Compraventa de Inmuebles en Condominio
Compraventa de Inmuebles en Condominio
Compraventa de Inmuebles en Condominio
Autor
Areán, Beatriz
Sumario
1. Introducción
La institución de la comunidad de bienes es más amplia que el fenómeno de la
titularidad plural de un derecho real, al comprender no sólo la copropiedad o
condominio o la titularidad plural de un derecho real sobre cosa ajena, sino también el
crédito mancomunado, y los patrimonios y masas patrimoniales bajo una titularidad
colectiva, por ejemplo, la comunidad de bienes en el matrimonio o la comunidad sobre
el fondo social de una sociedad sin personalidad jurídica [1].
La comunidad de derechos abarca todo supuesto en que se presente la cotitularidad de
una relación jurídica o de un complejo de relaciones jurídicas, de modo que su noción
no se circunscribe al condominio, ya que abarca también el cousufructo, el couso y la
cohabitación. Más aún, también puede extenderse sobre un complejo o conjunto de
relaciones jurídicas en tanto la ley atribuya a los partícipes o comuneros una
consideración unitaria, como ocurre en la comunidad hereditaria [2].
Sin embargo, aun cuando la comunidad en la acepción amplia de cotitularidad, puede
aplicarse sobre toda clase de derechos, encuentra su objeto más propio en el campo de
los derechos reales [3].
Se ha dicho que hay comunidad de derechos reales siempre que dos o más personas
aparezcan como titulares de un derecho real que, por su contenido, sólo admite el
ejercicio por parte de una persona, o en otros términos, cuando sobre una misma cosa
recaen dos o más derechos reales exclusivos de la misma naturaleza [4].
Precisamente, el dominio es uno de los derechos reales exclusivos, por lo que, cuando
sobre de una misma cosa concurren dos o más derechos de dominio, habrá condominio.
Por otra parte, en todos los supuestos de concurrencia de derechos reales exclusivos
sobre una misma cosa, las opiniones están divididas, en el sentido de si tal situación da
nacimiento a un derecho real distinto del exclusivo, o si se está en presencia de un
estado especial de la figura exclusiva, que queda comprimida y limitada por la
existencia de otros derechos reales iguales sobre la misma cosa [5].
La primera posición es apoyada por Lafaille, quien considera que sería preferible hablar
de un "derecho de condominio", ya que la concepción clásica que juzga que todos los
condóminos reunidos ejercen la plenitud del dominio sobre el objeto y que cualquiera
de ellos es titular de otro, circunscripto a la llamada "parte indivisa", introduce un
concepto y una terminología que se prestan a muchos reparos [6]. El ilustre jurista
avanza un paso más en la elaboración de su teoría, afirmando que el condominio daría
lugar a un sujeto embrionario de derecho, al presentarse situaciones de créditos a favor
de la comunidad, así como cargas y responsabilidad inherentes a ella [7].
Agrega este autor que la complejidad del condominio impone admitir una figura distinta
para explicar las relaciones entre los titulares, por una parte, de todos ellos frente al
objeto y de cada uno separadamente. Ese conjunto de facultades que incumbe a cada
copropietario puede considerarse como un "derecho de condominio", manteniendo el de
propiedad como inherente a todos ellos reunidos [8].
Esta asimilación del condominio con la persona jurídica, formulada también por algunos
juristas foráneos, ha sido acertadamente criticada, afirmándose que entre condominio y
persona jurídica media una antítesis inconciliable, ya que el primero denota pertenencia
de derechos a personas físicas, mientras que la personalidad importa concentración de
derechos en una unidad jurídica, eliminándose formalmente todo derecho inmediato
sobre los bienes de las personas que son sus miembros [9].
La segunda corriente es la que ha cosechado mayor cantidad de partidarios. Se ha dicho
que la copropiedad o condominio es el mismo derecho real de propiedad, dividido entre
los diversos copropietarios. Constituye un estado particular de la propiedad, en el que
los condóminos tienen respecto de su parte indivisa todos los derechos y facultades que
nacen de ese derecho. Lo mismo acontece con las facultades de uso y goce de la cosa
común, aunque su ejercicio se encuentra limitado por el concurso del derecho igual de
los otros copropietarios [10].
El condominio es el derecho de dominio que pertenece a dos o más personas, surgiendo
claramente tal idea del artículo 2503 del Código Civil, al enumerar ambos derechos
reales dentro del mismo inciso [11]. No es más que un dominio de sujeto múltiple, que
participa de sus mismos caracteres (absolutez, exclusividad y perpetuidad), con las
adecuaciones que derivan de sus notas específicas [12].
Sólo difiere del dominio en el hecho de que el condominio se reduce a una participación
de varios sujetos en una misma propiedad, con las consecuencias y matices que apareja
o engendra esa pluralidad en atención al objeto único [13].
No se trata de establecer un derecho nuevo, ni de crear una persona jurídica, ni de ser
dueño de una creación puramente intelectual como es la cuota. Se trata del ejercicio
simultáneo del derecho de propiedad por varias personas. Aunque se haya dicho que hay
en esto una contradicción insanable, porque el dominio es excluyente de todo otro
derecho análogo, ello no pasa de ser una mera y vana afirmación. El dominio del que es
titular una sola persona es exclusivo, pero eso no significa que sea necesariamente
excluyente, porque esa persona puede admitir que otra comparta su derecho de
propiedad [14].
Adherimos a la doctrina mayoritaria, por lo que consideramos que el condominio es el
estado de comunidad del derecho real de dominio, en cuya regulación se ha detenido
especialmente el Código, sólo porque es el derecho real que en ese estado se presenta
con más frecuencia en la vida jurídica.
Corrobora esta interpretación, no sólo su mención en el artículo 2503, inciso 1° junto al
dominio, sino también la propia definición, cuando claramente dice que el condominio
es el derecho real de propiedad que pertenece a varias personas, por una parte indivisa
sobre una cosa mueble o inmueble.
La fuente de esta disposición, que es el artículo 4336 del Esbozo de Freitas,
expresamente aclara que el condominio es el derecho de copropiedad sobre cosas. A su
vez, el artículo 4338 enumera los distintos supuestos en que no hay condominio, entre
ellos, la "copropiedad o comunión de bienes que no sean cosas".
2. El condominio
El artículo 2508 del Código Civil, luego de establecer que dos o más personas no
pueden tener cada una en el todo el dominio de una cosa, agrega que pueden ser
propietarias en común de esa cosa, por la parte que cada una pueda tener.
Aparece entonces la figura del condominio, definido por el artículo 2673 como el
derecho real de propiedad que pertenece a varias personas, por una parte indivisa sobre
una cosa mueble o inmueble.
Del juego de ambas normas queda en claro que Vélez Sársfield, inspirándose en el
Derecho Romano, ha desestimado la idea de una propiedad múltiple sobre la totalidad
de la cosa [15], aceptando, en cambio, una propiedad por cuotas o partes indivisas, con
sujeto plural y objeto único.
El condominio es entonces el derecho real sobre una cosa propia, mueble o inmueble,
del que son titulares dos o más personas y que, a diferencia del dominio, ninguna de
ellas lo ejerce sobre el todo, sino por partes indivisas o ideales.
Aunque en la nota al artículo 2673 el Codificador cita como fuente a las Leyes de
Partidas, consideramos que la definición ha sido tomada de Aubry et Rau y de Freitas.
Los autores franceses sostienen que la copropiedad es el derecho de propiedad que
compete a varias personas sobre una sola y misma cosa, y que, por ello, no pertenece a
cada una de ellas más que por una cuota parte ideal o abstracta [16].
Freitas, a su vez, define al condominio (derecho de copropiedad sobre las cosas) como
el derecho real perpetuo o temporal, de dos o más personas sobre una misma cosa,
mueble o inmueble, perteneciendo a cada una de ellas una parte indivisa (art. 4336,
Esbozo).
Por lo tanto, los caracteres distintivos del condominio son los siguientes:
a) Pluralidad de sujetos: deben concurrir dos o más personas como titulares del derecho,
pues de no ser así, habría dominio y no condominio.
Las personas pueden ser físicas o jurídicas, inclusive, pueden concurrir personas físicas
y jurídicas, ya que no media ningún impedimento en que uno de los condóminos sea
una sociedad o que lo sean varias sociedades, cualquiera sea el tipo societario.
Tampoco la ley impone un límite con relación al número de titulares, los que podrán ser
cinco, diez o cien, aunque en la práctica el condominio suele constituirse entre una
cantidad reducida de personas [17].
b) Unidad de objeto: el condominio, como todo derecho real, debe recaer sobre cosas
ciertas y determinadas, pero si éstas son varias, todas pertenecen simultáneamente a los
distintos condóminos, sin que se pueda deslindar la parte material de cada uno, ni
establecerse, cuando haya varios objetos, cuál corresponde a unos y cuál a otros, ya que
tales objetos son tratados como una unidad [18].
Ello significa que el condominio se configura siempre con relación a un objeto único,
respecto del cual el dominio está fraccionado entre varios titulares, por lo que si hay
diversos condominios entre las mismas personas, cada uno tiene existencia individual.
Lo que se haya pactado, por ejemplo, para la división de uno de ellos, no tiene
incidencia alguna sobre los demás [19].
Así, los comuneros pueden serlo de tres inmuebles, respecto de uno de ellos, convienen
una partición de uso y goce, en relación al otro pactan la indivisibilidad por el plazo de
cinco años y en cuanto al tercero, lo mantienen como condominio normal u ordinario, lo
que los habilita a solicitar la partición en cualquier momento.
Cuando el objeto del condominio son cosas que forman una universalidad de hecho, el
derecho de cada condómino recae sobre el todo, en la medida de su parte indivisa, y no
sobre una cantidad de esas cosas.
Así, si tiene por objeto ganados, cada comunero no es titular, por ejemplo, de la mitad
del rebaño, sino que el derecho recae sobre la mitad indivisa de cada uno de los
animales.
c) Ausencia de una cuota material: al haberse adoptado el condominio romano y
siguiendo las enseñanzas de la doctrina francesa y de Freitas, el Código limita el
derecho de cada condómino a una parte indivisa. Ello significa que ninguno de ellos
puede, durante la vigencia del condominio, circunscribir el ejercicio de su derecho a una
parte de la cosa físicamente determinada [20].
Cada comunero es titular de una cuota o parte indivisa, también denominada
doctrinariamente parte intelectual, abstracta, alícuota, que es expresada por una cifra.
No se identifica con ninguna parte material de la cosa, sino simplemente con una
porción ideal, por ejemplo, una mitad, un tercio, sin que se pueda establecer sobre la
cosa qué parte de ella le corresponde a un condómino y cuál a otro [21].
La idea de parte alícuota expresa el rasgo individualista que es característico de la
concepción del Derecho Romano: ninguno de los partícipes debe interferir en la parte de
otro; por el contrario, cada uno es dueño de su parte, de su "cuota", y debe poder
comportarse con ella a su antojo, como un propietario único; pero, por otro lado, no
pueden formarse sobre la cosa partes reales, imprimiendo marcas o trazando líneas, pues
la propiedad comprende la cosa en todas sus partes integrantes esenciales [22].
Gráficamente se ha dicho que se debe representar el derecho de cada comunero como
afectando cada molécula de la cosa y encontrándose en ella con el derecho de los otros
por la cantidad que les pertenece [23].
La noción de partes indivisas ha sido motivo de duras críticas, por cuanto una cuota
abstracta no puede ser objeto de un derecho de propiedad, que necesariamente debe
recaer sobre una cosa concreta.
Además, tampoco se refleja sobre una parte materialmente determinada de la cosa, de
modo que cuando se habla de parte indivisa, no se hace más que echar mano de una
expresión cómoda para designar el haz de derechos y cargas de que es titular cada
condómino. Ocurre que siempre se traduce en una cantidad (un quinto, un tercio),
porque ésa es la medida en que se le reconocen ciertos derechos y responsabilidades,
por ejemplo, la proporción para responder por los gastos de conservación de la cosa
común, para dividirse los frutos y, fundamentalmente, para participar en la distribución
en el momento de la partición [24].
Consideramos que éste es el criterio correcto, toda vez que el condominio es un derecho
real y, como tal, sólo puede tener por objeto una cosa, es decir, un objeto material
susceptible de valor (art. 2311), y no una parte abstracta o ideal.
Los condóminos en conjunto ejercen sus derechos sobre toda la cosa común y, aun
obrando por separado, también están facultados para actuar sobre toda la cosa, con las
limitaciones propias de la cotitularidad (art. 2684) y con exposición permanente al
ejercicio del ius prohibendi por parte de cualquiera de ellos.
Inclusive, cuando se habla de facultades sobre la parte indivisa, se está recurriendo a
una manera sencilla de expresar qué derechos puede ejercer cada condómino sobre la
cosa común, en la medida de su parte indivisa.
Prueba acabada de que el derecho se tiene sobre la cosa y no sobre una cuota ideal es
que no se conciben actos de uso y goce o de disposición material sobre esta última. Sólo
pueden ejercerse derechos, como el de enajenar o el de hipotecar, pero cuando el
condómino enajena o hipoteca, el objeto, en uno y otro caso, tampoco es la parte
indivisa. Siempre enajena o hipoteca la cosa común, en la medida de su cuota.
Por otro lado, si uno de los titulares pudiera individualizar materialmente su lote, ello
significaría que el condominio se ha extinguido total o parcialmente a través de la
partición en especie. En este caso, habría dominios distintos y no condominio [25].
a) Perfeccionamiento de la compraventa
La compraventa se instrumentará mediante escritura pública, la que deberá inscribirse
en el Registro de la Propiedad Inmueble.
En cuanto a la tradición, obviamente deberá cumplirse para que se perfeccione la
transmisión del derecho real, pero no debe perderse de vista que en caso de subsistir el
condominio, el comprador sólo adquirirá la coposesión.
Si bien, conforme al artículo 2409 del Código Civil, va a adquirir la posesión por el
todo, en las relaciones internas entre los coposeedores, sus respectivas posesiones se
encuentran limitadas entre sí. Mas como la noción de partes indivisas o ideales es
incompatible con el poder de hecho sobre la cosa que supone la posesión, debe
entenderse que, frente a los terceros, todos poseen conjuntamente, cada uno por el todo.
8. Conclusiones
Las múltiples dificultades que pueden llegar a suscitarse con motivo de la compraventa
de inmuebles en condominio, no son más que un reflejo del carácter conflictivo que
afecta a la figura en sí misma y que se traduce claramente cuando el artículo 2692 del
Código Civil establece que cada propietario está autorizado a pedir en cualquier tiempo
la división de la cosa común, cuando no se encuentre sometida a una indivisión forzosa.
Ocurre que el condominio se funda en la necesaria coincidencia de intereses y en la
armonía que debe reinar entre los condóminos, de modo que cuando todo ello
desaparece la figura pierde su razón de ser [121].
La amplitud de los términos con que está concebido el artículo 2692 traduce fielmente
el pensamiento del legislador, quien, lejos de fomentar el condominio, trata de acordar a
los interesados los medios adecuados para ponerle fin en cualquier momento.
Dicho disfavor no es infundado, por cuanto el condominio no favorece la circulación de
los bienes y, mucho menos, propende a su mejoramiento.
La necesidad de la unanimidad para las deliberaciones, el escaso margen dejado a la
mayoría para adoptar cualquier determinación; el ius prohibendi ejercitable por
cualquiera de los condóminos frente a los actos materiales o jurídicos realizados sobre
la cosa común, sea cual fuere su entidad; la exigencia de la conformidad de todos para
efectuar alguna innovación material o para concretar actos de enajenación o gravamen
sobre toda la cosa, son motivos de peso como para generar un verdadero estancamiento
de la riqueza. Los bienes se desmejoran, al ser postergada su explotación por la primacía
que suelen alcanzar las desavenencias entre los condóminos.
Por ello, se ha dicho acertadamente que: "Es evidente que el Codificador procuró
desalentar la subsistencia de los condominios, en el entendimiento de que obstaculizan
la plena explotación de la riqueza por las marcadas limitaciones de los derechos de los
condóminos sobre la cosa (arts. 2680, 2681, 2684, 2699) y también la disponibilidad
ante las trabas para la enajenación de toda la cosa o de partes materiales de ella, que
requiere la voluntad unánime de los cotitulares (arts. 2680, 2682). Tal enfoque de
disfavor al condominio lo llevó a Vélez a fomentar la división, tanto a través de
consagrar el derecho de los condóminos a reclamarla en cualquier momento (art. 2692)
como también mediante limitaciones temporales a los pactos de indivisión (art. 2693)"
[122].