, término que está llamando a las puertas de
los celosos veladores del diccionario, lo que demuestra que el envío de mensajes a través de esta aplicación forma parte de nuestro devenir
cotidiano».
Màrius Carol, «El millonario descalzo», La Vanguardia, 17 enero 2014, pág. 2.

Conviene tratar los neologismos sin olvidar sus fechas de introducción o primera documentación escrita que se
tiene de ellos. Los diccionarios históricos tienen en cuenta este dato. Hoy está en curso un Nuevo Diccionario
Histórico en la Real Academia Española [<http://web.frl.es/DH/org/login/Inicio.view>]. En él se encuentra, por
ejemplo, un neologismo de 1896 como cuentakilómetros:
cuentakilómetros s.(1896-)
cuentakilómetros, cuenta-kilómetros, cuenta kilómetros, cuentaquilómetros
Etim. Compuesto de contar y kilómetro.
Se documenta por primera vez, en la acepción de ‘aparato que sirve para medir, en kilómetros, la distancia recorrida por un vehículo’, en un artículo
de Barcelona Cómica (Barcelona), en noviembre de 1896, bajo la forma cuentakilómetros. El primer testimonio lexicográfico de esta palabra se
consigna en el Suplemento del DRAE de 1947, donde figura como un compuesto gráfico sin guion (cuentakilómetros), aunque se registran también
testimonios anteriores de las formas cuenta kilómetros, cuenta-kilómetros y cuentakilómetros (y en el último decenio del siglo XX se documenta
cuentaquilómetros). Como sinónimo de velocímetro, es decir, como ‘aparato que sirve para medir la velocidad de un vehículo’, se atestigua por
primera vez en Lola, espejo oscuro (1950) de Fernández-Flórez, y en el DRAE-1956 se señala ya que el aparato que mide la distancia recorrida suele
llevar, además, un indicador de velocidad. Durante las primeras décadas de su vida coexiste con contador de kilómetros.

Como se puede apreciar, este diccionario ofrece las diferentes grafías con las que la palabra tantea su
aclimatación a la lengua y la variación en sus significados y en su comportamiento gramatical, así como las
relaciones semánticas que establece con otras palabras (sinónimos, antónimos, combinaciones). El artículo va
encabezado por una presentación resumen, que es lo recogido aquí para la voz cuentakilómetros.
En una línea parecida, el Centro Virtual Cervantes mantiene un blog, denominado Martes neológico
(<http://blogscvc.cervantes.es/martes-neologico/>), en el que cada martes incorpora una palabra nueva que podría
estar en el diccionario. De cada neologismo semanal se explica siempre el origen, su posible primera aparición
documentada en lengua española, sus variantes (gráficas, morfológicas, semánticas, diatópicas), su presencia
lexicográfica en otras lenguas y una argumentación para ser considerada o no parte del vocabulario español y, en
consecuencia, proponer que sea incluida en diccionarios de la lengua española.
También bajo esta dimensión del tiempo hay que colocar los arcaísmos. Los arcaísmos son voces que tuvieron
un uso más habitual en otras épocas pasadas y que en la actualidad resultan vocablos marcados como antiguos o
desconocidos. Los diccionarios los recogen con marcas como poco usado o histórico.

Entre los arcaísmos se encuentran formas con soluciones fonéticas que no terminaron de triunfar; por ejemplo, ñudillo por nudillo; o denominaciones
como conducho, ‘abastecimiento de comida’, y aconduchar, ‘aportar el conducho’; aljaraz, arabismo hoy poco usado por ‘campanilla o esquila’;
además, adverbio que podía ser utilizado como ‘excesivamente’, durmió además. Estos usos se pueden encontrar en textos antiguos o en narraciones
actuales situadas en tiempos pasados con el objetivo de dar un toque antiguo al estilo de la prosa.

Los hablantes hispanoamericanos utilizan habitualmente palabras que en España se consideraría arcaísmos,
pues se dejaron de usar. No lo son, al ser habituales actualmente entre millones de hablantes del español.

Si oímos entre los niños de un colegio, colación por ‘pequeña porción de comida para comer entre horas’, como son el bocadillo o la merienda en
España; el adjetivo harto, harta, con el significado de ‘mucho, mucha’, igual que se lee en Teresa de Jesús hartas molestias, no son arcaísmos más
que para los hablantes españoles; en algunos países de América, como Chile, son voces totalmente actuales.

Algunos arcaísmos hay que ni siquiera son recogidos en los diccionarios por ser voces de usos efímeros. Son
vocablos muy usados en un corto periodo de tiempo en tanto que neologismos y después decayeron totalmente.
Son interesantes para la filología, el análisis de textos literarios o históricos; pero no para presentar el léxico de una
lengua en el momento actual, como es el principal objetivo de los diccionarios generales.

Palabras para adornos excesivos, perendengues, perifollos, ringorrangos; voces de tipos de tejidos, alençon, moaré; ropa informal para estar en casa,
deshabillé, matiné, peinador; voces para marcar lo que está de moda, fashionable, a la última, figurín, ultramoda, marcar tendencias, cool. Son todas
ellas voces que en ciertos ambientes y publicaciones se utilizan en unos momentos y que, pasados ellos, duermen en los diccionarios casi olvidadas.

Como afirman García Mouton y Grijelmo (2011) en su libro sobre las Palabras moribundas, voces
patrimoniales olvidadas pueden gozar de una segunda vida ante préstamos efímeros:
blog puede ser una bitácora o un diario; el cúter puede llamarse fleje o estilete; y el patchwork no deja de ser una almazuela; y un i-pad
parece que es lo mismo que una pizarrita. A veces se dan esos fenómenos, y las palabras viejas acaban imponiéndose a las nuevas (cada vez se
dice más nevera que frigorífico; y se revitaliza disco tras el abrumador dominio de cedé; y términos tan extendidos como e-mail o sms dejan paso
a expresiones genuinas como mensaje o correo.
Pilar García Mouton y Álex Grijelmo (2011),
Palabras moribundas, Madrid, Taurus.
En este sentido, conviene también considerar en los neologismos su aceptación normativa, pues los hablantes se
sitúan frente a los neologismos contemporáneos en dos frentes diferentes:

a) Hay hablantes que usan neologismos por gusto, pues su uso marca un grado de modernez, de estar al día.
Ejemplos se encuentran profusamente en revistas de modas, de motor, de música contemporánea. Es fácil
tomar cualquier ejemplar de estas revistas y recoger neologismos no aceptados aún, no normativos. Por
ejemplo, en el siguiente enunciado hay tres préstamos neológicos: «En estos días, estando las cosas como
están, parece que no hay otro vestido más trendy que el luto absoluto ni otro maquillaje más cool que el
colorete zombi».

b) Hay hablantes que, por el contrario, rehúyen todo uso nuevo. Es la posición prescriptiva, que durante mucho
tiempo mantuvo la Real Academia Española en su diccionario, y que hoy ha suavizado con la introducción
en sus últimas ediciones de nuevas voces representadas en entradas con letra cursiva que remiten a lo que se
considera mejor adaptado a las características de la lengua.

En general, esta última posición opta por tres caminos para adaptar la lengua a las necesidades de la realidad sin
introducir más novedades: a) rescatar palabras medio olvidadas, arcaísmos (como la palabra conticinio en la cita
reproducida antes de la novela de Marías); b) aceptar nuevos derivados sobre bases patrimoniales como algunos de
los verbos que utiliza Juan José Millás aprovechando el prefijo des-: desteorizarme, descomerme,
desconvencerme… c) aceptar cambios semánticos en palabras del léxico común sin que haya ninguna variación
morfológica (como ha ocurrido con el sustantivo avatar o con el adjetivo colateral). Tres tipos de neologismos con
los que hay que contar siempre.

Ejemplos también representativos son los de las palabras gobernanza y azafata: gobernanza es una voz antigua en los diccionarios de lengua
española, que se definía como gobernación ‘acción de gobernar’, y hoy ha cobrado nueva razón de uso como tipo de ‘buen gobierno, con
transparencia y participación de los gobernados’; azafata se adaptó a la profesión de las personas que en la aviación comercial atienden a los
pasajeros y de ahí también en otros trabajos, como congresos, reuniones, organizaciones, desde su antiguo significado de ‘camarera cercana a una
señora principal’, la ‘doncella que llevaba la bandeja’, en catalán safata es ‘bandeja’.

La variación léxica sometida a la dimensión del tiempo produce a veces también otra variación, que se verá a
continuación. Y es que en la lengua española pueden entrar dos o más neologismos por diferente lugar geográfico,
pues la inmediatez con que a veces se necesitan nuevas voces para nuevas realidades hace que en un país como
México pueda optarse por una forma, en el sur del continente americano por otra y en España por otra. Esta
variedad es difícil de neutralizar a pesar de la labor de las academias de la lengua de los veintitrés países que las
tienen (ASALE) u otros organismos coordinadores de la terminología. La fundación Fundéu-BBVA tiene como
objetivo solucionar problemas lingüísticos urgentes de este tipo, que los periodistas de todas las procedencias le
dirigen; véanse estos ejemplos:

Pregunta: on-line y off-line


Me gustaría saber si hay una forma aceptada en español de escribir online y offline, si se debe escribir junto, separado o con guión; en cursiva o no...
Respuesta: Para la forma online existe en castellano en línea (locución adverbial que significa ‘en conexión directa con un sistema central’ y,
especialmente ‘a través de la conexión a Internet’. Si se opta por la forma inglesa deberá escribirse todo junto y con cursiva o entre comillas (las
comillas cuando no se disponga de cursiva).
En lugar de offline podemos escribir sin conexión o fuera de internet.
Pregunta: omertà
Quisiera saber si la palabra omertà, que define al régimen de silencio y lealtad a la mafia impuestos por esta organización, tiene equivalente en
español. Hace pocos años rara vez se veía en la prensa, pero comienza a ser frecuente su uso directamente en italiano.
Respuesta: El español cuenta con la expresión ley del silencio. Sin embargo, dado lo extendido de su uso, también puede considerarse adecuado el
término italiano, que debe escribirse respetando su grafía original, con tilde grave en la última a, minúscula inicial y en cursiva o entre comillas
(omertà), y su adaptación al español, con tilde aguda y sin ningún resalte: «omertá».

Obsérvese que las preguntas anteriores responden a cuestiones nacidas en cierto momento, es decir, en el
transcurso del tiempo, y frecuentemente comportan dudas normativas en los hablantes. Son evidencias de la
variación diacrónica en la lengua.
3.6. Variación geográfica

La variación léxica considerada en el espacio es conocida también por todos los hablantes. Hay referentes que
reciben nombres distintos entre dos poblaciones cercanas pero esa diferencia no representa dificultad: los hablantes
la conocen y se hacen bromas a veces sobre ello.
Los referentes muy habituales en la vida de los hablantes, como son los alimentos, la ropa, los peces, las
habitaciones de las viviendas, etc. presentan una gran variedad a lo largo de la geografía de la lengua española.
Ejemplos representativos son los siguientes:

habichuelas, porotos, alubias, frijoles, judías, para la semilla de una planta herbácea anual que, seca, se come como legumbre
judías verdes, vainas, bajocas, fréjoles, para el fruto en forma de vaina de una planta herbácea anual que, verde y tierno, se come como verdura
pendientes, aretes, zarcillos, ajorcas para los adornos en la oreja

Ante este fenómeno de variedad hay que tener en cuenta precisamente la enorme extensión en que el español es
hablado y ser consciente de sus múltiples y diferentes usos. Cualquier viaje da cuenta de esta variedad, pues esta se
muestra de manera más acusada en el entorno cercano y habitual de los hablantes, que se percibe cuando alguien
extraño convive con otro tipo de población.

Se ha dicho que donde se encuentran más diferencias es en las variedades locales de denominación de referentes muy cercanos, de las que el escritor
cubano Guillermo Cabrera Infante, por ejemplo, es comentador consciente de las diferencias que puede haber para hornilla:
«[…] en las búsquedas de alcohol (que no era para beber mi padre abstemio sino combustible para cocinar; alimentaba una invención habanera
llamada reverbero, que no reflejaba luz sino que producía calor: era una cocinita en miniatura, sumamente peligrosa, que se nutría de alcohol y tenía
tendencia a estallar, más cóctel Molotov que hornilla: en un reverbero estuvo cocinando mi madre hasta que mi padre compró un anafe, pronunciado
anafre, alimentado de carbón) […]».
Guillermo Cabrera Infante (1979), La Habana para un infante difunto, Barcelona, Círculo de lectores, 1992, p 43.
y para la localidad más barata en una sala de cine:
«Está la ocasión relevante en que tuve dinero (no recuerdo cómo alcancé ese caudal) para dejar lo que en La Habana se llamaba tertulia y en el
pueblo se había llamado oficialmente paraíso y el gallinero por sus ocupantes: las localidades más baratas de arriba, para sentarme en luneta abajo en
el Radiocine. Ponían (ese es otro habanerismo: en el pueblo se decía que daban una película, allá regalaban el cine, aquí apenas lo prestaban) El
séptimo velo, que es una compleja historia de amores casi incestuosos y de celos y de mal mental».
Guillermo Cabrera Infante (1979), La Habana para un infante difunto, Barcelona, Círculo de lectores, 1992, pág. 139.

Por el contrario, en la lengua escrita formal, las variaciones léxicas en el espacio quedan muy neutralizadas; un
ensayo o un tratado de filosofía, por ejemplo, no suelen mostrar esa variedad en el vocabulario utilizado, que es
común a todos los hablantes de español. Los titulares de los periódicos de las grandes capitales del mundo hispano,
en cambio, sí que reflejan esa variedad y, en algunos temas de proximidad, son de difícil comprensión en otros
países.
A veces se superponen las características de préstamo y de variedad dialectal. El español de América es más
sensible a la influencia del inglés y de manera natural se utilizan allí préstamos o extranjerismos que llevan
también marca dialectal como americanismo. No es una regla absoluta, pues Pare en las carreteras o calzadas es
usado en países americanos por la señal de Stop.

De nuevo la prosa del cubano Cabrera Infante ofrece un ejemplo representativo de este fenómeno:
«Me costaba trabajo intentar algún aproche a una muchacha en el cine cuando iba con mi hermano, que era a menudo. Era entonces difícil cambiarse
de asiento, de fila…».
Guillermo Cabrera Infante (1979), La Habana para un infante difunto, Barcelona, Círculo de lectores, 1992, pág. 145.
Aproche, del fr. approche, ing. approach, le es a Cabrera Infante más útil que aproximación, acercamiento, que serían las formas más usuales en
España. Aproche tiene característica de préstamo, de americanismo, como voz usada en Cuba, y presenta cierta duda normativa para otros hablantes
de español que no conozcan esta variedad.

La variedad geográfica del vocabulario ha sido y es estudiada con mucha atención. A lo largo del siglo XIX la
geografía lingüística empezó a recoger las variaciones en el uso de las lenguas. Este interés respondía a diversos
motivos. Los primeros respondían al interés por las modalidades regionales que el romanticismo conservador
impulsó en Europa y que, posteriormente, pasó a América. Se recogieron vocabularios o diccionarios de léxico
regional. Eran además muestras de color local.
Más tarde, los filólogos también empezaron a recoger vocabulario por zonas dialectales. La variedad léxica
dialectal contribuía a delimitar bien la geografía lingüística, junto a la recogida de otros fenómenos lingüísticos
como realización fonética, morfología flexiva, sintaxis. Estos estudios dialectales muestran su mayor rigor en los
mapas dialectales que se impulsaron en la primera mitad del siglo XX. Para la península ibérica el proyecto global
ha sido el ALPI (siglas para Atlas Lingüístico de la Península Ibérica): <http://alpi.csic.es/es/alpi/presentacion>.
Referencias a otros atlas lingüísticos en los que siempre hay algún mapa de distribución de léxico se pueden
encontrar en este otro vínculo: <http://www.geolectos.com/atlas.htm>.

Bajo esta misma perspectiva dialectal hay múltiples diccionarios y vocabularios de zonas dialectales,
Andalucía, Canarias, regiones leonesas y aragonesas, así como americanas. En lengua española son interesantes
los diccionarios que muestran las unidades léxicas de cada país de lengua española frente a un ideal, aceptado
tácitamente, del vocabulario recogido por la Real Academia Española en su diccionario usual: el tradicional DRAE
—ahora DLE— en sus diversas ediciones. Son aquellos los diccionarios contrastivos de americanismos. El
adjetivo contrastivo marca que en ellos se contrasta el vocabulario recogido en un país americano con el
vocabulario habitual en España. El rigor en la recogida y en el tratamiento de las voces varía entre los publicados.
Sobresale el proyecto de la Universidad de Augsburgo sobre Diccionarios Contrastivos del Español de América
(DCEA), Augsburgo, Gunther Haensch y Reinhardt Werner (dirs.) (1981-2004):
<http://www.philhist.uni-augsburg.de/lehrstuehle/romanistik/angewandte/DCEA/1_DCEA/1_1_Des/>, que recoge los siguientes repertorios
léxicos:

[NDDifArg] CHUCHUY, C. y L. HLAVACKA DE BOUZO (1993), Nuevo diccionario de argentinismos, Santafé de Bogotá, Instituto Caro y
Cuervo, t. II de Nuevo diccionario de americanismos, dir. Günther HAENSCH y Reinhold WERNER.
[DDifArg] CHUCHUY, C. (2000), Diccionario del español de Argentina – Español de Argentina – español de España, Madrid, Gredos,
reimpr. 2003, t. III de Nuevo diccionario de americanismos, dir. Günther HAENSCH y Reinhold WERNER.
[DDifBol] COELLO VILA, C. y R. WERNER (en revisión), Diccionario del español de Bolivia. Español de Bolivia – español de España.
[DDifCol] HAENSCH, G. y R. WERNER (1993), Nuevo diccionario de colombianismos, t. I de Nuevo diccionario de americanismos, Santafé
de Bogotá, Instituto Caro y Cuervo.
[DDifCu] CÁRDENAS MOLINA, G., A. M. TRISTÁ PÉREZ y R. WERNER (2000), Diccionario del español de Cuba. Español de Cuba –
español de España, Madrid, Gredos, reimpr. 2003.
[DDifEc] MIÑO-GARCÉS. F. y R. WERNER (en revisión), Diccionario del español de Ecuador. Español de Ecuador – español de España.
[DDifPe] HUISA TÉLLEZ, J. C. y R. WERNER (en curso), Diccionario del español del Perú. Español del Perú – español de España.
[DDifUr] KÜHL DE MONES, U. (coord.) (1993), Nuevo diccionario de uruguayismos, Santafé de Bogotá, Instituto Caro y Cuervo.

Hay también otros diccionarios contrastivos en los que por defecto se realiza una recogida de conjunto del
vocabulario encontrado en el continente americano no presente en el del español de España. Sobresale entre ellos
el de la ASALE:
ASALE (Asociación de Academias de la Lengua Española) (2011), Diccionario de americanismos, Madrid, Santillana, en línea,
<http://www.asale.org/recursos/diccionarios/damer>.

Y es curioso e informativo el de Richard (1997):


RICHARD, R. (coord.) (1997), Diccionario de hispanoamericanismos no recogidos por la Real Academia. (Formas homónimas, polisémicas y
otras derivaciones morfosemánticas), Madrid, Cátedra.

Hoy se aborda la geografía del español como una lengua policéntrica, cuyos focos de irradiación son
precisamente las capitales políticas de los diferentes estados. En tiempos pasados se concebía como una lengua
nacida en la Castilla norte y desde allí irradiada; el único centro entonces era la zona de Castilla la Vieja y la
capital de España, la ciudad de Madrid. Esta concepción se superó a partir de los años cincuenta del siglo XX.
Una innovación en estos estudios de vocabulario marcados por su variedad geográfica es el proyecto del
diccionario de México, que no toma enfoque contrastivo, sino que recoge y describe el léxico usual en México
desde la misma cultura mexicana. La hipótesis de partida de los diccionarios realizados en El Colegio de México
es que el modo de representar el vocabulario del español se hace desde una perspectiva cultural propia, la de la
comunidad mexicana, y que esta perspectiva no coincide con la enfocada mayoritariamente en el español central,
representado por la Real Academia Española desde su sede madrileña. El Diccionario del español de México
(DEM) se puede consultar en internet:
Lara, L. F. (dir.) (2010), Diccionario del español de México, Ciudad de México, El Colegio de México, <http://dem.colmex.mx/>.

Otro diccionario, denominado integral, como el de México, es el de la Argentina:


[DIEA] (2008), Diccionario Integral del español de Argentina, Buenos Aires, Voz Activa.

Y otros más en esta línea están en proceso.


Se pueden llevar a cabo además consultas en diccionarios indexados de americanismos, recurso de la Real
Academia Española. Una muestra de búsqueda es el siguiente ejemplo del verbo botar con el significado
americano de ‘tirar’ (consulta 16 de junio de 2014):

botar: 57 entrada(s)
Gen. Central Chile
Andes 12/12 Caribe 14/11 Mexic. 7/7
10/9 7/6 5/2
P. R. C. El
Am. Esp. Bol. Col. Ec. Perú Ven. Cuba Pan. Nic. Chile Guat. Hond. Méx. EE.U
Rico Dom. Rica Salv.
10/9 0/0 2/2 2/2 1/1 3/3 4/4 9/6 2/2 0/0 3/3 4/3 3/3 5/2 1/1 3/3 1/1 2/2 0/0

Hoy se recoge en diferentes países y regiones el vocabulario de la disponibilidad léxica de estudiantes. Lo que
empezó con interés en tener datos de referencia sobre el vocabulario activo de los estudiantes de un país se ha ido
transformando en tener datos de variabilidad léxica en diferentes territorios donde la lengua española es la lengua
habitual. El director del proyecto ha sido el académico Humberto López Morales, coordinador también del
Diccionario de americanismos de la Real Academia Española.
El proyecto de la futura 24ª edición del DLE será consensuado por la Asociación de Academias de la Lengua
Española, ASALE, y será panhispánico desde su planteamiento.

***

Conclusiones: ideas clave

Se ha ejemplificado en este tercer capítulo la variedad del léxico, sus diferentes usos comunes y especializados,
su dinámica diacrónica y diatópica, a través del léxico documentado o vocabulario de la lengua española, lengua
escrita desde el siglo XIII y lengua extendida y reconocida en más de veintitrés países. El fenómeno de la dinámica
léxica, en las dos dimensiones que aquí hemos analizado, la del tiempo y la del espacio, ocurre sin embargo en
todas las lenguas vivas, aunque presenten menos historia y menos hablantes que el español. Es un fenómeno
lingüístico universal.

Obras consultadas: para saber más

Sobre diferentes aspectos que condicionan la variación léxica:

BRINTON, Laurel J. (2005), Lexicalization and language change, Cambridge, Cambridge University Press.
BYBEE, Joan (2015), Language change, Cambridge, Cambridge University Press.
BYBEE, Joan L. y Paul HOPPER (eds.) (2001), «Introduction», en Frequency and the emergence of linguistic
structure, Amsterdam, John Benjamins, 1-24.
CAMPBELL, L (1999), Historical linguistics: an introduction, Cambridge (Ma), MIT Press.
COSERIU, Eugenio (1958), Sincronía, diacronía e historia: el problema del cambio lingüístico, Montevideo,
Impresora Cordon, 4.ª ed. en Gredos, 1988.
MALKIEL, Yakov (1993), Etimología, Madrid, Cátedra, 1996.
MALVERN, David et al. (2004), Lexical diversity and language development: quantification and assessment,
Houndmills, Palgrave Macmillan.
En relación con la lengua española:

COSERIU, Eugenio (1999), «Nuevos rumbos en la Toponomástica», prólogo al Diccionario de toponimia


canaria de M. Trapero, Gobierno de Canarias, Consejería de Educación, Cultura y Deportes.
GÓMEZ CAPUZ, Juan (1998), El préstamo lingüístico: conceptos, problemas y métodos, Valencia, Universitat de
València.
LAPESA, Rafael (19839), Historia de la lengua española, Madrid, Gredos, 9.ª ed.
LÓPEZ MORALES, Humberto (2010), La andadura del español por el mundo, Madrid, Santillana.
MORENO FERNÁNDEZ, Francisco (2009), La lengua española en su geografía, Madrid, Arco Libros.
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2010), Ortografía de la lengua española, Madrid, Espasa Calpe.
VAQUERO DE RAMÍREZ, María (2003), El español de América, Madrid, Arco Libros (segunda parte dedicada a la
caracterización general del léxico).
ACTIVIDADES PARA LA REFLEXIÓN DEL CAPÍTULO 3

I) Análisis del vocabulario especializado en un texto periodístico

Vigilados y vendidos
Manuel Castells
«El 97% de la información del planeta está digitalizada. Y la mayor parte de esta información
la producimos nosotros, mediante internet y redes de comunicación inalámbrica. Al
comunicarnos transformamos buena parte de nuestras vidas en registro digital. Y por tanto
comunicable y accesible mediante interconexión de archivos de redes. Con una identificación
individual. Un código de barras. El DNI. Que conecta con nuestras tarjetas de crédito, nuestra
tarjeta sanitaria, nuestra cuenta bancaria, nuestro historial personal y profesional —incluido
domicilio—, nuestros ordenadores —cada uno con su número de código—, nuestro correo
electrónico —requerido por bancos y empresas de internet—, nuestro permiso de conducir, la
matrícula del coche, los viajes que hemos hecho, nuestros hábitos de consumo —detectados por
las compras con tarjeta o por internet—, nuestros hábitos de lectura y música —gentileza de las
webs que frecuentamos—, nuestra presencia en los medios sociales —como Facebook,
Instagram, YouTube, Flickr o Twitter y tantos otros—, nuestras búsquedas en Google o Yahoo y
un largo etcétera digital. Y todo ello referido a una persona; usted, por ejemplo. Sin embargo se
supone que las identidades individuales están protegidas legalmente y que los datos de cada uno
son privados. Hasta que no lo son. Y esas excepciones, que de hecho son la regla, se refieren a la
relación con las dos instituciones centrales en nuestra sociedad: el Estado y el Capital.
En ese mundo digitalizado y conectado, el Estado nos vigila y el Capital nos vende, o sea
vende nuestra vida transformada en datos.
[…]
Aunque la vigilancia incontrolada del Estado es una amenaza para la democracia, la erosión de
la privacidad proviene esencialmente de la práctica de las empresas de comunicación de obtener
datos de sus clientes, agregarlos y venderlos. Nos venden como datos. Sin problema legal. Lea la
política de privacidad que publica Google: el buscador se otorga el derecho de registrar el nombre
del usuario, el correo electrónico, número de teléfono, tarjeta de crédito, hábitos de búsqueda,
peticiones de búsqueda, identificación de ordenadores y teléfonos, duración de llamadas,
localización, usos y datos de las aplicaciones. Aparte de eso, se respeta la privacidad. Por eso
Google dispone de casi un millón de servidores para procesamiento de datos.
¿Cómo evitar ser vigilado o vendido? Los criptoanarquistas confían en la tecnología. Vano
empeño para la gente normal. Los abogados, en la justicia. Ardua y lenta batalla. Los políticos,
encantados de saberlo todo, excepto lo suyo. ¿Y el individuo? Tal vez cambiar por su cuenta: no
utilice tarjetas de crédito, comunique en cibercafés, llame desde teléfonos públicos, vaya al cine y
a conciertos en lugar de descargarse pelis o música. Y si esto es muy pesado, venda sus datos,
como proponen pequeñas empresas que ahora proliferan en Silicon Valley».
La Vanguardia, 21 de febrero de 2015, pág. 23.

Muchas de las palabras del texto están usadas de manera especializada,


por ello algunas son unidades léxicas pluriverbales redes de comunicación,
registro digital, correo electrónico, número de teléfono, tarjeta de crédito,
hábitos de búsqueda, peticiones de búsqueda, duración de llamadas. El
primer sustantivo por sí solo no las coloca en el marco de la tecnología de
las comunicaciones, es el complemento adjetival o preposicional el que las
convierte en vocabulario especializado. En la conversación informal uno de
los elementos no se suele expresar, en general el segundo, pues el tema de
la conversación ya sitúa la especialización de los sustantivos: redes, correo,
número, tarjeta, búsqueda, duración se entienden en su acepción
tecnológica; los diccionarios tienen que recoger estos usos por antonomasia.
La acepción tecnológica de otros términos queda recogida en el DLE
(2014) de la siguiente manera:
aplicación, 4. f. Inform. Programa preparado para una utilización específica, como el pago de
nóminas, el tratamiento de textos, etc.

buscador, 3. m. Inform. Programa que permite acceder a información en internet sobre un


tema determinado.

digital, 2. adj. Referente a los números dígitos y en particular a los instrumentos de medida
que la expresan con ellos. Reloj digital.

digitalizar, (23ª) 1. tr. Registrar datos en forma digital. (22ª) 1. tr. Inform. Expresar datos en
forma digital.

inalámbrico, 1. adj. Dicho de un dispositivo o de un sistema de comunicación eléctrica: Sin


alambres conductores. Micrófono inalámbrico. Comunicación, red inalámbrica.

interconexión, 1. f. Acción y efecto de interconectar.

interconectar, 1. tr. conectar. U. t. c. prnl.

conectar, 3. tr. Tecnol. Enlazar entre sí aparatos o sistemas, de forma que entre ellos
pueda fluir algo, como agua, electricidad, señales, etc. U. t. c. intr. y c. prnl.

internet, 1. amb. Red informática mundial, descentralizada, formada por la conexión directa
entre computadoras mediante un protocolo especial de comunicación. ORTOGR. Escr. t. con
may. inicial.
privacidad, 2. f. Ámbito de la vida privada que se tiene derecho a proteger de cualquier
intromisión.

red, 10. f. Inform. Conjunto de computadoras o de equipos informáticos conectados entre sí y


que pueden intercambiar información. 11. f. Inform. internet. En la red puedes encontrar
cualquier información.

servidor, 7. m. Inform. Unidad informática que proporciona diversos servicios a


computadoras conectadas con ella a través de una red.

web, 1. f. Inform. Red informática

No figuran en el DLE (2014) ni cripto- ni encriptar, cibercafé, peli. Falta


también la acepción tecnológica de usuario, comunicable.
Los nombres propios de las redes sociales, Facebook, Instagram,
YouTube, Flickr o Twitter; o de los buscadores Google o Yahoo hoy son casi
tan conocidos como otras marcas de negocio o de prensa, tales como
Clarín, La Vanguardia, El Correo, El Corte Inglés, el Banco Santander o el
BBVA. Dentro de unos años necesitarán aclaraciones y notas para ser
entendidos como hoy los consideramos.
Silicon Valley, ‘lugar donde se desarrolla tecnología puntera’, por ser la
región californiana donde se desarrolla esta principalmente, es un uso
equiparable como nombre propio a otros como Hollyvood (por industria del
cine), el Vaticano (por pensamiento católico), Mánchester (por fabricación
textil), que se suelen utilizar por antonomasia, es decir, se designa con ese
apelativo un tipo de referente generalizado porque es, entre todos los de su
clase, el más conocido o representativo. Se ha visto también usar así,
anteriormente, ladrillo y neurona.

Entre la exposición del texto, que se mantiene en tono serio y hasta


grave, se deslizan algunas apreciaciones irónicas: detéctelas y
contraponga el vocabulario usado en ellas con el vocabulario
especializado trabajado.

II) Ejercicio sobre dinámica de léxico

Los cuatro ejercicios que siguen buscan suscitar preguntas sobre la


información que se tiene hoy del léxico documentado.
1. Explique las aplicaciones que un usuario con internet encuentra a su
alcance libremente y deduzca las posibilidades que tiene la informática para
el conocimiento del léxico de las lenguas. Ponga un ejemplo de una misma
búsqueda en diversos recursos de los que allí se ofrecen. El recurso de
acceso más fácil para los hablantes de español es el CORPES XXI de
<www.rae.es>. Investigue las búsquedas por lema o por forma; intente
entontrar también formas complejas, como libre concurrencia; investigue
las diferentes secciones en que los documentos están considerados; limite
su búsqueda a reconocer adjetivos que recibe un sustantivo o a
complementos objeto que recibe algún verbo transitivo; siga por ejemplo
los usos de un adverbio como confidencialmente, plantéese usted mismo
alguna pregunta.

2. Todos los corpus consultables en la página <rae.es> ofrecen los datos


con información cronológica. En el apartado que suministra ejemplos y
concordancias puede pedir que se los ofrezcan con primera documentación
o limitándose al periodo que le interese. Por ejemplo, si está leyendo una
obra del siglo de oro español limite su búsqueda a los años 1550-1650 y
observe qué otros autores utilizan la voz que usted busca y con qué valor.
De esta manera los corpus diacrónicos, el CORDE y el corpus del NDHE,
le ayudan a descodificar históricamente.

3. Si sabe algo de lengua francesa visite el Centre National de


Ressources Textuelles et Lexicales del organismo de investigación francés
CNRS: <http://www.cnrtl.fr/>. Explore allí y describa los apartados del
menú horizontal de este sitio:

Portail lexical
Corpus
Lexiques
Dictionnaires
Outils

4. Entre en Francetext y compárelo con el CORDE de la Real Academia


Española; tenga en cuenta que son dos corpus que responden a diferentes
objetivos: ¿qué diferencias hay en cuanto a su objetivo y por tanto en
cuanto a su aplicación y uso?, ¿se le ocurre alguna aplicación en concreto
para trabajar con este corpus francés?

III) Actividad sobre etimología a partir de lo explicado por Jean-Yves


Calvez

1. Dado que en catalán higo es figa e hígado es fetge, ¿por qué se puede
afirmar que estas voces tienen en catalán la misma etimología (origen de la
forma fónica) que el resto de voces de otras lenguas románicas listadas para
higo e hígado en el texto recogido de Jean-Louis Calvet en este capítulo 3?

2. Reflexione si la explicación etimológica de hígado tiene que ver con


el significado o con la combinación sintáctica mantenida como forma de
‘alimentado con higos’.

3. ¿Tiene alguna repercusión conocer esta información histórica en el


uso actual de las voces derivadas de ficatum latino?

4. Dado que hay etimología similar en todas las lenguas románicas, ¿en
qué época se puede aventurar que se fijó el uso de ficatum para hígado?: a)
en latín clásico, b) en los siglos finales del imperio romano, c) en los
primeros momentos de las lengua románicas que lo heredan.

IV) ¿La «bobada» de algunos neologismos?

Exponga los argumentos lingüísticos que aduce el filósofo Manuel Cruz


para no aceptar el neologismo pasar pantalla, tan profusamente utilizado
por los políticos de la segunda década de este siglo XXI.

La bobada de pasar pantalla


El lenguaje político adopta a veces palabras y expresiones impropias para describir aquello que
pretenden nombrar
Escribió el filósofo rumano Emile Cioran un día que se despertó wittgensteiniano que toda
palabra es una palabra de más. Supongo que, por la misma lógica y cambiando la escala, podría
afirmarse que todo libro es un libro de más. Pero de cualquier libro, incluso del peor, se podría
sostener que tuvo un instante de gloria en el que para alguien fue necesario (para el autor como
mínimo). De hecho, probablemente por ahí pase la diferencia entre los textos irrelevantes y las
grandes obras: estas nunca dejan de ser necesarias. Aunque quizá fuera un poco más preciso decir
que nunca dejamos de necesitarlas.
Si regresamos a las palabras y predicamos de ellas la misma distinción
que acabamos de establecer entre los libros, podremos afirmar que las
que hacen fortuna cifran su triunfo en incorporarse al acervo común del
lenguaje (y consolidan su éxito cuando obtienen los honores de entrar en
el Diccionario de la RAE, o el equivalente en la lengua correspondiente),
mientras que otras, tras un tiempo de vida precaria entre frases, dándose
codazos por alcanzar un lugar bajo el sol del lenguaje común, terminan
por desaparecer por su inconsistencia o su manifiesta impropiedad para
describir mínimamente bien aquello que nombran.
Entre estas últimas, una expresión que resulta digna de mención, aunque
solo sea por la notoriedad pública que ha obtenido como consecuencia de
haber sido utilizada reiteradamente por algunos de nuestros
representantes políticos, es la de «pasar pantalla». Se trata, digámoslo de
salida, de una de las expresiones más bobas y ridículas que se han
acuñado en los últimos tiempos, en reñida competencia con la también
famosa «desconexión». Por supuesto que de ella, como de la más
insustancial, se puede afirmar que en algún momento ha hecho falta, ha
cumplido una función o, al menos, ha servido para algo. Pero lo que vale
la pena plantearse es precisamente cuál ha sido esa función o utilidad que
le han encontrado sus usuarios, más allá de permitirles revestirse con
ropajes modernillos o actuales desde el punto de vista formal (por
aquello de que se trata de una formulación tomada en préstamo del
lenguaje de los internautas).
Para responder a la pregunta, bastará con evocar alguna situación
reciente. Pensemos, por ejemplo, en las declaraciones de Oriol Junqueras
en Cataluña Ràdio el pasado 20 de diciembre, en las que, como ha
recordado Xavier Arbós en un magnífico artículo (Derecho a decidir,
adiós, El Periódico 18/03/2015), afirmaba que el derecho a decidir
correspondía a una etapa superada, a una pantalla que había quedado
atrás en el tiempo. En análogo sentido se ha pronunciado en estos
últimos días Juanjo Puigcorbé —un actor en horas bajas desde que se le
ocurrió encarnar al rey Juan Carlos en una serie televisiva, según propio
testimonio—, aunque en su caso la pantalla abandonada no era la del
derecho a decidir sino la del federalismo, respecto del cual se ha
declarado profundamente desencantado (resultando irrelevante a estos
efectos la cuestión de cuándo se produjo el tal desencanto, habida cuenta
de que el federalismo todavía no ha disfrutado de su oportunidad entre
nosotros).
Aguardarían en vano quienes esperaran que a tales afirmaciones les
siguiera alguna forma de justificación o explicación. Quienes así hablan
—y ni el líder de ERC ni el Sean Connery catalán constituyen una
excepción en este aspecto— acostumbran a considerarse liberados de
argumentar nada. Para todos ellos permanecer en la supuesta pantalla
anterior descalifica (¿por antiguo?) a quien se haya quedado ahí, sin que
el crítico se moleste en señalar las virtudes de la suya (¿por nueva?) o los
defectos de la ajena. Estamos ante la banalidad en estado puro, en la
mera afirmación apoyada solo en una metáfora que, por añadidura, ni
siquiera se aplica bien a este tipo de situaciones, y se queda por tanto en
mero jugueteo con las palabras.
Supongo que para los usuarios de este tipo de expresiones debe resultar
particularmente desolador toparse de bruces con la evidencia de que la
navegación en la que se inscribe su tan manoseado cambio de pantalla
admite muy diversas travesías (¿acaso no es eso, su carácter errático y no
predeterminado, lo que caracteriza navegar por Internet?).
No estoy planteando una cuestión abstracta o especulativa, sino bien
práctica. Hace unos meses el soberanismo alardeaba de que, según las
encuestas, el 80% de catalanes era partidario de poder votar para decidir
acerca de su futuro político. Pues bien, cuando el pasado 9-N el
presidente Mas cumplió finalmente su promesa de poner urnas y
papeletas, para conocer las preferencias de la ciudadanía catalana al
respecto, resultó que solo acudió a votar el 30% de los convocados. La
pregunta inevitable es: ¿qué se hizo del 50% que falta en esta
contabilidad? No es mi respuesta favorita, por todo lo que acabo de
exponer, pero sí la que los soberanistas, por pura coherencia, deberían
plantearse seriamente: tal vez ese 50% está, en efecto, en otra pantalla,
solo que muy distinta a la que propone el soberanismo.
Manuel Cruz es catedrático de Filosofía Contemporánea en la UB,
El País, 29 de marzo de 2015.

V) Ejercicio sobre americanismos


Descífrese bien el significado de los americanismos en los dos
fragmentos siguientes de la novela de Mario Vargas Llosa La tía Julia y el
escribidor (1977), Barcelona, Seix Barral, 5ª ed. 1990. Consúltese tanto el
DAMER (2011) como el DLE (2014):

«Rechazado airadamente su proyecto, renunció al viaje a Roma y fue a sepultarse en el infierno


de Mendocita, de donde no saldría más.
Él mismo eligió el barrio cuando supo que todos los sacerdotes de Lima le temían como a la
peste, no tanto por la concentración microbiana que había hecho de su jeroglífica topografía de
arenosas veredas y casuchas de materiales variopintos —cartón, calamina, estera, tabla, trapo y
periódico— un laboratorio de las formas más refinadas de la infección y la parasitosis, como por
la violencia social que imperaba en Mendocita. La barriada, en efecto, era en ese entonces una
Universidad del Delito, en sus especialidades más proletarias: robo por efracción o escalamiento,
prostitución, chavetería, estafa al menudeo, tráfico de pichicata y cafichazgo» (p. 299).
«—Todavía eres un mocosito —la oí murmurar, entre risas y pucheros, mientras yo, sin
aliento, le decía que la necesitaba, que la quería, que nunca la dejaría regresar a Bolivia, que me
mataría si se iba. Por fin, volvió a hablar, en tono muy bajito, tratando de hacer una broma: —
Quien con mocosos se acuesta siempre amanece mojado. ¿Has oído ese refrán?
—Es huachafo y no se puede decir —le contesté, secándole los ojos con mis labios, con las
yemas de los dedos—. ¿Tienes aquí esos papeles? ¿Tu amigo el embajador los podría legalizar?»
(p. 327).
SEGUNDA PARTE

La unidad léxica y el sistema lingüístico

La lingüística opera distinguiendo propiedades y relaciones a partir de


los datos que se retienen del fenómeno físico del lenguaje humano.
Consideramos aquí el léxico como un componente básico de las lenguas y,
por tanto, a partir del léxico puede formularse también un cierto número de
propiedades y relaciones en las lenguas.
Las propiedades señalan posibles estructuras y entre esas estructuras se
establecen relaciones internas en cada una de ellas y externas entre los
diferentes tipos de estructuras reconocibles. Estas propiedades se
manifiestan cuando se observan las unidades léxicas en su funcionamiento
como emisiones lingüísticas y en las asociaciones mentales que los
hablantes son capaces de establecer entre ellas.
Se podría establecer que en el léxico de una lengua se presentan cuatro
relaciones posibles:

• Por el modo en que lo llamado realidad o mundo se representa en


todas las lenguas, las unidades presentan relaciones de afinidades
semánticas, como la expresión de tiempo, de realia (objetos), de
sentimientos. Luego el léxico presenta posible estructura semántica.
• Por las relaciones que establece la capacidad de ir trabadas unas
unidades léxicas con otras se distinguen diferentes categorías: verbos,
adjetivos, nombres, preposiciones, etc. Luego el léxico presenta
posible estructura sintáctica.
• Por las relaciones que establecen su manifestación formal y su
capacidad de flexión o de invariabilidad, las unidades léxicas pueden
ser invariables o flexivas de diversa manera. Luego el léxico presenta
posible estructura morfológica.
• Por las relaciones establecidas en su manifestación fonética, las
unidades léxicas se distinguen por su diferente número de sílabas,
sílabas coincidentes, patrones fónicos homólogos, etc. Luego el
léxico presenta posible estructura fónica.

A su vez, en el interior del léxico de una lengua se presentan relaciones


internas en las anteriores estructuras:

• Por la estructura fónica con que se manifiestan, las unidades léxicas


presentan coincidencias o diferencias: hay homófonas (azar, azahar),
parónimas (infligir, infringir); o sin ninguna coincidencia.
• Por su estructura formal, las unidades léxicas establecen relaciones de
formas en sus componentes, unidades simples, derivadas o complejas,
invariables o con flexión.
• Por su estructura sintáctica, las unidades léxicas pueden manifestarse
como afines de coaparición o no: el verbo exige coaparición con
categorías sustantivas, por ejemplo.
• Por la estructura semántica para explicar el mundo, las unidades
establecen múltiples asociaciones: denotativas, connotativas,
asociativas, metafóricas, sinonímicas, antonímicas, etc.

En el anterior recorrido se ha partido de consideraciones semánticas y se


ha concluido con ellas también. La estructura y las relaciones fónicas
actúan como bisagra entre las estructuras y las relaciones internas
presentadas; la semántica enlaza con el mundo exterior, con lo
extralingüístico. Las estructuras y las relaciones semánticas son también las
propiedades que cohesionan las otras relaciones en cada nivel; una
estructura morfológica se relaciona, por ejemplo, por su capacidad de forjar
significado con la sintáctica en la que aparezca y solo por esta capacidad.
La capacidad de significado es la que establece las relaciones entre
propiedades de diferentes estructuras. Por esta razón empezamos esta
segunda parte, sobre el léxico y el sistema lingüístico al que pertenezca, con
las consideraciones básicas de las estructuras y las relaciones semánticas.
Partimos así del significado (§4), seguimos luego con el estudio de la
gramática, sintaxis (§5) y morfología (§6), componentes centrales del
sistema lingüístico.
De todas maneras, las estructuras que el léxico deja establecer sufren
más cambios y variedad a lo largo del espacio y del tiempo, como se ha
visto en el capítulo anterior, que otras que ocurren en otros componentes del
sistema lingüístico, mucho más reguladas y mantenidas en el tiempo. No
son equiparables, pues, las estructuras del sistema lingüístico en sí mismo
considerado, muy estables, con las estructuras esbozadas en el léxico, más
sometidas a la variedad y al cambio.
CAPÍTULO 4

Semántica léxica

En este cuarto capítulo se exponen las relaciones existentes entre


realidad, lengua y categorías léxicas (§4.1), los dos tipos de significado con
que se muestran las palabras (extensión e intensión, §4.2); y, desde este
primer planteamiento, el significado es tratado de manera más tradicional
teniendo en cuenta los sentidos denotativos y connotativos que se requiere
conocer en las unidades léxicas (§4.3), las redes de significado que
cohesionan las palabras (§4.4) y el poder de trasposición semántica o
metafórico de las voces (§4.5).
Se tendrá al final del capítulo una noción de los aspectos desde los que
se puede considerar el significado de las unidades léxicas, cuestión
primordial en cualquier reflexión sobre el léxico.
Sumario
4.1. Entidades, propiedades, estados y eventos
4.2. El significado: intensión y extensión
4.3. El sentido: denotación y connotación
4.4. Relaciones de significado
4.5. Trasposición semántica: polisemia, metonimia y metáfora

4.1. Entidades, propiedades, estados y eventos

«[…] el mundo es como es y las palabras no le importan. Las palabras crean realidad pero esta no
les pertenece, igual que el obrero crea riqueza sin formar parte de ella. El lenguaje es la clase
obrera de la realidad, es la mano de obra que la construye. A cada palabra que se dice o se
escribe, la realidad le debe una cuota de plusvalía».
Javier Pérez Andújar (2012), Paseos con mi madre, Barcelona,
Tusquets, págs. 148-149.

Que la lengua y la realidad están en relación es un tema de reflexión


muy antiguo en filosofía. Si la gramática de las lenguas indoeuropeas ha
forjado los conceptos de sustantivos, adjetivos, verbos o adverbios como
grandes categorías de las lenguas (llamadas muchas veces clases
descriptivas o, de forma tautológica, léxicas) es porque su análisis de la
realidad había también distinguido entre entidades, propiedades, estados y
eventos:

• A las entidades corresponderían los sustantivos.


• A las propiedades corresponderían los adjetivos y los adverbios.
• A los estados y eventos corresponderían los verbos y algunos
sustantivos y adjetivos relacionados con ellos.

El solapamiento no es total, pero es bastante aproximado: plancha (n. f.),


liso-a (adj.), asentadamente (adv.), estar planchado (perífrasis verbal) y
planchar (v.) están relacionadas semánticamente pero son muy distintas
formalmente. Diferenciar entre un adjetivo y un adverbio, como son las
unidades lento / despacio, requiere adiestramento, no es totalmente
intuitivo.

Identificar como ‘eventos’ cenar y cena, en la frase Tras la cena comenzó el baile, requiere
también reflexión lingüística. Siguiendo con el ejemplo, es muy parecido decir Cenaban cuando
saltó la noticia, que Durante la cena saltó la noticia, las dos informaciones se consideran
‘eventos’, aunque en la primera frase el significado se formule con un verbo y en la segunda con
un sustantivo limitado por la preposición durante; lo que no es semejante es la capacidad del
verbo de recordar un sujeto plural y un tiempo que transcurría, dos elementos informativos que se
manifiestan morfológicamente en el verbo y que no puede aportar la formulación con el
sustantivo por sí mismo, cena.

Se ha discutido si precisamente los conceptos entidades, propiedades,


estados y eventos responden a los sistemas que se deducen del análisis de
las lenguas indoeuropeas y, si desde otras familias lingüísticas, los
conceptos para el análisis de la realidad serían los mismos. No hay que
olvidar que la tradición de la lingüística arranca de una lengua indoeuropea,
el sánscrito, y, en concreto para la cultura occidental, directamente de los
primeros gramáticos griegos.
Las entidades pueden ser percibidas desde dos puntos de vista, como la
entidad en sí misma y como el modo en que se presentan, puesto que
pueden ser conceptualizadas desde distintos enfoques. Los tipos de
entidades constituyen objeto de las ontologías, es decir, presentaciones de
todos los entes conceptualizados en una cultura o en una lengua. El cono
léxico de María Moliner, las primeras divisiones del Diccionario ideológico
de Julio Casares, o WordNet son diferentes ensayos de ontologías y señalan
estas dos dimensiones, la física o concreta y la mental o abstracta, desde sus
primeras propuestas.
Entre las entidades se destacan estos dos grandes grupos según sean
referentes de entes concretos o bien entes mentales, concebidos por
abstracción de algunas propiedades, condiciones, comportamientos; los
objetos físicos en general se encuadran en conjuntos, silla en ‘mueble’,
camisa en ‘vestimenta’, harina en ‘alimento’. Esta capacidad para
encuadrarse en sustantivos de conjuntos que no son propiamente naturales
es característica de las entidades concretas (Dik 1977: 138). Las entidades
concretas son espaciales, temporales y, en general, pueden ser
experimentadas.
Las entidades abstractas no presentan estas últimas características. Es
fácil encontrar intersecciones o puntos ambiguos entre estos dos grupos; por
ejemplo, los seres mitológicos o míticos como el unicornio, las
organizaciones como estado o ayuntamiento, que tienen locación y son
objetos sociales, gozan de ambas características, de las entidades concretas
y de las puramente conceptuales. Muchas palabras del vocabulario común,
como música, hambre, iniciativa, oscuridad, por ejemplo, remiten a
propiedades físicas, observables, medibles, y otras lo hacen a propiedades
puramente mentales, morales, valoradas, en un terreno cercano a lo que se
consideran ‘conceptos’. Se pueden, pues, enfocar desde las dos vertientes,
física y mental.
Una segunda diferencia se encuentra entre las entidades no concretas que
refieren a seres animados frente a los inanimados. En usos coloquiales se
produce alguna ambigüedad; por ejemplo, se ve como animada cualquier
institución: El ayuntamiento se personará en el juicio, o como inanimado
un animal, camaleón, en expresiones como Era un camaleón de la vida
social o Todo lo camaleón que puede ser.
Otra diferencia entre el significado de las entidades es la de las que
responden a la naturaleza, frutas, minerales, fieras salvajes, como tigre;
frente a las entidades fabricadas o artefactos, que tienen una propiedad de
funcionalidad muy destacada, sirven para algo, como son aparatos,
herramientas, loza o puchero. Se pueden encontrar zonas ambiguas
también, como las madrigueras o los nidos, que son generados, pero
responden a algo natural.
Otra posibilidad de encuadrar lingüísticamente entidades responde a si
se presentan por unidades y son por ello contables, como un edificio, frente
a sustancias o materia que se presentan en partículas difíciles de ser
individualizadas y por tanto no contables; responden a esta
conceptualización los sustantivos de materia, que necesitan de acotadores o
medidas para poder ser contados: tales como arena de la playa, un cubo de
arena o la longitud, un metro de cinta; y las entidades abstractas como
tiempo, cariño o ciencia, que pueden ser acotadas por un minuto de, una
pizca de, un estallido de. También bajo esta óptica se pueden categorizar las
entidades que tienen partes, cuyos sustantivos son merónimos, el respaldo
por ejemplo, de su holónimo correspondiente, la silla, como se verá más
adelante.
Reciben también categoría las entidades únicas frente a las que se
refieren a clases de entidades: Celia frente a colegiala; Salamanca frente a
ciudad; Renault frente a automóvil; es lo que la gramática y la ortografía
diferencian como nombres propios y nombres comunes.
También es útil diferenciar las entidades que tienen independencia en sí
mismas y las que son dependientes de otra entidad: amigo es dependiente
de otra persona, amigo de Patroclo; retrato es dependiente de la persona
retratada, retrato de Juan de Pareja, tamaño de un objeto, tamaño de una
bandeja.
Todas estas distinciones permiten ser ordenadas en taxonomías
jerarquizadas, pero hay vocablos que son susceptibles de aparecer en varias
categorías, lo que complica su distinción.

La posibilidad de ser catalogadas bajo varias categorías explica la polisemia de sustantivos como
densidad o firmeza, que pueden categorizarse como abstractos y como dimensión medible o
experimentada; densidad, como una ‘cualidad’ o como ‘número de individuos; de bits, etc., uso
este último que admite plural; firmeza, como ‘cualidad’ o como ‘objeto valioso que sirve de
prueba de lealtad, generalmente, amorosa’; o traducción, que puede ser considerado como
abstracto o como concreto, dado que se materializa en un escrito (concreto) con contenido (no
físico o abstracto).

Las entidades eventuales y muchas abstractas necesitan argumentos,


pues sin ellos no se procesan satisfactoriamente y resultan ambiguas (§5.5):
la traducción de Miguel puede ser algo inconcreto según lo traducido haya
sido un documento original de Miguel, una acción realizada por Miguel
sobre un texto ajeno, o se refiera a un escrito en una lengua concreta del
mismo texto traducido por otro desde otra lengua: la traducción de la
Biblia, la traducción de los Setenta, la traducción al griego.
Los eventos se asignan principalmente a los verbos y nombres de acción
o nominalizaciones derivadas de verbos, asignar > asignación, y
sustantivos de los que pueden derivarse a su vez verbos, cena > cenar. Los
eventos son categorías que por sí mismas indican temporalidad, pues
tormenta y accidente ocurren en el tiempo como estallar o suceder. Los
eventos pueden ser observados, experimentados, son sucesos y no objetos
(Vendler 1967: 141).
Otro fenómeno de nominalización es el que ocurre entre propiedades
cualitativas y sustantivos que las denominan: leal > lealtad, firme >
firmeza, valiente > valentía. Las propiedades se nominalizan en sustantivos
abstractos.
Ježek (2016: 139) se plantea por qué las lenguas desarrollan esos
mecanismos entre verbos y sustantivos, adjetivos y sustantivos, y reponde
que posiblemente son mecanismos lingüísticos para poder pasar desde los
posibles referentes a unidades predicativas y, en sentido inverso, desde
propiedades predicativas a referentes.
En español los conceptos señalados y las categorías gramaticales
coinciden bastante aproximadamente, como se irá viendo, pero, tal y como
señala el escritor Pérez Andújar, las palabras añaden, tiñen, califican,
plantean, descalifican, matizan, de manera muy variada lo que se puede
extraer de la realidad, es decir, aportan a la realidad «una cuota de
plusvalía». Esta perspectiva que aportan las palabras de las lenguas a lo que
consideramos realidad o ‘mundo’ es la que en este libro nos interesa
semánticamente, una propiedad netamente lingüística.
Además de estos cuatro conceptos, entidades, propiedades, estados y
eventos, hay otros como resultados, tiempo, espacio, modos, etc., que
tienen que ver con el pensamiento y con el lenguaje, como cualquier
persona que haya estudiado algo de gramática ya sabe.
Esta posición de poner en paralelo la realidad y el lenguaje humano es
propia del realismo filosófico en el que se parte de que todas las categorías
conceptuales tienen credenciales ontológicas, esto es, se ofrecen como entes
o seres que sirven para esbozar una teoría válida para el pensamiento y para
el lenguaje humanos en la que se utilicen entidades, propiedades,
modalidades, eventos y otras, relacionadas con las características de
persistencia. Estas categorías se conciben como duraderas en el tiempo, no
son efímeras ni se particularizan, es decir, cada una de ellas mantiene
sostenidas sus propias características, que la semántica intenta describir.
Para abordar el problema del significado es eficaz pensar que lo que el
hombre busca y ha buscado a lo largo de la historia son explicaciones al
puzle que representa su existencia. Para explicarse esa existencia el género
humano encuentra analogías, crea conceptos, formula definiciones, busca
las funciones de ciertos elementos. Por ejemplo, ¿qué ocurre con el lenguaje
humano, un fenómeno que objetivamente se manifiesta en la producción de
sonidos dirigidos de unos hablantes a otros? La significación es un
fenómeno que se ha presentado siempre como problema. Si se ve el entorno
como un puzle, las unidades básicas para abordarlo, o las menciones a cada
cosa que se logra conceptualizar como categorías, creencias, información,
son diferentes maneras de dar una respuesta explicativa. Las explicaciones
que el género humano necesita y se da ilustran, iluminan, se adecuan al
problema que se tiene delante. La necesidad de explicación está en el
centro de una teoría de la cognición (Moravcsik 1990).
La especie humana ha buscado y sigue buscando dónde hay que colocar
la teoría del significado y un punto del que arrancar se puede encontrar
sobre esta base de carácter netamente explicativo. Los objetivos
fundamentales del pensamiento, de la cognición humana, son poder
representarse la realidad, dar cuerpo a esta representación y que esta pueda
ser explicada; el pensamiento trabaja con juicios, proposiciones,
demostraciones, representaciones, pero sin que entre estas operaciones
tenga que haber nexos lógicos formales; el pensamiento humano es
complejo, espontáneo, unas veces consciente y otras no consciente, y en
algunos momentos puede romper relaciones establecidas por medio de
intervenciones intuitivas; sería otra forma de pensamiento no consciente,
que se generaría en las profundidades de la mente a las que no llega la
consciencia. La intuición se manifiesta a menudo en el uso de la lengua.
La lengua, el lenguaje humano, es así una de las vías de acceso al
pensamiento, que permite distinguir lo que tiene relevancia psicológica,
relevancia que responde a los conceptos de sentido común básico,
generalizable al género humano, y sentido común periférico, relativo al que
se desarrolla en cada cultura. Y ello sería solo un aspecto del pensamiento,
pero aspecto bajo el que se puede colocar lo que sea el significado, la
necesidad de explicación a través de toda lengua natural y de cada lengua
particular que tiene el género humano.

4.2. El significado: intensión y extensión

Al menos desde una perspectiva realista se ha visto ya qué puede ser el


significado léxico. El significado léxico puede enfocarse como las
condiciones que permiten representar, intervenir y, fundamentalmente,
explicar la realidad o el mundo por medio del lenguaje, condiciones que
establecen ya dos puntos de anclaje, el significado y la referencia.
Los filósofos realistas colocan un triángulo de tres vértices para explicar
el significado: la lengua, la realidad y la mente humana.
Figura 1. Triángulo semiótico

Entre la realidad y la lengua se desarrolla la designación, el etiquetaje, la operación de


Adán poniendo nombre a las criaturas, que describe el Génesis.
Entre la realidad y la mente se desarrolla la conceptualización, que exige pasar de los seres
individuales, particulares, nombres propios, a la representación de categorías, géneros,
conceptos universales, nombres comunes.
La relación desarrollada entre la mente y la lengua se manifiesta en los fenómenos de la
comprensión y de la expresión, que requieren predicación.

Las relaciones que unen estos tres vértices pueden albergar una teoría
sobre el léxico de las lenguas. Una teoría léxica puede relacionar la lengua,
la mente y la realidad determinando la referencia (la extensión semántica) y
el significado (la intensión semántica) de las palabras y haciendo posible la
comprensión y la expresión de los hablantes.
Las lenguas no tienen ninguna teoría detallada del mundo codificado en
ellas; por el contrario, son un medio de comunicación elástico, que permite
diferentes perspectivas para ser comunicadas; se parecen a lo que se conoce
como sentido común, que tampoco responde a ninguna teoría. Las lenguas
naturales son fenómenos biológicos e históricos; algunos de sus rasgos
responden al organismo del cuerpo humano (la producción de sonido, el
oído) y otros son rasgos que permiten el desarrollo de las culturas y los
cambios que se producen en ellas (mantenimiento y variación), sean en el
tiempo (variación diacrónica), en el espacio (variación diatópica), y entre
diferentes caracteres (variación diafásica), además de los fenómenos de
cognición propios de la mente humana.
Situamos la teoría semántica del léxico en este marco y en el espacio del
triángulo propuesto: palabras que tienen significado (intensión y extensión),
mente que conceptualiza la realidad en entidades, propiedades, estados y
eventos, y lengua que ha de poder ser comprendida y expresada mediante la
predicación de entidades, propiedades, estados y eventos.
El significado de las unidades léxicas ofrece primeramente los dos
aspectos señalados: intensión y extensión. La intensión semántica de una
palabra marca las condiciones de su aplicación en el uso dentro de una
lengua; puede ser visto este aspecto como una especie de instrucción para la
aplicación de esa palabra en situaciones en que se reconocen propiedades
ideales que cumplen esas condiciones. Una predicación como Es un ratón
se puede aplicar a diversos referentes con la condición de que reúnan ciertas
características: ratones de ciudad y de campo, evidentemente, pero también
otros roedores aunque no sean ratones propiamente (musarañas, topos, ratas
pequeñas) y en casos especiales se puede aplicar a un niño que come de
determinada manera una zanahoria; o, como hace poco y con éxito, a un
pequeño aparato de la tecnología informática que parece tener un largo
rabo, como los ratones, y de un tamaño parecido, el ratón del ordenador.
La extensión semántica de una palabra es el otro aspecto del significado:
señala las entidades que responden a esa intensión y se reconoce en un
marco social espacio-temporal (la comunidad que habla una determinada
lengua). La extensión de una palabra marca las referencias que esa palabra
determina dentro de una lengua según el alcance de la aplicación de la
intensión que tenga. Para muchos hablantes un topo no puede recibir la
aplicación del significado ‘ratón’, es solo un topo, si a lo que se atiende es a
la referencia, que es algo propio de la extensión semántica, y no se lo
reconoce como ‘ratón’. Para ello, evidentemente, el hablante tiene que
conocer las dos palabras, ratón y topo; si no tuviera estas dos palabras,
ratón tendría también la extensión de ‘mamífero pequeño’ y abarcaría o
alcanzaría a topo.
La intensión se aplica; la extensión se reconoce en un espacio y en un
tiempo determinados y queda delimitada por varios factores, como se ha
ejemplificado con ratón y topo. El significado de las palabras tiene las dos
caras, su intensión y su extensión. Saber el significado de una unidad léxica
en una lengua es tener una representación mental de ella en virtud de lo que
cuenta como tal palabra en esa lengua, lo que equivale también a tener un
esquema explicativo de ella. Si tenemos el significado de topo en su aspecto
de intensión, podemos entender por primera vez qué puede significar ‘topo’
en una novela de espías o entre policías que desarticulan bandas terroristas.

Veamos otro ejemplo:


¿Quién sabe qué es una mancuspia?
La palabra mancuspia no está registrada en los diccionarios. De esa palabra por el momento se
desconoce el significado, no se sabe a qué se puede aplicar (extensión) y no se sabe en qué
situación puede resultar explicativa (intensión), tiene características fonológicas del español, eso
sí. De manera que se puede ir desvelando el significado y hasta alguna de las características de las
mancuspias, según va avanzando la información:
1. «Cuidamos las mancuspias hasta bastante tarde» [son entidades que reciben atención del
hombre]
2. «ahora con el calor del verano» [¿plantas y no minerales?]
3. «se llenan de caprichos y versatilidades» [¡¡¡caprichos como los humanos!!!]
4. «las más atrasadas reclaman alimentación especial» [¿un tipo de ser vivo que reclama su
manutención?]
5. «y les llevamos avena malteada en grandes fuentes de loza» [¿un tipo de animal
doméstico?]
6. «las mayores están mudando de pelaje el lomo» [¿un tipo de mamífero?]
Después, al seguir leyendo:
«Cuidamos las mancuspias hasta bastante tarde, ahora con el calor del verano se llenan de
caprichos y versatilidades; las más atrasadas reclaman alimentación especial y les llevamos avena
malteada en grandes fuentes de loza; las mayores están mudando de pelaje el lomo, de manera
que es preciso ponerlas aparte, atarles una manta de abrigo y cuidar que no se junten de noche
con las mancuspias que duermen en jaulas y reciben alimento cada ocho horas».
Julio Cortázar (1951), «Cefalea», Bestiario, en Cuentos completos/1, Madrid,
Alfaguara, 1994, pág. 134.
Se ha podido ir delimitando así el significado de mancuspia y alguna de sus propiedades, de
manera que entre amigos que hayan leído todos este fragmento del cuento de Cortázar se podría
decir (y entender) en broma a alguno que muestre una actitud caprichosa y un poco jactanciosa:
—¡Pareces una mancuspia!, lo que muestra que se ha captado la intensión.

Es conveniente, pues, comprender la palabra tanto en su capacidad de


referencia (extensión) como en su faceta de patrón explicativo bajo cierto
aspecto normativo (intensión); los hablantes son seres que buscan
explicaciones, que comprenden y se comportan de acuerdo con semejanzas
y relaciones establecidas en el ambiente en el que viven, que es el que
marca lo que resulta normativo. En el último ejemplo se ha inferido el
significado de una voz por semejanzas y relaciones que se conocen y se
aplican con el nuevo uso de mancuspia, ya solo entre el grupo de amigos.
La comprensión humana busca encontrar porciones de experiencia
problemática y formar sobre ellas explicaciones que parezcan adecuadas y
que las resuelvan, entre otros varios tipos de esquemas; de esquemas o de
modelos mentales es también el realismo lingüístico que desarrolla
Johnson-Laird (1983). Para proveer estos esquemas y modelos explicativos
para cuestiones nuevas, las lenguas tienen las palabras con su valor de
intensión.
El valor explicativo (intensión) de las palabras descriptivas se observa en
esquemas causales como «porque es un/a N» o «porque es Adj/Adv/V».
Esta capacidad de permitir explicaciones convierte las palabras en
predicados, lo que hace que, además de su capacidad de referencia y de
denotación, se distinga su intensión, esto es, sus condiciones de aplicación,
que quedan de manifiesto en que sirven para dar explicaciones.

—No me llevo bien con el cardo de M.ª Eugenia.


—¿Por qué la llamas cardo?
—Porque no es cariñosa, siempre es despegada, no le sacas una sonrisa nunca.
‘cardo’ se manifiesta en esta breve conversación no por su extensión, la de un tipo de ‘planta
espinosa’, sino en la faceta de que evita la aproximación de otros a ella, lo que sería similar a una
de las características o propiedades como planta que muestra pinchos: ‘persona a la que es difícil
acercarse amablemente’.

La extensión de las palabras no necesita siempre fijeza absoluta de


referencia, pues saber un significado requiere también conocer otras varias
propiedades, no solo una necesaria y suficiente que permita identificarla,
como se ha venido explicando tradicionalmente. Estas propiedades son las
que generan a su vez explicación posible cuando se utilizan en el discurso y
las que explican que el significado de las unidades léxicas se pueda ver
como difuso (Labov 1973).
El significado se muestra en capas que dependen del contexto y están
delimitadas por él. A veces un significado se obtiene como una instantánea;
retenemos un título, un nombre (generalmente propio) de una manera
unidimensional. Sin embargo, de casi todas las palabras descriptivas se
tiene lo contrario, un significado pluridimensional, contemplado desde
muchos posibles ángulos.

Por ejemplo, de gato:


«[…] y los gatos, siempre inevitablemente los minouche morrongos miaumiau kitten kat chat cat
gatto grises y blancos y negros y de albañal, dueños del tiempo y de las baldosas tibias,
invariables amigos de la Maga...».
Julio Cortázar (1963), Rayuela, Barcelona, RBA Editores, 1993, pág. 38.
Detrás de gato no hay imágenes, sino una extraña amalgama que Julio Cortázar representa con
equivalencias de ‘gato’ y sus formas apelativas familiares en otras lenguas, para señalar todo lo
que se puede almacenar bajo el significado de la simple palabra gato.
Se puede realizar un ejercicio parecido extrayendo imágenes, propiedades, sugerencias de la voz
rollo (de papel, de película, de cuerda, de pastelería, manuscrito antiguo enrollado, pesadez,
historia larga y personal, relación amorosa, etc.). No es muy general en el dominio hispánico
tener otro dato semántico de rollo como ‘picota’, columna aislada de piedra de la que pendían las
condenas y a veces los cuerpos de los ajusticiados, como se conoce en muchos pueblos del
occidente peninsular a la picota, cuya forma cilíndrica coincide con la de otros rollos. Esta
perspectiva aporta al significado de rollo notas diferentes de las sugeridas; su intensión es potente
y su extensión, por esa misma razón, es muy amplia.

Fijar la extensión de las palabras gato o rollo, por ejemplo, es un asunto


de saber en qué contextos y en qué contrastes con otras palabras se
presentan, también de negociación y de pacto entre los hablantes.
Aristóteles ya estableció que cada palabra tiene un núcleo de significado
esencial posible de extractar y determinar, alrededor del cual hay una
cantidad de datos accidentales que pueden ser tomados u omitidos. Esto es
lo que diferencia el lexicón (cfr. §2.3) y la enciclopedia. En el lexicón,
conjunto teórico del léxico de una lengua, se establecen esta serie de datos
accidentales, variables, mutables; en la enciclopedia, descripción ordenada
de los conocimientos culturales y científicos, los datos han de ser esenciales
y fijos (Moravcsik 1990).

4.3. El sentido: denotación y connotación

Los fenómenos de significado que se han ido describiendo permiten


distinguir también lo que se suele entender por sentido y diferenciarlo de
significado. El sentido sería la faceta de significado de una palabra que se
muestra en los contextos; lo que luego los diccionarios intentan recoger a
veces en diferentes acepciones. El sentido de gato en el texto de Cortázar
como ‘invariables amigos de la Maga’; el sentido de rollo tal como se
puede ir actualizando diferentemente en enunciados como los siguientes:

—Juana, cambia el rollo de la cámara. Hay un rollo velado.


El oficial saca de su cartera un rollo de papel escrito a mano.
El ingeniero se le acercó con un rollo de planos.
—¿Le vas a seguir el rollo?
Fría en aceite caliente los rollos hasta que se forme una costra dorada.
En estos ejemplos se puede distinguir bien un significado nuclear, que sería el ‘objeto con forma
cilíndrica plegado sobre un eje central’, y los diferentes sentidos que puede tomar, según el marco
en que se actualice. En unos sobresale la longitud del objeto, en otros el tamaño de lo plegado, en
otros la continuidad de lo plegado, en otros la forma, en otros la finalidad, etc. Para muchas
palabras la lista de rasgos nucleares es tan difícil de establecer que parece virtualmente no
existente. Si a ello se añade una experiencia vivida relacionada con una palabra, aún pueden
manifestarse otros aspectos de la semántica de la palabra; «los amigos de la Maga» en el texto de
Cortázar pertenece a la historia y características del personaje únicamente.

Este último fenómeno es el que se conoce como connotación, un


aspecto del significado cargado de experiencias de un hablante o de un
grupo de hablantes exclusivamente; contrapuesto a un significado con
referente evidente para todos, la denotación. El valor connotativo
raramente puede ser recogido en un diccionario, pero todos los hablantes
saben que conviene detectar y valorar que alguna palabra guarda relaciones
experimentadas individualmente por parte del que tiene el turno del
discurso en algún texto oral o escrito.

He aquí dos ejemplos de connotación explicados, ambos de la novela Así empieza lo malo (2014),
de Javier Marías (el primer fragmento de la pág. 167; el segundo de la pág. 87, Madrid,
Alfaguara):
«[…] me daba cuenta de que estaba desarrollando de manera activa ese hábito y cogiéndole
gusto, el del espionaje o voyeurismo, como se prefiera llamarlo, el segundo es solo un término
pretencioso para denominar lo primero».
«[…] al recrearme en su figura me acordé del viejo piropo infantil y levemente grosero, ‘maciza’
(hoy totalmente pasado de moda, además de mal considerado), y se me ocurrió que en realidad
era bastante preciso y bien hallado».
El personaje de la novela valora las expresiones espionaje y voyeurismo; a la segunda de las dos
atribuye la connotación de un valor moral, pretencioso, frente a la primera expresión, cuyo valor
sería simplemente un uso denotativo; el segundo es un adjetivo utilizado para describir a una
mujer, maciza, que sitúa en el tiempo (pasado de moda) y le otorga valores sociales y de
precisión lingüística (infantil, grosero, preciso y bien hallado). Las connotaciones que para el
personaje tienen estas palabras quedan de manifiesto. Su denotación, por el contrario, queda
descrita más sucintamente en un diccionario así:
voyeurismo 1. m. Actitud propia del voyeur. U. t. en sent. fig.
voyeur 1. com. Persona que disfruta contemplando actitudes íntimas o eróticas de otras personas.
DLE 22ª (en la edición 23ª se ha castellanizado como voyerismo y voyerista).
macizo, za 2. adj. Dicho de una persona: De carnes duras y consistentes.
Este fenómeno de variación, apreciación y fluctuación en los
significados de las palabras es uno de los más interesantes del léxico y
decide la utilización del vocabulario en muchas situaciones. Es, en
consecuencia, muy útil diferenciar entre significado denotativo y
significado connotativo. Los diccionarios recogen el significado
denotativo pero solo matices connotativos cuando estos últimos se han
hecho generales en el uso de esa lengua. Ocurre con palabras que en algún
momento identificaron conductas de grupos humanos de forma connotativa,
pero que, al generalizarse y hacerse comunes, añadieron esos matices
connotativos a su significado denotativo en ciertos sentidos. Los
diccionarios recogen estas acepciones, pues se muestran así en los textos,
pero los grupos humanos aludidos reclaman que se olviden y que los
diccionarios no los recojan. Ejemplos representativos son gitano, gitanería,
judiada:
gitano. 4. adj. coloq. Que estafa u obra con engaño. U. t. c. s.
gitanería. 3. f. despect. Dicho o hecho propio y peculiar de los gitanos.
judiada. 1. f. Acción mala, que tendenciosamente se consideraba propia de judíos.

En la definición de judiada el uso del verbo en pasado y el adverbio


tendenciosamente marcan que la connotación generalizada era de siglos
anteriores y respondía a una opinión (connotación) tendenciosa; no ocurre
así con gitano y gitanería, cuyas definiciones están redactadas en presente y
sin aludir a una opinión tendenciosa, por lo que miembros de la comunidad
gitana protestan ante estas definiciones del diccionario.
Si ahora se vuelve a leer el fragmento de Javier Pérez Andújar que
encabeza esta sección, se puede valorar la parte de «realidad» que el
significado de las palabras aporta y lo que él denomina la «cuota de
plusvalía».

4.4. Relaciones de significado

Como se irá exponiendo a lo largo del manual, las unidades léxicas no se


pueden estudiar fuera del conjunto léxico del que forman parte, es decir,
fuera de su capacidad combinatoria en los posibles contextos. Las
relaciones de significado que las palabras van estableciendo en los
enunciados constituyen una de las más claras manifestaciones de la
coherencia del texto, esto es, del sentido integral de lo que se quiere
expresar.
Además de relaciones paradigmáticas y sintagmáticas, que se expondrán
más adelante, las unidades léxicas mantienen fuertes relaciones de
significado entre sí. Las principales relaciones semánticas pueden
clasificarse en tres grandes tipos: 1) relaciones de oposición, antonimia; 2)
relaciones de semejanza, sinonimia; 3) relaciones de inclusión,
hiperonimia.

Ninguna forma mejor de comunicar las tan contradictorias emociones que padece quien siente
ausencia de amor que el siguiente soneto, donde Lope de Vega relaciona palabras opuestas por su
significado:

Ir y quedarse y con quedar partirse,


partir sin alma y ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;
arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo y ser demonio en pena
y de serlo jamás arrepentirse;
hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada sobre fe paciencia
y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades
es lo que llaman en el mundo ausencia
fuego en el alma y en la vida infierno.
Soneto LXI de Rimas Humanas (1602), edición de José F. Montesinos,
Lope de Vega, Poesías líricas, I, Madrid, Espasa-Calpe, 1960, pág. 129.

Los verbos ir-quedarse, creer-negar, los sustantivos sospechas-


verdades, cielo-infierno o los adjetivos temporal-eterno son ejemplos de
palabras que mantienen en el poema relaciones de oposición de significado
o antonimia de distinto tipo. Hay antonimia graduable cuando las voces
que se oponen admiten elementos intermedios de tal modo que la negación
de un miembro no implica la afirmación del otro; es el caso de creer y
negar, que pueden admitir actividades intermedias, como dudar o sospechar
para valorar la veracidad de algo entre los dos juicios antónimos (el
afirmativo y el negativo); también los sustantivos sospechas y verdades son
antónimos en la serie semántica gradual que forman en verdad-sospecha-
falsedad. En cambio, son complementarios los vocablos opuestos que no
presentan ni gradación ni opciones intermedias: ir y quedarse, por ejemplo,
se complementan porque la negación de uno de estos verbos implica la
afirmación del otro; por el mismo motivo temporal y eterno son también
complementarios. Por último, se denominan recíprocos o inversos a los
antónimos que se implican mutuamente, de tal forma que la existencia de
uno de ellos supone la del contrario: infierno implica cielo, aunque no es
tan evidente en sentido inverso.
El sentido del soneto de Lope de Vega se interpreta además a través de
otra red de relaciones semánticas entre los significados que denotan las
palabras que ha escogido el poeta para definir la ausencia: el de las
relaciones de sinonimia, en que voces con distintos significantes expresan
el mismo significado: los verbos ir-partir(se) son un ejemplo claro de
palabras sinónimas conceptualmente. Dos palabras son tanto más parecidas
cuantos más contextos haya en que puedan alternar sin cambiar el sentido
de la frase: consumir y extinguir se parecen bastante porque podemos elegir
entre las dos muchas veces sin que cambie nada. Se afirma de todos modos
que no existen los sinónimos perfectos, sino grados de semejanza
semántica.
Además, la sinonimia no siempre es conceptual, esto es, semántica en
sentido estricto, sino que en muchos contextos la relación sinonímica o de
semejanza de significado entre dos palabras se establece pragmáticamente:
bien por el saber enciclopédico (por datos que ofrece el conocimiento del
mundo) o bien por asociaciones afectivas o connotaciones (§4.3). Todas las
acciones que enumera Lope de Vega (creer sospechas y negar verdades /
fuego en el alma y en la vida infierno, etc.), aunque opuestas entre sí, son
equivalentes de «lo que llaman en el mundo ausencia»; a pesar de que no
significan lo mismo, remiten al mismo referente a través de una relación de
connotaciones afectivas que las hace cercanas a la sinonimia mediante un
proceso de metaforización; por esa razón se denomina a esta clase
sinonimia «de connotación». También hay sinónimos contextuales, esto es,
palabras que pueden conmutarse en un contexto dado sin alterar el
significado de la secuencia, pero no en otros: la palabra voz en la dulce voz
podría ser sinónimo en este poema, y no en otro, de canto. Hay otra clase de
sinonimia, la referencial, en que dos términos remiten al mismo referente
aunque no signifiquen lo mismo: un sinónimo referencial de Lope de Vega
es Fénix de los ingenios.
La antonimia y la sinonimia son mecanismos de cohesión textual,
ayudan a entender y a tejer las relaciones léxicas que otorgan unidad al
texto.
Además de estas dos relaciones horizontales de significado, las palabras
pueden mantener entre sí relaciones de inclusión, verticales, es decir,
jerárquicas: en ellas el significado de una palabra puede incluir el de otras o
estar incluido en el de otra (en términos de extensión e intensión). La
jerarquización de significados puede darse por una relación de
hiperonimia, esto es, de inclusión de significados, o por una relación de
meronimia, es decir, por una relación de la parte respecto del todo.

Un ejemplo de relación semántica de hiperonimia es el que se observa en los dos primeros


párrafos de «Bicicletas», una columna de opinión de Eduardo Mendoza publicada en El País el 8
de octubre de 2007:
«De los muchos problemas que alteran la plácida existencia del ciudadano, las bicicletas están
resultando el más intratable. Contra todo pronóstico y sin causa grave, todas las partes implicadas
están en pie de guerra: los propios ciclistas, por un lado, y por otro, los peatones y los
automovilistas. Ni siquiera las motos, omnipresentes, ruidosas, peligrosas e invasoras, provocan
tanta animadversión.
La razón profunda de este antagonismo es tan sencilla como difícil de cambiar. Desde sus
orígenes, las ciudades están concebidas para circular a pie o en carruaje. Las bicicletas son
recientes y no pertenecen a ninguna de las dos especies aborígenes, aunque comparten rasgos con
ambas, lo que redobla su alteridad».
Los sustantivos ciclistas, peatones y automovilistas se relacionan por su significado en este
artículo de opinión con la palabra ciudadano empleada en la primera línea, que incluye a los tres
elementos en una relación de hiperonimia. El hipónimo, peatones, por ejemplo, es la palabra
cuyo significado está incluido en el de otra más general, ciudadanos, que es el hiperónimo; las
palabras que se incluyen semánticamente en el mismo hiperónimo establecen entre ellas una
relación de cohiponimia: es la que mantienen en el texto ciclistas-peatones-automovilistas.
También son cohipónimos en el fragmento de Mendoza las palabras bicicletas-motos-carruaje,
relacionadas por su significado con un término semánticamente más amplio, el de medios de
transporte o vehículos, el hiperónimo de esta serie.
En términos de enunciados, y no de simples unidades léxicas, la
hiperonimia es una relación de implicación: el hipónimo implica a su
hiperónimo, que haya motos implica que hay vehículos.
Por su parte, en la meronimia, el significado de una unidad léxica
corresponde a una ‘parte’ de un todo conceptualizado como ‘conjunto’, y se
denomina holónimo el vocablo que constituye el todo, en el que se incluye
el significado de otras palabras, que son sus merónimos.

En el ejemplo que sigue las palabras francesas doigts, mains, avant-bras [dedo, mano, antebrazo]
son merónimos del sustantivo brazo, su holónimo:
«[…] algo más de trabajo me costó que comprendiese [Victor] la nomenclatura de las partes
integradas en un todo; así por ejemplo, las palabras doigts, mains, avant-bras [dedo, mano,
antebrazo] tardaron mucho tiempo en cobrar para mi educando una significación diferenciada.
Semejante confusión en la atribución de sentido respondía evidentemente al hecho de que Víctor
no había comprendido todavía que las partes de un objeto, vistas por separado, formaban a su vez
objetos diferentes dotados de un nombre particular».
Jean Itard (1801), Víctor de l’Aveyron, trad. del texto Mémoire sur les premiers
développements de Victor de l’Aveyron, trad. de Rafael Sánchez Ferlosio, Madrid,
Alianza Editorial, 1982, pág. 78.

En el texto del educador, Jean Itard, de un adolescente salvaje (Victor)


que no ha adquirido lenguaje por vivir en los bosques, se observa que a su
educando le cuesta concebir partes dentro de otros conceptos ya adquiridos;
en este caso brazo.
La jerarquización de significados en la meronimia y en la hiperonimia se
establece habitualmente en tres niveles: conocidos > amigos > amigos
íntimos; afecto > cariño > amor; solo en casos especiales pueden darse
hasta cinco o más: cuerpo humano > extremidades > brazo > mano > dedo
> falange.
Estas relaciones de significado, como hemos visto, descansan en
intersecciones e inclusiones de significado y en oposiciones o semejanzas
entre unidades léxicas distintas interpretadas en su sentido recto. De este
modo, el significado de cada palabra queda anclado en el entramado de
conexiones, semejanzas y diferencias existentes en el léxico de la lengua
que se esté analizando.
En estas conexiones se pueden observar también algún otro tipo de
relaciones semánticas, como las relaciones polares y grados de polaridad.
Las relaciones polares son posibilidades semánticas de algunas palabras que
colocan el significado en una escala con dos extremos, en la que puede
haber grados intermedios. Se encuentran relaciones polares entre adverbios:
lejos-cerca; entre verbos: alumbrar-oscurecer; entre sustantivos: luz-
oscuridad; y muy principalmente entre adjetivos: bueno-malo, grande-
pequeño, pobre-rico, rumboso-roñoso, etc. Estas parejas ocupan los polos
en un área significativa y la sintaxis permite matizar el nivel en el que se
encuentran con respecto a los polos. Los superlativos son los que se
muestran en el extremo de los polos; si se quiere marcar más allá de los
extremos, se utiliza demasiado, excesivo, más allá, como adjetivo o como
adverbio.

Así pues, se puede decir: La catedral está lejos, pero más cerca que el estadio. Ante una frase
como esta, un oyente puede pensar: No está pues muy lejos, el estadio sí que está lejos. Otro
ejemplo de grados de polaridad es el siguiente: El foco no llegaba a alumbrar el detalle del
cuadro o bien El detalle del cuadro quedaba oscurecido por el foco; la variación permite subrayar
que en el primero ‘había luz en el cuadro, pero no en una parte’; en la segunda frase solo se
señala la falta de luz, ‘la oscuridad que una parte del cuadro ofrecía’. Se dice algo muy parecido
pero en diferente dirección, según se dirija la atención hacia ‘alumbrar’ o hacia el polo contrario,
‘oscurecer’.
He aquí otros ejemplos para analizar estas relaciones polares:
Este café no es ni bueno ni malo, es regular.
Las torres de vigía son edificios altos; las cabañas son construcciones bajitas; las casas del
pueblo en general son todas más altas.
—¿Tan altas como las torres?
—No, solo algo más altas que las cabañas de los pastores.
—Bueno, entonces las dibujaré bajas, aunque más altas que las cabañas.
La calidad del café o las alturas que se ofrecen en este último diálogo dan cuenta de cómo lo
mismo, el café, se encuentra en una zona intermedia, y las casas del pueblo pueden ser
consideradas altas o bajas según los polos de comparación: desde las cabañas son altas y desde
las torres son bajas.

Como mucho de lo relacionado con el significado tiene que ver con el


contexto en que las expresiones se utilicen, es imprescindible recurrir a una
norma establecida en la sociedad y en la cultura en la que la lengua se
desarrolle. Hay voces, elativas, que significan situaciones extremas en los
polos: exhaustivo, inalcanzable, soltero, achicharrar, cumbre, foso son
adjetivos, verbos y sustantivos que no figuran en expresiones polares. Solo
de manera exagerada se puede decir que algo está muy agotado, pues se
entendería solamente como ‘a punto de agotarse’, y no como ‘agotado’ del
todo.
Conviene tener presente siempre que las palabras se pueden emplear con
significados no «normativos», nuevos, que transforman su significado y,
por tanto, cambian las relaciones semánticas que establecen con otras
palabras; son casos de connotación o de trasposición semántica.

4.5. Trasposición semántica: polisemia, metonimia y metáfora

«Cuatro son las ventanas de la casa de “La Novela”: el Tiempo en las arrugas de sus revoques; la
palabrita del viento en la chimenea de la cocina; el palpitar siempre presente de la agüita costera
del mar del Plata, la viborita del agua trabajando sus arcos de lomo y la amplitud de cendal
acuático y de horizonte del Plata; y la llamita del triángulo de una vela erguida, parada lejos, la
eterna barquita del endeble trabajito humano buscador, que toda mirada encuentra en todo mar,
trasladándose junto al horizonte donde cualquier breve velamen toca el cielo».
Macedonio Fernández (1967), Museo de la Novela de la Eterna, Madrid, Cátedra,
2ª ed. 2010, págs. 285-286.
La original metáfora del género literario novela como una estancia (casa) porteña, con sus cuatro
ventanas (el Tiempo; la palabrita del viento; el palpitar de la agüita costera; y la llamita del
triángulo de una vela) que se abren a espacios también figurados del Mar del Plata argentino, es
empleada por el escritor Macedonio Fernández, precursor de Borges, como una forma de vincular
lo artístico con lo doméstico, lo literario con lo familiar, acentuado en su prosa con el uso de
diminutivos.

Se puede jugar así con el significado de las palabras, cambiarlo,


moldearlo, expandirlo hasta alcanzar el efecto expresivo, literario, filosófico
o artístico buscado. La prudencia, no obstante, en el empleo de las
metáforas es una cualidad de quienes son competentes en la lengua, tal y
como defiende Machado en Los complementarios:
¿Por qué, pues, no recordar, sin pesadez, lo que hace veinticinco años pensaba yo sobre el
uso de las metáforas? Así, acaso veamos las nuevas razones surgir de las viejas, merced a la
dialéctica inmanente a todo pensar.
Mi opinión era esta: las metáforas no son nada por sí mismas. No tienen otro valor que el
de un medio de expresión indirecto de lo que carece en el lenguaje ómnibus de expresión
directa. Si entre el hablar y el sentir hubiera perfecta conmensurabilidad, el empleo de las
metáforas sería, no solo superfluo, sino superficial a la expresión.
Antonio Machado, Los complementarios, Edición de Manuel Alvar, Madrid, Cátedra,
1980, pág. 82.

Apoya Machado el nuevo significado metafórico que adoptan las


palabras si este viene exigido para expresar lo que no tiene un nombre («de
lo que carece de expresión directa»), pero cuestiona las metáforas que no
tienen esa función y que considera, en consecuencia, innecesarias y
superficiales. La reflexión de Machado conduce a poner de relieve lo
siguiente: las metáforas estereotipadas o muertas se han lexicalizado, y se
utilizan ya sin su valor anterior (el caso de pluma para el instrumento de
escribir, por ejemplo), o son tópicos que se deben eludir pues resultan
clichés: sonar todas las alarmas, estar depre, ola de reacciones,
expresiones en general metafóricas repetidas una y mil veces.
En la especie humana es, sin embargo, asombrosa la capacidad para
extender el significado de una palabra, para traspasar su referencia. El
significado léxico es extensible y se adapta a situaciones nuevas
continuamente. La poesía es el caso más patente, pero en la vida diaria
también se da:

«Los satélites despeinan los avisos» es un titular de un periódico argentino de finales del siglo
XX, que difícilmente se hubiera podido entender en el siglo XIX, aunque las palabras utilizadas,
satélite, despeinar y aviso figuren en todos los diccionarios de castellano de ese siglo, pero no
presentan estos nuevos significados: ‘repetidores de televisión’, ‘bloquean’, ‘anuncios’. En la
vida diaria, metáforas como brazo de gitano, lágrimas y perritos calientes, para un pastel, unos
caramelos o unos bocadillos, son sorprendentes si los consideramos aisladamente.

Las palabras se usan de manera creativa e innovadora y esta actividad es


precisamente uno de los rasgos más relevantes del léxico de las lenguas.
Hay dos mecanismos internos en el léxico para ir creando novedad: a) la
extensión de significado, que genera polisemia, b) la creación de posibles
nuevas palabras o neologismos.
La extensión del significado se produce por la capacidad metafórica:
llevar más allá lo que significa una palabra —Clark y Gerrig (1983)
señalaron que una expresión como «Haz un napoleón para la foto» puede
ser entendida si se conoce el icono popular de Napoleón Bonaparte con una
de sus manos bajo la botonadura de su guerrera—. La operación metafórica
es sencilla: se trata de utilizar una palabra con una de sus condiciones
típicas o alteradas. Las palabras se entienden refiriéndolas a un uso
prototípico y en el caso de la metáfora confrontándolas con ese uso. Esta
manera de usar las palabras es tan frecuente que a veces pasa inadvertida. Y
muchos de los usos figurados de los diccionarios no nos lo parecen.

Por ejemplo, los usos figurados del verbo dar están tan socializados en nuestra vida cotidiana (en
términos de Lakoff y Johnson 1980) que son difícilmente reconocibles como «alterados», esto es,
metafóricos, por los hablantes de español:

dar asunto, pie, título, oficio


dar por hecho
dar manzanas, buena renta
dar por inocente,
dar de barniz, de palos, de cara
dar gusto, fiebre
dar a la calle
Son usos figurados de dar que ni la gramática ni el Diccionario de la lengua española (DLE
2014) los considera así: dar es —se dice—un verbo de apoyo, se ha gramaticalizado. Hay otros
usos figurados que pasan desapercibidos también, como la preposición bajo o el uso del verbo
salir en:

Bajo los efectos de la anestesia


Salir muy votado

Nuestra capacidad conceptual es netamente metafórica. Hay áreas como


la moda, el arte, la gastronomía, la música, que no pueden entrar en la
expresión lingüística sin romper las condiciones de aplicabilidad de las
palabras. Cualquier crónica de arte es un minero de estos usos; una crítica
sobre la versión teatral, por ejemplo, de la novela En la orilla de Rafael
Chirbes lleva por título Cartografía moral de España, y califica el texto de
Chirbes en el subtítulo de «novela torrencial» (Javier Vallejo, 28 de abril de
2017 en El País); o la noticia de una exposición de pintura de Renoir,
Renoir entre mujeres, es encabezada por el titular Renoir: Apoteosis
impresionista en las páginas de cultura de La Vanguardia (11 de septiembre
de 2016).
Podemos también caracterizar ‘metafóricamente’ las metáforas en
«muertas» o «vivas» según su proceso de consolidación en la lengua en un
continuum de tres grados: 1) existen metáforas lexicalizadas, fijadas,
estereotipadas o permanentes, denominadas también «fósiles», «muertas»,
«endurecidas» (Stengers 1989) o «durmientes» (Goatly 1993) —esto es, tan
socializadas y codificadas en la lengua que su origen metafórico se ha
olvidado o ha dado lugar en muchas ocasiones a una unidad fraseológica:
dar a luz—; 2) metáforas semilexicalizadas —cuyo valor metafórico es
compartido también pero reconocido: rueda de la fortuna— y 3) metáforas
creativas —«libres» u originales, personales, no compartidas—.
El valor de la metáfora en la ciencia y en la divulgación científica ha
sido puesto de relieve por distintos lingüistas, como Ciapuscio (2011),
quien destaca el valor «nómada» de muchas metáforas de la ciencia (código
genético, célula, por ejemplo):
Las metáforas son un instrumento cognitivo-comunicativo esencial no solo en los textos
originales de los científicos, en los que tendrían un papel clave las llamadas «metáforas
constructoras de teorías» (Boyd, 1993), sino también en los textos destinados a públicos más
amplios, donde dominarían las «metáforas pedagógicas o exegéticas» (Boyd, 1993) […]. Las
metáforas son nómadas, no solo porque transitan por diversas disciplinas, como señala A.
Fourez (1994), sino también porque se emplean en los distintos estadios del continuum de la
comunicación científica con diferentes funcionalidades y modalidades, determinadas por el
contexto discursivo particular (Ciapuscio 2011: 91).

En la teoría lingüística, son distintas las explicaciones que se han dado


para analizar la interpretación de los usos figurados de las voces. La
primera sería la interpretación denominada comparatista de la retórica
clásica (Aristóteles, Cicerón, Quintiliano), según la cual la metáfora se
comprende en términos de analogía: la metáfora es un recurso lingüístico
basado en la relación de semejanza o de correspondencia implícita que
puede establecerse entre dos entidades o dos situaciones; para entender la
metáfora es necesario identificar las relaciones entre los elementos que la
materializan: entender qué significa la metáfora lince en Juan es un lince
requiere identificar los atributos que destacan del elemento metafórico
lince, como perspicacia, vista aguda, rapidez, etc., que se trasladan y
aplican para caracterizar a una persona.
Una segunda visión de referencia fundamental para explicar las
metáforas es la concepción experiencial y cognitivista desarrollada por el
lingüista norteamericano George Lakoff y por el filósofo Mark Johnson en
su obra conjunta Metáforas de la vida cotidiana (1980). Destacan estos
autores la función cognitiva de las metáforas por su papel en nuestra
comprensión de los fenómenos más abstractos o alejados de nuestra
experiencia:
Hay tantos conceptos, importantes para nosotros, que son abstractos o no están claramente
delineados en nuestra experiencia (las emociones, ideas, el tiempo, etc.), que es necesario que
los captemos por medio de otros conceptos que entendemos con mayor claridad
(orientaciones espaciales, objetos, etc.) (Lakoff y Johnson, 1980: 156).

Tengo encogido el corazón (emoción); la lucecita se encendió (idea),


está perdiendo el tiempo y el tiempo es oro.
Lakoff (1987) concibe la metaforización como una superposición entre
dos esquemas cognitivos. Esta superposición requiere un dominio de
partida y un dominio de llegada; el dominio de partida posiblemente esté
estructurado en un modelo proposicional o de imagen esquemática que
encuentre correspondencia con otro en el dominio de llegada. El punto de
partida y el de llegada están representados estructuralmente por esquemas
contenedores y la superposición por un esquema de punto de partida-
camino-meta. La llegada a la meta se corresponde con el cambio de
dominio, en palabras de Lakoff, ‘cambio de contenedor’ (Lakoff y Johnson
1980: 56-69). En los ejemplos anteriores el contenedor de la emoción es el
corazón, el contenedor de las ideas es la luz que ilumina, y el contenedor
del tiempo es la riqueza que se escapa. Las metáforas conceptuales se
expresan por predicaciones, como EL PENSAMIENTO REACCIONARIO (punto de
partida) ES LA ANTIGÜEDAD (meta), de manera que el contenedor ‘antigüedad’
se expresa por complementos metafóricos como gentes cavernícolas, juicio
de dinosaurio, ideas prehistóricas.
La metáfora así entendida constituye un instrumento esencial de
conceptualización humana que permite interpretar el mundo. Las analogías
que tienen relevancia en el hecho metafórico son precisamente las
semejanzas que la gente ‘experimenta’. Las metáforas conceptuales en esta
teoría experiencial van más allá de la relación entre unidades léxicas o
conceptos: permiten entender un dominio de la experiencia en términos de
otro, de modo que se lleva a cabo un trasvase del dominio físico al dominio
de las ideas; por eso mismo, se formulan como predicaciones. Así, las
consideradas convencionalmente metáforas «fósiles» o «lexicalizadas»
cumplen un papel cognitivo fundamental para nuestra comprensión y se
estructuran de manera sistemática, tal y como afirman Lakoff y Johnson
(1980: 95):
Expresiones como perder el tiempo, atacar posiciones, ir por caminos distintos, etc., son
reflejo de conceptos metafóricos sistemáticos que estructuran nuestras acciones y nuestros
pensamientos. Están «vivos» en el sentido más fundamental: son metáforas mediante las que
vivimos.

Como hemos dicho, nuestro sistema conceptual funciona con


definiciones metafóricas. En este sentido, estos autores distinguen tres tipos
de estructuras conceptuales metafóricas, que corresponden a las tres áreas
de experiencias básicas del ser humano:

1. Metáforas orientacionales, que se relacionan con la orientación


espacial (arriba/abajo, dentro/fuera, profundo/superficial, etc.) y tienen su
base en nuestra experiencia física y cultural: FELIZ ES ARRIBA es una
metáfora conceptual que da lugar a expresiones como exaltarse, levantar el
ánimo, caer bajo, caer en una depresión, etc.

2. Metáforas ontológicas, con las que se categoriza un fenómeno de


forma peculiar mediante su consideración como una entidad, sustancia,
persona, etc.: LA MENTE ES UN RECIPIENTE es una metáfora conceptual que
explica usos como coco, írsele a alguien la olla, tener la cabeza llena de…,
entrar/caber en la cabeza, llenar la cabeza de tonterías, tener en mente,
estar saturado, etc.

3. Metáforas estructurales, con las que una actividad o experiencia se


organiza en términos de otra: EL DISCURSO ES UN VIAJE es una metáfora
estructural sobre la que se basan expresiones como excurso, preámbulo, irse
por los cerros de Úbeda, perderse en el discurso, detenerse en una idea o
terminar una frase, por ejemplo.
La experiencia, pues, constituye la verdadera columna vertebral de los
procesos metafóricos de conceptualización, ya que es la base que une las
dos partes de cada metáfora y «solo por medio de estas bases experienciales
pueden servirnos las metáforas para entendernos» (Lakoff y Johnson 1980:
57), formando una red compleja e interrelacionada que afecta a las
representaciones (proyecciones metafóricas) y a la visión del mundo del
hablante.

La metonimia, como la metáfora, es un proceso de naturaleza


conceptual presente en cualquier ámbito de uso del lenguaje. Los procesos
metonímicos están basados en las relaciones de contigüidad (o sea, de
cercanía) entre dos entidades o dos situaciones dentro del mismo dominio
de la realidad, por lo que se diferencian de los metafóricos en que no ligan
entidades pertenecientes a dominios distintos. El caso prototípico es lo que
la retórica tradicional denominaba sinécdoque: el hecho de referirse a un
todo por medio de la mención de una parte asociada a ese todo (o
viceversa), como cuando decimos que estamos hartos de ver siempre las
mismas caras con la intención de indicar que estamos hartos de ver siempre
a las mismas personas, o llamar volante al automóvil.
Las metonimias descubren nuevas formas de referirse a los objetos o a
las personas, llamando la atención sobre algún rasgo destacado del referente
que facilita su identificación.

El siguiente fragmento del relato de Muñoz Molina destaca el rostro en un uso metonímico que
representa a la joven protagonista:
«Dormía mal, desde luego, tenía ojeras y estaba muy pálida, sin duda madrugaba para llegar a
tiempo al bar y mentía diciendo que las clases empezaban muy temprano, y era probable que ni
siquiera fuese al instituto. Cómo imaginar ese rostro en una fila de bancas, junto a una ventana,
atento a las explicaciones de alguien».
Antonio Muñoz Molina (1987), «La poseída», en Son cuentos: el cuento español
actual, 1975-1993, antología de F. Valls (1995), Madrid, Espasa Calpe, pág. 317.

Por lo general, lo que se menciona explícitamente (rostro en lugar de


muchacha o chica, fila de bancas por compañeros de clase ) es el aspecto
que mayor interés despierta o que resulta más accesible o llamativo. Esta
característica muestra que las metonimias, al igual que las metáforas y los
demás tropos, no son meros adornos discursivos superfluos, sino que
contribuyen eficazmente a la comunicación. Cuando se convencionalizan,
producen cambios semánticos con facilidad, como almas por vecinos de una
población o aceptar un plato de sopa.
En el marco de la teoría de la relevancia, autores como Wilson y Sperber
(1988) consideran que para comprender una metáfora es necesario muchas
veces activar «marcos» de conocimiento diferentes del que se tiene
interiorizado; estos marcos coinciden con los «dominios» de Lakoff. La
activación de las redes semánticas es un continuo en la comprensión de
cualquier enunciado. La comprensión está favorecida por el hecho de que
en cada marco o área de conocimiento hay ciertos aspectos que están mejor
contemplados, focalizados (‘blancura’ en la nieve, y no el frío; ‘atracción’
en el bombón y no su color de chocolate ni su dulzura, etc.): si la
interpretación denotativa no funciona, será necesario buscar otra
connotativa adecuada al contexto, la interpretación metafórica. Para ello se
ha de tener un conocimiento y una valoración de todo el contexto: por
ejemplo, los camareros que reconocen a los clientes por lo que piden, en
«Llévale la caña al sándwich de queso».
La semántica permite explicar el camino desde el sentido prototítipico al
nuevo. Toda unidad léxica tiene una faceta designativa, su extensión, y una
faceta explicativa que aporta razonamiento explicativo, su intensión.
Conviene recordar lo que se ha dicho en el anterior apartado (§4.2) sobre
‘saber una palabra’ y ‘entender una palabra o generar su extensión’.
‘Saber (el significado de) una palabra’ es conocer la extensión o las
extensiones socializadas de una voz; su conocimiento responde a la
necesidad que tenemos de una palabra cuando se pregunta o se responde
por el nombre de un referente manifiesto: «¿cómo se llama esto?, ¿cómo se
dice hacer así?, ¿cómo se dice de algo que es así?», y este referente puede
ser el de una entidad, el de una acción verbal, o el de una propiedad. Las
extensiones manifiestan la función designativa de las unidades léxicas y se
necesitan taxativamente cuando se pregunta cómo se llama o dice algo. Los
hablantes satisfacen siempre que pueden esta necesidad a los extranjeros
que aprenden su lengua. Los diccionarios bilingües han intentado siempre
contestar estas posibles preguntas que apuntan a la extensión socializada
de la unidad léxica, lo que se llama también su capacidad convencional de
referencia.
‘Entender (el significado de) una palabra’ es tener interiorizada una
representación de sus condiciones de uso, la intensión, en virtud de la cual
algo puede recaer en la extensión de esa palabra, aunque esa extensión no
esté socializada, es decir, no sea ‘corriente’ llamarlo o decirlo así. En estos
casos cuenta la potencia predicativa de las unidades léxicas (que también
indica la designación puntual) y ciertas ‘propiedades’ que explican, que dan
razón de este uso y que quedan manifiestas o puestas en relieve en el
discurso en que las voces se actualizan. La intensión se divisa de forma
aislada cuando se pregunta algo de una palabra que ‘se sabe’: «¿Qué quiere
decir aquí esta palabra?, ¿cómo entiendes aquí esta palabra?».
Los significados se conciben como condiciones para aplicar patrones
explicativos con los que se puede mostrar por qué y cómo algunas entidades
materiales, eventuales, abstractas o transcategoriales están incluidas en la
extensión de una unidad léxica dada. Aplicar patrones explicativos de forma
novedosa y no socializada es manejar figuradamente el vocabulario. En la
metáfora no se pierde el significado, se aplican las condiciones del léxico de
otra manera, se predica o explica alguna condición que podía quedar
oscurecida.
En el caso de las metáforas a partir de sustantivos, como lince, por
ejemplo, se pierde su factor constitutivo ‘animal’, también su extensión, y
destaca, por el contrario, el factor formal y el funcional: se transcategoriza
entonces este sustantivo lince y pasa de ser designativo (y tener una
extensión fijada) a predicativo (y explicar otras condiciones). Es necesario
analizar, en consecuencia, la intensión de las palabras para entender por qué
se echa mano de una voz y no de otra en un texto, cuál es la razón del uso
de las metáforas. Un enunciado como Tiene una vista de lince se puede
explicar a través de la pregunta: «¿por qué dice de su vista que es de
lince?», y de la respuesta: «porque tiene una vista muy aguda y penetrante».
Este tipo de contexto explicativo (escondido bajo lince) dice mucho sobre el
significado de las palabras, en su faceta explicativa de intensión:
se observa al sustantivo convertido en predicado, lo que le hace ser significativo (intensión) y
no solo designativo (extensión). La clave del valor intensivo, explicativo, de las palabras
descriptivas está en la construcción predicativa de ellas, cuando sirven para dar información
o, más precisamente, explicación (Battaner 2010: 48).

Tener en cuenta esta capacidad explicativa de las palabras supone


considerar su significado intensional, que se manifiesta en su capacidad de
mostrar o atribuir propiedades, en otras palabras, en su capacidad
gramatical predicativa; toda metáfora predica una nueva propiedad de la
voz a la que sustituye. Una vez suficientemente socializada (lexicalizada),
la metáfora vuelve a ser una expresión literal, disponible para nuevos usos.
Destaca así el poder de innovación semántica de las palabras y la incidencia
de la metáfora no como un recurso circunscrito al plano léxico sino al
semántico y al discursivo.

Veamos un ejemplo que ya recogen los diccionarios: en el sustantivo cogollo se detecta la fuerza
de la metáfora para la creación de sentido. Ante una situación novedosa no hay ni significado ni
sentido, y por medio de la predicación que constituye la metáfora se logra ese significado del que
se carece; y se logra tan pronto como si este significado se hubiera heredado desde el comienzo
de los tiempos.
cogollo. (Del lat. cucullus, capucho, voz de or. celta; cf. irl. cochull).
1. m. Parte interior y más apretada de la lechuga, la berza y otras hortalizas.
2. m. Brote que arrojan los árboles y otras plantas.
3. m. Parte alta de la copa del pino.
4. m. Lo escogido, lo mejor. (en DRAE 1992, con marca fig.)
Si con la teoría del léxico generativo se comprenden las acepciones 2 y 3 por el tipo unificado de
descripción semántica que presenta la acepción 1, pues recogen parte de lo formal: la forma
apretada y redondeada de un brote o de la copa de ciertos pinos; la acepción 4 cambia de dominio
y añade, predica por segunda vez, que cogollo se equipara a ‘lo escogido, lo mejor’. De manera
que se entienden expresiones como estas [CREA julio 2012]:
«Quitando el cogollo, la plaza mayor, poco había de mérito en Sant» (Ayerra, Ramón, La lucha
inútil, 1984).
«[…] nací en un pueblo célebre y fronterizo en el mismo cogollo de Castilla la Vieja, y entre las
provincias» (Romero, Emilio, Tragicomedia de España, 1986).
«En cada uno se hablaba como si fuera el cogollo del mundo, a juzgar por los gestos» (Torrente
Ballester, Gonzalo, Filomeno, a mi pesar, 1993) .
Algo parecido ocurre en el verbo zurcir:
zurcir. (De surcir).
1. tr. Coser la rotura de una tela, juntando los pedazos con puntadas o pasos ordenados, de
modo que la unión resulte disimulada.
2. tr. Suplir con puntadas muy juntas y entrecruzadas los hilos que faltan en el agujero de un
tejido.
3. tr. Unir y juntar sutilmente una cosa con otra.
4. tr. coloq. Combinar varias mentiras para dar apariencia de verdad a lo que se relata.
La acepción 1, que define un tipo complejo de unidad léxica, y la 4 se entienden, a través de la 3,
‘Unir y juntar sutilmente una cosa con otra’, de manera que añade una predicación a una frase
alejada del dominio semántico de ‘coser’; pero la acepción 4 de zurcir no cambia de significado,
se predica solo de un argumento nuevo: ya no son pedazos de tela, son explicaciones que pueden
resultar incoherentes por falsas o por ser de distinta procedencia. Se observa esta predicación con
nuevos argumentos en las siguientes concordancias recogidas de corpus: zurcir de fracasos, prosa
zurcida, guion zurcido, obra zurcida; zurcir predica que algo se compone con elementos
desechados y que se intenta unir sin que se note:
«Desde sus poemas reflexiona sobre el amor y la muerte y, arrastrado por una biografía íntima y
pública zurcida de fracasos, hace una lectura amarga del mundo que le tocó vivir».
«Algún ingrediente seductor integra su prosa que la hace plena de musicalidad, lejana del cliché y
zurcida con precisión de filigrana».
«[…] el guion de la película está zurcido con los peores tópicos del género».
«Pequeña obra maestra, zurcida con los ingredientes básicos de Zweig» (J. M. Cabrales Arteaga,
El Diario Montañés).

Se ha visto que las unidades léxicas tienen disponible su semántica de


manera que se pueden adaptar y variar en los usos que los hablantes hacen
de ellas. La capacidad de generar nuevo significado es lo que puede dar
razón de la polisemia que muestran en el diccionario muchas voces,
prácticamente todas las de uso común. La polisemia no representa dificultad
para ningún hablante; muy pocas veces se originan malas interpretaciones a
causa de la polisemia y solo en textos literarios muy cuidados o
humorísticos los hablantes se valen de ella. El juego con el significado y la
forma de las palabras ha sido reconocido desde antiguo. Antonio de Nebrija
dice en su Gramática castellana:
Si en alguna palabra no se comete vicio alguno: llámase lexis, que quiere decir perfecta
dicción. Si en la palabra se comete vicio que no se puede sofrir, llámase barbarismo; si se
comete pecado que por alguna razón se puede escusar, llámase metaplasmo (Nebrija, cap. V,
libro IV).

Y metaplasmos serían los usos que recoge Valle Inclán del poeta
Verlaine en La lámpara maravillosa:
Elige tus palabras siempre equivocándote un poco, aconsejaba un día en versos gentiles y
burlones, aquel divino huésped de hospitales, de tabernas y de burdeles que se llamó Pablo
Verlaine. Pero esta equivocación ha de ser tan sutil como lo fue el poeta al decir su consejo.
Cabalmente el encanto estriba en el misterio con que se produce.

***

Conclusiones: ideas clave

Las relaciones de significado (de inclusión, de oposición, de


semenjanza) que las unidades léxicas establecen entre ellas, y sus distintos
grados de polaridad, se actualizan en última instancia en el discurso.
Interpretar estas conexiones e intersecciones en las que se fundamenta la
semántica léxica es conocer y entender una palabra en toda su complejidad,
esto es, saber las dos facetas de su significado (extensión e intensión) y
comprender su sentido (denotativo o connotativo).
Los fenómenos de trasposición de significados, tal y como hemos visto,
son consustanciales al uso de las palabras. Nuestra mente conceptualiza la
realidad en entidades, propiedades, estados y eventos que toman cuerpo en
unidades léxicas de diferentes categorías gramaticales. Al mismo tiempo,
experimentamos esa realidad en términos metafóricos, de tal forma que para
comprender y hacernos comprender es natural recurrir a una voz para
destacar de ella unos factores de su significado y no otros, transformando
así su capacidad de designación: de designar entidades, por ejemplo, un
sustantivo pasaría a explicar propiedades de otra entidad.

Obras consultadas: para saber más

BATTANER, Paz (2010), «El fenómeno de la polisemia en la lexicografía


actual: otra perspectiva», Revista de Lexicografía, XIV, págs. 7-25.
CIAPUSCIO, Guiomar (2011), «De metáforas durmientes, endurecidas y
nómades: un enfoque lingüístico de las metáforas en la comunicación
de la ciencia», ARBOR, Ciencia, Pensamiento y Cultura, 187, págs.
89-98.
CRUSE, Alan (2000), Meaning in Language, an Introduction to
Semantics and Pragmatics, Oxford, Oxford University Press.
ESCANDELL, Victoria (2004), Fundamentos de Semántica composicional,
Barcelona, Ariel.
LABOV, William (1973), «The boundaries of words and their meaning»,
reproducido en Patrick HANKS (ed.) (2008), Lexicology, Londres,
Routledge, vol. I, págs. 377-407.
LAKOFF, George y Mark JOHNSON (1980), Metaphors we live by,
Chicago, University of Chicago Press.
LEECH, Geoffrey N. (19902), Semantics: the study of meaning, Londres,
Penguins. Hay trad. española de la primera edición, Madrid, Alianza,
1985.
LYON, John (19892), Semántica, trad. de Ramón Cerdà, Barcelona,
Teide.
MORAVCSIK, Julius M. (1990), Thought and language, Londres-Nueva
York, Routledge.
MORAVCSIK, Julius M. (2001), «Metaphor, Creative Understanding, and
the Generative Lexicon», en P. Bouillon e I. Busa (eds.) The
Language of Word Meaning, Cambridge, Cambridge University
Press, págs. 247-261.
PUTNAM, Hilary (1975), «The meaning of the ‘meaning’», reproducido
en Patrick Hanks (ed.), Lexicology, Londres, Routledge, 2008, vol. I,
págs. 294-344.
ACTIVIDADES PARA LA REFLEXIÓN DEL CAPÍTULO 4

I) Reconocimiento de relaciones semánticas

a) La diversidad de significados bajo una misma forma léxica se conoce


como polisemia, obsérvela en la definición lexicográfica de puchero en el
DLE en línea:

1. m. Vasija de barro o de otros materiales, con asiento pequeño, panza abultada, cuello ancho,
una sola asa junto a la boca, y, por ext., otros tipos de vasija.
2. m. Especie de cocido, como el cocido español.
3. m. coloq. Alimento diario y regular. Véngase usted a comer el puchero conmigo.
4. m. coloq. Gesto o movimiento que precede al llanto verdadero o fingido. U. m. en pl. Empezó a
hacer pucheros.

— Distinga los hiperónimos diferentes en cada acepción: vasija, cocido,


alimento diario y gesto.
— ¿Están las tres primeras acepciones relacionadas por un tipo de
metonimia? Intente explicarla.
— Parece que no tenemos ninguna relación de las anteriores con la
cuarta acepción: ¿qué diferencia la polisemia regular de la polisemia
contrastiva? Consulte §1.3.4.

b) Dada la serie este, norte, nordeste, horizonte, oeste, suroeste, sur,


noroeste, sureste; horizonte puede ser considerado su hiperónimo, bajo
cuyo significado se comprenden los hipónimos norte, sur, este y oeste, bajo
cuyo significado se puede, a su vez, incluir los otros términos como
hipónimos (norte < nordeste, noroeste; sur < suroeste, sureste); forman así
una taxonomía de tres niveles.
¿Podría encontrar sinónimos de referencia en los que no varíe el
significado denotativo pero pueda variar el connotativo, de los cuatro
términos que ocupan la zona intermedia de la taxonomía?
c) Gustavo Adolfo Bécquer reconoce en la Rima XXXIII el significado
difuso (Labov 1973) de las unidades léxicas:
¡Lástima que el amor un diccionario
no tenga dónde hallar
cuándo el orgullo es simplemente orgullo
y cuándo es dignidad!
También Juan Ramón Jiménez, consciente de ello, suplica (n.º 409 de su Segunda antología)
poder conocer el nombre exacto, es decir, el significado preciso y no difuso de las palabras:

¡Inteligencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!

II) Análisis de la trasposición semántica en un texto

Analícese si las metáforas del texto de Morábito son o no superfluas y


perjudiciales a la expresión, como sostenía Machado, o son necesarias y
favorecen su objetivo:

Venas y arterias
Normalmente el corazón bombea sangre a las arterias a alta presión, mientras que la sangre
regresa por las venas a baja presión. Un colchón de capilares actúa como amortiguador o zona
neutra entre las arterias a alta prensión y las venas a baja presión. Si las venas y las arterias
estuvieran conectadas directamente, las venas no resistirían la alta presión de las arterias y
terminarían reventando. Así, la salud del sistema cardiovascular descansa en los finos capilares
cuyo cometido es «domeñar» la alta presión arterial. Donde hay capilaridad la presión disminuye,
pues lo que era conducido por un único cauce ahora debe fraccionarse en cauces menores. Divide
y vencerás, tal es el sencillo lema de toda estructura capilar. La traducción lingüística solo es
posible cuando el idioma nativo tiene la suficiente capilaridad como para resistir el impacto de un
idioma extraño y absorberlo en su tejido a través de una red más o menos amplia de soluciones.
Sin esa elasticidad, que permite decir una misma cosa de múltiples maneras, ningún idioma puede
traducir a otro, pues la verdadera traducción ocurre dentro del propio idioma del traductor y
consiste en un primer abanico de soluciones alternativas, a partir de las cuales se seleccionarán
aquellas que encajan mejor con lo que se profirió en el idioma extranjero, en un movimiento que
se asemeja al de un bandoneón que se estira hasta su máxima apertura y luego regresa a su
posición de inicio. Así, podemos decir que un idioma respira verdaderamente cuando entra en
contacto con otro idioma, que lo obliga a desplegar todas sus variedades expresivas, pues traducir
consiste antes que nada en abrazar; o sea en dilatarse al extremo para recoger hasta la más
pequeña partícula extraña que el otro idioma vierte en el cuenco de nuestra lengua, justo como las
venas, sabedoras de su fragilidad ante el ímpetu arterial, se sacrifican en un sinnúmero de
capilares que van ansiosos al encuentro del alud de sangre y lo reparten equitativamente para
apaciguarlo y volverlo legible, amistoso y sangre de la propia sangre.
Fabio Morábito (2014), «Venas y arterias», El idioma materno, Buenos Aires, Gog
y Magog, págs. 141-142.

III) Ejercicios sobre vocabulario figurado y relaciones semánticas


léxicas

Los ejercicios que siguen se plantean a partir de la publicación de El


Roto (Andrés Rábago) (2005), Vocabulario figurado, Barcelona, Círculo de
Lectores.

a) Adelgazamiento (viñeta n.º 15): Un hombre mayor sentado ante la


televisión hace la siguiente reflexión:

La televisión es magnífica para adelgazar; la he estado viendo un par de


horas y he perdido tres kilos de masa cerebral.
Pensemos en más sentidos figurados de adelgazar: ¿en qué se puede
adelgazar?, ¿qué puede adelgazar?, ¿de qué se puede adelgazar? Enumere
conceptos, perfiles, partes que pueden o se pueden adelgazar en sentido
figurado. Si no se le ocurren, busque en un corpus de <rae.es>
complementos de adelgazar.

b) Consumo (viñeta n.º 46): Una niña de unos siete u ocho años vacía
con expresión de ansia un paquete de golosinas y dice:

En la catequesis del súper estamos dando formación del espíritu de


consumo.

Asigne a cada sustantivo de esta frase (catequesis, súper, formación del


espíritu, espíritu de consumo) un marco de conocimiento en el que ese
sustantivo sea prototípico. Después conteste: ¿Qué es lo que queda
ridiculizado? ¿Bajo qué perspectiva está visto? ¿Qué dominios cognitivos
están superpuestos?

c) Burbuja (viñeta n.º 31): En la viñeta n.º 31 se utiliza figuradamente la


palabra burbuja, que estos últimos años se ha utilizado frecuentemente.
¿Qué dos dominios semánticos cognitivos se ponen en relación con la
palabra burbuja?

d) Entusiasmo (viñeta n.º 83): ¿Qué reacción se esperaría por parte de


cualquier persona de recta moral ante la maldad planeada que muestra la
viñeta? Proponga una palabra abstracta, un sustantivo, que califique esa
reacción.
¿En qué relación semántica (cohiponimia, antonimia, meronimia) está la
voz que acaba de proponer para esa reacción, con las palabras resignación y
con entusiasmo, con que se identifica la reacción que exige de su auditorio
el que está en uso de la palabra?
CAPÍTULO 5

Léxico y sintaxis

Enfoca este capítulo la gramática que obedecen las unidades léxicas en


sus relaciones sintácticas, y para ello presenta las categorías gramaticales
primarias de una lengua como el español, sin dejar de señalar sus
características fijas y su inestabilidad.

Se tendrá al final del capítulo una noción del comportamiento sintáctico


de las unidades léxicas descriptivas bajo el concepto de predicación,
función básica en la actualización de la lengua. Así pues, el estudio del
léxico y la sintaxis se erige sobre la esencia gramatical de la unidad lexica
(§5.1), de tal modo que la primera información que ofrecen los diccionarios
es la categoría sintáctica (o léxico-gramatical) de las palabras (§5.2), a pesar
de la inestabilidad o divergencia de esta categorización en sus
actualizaciones (§5.3). A partir de estas premisas, dedicamos los siguientes
tres apartados a explicar tres conceptos clave para entender la sintaxis de las
unidades léxicas: el concepto de predicación (§5.4), el de argumentos (§5.5)
y el de la linealidad discursiva (§5.6). Las tres últimas secciones de este
capítulo abordan el comportamiento sintáctico de palabras descriptivas con
significado léxico: los sustantivos (§5.7), los adjetivos (§5.8) y los verbos
(§5.9).
Sumario
5.1. La unidad léxica y la gramática
5.2. Las categorías sintácticas
5.3. Inestabilidad en las categorías sintácticas
5.4. Sintaxis léxica: la predicación
5.5. Las unidades léxicas predicativas y sus argumentos
5.6. La organización de la linealidad
5.7. El grupo nominal
5.7.1. Sintaxis del grupo nominal
5.7.2. Grupo nominal y locuciones nominales
5.7.3. Significado y gramática de los sustantivos
5.7.4. Nominalizaciones y grupos nominales
5.8. Los adjetivos: calificativos y relacionales
5.8.1. La posición de los adjetivos con respecto al sustantivo en el grupo nominal
5.8.2. La sustantivación de adjetivos
5.8.3. Adjetivos determinativos
5.9. El verbo y la linealidad oracional
5.9.1. Morfología flexiva del verbo
5.9.2. Capacidad sintáctica del verbo netamente predicativa
5.9.3. Variedad semántica del verbo

5.1. La unidad léxica y la gramática

La unidad léxica, lexía o pieza léxica, constituye la unidad máxima de


la morfología y la unidad mínima de la sintaxis, tiene límites fonológicos y
su uso está en relación con la semántica y con lo que hoy se considera
pragmática, es decir, adecuación de uso en una situación de comunicación
determinada. Pragmática y fonología condicionan las manifestaciones
externas, las actualizaciones de las palabras; la morfología y la sintaxis
aportan la estructura sistémica interna, regidas siempre por la semántica. En
las actuaciones lingüísticas consideradas apropiadas pragmáticamente, la
adecuación de uso y la recepción o producción fonética son los bordes
extralingüísticos, la interfaz con el mundo. Sobre este planteamiento
general va desarrollándose este trabajo sobre el léxico en las distintas partes
en que se organiza.
De antiguo hay posiciones para considerar el léxico apartado de la
gramática, y ello se refleja en los primeros trabajos de Chomsky, en los que
una oración como la famosa Colourless green ideas sleep furiously parecía
bien formada gramaticalmente, pero inaceptable desde el punto de vista de
la comunicación, aunque expresiones con el mismo grado de incoherencia
se reconocían en la poesía ultraísta y surrealista como interpretables y
sugerentes.
La unión o confluencia del léxico con la gramática arranca poco a poco
de la escuela inglesa. Halliday y Hasan (1976) proponen la misma relación
entre léxico y gramática que había planteado Firth (1957) y que hoy
mantienen Nation (1990), Hoey (2005), Lewis (1993), Nattinger y
DeCarrico (1992), Goldberg (1995), Willis (2003), entre otros. El léxico
representa una parte muy delicada de la gramática. En la propuesta de los
lingüistas británicos ha de tenerse en cuenta el principio idiomático que
aporta John Sinclair (1991) sobre la fraseología en la que las unidades
léxicas quedan insertas: las palabras, según este lingüista, no se eligen de
forma aislada sino en frases o bloques (chunks), lo que le lleva a considerar
que la elección de los hablantes no opera en unidades léxicas, sino, por el
contrario, en unidades superiores de significado que ya muestran forma
sintáctica. Estas unidades de significado son de extensión variable. Es el
principio idiomático de Sinclair.
Sinclair (1991) insiste en que la lingüística de corpus evidencia que la
distinción taxativa entre léxico y gramática (entendiendo por gramática los
sistemas centrales) es imposible de mantener pues solo es válida en los
casos en los que el otro principio, el de selección abierta, opera. Si se sigue
manteniendo, como es tradicional, la disponibilidad de las palabras por ellas
mismas, dice Sinclair, se crearía un almacén de anomalías repleto de toda la
fraseología, los idiotismos y las colocaciones que los hablantes retienen
como unidades. Si se considera, en cambio, que tanto el principio
idiomático como el principio de selección abierta actúan, es decir, si se
acepta la mezcla de los dos principios, dificultaría postular dominios
separados para el léxico y la sintaxis. Sin embargo, también Sinclair (1991:
65) sugiere que lo contrario también ocurre: «The traditional domain of
syntax will be invaded by lexical hordes».
Una prueba de la difícil separación entre los bloques de significado y las
unidades léxicas aisladas se pone de manifiesto en las constantes exigencias
al diccionario en la Nueva gramatica de la lengua española [NGLE]
(2009). Es lo que hoy ocurre en las gramáticas que se reconocen como
lexicistas, en las que frecuentemente se requieren cuestiones tradicionales
del léxico para señalar diferentes construcciones sintácticas, lo que en la
gramática tradicional ocurría raramente y era tratado como excepción.

5.2. Las categorías sintácticas


Para establecer las unidades de la gramática la NGLE (2009) distingue
entre los niveles de análisis (fonología, morfología y sintaxis) y las diversas
relaciones de dependencia (de concordancia, de orden, de posición y otros)
a los que responden las diferentes unidades gramaticales. En los niveles de
análisis, la morfología estudia los elementos distinguibles dentro de las
palabras, es decir los morfemas: hay morfemas flexivos y morfemas
derivativos, así como otros elementos, superiores a los morfemas
derivativos, que son parte de las palabras compuestas. La sintaxis estudia la
combinación en línea temporal de las palabras en relación con el significado
pretendido de la unidad superior: sea esta un grupo sintáctico o sintagma,
sea una oración. Para ser explicada esta combinación requiere una primera
clasificación de las palabras por su categoría gramatical o sintáctica.
Las categorías gramaticales o sintácticas de palabras que se establecen
en los manuales dependen de los criterios de clasificación de los que partan
los diferentes tipos de gramáticas. Pueden ser llamadas también clases de
palabras, mejor que partes de la oración. Pues más que partes de la
oración, aparecen y son partes de unidades inferiores, los llamados
sintagmas o constituyentes, que se estudian hoy por los grupos o conjuntos
sintácticos que encabezan.

Veamos un ejemplo:
La muchacha de la panadería, fiel a su padre, devolvió la cartera al caballero, sonriéndole muy
amistosamente.
Si este periodo permite analizarse fácilmente en sus constituyentes, como si fueran bloques:
a) La muchacha de la panadería
b) fiel a su padre
c) devolvió la cartera al caballero
d) sonriéndole muy amistosamente
la estructura oracional estaría representada por c) en cuanto tiene un verbo que traba un sujeto
con un predicado complejo, pero el enunciado completo analizado presenta otros varios grupos
sintácticos encabezados por bloques con diferentes núcleos: a) un sustantivo; b) un adjetivo; d) un
verbo con un adverbio.

Para establecer las categorías léxico-gramaticales conviene tener en


cuenta lo que además se detecta en este somero análisis:
a) La morfología flexiva, el hecho de presentar variación según el
número, el género, el tiempo, la persona, ayuda a establecer
categorías en algunas gramáticas, pues contribuye a relacionar —a
concordar— las palabras en la línea temporal que toma cualquier
enunciado. El nombre y el adjetivo comparten número y, a veces,
género; el verbo y algunos pronombres comparten persona y número
y, a veces, género. Los conceptos de número, género, persona o
tiempo son conocidos como categorías secundarias, son propiedades
flexivas de las palabras que pueden ser compartidas por varias
categorías primarias.
b) La forma y la función de las palabras facilitan el reconocimiento de
ellas por categorías, pero no siempre el desarrollar la misma función
se corresponde con ser de la misma categoría, porque no coinciden
con la forma.

Por ejemplo, en el siguiente enunciado, la función de complemento directo de vio es desarrollada


por un sintagma nominal y por una oración subordinada, o, en el segundo, un atributo es
desarrollado por un adjetivo o por un sintagma preposicional:
No vio [[el coche] ni [que el camión venía]]
El coche era [[rojo] y [de línea aerodinámica]]

Conviene saber reconocer la categoría sintáctica de cada palabra por su


función en el contexto y por su forma. Esto es lo que, en general, se practica
en la gramática. Aunque según el tipo de gramática las categorías
sintácticas o clases de palabras pueden variar y tomar distintos nombres, en
general su clasificación responde a cuatro criterios binarios:

a) categorías variables o categorías invariables, en cuanto a la


flexión;
b) categorías de repertorio abierto o de repertorio cerrado;
c) categorías que tienen significado léxico o categorías con
significado gramatical;
d) categorías que necesitan argumentos o categorías que no los
necesitan.
a) El primer criterio tiene en cuenta la variación morfológica o la
invariabilidad. El verbo es la categoría que presenta mayor variación
morfológica; preposiciones, adverbios, conjunciones son invariables.
b) El segundo distingue entre las palabras que no pueden inventarse, las
de repertorio cerrado que estudian las gramáticas: artículos,
pronombres, conjunciones, preposiciones; frente al grupo de palabras
que siempre puede admitir una palabra nueva, como muestran los
periódicos casi a diario. De todas ellas se ocupan los diccionarios,
que nunca son completos, pues siempre pueden recoger alguna
palabra más del repertorio abierto.
c) El tercer criterio se solapa en parte con el criterio anterior. Parece que
el significado de las palabras de inventario cerrado es más difícil de
determinar por ser muy abstracto, fundamentalmente indicativo de
una relación sintáctica, como la conjunción que o el artículo los. Las
palabras de repertorio abierto tienen un significado más fácilmente
descriptible, manifestado aproximadamente por las definiciones de
los diccionarios.
d) Los verbos devolver y sonreír, como el adjetivo fiel, necesitan de
otras palabras para ser bien entendidos, pues su significado necesita
‘argumentos’ en los que terminar de implementarse. Las voces
predicativas, que exigen otras palabras para su sintaxis y para su
semántica, necesitan argumentos de los que predicar, lo que
tradicionalmente se analiza como complementos si van explícitos.
Este punto de vista clasifica las palabras en función de que su uso o
su actualización necesite otras palabras para que el significado se
complete:

Un sustantivo como sombrero puede, o no, recibir descripción: un sombrero; o bien, un curioso
sombrero, un sombrero de ala ancha. La descripción semántica del adjetivo fiel, por el contrario,
tiene que tener obligatoriamente un sustantivo del que se predique, muchacha, y un complemento
que marque a qué o a quién se es fiel, estos son los argumentos que exige fiel: la muchacha fiel y
fiel a su padre 6 .

Según los cuatro criterios aludidos anteriormente, las categorías


unánimemente admitidas son las nueve siguientes: artículo, sustantivo,
adjetivo, pronombre, verbo, adverbio, preposición, conjunción,
interjección. Dentro de las categorías de pronombre, adjetivo y adverbio se
distinguen subgrupos que dan lugar a clases cruzadas entre ellos, que los
gramáticos subclasifican en función de otros criterios.

5.3. Inestabilidad en las categorías sintácticas

Aceptada una clasificación de las palabras por su categoría como la


tradicional (artículo, sustantivo, adjetivo, pronombre, verbo, adverbio,
preposición, conjunción, interjección), puede decirse que el léxico
presenta posible estructura sintáctica. Aunque las categorías representan
grupos estancos, la función sintáctica que desempeñan en el grupo les
posibilita traspasar de categoría, con la posibilidad de variación y de
intercambio entre ellas. Así, cuando se dice contrato basura, se está
utilizando un sustantivo, basura, en la misma función que un adjetivo como
malo, barato, desechable, inaceptable, etc.; es lo que la gramática conoce
como aposición por yuxtaposición. El traspaso entre categorías es un
fenómeno tratado por las gramáticas pero que la reflexión sobre el léxico no
puede olvidar.
Algo parecido ocurre cuando una base morfológica se ofrece
transformada en diferente categoría, según se verá en la morfología
derivativa. En esos casos, a diferencia del anterior, es la base la que toma la
forma y la flexión de la nueva categoría: socio n., social adj., socializar o
asociar v. Este fenómeno no queda tan bien recogido en los diccionarios,
aunque se ha intentado varias veces, como en la primera edición del
diccionario de la Academia Francesa o como quiso María Moliner en la
primera edición del DUE (1966-1967), los cuales atendían a las familias
etimológicas sin seguir el orden alfabético; los hablantes utilizan con
frecuencia esta variación entre voces relacionadas morfológicamente de
forma espontánea cuando van produciendo discurso oral y escrito: El sr.
Durán fue socio de mi padre vs Mi padre se asoció con el sr. Durán.
Los diccionarios aportan la categoría sintáctica de las palabras en la
primera información que ofrecen en cada artículo; no hay que olvidar que
en cada artículo o en cada acepción la categoría sintáctica aporta también
información sobre su morfología flexiva y que la morfología flexiva a su
vez ofrece información de la categoría sintáctica de cada unidad léxica
simple.
A veces los diccionarios divergen en cómo tratan las entradas y los
artículos de las palabras, que pueden aparecer en diversas categorías.
Algunos diccionarios dan entrada individual por categoría; otros agrupan
las diversas categorías con que puede aparecer la palabra bajo la misma
entrada y en el mismo artículo; otros también agrupan bajo una misma
entrada alguna variación por categoría y otros, no.

Por ejemplo, en el diccionario Clave, bajo la entrada sumo,-a se explican los usos como adjetivo
y flexión de género y número, una locución adverbial invariable a lo sumo, el sustantivo
masculino de etimología japonesa sumo, el sustantivo femenino suma, la locución en suma:
sumo,-a. […] adj. 1 Supremo, altísimo o que no tiene superior: El sumo representante de la
iglesia católica es el Papa. 2 Muy grande o enorme: Pintaré la barandilla con sumo cuidado
para no manchar nada. 3 || a lo sumo; 1 como mucho o al nivel máximo al que se puede llegar: A
lo sumo tendrá unos veinte años. 2 Si acaso: No me apetece salir, así que, a lo sumo, iré contigo a
tomar café. […] 4 s. m. Modalidad de lucha japonesa en la que los participantes combaten en el
interior de un círculo trazado en el suelo… Los luchadores de ‘sumo’ pesan una media de ciento
cincuenta kilos. […] s.f. 5 En matemáticas operación mediante la cual se reúnen en una sola
varias cantidades homogéneas; adición: el signo de la suma es una cruz. 6 […] 7 […] 8 Conjunto
de varios elementos, especialmente de dinero: con este negocio ha conseguido amasar una gran
suma de dinero. || en suma; en resumen o recapitulando: Y te digo, en suma, que tengas mucho
cuidado.

Otro ejemplo, el del adjetivo incluso –sa, que se presenta con mucha mayor frecuencia como
invariable bajo la forma masculina y puede categorizarse y funcionar así como adverbio, como
preposición y como conjunción; sin embargo, el DLE (2014) elige como entrada la forma
adjetiva, con flexión de género y de número; y para las siguientes acepciones muestra la categoría
bajo su forma invariable, incluso. Estas variaciones explican que se muestren criterios de análisis
diferentes entre la ed. 22.ª y la 23.ª del DLE:
22.ª ed.
incluso, sa. (Del lat. inclūsus).
1. adj. Contenido dentro de una cosa, o que está implícito en ella 7 .
2. adv. m. Con inclusión, inclusivamente.
3. prep. Hasta, aun. Incluso a los enemigos amó. U. t. c. conj.
23.ª ed.
incluso, sa
Del lat. inclūsus.
1. adj. Contenido dentro de una cosa, o que está implícito en ella.
2. adv. Con inclusión, inclusivamente.
3. adv. Incluyendo algo o a alguien que se quiere destacar. Se arrepentía incluso de los delitos
menores.
He aquí una serie de ejemplos en donde se pueden detectar sus diversas categorías atendiendo a
su función sintáctica y en algún caso a las marcas de flexión propias de adjetivos:
—[…] da tiempo a hacer todo, incluso leer una novela. (¿adv. o conj.?)
—Se articula como un relato en torno a una idea inclusa en el pensamiento clásico. (adj.)
—[…] se había comprado un par de camisas e incluso un día lo vi con corbata. (adv.)
—Todos felicitan al señor, incluso el italiano. (¿adv. o prep.?)
—Es incluso muy fácil caer en la demagogia. (adv.)
—Siempre te he perdonado que no me entiendas, incluso que no me ames. (¿adv. o conj.?)
—Estamos inclusos en la cibercultura. Internet es una caja de Pandora. (adj.)

Mostramos también otros ejemplos en que algunos diccionarios ofrecen


las categorías sintácticas de las palabras bajo opciones diversas:

DLE, 22.ª ed.:


informática. (Del fr. informatique).
1. f. Conjunto de conocimientos científicos y técnicas que hacen posible el tratamiento
automático de la información por medio de computadoras.
informático, ca.
1. adj. Perteneciente o relativo a la informática.
2. adj. Que trabaja o investiga en informática. Apl. a pers., u. t. c. s.
DUEAE:
informática nombre femenino Conjunto de conocimientos técnicos que se ocupan del
tratamiento automático de la información por medio de computadoras.
ETIMOLOGÍA Préstamo del francés informatique, creado en 1962 por Ph. Dreyfus como
acrónimo de informa(tion) y (automa)tique, siguiendo el modelo de mathématique, électronique.
informático, -ca adjetivo 1 De la informática o relacionado con ella: ej equipo informático;
tratamiento informático.
> nombre masculino y femenino 2 Persona que se dedica a la informática.

Muchas de las capacidades semánticas y expresivas que se atribuyen a


construcciones gramaticales se consiguen también con elementos léxicos
que aportan significado temporal, plural, personal, nocional, sin tener que
recurrir a las construcciones típicamente gramaticales que aportan esos
matices. Veamos una variación de diferentes valores de imperativo logrados
léxica y gramaticalmente:

«Felipe agarró de repente a Petrita, que pasaba por detrás de su asiento, y gritó:
— ¡Tú, niña! ¡Sal de ahí! ¡Venga, vosotros, todos! ¡Amadeo, Juanito! ¡Hala! ¡A la calle ahora
mismo! ¡Largarse ya! ¡A jugar por ahí! ¡Divertíos! ¡Fuera, fuera, a correr! ¡A la calle! Tú, Petri,
dale un besito a tu padre y arreando».
Rafael Sánchez Ferlosio (1956), El Jarama,
Barcelona, Destino, 1961, pág. 188.
En este pasaje todo él de valor imperativo se encuentran formas flexivas de imperativo (sal,
divertíos, da), de subjuntivo (venga), de infinitivo (largarse, a jugar, a correr), gerundios
(arreando) e interjecciones (hala), entre otras construcciones que se interpretan también como
órdenes, como son las formas vocativas (niña, Amadeo, Juanito, Petri). Formas y funciones
sintácticas se superponen y no quedan asignadas a categorías sintácticas fijas.

5.4. Sintaxis léxica: la predicación

Hoy se atiende muy acertadamente a la sintaxis léxica, lo cual


representa que se conciben las palabras en cuanto trabadas con otras, no en
un aislamiento que solo es ideal en una lectura superficial de los
diccionarios tradicionales; la sintaxis léxica es la combinatoria léxica que
fusiona la semántica con la sintaxis. Se trata de la capacidad de
construcción de unas palabras con otras en relación con su categoría
gramatical y su significado. La capacidad varía desde posibilidades bastante
abiertas, beber agua, leche, jugo, vino, etc.; a posibilidades restringidas,
beber crema, natillas, mayonesa; o imposibles, beber pan; y colocaciones
totalmente fijas de significado unitario, beber los vientos.

Desde el estructuralismo se advirtió que las relaciones sintagmáticas son


fundamentales en todos los componentes de la lengua, el fonológico (por
ejemplo, en la continuidad de un fonema nasal y uno vibrante solo puede
ser uno vibrante múltiple: Enrique, sonreír), el morfológico (por ejemplo, la
posición que toman los prefijos y los sufijos es sintagmática con la base), el
semántico (por ejemplo el significado de a la postre frente a del postre varía
a la vez que sus trabas sintagmáticas), y, naturalmente, el sintáctico. Como
consecuencia de estas relaciones:

a) La sintaxis léxica se ha de enfocar semánticamente, pues la


trabazón de las unidades léxicas, o de sus elementos, tiene que
satisfacer un significado componencial, es decir, los elementos
trabados tienen que contribuir al discurso coherente que cualquier
humano exige en el uso de su lengua.
b) La sintaxis léxica se manifiesta en la linealidad del discurso, en la
línea temporal que toda actuación lingüística impone; cualquier
manifestación lingüística ocupa tiempo y en su transcripción escrita
se manifiesta este tiempo en la línea continuada de cualquier
expresión escrita. En las lenguas indoeuropeas, esta linealidad escrita
se orienta de izquierda a derecha y de arriba a abajo de la plana.
c) La base de la satisfacción semántica y de la linealidad
sintagmática radica en la predicación.

Se ha señalado ya (ver §1, 2 y 4) que en el significado léxico se


distingue valor referencial. Se podría decir que este valor es propio de los
sustantivos, aunque se puede manifestar en cualquier otra categoría; los
nombres propios son los sustantivos referenciales por excelencia. Junto a
este valor referencial en las palabras descriptivas, hay un valor predicativo,
que se pone de manifiesto en cualquier enunciado. La predicación añade,
explica algo de lo referido, del referente que se nombre, y este añadido
puede manifestarse por alguna categoría descriptiva: verbo, adverbio,
adjetivo o sustantivo. La predicación es la actuación lingüística por
excelencia, todo fenómeno de habla se puede entender como una
predicación.
Ha sido con el concepto de predicación con el que tradicionalmente se
definía una oración nocionalmente, bajo los conceptos de juicio o de
aseveración. Por antonomasia la palabra que predica es el verbo, pero
también los adjetivos, los adverbios y los sustantivos pueden predicar, como
se ha visto en el ejemplo de contrato basura o muchacha fiel a su padre.
Hoy la gramática analiza, pues, la predicación de manera más refinada que
cuando solo la advertía en la estructura oracional; y distingue predicaciones
en grupos sintácticos aunque sus componentes no formen un enunciado con
estructura oracional.

Veamos un ejemplo en el que se pone de manifiesto una simple referencia y que, a su vez, se
trasforma en una predicación, pues solo así sería entendida. En el Elogio de la palabra de Joan
Maragall (15-X-1903) se encuentra el siguiente fragmento 8 :
«Recuerdo una noche, en la otra vertiente del Pirineo, en “aquellas montañas que tan altas
son”, que salió de entre la foresta una niña que parecía un hada. Le pedí que me dijera algo en su
propia lengua y ella, toda admirada, me señaló el cielo estrellado, y dijo simplemente así “Lis
esteles” (las estrellas, en dialecto bearnés), y me parece que aquello también era hablar».
Al poeta catalán le parece una predicación completa la unión de dos factores, uno referencial,
nombrar el referente señalándolo, las estrellas, y otro el contexto de las alturas del Pirineo con el
cielo estrellado. Es la expresión referencial más el paisaje lo que constituye aquí la predicación,
en este caso de valor poético.
El fenómeno semántico predicativo se vuelve a observar en otro fragmento del mismo ensayo:
«Recuerdo, más recientemente, un atardecer en una punta de la costa cantábrica donde los
ponientes son bellos. La gente iba allá a ver ponerse el sol en el mar. Aunque vinieran
discutiendo, llegando allí todos callaban ante el mar que cambiaba de colores. Llegaron dos
hombres del mar, silenciosos, y se plantaron ante la costa inmensa; y durante un buen rato
permanecieron callados uno al lado del otro. Después uno de ellos, sin moverse ni girarse al
compañero, le dijo: “Mira”. Y todos los que lo oyeron miraron hacia delante, viendo cada uno
una maravilla propia. También aquello era hablar: y lo que no es eso, son palabras vacías».
En este segundo fragmento hay una expresión netamente predicativa, Mira, lo que ayuda a
completar la predicación con un elemento no nombrado, un poniente de sol en una costa
cantábrica española.

La NGLE distingue la función sujeto en toda predicación, «sujeto de


predicación», y la diferencia de la noción de «sujeto de oración». Reconoce
el sujeto de predicación en expresiones bimembres del tipo Terminada la
reunión, todo el mundo salió de la sala; ¿Enfadada yo?; Perro ladrador,
poco mordedor, etc.
Así el pronombre la es el complemento directo de considero en La considero inteligente,
pero es a la vez el término del que se predica el adjetivo inteligente. No es del todo correcto
decir que inteligente se «refiere» a la, ya que inteligente no es un pronombre, y carece por
tanto de referencia. Es más apropiado entender que inteligente se predica de la y, al hacerlo,
participa en una relación «sujeto-predicado». (NGLE 33.1 b, pág. 2528).

De manera que ante cualquier valor predicativo hay que reconocer un


sujeto de la predicación, que no tiene que ser obligatoriamente de una
oración. En el ejemplo de la NGLE el sujeto oracional de La considero
inteligente es la primera persona, y el sujeto de la predicación de inteligente
es la, una tercera persona. En el primer fragmento de Maragall el sujeto de
la predicación es la expresión Lis esteles; en el segundo el sujeto es la
segunda persona, tú, y la predicación es mira más el espectáculo de la
puesta de sol en el mar; las predicaciones se logran poniendo en relación el
referente con el paraje montañoso estrellado, por un lado, y la puesta de sol
en el mar, por otro; con el imperativo Mira más su argumento no explícito
de la puesta de sol en el mar; es además esta relación lo que crea el valor
poético, pues, según el modernista Maragall, eso es hablar.
En interpretación literal y no teológica, se puede asignar un valor muy
parecido a la palabra verbo del comienzo del Evangelio según Juan (1.1-3).
La palabra, el verbo por antonomasia, predica, es decir, crea: «En el
principio era el verbo, y el verbo era con Dios, y el verbo era Dios. Este era
en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada
de lo que es hecho, fue hecho». Se puede inferir pues fácilmente de las
palabras sagradas que la predicación puede interpretarse como creación.

Un poeta esencial, Miguel de Unamuno, también une estas dos facetas del significado de las
palabras, la referencia y la capacidad predicativa e intensiva, y las trasciende entre la existencia,
el nombrar, y la creación, los dichos, la construcción, es decir, la predicación:

¿Pretendes desentrañar
las cosas? Pues desentraña
las palabras, que el nombrar
es del existir la entraña.
Hemos construido el sueño
del mundo, la creación,
con dichos; sea tu empeño
rehacer la construcción.
Si aciertas a Dios a darle
su nombre propio le harás
Dios de veras, y al crearle
tú mismo te crearás. […]
Miguel de Unamuno, Antología poética, Madrid,
Espasa Calpe, 19594ª, pág. 125.

La predicación se manifiesta bajo muchas y variadas estructuras


sintácticas y es, a su vez, un concepto semántico en que se establece una
relación que aporta a un sujeto de la predicación aclaración, explicación,
temporalización, modalización, información, y otros contenidos semánticos.
La relación sujeto-predicado es la base de cualquier manifestación
lingüística. Aquí se estudiarán algunos casos que conviene tener en cuenta
cuando se observa la sintaxis léxica, pero la predicación es asunto de la
sintaxis propiamente.

Uno de los primeros libros de Jorge Luis Borges se titula Fervor de Buenos Aires. ¿Fervor de
quién?, ¿fervor de qué o fervor por qué? Fervor de Buenos Aires es un título ambiguo, ¿fervor de
Borges por Buenos Aires, su ciudad, o del mismo Buenos Aires, como ciudad que siente fervor?,
¿fervor por la ciudad? La pluralidad de interpretaciones se explica porque el sustantivo fervor
ofrece varias acepciones:
fervor nombre masculino
1 Sentimiento y actitud de profunda veneración religiosa: ej rezar con fervor. sin devoción.
2 Sentimiento intenso de entusiasmo y admiración hacia alguien o hacia alguna cosa: ej no todos
parecen desear con igual fervor los cambios económicos; aplaudieron con fervor a los artistas
salvadoreños.
3 Entusiasmo, dedicación, interés o empeño con que se realiza una actividad: ej trabajar con
fervor; argumentaba con fervor. (DUEAE)
El significado etimológico está latente todavía en el título del poemario de Jorge Luis Borges;
fervor es un latinismo del siglo XV, del latín fervor, fervoris ‘hervor’, ‘efervescencia’, ‘ardor’; es
del mismo origen que hervor, de la familia etimológica de hervir. A partir de su significado
físico, ha tomado en castellano significados figurados y religiosos, para sentimientos o actitudes
ardientes. En este texto no hay más que los significados figurados de sentimiento ardiente, sin
carga religiosa, es decir, las acepciones 2ª y 3ª del diccionario:

• La interpretación por la segunda acepción permitiría entender: ‘Celo ardiente de Borges hacia
Buenos Aires’, valor verbal de fervor, relacionado con hervor, hervir, lo que requiere un
cambio de sujeto en la predicación.
• La interpretación por la tercera acepción permitiría entender ‘Entusiasmo con que Buenos
Aires existe o se manifiesta ella misma como ciudad viva’, valor nominal de fervor.
El título del poemario de Borges representa bien lo que exige una palabra predicativa para su
recta comprensión y la ambigüedad que genera si no se satisfacen los interrogantes que la palabra
plantea. Borges juega con esa ambigüedad para presentar los poemas escritos sobre su ciudad, la
ciudad de Buenos Aires. Fervor de Buenos Aires es una expresión doblemente predicativa, ‘el
autor muestra fervor por la ciudad’ o ‘la ciudad se muestra con fervor’. Incluso alguna gramática
la analizaría también como atribución, a Buenos Aires se le atribuye fervor; toda atribución es una
predicación.

5.5. Las unidades léxicas predicativas y sus argumentos

Establecido el concepto de predicación, podemos describir las unidades


léxicas y sus argumentos. Los predicados, las unidades léxicas que están en
relación predicativa con sus sujetos correspondientes, requieren o
seleccionan además otros segmentos o grupos sintácticos, según su
significación propia, para llegar a ser semánticamente satisfactorios. A estos
segmentos se les conoce en gramática como argumentos. Los argumentos
completan la significación del predicado que los exige y, en sintaxis
tradicional, muchos de ellos responden a los denominados sujeto y
complementos del verbo, del nombre o del adjetivo. Se distinguen de otro
grupo de complementos, los llamados adjuntos, en que estos últimos no
son obligados gramaticalmente por el significado de la palabra predicativa,
y los argumentos, sí.
La NGLE caracteriza a los argumentos de las palabras predicativas como
si constituyeran su estructura semántica; dice así: «[…] los argumentos de
un predicado representan en cierta forma un esqueleto de su significación,
que se obtiene por abstracción o por reducción de las informaciones que el
diccionario proporciona cuando los define» (pág. 64). Es, pues, necesario
identificar en una relación predicativa el número y las propiedades
gramaticales de los argumentos, los cuales reparten valor semántico a la voz
predicativa. Hoy la gramática rechaza las denominaciones de agente, tema,
destinatario, etc., que en muchas gramáticas intentan identificar y
denominar esos argumentos (NGLE, 1.12i, pág. 65). Se puede retener pues
la noción de argumento sin precisar su matiz semántico, como analizamos a
continuación:

Acordar, además de un sujeto de persona, exige un grupo nominal que sea su complemento
directo y que satisfaga qué se acuerda: acordar una cita. Una cita es un complemento
argumental, y en sintaxis un complemento directo.
Acordarse, además de un sujeto de persona, exige un grupo preposicional, complemento de
régimen, que satisfaga qué se recuerda: acordarse de la cita. De la cita es un complemento
argumental y en sintaxis un complemento de régimen.
Para pasado mañana puede ser un adjunto de los dos: acordar una cita para pasado mañana y
acordarse de la cita de pasado mañana. Su significado no es necesario gramaticalmente, aporta sí
precisión del momento. Es gramaticalmente un adjunto o complemento no obligatorio.
El sustantivo recuerdo exige también saber de qué constituye un recuerdo: recuerdo de la
Alhambra, recuerdo de su boda, recuerdo de mi infancia, vuestro recuerdo. Recuerdo es un
sustantivo que exige este tipo de argumentos; es un sustantivo predicativo que exige sujeto:
postal recuerdo de la Alhambra, regalo recuerdo de su boda, juguete recuerdo de mi infancia. Si
el sujeto de la predicación no está explícito, el contexto tiene que suplirlo.
El adjetivo capaz predica de un sustantivo, muchacha capaz, y exige además un argumento que
concrete su tipo de capacidad: capaz de escalar una montaña de 5.000 m. Hay adjetivos que
necesitan más de un argumento, el primero es el sujeto de la predicación, muchacha, el segundo
el tipo de capacidad, de escalar montañas altas.
Los adverbios en -mente y muchas locuciones adverbiales exigen ciertos verbos de los que poder
predicar, es decir, presentan restricciones, argumentos. A ciencia cierta solo se puede construir
con verbos que encierran algún tipo de aseveración, como asegurar, conocer, decir, determinar,
saber (NGLE, pág. 2941-42), por tanto, si se quiere utilizar la locución a ciencia cierta, el
hablante sabe que los verbos con que se puede construir son unos pocos, no cualquiera.

Las unidades léxicas predicativas tienen argumentos variados. Hay


verbos que no necesitan ninguno, son los verbos impersonales que
representan fenómenos de la naturaleza: llueve, nieva, relampaguea. Hay
otros que solo exigen un argumento coincidente con el sujeto verbal: los
lobos aúllan; el barco encalló son verbos intransitivos. Los más son verbos
que exigen dos argumentos: la comedia divierte al auditorio; el gobernador
se dignó recibirnos; los músicos americanos viajaron por Europa, son
verbos transitivos e intransitivos. Algunos verbos exigen tres argumentos
para su completa significación, por ejemplo, todos los que tienen un
significado relacionado con dar, con pasar, como el verbo regalar y el
sustantivo regalo:

regalar Quién regala, qué regala, a quién regala


regalo ¿Quién te la dio de regalo? Te trajo una botella de regalo. Te la
dio a ti de regalo.

Es necesario cumplir con estas exigencias de argumentos para producir y


entender un discurso satisfactoriamente. Como se ha visto con el sustantivo
regalo y el verbo regalar, muchos sustantivos coinciden con sus verbos
cognados en el tipo de argumentos que necesitan satisfacer.

acompañar, quién acompaña, a quién acompaña, qué acompaña


acompañamiento, de quién a quién, de qué a qué.

Muchos de los sustantivos que necesitan complementos pero no los


expresan generan preguntas para su recta comprensión; son sustantivos
relacionales que exigen argumentos:
Un busto ¿de quién?
La reunión ¿con quiénes?
El compañero ¿quién?, ¿de quién?, ¿en qué actividad? Mi compañero
de pupitre, sus compañeros de equipo

Además del concepto de predicación y de los argumentos conviene


concebir la sintaxis de las unidades léxicas en función de su linealidad en el
discurso, lo que es el asunto propio de la sintaxis.

5.6. La organización de la linealidad

La sintaxis se ocupa de forma general de la linealidad que toman las


unidades léxicas en los grupos sintácticos y, dentro de ellos, de las palabras
que los forman. La sintaxis de los grupos sintácticos depende de cada
categoría y del valor predicativo que las categorías tengan. Un artículo, por
ejemplo, es casi un morfema flexivo, siempre va antepuesto al sustantivo y
entre él y el nombre solo puede haber un grupo adjetivo o equivalente.

Analizamos seguidamente ejemplos de grupos sintácticos:


«Las palabras son siempre una creación de multitudes: alumbran en la hora que se hacen
necesarias como verbos de amor y comunión entre los hombres […]. Las palabras son humildes
como la vida. Pobres ánforas de barro, contienen la experiencia derivada de los afanes cotidianos,
nunca lo inefable de las alusiones eternas. El hombre que consigue romper alguna vez la cárcel de
los sentidos reviste las palabras de un nuevo significado como de una túnica de luz. Entonces su
lenguaje se hace sibilino».
Ramón del Valle-Inclán (1942), La lámpara maravillosa,
Opera omnia I, Madrid, Editorial Rua Nueva, págs. 53-54.
Además de los periodos oracionales organizados por los verbos, en el texto anterior se pueden
analizar los siguientes grupos sintácticos y, en cada uno de ellos, su núcleo [entre corchetes] y sus
complementos, todo lo cual será su estructura:

GN las [palabras]
una [creación] de multitudes
[verbos] de amor y comunión entre los hombres
la [vida]
[amor y comunión] entre los hombres
Pobres [ánforas] de barro
la [experiencia] derivada de los afanes cotidianos
lo [inefable] de las alusiones eternas
El [hombre]
alguna [vez]
la [cárcel] de los sentidos
su [lenguaje]
GAdj. [necesarias] como verbos de amor y comunión entre los hombres
[humildes] como la vida
[derivada] de los afanes cotidianos
[sibilino]
GPrep. [De] multitudes
[En] la hora en que se hacen necesarias…
[De] amor y comunión entre los hombres
[Entre] los hombres
[De] barro
[De] los afanes cotidianos
[De] las alusiones eternas
[De] los sentidos
[De] un nuevo significado como de una túnica de luz
[De] una túnica de luz
GAdv. [Siempre]
[nunca]
[Entonces]
Conj. [como] verbos de amor y comunión entre los hombres [conjunción comparativa]
[como] la vida [conjunción comparativa]
[como] de una túnica de luz [conjunción comparativa: de un nuevo significado
como de una túnica de luz]

Como hemos dicho, la sintaxis se ocupa del orden lineal de los grupos en
los enunciados: cada uno de ellos toma una extensión en el tiempo. Aquí se
atenderá a algunos casos exclusivamente, casos en que alguna de las
unidades léxicas se ve enfocada de manera poco habitual, consiguiendo un
efecto expresivo que hay que poder reconocer.

Por ejemplo, la anteposición de un sustantivo que no obedece el orden habitual:


¡Falta te hacía! Eso es. Que entendieras lo que es una muchacha, para que no la tuvieras por
ahí, de mesa en mesa, como un mozo de taberna. Falta te hacía enterarte de una vez que una
chica es asunto delicado.
Hay también algunos adjetivos y otros sustantivos que focalizan e ironizan algún elemento
sustantivo cuando se le anteponen: Valiente afirmación esa; menuda tontería la que dijo; buen
favor te hizo. Esto también ocurre con dichoso, famoso, bendito, maldito, perfecto, flaco y algún
adjetivo más.
Esta diferente comprensión que marcan las variantes de la linealidad se
puede tratar humorísticamente, como se puede ver en el siguiente chiste, en
donde la posición del adjetivo contenta hace variar el significado de la
frase 9 :
Un día, cuando volvió del cole, les dijo a sus padres: «la profe está muy contenta con
todos los nenes». «¿Y cómo lo sabes?», le preguntaron sus padres. Pablo respondió: «Porque
nos lo ha dicho hoy». Sus padres le siguieron preguntando: «¿Y qué es lo que os ha dicho?».
Y Pablo contestó: «¡Contenta me tenéis todos!».

Puede focalizarse el sustantivo subrayado reformulando las siguientes


frases, alterando el orden y aplicando alguno de los adjetivos anteriores:

Había formalidad > Menuda formalidad había…


Era la niñera ideal para aquellos niños > Valiente niñera ideal era
Esa tía es el coco > Bendito coco es esa tía
Sois todos una partida de impresentables > Maldita partida de
impresentables sois todos

Otra manera de saltarse la linealidad es la capacidad anafórica, y en


menor medida la catafórica, que tienen muchas palabras y otros elementos
gramaticales como los deícticos (véase §8 más adelante sobre el discurso y
las unidades léxicas).
Interesan ahora los grupos de las palabras descriptivas con significado
léxico. Se repasarán los grupos nominales (§5.7), adjetivos (§5.8) y
verbales (§5.9), para caracterizar su sintaxis léxica.

5.7. El grupo nominal

Abordamos, en primer lugar, la sintaxis del grupo nominal (§5.7.1), para


diferenciar después entre grupo y locuciones nominales (§5.7.2), el
significado y la gramática de los sustantivos (§5.7.3), las nominalizaciones
y grupos nominales (§5.7.4).

5.7.1. SINTAXIS DEL GRUPO NOMINAL


El grupo nominal tiene por núcleo un sustantivo o un equivalente de él,
como ciertos pronombres: Quiero cerveza, volaban vencejos, veo otro; pues
un solo sustantivo puede ser considerado un grupo nominal, pero lo más
frecuente es que se presente con artículos y determinantes, con adjetivos,
con otros grupos nominales, con complementos preposicionales, con
oraciones de relativo. Hay grupos nominales muy complejos:
…las tazas de porcelana azul de China de casa de la abuela, frágiles y casi transparentes, en
las que se tomaba el té todas las tardes…

También es conveniente atender el tipo de determinante que lleva el


sustantivo o su ausencia.

La reflexión de un personaje de La colmena de Camilo José Cela, aunque escrito irónicamente,


plantea este punto:
«El joven poeta está componiendo un poema largo, que se llama “Destino”. Tuvo sus dudas
sobre si debía poner “El Destino”, pero al final, y después de consultar con algunos poetas ya más
hechos, pensó que no, que sería mejor titularlo “Destino”, simplemente. Era más sencillo, más
evocador, más misterioso. Además así, llamándole “Destino”, quedaba más sugeridor, más…
¿cómo diríamos?, más impreciso, más poético. Así no se sabía si se quería aludir a “el destino”, o
a “un destino”, a “destino incierto”, a “destino fatal” o “destino feliz” o “destino azul” o “destino
violado”. “El destino” ataba más, dejaba menos campo para que la imaginación volase en
libertad, desligada de toda traba».
Camilo José Cela (1951), La colmena, Barcelona, Noguer, 1972, pág. 29.

Es aconsejable consultar una gramática para conocer bien los usos y los
valores de los determinantes en los grupos nominales. Ligar o desligar los
sustantivos al discurso es una de las funciones propias de los determinantes.
Entre los diferentes complementos del sustantivo, con adjetivo o con un
grupo preposicional, es necesario distinguir entre los que especifican: los
poetas griegos, los poetas de la antigua Grecia; y otros que explican y
atribuyen, la calle de las Sierpes sevillana [‘las Sierpes es una calle
sevillana’], la cuestión de la educación siempre actual [la educación es
siempre una cuestión actual].
Lo mismo ocurre con la estructura de aposición, desarrollada por un
sustantivo que complementa al sustantivo núcleo. Hay aposiciones
especificativas, que van yuxtapuestas y sin pausa entre los dos sustantivos,
pues restringen el significado del sustantivo principal: El presidente
González, el camarada Semprún; y aposiciones explicativas, que requieren
pausa entre los dos sustantivos: nuestro primo segundo, Manolo Díaz.
Hay que tener en cuenta que existe un tipo de aposición enfática que
presenta ambigüedad entre las dos construcciones. Este tipo de aposición se
construye como un complemento preposicional: el cerdo de Eulogio,
expresión que permite ser interpretada de dos maneras: a) como ‘su [de
Eulogio] cerdo’ y b) también como atributiva, ‘Eulogio es un cerdo’; el
doble valor queda puesto de relieve en el siguiente chiste:

—¡Muera el cerdo de Eulogio!


—¡Cuidado, Eulogio, que te quieren matar el cerdo!

No siempre la aposición enfática tiene que tener ese sentido insultante,


puede poner de relieve una característica admirada: la atracción de
Madonna es un incentivo, ‘su propia capacidad de atraer público’, frente a
La gira presenta la atracción de Madonna, ‘Madonna es una de las
atracciones de la gira’.
La posición del sustantivo respecto a sus modificadores en el grupo
nominal tiene valor sintáctico y semántico. Si el artículo aparece, tiene
siempre que encabezar el grupo, pero otros modificadores pueden aparecer
en distinta posición: nuestra opinión/la opinión nuestra; la decisión
famosa/la famosa decisión; ninguna contestación/contestación ninguna.
Estas variaciones ofrecen pequeñas diferencias de matiz semántico y
también sirven para fraguar el ritmo de la prosa en la que estén insertados
(cfr. §7).
Estudiar el tipo de grupos nominales que presenta un texto es siempre
informativo para conocer el tipo de texto que se tiene delante.

Veamos dos tipos claramente contrapuestos:


«La concepción de la historia como ‘propaganda de la patria’ tiene su correlato en la cultura
pública y publicada, configurada como publicidad, con el penoso, inerte y obligatorio recurso de
las efemérides».
Rafael Sánchez Ferlosio, «Historia e ‘identidad’», El País, 13 de enero de 1998.
En este largo periodo hay dos núcleos de dos grupos nominales: concepción, correlato. El
primero es el sujeto, el segundo es el objeto directo del único verbo, tiene; correlato necesita unos
complementos propios, en la cultura… El estilo del texto es netamente nominal, de grupos
nominales muy complejos, resulta denso y difícil.
«—Ah, ¿con que no le gusta? ¿Y quién es él para decir lo que ha de hacer mi hija y lo que no?
Buenos estamos. Ahora me va a enseñar a mí cómo la tengo que educar».
Rafael Sánchez Ferlosio (1956), El Jarama, Barcelona, Destino, 1961, pág. 9.
Sin embargo, en este segundo fragmento, hay un estilo netamente verbal, conversacional, de
frases cortas y rápidas, pocos sustantivos; salvando los pronombres personales, solo aparece un
sustantivo, hija.
Un término medio de estilo, equilibrados los grupos nominales y los verbales, se puede encontrar
en una descripción como la siguiente:
«Se colaba la luna hasta los rostros, al fondo de la mesa, adonde no llegaba la luz de la
bombilla, por causa de la enramada. Mely se echó para atrás con la silla, hasta poner de nuevo sus
ojos en la sombra; solo le quedó luna sobre el cuello. Se había sostribado con la axila en el borde
del respaldo, y el brazo le caía colgando detrás de las sillas. La mano de Zacarías tanteaba en la
sombra, buscando la mano de ella entre las hojas».
Rafael Sánchez Ferlosio (1956), El Jarama, Barcelona,
Destino, 1961, pág. 277.
En este último fragmento los grupos verbales incluyen grupos nominales y complejos, con varias
locuciones adverbiales y complementos preposicionales que contribuyen a hacer una descripción
detallada.

Generalizando, se podría decir que el ensayo presenta un estilo


netamente nominal, con grupos nominales complejos; que la conversación
familiar los elude; y que la descripción mezcla los dos tipos de grupos.

5.7.2. GRUPO NOMINAL Y LOCUCIONES NOMINALES

Conviene distinguir los grupos nominales de las locuciones nominales.


Aparentemente se encuentra parecida construcción entre un grupo nominal,
rosa de abril, y una locución nominal, rosa de los vientos. Difícilmente se
puede intercalar en esta última otro complemento o determinante. Fruta
prohibida, por ejemplo, puede variar entre un grupo nominal de
construcción sintáctica: la piña era hace solo unos años una fruta
económicamente prohibida en mi familia, una fruta ciertamente prohibida
para muchos bolsillos, pues aquí fruta se identifica con piña. Sin embargo,
es imposible introducir cualquier otro complemento entre fruta y prohibida
si la utilizamos como locución nominal con el significado de ‘algo muy
deseado que está fuera del alcance y comporta peligro’: Lo que llaman
«locura» es buscar lo eterno, lo que cada hombre aspira a conseguir, la
fruta prohibida que abre la puerta a la desgracia. En esta frase no se puede
intercalar ningún adverbio, pues rompería la locución fruta prohibida y su
significado.
Por tanto, una locución nominal es una unidad léxica pluriverbal y, sin
embargo, un grupo nominal es una construcción sintáctica cuyo núcleo es
un sustantivo; la primera mantiene fijeza sintáctica y significado unitario, el
segundo permite intercalar otros segmentos léxicos y tiene significado
composicional.

5.7.3. SIGNIFICADO Y GRAMÁTICA DE LOS SUSTANTIVOS

Además del significado general de entidad de cualquier tipo de los


sustantivos (§4.1), lo que cuenta lingüísticamente son las características
morfológicas y sintácticas con que los referentes se fragüen en una lengua;
es muy diferente la clasificación en sustantivos de materia o sustancia entre
unas lenguas y otras: coliflor es entidad individualizada y contable en
español y, sin embargo, considerada sustancia no contable en su
equivalencia en inglés, cauliflower, que se comporta como la sustancia
verdura en español. Estos dos tipos de nombre varían en su actualización:
cebolla puede ser contable, compré tres cebollas; y no contable, sopa de
cebolla.
Un aspecto del significado de los sustantivos es si se conciben como
contables o como no contables (continuos), lo que condiciona la formación
de su plural y el diferente significado que toman algunos, según vayan en
singular o en plural. Las gramáticas se ocupan de este aspecto. Sed, rapidez
son voces que no conocen su uso en plural. En muchos sustantivos conviene
calibrar la diferencia semántica entre una u otra forma.

Se observa en esta breve e irónica copla de Antonio Machado:


Dice el burgués: Al pobre,
la caridad, y gracias.
¿Justicia? No; justicias,
para guardar mi casa.
Antonio Machado, «Por equivocación» en «Los trabajos y los días» en Los
Complementarios, Buenos Aires, Losada, 1953, pág. 132.
Caridad, gracia, justicia son términos de significado abstracto en singular ¿y en plural, como
aquí aparece, justicias? El autor aprovecha la posibilidad de diferenciación semántica de los
términos abstractos. Hay también que analizar, para comprender bien la copla, los dos sentidos
que puede tomar la expresión y gracias. En pocos diccionarios se describe el significado de estos
términos cuando son contables y se pueden usar en plural; en los diccionarios se atiende
preferentemente a cuando no son contables. El diccionario Salamanca-Santillana de la lengua
española considera precisamente esta diferenciación, aunque no lo hace en todos los casos.
Pueden consultarse en ese diccionario estos tres términos en línea:
<http://fenix.cnice.mec.es/diccionario/>. Y gracias funciona en el anterior cantarcillo como
locución.

Las características lingüísticas de los nombres de materia no contables,


los nombres comunes o propios y los nombres relacionales muestran
claramente que tienen tratamiento sintáctico definido, en cuanto a los
determinantes, el número plural y los cuantificadores con que se actualizan
en el discurso.
Los sustantivos eventuales pueden tener desde cero argumentos a tres: la
lluvia duró cinco minutos; el salto del atleta fue insuperable; el amor de las
personas por los animales es cada día mayor; el envío de las flores de los
amigos a la actriz llegó en dos horas.

5.7.4. NOMINALIZACIONES Y GRUPOS NOMINALES

Como se explicó en §4, hay muchos sustantivos que son derivados de


verbos y de adjetivos, así como algunos sustantivos derivan a su vez de
verbos y adjetivos. Esta continua y habitual conversión muestra aspectos
comunes entre estas tres categorías sintácticas y la distinta manifestación de
los argumentos según sea su actualización.

Por ejemplo, en El robo de la caja fuerte de ayer noche… el núcleo robo es una nominalización
del verbo transitivo robar, por tanto, tiene significado eventivo, y de la caja fuerte es el
complemento exigido por el sustantivo robo (robar algo > el robo de algo); sin embargo, de ayer
noche es un complemento adjunto equiparable a un complemento circunstancial (robaron ayer
noche), que puede no ser tan necesario, pero que aporta precisión.

Para la recta comprensión de un grupo nominal hay que reconocer los


tipos de complementos preposicionales que pueden llevar los grupos
nominales complejos. Unos complementos preposicionales son argumentos
(necesarios para su interpretación), otros son adjuntos (útiles para su precisa
identificación). Entre los primeros están los que exigen los sustantivos que
son nominalizaciones de verbos o de adjetivos y los sustantivos que tienen
por sí mismos significado eventivo o relacional, como se ha dicho antes.

La transformación de frases verbales en grupos nominales es usual en ciertos tipos de textos


elaborados. Por ejemplo:
Descansaba de rato en rato > Su descanso de rato en rato…
Todavía brillaba débilmente el manillar > Todavía el brillo débil del manillar…
Carmen se desperezaba en mitad del camino > El desperezo de Carmen en mitad del
camino…

En los ejemplos anteriores el sujeto del verbo aparece expresado en la transformación por un
complemento preposicional con de o por un posesivo, equivalente a este tipo de complemento; y
el nuevo grupo nominal formado no tiene entidad de enunciado completo y espera continuación
en una frase que lo complete.
Sin embargo, en el siguiente:
No tenemos tiempo de colocarlas todas > no tenemos tiempo de su colocación total
es el objeto directo de colocarlas todas, lo que al nominalizar el verbo, colocación, aparece como
complemento: su colocación; la frase queda completa, pues hay un verbo principal, tenemos, en
el que se integra el nuevo grupo nominal. Según este complemento nominal sea equiparable al
sujeto o al objeto, el complemento preposicional con de o posesivo se reconoce como
complemento subjetivo (sujeto) u objetivo (objeto).

Estas nominalizaciones requieren también atención por su semántica,


que deriva de las bases morfológicas de los verbos o de los adjetivos. Hay
nominalizaciones:

a) de acción: recuperación, edición, elección


b) de efecto o resultado: pueden interpretarse también como efectos
muchos de los anteriores de acción, en ese caso sus significados son
contables, las recuperaciones de cuadros, las ediciones baratas, las
elecciones de 1982.
c) de cualidad: limpieza, amabilidad, seguridad, sustantivos derivados
de adjetivos, a veces toman significado de acción y de conjunto,
disidencia, ciudadanía.
d) de agente: compilador, viajero, lavadora, planchadora.
e) de proceso: tratamiento, educación, conservación
f) de estado: creencia, depresión, expectación; expresan sensaciones,
emociones, impresiones, actitudes, estados de conciencia.

5.8. Los adjetivos: calificativos y relacionales

El adjetivo se caracteriza sintácticamente por concordar, es decir,


coincidir en género y número, con el sustantivo al que califica o determina,
lo cual constituye su función sintáctica. No son semánticamente palabras
referenciales, necesitan un sustantivo para saber a qué se refieren; de aquí
que, precisamente, los sustantivos de significado conceptual o abstracto se
formen a partir de adjetivos: solidario > solidaridad, suave > suavidad,
lento > lentitud…, pues no señalan una referencia en el mundo físico, sino
un concepto abstracto en la mente.
Los adjetivos son una clase de palabras que denotan propiedades o
cualidades que se atribuyen a un sustantivo y lo modifican. Estas
propiedades pueden ser muy variadas, pero a partir de ellas se pueden
caracterizar tres tipos de adjetivos: calificativos, relacionales y
determinativos.
Así como los sustantivos tienen capacidad identificativa, referencial, los
adjetivos son palabras mucho más difíciles de usar, pues, al no tener valor
referencial en sí mismos, exigen correspondencia con el sustantivo al que
complementan, lo que suele pedir precisión. Si esta correspondencia es
evidente, consabida, el adjetivo puede sobrar y resultar reiterativo. Si, en
cambio, lo atribuido por el adjetivo es acertado, nuevo, matizado y hasta
sorprendente, el valor de su significado enriquece el texto.
En el siguiente texto se puede observar: a) un uso clásico de adjetivos, casi todos antepuestos, que
quieren reproducir la prosa traducida de la epopeya homérica; b) la posición de algunos adjetivos
determinativos; c) sustantivos que generan o provienen de algún adjetivo, insolencia, miseria,
arrogancia, valentía, crueldades, cautiverio; y d) sustantivos que generan otros adjetivos como
honra, ímpetu, fuerza, victoria, prosperidad, dicha, orgullo:
«Ellos nunca pasarían bajo aquellas nubes que siempre ensombrecían, en esta hora, los verdes
de las lejanas islas de donde traían el silfión 10 de acre perfume. Ellos nunca conocerían la ciudad
de anchas calles de los troyanos, que ahora íbamos a cercar, atacar y asolar. Durante días y días
nos habían hablado los mensajeros del rey de Micenas, de la insolencia de Príamo, de la miseria
que amenazaba a nuestro pueblo por la arrogancia de sus súbditos, que hacían mofa de nuestras
viriles costumbres; trémulos de ira, supimos de los retos lanzados por los ilios a nosotros,
acaienos de largas cabelleras, cuya valentía no es igualada por pueblo alguno. Y fueron clamores
de furia, puños alzados, juramentos hechos con las palmas en alto, escudos arrojados a las
paredes, cuando supimos del rapto de Elena de Esparta. A gritos nos contaban los emisarios de su
maravillosa belleza, de su porte, de su adorable andar, detallando las crueldades a que era
sometida en su abyecto cautiverio, mientras los odres derramaban el vino en los cascos […].
Y me tocaría a mí, hijo de talabartero, nieto de un castrador de toros, la
suerte de ir al lugar en que nacían las gestas cuyo relumbre nos alcanzaba
por los relatos de los marinos; me tocaría a mí, la honra de contemplar
las murallas de Troya, de obedecer a los jefes insignes, y de dar mi
ímpetu y mi fuerza a la obra del rescate de Elena de Esparta, másculo
empeño, suprema victoria de una guerra que nos daría, por siempre,
prosperidad, dicha y orgullo».
Alejo Carpentier (1993), «Semejante a la noche»,
Guerra del tiempo, Madrid, Alianza Editorial, págs. 28-30.

En el texto anterior es conveniente señalar los muchos adjetivos


calificativos, la mayoría antepuestos, pues el texto imita la prosa clásica
para adecuarse a la historia de la Ilíada; también aligera la prosa la
sustantivación de adjetivos y los adjetivos determinativos, que —en tanto
que determinantes—matizan el valor de los grupos nominales que
conforman.
Hemos dicho que usar los adjetivos en un texto es una cuestión difícil,
precisamente por su capacidad de calificar o precisar los sustantivos con los
que van: si no es acertado, un adjetivo puede resultar peligroso y si su
significado es poco preciso puede resultar inane; se ha de tener mucho
cuidado, pues fácilmente se cae en el abuso o en la falta de precisión. Decir
que algo es importante o interesante, sin concretar en qué o respecto a qué
se es interesante o importante, banaliza la prosa y transmite la idea de que
no se conoce bien el tema.

Empezamos por mostrar usos inapropiados de adjetivos:


a) Hacia la escalera mayestática se encaminó el cardenal romano.
El adjetivo mayestático significa ‘perteneciente o relativo a la majestad’ y la majestad es una
cualidad de ciertas personas, por ello una escalera no puede ser mayestática, todo lo más,
majestuosa. Los usos de mayestático con objetos son extraños y poco acertados, por ejemplo:
Tras ellos se alza el mayestático pastel de un balneario belle époque, frase en la que se detecta un
estilo irónico al comparar el edificio de un balneario con un pastel mayestático. Los diccionarios
no suelen reconocer estas diferencias y no ayudan a elegir bien los adjetivos.
b) La única incógnita, en este caso problemática, está en el grado de confidencias que exija.
Incógnita, problemática y confidencias son tres palabras que inciden en el significado como
‘conocimiento difícil de descubrir y de comunicar’. En esta frase el adjetivo problemática repite
la idea de incógnita, pues toda incógnita es problemática. La expresión en este caso problemática
es prescindible y aún mejor sería reformularla como: El único problema, en este caso, está en el
grado de confidencias que exija.
c) Probablemente el secretario comentaría al estratosférico señor que él podría asistir.
¿Qué puede aportar el adjetivo estratosférico a una persona?, ¿qué carácter tendría que tener el
texto en que una frase así se leyera? Tendría que ser un texto caricaturesco, como cuando en una
viñeta se dibuja la figura de un hombre vanidoso hinchado y casi volando por la estratosfera; si
no fuera así, la expresión no sería ni acertada ni adecuada.

Es aconsejable distinguir entre los tipos de adjetivos y sus usos; veamos


algunos: primero cómo se usan los calificativos; después se verán los
relacionales.
Aparentemente parece que muchos adjetivos calificativos resultan
prescindibles. Alguien puede hablar de una rosa sin identificar su color o de
una rosa con un color que es necesario para la recta comprensión: regaló un
ramo de rosas frente a regaló una rosa roja (con lo que puede representar el
color de la rosa, amor). Por eso, se necesita distinguir cuándo el adjetivo
calificativo puede no tenerse en cuenta para la comprensión ‘gramatical’ de
una frase y cuándo eso no es posible, pues el adjetivo es totalmente
necesario para que la frase sea completa.

Ejemplos de adjetivos calificativos que son predicativos y necesarios para la comprensión de la


frase son los siguientes: fue un día venturoso, era una contestación bastante impertinente, Lo
ordenó de forma inexorable, vivió una vida alegre y divertida, le dirigía su mirada pícara. Si se
intentaran suprimir estos adjetivos conservando el significado que muestran estas frases con ellos,
algunos de estos adjetivos se tendrían que transformar en adverbios de modo obligatoriamente:
Lo ordenó inexorablemente, vivió alegremente, le dirigía su mirada pícaramente.

Hay, pues, relaciones cercanas entre adjetivos y adverbios como en los


ejemplos anteriores o en los siguientes: hablar alto, responder perfecto, o el
uso adjetival del adverbio así: En momentos emotivos > en momentos así;
es displicente > es así. Conviene tener presente el complemento que las
gramáticas reconocen como predicativo, en que un adjetivo tiene un
significado muy parecido a un adverbio de modo: Lo decía confiado
[confiadamente, con confianza], Sabían perfecto que era imposible
[perfectamente].
El adjetivo a su vez forma grupos sintácticos con adverbios:
admirablemente obediente, completamente harta, tan débil para trabajar
como para aceptar responsabilidades, y muchas expresiones comparativas
como esta última. Esta posibilidad permite matizar el adjetivo. Es muy
interesante estilísticamente la complementación de un adjetivo por un
adverbio: el entonces orgulloso embajador, la posiblemente mejor seda
natural del mundo.
El uso de los adjetivos calificativos plantea, pues, algunos problemas
relevantes a los que atender, pues repercuten en cómo interpretamos lo que
comunican las palabras. En este sentido, necesitamos distinguir entre (i)
colocaciones del adjetivo, locuciones nominales y locuciones adjetivas, (ii)
relaciones polares y grados de comparación en los adjetivos y (iii) usos de
los llamados adjetivos elativos o de significado extremo.

(i) Las colocaciones del adjetivo, de las locuciones nominales y de las


locuciones adjetivas son tres formaciones que muestran un grado de fijeza,
pero que conviene distinguir. Si el adjetivo se elimina en las colocaciones
con adjetivo tales como error garrafal, hambre canina, sigue habiendo
error y hambre, pues pueden alternar con error leve y con hambre de dos
días, poca hambre, etc. Estas expresiones, sin embargo, se analizan como
colocaciones porque son usuales y frecuentes cuando se quiere ponderar un
‘error grave’ o el ‘hambre exasperada’ que alguien experimenta: error
garrafal, hambre canina.
Las locuciones nominales, en cambio, son expresiones fijas que, como
hemos detallado en el apartado anterior para diferenciarlas de los grupos
nominales, constituyen una unidad léxica, no sintáctica. Aunque uno de sus
elementos sea un adjetivo, las locuciones nominales funcionan siempre
como un sustantivo: crónica rosa, teléfono móvil, trabajo sucio, dinero
negro; en estas locuciones hay un significado que no tiene el sustantivo por
sí, un ‘tipo de noticia de sociedad’, un ‘nuevo tipo de teléfono’, un ‘tipo de
trabajo ilegal’, un ‘dinero no declarado’. Son nuevas unidades léxicas con
valor sustantivo que fácilmente sustantivan el adjetivo: perdió el móvil,
pagar en negro.
Por último, las locuciones adjetivas son expresiones fijas que se
determinan por su función, aunque no presenten ningún elemento que se
reconozca como un adjetivo. Su función sintáctica es la de calificar o
determinar un sustantivo y es la que les permite ser reconocidas como
locuciones adjetivas. Son ejemplos de este tipo de locuciones las siguientes:
un tutor de padre y muy señor mío, una tela de primera, algo corriente y
moliente, una casa de fábula.

(ii) Como se estudia también en semántica, hay relaciones polares entre


conjuntos de palabras (cfr. §4.4): los adjetivos calificativos son las palabras
que mejor se pliegan a esta posibilidad semántica. Los adjetivos aparecen
matizados por adverbios como muy, poco, gran, que los colocan en la escala
de polaridad a la que pertenezcan por contexto.

Si un muchacho no tiene más que 5 € e invita a un amigo a un helado de 2,5 € es un muchacho


rumboso: los dos amigos disfrutan del helado, cada uno con el suyo. Si un ricachón compra a su
ahijado un pastel de 2,5 € el domingo de Pascua, en vez de una buena mona, este padrino no es
rumboso, es roñoso. El valor de los polos está en relación con cierta capacidad de gasto, no en el
dinero gastado, que en este caso es el mismo.

Esta capacidad de mostrar grados de significación en función de la


perspectiva desde donde se contemple y en función de la capacidad de
actuación permite todo tipo de comparaciones: de igualdad, de superioridad
y de inferioridad, como explica la gramática. Es una característica de los
adjetivos calificativos, aunque puede expresarse con otras categorías
gramaticales.
Es conveniente distinguir expresiones adjetivas cuantitativas con los
adjetivos comparativos mayor, menor; y expresiones adjetivas cualitativas
con los adjetivos comparativos, mejor, peor, que muchas veces se
confunden en la conversación poco cuidada: mejor oportunidad/*mayor
oportunidad; menor resistencia/*peor resistencia. Las ‘oportunidades’
ofrecen cualidades; las ‘resistencias’ se miden en cantidades. Los adverbios
más/menos, sin embargo, neutralizan esta diferencia: más o menos
oportuno/más o menos resistente.
Un grado en los extremos de la polaridad puede manifestarse
morfológicamente: roñosísimo, supergeneroso, hiperactivo son formas
derivadas de los adjetivos roñoso, generoso, activo, que presentan
morfemas de derivación, -ísimo, super-, hiper- para marcar su valor
superlativo.

(iii) Otra de las dificultades que presentan los adjetivos calificativos para
su uso se encuentra en los llamados adjetivos elativos o de significado
extremo: exhaustivo, fenomenal, precioso, terrible. El significado de estos
adjetivos ya alcanza uno de los polos del significado y, por tanto, no admite
adverbios de grado tales como muy, bastante, poco, extremadamente, etc.,
pues los lleva incluidos; sí admiten estos adjetivos, en cambio, algún
adverbio enfatizador como absolutamente, totalmente.
Los adjetivos relacionales, a diferencia de los calificativos, se
caracterizan por tener un significado bastante más simple que el de los
adjetivos calificativos. En los diccionarios suelen ir explicados con
fórmulas como ‘de art + sustantivo’ o ‘perteneciente o relativo a artículo +
sustantivo’. Por ejemplo:

cibernético 1. Adj. De la cibernética o relacionado con ella. Ej: avances


cibernéticos; estructuras cibernéticas.
periodístico 1. adj. Perteneciente o relativo al periódico o al periodista.
Lenguaje, estilo periodístico.
En general estos adjetivos son derivados del sustantivo con el que están
relacionados morfológicamente y muchos son propios del lenguaje
especializado: periodístico, fiscal, europeo, rural; entre ellos pueden darse
cultismos, como rural, que proviene del latín rus,-ruris ‘campo, finca
agrícola’, óseo ‘de los huesos’, etc.
Para tener en cuenta las diferencias entre un adjetivo calificativo y uno
relacional, es útil atender a las parejas que se generan entre ellos: brillo
acuoso/plantas acuáticas; desayuno nutritivo/desarrollo nutricional;
cuerpo escultural/grupo escultórico; gesto paternal/herencia paterna
(NGLE 13.12f, pág. 982).
Algunos adjetivos muestran la misma forma cuando se actualizan como
relacional o como calificativo: línea férrea/voluntad férrea; estado
febril/escritura febril; estepa siberiana/frío siberiano; vivienda
familiar/ambiente familiar; tumbas faraónicas/gastos faraónicos; derechos
humanos/gesto humano (NGLE 13.12q, pág. 986). Otra diferencia
gramatical entre calificativos y relacionales es que estos últimos no admiten
la intensificación: *línea muy férrea.
Conviene también reconocer cuándo un adjetivo relacional es tratado
como calificativo:

si se lee En el cementerio se encuentran algunas tumbas algo faraónicas, la presencia del


adverbio algo indica que la tumba no es de los antiguos faraones egipcios, sino que las tumbas
muestran cierta grandeza y fastuosidad, pues faraónico toma aquí valor de adjetivo calificativo,
no de relacional. No se podría decir algo faraónico ante los verdaderos antiguos enterramientos
egipcios.

Se encuentran frecuentemente interpretaciones calificativas derivadas de


significados relacionales a través de alguna característica estereotípica
asociada al adjetivo:

un gusto muy francés, tan analítico como sentimental. Francés no significa aquí ‘de Francia’,
sino ‘a la manera que gusta en Francia’, lo cual puede ser dicho de una persona de cualquier parte
del mundo; analítico significa aquí ‘[persona] que descompone y analiza racionalmente lo que
encuentra’ y admite pues la comparación y la gradación.
5.8.1. LA POSICIÓN DE LOS ADJETIVOS CON RESPECTO AL SUSTANTIVO EN EL
GRUPO NOMINAL

En general los adjetivos calificativos admiten las dos posiciones,


antepuestos y pospuestos al sustantivo, mientras que los relacionales
siempre han de ir pospuestos:

Sale conversando con la aristocrática señora.


Sale conversando con la señora aristócrata.
Aristocrática y aristócrata son dos adjetivos; el primero está utilizado como calificativo
‘refinada, distinguida’; el segundo se utiliza como adjetivo relacional y como sustantivo
‘perteneciente a la aristocracia’ o ‘miembro de la aristocracia’. Si en una novela se utilizan estas
dos frases y sirven para identificar a una señora marquesa, ¿cuál de ellos es más acertado?
Adviértase el orden de colocación.

Las diferencias de matiz en la posición de los calificativos deben tenerse


en cuenta, pues en muchas ocasiones varían semánticamente: billete
legal/legal amigo, mujer grande/gran mujer, un billete falso/un falso
colaborador.
Los adjetivos epítetos caracterizan de manera general a los sustantivos a
los que acompañan. Los adjetivos epítetos son propios de la poesía clásica y
frecuentemente van antepuestos: verde hierba, cálida acogida. Sin
embargo, cuanto más descriptivos y específicos sean los adjetivos mayor
dificultad a ser antepuestos muestran: ambiente nocturno/*nocturno
ambiente.

Antonio Machado explica este valor universal de los epítetos:


«Cuando Homero dice la nave hueca, no describe nave alguna, sino que, sencillamente, nos da
una definición de la nave, una idea de la nave, que es una visión de la nave y un punto de vista al
par para ver naves, ya se muevan estas por remo, por vapor o rayos ultravioletas. ¿Está la nave
homérica fuera del tiempo y del espacio? Como queráis. Solo importa a mi propósito hacer
constar que todo navegante la reconocerá por suya. Fenicios, griegos, normandos, venecianos,
portugueses o españoles han navegado en esa nave hueca a que aludía Homero, y en ella seguirán
navegando todos los pueblos del planeta».
Antonio Machado, «Sobre la poesía» en Los complementarios, Buenos Aires,
Losada, 1957, págs. 38.
Los adjetivos llamados modales o adverbiales del tipo actual, aparente,
cierto, presunto, mero, determinado, eventual, posible, puro, suelen ir
antepuestos y están muy cercanos a los adverbios o a los adjetivos
determinativos indefinidos:
Una de las actuales estrellas fugaces es la actriz de Broadway
Su indiferencia se disfraza bajo una mirada de aparente interés
Algunos tienen una cierta ventaja, pero no suficiente
Informó de presuntas irregularidades en sus actuaciones comerciales
El libro resulta una mera yuxtaposición de fragmentos inconexos
Se pretendía controlar la población de determinadas zonas
Resolvieron así un eventual conflicto con la dirección
Para escapar de su posible agresor el muchacho se escondió
Pasan a su lado sin mirarlo por pura indiferencia

Cuando el sustantivo recibe más de uno, los adjetivos pueden aparecer


en las siguientes posiciones:

a) Preceden al sustantivo: un confuso gran estruendo [confuso [gran


estruendo]]
b) Siguen al sustantivo: un espejo negro avejentado [[espejo negro]
avejentado]
c) Uno o más de uno se anteponen y los demás se posponen: una
segunda estupenda película comercial francesa > [segunda
[estupenda película comercial] francesa]; el núcleo nominal está en el
interior del grupo nominal y por ello se prefiere el orden pospuesto de
los adjetivos relacionales.
d) En un grupo como paz social romana frente a *paz romana social, el
adjetivo romana es el más específico y por ello se prefiere la última
posición para él, pues denota un tipo de paz, la paz social.

5.8.2. LA SUSTANTIVACIÓN DE ADJETIVOS

Los adjetivos se sustantivan muy frecuentemente, tanto sin modificación


morfológica (solo con el uso de un artículo o determinante): el joven, los
sordos; como con derivación morfológica: lo bueno/la bondad, lo justo/la
justicia, expresiones sustantivas que tienen entre sí matices de significado.
Se sustantivan tanto los calificativos, [persona] viejo, joven, adulto, como
los relacionales, [prueba] analítica, [actuación, estudio] comparativa,
[persona] ejecutivo.
Hay, en sentido inverso, sustantivos que, sin ninguna modificación,
toman una función atributiva propia de adjetivos: estar cañón o trompa, ser
fiambre. Parecido es el uso con el artículo indeterminado de algunos
sustantivos utilizados en sentido figurado: anda como un pato [patoso]; es
un veleta [‘de opinión variable’]; o en construcciones apositivas, contrato
basura, barco pirata; son ejemplos de la inestabilidad en las categorías
sintácticas que hemos comentado antes (§5.3).
Se sustantivan con mucha facilidad los adjetivos que significan edad (un
joven), color de la piel o del pelo (un pelirrojo), enfermedad (una
asmática), propiedades corporales (un zurdo, un manco), nacionalidad o
procedencia (un escocés, un aborigen), posición o cercanía (un delantero,
una vecina), carácter (una pesimista), profesión y formación (un sabio, un
parado), grupos sociales (una aristócrata, un musulmán, un fumador). La
sustantivación es más frecuente cuando el adjetivo expresa propiedades
negativas: un alcohólico pero no *un abstemio (NGLE 2009).
Se sustantivan adjetivos para objetos que no designan personas sino
aparatos y utensilios (una picadora, un secador), vehículos (un deportivo,
el metro [metropolitano]), prendas y complementos (un impermeable),
líneas (una curva, la diagonal), vías (la nacional, la radial), publicaciones
(un periódico), comidas (un aperitivo, un helado), empresas (una
multinacional), dimensiones (el frío, el ancho, el infinito) y algunos otros.
(NGLE 2009)
Por todas sus características semánticas y sintácticas los adjetivos son
palabras difíciles de describir en los diccionarios y su tratamiento
lexicográfico está por desarrollar todavía. Se vio anteriormente la confusión
en su uso con el ejemplo de aristocrática señora y de señora aristócrata.

Veamos la descripción del adjetivo falso, sa en un diccionario.


En la 22.ª edición del DLE de 2001:
falso, sa
1. adj. Engañoso, fingido, simulado, falto de ley, de realidad o de veracidad.
2. adj. Incierto y contrario a la verdad. Citas falsas. Argumentos falsos. U. t. c. s.
3. adj. Dicho de una persona: Que falsea o miente.
4. adj. Dicho de una caballería: Que tiene resabios y cocea aun sin hostigarla.
5. adj. Dicho de una moneda: Que con intención delictiva se hace imitando la legítima.
(…sigue con alguna remisión a locuciones, falso amigo, y colocaciones, falsa bóveda)
El diccionario no señalaba el tipo semántico de sustantivos que pueden recibir ese adjetivo en la
primera acepción, descrita con una enumeración de expresiones adjetivas casi sinonímicas,
¿personas, acciones o resultados?; en la segunda acepción solo los ejemplos indican que se utiliza
ante aparentes pruebas que sirven para demostrar, como citas, argumentos; tampoco ofrece el
cambio de significado de falso por la posición con respecto al sustantivo en el grupo nominal,
falso techo/firma falsa, solo señala su anteposición en las locuciones y colocaciones. Convendría
aportar también por parte del diccionario sinónimos y antónimos, que, además, varían según el
sustantivo al que califiquen: fallido, ful, traidor / cierto, legal, verdadero.

Desnudo/desnudado son dos cognados, es decir, tienen la misma raíz o la misma base
morfológica. El primero es un adjetivo y el segundo es participio pasivo del verbo desnudar. Los
participios son muy cercanos a los adjetivos y muy a menudo se consideran adjetivos, como en
general es desgraciado, al que no se le asocia con desgraciar. En el caso de la pareja
desnudo/desnudado el diccionario no facilita el valor resultativo del participio (resultado de un
proceso, lo que explica la gramática), valor que no se encuentra en el adjetivo:
DUEAE desnudo, -da
> adjetivo 1 Que no lleva ropa o lleva muy poca: ej cuerpos desnudos; parecía que no hubiera
tenido tiempo de cambiarse y abrió la puerta medio desnudo. 2 Que carece de lo que cubre o de
adornos: ej árboles desnudos, sin hojas; paredes desnudas, sin cuadros; el suelo está más
protegido del sol en las laderas boscosas que en las desnudas. 3 Que carece de cosas materiales o
inmateriales: ej desnudo de bienes; desnudo de amor. 4 Que es evidente, sin simulaciones o
sentidos ocultos: ej la verdad desnuda.
> nombre masculino 5 En pintura y escultura, figura humana desnuda, o cuyas formas se
perciben aunque esté vestida.
desnudar verbo transitivo 1 Quitar toda la ropa o parte de ella: ej lo subieron al piso, lo
desnudaron, lo metieron en la bañera, le dieron friegas y lo envolvieron después en una toalla
para que entrara en calor; desnúdese de cintura hacia arriba para auscultarle mejor. 2 Despojar
a una persona de una cosa inmaterial: ej desnudarse de las pasiones; cambió ínfulas de soberbia
por humildad de coyuntura, se desnudó de modestia y se lo dijo. 3 Despojar una cosa de lo que la
cubre o adorna: ej desnudar los altares; no reconocía aquel gesto coqueto con el que se
levantaba el pelo desnudando la nuca; se medio: los árboles se desnudan en otoño. 4 coloquial
Quitar a una persona el dinero o las cosas de valor que lleva encima, ya sea robándole, en el
juego, etc. 5 Sacar de su vaina un arma, especialmente una espada u otra arma blanca.
VÉASE desnudar un santo para vestir a otro.
El matiz de desnudado habría que extraerlo de la descripción lexicográfica del verbo desnudar.

5.8.3. ADJETIVOS DETERMINATIVOS


La gramática reconoce dentro de este apartado los adjetivos o
determinantes demostrativos, posesivos, indefinidos, numerales,
exclamativos e interrogativos. No son propiamente adjetivos sino
determinantes. A veces actúan como pronombres, es decir, son referenciales
y funcionan anafórica y catafóricamente dentro del discurso. Por ello alguna
vez, según sea su función sintáctica, pueden recibir un adjetivo calificativo:
Hay algo peligroso en esta excursión.
Ante los adjetivos determinativos hay que tener claro su uso y su
distribución. Ilustramos aquí esta complejidad en su interpretación y
manejo con cuatro casos: el de mucho, cha; otro, tra; mismo y propio.
El caso de mucho, cha muestra el hecho de que los determinativos a
veces son lindantes con otros adjetivos calificativos: en este caso es con
respecto al calificativo numeroso, sa (NGLE 2009: 960). Tienen usos que
describen mejor las gramáticas que los diccionarios, pues presentan
variables curiosas, como su anteposición o posposición con respecto al
sustantivo, como las que destacamos a continuación:

numeroso, sa adjetivo, 1 Que está formado por un gran número de elementos: ej un grupo
numeroso de estudiantes; los copistas constituían un numeroso y poderoso gremio; conserva un
grupo bastante numeroso de fieles seguidores.
> adjetivo plural, 2 numerosos Que son muchos en número: ej numerosas personas salen los
fines de semana al campo; tiene numerosos antecedentes; los numerosos diputados que asistieron
criticaron su política exterior. NOTA Se usa antepuesto al nombre. (DUEAE)
Numeroso es un adjetivo próximo a los adjetivos cuantificativos, especialmente cuando se usa en
plural, pero no admite la construcción partitiva: muchos de los chicos/*numerosos de los chicos,
tampoco puede funcionar como pronombre: muchos vinieron/*numerosos vinieron.

A veces la semántica de los adjetivos determinativos genera


ambigüedad. El uso del determinativo otro es complicado, pues la
alternancia que plantea semánticamente puede generar en muchos casos
inseguridad.

El DUEAE explica de la siguiente manera el determinativo otro, tra; las tres primeras acepciones
se categorizan como adjetivo determinativo (determinante) o como pronombre:
otro, otra
> determinante indefinido | pronombre indefinido, 1 Alguien o algo distinto, pero del mismo
tipo de lo que se habla: ej he comprado uno para mí y otro para ti; no quiero el otro libro sino
este; esta película ya la he visto, ¿por qué no vamos a ver otra?; ha llegado otro que no sé quién
es. 2 Alguien o algo más del mismo tipo que ciertas cosas anteriores o que se han mencionado
antes: ej tendrías que comprar otra botella de vino, que con una no hay suficiente; el novelista ha
publicado otro libro. 3 Alguien o algo que reúne las mismas características definitorias que
alguna persona o cosa conocida que se toma como modelo: ej ese valiente soldado es otro Cid;
este palacio es otro Versalles.
> adjetivo 4 Con nombres que expresan tiempo, como día, tarde o noche, indica un tiempo
pasado cercano al presente de la persona que habla o escribe: ej el otro día vinieron unos amigos
a cenar; el otro fin de semana estuve enfermo. NOTA Siempre precedido del artículo
determinado. 5 Con nombres que expresan tiempo, como día, tarde o noche, indica el tiempo
futuro que sigue inmediatamente al momento en el que se habla o escribe o al tiempo del cual se
habla: ej a la otra semana empiezan las vacaciones; al otro día ya se encontraba bien. NOTA
Siempre precedido de al o a la. […]

Su clasificación y descripción es pues variada y los diccionarios no


señalan todas sus posibilidades; es conveniente consultar la gramática
cuando haya dudas sobre su uso. La gramática amplía y aclara los usos de
este determinativo indefinido (NGLE 2009: 968). Otro tiene características
de determinante, como la de acompañar él solo a los sujetos preverbales:
otra cuestión es la de su trabajo; pero también admite el artículo, como
otros adjetivos determinativos: la otra cuestión es la de…; y admite también
partitivos, como los adjetivos cuantificativos: otra de las cuestiones. En
tanto que adjetivo puede aparecer como atributo: la cuestión es otra.
Hay dos significados básicos de este adjetivo determinativo, 1) el
sentido de alteridad o de diversidad y 2) el sentido aditivo o de suma:
Manolo escogió otra novela, puede ser entendido 2a) una novela diferente
de la que se venía hablando, o 2b) escogió una novela más.

a) En el primer sentido otro es antónimo de mismo, propio, distinto o


demás, que requieren un antecedente en el contexto del discurso. Con
artículo definido solo toma valor de alteridad: la otra no lo hizo
(presupone una/alguna sí lo hizo).
b) Con el valor aditivo puede identificarse como ‘uno más’ y en este uso
se identifica con los adjetivos cuantificativos alguno, ninguno,
mucho… y admite complementos partitivos, pero no admite ser
utilizado en expresiones comparativas (cinco / *otros centímetros
menos) ni en complementos de medidas (varios / *otros centímetros
menos).
Hoy hay dificultad en utilizar otro con el artículo indefinido, aunque se
encuentra en textos antiguos o en zonas de los Andes. En catalán, sin
embargo, es usual: un altre marit – otro marido. Además, hay que tener en
cuenta el uso de otro con complementos introducidos por la conjunción que,
parecidos a las segundas partes de las expresiones comparativas; aparece
con preferencia en expresiones negativas: no tendrá otro pensamiento que
el de volverla a ver (no tendrá un pensamiento mejor que el de volverla a
ver) (NGLE 2009).
Siguiendo con la complejidad de este tipo de adjetivos se detecta en el
español actual un acercamiento entre los determinativos mismo y propio. La
NGLE (2009: 974) reconoce más de cinco usos del adjetivo determinativo
mismo:

1. Identificativo, asigna un rasgo común a un conjunto de cosas iguales,


se construye como un comparativo: Juana tenía los mismos gustos
que su hermana. En este uso admite el artículo indeterminado: Tenían
un mismo gusto.
2. Enfático o intensivo, con un significado similar a ‘preciso, justo’:
Mira, entra en este mismo instante > en este preciso instante; ahora
mismo > ahora precisamente; pospuesto a los pronombres personales,
nosotros mismos contestaremos. Alterna en este uso con en persona,
hasta, incluso, nada menos que… El mismo Napoleón dirigió la
escaramuza. El mismísimo…
3. Ejemplificativo, usado como adjetivo o adverbio pospuesto: ¿Quién
puede recibir a los viajeros? La azafata misma (por ejemplo, entre
otros, sin ir más lejos).
4. Reflexivo, o modificador de un pronombre reflexivo: te asearás tú
mismo. Está muy orgulloso de sí mismo.
5. Expletivo, es un uso del español mexicano, equivalente al uso del
relativo el cual, la cual: la casa fue sometida a un intenso
bombardeo, mismo que se apaciguó cinco minutos después > el cual
se apaciguó.…
El adjetivo propio tiene un uso calificativo con los valores de
‘característico’ y ‘adecuado’, también usos muy parecidos a los de mismo
en tanto que desempeñan distintas funciones:

1. Anafórico, la propia habitación lo ofrecía (aunque no identifica como


mismo: todos compartían la misma habitación > *propia habitación),
2. Enfático: Lo vio con sus propios/mismos ojos
3. Reflexivo: Te diste cuenta de que habías lavado tu propia camisa >
que te habías lavado tu camisa

Propio es de uso menor que mismo en el español actual. La frecuencia


de uso que proporciona el CORPES XXI (consulta 26 de abril de 2015)
para estos dos lemas es la siguiente:

Lema mismo: Lema propio:


Frecuencia absoluta: 248.500 Frecuencia absoluta: 103.129
Documentos: 68.615 Documentos: 38.034
Frecuencia normalizada: 1.110,37 casos por Frecuencia normalizada: 460,81 casos por
millón millón

Los datos de uso que ofrecen los corpus son muy útiles para poder
delimitar y describir este tipo de palabras casi gramaticales, como son los
adjetivos determinativos.

5.9. El verbo y la linealidad oracional

La categoría verbal es central en la sintaxis, pues organiza la estructura


oracional, estructura de la que la gramática ha hecho punto de partida de su
descripción hasta hace bien poco tiempo. La sintaxis del verbo se
caracteriza por su posición en la oración y su relación con el sujeto y con
los otros elementos que lo completan: el orden lineal sujeto-verbo-
complementos es el orden canónico de cualquier oración y si se observa
alguna alteración en este orden hay que suponer o encontrar la razón de
ella.
La expresión de la función sujeto es un rasgo característico de la lengua
española, porque es muy habitual su no formulación explícita; las
desinencias o morfemas verbales marcan netamente la persona sujeto:

reíamos, fuiste, consiguieron, no ofrecen dudas sobre la persona del sujeto. De manera que
cuando el sujeto de persona va explícito hay frecuentemente énfasis en la expresión: Fuiste tú, tú
fuiste —¿Quién manda aquí? La respuesta varía: —Yo mando / Mando yo.

El pronombre de primera persona se utiliza con mesura en español, muy


a menudo pospuesto al verbo, precisamente por este valor enfático que
aporta si va antepuesto, que puede teñir de orgullo o fanfarronería una
expresión.
Cuando en cualquier narración se introduce una nueva persona u objeto,
este nuevo sujeto va siempre pospuesto, tras verbos presentativos: Manolo
apareció / Apareció Manolo; en la anteposición del sujeto se entiende que el
personaje ya está en el conocimiento de los oyentes o lectores y el texto
sencillamente lo recuerda; en la posposición del sujeto al verbo se interpreta
que o es un personaje nuevo o aparece inesperadamente.
Otro aspecto de la ruptura del orden lineal en relación al verbo de la
oración es la tematización de alguno de sus complementos. La
tematización anuncia uno de los complementos argumentales
anteponiéndolo al verbo y mostrándolo bajo un pronombre personal:

Desde un orden canónico, en Inés leyó la novela de un tirón, se tematiza el complemento directo
del siguiente modo: La leyó de un tirón, la novela. En El corredor traspasó el testigo al otro
miembro del equipo sin perder tiempo, se tematiza el complemento indirecto así: Le transmitió el
testigo sin perder tiempo el corredor al otro miembro del equipo. Algo parecido ocurre cuando se
focaliza algún otro elemento de la oración que no se puede anunciar con un pronombre personal,
en Inés leyó la novela de un tirón, se focaliza el complemento de modo de esta forma: De un
tirón, leyó Inés la novela. La posposición del sujeto es habitual cuando hay un elemento
focalizado; mantener la anteposición muestra énfasis o reticencia: De un tirón, Inés leyó la
novela.

Otras fórmulas para romper el orden canónico y focalizar diferentes


elementos de la oración son las oraciones ecuacionales o hendidas. Se
llaman así porque en ellas aparece un verbo ser que separa y subraya sus
elementos junto a una estructura de relativo que organiza una oración en
dos elementos:

Dice mentiras > Lo que dice son mentiras o Son mentiras lo que dice. Matilde escribió la semana
pasada > la semana pasada fue cuando escribió Matilde o Cuando escribió Matilde fue la
semana pasada. Estas construcciones, aparentemente bimembres, permiten focalizar elementos y
aportan énfasis a las expresiones; son muy propias de la lengua hablada.

La ruptura del orden canónico oracional permite, por tanto, señalar,


enfatizar y conseguir variación en el ritmo de la prosa, y en ello quedan
siempre afectados el verbo y sus argumentos.
En cuanto a sus posibilidades semántico-gramaticales, el verbo
representa una categoría sintáctica de palabras muy rica semánticamente,
por su variada morfología flexiva (§5.9.1), por su capacidad sintáctica
netamente predicativa (§5.9.2) y por su variedad semántica (§5.9.3).

5.9.1. MORFOLOGÍA FLEXIVA DEL VERBO

El paradigma flexivo del verbo español varía en unas 103 formas (53
formas simples y 50 formas compuestas con el auxiliar haber). Pensar, por
ejemplo, se diversifica por formas personales (tres personas y singular y
plural), formas no personales (cinco formas), tiempos simples (ocho
tiempos) y compuestos (el participio y las dos formas de imperativo no
presentan compuestos) y modos (tres modos), formas a las que se puede
matizar también en el discurso con verbos auxiliares, en lo que se conoce en
gramática como perífrasis verbales (va a pensar bien la respuesta, tuvimos
que pensar en otro plan, no le molestes, está pensando). Ello permite a los
verbos una adecuación puntual a cada contexto y exige una concordancia de
personas, tiempos y modos difíciles para un extranjero.
La gramática se ocupa de esta concordancia o consecución de los
tiempos y los modos, que frecuentemente dependen del significado de algún
otro elemento de la frase, como por ejemplo:
— Un elemento semántico, como ‘miedo’, exige a lo que depende de él
el modo subjuntivo: Tengo miedo de que no me haya oído.
— Un elemento temporal, como el pretérito imperfecto de indicativo,
pensaba, admite puntualizaciones de otros tiempos de pasado:
pensaba cuando sonó el teléfono, pensaba cuando estaba solo,
pensaba cuando ha contestado así; pero no admite un pretérito
pluscuamperfecto: *pensaba cuando había contestado así.

Esto último se debe al valor semántico de tiempos imperfectos y


perfectos que tiene el verbo. Los imperfectos presentan el tiempo sin tener
en cuenta su finalización y los perfectos presentan el tiempo con su final.
Este valor semántico de los tiempos, manifestado por la flexión, se conoce
como aspecto verbal. El aspecto verbal manifestado en los tiempos permite
variaciones de las que se pueden extraer buenos resultados estilísticos o
artísticos. Frente al uso habitual de evocar en pretérito imperfecto un
tiempo largo: mientras ellos buscaban el disco de la rumba, el pretérito
indefinido presenta una acción puntual y limitada: Francisco les dijo:
Apremiad.

Sánchez Ferlosio en su novela El Jarama saca partido de utilizar estos tiempos en sentido
inverso, presentando acciones puntuales [Tito llegó hasta la Paulina] en las que el tiempo,
inmediatamente posterior se ralentiza [y ella se le abrazaba fuertemente]; o una acción aislada:
Levantó hacia los otros la cara sonriente…, y la acción siguiente es iterativa: aplaudían.
Este efecto del valor que otorga el aspecto verbal en dos tiempos de pasado se ve muy bien en el
siguiente pasaje de la mencionada novela:
«Lolita se puso de cara a Federico y volvía a dirigir por un momento el compás de las
palmas. Cuando estuvieron acordes arremetió a bailar. Se levantaba mucho polvo hacia la cara
de los otros, al golpear las zapatillas de Lolita en la madera de la mesa; Federico le marcaba los
movimientos y las actitudes; su cabeza rozaba en los festones de las madreselvas que pendían
del alambre, y todo el pelo se le revolvía. […] Luego a Lolita las zapatillas le estorbaron y las
lanzó desde los pies una a una, sin parar de bailar, hacia las sombras del jardín. «¡Esta chica es
genial!». Ya bailaba descalza. Las palmas repercutían en las tapias, hacia el fondo, a la rana de
bronce y la gramola y las mesas vacías. Bailoteaban en el centro la bombilla encendida y su
tulipa cubierta de polvo, porque los cables de la luz se meneaban de rechazo al agitarse la
enramada, y con ellas también se mecían las sombras de todo el jardín. Los pies descalzos de
Lolita pisaban sobre el vino derramado; sus faldas negras volaban girando hacia las caras de los
otros, y de súbito se cerraban y recogían sobre las piernas blancas y el traje de baño encarnado.
Luego los pies de Lolita resbalaron de pronto en la madera, sobre un barrillo sucio que se había
formado con el polvo y con el vino, y la chica se vio proyectada hacia fuera de la mesa y caía
riendo y jadeante en los brazos de Miguel y Zacarías».
Rafael Sánchez Ferlosio (1956), El Jarama, Barcelona, Destino, 1961, pág. 279.
Analizar los usos de los imperfectos y de los indefinidos en este pasaje permite imaginar mejor la
escena del baile de la muchacha sobre la mesa de un merendero; el último periodo presentado en
indefinido, resbalaron, se vio proyectada, contrasta con el imperfecto de cierre, reforzado por un
gerundio y un participo de presente, caía riendo y jadeante, que logra lo que en el cine sería el
uso de la cámara lenta.

Así pues, la diversidad de tiempos, aspectos y modos del verbo en


español, así como los matices aspectuales y modales que le otorgan las
perífrasis verbales, ofrece un número grande de posibilidades expresivas
que el valor semántico de los verbos aún puede potenciar más.

5.9.2. CAPACIDAD SINTÁCTICA DEL VERBO NETAMENTE PREDICATIVA

La presencia de un verbo en cualquier enunciado representa una


predicación, excepto cuando el infinitivo o alguna otra forma aparecen
sustantivados: el vivir y el morir; el lo siento después no arregla nada. Por
esta capacidad de sustantivarse, en los ejercicios de análisis sintáctico
conviene detectar primero los verbos en un enunciado y considerar la
relación que existe entre ellos y los elementos (argumentos) que los
completan. Es diferente que un significado se encuentre en una oración
principal (o radical) que en una subordinada. Es diferente también que un
verbo y sus argumentos estén o no en primera posición entre oraciones
coordinadas o yuxtapuestas.
Otra condición predicativa que aportan los verbos a los enunciados en
que aparecen es lo que se conoce como aspecto léxico o modo de acción,
que corresponde al significado de todo el verbo, no —como se dijo
anteriormente— a los tiempos perfectos o imperfectos. El significado de los
verbos se suele clasificar en dos grandes grupos, durativos o atélicos
(dormir, andar), que no señalan un final, y puntuales o télicos (salir,
contestar), que lo señalan. Entre estos dos se distinguen cuatro grupos más
afinados:
— Actividades o procesos, situaciones que presentan un desarrollo
temporal y no necesitan un límite para poder entenderse, tienen pues
significado atélico: hablar, respirar, conducir un coche.
— Realizaciones, situaciones que presentan un desarrollo temporal y
requieren un límite que se expresa en uno de los argumentos verbales
en que se manifiesta que se ha realizado o no; tienen pues significado
durativo y télico: leer una novela, cuajar una tortilla, la situación
termina con la terminación de la novela o la solidificación de la
tortilla. Adquieren significado télico.
— Logros o consecuciones, sucesos puntuales que no requieren tiempo:
resbalar, entrar en casa; la sola realización es suficiente, su
significado es télico. Los tiempos imperfectos de estos verbos
muestran la acción como repetida: disparaba a la diana.
— Estados, propiedades de las personas o de las cosas cuya duración
depende de otros factores: vivir, estar libre, ser inteligente. Su
significado es netamente atélico.

El aspecto léxico verbal informa de la estructura interna de los eventos


(cfr. §4.1), de la manera que surgen, se desarrollan, si terminan o se repiten,
si se perciben en su integridad o se muestran por segmentos temporales; las
situaciones se expresan como instantáneas, terminadas, inacabadas o
repetidas. Y vuelve a aparecer en las nominalizaciones verbales (§5.7.4)
Las divisiones establecidas se entremezclan y matizan. Si admiten poco
a poco, paulatinamente o gradualmente, los predicados resultan télicos en
las acciones que culminan y muestran duración, como las realizaciones, que
tienen un componente durativo y otro télico. Hay verbos de acción que, en
algunas construcciones, tienen un comportamiento de verbos de estado,
como levantar: los abetos se levantaban/ *levantaron majestuosos, y por
ello no admiten el pretérito simple con ciertos sujetos, como los abetos en
este ejemplo, porque requieren un movimiento muy lento, casi inapreciable.

5.9.3. VARIEDAD SEMÁNTICA DEL VERBO


El significado léxico de los verbos es aún más amplio y de difícil
caracterización. Un aspecto de este significado es el de los modos de acción
que se acaba de presentar; pero hay otras clasificaciones que agrupan los
verbos por su referencia semántica, la faceta del mundo extralingüístico a
que se refieren, lo que condiciona también su uso lingüístico. La gramática
atiende en principio a su caracterización sintáctica y a sus condiciones de
construcción. Pero hay en las gramáticas lexicistas verbos de muchos tipos
semánticos, aunque el reconocimiento no lleva a caracterizarlos
sintácticamente siempre.
Estas posibles agrupaciones semánticas responden a la selección de
argumentos de los verbos en atención a diversos elementos:

a) los posibles atributos o sujetos y complementos que llevan y que


representan la exigencia de argumentos;
b) las preposiciones con que se suelen construir sus complementos y que
representan a alguno de sus argumentos;
c) los tiempos verbales que exigen de los elementos temporales u
oraciones con los que están relacionados;
d) los modos verbales que restringen en las oraciones subordinadas que
dependen de ellos.

En la siguiente lista se presenta una clasificación solamente orientativa


del significado que ofrecen los verbos y de las condiciones sintácticas que,
a veces, inciden en alguno de los complementos que exigen. Ha sido
extraída de los índices de la GDLE (1999) y de la NGLE (2009), que
detallan la siguiente variedad de verbos:

atributivos o copulativos: ser, estar, andar, quedar


causativos (equivalentes también a hacer + inf.): conservar, dejar, hacer, invitar, mandar, obligar,
poner, quemar
colectivos (llevan complementos con preposición con):
de unión o adición: atar, conectar, juntar, pegar, sumar, unir, concurrir, atar, encadenar
de combinación o mezcla: confundir, fundir, mezclar
de acuerdo: aliar/se, asociar/se, colaborar, concordar, convenir, entenderse, pactar,
reconciliar/se
de reunión: citar/se, quedar, reunir/se, convocar/se
de contacto: chocar, colisionar, confrontar, encontrarse, enfrentar/se, lidiar, reñir, tropezar,
rivalizar
de comunicación: charlar, conversar, debatir, discutir
de sustitución: cambiar, permutar, suplir, sustituir
de disposición u orden: alternar, cruzar/se, lindar, turnar/se
de similitud, cercanía o parentesco: comparar, congeniar, emparentar, entroncar,
familiarizarse, llevarse, relacionarse, simpatizar, sintonizar
de afección, sentimiento o estimación: acostumbrar, alegrar/se, consolar, convenir, desear, gustar,
importar, molestar, preocupar, querer, sentir
de cambio: cerrar, acostumbrar, cocinar, crecer, hundir, enamorar/se, secar
de comunicación o de lengua: acusar, anunciar, balbucir, escribir, avisar, advertir, informar,
adivinar, predecir, profetizar, pronosticar, vaticinar
de creación: ejecutar, construir, imaginar, componer, construir, elaborar, fabricar, inaugurar o sus
contrarios, clausurar, derribar, derruir
de denominación: llamar, denominar, apelar, nombrar, elegir, proclamar, declarar
de descubrimiento: descubrir, investigar, suponer
de atención por un ámbito concreto (verbos con complementos con en):
de influencia: incidir, influir, repercutir
de atención intensa o fijación: embeberse, embelesarse, ensimismarse, fijarse
de interés o insistencia: afianzar/se, acabar/se, empeñar/se, enfrascar/se, esforzarse,
esmerarse, insistir, interesarse, obstinarse, perseverar, persistir, ratificar, afirmarse
de delectación o gozo: complacerse, deleitar/se, recrear/se
de prolijidad o exceso: excederse, explayarse, extralimitarse
de participación: ayudar, colaborar, participar
de acierto: acertar, equivocarse, errar, fallar, coincidir
de demora: demorarse, retrasarse, tardar
de uso o empleo: emplear, entretenerse, gastar, pasar el tiempo, usar
de duda: dudar, sospechar, temer
de entendimiento, juicio o pensamiento: considerar, creer, ignorar, juzgar, preferir, recordar,
elegir, pensar, ocurrírsele a alguien, confiar, imaginar, calificar, catalogar, tachar
de estado: dormir, estar, hallarse, saber
de hallazgo o descubrimiento: descubrir, encontrar, hallar, sorprender, pillar
de influencia o permiso: dejar, permitir, aconsejar, amenazar con, animar a, mandar, obligar a,
ordenar, pedir, prometer, proponer, recomendar, rogar, solicitar, sugerir, incidir
de medida: medir, hacer, costar, valer, pesar, faltar, tardar, durar, adelantarse, demorarse,
retrasarse
de movimiento: levantar, mover/se, traer, entrar, meter, sacar, llevar, ir, bailar, saltar, deslizar,
volver, encaminar
de aproximación: acercar/se, aproximar/se, arrimar/se
de advenimiento: venir, llegar, aparecer, manifestarse
de ocultamiento: esconder, ocultar, confiscar, detraer, cortar, extraer, incautar, intervenir, retirar,
sacar, sonsacar, suprimir, sustraer, tomar
de ordenación: ordenar, clasificar, formar, distribuir
de percepción: escuchar, mirar, notar, oír, ver, percibir, sentir, experimentar, cuidar, comprobar
de permanencia o continuidad (como pseudocopulativos): seguir, permanecer, quedarse,
conservarse, mantenerse, continuar
de petición, solicitud o demanda: pedir, demandar, encargar, exigir, preguntar, recabar, reclamar
de posesión o pertenencia: pertenecer, poseer, tener, disfrutar de
de presentación o existenciales: haber impersonal, o formas como sea, tenemos, imaginemos,
supongamos, pongamos, constar, faltar, suceder
de procedencia u origen (llevan complementos con preposición de): brotar, emanar, emerger,
extraer, manar, nacer, provenir, sacar, surgir, y otros:
de liberación: desatar/se, desenganchar/se, desligar/se, desvincular/se, independizar/se,
liberar/se
de abandono: abdicar, abjurar, abominar, abstenerse, arrepentirse, cesar, dimitir, retractar/se
de supresión o pérdida: perder, despojar, desposeer, destituir, eliminar, retirar, suprimir
de separación, surgimiento o desaparición: alejar/se, aislar, arrancar, depurar, desalojar,
despedirse, caer/se, descender, desertar, despegar, desprenderse, distanciarse, escabullirse,
huir, marchar, separarse
de variación o diferencia: cambiar, desviar/se, discordar, discrepar, disentir, divergir
de protección u ocultación: aislar/se, esconder/se, proteger/se, resguardar/se
de retorno o recuperación: curarse, recuperarse, regresar, reponerse, restablecerse, retornar,
volver
de voluntad: desear, pretender, intentar, querer, apetecer, evitar, necesitar, preferir, abstenerse,
arriesgarse, atreverse a, decidirse a, negarse a
inductores negativos: indignar, negar, obstar, prohibir, rehusar, temer
iterativos: apedrear, besuquear, fregotear, relampaguear
metereológicos: amanecer, tronar, llover, nevar, anochecer
modales: deber, poder, querer, volver, convenir, urgir
pseudocopulativos: constituir, continuar, empezar, hallarse, permanecer, terminar, venir,
manifestarse, aparecer, mostrarse, devenir, quedarse
realizativos: declarar, dejar, ordenar, prometer
recíprocos: casarse, cartearse

Tabla 1. Tipología de verbos de la lengua española

Todos los recogidos son verbos usuales, de alta frecuencia en lengua


española y muestra de que morfológica, sintáctica y semánticamente el
verbo español presenta gran riqueza y capacidad expresiva.

***

Conclusiones: ideas clave

En este capítulo se ha relacionado la unidad léxica con las categorías


gramaticales con las que se muestra en el discurso, principalmente, las
unidades léxicas o descriptivas: sustantivos, adjetivos y verbos. También se
ha visto cómo las unidades léxicas van trabadas o enlazadas en el discurso
para ir construyendo un significado cada vez mejor matizado y más
complejo: estos enlaces toman dimensión lineal y temporal. Adquirir
consciencia de estas relaciones sintáctico-semánticas es un paso
fundamental para entender el fenómeno lingüístico.

Obras consultadas: para saber más

GOLDBERG, Adele (1995), Constructions. A Contruction Grammar


Approach to Argument Structure, Chicago, The University of
Chicago Press.
GRIMSHAW, Jane B. (2005), Words and structure, Stanford, Center for the
Study of Language and Information.
HOEY, Michael (2005), Lexical priming: a new theory of words and
language, London, Routledge.
LEVIN, Beth (1993), English Verb Classes and Alternations: A
Preliminary Investigation, Chicago, University of Chicago Press.
[NGLE] REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (Comisión de Gramática) (2009),
Nueva gramática de la lengua española, Madrid, Espasa Calpe, 2
vols.
VENDLER, Zeno (1967), «Verbs and Times», en Linguistics in
Philosophy, Ithaca (NY), Cornell University Press, págs. 97-121.
WECHSLER, Stephen (2015), Word meaning and syntax: approaches to
the interface, Oxford, Oxford University Press.
WILLIS, Dave (2003), Rules, Patterns and Words: Grammar and Lexis in
English Language Teaching, Cambridge, Cambridge University
Press.
ACTIVIDADES PARA LA REFLEXIÓN DEL CAPÍTULO 5

I) Análisis e interpretación de un texto

«Me acuerdo que aquel día caía en jueves, que no hay clase por las tardes. Echan cine en el
colegio, igual que los domingos, películas muy buenas, como cuando echaron Fumanchú, en seis
jornadas, o Las cuatro plumas. Casi todas las películas que no son granas ni rosas las han ido
echando en el colegio. Yo y el Chino hemos ido muchas veces, también llevando a Elke y hasta
Belinda dos o tres veces también vino, cosa que es más bien una lata, porque lo que no hace en
casa lo hace allí, que es hablarnos como niños de primaria, venga y dale con que nos sentemos
bien sin dar patadas al respaldo de la butaca de delante, que a nosotros nos las dan cuando
empieza la emoción. Pues caía en jueves y encima caía en mayo con los exámenes encima, o sea,
fenomenal para ir al cine».
Álvaro Pombo (1993), Aparición del eterno femenino contada por S. M. el Rey,
Barcelona, Círculo de Lectores, 1994, pág. 145.

El fragmento de Pombo reproduce la lengua oral que utilizaría un niño


con alteraciones del orden lineal canónico. Reflexione sobre los siguientes
puntos:

1. Acordarse de que/recordar que: sin embargo en el texto se utiliza


acordarse que por reproducir usos orales familiares.
2. Uso de combinaciones: Caer en jueves, echar cine/una
película/Fumanchú.
3. En la expresión Que no hay clase, que ¿es conjunción o adverbio
relativo de tiempo como cuando? Intente sustituir que por cuando.
4. Plantéese el análisis morfológico y la clase sintáctica de como en
Como cuando… ¿Puede ser conjunción comparativa o adverbio de
modo?
5. En la expresión también llevando a Elke hay una elipsis ¿qué
fragmento de la frase anterior está elidido?
6. En la expresión hasta Belinda, ¿es hasta una preposición o un
adverbio? El orden sintáctico muestra el foco en el que se presta
atención: hasta Belinda dos o tres veces también vino. Es un orden
no canónico.
7. Cosa que es más bien una lata, análice las funciones sintácticas de
los tres subrayados: cosa que, más bien y una lata dentro del
enunciado. En esta frase se observa una estructura hendida.
8. Reconozca el orden lineal sintáctico formal con anteposición y
tematización de algún argumento del verbo en las siguientes frases
del texto:
Casi todas las películas que no son granas ni rosas las han ido echando en el colegio.
[…] hasta Belinda dos o tres veces también vino.
[…] lo que no hace en casa lo hace allí, […]

9. ¿Cuál es el antecedente de que en la expresión: […] que es


hablarnos como niños de primaria?
10. Analice morfosintácticamente la expresión: […] venga y dale con
que nos sentemos bien. ¿Con que nos sentemos bien es un
argumento de venga y dale? Si tiene dudas busque la locución en
un corpus.
11. Recupere dentro del texto el antecedente anafórico de las: […] que
a nosotros nos las dan cuando empieza la emoción.
12. Emoción es un sustantivo que necesita argumentos, quién la siente y
de qué la siente, ¿Cuáles son los argumentos que se pueden deducir,
pues no están expresos formalmente, de la palabra emoción en el
texto?
13. En este texto se lee dos veces seguidas la palabra encima: analice su
clase sintáctica atendiendo a su función sintáctica, consulte también
un diccionario por si este atiende las diferentes funciones de esta
palabra: caía en jueves y encima caía en mayo con los exámenes
encima… busque en un diccionario a ver si le ayuda.
14. ¿Qué califica el grupo adjetival fenomenal para ir al cine? Observe
el argumento que pide el adjetivo fenomenal y que en el texto queda
expresado.
15. De lo observado en la morfosintaxis que presenta el texto de Álvaro
Pombo se pueden deducir ciertas características de la sintaxis
conversacional y de la variación entre las categorías de las clases
sintácticas.
Reconozca algunas de ellas entre los análisis hechos en este
ejercicio como alteración del orden sintáctico canónico,
tematización de los complementos, utilización de los adverbios en
sus sentidos secundarios y con funciones cercanas a las
conjunciones o preposiciones, elipsis, etc.
16. De lo observado en el texto se puede extraer la convicción de lo
decisiva que es la sintaxis para colocar adecuadamente las palabras
en el discurso oral y subrayar su intención.

II) Actividad sobre grados de polaridad

Frío/calor son dos sustantivos en relación polar. En la siguiente lectura


se matizan con adjetivos, con diminutivos, con comparaciones, los
diferentes grados de calor del padre y del niño; por ello el autor titula este
cuentecillo en plural, Los fríos; sin embargo frío en general es un sustantivo
no contable:

Los fríos
El padre va con un buen abrigo, con su bufanda gorda, coloradote el listón de cara que le
queda, y bien comido, hasta los ojos van en sangre, fumándose su puro. El niño lijerito de ropa,
aún de verano, moradito por toda la carne visible.
El niño —como una niña, como una flor— se queja: «¡Qué frío tengo, papá!».
El padre, sin hacerle mucho caso: «¡Los hombres no tienen frío!».
«Cuando tú serías niño —le dice el hijo— también tendrías frío, papá».
El padre: «¡Psh!, algunas veces».
Y da una buena fumada y eructa humón y chorizo.
El niño: «Sí, yo también lo tengo muchas veces, solo que unas veces lo digo, y otras no».
Juan Ramón Jiménez, Historias y cuentos, ed. de Arturo del Villar, Barcelona,
Bruguera, 1979, pág. 51.

1) Comente los adjetivos calificativos que se encuentran en el texto con


el sustantivo al que califican:

buen abrigo / lijerito de ropa;


coloradote /moradito de frío
2) Establezca oposiciones entre expresiones que den cuenta del calor o
del frío sentido.

3) ¿Remiten al calor o al frío sin ser propiamente expresiones de estas


sensaciones otras expresiones, como abrigo, bufanda, ojos en sangre
y de ropa, aun de verano; la carne visible?

III) Ejercicio de transformación de un grupo verbal en un grupo


nominal, es decir, realización de una nominalización del verbo en las
siguientes frases:

El camino recorría el río > el camino del recorrido del río


Santos miró en la luz casi nocturna a su derecha > la mirada en la
luz casi nocturna de Santos
Clareaba la tierra blanquecina > el clareo de la tierra blanquecina
Ella se estremeció > su estremecimiento
Detuvo la bici con rapidez > la detención rápida de la bici
Había paseado con su tío Javier > el paseo con su tío Javier
Crujían las pajas del rastrojo > el crujido de las pajas del rastrojo

IV) Reformulación, atendiendo a los adjetivos y simplificándolas, de las


dos siguientes frases:

Los verdaderos sentimientos femeninos de las damas > la verdad de


los sentimientos femeninos
Sentimientos que estaban ocultos y reprimidos en su ambiente
cultural postizo e hipócrita > sentimientos reprimidos en su
hipócrita ambiente

V) Adjetivos calificativos y relacionales

Paternal/paterno -na son dos adjetivos cognados, derivados del latín


pater, uno calificativo y otro relacional: ¿cuál de ellos se puede matizar con
un adverbio como muy, bastante, poco? ¿cuál de ellos no se puede
anteponer a un sustantivo? ¿cuál de ellos es, pues, relacional?
DLE (2014)
paternal. (De paterno). 1. adj. Propio del afecto, cariño o solicitud de
padre.
paterno, na. (Del lat. paternus). 1. adj. Perteneciente o relativo al padre.
2. adj. Dicho de un pariente: Por parte de padre.

Paternal admite muy, bastante, poco; también se puede anteponer a un


sustantivo, paternal solicitud; es un adjetivo calificativo.
Paterno es un adjetivo relacional.

Camaleónico es adjetivo relacional y tiene algunos usos como


calificativo. ¿Qué acepción del diccionario corresponde a cada uno de estos
usos? ¿Qué tipo de sustantivos son los que admiten estos dos usos de
camaleónico?:

DUEAE camaleónico, -ca adjetivo.


1 Del camaleón o relacionado con este reptil.
2 Que tiene una gran capacidad para cambiar de opinión, actitud o
imagen con facilidad y según sus conveniencias: ej política
camaleónica; un personaje con espíritu camaleónico; la profesión de
actor necesita ahora ser más camaleónica que nunca.

El adjetivo gran en la definición del diccionario indica que esa segunda


acepción es calificativa y puede graduarse y compararse.

6 El diccionario DUEAE marca estos dos argumentos de fiel en su explicación: 1. (persona) que es
firme y constante en sus afectos, ideas y obligaciones y cumple con sus compromisos hacia algo o
hacia alguien.

7 Como adjetivo tiene un uso muy reducido en el español de hoy.

8 Disponible en: <http://pendientedemigracion.ucm.es/info/per3/nueva_web_eva/


elogio_de_%20la_palabra.pdf> (Traducción al castellano de Eva Aladro Vico).

9 Anécdota extraída de Pablo Motos en Frases célebres de niños 3. El Hormiguero (2010), Madrid,
Aguilar, pág. 11, disponible en línea en:
<http://www.librosaguilar.com/uploads/ficheros/libro/primeras-paginas/201011/primeras-paginas-
frases-celebres-ninos-3.pdf>.
10 El silfión, del griego Σίλφιον, o laserpicio en latín, es una planta desaparecida desde principios
de la era cristiana, semejante a la asafétida, muy valorada en la antigüedad en el Mediterráneo por su
resina (laser) usada como medicamento y condimento gastronómico.
CAPÍTULO 6

Léxico y morfología

Dado que la reflexión sobre el léxico se viene haciendo sobre la lengua


española, en este capítulo se abordan la estructura morfológica de las
palabras y sus relaciones formalmente manifestadas en esa lengua; así como
la regularidad de los paradigmas morfológicos y sus irregularidades, que no
dejan de ser fenómenos manifestados en el léxico. Después de la
morfología gramatical, se expone un panorama de la morfología léxica o
formación de unidades léxicas por derivación, por composición y por
fijación fraseológica, así como otros procesos de formación como
truncamientos, acrónimos y siglas.
Se tendrá al final del capítulo una noción de la variedad formal de las
unidades léxicas en lenguas en que la morfología es un componente
gramatical activo en la semántica y en la sintaxis.
Sumario
6.1. Estructura morfológica de las palabras y sus relaciones
6.2. Cuestiones de morfología gramatical: paradigmas e irregularidades
6.3. Morfología léxica: derivación, composición y formas complejas
6.4. Otros procesos de formación de palabras: truncamientos, siglas y acrónimos
6.5. Lexicalización y gramaticalización
Retórica
1
Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan:
todo su entendimiento es su garganta.

2
La forma que se ajusta al movimiento
no es prisión sino piel del pensamiento.

3
La claridad del cristal transparente
no es claridad para mí suficiente:
el agua clara es el agua corriente.
Octavio Paz
Es trabajo poético alumbrar nuevas relaciones entre las formas de las
palabras y los conceptos, por ejemplo, entre los sustantivos entendimiento,
movimiento, pensamiento; o entre los adjetivos transparente, suficiente,
corriente, como se advierte en los versos de Octavio Paz que aquí citamos.
Y es preocupación común de los usuarios de una lengua preguntarse por la
forma que muestra o adopta el vocabulario que manejan.
Cuestiones como la planteada en la consulta lingüística que
reproducimos a continuación ilustran esa necesidad de los hablantes de
comprender las partes que conforman una unidad léxica, su razón de ser:

«Le escribo desde El Periódico de Catalunya para solicitar su colaboración en el apartado el


lector / el experto de la sección de opinión. En este apartado un lector formula una pregunta a la
que responde un experto en la materia, en un tono divulgativo y en unas 120 palabras
aproximadamente. Agradeceríamos que nos ayudara a responder a una pregunta de un lector:
¿Por qué se dice tripartito y no tripartido? A la dirección de e-mail:
[email protected].
Atentamente,
[Una lectora de] El Periódico de Catalunya».
Respuesta: «Las lenguas modernas, y en especial las lenguas románicas, tienen disponible
siempre el latín para la formación de nuevas palabras que alternen con las voces propias; por
ejemplo en castellano: agua y acuático, mes y bimensual, aire y aer- en aeronave. El caso que
nos ocupa es similar. Partido, bipartidismo tienen la -d- que caracteriza las formas patrimoniales
castellanas, pero para denominar un gobierno compartido entre tres partidos se ha recurrido a una
forma más cercana al latín o al catalán o al italiano: tri- y -partito, solución que también se
encuentra en partitocracia, una democracia en que los partidos son muy poderosos.
Los italianos, que en cuestión de soluciones políticas siempre llevan la delantera, han tenido
gobiernos formados por cinco partidos, el pentapartito; aunque en la prensa española, en su
momento, se castellanizaba como pentapartido.
Extraído de Fundéu

Con frecuencia surgen dudas de este tipo acerca de cómo están formadas
las palabras: ¿por qué preferimos la forma del participio irregular harto en
lugar de la regular hartado?, por ejemplo, ¿cómo alternan los usos de freído
y frito?, ¿qué explica que optemos por truncar una palabra por el final en
unas ocasiones auto[móvil], o por el principio en otras, [auto]bus, etc. De
los elementos con significado de las palabras (bases, prefijos, sufijos,
infijos, etc.) que componen internamente una unidad léxica se ocupa la
morfología léxica; y son objeto de estudio de la morfología gramatical la
flexión nominal (género, número) y verbal (persona, tiempo, modo,
aspecto) exigidas por las reglas de la sintaxis.
Antiguamente la subdisciplina gramatical conocida como Morfología
aparecía en los tratados gramaticales bajo el nombre de Analogía, pues la
forma fónica y gramatical con que se muestran las palabras es una de las
primeras generalidades que el hablante se plantea sobre su lengua.

Si una niña ya conoce el objeto y la palabra bici, el que monta en él será un biciclante, atendiendo
a su forma; algún hablante con chispa pregunta en una sección humorística de un periódico por
qué los días de la semana no se llaman lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, ‘sábades’ y
‘domingues’. Los dos casos mencionados son evidencias de cómo en el léxico mental la forma y
la regularidad formal del léxico están presentes, aunque luego siempre aparezcan las excepciones,
las anomalías. La morfología se desarrolla sobre las analogías formales entrevistas en el
vocabulario.

La morfología léxica estudia las unidades léxicas que pueden ser


relacionadas y analizadas por sus coincidencias o analogías, como bases,
derivadas o compuestas, cuyo nuevo significado es una perspectiva
diferente de la que muestra la voz o las voces de las que derivan (su base);
por su parte, la morfología gramatical, también llamada morfología
flexiva, aborda las unidades que aportan nociones como tiempo, modo,
persona, género, etc. a una base léxica, lo que se estudia con las primeras
nociones de gramática. La variación flexiva de las unidades léxicas que la
presentan, voces variables, compone lo que se conoce como paradigma
flexivo, conjunto de formas que puede tomar una unidad (lema) en su
actualización en el discurso. Todas estas nociones ponen de relieve de
nuevo la abundante y variada información y lazos interrelacionales que
integra una unidad léxica. Los elementos con los que opera la morfología
son los morfemas, derivativos como des-, -ario, -esa en descolgar,
calendario, lideresa; o flexivos como -s, -es, -amos, de cuerpo-s, naric-es,
cant-amos.
No obstante esta distinción entre morfología léxica (estudio de la
derivación y la composición) y morfología flexiva (establecimiento del
conjunto de morfemas flexivos de una palabra), los trabajos más actuales
ponen en entredicho que exista una distinción tan nítida entre morfemas que
se incluyen en el léxico mental (los morfemas derivativos) y morfemas que
están fuera de él (los flexivos); defienden en este sentido, frente a la
tradición gramatical, que tanto los morfemas léxicos como los gramaticales
o flexivos pertenecen al dominio del léxico, y no de la gramática, y que, por
tanto, los morfemas flexivos están tan determinados semántica y
sintácticamente como los morfemas léxicos. El argumento para defender
esta postura es que el criterio semántico que distingue entre morfología
léxica y gramatical presenta dificultades a la hora de caracterizar formas
derivativas del tipo de los prefijos des- o re-, puesto que, por un lado,
aportan cierto significado léxico bastante regular (por ejemplo, des- denota
‘privación’ o ‘inversión’, re- tiene el significado de ‘repetición’), pero, por
otro lado, aportan significado gramatical, ya que unas formas no cambian la
categoría de la base a la cual se adjuntan (des- o re- forman verbos
derivados de otros verbos, reponer de poner, o deshacer de hacer; los
prefijos por norma general no cambian la categoría, y los sufijos, por el
contrario, sí pueden cambiarla), o pueden modificar la categoría de la
unidad léxica a la cual se adjuntan (por ejemplo, el sufijo -dad y su variante
-tad forman sustantivos a partir de adjetivos, capacidad, lealtad). Desde
esta perspectiva, en consecuencia, no puede hablarse de una morfología que
no sea léxica. La morfología actúa siempre sobre la unidad léxica.

6.1. Estructura morfológica de las palabras y sus relaciones

¿Qué formas integran una palabra? Podemos establecer conjuntos de


unidades relacionadas formalmente por compartir la misma base léxica;
veamos un ejemplo:

Un verbo como poner genera muchos derivados, al añadir a su base elementos con significado
propio: prefijos (a-, de-, in-, pre-, re-, etc.) o unidades prefijales como las preposiciones (ante,
con, contra, entre, etc.); podemos reconocer de este modo hasta veintiséis unidades léxicas
derivadas de poner: aponer, anteponer, componer, contraponer, deponer, descomponer,
desimponer, disponer, entreponer, exponer, imponer, indisponer, interponer, oponer, posponer,
predisponer, preponer, presuponer, proponer, recomponer, reponer, sobreponer, superponer,
suponer, trasponer, yuxtaponer constituyen toda una familia léxica. No obstante, no todas estas
palabras son reconocidas como derivadas de poner por parte de los hablantes del español: es
transparente la naturaleza morfológica de verbos como anteponer, posponer, interponer o
reponer, pero queda más diluido en nuestra conciencia lingüística el origen derivado de formas
como aponer, componer, exponer, imponer, proponer o suponer, por ejemplo, así como en las
correspondientes a la raíz alternante de poner, posic(-ión), empleada en los derivados nominales:
aposición, composición, exposición, imposición, proposición.

El análisis morfológico en series como la de poner revela las relaciones


formales que estas palabras mantienen en el sistema, y permite estrechar
sentidos entre ellas, a pesar de lo polémico que pueda resultar teóricamente
su estatuto en la morfología sincrónica: hasta qué punto es posible
considerar palabras derivadas de poner los verbos componer, exponer o
proponer en el estado actual de la lengua; su segmentación en prefijos-base
léxica es objeto de discusión entre los morfólogos.
También cabe preguntarse si estas palabras derivadas comparten su
sintaxis y su semántica con la primitiva de la que parten: poner exige un
locativo, por ejemplo, y también lo exigen disponer, reponer y trasponer;
en cambio, imponer o suponer requieren otro tipo de argumento, no
locativo, sino con papel de tema o paciente. Se heredan, pues, las
exigencias sintácticas de la base léxica en aquellos derivados sincrónicos,
cuyos componentes de significado son reconocibles; en cambio, los
derivados diacrónicos han perdido con el tiempo esta herencia de la palabra
simple de la que proceden.
No solo por compartir el componente léxico nuclear (la base,
reconocible también como raíz) se relacionan semánticamente entre sí las
palabras. Las relaciones también se logran al usar el mismo segmento
morfológico para varias bases léxicas.

Una búsqueda en el DLE (2014) en línea con el criterio «termina en: -ble» ofrece una larga lista
de entradas (entre otras, amortizable, asegurable, certificable, compartible, comprable, etc.), lista
a la que se irán incorporando en un futuro nuevas formas como las aquí comentadas: encontrable
se registra ya en el CORPES XXI: con 13 apariciones; en cambio, no hay constancia en este
corpus de descubrible, ni de encontrabilidad ni descubribilidad. Sí que usabilidad (de usable),
otro sustantivo derivado de esta misma serie, está ya muy extendido en español desde principios
de este siglo XXI (véase <https://blogscvc.cervantes.es/martes-neologico/usabilidad/>).

Es sobre problemas como los hasta aquí planteados sobre los que
interesa reflexionar en relación con el léxico y la morfología:
— qué aportan los segmentos (base, prefijos y sufijos) que conforman
una palabra,
— qué significado y funciones comparten los derivados de una misma
palabra simple,
— qué relaciones semánticas refuerzan las relaciones morfológicas,
— qué tipos de redes estrechan,
— y cuál es la motivación lingüística de las formas que adopta una
palabra.

La asociación de las unidades léxicas por su morfología favorece la


comprensión del vocabulario de una lengua y, con ella, la comprensión del
sistema lingüístico.
Pasamos, pues, a reflexionar en este capítulo sobre algunas cuestiones de
la morfología de las palabras que pueden en cierto modo sintetizar los
problemas lingüísticos a los que se enfrenta la lengua española: cuestiones
de morfología gramatical (nominal y verbal) (§6.2), de morfología léxica
(§6.3 y §6.4), procesos de lexicalización y gramaticalización (§6.5). Las
soluciones que el español ofrece a estos fenómenos morfológicos
contribuyen a reflexionar sobre el propio funcionamiento de la lengua.

6.2. Cuestiones de morfología gramatical: paradigmas e


irregularidades

«Tentose Sancho, y llegando con la mano bonitamente y con tiento hacia la corva izquierda,
alzó la cabeza y miró a su amo, y dijo:
—O la experiencia es falsa, o no hemos llegado adonde vuesa merced dice, ni con muchas
leguas.
—Pues ¿qué —preguntó don Quijote—, has topado algo?
—¡Y aun algos! —respondió Sancho.
Y, sacudiéndose los dedos, se lavó toda la mano en el río, por el cual sosegadamente se
deslizaba el barco por mitad de la corriente, sin que le moviese alguna inteligencia secreta, ni
algún encantador escondido, sino el mismo curso del agua, blando entonces y suave».
Miguel de Cervantes (1615), Don Quijote de la Mancha. Segunda parte, Edición
del IV Centenario, RAE y ASALE, cap. XXIX, «De la famosa aventura del barco
encantado», pág. 775.
La cita de El Quijote que encabeza este apartado sobre morfología flexiva ilustra una de las
características de la forma de las palabras: su flexión para indicar contenidos como el número
añadiendo el morfema gramatical -s. En el ejemplo, don Quijote y Sancho utilizan la palabra algo
con una función gramatical distinta: don Quijote la usa como pronombre neutro, y en este caso no
sería posible la flexión de número (*algos); Sancho, en cambio, la emplea con el sentido de
‘piojos’. La categoría gramatical de las palabras (su función como pronombre neutro o sustantivo
de algo en este ejemplo) determina su capacidad de variación morfológica y el tipo de
componentes que las constituyen.

En este sentido, las unidades léxicas nominales (sustantivos, adjetivos,


pronombres) se distinguen de los verbos por su distinta flexión: los nombres
admiten como morfemas gramaticales los morfemas de género y número;
por su parte, los verbos se conjugan añadiendo desinencias para indicar
también número, pero no género salvo en el participio de pasado, y además
persona, tiempo y aspecto.
Las formas lingüísticas básicas con sentido y función gramatical no son
palabras sino elementos indivisibles de los que están compuestas las
palabras. Estas entidades que no pueden descomponerse en ninguna otra
más con sentido y función gramatical son los morfemas: por tanto, los
morfemas pueden definirse como las unidades mínimas de una lengua que
tienen valor semántico o gramatical. Los morfemas que pueden usarse solos
como palabras y, por tanto, gozan de autonomía sintáctica y pragmática, se
denominan morfemas libres (algo, mano, cabeza), mientras que los
morfemas que solo pueden tener sentido o funcionar asociados con otros
morfemas se denominan morfemas ligados: el morfema de número -s, por
ejemplo. También son morfemas ligados las bases de palabras que no
pueden aparecer sin marcas de flexión, como am- en amo, fals- en falsa, o
alz- en alzó, y además las preposiciones, las conjunciones y los pronombres
personales átonos, puesto que nunca pueden aparecer aislados, sino que
requieren la presencia de la palabra a la cual introducen, modifican o se
refieren.
Así pues, una palabra puede estar conformada por todo un conjunto de
componentes con significado, algunos de los cuales pueden aparecer en
otros contextos solos como palabras independientes, y otros, en cambio,
únicamente pueden ser usados como partes de una palabra.
Enunciados como los siguientes muestran estas distintas posibilidades:
i. Es un artista muy libre
ii. Su postura en la vida es la de acogerse al librepensamiento
iii. Son todos ellos espíritus muy libres
iv. Se comporta con una gran libertad
v. Pinta libremente sin ninguna inhibición
En estos ejemplos el adjetivo libre obviamente puede utilizarse solo, como una palabra
independiente, y puede unirse a otros elementos como el sustantivo pensamiento en (ii), que
funciona también como unidad autónoma: con él forma una palabra compuesta,
librepensamiento. Además, puede combinarse con otros elementos que no gozan de
independencia como palabras, pero que tienen claramente un significado y una función
gramatical, los morfemas ligados: -s en libres, la forma final -tad (variante de -dad) que en
libertad convierte al adjetivo libre en un sustantivo; y -mente, que en libremente lo convierte en
un adverbio.

Como morfema ligado, es pertinente señalar que el género gramatical en


español aporta información semántica con los sustantivos que designan
seres animados, al distinguir entre sexo masculino y sexo femenino; los
morfemas flexivos -o, -a y el morfema -e (monje) ofrecen esta información
en muchos sustantivos: en casos como monje/monja, astrónomo/astrónoma,
rey/reina se marca el género añadiendo un morfema a la raíz. No obstante,
esta regularidad no se sigue en sustantivos como fraile o miembro, por
ejemplo, que no admiten flexión de género: no es posible *frailesa ni
*miembra (a pesar del empeño de alguna política de igualdad). Porque la
lengua puede emplear otros procedimientos para indicar estas diferencias de
sexo: utilizar radicales diferentes, como fraile/sor o hermana,
hombre/mujer, damas/caballeros, palabras en oposición heteronímica
(sustantivos heterónimos); o explicitar la concordancia en los
determinantes o los adjetivos que acompañan a los denominados sustantivos
comunes en cuanto al género: el ciclista/la ciclista. Además, existen los
sustantivos ambiguos en cuanto al género, como el mar/la mar o el
calor/la calor (forma con distinta valoración según los dialectos y
registros); y los sustantivos epicenos, los que se refieren a personas o
animales mediante un único género gramatical: masculino en el miembro, el
personaje, el vástago, por ejemplo, o femenino en la persona, la cría, la
víctima, la avispa.
Desde una perspectiva léxica, en relación con el sexo, el masculino en
español presenta un uso genérico, esto es, el plural de los sustantivos
masculinos de persona designa todos los individuos de la clase o el grupo
que se mencione, sean varones o mujeres, en ejemplos como nuestros
vecinos son encantadores, o sean una conjunción de sustantivos con
referente no sexuado como las plumas y los bolígrafos están mezclados en
el estuche. Este empleo genérico del masculino es consecuencia del carácter
no marcado de este género, en el sentido de que es el miembro de la
oposición binaria masculino/femenino que puede abarcarla en su conjunto,
sin que sea necesario mencionar el término marcado, el femenino. No
obstante, como se detalla en la NGLE (2009: §2.2) será el contexto tanto
lingüístico como extralingüístico el que determinará la interpretación
genérica o no del sustantivo masculino.
La flexión verbal, como la nominal, aporta información gramatical; no
crea palabras nuevas, sino variantes de la misma palabra: en la flexión
verbal se distinguen (como hemos destacado en §5.9.1) las nociones de
persona (primera, segunda o tercera), número (singular o plural), tiempo
(presente, pasado o futuro), modo (indicativo, subjuntivo e imperativo) y
aspecto (perfectivo e imperfectivo). A menudo, un mismo morfema verbal
puede vehicular más de un contenido gramatical diferente. Por ejemplo, en
pensabas, el morfema -ba- indica tiempo pasado, modo indicativo y aspecto
imperfectivo, además de 2ª persona de singular en la -s; el morfema -n en
producirían indica tercera persona y número plural.
Un problema de flexión verbal que plantea dudas en los hablantes es el
de los participios irregulares. La mayoría de los verbos del español forman
participios regulares, resultado de la evolución patrimonial de las antiguas
terminaciones latinas —atum, -etum, -itum. No obstante, verbos de uso muy
frecuente poseen o bien un único participio irregular, el llamado participio
fuerte (dicho, escrito, hecho, puesto, visto, etc.), o bien dos participios, uno
regular o débil y otro irregular o fuerte, como los que presentamos en la
siguiente lista 11 :

absorber > absorbido - absorto extinguir > extinguido - extinto


abstraer > abstraído - abstracto fijar > fijado - fijo
afligir > afligido - aflicto freír > freído - frito
ahitar > ahitado - ahíto hartar > hartado - harto
atender > atendido - atento imprimir > imprimido - impreso
bendecir > bendecido - bendito incluir > incluido - incluso
bienquerer > bienquerido - bienquisto incurrir > incurrido - incurso
circuncidar > circuncidado - circunciso infundir > infundido - infuso
compeler > compelido - compulso injertar > injertado - injerto
comprimir > comprimido - compreso insertar > insertado - inserto
concluir > concluido - concluso invertir > invertido - inverso
confesar > confesado - confeso juntar > juntado - junto
confundir > confundido - confuso maldecir > maldecido - maldito
consumir > consumido - consunto malquerer > malquerido - malquisto
contundir > contundido - contuso manifestar > manifestado - manifiesto
convencer > convencido - convicto manumitir > manumitido - manumiso
convertir > convertido - converso nacer > nacido - nato
corregir > corregido - correcto poseer > poseído - poseso
corromper > corrompido - corrupto prender > prendido - preso
cultivar > cultivado - culto presumir > presumido - presunto
despertar > despertado - despierto pretender > pretendido - pretenso
desproveer > desproveído - desprovisto propender > propendido - propenso
difundir > difundido - difuso proveer > proveído - provisto
dividir > dividido - diviso recluir > recluido - recluso
elegir > elegido - electo retorcer > retorcido - retuerto
enjugar > enjugado - enjuto salpresar > salpresado - salpreso
excluir > excluido - excluso salvar > salvado - salvo
eximir > eximido - exento sepelir > sepelido - sepulto
expeler > expelido - expulso sepultar > sepultado - sepulto
expresar > expresado - expreso sofreír > sofreído - sofrito
extender > extendido - extenso soltar > soltado - suelto
sujetar > sujetado - sujeto teñir > teñido - tinto
suprimir > suprimido - supreso torcer > torcido - tuerto
suspender > suspendido - suspenso torrefactar > torrefactado - torrefacto
sustituir > sustituido - sustituto

Tabla 2. Verbos de doble participio: débil y fuerte

El rasgo formal distintivo de los participios fuertes es la posición de su


sílaba tónica: en los participios regulares, la sílaba tónica es la que contiene
la vocal que sigue inmediatamente a la raíz, extend-i-do (la vocal tónica
forma parte de la desinencia participial como vocal temática), mientras que
en los participios fuertes o irregulares el acento de intensidad recae en la
última vocal de la raíz: exten-so (la e tónica pertenece a la raíz del verbo).
Todo en su morfología, como se observa en esta lista, marca que los
participios fuertes derivan directamente del latín: malquisto, concluso y
electo son cultismos que forman doblete léxico con malquerido, concluido
y elegido.
Como formas cultas que son, se emplean más al escribir que al hablar, y
más también en los textos literarios que en los generales. En relación con su
uso, la preferencia de los hablantes por estas formas fuertes de los
participios en detrimento de las débiles varía según los casos:

i) evidentemente, cuando es el único participio del verbo los fuertes


actúan en la formación de los tiempos compuestos y como adjetivo;
y a partir de estos, como sustantivos, el dicho o la muerta.
ii) en unos pocos casos han desbancado al hipotético participio débil y
han adquirido sus funciones: por ejemplo, roto se ha impuesto a
rompido, usado ya muy residualmente;
iii) la disputa entre los participios regulares y los irregulares se salda
con una suerte de convivencia entre la forma latina y la de creación
romance: es el caso del verbo freír > freído y frito, imprimir >
imprimido e impreso, prender > prendido y preso o proveer >
proveído y provisto, que se alternan en el uso.

En estos dobletes (un participio culto y otro romance) se constata la


tendencia a repartir las funciones de ambas formas: la forma regular se
emplea en los tiempos compuestos o la pasiva, y la irregular se utiliza
solamente como adjetivo (han prendido al ladrón / el ladrón está preso).
No obstante, aunque en función adjetiva o sustantiva con los verbos freír,
imprimir y proveer solo se emplea la forma irregular, pueden formar sus
compuestos con los dos tipos de participio; de todos modos, en estos
contextos los hablantes suelen preferir la forma débil, esto es, la regular, por
analogía con el resto de verbos con doble participio.
Lo más habitual, pues, es que lo regular, lo sistemático, el paradigma, se
extienda. En esta última solución, los participios fuertes son percibidos
como arcaicos o afectados, y precisamente por estos efectos son los
seleccionados para el estilo formal. Este proceso ha dado como resultado
que, por ejemplo, se use hoy en día arrepentido y no arrepiso, dividido y no
diviso, expedido y no expeso, nacido y no nato. En otros casos, el uso del
participio fuerte ha pervivido en su función de adjetivo, sin capacidad para
formar los tiempos compuestos ni la voz pasiva: es el caso de las formas
abstracto, concluso, confuso, convicto, electo, expreso, incurso, suelto o
tuerto, o en expresiones populares, como la pájara pinta, un árbol mocho o
vino tinto. Pueden construirse con el verbo estar, pero no con haber, y, en
tanto que adjetivos, funcionan algunos como sustantivos, un suelto del
periódico, el expreso de Barcelona, un tuerto por herida de guerra.
Con función adjetiva también se usan participios fuertes derivados de un
verbo ya desaparecido: como, por ejemplo, fijo < del latín figere, harto <
del latín farcire, suelto < del español antiguo solver. A su vez, algunos de
estos participios fuertes (cuyo verbo base ya no forma parte de la lengua)
pueden dar origen a una nueva forma verbal derivada: de fijo > fijar y de
este a su vez el nuevo participio regular fijado; el mismo proceso se sigue
en harto > hartar > hartado; en estos casos el participio fuerte queda
relegado a la condición de adjetivo. Asimismo, es posible el proceso
inverso, mediante el cual un verbo en -ar constituya la base de la derivación
de un adjetivo: cansar > cansado > canso. Estos participios reducidos o
truncos son poco frecuentes en español.
Por tanto, puede afirmarse que los participios fuertes están en desuso
frente a su doblete regular por ir perdiendo progresivamente su carácter
verbal para funcionar como adjetivos fundamentalmente. Y es este un
proceso compartido en todo el ámbito hispanohablante, salvo diferencias
dialectales muy concretas: los participios impreso y frito, por ejemplo, en
los tiempos compuestos son más habituales en Hispanoamérica que en
España.
Esta reflexión sobre los participios fuertes, como hemos visto, traspasa
el terreno de la morfología gramatical y se adentra en la morfología léxica
—que estudia la estructura de las palabras y las pautas que permiten
construirlas o derivarlas de otras—, algunos de cuyos problemas
planteamos en el apartado que sigue.
6.3. Morfología léxica: derivación, composición y formas
complejas

Acabamos de reflexionar a propósito de los participios verbales sobre la


alternancia léxica de los dobletes, esto es, parejas de palabras derivadas de
una misma raíz, pero con distinta evolución fonética, de modo que conviven
la forma culta (impreso) y la patrimonial (imprimido). Esta convivencia se
da también en otras categorías gramaticales, por supuesto: libre, libertad,
librepensamiento, libérrimo, liberar, liberto constituyen una familia léxica,
por ejemplo, que alterna en la base de la derivación los dobletes liber (base
culta) y libre (base patrimonial).
En general, se conocen como afijos los elementos que sirven para formar
nuevas palabras a partir de una base conocida. Los afijos pueden ir como
prefijos, como sufijos y como infijos: reconsiderar, característica,
humareda. En relación con las formas cultas que aparecen en la derivación,
hay que tener presente la utilización de raíces cultas grecolatinas, que es
frecuente en los procesos de formación de nuevas palabras, especialmente
en las disciplinas científicas y técnicas. Las voces en cuya formación
intervienen estos elementos no pueden considerarse propiamente
compuestas, dado que la mayoría de estas raíces no pueden aparecer de
forma aislada (no son, pues, palabras del español); pero tampoco pueden
considerarse en rigor palabras derivadas, ya que sus elementos netamente
compositivos tienen un comportamiento peculiar que los aleja de los
auténticos afijos. Se suelen combinar con otras raíces griegas o latinas
(pocas veces con bases patrimoniales); a veces se comportan como sufijos y
otras, como prefijos (monolito pero litografía; filólogo pero logotipo) y
tienen un significado léxico más próximo al de las bases que al de los afijos.
Se trata, pues, de elementos mixtos de tal modo que el proceso de
formación mediante estas bases cultas se sitúa a medio camino entre la
derivación y la composición. Por ello, se les suele dar el nombre de
prefijoides o sufijoides en función de si su comportamiento más usual es
similar al de los prefijos (se anteponen a otra base) o al de los sufijos (se
posponen a otra base).
Algunos problemas de morfología léxica inciden también en otros
niveles de la lengua, los más externos al sistema lingüístico: el semántico-
pragmático y el fónico-gráfico. En relación con la semántica y la
pragmática, cabe detenerse en la sufijación apreciativa. ¿Por qué añadimos
el sufijo -era a la base compuesta quince años en quinceañera y no lo
hacemos a las bases cuarenta o cincuenta, que forman en su lugar derivados
a partir del aumentativo -ona: cuarentona y cincuentona? ¿No son posibles
los derivados cuarentañera y cincuentañera? La respuesta es sí, pero la
valoración del referente que designa la palabra (una mujer de cuarenta o de
cincuenta años) cambia entonces: pasa esa persona de ser valorada
despectivamente a serlo positivamente. El CORPES XXI registra un caso
de cuarentañera, y el CREA otro de cincuentañera en frase de Vázquez
Montalbán: «España cincuentañera»; como vemos, siempre en derivados de
género femenino. Revelan, pues, estos cambios en la sufijación la distinta
mirada y aprecio que la sociedad da al paso del tiempo en las mujeres,
reflejo de apreciaciones sociales no favorables a las mujeres que han
perdido la juventud.
Son sufijos apreciativos morfemas como el aumentativo -ona, que se
añaden sobre todo a sustantivos y adjetivos para aportar un matiz
significativo de tamaño o de actitud del hablante frente a lo dicho:
atenuación o intensificación, cortesía o desprecio, elogio o reprobación
(señorón, señorona). Son nociones que expresan la valoración afectiva que
se hace de las personas, los animales o las cosas.

En el siguiente fragmento de la novela de Mario Vargas Llosa Cinco esquinas (2016: 14-15),
pueden observarse los distintos valores que adquieren palabras que comparten un mismo afijo
apreciativo, que puede expresar al mismo tiempo tamaño y actitud valorativa (chiquitas) pero no
siempre (Marisita, besito se usan con valor afectivo en el texto, no diminutivo):
«—Marisita, mil perdones, te he despertado —la oyó decir, con la voz más natural del mundo.
—Qué ocurrencia —balbuceó, convencida de que apenas se le oía la voz—. ¿Y te vas? ¿No
quieres tomar antes desayuno?
—No, corazón —repuso su amiga: a ella sí que no le temblaba la voz ni parecía incómoda:
estaba igual que siempre, sin el menor rubor en las mejillas y una mirada absolutamente normal,
sin pizca de malicia ni picardía en sus grandes ojos oscuros y con el cabello negro algo
alborotado—. Me voy volando para alcanzar a las chiquitas antes de que salgan al colegio. Mil
gracias por la hospitalidad. Nos llamamos, un besito».
Mario Vargas Llosa (2016), Cinco esquinas, Madrid, Alfaguara, págs. 14-15.
Los sufijos apreciativos forman una palabra de la misma clase y subclase
que la base y pueden ser de tres tipos:

diminutivos: indican tamaño reducido o afecto (-ito en cochecito o


suavecito)
aumentativos: indican gran tamaño o ponderación (-ón en burlón,
bobalicón)
despectivos: aportan noción de desprecio o burla (-aco en pajarraco)

Convendría recoger en los diccionarios algunos diminutivos que


presentan interfijo y que resultan novedosos para extranjeros: así, de bueno
no se suele decir buenito, sino buenecito y de azúcar es azuquítar; también
de sol y pan es siempre solecito y panecillo. Entre los diminutivos, además,
se dan diferencias por regiones: -uco -uca en Cantabria, -in -ina en
territorios leoneses, -ete -eta en las zonas levantinas de la península ibérica,
etc.
Como la derivación, la composición de palabras permite formar nuevas
unidades léxicas a partir de las existentes; para ello uno de los formantes
pierde su sílaba intensa o sufre una adaptación en su forma fónica:
bocacalle, duraluminio 12 , plexiglás 13 , Josemari.
El sistema que forman los sustantivos numerales es un buen ejemplo.
Como subconjunto léxico, los numerales constituyen un inventario cerrado
en cada lengua, y no existe siempre una unidad léxica para nombrar todos y
cada uno de los números matemáticamente posibles. En español, este
inventario se genera a partir de un conjunto limitado de piezas básicas
mediante diversas pautas combinatorias y procedimientos como la
composición, en veintidós; la adición de sufijos multiplicativos, en
trescientos; la coordinación, en treinta y uno; o la yuxtaposición, en treinta
mil.
¿Por qué en unos casos los numerales compuestos por varios lexemas se
escriben en una sola palabra, como veintiuno (frente a *veinte y uno), y, en
cambio, en otros casos, como treinta y uno (la ortografía evita *treintiuno)
se escribe en varias palabras gráficamente independientes? Estas dudas se
resuelven con un análisis de su naturaleza morfológica. La mayor parte de
los numerales cardinales son palabras compuestas: se forman por fusión
(veintiuno, por ejemplo), yuxtaposición (cien mil) o coordinación (treinta y
uno, como hemos dicho) de cardinales simples: los numerales de cero a
quince, todas las decenas (veinte, treinta, cuarenta, etc.), cien(to),
quinientos y mil son palabras simples. Los cardinales correspondientes a la
adición de unidades a las decenas se escriben interponiendo entre los
cardinales simples la conjunción y (treinta y uno, cuarenta y uno, treinta y
un mil, etc.); el resto se forma por yuxtaposición: ciento dos, mil cien, dos
mil, dos mil quince, trescientos mil, etc., y forman, pues, unidades
pluriverbales.
La excepción a esta regla es la serie de los cardinales compuestos de diez
(los números dieciséis a diecinueve) y de veinte (veintiuno, veintidós,
veintitrés, etc.), y todas las centenas (doscientos, trescientos, cuatrocientos,
etc.), donde los dos componentes de su morfología se han fundido en una
sola palabra ortográfica: esta unidad gráfica es la solución dada por la
lengua a la unidad prosódica de estas formas, emitidas con un solo acento
tónico, el del segundo componente; el primer componente ha perdido su
tonicidad; la grafía simple en veintiuno, doscientos, etc. manifiesta la fusión
que experimentan las unidades léxicas pluriverbales que forman un solo
grupo acentual. Este proceso de cohesión prosódica y morfológica explica
que en algunos dialectos del español de América se documenten fusiones
gráficas de otras formas numerales, como treintaicinco, cuarentaitrés, etc.
Aunque sean mayoritarias todavía las grafías pluriverbales tradicionales,
esta tendencia es un indicio de la lexicalización de estos compuestos
numerales. También en las formas yuxtapuestas de mil se dan fusiones en
las formas lexicalizadas como sustantivos: cuando formas como dosmil,
tresmil designan las montañas de una altura igual o superior a la expresada
por el numeral, adoptan una grafía univerbal como sustantivos y admiten la
flexión de plural, ochomiles, por ejemplo.
Los compuestos léxicos propiamente dichos son palabras formadas por
dos unidades léxicas (ochomiles, bocacalle, limpiacristales, pasamanos,
pisapapeles) o dos bases o palabras con alguna modificación fónica
(agridulce, cejijunto, sabihondo) que se integran en una única palabra
ortográfica y, por lo general, un único grupo fónico. Los esquemas más
habituales de formación de compuestos son los que combinan las siguientes
categorías gramaticales 14 :

N-N: motocarro N-i-N: carricoche


A-A: sordomudo A-i-A: agridulce
A-N: mediodía
N-A: aguardiente N-i-A: patitieso
V-N: sacapuntas
N-V: vasodilatar N-i-V: perniquebrar
V-V: duermevela V-i-V: quitaipón

Pero también son posibles otras combinaciones:

PN-V: cualquiera
ADV-V o V-ADV: malcasar, mandamás
ADV-N: bienandanza
ADV-A: maleducado

Observamos en estos compuestos propios que los dos elementos que los
constituyen se han fundido de tal modo que esta cohesión se refleja en
distintos planos:

— el primero de los componentes modifica su forma fonológica y pierde


algún sonido o añade un interfijo: alt-i-bajo, aunque no siempre
ocurre, pues algunos compuestos se forman a partir de formas
flexivas completas: cubrecamas, lavamanos;
— se produce una amalgama fonológica entre los constituyentes por la
que el primero de ellos pierde su acento prosódico; por eso, como
norma general, los compuestos solo se acentúan en el segundo de sus
elementos (si por las reglas generales de acentuación deben llevar
tilde): ciempiés, asimismo, decimoséptimo, portalámparas, etc.
— en el plano morfológico, presentan siempre flexión terminal (no
flexión interna): sordomudos, pelirroja/s.
Los denominados compuestos sintagmáticos, impropios o imperfectos,
en cambio, son unidades complejas formadas por una oración completa
(correveidile, metomentodo, sabelotodo) o un sintagma con un sentido
propio (pez espada, coche bomba, orden del día, declaración de la renta,
contestador automático, fin de semana). Estos compuestos sintagmáticos
son formas complejas, pues, que se han creado a partir de la fijación de una
unidad superior: si esta unidad superior es una oración, el compuesto
presenta cohesionados ortográficamente todos su componentes
(bienmesabe); también si está formado por un sintagma fijo se caracteriza
por una gran cohesión interna y un comportamiento sintáctico muy rígido:
es posible lluvia de estrellas pero no *lluvia de una estrella ni *lluvia de la
otra estrella; estrella fugaz, pero no *estrella muy fugaz.
De todos modos, los compuestos sintagmáticos son formas léxicas
complejas con un grado diverso de fijación, que presentan una menor
cohesión entre sus componentes que los compuestos léxicos, lo cual afecta
también a distintos niveles:

— en el nivel fonológico, mantienen la identidad fonológica de los dos


componentes: épico-lírico, mesa camilla (frente a, por ejemplo,
pelirrojo o norcoreano);
— suelen conservar, por tanto, dos acentos prosódicos, como en luso-
español;
— en el nivel ortográfico, en ocasiones se escriben como dos palabras o
con un guion: guardia civil, salón comedor, fonético-fonológico,
hispano-ruso. La pauta habitual es que los blancos en la escritura o el
guion intermedio indican precisamente que se distinguen los dos
acentos prosódicos de sendos elementos de la composición. No
obstante, en los casos de la composición A-A, si la forma plena de un
adjetivo antepuesto termina en -o (y no presenta cuatro sílabas o más,
ni supera al segundo en longitud), puede optarse por escribirlo unido
con guion al segundo adjetivo o sin él: son posibles así tanto léxico-
semántico como lexicosemántico; físico-químico y fisicoquímico,
aunque es más frecuente la primera opción (véase NGLE: §4.1.1.2).
En cuanto a la composición N-N, se escriben como dos palabras
cuando el segundo sustantivo actúa como modificador del primero:
cheque(s) regalo, comida(s) basura, carril(es) bici, etc.; en cambio, si
los dos sustantivos de la unidad léxica compleja están al mismo nivel
se escriben con guion, por ejemplo lectura-escritura, y los dos
componentes manifiestan concordancia de género y número:
cazadores-recolectores, por ejemplo;
— en el nivel morfológico, a veces presentan flexión interna y no
flexión marginal: coches cama, horas punta, bombas lapa, faldas
pantalón, ciudades dormitorio; esta flexión interna se debe a que el
segundo miembro del compuesto funciona como modificador del
primero. Cuando los dos componentes de la unidad léxica compleja
pueden unirse con una conjunción copulativa (empresas y líderes,
equivalente al compuesto con guion en muchos casos), el segundo
elemento tiende a tomar también la marca de plural: estados
miembros, países satélites, empresas líderes, guardias civiles (pero
también guardiaciviles). Y los compuestos formados por dos
adjetivos escritos con guion tienen flexión marginal (no interna):
[relaciones] germano-soviéticas, [problemas] técnico-
administrativos.

Finalmente, conviene también atender a la morfología de las voces


provenientes de lenguas extranjeras, los préstamos (cfr. §3.2). Estas voces
que se incorporan al vocabulario español pueden clasificarse en una
gradación que va desde los extranjerismos crudos (ballet, stop, web, hipster,
think tank), que mantienen su forma gráfica original y se escriben en
cursiva o entre comillas, los semiadaptados a la grafía española, en relación
con su pronunciación (hámster, sándwich) y los adaptados, los préstamos
propiamente dichos, que presentan una forma gráfica propia española
(brócoli, mitin, tuit, tuitear). El porqué de estos distintos grados de
adaptación tiene que ver con factores diversos: con la nueva realidad que se
busca denominar, con la expresividad o con la presteza con que se adopta el
préstamo, por ejemplo.
En las adaptaciones fonéticas y gráficas de los préstamos se aplican los
procesos morfológicos que la lengua sistematiza con su patrimonio léxico;
se sustituyen los sonidos inexistentes o no distintivos en español por otros
propios que sean similares en algún rasgo fonológico.

Los siguientes ejemplos subrayados ilustran la distinta procedencia de los préstamos en español,
y el distinto proceso de adaptación a la fonética del idioma:
«En estos días, estando las cosas como están, parece que no hay otro vestido más trendy que el
luto absoluto ni otro maquillaje más cool que el colorete zombi […] Pues no. No son cosa chica,
sino gran cosa y cada vez lo será más. Lo serán en tal medida que pronto todas las publicaciones
que queden flotando dentro y fuera de la Red dejarán aparte sus sermones sobre el fin del mundo,
el carromato político y la corrupción infame para abrazar el estilo famoso, amoral, libre y
curativo del deslizante papel cuché».
Vicente Verdú, «Las revistas femeninas», El País, 12 de abril de 2013.
«Se le considera el Papa de la basura y, sin duda, es el mayor esteta con el que ha contado el
mal gusto para trascender sus límites objetivos y convertirse en tendencia cool. Figura clave del
cine underground, John Waters (Baltimore, 1946) forjó un star system alternativo que tuvo en la
dionisíaca belleza trans de Divine a su particular Marilyn Monroe, le dio a la coprofagia un lugar
eterno en el imaginario cinematográfico a través de la escena final de su insuperable Pink
flamingos (1972) y, poco a poco, logró intoxicar la cultura mainstream con su particular,
sofisticado, pero también benigno, purísimo y purificador sentido de la perversión estética».
Jordi Costa, «Curso acelerado de cultura basura»,
El País, 6 de septiembre de 2011, pág. 38.

6.4. Otros procesos de formación de palabras: truncamientos,


siglas y acrónimos

Otros procesos morfológicos de formación de palabras nuevas menos


productivos que la derivación y la composición tienen la característica
común de que suponen el acortamiento de una o más palabras existentes:
son los acortamientos léxicos o truncamientos, las siglas y los acrónimos.
Ejemplos de truncamientos son los que ilustran los siguientes ejemplos:

truncamientos por el final: demo[stración], gim[nasio], máx[imo], memo[randum], profe[sor, -


ora], homo[sexual], finde[semana]
truncamientos por el medio y por detrás: bio [graphical] + pic[ture] > biopic; pop[popular] + art
>pop art; op[tical] + art > op art; in[flu]enza > flu; sit[uation] + com[edy] > sit com
truncamientos por el principio: [ham]burger, [auto]bus, [violon]cello
Se trata de un proceso de formación de palabras que crea una voz nueva
a partir de un fragmento de otra existente, demo (de demostración), gim (de
gimnasio), finde (de fin de semana), etc. El acortamiento tiene el mismo
significado y pertenece a la misma categoría gramatical que la forma
completa, pero se diferencia de ella por ser, al menos en su origen, propio
de la lengua oral o de una variedad de uso informal. No obstante, algunos
truncamientos han llegado a generalizarse y se han pasado a usar también
en contextos formales: por ejemplo, memo, cine, taxi, kilo, zoo, metro o
estéreo.
Los acortamientos léxicos o truncamientos generalmente se forman a
partir de la supresión del segmento final de la palabra completa, esto es, por
apócope, aunque en ocasiones, pocas, se elimina por aféresis del fragmento
inicial (bus) o se reduce la palabra por el medio y por detrás a la vez (sit
com, comedia de situación), como se observa en los ejemplos anteriores.
Qué lleva a acortar una palabra unas veces por el principio (la aféresis) y
otras por el final (la apócope) es complejo: prima la necesidad de evitar la
ambigüedad para interpretar el truncamiento (auto de automóvil acorta por
el final; bus de autobús reduce la palabra suprimiendo su inicio).
Los acortamientos en español se producen sobre todo con sustantivos
(auto, bici, kilo), aunque también se dan, más raramente, en adjetivos
(extra, súper, porno, neuras). Constituye un tipo especial de acortamiento el
de los nombres propios, que da lugar a hipocorísticos: Rafa, Edu, Tere son
ejemplos de acortamientos del final del sustantivo; en cambio, Tina, Lupe,
Queta reducen el nombre por el principio.
El acortamiento no tiene por qué coincidir con un sufijo. Por lo general,
su forma tiene que ver con la estructura silábica: la mayoría de
acortamientos toman las dos sílabas iniciales de la palabra. Existe una
tendencia a que el acortamiento termine en vocal, aunque es posible que
acabe en consonante si la sílaba de la palabra completa acaba en
consonante: díver (de divertido). En su gran mayoría, los acortamientos son
acentualmente llanos; actualmente, sin embargo, se producen también
acortamientos con una estructura silábica diferente: de más de dos sílabas y
con un final en -a o con el sufijo -ata. Por ejemplo, okupa, masoca, bocata,
sociata, etc. No obstante, la mayoría de truncamientos responde a la
estructura de bisílabo llano. Algunos acortamientos muy arraigados en el
idioma llegan a intervenir en la formación de palabras compuestas: paga
extra, teleserie, fotonovela.
En cuanto a las siglas, son palabras que se forman a partir de las letras
iniciales de otras tantas palabras que constituyen un grupo sintáctico
determinado: DNI (documento nacional de identidad), RENFE (Red
Nacional de Ferrocarriles Españoles), PYME (pequeña y mediana
empresa), CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), ONG
(organización no gubernamental), SEOM (Sociedad Española de
Oncología Médica), CREA (corpus de referencia del español actual) u
OVNI (objeto volante no identificado). En la comunicación actual prolifera
el empleo de las siglas, algunas de ellas efímeras, otras préstamos del inglés
(PC: personal computer; CD: compact disc), especialmente en discursos de
los ámbitos periodístico, político, administrativo, científico y técnico. El
empleo mesurado de las siglas es lo preferible en una comunicación eficaz,
frente al abuso que denuncian algunos:
Hace ya tiempo se dijo que el siglo XX era el siglo de las siglas. El mal no había hecho
más que empezar. No hay informe más o menos sesudo que no contenga una buena provisión
de siglas que no se explican. El lector no puede retener todos los acrónimos. Está bien que se
diga «hacer el inri», «ha subido el IPC» o «con IVA incluido». Pero no se puede forzar la
capacidad de almacenamiento de significados. A veces son siglas de palabras en inglés, lo que
hace el atropello más vituperable. Las siglas son los latinajos de nuestra época.
Amando de Miguel (2001), «El abuso de las siglas»,
en <http://www.libertaddigital.com/opinion/amando-de-miguel/el-abuso-de-las-siglas-
5508/>.

Las siglas normalmente se usan como nombres propios, equivalentes al


nombre propio completo, y no constituyen una nueva palabra. Sin embargo,
en ocasiones se llegan a lexicalizar y crean entonces una palabra nueva:
ovni, sida. Las siglas se tienden a leer como si fueran una palabra (RAE,
UNESCO, BOE): son, pues, siglas silabeadas; cuando la combinación de
letras no es posible en español, se deletrean (PP, PNV, FM): son las
denominadas siglas deletreadas. También pueden presentar una lectura
mixta: PSOE (que se lee pe-soe), CD-ROM (que se lee cede-rom).
Las siglas suelen presentar el género de la palabra núcleo del sintagma
del que proceden. Por ejemplo, OTAN es femenino porque lo es
Organización, y BOE es masculino porque este es el género de Boletín.
Según las reglas ortográficas del español, las siglas expresan el plural solo
por medio del artículo (las ONG). Sin embargo, las siglas que se han
lexicalizado flexionan el plural (las pymes, los penenes, los ovnis), y
algunas siglas pueden intervenir en la formación de derivados: pesoísta,
pesoísmo.
La NGLE (2009: 169) distingue las siglas de los acrónimos porque
estos últimos se construyen con sílabas de alguno o algunos de sus
componentes, y no solo con las letras iniciales como lo hacen las siglas; por
ejemplo, son acrónimos MERCOSUR (Mercado Común del Sur), CORPES
XXI (Corpus del español del siglo XXI), CONICET (Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas); pueden formarse por letras no
contiguas de la misma palabra, pero, por regla general, los acrónimos se
forman o bien con el segmento inicial de la primera de las voces y el final
de la segunda: ofimática (de oficina e informática), motel (de motor y
hotel); o bien con el comienzo de una palabra y la segunda en su totalidad si
es breve: docudrama (de documental y drama), emoticono (emotivo e
icono) o Eurasia (de Europa y Asia).
El proceso de formación de nuevas voces por acronimia puede dar como
resultado tanto sustantivos (cantautor, mensáfono) como adjetivos
(alfanumérico). Muchos neologismos (cfr. §3.5) del español actual son
préstamos que se han formado por acronimia en otras lenguas, como bit (de
binary digit) o módem (de modulator demodulator). La segmentación de las
palabras del sintagma original suele ser arbitraria, y no tiene por qué tener
en cuenta ni los morfemas que forman las palabras ni su estructura silábica.
En algunos trabajos se consideran también acrónimos las siglas que han
sufrido un proceso de lexicalización, esto es, los sustantivos formados por
siglas silabeadas: ovni, pyme, inri, láser, radar, etc.

6.5. Lexicalización y gramaticalización

Como hemos ido viendo en distintos capítulos (también en este), son


muy productivos en la lengua los procesos de lexicalización por los que un
elemento lingüístico, como los diminutivos de las palabras bombilla o
ventanilla, el aumentativo en botellón, los numerales sustantivados que
hemos comentado, ochomiles, o siglas como ovni e inri pasan a formar
parte del sistema léxico, esto es, a constituir una unidad léxica con
significado conceptual propio, no composicional. En estas palabras
lexicalizadas, pues, el análisis de los componentes que las forman las aleja
del sentido que han adquirido con el paso del tiempo, hasta el punto de que
su morfología se hace opaca. Muchos de los fenómenos de lexicalización se
producen momentáneamente, de forma puntual, cuando una expresión
parece apropiada a una situación: ¡Adiós, Madrid! o hay moros en la costa
son unidades fraseológicas que han sufrido un proceso de lexicalización.
Este proceso de lexicalización, cargar de idiosincrasia una construcción
gramatical puntual, es el que también experimentan los llamados
compuestos sintagmáticos o impropios que hemos explicado en el apartado
anterior: estrella fugaz, fin de semana, bomba atómica son sintagmas fijos
con un significado lexicalizado, que se refleja en su cohesión interna, tal y
como hemos detallado líneas más arriba. Este mismo proceso de
lexicalización es el que explica las locuciones basadas en palabras léxicas
(en sustantivos como pata de gallo, media naranja, en adjetivos como
corriente y moliente, en verbos como hacer las paces) y el uso como
palabras a todos los efectos de algunos acrónimos, como hemos visto, lo
que gráficamente se refleja en su escritura en minúsculas (tac, láser, por
ejemplo, incorporadas como voces univerbales en el diccionario).
El proceso inverso al de la lexicalización es el de la gramaticalización,
por el que un elemento léxico o una construcción con significado propio
pasa a tener aplicaciones gramaticales, es decir, a ser funcional. Es el
fenómeno que ilustra la locución interjectiva a ver en las siguientes
expresiones formulaicas recogidas en el DLE (2014):

a más ver. 1. expr. hasta más ver.


a ver.
1. expr. U. para pedir algo que se quiere reconocer o ver.
2. expr. U. para expresar extrañeza.
3. expr. coloq. a ver, veamos.
a ver si
1. expr. Se usa, seguida de un verbo, para denotar curiosidad, expectación o interés. A ver si lo
que dice es cierto.
2. expr. Denota temor o sospecha. A ver si no vas a recordarlo ahora.
3. expr. Expresa mandato. A ver si te estás quieto.
a ver, veamos
1. expr. coloq. Explica la determinación de esperar que el suceso patentice la certidumbre de
algo o la eventualidad de un suceso.

En la NGLE (2009: §28.1f) se define gramaticalización como el


«proceso histórico por el que algunos signos léxicos de significado pleno y
uso autónomo asumen valor gramatical en determinadas construcciones
sintácticas». Ilustran esta definición en la NGLE el uso del verbo haber
como auxiliar en los tiempos compuestos del español, frente al verbo latino
habere (‘tener’), y otros verbos que participan también en construcciones
perifrásticas para comunicar distintos significados modales o aspectuales:
llegar en llegar a ser, por ejemplo, o andar en anda enamorada o anda
tanteando; es evidente la gramaticalización de la perífrasis de ir a +
infinitivo en presente con valor de futuro inmediato: voy a ver qué pasa. La
formación de conjunciones como puesto que es otro ejemplo de
gramaticalización: el participio fuerte de poner, puesto, ha perdido su valor
léxico y se funde con la conjunción que como una locución conjuntiva.
Los denominados marcadores del discurso o conectores han sido objeto
de detallado estudio en la primera década del siglo XXI como resultado de
un proceso de gramaticalización (cfr. §8.4 más adelante): palabras, por
ejemplo, como el adjetivo cierto, que originariamente presentan contenido
significativo (‘conocido como verdadero, seguro, indubitable’ es la primera
acepción de cierto que ofrece el DLE 2014), lo han acabado perdiendo para
relacionar segmentos discursivos y funcionar, pues, como partículas de
enlace (y no como unidades léxicas). Este proceso de gramaticalización es
progresivo, resultado de la propia evolución de la lengua, y explica la
variada procedencia de estas categorías discursivas: los conectores
proceden de adverbios, interjecciones, sintagmas, etc., que han dejado de
usarse como se esperaría de acuerdo con su forma, para adoptar un
significado unitario, más general y abstracto, de procesamiento, es decir, de
ayuda en la orientación argumentativa de un texto. Los marcadores
adquieren fijación en su estructura interna si proceden de formas complejas,
y morfológicamente se convierten en invariables si presentan elementos con
posibilidades de variación flexiva.
Por cierto como conector, pues, no conmuta con los sintagmas de cierto
o por seguro, por ejemplo, ni tiene morfología flexiva (no son posibles las
formas *por ciertos, *por cierta); su función sintáctica además se
transforma: los conectores dejan de ejercer la función general de
complemento circunstancial —la más habitual de la forma no
gramaticalizada de la que proceden— y adquieren una función periférica,
de conexión discursiva, en el enunciado en que se emplean. En este sentido,
por cierto no funciona como sintagma preposicional, sino que tiene carácter
parentético y expresa un sentido pragmático de ‘adición de información que
puede considerarse nueva o no esperada por el destinatario’. Con este valor
de conector aditivo, aunque esté formado por una preposición y un adjetivo,
no se entiende ni se utiliza como un sintagma preposicional.
Así pues, el conector por cierto no significa que se dé por verdadero
algo como lo logra en Doy por cierta su declaración, que muestra
posibilidad de flexión: Doy por ciertos sus argumentos; sino que constituye
una locución adverbial que adopta dos sentidos: un significado modal
equivalente a ciertamente, en verdad (en estructuras bastante fijadas: no,
por cierto; sí, por cierto, como se recoge en el DLE 2014, s.v.) y otro
equivalente de a propósito. Esta última acepción es la que se detalla en el
Diccionario de partículas discursivas del español de Briz, Pons y Portolés
(2008):

por cierto
Presenta el miembro del discurso en el que aparece como una digresión del tema que se viene
tratando, suscitada por algo dicho anteriormente:
Yo tengo una nariz etrusca, por decirlo finamente, y Nicole tiene un pegotillo. Por cierto, fíjense
que cuando habla se le mueve la puntita, cosa que a mí me hace pero que mucha gracia.
Elvira Lindo, en El País Domingo, 9/III/2003, 13

TEMA PRINCIPAL

COMENTARIO SUSCITADO POR UN


Yo tengo una nariz etrusca, por decirlo
ELEMENTO ANTERIOR (LA NARIZ DE
finamente, y Nicole tiene un pegotillo.
NICOLE)
Por cierto, fíjense que cuando habla se le mueve la
puntita [...]

El miembro discursivo Por cierto, fíjense que cuando habla se le mueve la puntita, cosa que a mí
me hace pero que mucha gracia es un comentario que se desvía del tema principal: la
comparación de la nariz de dos mujeres, y que surge por la referencia que se ha hecho
anteriormente a la forma de la nariz de una de ellas; <www.dpde.es>.

También Fuentes Rodríguez en su Diccionario de conectores y


operadores del español (2009: 261-262) analiza por cierto como conector
de adición, con este mismo valor, el de añadir información no siempre
relacionada con la anterior, información marginal. Además, esta lingüista
detalla el comportamiento de los conectores en distintos planos. Siguiendo
con el mismo ejemplo, por cierto destaca en el plano modal y enunciativo
por su aporte de información adicional relevante; en el plano informativo,
por su énfasis en un contenido marginal y no programado; y en el plano
argumentativo, como partícula que puede emplearse, estratégicamente, para
reorientar el discurso o romper la argumentación del adversario. Tres
valores con los que hay que contar en su uso.

***

Conclusiones: ideas clave

La forma de las palabras, su constitución en elementos reconocibles que


las integran, es una reflexión muy antigua sobre el léxico. Antes que
morfología, se reconocía esta parte de la gramática como analogía, pues su
regularidad flexiva en general es una primera reflexión fácilmente
observable. Son ideas clave de la exposición que se va desarrollando en este
manual 1.º distinguir la aportación al léxico que hace la morfología flexiva
o gramatical, y que enlaza directamente con la sintaxis; 2.º reconocer los
matices semánticos que aporta la morfología léxica o derivativa, y cuyos
mecanismos están casi disponibles como paradigmas gramaticales;
finalmente, 3.º relacionar esa forma analizada con la estructura fónica del
léxico de la lengua, que se verá en el siguiente capítulo.
Es decir, lo que explicamos es cómo se accede a través de las unidades
léxicas a poder enlazar y relacionar los diferentes componentes del sistema
lingüístico, que establecen los lingüistas teóricos, cuya perspectiva desde el
léxico es fácilmente observable.

Obras consultadas: para saber más

Morfología teórica:

BYBEE, Joan (1985), Morphology: a study of the relation between


meaning and form, Philadelphia, John Benjamins.
COMRIE, Bernard (1989), Universales del lenguaje y tipología
lingüística: sintaxis y morfología, Madrid, Gredos.
KATAMBA, Francis y John STONHAM (20062), Morphology, Londres,
McMillan.
SCALISSE, Sergio (1987), Morfología generativa, Madrid, Alianza.
VARELA ORTEGA, Soledad (1996), Fundamentos de morfología, Madrid,
Síntesis.

Morfología descriptiva:

LANG, MERVYN F. (1992), Formación de palabras en español.


Morfología derivativa productiva en el léxico moderno, Madrid,
Cátedra.
MURCIA GRAU, Miguel (1998), Diccionario de abreviaturas, siglas y
acrónimos, Barcelona, Península.
[NGLE] REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2009), Nueva gramática de la
lengua española. Morfología. Sintaxis I, Madrid, Espasa Calpe.
VARELA ORTEGA, Soledad (2005), Morfología léxica: la formación de
palabras, Madrid, Gredos.
ACTIVIDADES PARA LA REFLEXIÓN DEL CAPÍTULO 6

I) Interpretación un texto

Una muchacha roba una pulsera de plástico de un puesto callejero en


Manhattan y el protagonista de la novela, Alexis, quiere defenderla ante tres
policías.

Un agente se acercó a Alexis contoneándose y murmuró:


—Piensa usted que por no llevar dinero es menos culpable.
—Sí, pero ¿para qué discutir eso? Dejen a la chica, por Dios, déjenla. Su delito no merece una
noche en el calabozo.
Por alguna razón, los policías parecían haberse calmado. Alexis continuó:
—Son ustedes representantes de la ley, de acuerdo, ¿pero la ley no tendría que ser, en
circunstancias como la que nos ocupa, la representación de la misericordia?
Los policías le miraron con estupor, en parte porque la palabra misericordia solo la habían
oído alguna vez en la iglesia, cuando el sacerdote evocaba algún pasaje bíblico, fuera de ese
territorio la misericordia era un concepto anticuado y en desuso, que solo cobraba cierto sentido
si se lo vinculaba a Dios.
—Tengan piedad de esta chica. Le cegaron las tachuelas de una pulsera de plástico. ¿No es
para perdonarla? Tengan misericordia, por el amor de Dios.
—Pero ¿este de qué habla? —rugió un policía que se acercó a las mujeres y al oficial.
—Creo que de la miseria —musitó una de las agentes.
—¿De qué?
—De la miseria, joder.
—No hablo de la miseria —dijo Alexis elevando la voz—, hablo de la misericordia que
debemos sentir hacia todo aquel que ha caído en la miseria. Miren los ojos de esta chica. El terror
que la domina ya es castigo suficiente. ¿Aún quieren más? ¿El robo de la pulsera merece todavía
más suplicios? Miren sus ojos, por favor, y tengan un poco de misericordia.
Jesús Ferrero (2013), El hijo de Brian Jones, Madrid,
Alianza, págs. 158-159.

A partir de la frase que resume todo el texto, «No hablo de la miseria,


hablo de la misericordia», discútase sobre el matiz que introduce cada
palabra teniendo en cuenta su morfología.
a) ¿Qué matiz introduce cada una de estas dos palabras: miseria y
misericordia?
El trabajo de vocabulario sobre este fragmento puede ser bastante rico:
misericordia, miseria, piedad, ley («merecer una noche en el calabozo»). A
partir del DLE, 23ª ed.:

miseria misericordia
(Del lat. miserĭa). (Del lat. misericordĭa).
1. f. Estrechez o pobreza extrema. 1. f. Virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los
2. f. Condición de miserable. Me sufrimientos y miserias ajenos.
repugna tu miseria y cobardía. 2. f. Pieza en los asientos de los coros de las iglesias para
3. f. Tacañería o avaricia. descansar disimuladamente, medio sentado sobre ella,
4. f. Flaqueza, debilidad o defecto. cuando se debe estar en pie.
U. m. en pl. Quiéreme como soy, con 3. f. Puñal con que solían ir armados los caballeros de la
mis miserias y mis Edad Media para dar el golpe de gracia al enemigo.
torpezas. 4. f. Rel. Atributo de Dios, en cuya virtud perdona los
5. f. Desgracia o infortunio. U. m. en pecados y miserias de sus criaturas.
pl. A tu lado me olvido de las 5. f. p. us. Porción pequeña de alguna cosa, como la que
miserias de la vida. suele darse de caridad o limosna.
6. f. Suciedad extrema. obra de misericordia,
7. f. coloq. Cantidad insignificante. 1. f. Acto con que se socorre al necesitado, corporal o
Ganaba una espiritualmente.
miseria. puñalada de misericordia
8. f. p. us. Plaga, especialmente de 1. f. golpe de gracia.
piojos.
villa miseria
1. f. Arg. Barrio de viviendas
precarias, con grandes carencias de
infraestructura.

piedad
(Del lat. piĕtas, -ātis).
1. f. Virtud que inspira, por el amor a Dios, tierna devoción a las cosas santas, y, por el amor al
prójimo, actos de amor y compasión.
2. f. Amor entrañable que se consagra a los padres y a objetos venerandos.
3. f. Lástima, misericordia, conmiseración.
4. f. Representación en pintura o escultura del dolor de la Virgen María al sostener el cadáver de
Jesucristo descendido de la cruz.
monte de piedad
1. m. Casa de empeños con carácter benéfico.

Responda a las siguientes preguntas:


1. La acepción 1ª de miseria ¿tiene uso en plural?
2. ¿Qué acepción señala el valor moral de miseria?
3. La 7ª acepción de miseria es figurada. Ponga en relación esta
acepción con la 1ª.
4. Confronte el significado de los adjetivos derivados miserable y
misericordioso.
5. ¿Son sustitutorios los tres términos, miseria, misericordia y piedad,
en el contexto de la lectura?

b) Reflexione sobre la siguiente serie de sustantivos:


misericordia/piedad/lástima/conmiseración/benignidad/compasión/conmiseración

1. Contraste ambientes en que se oyen las palabras: busque misericordia


en Google y observe en qué entornos aparece y se usa esa palabra.

2. Explique qué entiende por misericordia y si es un concepto


«anticuado y en desuso», como piensan las agentes de policía
neoyorquina.

3. En qué situación hablaría de tener, sentir, despertar misericordia, y


describa brevemente una situación callejera en que se pueda
despertar la misericordia ante un ser humano.

4. Analice las representaciones plásticas de la misericordia, de la


piedad, de la maternidad, de la amistad, del desprecio, etc., dado que
son conceptos abstractos.

5. Estudie la etimología de estas palabras en el Diccionario crítico


etimológico castellano e hispánico (DCECH) de Joan Corominas y
José Antonio Pascual, donde se pueden seguir los derivados.
Etimología DCECH, para estudiantes más avanzados o con otros objetivos, se pueden seguir
los derivados de mísero y de pío, por ejemplo:
MÍSERO, tomado del lat. mĭser, -ĕra, ĕrum, ‘infortunado, desdichado’.
Son también cultismos los derivados, Miseria [Berceo], de mĭserĭa ‘desventura, desgracia’;
muy popular en romance, ya desde la Edad Media, tomado de misericordia íd., compuesto
con cor, cordis, ‘corazón’; misericordioso.
PÍO, adj., tomado del lat. pĭus ‘piadoso’, ‘afecto a los padres, a la patria’.
1.ª doc.: 1586, Góngora, ed. Foulché I, 82.
DERIVADOS, Piedad [Cid; piadat es la forma predominante en Berceo, por lo común con
diéresis: Mil., 98b, 158b, 526d, 529b, 665c, 768a, 830a, 856d, etc.; todavía mide pïedad
Tirso, Condenado II, xv, ed. Losada, pág. 152], de PIETAS, -ATIS, íd. (conservado en todo el
romance de Occidente); la citada forma piadad, todavía en Nebr. (comp. Cuervo, Disq., 1950,
414), ha dado el derivado piadoso [Berceo, Mil., 33c, 754b; con diéresis todavía en G. de
Segovia, 63; y Lope, Pedro Carbonero, v. 2796].
Impío [Mena (C. C. Smith, BHisp. LXI)]; impiedad.
Expiar [h. 1550, D. Gracián], tomado de expiare íd.; expiación; expiador.
Pietista, copiado del alem. pietist [s. XVII]; pietismo.

II) Ejercicio sobre redes morfológicas: morfología derivativa

Explique en el siguiente texto las asociaciones morfológicas que pueden


establecerse entre varias de las palabras que Juan Marsé escoge para
escribir su autorretrato: familias léxicas, procesos de derivación y
composición, etc.

Autorretrato
JUAN MARSÉ 28/11/2008
Siempre pertrechado para irse al infierno en cualquier momento. El rostro magullado y
recalentado acusa las rápidas y sucesivas estupefacciones sufridas a lo largo del día, y algo en él
se está desplomando con estrépito de himnos idiotas y banderas depravadas. Las facciones se
traban, compulsivas, antes de desmoronarse. Se trata de un sujeto sospechoso de inapetencias
diversas y como deslomado, desriñonado y despaldado. Ceñudo, maldiciente, tiene la pupila
desarmada y descreída, escépticos los hombros, la nariz garbancera y un relámpago negro en el
corazón y en la memoria.
No ha tenido mucho gusto en haberse conocido, habría preferido pasar de largo de sí mismo,
pero acepta resignado el saludo hipócrita del espejo y la broma pesada de la vida: al nacer se
equivocó de país, de continente, de época, de oficio y probablemente de sexo. Hay en los ojos
harapientos, arrimados a la nariz tumultuosa, una incurable nostalgia del payaso de circo que
siempre quiso ser. Enmascararse, disfrazarse, camuflarse, ser otro. El Coyote de Las Ánimas. El
jorobado del cine Delicias. El vampiro del cine Rovira. El monstruo del cine Verdi. El fantasma
del cine Roxy. Nostalgia de no haber sido alguno de ellos. Es fláccida la encarnadura facial, quizá
porque la larga ensoñación detrás de las máscaras imposibles, el aburrimiento y el alcohol y la
luctuosa telaraña franquista de casi 40 años abofetearon y abotargaron las mejillas y las ilusiones.
El tipo es bajo, desmañado, poco hablador, taciturno y burlón. No se considera un intelectual, y
soporta mal que le traten como si lo fuera. Ama las tabernas y las papelerías de barrio y los
flancos luminosos de los quioscos que exhiben tebeos y novelas baratas de aventuras. Las
banderas le producen auténtico terror. Come ensaladas y escribe a mano. Y en un país en el que
nadie dimite jamás, ni aun después de haber probado algunos políticos su ineptitud o su cinismo
ante el pueblo —el señor Félix Pons con su piso de medio millón, por ejemplo, o los señores
jueces de la Sala Segunda del Supremo al condenar al periodista Juanjo Fernández, o el
gobernador civil de La Coruña, o los muy babosos dirigentes de Herri Batasuna, etcétera—, él
solo piensa en dimitir de todo, incluso de esta página. Pero no hay nada que le aburra tanto como
hablar de sí mismo, así que basta. Vestido de diablo y ligero de equipaje —algunos discos,
algunos libros (ninguno de Baltasar Porcel, por supuesto), algunas fotos—, se va por fin al
infierno. Abur.
Autorretrato se publicó en El País el 27 de diciembre de 1987, como colofón de
la serie que Marsé escribió bajo el título Señoras y señores.

III) Ejercicio sobre morfología flexiva

Analice el valor de los morfemas de género en el siguiente relato:

El eclipse
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La
selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia
topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza,
aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los
Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que
confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se
disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que
descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó
algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de
su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de
sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y
salvar la vida.
—Si me matáis —les dijo— puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio
que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente
sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de
los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en
que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían
previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
Augusto Monterroso (1996), en Cuentos, fábulas y lo demás es silencio,
México, Alfaguara, págs. 55-56.

Morfemas flexivos nominales como -o y -a en perdido y apresado,


poderosa y definitiva, por ejemplo, en el inicio del cuento «El eclipse» de
Monterroso aquí reproducido, indican concordancia gramatical de género
en esos participios y adjetivos: de género masculino en los participios que
concuerdan con el nombre propio fray Bartolomé Arrazola y de género
femenino en los adjetivos que califican el nombre común la selva. El
morfema nominal de número, por su parte, indica si una palabra está en
singular o en plural, así, -s en indígenas indica que se trata de un plural. En
el relato «El eclipse» de Monterroso la interpretación adecuada de las
formas los indígenas y los astrónomos, por ejemplo, no es la genérica, esto
es, la que incluye a hombres y mujeres, pues en la época en la que se sitúa
la historia las acciones que se atribuyen a estos personajes estaba reservada
a los hombres. En una noticia periodística hoy, en cambio, sí que se impone
la interpretación genérica del masculino los astrónomos.

11 Son ejemplos extraídos del trabajo realizado por José Vicente Fernández.

12 DLE: De Duraluminio®, marca reg., acrón. del al. Düren, nombre de la ciudad donde se fabricó
por primera vez, y aluminio.

13 DLE: De Plexiglas®, marca reg., y este del lat. plexum ‘plegado’ y el ingl. glass ‘vidrio’,
‘cristal’.

14 Los ejemplos de cada tipo son de la NGLE (2009): §11.1d.


TERCERA PARTE

La unidad léxica en la periferia del sistema


lingüístico

Se considera ahora la unidad léxica desde los dos componentes


periféricos del sistema lingüístico, el que tiene en cuenta los sonidos en que
la lengua se actualiza y la caracterizan (fonología) y el de los usos ligados
al discurso en función de necesidades y de situaciones comunicativas que
inciden en el léxico (pragmática). Estas dos zonas periféricas de las lenguas,
la fonológica y la pragmática, serán abordadas en esta tercera parte: en §7 y
§8, repectivamente.
Acercarse a la lengua desde el léxico pide abordar, primero, el
significado de las unidades léxicas; después, atender a su capacidad de
combinarse libre o determinadamente con otras que satisfagan el
significado transmitido; y, juntamente a esta capacidad, adaptar la variedad
de formas que las unidades toman para lograr que el significado sea preciso
y matizado. Hasta aquí se han abordado estos tres componentes: semántico
(§4), sintáctico (§5) y morfológico (§6); lo que constituye el núcleo central
de un sistema lingüístico.
Se consideran componentes periféricos de este sistema los sonidos que
se reconocen como propios de cada lengua, su fonología. Los sonidos son
fenómenos físicos, sobre los que se apoya el sistema, y como fenómenos
físicos lindan con otros fenómenos que no son puramente lingüísticos; son
producidos por el aparato fonador del cuerpo humano y permiten ser
recibidos por el oído; son el sostén material de la comunicación y de la
explicación, objetivo central del lenguaje humano, como se ha dicho; pero
solo son su soporte. Las unidades léxicas muestran características
fonológicas de cada lengua, que conviene conocer conscientemente.
Por el otro extremo de la interfaz que representa la lengua entre la mente
y el mundo, la pragmática, las costumbres y los valores sociales con que se
utiliza la lengua en cada cultura tiñen, impregnan, dan y quitan valor a
ciertas emisiones. Los hablantes son conscientes de la capacidad de la
lengua para adaptarse satisfactoriamente a situaciones muy diversas de las
relaciones humanas, que son claramente sociales. El léxico está presente en
esta zona periférica por ser social; de ahí el interés de presentar unas
reflexiones sobre los valores de usos conscientes del vocabulario que se
recibe o se utiliza en cada contexto discursivo.
CAPÍTULO 7

Léxico y fonología

Las lenguas son caracterizadas popularmente por los sonidos recurrentes


que los hablantes de otras lenguas diferentes creen representativos de ellas
en el vocabulario que conocen. Por eso, las características fonológicas de
las lenguas pueden observarse en las unidades léxicas, cuyas estructuras
fónicas son más frecuentes, tanto en la distribución de sus fonemas en la
sílaba como en la unidad léxica. Se intenta explicar en este capítulo lo
supeditadas que estas estructuras fónicas pueden aparecer si se considera
también la entonación y la fonotaxis; y se dan pautas para explicar y ser
sensible al ritmo lingüístico, en el que los rasgos fonológicos de las
unidades léxicas y su disposición en los periodos sintácticos juegan un
papel determinante y facilitan la memorización. La relación entre fonología
y ortografía merece también una ligera atención.
Se tendrá al final del capítulo una noción de las características fónicas
del léxico del español, de cómo la distribución de los fonemas y de las
sílabas influye en el ritmo tanto habitual como literario de la lengua.
Sumario
7.1. Los fonemas y su distribución dentro de las unidades léxicas
7.2. La estructura silábica de la unidad léxica
7.3. El contraste de intensidad silábica y los esquemas silábicos
7.4. Los grupos fónicos y su línea melódica: la entonación
7.5. Las secuencias rítmicas memorizadas
7.6. La ortografía y la fonética: juegos de palabras
7.7. Interjecciones y onomatopeyas
7.8. Caracterización fonológica del léxico de la lengua española

«—¿Jane… Treves, Branshaw? —Fue mi interrogación primera. Me paré en esos nombres, no


supe pasar de largo.
—Sí, t, r, e, v, e, s —contestó la joven, quizá creyendo por mi pequeña pausa que yo no los
había pillado bien, de hecho deletreó en inglés de manera automática, en español no se
acostumbra tanto: ‘ti, ar, i, vi, i, es’, así a nuestro oído (y en efecto yo lo había entendido como
Trevis o Travis escrito). Biográficamente ella era bastante más que medio inglesa. Hablaba mi
lengua con tanta facilidad como yo o solo un poco más lento, y contaba con buen vocabulario
incluso libresco, pero de vez en cuando se le colaba algo raro (aquel ‘así’, aquel ‘dijéramos’) o
incurría en un anglicismo o la arrastraba la entonación de la isla; su c o z era más suave de lo
habitual, como la de los catalanes en su castellano, también su g o j; su sonido t no llegaba a
salirle alveolar del todo ni su k plosivo como a los ingleses, por suerte, eso habría hecho su
dicción en español muy afectada, casi irritante en quien tan bien lo dominaba».
Javier Marías (2004), Tu rostro mañana 2 (Baile y sueño), Madrid,
Alfaguara, págs. 49-50.
El fragmento anterior señala la realización fonética del español en una extranjera: en él se valora
el vocabulario, pero también su entonación y la realización de algunos fonemas, lo justo para que
la joven ni diera la sensación de afectada ni produjera irritación en el oyente.

Si se viene recordando que la palabra, la unidad léxica, se encuentra en


un punto central entre la lengua como sistema y el mundo (§1), entre el
léxico documentado socializado y el léxico mental de cada hablante (§2),
que desde ella se pueden estudiar características gramaticales (§5) y valores
semánticos (§4) y pragmáticos del sistema (§8), es natural que también en
las palabras se puedan considerar características fonológicas de la lengua
estudiada; en este caso, de la lengua española. Las características
fonológicas de las unidades léxicas y el orden sintáctico lineal con el que
aparecen en el discurso producen el ritmo, tanto en verso como en prosa.
Los hablantes son muy susceptibles al ritmo, aunque no sepan analizarlo,
pues el ritmo despierta atención, produce seguimiento y, a la postre, placer.
Recogemos en este capítulo muchos ejemplos y reflexiones sobre aspectos
fónicos de la lengua que muestran hasta qué punto la materia fónica está
presente en cualquier reflexión sobre el léxico y su inserción en el discurso.
La frecuencia de ciertos fonemas dentro de las unidades léxicas, su
distribución, la intensidad de sus sílabas, y la secuencia melódica de los
grupos fónicos, en los que las palabras van insertadas, caracterizan el ritmo
en los diferentes idiomas.

Los niños, o de forma burlesca los adultos, caracterizan el francés, el italiano, el catalán, el
portugués por rasgos formales fónicos de su vocabulario que chocan con la frecuencia baja de
esos mismos rasgos en castellano, o por su ausencia total. De chaleco-chalequé para el francés,
los plurales en -ini para el italiano, los constitució y constituçao para el catalán y el portugués
respectivamente, son nociones elementales que para el vocabulario de esas lenguas tienen los
hablantes más ignorantes de ellas.
El léxico de cada lengua tiene unas características formales sonoras que
inconscientemente reconocemos; muestra características fónicas y
fonológicas que se hacen habituales a los hablantes. Por ‘formales’ se
entiende su composición fonológica, la distribución de fonemas en sus
sílabas, la estructura de estas, la distribución de las sílabas en los extremos
y en el interior de las unidades léxicas, la colocación de las sílabas más o
menos intensas y otras características en la secuencia sintáctica (fonotaxis).
Los rasgos fonológicos necesarios para analizar y valorar las palabras de
una lengua son los siguientes, que iremos abordando en los diferentes
apartados de este capítulo:

— Los fonemas y su distribución dentro de las unidades léxicas (§7.1)


— La estructura silábica de la unidad léxica (§7.2)
— El contraste de intensidad silábica y los esquemas silábicos (§7.3)
— Los grupos fónicos y su línea melódica: la entonación (§7.4)

La fonética en las estructuras supraléxicas (fonotaxis) tiene en cuenta:

— Las secuencias rítmicas memorizadas (§7.5)


— La ortografía y la fonética: los juegos de palabras con el material
fonético (§7.6)
— Interjecciones y onomatopeyas (§7.7)

7.1. Los fonemas y su distribución dentro de las unidades


léxicas

Los fonetistas y fonólogos atienden a los sonidos de las lenguas,


específicamente a los sonidos que permiten reconocer las realizaciones
orales de los hablantes como emisiones propias de cada lengua, tanto en su
comprensión como en su articulación. El sonido es un fenómeno físico que
depende a) de los órganos corporales que lo producen, que se disponen de
una determinada manera fisiológica para emitirlo; y b) de las características
fónicas de estos sonidos percibidos por el oído humano que tienen valor
para distinguirlos y descodificar así la lengua oral.
La realización de una palabra como soso en lengua española se produce
con un sonido ese realizado con la parte delantera de la lengua colocada
entre la parte trasera de los dientes superiores y sus alveolos; y se percibe
como un fonema /s/. Esta distinción se puede ejemplificar como la de las
notas musicales, un la varía si es emitido por un violín o por un clarinete y,
sin embargo, es la misma nota. Igual ocurre entre cómo pronuncian los
hablantes de una lengua los sonidos habituales, los fonemas que funcionan
como distintivos en esa lengua; los hablantes los reconocen, aunque
presenten pequeñas variaciones físicas. Todos conocemos personas entre los
hablantes de nuestra lengua habitual que producen algún sonido diferente
que la mayoría y no se establece ninguna dificultad para entendernos con
ellas.
Si en castellano se reconocen dos sonidos de erre, la vibrante erre simple
y la vibrante erre múltiple, es porque estos sonidos tienen el valor de
fonemas al distinguir palabras y expresiones: para/parra, coro/corro,
hura/hurra. El italiano solo reconoce un tipo de erre, no tiene pares de
palabras que se distingan por la diferente realización de este sonido, y,
aunque un hablante de español al hablar italiano realice una erre múltiple,
los hablantes de italiano que lo entienden la identifican con su erre simple
única.
Este valor de contraste o falta de contraste es lo que determina los
fonemas que funcionan en cada lengua. Los fonemas y su realización son
analizados en fonética y fonología como segmentos, pues se pueden aislar
para su estudio; los dos grandes grupos de segmentos son los vocálicos y
los consonánticos.

Las unidades léxicas son analizables fonéticamente en sus segmentos, pero estos segmentos, en
sí, no tienen significado. Sin embargo, el español ofrece algún segmento que lo caracteriza, como
la velarización sorda de la jota, por ejemplo, sonido desconocido en otras lenguas vecinas. Señala
Gabriel Celaya en un conocido poema suyo:

Hablando en castellano,
mordiendo erre que erre por lo sano,
la materia verbal, con rabia y rayo,
lo pone todo en claro.
Y al nombrar doy a luz de ira mis actos.
Hablando en castellano,
con la zeta y la jota en seco zanjo
sonidos resbalados por lo blando,
zahondo el espesor de un viejo fango,
cojo y fijo su lujo. Basta un tajo.

Estas frecuencias, retenidas intuitivamente por los hablantes, pueden ser


estudiadas como patrones. Por ejemplo, al revisar el diccionario se advierte
fácilmente que no hay ninguna palabra en castellano que presente la
realización de una vibrante simple en posición inicial de palabra, aunque la
ortografía nos haga escribirla con solo una letra erre, pues conviene no
confundir ortografía con fonética. Otros patrones fonológicos
característicos de la lengua española son los siguientes:

• Hay muy pocas palabras que empiecen por el fonema /ñ/; por el
contrario, los fonemas /a/, /k/ y /p/ requieren muchas páginas del
diccionario para listar voces que comiencen con estos fonemas.
• Si se observa las sílabas finales de las palabras, se advierte que las
vocales /a/, /e/, /o/ y las consonantes /s/, /n/ son mayoría en
castellano. De ahí que los ortógrafos que fijaron el uso de la tilde
pusieron como condición para la ortografía del español ciertas
relaciones de la posición de la sílaba intensa con estas terminaciones,
como aprovechándola para no tener que poner tantas tildes.
• Por el contrario, es extraño que se encuentren en posición final de
palabra fonemas como /u/ por parte de las vocales; por ejemplo, no
hay ninguna forma verbal que acabe en esta vocal, cuando hay
formas de la conjugación en -a, -e, -i y -o.
• Tampoco es habitual en español encontrar palabras terminadas en /g/,
/b/, /k/, /m/, /p/, /t/, entre las consonantes. A pesar de la influencia del
inglés en el castellano actual, hay resistencia a realizar estas
consonantes finales, que son habituales en esta lengua y no lo son en
castellano: camping, club, crack, boom, top, tuit; las personas
mayores muestran ante estas palabras cierta resistencia y
patrimonializan su pronunciación eliminando la consonante final o
adaptándola a otro sonido cercano.
• También, limitándose a la distribución de los fonemas propios del
castellano, se encuentra que hay pocas palabras terminadas en /x/,
reloj, carcaj, boj; o en /ñ/ y /l/, a diferencia de tantas palabras
catalanas que a los castellanos monolingües les cuesta pronunciar:
Montseny, Capmany, Sabadell, Canyadell.
• En el interior de palabra hay preferencias por la contigüidad de ciertos
fonemas. Los grupos consonánticos de origen latino, /ns/, /kt/, /ks/,
/gn/, /ps/, de transferir, acto, taxi, cognición, lapso, por ejemplo,
requieren una pronunciación más cuidada. En algunas regiones de la
península los grupos consonánticos /kt/, /ks/ se simplifican perdiendo
el primer elemento: acto /ato/, taxi /tasi/ o lo oído a un conductor de
autobús: El tráfico ahora está /kolasáo/ [colapsado].

Las observaciones anteriores son ejemplos de los fonemas que más o


menos todos los hablantes nativos de español tienen interiorizados. Las
frecuencias de ciertos segmentos (vocálicos o consonánticos) o de su
distribución e intensidad caracterizan fonológicamente las lenguas y, por
tanto, sus vocablos:

Tabú es una palabra cuya pronunciación pone de manifiesto su novedad y exotismo en la lengua
castellana; esa característica solo se detecta por la posición final e intensa del fonema /ú/, que no
es nada habitual en el léxico patrimonial del español, como hemos observado.
Chipén, fetén, undivel, y otras palabras terminadas en sílaba intensificada final en /é/, son
gitanismos y tienen esa característica prosódica reconocible.
La dificultad para ciertos plurales de voces paroxítonas terminadas en consonante empieza a
fallar en castellano por influencia de los castings, rankings, campings del inglés; así se oye de vez
en cuando los cáncer, los césped y hasta los cóndor, o se encuentra difícil hacer los plurales
regulares de máster, rúter, míster, etc., también anglicismos. Un titular del periódico La
Vanguardia de 9 de agosto de 2012 ofrecía en la portada: Mano dura de Interior por el asalto a
los súpers andaluces. La estructura fonológica del inglés está influyendo en la morfología de este
tipo de voces bisílabas y paroxítonas en español.

También los hablantes advierten cuando entre las unidades léxicas de alguna expresión hay una
frecuencia más alta que la normal de ciertos fonemas y de su distribución, lo que puede causar
satisfacción, como las sílabas con ese en los versos de Rubén Darío:

[…]
En mi jardín se vio una estatua bella
se juzgó mármol y era carne viva;
un alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.
o por el contrario desagrado, lo que puede constituir una cacofonía buscada o no. Este aspecto
pesa en la valoración de las palabras en algún texto en concreto. Unamuno es un poeta que no
rechaza la continuidad de sonidos fuertes sin acompasar, como en los siguientes versos de su
poema En un cementerio de lugar castellano:

Junto a esas tapias buscan el amparo


del hostigo del cierzo las ovejas
al pasar trashumantes en rebaño,
y en ellas rompen de la vana historia,
como las olas, los rumores vanos.

7.2. La estructura silábica de la unidad léxica

La sílaba es la unidad de realización fonética: los fonemas están


distribuidos en las palabras con cierta regularidad según el número de
sílabas que presentan. Las unidades léxicas del español son monosílabas
(ver), bisílabas (sa·ber), trisílabas (co·no·cer) y polisílabas (re·co·no·cer,
re·que·te·sa·bio). Las estructuras más frecuentes son las tres primeras. Las
palabras patrimoniales raramente son polisílabas; entre ellas, por el
contrario, se encuentran derivadas y palabras técnicas o cultas, también
alguna forma flexiva, como del verbo ser·vir > ser·vi·rí·a·mos.
La sílaba española tiene preferentemente la estructura de consonante-
vocal [CV], es decir, comienza frecuentemente por una consonante y
alcanza su grado de abertura en la vocal, cuando es una sílaba abierta. Las
series mama, tata, chacha, nana, yaya, ama, caca, papa; pipi, titi; soso,
fofo, bobo, coco, ñoño se advierten como unidades léxicas de carácter
infantil o de menosprecio, a causa de la estructura bisílaba y de sílabas
repetidas que muestran.
También son frecuentes las sílabas que terminan por una consonante,
iniciadas o no por consonante, lo que es el esquema típico de una sílaba
cerrada, VC y CVC: alma, arma, carta, corte, en sílaba interior o en sílaba
final, carácter, lealtad, inmediatez.
Al estudiar fonética y fonología del español se observan otras muchas
características fónicas de esta lengua: como las sílabas con el tipo de
diptongos más frecuentes (ie y ue preferentemente, cielo, quiero, puerta,
vuelas); las secuencias de diferentes sílabas en hiato (oía, aúlla); las sílabas
con consonante líquida en segunda posición (bra, pro, cre en cebra,
aprobar, acrecentar), etc. Extraña en español, sin embargo, la secuencia de
cinco segmentos consonánticos seguidos aunque correspondan a diferente
sílaba, lo que en alguna otra lengua europea es bastante habitual; más de
cuatro segmentos consonánticos, como en constreñir, pertenecientes a dos
sílabas, no es habitual.
El vocabulario toma cierto carácter fónico diferente según la estructura
de las sílabas que tienen las palabras.

7.3. El contraste de intensidad silábica y los esquemas silábicos

La intensidad, lo que se reconoce popularmente como acento de las


palabras, es un rasgo prosódico suprasegmental, pues abarca todos los
fonemas de una sílaba. En la realización oral de una palabra se distingue
una mayor o menor intensidad entre sus sílabas, si son más de una y la voz
es descriptiva, como mañana, o se establece la diferencia entre envío y
envió, por ejemplo. Los artículos, las preposiciones, las conjunciones
monosílabas y algunos pronombres no muestran intensidad marcada,
apoyan su realización fonética en las voces cercanas que la tienen.
En la palabra em2peratriz1, se distingue una intensidad más fuerte en la
última sílaba y otra menor, secundaria, en la primera por ser palabra
polisílaba: esta última no se tiene en cuenta; la segunda y tercera sílabas
tienen una intensidad baja. La pronunciación poco cuidada marca aún más
esta diferencia de intensidad entre las sílabas y hace desaparecer alguna.

Muchas leyendas de los chistes del humorista gráfico Forges ejemplifican esta pérdida de
realización fonética que sufren algunas palabras en la pronunciación poco cuidada: stupendo por
estupendo, diosanto por ¡Dios santo!, sactamente por exactamente, nefecto por en efecto.
La intensidad aporta distinción entre las sílabas de una unidad léxica,
que la ortografía de la lengua española regula bastante bien para distinguir
en la lectura las sílabas marcadas con intensidad de las sílabas no marcadas.
Hay una gran diferencia entre la presencia o ausencia de intensidad entre la
sílaba final de dos palabras: esta/está, el pico del pájaro/el pájaro le picó, y
también entre tres: célebre, celebre y celebré.
Toda unidad léxica descriptiva presenta una sílaba más intensa que las
otras que forman la voz. Y la posición de esta sílaba más intensa caracteriza
la palabra, de manera que hay unidades léxicas oxítonas o agudas (sofá,
comer, corazón), paroxítonas o graves (mueble, comieron, carácter) y
esdrújulas o proparoxítonas (cámara, comiéramos, acólito). En la
realización de estas palabras con alguna intención, despa…cio; aclaración,
peras no, bre…vas; llamadas: ¡Fortuna…ta!; la sílaba tónica es la que
permite ser alargada, con el consiguiente efecto que se pretende.
El esquema intensivo regular del léxico español es el grave o paroxítono
_/ _, es decir, es la estructura del pie trocaico: correspondientes a papa,
libro, móvil, escarcha, envía, marcha. Otro esquema intensivo es el agudo u
oxítono _ _ _/ correspondiente a papá, dejó, textil, envió, marchará. Un
esquema dáctilo como _/ _ _, correspondiente a cualquier palabra esdrújula,
es un esquema reconocible en pájaro, técnico, dámelo, cantándola, pero es
menos frecuente en el léxico castellano que los dos anteriores.
Como hemos dicho, en general, las palabras descriptivas presentan una
sola sílaba marcada por la intensidad; los adverbios en -mente y alguna
palabra compuesta presentan dos, cada una de sus distintos elementos
compositivos: besamanos, manirroto, etc., aunque siempre puede
exagerarse la última frente a la primera (cfr. §6.3).
Hay palabras que ofrecen dos realizaciones dudosas de su sílaba intensa:
periodo/período, ibero/íbero, océano/oceano. Parece que las palabras
esdrújulas son consideradas más cultas y se da el caso de cambios de acento
hacia este esquema por hipercorrección. Cuando se pronuncia *cónsola por
consola, *périto por perito, *méndigo por mendigo, se está cayendo en este
tipo de hipercorrección.
Las palabras en rima de la poesía española son preferentemente graves; como lo son
mayoritariamente las palabras del español; dan suavidad y sonoridad equilibrada al poema:

Entiendo lo que me basta


y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio (Lope de Vega).
La rima aguda otorga un carácter peculiar al poema, tanto de energía como de rapidez:

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,


que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar. (Espronceda)
Lo mismo ocurre con la rima en palabras esdrújulas, en las que precisamente la penúltima sílaba
queda fuera de la coincidencia de sonidos de la rima. Es raro encontrar versos esdrújulos en la
gran poesía. No es extraño, pues, que en español se recurra precisamente a las voces esdrújulas y
agudas para ridiculizar poemas o canciones con palabras que presentan este esquema de
intensidad, o esquema acentual, como en el siguiente:

En noche lóbrega Pero la ninfa


galán incógnito que oyó este cántico
las calles céntricas entre las sábanas
atravesó se arrebujó
y bajo clásica y dijo: córcholis
ventana gótica este murciélago
templó su cítara canta romántico
y así cantó: no le abro yo,
Niña simpática, pues que si ábrole
de faz angélica, la noche es frígida
que en limpias sábanas vanme los céfiros
durmiendo estás, a constipar.
despierta y óyeme, Y el pobre músico
que entre mis cánticos templó su cítara
suspiros prófugos y fue a otra prójima
encontrarás. a enamorar.
La acumulación de vocabulario esdrújulo, irónicamente de un romanticismo falso, contrastado
con versos oxítonos o agudos (atravesó, cantó, estás, etc.), dan un carácter ridículo a esta historia
también de por sí ridícula, en este antiguo cantarcillo infantil.

La unidad léxica, además de presentar las características de intensidad


vistas, se funde en el grupo acentual con otras. El grupo acentual es un
constituyente sintáctico en el que una de las palabras, o la única palabra que
componga el grupo, ha de ser una palabra descriptiva o pronombre
equivalente a ella que tenga una sílaba más intensa, más perceptible al oído
que otras sílabas vecinas. Puede existir un segundo acento, pero no tan
marcado. El grupo acentual constituye una secuencia rítmica.
La secuencia rítmica de un único grupo acentual se observa bien en las
unidades léxicas compuestas o en proceso de composición, sociedad civil
mantiene dos sílabas intensas claras; no ocurre así en guardia civil, cuando
se utiliza como forma compuesta, tal y como se analizó páginas atrás en un
romance de Lorca (§1.2). También se observa en los nombres compuestos:
los José Mari suelen ser llamados apocopadamente Jose, intensificando
solo la sílaba inicial, señal de que ha perdido la que era más distintiva en el
compuesto: JoseMari.
Los grupos acentuales varían entre los monosílabos y los de siete u ocho
sílabas. La pérdida de acento, y la difuminación del límite fónico entre
palabras en un grupo acentual, se observa fácilmente en las canciones.

Como en la letra de la conocida jota, recordada en la novela El Jarama, en un momento en que


dos chicas toman el sol, lo que provoca un comentario burlón entre los compañeros:
«—Se diría que os vayan a dar algo por poneros morenas. Pues esta noche ya verás.
—Acostumbro a dormir bocabajo, con que ya ves.
Miguel le cantó a Sebas junto al oído, con un tono burlón:
—[…] porverel —porverel— por ver el dormir que tienes […]».
Rafael Sánchez Ferlosio (1956), El Jarama, Barcelona, Destino, 1961, pág. 177.
Las tres unidades por, ver y el se realizan primeramente agrupadas e intensifican la sílaba del
artículo el, que normalmente no recibe intensidad marcada; por el contrario, la sílaba del verbo
ver pierde su intensidad propia de verbo; estos dos fenómenos son lo que hace casi irreconocible
en un primer momento la secuencia por ver el > porverel.
Sin embargo, hay veces que alguna palabra rebaja la intensidad de su
sílaba intensa y ello hace que surja una palabra compuesta. Se encuentran
ejemplos en el siguiente texto, también de Sánchez Ferlosio:

«A una motivación distinta de la medicinal responde […] arrancamoños, nombre, o apodo, de


otra planta, o más exactamente de su fruto o portador de semillas —el de la planta misma nunca
lo he sabido—, que forma también otro ovúnculo […], de color ocre pálido y erizado de
pequeños garfios, con los que fácilmente se agarra, más que al pelo, a la ropa, o al menos esto
segundo era lo que más solía preocupar a las muchachitas de mis tiempos, que ya de vuelta a casa
se detenían en una escrupulosa revisión de sus ropas y especialmente de los calcetines, para
quitarse todos los arrancamoños adheridos, por su amenaza de infalibles delatores ante los ojos de
las madres de que la chica había andado sabe Dios por dónde porai por esos campos».
Rafael Sánchez Ferlosio (2000), El alma y la vergüenza, Barcelona,
Destino, págs. 301-302.
En la palabra arrancamoños se pierde el relieve de intensidad del primer formante, el verbo
arranca, para marcar la intensidad en la penúltima sílaba; o en la fusión de la preposición por,
que es átona, con el hiato del adverbio ahí, y el traslado de la intensidad a una sílaba con diptongo
en ái en la aparente nueva voz porai con gran diferencia del hiato que presenta ahí.

Otro ejemplo es el de la pérdida de una sílaba no intensificada, en el adverbio adelante, por


alante, que ya recoge algún diccionario:
«“¿Qué vas a hacer?”, me preguntó mi madre, zoilícita. “Me voy a sentar más alante”».
Guillermo Cabrera Infante (1979), La Habana para un infante difunto, Barcelona,
Círculo de Lectores, 1992, pág. 146.

Lo más frecuente, sin embargo, es que las palabras mantengan su


esquema de intensidad con regularidad, de manera que cuando los hablantes
no las recuerdan bien y las tienen en la punta de la lengua, como se dice,
creen saber poco más o menos su estructura silábica y su esquema acentual
o de intensidad, aunque la palabra entera no les venga a la memoria.
La sílaba intensa de cada palabra y la de la palabra más cargada de
significado en cada grupo acentual marcan y caracterizan la sonoridad del
grupo, de manera que su esquema intensivo cuenta para el buen ritmo de la
frase.

7.4. Los grupos fónicos y su línea melódica: la entonación


La cadena de sílabas está sometida a su vez a otro rasgo suprasegmental,
la entonación de la expresión en que una palabra se encuentre; pero la
entonación, el tono, sobrepasa lo que reconocemos como unidad léxica y
como grupo acentual. La entonación abarca lo que se conoce como grupo
fónico, cadena fónica entre dos pausas y constituyente sintáctico de algún
periodo. La entonación es como una melodía que informa la unidad
sintáctica superior.

Veamos la reflexión sobre la entonación y la intensidad que hace un escritor sobre composiciones
poéticas aprendidas en la escuela primaria:
«Mi recuerdo de otra es más fragmentario aún:

En los albores (o algo así) de nuestra patria pura


. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . en un arco
es como concreción de la lectura
en una página (largo silencio) austera de Plutarco».
Después de la palabra «página», marcando bien su condición de esdrújula, se hacía un silencio
como de Beethoven, de unos tres compases, antes de arribar lánguidamente al «austera de
Plutarco», con la a de Plutarco muy alargada, tal como aún la oigo y quizá como convenía para
que nuestras mentes infantiles no olvidaran nunca ese nombre, como yo no lo olvidé. Cuando más
tarde me enteré de quién fuera ese Plutarco, sus Vidas paralelas estuvieron siempre y están aún
marcadas por la vibración de esa a alargadísima».
Augusto Monterroso (1993), Los buscadores de oro, Barcelona,
Anagrama, págs. 50-51.
El autor recuerda el ritmo de los grupos fónicos, aunque del segundo verso haya perdido parte y
en el cuarto señala bien los dos acentos melódicos del verso de doce sílabas, que le hacían recitar
en su escuela; pone de relieve la sílaba intensa de la palabra página y la del nombre del autor
latino Plutarco. Son dos sílabas con su núcleo de vocal a, la primera en una voz esdrújula,
página; la segunda en la penúltima sílaba (paroxítona) con posibilidad de alargamiento, Pluta…
rco, caracteriza cómo ha quedado este nombre propio en la memoria de hablante del escritor
Monterroso.
El valor fónico de ciertas palabras queda de relieve en la recitación, que debe poner el foco en
cada voz cargada de sentido en el texto y en la línea melódica que las une. Queda precisamente
bien descrita en el texto de Monterroso la línea melódica con la que los escolares recitaban este
verso, aludiendo a su valor musical: un silencio o pausa de tres compases con ecos de la música
de Beethoven, y la cadencia final de la entonación del enunciado señalada con el adverbio
lánguidamente.

Al analizar el valor fónico de las unidades léxicas descriptivas en los


textos, conviene tener en cuenta varios elementos, que recordamos: la
realización fonética de sus fonemas (su distribución más o menos frecuente
o infrecuente); sus sílabas (su número, su distribución, su esquema de
intensidad); los grupos acentuales y la línea melódica en la que van
insertadas. Muy a menudo este análisis no es necesario porque es el
habitual, las secuencias fónicas se suceden sin un relieve especial; pero es
necesario tenerlo en cuenta cuando el texto es excelente o, por el contrario,
deficiente. También conviene tenerlo en cuenta en la redacción de textos,
pues la posición de un grupo fónico en la secuencia de un periodo aporta
ritmo o, por el contrario, lo rompe.

Un ejemplo deficiente en cuanto al ritmo de la prosa es el que sigue, extraído de una traducción:
«Si a un profano ilustrado se le pide que diga qué pasa, en su opinión, en una cabeza que hace
un descubrimiento científico y qué tienen de especial los científicos que los cualifica para
hacerlos, su explicación podría ser del estilo de la siguiente: un científico es un hombre que ha
cultivado (si es que no ha nacido con) un temperamento inquieto, que gusta de los problemas y
los busca y tiene capacidad para resolverlos, el temperamento que caracteriza la posesión de un
Espíritu Científico. La ciencia es una actividad inmensamente próspera y triunfante —lo que la
religión no es, ni lo son (por ejemplo) la economía, ni la propia filosofía— porque es el resultado
de la aplicación de cierto método, seguro, poderoso, de descubrimiento y demostración a la
investigación de los fenómenos naturales: el método científico […]».
Peter Medawar, «Hipótesis e imaginación», en El extraño caso de los ratones
moteados y otros ensayos sobre la ciencia, trad. de Juan Pedro Campos, Barcelona,
Crítica, pág. 31.

Y es que los hablantes de una lengua son sensibles al ritmo que se


produce en los discursos orales o en los escritos, y en ese ritmo tiene mucho
peso la posición de las unidades léxicas que se utilizan.

7.5. Las secuencias rítmicas memorizadas

Un largo número de teléfono o el documento de identidad se realizan


prosódicamente como grupos fónicos con un determinado ritmo:
97·852·39·67 o bien para el DNI 3·5·9·8·2·3·0·1·X; cada persona tiene un
ritmo con el que memoriza este número y lo dicta a otra persona. El ritmo
de la secuencia ayuda a memorizarlo.
En cualquier discurso se puede analizar el ritmo en el que se instala,
como en un molde melódico que es habitual para los hablantes de la lengua,
generalmente sin intención ni conciencia de él. Así pues, los fonemas y su
distribución en la unidad léxica, la estructura de las sílabas, los patrones
silábicos en número de sílabas y los esquemas de intensidad de cada
palabra, se ajustan a un ritmo superior que engloba los grupos gramaticales
en los que las palabras se instalan normalmente o, por el contrario, los
fragmenta y hace insólitos.

Contribuyen así a ir forjando esquemas fónicos que el hablante percibe en casos como los que
señala Rafael Sánchez Ferlosio:
«Digo la tara, y no me entiende nadie; digo la tara y la rejama, y ya me entienden muchos; digo
por fin la tara y la rejama, el tomero y el romillo, y veo que me entienden todos. El injusto poder
de convicción de los sistemas viene del hecho —por lo demás epistemológicamente necesario—
de que el cerebro humano sea tan inercialmente, tan formalísticamente, analógico y
combinatorio».
Rafael Sánchez Ferlosio (1993), Vendrán más años malos y nos harán más ciegos,
Barcelona, Destino, pág. 38.
Este texto es muy adecuado para ilustrar cómo las diferentes realizaciones fónicas, que se puedan
dar en la extensa geografía de la lengua española, no ofrecen especial dificultad de comprensión;
también sirve para mostrar que los patrones fónicos (de fonemas, de sílabas, de esquemas de
intensidad, de entonación) se localizan mentalmente y los tenemos inscritos en la memoria. Por
tanto, se puede decir que el ritmo proviene de la capacidad de retener patrones, patrones métricos
(de medida, de sonidos y sílabas) y patrones semántico-sintácticos que ayudan a producir
discurso, como aquí con cuatro palabras de plantas campestres: la jara y la retama, el romero y el
tomillo, a las que se las tiene encuadradas en este ritmo precisamente.

Es, por otra parte, interesante la conclusión del texto de Sánchez


Ferlosio; y convendría detenerse en el significado de analógico y
combinatorio para pensar de qué otros ‘sistemas’ se puede decir que
funcionan analógica y combinatoriamente: el léxico de una lengua, sin
duda.

Es el ritmo otra manera de enfocar una reflexión que le parece a Unamuno interesante sobre qué
puede ser el conocimiento transcendente que la humanidad busca, y él mismo se comenta:

[…]
La lección te pongo en verso
por sujetar su osamenta,
que el hueso del universo
sobre compás se sustenta.
Miguel de Unamuno, Antología poética,
Madrid, Espasa Calpe, 19594.ª, pág. 125.
El ritmo, el compás, establece el esqueleto, la osamenta; pues el hueso del universo, es decir, el
núcleo del verdadero conocimiento de la ciencia o del misterio final, se apoya, se sustenta, en el
ritmo. El hombre está inmerso en ritmos diversos.

Si el ritmo de un texto se marca intencionalmente, con repetición de


grupos de la misma composición silábica, con coincidencia de fonemas
como rima o con repetición de esquemas silábicos en los grupos acentuales
que los componen, el ritmo ayuda a memorizar el texto.

Hay escritores cuyos textos sobresalen por el ritmo fácil con que se leen. Es el caso de la prosa de
Juan Ramón Jiménez, de la que sirve como ejemplo este texto titulado «El niño y el mar»:
«Por las tardes de otoño, en el sol caliente y gustoso del pueblo en vendimia, las mujeres se
sientan a coser en las puertas, desde donde se ve la ribera y, sobre las Angustias, la raya brillante
del mar. La pobre madre, a veces, deja su costura y se queda estasiada 15 en el ocaso, toda
transfigurada con su belleza y su luz. Y de pronto, grita:
—Mira qué bonito está mi niño, dorado y riéndose».
Juan Ramón Jiménez, Historias y cuentos, ed. de Arturo del Villar,
Barcelona, Bruguera, 1979, pág. 147.
Conviene leer este pequeño poema en prosa en voz alta con las pausas en los grupos fónicos, las
cadencias y las anticadencias que la misma prosa pide, sin vergüenza, dominando el texto; y
terminar con el tono exclamativo, casi de suspensión, de la madre extasiada ante la belleza de su
hijo en medio de ese paisaje cálido que anuncia el otoño y que también a ella la embellece.

Observar las palabras que recogen la intensidad marcada de cada grupo


fónico es un buen ejercicio para darse cuenta de cómo se establece el ritmo
de este texto: exige reconocer los grupos fónicos y las unidades léxicas de
que están compuestos, así como las líneas melódicas que las van enlazando.

7.6. La ortografía y la fonética: juegos de palabras

Ortografía quiere decir transcripción gráfica correcta; es un aspecto


normativo que se dan las lenguas de cultura para unificar la comunicación
escrita. Se consolidó con la aparición de la imprenta y hoy, con la
informática, vuelve a exigir mayor atención.
Relacionada con los segmentos fonológicos está la ortografía del
español, que respeta bastante el carácter fonológico de la lengua, aunque no
totalmente. De este modo, un mismo fonema /b/ puede verse representado
por las letras b, v y w (boca, vaca, wáter) o el fonema /k/, escondido en las
letras k, qu y c + a, o, u (kiosko, quiero, casa, cosa, culpa). Esta
coincidencia provoca problemas en el respeto a la normativa ortográfica y
hay letras que presentan especiales dificultades a los aprendices, como la
letra h, que pocas veces tiene valor fonético y se utiliza en la legua escrita.
Hay inconsistencias continuas en la ortografía que recuerdan también
una de las características de las unidades léxicas, su carácter arbitrario;
carácter que se tiende a corregir, pero que surge de manera espontánea y es
difícil de extirpar. Ejemplos de esta idiosincrasia son estos:

¿Por qué hola se escribe con hache y olé sin ella?


¿Qué es lo que determina que dócil, ágil, táctil, móvil sean graves y textil sea aguda?

En guardia, guarda, vanguardia, guardar, resguardar, se encuentra una


raíz germánica -ward- que tiene que ver con ‘acto de buscar con la vista’.
La ortografía de las unidades léxicas se rige, por tanto, por diferentes
principios:

— El origen o la etimología de la unidad léxica


— La tradición de cómo se ha escrito
— Su carácter fonológico

Las características fonológicas y fonéticas que se manifiestan en la


secuencia hablada, pero también en las palabras descriptivas, son las que
coinciden en los homógrafos y los homónimos. Como explicamos en §1.3,
las palabras homógrafas son unidades léxicas de diferente significado, y a
veces de diferente categoría gramatical, que se pronuncian y se escriben
exactamente igual: cómoda, nombre y adjetivo, grana, color de la cochinilla
y semilla. Las palabras homónimas coinciden en la misma pronunciación,
pero no siempre en la escritura: haya/aya, atajo/hatajo, hojear/ojear.
Tanto unas como otras permiten juegos de palabras: ducados hacen
ducados, escudos sirven de escudos; entre el clavel y la rosa, vuesa merced
escoja (es coja). Se encuentran homónimos por etimología: corte1 < forma
de la 3ª persona del presente de subjuntivo de cortar y corte2 sustantivo
deverbal de este mismo verbo, el corte del vestido; y estos frente a corte3 <
lat. cohortem, población en donde habitaba el rey, con diferente etimología.
Hay voces que se parecen fonética y ortográficamente, los conocidos
como parónimos: apóstrofe/apóstrofo, pábilo/pábulo, tálamo/túmulo.
Conviene atenderlos como se debe cuando se encuentran y observar si están
usados con intención de contraste.

Carlos Fuentes juega con la paronimia o paronomasia muchas veces en su prosa, en ocasiones ya
desde el título de sus textos, como el siguiente:
«URBES, UBRES
Creo en las ciudades. La naturaleza me inquieta demasiado. Su terror me resulta más próximo
que prójimo. […]
Amo las ciudades que en vez de hundirse o esconderse, se extienden, se muestran, se explayan
como joyas sobre terciopelo. París es la ciudad perfecta en este sentido. Cambia pero no se
esconde. Se expande, pero no se esfuma. Los viejos amantes de la ciudad podemos reclamar, aquí
y allá, la desaparición de tal librería, de tal café, de tal mercado… Pero en su esencia, París no
cambia. Las referencias literarias y musicales siguen siempre allí. Una novela de Balzac es una
novela de Proust es una novela de Le Clézio. Un poema de Villon es un poema de Apollinaire es
un poema de Prévert. Una canción de Piaf, de Patachou, de Jean Sablon o Georges Brassens, de la
maravillosa Barbara, nunca envejece. Los lugares citados son citados y sitiados para siempre por
los nombres de Pigalle, Montparnasse, la Rue Le Pic, el Puente Mirabeau, la Place Dauphine
donde caen para siempre las hojas muertas».
Carlos Fuentes (2002), En esto creo, Barcelona, Seix Barral, 2003,
pág. 277 y pág. 282.

Otros juegos de palabras ponen en valor la realización fónica, como la


rima interna en la prosa y variación fonográfica con cambio de significado
en el sentido de pretenciosa del siguiente fragmento de Cabrera Infante:

«Todos éramos el grupo de amigos que iba a casa de Olga Andreu a oír música y conversar con
ella de música y otras artes menos lógicas, ella Mlle. Récamier 16 tumbada en su tumbona, un
hallazgo, casi un milagro histórico: una muchacha con quien se podía conversar y que no era
cursi o pretenciosa, cosa curiosa en La Habana, llamada a veces ‘La Vana’».
Guillermo Cabrera Infante (1979), La Habana para un infante difunto, Barcelona,
Círculo de Lectores, 1992, pág. 176.
Se observa en este fragmento el juego de palabras de tumbada en su tumbona, la rima interna en
pretenciosa, cosa curiosa, donde también hay que reconocer el seseo con que en la mayor parte
del español se realiza la interdental: -ciosa, -osa, -osa, repiten las mismas dos últimas sílabas,
produciendo una llamada de atención sobre la expresión. Tambien Cabrera Infante juega con la
sinalefa (fusión de la última sílaba de una palabra con la primera sílaba de la palabra siguiente)
entre La Habana y La Vana, de igual realización fonética si se realiza la sinalefa. Vana además es
un adjetivo que semánticamente hace eco con pretenciosa: la vanidad y la pretensión; en la
Habana suele haber gente pretenciosa, sugiere el texto, pero no era así Olga Andreu.

De la misma novela, he aquí una rima interna asonante en í-e y en ó-o


con valoración del uso de vocabulario:

«Yo había visto su perfil en el cine (era lo que más veía en el cine un desfile de perfiles) y me
pareció romo pero mono (ese es un adjetivo que empleo ahora, pero por aquel tiempo ni muerto
lo hubiera usado) y su melena corta parecía lo que luego se llamó peinado paje».
Ibíd., 1992, pág. 144.

Y a continuación se recoge el comentario sobre un crescendo fonético y


léxico:

«[…] el impersonal talento de la lengua […] tendía a suplir la ausencia de morfemas recurriendo
al expediente retórico del crescendo: al lanzarse un hablante a expresar las inclinaciones afectivas
que les suscita una cosa o una persona puede librarse al recurso efusivo y encarecedor de la
repetición de una palabra: «¡Precioso, precioso, precioso!», «¡Te quiero, te quiero, te quiero!»,
donde la curva melódica traza a menudo una escala en crescendo a lo largo de los tres golpes
sucesivos. Es un recurso retórico tan antiguo como la lengua misma. Pero ¿qué pasa si este
crescendo decide complementarse con lo que los retóricos latinos llamaban la uariatio,
consistente en hacer relevarse una palabra con otra u otra sinónimas o puestas en juego bajo
suposición de sinonimia? No otra cosa es la que puede verse, con toda nitidez, en el crescendo
«¡Te quiero, te adoro, te idolatro!», o en este otro: «¡Precioso, espléndido, maravilloso!»; y he
aquí que el impersonal talento de la lengua les ha soplado en el oído a los hablantes —no hace
falta un retórico de escuela, basta con el más inocente y espontáneo hablante de la lengua común
—, sin que ellos lo advirtieran, el recurso expresivo de ordenar la sucesión de estas ternas de
palabras con arreglo a otro criterio de crescendo, que ha acabado por fijarlas en el léxico de modo
permanente según la misma, invariable, gradación: el del número de sílabas, 2-3-4 o 3-4-5 en los
ejemplos propuestos […] El orden en crescendo de la sucesión trisílabo-tetrasílabo-pentasílabo es
el que determina, por su parte, la gradación escalar de la tríada precioso – espléndido –
maravilloso».
Rafael Sánchez Ferlosio (2000), El alma y la vergüenza, Barcelona,
Destino, págs. 280-282.
Los ripios son juegos también fonéticos, pero desafortunados:

Sube y sube, pero ten


cuidado, Nefebilata,
que entre las nubes también
se puede meter la pata.
Copla atribuida a Pedro Carranca (Valladolid en 1878), poeta inventado por
Antonio Machado en «Doce poetas que pudieron existir» del «Cancionero
apócrifo» de Los complementarios, pág. 65.
La ironía de esta copla es manifiesta en la rima, en el nombre vocativo y en el verso de cierre.

7.7. Interjecciones y onomatopeyas

Se encuentran en las lenguas palabras que rompen la caracterización


fonológica más habitual en su léxico. Son las onomatopeyas y las
interjecciones. Las primeras responden a una relación de la forma oral de
las lenguas con los sonidos que percibe del entorno el oído humano; las
segundas pertenecen a una categoría gramatical que condensa diferentes
matices de expresión pragmática (§8) en una unidad léxica simple en un
grupo fónico aislado, dentro de los enunciados en los que puede aparecer.
Se conoce con el nombre de onomatopeya la palabra cuya forma fónica
intenta representar un sonido natural, el del agua al irse por un sumidero
(gluglú), un estornudo (achís), el sonido que hacen los platillos de una
banda (chinchín) o los que se reconocen en los animales cercanos a la
especie humana, gatos (miau), vacas (mu) o grillos (cricrí). En general son
voces breves, muchas terminadas en consonante no habitual en la lengua y
con algún grupo consonántico representativo. Algunas se utilizan como una
interjección (zas) y a veces como un sustantivo (el frufú de la seda). No
todas se recogen en los diccionarios; en la literatura gráfica, cómics, tebeos,
novelas gráficas se utilizan abundantemente.
Las interjecciones propiamente dichas tienen características fónicas
propias en las lenguas; no presentan en general la estructura silábica
habitual del vocabulario general y su uso sintáctico es también particular,
pues rompen el discurso y concentran en su brevedad una expresión en
general apreciativa: sofoco (uf), dolor (ay), solicitud de asentimiento o
llamada de atención (eh), sorpresa o admiración (ah). También como
interjecciones se utilizan expresiones con más contenido fónico y
sustantivos, muchas veces eufemismos; rompen también el discurso,
aunque no presentan estructura fónica especial, como las anteriores:
córcholís, jolín, hostia, coño, leche.

7.8. Caracterización fonológica del léxico de la lengua española

Como se ha dicho al comienzo del capítulo, la frecuencia de ciertos


fonemas, su distribución, la intensidad de las sílabas, y la secuencia
melódica de los grupos fónicos, en los que las palabras van insertadas,
caracterizan el ritmo en los diferentes idiomas.
En los ejemplos recogidos en este capítulo, se puede observar las
características fonéticas de las unidades léxicas del español y el carácter que
estas otorgan al ritmo propio de la lengua. De manera que el vocabulario de
la lengua española se puede caracterizar fónicamente atendiendo
estadísticamente a los siguientes elementos fonológicos de sus unidades
léxicas:

— Los fonemas y su distribución (§7.1).


— La estructura silábica y su distribución (§7.2).
— El contraste de intensidad silábica y los esquemas silábicos (§7.3).
— Los grupos fónicos y su línea melódica: la entonación (§7.4).
— Los juegos fónicos que se permiten en la poesía o en el humor.

Algunos poetas han señalado la fonética de la lengua española en series


de nombres propios de pueblos y ciudades que son recogidos por sus
fonemas, patrones silábicos y de intensidad, en resumen, por su sonoridad:

Ávila, Málaga, Cáceres,


Játiva, Mérida, Córdoba,
Ciudad Rodrigo, Sepúlveda,
Úbeda, Arévalo, Frómista,
Zumárraga, Salamanca,
Turégano, Zaragoza,
Lérida, Zamarramala,
Arramendiaga, Zamora,
sois nombres de cuerpo entero,
libres, propios, los de nómina,
el tuétano intraducible
de nuestra lengua española.
Miguel de Unamuno, Antología poética,
Madrid, Espasa Calpe, 19594.ª, pág. 122.
Son marcas de identidad fónica de la lengua, bajo las alternancias de voces esdrújulas y graves,
todas trisílabas o polisílabas, con predominio de fonemas iniciales característicos del español
(Játiva, Zumárraga, Zaragoza, Zamarramala, Zamora). La referencia a nombres de la geografía
española también ayuda a reforzar esa identidad, naturalmente.
Y Pablo Neruda en su largo poema España en el corazón, escrito en el fragor de la Guerra Civil
(1936-1939), dice en un momento determinado:

Piedra solar, pura entre las regiones


del mundo, España recorrida
por sangres y metales, azul y victoriosa
proletaria de pétalos y balas, única
viva y soñolienta y sonora.

Huélamo, Carrascosa,
Alpedrete, Buitrago,
Palencia, Arganda, Galve,
Galapagar, Villalba.

Peñarrubia, Cedrillas,
Alcocer, Tamurejo,
Aguadulce, Pedrera,
Fuente Palmera, Colmenar, Sepúlveda.
(… y 48 versos más como estos, llenos de nombres de poblaciones españolas).
Pablo Neruda, Tercera Residencia (1935-1945), Buenos Aires,
Ed. Losada, 19433.ª, pág. 54.
Aquí los nombres propios, carentes de significado, sirven para representar a España en la Guerra
Civil, con la sonoridad fonética característica del castellano.
De manera más sencilla y humilde, dice algo parecido el cantarcillo:

¡Qué bien los nombres ponía


quien puso Sierra Morena
a esta serranía!
Antonio Machado, «A la manera de Juan de Mairena»,
en Abel Martín, Cancionero de Juan de Mairena y prosas varias,
Buenos Aires, Losada, 1943, pág. 65.
***

Conclusiones: ideas clave

En la novela Memorias de Leticia Valle, la niña protagonista recita en


voz alta el poema del poeta vallisoletano José Zorrilla «La carrera», sobre el
rey moro Al-hamar. Al tiempo que recita, Leticia reflexiona y comenta
estilística y prosódicamente el poema y recorre los temas que hemos
presentado en este capítulo: realización de fonemas, sílabas marcadas por la
intensidad, grupos fónicos y entonación. Sirve, pues, este texto como
síntesis ilustrativa de las ideas clave sobre las características fonológicas del
léxico español:

«Así, cuando el rey cree ir a repetir “el místico y nocturno viaje del Profeta” hay frases que
relumbran como esta:

Los astros vio suspensos


de auríferas cadenas
y sus lumbreras llenas
de espíritus de luz
Pero desgraciadamente aquí falla el consonante. No puedo comprender que un escritor tan
magistral tuviese la debilidad de cometer ese provincialismo; después de unos versos como esos,
seguir:

Espíritus inmensos
en forma de caballos
de corzos o de gallos
de enorme magnitud.
Se conoce que cuando era pequeño le dejaban en su casa decir magnituz, como dice en
Valladolid la gente poco educada; a mí eso me resulta intolerable y me costó un trabajo atroz
disimular la cojera de esa rima.
Todo menos decir magnituz, pero si hubiera dicho magnitud dejando sonar la d, se hubiera
notado demasiado la falta de concordancia; entonces opté por decir magnitú, alargando la u con
cierta maña.
Ese truco me salió tan espontáneo como le sale a toda la gente de la ciudad el decir Valladolí.
No queremos decir Valladoliz, como la gente ordinaria, ni queremos marcar la d al final por no
parecer afectados: entonces suprimimos la consonante así, con desparpajo».
Rosa Chacel (1945), Memorias de Leticia Valle,
Barcelona, Bruguera, 1980, págs. 133-134.
Distribución de los fonemas en final de sílaba, distribución en la rima,
variedad en la realización, «desparpajo» en la recitación, se hacen
conscientes en una niña de no más de doce años.

Obras consultadas: para saber más

Fonética y fonología teóricas:

LADEFOGED, Peter (2003), Phonetic data analysis: an introduction to


fieldwork and instrumental techniques, Oxford, Blackwell.
CLARK, John, Colin YALLOP y Janet FLETCHER (2007), An Introduction to
phonetics and phonology, Basil Blackwell.

Fonética descriptiva:

CANELLADA, María Josefa y Jonh K. MADSEN (1987), Pronunciación del


español. Lengua hablada y literaria, Madrid, Castalia.
GIL FERNÁNDEZ, Juana (2007), Fonética para profesores de español: de
la teoría a la práctica, Madrid, Arco Libros.
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA y ASALE (2011), Nueva gramática de la
lengua española. Fonética y fonología, vol. III, Madrid, Espasa.
NAVARRO TOMÁS, Tomás (1959), Arte del verso, México, Compañía
General de Ediciones.
ACTIVIDADES PARA LA REFLEXIÓN DEL CAPÍTULO 7

I) Interpretacion fónica de un texto

Sería conveniente leer en voz alta, con cuidado de la articulación y del


tempo de lectura, los siguientes textos que tratan de la sonoridad del léxico
español, preferentemente atendiendo a la unidad léxica como tal y a las
cadenas fónicas en las que se inserta:

HABLANDO EN CASTELLANO
Hablando en castellano,
mordiendo erre que erre por lo sano,
la materia verbal, con rabia y rayo,
lo pone todo en claro.
Y al nombrar doy a luz de ira mis actos.

Hablando en castellano,
con la zeta y la jota en seco zanjo
sonidos resbalados por lo blando,
zahondo el espesor de un viejo fango,
cojo y fijo su lujo. Basta un tajo.

[…]
Hablando en castellano,
tan solo con hablar, construyo y salvo,
mascando con cal seca y fuego blanco,
dando diente de muerte en lo inmediato,
el estricto sentido de lo amargo.

Hablando en castellano,
las sílabas cuadradas de perfil recortado,
los sonidos exactos, los acentos airados
de nuestras consonantes, como en armas, en alto,
atacan sin perdones, con un orgullo sano.

[…]
Hablando en castellano,
ya sé qué es poesía. Leyendo el Diccionario
reconozco como todo quedó bien dicho y nombrado.
Las palabras más simples son sabrosas, son algo
sabiamente sentido y calculado.

Hablando en castellano,
decir tinaja, ceniza, carro, pozo, junco, llanto,
es decir algo tremendo, ya sin adornos, logrado,
es decir algo sencillo y es mascar como un regalo
frutos de un largo trabajo.

[…]
Hablando en castellano,
en ese castellano vulgar y aquilatado
que hablamos cada día, sin pensar cuánto y cuánto
de lírico sentido, popular y encarnado
presupone, entrañamos.

Hablando en castellano,
recojo con la zarpa de mi vulgar desgarro
las cosas como son y son sonando.
Mallarmé estaba inventado
el día que nuestro pueblo llamó raso a lo que es raso.

Hablando en castellano,
los nombres donde duele, bien clavados,
más encarnan que aluden en abstracto.
Hay algo en las palabras, no mentante, captado,
que quisiera, por poeta, rezar en buen castellano.
Gabriel Celaya (1954), Itinerario poético, ed. del autor,
Madrid, Cátedra, págs. 88-90.

II) Música y palabras

Para ‘el fin’, lo último a lo que se puede acudir para expresar un


sentimiento hondo, las palabras en la poesía:

NOTA Y PALABRA
Cuando aquel hombre uno no pudo ya decir lo que sentía, empezó a cantar, primero como un
tonto, un loco al fin, el sin sentido. Y así inventó la música.
Cantó hasta no poder más. Entonces, ya serenado, sintió que le quedaban en lo más hondo,
vacío ya de notas musicales, unas pocas palabras. Eran así como estas: «Y naufragar en este mar
me es dulce» 17 . Y estas: «Yo puedo estar dentro de una cáscara y ser el rey del espacio infinito, si
no fuera por los malos sueños» 18 . O estas: «El poeta, tal como en él mismo la eternidad lo
cambia» 19 .
Desde luego, la palabra era mucho más que la música. Era lo más, era el fin, y no, como había
sido hasta entonces, «en el principio» 20 .
Juan Ramón Jiménez, Historias y cuentos, ed. de Arturo del Villar, Barcelona,
Bruguera, 1979, pág. 175.

III) Sobre paronomasias

«[…] como Olga, ella era inteligente y capaz de conversar con nosotros los de entonces, que
siempre éramos los mismos, haciendo chistes constantes y juegos de palabras de salón y
padeciendo la paronomasia como un mal no solo incurable sino contagioso. Recuerdo que una de
las primeras veces que la vi, Catia llevaba un vestido de esos que tienen tirantes y se llaman
jumpers, hecho de una tela que imitaba al leopardo y por unos días ella se convirtió en
Leopardina Bencomo, fiera amable. También hacíamos artes combinatorias con su apellido,
llamándola Catia Bencomo Estés y preguntando si Catia Bencomo se casara con otro amigo
fronterizo llamado Lino Abraido. Juegos de bachillerato y de ese humor adolescente al que, como
al 21 amor, nunca renunciaría».
Guillermo Cabrera Infante (1979), La Habana para un infante difunto, Barcelona,
Círculo de Lectores, 1992, págs. 176-177.

15 Se respeta la ortografía de Juan Ramón para la voz extasiada.

16 Célebre retrato de Jacques-Louis David, 1800, que representa a la joven señora descansando a lo
largo de una tumbona de estilo Imperio. (Óleo sobre lienzo, 173×243 cm., París, Louvre)

17 Giacomo Leopardi, El infinito

18 William Shakespeare, Hamlet

19 Stéphane Mallarmé, Le tombeau d’Edgar Poe

20 Evangelio según Juan: «En el principio era el verbo […]».

21 En el texto: como el amor, que sin preposición a pierde la coherencia de la comparación con
como.
CAPÍTULO 8

Léxico y pragmática

Si toda comunicación lingüística está sometida al uso social, a los


valores y a los desajustes observados en el fenómeno comunicativo, se
pueden, pues, concretar las expresiones que son reconocidas por sus valores
y por sus carencias sociales, y reflexionar así sobre la adecuación,
propiedad y errores en el léxico. También bajo esta óptica las unidades
léxicas contribuyen a la coherencia y cohesión de los discursos en que se
insertan. En este capítulo se alberga la consideración de la fraseología en su
aspecto de fijación, que la convierte en unidad léxica compleja en la que los
valores pragmáticos se sobreponen frecuentemente a los valores semánticos
y a la regularidad gramatical que se podría esperar si se atendiera a su
forma.
Se tendrá al final del capítulo una noción del valor social y emocional
que toman las unidades léxicas en el discurso y de las circunstancias que
requieren su uso.
Sumario
8.1. Valores pragmáticos de las palabras
8.2. Capacidad deíctica, anafórica y catafórica: la cohesión léxica
8.3. Las unidades fraseológicas
8.4. Locuciones adverbiales y conectores discursivos
8.5. Funciones discursivas y léxico: de anclas y cápsulas
8.5.1. Anclajes léxicos
8.5.2. Encapsuladores
8.6. Juegos de palabras de base pragmática: humor e ironía

Las palabras tienen capacidad predicativa, como hemos ido viendo, y


también capacidad de acción, esto es, capacidad pragmática. Palabras y
acciones es una de las traducciones que se han propuesto para el libro How
to do things with words (Cómo hacer cosas con palabras), del filósofo
británico John L. Austin, quien en la década de los 40 del siglo XX expuso
en sus clases, seminarios y conferencias sus investigaciones pragmáticas de
la lengua, recogidas por sus discípulos en esta obra póstuma de 1962.
Para este filósofo del lenguaje la descripción de estados de cosas
existentes en el mundo y la transmisión de información no son las únicas
funciones del lenguaje; sino que la función principal del uso de la lengua en
la comunicación más cotidiana es el cumplimiento de una acción: apelar,
preguntar, felicitar, prometer, pedir perdón, halagar, agradecer, ordenar,
mostrar acuerdo o desacuerdo, invitar, pedir en matrimonio o dar el pésame,
por ejemplo, son muchas de ellas acciones ritualizadas que exigen el uso de
la palabra para que puedan llevarse a cabo.
Los enunciados en que las expresiones realizan acciones se denominan
enunciados realizativos (performative utterances) en la teoría de Austin,
quien los distinguió de los enunciados constatativos; los enunciados
realizativos o performativos no pueden calificarse de verdaderos o falsos —
como los constatativos—, sino de adecuados o inadecuados.
Es decir, para que las palabras realicen una acción socialmente
establecida deben reunirse las condiciones adecuadas para ello: estas
condiciones tienen que ver con la existencia de un procedimiento
convencional (con un efecto también convencional) que incluya la emisión
de determinados enunciados por parte de determinadas personas y en
determinadas circunstancias; además, las personas y circunstancias que
concurren deben ser las apropiadas de modo que todos los participantes
actúen de la forma requerida según la cultura; cuando es necesario que las
personas que participan alberguen ciertos pensamientos o disposiciones de
ánimo, deben tenerlos y comportarse efectivamente de acuerdo con tales
pensamientos.

Juan Ramón Jiménez expresa poéticamente la complejidad que entrañan los actos de habla:

Me respondió en lo que no dijo,


a lo que sin decirlo, dije
afirmando en un no lo no pedido
por mi pregunta falsa.
Juan Ramón Jiménez (1922), Antolojía poética, 2.ª ed.,
Buenos Aires, Losada, pág. 264.
Si la comunicación humana puede ser tan precisa sin palabras como dicen estos versos, con
palabras la comunicación se matiza todavía más, dependiendo de la situación, de los participantes
en ella, de la cultura en que se esté y, en el caso que tratamos ahora, de las palabras que se
utilicen.

Las palabras en un enunciado, pues, adquieren valor de acciones


emitidas por un emisor concreto en las circunstancias apropiadas según la
forma de proceder de cada cultura. De este modo, una unidad léxica
adquiere todas las dimensiones de un acto de habla: la dimensión locutiva
(la propiamente gramatical y semántica), la ilocutiva (la fuerza o intención
con que es emitida la palabra por su emisor) y la perlocutiva (el efecto que
produce esa palabra en su destinatario, de nuevo una acción: responder,
afirmar, aceptar, animar, apenar, conmover, etc.).
Hay palabras que valen por una gran victoria y otras que reconocen
derrotas. Ese poder que muestran las palabras en la comunicación
lingüística se estudia bajo la denominación de pragmática léxica: el valor
de las palabras en su uso.
Y hay palabras que valen por todo un discurso: títulos de películas como
Lo que el viento se llevó, La vida de los otros; o de libros como Así empieza
lo malo o En esto creo incluyen voces que avanzan (catáforas) lo que luego
se desarrollará en esas obras, gracias a la capacidad que tienen las palabras
subrayadas de organizar la linealidad del texto (cfr. §5.6): los pronombres
lo, los otros; los deícticos así, esto, en los ejemplos, son palabras
gramaticales con capacidad deíctica y fórica.
En este capítulo nos ocupamos de la descripción de los valores
pragmáticos de las palabras en los enunciados (§8.1) y de su valor
discursivo en la linealidad textual (§8.2) para contribuir a la cohesión;
describimos a continuación varios tipos de unidades léxicas
característicamente pragmáticas: las unidades fraseológicas (§8.3), las
locuciones adverbiales y los conectores discursivos (§8.4), para explicar
luego el poder que tienen algunas unidades de conectar discurso (§8.5) y los
juegos de palabras de base pragmática (§8.6). El capítulo se cierra, como
todos los del libro, con una bibliografía temática final y una propuesta de
actividades para trabajar a partir de textos los contenidos abordados.
8.1. Valores pragmáticos de las palabras

A propósito de la incorporación de una nueva amiga de juegos, la protagonista infantil (Andrea)


de la novela de Ana M.ª Matute Paraíso inhabitado, le explica lo siguiente a la persona adulta —
vistos los adultos por la protagonista como «Gigantes»— que se ocupa de cuidar a su amigo
Gavi:
«—Es que ahora tenemos que jugar los tres… Su mamá es amiga de la mía.
—Ya, ya —dijo él—. ¡Faltaría más…!
No sabía yo qué era lo que más faltaba, pero lo di por bueno. Después de todo, la mitad de
cuanto decían los Gigantes casi nunca se entendía».
Ana M.ª Matute (2008), Paraíso inhabitado, Barcelona, Destino, pág. 335.
Este ejemplo ilustra el desconocimiento que la protagonista Andrea tiene del valor pragmático
que la expresión ¡Faltaría más! presenta en la lengua española: no sabe esta niña qué es «lo que
más faltaba» en su propuesta de juego.

El DLE (2014) recoge esta construcción bajo la definición de otra frase


hecha sobre la base del mismo verbo faltar: no faltaba más, así definidas:

faltaría más
1. expr. no faltaba más.
no faltaba más
1. expr. U. para rechazar una proposición por absurda o inadmisible.
2. expr. U. para manifestar la disposición favorable al cumplimiento de lo que se ha requerido.
Lo que las acepciones recogidas en el DLE (2014) muestran no es la definición de faltaría más o
no faltaba más sino con qué objetivos pragmáticos se emplean en la lengua estas expresiones,
esto es, para qué se usan: para rechazar, para manifestar la disposición favorable; rechazar y
aceptar como intenciones opuestas pueden expresarse paradójicamente con la misma unidad
léxica compleja faltaría más. Por eso, estos usos pragmáticos se comprenden mejor en contexto,
detallando la situación en que se recurre a estas expresiones, que forman todo un enunciado. La
pragmática estudia el uso del lenguaje en función de la relación que se establece precisamente
entre enunciado-contexto-interlocutores (intenciones y efectos de lo dicho: actos locutivo,
ilocutivo y perlocutivo). Pragmáticamente, faltaría más es una expresión quizás más cortés que
no faltaba más; así queda recogido en el Diccionario fraseológico documentado de la lengua
española de Seco, Andrés y Ramos (2004: s.v.):
no faltaba más (o no faltaría más, o faltaba más, o faltaría más, o, col, humoríst, no faltaba
plus, o no faltaría plus, o faltaba plus, o faltaría plus). fórm or Se usa para rechazar
enfáticamente cualquier duda sobre lo que se acaba de decir, o, cortésmente, sobre el
cumplimiento de una petición que se acaba de recibir. […] 2 no faltaba más (o no faltaría más,
o faltaba más, o faltaría más). fórm or Fórmula de cortesía con que se rechaza un acto cortés
ajeno o con que se replica una fórmula de gratitud.
Es un ejemplo faltaría más de gramaticalización de la unidad léxica, hasta el punto de llegar a
funcionar como un operador en español, equivalente en algunas situaciones a por supuesto o
claro.

En el Diccionario de conectores y operadores del español de Fuentes


Rodríguez (2009) se incluye como operador modal no faltaba más, y sus
variantes no faltaría más, faltaba más y faltaría más; de (no) faltaría más
se afirma que la diferencia con (no) faltaba más es de cortesía: establece
más distancia con el destinatario. Se ofrece la siguiente explicación, en la
que destacamos también su comportamiento en el plano modal y
enunciativo, en el informativo y en el argumentativo:
NO FALTABA MÁS. Operador modal

1. Indica evidencia o reafirmación. Es más enfática que por supuesto o claro, con un valor
emotivo y expresivo más fuerte.
2. Se emplea:
a) Como respuesta a sugerencias, peticiones o afirmaciones del otro interlocutor. Es una
aceptación o confirmación enfatizada, que a veces se usa irónicamente:
—Y ponga la foto ya. —No faltaba más, aquí va […]
b) Como comentario al propio discurso, de forma dialógica. Tiene un valor irónico a veces.
Constituye un enunciado, como intervención independiente o comentario anterior:
Casi todas las averías y retrasos son casuales, no faltaba más […]
COMPORTAMIENTO EN EL PLANO MODAL Y ENUNCIATIVO
Constituye un comentario exclamativo. Al mismo tiempo convoca a otros enunciadores, la
comunidad, que sustenta lo afirmado. Por eso no puede refutarse: […]
PLANO INFORMATIVO
Muestra lo anterior como esperado o evidente.
PLANO ARGUMENTATIVO
Puede usarse también con cierto valor de operador argumentativo escalar señalando el
elemento más alto de la serie.
(Fuentes Rodríguez 2009: 234)

La información que contiene esta entrada detalla los factores


pragmáticos que se han de considerar para usar de forma adecuada las
unidades léxicas: relación con el destinatario (cercana o distante), intención
(acto de habla) y efecto perseguido en el destinatario, grado de cortesía (alto
o bajo), de conocimiento compartido —informatividad—, de expresividad y
fuerza argumentativa.
En sustantivos tan comunes y generales como hombre/mujer o hijo/ja,
por ejemplo, es necesario tener en cuenta los factores pragmáticos
mencionados (tipo de interlocutor, intencionalidad, grado de familiaridad de
la situación, expresividad, etc.) para que puedan usarse de forma apropiada
en la situación adecuada. Lo manifiestan las acepciones que de hombre y
mujer reproducimos a continuación, extraídas del diccionario normativo de
la RAE (DLE 2014) y del de partículas discursivas de Briz, Pons Bordería y
Portolés (DPDE 2008):

Definiciones del DLE (2014)


hombre (Del lat. homo, -ĭnis)
8. interj. U. para indicar sorpresa o asombro, o con un matiz conciliador.
¡Hombre, no te enfades! Hombre, no hay que ponerse así, María.
mujer (Del lat. mulier, -ēris)
5. interj. U. para indicar sorpresa o asombro, o con un matiz conciliador, exclusivamente cuando
el interlocutor es una mujer. ¡Mujer, no te enfades!

Definiciones del DPDE (2008) 22


hombre¹
Apela cortésmente al otro, sea varón o mujer, mostrándole su alianza, acuerdo y complicidad,
reforzando lo positivo o, lo que es más frecuente, atenuando situaciones de conflictividad o
desacuerdo total o parcial.
C: (( ))// ¿en el desiERTO DE LAS PALMAS?
B: ¿al desierto ↑ van a ir?///(4’’) no me hace mucha gracia/ que vayan al desierto en coche
A: hombre / no creo que esté muy alejado
Antonio Briz y Grupo Val.Es.Co, Corpus de conversaciones coloquiales, Madrid,
Arco Libros, 2002, 328, l. 241-244
hombre²
Refuerza las acciones y valoraciones del propio hablante, con frecuencia contrarias a las del
interlocutor o un tercero, sea varón o mujer. Esto es, se emplea como intensificador reafirmador
de lo dicho o hecho por el hablante y de los desacuerdos con el otro.
B: que- haberte comprao un Pecé ¡coño!
A: no ↓ porquee yo es el único ↑ es el es el único que puedo utilizar
B: el Pecé con Güindou ↑ es lo mismo que Maquintos
A: ya ya [con ventanillas y eso]
C: [¿de qué marca te lo has comprao ↑?]
B: y ade- además que [es mucho mejor que el Maquintos ¿eh?]
A: [un Maquintos]§
C: § ¿y por qué no te has comprao un- un Pecé?
A: ¡coño! cállate ya ↓ hombre / porque es el único que conozco
C: pero ese no es el mejor§§
Antonio Briz y Grupo Val.Es.Co, Corpus de conversaciones coloquiales, Madrid,
Arco Libros, 2002, 70, l. 801-807

En estos ejemplos observamos que los sustantivos hombre y mujer se


emplean como apelativos o interjecciones con distintos valores pragmáticos
en el discurso oral: para llamar la atención, para reafirmar lo dicho, para
mostrar sorpresa o extrañeza, para expresar desacuerdo o disgusto. En estos
usos han perdido su significado conceptual como sustantivos que designan
seres animados racionales (hombre: ‘persona humana del sexo masculino’;
mujer: ‘persona humana del sexo femenino’) y se han transformado en
conectores u operadores que utiliza un hablante para regular la
comunicación que se lleva a cabo en una conversación. Aprender lengua,
como señaló Wittgenstein ([1953] 1991), consiste en dominar las diversas
funciones comunicativas que pueden desempeñar las palabras, en saber
para qué, cómo y cuándo se usan:
One thinks that learning language consists in giving names to objects. Viz, to human
beings, to shapes, to colours, to pains, to moods, to numbers, etc. To repeat —naming is
something like attaching a label to a thing. One can say that this is preparatory to the use of a
word. But what is it a preparation for? (Ibíd. ed. 1991: §26);
the meaning of a word is its use in the language (Ibíd. §43) 23 .

Las palabras, pues, en cuanto que se emplean en situación están


determinadas por los elementos que definen esa situación: fin pragmático,
canal (oral o escrito), discurso previo, registro, orientación argumentativa,
valoración, evidencia, atenuación o intensificación expresivas, cortesía
lingüística. La Real Academia Española, como hemos visto, distingue en su
diccionario voces o acepciones que presentan restricciones pragmáticas,
esto es, usos muy condicionados por la intención del hablante. Como
marcas pragmáticas, la RAE destaca las siguientes (no consideramos aquí
las marcas diafásicas ni las diastráticas):

— en relación con la valoración del hecho lingüístico, dos tipos de


marcas:
«malson.» (‘voz malsonante’)
«eufem.» (‘eufemismo’)
— en relación con la intención del hablante, una lista más abierta:
«despect.» (‘sentido despectivo’)
«irón.» (‘sentido irónico’)
etc.

Con estas marcas, señala la RAE, se identifican los distintos matices con
los que el hablante tiñe, ocasional o habitualmente, el empleo de las
palabras. En este etc. de la Academia incluiríamos valores pragmáticos
como los siguientes: manifestación de cortesía, reafirmación, evidencia,
sorpresa, disgusto, énfasis, por ejemplo. Así podemos observarlo en las
siguientes definiciones del DLE (2014), que suplen la carencia de una
marca de uso en el diccionario:

caballero (Del lat. caballarius ‘caballerizo’)


4. m. U. como tratamiento de respeto o cortesía para dirigirse a un hombre. Buenos días, damas y
caballeros.
dama (Del fr. dame, y este del lat. domĭna)
1. f. Mujer noble o distinguida.
2. f. Mujer, señora, en tratamiento de respeto. Servir primero a las damas.
[…]
6. f. irón. concubina.
7. f. poét. Mujer galanteada o amada por un hombre.

señorito, ta (Del dim. de señor)


1. m. y f. Hijo de un señor o de persona de representación.
2. m. y f. coloq. Persona, especialmente si es joven, a la que sirve un criado.
3. m. coloq. Joven acomodado y ocioso.
4. f. U. como tratamiento de cortesía aplicado a la mujer soltera.
5. f. U. como tratamiento de cortesía que se da a maestras de escuela, profesoras, o también a
otras muchas mujeres que desempeñan algún servicio, como secretarias, empleadas de la
administración o del comercio, etc.

Entre los matices habituales que definen una palabra, son claros los
disfemismos y los eufemismos del español, que no siempre se marcan en el
diccionario; sí que se indican como malsonantes muchas voces, solapadas
estas restricciones de uso con sentidos despectivos, como observamos en el
caso de la definición de pijo en el DLE (2014), malsonante:
pijo, ja
De or. inc.
1. adj. despect. coloq. Esp. Dicho de una persona: Que en su vestuario, modales, lenguaje, etc.,
manifiesta afectadamente gustos propios de una clase social adinerada. U. t. c. s.
2. adj. despect. coloq. Esp. Propio de la persona pija o de la clase social adinerada. Colegio pijo.
3. m. malson. Miembro viril.
4. f. malson. pijo (miembro viril).

Al consultar el CORPES XXI (abril de 2017), se observa que las


acepciones ‘despectivas’ de pijo se circunscriben a España, mientras que los
valores ‘malsonantes’, sobre todo en femenino la pija, son propios del
español de América, no del europeo. El Diccionario de eufemismos y de
expresiones eufemísticas del español actual, de José Manuel Lechado
García (2000) presenta solo la forma femenina del sustantivo pija como voz
malsonante, no la forma masculina.
En relación con la intención del hablante, la lista de marcas puede
ampliarse a varios fines, además de los sentidos despectivos e irónicos, que
se destacan en el DLE (2014):

carca 1
1. adj. despect. carcunda. U. t. c. s.
carcunda
Del port. carcunda, designación de los absolutistas en las luchas políticas portuguesas de
principios del siglo XIX.
1. adj. despect. carlista. Apl. a pers., u. t. c. s.
2. adj. despect. De actitudes retrógradas. Apl. a pers., u. t. c. s.

Los siguientes ejemplos muestran otros valores pragmáticos, como el de


indicar oposición, introducir una conclusión o expresar asombro o
extrañeza:

nada
1. expr. coloq. U. para oponerse a lo que otro acaba de expresar o quitarle importancia. Nada, os
quedáis a comer aquí. U. t. repetida.
2. expr. coloq. U. para introducir una conclusión de lo expuesto o lo observado antes. Nada, que
no se va.
de eso nada, o de eso nada, monada
1. locs. advs. coloqs. U. para enfatizar lo que se niega.
qué barbaridad
1. loc. interj. U. para indicar asombro, admiración, extrañeza.

En las definiciones que se ofrecen de estas expresiones coloquiales nada


/ de eso nada en el DLE destaca además la capacidad deíctica, anafórica y
catafórica de estas unidades léxicas, pues remiten a un discurso previo, ‘a lo
que otro acaba de expresar’, o ‘lo expuesto o lo observado antes’.
Abordamos en el siguiente apartado este señalamiento discursivo, tanto
textual, esto es, de lo ya dicho o de lo que se dirá después, como contextual,
la referencia a elementos extratextuales, de la situación comunicativa
(participantes, espacio, tiempo).

8.2. Capacidad deíctica, anafórica y catafórica: la cohesión


léxica

Las lenguas disponen de unidades léxicas y gramaticales específicas


para señalar o mostrar elementos de la situación de comunicación, por un
lado, y elementos del propio discurso que se está construyendo, por otro:
del primer tipo son los llamados deícticos; del segundo, la anáfora y la
catáfora (elementos diafóricos). La diáfora en un texto se define como una
relación de «correferencia» por la que una unidad lingüística remite al
mismo referente que otra palabra o expresión que ha aparecido antes en el
discurso (en la anáfora), o que aparecerá después (en el caso de la catáfora).
Se trata, por tanto, de una referencia endofórica o intratextual, frente a la
deixis, definida como referencia exofórica o extratextual. A la primera se la
denomina también lineal y a la segunda, en palabras de Bühler (1934), «ad
oculos» (o sensible).
La diferencia fundamental entre estos dos tipos de referencias, deixis y
anáfora, es, pues, el contexto al que remiten: la deixis remite al contexto
empírico (en términos de Coseriu 1962), la anáfora remite al contexto
lingüístico o cotexto (Halliday y Hasan 1976) como mecanismo que
contribuye a la cohesión textual. En ambos casos, para que pueda
recuperarse la referencia, el contexto (ya sea lingüístico o situacional) es
compartido por los participantes en la comunicación.
Aunque son también deícticas las desinencias de persona, número y
tiempo de los verbos, recursos morfológicos, centramos aquí nuestra
atención en las palabras que en español están especializadas en la función
deíctica: las denominadas proformas y los verbos deícticos. Son sobre todo
palabras gramaticales (proformas) las que desempeñan una función
deíctica: pronombres personales de 1ª y 2ª persona (yo, tú, usted, nosotros,
vosotros, ustedes); adjetivos posesivos de 1ª y 2ª persona (mi, tu, nuestro,
vuestro), demostrativos (este, ese, aquel, y sus correspondientes formas en
femenino y neutro), adverbios temporales (ahora, antes, después; hoy, ayer,
mañana, pasado mañana), adverbios de lugar (aquí/ahí, acá/allá). Y
también hay unidades léxicas que tienen significado deíctico, como algunos
verbos locativos, traer/llevar, ir/venir, cuyas definiciones de diccionario
destacan el lugar que ocupa quien habla en el discurso, esto es, se definen a
partir de un parámetro del contexto de comunicación, un parámetro
pragmático, por tanto:

traer 1
Del lat. trahĕre ‘llevar arrastrando’, ‘traer hacia sí’.
Conjug. modelo.
1. tr. Conducir o trasladar algo al lugar en donde se habla o de que se habla Traer una carta, una
noticia.
2. tr. Atraer o tirar hacia sí.
ir
Del lat. ire.
Conjug. modelo actual.
1. intr. Moverse de un lugar hacia otro apartado de la persona que habla. U. t. c. prnl.
venir
Del lat. venīre.
Conjug. modelo.
1. intr. Dicho de una persona: caminar.
2. intr. Dicho de una cosa: Moverse de allá hacia acá.
3. intr. Dicho de una persona o de una cosa: Llegar a donde está quien habla.

En la deixis, pues, el hablante organiza su discurso desde su campo de


referencias, de tal modo que los elementos deícticos se formulan a partir de
lo que se denomina centro deíctico (Benveniste 1966, 1974): desde el yo
que habla, su espacio y su tiempo de comunicación. En función de cuál sea
ese yo-aquí-ahora —cada vez distinto este centro deíctico en cada acto de
comunicación: quién toma la palabra, dónde, cuándo—, se interpretarán los
demás elementos de la situación de comunicación: quién sea el tú o el
vosotros y cuáles sus referencias (pronombres átonos, posesivos, etc.)
dependerá de a quién dirige la palabra el yo; cuáles sean el aquí, el ahí y el
allí, o cómo se interpretan los demostrativos este, ese y aquel, variará en
relación con el lugar que ocupa el emisor; también las formas temporales
ahora, en este momento, hoy, ayer, dentro de poco, la semana que viene,
etc., se interpretan por su referencia al momento de habla del emisor. Por lo
tanto, la deixis personal, la deixis temporal y la deixis espacial o de lugar
solo adquieren sentido por su señalamiento a la persona que habla, a su
tiempo de enunciación y al lugar desde el que se comunica.
Las noticias de actualidad son un buen ejemplo de la necesidad de
considerar el centro deíctico o punto cero de las coordenadas espacio-
temporales del periodista para entender muchas de las unidades léxicas que
emplea. El famoso Como decíamos ayer de Fray Luis de León al regresar a
su cátedra en Salamanca, después de pasar en prisión casi cinco años,
otorga un valor deíctico al adverbio ayer que busca retomar la actividad
deseada, y borrar un tiempo ignominioso.
Siguiendo a Bühler, Fernández Ramírez (1987: 102) establece la
distinción entre tres tipos de deixis:

— deixis extratextual: se señala al campo demostrativo, en el que se


produce la «demonstratio ad oculos» (es la deixis propiamente dicha),
por ejemplo: Ya sé que tú prefieres no viajar este verano, pero yo
necesito salir.
— deixis lineal o textual: se señala el campo del contexto o campo
sintáctico, en el que se produce una especie de «demonstratio
reflexiva»; remite a fragmentos del texto que se han dicho, o que se
van a decir; por ejemplo: Te dejo mi portátil: cuídalo mucho.
— deixis anamnéstica o más específicamente deixis de la fantasía
(«deixis am phantasma»). Se trata de una combinación de las
anteriores: se hace referencia a un elemento del cotexto, que se recrea
en la «fantasía», de modo que se atrae la presencia de algo ausente o
se lleva lo presente junto a lo ausente; el hablante evoca este ente
«mental» como si estuviera «ad oculos»: Experimentó ayer esa crisis
habitual del verano.

Los dos primeros tipos de mostración se corresponden, respectivamente,


con los conceptos más tradicionales de deixis y anáfora, mientras que el
tercero describe un fenómeno que en cierto sentido se halla a caballo entre
los dos. Otro tipo de deixis es la denominada social (Reyes 1995), con la
que se indica la relación que se establece en la sociedad entre los
participantes de la comunicación: su manifestación son las fórmulas de
tratamiento (usted, señor, señora, señorita, Su Excelencia, etc.).
Conceptualmente, la mayor parte de los lingüistas reconoce que los
límites entre anáfora y deixis no son nítidos; además, los mismos elementos
lingüísticos (como los demostrativos este, ese, aquel, sobre todo) presentan
tanto capacidad deíctica como anafórica. De todos modos, en el marco de la
gramática funcional (Halliday y Hasan 1976) y, en particular, en los trabajos
gramaticales sobre el español (GDLE 1999 y NGLE 2009) se definen la
anáfora y la catáfora como formas de señalamiento a un tipo particular de
contexto, el contexto lingüístico o cotexto —frente a la deixis, que remite al
contexto extralingüístico—. La anáfora, como hemos comentado, señala al
contenido proposicional de un fragmento discursivo (una palabra, una frase
o un segmento más extenso) anterior; la catáfora lleva a cabo la remisión de
un fragmento discursivo por venir a continuación. Este tipo de referencia
endofórica (la diáfora) se puede realizar de forma expresa (anáfora
expresa) o a través de la elipsis (anáfora por elipsis). La anáfora textual
expresa se manifiesta con recursos léxicos y gramaticales diversos:

— la repetición (léxica, de un grupo nominal, de una frase u oración, de


un fragmento textual más extenso),
— la sustitución léxica (mediante sinónimos, hiperónimos, paráfrasis)
— o el empleo de proformas:
• pronombres (personales, demostrativos, indefinidos, relativos),
• proformas léxicas (nombres como cosa, asunto, persona, hecho,
etc.),
• proverbos (hacer, pasar, etc.),
• proadverbios (allí, entonces, etc.).

Según la categoría gramatical del elemento referencial se distingue entre


anáfora léxica, pronominal o adverbial; la cohesión léxica se logra con el
primer tipo. Tanto la repetición como la sustitución pueden producirse con
uno de los siguientes determinantes: artículo, posesivo, demostrativo con
formas de 1ª, 2ª o 3ª persona o indefinidos, como tal, otro, mismo, que, a su
vez, pueden adoptar matices diferentes si van en sustitución, o bien
acompañando al nombre antepuestos o pospuestos; el DLE ofrece estos
ejemplos en la entrada tal (s.v.):

Profirió insultos y amenazas, y tal comportamiento provocó su inmediata expulsión.


Las temibles tormentas de octubre arrasaron la isla. Nadie se esperaba tormentas tales.
En ambos ejemplos tal actúa como adjetivo demostrativo que se refiere a un elemento o
antecedente que acaba de ser dicho en el discurso, de modo que el elemento anafórico que
introduce tal es correferencial: tal comportamiento remite al mismo referente que proferir
insultos y amenazas en el primer caso; tales tormentas y temibles tormentas en el segundo son
también elementos correferenciales. La diferencia es que en el primer caso, y no en el segundo, se
elabora un nuevo concepto, comportamiento, que recoge lo anteriormente dicho: Fernández
Ramírez denomina a este tipo anáfora difusa (que se abordará en §8.5).

Cuando tal concepto no se llega a elaborar, el emisor recurre a una de las


formas del demostrativo neutro (eso, esto), que Fernández Ramírez etiqueta
de anáfora inconceptual, en ejemplos del tipo: ¡Qué bonitos! ¿De dónde
has sacado eso?
En la denominada anáfora de sentido no se da la correferencia entre
anáfora y antecedente: en Mi maleta pesa más que la tuya, maleta y tuya
señalan dos referentes distintos, aunque de la misma clase. Un tercer tipo es
la denominada anáfora evocadora: el emisor hace referencia al contenido
discursivo previo, en particular a un espacio-mundo que acaba de ser creado
por sus palabras y que se presenta como ya externo al discurso, con
autonomía propia. El texto se constituye así en parte de la enunciación,
como un espacio nuevo que se añade al espacio real. Fernández Ramírez se
refiere al «contorno del escritor (el libro, la línea)» y a las «referencias al
tema de la obra»; cabe entender, por tanto, que el emisor alude a su propio
discurso, remite a elementos del cotexto, a enunciados proferidos en el
discurso. En este tipo de anáfora resulta crucial el uso del demostrativo de
segunda persona: el emisor se refiere a un elemento de su propio discurso,
pero señalando que ya forma parte de un campo externo a él, autónomo,
para lo que se sirve de las proformas de segunda persona; incluso en los
conectores puede apreciarse este mecanismo: el español dice «de ahí que»,
o «por eso», y no «de aquí que» o «por esto»). Por el contrario, cuando
retiene el referente como tema del discurso subsiguiente, utiliza los de
primera persona.
Veamos ahora ejemplos de deixis (destacadas en negrita), catáforas y
anáforas (destacadas con subrayado) en el inicio de una novela, la novela
Patria, de Fernando Aramburu (2016):

«Ahí va la pobre, a romperse en él. Lo mismo que se rompe una ola en las rocas. Un poco de
espuma y adiós. ¿No ve que ni siquiera se toma la molestia de abrirle la puerta? Sometida, más
que sometida.
Y esos zapatos de tacón y esos labios rojos a sus cuarenta y cinco años, ¿para qué? Con tu
categoría, hija, con tu posición y tus estudios, ¿qué te lleva a comportarte como una adolescente?
Si el aita levantara la cabeza…
En el momento de subir al coche, Nerea dirigió la vista hacia la ventana tras cuyo visillo
supuso que su madre, como de costumbre, estaría observándola. Y sí, aunque ella no pudiese
verla desde la calle, Bittori la estaba mirando con pena y con el entrecejo arrugado, y hablaba a
solas y susurró diciendo ahí va la pobre, de adorno de ese vanidoso a quien nunca se le ha pasado
por la cabeza hacer feliz a nadie. ¿No se da cuenta de que una mujer ha de estar muy desesperada
para tratar de seducir a su marido después de doce años de matrimonio? En el fondo es mejor que
no hayan tenido descendencia.
Nerea agitó brevemente la mano en señal de despedida antes de meterse dentro del taxi. Su
madre, en el tercer piso, oculta tras el visillo, desvió la mirada. Se veía una amplia franja de mar
por encima de los tejados, el faro de la isla de Santa Clara, nubes tenues a lo lejos. La mujer del
tiempo había anunciado sol. Y ella, ay, qué vieja me estoy haciendo, volvió a mirar la calle y el
taxi ya se había perdido de vista».
Fernando Aramburu (2016), Patria, Barcelona, Tusquets, pág. 13.
Las unidades que se utilizan en este inicio de la novela son de distinto tipo: las primeras deícticas,
las segundas anafóricas. El libro se inicia con un elemento deíctico, ahí, que señala un lugar entre
quien habla y quien escucha, que no coincide con el lugar del yo emisor —también el tiempo
verbal va presente es deíctico, pero ya hemos comentado que no nos detenemos en la morfología
aquí—. Siguen dos elementos catafóricos porque solo se podrán entender cuando se avance en la
lectura: la pobre sabemos que es Nerea, la hija de Bittori, solo si llegamos al segundo párrafo; él
es el marido de Nerea. Estos tres referentes personales (Bittori, Nerea y su marido) son a los que
remite la mayor parte de palabras anafóricas del texto: los clíticos le, la; el pronombre tónico ella
para señalar a Nerea en el tercer párrafo, y también a Bittori en el último; el posesivo su del
mismo modo para referirse a este personaje; el relativo quien para remitir al marido de esta, las
anáforas elípticas, etc. —también los morfemas de género son anafóricos, y las desinencias
verbales—; son formas de establecer la linealidad discursiva habitual.
Lo sorprendente de este fragmento —y de toda la novela Patria— es el especial uso que
Aramburu hace de los deícticos, sin avisar al lector del cambio de campo referencial. En el
segundo párrafo se emplean los demostrativos de segunda persona esos en esos zapatos de tacón,
esos labios rojos, el posesivo tu, también de segunda persona con valor deíctico, y el pronombre
te para reflejar el momento de habla de la protagonista, Bittori, quien «hablaba a solas y susurró
diciendo» a su hija esas preguntas: Nerea es la aludida por los deícticos de segunda persona. Esta
puesta de relieve del centro deíctico de los personajes es la técnica que emplea el autor de Patria
para comunicar los pensamientos y sentimientos de los protagonistas en primera persona, sin
ruptura con la linealidad anafórica de la narración en tercera persona. La última línea de este
fragmento es otro ejemplo de este recurso: se usan el pronombre ella —y el morfema verbal
correspondiente: volvió— de tercera persona y el de primera me —y la forma correspondiente
estoy— para indicar el mismo referente, Bittori: en el primer caso desde la perspectiva del
narrador, en el segundo desde el centro deíctico de este personaje, desde su interior.

Lozano et al. (1982: 101) diferencian del siguiente modo las expresiones
referenciales:

DEÍCTICAS ANAFÓRICAS

PERSONA yo (mi, me), tú (te, ti, conmigo, contigo) él (su, se, si, consigo)
entonces
ahora
en ese momento
en este momento
el mismo día
hoy
poco antes
TIEMPO ayer
el día anterior
mañana
el día siguiente
dentro de poco
poco después
la semana que viene…
una semana más tarde…

aquí allí
ESPACIO este ese
venir ir

Tabla 3. Unidades deícticas y no deícticas

La capacidad al mismo tiempo deíctica y anafórica de los demostrativos


en español (este, ese, aquel) tiene como consecuencia su dificultad de
aprendizaje para estudiantes extranjeros. Además, los hace especialmente
complejos el hecho de tratarse de un sistema tripartito en contraste con otras
lenguas (que tienen solo dos), presentar género neutro y participar algunas
de sus formas en conectores discursivos y unidades fraseológicas: a eso voy,
eso nunca, lejos de eso, ¿y eso?, de eso nada, monada (cfr. arriba §8.1),
cuyo sentido es genuinamente pragmático.

8.3. Las unidades fraseológicas

Al abordar cuestiones pragmáticas en la descripción del léxico entramos


de lleno en el campo de la fraseología, esto es, en el estudio de unidades
léxicas complejas, pluriverbales, formadas por varias voces o palabras,
cuyo significado no se extrae de la suma de sus componentes (no presentan,
por tanto, un significado composicional), sino que son el resultado de un
proceso de lexicalización por el que llegan a convertirse en unidades léxicas
con entidad propia: la locución adverbial de eso nada, monada, por
ejemplo, funciona como una unidad del vocabulario del español
(equivalente a un no muy enfatizado). Estas combinaciones de palabras
actúan, pues, como un conjunto estable, relativamente fijado, que no se ha
de entender palabra por palabra, sino como un bloque de sentido unitario.
La fraseología como disciplina lingüística estudia las combinaciones de
palabras más fijadas por el uso en una lengua. Combinaciones de palabras
como las comentadas más arriba, la frase hecha faltaría más y la locución
adverbial de eso nada, monada, junto con los dichos (ojo por ojo y diente
por diente, por ejemplo) y los refranes (cuando el río suena, agua lleva)
forman unidades léxicas estables que se han consolidado históricamente de
tal modo que se emplean agrupadas de forma sistemática, con una sintaxis
total o parcialmente fija, para transmitir, como hemos dicho, un único
significado. Son unidades complejas que no tienen entrada propia en un
diccionario, sino que se encuentran bajo la entrada de la voz más
representativa: faltaría más se encuentra en la entrada faltar; de eso nada,
monada, en la entrada nada.
Estas unidades léxicas complejas destacan por su idiomaticidad, pues su
significado global no es deducible del significado aislado literal de cada una
de las palabras que las constituyen; su institucionalización, es decir, son
unidades convencionales que se han fijado en la lengua para usarse en unos
registros y contextos concretos, con unos objetivos pragmáticos también
estables, de ahí su especificidad semántica y sus restricciones de uso
(muchas de ellas solo son adecuadas en textos orales coloquiales de tono
informal, en situaciones de familiaridad). En cuanto a su disposición
formal, las unidades fraseológicas están formadas por una invariante o
núcleo (el sustantivo nada, por ejemplo) y varios elementos que pueden
variar en la realización discursiva (nada de eso; de eso nada; de eso nada,
monada). Debido a esta inestabilidad formal y a la distinta frecuencia de
uso de cada unidad fraseológica, son unidades difíciles de caracterizar tanto
lexicológica como lexicográficamente; algunos autores (cfr. Corpas Pastor
2014: 150) consideran que el tratamiento de la fraseología sigue siendo una
de las asignaturas pendientes de la lexicografía actual.
La fraseología está muy ligada a la historia de una lengua, a las creencias
populares, a las costumbres y los rituales sociales, a la peculiar visión del
mundo de la comunidad de hablantes, en fin, a su cultura. Por esa razón,
son expresiones intraducibles: acuñaciones que surgen de la propia historia
cultural del español. El origen de los dichos populares es difícil porque hay
que buscar la anécdota o la historia, el cuento o el pasaje literario que les
dieron origen o al que deben su popularidad. No obstante, la génesis de
algunas de estas frases hechas ha sido recogida por José M.ª Iribarren en su
célebre El porqué de los dichos ([1954] 1994); las fuentes de las que se
extraen son diversas:

— de leyendas populares: Entre Pinto y Valdemoro (estar indeciso,


vacilar entre dos cosas);
— de costumbres históricas: Despedirse a la francesa (irse sin
despedirse), costumbre del siglo XVII para no interrumpir la reunión;
— de la historia pasada: Armar la de Dios es Cristo (peleas en que todos
gritan y nadie se entiende), discusión en el concilio de Nicea sobre la
doble naturaleza, humana y divina, de Jesucristo;
— de una fuente literaria (el Romancero, la Biblia): Cosas veredes…
(extrañeza, asombro) de un romance del Cid; Tener más años que
Matusalén (muchos años), en la Biblia patriarca que vivió 969 años,
aunque antes se contaban los años de forma distinta; Con la iglesia
hemos topado/ dado (criticar la oposición de una autoridad) del
Quijote.
— de una autoridad: La loca de la casa (imaginación), expresión de
Santa Teresa de Jesús, muy leída en Francia, desde donde fue
popularizada en el siglo XVII por el filósofo francés Malebranche y
luego por Voltaire.

Otra cuestión controvertida es la de la tipología de unidades


fraseológicas, que se refleja en la enorme variedad de denominaciones
existentes para referirse a ellas: locuciones, dichos populares, decires,
máximas, proverbios, expresiones proverbiales, frases hechas, fórmulas
oracionales, refranes, etc.; también se incluyen en ocasiones entre las
unidades fraseológicas las colocaciones (cfr. Corpas Pastor 1987), por su
fijación en la norma, frente a las fijadas en el habla (los refranes). En la
clasificación que a continuación proponemos seguimos un criterio
gramatical, a partir de Casares (1969), para distinguir entre locuciones y
dichos, según presenten o no estructura oracional: las locuciones
constituyen expresiones fijadas por el uso que no cumplen todas las
condiciones de una oración y son, por tanto, dependientes sintácticamente,
esto es, se emplean integradas a una unidad sintáctica superior; los dichos,
por su parte, se caracterizan por gozar de autonomía gramatical.

LOCUCIONES:
Dentro de las locuciones distinguimos, en función también de su mayor o menor acomodación a
las reglas gramaticales, entre dos clases de unidades fraseológicas:

modismos (con formación sintáctica regular):


sustantivo: el oro y el moro
adjetivo: de misa y olla, buena gente
verbo: ir a lo suyo, a lo mío, a lo nuestro
adverbio: a empellones
preposición: debajo de
conjunción: dado que
idiotismos (con formación sintáctica anómala):
sustantivo: gente bien
adjetivo: de armas tomar, de tócame Roque
verbo: andar en lenguas, hacerse lenguas
adverbio: a la chita callando
conjunción: así y todo
DICHOS:
Los dichos, que constituyen una oración, se clasifican también en dos tipos:
enunciado fraseológico: frase hecha que cumple las condiciones de oración y tiene
significado literal o metafórico; hay muchos diccionarios que no los inventarían. Echarse la
hora encima, estar como un cencerro, lo demás son ganas de hablar

paremias, sobre conductas, valores morales o sobre saberes y conocimientos:


adagio: frase de sabiduría popular de ascendencia grecolatina
Nada nuevo bajo el sol
aforismo: frase de sentido complejo fruto de la reflexión y expresada brevemente.
Costumbre: hábito que persevera mientras ayude a perseverar.
apotegma: frase con sentido ingenioso o festivo de ascendencia grecolatina.
«Como Alejandro Magno viniese a Diógenes y le saludase; preguntóle Diógenes que quién
era y como él dijese; Yo soy Alejandro aquel Rey; dijo también Diógenes: Yo soy Diógenes
aquel perro, porque a los que me dan halago, y a los que no me dan ladro; y a los malos
también los muerdo».
axioma: frase como principio o punto de partida de un razonamiento riguroso o científico
que se considera evidente.
Todo número natural n tiene un sucesor n* (axioma 2 del matemático Giuseppe Peano)
máxima: frase con sentido moral de autor conocido
Para valer, méritos y medios (Pedro Porter y Casanate)
proverbio: frase de sabiduría popular de ascendencia bíblica
Lo que hoy se callare/mañana se puede hablar;/mas lo que hoy se hablare/ya no se puede
callar (Don Sem Tob)
refrán: frase de sabiduría popular transmitida oralmente
En boca cerrada no entran moscas
sentencia: frase con sentido doctrinal o moral de tono grave
Tanto monta cortar como desatar (Fernando el Católico)

Tabla 4. Tipología de unidades fraseológicas

A partir de las indicaciones y explicaciones de los diccionarios —


especialmente el Diccionario de modismos (frases y metáforas) de
Caballero y Rubio ([1899] 1942)— recogemos a continuación los tipos de
marcas pragmáticas que se suelen encontrar en los diccionarios para la
explicación de las locuciones y dichos:
1 Marcas de sentido figurado, de anulación del sentido literal:
figuradamente, metafóricamente, metonímicamente, etc.

2 Marcas de registro, actitud y énfasis:


familiarmente, irónicamente, intensificador, etc.

3 Marcas de canal oral y situación comunicativa:


dícese, suele decirse, suele decirlo la persona, dícese con relación a, dícese para indicar,
etc.

4 Antecedentes o presupuestos de la situación comunicativa:


(un individuo que) sacrifica/ha sacrificado lo que tiene, (un individuo) a quien creemos
muy capaz de realizarla o decirla, hacer una cosa que (nosotros) suponemos difícil, etc.

5 Marcas de acto de habla:


en son de protesta, como réplica, revela, de negativa y disconformidad, amenaza, se
reconviene, se usa para advertir, dicho como escarmiento o amenaza, para negarse a, etc.

Analizamos tres ejemplos a continuación (a, b y c) siguiendo estas


marcas (identificadas con los números 1, 2, 3, 4, 5), en los diccionarios
tanto generales, Diccionario Salamanca (1996) y Diccionario de la lengua
española (DLE 2014), como fraseológicos, Caballero y Rubio ([1899]
1942), Varela y Kubarth (1994) y Diccionario fraseológico documentado
del español actual (DFDEA 2004):

(a) Estar curado de espanto/curarse de espanto/curado de espanto


Caballero y Rubio: Familiar y metafóricamente no admirarse ni sorprenderse de una cosa.
Metafórica y familiarmente se dice del que no se sorprende por nada, bien porque lo prevé,
bien porque ya haya pasado de ello.
1 Metafórica
2 y familiarmente
3 se dice del que
4 bien porque lo prevé, bien porque ya haya pasado de ello.
Paráfrasis: no se sorprende por nada

DLE: locs. verbs. coloqs. Ver con impasibilidad, a causa de experiencia o costumbre, desafueros,
males o daños.
1 locs. verbs.
2 coloqs.
4 a causa de experiencia o costumbre,
Paráfrasis: Ver con impasibilidad desafueros, males o daños

Salamanca: familiar, intensificador. Acostumbrado, con experiencia en una cosa, generalmente,


negativa: Con tu hermana está curado de espanto y no le sorprende lo que le diga. Ella me
dijo que no le asustaba el trabajo, que estaba curada de espanto.
2 familiar, intensificador.
4 con experiencia en una cosa, generalmente, negativa
Paráfrasis: Acostumbrado

Varela-Kubarth: (f.) Estar endurecido o curtido (en las adversidades): «Ande, hombre, anímese y
cuéntenos cómo se produjo el crimen con todo detalle; aquí estamos todos ya curados de
espanto».
2 (f.)
Paráfrasis: Estar endurecido o curtido (en las adversidades)

DFDEA: adj Impasible ante cualquier cosa por estar acostumbrado a todo. Gralm con el v estar.
|| V. Montalbán Laberinto 186: Ya estoy curada de espantos ante las burradas que hacen los
hombres de tu edad cuando van de vampiros y creen que chupar sangre joven los rejuvenece.
A. Olano Sab 10.9.66, 5: Marbella se asoma ahora tímidamente entre perpleja y curada de
espanto por la corriente del turismo.
Paráfrasis: Impasible ante cualquier cosa por estar acostumbrado a todo
(b) Arrimar el ascua a su sardina

Caballero y Rubio: Dícese con relación a las personas que, prácticas o positivas, solo atienden a
lo que les conviene más sin pensar ni ocuparse de los demás.
3 Dícese con relación a
4 las personas que, prácticas o positivas,
5 solo atienden a lo que les conviene más
Paráfrasis: Sin pensar ni ocuparse de los demás

DLE: loc. verb. coloq. Aprovechar, para lo que le interesa o importa, la ocasión o coyuntura que
se le ofrece.
1 loc. verb.
2 coloq.
4 la ocasión o coyuntura que se le ofrece.
Valor semántico: Aprovechar, para lo que le interesa e importa

Salamanca: COLOQUIAL. Intentar aprovechar <una persona> una situación en su propio


interés: No seas ingenuo, aquí cada uno arrima el ascua a su sardina. Es difícil ponerse de
acuerdo con él, porque siempre quiere arrimar el ascua a su sardina.
2 COLOQUIAL.
4 <una persona>; una situación
Paráfrasis: Intentar aprovechar... en su propio interés.

Varela-Kubarth: (inf.) Dirigir las cosas en provecho propio: «Al hacer reparto de bienes no se
pusieron de acuerdo, porque cada uno quería arrimar el ascua a su sardina».
2 (inf.) [informal]
Paráfrasis: Dirigir las cosas en provecho propio

DFDEA: v (col) Aprovechar las circunstancias en beneficio propio. || HLV 8.4.74. 14:
Discrepancia total en las opiniones de valencianos y granadinos. Cada cual arrima el ascua a
su sardina.
2 (col)
Paráfrasis: Aprovechar las circunstancias en beneficio propio
(c) Saber lo que es bueno

Salamanca:AMENAZA. Se usa para advertir a una persona de lo que puede ocurrirle por un
hecho que pasa o por algo que realiza. Como te caigas de ahí y te rompas una pierna vas a
saber lo que es bueno.
3 Se usa, [ante una persona]
4 por un hecho que pasa o por algo que realiza
5 AMENAZA
Paráfrasis: Advertir lo que puede ocurrir a una persona

DFDEA: v (col) Conocer el aspecto incómodo o desagradable de algo que a primera vista no lo
era. Frec. en fórmulas de amenaza. || Medio Andrés 138: Ahora verá lo que es bueno, lo que es
quedarse con las propinas de otros, en beneficio de su bote. Delibes Cinco horas 251: Si
trajinaras un poquito, ya verías lo que es bueno. G. Hortelano Momento 215: Nos suprimen y
cada uno a un nuevo destino, a pringar. Ya sabréis lo que es bueno entonces.
2 (col)
5 en fórmulas de amenaza
Paráfrasis: Conocer el aspecto incómodo o desagradable de algo que a primera vista no lo era

La fraseología estudia todo tipo de unidades léxicas complejas


(modismos, idiotismos, enunciados fraseológicos, paremias); la disciplina
específica que se ocupa de los refranes es la paremiología, interrelacionada
en cierto sentido con la lexicología.

8.4. Locuciones adverbiales y conectores discursivos

Una clase idiosincrásica de unidades léxicas pluriverbales de carácter


estable son los conectores discursivos —denominados también enlaces
extraoracionales, marcadores, operadores del discurso o partículas
discursivas—. Como se explica en la NGLE (2009: §30.12), aunque
categorialmente los elementos que pueden desempeñar la función de
marcadores del discurso son muy variados en español (preposiciones y
locuciones prepositivas, conjunciones y locuciones conjuntivas,
interjecciones, verbos), el grupo más numeroso de conectores discursivos es
el compuesto por las locuciones adverbiales: por su parte, por lo tanto,
sobre todo, sin embargo, en conclusión, por consiguiente, en fin, etc. Para
comprender y saber usar estas unidades léxicas pluriverbales es necesario
adoptar una perspectiva de análisis no solo gramatical sino sobre todo
pragmática y discursiva.
Fuentes Rodríguez (2009) en su Diccionario de conectores y operadores
del español distingue entre conectores y operadores, siguiendo un criterio
sintáctico-discursivo:
«Entre las unidades que operan más allá de la oración podemos encontrarnos unas que
actúan como enlaces entre enunciados, los conectores, y otras cuyo ámbito se reduce a un
solo enunciado, los operadores. Para los primeros son necesarios dos miembros. El conector
se sitúa entre ellos aunque tiene ciertas características específicas: puede tener movilidad en
el segundo enunciado, e intercalarse o situarse al final del segundo, seguido de pausa.
Generalmente aparece entre comas y puede combinarse con conjunciones. Presupone siempre
el primer segmento, con lo cual es imposible su aparición al principio del discurso. […]
Los operadores, por su parte, son unidades que se sitúan dentro del enunciado aunque no
tienen ninguna función sintáctica con respecto al verbo de la oración. Afectan a un segmento
de la misma, pero con una función que no apunta al elemento referencial ni introducen un
actante de la acción verbal. Señalan la forma de hablar, de enunciar […] (operador
enunciativo), modalidad o actitud subjetiva del hablante (operador modal); contenidos
relativos a la organización informativa del enunciado: información conocida / nueva,
focalización, elemento esperado o no… (operador informativo); contenidos relativos a la
argumentación: orientación, fuerza o suficiencia argumentativas (operador argumentativo)».

En el siguiente fragmento del relato «Imposibilidad de la memoria» de José María Merino (1989)
se pueden distinguir conectores discursivos (el conector justificativo al fin y al cabo, los
temporales mientras tanto, a continuación) y operadores (el operador argumentativo
intensificador especialmente y el operador modal al fin):
«Aunque Javier se hubiera vuelto tan ajeno, su mera compañía era una distracción. Pero él no
había dejado señas, ni llamaba. Comprendió que, a todo lo demás, se unía un enojo creciente
contra Javier. «Al fin y al cabo, él sabe de sobra que yo regresaba el dieciséis. Podía telefonear».
Mas Javier no telefoneó aquel día, ni al día siguiente, ni al otro. Mientras tanto, y aunque ella
pasaba fuera de casa varias horas, sutiles novedades se incorporaron […].
La noche del sábado recibió una llamada telefónica y se apoderó del aparato con rapidez. Mas
no era Javier, y lo que supo a continuación la llenó de estupor y se convirtió en señal evidente de
que, en su vida, estaba apareciendo progresivamente una sucesión de hechos sin sentido. Al otro
lado del teléfono estaba el socio de Javier, con quien este debía pasar las vacaciones en las islas.
Unas vacaciones que eran también un encuentro de trabajo, para preparar una campaña
publicitaria especialmente importante. Dijo que la llamaba imaginando que ella habría regresado
ya.
—¿Qué quieres? —preguntó ella.
—¿Está contigo Javier? —preguntó, a su vez, el socio.
—¿Conmigo? Yo he llegado hace casi una semana y no sé nada de Javier —repuso ella—.
¿Dónde está?
El socio, tras un titubeo, habló tan rápidamente que ella apenas era capaz de seguirle. Pero al
fin consiguió saber que Javier no estaba en las islas, que no había llegado allí».
José María Merino (1989), «Imposibilidad de la memoria»,
en Son cuentos: el cuento español actual, 1975-1993,
antología de F. Valls (1995), Madrid, Espasa Calpe, págs. 118-119.

Las conjunciones adversativas destacadas en el fragmento de este relato,


aunque, pero, mas, no se consideran marcadores discursivos en sentido
estricto, pues no tienen autonomía prosódica (no se emiten entre pausas),
como sí la tienen las locuciones al fin y al cabo, mientras tanto, a
continuación, por ejemplo. Tampoco las adversativas del texto presentan
movilidad oracional, a diferencia de las locuciones adverbiales
mencionadas, que pueden aparecer al principio, en medio o al final del
enunciado. Estas características prosódicas y sintácticas diferencian una
conjunción de un conector discursivo. De todos modos, el hecho de que
conjunciones como aunque, pero o mas introduzcan un segmento en el
discurso en este ejemplo después de una pausa fuerte (un punto y seguido
en el texto) muestra un uso supraoracional que los emparenta con los
conectores discursivos; en consecuencia, su valor de marcador del discurso,
como hemos comentado, se adquiere en cada empleo particular de estas
unidades, esto es, pragmáticamente. Hay unidades en la lengua (muchas
locuciones adverbiales) que sistemáticamente desempeñan la función de
conector discursivo, mientras que otras pueden actuar en distintos planos,
oracional o supraoracional: cuando enlazan enunciados (segmentos
textuales) ejercen de conectores discursivos.
Las unidades al fin y al cabo, mientras tanto, al fin, a su vez, son
locuciones adverbiales con una estructura ya fijada en el español, y un valor
pragmático también establecido. Este valor pragmático requiere incluirse
todavía en los diccionarios generales; por ejemplo, en el DLE (2014), bajo
la voz fin, se definen del siguiente modo los conectores formados a partir de
este sustantivo:

al fin
1. loc. adv. Por último, después de vencidos todos los obstáculos.

al fin y a la postre, al fin y al cabo, o al fin y al postre


1. locs. advs. al fin.

En el Diccionario de partículas discursivas del español (2008), las


unidades semejantes a estas que tienen entrada son al final, finalmente, por
último y por fin. Recogemos aquí las definiciones que se ofrecen de al final
y por último —equivalencia que el DLE ofrece de al fin—:

al final
Presenta el miembro del discurso en el que aparece como el término de un proceso o de una
situación que se produce después de haber sucedido otros acontecimientos anteriores: […]
Otros usos: puede introducir un miembro del discurso que señala el fin de una situación anterior
que se esperaba que acabase y se muestra alivio ante ese hecho. Lo singular en este caso es que el
desenlace marcado por al final proviene de una situación o proceso implícito (pasaron varias
horas, el avión no llegaba, estábamos preocupados, etc. […]
Registro: Está marcado por su mayor frecuencia en el registro formal de la lengua.

por último
Indica el miembro final dentro de una serie discursiva que es, con frecuencia, el último de una
sucesión temporal. […]
Otros usos: A veces, no expresa sucesión temporal, sino sucesión de razonamientos […]
Registro: Está marcado por su mayor frecuencia en el registro formal de la lengua.

A diferencia de los dos diccionarios anteriores, el diccionario de Fuentes


Rodríguez (2009) sí que incluye en su repertorio el marcador discursivo al
fin y al cabo, con tres valores pragmáticos (según el tipo de conexión, según
la orientación argumentativa, según la actitud y valoración que comunica el
hablante), como tres unidades léxicas con entradas diferentes por su distinto
valor pragmático, distinguidas del siguiente modo:
al fin y al cabo 1: conector justificativo (variantes: Al fin y a la postre, a
(en) fin de cuentas)
al fin y al cabo 2: conector recapitulativo (suele aparecer junto a en fin,
en definitiva)
al fin y al cabo 3: operador argumentativo (suele aparecer con pero)

Los conectores discursivos, pues, se caracterizan por su


plurifuncionalidad, como muestra el ejemplo de al fin y al cabo; una misma
unidad léxica compleja puede usarse con distintos valores en el discurso,
condicionados por la situación de comunicación: hay conectores discursivos
propiamente orales y otros propiamente escritos; otros característicamente
formales y otros informales; unos son propios de las secuencias narrativas
(como los conectores temporales del texto anterior de Merino) y otros
habituales de las secuencias conversacionales (como el marcador al fin y al
cabo). Estos datos son los que conviene que un hablante cultivado conozca.
Son resultado de un proceso de gramaticalización (§6.5), de modo que
pierden su significado léxico para ejercer funciones propias de categorías
gramaticales (como los nexos o partículas de unión): ven modificado, por
tanto, su significado literal, con frecuencia composicional —suma del
significado separado de sus componentes—, y toman un significado de
procesamiento, esto es, de guía del proceso argumentativo y explicativo que
sigue el discurso. Sostienen Loureda y Acín (2010: 45):
la gramaticalización en el caso de los marcadores del discurso no es una excepción de la
gramaticalización tradicional (del léxico a la gramática), sino un camino un poco más
complejo, en el que una unidad idiomática (sistemática) «baja» al nivel del discurso (texto-
unidad si se quiere) y vuelve al sistema de la lengua, pero no al lugar de su homófono
preexistente, sino a otro nivel, el del texto o el supraoracional (texto-nivel).

Por eso, los conectores no marcan una relación sintáctica estructural de


coordinación o subordinación, sino una relación semántico-pragmática
entre los constituyentes que unen o en relación con la situación de
enunciación. Afirman Briz et al. (2008) que son unidades que no presentan
un contenido referencial o denotativo, sino que muestran un significado del
proceso argumentativo: el de guiar las inferencias que se han de efectuar del
conjunto de los dos miembros discursivos que conectan. Estas inferencias
están determinadas por los participantes en la comunicación (sus esquemas
conceptuales, su conocimiento del mundo) y por el contexto: hechos que
pueden presentar algún tipo de conexión lógica para determinados
interlocutores en una determinada situación pueden perfectamente estar
desconectados para otros participantes.
La interpretación pragmática, pues, es la que explica los usos de los
marcadores discursivos, tal y como señala Escandell (1993) en relación con
la conjunción y como nexo discursivo:
El significado convencional de y es el mismo en todas sus apariciones y tiene pocos rasgos
semánticos (aproximadamente los que postulan los lógicos, el de adición); cada una de las
diferentes interpretaciones que obtenemos es consecuencia de nuestro conocimiento del
mundo y del contexto y la situación comunicativa en que se emite el enunciado (Escandell
1993: 191).

Para dar cuenta del significado de y, basta, por tanto, con una caracterización semántica
muy simple, que se ve posteriormente enriquecida con valores dependientes de lo que
sabemos del mundo, del contexto y de la situación (Escandell 1993: 196).

Y tiene también un valor ilativo que puede aparecer en un comienzo para


dar la sensación de continuación, en un uso supraoracional como enlace
discursivo que va más allá del significado de adición.
En este sentido, según Van Dijk (1977), los requisitos semántico-
pragmáticos para que dos unidades puedan conectarse en un texto son los
siguientes:

• Denotar hechos relacionados con alguna situación posible, y con el


mismo tópico discursivo o asunto global del texto. Un enunciado
como *Juan es soltero, por lo tanto, Ámsterdam es la capital de
Holanda no presenta sus unidades relacionadas a pesar del marcador
por lo tanto: falta unidad de tópico.
• Satisfacer ciertas condiciones de ordenación discursiva: hay
elementos simétricos en la linealidad textual (intercambiables, por
tanto) y otros elementos asimétricos (no intercambiables); por
ejemplo en * Tengo sueño y he trabajado toda la noche no se respeta
el orden pragmático esperable, por lo que no es posible la conexión
con la conjunción y.
• Referirse a hechos ligados en mundos relacionados. Por esa razón, un
enunciado como *Soñé que hacía calor, por lo tanto fui a la playa no
es posible, al enlazar dos mundos no relacionados.
• Ser compatibles, esto es, suponer afirmaciones no contradictorias. La
contradicción en un enunciado como *Fuimos a la playa, pero yo me
quedé en casa anula la función conectiva de pero.

Pueden estudiarse distintas clasificaciones de los conectores discursivos


en español (cfr., entre otras, Martín Zorraquino y Portolés 1999; Briz, Pons
y Portolés 2008, Fuentes Rodríguez 2009; Loureda y Acín 2010, entre
otros). Por ejemplo, Loureda y Acín (2010) proponen seguir un criterio
pragmático-textual para clasificar los marcadores del discurso en tres
grandes tipos:

1) los que expresan modalidad textual (modalizadores discursivos; por


ejemplo, desde luego, sin duda, por lo visto, a decir verdad, etc.);
atenúan o intensifican, indican evidencia o fuente, expresan lo
admisible o aceptable;
2) los que sirven de «marcación» (marcadores propiamente dichos;
por ejemplo, sin embargo), ya sea en forma de organización
estructural (por un lado, por otro lado), (re)formulativa (es decir) o
argumentativa (conectores y operadores argumentativos: por lo
tanto, en cambio, en realidad, ni siquiera, etc.);
3) los que gestionan el control conversacional (marcadores de control
del contacto), ya sea a) en la dirección del hablante al oyente (fíjate,
¿me entiendes?, ¿lo ves?) o b) en la dirección contraria, para expresar
la actitud ante la información que al oyente le proporciona el hablante
(¿de verdad?, ¡vaya!, ¿qué (me) dices?, ¡no me digas!).

La NGLE (2009), desde un punto de vista semántico, distingue doce


clases de conectores discursivos adverbiales (cfr. NGLE: §30.13a):

1) aditivos y de precisión o particularización: a decir verdad, además,


aparte, por otro lado, sobre todo, etc.;
2) adversativos y contraargumentativos: ahora bien, por el contrario,
en cambio, eso sí, sin embargo, etc.;
3) concesivos: así y todo, aun así, con todo, en cualquier caso, etc.;
4) consecutivos e ilativos: así pues, en consecuencia, por lo tanto,
pues, etc.;
5) explicativos: a saber, es decir, o sea, etc.;
6) reformuladores: con otras palabras, dicho de otro modo, más
claramente, etc.;
7) ejemplificativos: así por ejemplo, verbigracia, etc.;
8) rectificativos: más bien, mejor dicho, etc.;
9) recapitulativos: a fin de cuentas, así pues, en conclusión, en fin,
total, etc.;
10) de ordenación: a continuación, ante todo, finalmente, primero que
nada, etc.;
11) de apoyo argumentativo: dicho esto, pues bien, etc.;
12) de digresión: a propósito, entre paréntesis, por cierto, etc.

Destaca la gramática académica que es habitual que estos conectores


discursivos adquieran más de un sentido en contextos diversos, esto es, que
pudieran incluirse en más de un tipo según su uso. En definitiva, es
necesario atender al valor pragmático de estas unidades fraseológicas
gramaticalizadas cuando se usan como conectores discursivos, como hemos
mostrado en los ejemplos anteriores.

8.5. Funciones discursivas y léxico: de anclas y cápsulas

No solo las unidades complejas o locuciones gramaticalizadas pueden


desempeñar funciones discursivas de modalidad y de organización
estructural de un texto. También unidades que mantienen su valor léxico
pueden asimismo adquirir valor pragmático, sin haber sufrido ningún
proceso de gramaticalización. Por ejemplo, verbos inacusativos de
existencia o aparición como ocurrir, suceder, existir o resultar desempeñan
con frecuencia la función de presentadores de información nueva o destacan
información (el foco informativo). Otros verbos como destacar, detallar,
especificar, mostrar o sobresalir muestran la relevancia de la información
presentada; o denominan formas de hablar los verbos metalingüísticos o
«verba dicendi», como decir, afirmar, asegurar, explicar, referir, etc.

En el siguiente fragmento de Una comedia ligera de Eduardo Mendoza (1996) se ilustra el valor
textual con que pueden ser usados los denominados verbos de comunicación o metalingüísticos:
«Poveda vivía en un edificio antiguo, de balcones estrechos, con la fachada cubierta de hollín.
En la garita de la portera dormía un gato tiñoso sobre la silla vacía. Prullàs subió a pie y tocó el
timbre. Dentro se oyó una voz conocida: ¡Ya voy yo, mama!
La puerta se abrió una rendija y Poveda dio un respingo. ¡Don Carlos! Poveda, he de hablar
con usted y no sabía cómo localizarlo, dijo Prullàs, ¿puedo pasar? Por el pasillo venía una mujer
diminuta tanteando las paredes con los brazos extendidos. ¿Hijo, quién llamaba? Un amigo,
mama, no se preocupe, respondió Poveda con voz temblona. La mujer había llegado al recibidor
y palpaba el aire buscando a su hijo. ¿Que no le dices de pasar? Sí, mama, ahora mismo se lo
estaba diciendo, repuso Poveda; y a Prullàs, en tono de disculpa: Como usted bien sabe, mi
madre adolece de una leve ceguera total. Lo siento, dijo Prullàs. Oh, no sabe usted lo bien que se
espabila, ¿oi, mama? Mi hijo nunca trae amigos en casa, repuso la ciega en tono lamentoso; se
conoce que le hace vergüenza tener una madre inválida. ¡Mama, por Dios, qué cosas de decir!
murmuró Poveda con más dolor que enfado».
Eduardo Mendoza (1996), Una comedia ligera,
Barcelona, Seix-Barral, págs. 289-290.
Con expresiones del castellano popularmente hablado en Cataluña, Mendoza señala las
intervenciones del interlocutor que acude a una casa ajena, Carlos Prullàs, con el verbo más
hiperonímico de la serie: el verbo decir. En cambio, las reacciones de su interlocutor, Poveda, se
marcan con verbos más específicos semánticamente: respondió Poveda, repuso Poveda, murmuró
Poveda; también las de su madre (repuso la ciega). Se marcan de ese modo las intervenciones de
la conversación diferenciando entre turnos más iniciativos (dijo) y turnos más reactivos
(respondió, repuso). Es una forma de vertebrar textualmente la conversación presentada con
unidades léxicas que traban el discurso.

En trabajos clásicos de lexicología (cf. Winter 1978), y también en la


lingüística del texto, se han caracterizado algunas palabras como marcas
explícitas de conexión textual. Verbos como responder o reponer, por
ejemplo, en el texto anterior tienen en común el hecho de contribuir a
organizar el discurso reproducido en términos de acción-reacción lingüística
y en términos de tema (información dada) y rema (información nueva) con
el que el discurso avanza. Pueden considerarse, por tanto, conectores
léxicos —no gramaticales, como los descritos en §8.4, pues las unidades
que ahora abordamos conservan su contenido léxico—. Constituyen verbos
de este tipo (decir, responder, reponer) anclajes discursivos que se utilizan
en el nivel textual para ir encadenando la información dada con la nueva.

8.5.1. ANCLAJES LÉXICOS

El vocabulario, por tanto, sirve de apoyo —a modo de anclas— para


escribir textos, también para la comunicación oral. Esta función de las
palabras como anclajes léxicos ayuda a organizar el contenido de un texto,
a destacar sus partes y también a poner de relieve la información que se
considera relevante. Santos Río (2003) en su Diccionario de partículas
recoge algunos verbos por su empleo como «partículas», esto es, como
palabras directa o indirectamente relacionadas con la organización
discursiva; por ejemplo, incluye estructuras del tipo sucedió que como
introductor narrativo para hechos del pasado remoto; o resulta que como
introductor de informaciones, sean de carácter neutral (—¿Qué pasa? —
Resulta que acaban de llegar los bomberos para hacer un ejercicio de
prueba y no hay agua en la toma) o lleven marca de antiexpectativa (Tanto
que se quejaban y resulta que tenían más dinero que nosotros. […]).

El siguiente texto de Muñoz Molina titulado «La serpiente y el miedo» muestra la función de
anclaje que desempeña el verbo resultar en los tres primeros párrafos del texto, siempre
precedido de la adversativa pero. Se logra de este modo vertebrar el texto entre las hipótesis
antiguas y las nuevas, entre la argumentación y la contraargumentación:

La serpiente y el miedo
Un estudio reciente muestra que no todos los primates temen tanto a las serpientes como
los chimpancés o como nosotros, los humanos. Ese pánico ancestral ha sido clave para
desarrollar nuestra agudeza visual.
«Y pondré eterna discordia entre tu linaje y el suyo», le dice el Dios terrible del Génesis a la
serpiente tentadora por cuya mediación fueron Adán y Eva expulsados del Paraíso. La serpiente
es uno de los animales simbólicos más decisivos en nuestra tradición religiosa y más
profundamente aún, en nuestro inconsciente colectivo, pero ahora resulta que puede serlo
también en nuestra evolución como especie. ¿Por qué tantos de nosotros sentimos un rechazo tan
instintivo hacia las serpientes, un miedo tan irracional y poderoso? En un estudio reciente, la
antropóloga Lynn Isbell relata el experimento casual que un par de biólogos británicos observaron
a principios del siglo XX: en una sala de un zoológico en la que había jaulas con las tres
variedades de monos que existen en el mundo —los de África y Asia, los monos de América y los
lemures de la isla de Madagascar— fue depositado temporalmente un terrario con serpientes
venenosas. Lo que ocurrió entonces fue tan llamativo que los biólogos lo consignaron en un
informe: los lemures de Madagascar mostraron una perfecta indiferencia hacia las serpientes; los
monos de América del Sur las observaron con curiosidad, pero sin mucho nerviosismo; pero los
monos africanos y asiáticos parecieron enloquecer de pánico: chillaban, se encogían buscando
refugio en los rincones de las jaulas, se golpeaban las cabezas contra los barrotes.
En Madagascar, observa Lynn Isbell, no hay serpientes venenosas. Pero es que además, de todos
los primates, los lemures de Madagascar son los que tienen el sistema visual menos desarrollado.
Los primates con una capacidad de visión más aguda —nosotros, entre ellos— son también,
somos, los que han vivido más cerca de las serpientes venenosas. ¿Y si nuestros ojos hubieran
evolucionado tanto precisamente para distinguirlas? Nada nos despierta tanto la atención como el
miedo al peligro; pero resulta que entre los primates los mecanismos cerebrales de reacción ante
el peligro están más estrechamente vinculados al sentido de la vista que entre ningún otro grupo
no ya de mamíferos, sino incluso de vertebrados. Tenemos un oído mediocre y un olfato
rudimentario, pero nuestras pupilas y nuestro cerebro nos permiten ver el mundo con un lujo
inaccesible para la mayor parte del reino animal: los colores más vibrantes, los detalles más
perfilados y sutiles, los grados más diversos de profundidad.
Durante mucho tiempo se argumentó que esa agudeza era necesaria para nuestros antepasados y
nuestros primos que debían moverse entre las densas copas de los árboles: pero así se mueven
también las ardillas y su visión es mucho más pobre que la nuestra. Necesitábamos unos ojos
capaces de guiar las manos en la tarea de recolectar frutos y de agarrar ramas; pero resulta, según
estudios recientes, que la parte del cerebro de los primates relacionada con el sistema visual que
más se ha expandido a lo largo de la evolución no es la especializada en recoger y agarrar, sino la
que sirve para distinguir más agudamente entre las cosas cercanas y el fondo y para encontrar
objetos o presencias camufladas.
Dejo un momento de escribir y miro a mi alrededor, me asomo a la ventana por la que entra una
luz matinal teñida suavemente por los verdes de la vegetación. En la rama curva y delgada de un
magnolio se mece una tórtola. El peso de un gorrión apenas dobla un tallo joven de bambú que
oscila movido por una brisa tenue. Contra el fondo de las hojas anchas de una higuera, y a unos
diez metros de distancia, distingo perfectamente la forma móvil y menuda de otro gorrión. La
belleza cotidiana del mundo «entra por los ojos», según el dicho común. Pero el mundo no es
como los ojos me lo muestran: el que ve mi perro es visualmente mucho más borroso, pero su
riqueza de sonidos y olores a mí me resulta inaccesible. Pero si sobre la tierra umbría, oscura por
el riego, cubierta de hierba y de hojas caídas, se moviera una serpiente venenosa, mis ojos la
verían instantáneamente, con una agudeza excitada por una señal de alarma mucho más antigua
que la memoria de mi especie, provocando en mí una reacción de miedo idéntica a la de un
chimpancé: un miedo tan poderoso que durante decenas de millones de años fue modelando el
cerebro, los globos oculares, las conexiones nerviosas de generaciones de primates, habitantes de
bosques y sabanas en los que la serpiente insinuaba su presencia igual que en el paraíso terrenal
del Génesis.
Antonio Muñoz Molina, Muy interesante,
Las dos culturas, 1 de noviembre de 2006.

Podemos detenernos en verbos muy próximos semánticamente como


distinguir y diferenciar, que se han especializado en el discurso en marcar
la estructura del texto. Uno de sus usos frecuentes es el de introducir un
nuevo contenido en el texto —que sintácticamente es su complemento
directo: distinguimos tres tipos de fenómenos, por ejemplo— que se
despliega en el discurso siguiente en varios subtemas o partes. De esta
forma el verbo cumple la función de organizar la exposición que sigue. En
este patrón de uso, el verbo va precedido con mucha frecuencia de un
complemento locativo (entendido locativo en un sentido amplio: en
geología diferenciamos tres tipos de fenómenos, por ejemplo). Debe
destacarse también que en estas construcciones los verbos que actúan como
predicados principales de la oración (distinguir y diferenciar) están a
menudo modificados por expresiones del tipo hay que, cabe, se debe,
conviene, se puede (distinguir / diferenciar). El valor semántico que tienen
estos verbos en estos usos es el que corresponde a la acepción ‘considerar
varias cosas separadamente’, ya definida en los diccionarios de lengua. Sin
embargo, su función como organizadores textuales es igualmente relevante,
puesto que se emplean para «marcar» la estructura de subtematización del
discurso que avanza.
Otros ejemplos de verbos «anclas» son, entre otros muchos, los verbos
presentar y concluir, que contribuyen a estructurar el contenido de un texto;
comparar, contrastar, oponer, que establecen relaciones de comparación y
contraste; destacar, detallar, especificar, mostrar, sobresalir, que muestran
la relevancia de la información presentada; los verbos de comunicación que
hemos destacado antes, etc. Son todos ellos predicados que se utilizan para
establecer relaciones no solo a nivel oracional sino también supraoracional
o textual.

8.5.2. ENCAPSULADORES

Del mismo modo, con una función discursiva, se utilizan nombres


abstractos e inespecíficos como hecho, cosa, elemento, asunto o tema, o
semitérminos (Blaisten et al. 1998, Scott 2001) como razón, motivo,
problema o resultado, que contribuyen a señalar las partes en que se
estructura un discurso. Han sido denominados también sustantivos
encapsuladores (Ribera 2016; shell nouns en inglés, Schmid 2000) o
rotuladores (Muñoz 2013), etiquetas discursivas (López Samaniego
2014), pues recogen información de fragmentos discursivos previos para
caracterizarlos semánticamente (veáse más arriba la anáfora difusa, §8.2):
señalan así al lector cómo interpretar (como problema, solución,
sugerencia, etc.) las distintas partes del discurso. En los textos científicos,
es muy clara esta capacidad «etiquetadora» y caracterizadora de estos
sustantivos encapsuladores o rotuladores, que muestran al mismo tiempo
qué etapas se siguen en el quehacer científico (problema, cuestión, método,
causa, consecuencia, resultado, discusión, conclusión) y cómo se valora
este quehacer (hallazgo, descubrimiento, solución, etc.).

Podemos observar esta capacidad de síntesis y conexión en el siguiente ejemplo:


«El peligro de que los estudios hereditarios puedan ser utilizados con intenciones políticas no
es producto de la imaginación de aquellos que ven con ojos críticos estas investigaciones. […]
El gran problema es, sin embargo, que existen serias dudas sobre el rigor, científico,
metodológico, de muchas de las investigaciones que se presentan como concluyentes».
José M.ª Sánchez Ron (1995), La ciencia, su estructura y su futuro,
Madrid, Debate, págs. 67-68.

Los sustantivos problema, resultado, función, estructura, sistema,


unidad, relación, motivo o consecuencia se denominan además
semitérminos porque son nombres que se usan en el lenguaje cotidiano
pero pueden al mismo tiempo adoptar un valor terminológico en textos
especializados: dependiendo del ámbito científico o técnico, adquieren
distintos valores semánticos (no es lo mismo una estructura en biología que
una estructura en gramática); en esos contextos específicos, contribuyen a
transmitir conocimiento. Aprender qué tipo de conocimiento transmiten es
aprender los fundamentos de cada disciplina.
Conviene, en conclusión, relacionar léxico y discurso, de modo que
puedan comprenderse —y utilizarse adecuadamente— las funciones
discursivas que desempeñan determinadas palabras en la cohesión de un
texto: estas funciones suelen utilizarse en estructuras sintácticas que
presentan un grado elevado de fijación. Así pues, el empleo de estas
unidades en el discurso requiere no solo del conocimiento de su significado
y de algunos aspectos sobre su morfosintaxis —información que se suele
hallar en los diccionarios de lengua—, sino que además es necesario
conocer la función que estas unidades desempeñan en el discurso y el
patrón lexicogramatical con que esta función se actualiza.

8.6. Juegos de palabras de base pragmática: humor e ironía

Terminamos este capítulo sobre léxico y pragmática con una reflexión


sobre juegos de palabras de base pragmática. Desde el humor a la ironía
puede establecerse una gradación según el efecto pragmático provocado:
distanciamiento > broma > burla > ridiculización > ironía > sátira >
sarcasmo designan conceptos que se sitúan en un continuo que va desde lo
más inocuo a lo más dañino; como campo semántico, son palabras que
comparten el significado de destacar los aspectos sobre los que se puede
mostrar una valoración no convencional de algo o de alguien, ajenos o
propios. Cómo se interpreta la gracia en el humor, o la burla, es cuestión
pragmática. Un enunciado humorístico requiere un mayor esfuerzo de
interpretación que un enunciado «serio», porque los interlocutores tienen
que orientar el sentido de lo dicho no hacia el significado establecido
(socializado) de las palabras, convencional y codificado, sino hacia otros
sentidos nuevos que requieren activar otros marcos de conocimiento y otras
posibilidades léxicas, como ilustramos a continuación con las frases hechas.

Muchos chistes juegan con las unidades fraseológicas, para deshacer su significado literal, como
los siguientes diálogos de los humoristas Tip y Coll:

C. Y el caso es que lo tenía en la punta de la lengua. Pero se me debe de haber caído.


T. Claro que me molesta, lo que pasa es que yo no le doy tres cuartos al pregonero.
C. ¿Por qué?
T. Porque se los gasta en vino.
T. ¿Y qué, le gusta a usted el hotel?
C. No es que sea una cosa del otro mundo, pero no está mal.
T. Es que los hoteles del otro mundo son otra cosa. En realidad son cementerios.
T. ¿Y qué hago yo ahora, viuda y sin tener dónde caerme muerta?
C. ¿Y para qué te quieres caer muerta?
T. Porque si me caigo viva, me hago un daño horrible.
T. Detesto los libros. Porque recuerdo que una vez compré uno y me dejó tan mal sabor de
boca...
C. ¿Alguna tragedia?
T. No sé lo que era. Que me lo comí y sabía a rayos.

El esfuerzo mayor que supone entender un texto humorístico queda


compensado por la diversión, la superación o complicidad que el humor
provoca en la comunicación (Yus 1995). Se requiere, además, una
perspectiva distanciada para poder identificar las posibilidades que una
frase hecha o una palabra tiene, poder jugar con ellas e invitar a ese juego a
los otros. El humor es también una forma de rebelión contra las
convenciones sociales y las conductas aceptadas sin discusión, de los
grupos de poder tal y como puso de manifiesto Bajtín ([1968] 1987) acerca
del humor carnavalesco.
Con esta intención, para ofrecer un punto de vista distinto, irreverente y
crítico, en el humor se rompen muchas colocaciones (cfr. §5) o unidades
sintáctico-semánticas establecidas. Así lo hace el grupo argentino de humor
Les Luthiers en las siguientes frases:

No soy un completo inútil. Por lo menos sirvo de mal ejemplo.


Hay dos palabras que te abrirán muchas puertas: tire y empuje.
Tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria.
Pez que lucha contra la corriente muere electrocutado
25 frases imperdibles de Les Luthiers
(<http://www.eldeber.com.bo/escenas/El-humor-de-Les-Luthiers-en-25-frases-
imperdibles-20170510-0036.html>)
El chiste en estos enunciados consiste en poner en entredicho la asociación habitual entre varias
palabras: completo inútil, abrir puertas, conciencia limpia, luchar contra corriente son
combinaciones tan gastadas que pierden el sentido que la broma revela al romper la solidaridad
léxica fijada por el uso.

También se juega en el humor con deshacer sentencias y refranes:

Dime con quién andas y te diré si voy contigo


Todo tiempo pasado fue anterior.
La pereza es la madre de todos los vicios, y como madre hay que respetarla.
25 frases imperdibles de Les Luthiers
Si quien lee o escucha estas frases no reconoce lo idiomático, lo fijado de la expresión con la que
se juega, el humor no se da. Hay siempre, por tanto, en los textos humorísticos, «ecos» (en
términos de Reyes 1994) de lo ya dicho, esto es, discurso repetido que es necesario conocer para
compartir: dime con quién andas…; todo tiempo pasado…; etc. Esta repetición —automatizada,
inconsciente— es la que también se cuestiona: como antídoto al tópico se ofrece la broma, que
llevada hasta sus últimas consecuencias se aplica al propio humorista:
El ego es ese pequeño argentino que todos llevamos adentro.
25 frases imperdibles de Les Luthiers

En cuanto a la ironía léxica, hay palabras con ironía codificada, recogida


en los diccionarios; ejemplos del DLE (2014) son estos:

boca de verdades. f. irón. Persona que miente mucho.


ciencia infusa. 2. f. Saber no adquirido mediante el estudio. U. m. en
sent. irón.
dama. 6. f. irón. concubina.
dichoso, sa. 3. adj. irón. Desventurado, malhadado.
dictablanda. f. irón. Dictadura poco rigurosa en comparación con otra.
friolera. f. irón. Gran cantidad de algo, especialmente de dinero.
lindeza . f. pl. irón. Insultos o improperios.
no hacer ascos a algo.1. fr. irón. coloq. Aceptarlo de buena gana.

Para saber si una palabra, como dama, se emplea con sentido irónico en
un discurso es necesario desvelar la polifonía. La ironía se intepreta como
una cita impícita (Reyes 1994) porque el hablante repite o se hace eco de
una palabra ajena, que proviene de un enunciado inmediato o de un lugar
común, palabra que no sostiene. Esto es, en los ecos con intención irónica el
emisor no asume las palabras que enuncia: las atribuye a un enunciador
absurdo del que se distancia. Este desdoblamiento discursivo se identifica al
contrastar lo que se comenta y la situación: dama aplicado a una mujer que
trabaja en un burdel es una incongruencia, una contradicción, una
disonancia cognitiva, lo que conduce a realizar una interpretación de lo
implícito que obliga a entender otra cosa distinta a lo dicho literalmente.
Así lo explica Reyes (1994: 56):
Donde hay ironía hay desdoblamiento del locutor. En ese desdoblamiento, el listo habla
con las palabras del tonto, pero distanciándose de ellas y mostrando su actitud ante esas
palabras y ante la situación a la que tan mal se aplican. Mientras el que dice algo en serio lo
asume, se hace responsable de su afirmación, el que dice algo irónicamente se desdobla:
achaca esa afirmación (y, con ella, ese punto de vista) a un ser ficticio, a un «alter ego»
ridículo. Por lo general ese «alter ego» se parece mucho a personas reales, que quedan, así,
ridiculizadas.

Se repiten, pues, unas palabras ya dichas, de las que el locutor irónico no


se responsabiliza, para deformarlas, exagerarlas o modificarlas
burlonamente, con la intención de mostrar una actitud negativa ante esas
palabras o hacia quien las ha pronunciado. No es del todo exacto, por tanto,
que la ironía exprese lo contrario de lo que se dice. Con la ironía se afirma
otra cosa, generalmente contrastante, opuesta, distinta, pero no siempre
contraria, como quiere la definición tradicional. En este sentido, es mucho
más lo dicho que lo no dicho en la ironía:
En cada situación de comunicación, la ironía puede «levantar» una cantidad de
proposiciones implicadas que no es posible predecir, porque dependen de los conocimientos
compartidos por los hablantes, conocimientos sobre el mundo y sobre ellos mismos. Pero lo
más interesante es que, si le preguntáramos al emisor qué es lo que quiso decir con su
enunciado irónico, probablemente dudaría, y, en todo caso, se vería obligado a construir un
pequeño discurso, que incluiría, posiblemente, algunas de las proposiciones que imaginamos
y quizás otras. Las ironías transmiten una gama muy amplia de implicaciones, algunas
bastantes vagas aun para el autor de la ironía. Si asertáramos directa y rectamente, el
significado sería más nítido, y más limitado (Reyes 1994: 54).

Ya el filósofo Jankélévitch destacaba con gran precisión en su ensayo La


ironía ([1964] 1982) el estímulo interpretativo que supone el juego irónico:
la ironía no quiere ser creída, sino comprendida. O sea, «interpretada». La ironía no nos hace
creer lo que dice, sino lo que piensa; sabe guiarnos muy bien para que creamos lo que insinúa
o da a entender; por entregada que esté a sus simulaciones, nunca deja de indicarnos dónde
está el buen camino y hace todo lo necesario para que sus criptogramas nos resulten
transparentes. ¡Que sepamos o no aprovecharlo, eso ya es cosa nuestra! (Jankélévitch [1964]
1982: 55-56).

El siguiente texto de Monterroso, «Los cuervos bien criados», juega con


la ironía, en los dos planos, léxico y discursivo:

«Cerca del Bosque de Chapultepec vivió hace tiempo un hombre que se enriqueció y se hizo
famoso criando Cuervos para los mejores parques zoológicos del país y del mundo* y los cuales
resultaron tan excelentes que a la vuelta de algunas generaciones y a fuerza de buena voluntad y
perseverancia ya no intentaban sacar los ojos a su criador sino que por lo contrario se
especializaron en sacárselos a los mirones que sin falta y dando muestras del peor gusto repetían
delante de ellos la vulgaridad de que no había que criar Cuervos porque le sacaban a uno los
ojos».
(*La falta de puntuación es del original)
Augusto Monterroso (1983), La oveja negra y demás fábulas,
Barcelona, Anagrama, 1994, pág. 89.
La ironía léxica se basa en la ruptura del sentido del refrán cría cuervos y te sacarán los ojos; la
discursiva en la ruptura de expectativas de la historia que se cuenta: la de la «buena» crianza de
unos cuervos para que acaben solamente con los que recuerdan el dicho tan extendido…, de tan
repetido tildado de «vulgaridad», muestra del «peor gusto».

Se trata, pues, de atender a la interacción cómplice que la ironía


propone. Es esta función dialógica precisamente lo que distingue la ironía
de la mentira, la simpatía irónica de la malicia engañosa, y la que provoca
su encanto, en palabras de Jankélévitch ([1964] 1982: 59-60).
Se logra la identificación de este modo, al usar clichés o frases
habituales si se trata de ridiculizar a un grupo. No es necesario reconocer el
grupo ridiculizado para que la ironía se pueda interpretar, pues no siempre
se trata de un grupo real sino que puede ser meramente posible. La ironía
puede ser un eco de una expresión característica de una persona o de un
grupo, pero también puede ser una expresión solamente atribuida como
posible:
Las personas reales o posibles que son iguales al locutor ingenuo (y que no es necesario
identificar) no son solamente terceros: el doble ridículo del ironista puede ser idéntico al
propio ironista, en la antironía, o al interlocutor, en lo que suele llamarse sarcasmo (Reyes
1994: 57).

Según Hidalgo e Iglesias (2009), el enunciado irónico se percibe y recibe


como humorístico en función de varios factores: a menor gravedad de la
crítica y mayor comunidad ideológica, cultural y afectiva entre los
interlocutores, mayor será el humor que provoca la ironía:
Y así como hay chistes sin gracia, puede haber ironías que no resulten humorísticas para el
destinatario. En ese caso, lo que pasa a primer plano es la agresividad de la crítica y si víctima
y destinatario coinciden puede llegar a considerarse un ataque verbal despiadado por el
distanciamiento que supone el uso de la ironía (el humor entonces pasa a considerarse burla,
ridiculización y desprecio) (Hidalgo e Iglesias 2009: 448).
Tanto el humor como la ironía se basan en lo inesperado, en la ruptura de
expectativas, en el cambio de interpretación del sentido más previsible en la
situación dada. En el discurso oral la intención humorística e irónica se
destaca con recursos multimodales, como los gestos, las miradas, las
posturas o la prosodia, no solo con palabras. En el diálogo siguiente se
puede observar uno de estos recursos orales y para que se advierta algunos
verbos van subrayados en el original de la novela:

—¿Sabes que para comer estos cucuruchos de bígaros hay que tener tres manos? Mucha gente
de por aquí las tiene, pero vienen a comerlos de noche porque les da vergüenza.
—No es para menos —dice Paula, riendo, y esconde un segundo su cabeza en el hombro de
Chéspir—. Deberías ser un poeta gracioso. O sea, no un poeta, sino un poeta gracioso.
—Espero que quieras decir satírico —contesta Chéspir.
—Si quisiera decir satírico, diría satírico.
—Está bien, está bien, solo te pido que no subrayes las palabras como si fueras una novela
inglesa.
José M. Guelbenzu (1977), La noche en casa, Alianza, Madrid, págs. 42-43.

En el discurso escrito, la linealidad obliga a un proceso de reasignación


de significados, inferidos sobre todo por el contexto lingüístico (por lo
dicho antes y después en el discurso) y el contraste entre literalidad y no
literalidad. En los chistes, las anécdotas, la caricatura o la propia ironía se
emplean palabras con esta intención pragmática:

—¡Cariño, te veo mejor!


—Pues estoy más gorda.
—Pues eso, que te veo mejor...
—¿Tú en qué trabajas?
—Soy inventor: la rueda, la penicilina, la radio...
—¡Eso es mentira!
—Ya ves, me lo he inventado todo.
En estos chistes el verbo ver y el sustantivo inventor adquieren distintas acepciones por su
asociación con determinadas palabras en el discurso, de tal modo que es necesario ‘corregir’ el
sentido que se les atribuye al inicio del intercambio —el propio del cotexto en que se emplean—
para reasignarles otra interpretación más acorde con el nuevo contexto lingüístico en el que se
usan, por su relación con otras palabras.

***
Conclusiones: ideas clave

En este capítulo hemos abordado la información que albergan las


palabras por su uso con una intención, en un contexto y cultura
determinados. Al hablar actuamos, y esas acciones verbales afectan a
nuestro interlocutor, cuya reacción tanto más coincidirá con nuestra
intención cuanto más conocimiento social y del mundo se comparta al usar
las palabras. Sobre esa base cultural se construyen las unidades
fraseológicas, cuyos componentes acaban fijados, idiomatizados en la
lengua, por tradición en el uso y repetición. Los chistes y la ironía asientan
su interpretación humorística precisamente en la ruptura de esta fijación
idiomática compartida por los interlocutores.
Además, gracias a su capacidad cohesiva las palabras desempeñan un
papel fundamental en la construcción del discurso. Las lenguas disponen de
unidades léxicas especializadas en la recuperación de referentes dentro del
texto, las anáforas, pero también fuera del texto, los deícticos. Con las
catáforas y anáforas se destaca la linealidad discursiva; en el sistema
lingüístico, pronombres y proformas léxicas están especializados en esta
función. De todos modos, muchas unidades léxicas (verbos, sustantivos
plenos) pueden trabar también discurso como lo hacen los conectores
gramaticales: son las palabras que aquí hemos denominado, en el nivel
textual, anclajes y encapsuladores léxicos.
La deixis, por su parte, señala en un texto quién produce el discurso,
para quién, dónde y cuándo, elementos pragmáticos básicos para que las
palabras se puedan entender como actos de habla en todas sus dimensiones
(locutiva, ilocutiva y perlocutiva) y la comunicación sea, por tanto, posible.

Obras consultadas: para saber más

AUSTIN, John, L. ([1962] 1982), Cómo hacer cosas con palabras,


Barcelona, Paidós, 1.ª ed. en inglés, How to do things with words,
Oxford, The Clarendon Press, trad. española de Genaro R. Carrió y
Eduardo A. Rabossi.
BÜHLER, Karl (1934), Teoría del lenguaje, Madrid, Alianza, 1979.
JOHANSSON, Stig (2011), «Corpus, lexis, discourse: A tribute to John
Sinclair», en The Phraseological View of Language. A tribute to John
Sinclair, en Thomas HERBST, Susen FAULHABER y Peter UHRIG (eds.),
Berlín, Mouton de Gruyter, págs. 17-26.
REYES, Graciela (1994), Los procedimientos de cita: citas encubiertas y
ecos, Madrid, Arco Libros.
SCHMID, H.-J. (2000), English Abstract Nouns as Conceptual Shells.
From Corpus to Cognition, Berlín, Mouton De Gruyter.
VAN DIJK, Teun (1977), Texto y contexto, Madrid, Cátedra, 1980.

Sobre ironía:

BOOTH, Wayne C. (1989), Retórica de la ironía, versión castellana de


Jesús Fernández Zulaica y Aurelio Martínez Benito, Madrid, Taurus.
RUIZ GURILLO, Leonor y M. Belén ALVARADO ORTEGA (2013), Irony and
humor: from pragmatics to discourse, Berna, John Benjamins.
ACTIVIDADES PARA LA REFLEXIÓN DEL CAPÍTULO 8

I) Interpretación de un texto

1. Ofrezca una traducción «literal» de las reflexiones recogidas en el


primer párrafo del siguiente texto de Mario Benedetti. Puede
consultar la obra de José Mª Iribarren (1994), El porqué de los
dichos: sentido, origen y anécdota de los dichos, modismos y frases
proverbiales de España con otras muchas curiosidades, Pamplona,
Gobierno de Navarra, Departamento de Educación y Cultura, 6.ª ed.
2. Identifique los dichos y locuciones en el texto, a partir de la
bibliografía de referencia.

DON RAFAEL (Dios mediante)


Cerrar los ojos. Cómo quisiera cerrar los ojos y empezar de nuevo y abrirlos después con la
tardía lucidez que traen los años pero con la vitalidad que ya no tengo. Dios da pan al que no
tiene dientes, pero antes, mucho antes, le dio hambruna al que los tenía. Linda trampa la de Dios.
Después de todo, los refranes populares son algo así como un curriculum divino. Se armó la de
Dios es Cristo: virulencia y furia. Dios los cría y ellos se juntan: conspiración y acoso. Dar a Dios
lo que es de Dios y al César lo que es del César: repartija y prorrateo. Como Dios manda:
prepotencia e imperio. Dios pasó de largo: indiferencia y menosprecio. A Dios rogando y con el
mazo dando: parapoliciales, paramilitares, escuadrones de la muerte, etc. Cuando Dios quiera:
poder omnímodo. Dios nos libre y nos guarde: neocolonialismo. Dios castiga sin palo ni piedra:
tortura subliminal. Vaya con Dios: malas compañías.
Mario Benedetti (1982), Primavera con una esquina rota,
Barcelona, RBA, 1993, pág. 62.

II) Ejercicio sobre conectores discursivos

Después de plantear las necesarias reglas que han tenido que establecer los deportes de lucha y
que han llevado a hacerlos poco creíbles:
«En conclusión que todo el imprevisible e inexorable desarrollo en que hubo de desplegarse,
como un germen larvado en sus entrañas, aquella primitiva transacción se derivó del hecho de
que, aceptada la restricción impuesta por la mezquina conspiración de los atletas y recusado por
estos, a la vez, aquel único criterio capaz de darle la vigencia de una regla operante y efectiva, el
carácter forzosamente simulado que, con respecto a los potenciales musculares realmente
disponibles, había de cobrar entonces la curva de incremento del esfuerzo puesto en juego, al
inhibir, de modo inevitable, la voluntad de victoria de ambos contendientes y hacer, por ende,
igualmente ficticia la producción de un ganador y un perdedor, venía a convertir la lucha misma
en una total simulación. Para la lucha en cuanto lucha esto era, desde luego, sin más ni más, el
fin; para el negocio, sin embargo, tal vez podría encontrarse todavía alguna fórmula, por precaria
que fuese, de supervivencia. […] Alguien, no obstante, supo encontrar en ella la vislumbre de un
alba luminosa; pues, en efecto, ¿cuál era la lección que cabía sacar de un fracaso semejante? Si el
éxito es el reverso del fracaso, la lección no podía ser más que una: ¡Darle la vuelta! No ya tratar
de esconder a los ojos del público el carácter simulado del encuentro, sino precisamente todo lo
contrario: hacérselo totalmente patente y manifiesto. Había nacido el catch».
Rafael Sánchez Ferlosio (1974), Las semanas del jardín,
Madrid, Alianza, págs. 48-49.

Pueden consultarse las siguientes obras de referencia:

BRIZ, Antonio, Salvador PONS BORDERÍA y José PORTOLÉS (coords.)


(2008), Diccionario de partículas discursivas del español. En línea:
<www.dpde.es>.
FUENTES RODRÍGUEZ, Catalina (2009), Diccionario de conectores y
operadores del español, Madrid, Arco Libros.
MARTÍN ZORRAQUINO, M.ª Antonia y José PORTOLÉS (1999), «Los
marcadores del discurso», en I. Bosque y V. Demonte (dirs.),
Gramática descriptiva de la lengua española, Madrid, Espasa Calpe,
capítulo 63, págs. 4051-4082;
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2009), Nueva gramática de la lengua
española, capítulo 30, págs. 2355-2370.

III) Los refranes en El Quijote

Consúltese el refranero multilingüe del Centro Virtual Cervantes


(<https://cvc.cervantes.es/lengua/refranero/>) para detallar las marcas
pragmáticas de los refranes que se emplean en el siguiente fragmento del
Quijote. Trate de explicar también algún enunciado fraseológico de los
utilizados por Sancho con los cinco tipos de marcas del esquema propuesto
en este capítulo y pedir una paráfrasis.
—¡Ah pecador de mí —respondió don Quijote—, y qué mal parece en los gobernadores el no
saber leer ni escribir! Porque has de saber, ¡oh Sancho!, que no saber un hombre leer o ser zurdo
arguye una de dos cosas: o que fue hijo de padres demasiado de humildes y bajos, o él tan
travieso y malo, que no pudo entrar en él el buen uso ni la buena doctrina. Gran falta es la que
llevas contigo, y, así, querría que aprendieses a firmar siquiera.
—Bien sé firmar mi nombre —respondió Sancho—, que cuando fui prioste en mi lugar
aprendí a hacer unas letras como de marca de fardo, que decían que decía mi nombre; cuanto más
que fingiré que tengo tullida la mano derecha y haré que firme otro por mí, que para todo hay
remedio, si no es para la muerte, y teniendo yo el mando y el palo, haré lo que quisiere, cuanto
más que el que tiene el padre alcalde... Y siendo yo gobernador, que es más que ser alcalde,
¡llegaos, que la dejan ver! No, sino popen y calóñenme, que vendrán por lana y volverán
trasquilados, y a quien Dios quiere bien, la casa le sabe, y las necedades del rico por sentencias
pasan en el mundo, y siéndolo yo, siendo gobernador y juntamente liberal, como lo pienso ser, no
habrá falta que se me parezca. No, sino haceos miel, y paparos han moscas; tanto vales cuanto
tienes, decía una mi agüela, y del hombre arraigado no te verás vengado.
—¡Oh, maldito seas de Dios, Sancho! —dijo a esta sazón don Quijote—. ¡Sesenta mil
satanases te lleven a ti y a tus refranes! Una hora ha que los estás ensartando y dándome con cada
uno tragos de tormento. Yo te aseguro que estos refranes te han de llevar un día a la horca, por
ellos te han de quitar el gobierno tus vasallos o ha de haber entre ellos comunidades. Dime,
¿dónde los hallas, ignorante, o cómo los aplicas, mentecato? Que para decir yo uno y aplicarle
bien, sudo y trabajo como si cavase.
—Por Dios, señor nuestro amo —replicó Sancho—, que vuesa merced se queja de bien pocas
cosas. ¿A qué diablos se pudre de que yo me sirva de mi hacienda, que ninguna otra tengo, ni otro
caudal alguno, sino refranes y más refranes? Y ahora se me ofrecen cuatro que venían aquí
pintiparados, o como peras en tabaque, pero no los diré, porque al buen callar llaman Sancho.
—Ese Sancho no eres tú —dijo don Quijote—, porque no solo no eres buen callar, sino mal
hablar y mal porfiar; y, con todo eso, querría saber qué cuatro refranes te ocurrían ahora a la
memoria, que venían aquí a propósito, que yo ando recorriendo la mía, que la tengo buena, y
ninguno se me ofrece.
—¿Qué mejores —dijo Sancho— que «entre dos muelas cordales nunca pongas tus pulgares»,
y «a idos de mi casa y qué queréis con mi mujer, no hay responder», y «si da el cántaro en la
piedra o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro», todos los cuales vienen a pelo? Que nadie se
tome con su gobernador ni con el que le manda, porque saldrá lastimado, como el que pone el
dedo entre dos muelas cordales, y aunque no sean cordales, como sean muelas, no importa; y a lo
que dijere el gobernador, no hay que replicar, como al «salíos de mi casa y qué queréis con mi
mujer». Pues lo de la piedra en el cántaro un ciego lo verá. Así que es menester que el que vee la
mota en el ojo ajeno vea la viga en el suyo, porque no se diga por él: «espantóse la muerta de la
degollada»; y vuestra merced sabe bien que más sabe el necio en su casa que el cuerdo en la
ajena.
—Eso no, Sancho —respondió don Quijote—, que el necio en su casa ni en la ajena sabe nada,
a causa que sobre el cimiento de la necedad no asienta ningún discreto edificio. Y dejemos esto
aquí, Sancho, que si mal gobernares, tuya será la culpa y mía la vergüenza; mas consuélome que
he hecho lo que debía en aconsejarte con las veras y con la discreción a mí posible: con esto salgo
de mi obligación y de mi promesa. Dios te guíe, Sancho, y te gobierne en tu gobierno, y a mí me
saque del escrúpulo que me queda que has de dar con toda la ínsula patas arriba, cosa que pudiera
yo excusar con descubrir al duque quién eres, diciéndole que toda esa gordura y esa personilla
que tienes no es otra cosa que un costal lleno de refranes y de malicias.
—Señor —replicó Sancho—, si a vuestra merced le parece que no soy de pro para este
gobierno, desde aquí le suelto, que más quiero un solo negro de la uña de mi alma que a todo mi
cuerpo, y así me sustentaré Sancho a secas con pan y cebolla como gobernador con perdices y
capones, y más, que mientras se duerme todos son iguales, los grandes y los menores, los pobres
y los ricos; y si vuestra merced mira en ello, verá que solo vuestra merced me ha puesto en esto
de gobernar, que yo no sé más de gobiernos de ínsulas que un buitre, y si se imagina que por ser
gobernador me ha de llevar el diablo, más me quiero ir Sancho al cielo que gobernador al
infierno.
—Por Dios, Sancho —dijo don Quijote—, que por solas estas últimas razones que has dicho
juzgo que mereces ser gobernador de mil ínsulas: buen natural tienes, sin el cual no hay ciencia
que valga. Encomiéndate a Dios, y procura no errar en la primera intención: quiero decir que
siempre tengas intento y firme propósito de acertar en cuantos negocios te ocurrieren, porque
siempre favorece el cielo los buenos deseos. Y vámonos a comer, que creo que ya estos señores
nos aguardan.
Miguel de Cervantes (1615). Don Quijote de la Mancha. Segunda parte. Edición
del IV Centenario, RAE y ASALE, cap. XLIII: «De los consejos segundos que dio
don Quijote a Sancho Panza», págs. 874-877.

IV) Búsquense las formas debido/a y debidamente en un diccionario


informatizado que permita analizarlas en el texto de las definiciones
(excluyendo la expresión debido a, que normalmente es explicativa). El
significado modal obligativo de deber señala la presencia de la sociedad
y sus muchas normas reguladas en la descripción léxica

He aquí dos ejemplos del DUEAE (2002):

estacionario, -ria > nombre masculino


1 […]
2 Librero que, debidamente autorizado por las autoridades académicas, prestaba libros a los
universitarios o los profesores para copiar o estudiar sobre ellos:
ej al estacionario correspondía cuidar de la corrección de los ejemplares que se prestaban en las
estaciones o librerías universitarias.
[…]

bueno, -na adjetivo | nombre masculino y femenino


[…]
5 [persona, niño] Que se porta como es debido: ej sé bueno, y no hagas enojar a la abuela; los
niños buenos obedecen a sus padres sin protestar.
[…]

V) Interpretación del humor y de la ironía en una fábula de Juan Benet


Se aborda en la Fábula decimocuarta de Benet la imposibilidad de
«encargar» o «esperar» la sorpresa. Atender a los matices de los adjetivos
raro, curioso, orginal en el texto, y a las diferencias de uso de los
sustantivos sorpresa, asombro, curiosidad, excepción permite entender el
conflicto de la trama y la clave de su humor. En la contradicción que
encierran las últimas palabras que pronuncia el personaje del comerciante
estaría la base de la interpretación irónica del texto: «Qué equivocado está.
Qué razón tiene».

Fábula decimocuarta
Un comerciante que, más por afición que por negocio, traficaba con artículos sorprendentes y
gustaba tener en su tienda objetos raros y curiosos, llamó un día a su criado y le habló en los
siguientes términos:
—Muchos de los objetos que aquí guardo desde hace años no han cumplido el propósito para
el que los adquirí. O bien son demasiado sorprendentes y el público, una vez pasados los efectos
del asombro que a primera vista producen, los desdeña o bien lo son tan poco que nadie los
compra ni siquiera para hacer un regalo original. Y por otra parte ya me he cansado de ellos
puesto que al cabo de los años ya no me sirven de distracción. Por consiguiente quiero que vayas
al bazar, donde yo no soy bien recibido, y sin reparar en gastos adquieras para mí ese objeto que a
tu juicio —y repara en lo mucho que confío en tu sagacidad— pueda suministrar cada día una
constante e inagotable sorpresa, siempre la misma y siempre diferente.
El criado, provisto de una bolsa de dinero, se dirigió a los grandes bazares de la ciudad y al
cabo de unos días de búsqueda volvió con un raro librito, encuadernado en octavo y publicado
siglos atrás, cuya lectura cuanto más interesante se hacía mayores deseos de abandonarla
provocaba. El criado abrió el libro por una página cualquiera e invitó a su amo a comprobar por la
lectura aquella doble propiedad de atracción y repulsión de que gozaba el relato.
El comerciante leyó con avidez unas pocas páginas y se vio obligado a suspender la lectura
con manifiesto enojo.
—Es cierto —dijo el comerciante—, el libro goza de esa extraña propiedad. Pero no es una
sorpresa tanto como una curiosidad. Ahora que lo pienso me atrevo a decir que gran parte de los
libros que se publican en nuestros días gozan también de esa propiedad y nadie para mientes en
ello. Más que una excepción, es un caso extremo y por consiguiente puede ser tan fatigante como
los demás, aunque más llamativo. No, no es eso lo que necesito. Vuelve al bazar y busca con más
ahínco y tino lo que te he pedido porque estoy seguro de que podrás encontrarlo.
Repitió el criado la encomienda de su amo y, tras unos días de búsqueda, volvió a la tienda con
un espejo cuya superficie, en todo análoga a la de un espejo normal, reflejaba la imagen directa
del sujeto —la que ven los demás— en lugar de la invertida y simétrica que contempla quien se
mira a sí mismo.
Pero tampoco este objeto satisfizo al comerciante, que se permitió poner en duda la capacidad
del espejo para sostener la sorpresa a los pocos días de observarse en él. Por tercera vez, pese a
sus protestas, se llegó el criado hasta el barrio de los bazares donde tuvo que demorarse más
tiempo del previsto en un principio, pues las exigencias de su amo le empujaban a rechazar los
más sorprendentes objetos. Un día, seguro de que había encontrado lo que su amo requería y
convencido de que podía dar por cumplida una misión que empezaba a mortificarle, volvió a la
tienda de su amo con un estetoscopio curvo, de muy delicada fabricación, cuyas boquillas
aplicadas a los occipitales del propio auscultador permitían escuchar el susurro de las ideas antes
de convertirse en palabras.
El comerciante observó el aparato con curiosidad, se caló los auriculares en las orejas y aplicó
las boquillas a sus occipitales y durante unos minutos permaneció escuchando, vivamente
interesado, el susurro de sus ideas antes de convertirse en palabras. Pero tras aquella prolongada
auscultación se despojó del aparato, lo dejó en la mesa y hasta lo apartó con un gesto de
descontento.
—Es cierto, se oye el zumbido de las ideas antes de convertirse en palabras e incluso he creído
distinguir el choque de las preideas antes de convertirse en ideas. Se distinguen perfectamente.
Tienen un distinto diapasón. Pero en ambos casos se trata de un sonido monótono, no muy
distinto al de una caracola y menos ameno que el de una fuente. Nadie se podrá entretener con él
después de una segunda sesión y a la tercera producirá cualquier cosa menos asombro.
Reconozco empero que has hecho un esfuerzo muy meritorio y que derrochando talento has
estado a punto de encontrar lo que necesito. Es más, estoy convencido de que estás a un paso de
conseguirlo. Por eso te ruego, no te lo ordeno, que hagas una última tentativa y si encuentras lo
que tanto ansío te lo agradeceré con una recompensa que superará tus más optimistas
expectativas.
El criado, un tanto aliviado por el nuevo tono del encargo y estimulado por la promesa, volvió
a los bazares en cuyos laberintos estuvo perdido algunos años, al cabo de los cuales regresó al
comercio de su amo con las manos vacías.
—¿Cómo? —preguntó confundido y contrariado el comerciante—. ¿Todos estos años y no has
encontrado nada? Antes en un par de semanas eras capaz de encontrar un artículo si no
plenamente satisfactorio al menos bastante curioso. ¿No será que has perdido facultades y que si
quiero conseguir lo que ando buscando tendré que encargar de ello a una persona más joven y
perspicaz, dispuesta a poner toda su alma en el empeño?
El criado, quien tras tantos años de ininterrumpida búsqueda se había convertido en una
persona prudente, juiciosa y responsable, respondió:
—¿No será al revés, señor? ¿No será que este encargo lejos de haber abotargado y disminuido
mis facultades las ha agudizado hasta el punto de que ya no puedo encontrar nada que colme mi
capacidad para la sorpresa?
El comerciante recapacitó, meditó aquellas palabras, observó a su criado con una mezcla de
conmiseración y respeto, y dijo:
—Es posible que tengas razón pero comoquiera que sea ya no puedo renovarte el encargo,
tanto si tienes muchas y muy agudas facultades como si tienes pocas. Porque pecando por exceso
o por defecto ya no podrás encontrar el objeto justo que yo deseo.
—Eso es cierto, señor. Muy cierto —al tiempo que dejaba sobre la mesa la bolsa casi vacía de
los dineros, con unas pocas monedas sobrantes—. Porque habiendo adquirido la mayor
experiencia y los más recónditos conocimientos sobre las sorpresas, soy la última persona que
puede sorprenderse de algo.
El comerciante recogió la bolsa de los dineros que había dejado el criado y la guardó en un
cajón. Con cierta admiración observó cómo se alejaba su criado y dijo para sus adentros pero en
voz alta:
—Qué equivocado está. Qué razón tiene.
Juan Benet (1998), Trece fábulas y media y Fábula decimocuarta,
Buenos Aires, Alfaguara, págs. 115-123.
22 Se reproducen los diálogos de los ejemplos de estas entradas del DPDE con los signos del sistema
de transcripción prosódica que se utilizan en este diccionario, los del corpus Val.Es.Co: ↑ (entonación
ascendente), ↓ (entonación descendente), – (reinicios y autointerrupciones sin pausa), [ (lugar donde
se inicia un solapamiento o superposición), ] (final del habla simultánea), § (sucesión inmediata, sin
pausa apreciable, entre dos emisiones de distintos interlocutores), / (pausa corta, inferior al medio
segundo), // (pausa entre medio segundo y un segundo), /// (pausa de un segundo o más); (( ))
(fragmento indescifrable); (4’’) (silencio, lapso o intervalo de 4 segundos); dos o más letras
MAYÚSCULAS (pronunciación marcada o enfática); aa (alargamientos vocálicos); nn
(alargamientos consonánticos); ¿¡!? (interrogaciones exclamativas), ¿? (interrogaciones).

23 La traducción al inglés de las citas de Wittgenstein es de G. E. M. Anscombe (1991): véase


bibliografía final.
CUARTA PARTE

El aprendizaje del léxico

El numeroso, variable e inestable conjunto del léxico de las lenguas, que,


por otra parte, es uno de los accesos evidentes más fáciles a ellas, ha sido
desde antiguo objeto de recopilación y de caracterización con objetivos
comunicativos, filológicos y didácticos. En esta cuarta parte se atiende a
esta faceta de acercamiento al léxico.
CAPÍTULO 9

La descripción y representación del léxico: los


diccionarios

Por antonomasia la descripción del vocabulario con objetivos generales


se conoce como diccionario de una lengua. En este capítulo se presenta la
tipología fundamental de los diccionarios más comunes con un interés
especial en el diccionario general monolingüe, del que se explican los
apartados fundamentales que presenta y los conceptos que lo sostienen. La
consulta de los diccionarios convencionales en papel y de los disponibles en
formato electrónico o digital ocupa el último apartado.
Se tendrá al final del capítulo una noción básica del diccionario general
monolingüe y de las informaciones que se puede extraer de ellos, tanto en
su formato en papel como en su presentación digitalizada.
Sumario
9.1. El diccionario y su tipología básica
9.2. El diccionario general monolingüe
9.3. Conceptos lexicográficos que conviene conocer
9.4. Ordenación de las voces en los diccionarios monolingües
9.5. Las consultas al diccionario
9.6. Los diccionarios consultables en línea o en internet

Los diccionarios han sido y siguen siendo obras que reciben aprecio de
los hablantes por su mucha información y, de aquí, su utilidad. Presentamos
un fragmento en que se muestra el aprecio ante el objeto diccionario y otro
en el que se manifiesta una crítica también bastante común a la información
que se ofrece en ellos:

1.
El señor Martí y su padre pertenecen sin duda a esa clase de personas dignas y admirables que
cada vez se dan menos en nuestro país. Aun a riesgo de ponerme cursi (creo que no suelo serlo),
conmueve la gente que, sin tenerlo fácil, ha procurado instruirse y ha considerado un tesoro
cuanto conseguía en ese terreno. Me conmueve en particular que el señor Martí destaque con
orgullo que su progenitor tenía «un diccionario», eso a lo que tantos individuos restan hoy toda
importancia y a lo que otros se la han dado máxima, preocupados por saber con precisión lo que
las palabras significan y por escribir sin faltas de ortografía y con propiedad, precisamente lo que
demasiados desdeñan ahora con soberbia («Qué más da»).
Javier Marías, «El senyor Martí i el seu pare», El País, 29 de enero de 2012
2.
Siempre ocurría igual: [yo] era muy sensible al posible comentario vecino pero al mismo tiempo,
como una compulsión, no podía evitar buscar a las muchachas en el cine, acercarme a ellas,
apropincuarlas (dice el diccionario, ese cementerio de elefantes lingüísticos a donde van a morir
las palabras, que esta palabra no se usa más que en sentido festivo, pero en mi pueblo era muy
claro su sentido: arrimarse con segundas intenciones, que, en mi caso, en esta época de mi vida,
eran las primeras) y esperar anhelante sus respuestas.
Guillermo Cabrera Infante (1979), La Habana para un infante difunto, Barcelona,
Círculo de lectores, 1992, pág. 147.
DLE 23ª 2014: apropincuarse (Del lat. appropinquāre). 1. prnl. fest. acercarse.

Las dos citas anteriores muestran dos aspectos evidentes de los


diccionarios, la información que guardan y la falta de naturalidad con la que
en ellos se describen las palabras, frente a las voces de la conversación y de
los textos en que estas se muestran vivas, acertadas o no, pero cargadas de
mil matices, como en este libro se intenta ir señalando.
Las dos citas también giran sobre el diccionario general monolingüe, en
el que se aclaran las voces en la misma lengua de ellas, muy diferente de los
diccionarios bilingües en que se ofrecen equivalencias entre dos lenguas. En
la escuela básica es con el diccionario monolingüe con el que
tradicionalmente se empieza a manejar el significado de las palabras;
requiere el conocimiento del orden alfabético, un aprendizaje de lo que
significan ciertas abreviaturas y una capacidad de lectura suficiente para
entender las definiciones y la relación de estas con los ejemplos que las
ilustran.
Pues un diccionario es una obra compleja en la que se tejen y entretejen
muchas de las informaciones que los hablantes logran tener de las palabras
y en la que estas informaciones han de ir relacionadas unas con otras. Esta
característica de que se establezcan tantas interconexiones internas entre
todos los datos que almacena un diccionario despierta también interés y
hasta admiración por los que los hacen en muchos de los usuarios de estos
recursos, como lo manifiesta la escritora brasileña Élida Piñón:
«Son muchas otras las palabras que, escondidas en el diccionario, emocionan a las víctimas, a
los acólitos, a los adeptos. Cada uno deseoso de subsistir, sin prescindir del verbo. Pues para la
vida, mayestática y miserable, las palabras laten, se viaja con ellas por los mares de Arabia, por
los ríos amazónicos, por el siglo XII, por galaxias y geografías, por el cuerpo vecino donde yace
el aliento que dilata lo real.
El diccionario es para mí un amigo íntimo, más allá de sus beneficios. Me trae el recuerdo de
Elsa Tavares, inolvidable amiga, inclinada horas, días, semanas, sobre el Diccionario Aurelio, del
que fue asistente desde su nacimiento, y a lo largo de su existencia, como lo prueba su nombre
inscrito en el frontispicio a partir de la primera edición.
Tanta devoción me sorprendía. Nuestros apartamentos de la Barra, al ser contiguos, me
permitieron testimoniar durante años con qué esmero trabajaba la palabra, la definía, retocaba lo
que necesitaba pequeños ajustes. Tareas que le correspondían por su cargo de asistente del
profesor Aurelio».
Nélida Piñón (2012), Libro de horas, Barcelona, Alfaguara, 2013,
trad. de Elkin Obregón Sanín, pág. 172.
Aurelio Buarque de Holanda Ferreira es el autor del Novo Diccionário Aurelio da Lingua
Portuguesa, conocido como Aurelio, muy popular en Brasil, 2ª ed. Río de Janeiro, Ed. Nova
frontera, 1986.

Precisamente por ser el diccionario un recurso usual pero complejo se


plantea aquí como la obra por excelencia para solucionar las dudas que
sobre las unidades léxicas tienen los hablantes. No siempre se puede
preguntar a alguien sobre el significado, el valor que encierra, cuándo y
cómo se usa una palabra. A los diccionarios se recurre para muchos
objetivos. Unas veces cumplen las expectativas del que los consulta; otras,
conviene reconocerlo porque todos son mejorables, dejan sumidos a sus
lectores en alguna confusión.
Recordando la diferencia entre léxico y vocabulario que se planteaba en
los primeros capítulos (§2 y §3), los diccionarios intentan describir el
conjunto léxico de una o más lenguas a partir del vocabulario, del léxico
documentado que se posee de una lengua o de varias lenguas. Y para ello
los lexicógrafos y los consultores han de aceptar varias simplificaciones y
recurrir a conceptos lingüísticos y enciclopédicos que sirvan para describir
las unidades (§9.3).
Planteamos a continuación una reflexión sobre el diccionario y su
tipología básica (§9.1), las características de un diccionario general
monolingüe (§9.2), los conceptos lexicográficos que conviene conocer
(§9.3), la ordenación de las voces en los diccionarios monolingües (§9.4),
las consultas al diccionario (§9.5) y los diccionarios informáticos
consultables en cederrón o en internet (§9.6).

9.1. El diccionario y su tipología básica

Como se viene exponiendo, se suele llamar diccionario a un conjunto de


informaciones sobre otro conjunto de unidades léxicas. Como las unidades
léxicas son numerosísimas, los hablantes necesitan estos recursos
lingüísticos para conocer los datos que desconocen, pues ningún hablante
tiene memorizado todo el conjunto léxico de una lengua, sea esta su primera
lengua, y aun menos si es una lengua extranjera que ha de practicar.
Si se leen textos que presentan un vocabulario variado y alejado del de la
lengua usual, conviene consultar un diccionario; aun más, si la lectura se
hace en una lengua aprendida; si se quiere terminar de redactar un texto con
propiedad, conviene también consultar el diccionario, tanto para confrontar
si alguna voz se utiliza con precisión, como si se quiere dar variedad de
construcción al texto que se está elaborando o evitar una incómoda
coincidencia de sonidos; si se trabaja en un determinado ámbito de
especialidad, conviene consultar diccionarios especializados de ese ámbito.
Si se quiere también reflexionar en algún momento sobre el léxico,
conviene hacer amistad con este recurso lingüístico y conocer bien qué es
un diccionario. Nélida Piñón lo llama «un amigo íntimo».
Hay varios tipos de diccionarios:

1. Descartamos aquí tratar los diccionarios enciclopédicos, que dan


información sobre el mundo en todas sus variadas manifestaciones;
aquí nos ceñimos a los diccionarios de lengua, que se ocupan de
unidades léxicas en sus múltiples relaciones con otros componentes
lingüísticos, como la morfología, la pronunciación, la sintaxis, las
relaciones de significado y el significado de las voces. De todos
modos, ningún diccionario puede evitar totalmente la información
enciclopédica, como, por ejemplo, ajedrez en un sentido cultural y
proteína en un sentido científico, pues esta es elemento central del
significado de muchas voces, pero no de todas.

Una clasificación sencilla sobre los muchos diccionarios de lengua que


hay en las bibliotecas o en las librerías puede ser la siguiente:

2. Diccionarios monolingües, bilingües o plurilingües, según el


número de unidades léxicas que atiendan y en las lenguas en las que
las glosen. Aquí nos atenemos a diccionarios monolingües en
español, que explican en la misma lengua española las unidades
léxicas del español.
3. Los diccionarios monolingües de una lengua se diferencian según el
usuario al que van dirigidos: un usuario general, un usuario
especializado, un usuario aprendiz de la lengua, sea joven o sea
extranjero. Aquí nos atendremos al que va dirigido a un usuario
general.
4. Otro tipo de diccionario depende del soporte en el que se ofrezca.
Hoy tenemos diccionarios en papel con formato libro o diccionarios
informatizados; estos últimos en formato electrónico o de consulta en
la red. Podemos decir que, a fecha de hoy, ya se ha dado el cambio a
que la consulta más habitual y frecuente de los diccionarios
electrónicos sea en la red, especialmente de los que se ofrecen en
consulta gratuita.
5. Diccionarios según las fuentes de las que están nutridos. Existen
diccionarios con fuentes documentadas en un corpus lingüístico
cerrado, diccionarios a partir del conocimiento de los lexicógrafos,
diccionarios de textos antiguos considerados modelo de lengua,
diccionarios de información dialectal geográfica, etc.
6. Diccionarios diferenciados por la ordenación de las unidades
léxicas que ofrecen. Entre estos están las dos ordenaciones más
importantes, la semasiológica y la onomasiológica:
a. la semasiológica, que ofrece la información y el significado a
partir de la forma léxica, sea esta convencional a partir de la
izquierda de la voz en su representación escrita o a partir de sus
letras finales, como en el diccionario inverso;
b. la onomasiológica, que ofrece información de unidades léxicas
que responden a un significado; representado este por un concepto
verbalizado, por un tema, centro de interés o diferentes situaciones
[marcos] de comunicación. A esta ordenación onomasiológica
responden también los diccionarios por imágenes. En general, se
consideran diccionarios orientados al aprendizaje y a la
producción: para preparar una exposición, redactar un texto,
traducir otro, por ejemplo.
c. la combinatoria, cercana a la onomasiológica; la información que
ofrecen es la de los vocablos que combinan por semántica y por
categoría sintáctica con las unidades léxicas. Así un sustantivo
puede ofrecerse con los verbos de los que puede ser sujeto u
objeto, o con los adjetivos que habitualmente le corresponden; un
verbo, a su vez, se ofrece con los sustantivos con los que se
construye coherentemente y con los adverbios que lo matizan. Una
variedad de los diccionarios combinatorios son los diccionarios de
valencias.
7. Diccionarios según el material léxico atendido. Unos diccionarios
seleccionan una gran representación del vocabulario de una lengua,
son los diccionarios integrales; otros recogen las unidades léxicas que
no se comparten en toda la generalidad de una lengua, son los
diccionarios contrastivos o selectivos, entre los que puede haber
léxico especializado, dialectal, sociolectal, etc.
8. Otras especializaciones de diccionarios pueden encontrarse en
Günther Haensch y Carlos Omeñaca, Los diccionarios en el siglo XXI,
editado por Ediciones Universidad de Salamanca, 20042ª. Ocupan en
esa edición de la página 68 a la página 188 y resulta un panorama
completo de los diccionarios españoles hasta esa fecha.

Una originalidad de la lexicografía del español son los tesoros


lexicográficos. Responden a la iniciativa de recoger muchos diccionarios
en uno solo por prurito de exhaustividad y facilidad de consulta. La
iniciativa original de Samuel Gili Gaya por recoger antiguos diccionarios
(1492-1726) de difícil consulta en el español se consumó en el trabajo de
Lidio Nieto Jiménez y Manuel Alvar Ezquerra (2007) en once volúmenes,
Nuevo tesoro lexicográfico del español (s. XIV-1726), es decir, hasta la
publicación del primer tomo del Diccionario de la lengua castellana
(conocido como Autoridades) de la RAE. La Real Academia Española, con
una limitación de diccionarios menor y un mayor espacio temporal, pues
incluye toda la serie de diccionarios académicos y desde Nebrija hasta la
lexicografía liberal del siglo XIX, había editado también el Nuevo Tesoro
Lexicográfico de la Lengua Española en DVD-CD-ROM (2001), hoy en
consulta informática abierta en la página web de la institución.

9.2. El diccionario general monolingüe

El diccionario general monolingüe es un diccionario integral que


constituye preferentemente un recurso de ayuda en las diferentes
manifestaciones de cada unidad léxica descrita:

• para la pronunciación de una voz


• para la grafía correcta de una voz o de una unidad compleja
• para conocer la categoría gramatical de una voz
• para saber la variación flexiva de la voz, si la tiene
• para saber su significado nuclear y sus posibles diferentes
sentidos
• para asegurar las relaciones semántico-sintácticas con que puede
combinarse cada voz
• para encontrar muchas relaciones semánticas entre palabras
• para encontrar diferentes opciones de vocabulario con fines de
mejorar o variar la expresión
• para reflexionar sobre el vocabulario a través de las definiciones, de
las explicaciones o de sus diferentes acepciones o subacepciones
El diccionario, por muy detallado que se intente hacer, no llega a ser
nunca una descripción completa del léxico de una lengua, pues, como se ha
visto, el léxico de una lengua tiene una dinámica de variación muy fuerte,
acoge nuevas voces, olvida otras, varía por regiones, por edades de los
hablantes; por adaptación a la sociedad cambiante, en definitiva. El factor
determinante de esta variación es el tiempo. El vocabulario de los jóvenes
de la primera mitad del siglo XIX ofrece diferencias considerables del de los
jóvenes de la primera mitad del siglo XXI: por temas de interés en las
diferentes sociedades de estas dos épocas principalmente; pero, sin
embargo, hay también una continuidad entre los dos vocabularios y no se
encuentra ninguna ruptura abrupta que se pueda reconocer entre estos dos
momentos. Esta característica dificulta acertar con el establecimiento del
contenido, la nomenclatura que un diccionario general ha de ofrecer.
Los diccionarios, sin embargo, no pueden dejar de reflejar el momento
histórico en que se han proyectado y realizado; por esta razón, los
diccionarios han de confeccionarse de nuevo tras unos años de su
realización para ser útiles y consultables con provecho; la posible
actualización que se va haciendo de los ya publicados dura solo un cierto
tiempo, pasado el cual quedan obsoletos para el hablante del presente, como
objetos históricos.
Los hablantes de una lengua como el español necesitan muchos tipos de
diccionarios en función de sus diferentes usos, de las necesidades a las que
respondan, por la diferente información que busquen; una lengua cultivada
y hablada por millones de personas requiere muchos y variados
diccionarios.

9.3. Conceptos lexicográficos que conviene conocer

Por lo que se decía en la presentación de este capítulo, para poder


describir e interrelacionar las palabras que se recogen, los diccionarios
requieren una técnica, necesitan conceptos que, implementados, ayuden a
representar las voces. Los principales conceptos son los que definimos a
continuación:
Artículo lexicográfico
Se conoce como artículo el apartado correspondiente a la representación
o explicación de las posibles actualizaciones del lema que lo encabeza.
Los artículos lexicográficos son como capitulillos o celdillas en los
diccionarios y van organizados en función del lema.

Lema
Lema es la representación de la voz buscada. En las palabras que
presentan flexión, el lema es una forma convencional, como, por
ejemplo, el infinitivo para cualquier verbo, el masculino por delante de
la forma femenina que muchos sustantivos o adjetivos presentan, etc.
Cada lengua tiene una tradición para establecer el lema de sus unidades
léxicas.

Entrada de un artículo lexicográfico


La entrada se diferencia del lema en que es el título o nombre que se da
al artículo que explica la voz, representada por el lema; suele ir con un
grafismo reconocible, en color, en negrita, en versales, etc. Por ello en
los diccionarios hay varios tipos de entrada:
Entrada simple:
laborable adjetivo
1 [día, fecha, hora] Que se dedica al trabajo: ej las operaciones de descarga de barcos
tienen sus horarios laborables y a ellos hay que ajustarse; la palabra `fiesta´ no debería
usarse nunca, en castellano, a no ser que nos refiramos a una fecha no laborable o a un
festejo de características folclóricas y populares. Ant. festivo.
2 [terreno] Que se puede laborar o trabajar: ej heredó una pequeña finca con unas cuantas
hectáreas de tierra laborable.

Entrada que anuncia forma morfológica:


dactilográfico, -ca adjetivo
De la dactilografía o relacionado con ella. Sin. mecanográfico.

Entrada que anuncia variables fonéticas u ortográficas:


autostop (también autoestop), nombre masculino.
1 Forma de viajar por carretera que consiste en parar un vehículo, generalmente haciendo
una señal con el dedo pulgar, para pedir transporte gratuito a los conductores: ej hacer
autostop.
Subentrada
Las subentradas suelen ser el anuncio de las formas complejas,
locuciones, y fraseología en las que aparezca el lema; siguen en el
artículo a la explicación de la entrada simple y constituyen con ella una
unidad, el artículo lexicográfico.
Bajo el artículo lexicográfico del lema gato, ta:
cuatro gatos
1. m. pl. despect. Poca gente y sin importancia.

Acepción
Se conoce como acepción cada uno de los diferentes significados, por
sentidos diferentes o por distinta categoría gramatical, con los que un
lema puede aparecer; las acepciones generalmente van numeradas dentro
de cada artículo lexicográfico. Ya se ha visto que laborable presenta en
el diccionario dos acepciones.

Subacepción
En muchos diccionarios la subacepción es el sentido de la voz
relacionado y subordinado con una acepción que se considera más
explicativa y de la que es derivación o mantiene con ella mucha relación
semántica. Las explicaciones tras el símbolo ¤ son subacepciones de la
acepción general de la que dependen en el siguiente artículo del
Diccionario de uso del español:
cariño Sentimiento de una persona hacia otra por el cual desea su bien, se alegra o
entristece por lo que es bueno o malo para ella y desea su compañía: ‘El cariño de la familia.
Ese muchacho te demuestra mucho cariño’. Puede también aplicarse a los animales; por
ejemplo, a un perro. ¤ Sentimiento amistoso hacia alguien. ¤ Afición a un objeto del que uno
no quiere separarse o desprenderse: ‘Se coge cariño a la casa en que se vive. Tenía cariño al
reloj que ha perdido porque era recuerdo de su madre’.

Marcas
Son indicaciones que facilitan información sobre la voz del lema, o de
alguna acepción, de manera abreviada; las más usuales son las
siguientes:
Categoría gramatical: m., f., adj., tr., intr., pronom., adv., u. t. c. s., etc.
Marcas de uso de la voz o de alguna de sus acepciones:
formal, literario, familiar o coloquial, vulgar
poco usado, anticuado, raro, histórico
irónico, despectivo, humorístico, poético
Marcas diastráticas, de información sociolingüística:
popular, jergal, juvenil, infantil
Marcas diatécnicas, de información enciclopédica:
especialidades en ciencias, disciplinas, artesanías elaboradas, actividades profesionales,
etc.
Marcas semánticas, sobre cambios o relaciones entre significados:
de traslación semántica: figurado, metonimia, por antonomasia
de relación semántica: sinónimo, antónimo, de parte

Otras informaciones
En los artículos lexicográficos puede haber otras informaciones y
observaciones varias que algunos diccionarios aportan además de las
anteriores, como etimología, pronunciación, cuestiones de ortografía y
gramática, apreciativos y consejos de uso. Cuando se consulta
habitualmente un diccionario es más que conveniente, necesario, leer sus
preliminares, en los que se informa de las características de la
representación léxica que se ofrece.

9.4. Ordenación de las voces en los diccionarios monolingües

La ordenación de las voces en los diccionarios en papel suele ser


alfabética, en orden de la escritura, y en la escritura de las lenguas
occidentales de izquierda a derecha:

a) Ordenación alfabética
Los lemas se ordenan en estricto orden alfabético. Las unidades léxicas
complejas de las subentradas se encuentran bajo el primer sustantivo o el
primer verbo o el primer adjetivo u otras palabras, si la unidad no ofrece
palabras descriptivas, como son las anteriores. He aquí un ejemplo del DLE
(2014), s.v. coche:

1. m. Automóvil destinado al transporte de personas y con capacidad no superior a siete plazas.


2. m. Carruaje de cuatro ruedas de tracción animal, con una caja, dentro de la cual hay asiento
para dos o más personas.
3. m. Vagón del tren o del metro.
coche cama 1. m. Vagón de ferrocarril dividido en varios compartimientos cuyos asientos y
respaldos pueden convertirse en camas o literas.
coche celular 1. m. Vehículo acondicionado para transportar personas arrestadas por la autoridad.
coche de camino 1. m. p. us. coche destinado para hacer viajes.
coche de colleras 1. m. coche tirado por mulas guarnecidas con colleras.
coche de estribos 1. m. coche que tenía asientos en las portezuelas.
coche de línea 1. m. Autobús que hace el servicio regular de viajeros entre poblaciones.
coche de niño 1. m. Vehículo pequeño de forma de cuna, sobre ruedas, que, empujado por una
persona, sirve para transportar a un niño.
[…]
en el coche de san Fernando, o san Francisco 1. locs. advs. coloqs. Andando o caminando.

Hay voces que tienen entrada, pero que solo van explicadas por
remisión. Una remisión indica que se ha de ir a buscar la otra voz sugerida.

whisky 24
Voz ingl., y esta del gaélico uisce beatha ‘agua de vida’.
1. m. güisqui.
La explicación o definición de whisky se encuentra en la entrada güisqui.

b) Ordenación temática
Los diccionarios onomasiológicos o ideológicos, que proporcionan
vocabulario que no viene a la memoria del que consulta, suelen adjuntar
una lista alfabética en donde se indica la colocación temática de la voz
buscada.

Por ejemplo, en el Diccionario ideológico: Atlas léxico de la lengua española de Rafael del
Moral, el universo ideológico se muestra en ocho grandes campos de significado, subdivididos a
su vez cada uno de ellos, con lo que resultan 89 campos. La primera clasificación temática es
ofrecida como un índice conceptual. El gran campo 3 desarrolla el cuerpo humano; el 31, dentro
de él, desarrolla los sentidos corporales, y, subordinado a este, el 31.01 desarrolla sustantivos de
la vista; de manera que el 31.06 es la descripción de la visión por medio de adjetivos y el 31.11
los verbos que significan ver; dentro de este último, a su vez, se especifica en varios grupos
encabezados por mirar, visualizar, vigilar, TRABAS A LA VISIÓN, MIRAR ATENTAMENTE,
MIRAR SUPERFICIALMENTE, FINGIR NO VER, DEJAR DE MIRAR, alumbrar, oscurecer;
y dentro de cada uno de ellos otros verbos o locuciones verbales con el significado anunciado, de
manera que el usuario puede encontrar el verbo fisgar, o la locución mirar con el rabillo del ojo.
Se va así de la idea a la palabra.
Un índice alfabético al final de estos diccionarios facilita la localización
ascendente de las palabras y expresiones que el diccionario ofrece
clasificadas por campos de significado.

c) Ordenación digital
La ordenación de las voces en los diccionarios informatizados es por
forma, es decir, por su representación gráfica que el formato digital
distingue sin que tenga que seguir un orden alfabético estricto en primer
lugar. Así pues, al escribir en la casilla de búsqueda la palabra solicitada, el
diccionario ya ofrece palabras posibles según va escribiéndose; es un
reconocimiento electrónico.

Por ejemplo, a partir de una sílaba incial como ci- se van sugiriendo ciaboga, ciabogar, cian,
cian-, etc.:

Si llegamos a escribir cine, se ofrecen a continuación cineasta, cineclub, cine continuado, cine de
autor, cinefilia, etc.:
Y, si al escribir la palabra buscada se produce un error en la ortografía, el diccionario sugiere
otras voces posibles, cercanas gráficamente.

Pero obsérvese que se ofrecen entradas simples y entradas complejas, lo


que es otra ventaja.

Enlaces hipertextuales
Los diccionarios electrónicos tienen también, por una parte, la
posibilidad de relacionar las búsquedas por medio del hipertexto (o
links), es decir, posibilidad de acceder desde cualquier palabra de una
definición cualquiera al artículo en que se explique, se utilice o se trate,
sin tener que teclearla. Esta posibilidad de clicar sobre una palabra de la
definición facilita la comprensión de las que son muy especializadas:

colesterol. 1. m. Alcohol esteroídico, blanco e insoluble en agua. Participa en la estructura de


algunas lipoproteínas plasmáticas y a su presencia en exceso se atribuye la génesis de la
aterosclerosis.

Las palabras subrayadas pueden ser consultadas pinchando


sencillamente sobre ellas en <dle.rae.es>.

Selección de información
Por otra parte, los diccionarios electrónicos permiten conocer las
informaciones que el diccionario ofrezca con una marca determinada, o
con una voz que aparezca en la definición de varias palabras y que, por
lo tanto, las represente. En el cederrón de un diccionario mediano, como
el Diccionario General de la editorial Vox, se ofrecen 35 voces que en
su definición contienen angustia, de manera que el usuario encuentra
con esta búsqueda un vocabulario temático que relaciona voces como
ansiedad, atormentar, congoja, desolación, miedo, etc., lo que representa
también otra ventaja.

d) Otras cuestiones metodológicas en las búsquedas lexicográficas


En cualquier búsqueda semasiológica de una palabra se ha de atender a
otras diferentes posibilidades; en este sentido, un mismo lema puede ofrecer
dos o más entradas homógrafas, señaladas con un superíndice, lo que indica
que son voces homónimas:

lama1 Cieno de color oscuro…


lama2 Plancha de metal…
lama3 Monje tibetano…

En otros diccionarios se recoge una sola entrada para lemas homógrafos,


hecho que ofrece una amplia variación de sentidos, lo que se ha visto como
polisemia; son artículos que tienen muchas acepciones, entre las cuales se
ha de escoger:

uña
1 Placa córnea y dura que cubre y protege la parte superior de la punta de los dedos del hombre y
otros vertebrados: lima de uñas; deja de morderte las uñas; se corta las uñas con unas
tijeritas; las tortugas marinas carecen de uñas; los gatos tienen uñas retráctiles.
2 Uña grande y dura de las patas del caballo u otro équido (asno, cebra, etc.).
3 Punta curva en que termina la cola del escorpión: el escorpión pica con su uña venenosa.
4 Punta curva en que terminan los brazos del ancla y ciertas partes de otros instrumentos de
metal.
5 Punta de plástico, hueso u otro material rígido con la que se tocan las cuerdas de ciertos
instrumentos: He perdido la uña de la bandurria.
6 botánica Parte estrecha que tienen algunos pétalos de las flores dialipétalas en su parte inferior:
las uñas de los pétalos del clavel son muy largas.
7 zoología Apéndice simple o doble en forma de gancho ubicado en la zona terminal del tarso de
los insectos.

También puede darse dentro del mismo artículo una trasposición


gramatical, es decir, la explicación del mismo lema como sustantivo o como
adjetivo, como adjetivo o como adverbio, etc.:

retórico, ca
1. adj. Perteneciente o relativo a la retórica.
2. adj. Versado en retórica. U. t. c. s.
3. adj. despect. Vacuo, falto de contenido. Una disculpa retórica.
4. f. Arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar,
persuadir o conmover.
5. f. Teoría de la composición literaria y de la expresión hablada.
6. f. despect. Uso impropio o intempestivo de la retórica.
7. f. pl. coloq. Sofisterías o razones que no son del caso. No me venga usted a mí con retóricas.
En este artículo se presenta una trasposición gramatical, el lema se categoriza primero como
adjetivo, con terminaciones para masculino y para femenino, y posteriormente pasa a ser
categorizado como sustantivo femenino [f] únicamente. El usuario debe estar al tanto de estas
indicaciones que se producen dentro de cada artículo. Esta dificultad se puede salvar en los
diccionarios electrónicos o digitales.

Repetimos que es interesante para un usuario habitual de cualquier


diccionario leer con atención las explicaciones y observaciones previas que
explican la información que ofrece ese recurso y cómo esas informaciones
se encuentran en cada diccionario. La consulta a los diccionarios requiere
familiaridad con ellos para saber extraer la mucha información que estos
recursos guardan.
Como se viene exponiendo, hay varios tipos de diccionarios, según el
tipo de vocabulario que registren, según las relaciones principales que
describan, según el tipo de consulta a la que se dirijan y según el formato
material sobre el que se encuentren, en papel o en codificación digital.
Todos están pensados para su consulta.

9.5. Las consultas al diccionario

Las consultas al diccionario son fundamentalmente de dos tipos: a)


semasiológicas, se busca por una voz (búsqueda semasiológica) y se
requieren diferentes informaciones; b) onomasiológicas, se busca por una
idea o por un tema (búsqueda onomasiológica) para encontrar la voz o
voces adecuadas semántica y gramaticalmente. Por la primera se tiene
interés en una voz en concreto; por la segunda se buscan voces que ayuden
a expresarse con más precisión a partir de un concepto o idea general.
Condiciona su manejo que el diccionario sea informatizado o en papel.
En un diccionario semasiológico, que vaya de la forma al significado de las
palabras, en papel, las consultas se hacen por lema. Los lemas van
ordenados alfabéticamente. El conjunto de lemas al que un diccionario
atiende se llama lemario.
En un diccionario semasiológico informatizado, se busca por forma y
los motores de búsqueda del diccionario ofrecen una sola o varias posibles
entradas o subentradas, entre las que el usuario clica en la que elige como
más probable.

Si se busca en <dle.rae.es> la forma concierto, se observa que ofrece dos artículos en elección,
uno correspondiente al sustantivo concierto, un segundo correspondiente a la primera persona del
presente del verbo concertar, yo concierto. Esta doble propuesta se explica por estar
informatizado.

En general los diccionarios en cederrón ofrecen en una columna a la


izquierda la lista alfabetizada en la que se encuentra el lema requerido. En
la consulta en línea no aparece aún esta lista, pero se puede encontrar una
prestación parecida eligiendo en la opción de consulta ‘empieza por’.

Si se escribe previ, por ejemplo, se encuentra la siguiente lista:


previamente
previdencia
previdente
previlejar
previo, via
previsibilidad
previsible
previsión
previsivo, va
previsor, ra
previsorio, ria
previsto, ta
Como se observa, esta lista es ofrecida alfabéticamente a partir de previ-; de previa- a previst-.

También es interesante buscar por la terminación de lema, como


diccionario inverso.

A partir de -vil, la consulta en el DLE ofrece:


aeromóvil
automóvil
civil
discomóvil
guardiacivil
huévil
incivil
inmóvil
locomóvil
móvil
ovil
papamóvil
servil
vil
vodevil
Como puede observarse, esta última lista es ofrecida alfabéticamente a partir de la forma de cada
lema de derecha a izquierda, de aeromóvil a vodevil.

La consulta en línea de la última edición del DLE, la 23.ª, permite buscar


formas complejas entre las subentradas; lo hacía también en el cederrón de
la anterior edición, la 22.ª. En estas versiones se pueden encontrar
similitudes parciales entre varios artículos, entre varias acepciones; se
pueden encontrar todos los artículos que muestran algún rasgo en común:
etimología árabe, por ejemplo; voces de la electricidad; locuciones
prepositivas; definiciones que contengan una voz característica, etc. Esta
búsqueda se podrá hacer también en red en el futuro, lo que enriquecerá
considerablemente la información que cualquier usuario interesado pueda
obtener del diccionario consultado.
Un diccionario concebido como digital es una base de datos léxicos
relacional que permite consultar informaciones según las necesidades del
usuario: pueden simplificarse, detallarse o ampliarse las informaciones que
se ofrecen en su consulta, como hemos descrito.

9.6. Los diccionarios consultables en línea o en internet

La página principal de la RAE en internet <www.rae.es> ofrece ahora


seis diccionarios en línea que se pueden consultar libremente. Hacer
excursiones por ellos y ver la información que ofrecen puede resultar muy
útil para resolver diferentes problemas lingüísticos que se tengan. Son los
siguientes:
Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., última edición de 2014 en su versión
electrónica 23.2, que es la consulta que por defecto ofrece la página de la RAE.
Diccionario panhispánico de dudas, edición de un diccionario que resuelve dudas
normativas; la versión consultable es de 2005.
Diccionario del español jurídico, diccionario especializado en el uso de la lengua española
en textos de Derecho, publicado en 2016 con la colaboración del Consejo del Poder
Judicial y la RAE.
Nuevo diccionario histórico, diccionario digital hoy en elaboración, del que se pueden
consultar ya muchas voces.
Diccionarios anteriores de la RAE (1726-2006), entre los que, a su vez, se encuentran para
consultas más especializadas los que listamos a continuación:
Diccionario de autoridades (6 vols. 1726-1739, el gran trabajo con el que se estrenó
la RAE).
Nuevo tesoro lexicográfico, que ofrece la consulta tanto de diccionarios anteriores a
1726 y diccionarios comerciales posteriores cuyos derechos de propiedad han
caducado, diccionarios interesantes desde el punto de vista histórico; así como la
consulta de todas las ediciones de los diccionarios generales hechos por la RAE,
los usuales en un tomo y los diccionarios ilustrados.
Mapa de diccionarios, seguimiento de los diccionarios más novedosos dentro de la
tradición seguida por la RAE.
Diccionario histórico (1933-1936), inconcluso por el estallido de la Guerra Civil.
Diccionario histórico (1960-1996), inconcluso debido al método con el que se
elaboraba, lo que alargaba su construcción a unas fechas muy dilatadas difíciles
de ser controladas.
Diccionario de la lengua española (2001), la edición 22.ª que se informatizó en
cederrón en 2003.
Diccionario esencial (2006), versión abreviada y simplificada del anterior.
Diccionario del estudiante, en su 3.ª edición, la 1.ª fue de 2005.

La riqueza de consulta que ofrece la página de la RAE no tiene que


hacer olvidar todos los otros diccionarios que se hacen y se han hecho de la
lengua española. Consultas en línea gratuitas son, entre otras, las siguientes:
Diccionario Salamanca de la lengua española – Madrid, Ed. Santillana ELE,
<fenix.cnice.mec.es/diccionario>.
<https://diccionario.com/>, página de la editorial y diccionarios Vox-Larousse.

Y en la siguiente dirección se encuentran los diccionarios más


conocidos:
<https://20000lenguas.com/2014/12/07/20-diccionarios-online-que-deberias-conocer/>.

La plataforma <www.wordreference.com> está especializada en dar


acceso a varios diccionarios bilingües y en acoger un foro sobre cuestiones
útiles para la traducción.
Hoy los diccionarios electrónicos se muestran en dispositivos
tecnológicos diversos: diccionarios albergados en un teléfono móvil o en
una tableta o en un aparatito exclusivo de diccionario. Admiten varias
maneras de acceso a su consulta, integran informaciones diversas; algunos
diccionarios permiten su adaptación a las necesidades concretas del usuario:
por tipos de información, por cantidad de datos ofrecidos, por número de
ejemplos, por finalidad de la consulta (que muestre información para la
producción, la traducción o sinónimos, registros varios, etc.). Todas estas
opciones hacen que sean útiles para el aprendizaje de una lengua y pueden
ofrecer también ejercicios adjuntos para adquirir el buen uso de las
palabras.
Por último, no conviene olvidar que hay otros recursos lingüísticos que
suplen a los diccionarios en alguna de sus facetas, como la consulta de
corpus lingüísticos, de bases de datos léxicas, de ontologías (como
Wordnet), etc., aunque en general requieren formación especializada.

***

Conclusiones: ideas clave

Se ha ofrecido una somera información sobre el diccionario general


monolingüe y se ha ejemplificado con diccionarios de la lengua española,
pues, aunque todas las personas escolarizadas conocen y consultan a veces
los diccionarios, sin embargo, los conceptos básicos de un diccionario no se
tienen claros. Tipología de diccionarios, informaciones contenidas,
ordenación de las informaciones, tipos de consulta, conceptos
lexicográficos fundamentales, y algunas direcciones de diccionarios
monolingües consultables en la red son los epígrafes de este capítulo.
Para finalizar, recogemos una cita de Javier Pérez Andújar, escritor, que
ve las informaciones lexicográficas como un asalto al hablante, por las
muchas informaciones que contienen los diccionarios, y que él relaciona
con la fuerza de los abordajes que describen las novelas juveniles de
piratas:

Muchas veces se ha comparado un diccionario con un cementerio de palabras, pero yo no me lo


creo. Las palabras no mueren, al contrario, van llenándose de vida con el tiempo. Cada día
significan más, cuanta más gente las ha dicho más repletas están de historia y de humanidad. Una
palabra posee un significado actual, pero además contiene todo lo que ha querido decir desde que
nació y desde antes (esto es lo que estudia la etimología). Un diccionario huele a calavera de
muerto porque es un galeón pirata, y cada término que viaja dentro es una voz preparada para el
abordaje. Las palabras nos asaltan y si nos ganan nos hacen decir cosas que no queremos, porque
ellas sí quieren decirse. El diccionario, como los piratas, es el mejor amigo de los niños, por eso a
las niñas y a los niños siempre se les ofrece el mundo de estas dos maneras: en forma de bola del
mundo y en forma de diccionario.
Javier Pérez Andújar (2016), Diccionario enciclopédico de la vieja escuela,
Barcelona, Tusquets, págs. 11-12.

Obras consultadas: para saber más

Sobre lexicografía general:

HANKS, Patrick (1997), reseña sobre John Sinclair, «On Lexis and
Lexicography», International Journal of Corpus Linguistics, 2/2:
págs. 289-295.
LANDAU, Sidney L (1989), Dictionaries: The Art and Craft of
Lexicography, Nueva York, Cambridge University Press.
MALDONADO, Concepción (2008), El uso del diccionario en el aula,
Madrid, Arco Libros.
RAFEL I FONTANALS, Joaquim (2005), Lexicografia, Barcelona, Editorial
UOC.

Sobre lexicografía española:

BATTANER, Paz (2003), «La lectura electrónica de los diccionarios», en


M. A. MARTÍN ZORRAQUINO y J. L. ALIAGA JIMÉNEZ, La lexicografía
hispánica ante el siglo XXI, balance y perspectivas (Actas del
Encuentro de Lexicógrafos celebrado en Zaragoza, en el marco del
centenario María Moliner, 4 y 5 de noviembre de 2002), Gobierno de
Aragón-Institución Fernando el Católico, Zaragoza, págs. 231-244.
HAENSCH GÜNTHER y Carlos OMEÑACA (2004), Los diccionarios del
español en el siglo XXI: problemas actuales de la lexicografía. Los
distintos tipos de diccionarios; una guía para el usuario. Bibliografía
de publicaciones sobre lexicografía, 2.ª ed. corr. y aum., Salamanca,
Universidad.
PÉREZ, Francisco Javier (2005), Pensar y hacer el diccionario. Nociones
de lexicografía: definiciones, géneros, crítica e historia. Criterios
para elaborar diccionarios, métodos de investigación y bibliografía
lexicográfica, Caracas, Colección Minerva.
ACTIVIDADES PARA LA REFLEXIÓN DEL CAPÍTULO 9

I) Interpretación de un texto a partir del uso de una palabra y sus


acepciones en el diccionario: una sola unidad léxica sintetiza el sentido
de una obra

En astillero
¿Para qué demonios iba a querer Alonso Quijano todo un astillero para una sola lanza? Del
significado de una sola palabra depende la interpretación de fondo, literaria y filosófica, del
‘Quijote’, nuestro libro más importante

Va a hacer cosa de un año que se publicó la traducción del Quijote al


castellano actual. Tres meses antes, hablando de ello con Francisco Rico,
de cuya edición me había servido para la mía, me preguntó: «¿Cómo has
traducido astillero?». Él sabe bien que es una palabra difícil de traducir.
«Estante en que ponen las lanzas, adorno de la casa de un hidalgo, en el
patio o soportal», se lee en el Tesoro de Covarrubias. Le dije la verdad:
aún no me había decidido. Durante catorce años lo había intentado al
menos de unas veinte maneras diferentes y aproximadas, que dejaban
bastante que desear. Me sugirió que pusiera «de los de lanza en su
astillero»: le parecía una manera de conservar la palabra original
aludiendo a algo directamente relacionado con las lanzas. Por su
significación y relevancia y sabiendo que algunos la examinarían con
lupa (al fin y al cabo aparece en la primera frase del Quijote, que nos
sabemos todos: «En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero
acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en
astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor»), quería uno afinar
lo más posible.
La palabra significa hoy otra cosa y la expresión en astillero parece un
tanto oscura en una frase en la que todo resulta claro, «adarga antigua,
rocín flaco, galgo corredor»… No sé, resulta vacía y redundante.
¿Dónde, si no, se van a poner las lanzas? Lo más extraño es que tanto la
palabra como la expresión en astillero solo aparezcan en Cervantes y en
ese libro. En mi traducción quedó como «de los de lanza ya olvidada».
Para los grandes anotadores del Quijote, desde Clemencín y Rodríguez
Marín al propio Rico, la palabra astillero significa lo que dice
Covarrubias, donde se guardan las lanzas, arrinconadas, en la reserva,
olvidadas... Estos detalles tienen su importancia, pues del significado de
una sola palabra dependería la interpretación de fondo, literaria y
filosófica, de nuestro libro más importante: don Quijote habría
combatido las injusticias del presente con armas del pasado, grotescas y
«mohosas», poniendo así de relieve lo desigual y meritorio de sus
combates.
Hace dos meses conté en una conferencia en Sevilla mis tribulaciones al
traducir esa expresión. Cuando terminé, se acercó a mí un hombre
discreto en el sentido cervantino, que se presentó con un nombre en
verdad galdosiano, José Cabello. Fue él, archivero de La Puebla de
Cazalla, pesquisando unos legajos, quien se tropezó con la firma de
Miguel de Cervantes en un documento que le acreditaba a este como
comisario de abastos. Bajando la voz, para que no nos oyera nadie por si
me molestaba que pudieran escucharlo otros, me dijo que quizá todo lo
que había dicho yo de la expresión en astillero podría estar equivocado:
acababa de encontrar él en el Archivo de Indias un documento, 1595, en
el que se decía que cierta cantidad de harina «estaba en astillero». A falta
de algunas comprobaciones, creía que Cervantes habría oído esa
expresión, «harina en astillero», en su reiterado trato con molineros y
harineros, significando una harina que quedaba lista para ser utilizada.
Acababa José Cabello de levantar una liebre más grande que la que
agarra Sancho.
Un vuelo entre Madrid y Santiago de Chile da para leer el Quijote. Yo
me contenté con Miguel de Cervantes: los años de Argel, el libro de
Isabel Soler que comenta de una forma casi novelesca la Información de
Argel, en la que el alférez Luis de Pedrosa, hablando de una de las
intentonas de fuga de Cervantes, dice que el negocio (comprar una
fragata para la huida) fue bien y «se puso en astilleros».
Al llegar a Santiago José Manuel Lucía Mejías, autor él mismo de una
excelente biografía de Cervantes, se ofreció con su portátil a hacer de
piloto por los fondos que tiene colgados en la Red la RAE. Aparece la
expresión en numerosos textos. Suárez de Figueroa, en El pasajero, de
1616, le dice a alguien que «tenéis ya vuestro libro en astillero», y en La
garduña de Sevilla, 1646, Castillo Solórzano habla de quien tenía puesta
«en astillero la destilación para que la hiciese el licenciado»… Fue una
de esas ocasiones en las que está justificado decir: «Hmmm...». Además,
si Covarrubias (que solo menciona astillero como sinónimo de lancera)
no se ocupa de la expresión, sí lo hace Gonzalo Correas en su
Vocabulario de refranes y frases proverbiales, 1626: «Estar en astillero:
lo que no está en perfección, como las naves acabadas de fabricar de
madera, sin haberlas acabado de adornar». ¿Podría extrapolarse esto a
cuanto le queda poco para alcanzar su ser?
Además, ¿para qué demonios iba a querer Alonso Quijano todo un
astillero para una sola lanza? ¿No le habría bastado con dejarla detrás de
la puerta?: «Una lanza tras la puerta, un rocín en el establo, una adarga
en la cámara…» dice del «hidalgo en la aldea» en su Menosprecio de
corte y alabanza de aldea Antonio de Guevara.
Sí, «de los de lanza en astillero» no sería de los de lanza ya olvidada,
sino todo lo contrario, de los de lanza casi lista para ser usada. Don
Quijote había madurado tanto ya su locura, que le faltaba poco para
hacer su primera salida, ansioso como estaba ya de embrazar la adarga y
echar mano de su lanza para arrostrar su descomunal empresa. En
realidad, escribiendo Cervantes que don Quijote era de los de lanza en
astillero, nos está diciendo tal vez que Alonso Quijano era a la sazón un
«caballero en astillero», o sea, a punto de serlo. Por cierto, en la primera
edición del Diccionario de Autoridades, 1726, tampoco se recoge
astillero ni la expresión en astillero, aunque sí en la segunda, 1770, pero
acaso solo en atención al Quijote.
¿Qué hacer? Se imponía consultar con Pedro Álvarez de Miranda. Es
Álvarez de Miranda el lexicólogo que más sabe de estos asuntos. Acaba
de publicar un libro, prodigio de erudición y amenidad, que lleva por
título precisamente el de Más que palabras. «No encuentro ningún otro
texto en que astillero signifique ‘percha o estante para astas o lanzas’, lo
que es algo extraño», corrobora. No obstante, «desmontar más de dos
siglos de anotaciones del Quijote exigiría una demostración demoledora,
de meridiana claridad, inobjetable», concluye, y la autoridad de
Covarrubias le parece «casi inapelable» en ese caso. Y sin embargo…
Sin embargo la expresión sigue siendo opaca, nadie, excepto Cervantes,
usa la palabra astillero en el sentido que él le da ni la expresión lanza en
astillero, y si Covarrubias es mucho, Correas no es manco… Y siendo la
expresión estar en astillero o quedar en astillero de uso corriente cabría
pensar que Cervantes pusiese en la suya dos sentidos, como si dijera: «de
los de lanza en astillero, y nunca mejor dicho», o sea, una lanza que
espera en su astillero a ser usada ya.
Por todo ello sugiero a los que tengan ese Quijote que anoten a lápiz en
su ejemplar, como he hecho yo en el mío, junto a «de los de lanza ya
olvidada», un «de los de lanza casi a punto» o «de los de lanza ya en
capilla». Incluso, por darle la razón a Rico (lo que más le gusta), «de los
de lanza en su lancera». O mejor: «de los de lanza a punto en su
lancera». Es, diríamos, la solución baciyelmo aplicada a la filología, pues
en estas indagaciones que quedan de momento en astillero lo importante
es no hacer el ridículo.
Andrés Trapiello, El País, 3 de junio de 2016,
<https://elpais.com/elpais/2016/05/31/opinion/1464720254_700832.html>.

II) Ejercicios sobre consultas al diccionario

a) Busque en el DLE en línea (en la red) amenazas y observe qué ofrece


y cómo se ofrece.
b) Elija, entre lo que el diccionario le muestra, el lema que representa la
voz en la siguiente frase: Siempre amenazas con que te irás y luego te
tengo aquí continuamente.
c) El DLE en línea no ofrece ningún menú a la izquierda de manera que
¿cómo puede saber que el diccionario ofrece también la palabra
amenazante?
d) ¿Le parece útil que el diccionario ofrezca ese menú?, ¿por qué?
e) Ya que está consultando el DLE académico en la red, haga la
búsqueda de las formas subrayadas en el siguiente fragmento:
El idioma no cabe en un diccionario ni en un manual de gramática porque es escurridizo y
burletero, y cuando uno cree que lo tiene en las manos se le fue. ¿Y en un diccionario que fuera a
la vez léxico y gramática? ¡Ah, así la cosa cambia! Así la cosa es otra cosa. Cabe porque cabe. Y
ese fue el hallazgo de mi paisano, iluminado por Dios.
Fernando Vallejo en homenaje al filólogo colombiano Rufino José Cuervo.
<www.elpais.com.co>, 20 de julio de 2011.

f) Saque alguna conclusión de lo que han representado para usted estas


últimas búsquedas en cuanto a facilidad o dificultad.
g) Busque ahora palabras terminadas en -ú. Está interesado en ello
porque quiere rimar tabú con otra voz que represente una relación
que quiera remarcar. Inténtelo. El diccionario ofrece un amplio
repertorio.

24 El lema de la palabra whisky va en cursiva, con lo que marca que es voz extranjera y que la RAE
prefiere la forma güisqui, que es la que va explicada.
CAPÍTULO 10

Aprendizaje y enseñanza del léxico (L1 y L2)

El concepto de competencia lingüística puede ser considerado


parcialmente desde el número de unidades léxicas que un niño va
adquiriendo o que un extranjero va ampliando en su segunda lengua. Este
concepto pertenece, por una parte, al léxico mental de los hablantes y su
adquisición natural o su aprendizaje voluntario requieren la facilitación de
unas condiciones. Por otra parte, los estudiosos diferencian el vocabulario
activo, y con competencia del uso, del vocabulario pasivo que se
comprende, pero que se utiliza con dificultad y dudas; de ahí que la
metodología didáctica distinga entre el vocabulario común y disponible y el
vocabulario no disponible, que ha de ser objeto de aprendizaje. Una
didáctica inclusiva de estos dos tipos de vocabulario es la que se propone.
Se tendrá al final del capítulo una noción general sobre el proceso de la
ampliación del vocabulario por los hablantes y de cómo tradicionalmente se
ha enfocado su aprendizaje y su didáctica.
Sumario
10.1. La competencia léxica
10.2. Frecuencias de uso: vocabulario activo (familiaridad) y vocabulario pasivo (disponibilidad)
10.3. El aprendizaje del léxico
10.4. Estrategias de aprendizaje: estudio de las palabras en contexto
10.5. El error léxico: oportunidad de aprendizaje
10.6. La enseñanza del léxico

Desdeño las romanzas de los tenores huecos


y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos
y escucho solamente entre las voces una.
Antonio Machado, Retrato

No hace falta abogar por la presencia del léxico en la enseñanza de la


lengua, aunque en la tradición didáctica haya momentos en que su
aprendizaje se confía al puro azar. Es central el papel que el léxico
desempeña en la comunicación lingüística: está demostrado que quien goza
de un repertorio amplio de palabras entiende y produce mejores textos;
puede, por lo tanto, comunicarse mejor. Así lo sostienen los expertos que
han estudiado el lugar central que ocupa el vocabulario cuando se aprende
una lengua: como afirmó el lingüista Krashen (1987), cuando alguien
aprende una nueva lengua y viaja al país en que se habla, no lleva consigo
una gramática, sino un diccionario de esa lengua, porque es lo que necesita
para comunicarse. Al aprender palabras podemos desarrollar todas las
destrezas implicadas en el conocimiento tanto de la lengua materna como
de otras lenguas (segundas o extranjeras): comprensión oral, interacción
oral, expresión oral y escrita, gramática, etc. (cfr. Schmitt 2000).
Conviene además distinguir en didáctica entre léxico documentado,
recogido en soportes de papel o de registro de sonido, y léxico mental (cfr.
§2). Para su estudio los dos aspectos han de ser tenidos en cuenta. La
orientación mentalista de la lingüística desarrolla el concepto de lexicón o
léxico mental, que coincidiría con la observación muy anterior en el tiempo
de que los hablantes tienen un vocabulario o léxico activo (producción) y
otro pasivo (recepción).
La tesis mantenida a lo largo de estas páginas de que el léxico es un
componente transversal de las lenguas aboga por que la reflexión sobre el
vocabulario se puede plantear en todas las actividades de una clase de
lengua o de cualquier materia de estudio. El conocimiento del mundo, las
relaciones entre las palabras estudiadas por la psicolingüística, los estudios
gramaticales, el uso de diccionarios y, finalmente, el cultivo de la literatura,
son vías que sirven de acceso al léxico mental o lexicón de los hablantes
con el fin de que la enseñanza sepa activarlas y allanarlas y puedan
transitarse en los dos sentidos: en el del vocabulario pasivo (receptivo) y en
lo que respecta al activo (el de uso). Desde el incremento espontáneo del
vocabulario fruto de la comunicación en sociedad —el llamado aprendizaje
incidental—, pasando por la reflexión, podemos llegar a usar de forma
personal las palabras para que puedan representar las voces que busca
Machado entre una algarabía monótona de ecos.
Con este propósito, abordamos en este capítulo final qué se entiende por
competencia léxica (§10.1), qué cantidad de vocabulario tiene a su
disposición un hablante competente (§10.2), cómo se aprende el léxico de
una lengua (§10.3), qué estrategias son las más eficientes para hacerlo
(§10.4), qué significa el error léxico en este proceso de aprendizaje (§10.5)
y cómo plantear, en consecuencia, la enseñanza del vocabulario (§10.6).

10.1. La competencia léxica

Un hablante competente —con un nivel lingüístico elevado— tiene una


comprensión y una producción satisfactorias en los niveles fónico,
morfológico, sintáctico, semántico y pragmático de su lengua. La trabazón
o conexión de todos estos planos se representa en el vocabulario, que goza
de caracterización en todos esos niveles, como hemos ido demostrando a lo
largo de este manual. El léxico registra todas las unidades léxicas de la
lengua y asocia con ellas la información sintáctica, semántica, pragmática y
fonológica exigida para que funcionen correcta y adecuadamente.
Las unidades léxicas tienen que tener integrada en ellas mucha
información, que los lingüistas reconocen como estructura subléxica.
Además de esta carga, propiamente lingüística, cada voz encierra más
información aún: nociones de la frecuencia aproximada con que es usada,
de la asignación de registro, de sus variables fonéticas, de posibles usos
especializados, de matices diatópicos y diastráticos que albergan, etc.
El modo más rentable de tratar didácticamente el vocabulario durante
muchos siglos ha sido exclusivamente el de agrupar voces por temas afines;
se ofrecían y se ofrecen listas de voces que se suelen actualizar en los
mismos marcos de conocimiento: en el mercado, en los viajes, en las
presentaciones sociales, etc.
En la enseñanza y el aprendizaje del vocabulario de la propia lengua, lo
provechoso es seguir un planteamiento cualitativo y estratégico, que
busque, por un lado, profundizar en la calidad en el uso de las palabras
(Nation 1990) y, por otro, que fomente el manejo de estrategias de
aprendizaje (Lewis 1993, Ainciburu 2008, Schmitt 2010) para otorgar
autonomía al hablante, de modo que pueda por sí mismo posteriormente
ampliar en calidad y cantidad su vocabulario.
En este sentido, la competencia léxica es la capacidad de relacionar
adecuadamente formas con significados, así como de utilizar dicha
información. Esta capacidad reside en el llamado ‘lexicón mental’ (§2.3;
§4.2), que está constituido por una serie de unidades léxicas relacionadas
entre sí a las que se puede acceder por distintos caminos. Nation (2001: 27)
ha detallado lo que implica conocer una palabra en todas sus dimensiones:
forma, significado y uso, tal y como se muestra en la siguiente tabla (R:
recepción; P: producción):

R ¿Cómo suena la palabra?


Hablada
P ¿Cómo se pronuncia?

R ¿Cómo es esa palabra?


Escrita
Forma P ¿Cómo se escribe y deletrea?

R ¿Qué partes se reconocen en esa palabra?


Partes de la palabra ¿Qué partes de las palabras hacen falta para
P
expresar el significado?

R ¿Qué significado transmite?


Forma y significado ¿Qué palabras pueden usarse para expresar el
P
significado?

Significado R ¿Qué se incluye en este concepto?


Concepto y referentes
P ¿A qué ítems puede aplicarse este concepto?
R ¿En qué otras palabras hace pensar?
Asociaciones
P ¿Qué otras palabras podrían usarse en su lugar?

Uso R ¿En qué estructuras suele aparecer?


Funciones gramaticales
P ¿En qué estructuras suele usarse?

R ¿Qué palabras o tipos de palabras coaparecen?


Colocaciones
P ¿Junto a qué palabras debemos usarla?

Restricciones (registro, ¿Dónde, cuándo y con qué frecuencia esperamos


R
frecuencia…) encontrarnos con esta palabra?

P ¿Dónde, cuándo y con qué frecuencia podemos


usar esta palabra?

Tabla 5. ¿Qué significa conocer una palabra? (Nation 2001)

Conocer una palabra, pues, supone sumar las informaciones de todas


esas dimensiones (fonológica, ortográfica, morfológica, semántica,
sintáctica, cognitiva, cultural). Intervienen también las propias vivencias del
hablante en el aprendizaje de las palabras: en el siguiente ejemplo un niño
reflexiona sobre una palabra y, a partir de ella, sobre las palabras, sobre el
léxico 25 :

«“Demacrada”, eso fue lo que la abuela y doña Blanca dijeron que Elke estaba, la tarde que las
dos fueron a verla. Y era verdad que demacrada era la palabra que mejor pegaba con como se
había quedado Elke. La palabra demacrada es lo mejor de Elke que se ha dicho. Contenía lo que
a Elke la quedaba aún de huérfana de guerra con algo de lo que pensábamos cuando creíamos que
era una espía, yo por lo menos, con bastante de suicida nata y de kamikaze y de camarada y de
actriz y de vencejo. La verdad es que también parecía Elke en cama, en pijama, medio pájaro.
Frágil y feroz como parecía aquel vencejo y como suelen parecer bastantes pobres, especialmente
los que piden. La palabra demacrada la miré en un diccionario que hay en clase para usarle todo
el mundo y significaba, como yo me temía, cadavérico y escuálido, que a su vez significa
tiburónico, que viene a su vez de tiburón, que son los peces que apenas tienen grasa, demacrado
significaba también casi sin grasa para aprovechar la poquísima energía que aún les queda. Elke
tenía de vencejo, cada vez más, el no pesar apenas y las extremidades cada vez más largas.
Una palabra viene a ser como un agujero: se entra por la palabra y si se quiere no se sale y
desde dentro se ve lo que hay afuera, como desde dentro de un agujero, como si fuera un catalejo
y lo que se ve fuera un paisaje perfectamente circular. Cada palabra está llena de palabras, al
mismo tiempo que vacía para poder entrar más fácilmente. De las palabras es de lo que más me
fío, porque son cuevas con pasadizos que las comunican casi a todas y donde la mayoría del
curso 26 se hace un lío y no saben si pararse o si seguir y creen que lo que las palabras son es
laberintos. A mí no me preocupa lo más mínimo, porque yo sé entrar y sé salir por las palabras
como por los pasillos de esta casa. Y muchas palabras que ni siquiera antes las he visto ni una
vez, cuando las veo no me chocan: sé de dónde vienen y el camino que recorren aunque yo no le
recorra. Por eso soy el rey, entre otras cosas, porque las palabras las conozco todas. ¡Para saberlas
no necesito ni mirarlas!
El caso es que demacrada casi estaba Elke mejor que antes».
Álvaro Pombo (1993), Aparición del eterno femenino contada por S. M. el Rey,
Barcelona, Círculo de Lectores, 1994, págs. 113-114.
Las reflexiones sobre lo apropiado del uso del adjetivo demacrada en la convalecencia de una
niña en concreto, de la relación de ese adjetivo con otras voces y la observación final sobre lo que
puede haber dentro de cada palabra, sus muchas relaciones con otras, es un tipo de observación
en que conviene ejercitarse para adquirir un vocabulario rico y preciso, matizado para cada
expresión.
La unidad léxica, pues, no solo contiene información lingüística
objetiva, como hemos ido destacando en estas páginas, o información
restringida como una entrada de un diccionario, también se relaciona con
experiencias personales subjetivas y contiene muchísima información
extralingüística. El auténtico valor de la unidad léxica reside en las
relaciones que establece con otras unidades: el léxico mental está
organizado, lo que permite reconocer o utilizar las unidades muy
rápidamente. Las asociaciones son de todo tipo: de forma (relaciones
fónicas, gráficas), de significado (relaciones semánticas), de uso (relaciones
sintácticas, estilísticas), tal y como se detalla en la tabla anterior de Nation
(2001).
Estas asociaciones son las que explican muchas veces los errores léxicos
que se observan en estudiantes todavía en formación, que no han adquirido
un nivel alto de competencia léxica. Los estudiantes de secundaria cometen
frecuentemente errores léxicos del tipo onza de aceite (en lugar de orza),
pastilla de infantil (por aspirina), tengo miope (por miopía), o bien en unas
actas de un congreso científico muy serio puede encontrarse una confusión
entre sugerencias y sugestiones, palabras que tienen algo en común
semántica y fonéticamente 27 . Se pueden considerar estos usos resultados de
diversos tipos de vínculos —fónicos, semánticos, sintácticos— que quien
está aprendiendo una lengua tiene todavía sin fijar. Se ha demostrado ahora
neurológicamente lo que en la teoría sobre el funcionamiento de la lengua
se había argumentado, que el cerebro no se limita a interpretar las palabras
de forma aislada, sino que las organiza en estructuras encadenadas y
coherentes para extraer su significado 28 . La competencia léxica, por tanto,
no solo se mide en el alcance y la calidad de los conocimientos, sino
también en relación con la organización cognitiva y la forma como se
almacenan estos conocimientos. La organización de las palabras en el
lexicón mental permite actuar del significado a la forma en la producción
(al hablar y escribir) y de la forma al significado en la interpretación (al
escuchar o leer).
Estas diversas informaciones asociadas al saber léxico se adquieren de
forma incremental, en dos sentidos: 1) en el número de voces que se
conoce, 2) en la información que se conoce sobre cada unidad léxica. En
consecuencia, no puede establecerse una dicotomía entre «conocer/no
conocer» el vocabulario, sino que el aprendizaje de las palabras supone
trabajar por «grados de conocimiento». Así pues, en la enseñanza de la
lengua materna (L1) y de otras lenguas segundas, adicionales o extranjeras
(L2 o LE) las distintas dimensiones de una palabra (su forma, su
significado, su uso) deben ser objeto de aprendizaje, un aprendizaje que es
cíclico (no lineal) e incremental (sin límites). En esta gradación de la
competencia léxica prima disponer de un caudal léxico cada vez más
amplio y profundo, esto es, lograr almacenar palabras en la memoria a largo
plazo de manera que se puedan recuperar durante la comprensión
(conocimiento receptivo) o la producción (conocimiento productivo) y, por
tanto, estén siempre «disponibles» para resolver cualquier potencial
actividad de comunicación.

10.2. Frecuencias de uso: vocabulario activo (familiaridad) y


vocabulario pasivo (disponibilidad)

Para trabajar de una forma más pedagógica hay estudios que determinan
las frecuencias de uso, la familiaridad y la disponibilidad de las palabras.
Fue Gougenheim (1959) quien estableció las 1465 palabras más frecuentes
en francés, a partir de un corpus cerrado recogido de forma oral entre
estudiantes de secundaria de la metrópoli. Para recoger las palabras
disponibles, frecuentes solo en ciertos «centros de interés», se hizo una
encuesta a 914 escolares en cuatro regiones francesas diferentes.
Procesando esta encuesta se tienen las palabras disponibles en estos centros
de interés y el orden de aparición (prototipos culturales): 1465 palabras del
vocabulario disponible (692 nombres, 339 verbos, 253 palabras
gramaticales, 98 adjetivos y 83 adverbios). A partir del trabajo pionero de
Gougenheim y sus colaboradores, se han desarrollado después muchos
otros.
Uno de los estándares sobre los que apoyarse para la enseñanza del
vocabulario es el de los listados de frecuencias de uso extraídos de corpus
lingüísticos equilibrados, que proporcionan el umbral mínimo para una
comunicación eficaz. De todos modos, hay gran disparidad de datos; un
ejemplo clásico en inglés es el de las frecuencias que ofrece Nation (1990):

NIVEL N.º DE PALABRAS COBERTURA

Palabras de frecuencia alta 2000 87%


Vocabulario académico 800 8%

Vocabulario técnico 2000 3%

Palabras de frecuencia baja 123 200 2%

Total 128 000 100%

Tabla 6. Frecuencias de uso de las palabras según Nation (1990)

La aplicación de la estadística a la determinación del vocabulario que se


juzga adecuado a la enseñanza ha sido una actividad desarrollada desde
hace prácticamente un siglo (cfr. Davies 2002). Lo establecido por la
estadística es diferente para determinar el vocabulario de aprendizaje de una
lengua como extranjera (L2/LE) o como primera lengua (L1).
Tradicionalmente la enseñanza explícita del vocabulario en L2 se ha
concentrado en las unidades más frecuentes (entre 2000 y 5000) en los
niveles iniciales y se ha relegado el aprendizaje del léxico poco frecuente al
trabajo autónomo del estudiante en los niveles superiores. La lectura
extensiva desarrolla a su vez un aprendizaje incidental del léxico.
Una L1, en cambio, requiere una variación superior y, especialmente,
una precisión mayor en la información que cada palabra alberga; saber
cómo se usan las palabras más frecuentes es el objetivo de una L2 porque
son las más rentables, pero en el caso de la L1 es necesario buscar
equivalencias y explotaciones de significados (Hanks 2013), esto es, usos
más creativos. Los problemas que plantea esta aproximación son diversos;
entre ellos, la gran variación del léxico según el tipo de texto (temática,
registro, canal de comunicación, etc.); el gran salto que se da entre el léxico
muy frecuente y el menos frecuente; y la correlación que existe entre la
frecuencia con que aparece una palabra y su polisemia, su complejidad
gramatical y su capacidad combinatoria (colocaciones). Precisamente el
vocabulario más frecuente es el más complejo, el que suele adquirirse en
bloques sintácticos fijos y dominarse sin reflexión.
Para la enseñanza de la lengua materna española hay recogidos varios
recuentos por juicios valorativos, frecuencias o léxico disponible. Citamos
los siguientes en orden cronológico:
RODRÍGUEZ BOU, L. (1952), Recuento de vocabulario español, Río Piedras,
Universidad de Puerto Rico.
GARCÍA HOZ, V. (1953), Vocabulario usual, vocabulario común y vocabulario
fundamental, Madrid, C.S.I.C.
MÁRQUEZ VILLEGAS, L. (1975), Vocabulario del español hablado, Madrid, SGEL.
LARA, L. F. (1982), Diccionario fundamental del español de México, México, F.C.E.,
1982.
MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CIENCIA (1989), Vocabulario básico en la E.G.B.,
Madrid, Espasa Calpe, 2 vols.

El vocabulario normativo sancionado por academias o entidades


similares se establece a partir de textos considerados clásicos, autoridades
reconocidas en el manejo del idioma, fijado en algún momento que se
considere relevante en el desarrollo histórico de la lengua. Ejemplos de
estos vocabularios normativos son el recogido inicialmente en el
Diccionario de autoridades (1726-1739) en el caso del español, o el
vocabulario de autores consagrados, canónicos, como Garcilaso (Sarmiento
1970), Cervantes (Fernández Gómez 1962) o Pérez Galdós (Lassaleta
1974). Las concordancias, breves fragmentos en que la unidad buscada
aparece, se empezaron a recoger con fines filológicos y literarios en la
Biblia; en el vocabulario español se recogieron de la poesía de Garcilaso de
la Vega de Edward Sarmiento (1970), y hoy se extraen fácilmente de los
textos informatizados. Para vocabularios de autor hay estudios hechos sin
esta metodología, generalmente con fines estilísticos.
Sobre el vocabulario sancionado, destacan vocabularios dialectales (cfr.
ASELE 2010), o de jergas, tecnicismos, neologismos aún no reconocidos.
En el vocabulario normativo se distingue el vocabulario general o común,
sin marca alguna; y el vocabulario marcado por registro, por diafasia, por
nivel de uso según grupos sociales. Abordar la variedad léxica en todas sus
vertientes (variedades diatópica, diastrática, diafásica, diacrónica) es más
fácil ahora gracias a las posibilidades de acceso a los grandes volúmenes de
datos que ofrecen los instrumentos de TIC.
No obstante, estas clasificaciones son difíciles de establecer y los
diccionarios intentan siempre mejorarlas, al ser el vocabulario dinámico,
variable, y estar en continuo cambio. De ahí procede el gran número de
matices y valoraciones sociales que adoptan las palabras, imposible de ser
recogido exhaustivamente. La perspectiva de la escuela ha de ser, por tanto,
necesariamente dinámica (atenta a los cambios), pero con la aplicación
imprescindible de criterios estándar que acoja al mismo tiempo el uso
normativo y el uso creativo de las palabras.

10.3. El aprendizaje del léxico

Como hemos argumentado, y siguiendo a Staire (2006: 400): «el


aprendizaje del léxico es un proceso constructivo que se desarrolla de forma
progresiva y gradual, que se consolida con el tiempo. Es un proceso que
pasa de una fase receptiva a una productiva». La experiencia de los
hablantes es la fuente más común de la ampliación de su vocabulario, activo
y pasivo; los viajes, el trabajo, los amigos, los espectáculos, hoy los medios
de comunicación surten de vocabulario continuamente. Este tipo de
ampliación del caudal léxico responde a la adquisición espontánea.
En el recorrido de la recepción a la producción, se establecen para la
enseñanza-aprendizaje de las palabras los siguientes pasos o componentes
cognitivos:

— identificación/reconocimiento
— retención (memoria a corto plazo)
— comprensión/representación mental
— fijación (memoria a largo plazo)
— utilización (R y P)
— recuperación para su reutilización (R y P)

La atención al vocabulario que puede llevarse a cabo en clase constituye


solo la punta del iceberg de la cantidad de palabras y del conocimiento que
acerca de ellas el estudiante puede aprender por su cuenta fuera del aula; lo
relevante, pues, es enseñarle la mejor manera de seguir haciéndolo. Y para
eso ayuda practicar en clase estrategias de aprendizaje del vocabulario que
aborden las distintas dimensiones de la palabra y destaquen lo que significa
usarlas con calidad: manejar, por ejemplo, diccionarios de uso para explorar
las distintas acepciones (rectas y figuradas) de una voz, cuasisinónimos
matizados y frases hechas. O acostumbrarse a distinguir, por ejemplo, los
matices y diferencias entre voces tan cercanas como compasión, piedad y
empatía, palabras que Joan-Carles Mèlich utiliza en la reflexión que sigue:

«86. La diferencia que hay entre compasión y humillación es la misma que hay entre compasión y
piedad.
87. La piedad es un acto de poder, es el acto supremo del poder. La compasión no es la piedad
porque no es vertical sino horizontal, porque no busca el lucimiento personal. A diferencia de la
piedad, la compasión es discreta. Tiene lugar en el silencio, en la sombra.
Nadie sabe ni debe saber que el compasivo es compasivo.
88. La compasión no es la empatía.
La empatía es el resultado de un contagio emocional que consiste en ponerse en el lugar del
otro, en la piel del otro, y, por lo tanto, en pensar que su alegría, que su sufrimiento podrían ser
los míos. Pero eso no tiene nada que ver con la compasión. El torturador también es empático y,
al serlo, puede torturar mejor. Contrariamente a la empatía, la respuesta compasiva consiste en
ponerse al lado del que sufre, en acompañarlo en su dolor. El compasivo no siente el dolor del
otro, sino al otro sufriendo».
Joan-Carles Mèlich (2015), La lectura como plegaria, Barcelona,
Fragmenta editorial, págs. 45-46.

Es útil también analizar la morfología de las palabras para identificar


familias léxicas en el sistema de la lengua: de piedad > piadoso; piedad
deriva de pío, que se encuentra también en monte pío > montepío, monte de
piedad, obra pía, impío > impiedad; expiar > expiación; pietista, pietismo;
y reflexionar también sobre el nombre propio, de los papas Pío, por
ejemplo. Además, interesa resaltar bloques de palabras en los textos para
conocer combinaciones sintácticas habituales (Lewis 1993 y 1997, Verlinde
et al. 2010): tener/sentir/despertar piedad, ser piadoso y no *estar piadoso.
Hoy los estudiantes pueden ver por Google o por un corpus la combinación
más habitual y las frecuencias de uso de cada combinación.
En relación con el uso de las palabras, es necesario estudiar las
convenciones socioculturales que comunica una unidad léxica: en qué
entornos, ambientes, tipos de conversación, boca de hablantes, se espera
escuchar o se suele leer, y también saber si tiene connotaciones (ecos
literarios, asociaciones afectivas, etc.), esto es, qué sentidos añadidos
supone usar una determinada palabra.

Por ejemplo, el adjetivo mundano presenta valoraciones negativas en determinados contextos


(persona mundana puede ser sinónima de persona frívola) que pueden ponerse en entredicho en
otros contextos, como en el «Elogio de una filosofía mundana» de Javier Gomà 29 . Sostiene este
filósofo que toda auténtica filosofía debe ser mundana en su doble significado: por un lado,
porque se refiere «al mundo» y ofrece así una visión del conjunto, del todo; por otro lado, porque
la filosofía tiene que referirse «a todo el mundo», y no solamente a un pequeño grupo de
filósofos, pues todas las personas interpretamos lo que ocurre y nos sucede en la vida: interpretar
es un quehacer característicamente filosófico. El uso del adjetivo mundano, a, se muestra así con
matiz negativo, persona mundana, y con matiz positivo, filosofía mundana.

Las estrategias listadas hasta aquí fomentan la reflexión sobre el uso de


las palabras, ligado a la experiencia de quienes las aprenden y al logro de la
autonomía en el proceso de apropiación de nuevas palabras y
profundización en las que ya se conocen. Aunque los libros de texto
digitales actuales podrían ofrecer un entorno adecuado de aprendizaje para
este tipo de actividades, el peso de una enseñanza excesivamente
metalingüística (y poco orientada al uso de las palabras) explica que la
mayoría de los ejercicios de léxico en estos manuales digitales no
contemplen todavía un trabajo detenido en las redes de palabras, en sus
combinatorias, en las convenciones socioculturales del vocabulario. Siguen
predominando ejercicios de identificación de tipos de palabras
(simples/derivadas/compuestas; patrimoniales/cultas; etc.), de definiciones
descontextualizadas, de análisis formal, y extraña la ausencia de una mayor
y sistemática atención a la semántica y a la pragmática de las voces, al uso
de las palabras en contexto y a las relaciones entre ellas.
También es recomendable sacar más partido para el aprendizaje del
léxico a los diccionarios informatizados, en cederrón —cuyas herramientas
de búsqueda son más sofisticadas e hipertextuales que las de sus versiones
en la red—, o en la plataforma ENCLAVE (presentada en 2018) de la Real
Academia Española, cuyo patrón principal de búsqueda son las unidades
léxicas que de una forma u otra están informatizadas en los trabajos de esa
institución. Sus aplicaciones principales tienen dirección onomasiológica
para la producción discursiva, y orientación semasiológica para todo lo
descriptivo, significado, historia, muestras de textos, concordancias, etc., y
no solo para la decodificación.

10.4. Estrategias de aprendizaje: estudio de las palabras en


contexto 30

En el dominio del vocabulario de una lengua materna, desde muy


temprano quedó establecido que hay grados de calidad en el dominio de las
voces que tienen los hablantes: la palabra no se ha oído, se ha oído pero se
desconoce su significado, se conoce el significado y se usa
convencionalmente, se tienen establecidas relaciones de diferente tipo de
esa palabra con otras (asociaciones, metáforas, polisemia, registros, etc.)
(Dale 1973, Staire 2006). Trabajar las relaciones en la enseñanza requiere
un modelo del léxico mental que dé razón de las relaciones conceptuales
(Evens 1988, Lehrer 1992), fónicas, sintácticas, pragmáticas, etc.
Markowitz (1982) propuso estudiar la formación progresiva de marcos de
conocimiento, de dominios metafóricos, de atributos que reciben los
referentes, de enriquecimiento y diversificación de prototipos para fomentar
la flexibilidad y rigor en la capacidad de categorización: actividades que
convendría practicar de manera consciente, pues de forma intuitiva ya se
hacen (Taylor 1989).
La base, pues, de la enseñanza parte de la hipótesis de que tanto entre
niños como entre adultos las unidades se adquieren por un mecanismo de
imprimación, el lexical priming (Hoey 2005): este mecanismo explicaría
cómo, junto con las unidades, se adquieren todos los niveles que los
lingüistas parcelan en el lenguaje. La imprimación léxica sería la
información memorizada que queda de una unidad léxica cuando se percibe
por primera vez, y afectaría difusamente a la fonética, la morfología, la
sintaxis, la combinatoria, y todas las informaciones que un hablante
competente integra más tarde bajo una unidad. La teoría de la imprimación
es la base sobre la que se desarrolla todo el enfoque léxico en el
aprendizaje de segundas lenguas de Lewis (1990 y 1993).
Este enfoque psicológico y etnográfico aporta a la docencia un
conocimiento del proceso de aumentar en cantidad y calidad el vocabulario
(Kiel 1979). Estas líneas, ya viejas e intuitivas, activan la imaginación, y se
han plasmado, por ejemplo, en el juego de «si María fuera un libro, una flor,
un vehículo, un país, médico, etc. ¿cuál o qué tipo sería?». Se reconocen en
las asociaciones psicológicas que se manifiestan con variedad de
vocabulario. Siguiendo los trabajos que Lakoff y Johnson (1980)
desarrollaron (cfr. §4.5), se pueden proponer ejercicios sobre las bases de
las metáforas y su desarrollo en vocabulario figurado y fraseología. Por
ejemplo: bajo «la discusión es una guerra» se pueden encontrar los usos
defenderse, atacar o contraatar con argumentos, ganar o perder una
discusión, retirarse o rendirse, etc. (son las metáforas cognitivas que hemos
comentado en el §4). En la técnica de recoger vocabulario sugerido por los
hablantes sobre centros de interés convencionales (López Morales 1999),
las primeras palabras de las listas que sugieren los consultados suelen
coincidir con los prototipos culturales y etnográficos (Rosch 1973, Taylor
1989, Kleiber 1990): sobre los ‘transportes’, tren, autobús, metro; sobre
‘vivienda’, piso, casa, dormitorio, cocina. Los consultados aportan
principalmente sustantivos.
Metodológicamente, el léxico mental exige modelos de recuperación de
las palabras en comprensión y en producción 31 que sean activados a partir
de las relaciones memorizadas. Cuanta mayor y mejor sea la información
integrada en la mente de los hablantes la activación será más fácil y más
precisa. La tarea que fomenta el aprendizaje del vocabulario es
precisamente facilitar esta integración.
En relación con el aprendizaje de una lengua segunda o extranjera
(L2/LE), la retención del vocabulario en la memoria es también una ardua
tarea, como destaca con otra metáfora bélica Prendergast (1964) en la cita
que sigue (recogida en Estaire 2009):
Las palabras de una lengua extranjera que memorizamos son prisioneros de guerra, que
incesantemente intentan escapar. Se requiere una gran vigilancia para detenerlas en su intento,
porque a menos que nuestra atención esté continuamente dirigida hacia ellas, y a menos que
las reunamos frecuentemente para pasar revista, se escapan al bosque y se dispersan.

El conocimiento de las palabras en L2/LE depende en gran medida de


las características del material lingüístico que se pone a disposición del
estudiante. Así pues, se comprenden mejor las unidades que aparecen en un
contexto significativo, las que guardan relación con intereses o necesidades
del hablante, así como las que están asociadas a un fuerte estímulo o
reaparecen en contextos similares, ofreciendo más información. Además,
las palabras se comprenden, retienen y utilizan más fácilmente si la unidad
en cuestión establece relaciones con otras palabras del lexicón mental,
como ya hemos comentado: es más fácil entender el valor de desconsuelo si
se habla de una situación trágica (donde pueden haber aparecido palabras de
un mismo campo semántico tales como tristeza, dolo, etc.) que si el tema de
conversación son nuestras aficiones; retener sentimiento de desconsuelo;
profundo, absoluto desconsuelo; sentir desconsuelo; llorar con
desconsuelo.

Un ejemplo de estas asociaciones en contexto es el que ofrece la escritora Martín Gaite a


propósito de sazón y desazón en su ensayo El cuento de nunca acabar:

«LA SAZÓN Y LA DESAZÓN»


El incentivo de los amores, como el de los cuentos, radica en su capacidad de sorpresa. Ni al que
se pone a querer ni al que se pone a contar les va a servir de nada prefigurar el trance amoroso o
narrativo. Mientras no se vean metidos de hoz y coz en él, no están en condiciones de saber cómo
les va a ir.
Si fuera posible sumar las horas que han consumido los enamorados de todos los tiempos
ensayando a solas palabras y actitudes para alcanzar la perfección del encuentro inminente que
anhelaban y temían («le diré tal o cual», «le miraré de esta manera o de la otra», «no perderé el
aplomo», etc.), tendríamos que concluir que ese ingente caudal de tiempo solamente puede no
considerarse baldío con relación a la literatura amorosa que haya podido propiciar, ya que, como
es sabido, los mejores poemas de amor se han escrito desde la soledad y la ausencia. Pero ningún
enamorado sincero, al comparar luego lo que pensaba hacer y decir con el resultado de lo que
hizo y dijo, podría dejar de reconocer el fracaso de aquellos proyectos acariciados de antemano,
hechos añicos contra la situación real cuando se llegó a configurar. Ni de sorprenderse ante los
cambios que el «cuando» de esa situación imprimió a lo prefigurado, precisamente porque el
advenimiento mismo de la sazón amorosa es, de todo, lo más imprevisible. Justamente la
desazón amorosa es siempre una consecuencia de no haber sabido aprovechar la sazón. La gran
sabiduría del amante consiste en reconocer y apresar esta sazón cuando irrumpe rasgando el velo
de lo soñado, en acertar a distinguirla de posibles espejismos. Así viven los buenos amantes, en
continua alerta, acechando la configuración de la sazón oportuna, pero renunciando a provocarla,
como erradamente les aconseja su deseo, atentos a la trama de lo que va ocurriendo, dispuestos
siempre a decir: «ahora», a saltar al estribo de los trenes en marcha. En el caso de los sujetos
dogmáticos y testarudos, su impaciente afán por cumplir a ultranza un programa previsto, les
lleva a forzar la sazón con remates de aparente brillantez, donde la ciega identificación de lo
proyectado con lo conseguido puede semejar un triunfo. Pero son remates de ignorante, que a la
postre adolecerán de su atropello y de la desatención a los datos que la situación les invitaba a
considerar, triunfos pasajeros de torpes consecuencias. Traiciones a la sazón que se pagarán en
desazón».
Carmen Martín Gaite (1983), El cuento de nunca acabar, Barcelona, Anagrama,
1988, págs. 39-40.

Se trata, por tanto, de ampliar las redes asociativas de los hablantes. Se


pueden usar con este objetivo distintos tipos de tareas: mapas conceptuales
o árboles para trabajar campos semánticos o redes de asociaciones;
ejercicios con escalas o gradaciones (humor, parodia, sátira, sarcasmo); de
homónimos, antónimos (como el ejemplo de sazón y desazón) y sinónimos;
actividades de colocaciones (sazón amorosa, sazón oportuna; aprovechar la
sazón; embargar la desazón), expresiones idiomáticas y refranes; relaciones
del léxico objeto de aprendizaje con las vivencias de los alumnos para
reutilizarlo (qué sazón y qué desazón han experimentado); tareas de
creación de historias, poemas o canciones utilizando las unidades léxicas
que se aprenden; etc. El objetivo de estas propuestas es crear oportunidades
para activar y reutilizar el léxico ya conocido, integrar léxico nuevo en el
conocido, ampliar las redes asociativas relacionadas con su significado, su
forma y su uso. Son tareas que Estaire, Ainciburu, Higueras y Baralo (2009)
proponen para el aprendizaje y el reciclaje del vocabulario.
Y, finalmente, se aboga por promover la conciencia léxica (Scott y Nagy
2004) entre los hablantes. Para esa toma de conciencia se requiere crear un
entorno rico en palabras: exponerse a un mundo inundado de lengua oral y
escrita precisa, variada; inundada la clase de libros, de discursos orales de
referencia, de diccionarios que lo envuelvan todo; reconocer y promover
una «dicción versada», esto es, usar en clase palabras sofisticadas;
promover los juegos de palabras (homófonos y homógrafos, frases hechas,
clichés y calambures). También es necesario fomentar esta conciencia
léxica a través de la escritura; elaborar pensamientos e ideas por escrito,
implicar a los estudiantes en investigaciones originales, enfocadas en textos
escritos, en textos orales o basadas en entrevistas a usuarios de la lengua,
sobre cuestiones como las siguientes: las palabras o partes de las palabras
que los estudiantes han aprendido, el vocabulario que se emplea en
determinadas situaciones (dentro o fuera de clase) o en ciertas profesiones
(médicos, deportistas, etc.), el vocabulario usado por distintos hablantes
(niños, adolescentes, etc.), vocabulario oral y escrito (repetición versus
concisión), formas de tratamiento por diferentes personas en diferentes
ámbitos (doctor, profesor, señor), etc.
A medida que los «mundos de las palabras» de los estudiantes se abren
también se ensanchan los mundos en que viven. Para lograrlo, se explican
los significados de las palabras ricas, sofisticadas, se extiende su significado
proporcionando ejemplos, y se implica a los estudiantes en las voces
analizadas ayudándolos a establecer conexiones con sus propias
experiencias. Se pueden ofrecer ayudas auditivas, táctiles o visuales, para ir
más allá de la palabra y abordar su conocimiento conceptual. He aquí
(véase figura 2 en página siguiente) un ejemplo de ayuda didáctica, una
lámina sobre ‘conjuntos’ del Diccionario escolar de Vox-Larousse (dir.
Battaner 2018):
Figura 2. Lámina propuesta para conjuntos del Diccionario escolar Vox-Larousse

Son retos todas las propuestas aquí apuntadas para un aprendizaje del
léxico y de la lengua más exigente, el que necesitamos para entender lo que
nos pasa y lo que ocurre en el mundo. Profundizar en el conocimiento de las
palabras es, sin duda, ahondar en lo que nos hace específicamente humanos.
Y una forma de ahondar en el conocimiento de las palabras es tomar
conciencia también de los errores léxicos: analizar sus causas, su naturaleza
y las oportunidades que abren.

Un ejemplo paradigmático de la fortuna de algunos errores léxicos es el que describe Stith


Thompson (1946) en su libro sobre el cuento folclórico, a propósito de una palabra clave en la
Cenicienta de Charles Perrault: el zapato original de la protagonista tenía que ser de vaire (un tipo
de piel muy fina), pero se convirtió, por una afortunada equivocación al transcribir, en un zapato
de verre, es decir, de cristal. Un zapato de cristal, aunque sea el resultado de un error, será
siempre mucho más atractivo que cualquier zapato de piel. Observamos con este ejemplo el
interés literario y la seducción que genera el error; también trabajar a partir de él ofrece un gran
potencial didáctico, como exponemos a continuación.
10.5. El error léxico: oportunidad de aprendizaje

La lingüística estructural señaló que los errores lingüísticos siempre


tienen una explicación en el mismo sistema de la lengua; es más, pueden
desvelar estructuras o invariables de las que los hablantes no son
conscientes, aunque funcionan en su competencia lingüística. Si un
muchacho dice *carabeza por calavera, encuentra que alguna relación hay
entre cabeza y calavera en su léxico mental. Cómo abordar el error para
que constituya una oportunidad de aprendizaje ha sido una cuestión
planteada desde sus inicios en la enseñanza de lenguas. Como ejemplos de
estos trabajos previos en relación con la didáctica de la L2 o LE, en
discursos orales y escritos, Fromkin (1973) estudia los errores en el habla
como evidencias lingüísticas de aprendizaje; y Hendrickson (1980), en su
caso, ofrece pautas de retroalimentación a partir de los errores más
frecuentes en las producciones escritas de estudiantes de L2/LE.
En relación con el aprendizaje del vocabulario español, Higueras (2006:
79) distingue tres tipos de errores léxicos: el error de precisión de una
palabra (como, por ejemplo, confundir el uso de los verbos mirar, ver,
observar, ojear), el error de colocación (en la combinación de dos palabras:
tomar el teléfono en lugar de coger el teléfono, por ejemplo; o conversación
bonita en lugar de conversación agradable) y el error de registro léxico
(currar por trabajar; rollo por complicación). También se puede considerar
en esta línea un cuarto tipo de error, el que tiene que ver con el esquema
sintáctico en el que se utiliza la palabra: cabe distinguir en error y falta, por
ejemplo, en lugar de cabe distinguir entre error y falta. Del mismo modo,
son relevantes los errores en la realización fonética u ortográfica de voces
que se conocen solo oralmente y cuyos límites se difuminan en la secuencia
oral: *parato por aparato, *vion por *avión, o *el cótido tal como un niño
había interpretado la palabra helicóptero. La recogida de errores en la
realización del vocabulario muestra fehacientemente como el léxico es
transversal a todos los niveles en los que los lingüistas parcelan el
fenómeno del lenguaje natural para su estudio.
En todos estos casos podemos considerar el error como un ‘termómetro’
que le indica al profesor —y al propio aprendiz— cómo evoluciona la
temperatura de su proceso de aprendizaje. El error, por tanto, no se entiende
en esta perspectiva como una aberración o una limitación de las
capacidades del aprendiz, sino como una oportunidad de aprendizaje. De
este modo, en didáctica de lenguas se distingue entre error, esto es, un fallo
reflejo de un aprendizaje incompleto o inadecuado pero sistemático, y
equivocación o falta, es decir, un gazapo debido a un descuido, ya sea por
cansancio, escasa concentración u otra causa circunstancial (Moreno
Fernández 2002: 62), que a veces ilumina qué ordenación semántica se
tiene en el léxico mental del hablante. Entendido de esta forma, el error
léxico se interpreta como una evidencia positiva de desarrollo del
vocabulario de quien está aprendiendo una lengua.
Analizar el error léxico en el proceso de adquisición y de aprendizaje
lingüísticos es muy relevante, porque ofrece una triple información: 1)
contribuye a comprender mejor la organización del lexicón o léxico mental
de los hablantes de una lengua (Ellis 1994, Meara 1996; cfr. §2.3); 2)
fomenta la conciencia lingüística que se necesita para poder avanzar en el
aprendizaje del vocabulario; 3) distingue las áreas que plantean más
problemas en el dominio del vocabulario de una determinada lengua y en
las que, en consecuencia, es necesario incidir pedagógicamente.
Sobre las áreas que requieren atención didáctica, estas varían según sea
la lengua de aprendizaje una L1 o una L2 o lengua extranjera. Quien está
aprendiendo una L2 o LE cometerá con frecuencia errores léxicos
relacionados con la interferencia del vocabulario que ya domina en su
lengua materna, como los siguientes: préstamos, calcos, adaptaciones
léxicas de una palabra de su L1 a las reglas morfológicas o fonológicas de
la L2, falsos cognados o problemas ortográficos en la escritura de la palabra
(Agustín-Llach 2017).
Merecen atención los falsos amigos, denominación que reciben los
calcos sobre una voz extranjera mal traducida o interpretada por su
semejanza con otra voz de la lengua de llegada; si el color rojo es en
italiano rosso y una persona lo traduce como rosa y no como rojo es que se
ha producido un error por ‘falsa amistad’; ha parecido más cercano y se
establece una equivalencia falsa. Cuando este fenómeno no queda aislado
en una actuación y se difunde a través de una mala traducción, el falso
amigo pasa a ser un calco o un préstamo basado en un error debido a que
una palabra en una lengua extranjera se relaciona con una significación
diferente pero formalmente parecida en la lengua de llegada.
En la propia lengua que se habla, la L1, también se dan interferencias de
otras lenguas, sobre todo del inglés, por ser la lengua del intercambio
internacional. Quienes estudian estos préstamos o calcos valoran su
integración en la lengua que los acoge y, por tanto, su consideración o no
como error léxico. Los anglicismos que se incluyen, por ejemplo, en el
Gran diccionario de anglicismos de Félix Rodríguez (2017), están
plenamente documentados en lengua española, por lo que para cada una de
sus entradas se puede indicar el registro y la frecuencia de uso de la voz
inglesa usada en español.
Los problemas léxicos, como se observa, varían según nos hallemos ante
un discurso escrito formal o ante usos hablados más espontáneos e
informales (Hoyos Arvizu 2010), pero se extienden en el español actual.
Javier Marías, con su habitual agudeza, destaca algunos de los recogidos en
la Guía práctica de neoespañol: enigmas y curiosidades del nuevo idioma
(2015), de Ana Durante:

[…]
Sus delirantes, tronchantes y a la vez tristísimos ejemplos están sacados de prensa escrita y
hablada, pero también de obras literarias, tanto originales como traducidas. Uno va leyendo, y
casi a cada página le da la risa y se lleva las manos a la cabeza, desesperado: «Esa camisa le
profería un aire chulesco», o «Dijo el rey propiciándole un beso en la frente», o «El religioso
ahorcó los hábitos», o «Habían fletado todo el hotel» son muestras de cómo los verbos se
permutan alegremente y de que cualquiera les sirve hoy a muchos hablantes y escritores. Claro
que esto no es nada al lado de las «creaciones» enigmáticas: «Su trato a veces puede aminorarse
difícil», o «Lo miró atusando las pestañas», o «La oyó desertar hondos suspiros», o «Pifió ella,
mirándolo a los ojos». Hay que ser muy sagaz para traducir todo eso.
Javier Marías (2015), «La invasión del neoespañol», en El País,
18 de octubre de 2015.

Podríamos agrupar estos problemas léxicos que un hablante comete en


su propia lengua en los siguientes tipos, desde los más superficiales a los
más complejos, según su grado de incidencia en el significado y uso de las
palabras:
1) Errores de pronunciación u ortografía: almóndiga por albóndiga, vagamundo por vagabundo;
madalena por magdalena, entre muchos otros recogidos en Borrego Nieto (2016).
2) Confusión de parónimos o falsos parónimos: infligir en lugar de infringir; constar en lugar de
consistir; adoptar por adaptar, proferir por proporcionar, etc.
3) Empleo de palabras existentes pero infrecuentes: castellanoparlante por castellanohablante,
concretizar por concretar, por ejemplo.
4) Imprecisiones léxicas: abuso de las denominadas proformas léxicas o palabras baúl, como los
nombres cosa, hecho, tema, los verbos decir, hacer, poner, tener, hablar (en lugar de plantear,
proponer, observar, etc.) o los adjetivos bueno, interesante, positivo, como hiperónimos
sobrevalorados.
5) Locuciones inadecuadas o clichés: a nivel de, a raíz de, de cara a, en base a, por ejemplo, se
emplean en muchas ocasiones de forma incorrecta, en lugar de preposiciones simples
acertadas (entre o en en lugar de a nivel de, por ejemplo, en la multitarea es habitual a nivel
de adolescentes, en lugar de entre adolescentes, o con el tiempo han sido admitidas a nivel
normativo, en lugar de en la norma)
6) Coloquialismos: asunto peliagudo en lugar de cuestión problemática, por ejemplo, en
contextos formales.
7) Confusiones semánticas: compendio en lugar de resumen; o relación certera en lugar de
relación adecuada o equitativa; lengua por dialecto; oponerse por diferenciarse; apartado por
asunto o cuestión.
8) Problemas de construcción: en el argumento de los verbos, por ejemplo, como en los verbos
pronominales con se (confusión entre basar y basarse en), o en combinaciones léxicas como
hacer un error en lugar de cometer un error, tener cariño por profesar cariño o decir insultos
en lugar de proferir insultos.
9) Elección de una forma léxica errónea para el mantenimiento del referente: por ejemplo, no se
dan ni el laísmo ni el loísmo, *características que sí se encuentran en el español peninsular,
problema relacionado con el encapsulamiento de la información que hemos abordado en un
capítulo anterior (cfr. §8.4.2).

Tabla 7. Tipología de errores léxicos

Se requiere insistir en el origen de estos problemas para su tratamiento


didáctico y su solución: a partir del tipo de error léxico identificado, es
necesario fomentar el uso de las palabras adecuadas como práctica habitual,
con la ayuda de estrategias de aprendizaje que extraigan el máximo partido
del potencial de aprendizaje de los aprendices. Estas estrategias ya las
hemos explicado en el apartado anterior (§10.4): uso del diccionario, por
ejemplo, registro de nuevas imágenes o nuevos conceptos para las nuevas
palabras o expresiones que se aprenden, toma de conciencia de las
conexiones entre formas y significados de las voces, trabajo con
combinaciones y bloques semiconstruidos o expresiones hechas, etc.,
siempre en contexto.
El fin, en consecuencia, es aprender de los errores léxicos, como ayudas
que permiten entender mejor cómo se dominan las palabras y se organizan y
relacionan en nuestro léxico mental. Explicitar estos tipos de problemas en
el aula para llamar la atención sobre ellos es una necesidad.

El fragmento de la novela No voy a pedirle a nadie que me crea, de Juan Pablo Villalobos, con el
que cerramos este capítulo, se presenta como una posible forma de reflexionar sobre los errores
léxicos, a partir de la relación entre las dos palabras que aquí se usan en el contexto, dosis y
mezcla, para analizar cuáles son las razones de emplear dosis —el error— en lugar de mezcla:
«Salimos al pasillo y la doctora Elizondo se detiene frente a la máquina expendedora de café.
¿No prefiere ir a la cafetería, doctora?, digo. Pulsa el botón del café cortado y me dedica una
mirada despectiva de medio segundo, con la exacta misma dosis de furia y decepción de las
miradas de Valentina desde que llegamos a Barcelona (la misma mezcla, quiero decir). La
doctora Elizondo al menos reconoce mi existencia, todavía, no como Valentina, que se dirige a mí
en tercera persona, como si yo no estuviera presente y ella hablara con un amigo imaginario (una
amiga imaginaria, más bien, a juzgar por la retórica y el contenido de los comentarios)».
Juan Pablo Villalobos (2016), No voy a pedirle a nadie que me crea,
Barcelona, Anagrama, págs. 58-59.
También el variado uso de la lengua española que ofrece esta novela permite reflexionar sobre el
uso de anglicismos recientes (mail, spam en el texto) y su grado de integración en el español
actual:
«Descubrí un locutorio en Torrent de l’Olla donde cobran treinta centavos por quince minutos
de internet. Un euro la hora y cincuenta centavos la media, como en todos lados, pero aquí se
pueden pagar solo quince minutos. No había correo de Juan Pablo. Un mail de mi hermano. Un
montón de spam. Una amiga de mi hermana que me escribe para contarme que está planeando
venirse a vivir a Barcelona y me pregunta si podríamos (así, en plural) recibirla unos días,
mientras consigue un lugar».
Ibíd., pág. 87.

10.6. La enseñanza del léxico

Como se ha ido señalando, el léxico envuelve al hablante y está en todas


sus manifestaciones; la conciencia que de su vocabulario tiene cada
hablante es un punto de partida para su enseñanza. Sin embargo, el número
de unidades léxicas dispuestas a ser adquiridas es tan grande que demasiado
habitualmente se deja su enseñanza a una adquisición indirecta.
La escuela presenta la reflexión sobre el valor de las palabras en casi
todas sus facetas, pero lo realmente eficaz es transformar en hábito de cada
estudiante esa reflexión y para ello conviene detenerse una y otra vez en las
nuevas palabras, en las relaciones que pueden establecer con las conocidas
o con las que no se conocen aún, en la comparación entre ellas, en su grado
de precisión, en otras voces que las suelen acompañar o son extrañas a sus
usos, en la valoración o discusión de lo descrito de ellas en los diccionarios
generales o en los diccionarios de sinónimos, en saborear sus sonidos
(ataques silábicos, sílabas intensas, codas de las sílabas finales), adjudicar
alguna voz a personajes conocidos, ¿Quién usaría/se expresaría muy
posiblemente con esta palabra?: todos los aspectos en que las unidades
léxicas, simples y pluriverbales se actualizan, con el fin de que los
estudiantes disfruten con ellas. En este libro se ha intentado explicar que el
léxico es la entrada a la reflexión lingüística más intuitiva y disponible para
todos los hablantes.

***

Conclusiones: ideas clave

Para aprender vocabulario en una lengua (propia o extranjera) es


necesario que el hablante atienda tanto a su léxico mental —relaciones entre
las unidades en el almacén cognitivo— como a sus vivencias y su toma de
conciencia de lo que significa el uso acertado de una palabra y un mal uso o
error. Estos tres elementos —conocimiento, actuación léxica y reflexión
sobre esa actuación— definen nuestra competencia léxica.
Podemos aumentar esta competencia con múltiples estrategias de
aprendizaje que refuerzan las relaciones de todo tipo (fónicas, morfológicas,
sintácticas, semánticas, pragmáticas) que las palabras establecen entre sí.
Saber estrechar esos lazos y poderlos soltar al mismo tiempo en los usos
léxicos más creativos son pruebas evidentes de un aprendizaje eficaz, fruto
de una enseñanza y de un procesamiento consciente por parte del hablante.

Obras consultadas: para saber más


AINCIBURU, María Cecilia (2008), Aspectos del aprendizaje del
vocabulario, Frankfurt, Peter Lang.
BARALO, Marta (2007), «Adquisición de palabras: redes semánticas y
léxicas». Disponible en
<http://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/publicaciones_centr
os/PDF/munich_2006-2007/04_baralo.pdf>.
BATTANER, Paz (2015), «El léxico como pilar inicial de la reflexión
lingüística y el diccionario», en M. P. GARCÉS GÓMEZ (ed.),
Lingüística y diccionarios, A Coruña, Universidade da Coruña, págs.
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Londres y Nueva York, Routledge Linguistics Classics, 2.ª ed.
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Cambridge, Cambridge University Press.
SCHMITT, Norbert (2010), Researching Vocabulary: A Vocabulary
Research Manual, Basingstoke, UK, Palgrave Press.
WILLIS, David (2003), Rules, Patterns and Words: Grammar and Lexis
in English Language Teaching, Cambridge, Cambridge University
Press.
ACTIVIDADES PARA LA REFLEXIÓN DEL CAPÍTULO 10

I) Interpretación de un texto: análisis de marcos de conocimiento

La película de Woody Allen titulada originalmente en inglés Crimes and Misdemeanors ha sido
traducida en Hispanoamérica como Crímenes y pecados; en España, como Delitos y faltas. Está
publicado el guion en la editorial Tusquets, traducción de José Luis Guarner (2007); el editor ofrece en
la reseña el resumen siguiente:

En Delitos y faltas, que se rodó en diez semanas a finales del otoño de 1988, Allen habla de amores, ilusiones, creencias
religiosas, dudas éticas, éxito y fracaso, y también de cómo distinguir el bien del mal en situaciones complejas y delicadas. Delitos y
faltas es una mezcla de comedia y drama que urde una fascinante trama de relaciones intrincadas, entretejidas entre sí.
Judah Rosenthal (Martin Landau) es un rico y respetado oftalmólogo de Manhattan que intenta poner fin a una relación
extramatrimonial con una azafata (Anjelica Huston), pero esta le amenaza con arruinar su vida y contarlo todo a su mujer.
Paralelamente, se nos cuenta la historia de un productor de documentales sobre cuestiones ecológicas (Woody Allen), que apenas
gana para vivir, y la de su cuñado (Alan Alda), un productor de televisión frívolo y fatuo, que sin embargo goza de fama y gana
millones. Como no podía ser menos en una película de Allen, los dos se enamoran de la misma mujer (Mia Farrow) […].

a) ¿Con qué otras palabras asociamos crímenes y pecados?


b) ¿Con cuáles, delitos y faltas?
c) ¿Qué tipo de marcos, dominios o ámbitos activan?
d) Consúltese el diccionario para delimitar el sentido de estas cuatro palabras en español: crímenes,
pecados, delitos, faltas.
e) Detállese con qué verbos y adjetivos se combinan habitualmente cada una.

Es útil consultar la plataforma ENCLAVE de la RAE (<https://enclave.rae.es>) para obtener


contextos de uso, frecuencia y palabras con las que coaparecen.

II) Ejercicio en torno a un marco: el de la infracción

El cuadro siguiente está extraído del libro La interferència lingüística de Lluís Payrató (1985):
constituye, como detalla el lingüista catalán, una articulación del campo infracción según Weisgerber
(1963), de la traducción castellana del original alemán, citado por Arens (1969: 716-717).

a) Destaca Payrató (1985: 204) en el cuadro tres palabras repetidas: búsquese en el diccionario cuál
es la razón de incluirlas en dos columnas distintas.
b) Y falta el sustantivo incorrección: ¿en qué columna se ubicaría y por qué?

Infracción de
Sin conciencia Cese de la
alguna Con
y sin voluntad Conocimiento Obligación Inicio del falta de En la
norma / Grado conocimiento
(comprobación posible de saber conocimiento buena disposición
de la y voluntad
simple) voluntad
responsabilidad

De lo que es Plancha Falta de


Equivocación Descuido Irreflexión Insensatez Necedad
adecuado (lapsus) reflexión

De lo que es
Falta Falta leve Impropiedad Inconveniencia Abuso Malicia Majadería
pertinente
De lo que es Error Desatino Tontería Inconsideración Insensatez Locura Chifladura
razonable
De lo que es Brutalidad,
Desliz Desacierto Impertinencia Improcedencia Insolencia Bajeza
conveniente grosería

De lo que es
Vulneración Contravención Transgresión Violación Desacato Desacierto (Rebelión)
preceptivo

De lo que es Bribonada,
Delito Traspiés Abuso Crimen Atropello Atentado
justo vileza
De lo que
pertenece al Extravío Fechoría Infamia Atrocidad Ultraje Pecado Diablura
orden moral

Payrató (1985: 205)

c) Pueden además organizarse las palabras de este marco en hiperónimos e hipónimos, y


relacionarse con otras, como las diecinueve voces siguientes:

d) Para extender su significado, búsquense ejemplos de distintos contextos de uso para estas
palabras, y así analizar sus variadas acepciones y también las voces emparentadas con ellas
morfológicamente. Aquí se ofrecen algunos ejemplos:

defecto: «El tejido tenía un defecto, era defectuoso».


«Los defectos de carácter pueden ser compensados cultivando otras buenas cualidades».
carencia: «La falta total de dinero es una carencia difícil de superar».
«La carencia de oído se salva estimulando otros sentidos».
«Estaban carentes de todo lo necesario».
«La ciudad carecía de agua potable».
falta: «Tiene cinco faltas de asistencia».
«Sus faltas de conducta son excusables».
«Faltan las ideas principales de lo que se explicó».
«Quedó falto de la última mano de pintura».
error: «Hay diversos tipos de errores, por olvido, por no entender, por poner otra cosa».
«En el examen solo se admiten cinco errores».
equivocación: «Tuvo una equivocación porque no lo leyó bien».
«La equivocación del jefe estuvo en no darse cuenta de lo buena persona que era el cliente».
desacierto: «Fue un desacierto recordarle lo que no quería que se supiera».
«Mi mayor desacierto fue no acudir a la reunión».
falsedad: «Dijo una falsedad, pero no quería engañar».
«Su vida es falsa porque vive gastando más que tiene».
«Ese cuadro es falso, no es el pintor que aparenta ser».
«El programa estadístico falsea los datos».
engaño: «En el engaño casi siempre hay cobardía».
«Cazan los conejos con el engaño del hurón».
vicio: «El vicio es un defecto moral que marca la actuación de los que lo padecen».
«Lo que se considera vicio unas veces, otras es una virtud, una buena cualidad».
«Tenía el vicio de ser vanidoso».

III) Análisis de artículos lexicográficos: estudie el artículo de la palabra demora en el


Diccionario de la lengua española (2014):

1) Identifique su sentido referencial y figurado (frases hechas).


2) Observe las acepciones: ¿qué diferencias presentan?
3) Identifique su clase sintáctica: adjetivo, sustantivo, etc.
4) Atienda a sus usos gramaticales: combinaciones con otras palabras, antepuesto o pospuesto al
verbo, etc.
5) Determine los marcos (dominios, áreas, ámbitos) a los que pertenece.
6) Observe el hiperónimo inmediato y el hipónimo inmediato; y busque sinónimos: ordénelos.
7) Enfrente demora con las palabras retraso y atraso.

IV) Ejercicio de combinatoria léxica

Identifique las combinaciones de palabras que Monterroso emplea en el siguiente microrrelato:

«Se dice que había una vez un católico, según unos, o un protestante, según otros, que en tiempos muy lejanos y asaltado por las
dudas comenzó a pensar seriamente en volverse cristiano; pero el temor de que sus vecinos imaginaran que lo hacía para pasar por
gracioso, o por llamar la atención, lo hizo renunciar a su extravagante debilidad y propósito».
Augusto Monterroso, «El apóstata arrepentido», en Cuentos, fábulas y lo demás es silencio (1996), México,
Alfaguara, pág. 188.

a) ¿Cómo contribuyen estas combinaciones a estructurar el relato?


b) ¿A qué tipo de combinatoria gramatical pertenecen?: había una vez, tiempos lejanos, asaltar las
dudas, pensar seriamente, pasar por gracioso, llamar la atención, extravagante debilidad.
c) ¿Qué combinatoria presentan las palabras duda, debilidad y propósito?
d) ¿Qué contradicción señala el adjetivo extravagante en el texto de Monterroso?

V) Redes de palabras
Reflexione en torno a la redes léxicas de medidas (dimensión, longitud, superficie, volumen, peso,
tiempo) para contrastar estas redes con las de otras lenguas que conozca:

25 El texto presenta una sintaxis de tipo conversacional típica de un niño y un uso de los pronombres personales átonos muy común en
el norte de España, aunque poco normativo.

26 La mayoría de alumnos del curso, o de la clase, del niño protagonista, que es el que está en uso de la palabra.

27 «Los encuentros de investigadores tampoco satisfacen a todos los socios pero faltan sugestiones precisas para mejorarlos», Actas de
la segunda Asamblea General de la A.I.H., celebrada en la Universidad de Barcelona el 26 de agosto de 1989.

28 Véase la noticia «El cerebro fabrica árboles sintácticos para interpretar el lenguaje», en Tendencias científicas, 10 de mayo de 2017:
<http://www.tendencias21.net/El-cerebro-fabrica-arboles-sintacticos-para-interpretar-el-lenguaje_a43934.html>.
29 Véase su análisis de esta palabra en el siguiente enlace de internet: <https://www.youtube.com/watch?v=uEOypLmQ_8k>.

30 Se recogen en este apartado propuestas del trabajo de Carmen López Ferrero y Paz Battaner (2017). «Learning Spanish L1
vocabulary in context», en S. Torner y E. Bernal (eds.), Collocations and other lexical combinations in Spanish. Theoretical and Applied
approaches, Londres y Nueva York: Routledge Taylor & Francis Group, págs. 267-285.

31 Marslen-Wilson (1989), McKeown y Curtis (1987) proporcionan modelos para la comprensión y la producción del léxico por el
hablante. Estos modelos, como las teorías, «deben ser psicológicamente plausibles porque, de otro modo, simplemente estaremos ante
una narración especulativa (as-if story), ante una historieta», Félix Ovejero (2009) sobre cita de Hedström en Dissecting the Social: on
the Principles of Analytical Sociology.
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Glosario

Se indica siempre el apartado (§) del libro en que se explica cada


concepto

A
acepción (§9.3): cada uno de los diferentes significados, por sentidos diferentes o por distinta
categoría gramatical, con los que un lema puede aparecer; generalmente las acepciones van
numeradas dentro de cada artículo lexicográfico.
acrónimo (§6.4): forma de una palabra a partir de más de una sílaba o letra (dos o tres) de alguno o
algunos de sus componentes léxicos, y no solo con las letras iniciales como lo hacen las siglas.
actividad (§5.9.2): significado durativo o atélico de aquellos verbos/predicados que expresan
acciones, procesos o situaciones que presentan un desarrollo temporal y no necesitan un límite
para poder entenderse.
acto de habla (§8): acción que se lleva a cabo al usar una expresión, es decir, emisión de un
enunciado.
acto locutivo (§8): emisión de un enunciado.
acto ilocutivo (§8): intención con que se emite un enunciado.
acto perlocutivo (§8): efecto que provoca el uso de un enunciado.
actualización (léxica) (§1.3.3; §3.4): uso de una palabra en un contexto, comprendida o expresada en
enunciados y no en forma aislada como puede aparecer por convención en los diccionarios.
adjetivo calificativo (§5.8): clase de palabra/categoría sintáctica que denota propiedades o
cualidades que se atribuyen a un sustantivo y lo modifican.
adjetivo cuantificativo (§5.8.3): adjetivo que denota cantidad del sustantivo al que acompaña.
adjetivo determinativo (§5.8.3): determinante (demostrativo, posesivo, indefinido, numeral,
exclamativo o interrogativo); es una categoría más gramatical que léxica.
adjetivo elativo (§5.8): adjetivo calificativo de significado extremo, que ocupa uno de los polos del
significado en una gradación semántica.
adjetivo modal o adverbial (§5.8.1): adjetivo que predica del sustantivo como si este por sí fuera
una proposición u oración.
adjetivo relacional (§5.8): adjetivo que expresa el área a la que pertenece el sustantivo al que
modifica; suele ser un derivado del nombre con el que está relacionado morfológicamente.
adjunto (§5.5): complemento no necesario de una unidad léxica predicativa, a diferencia de un
argumento, que es obligatorio. El adjunto precisa la identificación de la unidad que complementa.
afijo (§6.3): segmento gramatical que agrega a la palabra derivada informaciones de diverso tipo.
americanismo: unidad léxica propia del español de América, por contraste con el vocabulario de uso
habitual en España.
anáfora (§8.2): relación por la que una unidad lingüística remite a otra palabra o expresión que ha
aparecido antes en el discurso y le da el significado.
análisis componencial (§1.3.1): estudio que distingue los componentes o rasgos semánticos
caracterizadores de cada unidad léxica.
anclaje léxico (§8.5.1): unidad léxica que organiza el contenido de un texto y destaca sus partes.
antonimia (§4.4): relación semántica que se establece entre unidades léxicas de significado opuesto
que admiten gradación, esto es, unidades intermedias.
antónimos (§4.4): unidades léxicas que se oponen entre sí en cuanto a su significado, con matices
posibles intermedios entre ambas.
antonomasia (§3): tipo de referente generalizado porque es, entre todos los de su clase, el más
conocido o representativo.
antropónimo (§3.3): nombre propio usado para las personas en las diferentes culturas.
apodo (§3.3): nombre con que se conoce a un individuo o a toda una familia en localidades
relativamente pequeñas.
aposición (§5.7): sustantivo que complementa al sustantivo núcleo de un grupo nominal.
aposición enfática (§5.7): complemento preposicional que pone de relieve una característica
positiva o negativa del sustantivo núcleo.
aposición especificativa (§5.7): complemento yuxtapuesto y sin pausa entre dos sustantivos que
restringe el significado del sustantivo núcleo.
aposición explicativa (§5.7): complemento con pausa entre dos sustantivos que explica o atribuye
al sustantivo núcleo.
aprendizaje incidental §10.2): adquisición de nuevas unidades léxicas de manera indirecta, sin
objetivo de aprendizaje.
arcaísmo (§3.5): palabra que se usó de forma más habitual en otras épocas pasadas y que en la
actualidad resulta una voz marcada como antigua o desconocida.
argumento (§5.5): complemento que necesita una unidad léxica predicativa para completar su
significado, esto es, para llegar a ser semánticamente satisfactoria.
artículo lexicográfico (§9.3): apartado en cualquier tipo de diccionario correspondiente a la
representación o explicación de las posibles actualizaciones de un lema.
aspecto léxico (§5.9.2): significado que posee todo verbo y que informa de la estructura interna de
los eventos, de la manera que surgen, se desarrollan, si terminan o se repiten, si se perciben en su
integridad o se muestran por segmentos temporales; las situaciones se expresan como
instantáneas, terminadas, inacabadas o repetidas.
aspecto verbal (§5.9.1): flexión de los verbos que indica tiempo imperfecto o perfecto.
aspecto imperfecto o imperfectivo (§5.9.1): valor semántico de las formas verbales (presente,
pretérito imperfecto, por ejemplo) que presentan el tiempo sin tener en cuenta su finalización.
aspecto perfecto o perfectivo (§5.9.1): valor semántico de las formas verbales (pretérito
indefinido, por ejemplo) que presentan el tiempo con su final.
atélico (§5.9.2): significado léxico de duración sin contemplar un final en el desarrollo de la
actividad o estado que implican determinados eventos.
atribución (§5.4): predicación desarrollada por un elemento nominal, adjetivo o sustantivo.
atributo (§1.3.2): en el cognitivismo, rasgo de significado que se reconoce en los prototipos.

B
base léxica (§6): morfema con significado léxico que constituye la raíz o base sobre la que inciden
los morfemas flexivos o derivativos componentes de una unidad léxica.
C
calco (§3.2; §10.5): préstamo léxico semántico o de significado.
catáfora (§8.2): relación por la que una unidad lingüística remite a otra palabra o expresión que
aparecerá después en el discurso.
categoría gramatical (§5.2) > categoría sintáctica
categoría léxica (§5.4) > categoría sintáctica
categoría léxico-gramatical (§5.2) > categoría sintáctica
categoría sintáctica (§5.2): clase a la que pertenece una unidad léxica según su morfología, (variable
o invariable), su significado (predicativo o no) y su función en el contexto. Los diccionarios
aportan la categoría sintáctica de las palabras en la primera información que ofrecen en cada
artículo o en cada acepción.
categorías primarias (§5.2): artículo, sustantivo, adjetivo, pronombre, verbo, adverbio,
preposición, conjunción, interjección.
categorías secundarias (§5.2): propiedades flexivas de las palabras (el número, el género, la
persona, el tiempo) que pueden ser compartidas por varias categorías primarias.
clase de palabra (§5.2) > categoría sintáctica
cliché (§4.5): unidad léxica o expresión que de tan repetida pierde significación.
cognado (§5.5; §5.8): unidad léxica emparentada morfológicamente con otra al compartir la misma
raíz o la misma base morfológica.
cohesión léxica (§8.2): relación semántica y gramatical que homogeneiza el léxico utilizado en un
texto manteniendo un contenido discursivo suficientemente explicativo.
cohiponimia (§4.4): relación semántica que se establece entre un conjunto de unidades léxicas cuyo
significado queda incluido en el de otra unidad (el hiperónimo que comparten).
cohipónimos (§4.4): unidades léxicas cuyo significado queda incluido en el de una misma palabra de
significación más extensa (el hiperónimo compartido).
colocación (§5.1; §5.8): combinaciones usuales y frecuentes de palabras que forman una
construcción sintáctica (grupo nominal, adjetival, verbal, etc.). En ellas se distinguen la voz
complementada, o base, y el colocativo, que puede restringir su uso a unos determinados tipos de
bases.
combinatoria léxica (§5.4): capacidad de construcción de unas palabras con otras en relación con su
categoría gramatical y su significado.
competencia léxica (§10.1): capacidad de los hablantes para relacionar adecuadamente formas con
significados, así como de utilizar dicha información en el manejo de las unidades léxicas en el
discurso.
complementariedad (§4.4): relación semántica que se establece entre unidades léxicas de
significado opuesto que no admite gradación ni unidades intermedias.
complementarios (§4.4): unidades léxicas opuestas en cuanto a su significado que no presentan ni
gradación ni opciones intermedias.
complemento argumental (§5.5) > argumento
complemento preposicional subjetivo (§5.7): argumento que especifica el sujeto de una
predicación nominal.
complemento preposicional objetivo (§5.7): argumento que especifica el objeto de una
predicación nominal.
composición (§6.3): proceso de formación de palabras por medio de la unión de dos unidades
léxicas; el resultado de este proceso es, pues, una unidad léxica compuesta.
compuesto léxico (§6.3): unidad léxica formada por dos bases o dos palabras; constituyen estos dos
componentes una unidad fónica, ortográfica y morfológica, de modo que se consideran una sola
palabra.
compuesto sintagmático (§6.3): unidad compleja formada por una oración completa o un sintagma
con un sentido propio unitario. También son denominados compuestos impropios o imperfectos.
concepto (§1.3): representación mental de cualquier experiencia humana que suele formalizarse
lingüísticamente en una unidad léxica como núcleo de un significado.
conceptualización (§4.2): representación genérica y universal de entidades individuales
(particulares).
concordancia (en corpus lingüísticos) (§1.3.3; §10.2): cada uno de los breves fragmentos de texto
en que aparece una misma palabra en la consulta a un corpus lingüístico informatizado y que
permite conocer el uso que se hace de ella.
conector discursivo (§8.4): unidad lingüística invariable que actúa como enlace entre enunciados en
un discurso, esto es, relaciona dos fragmentos textuales o miembros discursivos.
connotación (§4.3): sentido de una unidad léxica relacionado con las experiencias de un hablante o
de un grupo de hablantes exclusivamente, contrapuesto a la denotación. Los diccionarios solo
recogen matices connotativos cuando se han generalizado.
consonante (§7.1): fonema cuya característica prosódica principal es que no admite su realización
sin un fonema vocálico (o vocal).
corpus lingüístico (§1.3.3): almacén de datos lingüísticos informatizados, compuestos de fragmentos
o textos completos, que permiten observar la unidad léxica buscada en todos los casos
(concordancias) en que el corpus la guarda.
correferencia (§8.2): relación que mantienen dos unidades léxicas que remiten al mismo referente en
el discurso.
cultismos (§3.2): palabras que no han seguido desde el latín la evolución característica de la lengua
española, sino que se han incorporado a su vocabulario sin cambios fonéticos o con leves
cambios, pues generalmente entran por textos escritos.

D
deixis (§8.2): capacidad referencial que tienen algunas unidades léxicas de señalar o mostrar
elementos de la situación de comunicación (los participantes, el lugar, el tiempo).
denotación (§4.3): significado de una unidad léxica con referente evidente para todos los hablantes,
contrapuesto a la connotación. El significado denotativo de las palabras es el que recogen los
diccionarios.
derivación §6.1; §6.3): proceso morfológico de formación de palabras consistente en añadir un afijo
(prefijo, sufijo o interfijo) a una base léxica.
derivado sincrónico (§6.1): unidad léxica formada a partir de una base léxica cuyos componentes de
significado son reconocibles.
derivado diacrónico (§6.1): unidad léxica formada a partir de una base léxica cuyos componentes de
significado no son reconocibles por los hablantes.
designación (§4.2): operación de la lengua por la que se etiqueta o nombra la realidad.
diacronía léxica (§3.4): variación del léxico en la dimensión temporal o histórica.
diáfora (8.1): relación de correferencia por la que una unidad lingüística remite al mismo referente
que otra palabra o expresión mencionada antes o después en el discurso.
dialectalismo / variedad léxica dialectal o geográfica (§3.6): unidad léxica propia de una zona
dialectal, que distingue entre el dialecto de esa zona y el vocabulario más extendido de la lengua a
la que pertenece.
diccionario
diccionario combinatorio (§9.1): diccionario que ofrece información de los vocablos que se
combinan, tanto con diferentes categorías sintácticas como por semántica.
diccionario contrastivo (§3.6; §9.1): diccionario que recoge las unidades léxicas que no se
comparten en toda la generalidad de una lengua con respecto a un dialecto que se considera
punto de partida.
diccionario de aprendizaje: diccionario monolingüe de nomenclatura restringida y con
informaciones de uso gramatical y combinatorio, vocabulario de definición controlado y
dirigido a estudiantes de lengua extranjera.
diccionario de lengua (§9.1): diccionario cuyas informaciones son fundamentalmente lingüísticas
y no enciclopédicas.
diccionario digital (§9.4; §9.5):): diccionario organizado en una base de datos léxica relacional
que se consulta en línea y que permite elegir el tipo y el grado de informaciones que la base de
datos alberga.
diccionario electrónico (§9.4; §9.5) > diccionario informatizado
diccionario enciclopédico (§9.2): diccionario que proporciona información sobre el mundo en
todas sus variadas manifestaciones, no solo del léxico de una lengua.
diccionario especializado (§3.1; §9.2): diccionario que recoge léxico especializado de un
determinado campo científico, profesional, social o técnico.
diccionario general (§3.1; §9.1): conjunto de informaciones sobre las unidades léxicas comunes a
los hablantes de una lengua.
diccionario ideológico (§9.4) > diccionario onomasiológico
diccionario informatizado (§9.5): diccionario convencional, concebido para ser impreso, que se
traspone en soporte electrónico y permite ser leído y consultado de manera más relacional;
suelen presentarse en cederrón o en línea.
diccionario integral (§9.1): diccionario que trata de representar el léxico usual en una comunidad
lingüística.
diccionario monolingüe (§9.1): diccionario general integral que constituye preferentemente un
recurso de ayuda para el hablante, en el que se consigna cada unidad léxica descrita en sus
diferentes manifestaciones: pronunciación, ortografía, morfología, categoría gramatical,
significados y usos.
diccionario onomasiológico (§9.4; §9.5): diccionario ordenado por ideas, conceptos o por temas
y que permite llegar a las unidades léxicas a partir del significado. Suele ordenarse en grandes
apartados conceptuales o ideológicos que intentan reproducir la concepción ontológica
aceptada por la comunidad lingüística.
diccionario plurilingüe (§9.1): diccionario que establece equivalencia en tres lenguas o más,
suele ser de vocabulario especializado.
diccionario selectivo (§9.1) > diccionario contrastivo
diccionario semasiológico (§9.5): diccionario ordenado por la forma o el significante de las
unidades léxicas y que permite ir de la forma gráfica al significado y a otras informaciones
lingüísticas. Suele presentarse en orden alfabético cuando va impreso; electrónicamente no lo
necesita.
dicho (§8.3): unidad fraseológica que goza de autonomía gramatical, pues presenta estructura
oracional.
dinámica diacrónica (§3.4) > variación diacrónica
dinámica diatópica (§3.6) > variación diatópica
dinámica léxica (§3): fenómeno lingüístico universal por el que el vocabulario de todas las lenguas
experimenta cambios a lo largo del tiempo, del espacio geográfico y de la variedad de situaciones
de comunicación.
disfemismo (§8.1): unidad léxica malsonante.
dispersión (§3): en estadística léxica, coeficiente de la frecuencia de aparición de una forma o lema
en relación con su aparición en las diferentes partes que constituyen un corpus informatizado.
disponibilidad léxica (§3.6; §10.2): vocabulario que un hablante tiene activo.
doblete (§3.2; §6.2): par o conjunto de palabras que proceden del mismo étimo latino pero cuya
forma ha seguido evoluciones distintas desde el latín, de modo que en un caso se ha adaptado al
español como una voz patrimonial (seña) y en otro se ha incorporado al vocabulario como
cultismo (signo).

E
encapsulador (§8.5.2): sustantivo que recoge en un texto información de fragmentos discursivos
previos para caracterizarlos semánticamente.
enciclopedia (§4.2): descripción ordenada de los conocimientos científicos, con datos esenciales,
fijos, universales.
enlace extraoracional (§8.5) > marcador del discurso
entonación (§7.4): rasgo fónico suprasegmental que consiste en la línea melódica con que se emite
un enunciado uniendo las distintas unidades léxicas que lo forman.
enunciado (§1.1): forma lingüística real, actualizada, que necesita un objetivo pragmático al que
responder y puede manifestarse por una palabra o por varias.
enunciado fraseológico (§8.3): frase hecha que cumple las condiciones de oración y tiene
significado literal o metafórico.
entidad (§4.1): significado de las unidades léxicas cuyas características y funciones se muestran
como animadas o inanimadas, se mantienen constantes en el tiempo y responden en general a los
sustantivos como objetos, materias, sustancias, personas, animales, lugares.
entrada lexicográfica (§9.3): título o nombre que se da al artículo que explica la voz, representada
por el lema en un diccionario; suele ir con un grafismo reconocible, en color, en negrita, en
versales, etc.
epíteto (§5.8.1): adjetivo que caracteriza de manera general al sustantivo al que acompaña.
españolismo: unidad léxica propia de España por contraste con el uso habitual del español de
América.
esquema acentual (§7.3): estructura fónica de las unidades léxicas representada por sus sílabas
átonas y tónicas.
estado (§4.1; §5.9.2): significado durativo o atélico de aquellos verbos que incluyen propiedades de
las personas o de las cosas cuya duración depende de otros factores.
estereotipo (§1.3.1): convención fijada tácitamente en cada sociedad y cultura para los significados
de cada unidad léxica reconocible.
estructura argumental (§1.3.4): esquema sintáctico-semántico que representa los argumentos y los
complementos adjuntos que una unidad léxica exige y permite.
estructura de herencia léxica (§1.3.4): esquema de elementos semánticos y morfológicos que
muestra la unidad léxica derivada y que reproduce los de su base morfológica.
estructura de qualia (§1.3.4): esquema de elementos semánticos que especifican características o
factores explicativos de la unidad léxica, los denominados qualia (constitutivo, formal, télico y
agentivo).
estructura eventiva (§1.3.4): esquema de elementos semánticos y sintácticos que especifica los
eventos que puede desarrollar la unidad léxica, uno principal y, si hubiera, otro secundario que la
unidad léxica exija.
estructura subléxica (§10.1): toda la información integrada en la unidad léxica y que le permite
adaptarse a diferentes contextos o se manifiesta en su actualización, como sus propiedades
fonológicas, morfológicas, sintácticas y semánticas.
etiqueta discursiva (§8.5.2) > encapsulador
etimología (§3.4): explicación de la forma fónica y de la semántica de una palabra basada en su
anterior proveniencia lingüística, principalmente el establecimiento de qué lengua original deriva.
eufemismo (§8.1): mecanismo semántico que sirve para suavizar una expresión de otra que podría
incomodar o ser proscrita por tabú.
evento (§4.1): significado de una unidad léxica que implica tiempo, cuya percepción muestra
diferentes matices, como estados, procesos, repeticiones, etc. Por excelencia corresponde a los
verbos y algunos sustantivos y adjetivos.
explotación léxica (§10.2): uso creativo de una palabra.
extensión (§4.2): uno de los dos tipos de significado con que se muestra una unidad léxica (el otro es
la intensión) que corresponde a la capacidad de marcar las condiciones de los referentes en su
actualización en el discurso.
extranjerismo (§3.5): palabra recogida de otra lengua sin adaptación a las características fonéticas y
morfológicas de la lengua de llegada.

F
factor agentivo de una unidad léxica (§4.5) > quale agentivo
factor constitutivo (§4.5) > quale constitutivo
factor formal (§4.5) > quale formal
factor télico (§4.5) > quale télico
falso amigo (§10.5): voz extranjera mal traducida o interpretada por su semejanza con otra voz de la
lengua de llegada.
familia léxica (§6.1): conjunto de palabras que comparten la misma base léxica.
foco (§5.9): segmento sintáctico-semántico resaltado o puesto de relieve prosódica o gramaticalmente
en un enunciado.
focalización (§5.9): mecanismo sintáctico con el que se marca un elemento de una expresión como
foco.
fonema (§7.1): unidad lingüística de sonido que en una lengua funciona como distintivo, esto es,
tiene capacidad para diferenciar palabras y significados.
fonética (§7.1): disciplina que estudia los sonidos de una lengua, su articulación y percepción.
fonología (§7): disciplina que estudia los fonemas de una lengua, esto es, los sonidos que adquieren
en ella valor distintivo.
fonotaxis (§7): estudio de las características fónicas en la secuencia sintáctica.
formas complejas (§6.3): unidades léxicas compuestas por varias unidades simples, descriptivas y
funcionales que no generan significado componencial; son llamadas también unidades
pluriverbales.
fraseología (§5.1; §8.3): disciplina que estudia todo tipo de unidades léxicas complejas,
pluriverbales, formadas por varias voces o palabras, de sentido unitario, cuyo significado, pues, no
se extrae de la suma de sus componentes.
frecuencia absoluta (§3): en estadística léxica, número de veces que una forma o un lema se
encuentra en un corpus cerrado.
frecuencia normalizada (§3) > frecuencia relativa
frecuencia relativa (§3): en estadística léxica, número de veces que una forma o un lema se
encuentra en un corpus cerrado en relación con el número de formas o de lemas totales de ese
corpus; suele darse la frecuencia relativa por millón.

G
gentilicio (§3.3): adjetivo derivado de un topónimo o nombre propio de un lugar.
gramática lexicista (§1.3.3; §5.1): gramática que estudia pormenorizadamente las características
sintácticas de grupos de unidades léxicas, lo que enriquece la descripción gramatical y permite
establecer clases léxicas.
gramaticalización (§6.5): proceso por el que algunas unidades léxicas plenas y autónomas asumen
valor gramatical en determinadas construcciones sintácticas y usos pragmáticos.
grupo acentual (§7.3): constituyente sintáctico en el que una de las palabras, o la única palabra que
componga el grupo, ha de ser una palabra descriptiva o pronombre equivalente a ella, que tenga
una sílaba más intensa, más perceptible al oído que otras sílabas vecinas; constituye una secuencia
rítmica.
grupo fónico (§7.4): cadena o secuencia fónica entre dos pausas constituyente de algún periodo
sintáctico.
grupo sintáctico (§5.6): estructura formada por varias unidades léxicas, una de ellas núcleo y las
otras sus complementos, con una función determinada en la linealidad oracional.

H
hiperonimia (§4.4): relación semántica de inclusión que se establece entre unidades léxicas en las
que el significado de una palabra (el hiperónimo) puede incluir el de otras (los hipónimos).
hiperónimo (§4.4): unidad léxica cuyo significado incluye el de otras (sus hipónimos)
hipertexto (§9.4): en un texto digitalizado, establecimiento de vínculos que permiten acceder a otro
texto clicando sobre cualquier unidad léxica descriptiva; en un diccionario electrónico, propiedad
de pasar en una consulta de un artículo lexicográfico a otro en el que cualquier palabra de él se
explique.
hipocorístico (§6.4): apelativo familiar de nombre de pila resultado de un truncamiento de su forma,
bien por el inicio (Dora por Heliodora), bien por el final (Sebas por Sebastián).
hiponimia (§4.4): relación semántica de inclusión que se establece entre unidades léxicas en las que
el significado de una palabra (el hipónimo) está incluido en el de otra (el hiperónimo)
hipónimo (§4.4): unidad léxica cuyo significado está incluido en el de otra (su hiperónimo)
hispanoamericanismo (§3.6) > americanismo
holonimia (§4.4): relación semántica que se establece entre dos palabras en las que el significado de
una de ellas corresponde al todo del que la otra constituye una de sus partes (merónimo).
holónimo (§4.4): unidad léxica cuyo significado constituye el todo con respecto a otra unidad que es
su parte (su merónimo).
homógrafos (§7.5): unidades léxicas de diferente significado, y a veces de diferente categoría
gramatical, que se pronuncian y se escriben exactamente igual.
homónimos (§7.5): unidades léxicas que coinciden en la misma pronunciación, pero no en la
escritura.

I
idiomaticidad (§8.3): principio por el que una unidad léxica compleja se interpreta como un bloque
de sentido unitario, pues su significado global no es deducible del significado aislado literal de
cada uno de los morfemas que la constituyen.
idiotismo (§5.1; §8.3): locución con formación sintáctica anómala y significado no componencial.
imprimación léxica (§10.4): información memorizada que queda de una unidad léxica cuando se
percibe por primera vez, y afectaría difusamente a la fonética, la morfología, la sintaxis, la
combinatoria, y todas las informaciones que un hablante competente integra más tarde bajo una
unidad.
intensidad silábica (§7.3): o acento de las palabras, rasgo prosódico suprasegmental que abarca
todos los fonemas de la sílaba y que se emite con mayor fuerza en la actualización oral de una
unidad léxica.
intensión (§4.2): uno de los dos tipos de significado con que se muestra una unidad léxica (el otro es
la extensión) que corresponde a las condiciones de su aplicación en el uso dentro de una lengua.
interfijo (§6.3): morfema de derivación que se desarrolla entre la base y otros morfemas,
gramaticales o sufijales; -it- en azuqu-ít-ar, diminutivo de azúcar.
interjección (§7.7): categoría gramatical invariable que condensa diferentes matices de expresión
semántica y pragmática (apelaciones, exclamaciones, etc.) en una unidad léxica simple, con
características fonéticas singulares y realizadas en un grupo fónico aislado, dentro de los
enunciados en los que puede aparecer.

L
lapsus linguae (§2.3): errores en la enunciación de una palabra por otra cercana en su realización
fonética o en su significado, candelabro por ‘candelero’.
lema (§2.4; §9.3): representación convencional de una unidad léxica en atención a su variada flexión
morfológica; en un diccionario de lengua, representación de la palabra que el artículo
lexicográfico describe.
lemario (§9.5): conjunto de lemas al que un diccionario atiende.
lematización (§2.4): operación de marcar en un corpus informático la unidad léxica convencional a
la que cada forma responde; consiguieron es una forma que debe ser reconocida digitalmente
como conseguir, su lema.
lexema (§5.1) > base morfológica mínima con significado léxico de una unidad simple.
lexía (§5.1) > unidad léxica
lexical priming (§10.4) > imprimación
lexicalización (§6.5): proceso por el que un elemento lingüístico no léxico (un morfema, una
expresión) pasa a formar parte del sistema léxico, esto es, a constituir una unidad léxica con
significado conceptual propio, no composicional.
léxico (§2): conjunto teórico de las unidades léxicas de una lengua natural que los hablantes tienen en
sus mentes y que es objeto de la representación lingüística. Se caracteriza por ser un conjunto de
unidades muy numeroso, abierto, sin principio ni fin, y en constante variación; es, pues, el léxico
un conjunto de palabras hipotético y virtual, de gran dinamismo.
léxico común (§3.1): vocabulario de uso habitual en una comunidad lingüística.
léxico documentado (§1.2.3; §2.4): vocabulario del que se tienen datos de uso.
léxico especializado (§2.1): vocabulario que no es común a todos los hablantes de una lengua,
pues su uso se limita a ciertos círculos profesionales, a ciertos ambientes sociales, a ciertas
técnicas industriales o de ocio. Los términos suelen ser sobre todo sustantivos.
léxico generativo (§1.3.4): teoría lingüística que intenta explicar cómo las unidades léxicas se
actualizan en sentidos adaptados al contexto y para ello supone una información interna,
subléxica, de cada unidad, lo que las permite adoptar significados cercanos pero diferentes.
léxico incidental (§10): el que se aprende de forma espontánea, sin aprendizaje formal.
léxico mental (§1.2; §2.3): léxico memorizado espontáneamente por la capacidad lingüística de
cada hablante.
lexicometría (§2.5): disciplina estadística que persigue determinar el número, la distribución, el
acrecentamiento, la frecuencia de las formas y de los lemas, en una obra, la totalidad de la obra de
un autor, de un género o publicación de autores, de obras anónimas, de diferentes textos de un
mismo autor, de corpus de referencia, etc., lo que puede llegar a caracterizar la riqueza de
vocabulario, el tipo de discurso, la ideología de algunos fragmentos, rasgos de estilo, etc.
lexicón (§2.3; §4.2; §10.1): término que se utiliza como conjunto de unidades léxicas y también
como léxico mental.
línea melódica (§7.4) > entonación
linealidad discursiva (§5.4; §5.6): línea temporal que toda actuación lingüística impone en el
discurrir de la comunicación; en su transcripción escrita se manifiesta este tiempo en la secuencia
continuada de cualquier expresión escrita.
lingüística de corpus (§5.1): tratamiento y estudio de la lengua por el que se reconocen las
invariables y las variables que se muestran en los grandes corpus informatizados, lematizados y
etiquetados gramaticalmente, gracias a programas de marcación, que permiten la búsqueda de
diferentes fenómenos y cálculos estadísticos.
lingüística computacional: disciplina lingüística aplicada que trata del procesamiento de las lenguas
naturales utilizando la capacidad cibernética de la computación; principalmente del
reconocimiento del habla a través de mecanismos informáticos, así como de la producción de
discurso.
locución (§5.7; §5.8; §8.3): expresión fija formada por varios elementos que constituye una unidad
léxica (compleja o pluriverbal) de significado unitario.
logro (§5.9.2): significado puntual o télico de aquellos verbos que expresan consecuciones o sucesos
puntuales que requieren tiempo momentáneo, la sola realización.

M
marca (§9.3): en un diccionario, indicación que facilita diferentes tipos de información sobre la voz
del lema, o de alguna acepción, de manera abreviada.
marca diafásica (§8.1): en un diccionario, indicación del registro en el que se usa la unidad léxica
definida.
marca diastrática (§8.1): en un diccionario, indicación de información sociolingüística, acerca
del nivel (culto, vulgar) de lengua, de la edad (infantil, juvenil) o del grupo social en que se usa
la unidad léxica definida.
marca diatécnica (§3.1): en un diccionario, indicación del ámbito técnico o especializado al que
pertenece la unidad léxica definida.
marca pragmática (§8.1): en un diccionario, indicación sobre la valoración de la voz
(malsonante o eufemismo) o la intención (despectiva, irónica, etc.) del hablante asociada al uso
de la unidad léxica que se define.
marca semántica (§9.3): indicación sobre cambios (metáfora, metonimia) o relaciones entre
significados (sinónimo, antónimo).
marcador del discurso (§8.4): unidad léxica funcional que establece relaciones de tipo semántico y
pragmático entre segmentos de un texto; es, pues, una categoría pragmática que aporta
instrucciones de distinto tipo (de ordenación, de particularización, de rectificación, de apoyo
argumentativo, etc.) a la relación de enunciados en un discurso.
matriz léxica o estructura matricial (§1.3.4): datos internos/teóricos formalizados de cada unidad
léxica infra o subespecificados, que se actualizan según el contexto semántico-sintáctico en a) el
significado nuclear o los nucleares de la unidad, b) las condiciones sintácticas, y c) los usos
conocidos y también los nuevos posibles (aunque no se tengan documentados). Para que la matriz
léxica se pueda actualizar satisfactoriamente en cualquier contexto se requiere explicitar: la
estructura argumental, la estructura eventiva, la estructura de qualia y la estructura de
herencia léxica.
meronimia (§4.4): relación de significado que se establece entre dos unidades léxicas en las que el
significado de una palabra corresponde a una parte respecto del todo conceptualizado en la otra
unidad (holónimo).
merónimo (§4.4): unidad léxica cuyo significado constituye una parte respecto del conjunto que
representa la unidad en la que se incluye semánticamente (su holónimo).
metáfora (§4.5): trasposición semántica por la que una unidad léxica se usa con un significado
alterado de modo que su significado se extiende por un dominio referencial distinto al habitual y
pone de relieve propiedades de la referencia.
metáfora lexicalizada (§4.5): uso figurado de una palabra tan fijado y estereotipado en una
lengua que difícilmente es reconocible como metáfora por los hablantes de esa lengua; son
extensiones socializadas de la unidad léxica.
metáfora semilexicalizada (§4.5): uso figurado de una unidad léxica cuyo valor metafórico está
muy socializado pero todavía es reconocido como una trasposición semántica.
metáfora creativa (§4.5): uso figurado original de una unidad léxica.
metonimia (§4.5): trasposición semántica basada en relaciones de contigüidad (o sea, de cercanía)
entre dos entidades o dos situaciones dentro del mismo dominio de la realidad.
modismo (§8.3): locución con formación sintáctica regular.
modo de acción (§5.9.2) > aspecto léxico
morfema (§6.2): unidad mínima de la lengua que tiene valor semántico o gramatical; no puede
descomponerse en ninguna otra manteniendo sentido y función gramatical.
morfema flexivo o gramatical (§5.2; §6): elemento exigido por las reglas de la sintaxis que
modifica la forma de una unidad léxica, en la flexión nominal (género, número y en ocasiones
persona) y en la verbal (persona, número, tiempo, modo, aspecto).
morfema derivativo o léxico (§5.2; §6): elemento con significado (bases, prefijos, sufijos, infijos,
etc.) de las palabras que forma parte de una unidad léxica.
morfema libre (§6.2): morfema que puede usarse solo como unidad léxica y, por tanto, goza de
autonomía sintáctica y pragmática.
morfema ligado (§6.2): morfema que solo puede tener sentido o funcionar asociado con otro.
morfología (§5.2; §6): parte de la gramática que estudia los elementos distinguibles dentro de las
palabras, es decir, los morfemas.
morfología derivativa o léxica (§5.3; §6): parte de la gramática que estudia los elementos con
significado de las palabras (bases, prefijos, sufijos, infijos, etc.) que componen internamente
una unidad léxica.
morfología flexiva o gramatical (§6): parte de la gramática que estudia las categorías
secundarias que modifican la forma de los lemas, tanto en la flexión nominal (género, número
y en ocasiones persona) como en la verbal (persona, número, tiempo, modo, aspecto), exigidas
por las reglas de la sintaxis.

N
neologismo (§3.2; §3.5): palabra nueva que se incorpora al vocabulario de una lengua bien por
mecanismos propios de esa lengua (a través de la derivación y la composición), bien a través de
préstamos o calcos de otras lenguas.

O
onomasiología (§9.1; §9.5): ordenación de las unidades léxicas en un diccionario agrupadas por su
significado; representado este por un concepto verbalizado, por un tema, centro de interés o
diferentes situaciones [marcos] de comunicación.
onomástica (§3.3): parte de la lingüística relacionada con los nombres propios y con los adjetivos
derivados de ellos.
onomatopeya (§7.7): unidad léxica cuya forma fónica intenta representar un sonido natural; las
onomatopeyas están cercanas a las interjecciones en sus características fonéticas.
ontología (§9.6): clasificación razonada, por su significado, de los tipos de conceptos o unidades
léxicas en taxonomías de grandes conjuntos como entidades, propiedades y eventos, y sus
diferentes modalidades, lo que puede llegar a una gran complejidad.
operador (§8.4): expresión lingüística que por su significado condiciona la interpretación y la
orientación argumentativa de las unidades sobre las que incide; discursivamente señala el ámbito
de operación bajo el que se interpreta el segmento del texto al que determina.
oración ecuacional o hendida (§5.9): construcción sintáctica en la que aparece un verbo ser que
separa y subraya sus elementos junto a una estructura de relativo que subordina uno de ellos y
contribuye a focalizar.

P
palabra (§1.1) > unidad léxica
paradigma flexivo (§5.7): conjunto de formas morfológicas, las cuales responden a categorías
gramaticales secundarias, como número, tiempo, persona, etc., que puede tomar una unidad
(lema) en su actualización en el discurso.
paremia (§8.3): dicho que expresa conductas, valores morales o saberes y conocimientos
tradicionales.
paremiología (§8.3): disciplina específica que estudia los refranes y otros dichos.
parónimos (§7.5): voces que se parecen fonética y ortográficamente.
participio débil (§6.2): participio regular del verbo español, cuya intensidad recae en el morfema
flexivo o desinencia; amado de am-ar es un participio regular débil.
participio fuerte ( §6.2): participio irregular del verbo español, cuya intensidad recae en la base del
verbo; impreso de imprim-ir es un participio irregular y fuerte.
partícula discursiva (§8.5.1) > marcador del discurso
perífrasis verbal (§5.9.1): combinación sintáctica formada por un verbo auxiliar y una forma no
personal del verbo que es el matizado modal o aspectualmente.
pieza léxica (§5.7) > unidad léxica
polaridad (§4.4; §5.8) > relaciones polares
polisemia (§1.3.4; §4.5): múltiple valor semántico de una unidad léxica bajo una misma forma.
polisemia contrastiva (§1.3.4): la voz presenta dos o más significados no relacionados entre sí.
Por ejemplo, orden como ‘colocación bien dispuesta’ y orden como ‘nivel o categoría’.
polisemia regular (§1.3.4): la voz presenta dos o más significados que mantienen relación entre
ellos. Por ejemplo, geografía ‘materia de estudio’ y geografía ‘manual en el que se estudia’.
pragmática (§5.1; §8): estudio de los valores de uso de las palabras y de la lengua en situaciones de
comunicación determinadas.
predicación (§4.2; §5.4): fenómeno semántico por el que una unidad léxica añade, explica, aclara,
modaliza, etc., algo del referente que se nombre y que es su sujeto; constituye la función sintáctica
por excelencia.
predicado (§4.2; §5.3): expresión que asevera, añade, explica, modaliza y que contribuye al
significado de un grupo sintáctico o de un enunciado.
prefijo (§6.1; §6.3): morfema que precede a una base léxica para aportar contenidos de distinto tipo y
para formar una nueva palabra.
prefijoide (§6.3): raíz culta grecolatina que puede anteponerse, como un prefijo, a una base léxica
para formar una palabra nueva.
préstamo (§3.2): palabra que se incorpora al vocabulario de una lengua procedente de otra lengua
distinta.
principio de selección abierta (§5.1): propuesta léxica tradicional según la cual las palabras están
disponibles para el hablante como unidades léxicas aisladas y sin determinar restricciones de
selección.
principio idiomático (§5.1): propuesta léxica del lingüista británico Sinclair según la cual los
hablantes no eligen las palabras de forma aislada sino en frases o bloques (chunks).
proforma (§8.23): palabra de un significado muy amplio y que sirve de sustituto impreciso cuando
no se tiene la palabra exacta.
propiedad (§4.1): significado de las unidades léxicas cuyas características y funciones se muestran
sin tiempo, atribuidas a las entidades; por excelencia, se manifiesta en los adjetivos calificativos.
prototipo (§1.3.2): en el cognitivismo, palabra central en la identificación de una categoría
lingüística o el significado léxico de una voz más representativa que otra para evocarlas
mentalmente.

Q
quale (§1.3.4): en el léxico generativo, característica semántica o factor explicativo de las diferentes
actualizaciones de la unidad léxica.
quale agentivo (§1.3.4): rasgo semántico que puede actualizar el origen o la causa semántica de
una unidad léxica; no es un factor general a toda unidad léxica.
quale constitutivo (§1.3.4): categoría semántica en la que está constituida o incluida una unidad
léxica; es un factor general a todas las palabras descriptivas.
quale formal (§1.3.4): rasgo que diferencia una unidad léxica dentro de la categoría semántica en
la que está incluida; es un factor general a toda unidad léxica.
quale télico (§1.3.4): rasgo semántico que puede actualizar la finalidad o la aplicación semántica
de una unidad léxica; no se presenta en todas las unidades.
qualia (§1.3.4): conjunto de factores explicativos del significado de una unidad léxica.

R
raíz (§6.1) > base léxica en la descripción diacrónica de la lengua.
rango (§2.5): número de orden que una unidad léxica ocupa al clasificar las voces por su frecuencia
decreciente.
realización (§5.9.2): significado puntual o télico de aquellos verbos que presentan un desarrollo
temporal y requieren un límite que se expresa en uno de los argumentos verbales en que se
manifiesta lo que se ha realizado o no.
reciprocidad (§4.4): relación semántica que se establece entre unidades léxicas que se implican
mutuamente, de tal forma que la existencia de una de ellas supone la de las otras.
recíprocos (§4.4): antónimos que se implican mutuamente, pues la existencia de uno de ellos supone
la del otro.
referencia (§4.2; §5.4): relación semántica que se establece entre una expresión lingüística y aquello
a lo que alude.
referencia endofórica o intratextual (§8.2) > diáfora
referencia exofórica o extratextual (§8.2) > deixis
referencia lineal (§8.2) > diáfora
relaciones paradigmáticas (§1.3.1): relaciones que se dan entre las palabras que comparten algún
rasgo nuclear que les permitiría sustituirse unas por otras en una estructura fonética, morfológica o
sintáctica.
relaciones polares (§4.4; §5.8): relaciones semánticas que mantienen algunos pares de unidades
léxicas que colocan su significado en una escala con dos extremos, en la que puede haber grados
intermedios. Los dos polos que determinan las relaciones de significado posibles entre estas
palabras son relativos, esto es, dependen de cada contexto de uso y de la cultura en que la lengua
se desarrolla.
relaciones sintagmáticas (§1.3.1): relaciones que establecen las palabras con las unidades con las
que pueden combinarse sintácticamente.
rema (§8.5): parte de un enunciado que corresponde a información nueva en el discurso en que se
inserte.
remisión (§9.4): en un diccionario, indicación de otro lema en la entrada de una voz por la que la
explicación se ha de ir a buscar a la del lema sugerido.
rotulador léxico (§8.5.2) > encapsulador

S
secuencia melódica (§7.5): entonación que modula los grupos gramaticales en los que las palabras se
instalan rítmicamente.
secuencia rítmica (§7.5) > secuencia melódica
segmento consonántico (§7.1) > consonante
segmento vocálico (§7.1) > vocal
sema (§1.3.1): unidad significativa del conjunto de rasgos que forma el significado total de una
palabra; en el estructuralismo, el conjunto de semas, componentes o rasgos semánticos conforma
la significación de una unidad léxica.
semasiología (§9.1; §9.5): ordenación de las unidades léxicas en un diccionario que ofrece la
información y el significado a partir de la forma léxica.
semicultismos (§3.2): palabras que no han seguido desde el latín la evolución característica de la
lengua española, sino que se han incorporado a su vocabulario con una adaptación fonética no
completada.
semitérmino (§8.5.2): sustantivo que se usa en la lengua general pero puede al mismo tiempo
adoptar un valor terminológico en textos especializados.
sinécdoque (§4.5): trasposición semántica por la que una palabra remite a un todo por medio de la
mención de una parte asociada a ese todo (o viceversa).
sentido (§4.3): faceta de significado de una palabra que se muestra en un contexto; en los
diccionarios, los distintos sentidos que puede presentar una unidad léxica quedan recogidos en sus
diferentes acepciones.
sigla (§6.4): proceso de formación de palabras a partir de las letras iniciales de otras tantas unidades
léxicas que constituyen un grupo sintáctico determinado.
siglas silabeadas (§6.4): siglas en las que la combinación de las letras iniciales de varias palabras
para formar una sigla se puede leer como si fuera una palabra fonéticamente regular.
siglas deletreadas (§6.4): siglas en las que no es posible en español leer la combinación de las
letras iniciales de varias palabras como sílabas.
significación (§1.3): capacidad de desarrollar significado.
significado (§1.3; §4.2): propiedad caracterizadora de las unidades léxicas por las que formalizan
lingüísticamente un concepto (del mundo físico o mental). El significado de las unidades léxicas
tiene dos caras: indica la intensión (propiedades semánticas) de la palabra y su extensión
(referencia). A pesar de que el significado es una característica que permite delimitar unas
palabras de otras, con frecuencia presenta límites difusos.
significado componencial (§5.4; §5.7; §8.3): significado que se extrae de la suma de los distintos
componentes que forman una expresión.
significado composicional (§5.4; §5.7; §8.3) > significado componencial
significado connotativo (§4.3) > connotación
significado denotativo (§4.3) > denotación
sílaba (§7.2): unidad de realización fonética mínima.
sinonimia (§4.4): relación que se establece entre unidades lingüísticas equivalentes en cuanto a su
significado y en cuanto a su función sintáctica.
sinónimos (§4.4): unidades léxicas con distintos significantes que expresan un significado y una
función sintáctica semejante.
sintagma (§5.2): constituyente de una relación sintáctica, caracterizado por la categoría de su unidad
léxica nuclear que determina la función del grupo o conjunto sintáctico que encabeza.
sintaxis (§5.2): parte de la gramática que estudia la combinación en línea temporal de las palabras en
relación con el significado pretendido de la unidad superior.
sintaxis léxica (§1.3.3; §5.4): estudio de las unidades léxicas en cuanto trabadas con otras, no en un
aislamiento ideal que solo se da en su presentación en los diccionarios.
subacepción (§9.3): el sentido de la voz relacionado y subordinado a una acepción que se considera
más explicativa y de la que es derivación o mantiene con ella relación semántica.
subentrada lexicográfica (§9.3): anuncio de las formas complejas, locuciones, y fraseología en las
que aparezca el lema; que constituyen con él una unidad, el artículo lexicográfico.
sufijación (§6.3): fenómeno morfológico de derivación de unidades léxicas por medio de sufijos
añadidos a una base.
sufijo (§6.3): morfema que se añade al final de una base léxica para aportar contenidos de distinto
tipo o para formar una nueva palabra.
sufijo apreciativo (§6.3): morfema que se añade sobre todo a sustantivos y adjetivos para aportar
un matiz significativo de actitud del hablante frente a lo dicho: afecto/desafección,
elogio/reprobación, atenuación/intensificación, cortesía/desprecio, por ejemplo.
diminutivo: afijo que indica tamaño reducido o afecto.
aumentativo: afijo que indica gran tamaño o ponderación.
despectivo: afijo que aporta noción de desprecio o burla.
sufijoide (§6.3): raíz culta grecolatina que puede posponerse a una base léxica, como un sufijo, para
formar una palabra nueva.
sustantivo (§5.7): categoría gramatical con capacidad identificativa, referencial y con propiedades
morfológicas y sintácticas.
sustantivo contable (§5.7): sustantivo que morfológicamente admite un plural de conjunto.
sustantivo continuo (§5.7) > sustantivo no contable
sustantivo cuantificativo (§5.6): sustantivo que significa unidad acotadora o parceladora de un
conjunto no identificado.
sustantivo encapsulador (§8.5.2) > encapsulador
sustantivo eventivo (§5.6; §5.7): sustantivo que representa duración temporal.
sustantivo discontinuo (§5.7) > sustantivo contable
sustantivo no contable (§5.7): sustantivo que no admite plural o cuyas formas plurales significan
variedad de tipos y no conjunto.
sustantivo relacional (§5.6;(§5.7): sustantivo que necesita argumentos actualizados a los que
ligarse para ser bien interpretado.

T
télico (§5.9.2): significado léxico de finalización o término de las situaciones o sucesos que implican
determinados eventos.
tema (§8.5): parte de un enunciado que corresponde a información dada o conocida en el discurso en
que se inserte.
tematización (§5.9): anteposición de alguno de los complementos argumentales del verbo, que se
muestra reduplicado en la estructura oracional con un pronombre personal.
término (§1): unidad léxica en el vocabulario especializado.
tipo complejo de unidad léxica (§1.3.4): unidad que permite su actualización bajo diferentes qualia
(simple, unificado) y distinta estructura eventiva.
tipo simple de unidad léxica (§1.3.4): unidad que solo presenta el quale constitutivo y el formal.
tipo unificado de unidad léxica (§1.3.4): unidad que requiere más información que las de los qualia
constitutivo y formal, es decir, requiere al menos uno de los qualia télico o agentivo.
tokens (§1.2; §2): en el tratamiento informático de textos, las distintas formas (flexivas) que puede
adoptar una misma unidad léxica (type) en un discurso.
types (§1.2; §2): en el tratamiento informático de textos, los lemas o lexemas a los que responde cada
forma.
tópico discursivo (§8.4): asunto global que otorga coherencia a un texto.
topónimo (§3.3): nombre propio que se aplica a todo tipo de lugares: países, regiones, zonas,
provincias, poblaciones, calles y plazas, edificios, etc.; también los accidentes geográficos como
cordilleras o montañas (orografía) o como elementos de agua (mares, lagos, ríos, fuentes,
embalses).
trasposición del significado (§4.5): actualización o adquisición de un nuevo significado a partir del
significado habitual de una unidad léxica.
truncamiento (§6.4): acortamiento de una palabra, cuya forma léxica queda partida por el inicio (bus
por autobús), por el medio (flu por influenza) o por el final, los más frecuentes (metro por
metropolitano).

U
unidad gramatical (§1.2) > unidad léxica gramatical o funcional
unidad léxica (§1.2): unidad mínima libre de la lengua, cuya forma fonológica no se puede escindir,
esto es, no permite nunca introducir en ella algún otro elemento; es el término teórico para
palabra, voz o vocablo.
unidad léxica descriptiva o plena (§1.2): unidad léxica que puede usarse como un enunciado
simple, con una sílaba más intensa que las otras en su pronunciación, y un contenido semántico
que remite a entidades extralingüísticas (físicas o mentales), lo que representa su autonomía
oracional y su función sintáctica posible; el repertorio de las unidades léxicas plenas de una
lengua es un repertorio abierto.
unidad léxica gramatical o funcional (§1.2): unidad léxica de significado gramatical,
principalmente sintáctico, que contribuye a la coherencia y cohesión de los enunciados; son de
repertorio o número cerrado, a diferencia del de las unidades léxicas descriptivas.
unidad léxica monosémica (§1.3): palabra con una sola significación.
unidad léxica patrimonial (§3.2): palabra de la lengua de origen, que se ha venido actualizando
de manera continua, con una evolución fonética regular a lo largo de los siglos.
unidad léxica pluriverbal o compleja (§1.2): unidad léxica formada por varios lexemas >
locución
unidad léxica polisémica (§1.3): palabra que bajo la misma forma fónica y gráfica muestra
diferente significación según el contexto de uso.
unidad léxica predicativa (§5.5): unidad léxica que requiere argumentos para su completa
actualización y valor semántico.
unidad léxica simple (§1.2): unidad léxica formada por un solo lexema.
uso figurado (§4.5) > trasposición del significado

V
valor denotativo (§4.3) > denotación
valor connotativo (§4.3) > connotación
valor predicativo (§1.3.4; §5.4) > predicación
valor referencial (§5.8) > referencia
variación diacrónica (§3.4): variación en una lengua y en su vocabulario condicionados por el
devenir del tiempo a través de los siglos.
variación diafásica: variación de usos de la lengua y de las unidades léxicas según el contexto de
comunicación, de tal modo que el valor semántico de las palabras se actualiza en situaciones
variadas.
variación diatópica (§3.6): variación en el uso lingüístico y léxico de una lengua determinada por la
dimensión espacial o geográfica, esto es, por las distintas zonas dialectales en que la lengua se
habla.
verbo durativo o atélico (§5.9.2): verbo cuyo modo de significar no señala un final.
verbo puntual o télico (§5.9.2): verbo en cuyo significado se señala un final.
vocabulario (§2.1; §2.4): conjunto de unidades léxicas concretas, que pertenecen al habla, a la
actuación lingüística, lo que permite delimitarlas y documentarlas (a través de grabaciones de
discursos orales, obras de un autor, corpus escritos, etc.). Es el conjunto de unidades léxicas
generalmente aceptado por la comunidad lingüística y que, por tanto, queda recogido en los
diccionarios.
vocabulario activo (§10.2): vocabulario que una persona es capaz de utilizar en sus expresiones.
vocabulario pasivo (§10.2): vocabulario que una persona puede comprender aunque no lo utilice en
sus expresiones.
vocal (§7.1): fonema cuya característica prosódica principal es que puede ser articulado por sí solo.
voz (§1.2) > unidad léxica
Edición en formato digital: 2019

© Ilustración de cubierta: Kazimir Malévich, Suprematism (1915)

© M.ª Paz Battaner Arias y Carmen López Ferrero, 2019


© Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A.), 2019
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15
28027 Madrid
[email protected]

ISBN ebook: 978-84-376-4026-6

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