Exhortación Apostólica Postsinodal Evangelii Nuntiandi. Examen Final
Exhortación Apostólica Postsinodal Evangelii Nuntiandi. Examen Final
Exhortación Apostólica Postsinodal Evangelii Nuntiandi. Examen Final
Teléfono: (03) 2586360 *** Apdo. Diocesano: 18-01-0124 *** Casilla n. 953
Dir. Nicolás Arteta y Antonio Clavijo (Sector “El Tropezón”) *** Diócesis de
Ambato - Ecuador
El 8 de diciembre de 1975, a los 10 años de la conclusión del concilio Vaticano II, y como
fruto de la tercera asamblea general del sínodo de los obispos (1974), Pablo VI publicaba la
exhortación apostólica postsinodal "Evangelii Nuntiandi", centrada en el tema de la
evangelización, llena de amor, celo y alegría; que lleva un mensaje que suscita por si mismo
la fe, y una fe que tiene su fundamento en Dios mismo. Tratemos ahora de recordar algunas
enseñanzas fundamentales de esta importante Exhortación.
Jesús es el primer evangelizador. Cristo es el gran evangelizador. Él, ha sido el primero y
el más grande evangelizador; ya que toda su vida ha sido una actividad evangelizadora. Lo ha
sido hasta el final, hasta la perfección, hasta el sacrificio de su existencia terrena.
Cristo anuncia un reino de salvación y liberación. Cristo, en cuanto evangelizador,
anuncia ante todo un reino, el reino de Dios, tan importante que, en relación a él, todo se
convierte en "lo demás", que es dado por añadidura. El núcleo y centro de la buena nueva es
la salvación, don de Dios, liberación de todo lo que oprime al hombre, pero sobre todo
liberación del pecado y del maligno…todo lo cual inicia en la vida de Cristo y se logra
definitivamente por su muerte y resurrección, continuado pacientemente hasta su plena
realización.
El reino de Dios llega mediante una conversión profunda. El reino y la salvación pueden
ser recibidos por todo hombre como gracia y misericordia y deben ser conquistados con
fuerza, fatiga y sufrimiento, con una vida conforme al Evangelio, con la renuncia y la cruz,
con el espíritu de las bienaventuranzas. Pero, ante todo, cada uno los consigue mediante un
total cambio interior, que el Evangelio designa con el nombre de metanoia, una conversión
radical, una transformación profunda de la mente y del corazón.
Hacia una comunidad evangelizada y evangelizadora. Quienes acogen con sinceridad la
Buena Nueva, mediante tal acogida y la participación en la fe, se reúnen pues en el nombre de
Jesús para buscar juntos el reino, construirlo, vivirlo. Ellos constituyen una comunidad que es
a la vez evangelizadora.
La evangelización, vocación propia de la Iglesia. La tarea de la evangelización de todos
los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia; una tarea y misión que los cambios
amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar
constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Por
lo que podemos decir que, esta evangelización esta vinculada de una manera muy intima con
la Iglesia.
La Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y de los doce. Por eso decimos que
ella comienza por evangelizarse a sí misma. Ya con el depósito de fe que recibe es enviada a
anunciar la Buena Nueva.
Renovación de la humanidad. Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva
a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar y renovar, desde dentro,
a la misma humanidad. La finalidad de la evangelización es por consiguiente este cambio
interior y trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los
hombres.
Importancia primordial del testimonio. La Buena Nueva debe ser proclamada en primer
lugar, mediante el testimonio de la propia vida conforme a las enseñanzas de Cristo. Todos los
cristianos están llamados a este testimonio y, en este sentido, pueden ser verdaderos
evangelizadores.
Necesidad de un anuncio explícito. El más hermoso testimonio se revelará a la larga
infecundo si no es esclarecido, justificado, explicitado por un anuncio claro e inequívoco del
Señor Jesús. La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser pues, tarde o
temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera, mientras no
se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de
Nazaret Hijo de Dios.
Para el Papa y los obispos, bueno para toda la Iglesia en sí, las condiciones propias de la sociedad han
llevado a “revisar los métodos y los medios para llevar al hombre moderno el mensaje cristiano”
Esta exhortación es muy actual para nuestro siglo XXI. El aggiornamento propuesto por el Concilio Vaticano
II trajo consigo cambios paradigmáticos, en el sentido de proponer un dialogo más abierto con el mundo
contemporáneo. Pero como bien se digo más arriba, esto implico revisar las formas de trasmitir la Verdad
Revelada a “hombres de nuestro tiempo” con los recursos adecuados a la época y a las circunstancias.
Esta Verdad, expresada en el relato del evangelio de Lucas: “es preciso que anuncie el reino de Dios en otras
ciudades (4,43)”, tiene gran relevancia, porque, engloba toda la misión de Jesús. Todo su ministerio está
orientado a la obra de salvación encomendada por el Padre.
Siendo Jesús el primer y más grande evangelizador, su evangelización comportó algunos elementos
esenciales: lo primero, fue desde luego, el anuncio del Reino de Dios. La preminencia del Reino comporta
anteponer los proyectos de Dios a todos los demás.
Únicamente el Reino puede tener un valor absoluto y todo lo demás es relativo a él. Todo esto Jesús lo
manifestó de distintas maneras, y en muchos casos, en forma de parábolas, con las exigencias, vigilancia y
fidelidad necesaria para acogerlo hasta su inminente llegada.
También, comporta a su evangelización, el anuncio de la Salvación que es, sobre todo “liberación del pecado
y del Maligno”, que se realizó por su muerte y su resurrección y, que espera su plena consumación en su Venida
final.
El Reino y el mensaje de salvación, son dones que pueden recibir todas las personas, más para que se hagan
fecundos en el ser humano es necesario conquistarlos con el esfuerzo y la renuncia al mundo. Este cambio se
llama “metanoia”, transformación profunda de la mente y el corazón”.
Por otra parte, la Iglesia ha asumido la realidad del Verbo Encarnado, porque la misión principal de ella es la
“evangelización de todos los seres humanos”. Este cometido se hace cada vez más necesario porque, porque el
hombre de hoy esta sediento de una verdad que lo trascienda y lo lleve a una experiencia de cambio profundo de
la Buena Noticia.
Por eso, la evangelización se puede entender en sentido amplio porque comporta elementos variados, y uno
de ellos, es justamente, proclamar la Buena nueva a todos los lugares de la humanidad, y con su ímpetu,
“renovar desde dentro, renovar la misma humanidad”
Mas aun, el anuncio de la Buena Nueva comporta el testimonio de vida de parte de quienes lo manifiestan.
Esta proclamación a partir de la vivencia silenciosa de valores evangélicos es de por si una “proclamación
silenciosa, pero, clara y eficaz, de la Buena Nueva”.
Creo que el anuncio de la Buena Nueva debe empezar por aquí, Jesucristo nos lo ha revelado a partir de su
vida y su mensaje. Nuestro testimonio como miembros de una Iglesia que anuncia un mensaje salvador y
liberador, debe promover el cambio, partiendo desde el emisor para que tenga verdaderamente significado el
anuncio en el receptor.
Pero, todo ello implica una primacía de la gracia. Toda obra evangelizadora pertenece a la acción de Cristo
en el Espíritu. La labor de la Iglesia sin la acción pneumatológica, se volvería una institución meramente
sociológica o psicológica al servicio del ser humano.