Arte y Antropologi A. en Torno A Los Ace
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RESUMEN:
Este artículo examina diversos momentos de la relación disciplinaria entre arte y antropología en las últimas décadas del siglo XX. Poniendo
de relieve tanto las exploraciones artísticas en el campo de la antropología, como las búsquedas antropológicas en el mundo de las artes, este
trabajo busca discutir algunos prejuicios que aparecen frecuentemente en los procesos de construcción de conocimiento interdisciplinario.
Palabras clave: arte, antropología, giro antropológico, interdisciplinario.
ABSTRACT:
This article examines several moments in the disciplinary relationship between arts and anthropology in the last decades of the twentieth
century. Highlighting both artistic explorations in the field of anthropology and anthropological searches in the art’s world, this paper seeks
to discuss some prejudices that often show up in the construction processes of interdisciplinary knowledge.
Key words: art, anthropology, ethnographic turn, interdisciplinary.
ISSN: 2014-1874
Las fronteras disciplinarias, aunque por momentos nos parezca haber logrado Este texto examina dos discursos constitutivos de esta relación. Por un lado,
su formulación definitiva, se encuentran continuamente sujetas a la naturaleza a través de las aportaciones de J. Kosuth (1975)3 y de H. Foster (2001)4, nos
inestable del pensamiento humano. Sus movimientos constantes reconfiguran, detendremos en aquella idea que invita a pensar el arte como una suerte de
sucesivas veces, el límite de lo que es pensable en un dominio del conocimiento; antropología. Por el otro, basándonos en las reflexiones en torno al surrealismo
la forma que adquieren las preguntas que le son pertinentes; las genealogías que etnográfico de J. Clifford, revisaremos la reivindicación de ciertos elementos
se trazan al proyectar la historia de dicho campo; los modelos con que se resumen artísticos en la teoría y práctica antropológica. Siguiendo la traza de estas
las aspiraciones disciplinarias. Los lábiles contornos de las disciplinas no solo son adscripciones disciplinarias, es posible visualizar cómo el campo del arte está
vulnerables a las complejas dinámicas internas, sino que también responden a la imaginando el quehacer antropológico; y a la inversa, qué aspectos del mundo
organización general de las esferas del pensamiento. En su avanzar más o menos artístico son recogidos por ciertas corrientes de la antropología. Se trata de una
conjunto, los campos adyacentes vuelven la mirada recíprocamente hacia sus exploración en torno al carácter selectivo de estas construcciones disciplinarias,
vecinos, constituyendo la propia identidad a través de diferencias y proximidades, elaborando una reflexión acerca de las operaciones especulares con que una
que prolongan o abrevian sus distancias relativas. disciplina se proyecta sobre la otra, por medio de énfasis, “envidias” y omisiones,
Los vínculos entre el arte y la antropología, en este marco, han alcanzado para repensar su objeto contemporáneo.
cierta centralidad apenas en las últimas décadas. La antropología, a lo largo de
la primera mitad del siglo XX, renegó de todo parentesco disciplinario que le 1. El arte como antropología.
restara legitimidad en tanto ciencia, reduciendo los pocos y dispersos intentos
en este sentido al status de iniciativas marginales y contraculturales. Y aunque La primera enunciación del “artista como antropólogo”, realizada por J. Kosuth
el “giro semiótico”, a partir de los años 60, instaló en la disciplina la noción de en 1975, detecta un desplazamiento desde un arte moderno –gobernado por un
las “culturas como textos” –y por tanto, la de “antropología como literatura” –, paradigma cientificista– hacia un arte antropologizado que, dado que internaliza
no será hasta fines de la década de 1980 que las artes adquieran notoriedad en la y usa su consciencia social, no persigue ya un retrato del mundo en su dimensión
reflexión sobre la antropología, sin constituir, en absoluto, un tópico hegemónico objetiva. Se abandona, entonces, el ejercicio del arte “fuera del hombre” y del arte
en el pensamiento disciplinario. Por su parte, cuando el mundo artístico desplazó “en sí mismo”, para pasar a constituir un espejo, real y verosímil, del mundo social.
el foco de la representación mimética, hizo eco de numerosos modelos –el texto, El lazo que agrupa la tarea del artista con la del etnógrafo radicaría, de acuerdo
el simulacro1– que distanciaban el quehacer artístico de su referencia a la realidad. a Kosuth, en el esfuerzo que ambas actividades emprenden para obtener “fluidez”
Sólo en las últimas dos décadas, en el marco de un denominado “retorno de lo (“fluency”5). Sin embargo, más enfáticas que las similitudes, son las distinciones
real”2, puede emerger el paradigma del “artista como etnógrafo”.
3 Joseph Kosuth, “The artist as anthropologist”, The Fox (New York),nº1 (1975): 18-30.
1 En El retorno de lo real, Hal Foster distingue estos modelos como propios del arte de los años 4 Foster, El retorno de lo real.
setenta y ochenta, respectivamente (Foster 2001b).
5 También puede ser traducido por “facilidad, soltura, desenvoltura, elocuencia, expresividad,
2 Hal Foster, El retorno de lo real. La vanguardia fines de siglo.(Madrid: Ediciones Akal, 2001). habilidad, facundia, locuacidad, labia”.
que el autor establece entre ambos dominios: mientras los antropólogos intentan psíquicos y sociales primarios” que estaría vedado a occidente–, el giro etnográfico
conseguir dicha elocuencia en contextos culturales ajenos, para el artista se trata de del arte se erige en tanto promesa de un arte comprometido y rupturista, capaz
un proceso dialéctico que busca “incidir en la cultura a la vez que, simultáneamente, de franquear las contradicciones de un escenario mundial complejo. Aunque con
se está aprendiendo de la misma cultura que lo está afectando”6. Dado que el ello corra el riesgo, apunta Hal Foster, de esencializar las identidades del otro y de
artista reflexiona sobre la misma sociedad en la que se encuentra inmerso, el éxito proyectar las imágenes del yo –por medio de una “autorrenovación narcisista” –
de su trabajo descansa en ser “entendimiento en términos de la praxis”. sobre una otredad idealizada.
Se devela, entonces, el carácter estratégico del vínculo arte-antropología Detrás de tal adscripción antropológica del arte, Foster rastrea una serie de
expresado por Kosuth: el rol que se sugiere para el artista contemporáneo reside, características concebidas como propias de la antropología, que la convertirían
justamente, en la diferencia entre los artistas y los antropólogos. Los primeros, en una pauta sugerente para el mundo artístico: ser una ciencia de la alteridad;
al situarse dentro del universo cultural, no serían otra cosa que “antropólogos tomar la cultura como su objeto; operar como disciplina contextual; arbitrar lo
comprometidos”, capaces de sortear aquellas pruebas en las que los segundos –a interdisciplinario; haber desarrollado una reflexividad autocrítica. Todos estos
raíz de su actitud científica y desvinculada–habrían fracasado. El artista logra hacer motivos, señala el autor, “confieren estatus de vanguardistas a las investigaciones
en su propia cultura todo aquello que el antropólogo no pudo lograr en territorio espurias de la antropología” (Foster 2001: 186). De forma simultánea, está la
intercultural, obteniendo de esta forma cierta superioridad sobre su modelo7. idea de que el trabajo de campo conforma una operación privilegiada, en la que
“El artista como etnógrafo” de Hal Foster nos proporciona una clave convergen de forma armónica el quehacer práctico con la reflexión teórica. En la
interpretativa diferente. Esta vez no se trata de una consigna programática, sino disciplina, por tanto, se encontrarían contenidos los dos modelos que se enfrentan
por el contrario, de un análisis crítico en torno al llamado “giro etnográfico” en el en el arte contemporáneo: el discurso textual que observa el mundo social como
arte contemporáneo. Este representaría un paradigma simétrico al que popularizó orden simbólico, por una parte; y el reciente anhelo del referente y el contexto,
W. Benjamin en términos del “artista como productor”, que reemplaza el lugar por la otra:
asignado al otro social –la figura del proletario– por una otredad étnica o cultural, “Con un giro hacia este discurso de la escisión de la antropología,
en tanto lugares estratégicos desde los cuales transformar la hegemonía cultural. los artistas y críticos pueden resolver estos modelos contradictorios
Amparándose en un supuesto realista –según el cual el otro, dado que es socialmente mágicamente: pueden ponerse los disfraces de semiólogos culturales y
oprimido, se encuentra en la verdad y no en la ideología–, y en una fantasía de trabajadores de campo contextuales, pueden continuar y condenar
primitivista –de acuerdo con la cual el otro posee “un acceso especial a procesos la teoría crítica, pueden relativizar y recentrar el sujeto, todo al mismo
tiempo”8.
6 En el original: “…Obtaining cultural fluency is a dialectical process which, simply put, consist Como antropólogo o como etnógrafo, el artista que dibuja los límites de su
of attempting to affect the culture while he is simultaneously learning from that same culture is
disciplina a partir de la antropología recoge un conjunto peculiar de rasgos en esta
affecting him” (Kosuth, “The artist as anthropologist”, 120).
que, como toda selección, son arbitrarios y parciales. El gesto de asumir la empresa
7 Jean Claude Moineau, L’artiste et ses “modèles” (2005). Consultado el 20 de julio de 2008, http://
pourinfos.org/index.php?art=3020.. 8 Foster, El retorno de lo real, 187.
artística como tarea antropológica poco puede decirnos acerca de la naturaleza del De la misma forma, la convivencia armónica de la teoría y la práctica que
proceder etnográfico; más bien, opera como un espejo distorsionado que permite se reivindica desde el medio artístico resulta no menos cuestionable. La célebre
subrayar o minimizar aspectos del sí mismo, de acuerdo a determinados intereses, distinción de Claude Lévi-Strauss entre una etnografía, una etnología y una
conscientes o no. antropología, grafica en una gradiente las discontinuidades que separan la práctica
De esta manera, vemos cómo el arte antropologizado que proclama Kosuth disciplinaria de sus formulaciones teóricas: mientras la dimensión etnográfica
define su identidad disciplinaria en los puntos de fuga del espejo antropológico, se remite casi por completo a las técnicas y métodos, y la etnología se ocupa
siendo el paradójico resultado de esta confrontación una imagen reflejada que del estudio comparativo de los datos etnográficos; la antropología propiamente
supera al ejemplar original. El artista como antropólogo hace suyo el imperativo dicha representaría un estadio superior de la reflexión, donde el intelectual elabora
de referirse al mundo real, de propiciar la comprensión cultural, de generar una esquemas teóricos de alcance general. La brecha existente entre ambos polos se
reflexión sobre lo social; al mismo tiempo, puesto que se trata tan solo de un reflejo, ve incrementada, por otra parte, por las demandas sociales diversas que precisan
el artista se desmarca del ejercicio descomprometido, del interés por la otredad, de de la información etnográfica. Así, en numerosas ocasiones nos encontramos con
la teoría independiente de la praxis. Se podría objetar, con bastante razón, que los un desfase profundo entre un ejercicio profesional puesto al servicio de intereses
elementos que el artista de Kosuth desprecia de la antropología, han sido incluso variados –que, por lo demás, exigen información concreta y utilizable sobre las
más cruciales en la trayectoria disciplinaria que los que se selecciona. La tensión comunidades estudiadas–, y un desarrollo teórico altamente abstracto y recursivo,
entre objetividad científica y antropología comprometida, y la reflexión en torno ajeno a las problemáticas propias del trabajo en terreno.
a la otredad como herramienta de deconstrucción y relativismo, son rasgos que Yendo un poco más allá, podemos apuntar que estos dos tipos de reivindicaciones
han signado el derrotero de esta ciencia social. Sin embargo, resulta más sugerente son, en gran medida, incompatibles. En la mayoría de los casos, la ciencia de la
interrogarse por las circunstancias a las que responden estos particulares énfasis alteridad que media lo disciplinario y posee una actitud autocrítica no es la misma
que reclamar la improcedente ausencia de los aspectos omitidos. que la que hace confluir satisfactoriamente el trabajo práctico con la reflexión
El paradigma del “artista como etnógrafo” detectado por Foster es también teórica. Por todo ello, cobra urgencia el develar las razones que tiene el “artista
susceptible de estas precisiones. En primer lugar, es posible cuestionar la como antropólogo” para ver en la disciplina antropológica esos particulares rasgos,
representatividad de la lista de rasgos antropológicos enunciada por el autor, sobre y no otros. Nuevamente, más que denunciar el carácter artificial de esta selección,
todo en lo que respecta a los dos últimos puntos: los de una ciencia que arbitra convendría examinar la imagen que le devuelve el espejo antropológico al artista
lo interdisciplinario y reflexiona de forma autocrítica. En cualquier caso, habría retratado por Foster. Volveremos a estos asuntos en el apartado final.
que problematizar esta mirada de la antropología como una disciplina unívoca y
coherente, puesto que con este nombre se designa un conjunto heterogéneo de 2. La antropología como arte.
propuestas teóricas y metodológicas, con sus diferentes prioridades e ideologías.
Cuando el artista vuelve la mirada hacia el ejercicio etnográfico, está pensando Aunque el peso de la reivindicación artística en el campo de la antropología no ha
en corrientes disciplinarias sumamente específicas, que no constituyen fuerzas sido sustancioso, la profundidad histórica que presenta es considerable: podemos
hegemónicas en el ejercicio real de nuestro oficio. retrotraer su genealogía a las primeras décadas del siglo XX. Las exploraciones
surrealistas realizadas por Georges Bataille y Michael Leiris, a fines de los años “El collage trae al trabajo (aquí el texto etnográfico) elementos que
veinte y comienzos de los treinta, constituyen ejemplos paradigmáticos de una proclaman continuamente su condición extraña respecto del contexto
búsqueda altamente estetizada de las aristas de la alteridad. Nos remitiremos a de presentación. Estos elementos –como un recorte de periódico o
reflexionar sobre ellas de un modo indirecto, a través de la sugerente mediación una pluma– se marcan como reales, como coleccionados, antes que
que James Clifford nos proporciona en “Sobre el surrealismo etnográfico”9. como inventados por el artista escritor. Los procedimientos de (a)
El autor propone una lectura de cierta textualidad antropológica a la luz de “un recorte y (b) montaje son por supuesto básicos para cualquier mensaje
conjunto de actividades críticas”, usualmente asociadas a la vanguardia artística, semiótico; aquí son el mensaje. Los cortes y suturas del proceso de
mediante las cuales los órdenes de significación colectiva pueden ser observados investigación quedan visibles; no hay aquí atenuación o mezcla de los
en su dimensión construida, artificial e ideológica; y por tanto cuestionable, datos descarnados en una representación homogénea”11.
parodiable y objeto de subversión. Tal actitud permite hermanar, de acuerdo con Como señala J. Rancière, la particular síntesis que hace posible el collage –
Clifford, el desarrollo de la etnografía y el surrealismo durante las primeras décadas técnica basal del arte moderno– descansa en una lógica político-estética esencial.
del siglo XX, si consideramos a este último en un sentido amplio del concepto: “una Por una parte, puede ser comprendida como un encuentro de elementos
estética que valora fragmentos, curiosas colecciones, yuxtaposiciones inesperadas, heterogéneos, cuya convivencia confirma la incompatibilidad de sus orígenes; por
que actúa para provocar la manifestación de realidades extraordinarias extraídas de la otra, permite arrojar luz sobre la conexión causal que existe entre fenómenos
los dominios de lo erótico, lo exótico y lo inconsciente”10. aparentemente ajenos12. De esta manera, el collage encarna doblemente el
En este marco, el autor asevera que las tentativas antropológicas operaban en sentimiento de lo intolerable, pavimentando un terreno liminal en el que
dirección opuesta, pero simétrica, al proyecto surrealista de aquellos años: los el sentido y el sinsentido se vuelven indiscernibles. Por ello, el extrañamiento
etnógrafos buscarían dar inteligibilidad a aquello que resulta extraño ante los propio del surrealismo etnográfico encuentra en esta técnica un espacio para su
ojos de Occidente, mientras los surrealistas intentarían dotar de extrañeza a los comunicación: la confrontación de lo familiar y lo ajeno permite visualizar la
dominios familiares. Ambos movimientos circundan los territorios de lo familiar brecha que los divide, a la vez que la simetría que los hace comparables. El collage
y lo exótico; de la identidad y la alteridad; de lo convencional y lo inesperado. establece un diálogo inconexo en el que las otredades penetran la vida doméstica
El surrealismo etnográfico, en este sentido, invierte el sentido de la investigación de Occidente, poniendo en tela de juicio los órdenes de sentido que edifican lo
antropológica, atacando lo familiar para lograr la emergencia de un mundo otro. familiar y dejando al descubierto la naturaleza exótica de los propios modos de
La empresa surrealista en etnografía distingue en el collage un modelo elocuente vida.
de escritura; mediante este, la incongruencia puede permanecer en el texto De acuerdo con J. Clifford, en el collage etnográfico se juega la posibilidad
antropológico. de una forma distinta de retratar la cultura, abandonando la idea de totalidad
9 En: James Clifford, Dilemas de la cultura. Antropología, literatura y arte en la perspectiva posmoderna 11 Clifford, Dilemas de la cultura, 180.
(Barcelona: Gedisa, 2001).
12Jacques Rancière, Sobre políticas estéticas (Barcelona: Museu d’Art Contemporani de Barcelona y
10 Clifford, Dilemas de la cultura, 150. Servei de Publicaciones de la Universitat Autónoma de Barcelona, 2005), 39-40
orgánica o de discurso realista y coherente. Se incorporan, de esta forma, piezas etnografía, los antropólogos surrealistas de Clifford pueden hacer suyo el proceder
discontinuas no integradas a un relato unívoco; proliferan las voces múltiples y heterogéneo de este movimiento artístico, dejar al descubierto las marcas autorales
no disciplinadas, configurando una etnografía de yuxtaposición. Sin embargo, de la escritura, y pensarse como productores de montajes y colecciones. Este
las viejas prácticas surrealistas de la etnografía habrían sido invisibilizadas por gesto de observar un campo a través de otro, deja al descubierto los proyectos
una disciplina que anhela el status de científica, y que por tanto se consagra al disciplinarios a los que se suscribe el autor. En este sentido, el espejo surrealista
ejercicio de la congruencia, de la integración, y de la reducción de controversias. permite a James Clifford trazar una genealogía antropológica específica, a partir de
“¿Pero –se pregunta Clifford– no es todo etnógrafo algo surrealista, un reinventor la cual sea posible pensar la labor etnográfica en términos de crítica deconstructiva,
y mezclador de realidades?”. El “antropólogo como artista” (surrealista), estaría de vehículo problematizador de las fronteras de lo familiar y lo desconocido; de la
entonces marcado por una búsqueda constante del asombro; una continua identidad y la alteridad.
deconstrucción de los significados estables; una actitud de crítica cultural. La
etnografía combinada con el surrealismo, concluye el autor, “estudia y forma
parte de la invención e interrupción de totalidades significativas en obras de 3. Proyecciones recíprocas.
importación-exportación cultural”13. Es posible pensar el arte y la antropología como disciplinas que dibujan sus
Como en las versiones revisadas del “arte como antropología”, la propuesta de afiliaciones para redibujarlas nuevamente. Como afirma Hal Foster, este “teatro
J. Clifford es también una ponderación específica de elementos del surrealismo, virtual de proyecciones y reflexiones” ha tenido lugar desde hace al menos dos
que responde más a un determinado proyecto de etnografía, que a una adscripción décadas: primero, detecta el autor, habría surgido una “envidia del artista” en
completa a dicho programa artístico. Por una parte, en línea con el movimiento ciertos círculos antropológicos, que algunos años después experimentaría una
surrealista, se rechaza el realismo de inspiración positivista, al cual André Breton inversión en sus términos, formulándose como “envidia del etnógrafo” en el mundo
categorizó, en su célebre manifiesto, de “hostil a todo género de elevación artístico. En gran medida, se trata de una proyección de “egos disciplinarios” que
intelectual y moral”14. También se reivindica el papel del asombro en la tarea posee raíces más profundas que los casos aquí mencionados. Entonces, podemos
etnográfica, el proceder fragmentario y dialógico, y la renuncia al monopolio de preguntarnos con Foster, “¿…es el artista el ejemplar aquí, o no es esta figura
los relatos totalizantes de la razón. Por la otra, sin embargo, queda fuera de la una proyección de un ego ideal del antropólogo: el antropólogo como collagista,
selección el valor de certidumbre que el surrealismo otorga al mundo onírico, semiólogo, vanguardista? En otras palabras: ¿Podría esta envidia del artista ser una
la primacía del automatismo psíquico en la escritura del texto, y el abandono auto idealización en la que se rehace al antropólogo como intérprete artístico del
definitivo de la mediación racional. texto cultural?”15.
Así como el artista de Kosuth o Foster se apropia de las técnicas de la Una pregunta análoga cabría para el caso del arte etnográfico. Sin embargo,
no existen razones para asumir que estos procesos de identificación impliquen
13 Clifford, Dilemas de la cultura, 181. un artificio, una fantasía o una grandilocuencia digna de ser desmitificada. Por el
contrario, a través de estas selecciones arbitrarias y parciales, las disciplinas logran
14 André Breton, Manifiesto Surrealista (1924). Consultado el 5 de agosto de 2008, http;//www.
ideasapiens.com/textos/Arte/manifiesto%20surrealismo.htm. 15 Foster, El retorno de lo real, 184
problematizar los proyectos en juego, jerarquizando los elementos constitutivos había iniciado con la “envidia del artista” aquí mencionada.
de sus identidades. Solo en la medida que estas imágenes ideales son planteadas, En nuestra opinión, no hay motivo de alarma. Una mirada interdisciplinaria
pueden ser puestas en ejercicio. Las proyecciones que hace algunas décadas nos “estricta” no es garantía alguna de un análisis más agudo; como tampoco
parecían fastuosas y sin correspondencia con la realidad, pueden en la actualidad una identificación más fiel con otro campo del pensamiento asegura una
ser parte constitutiva de las prácticas disciplinarias. problematización fértil para el propio. El valor de los diálogos interdisciplinarios
La reformulación constante de las diversas áreas del pensamiento encuentra no solo consiste en la confluencia de puntos de vista diversos; estos también hacen
un motor fundamental en las miradas y proyecciones recíprocas de las disciplinas posible la emergencia de mejores formas –más comprehensivas, más sutiles– de
entre sí. Foster examina las relaciones entre antropología y crítica literaria a lo largo interrogar la realidad. En esa medida, no es verdaderamente relevante el origen
de las últimas décadas, para concluir que las supuestas relaciones interdisciplinares de las preguntas que de allí se desprendan. Decimos que se trata de un juego
que entre ellas se establecen no son más que el reciclaje de unas mismas ideas que de espejos porque cuando el arte, o la antropología, se ven reflejados en otros
han circulado entre un campo y el otro: campos disciplinares, estos no son más que recursos que se movilizan para
“Primero algunos antropólogos adaptaron los métodos textuales de hablar del sí mismos. El espejo antropológico le devuelve al mundo artístico una
la crítica literaria a fin de reformular la cultura como texto; luego imagen distorsionada de sus propias fortalezas y debilidades, como así también el
algunos críticos literarios adoptaron los métodos etnográficos a fin enfrentamiento con el arte permite a la antropología visualizar sus formas propias
de reformular los textos como culturas en pequeño. Y en el pasado desde un ángulo particular. Son esas miradas recíprocas las que dotan a nuestras
reciente gran parte de estos intercambios han pasado por trabajo disciplinas de nuevas herramientas y preguntas más capaces de enfrentar los
interdisciplinar. [Entonces,] si los giros textual y etnográfico dependen desafíos de sus objetos contemporáneos.
de un único discurso ¿hasta qué punto pueden ser los resultados
verdaderamente interdisciplinares?”16.
Los intercambios entre arte y antropología no son una excepción. Como
señalábamos en líneas anteriores, el imaginario etnográfico que recoge el artista
contemporáneo –autocrítico, interdisciplinar–, no es representativo del vasto
conjunto de tentativas disciplinares, sino que corresponde, sobre todo, a una
forma particular de hacer antropología. Ahora bien, este proyecto antropológico
(bien representado por el trabajo de los autores norteamericanos llamados
“posmodernos”, entre ellos James Clifford) había cimentado sus bases a partir de
las prácticas artísticas. Nos enfrentamos, de nuevo, ante una interdisciplinaridad
aparente: el giro etnográfico en el arte completa un círculo tautológico que se
Referencias bibliográficas.