La Teoría Cultural de Políticas Públicas: Apuntes Sobre Sus Fundamentos. Por Alejandro M. Estévez y Gustavo Banchero
La Teoría Cultural de Políticas Públicas: Apuntes Sobre Sus Fundamentos. Por Alejandro M. Estévez y Gustavo Banchero
La Teoría Cultural de Políticas Públicas: Apuntes Sobre Sus Fundamentos. Por Alejandro M. Estévez y Gustavo Banchero
CUINAP
Año 1 • 2020 Cuadernos del INAP
Argentina
40
La Teoría Cultural de Políticas Públicas
Apuntes sobre sus fundamentos
Alejandro M. Estévez y Gustavo Banchero
40
La Teoría Cultural de Políticas Públicas
Apuntes sobre sus fundamentos
Alejandro M. Estévez y Gustavo Banchero
Autoridades
Prólogo 6
1. Introducción 12
6. Conclusiones 51
Bibliografía 54
En una revisión2 de sus aportaciones iniciales que tanta influencia tuvieron en dis-
tintos campos de las ciencias sociales, Mary Douglas reconoce el trabajo de Thomp-
son, Ellis y Wildavsky3 como muy relevante, al incorporar la dimensión de poder
y de conflicto entre culturas en el seno de una misma sociedad o comunidad. La
competencia entre pautas culturales deriva de interés para lograr ser hegemónicas,
para conseguir que las formas de organización social sean coherentes con sus pre-
ferencias. Las culturas compiten entre sí por aumentar sus filas, para aumentar su
influencia, para conseguir más recursos. De esta manera afirma Douglas: «Colocaron
la Teoría Cultural en el corazón del análisis de políticas públicas y de la teoría ética».
Coincido con las conclusiones del artículo, cuando señalan que en momentos como
los actuales, de gran complejidad, sin alternativas claras entorno a problemas muy
2 Douglas, M. (2007). A history of grid and group cultural theory. University of Toronto. http://projects.
chass.utoronto.ca/semiotics/cyber/douglas1.pdf
3 Michael Thompson, Richard Ellis, and Aaron Wildavsky, Cultural Theory. Westview Press, 1990.
7
acuciantes, la perspectiva que aquí se glosa, la perspectiva cultural, puede ayudar
a entender procesos de bloqueo, polarización y de enquistamiento. Y, en esa misma
línea, ayudar a buscar nuevas configuraciones sociales, nuevas coaliciones de salida
con relación a cada problema.
Joan Subirats4
4 Joan Subirats es catedrático en ciencia política, especialista en temas de gobernanza, gestión pública
y en el análisis de políticas públicas. Es docente-investigador de la Universidad Autónoma de Barcelona.
8
Alejandro M. Estévez
Director Institucional del INAP, Secretaría de Gestión
y Empleo Público, Jefatura de Gabinete de Ministros de
la Nación. Posdoctor en Administración Pública, Facul-
tad de Ciencias Económicas (UBA). Ph.D. en Administra-
ción Pública de la Université du Québec, Canadá.
Gustavo Banchero
Lic. En Administración. Énfasis laboral en organizacio-
nes educativas, con experiencia en puestos de gestión
administrativa, comercial y académica. Desde sus es-
tudios de posgrado de Maestría en Administración Pú-
blica (UBA), se distinguió con diversos trabajos afines.
Es investigador.
Autores
La Teoría Cultural de Políticas Públicas: apuntes sobre sus fundamentos
Resumen
Este documento describe la Teoría Cultural de Políticas Públicas en cuatro sec-
ciones específicas. A través de su concepto, principales supuestos y limitantes, la
forma en que explica un caso de estudio y el cambio en las políticas públicas, se
busca valorizar sus aportes a temas sobre el Estado y la administración pública. El
análisis propuesto de la cultura como aspecto sensibilizador de las problemáticas
de la vida en sociedad y los desafíos que esto trae aparejado para las políticas
públicas y democráticas, permite considerar la cuestión desde un enfoque inno-
vador y materializar conocimiento de interés al área de publicaciones del INAP,
que contribuya al estado del arte y facilite así trabajos complementarios a futuro,
útiles a un público heterogéneo.
Palabras clave
Cultura. Teoría cultural. Políticas Públicas. Caso de estudio. Cambio.
Abstract
This document describes the Public Policies’s Cultural Theory in four specific sec-
tions. Through its concept, main assumptions and limitations, the way it explains
a case study and the change in public policies, it seeks to value its contributions to
issues about the State and public administration. The proposed analysis of culture
as a sensitizing aspect of the problems of life in society and the challenges that
this brings with it for public and democratic policies, allows considering the issue
from an innovative approach and materializing knowledge of interest to the INAP
publications area, which contributes to the state of the art and thus facilitates
complementary future works, useful to heterogeneous users.
Key words
Culture. Public Policies. Cultural theory. Case study. Change.
La Teoría Cultural propone, para ello, un modelo que considera a la cultura como
cualidad de una determinada forma de organización social, estrechamente ligada
al compromiso del individuo o el grupo con ella. Es decir, como una forma de vida,
que importa por los sustentos profundos que revela respecto de las formas en que
la sociedad se edifica y regenera.
Como toda teoría de políticas públicas, tiene ciertas características en común con
los estudios del área (Estévez, 2014; Bulcourf y Cardozo, 2008) y, en este sentido,
la teoría precitada no es la excepción, al considerar la dimensión cultural como el
«principio organizador» de su análisis.
Como toda teoría de políticas públicas, tiene ciertas características en común con
los estudios del área (Estévez, 2014; Bulcourf y Cardozo, 2008) y, en este sentido,
la teoría precitada no es la excepción, al considerar la dimensión cultural como el
«principio organizador» de su análisis.
Mary Douglas la desarrolló y denominó como «la teoría de las cuadrículas y los
grupos» (Grid and Group Theory) en su libro Natural Symbols (1970). Ésta fue
clarificada, ampliada y enriquecida en sucesivas investigaciones realizadas junta-
mente con otros colegas, entre los que se destaca Aaron Wildavsky. Cambiaron
su nombre por el de «Teoría Cultural» (Cultural Theory), en adelante TC, la que fue
desarrollándose en forma progresiva durante los últimos 15 años.
ciones en las cuales se estructura y prospera una cultura. Para tal tarea, propone
su propio marco analítico.
Personal Posicional
1 Basil Bernstein (1924-2000) tenía como objetivo la construcción de una gran teoría sociológica de
la educación. Su punto de partida estaba centrado en su investigación sobre los sistemas de habla y el
control social en familias londinenses, en su obra Clases, códigos y control (1970) es donde expone sus
hallazgos.
Sobre esta base, Douglas establece su marco de límites simbólicos, para identificar
distintas formas de posicionarse en individuos y grupos ante ciertas presiones
sociales a los comportamientos. Propone que las presiones se representen en dos
dimensiones: 1- Encasillado o cuadricula2, que sería el equivalente a los códigos
lingüísticos de Bernstein. Y, 2- Agrupamiento, que sería el equivalente a los con-
troles familiares de Bernstein.
El gran aporte, o transformación del enfoque de Bernstein que hace Mary Douglas
es, justamente al sistematizar las dos grandes formas de control o compromiso
que existen sobre los individuos, a saber, a) el control que ejerce la sociedad en su
conjunto, y b) el que realiza el grupo de pertenencia de la persona.
ENCASILLADO fuerte
AGRUPAMIENTO AGRUPAMIENTO
débil fuerte
ENCASILLADO débil
2 Esta denominación propuesta por Douglas puede rastrearse, además de en Bernstein, en referencia
a los trabajos de Durkheim sobre suicidio, en los cuales habitaba una idea similar en torno al debate
sobre regulación social.
Códigos públicos
4 2
5
Individualidad Grupalidad
1 3
La diferencia con el cuadrante anterior (el 4) es que no hay aquí inserción social
aleatoria forzada, sino más bien deserción voluntaria, desconexión. Por ejemplo: los
ermitaños, los desarraigados voluntarios, los que mantienen su libertad a cambio
de ciertos sacrificios y los guías religiosos.
ENCASILLADO fuerte
Aislados Jerarquistas
AGRUPAMIENTO AGRUPAMIENTO
débil fuerte
Individualistas Enclaves sectarios
ENCASILLADO débil
A partir de los aportes que posteriormente hicieran Wildavsky y otros colegas, los
cuadrantes cosmológicos pasan a ser identificados con un nombre más preciso, en
función de los patrones de relaciones sociales más recurrentes que en cada uno de
ellos fueron identificándose, como se muestra a continuación en cuadro 5, dando
así finalmente origen al diagrama de la TC.
Códigos públicos
Individualismo Igualitarios
Cada cultura lleva un sello cosmológico inherente respecto del orden social, llamado
sesgo. Según Wildavsky (2017), el sesgo cultural es adquirido por el individuo en
dos etapas: 1) al nacer en el marco de un patrón particular de relaciones socia-
les, que se transmite de generación en generación, aunque con modificaciones
y condicionamientos; y 2) en la vida adulta, dicho sesgo puede modificarse por las
diferentes experiencias de socialización.
Douglas (1996) sostiene que, de todos modos, el sesgo siempre deriva de las condi-
ciones sociales determinantes —especialmente, las socioeconómicas— que rodean
al individuo. Debido a que hay una tendencia (acentuada en países periféricos
y subdesarrollados con escasa movilidad ascendente) a perpetuar las condiciones
en las que se nace, estos sesgos permanecerán normalmente estables como re-
presentación cosmológica cultural, es decir, como adherencias a una determinada
forma de vida.
Para analizar estos sesgos culturales, será utilizado el marco analítico de Wilda-
vsky (2017), que afirma que es posible identificar y diferenciar en cada cultura las
cualidades esenciales, en función de tres tipos de naturaleza: la humana, la física
y la institucional.
El sesgo aquí responde al imperativo del yo3. En cada cultura esta naturaleza es
definida por la elección de pertenecer a un grupo cuyas decisiones son vinculantes
para todos los miembros (grupalidad fuerte, yo colectivista) o de responder por sí
mismo (grupalidad débil, yo individualista); y también por la elección entre inter-
nalizar regulaciones públicas como propias (encasillado fuerte, yo públicamente
codificado) o construir códigos individuales (encasillado débil, yo auto-codificado).
Fatalistas Jerarquistas
3 El autor desarrolla tres definiciones posibles del yo, pero elige para su marco solo una: la que lo
entiende como «Identidad, carácter o cualidades esenciales de cualquier persona o cosa» (Wildavsky:
244. La traducción es propia).
Yo iconoclasta:
Yo heroico: Yo sacrificial: Yo apático:
Sesgo del yo por la caída de las
por mí primero por el conjunto por nadie
estructuras
Competencia, Regulaciones,
Protesta, por
Estrategia libertad, estratificación,
Sobrevivencia la igualdad de
de desarrollo informalismo, lealtad,
y autoprotección condiciones
humano innovación, autoridad,
y de resultados
autorregulación tradición
Horizonte
Corto o hasta Muy a corto plazo, Variable
temporal de Largo plazo
mediano plazo día a día o indefinido
comportamiento
Desorganización,
Secretismo
Contrariedades Desprotección, Retroalimentación inestabilidad,
de protección
de identidad desigualdad de la negatividad jerarquías
recíproca
encubierta
El caso más alejado de la construcción del yo, como resultado del intercambio
social, es el de la cultura autónoma. El yo independiente o trascendental, basa su
identidad en un alejamiento social aún más marcado que el del fatalista. No tiene
integración social, ni compromiso, ni se identifica con algo en particular. Está en la
sociedad, pero sin pertenencias específicas. Su estrategia de desarrollo humano
es la desconexión. Su interés propio es no depender de los otros.
Ésta marca la relación con el mundo tangible de las cosas; los hombres y los re-
cursos (especialmente, los naturales). Para los individualistas, es la creatividad
del hombre la que da valor al uso de las cosas, suficiente para encontrar recursos
sustitutos o compensatorios, incluso los naturales. Solo aceptarán regulaciones en
forma excepcional, cuando consideren necesario mantener esos recursos.
Relación con el
Debilitamiento Fortalecimiento Fatalista Intervención
sistema público
Relación con
Proveeduría
los recursos Explotación Indiferente Superprotectora
administrada
naturales
Ésta marca la relación con las normas. La idea de las instituciones como incentivos
a los comportamientos nos lleva a analizar cómo las culturas moldean a las institu-
ciones. Es cada cultura institucionalizada, y no la sociedad como un todo ni el indi-
viduo aislado, quien direcciona con fuerza un propósito de identidad. Las normas
refuerzan patrones de comportamiento para apoyar una cultura sobre las demás.
Experto,
Estilos Autodidáctico,
programado, Sin dirección Desestructurado e
o normas de exploratorio,
formal y ni control influenciable
conocimiento innovador
extenso
Dependiente Lentitud,
Contrariedades del supuesto burocracia, Tendencia a la Radicalización
institucionales de igualdad resistencia degradación e implosión
de condiciones al cambio
En primer lugar, debe señalarse que, en esta competencia por poder, recursos,
creencias, símbolos y adherentes, la identidad está en juego para todos, pero no
todas las culturas participan de la competencia cultural. Véase a continuación el
cuadro 10:
Son sólo las culturas señaladas con asterisco en cuadro 10, quienes participan
activamente4. En cambio, las culturas retraídas por definición, permanecen típi-
camente ajenas a la disputa; a lo sumo, eventualmente ante ciertas amenazas, se
autoprotegerán (fatalistas); pero no disputarán. Debido a ello, en principio, no son
tenidos en cuenta en el juego; su suerte se considera irrelevante. Sin embargo,
pueden llegar a entrar en competencia a través de otras culturas, siendo utilizados
por éstas para un fin determinado.
En segundo lugar, bajo los términos hasta aquí descriptos, cabe preguntarse, ¿la
competencia sigue algún patrón o se desarrolla aleatoriamente? En caso de seguir
un patrón, ¿es éste identificable? Véase el cuadro 11:
Jerarquistas
Individualistas Igualitarios
4 Según Douglas (1970), aunque el compromiso de los igualitarios es, en principio, por la causa grupal
en sí, desinteresado del poder y recursos en juego, habitan en esta cultura movimientos que compiten
seriamente por ello; por ejemplo, el activismo político partidario.
notoria dado su contraste. Ocasionalmente, los jerarquistas irán también contra los
igualitarios, pero es menos frecuente como adversario (línea punteada en cuadro
10).
5 Douglas (1970) caracteriza esta intensidad como, a menudo, efervescente (concepto tomado de
Durkheim). Dado que la organización social o cultura predominante los ubica con fuerza en la periferia,
la opresión resulta el típico móvil de estos grupos para manifestarse; a menudo, con formas violentas,
dando paso a distintas sectas, cuando no a un movimiento institucionalizado (eventualmente insertado
en las estructuras estatales).
Excepcionalmente.
Excepcionalmente.
O cuando la dimensión
Cuándo captan O cuando su número A menudo. Más aun
de su existencia
la atención de las es demasiado grande cuando mayor es el
pone en riesgo la
restantes culturas o visible como para número de ellos
legitimidad del orden
negar
establecido
No obstante, observa Douglas (1970), convendría no ir tan rápido, pues existiría una
especie de lógica del equilibrio intuitivo: ante la proliferación de grupos que buscan
lo mismo, los fatalistas responden con tendencia a refugiarse, como lo que son.
Es difícil de pensar que, por ejemplo, un emprendedor que haya conseguido cierto
éxito y progreso en sus negocios, y con ello haya logrado cierto autodesarrollo
en su vida, aún soportando el perjuicio de otros, esquivando las restricciones re-
gulatorias e ignorando los eslóganes de moda, no vea en la cultura individualista
una forma de vida viable y deseable. O que, por ejemplo, un individuo nacido en
condiciones sociales de bajo desarrollo humano y que haya podido progresar por
la vía del conocimiento adquirido en la educación pública formal y accesible, guiado
por la sabiduría de expertos y en herencia de sus aportes y sacrificios, no adhiera
a una cultura jerarquista inclusiva.
Llegado a este punto, resulta entendible para los fatalistas que no haya otra vo-
luntad de existencia más que la supervivencia y la autoprotección. Se es influido
y definido, y muy poco importa lo que puede aportarse al bienestar de los demás.
Así es como, sugiere Wildavsky, cada cultura inclina inevitablemente a un com-
portamiento del individuo que termina por afianzar su situación como profecía
autocumplida.
Efectividad de
El alcance del Su inserción
las regulaciones,
Desafíos a su crecimiento y la forzada a la Indefiniciones y
pujas internas
supervivencia distribución de competencia por dilemas internos
de poder, el
sus dividendos otras culturas
cambio
A la jerarquía,
A los
de oprimir Al A ninguna en
individualistas
las libertades individualismo, particular
y jerarcas, por
individuales y por y a todas a la
opresores de
la competencia. egocentrismo. vez, pues su
A quién culpa minorías y
Eventualmente, Eventualmente, condición viene
y por qué desigualdades.
a los igualitarios, a igualitarios, de impuesta por la
Eventualmente,
de inviabilidad; desestabilizar vida, sin sentido
a los fatalistas
y a los fatalistas, y conducir a de fracaso
por no
de incapacidad males peores o éxito
intervenir
de adaptación
En quienes
En acusaciones
En las excesivas no siguen a
En las mismas a culturas
En qué regulaciones los expertos.
razones que activas de
se exculpa e incapacidades En silencio,
culpa interferir para
de los demás disemina culpas
dividir su grupo
al interior
¿Cómo puede explicarse que, las culturas que comparten sintonía en una de las
dos dimensiones del diagrama, colaboren menos? Porque temen que, ante fallas,
sus adherentes se sientan atraídos a emigrar en esa dirección vecina, cercana o no
tan distinta. Por ello, suelen centrar su atención en lo que los divide, como lógica
entre quienes disputan la conquista de un mismo objetivo.
Jerarquistas corporativos
Las alianzas existen siempre y cuando ello no atente fuertemente contra sus res-
pectivas identidades, pues lo normal es que una cultura se haga más fuerte a
expensas de la otra, o ambas pierden ante sus rivales como opción de identidad
y forma de vida socialmente viable.
A nivel internacional, una alianza histórica que podría destacarse, como excepción
a la repelencia entre culturas vecinas, es la que dio origen al llamado Estado de
ejemplo los que dicen adherir a sociedades más integradas socialmente pero luego
se niegan a un aumento de impuestos para incluir a los sectores más vulnerables,
o empresarios que claman por el libre mercado, pero luego le reclaman al Estado
mayores aranceles externos para restringir la competencia de empresas extranjeras.
Pero en el marco de una competencia así, una escalada podría dar lugar a justificar
todo tipo de ataque y persecución. Por ello, en este punto, cabría preguntarse si
todo es aceptable o debería existir algún límite. Aquí es donde entra en escena el
principio normativo de la TC, según el cual el bienestar general de una comunidad
se relaciona con el reconocimiento de la diversidad cultural y con la convivencia
pacífica en la pluralidad.
De acuerdo con este principio, el fin no justifica los medios. La lucha por recursos,
símbolos y poder no debe justificar estratagemas que acentúen la polarización
cultural o enrarezcan el ambiente social a tal punto que resulte usual acusar a los
demás de estar del lado equivocado de la vida y culparlos por sus condiciones;
o apelando al desprecio, ostracismo y reprimendas de toda índole por adherir a
una cultura diferente. En el marco de una sociedad moderna, federal, democrática
y razonablemente sustentable, la convivencia cultural no puede significar una gue-
rra de opresión violenta entre culturas.
Douglas (1996) advierte que cuando una cultura busca anular la existencia de otra
competidora, derivaría en un totalitarismo. Sostiene que la vida en sociedad se
enriquece en la amplitud cultural y la convivencia pacífica, preferentemente, equi-
librada. En el marco de una sana competencia, las formas son importantes.
Wildavsky (2017) afirma que, en aquellas sociedades en las que la institución demo-
crática es más fuerte, se necesitan todas las contribuciones de los tipos culturales
en interacción social (culturas activas) para que en la práctica la democracia funcio-
ne bien. Por ejemplo: la práctica recurrente de protesta del igualitarismo contribuye
a reforzar los derechos individuales (cultura individualista) y a las prácticas públicas
competitivas del orden establecido en general (cultura jerárquica).
Este es el supuesto principal, que un determinado orden social implica una es-
tructura de la cultura, simbolizado y observable en el desarrollo de la realidad
cotidiana como forma de vida, que prospera desde el compromiso de individuos
y grupos con ella. Desde la visión antropológica de Douglas, el orden social puede
estar simbolizado en cuestiones del día a día, como el consumo de una mercancía,
Douglas sostiene que los individuos buscan crear una identidad de vida propia
en la sociedad. Al respecto, afirma que la teoría de la emulación resultaría insu-
ficiente, según la cual existiría una clase superior que define la agenda cultural
y que clases inferiores buscarían imitarla siguiendo la lógica del ascenso social. Por
el contrario, desde su perspectiva, lo más revelador es aquello que los individuos
no quieren, lo que rechazan, lo que no desean, aquello con lo que la persona no
quiere ser asociada.
Si bien, quienes hacen tales elecciones, son personas, cabe reiterar que, la teoría
cultual, no se interesa por la preferencia personal como variable definitoria; ella
sólo importa como pertenencia a un esquema o sistema de clasificación cultural del
orden social, que la excede y refuerza, en mutua retroalimentación. La identidad
en disputa no puede desvincularse de las instituciones y (éstas de) las culturas en
la que está enraizada.
Comportamientos contradictorios
Conscientes
Irracional
Transitorios Racional a excepción Racional a excepción
a excepción
Disonancia
perturbadora,
Permanentes Disonancia alienante Irracional alienado
insostenible
en el tiempo
Este supuesto de definición cultural despeja así la cuestión sobre, por ejemplo,
exhibir una orientación relativamente igualitaria hacia la vida familiar (crianza de
hijos y tareas domésticas) y una orientación más individualista o jerárquica en
lo profesional.
Existe una competencia cultural con mayor o menor intensidad entre las cultu-
ras. Hay poder, recursos, adherentes y símbolos en juego para aquellas que están
dispuestas a disputarlos. Los jerárquicos, los igualitarios y los individualistas lo
están. Son las culturas activas. El fatalismo no lo es; y será un receptor pasivo de
los resultados de la competencia.
Existen riesgos y sanciones para las culturas que intenten robar retórica en su na-
rrativa. La competencia no podrá desarrollarse de cualquier forma; debe, además,
respetar el principio normativo. Pero las culturas activas no sólo compiten, también
colaboran; allí, los opuestos se atraen.
Ante, por ejemplo, elecciones sobre la forma de curar un cuerpo enfermo, dos
ciudadanos identificados culturalmente en relaciones sociales con patrones de je-
rarquía, aunque en sociedades distantes y distintas, se enfrentarán al mismo tipo
de presión: un ciudadano habitante de una megápolis urbanizada y otro aldeano
tribal, no estarán eligiendo entre ciencia y curanderos, sino culturalmente, entre
un sistema de medicina que siga el orden establecido-legitimado vigente en su
sociedad y uno alternativo.
3.2. Limitantes
Sin embargo, analizado desde la TC, este utilitarismo podría ser en sí mismo en-
tendido un posicionamiento cultural; quizás el utilitarismo no sea en detrimento
del abordaje de la cultura en otros sentidos, sino más bien un sello propio de una
cultura en detrimento de otras culturas. Un posicionamiento propio de una cultura
individualista competitiva.
Se sabe que hay un orden social que presiona al individuo o grupo, culturas que
presionan con instituciones y factores estructurales determinantes emergentes
de las condiciones del entorno. También, juega la intención de construcción de la
identidad por oposición y, al mismo tiempo, la experiencia de socialización. Pero
las relaciones entre todo ello y la adhesión a un tipo cultural, son aspectos que
necesitan ser investigados con mayor evidencia empírica.
Quizá sea necesario profundizar más en los casos híbridos. En cómo estas perso-
nas aplican sus sesgos y revelan una cara en lugar de otra. Sobre todo, si como
sostienen algunos, son los híbridos y no los tipos puros los de mayor presencia en
el individuo promedio de la sociedad. En palabras de Edgar Morin (1998) en los
casos híbridos o erróneos existe un mensaje profundo de la realidad que estamos
estudiando.
Para que la observación así intencionada sea significativa, será casi excluyente
conocer el contexto de la narrativa o el hecho de la vida cotidiana. La complejidad
para captar este enfoque, que es indudablemente cualitativo, requerirá ser rela-
cionado con el posicionamiento teórico del investigador.
En segundo lugar, para moverse con mayor flexibilidad y rapidez, sin perder pre-
cisión, sería recomendable intentar dejar de lado las preferencias personales cul-
turales al investigar. Las formas de vida son todas imperfectas, y ello supone la
existencia de caras y contracaras en cada moneda.
Como formas de vida que compiten, no obstante, están siendo probadas a diario,
por adherentes y opositores. Según Wildavsky (2017), las experiencias se acumulan,
mientras se observan día a día. Los compromisos que prosperan con una cultura
concreta dependen de su capacidad para proporcionar satisfacción en comparación
con las alternativas. Lo mismo ocurre con la política.
Estas formas de vida son capaces de edificar instituciones y desde allí orientar el
análisis de los compromisos por ciertos valores, movimientos, apoyos y oposiciones
que subyacen en el juego social de la vida cotidiana de individuos y grupos. La vida
en comunidad depende de un debate normativo sobre cómo vivir y la TC hecha
luz precisamente sobre cómo estos principios ordenadores están en juego en las
disputas reales de sentido de vida.
que sería compatible con ciertos propósitos deseables de vida. Desde aquí es que
podría encontrarse un terreno fértil para explorar, especialmente, en la formulación
de políticas públicas.
Siendo todas imperfectas y con éxito variable acorde a los ámbitos sociales
y coyunturas, las culturas se impondrán en la competencia en la medida que sus
fundamentos puedan ser validados como forma de vida deseable y viable. Estas
tensiones plantean los desafíos para la política democrática: cómo hacer frente
a demandas simultáneas y en cierto punto contradictorias. De allí también las
alianzas cambiantes.
Cuando la TC, por sí misma, pueda resultar difícil de investigar o insuficiente para
establecer ciertas relaciones que se busquen, podrá sin dudas ser un valioso com-
plemento en aplicación con otras teorías. Los casos mencionados de Wildavsky,
que combina la TC con la teoría de elección racional (o public choice, cuando es
Esta apuesta, como proyección y metáfora, importa por los sustentos que revela
de las formas en que la sociedad se edifica y regenera. Las metáforas, al decir de
Morgan (1997), nos ayudan como expresión de los vínculos que existen entre las
cosas; más precisamente, siguiendo a Mario Bunge, sus mecanismos.
ISSN 2683-9644
Editor responsable
Alejandro M. Estévez
Idea original
Carlos Desbouts
Edición/corrección
Juan A. Sala Clara
Arte de tapa
Roxana Pierri
Federico Cannone
Diagramación
Edwin Mac Donald
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Noviembre 2020
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