Alma de Ciprés

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Alma de ciprés

Nelson Moncada Saavedra


1
ALMA DE CIPRÉS

2
Cuál es mi verbo?

Todavía no sé qué hago sobre esta tierra.


Hasta ahora todo ha sido improvisar,
intentar hacer figuras con las sombras
cuando se encienden luces sobre mí.
Todo ha sido responder rápido
cuando me preguntan qué y cómo
con el ruido del reloj encima y adentro
que parece el mismo dios.

Sobre esta tierra me la paso improvisando...


y de pronto, cuando me sobrepasa la levedad,
me doy un paseo por el cementerio de hombres,
y ese aire es un golpe de historia,
y me pongo a conversar entonces
ya que nunca voy solo.

Cada hombre se resume en un solo verbo


me dice la muerte. Uno solo,
como una flecha disparada en una sola dirección.
Un verbo del que fueron sin saberlo pronto
o nunca
pero siéndolo siempre.
Un mantra silencioso como un latido en el pecho.

Y a esta hora, cuando una luz se posa sobre mí


pregunto al cielo, cuál es mi verbo?,

¿cuál es mi verbo?

3
A la tumba me llevo

A la tumba me llevo
sólo un par de palabras indispensables.

Me llevo la palabra mariposa,


indivisible, centímetro de luz,
labio del más allá.
La necesito para que el ruido del agua
corra por mis oídos
y la mujer por mis manos y mis ojos.
Porque
basta un vuelo de mariposa
como un látigo en la nada
para que el caos quede temblando
de dulces posibilidades.

Me llevo la palabra viento.


Para poblar la muerte de relaciones,
para que los insectos y el mar sean parientes,
para aprender infinitud y azar
cuando abra mis ventanas.
Además porque de viento es el alma,
y viceversa.

Me llevo la palabra mar


porque azul, desde luego
que comienzo y fin, y comienzo,
como si agitado y barcos, permanencia y algas. Ir y venir,
cruzándose espejos.
Parece que música,

4
aunque de todas formas vida.
Me lo llevo porque canta.
Me lo llevo porque canta.
A la muerte me llevo la palabra dios
o su ausencia de palabra que es un hueco muy grande.
Y una lengua con arrugas, unos ojos
desnudos y otros de hombre, la esperanza
de no saberlo todo, la luz celeste de una mano clara
y un gesto de ojos bondadosos.

Me llevo la palabra
mujer
a la tumba
para que exista otro horizonte
como el que soy, pero frente a mí
y conversar todas las gaviotas que existan.

Me llevo estas palabras


a la tumba. Me las llevo en un sonajero,
para que en el silencio de la muerte las agite
y volver a vivir aunque esté muerto.

5
Lengua

Pasa una ráfaga de pronto


con ruido de existencia
y los amores
y las esquinas húmedas
y los ojos que escriben mirando
quieren ser mural pintado.
Quieren ser un grito que nos lleve
a ser dos veces
como la lluvia
y su mojado recuerdo
que me tocan con humedad.

No hay dolor
como el parto de una boca pequeña
que quiere ser madre
y hay un gemido entonces
de tumba silenciosa
de flechas con aire agónico,
de grito divorciado
de su eco.

Cambio silencios muertos


por la luz traducida
de las flores.

6
Sangre de caracol

Intento, con luces de aquí y de allá,


dibujar un boceto del presente, de una vez.
Se me escapa, eso es lo que pasa, voy tres pasos
detrás de mí. Sucede que ya estoy en el otro escalón
cuando aún no he subido, se me escapa la sombra,
y sigo gimiendo como un niño, mientras suenan pasos de
ataúd.
Mi mujer se fue, mis hijos crecieron, la muerte me tejió otro chaleco, y sigo
jugando con luces delirantes, juguetes de ayer. Me aturde el caracol y sus
carreras,
parpadeo siglos, salto de ayer a mañana, y me como
todas las frutas, tiro las semillas y las vuelvo
a comer. Extraño ser de ecos, de risa
difuminada, de voz acribillada:
entre los ecos hay
bastardos.

7
Manos septuagenarias

Esas manos llevan setenta años sobre la tierra.


Más o menos lo mismo que el cuerpo
del que son, pero con más gracia,
arrugadas de estar tanto tiempo
sumergidas en el agua
del tiempo.

Setenta años, y un año basta


para tocar el mundo.
Son la eminencia entre estos cuerpos
que se pasean con vanagloria,
y nadie les hace una estatua,
por tanta piel conquistada
y metales de trenes y orejas de niños.

Tienen una inusual experiencia en saludar,


y de cierta manera cada saludo
los acerca al último, o quizás al primero
en una edad infinita.

Las manos rotas y gruesas


tienen un dedo chueco, son encorvadas como robles,
trituradas por metales sin piedad. Las veo y me pierdo
en tanto camino, son la historia misma sus arrugas,
y cuentan su verdad hasta el más allá.

Tocan los árboles y es como un eclipse


en que se fulmina una sola sangre.

8
Tata, cuide sus manos, como lo ha hecho,
entregándolas como un pan.

9
Gato

Y el gato es una carretera infinita


donde la erre deambula.
Es una garganta en la oscuridad,
seduciendo al viento
y a la tierra con sus pasos
de aire caliente.

Y si se trata de piel
el gato conoce los códigos
mejor que todo incendio.
Entre todo el reino
es el más parecido a un fuego
oscuro.
Dos segundos de gato
socavan más soledad
que todo silencio.

El gato.
El
gato.

El gato da la espalda
como despidiendo la alcoba del amante,
camina con actitud de olvido, como adiós en cada paso,
como ausencia interminable.
Es el gato un amante oscuro
y no puede el hombre mirarlo
sin ser mirado
hasta el fondo del esqueleto.

10
Lluevo

Entre suspiro y suspiro


cabe esta lluvia, no muy lenta,
no apurada, de su propio azar blanco
tejida, gota a gota, como un vestido que uno se pone
para estar más desnudo.

Me ves quieto mirando cualquier cosa,


pero quieto y algo más, quieto y lloviendo,
cada vez que grietas y tiempo y rapidez,
y además ecos y heridas con capricho,
cada vez que sed y sonrisa agridulce
soy la lluvia
dando besos en cada cruz que hago con la tierra.

Quieto y algo más, con mi lengua toda


abierta y despierta, por dentro,
con toda la piel rajada hasta el fondo del tacto
de modo que una pluma suave cae trueno,
así estoy de quieto, así de rápido
estoy clavado

llorando de paso mi materia de espejo y qué importa,


este segundo de agua
estoy lloviendo.

11
Mujer

Mujer, una y todas esparcidas


como olor de flor sin criterio, espacio más allá
del que ocupo, mujer.
Tanto ojo y tanta boca donde quisiera tener yo
un color y un sabor, repitiendo la fruta.
Mujer desde la piel al fuego, multiplicada en la sangre
del que observa, despedida mil veces
por el país de ceniza que abandonas cuando caminas.

Eres lo que brilla,


lo que encandece y quema
antes de volverme humo.

12
Venus

¿En qué momento


mientras junto mariposas con inocencia
invento tu rostro;
mientras rosa más rosa
en el rojo veo más bien
tus labios y un beso; en qué momento
tu contorno me dispara como una flecha
tu sexo?

Mi duda en el fondo
es por qué eres de pétalos, por qué vienes de la mar
menstruante, por qué con el viento te entiendes
y flameas de cabello a corazón, y me sube la belleza
en un canto que es viento y tú.

Mi duda
es por qué y cómo y para qué.

Por qué tu sonrisa es una herida deliciosa,


y en el fondo tu y yo podemos
llenar el paisaje de colores…

y quizás más que todo


es aquello, Venus y Marte, la sangre dividida,
el tajo de un cuchillo que nos separó desde antes,
más o menos imaginario, heredado el parentesco
de las flores y el sol, la tierra y los astros…

Mujer, quitemos la frontera

13
y dime si aún eres
y soy.

14
Arte de ojos

y para cambiar estación


mueves tus ojos
y un sonido de hojas
y de agua y luz revuelta
suena a fondo, como si los llevaras
guardados
detrás de tu voz.

con voluntad de aguja


mueves tus ojos, de un color a otro,
ligeros, y es más drástico que un planeta
o un reloj al mando
de los cuerpos.

15
Alma azul

Entre mirar el mar y mirarte


no hay diferencia.
De todas maneras infinitud
y de todas maneras azul,
un azul arrojado con violencia
en los cuerpos del mundo.

16
Criatura de cenizas

Soy artista, conozco lo abstracto.


Sensible en la piel invisible, ardiente oído de cantos fantasmas.
Mastico días posibles y duermo la luz
y vivo la noche
y muerdo las manzanas originales,
las primeras dulzuras que inventan el mundo.
Existo a la luz de ciertos segundos creadores,
algunos destellos me visten de piel con misericordia,
y tengo el gusto de decir
estuve;
y es dulce entonces, no tener una sombra bastarda.

17
Tengo un alma

Tengo un alma
que se quiere dar

es el verso escrito
dentro de todos los versos
que he escrito.

Hay una flecha cruzando un remolino,


hay una migaja que muerdo todos los días, un paisaje
que torturo, un pájaro, un vagabundo,
un suspiro, y tanto
y tanto
que se resiste a las cadenas
con las que suelo enfilar
lo que pasa por allá afuera.

Lo que a veces pasa también


por dentro, como una lágrima a la mitad.

¿Cómo se hace eso? ¿Cómo se continúa?


¿Cómo elegir al testigo? ¿El eco
que me devuelva a la vida, sin ninguna estrella menos,
sin ningún ojo de más?
¿y la gota de sangre en la historia?
¿El golpe bien nacido y bien recordado?

¿Cómo ser hombre? ¿Cómo merecer nombre?

18
Lengua mecánica

Se me enredó la lengua de tanto nombrar.


Se puso mecánica y bla bla
comenzó a decir nombres y bla bla
los repitió y apareó, los juntó y separó,
bla bla bla.
Hizo luego referencia a espacios que no existen,
llenaba de saliva las sombras de lo que quizás
estuvo o estará, como un juguete perdido en el tiempo.

Mi lengua enredada ya jubilada


hizo los mejores trabalenguas de amor
y de aquello que reemplaza al amor
cuando este no existe.
Juntó sílabas acaso daba
con el segundo nombre de dios.

19
Bolsa de basura rota

Esa bolsa de basura


rota y desparramada por la calle
exhibe sus intestinos, me interrumpe con su discurso barroco
mientras lejos
el diente el perro y su hambre.

Para alguien con ojos de mil años, seguro es un exquisito


paisaje de azar, una hedionda colección de amuletos improbables.

Aquí se juntaron los restos de la rutina, de alguna manera


lo observo para conocer al hombre, al medio de la calle
irrumpe el sucio reino de un olor a algo
como cebolla y algo como zanahoria, y papel sucio
y envoltorios de salsa, pescado medieval, líquido dudoso,
familias de polietileno, cartones mojados
comidas probables y pañales

y el siglo representado
en la inmortal
bolsa de plástico.

20
Alelu Alelu

A la plaza no le sobran
los círculos de las palomas revueltas,
ni los niños llorando, ni menos riendo.
A la plaza le quedan bien los juegos y los perros,

las horas rápidas y los aviones arriba


y esas hojas lentas cayendo de
derecha

izquierda

suelo

y pasos y pasos
de transeúntes.

A una plaza no le sobra nada de aquello, ni la lluvia ni el sol,


pero sí quizás un ruido
repetido ruidoso
de
verdad
impuesta.

21
Canto sensorial
Leer, oler, saborear, lo que sea…

Mi terapia es oler las frutillas.


Mi día tiene paredes de naranja…

Me caigo en ciertos rincones de mi habitación, una mosca


inunda mi habitación abriendo senderos en el aire,
matando ceremonias y espacios
con alas duras y ruido blanco.

Tu aroma,
por ejemplo,
tu aroma existe, tu aroma
a pocos centímetros
y olvidos
es mi hogar hecho con brazos,
y me abraza antes que tú,
como si fueras su eco.

Se intenta caminar en el día


y qué difícil avanzar en un país de ecos
y diálogos trazados en el aire.

Estoy seguro que me dice algo, difuso


Mensajes de humo a lo lejos.

22
Me golpea el pez muerto, su cruda plata,
su dura fragancia, hedionda lección,
y las humitas luego, me hablan por dentro
con su aliento risible.

Las ferias se parecen al cielo.

La soledad me lleva a sus rincones preferidos,


y como soy ciego, intento no olvidar las manos en casa.

El horizonte del mar muerde mi esqueleto finito,

perros mojados me ladran su perfume cuajado,


las penas me hacen sentir lluvia,

muero cada vez que un calambre


convierte mis miembros en agua de agujas.

Odio subir las escaleras impares, para mi nariz eyaculo cloro,


amo la terapia de las frutillas,
el verano mordido,

qué es el perfume del ciprés sino amor,


y la canción apretada de un morrón centrípeto.
Busco el rincón donde el maniquí guarda la mirada,

y salivas sexuales, pétalos genitales, dolores dulces,

23
rostros horribles que hacen trampa al sonreír

y vuelvo.
Como que vuelvo al mundo - que está entre paréntesis-
como un despertar sangriento, como entrar a una oficina,

hasta que golpee mi puerta


el olor del pasto recién cortado.

Dónde es la cosquilla que antecede al estornudo?


Cuál cincel inventa las orejas?
En qué refugio viven las palabras
que no caben en el aire?
Por qué no vivir caminando
descalzo sobre los prados?
Por qué no masajear los tímpanos
en ronroneos de gato?
La dulzura de la manzana
es la primera?
Cómo se destierran las cosquillas
de un dedo en el paladar?
Te has enterado de la suavidad del escroto?
Cuánto tiempo sufrieron

24
las rejas oxidadas que exclaman su chirrido?

Es verdad que el agua


es más fría
en la espalda?

Compara el calor
y la humedad de las monedas
el micrero que las recibe?

Quién fragmentó el pubis


en porciones de musgo por la tierra?

Hay manifiestos ocultos


en el ruido de un patio de comidas?

Por qué es amarilla la voz


de quien habla sonriendo?

25
Preludio a una conversa

-Permiso para revivir


lo caminado-.
1
La plateada es de la reja,
la dorada abre la casa.
Guardo las llaves, rechina una bisagra, cruzo el portal.

Entro y, así de inexperto,


casi caigo en el primer abismo;
guitarra posada en el sillón, desnuda, oblicua,
susurrante…

La casa está llena de abismos,


pero hoy tengo conversas pendientes.

Por poco prendo la luz de la habitación,


pero para no darme cuenta de que entré
no la enciendo.

Y quedo plantado, observando


los caminos que no tomé,
la evasión de los abismos.
La corriente que busca llevarme.

Qué sucede aquí.

Hace un rato fingía escuchar a un amigo,


pero la verdad es que luchaba con el ruido en mi cabeza

26
y con el miedo a quedar a solas con el silencio.

2
Camino una casa nunca vista, siempre vivida,
de absoluta tranquilidad, deshabitada atmósfera,
laguna planicie,
con pasos nunca antes escritos
a lentitud fantasmal.

Ya en la cocina, frente al reloj


un suspiro de alegría:
el reloj no se ha detenido.

Y la mesa y el desorden, platos,


cuadernos, biblias, cuchillos.

Mi perro se asoma a la ventana


como un largo abismo de caricias,
un lomo conocido, suspirado, recorrido digital,
ladridos que han sido respuesta,
animal con el que comparto la luna,

pero no quiero caerme,


aún no me encuentro, tengo una conversa pendiente

y luego un computador,
teclas,

teclas,

27
la virtualidad del ser, el fácil ego,
difícil abismo, me caigo me caigo

pero antes de caer, me detengo, y no caigo


pegajosa prudencia, en la mano, en la piel entera,
en la voz y el alma inquieta,

mientras descubro cosas y pasos,


y me rasco las costras, la horrible picazón
de algo más piel que la piel,
allá, donde no me encuentro a veces…

Me encanta sentirme mal,


mucho más sentirme bien,
pero desafinado, desplazado del presente,
desterrado del mismo centro de la risa y la pena
como un rostro sin rictus, un limbo

eso, debiera ser inconcebible.


Como se añoran entonces
las dulces lágrimas amargas.

3
Habitaciones, la escalera.
Segundo, tercer,
¡tac!, ¡tac! exclama el cuarto, el décimo escalón,
y entro a mi pieza,
creyéndome ya, experto domador de abismos,

gloriándome por seguir de pie


en mi propia casa,

28
como flecha contra el viento,
pues
nunca creí que sería tan difícil
cruzar de cocina
a computador, de guitarra a espejo,
y más y más reflejos,
de pantallas y luces, del sueño, de piel, del aire
y la sed de verse en todo.

Y pasos, izquierdo, derecho,


derecha,
pieza de mis papás, rincones, pasillos,
yo, procurando no ir delante de mis pasos,
con intereses cinematográficos, la panorámica:
anticipos, pasos en falso, recodos turbulentos,
corrientes cotidianas.

4
Pero luego, quinto, segundo, ¡tac!,
primero.

Y repito caminos, poemas, sinopsis,


malabar tautológico,
hasta vislumbrar lo imposible,
y escuchar el crepitar
de un fuego tan poco calor
y tanta torpeza y crujidos.

Y lo irresponsable de existir
con las riendas escondidas,
lo grave de una voz horadada,

29
un gesto sin sombra, ojos sin miradas,
donde no sé
si todo río que hablo
y sueño,
son parte del río grande que soy.

Y lo flaco que se siente


tener un arcoíris desordenado en el alma
cuando con más suerte los mismos hilos
crean bellas convergencias coloridas y casuales
mariposas…

De ahí que olvido por qué


o por quién
se levanta uno en las mañanas.

5
Quinto, segundo, por cuarta vez

y tercero y décimo
y primero,

arriba, abajo, escalones y desescalones,


interrogado cada objeto,
ninguna luz encendida,
el nunca probado sabor de la casa sola

y una conversa que se abre.

30
-Permiso para guardar
el recuerdo en su lugar-.

31
Días en que ando callado

Entiéndeme que no puedo evitar este silencio.


Cuando Él viene me convierte en marioneta, me pone hilos en las costillas
y me da vueltas en el aire.
Es un amo caprichoso, se pasea por mi cuerpo y mis días,
con la libertad de un cuervo obsceno.

Y mientras él se pasea te preguntarás dónde estoy yo.


Pues allá, cobijado en una sombra parecida a la inexistencia,
gozando mis vacaciones del juicio,
jugando a las cartas con fantasmas y tomando té con demonios,
sin apuro de ponerme el traje de hombre.

32
Tengo más ausencia

Tengo más ausencia


que sangre, más besos de dolor
que boca; hoy soy más la piel que deshabitas.
Existo más bien por ser tu recuerdo, estoy parado
porque la melancolía despierta mi sangre,
porque llueves sobre mi casa.
Los recuerdos brillan en el espacio en que voy yo,
soy de pronto la arquitectura sin hombre,
el ritmo sin río, el luto
estoy siendo, un luto sin alma
y eres más que yo en mí, con la eterna fantasía
de pensar soy tú, y lo sé y lo creo
con ese centímetro de alma.
Soy el recuerdo de mí,
un museo de fotografías que miro y lloro.

Soy la ausencia, el rescoldo del amor,


el dialogo de las cenizas.

33
Post amor

Aunque te mire pasar por la misma plaza


y diga qué derroche
esa primavera que camina,
qué bien les vendría a mis flores.

Y aunque el oleaje del cuerpo


te invoque a gritos y a frías temperaturas
y te traiga a mi habitación, con todo
menos tu cuerpo.

Aunque el viento de ser


no sepa más direcciones que ir a buscarte
y despeinarte, y contarte la última noticia,
y hablarte de nada
y todo,

no interrumpiré lo que emprendemos


esto que es un arte después de todo incendio,
el diálogo de tinta y cuerdas,
el arte de estar y aprenderse solo.

34
Siglo lento

Viajé siglos lentos, vidas enteras


en el segundo rojo, largas pieles ausentes,
hondos calores incompletos.

Niño, corazón y paladar, como todo humano de días,


de primeras horas naciendo, saboreando lo cercano,
pintando dentro, el rápido otoño que deshojaba amores.

Crecí, amé mis heridas, levanté altares


sobre mis cadáveres y viví aquellos siglos
goteando como sangre nostálgica de las copas.

Era vino el amor dulce y tremendo,


y yo goteando como sangre al crepúsculo.
Y me servía vino
y bebía sangre.

35
Humo

Aparte de todo el día, tengo todo el corazón


para echarte de menos, y volverte a traer,
y echarte y traerte, y hacerte mía y no mía
y de esto el corazón gastado tiene humo.

Lo tienes todo, pero apenas alcanza.


Estás ahí, llena de ti, y es suficiente
para diez muertes, para diez vidas
sin luz, y cien y mil, como una estrella infinita.
Es delicioso verte ahí, llena de ti,
porque es tanto, porque es océano ser tú,
con tu mirar azul y hondo.
Porque en tanto se abren tus ojos y miran
comienza la primavera, y todo me huele a flor,
y eres invisible, y palpitas
afuera y adentro.

Lo tienes todo, pero apenas basta


para este corazón con humo, y es torpe delicia
este segundo de piedad en que soy víctima.
Amar y no amar es un minuto que es siglo por doloroso,
y tenerte en mis manos, y saberte lejos luego…
Duele diez las nueve veces
que te arranco mi sombra
del espacio de tu figura.

36
Tengo a una mujer atrapada

Tengo una mujer atrapada entre el antes y el después,


como un siglo frágil, un lento ir y venir de sangre.
Entre el pie y el mañana del pie, en esa sombra
del tiempo nos encontramos. Ningún pañuelo
que hemos agitado nos ha servido en el adiós. Estamos aquí,
con los mismos dolores y los mismos amores,
pero cansados, agotados de ser una mitad imperfecta,
una manzana dolorosa.

Tengo a una mujer atrapada


en todos lados. En toda flecha que lanzo
ella muere, en cada parpadeo salta desde el olvido
para brillar entre los recuerdos.

Tengo a una mujer atrapada en este día


sin sed de esperanza, orgullosamente oscuro,
es un largo caer, dulce por lo nostálgico, trágico
por lo infinito, parecido al sexo por el delirio.
Y peor que caer es querer caer,
y llorar por una mujer, y escuchar desde algún lado
a alguien reír a cada lágrima caída
con mi voz.

37
Desnudos frente al espejo

Yo no entiendo la desnudez,
la erectud, la luz mordida del cuerpo,
el frío secreto que te cruza
erizando vellos y cumbres, el tacto confuso
del alma que te toco en el cuerpo,
del cuerpo que se cruza cuando te estoy amando,
torcidos y retorcidos, estrellados contra el otro. Yo no
entiendo
el secreto de la desnudez, el abrazo que nos hace uno,
la piel que nos hace infinitos,
la mirada que pones siempre que estás desnuda,
que me hace creer en más allá,
las manos inquietas como un niño que corre
porque es libre sobre los prados.

Yo
no lo entiendo,
mujer amada y desnuda, en esta noche
en que nos retratamos frente al espejo
como un ascenso de flores erectas
que corroen la dulzura del pubis,
a la luz de la noche y las lámparas,
habitando un mundo cuyas esquinas
son tus ojos
y los míos,

y tú
me respondes secretamente,
y siempre que pregunto, me vuelves a explicar.

38
Mañana

nos volveremos a ver


con más heridas de distancia,
entonces, inauguraremos
una nueva mirada.

39
Ciertas costumbres 

Antes de salir me cepillo los dientes 


(no puede sentir mal aliento), 
me miro en el espejo, me afeito, 
borro cualquier mancha de mi rostro 
hasta quedar reluciente. Me perfumo, 
mientras veo en el espejo que mis ojos 
la miran. Prosigo, 
me pongo los zapatos 
antes de salir de mi hogar 
y corro pues me espera. 

En la micro 
el paisaje es un regalo para nosotros, 
me imagino con ella en las praderas, 
me imagino sumergido en su aroma 
en la solemnidad de una montaña, 
siento su voz buscando respuesta... 
Me pongo a caminar 
y al llegar saludo a mis amigos, 
a mis no amigos, pero no la veo, 
no la encuentro pero la siento venir. 

De pronto 
se acerca a lo lejos 
seguida por dos sombras, 
su mano no es ausencia de calor ni de historia 
y sus latidos cantan melodías que no conozco, 
por lo que me golpeo la frente 

40
y recuerdo que está con otro. 
No volveré a olvidarlo. 

41
Las miradas

Te propongo sacarnos las máscaras.


Ya lo he dicho antes.
Que nuestros ojos elijan su camino.
No temamos si nuestras miradas
se encuentran en el espacio.

Luego, establecido el puente


entre almas - simultáneamente
desaparecemos del mundo -
tomémonos las manos, a ver si somos
dos gotas de agua que temieron tocarse
porque podían quedar aprisionadas
en el redondo y cristalino estatuto
de un solo cuerpo que brilla.

Te propongo que todo viejo dolor


que ya podrido fue transformado
en otra cadena se deshaga.

Hagamos caso
a las miradas.

42
Bastan tus labios 

He descubierto que bastan tus labios 


para cambiar el color al universo. 
Con tu ramo de navíos y sueños centenarios 
callas ese infinito que grita a mi lado. 

Amo el sendero que eres. 


Por tus ojos viajo como una brisa 
a tierras infinitas, a verdes praderas, 
a cielos y mares de celeste primavera. 

Por ti, pueden los segundos ser eternos. 


El pasado, por ti, es un vago recuerdo 
en el rincón donde lloran los versos. 

Por ti, seguiré el camino, 


por la sonrisa que robaste del cielo, 
por el color que das al universo. 

43
Donde estés, de donde seas 

Mujer, pintura de fuego ocasional 


quizás diosa de pasional fogata. 
Don de la tierra, bella flor de plata, 
con tu sangre atenta; fiera emocional. 

Te llamo, apaga mi hambre carnal. 


Sacude mi camino de esta ingrata 
búsqueda insaciable de fiel pirata. 
Pinta mi horizonte de tu amor casual. 

Dame un espacio en tus ojos brillantes, 


ahí quiero cosechar cada secreto. 
Juntos tocaremos el viento abrazante, 

seremos parte de su voz susurrante, 


enlazaremos sangre como concreto. 
Por un infinito seremos triunfantes. 

44
Lo que busco

¿Has visto, tú, amores desesperados


o en la noche, un perro aullando a la luna?
No es que tengas un semblante de luna,
pero aúllo, débil, gritos callados.

No son esos cabellos enredados


cual grave enredadera, mi vacuna.
Tampoco las cumbres punta aceituna
las que busca mi ser siempre agobiado.

Busca el tesoro en esa enredadera;


pieza del ancestral rompecabezas
interminable: mi paz verdadera.

Y busca en tu pecho de aventurera


lo frágil, que no me da la certeza
si bien clavada está allí, mi bandera.

45
La cruel mitad

Ser sin ti es tan complicado como cualquier mitad,


cualquier mundo roto o esqueleto sin destino.
Me siento lejos porque estás lejos, sin duda
soy lo que eres en mí, de algún modo, soy una lágrima
cuando lloras, y tu ausencia es un esqueleto más frío que tú
pero igual de bello, y conversar con tus gestos es una locura
de amor cuando en verdad no estás y te veo en el aire.

Tejerme en el viento es complicado, no llego al vestido,


ni a la calceta, un flaco hilo soy, más pequeño aun cuando tengo
tanta ausencia. El viento, siempre es el viento. Ser del viento
me parece un despilfarro: tu nombre simplemente alcanzaba
para las cuatro esquinas, para la velocidad, para el estilo de la flecha.

Es un chiste esto del amor cuando lloro sin amor, cuando estás llena
en esta gota de lágrima, cuando eres el agua de mi pena,
y es un chiste si no se puede decidir nada, si
la sangre hierve habla y ordena,
y entonces nada, problema resuelto, hacer caso y volver a ser.
Es un chiste cuando se es un río más grande que tus deseos,
cuando no es vía irse en contra de la corriente, imposible ganar,
estúpido querer hacerlo pero querer hacerlo y no ganar el intento.

Perder aquella voz que siempre responde, esa mano que siempre llena,
esa boca más grande que otros hogares, por el mismo y simple capricho, y
enojarse
sin querer entender nada, ni si quiera ganas de sentirse fuerte:
caer es una deliciosa solución cuando se trata de llorar,
pero de pronto llega el escalón celeste, y el alma recuerda que existe,

46
y el adiós de arena, se esfuma la arena, la piedra del adiós entonces,
y agitas tu mano a lo lejos sin pañuelo pero con dolores,
y ya que estamos celestes, subir el escalón, por primera vez ser feliz
amargamente, saborear tu sonrisa como una imagen lejana,
como un paisaje en el que no tengo casa, una cordillera que solo puedo ver y
retratar
pero no vivir, y es extraña siempre esta felicidad, y entonces recordamos
cómo nos gusta el estilo de la flecha, envuelta
por las fuerzas del remolino
y amo tu felicidad, amo la lejanía que te hace feliz, y el amor vuelve quizás como
por alquimia,
y de pronto somos algo que nunca fuimos:
del fuego a la piedra; a la estatua del fuego,

hoy somos la piedra del recuerdo.

47
El aire que nos esperaba en su esqueleto

El aire que nos esperaba en su esqueleto


para brillar éramos,
la sombra que levantábamos en la costa
y la voz de tu garganta a la mía
como de horizonte a horizonte conversando gaviotas.

Lo éramos todo, cristal fuimos desde siempre…


Dentro del cristal fue el amor,
cristal las palabras y su aire,
los besos y el rojo, la mancha
que al final de la piel éramos y que no logró molestar…
Cristal todo, no supimos otro aire,
más idiomas. Las flechas que nos tejen el alma
como viento original, como guerra de ser,
fue un segundo de nosotros: no hubo flecha
que no diera muerte, no faltó palabra
que iluminara rincón.

Todo esto es celeste…


Estar aquí arriba lo es, desearte sonrisas
y evitar un adiós de arena.
Celeste llorar de pronto mi mano tan vacía,
tan inmensa en su soledad, tan desprovista de la tuya,
pero aun así, avanzar de pena en pena hasta el adiós.

48
Una mujer pasa

Una mujer pasa, levantando una primavera.


Cruza de espalda, frente a mí, o sobre,
contando un secreto, o caminándolo,
con el magnetismo de la lluvia, el cuerpo mojado
de deseo, y los ojos lloran
y la mujer camina.

No entiendo el secreto de la carne,


pero ella pasa y todo es flecha
en su remolino, el sol que la envuelve, las manos que tiemblan,
el viento con voz de bala.
Una flecha
son los riesgosos límites del vestido
o el pantalón sin secretos
suspensos por excelencia.

Pasa, camina, pero todo en ella cascadea,


de sus caderas se cae el sexo a su rostro,
de la línea de su espalda se deslizan las frutas,
de las manos los pétalos mínimos,
y las cortinas de su aroma también son cascada;
el rostro es la desembocadura.
En cada semblante ella termina de existir,
en fuego, como una historia.

Mujer, vestida pasas y nadie lo nota,


tu desnudez se anticipa, como un susurro
bajo la piel, erizando hasta los pétalos,

49
y no dejas de quemarte en el juego de la intriga.

50
Esta noche 

Esta noche el cielo y mis ojos se vuelven una sola sangre. 


Y mi alma muerde al silencio como a una uva. 

Estos segundos finos como sábanas frías 


entierran como en cuevas mis recuerdos. 

Cada momento se vuelve una hoja que vuela 


antes de ser abrazada por las llamas despiertas en mi pecho. 

Entiendo este momento 


como una nube, que vuela sobre mi vida. 

No reparo en que estoy solo, 


pues no me siento solo, 
siento una respuesta a cada llama colorida 
que de antaño en mi boca estaba escondida. 

No me siento solo. Es más, 


siento que me acompaña mi propia vida 
como si el futuro fuese un ala 
de este silencio que habla dentro mío. 

Esta noche dejé de temer a las miradas 


de la gente que pasa con aire de prejuicio. 

Y es que a veces me surge una voz de mil años, 


de mil voces, de mil viajes 
con un olor de arena infinita. 
Me surge una voz de cada color que resplandece, 

51
de cada átomo que baila en las brisas pasajeras. 
Y me lleva a deseos extraños, 
a peticiones absurdas... 
Y ahora me queman las manchas 
de mi alma blanca 
y bajo el frío destello de la luna llena, 
de los faroles en las calles vacías, 
siento que el aire como un poderoso tren 
se lleva las sombras a su estación sombría. 

Este momento, esta noche que merece ser eterna 


corre como un caballo que no deja huella, 
vacila como una sombra sin dueño. 

Y es que últimamente en todo respiro misterio 


como si estuviera en las puertas de otra vida. 

Nunca el aire me quemó tanto 


ni el cielo estuvo tan cerca. 

Esta noche estuve solo 


y fue perfecta. 

52
Pobre lamento

Y la risa? Se preguntará cualquiera.


Soy torpe escritor. Me paso la vida riendo,
sin registrarlo en mínimas odas.
Les advierto, por lo tanto, no es oscuridad
lo que transito – es oscuridad lo que desecho-.

Simplemente, mi oscuridad sabe hacerse pública.

Aún
no se sumergir el humor
en una palabra escrita.
Y la risa? Se preguntará el antipoeta.
Le pido perdón, pero más bien,
le pido paciencia y le imploro
que rece por mí y mis musas.

53
Poema en una servilleta

La escena:
una mano, una mesa,
un lápiz,
una cocina fría y cotidiana,
una máquina calculadora,
una servilleta
con un montón de cálculos apresurados,
una taza de café.

El resultado apresurado: solo yo me importo en la vida.

La ecuación: metáforas engorrosas


y dulces, dulces autobesos.
Alegorías de autobesos
mimetizados con la naturaleza,
con el paisaje, el amor y la muerte,
con la justicia, y muchos, muchos
etcéteras, todos hechos disfraz.
Los cálculos me reconocieron
el centro del universo.
Esta servilleta se alojará
en el futuro Museo de las Artes Universales.

54
La poesía no va a cambiar nada.

Pero tampoco la ingeniería,


la medicina,
la ciencia comercial,
o Dios.

Nada el arte, nada.


El derecho.
La pesca, las letras, la más infalible de las bellezas,
y de todas formas,
nada la tecnología.

Nada me salvará a mí,


que hablo sin hambre, con techo,
con mis típicos dolores, con mi olvido de gobierno,
o de vecino.

Pero
lo que se puede hacer,
es creer

que se puede salvar algo,


una verruga del mundo,
un tumor de la humanidad.

Se puede intentar golpear fuerte


disparar poemas con la mejor precisión,
ir en nombre de Dios, sonreír con admirable voluntad,
levantar casas, luchar con el mal que uno etiqueta.

55
No vas a salvar al mundo,
pero te salvarás a ti mismo.

56
Se apaga el fuego

Si todos nacemos iguales,


si somos ininterrumpida cascada,
si en el aire somos colección de astros,
fuego crepitante inmóvil, limitado a su atmósfera,
sin darnos el lujo de verdaderamente abrir ojos;
si nacemos iguales y en serie,
mientras la vida nos vive, en sus virtuales formas,
en sus competitivas propuestas, en sus
ciegas repeticiones y campanadas;
si así nacemos, con código de barras,
no entiendo por qué seguimos naciendo,
y qué cultura buscamos plasmar.

57
Poeta antipoetizado

Qué ruidoso dolor.

Dolor de un poeta
que gota a gota
se antipoetiza
- que se entienda bien -.
Y ve entonces sus sueños,
en su condición de quimeras,
ve las flores
hechas un cadáver secular
y ve en sus ojos
posada, con delicadeza
de paloma en los faros,
una luz ficticia.

Pero sin embargo era luz!,


dice el poeta, apretando
en sus manos una rosa azul.

Era mucho para el poeta


que en todo deja una raíz suya,
para no perderse a él mismo.
El poeta que tras el aleteo
de las mariposas, no escucha
más que sus propios oídos
queriendo escuchar.

El poeta
que queriendo solidarizar

58
escribe de sí mismo.
El poeta que queriendo
caminar en el bosque
o buscar entre los días
del calendario, no pudo
perderse sin encontrarse.

Era mucho para el poeta


que le reza
a una luz ficticia.

59
INVENTARIO DE ROSTROS

60
1. Galatea de las esferas

Con planetas y redonda geometría como espejos


repetidos
fue pensado tu rostro
de cosmos, de óleo cobrizo,
burbujas que emanan
te
parcelan
y por sobre todo
con ojos fue pensado.

Cascadas doradas los bañan,


y tus ojos lo saben, ellos sonríen
y en el paisaje inmutable
la sonrisa les late como un río secreto.

61
2. Contraste de Venus y la muerte

Y si clavaran en tu aire
un suspiro de esqueleto, o si la secreta
mariposa de la muerte pasara bautizando
te parecerías a un bellísimo
faro que ilumina oscuridad
entre luces exageradas.

Es que la luciérnaga se posa


en tus abismos, y brillas subterránea,
como la estrella primera
que inaugura el silencio de la noche.

No puedes posarte en un mundo que sucede


sin que todo suceda
porque te posas, y en esto eres origen,
luz clara y oscura desde la muerte al pétalo.

Hasta la noche más oscura eres mujer


y te entregas al destino como si fuera piel,
como la roca que es golpeada por el mar
porque azul y música, por el agua violenta
enamoradamente azotada.

62
3. Pelirroja

De fuego es el rayo que te cruza,


toda eres llama subiendo,
conversando con el viento, favorecida
por la curva que insiste en el cabello
cayendo sin caer para siempre
como una hoja en el baile del otoño.

La atención que pones en el aire


lleno de secretos del que eres prófuga,
es roja, la atención quema,
tus ojos diez fuegos para adentro
se parecen al alma del petirrojo,
al origen de las amapolas, a la razón de las cenizas.

Y pensar que tu estilo se repite

de tu piel para abajo

de tus cumbres hasta el filo

de tus flores hasta el musgo.

63
4. Niño de la micro que observa

Siempre es bueno tener cerca


unos ojos de niño
que nos mire todo
lo que no hemos visto.

Porque llega con su alma liviana de décadas


que es como un humano sin humo,
y no termina de amanecer, brilla
con fuerza en los rincones, desnuda
culpables con agilidad.

La mirada es mariposa, y vuela de mi dolor


a un pájaro, a un perro, a las gentes,
y vuelve a mi dolor
como un gracioso recorrido
por los colores de un paisaje,
que abre con violencia con sus terribles
párpados de niño.

64
5. Rostro deformado por el fuego

Y entonces me pregunté cómo habrá gritado la belleza,


al crepitar, líquidamente, de fuego
de llanto.

Caigo marea de orejas magma de dientes


diluido me caigo me caigo
piel sobre piel
como escamas, como formas
en las nubes, como jugando
los dioses.

Y entonces me pregunté,
¿qué ojo me resuelve la ecuación del rostro?

65
6. Hombre con felicidad

Ese hombre está siendo feliz.


En una de esas lo es, me permito creer
que es origen amarillo, que se permite contar
el secreto de la luz, que se entrega

al viento como paloma liberada,


que muere cada noche y nace cada mañana,
porque tiene tantas vidas como días,
como el eco de un gallo que jamás olvida el amanecer…

Me permito creer
que entre la carcajada y la lágrima
prefiere ambas, porque sus ojos
de mariposa agitada suben y bajan,
entran y salen, vuelan, se posan,
o conquistan con levedad severa,
sin negarse ningún dulce vestigio
de lo que acontece.

Me permito creer
que no se entrega ni un segundo
a la asustada mentira
de la perfección.

66
7. Mujer que mira a dios

Si en los ojos cabe el infinito


ella metió uno o dos, con su cualidad de ser flecha,
desde el fondo lanzarse, súbdita de un solo aire furioso.

No importa si observa luz o imitación,


ella brilla con fidelidad de luna,
tan al fondo que el silencio
es una música o una voz clara, o la secreta melodía
de un niño que ama.

Entro en su silencio
y salgo al mío, solo por contrastar
devociones.

67
8.

He pensado devotamente el rostro


que suene al agua cascadeando
entre rocas, espejo azul, malabar del río,
que susurre su propia primavera,
fulminado de otras luces y estrellas.
Quizás la música natural de algún semblante
prófugo que imagino escuchar.

68
9. Canto

No dejo de mirar tus ojos


de los que de pronto cuelgo, sino no vuelo,
sino me caigo.
Desde lo alto colgarme pescando estrellas.

De lo alto escuchar la cascada,


la maternidad de tu voz abierta
que abraza el dolor y se lleva los míos,
cantando el amor, rasgueando las fibras ocultas.

Estalla una garganta en la tierra


y se repite en tu voz la herida, heredando
algún calvario sin recorrer.
Corroe el fuego en tus ojos
y ríes y lloras con furia
como una cara con tres o cuatro.

Una sonrisa es el llanto


que cruza el fuego de un arrebato
y en aquel sacrificio se arroja el alma
entregada en la hoguera del canto.

69
10. Hombre que vive solo

Hay un hombre que mira por la ventana.


Sombra tiene, casa tiene, mesa y platos,
salud y relojes que entregan sin recibir,
todo tiene,
pero más tiene ventanas.

Hay un hombre que vigila al mundo


desde el balcón abismante.
Entra a veces el viento a vestirse
con cortinas como novia
y con dulce voz canta la única canción
que el hombre conoce.

De isla en isla cruza su casa.


Hay más nostalgia que cosas, más océano que rincones,
y más ausencia que fotografías
aunque se escape de ellas
una sonrisa o una caricia de pronto
a rebotarle en las orejas, entrar en su piel,
y llenarle la casa de hijos y nietos.

Hombre con esqueleto perseguido


por ataúdes, nunca supiste quién ni cuándo
puso un alto en tu camino, y desde entonces
no escuchas el réquiem bajo tu cama
ni tras el espejo
ni dentro del agua.

70
De lo alto la lágrima
cae sin terminar
repitiendo
tu susurro.

71
11.

Gestos insensibles al viento,


como un espantaespíritus de sombra clavada.
En aquel río no suenan bellamente las piedras.
Rostro ventrílocuo, empoderado, más
máscara de un rostro más allá del suyo,
y en aquel lugar de las pupilas
reservado a la nada,
es donde llena y rellena con una luz
que llama dios.

72
12. El niño no entiende el ruido

Hay un niño que no entiende el ruido


afuera de su ventana.
Se mira hacia adentro pidiendo explicaciones,
pero solo hay un jardín arrancado,
hay un grueso eco de metal
en donde debe ir el resumen de la primavera;
una imagen oscura
nublándole las pupilas,
quebrando el cristal sin renuncia
como vinagre que no vuelve
de un paseo de agua.

El niño no entiende el ruido


mientras arriba de unas calcetas limpias
y dentro de un reloj
alguien lo explica con grises idiomas,
desde la justicia celeste
hasta la última gota roja,
desde el viejo idioma del humo
hasta la flor muerta
antes de la semilla.
El ruido de balas
es la canción más vieja e impecable
de la historia.
Se la canta un siglo a otro,
y luego a otro, como si nadie
mirara a los ojos
al último dueño de piel
herida por nuestras adecuadas balas

73
y nuestras metálicas razones.

74
13. Deseo ardiente de alteridad

Si pudiera entrar en tus ojos y salir herido


en pedazos, uno a uno, como si fuera una manzana de pronto
y tú mi árbol, del que caigo al suelo que ya no eres tú.
Si pudieras abrir los ojos de tal manera que fueras
una puerta
entre el fuego y el agua, comunicando alteridades,
un paso conciliado entre el otoño crujiente
y el verano desbordante. Si fueras un túnel
para caer en precipicios sin sombras
y caerse de nuevo y tocarse por primera vez
como un amanecer de piel inaugurada
que recuerde la suavidad
de la placenta,

y tocarte para tocarme.

75
14. Encandilación

Pocas veces uno se encandila.

Hay una luz en fuga hay magia

hay en la atmósfera
calor y aroma
el sexo y su secreto.

Hay una prudencia felina unos ojos


que saben jugar.

Balas precipitadas
pómulos bellos, detalles ebúrneos,

como si todo fuera una ofrenda


con que me acercas la poesía.

76
15. Gesto místico

Algo desnudo en tu rostro


o quizás algo vacío de años
que entre tus ojos y bajo la noche brillara,
en huesos y en cunas brillara, así intacto,
y que me lleve a pensarte desnuda de mundo,
eterna sin edad ni historia, sin apenas cuerpo,
de modo que el mar me lleve a pensarte.

Nunca verás cara a cara el fuego del que sales crepitando,


porque no hay espejos en tu sendero
sino un dolor que no se entiende.

Hay
mariposas
que no conocen la estela que dejan detrás
como una patria destellante
que persigo en sensaciones de exilio.

77
16. Pitido bueno

Recuerdo algo amarillo.

Por esos días la niña conversaba con los pájaros.


Aún no olvidaba el brillante idioma.
Hermana de las ovejas y los cerdos,
por su sangre corría el festejo del canelo.

Toda la piel de tierra, y agua eran sus ojos,


pues reconocía
las intenciones amarillas del viento en su ventana.
Tenía más luz que años:
y aplaudía las bondades de la luz
y el pitido bueno de los pájaros.

78
17. Límite difuso de la alteridad

Si pudiera arrancarme tus ojos invasores,


tu sombra grande como la de un árbol
con hojas luminosas, si pudiera
arrancarme estas heridas que me hizo tu piel
hiriente e invasiva, si pudiera
quitar cada pedazo de luz que irradias
de mi ventana; al fin escucharía lo que he gritado
desde tiempos remotos y no
tus presumidas carcajadas entre mi alma y mis oídos.
 
Al fin dejaría de imitar como un payaso llorón,
dejaría de creerme un erudito caminante,
dejaría de pegarme malas costumbres
con el fin de también brillar,
podría escucharme y responderme,
y me mediría con la vara correcta, me juzgaría correctamente,
como un ignorante sabio.
 
Si pudiera botar por el desagüe el veneno,
quebrar vasos y frascos que me atragantaron su envidia embriagante.
Si pudiera cerrar en mi frente tus ojos invasores,
y abrir los míos, humildes y temerosos y comenzar a cantar el mundo,
y seguir alimentando mis palabras,
mis huesos, mis paisajes, mis flores...
cantaría paz con un cuervo menos cada madrugada.

79
18. Ciego que pide monedas

Paso el día en la vereda.


Hago mi ruido de monedas si alguien pasa,
muevo los párpados como ventanas inútiles.

No traigo reloj a mi oficio,


no creo que existan los segundos,
existen los pasos en la vereda, existe el ejército
de hombres que va
y el otro ejército que viene.

Yo no los veo,
pero ellos tampoco me ven,
somos todos ciegos, desde la luz
al alma, culpa de párpados inútiles
y días rápidos.

Todos somos ciegos, ellos no me ven


y justo antes de entender
que no estoy
ni soy
al fondo del tarro
                         cae
                                 otra
                                         moneda.

80
19.

Dejo un caño
debajo del chaleco moteado
al lado del encendedor roto
y la manzana mordida,
en el colchón enmohecido

como un continente entre islas

de ropa húmeda y cajas de huevo y cartón,


cables rotos y pañales

en tu casa-odeón de Plaza Condell.

81
20. Días de plaza

Las plazas tienen otro calendario


tienen días de sol y minutos de pájaro
y guardan siempre un segundo humano
liberado del violento transcurrir diario.

Los juegos de autos y ejercicios


son más románticos cuanto más deshabitados
habitando el silencio de niños y vendedores
más penetro en el secreto y el milagro

Unos viejos sentados bajo el sol


durmiendo entre tanto leen un diario
suavizan el tiempo tantas veces maltratado
lo estiran amalgama de vino y cigarros.

Hablan del amigo olvidado


Las fiestas pasadas, del chucao y del finao
Cuerpos inminentes que no inclinan la balanza
sin sumar ni restas historias al pasado.

Sin sumar ni restar, al final como todos


cuerpos repetidos que no inclinan la balanza
siempre sentados bajo el sol de la plaza,
bajo el tiempo, la muerte, los días, los años.

82
ÍNDICE
ALMA DE CIPRÉS 2
Cuál es mi verbo? 3
A la tumba me llevo 4
Lengua 6
Sangre de caracol 7
Manos septuagenarias 8
Gato 10
Lluevo 11
Mujer 12
Venus 13
Arte de ojos 15
Alma azul 16
Criatura de cenizas 17
Tengo un alma 18
Lengua mecánica 19
Bolsa de basura rota 20
Alelu Alelu 21
Canto sensorial 22
Preludio a una conversa 26
Días en que ando callado 32
Tengo más ausencia 33
Post amor 34
Siglo lento 35
Humo 36
Tengo a una mujer atrapada 37
Desnudos frente al espejo 38
Mañana 39
Las miradas 42
Lo que busco 45
La cruel mitad 46
El aire que nos esperaba en su esqueleto 48
Una mujer pasa 49

83
Esta noche  51
Pobre lamento 53
Poema en una servilleta 54
La poesía no va a cambiar nada. 55
Se apaga el fuego 57
Poeta antipoetizado 58
INVENTARIO DE ROSTROS 60
1. Galatea de las esferas 61
2. Contraste de Venus y la muerte 62
3. Pelirroja 63
4. Niño de la micro que observa 64
5. Rostro deformado por el fuego 65
6. Hombre con felicidad 66
7. Mujer que mira a dios 67
8. 68
9. Canto 69
10. Hombre que vive solo 70
11. 72
12. El niño no entiende el ruido 73
13. Deseo ardiente de alteridad 75
14. Encandilación 76
15. Gesto místico 77
16. Pitido bueno 78
17. Límite difuso de la alteridad 79
18. Ciego que pide monedas 80
19. 81
20. Días de plaza 82

84

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