Moda Distinción Social
Moda Distinción Social
Moda Distinción Social
Florencia Bustingorry Moda y distinción social. Reflexiones en torno a los sentidos atribuidos a la moda
(*)
Doctora de la Universidad de Buenos Aires, con mención en Antropología (Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires). Magíster en Ciencia Política y Sociología
de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Licenciada en Comunicación Social
de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de
Buenos Aires. Profesora en Comunicación Social, Facultad de Ciencias Sociales, Univer-
sidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Se desempeña actualmente
como docente / investigadora en el nivel universitario.
Sobre la moda
Estas dos concepciones de la moda van unidas, ya que la moda en cuanto in-
dustria produce estilos caracterizados por cambios regulares y no acumulati-
vos. Y es así que la moda concebida como cambio tiene aspectos que desbor-
dan la moda como industria. Tal es el caso, por ejemplo, del estilo de barba
–pilosidad facial– que acostumbran usar los hombres. (Godart, 2012, p. 13)
Asimismo, cuando hablamos de la moda como industria, debemos poner en evidencia que
se conjugan actividades comerciales con creaciones artísticas, Godart (2012) manifiesta
que esta es una de las cualidades ineludibles de la moda. Respecto a la relación entre moda
y arte, Marcia Veneziani (2013), citando a Étienne Soireau, considera que toda actividad
creativa que persigue un fin estético puede ser considerada arte. También expresa que las
artes se clasifican de acuerdo a los sentidos, las dimensiones espacio-temporales y la repre-
sentación del mundo que ellas suponen. Las técnicas, los “secretos del oficio” (dados por
las “reglas y recetas” propias de cada actividad) pueden dar cuenta del carácter artístico de
una obra. Es así como Veneziani considera que cuando una colección reúne tres caracte-
rísticas básicas como “la utilización de un método, la posesión de ciertos conocimientos y
la realización de trabajos materiales” (Veneziani, 2013, p. 81) puede ser considerada arte.
Respecto a la relación entre moda y arte, Fréderic Godart (2012) cita a Pierre Bourdieu e
Yvette Delsaut cuando expresan que el poder de la moda recae en la “marca” de creadores,
que al transformar materiales inertes (como telas u otras materias primas) en objetos de
“uso”, les otorgan una “magia”, un valor, ya que son portadores de estatus y de distinción
social. Pero hay que poner en evidencia que Bourdieu señala que: “La firma es una marca
que cambia no la naturaleza material del objeto, sino su naturaleza social. (…) lo que está
en juego no es la rareza del producto, sino la rareza del productor” (Bourdieu, 1984, p. 222).
El productor es aquel que le otorga un valor agregado a su obra. Y lo que crea el poder del
productor es el campo, o sea el sistema de relaciones en su conjunto, que tiene una lógica
propia. Más adelante definiremos en este trabajo el concepto de campo de Pierre Bourdieu.
El logo o marca, además de dar cuenta del origen de una prenda o producto, expresa el lugar
social en el que se sitúa aquel que lo usa, que se apropia de él para mostrar algo de sí mismo.
En este sentido el logo también “marca” al consumidor, lo distingue de otros y lo une o
identifica con un grupo social, de clase, etario, de género, etcétera. Marca aquello que que-
remos mostrar y con quién nos queremos identificar o de quién nos deseamos distinguir.
Desde la perspectiva de Marcia Veneziani (2007) la moda como imitación de un modelo
preexistente ofrece seguridad, a través de la aprobación social. Los sujetos se identifican
con un grupo (con el que se cohesionan a través de distintas prácticas, o compartiendo
distintos componentes del aspecto físico, el uso de vestimenta, accesorios, peinados, etc.)
y se alejan de los que son distintos. También “La imitación, además de dar seguridad de
pertenencia a un grupo (en cuanto se imita a aquellos con los que de algún modo se está
relacionado) permite imaginar alcanzar a quien se emula”. (Veneziani, 2007, p. 18)
En este tópico vale dar cuenta de la importancia de las tendencias. Definir a las tendencias
puede resultar, por momentos, un tanto complejo, ya que en principio es un término que
se caracteriza por su polisemia, se refiere tanto a la moda, a las relaciones de género, al uso
del vocabulario, como a los nombres que suelen ponerse a recién nacidos, los deportes,
las comidas, entre otros fenómenos y prácticas sociales. Más allá de esta diversidad de as-
pectos o significados que engloban a la expresión, Guillaume Erner define a las tendencias
indicando que:
En relación con lo antes planteado, Erner señala que la construcción del gusto es un pro-
ceso totalmente arbitrario y su formación no obedece a ninguna lógica que pueda ser
preestablecida.
Por otro lado, el sociólogo Pierre Bourdieu (1984) considera que los gustos que desarro-
llan los sujetos:
Son producto de esta confluencia entre dos historias, una en estado obje-
tivado y otra en estado incorporado, que quedan objetivamente acordes.
(…) En el encuentro entre la obra de arte y el consumidor, hay un tercero
que está ausente, aquel que produjo la obra, que hizo algo a su gusto gracias
a su capacidad de transformar su gusto en objeto, de transformar un estado
de ánimo o, más bien, de cuerpo, en cosa visible, y conforme con su gusto.
(Bourdieu, 1984, pp. 182-183)
El autor antes citado dice que los gustos se generan en la concurrencia entre la oferta y la
demanda, o sea entre objetos clasificados y sistemas de clasificación. Desde esta perspec-
El campo de la moda
En este punto resulta fundamental dar cuenta del concepto de habitus, ya que para que
un campo funcione debe haber algo en juego y gente que esté dispuesta a jugar por ello,
dotada de un habitus que implica un conocimiento sobre lo que está en juego y de las
reglas (tanto para subvertirlas como para legitimarlas). En cada campo hay determina-
dos capitales específicos que hacen que los agentes ocupen posiciones distintivas. El autor
reconoce dos estrategias que se pueden llevar a cabo en el campo de acuerdo al capital
detentado, por un lado están las estrategias de conservación, que aquellos que detentan
el capital legitimado en un determinado campo (político, económico, etc.) utilizan para
conservar poder. Y las estrategias de subversión, llevadas a cabo por los novatos, que quie-
ren ingresar en el campo y disponen de menor capital específico.
El capital es definido por Bourdieu como “trabajo acumulado”, la distribución de los dis-
tintos tipos de capital se corresponde con la estructura inmanente del mundo social. El
capital puede presentar de tres maneras:
Quienes forman parte de un campo tienden a reproducir las prácticas que en él se gene-
ran, tanto desde las estrategias de legitimación como de subversión. Porque legitiman lo
que está en juego en esa lucha. Las relaciones de fuerza que se establecen en un campo
tienen una cierta historicidad y una estructura propia. El cambio se basa en la lucha por el
monopolio de la distinción, o sea “el monopolio de la imposición de la última diferencia
legítima, la última moda, y esta lucha termina con la progresiva caída del vencido al pasa-
do”. (Bourdieu, 1984, pp. 220-221)
Para poder analizar cómo funciona el campo de la moda y su lógica tenemos que retomar
el concepto de habitus y su relación con la teoría de los campos bourdiana.
Bourdieu considera que el análisis de la construcción de la realidad social debe tener en
cuenta que ésta construcción no opera en el vacío, sino que está sometida a coacciones
estructurales; que las estructuras estructurantes están socialmente estructuradas (ya que
tienen una génesis social) y que la construcción de la realidad social no es solamente una
empresa individual, puede volverse una empresa colectiva (Bourdieu, 1993, p. 134). En
este sentido las representaciones de los agentes varían de acuerdo a sus posiciones en el
campo y según sus habitus “(...) como sistema de esquemas de percepción y de aprecia-
ción, como estructuras cognitivas y evaluativas que adquieren a través de la experiencia
duradera de una posición en el mundo social”. (Bourdieu, 1993, p. 134)
La incorporación de las estructuras del mundo que opera en las estructuras cognitivas del
agente producen una “naturalización” del contexto que lo circunda, el agente comprende
este mundo porque ha incorporado sus estructuras. Bourdieu, expresa que
Así, el habitus es histórico y puede cambiar en función de nuevas experiencias de los agen-
tes sociales, pero tiene condicionamientos estructurales, dados por ejemplo a través de la
educación y de los valores aprendidos a través de la experiencia.
El habitus es a la vez un “(...) sistema de esquemas de producción de prácticas y un sistema
de esquemas de percepción y apreciación de las prácticas” (Bourdieu, 1993, p. 134). Estas
dos operaciones ponen en evidencia la posición social en la cual se ha construido. El habi-
tus actúa en la construcción de esquemas de percepción del lugar que ocupa el agente en el
espacio social (en los campos en los que interviene) y como estructura clasificatoria de los
demás (en términos de un sense of ones´s place y de un sense of other´s place). Como se ex-
presó antes comprendemos al mundo porque estamos insertos en él y también calificamos
a la conducta propia y de los demás en función de las estructuras que hemos incorporado
a lo largo de nuestra vida.
De acuerdo con lo expresado por el autor la percepción que tienen los agentes del mundo
está condicionada o construida a partir de su posición en el espacio social. El habitus es
el principio que guía esa construcción del gusto y las prácticas generan diferencias entre
los agentes, que funcionan como signos distintivos. Así lo expresa Bourdieu “(...) a través
de la distribución de las propiedades, el mundo social se presenta, objetivamente, como
un sistema simbólico que está organizado según la lógica de la diferencia, de la distancia
diferencial”. (Bourdieu, 1993, p. 136)
Esta apreciación del mundo está dada por una doble estructuración: por el lado objetivo,
está socialmente estructurada y desde el punto subjetivo, está estructurada por los es-
quemas de percepción y apreciación. Estas dos esferas compiten para producir el sentido
común. (Bourdieu, 1993, p. 136)
En tanto el habitus se constituye en la interiorización de la exterioridad y en la exterio-
rización de la interioridad, las disposiciones son la exteriorización del habitus. En este
sentido se puede indicar que las disposiciones que adquiere el agente en su posición en el
campo expresan una adaptación a esa posición y estas disposiciones se traducen en lo que
Bourdieu (citando a Erving Goffman) denomina sense of one´s place. Así, la timidez o la
arrogancia, serían algunas de las estrategias que, consciente o inconscientemente, el agente
pone en juego para marcar las distancias.
Por su parte, Erving Goffman, desde el interaccionismo simbólico, considera que la facha-
da que construye un sujeto a la hora de presentarse ante otros, está constituida por la arti-
culación entre apariencia y modales. Con el término apariencia el autor hace referencia a:
Por otra parte, los modales hacen referencia al rol de interacción del actuante en una
situación dada, por ejemplo la arrogancia, la timidez o la gentileza. El autor antes citado
considera que se esperaría que, en una situación de interacción social, el sujeto manifes-
tara una coherencia entre ambos estímulos, apariencia y modales, aunque no siempre se
da de esa manera.
Respecto de este tópico Alison Lurie (1994) retoma el concepto de “ropa apropiada” de
Erving Goffman para dar cuenta de la relación entre la vestimenta y el contexto. Es así que
la autora considera que llevar la prenda apropiada para una situación social da cuenta de
la implicación del sujeto con ella, y la inadecuación a la misma generará rechazo (más o
menos evidente) y quedará fuera de lugar.
forma parte de la corriente teórica que sostiene la “difusión vertical de los gustos”. Esta
visión es compartida por Pierre Boudieu y expresa que lo que distingue a los sujetos en el
modo en que han adquirido la cultura (o los capitales específicos que el campo considere
como legítimos). Ahora bien, Bourdieu apoya la idea que la moda se impone de manera
vertical, desde las clases más acomodadas hacia las más populares, desde su perspectiva
comprender los gustos implica: “conocer las condiciones en las cuales se producen los
objetos que se ofrecen, por un lado, y por otro las condiciones en las cuales se producen
los consumidores”. (Bourdieu, 1984, p. 186)
Por su parte Erner discute con esta visión “verticalista” de la difusión de las tendencias,
ya que considera anticuada la idea de que los dominados imiten el estilo de vestir de los
dominadores. El autor dice que la moda está forjada por variadas influencias, que no ne-
cesariamente provienen de los sectores más poderosos de la sociedad. “La difusión vertical
de los gustos, la copia de las capas sociales superiores por parte de los estratos inferiores
no describe la realidad de las modas” (Erner, 2010, p. 87). El autor ejemplifica esto con la
moda adolescente, que por momentos privilegia las prácticas de los grupos marginales o
la cultura urbana como los skaters o los rapers.
Sin embargo esta última perspectiva resulta insuficiente para explicar la contradicción
que se plantea cuando las producciones culturales o estéticas de los movimientos contra-
culturales o marginales son apropiadas o adaptadas por las grandes marcas o diseñadores.
El Hipie Chic o las adaptaciones del punk por ejemplo, toman algunos principios de mo-
vimientos que en sus orígenes eran anti - sistémicos y los incorpora al mercado, con una
marca y un sello distintivo. También es dable mencionar el uso o apropiación de distintas
prácticas o consumos (música por ejemplo) provenientes de los grupos sociales “margi-
nados” y adoptados por las clases acomodadas.
En este sentido, Gustavo Valdés de León (2012) considera que en el territorio de la moda
(y de los consumos culturales en general) se puede observar un proceso dialéctico tanto
en sentido vertical como horizontal, a través de la contradicción entre imitación y vin-
culación erótica. El autor plantea que las clases medias imitan a las altas, con el afán de
mimetizarse con ellas, de alguna manera, aunque nunca logran obtener la esencia de esa
distinción. Y en otros casos las clases altas se apropian de estilos provenientes de las clases
populares (como en el caso del uso del jean), resignificando consumos. El autor da el
ejemplo de la cumbia villera, que en su momento fue consumido por las clases medias y
altas, cooptado por las grandes discográficas y luego (rápidamente) olvidado.
A modo de cierre podemos plantear que la moda, como fenómeno social, asociado a la
construcción del gusto, es un campo en el que se lucha por la construcción de una visión
legítima acerca de lo que “se usa” o se “deja de usar”. Es un proceso, que a primera vista pa-
rece tan banal y mundano, no obstante esconde relaciones sociales mucho más profundas.
Los in y los out en la moda expresan relaciones de fuerzas al interior del campo.
En la modernidad tardía, los sujetos se distinguen a través de los productos (o servicios)
a los que acceden, la sociedad de consumo ha marcado, quien está dentro o fuera, arriba
o debajo. Sin embargo, ese no es el factor fundamental que distingue a los agentes en el
espacio social, ya que no es solo el tener lo que hace la diferencia, sino el modo en que ese
capital ha sido obtenido. Como dijimos antes, en cada campo hay capitales específicos que
adquieren un valor distintivo, y no siempre es el dinero aquel que hace que un agente ocu-
pe una posición superior a otro. Es así como a los “nuevos ricos” les suele costar incorpo-
rarse totalmente a la clase alta, ya que adolecen del pecado de origen y, paradójicamente,
esto se pone en evidencia cada vez que intentan de negarlo. Es así como la moda, las ten-
dencias, implican no solo aquello que se lleva puesto, sino (y sobre todo) cómo se lo lleva,
este es un factor que marca la diferencia entre los sujetos, los identifica o los distingue.
Referencias Bibliográficas