El Aruño
El Aruño
El Aruño
Lino Pérez venía de Romero, por Santa Cruz, cruzándose la montaña por una vieja abra que
dejaron unos huleros. Don Lino venía acompañado por dos perritos, la Golondrina y el
Pinto Trola cargado su saca hulado con ropa en el hombro y en la otra mano su machete y
un palo que lo traía de bastón.
Venía pasando por unos bejucales, cuando de pronto siente que se le espantan los perras y
en eso el animal que le cae encima desde arriba de las ramas de un guabo seco. El animal le
cayó encima del hulado y el viejo dio el brinco sobre unos espinales con un gran susto, que
sintió que tenía parado el corazón. Y que no podía respirar.
El animal se le sentó en frente vialinando el espinazo y con las enormes dientes. El viejo
jochó a los perros mientras le asestaba un varazo en la nariz. El animal casi le quita el palo,
los perros le latieron a la orillita, quiso el tigre coger a un perro, pero el perro se le zafó, el
tigre se puso nervioso, el viejo le volvió a zampar, un perrito se le fue por delante, jai, jai,
mientras el otro por detrás le latía también, el viejo le tiró otro varazo, el tigre le voló
su manotón, el perrito le volvió a latir orillado y el animal se volteó mientras el viejo le
metió un jincón con el machete en el pescuezo y el animal bramó y se fue para atrás.
El viejo a cada movimiento le iba soltando la boca al saco hulado, hasta que en una de esas,
cogiendo el viejo de una punta el saco, le echó al animal la rapa encima y con el machete lo
jincó duro, cogiéndolo bien, el animal hasta se mió, el viejo le dio de filo en la coronita, el
perrito le mordió la cola, el animal le tiró su manotón al viejo y él se sacó el tiro con el
palo, pero lo atrasó un tranco y la uña de la pezuña lo cogió apenitas, por el hombro
derecho, haciéndole una herida sobre el pellejo hasta el otro lado, pasándole por la barriga
con todo y camisa.
El animal se ladeó bramando y el viejo le dio otro machetazo y el animal bufó estirándose
pesado sobre el suelo. El viejo todavía lo acabó de matar y los perros no dejaban de latir.
Llegó el viejo ya de tardecita a "El Castillo" y le curaron el aruño.
Fernando Silva