Abolicionismo Penal 1

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ABOLICIONISMO PENAL

PRESENTADOR POR
JUAN PABLO LINERO NAZZAR
MIGUEL ANGEL DIAZ CARABALLO
JOSE ANGEL GUITERREZ PACHECO
CIELO MAR GUZMAN OSORIO
MARIA ANDREA PEÑA PERNETH

MATERIA
CRIMINOLOGIA

JORNADA DIURNA

UNIVERSIDAD DEL SINÚ


SEDE MONTERIA
28/02/2022
INTRODUCCION
En el presente trabajo investigamos los aspectos más significativos sobre el abolicionismo
penal que es una corriente criminológica nacida en el siglo XX la cual propone la definitiva
eliminación del poder punitivo, nos adentramos en lo que tiene que ver con sus máximos
exponentes y sus diversas teorías así como las criticas a este movimiento, concluimos que
el abolicionismo penal es una corriente interesante pero que en la practica es obsoleta de
manera que no otorga una solución viable al problema del crimen sino mas bien lo
promueve sin embargo de igual manera concluimos que es una teoría que aporta ideas
interesantes como la idea de que el criminal comete delitos por que está enfermo del delito,
consideramos que en cierta parte dicha posición puede ser realista por que ciertamente
creemos que el criminal es una persona que se puede curar y puede volver a ser útil para la
sociedad consideramos que el delito es un problema psicológico.
Abolicionismo penal
El abolicionismo penal es una corriente criminológica que promueve la definitiva
eliminación del poder punitivo. El abolicionismo penal considera que el sistema penal no
resuelve conflictos, es inhumano en cualquiera de sus formas, genera violencia, multiplica
desigualdades sociales y solo contribuye a mantener inalterable el orden establecido.
A diferencia del Movimiento abolicionista de la prisión, el abolicionismo penal no se limita
a cuestionar únicamente los establecimientos penitenciarios. Por su parte, además de la
eliminación de la cárcel, promueve terminar también con el resto de las agencias del
sistema penal y sus diferentes manifestaciones tempo-espaciales desde el castigo en plazas
públicas, propio del modelo inquisitivo bajo medieval, hasta las diferentes expresiones
punitivas del actual estado de derecho.

Origen
El abolicionismo penal surge en la década del sesenta del siglo XX en países tales como
Noruega, Holanda y Alemania.
Sus inicios se corresponden con un contexto sociopolítico y cultural signado por “cierto
espíritu de época”, representado icónicamente por las revueltas estudiantiles de mayo de
1968 en Francia y otros fenómenos contemporáneos de similar trascendencia.
Es una de las principales vertientes ideológicas de la “criminología crítica”, rama de la
criminología que supuso un cambio de paradigma en relación al abordaje de “la cuestión
criminal”, prescindiendo de los clásicos enfoques etiológicos, que desde Cesare
Lombroso hasta su aparición caracterizaron esta disciplina y avocándose a planteamientos
mayormente relacionados al control social, fuertemente inspirados en las teorías críticas de
la Escuela de Fráncfort, el construccionismo social, la teoría del etiquetado,
la fenomenología, etc.
Como su propio nombre lo indica, el abolicionismo penal reconoce en los abolicionismos
de la esclavitud, la tortura y la pena de muerte, oriundos del siglo XIX, sus antecedentes
más remotos.

Principales ideas
Desde esta perspectiva se afirma que el “delito” como tal no existe, sólo existen los actos.
El “delito” carece de ontología propia y contenido esencial definitorio. Los “delitos” son
meros conflictos entre particulares. La autoridad dominante, coloca sobre determinadas
conductas la etiqueta “delito”, sólo a los fines de tener el control absoluto de su destino,
desde la potencial puesta en marcha del aparato represivo. Lo que es “delito” hoy puede
dejar de serlo mañana. Lo que es “delito” en España, puede no serlo en Argentina o
viceversa. Todo dependerá del ánimo de los poderosos de turno.
A su vez, y en estricta relación a lo anterior, se concluye que, si el “delito” no existe, los
“delincuentes” tampoco. Son simples personas en conflicto. La categoría “delincuente”
representa una construcción política estatuida maquiavélicamente desde la autoridad, con el
único propósito de generar enemigos sociales que justifiquen la vigencia del aparato
represivo del Estado. En consecuencia, se impone tomar con pinzas la visión agonal
schmittiana amigo-enemigo, víctima-delincuente. No hay buenos ni malos. Héroes ni
villanos. Normales ni anormales. Sólo sectores con mayor poder de definición que otros.
Para el abolicionismo penal, el sistema penal es segregacionista, excluyente, selectivo, y en
cuanto tal solo favorece a los “poderosos”.

Diferentes posturas del abolicionismo penal


Dentro del abolicionismo penal se desarrollan tres posicionamientos teóricos diferentes:
-Corriente radical. Aboga por la total desaparición del Derecho penal y de las
instituciones penitenciarias.
-Corriente institucional. Se centra, únicamente, en el derrocamiento de las instituciones
penitenciarias.
-Corriente jurídico-penal. Es discutible que deba incluirse esta corriente dentro del
abolicionismo, ya que en realidad no pretende su desaparición. No obstante, sí defiende que
este sea reducido al mínimo necesario.

Principales exponentes
Émile de Girardin, de quien cabría destacar la obra Du droit de punir, fue uno de los
máximos representantes de esta corriente. Para este periodista francés, el Estado no se halla
legitimado para imponer pena alguna. La historia sostiene, avala su postura: según él, la
pena no ha servido a más que a la opresión y a la barbarie, y ha sido objeto de abusos y
arbitrariedades. En la actualidad, los fundamentos de su pensamiento siguen estando
presentes en la corriente abolicionista, en mayor o menor medida.
Los principales referentes del abolicionismo penal son los noruegos Nils Christie y Thomas
Mathiesen y el holandés Louk Hulsman, fundamentales en el desarrollo embrionario de esta
corriente y artífices principales de sus grandes conquistas histórico-políticas. Entre ellas
cabe destacar el notable reconocimiento recibido por el abolicionismo penal a nivel
mundial a partir de lo sucedido en el Noveno Congreso de Criminología de Viena de 1983
o el impacto causado por las ideas abolicionistas en el “Informe del Comité Europeo sobre
problemas de Criminalidad” (Consejo de Europa, Estrasburgo, 1980).
En menor medida, también puede destacarse lo realizado por Hermann Bianchi, Sebastian
Scheerer, Heinz Steinert, John Blad, René Van Swaaningen.
Algunos especialistas consideran que Stanley Cohen y Michel Foucault también pueden ser
identificados con el abolicionismo penal.
Abolicionismo penal
Según Hulsman, Mathiesen, Christie (1989), La respuesta punitiva frente al delito ha sido
siempre un hecho incuestionado e incuestionable. Puede haberse pensado muchas veces en
mejorar la eficacia del sistema penal, o haberse criticado, tantas deficiencias de las
instituciones carcelarias ámbito de cumplimiento de lo que es la pena por excelencia en el
mundo actual: el encierro en prisión, pero nunca llego a pensarse o al menos a decirse que
tal vez la respuesta punitiva a los "delitos" no sea la mejor solución o, lo que es más, que tal
vez sea la peor, tal vez sea ésta idea de la "solución represiva" de los conflictos sociales, el
efecto más dañino del derecho penal, por su carácter anestesiante y paralizador de la
búsqueda de las verdaderas soluciones para las distintas situaciones problemáticas,
definidas por la ley como delitos. En este sentido, el aporte abolicionista es fructífero por
sus profundas críticas a todos y cada uno de los argumentos que por años han sido el sostén
ideológico de tal "solución".

El daño y su compensación: Sin la obsesión por la culpa y el castigo, los hechos


individuales que hoy se denominan "delitos" aparecerían como "conflictos". La tarea
principal, entonces, es encontrar formas de tratar estos conflictos sin acudir a la exclusión
social. Obviamente, resulta diferente si las dos partes están presentes y si el autor está
dispuesto a enfrentar el hecho. En caso de ausencia de este último, se le daría prioridad a la
"situación de la víctima", mientras que desde la perspectiva de culpa y castigo el primer
reflejo es "atrapar al delincuente", en ausencia o desconocimiento de éste, la imaginación
social se concentra en resolver la situación de la "víctima". Está claro que esto no puede
lograrse con una simple panacea comparable a la del uso universal del castigo, según la
orientación tradicional hacia el "delincuente" propia del sistema de justicia penal. Las
"situaciones difíciles" necesitan soluciones diferentes. Los daños materiales requieren una
reparación (si el dueño de la propiedad no lo toma como un incidente menor, por el cual no
vale la pena hacer una cuestión); la injuria requiere una forma de restituir la auto estima; el
doliente necesita apoyo para sobrellevar su duelo. Algunas de estas situaciones son de fácil
manejo: los seguros pueden cubrir los daños materiales, para la injuria y el duelo no hay
una compensación determinada. Pero sin duda resultaría beneficioso que el problema de la
víctima no fuera solo "suyo"; todo lo contrario de lo que hoy sucede con la concentración
en el castigo al delincuente. El tener en perspectiva a la víctima lleva a considerar las
formas para prevenir las situaciones no deseadas. Aquí también, la imaginación socia1
puede desarrollarse mucho mejor si no está exclusivamente dirigida hacia la
individualización, es decir, hacia las posibilidades restrictivas de la ley penal.
Conflictos interpersonales: Ahora nos podemos referir a los conflictos interpersonales en
los que se cuenta con las dos partes y que pueden ser regulados. Es necesario saber por qué
la gente recurre a la policía, abandonando la posibilidad de resolver por si misma el
conflicto, en la mayoría de los casos, la denuncia se hace por una necesidad inmediata de la
intervención y ayuda de la policía. Esta ayuda o intervención puede consistir en cuidar a un
ebrio, calmar una discusión que podría tener un final peligroso, prestar los primeros
auxilios a un herido, dar el respaldo de la autoridad ante una amenaza, otorgar la
documentación indubitable de la existencia de un daño para facilitar la cobertura del
seguro, y otros casos más o menos similares.
Los acuerdos en el procedimiento penal: Así, podemos concluir que una gran parte de los
procesos penales son innecesarios tanto desde la perspectiva como de los intereses de las
personas involucradas. Esto no quiere decir que la intervención sea innecesaria. La
necesidad de la intervención tiene sus raíces en la denuncia a la policía. Pero en la mayoría
de los casos la intervención inmediata de la policía hubiese sido suficiente, y además lo
único que querían las "víctimas". Las reglas legales prohibirían una solución en la que todo
quede a cargo de la policía, el retiro total de la ley penal difícilmente sería posible. Pero sí
sería posible institucionalizar un nivel intermedio un nivel en el que se podrían discutir los
problemas, dar y recibir información y sobre pesar las ofertas luego de la cual todas las
partes del conflicto puedan decidir si la cuestión está resuelta, de la misma manera en que
se resuelven los conflictos civiles. Sólo en el caso de no llegar a un acuerdo se recurriría a
los tribunales. En otras palabras, este nivel intermedio equivaldría a extender el arbitraje a
todos los delitos posibles. Ninguno de estos hechos culminaría en un registro penal, lo que
ayudaría a reducir la absurda cantidad de "reincidencias" especialmente en el área de los
delitos menores. Otra ventaja de este nivel intermedio para la resolución de los conflictos
sería el paso del tiempo. Hay razones para creer que uno de los lados más positivos de la
justicia es el paso del tiempo. No deberíamos dejar pasar fácilmente esta ventaja. El tiempo
es necesario para calmarse y para encontrar soluciones aceptables.

Críticas al abolicionismo penal


La crítica de la negatividad: La característica más irritante de la literatura abolicionista es
la negativa de plasmar un proyecto alternativo para la prisión y para el sistema de justicia
penal, es decir en la filosofía de abolicionismo penal no se presentan alternativas a la cárcel
o algún otro tipo de pena que haga reprimir al criminal, según Mathiesen lo presentan con
orgullo, como un principio fundamental de sus enseñanzas y lo denominan “Lo
Inconcluso”, La teoría abolicionista se halla dentro de un contexto epistemológico que se
puede caracterizar por su actitud no positivista ante el concepto de verdad. La "Verdad es
finita” y transitoria como la humanidad; nunca se la puede descubrir completamente, en
conclusión, la crítica de la negatividad se centra en que el pensamiento abolicionista no
ofrece "soluciones" sino una variedad de opciones para enfoques alternativos.
Crítica al fundamento antropológico del abolicionismo: "Hay otra razón por la que se
puede decir que el abolicionismo sigue un camino equivocado, una de sus hipótesis sugiere
que una vez que se remuevan los frenos represivos, las personas se organizarán
espontáneamente, buscando formas que satisfagan genuina y auténticamente sus
necesidades y que no las opriman, Los crirninólogos y los antropólogos suelen denominar
"idealista" a la desconfianza de los abolicionistas hacia el estado y sus instituciones y a la
relativa confianza en la resolución autónoma de los conflictos. El sistema de justicia penal
es la expresión más explícita del poder monopólico del estado. El deshacerse de este "Poder
omnipotente" hace surgir los temores Hobbesianos del bellunt ómnium contra omnes. El
Estado o el estado natural, la ley y el orden o la anarquía y el caos. La vida sin un poder
central, sin una ley penal centralizada sería, en las palabras de Hobbes, "solitaria, pobre,
detestable, brutal y corta"
La crítica sociológica: Finalmente hay una tesis que Sostiene que las ideas abolicionistas
sólo pueden funcionar en un medio que en nada se parece al orden político y social de
nuestros días, No es un secreto que algunos de los lineamientos más prominentes de la
perspectiva abolicionista surgen de un pequeño país escandinavo, poco poblado.

El abolicionismo penal en América Latina


En América Latina el abolicionismo penal tuvo cierta repercusión hacia fines de la década
del ochenta y principios de la década del noventa del siglo XX, a partir de trabajos de
difusión e investigaciones realizadas por los colombianos Álvaro Pérez Pinzón y Mauricio
Martínez Sánchez, el argentino Emilio García Méndez, la brasileña María Lucía Karam o la
costarricense María Cecilia Sánchez Romero, por solo citar algunos ejemplos.
En la actualidad han de destacarse los trabajos y actividades impulsados por Edson
Passetti en Brasil y Maximiliano Postay en Argentina, quiénes desde sus colectivos de
pertenencia (Nu Sol y LTF, respectivamente) intentan darle al abolicionismo penal mayor
profundidad y amplitud epistemológica, evitando ser relacionados únicamente con
tradiciones o perspectivas ancladas en abordajes criminológicos.
Edson Passetti identificándose con el anarco-abolicionismo o abolicionismo penal libertario
y Maximiliano Postay, con lo que ha dado en llamarse “abolicionismo de la cultura
represiva”.
CONCLUSION
Se concluye que el abolicionismo penal es una corriente que es inaplicable en los estados,
de manera que es un pensamiento utópico que es muy difícil llevar al plano real.
Se concluye que adoptar las ideas del abolicionismo penal resulta peligroso para la
seguridad de las personas y del estado.
Se concluye que el abolicionismo concluye que el “delito” no existe, los “delincuentes”
tampoco. Son simples personas en conflicto.
Se concluye de lo anterior que el delito si existe y que tiene una estructura dada y especifica
en distintos tipos penales por otro lado, concluimos y estamos de acuerdo con una parte de
esta teoría que el delincuente no existe son personas en conflicto o enfermas que necesitan
ser encerrados y tratados pero encerrados en lugares no inhumanos sino mas bien lugares
que respeten sus derechos humanos y sirvan de cura para ellos.

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