Lectura Capacitación Docente
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La enseñanza y la
evaluación de la lectura
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La enseñanza y la evaluación de la lectura
Así como la escritura, la habilidad lectora es una de las destrezas básicas que precisa
dominar el hombre y la mujer para enfrentarse a los retos del siglo XXI. Aunque el contexto
social se encuentra enfrentado a constantes cambios y los escenarios en los cuales se precisa
de la habilidad lectora no quedan inmutables, el arte de la interpretación correcta de textos
escritos sigue siendo uno de los medios más recurrentes a través del cual uno accede a
nuevos conocimientos y se desenvuelve en cualquier ámbito social.
http://www.unesco.org/new/es/media-services/single-view-tv-
release/news/aportes_para_la_ensenanza_de_la_lectura/
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1. Comprensión lectora: nuevos paradigmas para enfocar la
comprensión lectora
Por largo tiempo, la comprensión de lectura fue entendida como la extracción del
significado transmitido por el texto. En este sentido, es posible afirmar que el significado se
encontraba en el texto y el rol del lector se restringía a encontrarlo (Lerner, 1984). Este
enfoque de la enseñanza de la lectura acompañó a la escuela durante muchos años y, en
algunos casos, continúa siendo así. Cassany (2006) señala: “Hoy, muchas personas que creen
que leer consiste en oralizar la grafía, en devolver la voz a la letra callada” (p. 21).
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línea del enfoque sociocultural que concibe a la lectura y a la escritura como facultades
humanas y se hace cargo de “los usos que adoptan la lectura y la escritura en cada
comunidad de hablantes: la forma particular de usar –y de procesar- la escritura en cada
situación, en cada género discursivo particular o en cada ámbito de la actividad humana”
(Cassany, s.f.). Este enfoque concibe la alfabetización como la participación activa en las
prácticas de una comunidad letrada: para aprender a leer y escribir es necesario estar
inmerso en prácticas letradas, participar en situaciones donde efectivamente se lleven a
cabo estos procesos.
Según Solé (2011), para adquirir la competencia lectora existen diversas estrategias que
el lector va incorporando a medida que va haciéndose experto. Cuando se logra comprender
un texto, se está haciendo uso de esas competencias y, al usarlas, el lector las va integrando.
El lector que aprende establece un propósito claro para la lectura y planifica las estrategias
para lograrlo. Es un lector capaz de dialogar con el texto, de hacerlo significativo para él, de
pensar acerca de lo que este le entrega. Se trata de un lector crítico y autorregulado (que es
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el tipo de estudiante que se busca desde el enfoque sociocultural) y se contrapone con el
lector que realiza una lectura reproductiva, que busca la información del texto, que lee para
saber lo que el texto dice y no va más allá (Solé, 2011). Un lector crítico aprende y tiene la
capacidad de aprender a lo largo de toda su vida. Es tal el alcance de la competencia lectora
en la vida de un ser humano que se podría llegar a afirmar que quien lee se mantiene lúcido
mentalmente, activo, joven, porque aprende constantemente; además, quien lee participa
del aquí y ahora.
En conclusión, hoy en día el lenguaje deja de ser considerado solamente como una
materia de estudio, por lo que se enfatiza su uso funcional en situaciones comunicativas
auténticas y con variados propósitos, se centra su concepción de aprendizaje en un proceso
de construcción de significados continuo, que se inicia en la cuna y se extiende a lo largo de
la vida. Por otra parte, el aprendizaje de la lectoescritura se vincula al desarrollo de las
competencias lingüísticas y comunicativas para todas las áreas del currículum y se destaca
su relación con el desarrollo del pensamiento.
Situándose en esta concepción del lenguaje, resulta necesario aclarar algunos aspectos
propios de las prácticas pedagógicas desde el enfoque sociocultural.
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La literacidad reconoce el proceso de la lectoescritura como una práctica social, lo que
implica además de trabajar la lectura y escritura como procesos lingüísticos y psicológicos,
como prácticas socioculturales. La cultura escrita (entendida como escritura y oralidad) debe
darse en un entorno cultural y social contextualizado. En esta concepción, los docentes
tienen un importante papel, ya que deben formar en alfabetizaciones múltiples, en culturas
y espacios letrados, y trabajar la lectura crítica reconstruyendo las estructuras e intenciones
de los textos.
Los cambios del mundo de hoy han llevado a que la sociedad lectora se encuentre en un
momento que Martos (2013) llama cultura híbrida. Por un lado, está la cultura letrada
tradicional, donde se encuentran las bibliotecas clásicas, los libros, las enciclopedias, los
atlas, etc., que es donde se ha situado históricamente la escuela; y, por otro, la cultura digital
o mediática o cibersociedad, donde se encuentran los jóvenes actuales, los “nativos
digitales”, en el que aparece un nuevo escenario tecnológico. Se hace necesario adoptar una
mentalidad que rescate lo mejor de lo “nuevo” y lo mejor de lo “viejo”, conectar ambas
realidades, crear “puentes”, establecer una alianza entre Internet y la cultura letrada
tradicional (Martos, 2013).
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3. En busca de un lector autorregulado
Un buen lector “controla su proceso de lectura y sabe elegir las estrategias adecuadas al
texto y a la situación de lectura” (Cassany, Luna y Sanz, 2008, p. 202). Es por esta razón que
un buen lector no lee siempre de la misma forma, ya que es capaz de adaptarse a cada
situación y utilizar las habilidades que necesita.
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4. Lectura y vida cotidiana
La lectura constituye uno de los ejes fundamentales del currículo, ya que es considerado
“uno de los aprendizajes más importantes, indiscutidos e indiscutibles, que proporciona la
escolarización” (Cassany, Luna y Sanz, 2008, p. 193). Esta consideración no es arbitraria, sino
que se basa en la concepción de la lectura como una de las principales herramientas de
aprendizaje y que, además, propicia el desarrollo de destrezas cognitivas de orden superior:
inferir, relacionar, reflexionar y desarrollar el pensamiento crítico, entre otras. Se espera que
la lectura, entonces, contribuya de manera insustituible a la formación de hombres y mujeres
integrales, capaces de constituirse en ciudadanos que colaboran efectivamente en la
conformación de sociedades democráticas y participativas.
Sin embargo, la realidad de la región es que, si bien a partir de esfuerzos sostenidos desde
fines de la década de los 70 del siglo pasado se ha logrado la escolarización de la gran mayoría
de los niños, y que esta se ha extendido en cuanto a años de estudio, muchos de los alumnos
que egresan del sistema escolar pasan a formar parte de la categoría que se ha denominado
analfabetos funcionales, es decir, como definen Cassany, Luna y Sanz (1994): “Personas que,
a pesar de haber aprendido a leer y escribir, no saben ni pueden utilizar esas habilidades
para defenderse en la vida diaria […] (que) no pueden comprender ni hacerse entender por
escrito a la hora de la verdad” (p. 194). Categoría que, de acuerdo a la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (CEPAL), incluiría a 38 millones de personas, con todo lo que
eso significa para el desarrollo personal, social y económico de ellos mismos y de las naciones
que conforman. Es decir, tal como lo manifiesta Emilia Ferreiro (2001), el estar alfabetizado
para atravesar el circuito escolar no garantizaría de ninguna forma el estarlo para la vida
cotidiana.
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La alfabetización de los niños y niñas, entonces, debe apuntar a capacitarlos para
desenvolverse eficazmente en el mundo fuertemente letrado del siglo XXI, atendiendo,
además, la naturaleza extremadamente dinámica que manifiesta la textualidad actual.
En la vida cotidiana, los estudiantes son lectores de distintos tipos de textos, en distintos
formatos y soportes. En su experiencia, la lectura ya no está asociada solamente a la
literatura o a los textos expositivos en que se apoyan las distintas asignaturas del currículum.
Por lo mismo, los niños y niñas de hoy (y los adultos del mañana) deben estar capacitados
para ejercer su capacidad lectora en todos estos ámbitos, utilizando la lectura como una
herramienta flexible y adaptable a sus necesidades de comprensión y comunicación, y no
encerrada en el marco de conceptos rígidos en cuanto a qué se considera una buena lectura
y qué no lo es. Los nuevos tipos de texto que han surgido de la mano del desarrollo de la
tecnología, por ejemplo, exigirán una ampliación del concepto de estrategias en relación con
la comprensión. Asumiendo que leer es comprender, esta comprensión va a darse en
contextos cada vez más diversos y utilizando estrategias que muchas veces escaparán de lo
que se considera el canon: “Leerlos de prisa, saltándonos muchísimas palabras, adelantar y
retroceder en el texto, buscar solamente lo que nos interesa, dejar que queden cosas por
entender, leer de pie, sentados, en el autobús, en el metro…” (Cassany, Luna y Sanz, 2008,
p. 195).
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registro, funciones, entre otras) y reconocer las múltiples y diversas interpretaciones que
hay en él.
De acuerdo con los enfoques antes mencionados, la evaluación se aborda a partir de sus
posibilidades educativas y proveedoras de información que entrega tanto para el maestro
como para el estudiante, con el fin de modificar el proceso educativo, detectar las
dificultades y corregir los errores. Para que la información recogida resulte relevante al
proceso de enseñanza y aprendizaje, será fundamental que se tenga claro qué, cuándo y
cómo se evaluará (Cassany, Luna y Sanz, 2008).
En el caso del qué, la evaluación de la comprensión lectora se basa en las habilidades que
permiten la construcción de significado y una reflexión crítica del texto. Estas competencias,
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según Cassany, Luna y Sanz (2008), pueden organizarse en cinco puntos básicos: sobre el uso
del texto escrito, sobre el proceso lector, sobre la percepción del texto, sobre el grado de
comprensión del texto y sobre el autocontrol del proceso lector.
En cuanto a las características del texto, se debe tener presente que cada uno de estos se
dispone de forma gráfica de una manera determinada, sobre un soporte y de acuerdo a una
función también fijada de antemano (Goodmann 2002). Esta forma gráfica, además,
corresponde a una serie de estructuras gramaticales y sintácticas pre-establecidas. Es decir,
hay estructuras recurrentes que permiten al lector hacer predicciones en relación con el
texto aún antes de leerlo.
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De acuerdo con Goodmann (2002), el proceso de la lectura implica el desarrollo y la
puesta en práctica de estrategias orientadas a obtener el significado del texto, las que
igualmente se desarrollan y se modifican a lo largo del proceso de lectura. Además, este
proceso implica el desarrollo de esquemas acerca de la información que es representada en
los textos, los que también pueden sufrir modificaciones y acomodaciones a medida que la
lectura transcurre e incluso después de concluida. Todo esto solo puede ocurrir si los lectores
están respondiendo a textos significativos que son interesantes y tienen sentido para ellos.
Es por esto que la lectura debe comenzar con el desarrollo del sentido
de las funciones del lenguaje escrito: leer es buscar significado y, para
desear buscarlo, el lector debe tener un propósito.
Para ello, se presentará, en primer lugar, una sugerencia de criterios para la selección de
textos y luego, como propuesta didáctica, se expondrá el trabajo de la lectura desde sus tres
momentos: antes, durante y después, ya que es una metodología que apoya la competencia
lectora de los estudiantes desde sus conocimientos previos, les permite predecir, contrastar
sus hipótesis, interrogar el texto, reflexionar sobre sus características y elementos
estructurales, obtener un punto de vista apoyado en la información que este entrega y
aprender a comprenderlo en su contexto de producción.
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a) Sugerencias para la selección de textos en el aula
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En los aspectos morfosintácticos se observa si las construcciones gramaticales del
texto permiten que el lector lo enfrente con éxito (Alliende, 1990). Las oraciones con
estructuras sintácticas complejas, en las que abundan los elementos subordinados o
las oraciones largas y complicadas, pueden dificultar la comprensión de un texto. Lo
mismo sucede con la sobresimplificación, es decir, si un texto solo está compuesto
de oraciones simples, sin nexos, también puede resultar poco comprensible (Alliende
y Condemarín, 2009)”.
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7. Sugerencias didácticas para el trabajo de la lectura en el aula:
antes, durante y después
Tal como se explicitó en el primer apartado de este documento, los docentes deben
orientarse en búsqueda de un lector autorregulado. Palincsar et. al. (2004) propone seis
estrategias de comprensión lectora que favorecen la autorregulación: establecer propósitos
de lectura, activar conocimientos previos, discriminar las ideas principales de las
secundarias, evaluar críticamente el texto, controlar la comprensión para corroborar que se
está logrando, sacar conclusiones y evaluarlas. Estas estrategias, que facilitan la formación
de un lector autorregulado, se inscriben en el trabajo de los tres momentos didácticos de la
lectura: antes, durante y después (Palincsar y Brown 2004).
Para lograr el objetivo de activar los conocimientos previos se pueden usar actividades
como la “Interrogación del texto”, la “Guía de anticipación, La “Constelación de palabras”. A
continuación, se describen estas actividades específicas como sugerencias para trabajar con
los alumnos en el momento “antes de la lectura”.
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En el momento “Durante la lectura”, el docente debe favorecer en sus actividades la
capacidad de enfocarse en los aspectos más significativos del texto, para poder
comprenderlo y desarrollar diversas destrezas de lectura.
Para ello, el docente debe centrarse en que el alumno establezca un “diálogo interno con el
texto”, que pueda autointerrogarse y verificar si está comprendiendo o no, con actividades
como releer y volver atrás, responder a preguntas estructurales del texto y aplicar el
conocimiento de la estructura del género que está leyendo a través de preguntas clave que
permitan comprenderla. Se pueden trabajar, además, destrezas, tales como vocabulario,
función gramatical de las palabras, ortografía.
A continuación, se describen algunas actividades como sugerencias para trabajar con sus
alumnos.
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Por último, en el tercer momento, “Después de la lectura”, se espera que el estudiante logre
profundizar en la comprensión de lo leído, desarrolle su capacidad de lectura crítica y su
creatividad.
Para este propósito, se propone que el docente aplique tres tipos de preguntas:
Las que están en el texto, “ahí está”, lo que Cassany denomina leer “en las líneas”, es
decir, preguntas que permiten al lector encontrar la información explícita que entrega
el texto.
Las “piensa y busca”, que están implícitas en el texto y que Cassany llama leer “entre
líneas”. Preguntas que apuntan a la realización de inferencias y deducciones de parte
del estudiante, a partir de la información que el texto entrega y su conocimiento de
mundo.
Las “mías propias”, según Cassany “detrás de las líneas”, que son preguntas que
apuntan a la lectura crítica del texto y persiguen que el estudiante sea capaz de evaluar,
hacer valoraciones e interrogar al autor del texto.
A continuación, se describen algunas actividades como sugerencias para trabajar con los
alumnos.
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