Exhortación Apostólica Postsinodal Evangelii Nuntiandi. Examen Final

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SEMINARIO MAYOR «CRISTO SACERDOTE»

Teléfono: (03) 2586360 *** Apdo. Diocesano: 18-01-0124 *** Casilla n. 953
Dir. Nicolás Arteta y Antonio Clavijo (Sector “El Tropezón”) *** Diócesis de
Ambato - Ecuador

Materia: Teología en América Latina


Alumno: Diego Molina Curso: IV de Teología
Profesor: P. Francisco Toalombo Fecha: 20 de enero de 2022

Exhortación apostólica postsinodal "Evangelii Nuntiandi"


Al episcopado, al clero y a los fieles de toda la iglesia acerca de la evangelización en el mundo
contemporáneo.

1. Del Cristo evangelizador a la Iglesia evangelizadora


2. ¿Qué es evangelizar?
3. Contenido de la evangelización
4. Medios de evangelización
5. Los destinatarios de la evangelización
6. Agentes de la evangelización
7. El espíritu de la evangelización
8. Conclusión

El 8 de diciembre de 1975, a los 10 años de la conclusión del concilio Vaticano II, y como
fruto de la tercera asamblea general del sínodo de los obispos (1974), Pablo VI publicaba la
exhortación apostólica postsinodal "Evangelii Nuntiandi", centrada en el tema de la
evangelización, llena de amor, celo y alegría; que lleva un mensaje que suscita por si mismo
la fe, y una fe que tiene su fundamento en Dios mismo. Tratemos ahora de recordar algunas
enseñanzas fundamentales de esta importante Exhortación.
Jesús es el primer evangelizador. Cristo es el gran evangelizador. Él, ha sido el primero y
el más grande evangelizador; ya que toda su vida ha sido una actividad evangelizadora. Lo ha
sido hasta el final, hasta la perfección, hasta el sacrificio de su existencia terrena.
Cristo anuncia un reino de salvación y liberación. Cristo, en cuanto evangelizador,
anuncia ante todo un reino, el reino de Dios, tan importante que, en relación a él, todo se
convierte en "lo demás", que es dado por añadidura. El núcleo y centro de la buena nueva es
la salvación, don de Dios, liberación de todo lo que oprime al hombre, pero sobre todo
liberación del pecado y del maligno…todo lo cual inicia en la vida de Cristo y se logra
definitivamente por su muerte y resurrección, continuado pacientemente hasta su plena
realización.
El reino de Dios llega mediante una conversión profunda. El reino y la salvación pueden
ser recibidos por todo hombre como gracia y misericordia y deben ser conquistados con
fuerza, fatiga y sufrimiento, con una vida conforme al Evangelio, con la renuncia y la cruz,
con el espíritu de las bienaventuranzas. Pero, ante todo, cada uno los consigue mediante un
total cambio interior, que el Evangelio designa con el nombre de metanoia, una conversión
radical, una transformación profunda de la mente y del corazón.
Hacia una comunidad evangelizada y evangelizadora. Quienes acogen con sinceridad la
Buena Nueva, mediante tal acogida y la participación en la fe, se reúnen pues en el nombre de
Jesús para buscar juntos el reino, construirlo, vivirlo. Ellos constituyen una comunidad que es
a la vez evangelizadora.
La evangelización, vocación propia de la Iglesia. La tarea de la evangelización de todos
los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia; una tarea y misión que los cambios
amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar
constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Por
lo que podemos decir que, esta evangelización esta vinculada de una manera muy intima con
la Iglesia.
La Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y de los doce. Por eso decimos que
ella comienza por evangelizarse a sí misma. Ya con el depósito de fe que recibe es enviada a
anunciar la Buena Nueva.
Renovación de la humanidad. Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva
a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar y renovar, desde dentro,
a la misma humanidad. La finalidad de la evangelización es por consiguiente este cambio
interior y trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los
hombres.
Importancia primordial del testimonio. La Buena Nueva debe ser proclamada en primer
lugar, mediante el testimonio de la propia vida conforme a las enseñanzas de Cristo. Todos los
cristianos están llamados a este testimonio y, en este sentido, pueden ser verdaderos
evangelizadores.
Necesidad de un anuncio explícito. El más hermoso testimonio se revelará a la larga
infecundo si no es esclarecido, justificado, explicitado por un anuncio claro e inequívoco del
Señor Jesús. La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser pues, tarde o
temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera, mientras no
se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de
Nazaret Hijo de Dios.

Contenido esencial y elementos secundarios. En el mensaje que anuncia la Iglesia hay


elementos secundarios, cuya presentación depende en gran parte de los cambios de
circunstancias, y un contenido esencial, que no se puede modificar ni pasar por alto sin
desnaturalizar gravemente la evangelización misma.
Un testimonio al amor del Padre. Evangelizar es, ante todo, dar testimonio, de una
manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo.
Testimoniar que ha amado al mundo en su Verbo Encarnado, ha dado a todas las cosas el ser
y ha llamado a los hombres a la vida eterna. Este testimonio resulta plenamente evangelizador
cuando pone de manifiesto que para el hombre el Creador no es un poder anónimo y lejano: es
Padre.
Centro del mensaje: la salvación en Jesucristo. La evangelización también debe contener
siempre una clara proclamación de que, en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y
resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la
misericordia de Dios.
La evangelización comprende además un mensaje de esperanza en las promesas hechas
por Dios en la nueva alianza en Jesucristo. Esta evangelización interpela la vida concreta,
personal y social de cada persona. Este mensaje que se transmite es siempre de liberación; por
lo cual afirma la Iglesia su vocación misionera.

El testimonio de vida. (como medio y método de evangelización). Ante todo, y sin


necesidad de repetir lo que ya hemos recordado antes, hay que subrayar esto: para la Iglesia
el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente
cristiana, entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir y a la vez consagrada
igualmente al prójimo con un celo sin límites. "El hombre contemporáneo escucha más a
gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan o si escuchan a los que enseñan, es
porque dan testimonio".
La catequesis. Un medio que no se puede descuidar es la enseñanza catequética. La
inteligencia, sobre todo tratándose de niños y adolescentes, necesita aprender mediante una
enseñanza religiosa sistemática los datos fundamentales, el contenido vivo de la verdad que
Dios ha querido transmitirnos y que la Iglesia ha procurado expresar de manera cada vez más
perfecta a lo largo de la historia.
A este medio también se incorporan lo que es los medios de comunicación, la relación
personal con la otra persona, los sacramentos y la piedad popular.

Destino universal. Las últimas palabras de Jesús en el Evangelio de Marcos confieren a la


evangelización, que el Señor confía a los Apóstoles, una universalidad sin fronteras: "Id por
todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura".
Primer anuncio a los que están lejos. Revelar a Jesucristo y su Evangelio a los que no los
conocen: he ahí el programa fundamental que la Iglesia, desde la mañana de Pentecostés, ha
asumido, como recibido de su Fundador.
La Iglesia lleva a efecto este primer anuncio de Jesucristo mediante una actividad compleja
y diversificada, que a veces se designa con el nombre de "pre-evangelización", pero que muy
bien podría llamarse evangelización, aunque en un estadio de inicio y ciertamente incompleto.
Anuncio al mundo descristianizado. Aunque este primer anuncio va dirigido de modo
específico a quienes nunca han escuchado la Buena Nueva de Jesús, se está volviendo cada
vez más necesario, a causa de las situaciones de descristianización frecuentes en nuestros días,
para gran número de personas que recibieron el bautismo, pero viven al margen de toda vida
cristiana; para las gentes sencillas que tienen una cierta fe, pero conocen poco los
fundamentos de la misma; para los intelectuales que sienten necesidad de conocer a Jesucristo
bajo una luz distinta de la enseñanza que recibieron en su infancia, y para otros muchos.
En un mundo que crece la incredulidad, en donde nos proponen una civilización de
consumo y hedonismo; por otro lado, encontramos lo no practicantes, que los lleva a un
cierto rechazo e incapacidad de comprender en absoluto lo que es Dios.

La Iglesia entera es misionera. Si hay hombres que proclaman en el mundo el Evangelio


de salvación, lo hacen por mandato, en nombre y con la gracia de Cristo Salvador. ¿Quién
tiene, pues, la misión de evangelizar? El Concilio Vaticano II ha dado una respuesta clara:
"Incumbe a la Iglesia por mandato divino ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio a
toda creatura". Y en otro texto afirma: "La Iglesia entera es misionera, la obra de
evangelización es un deber fundamental del pueblo de Dios".
Un acto eclesial. Despierta en nosotros una doble convicción: la primera, evangelizar no
es para nadie un acto individual, sino profundamente eclesial. La segunda, si cada cual
evangeliza en nombre de la Iglesia, a su vez lo hace en mandato del Señor.
Frente a los agentes d evangelización, parte por una adaptación y fidelidad al lenguaje, ya
que la evangelización pierde en gran parte su fuerza y su eficacia si no se toma en cuenta al
pueblo concreto, con su lengua y cultura.
Ahora podemos decir que el sucesor de Pedro es el encargado de enseñar de forma
permanente la verdad revelada. Ayudado por sus colaboradores directos como son, los
obispos y sacerdotes. Por otro lado, tenemos el aporte esencial de los religiosos, como pilar
fundamental dentro de la evangelización. Y como núcleo de la evangelización están los
seglares, que ejercen una forma singular de evangelización, por medio de la familia, los
jóvenes y los niños.

Ahora al referirnos al espíritu de la evangelización, podemos decir que, es algo apremiante


para toda la Iglesia el dar a conocer el mensaje de la buena nueva a todos, siempre animados
por el Espíritu Santo; siendo de esta manera testigos verdaderos de la evangelización.
Por lo que podemos concluir que Pablo VI, nos pide mediante esta exhortación que, la
evangelización, siendo un aspecto fundamental de la pastoral, se prolongue a lo largo de los
años. Teniendo a María como la estrella de la evangelización, ya que fue ella la primera
misionera y evangelizadora de la Iglesia y dentro de ella.
Comentario. La Exhortación “E.N.” contiene, a pesar de haber sido escrita en la década de los 70, un
mensaje elocuente para nuestro tiempo, para nuestra Iglesia, en cuanto al anuncio del Evangelio.

Para el Papa y los obispos, bueno para toda la Iglesia en sí, las condiciones propias de la sociedad han
llevado a “revisar los métodos y los medios para llevar al hombre moderno el mensaje cristiano”

Esta exhortación es muy actual para nuestro siglo XXI. El aggiornamento propuesto por el Concilio Vaticano
II trajo consigo cambios paradigmáticos, en el sentido de proponer un dialogo más abierto con el mundo
contemporáneo. Pero como bien se digo más arriba, esto implico revisar las formas de trasmitir la Verdad
Revelada a “hombres de nuestro tiempo” con los recursos adecuados a la época y a las circunstancias.

Esta Verdad, expresada en el relato del evangelio de Lucas: “es preciso que anuncie el reino de Dios en otras
ciudades (4,43)”, tiene gran relevancia, porque, engloba toda la misión de Jesús. Todo su ministerio está
orientado a la obra de salvación encomendada por el Padre.

Siendo Jesús el primer y más grande evangelizador, su evangelización comportó algunos elementos
esenciales: lo primero, fue desde luego, el anuncio del Reino de Dios. La preminencia del Reino comporta
anteponer los proyectos de Dios a todos los demás.

Únicamente el Reino puede tener un valor absoluto y todo lo demás es relativo a él. Todo esto Jesús lo
manifestó de distintas maneras, y en muchos casos, en forma de parábolas, con las exigencias, vigilancia y
fidelidad necesaria para acogerlo hasta su inminente llegada.

También, comporta a su evangelización, el anuncio de la Salvación que es, sobre todo “liberación del pecado
y del Maligno”, que se realizó por su muerte y su resurrección y, que espera su plena consumación en su Venida
final.

El Reino y el mensaje de salvación, son dones que pueden recibir todas las personas, más para que se hagan
fecundos en el ser humano es necesario conquistarlos con el esfuerzo y la renuncia al mundo. Este cambio se
llama “metanoia”, transformación profunda de la mente y el corazón”.

Por otra parte, la Iglesia ha asumido la realidad del Verbo Encarnado, porque la misión principal de ella es la
“evangelización de todos los seres humanos”. Este cometido se hace cada vez más necesario porque, porque el
hombre de hoy esta sediento de una verdad que lo trascienda y lo lleve a una experiencia de cambio profundo de
la Buena Noticia.

Por eso, la evangelización se puede entender en sentido amplio porque comporta elementos variados, y uno
de ellos, es justamente, proclamar la Buena nueva a todos los lugares de la humanidad, y con su ímpetu,
“renovar desde dentro, renovar la misma humanidad”

Mas aun, el anuncio de la Buena Nueva comporta el testimonio de vida de parte de quienes lo manifiestan.
Esta proclamación a partir de la vivencia silenciosa de valores evangélicos es de por si una “proclamación
silenciosa, pero, clara y eficaz, de la Buena Nueva”.

Creo que el anuncio de la Buena Nueva debe empezar por aquí, Jesucristo nos lo ha revelado a partir de su
vida y su mensaje. Nuestro testimonio como miembros de una Iglesia que anuncia un mensaje salvador y
liberador, debe promover el cambio, partiendo desde el emisor para que tenga verdaderamente significado el
anuncio en el receptor.

Pero, todo ello implica una primacía de la gracia. Toda obra evangelizadora pertenece a la acción de Cristo
en el Espíritu. La labor de la Iglesia sin la acción pneumatológica, se volvería una institución meramente
sociológica o psicológica al servicio del ser humano.

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