La Familia Como Agente Educativo
La Familia Como Agente Educativo
La Familia Como Agente Educativo
Conceptos básicos
Algunos científicos, varios de ellos antropólogos, afirman que las funciones que
cumple la familia, persisten y persistirán a través de todos los tiempos, pues esta
forma de organización es propia de la especie humana, le es inherente al hombre,
por su doble condición de SER individual y SER social y, de forma natural
requiere de éste, su grupo primario de origen.
En la década del 80, en el estado de Israel, con el fin de convertir con urgencia las
tierras desérticas en granjas, se instituyeron una especie de comunas denominadas
kibbutz, con el fin de utilizar toda la mano de obra disponible en ese empeño. En
estas comunidades todas las personas comparten logros y esfuerzos y, tanto
esposa como esposo contribuyen al trabajo con independencia del otro, en la tarea
que sea de mayor utilidad. Los niños son llevados a instituciones infantiles de la
propia comunidad, donde madres de allí mismo son entrenadas especialmente para
cuidar de todos los niños de la comunidad. Allí permanecen por grupos etários
hasta que finalizan la educación media superior, entonces, si lo desean, pueden ser
parte del kibbutz.
Sin embargo, en una publicación de 1992, del propio país, se planteaba que en ese
año sólo se mantenían en los Kibbutz el 4% de la población israelita y que esta
cifra tendía a disminuir progresivamente” .
Experiencias similares han tenido el mismo fin.
Cada familia tiene un modo de vida determinado, que depende de sus condiciones
de vida, de sus actividades sociales, y de las relaciones sociales de sus miembros.
El concepto incluye las actividades de la vida familiar y las relaciones
intrafamiliares, que son específicas del nivel de funcionamiento psicológico de
este pequeño grupo humano; aunque reflejan, en última instancia, las actividades
y relaciones extrafamiliares.
Cada uno de los miembros de la familia desempeñan roles que encarnan las
relaciones y valores de la sociedad en su conjunto; sirviendo así de poderoso
medio de reproducción social. En el interior del grupo primario que es la familia,
el rol de cada integrante “engarza” con los restantes mediante una serie de
mecanismos de adjudicación y asunción de roles. El niño, o la niña, es llevado a
asumir su rol genérico muy tempranamente, y en ese desempeño de roles como
hijo, además aprende (interioriza) cómo es el comportamiento familiar de la
madre y del padre respecto a su persona.
Se debe interpretar como una unidad los distintos componentes de la familia, las
interrelaciones de sus miembros en torno a todos los problemas de la vida
cotidiana, el intercambio de sus opiniones, la correlación de sus motivaciones, la
elaboración o ajuste de sus planes de vida, etc. Esta unidad es realmente un
proceso dinámico, que va desarrollándose a lo largo del ciclo vital, con etapas de
grandes cambios, y otras de relativo equilibrio.
Además, la familia es un sistema que se auto dirige con cierto grado de conciencia
colectiva de sus miembros. Los padres, como subsistema rector, elaboran
paulatinamente su representación del modelo social de familia, es decir, de los
valores sociales históricamente formados en la conciencia social acerca del
matrimonio, la familia, sus funciones, la educación de sus hijos, etc. Sobre esta
base que no es estática se trazan los padres sus aspiraciones y tratan de
autorregular las actividades intrafamiliares de acuerdo con sus concepciones y
planes.
Educar correctamente al niño exige que, desde muy temprana edad se le enseñen
ciertas normas y hábitos de vida que garanticen tanto su salud física y mental
como su ajuste social.
El niño, en cada una de las etapas de su vida, debe comportarse de una manera
adecuada, cumplimentar todo aquello que se espera de él, pero, para que así sea,
es indispensable sentar previamente ciertas bases de organización de la vida
familiar que le permitan tener las condiciones mínimas para lograr un desarrollo
físico y psíquico adecuado.
Frecuentemente se le pide al niño que no riegue, que se peine y lave las manos,
que no se manche la ropa, etc. Si no actúa adecuadamente, es porque no se han
formado estos hábitos desde su más tierna infancia. De ocurrir esto se ha educado
erróneamente al niño y esta falla hay que atribuírsela a los padres. Un hábito no es
más que la forma de reaccionar frente a una situación determinada, que se obtiene
a través de un entrenamiento sistemático; o sea, es la tendencia que existe de
repetir un acto que se ha realizado previamente y que, una vez establecido, se
realiza automáticamente, sin necesidad de analizar qué se está haciendo.
Para que el niño adquiera las normas y hábitos necesarios es indispensable que los
padres organicen su vida, es decir, que le establezcan un horario de vida. Si se
desea que el niño forme un hábito, primeramente hay que mostrarle cómo debe
actuar. El ejemplo que ofrecen los padres y demás adultos que viven con él es
muy importante. Además, es fundamental ser persistente, constante y tener la
suficiente paciencia para no decaer en el logro de este propósito.
Si las personas que rodean al niño se caracterizan por ser sosegadas, tranquilas,
cariñosas, el niño adquiere con facilidad el hábito de hablar en voz baja. No es
lógico pedirle al niño que sea aseado si a su alrededor sólo ve personas sucias, que
no cuidan de su aseo personal ni del orden y limpieza de la vivienda.
Una vez que se han garantizado las condiciones y mostrado al niño con el ejemplo
lo que debe hacer, debe explicársele la utilidad del mismo, o sea, los beneficios
que va a obtener cuando lo adquiera. Después será necesaria la repetición de esta
actividad para que se fije en su conducta. Por último, los adultos –los padres,
principalmente- aprovecharán estas primeras acciones del niño para reforzarlas y
estimularlas de manera de crear en él motivaciones de hacer las cosas de esta
manera.
No cabe duda que esta formación es responsabilidad de los adultos, quienes tienen
que organizar sus propias vidas, teniendo en cuenta a sus hijos para no interferir el
desarrollo de sus actividades.
Hay niños que sufren de pérdida del apetito, alteraciones en el sueño, etc., por
falta de organización de la vida familiar.
Los primeros hábitos a formar son, indiscutiblemente, aquellos que están
directamente relacionados con las necesidades básicas del niño, como son: la
alimentación, el sueño, el aseo, la eliminación, etcétera. Estos hábitos tan
necesarios se crean a una hora fija para condicionar el organismo.
Hay que tener en cuenta también, que los niños comen de acuerdo a su ritmo de
crecimiento, a las demandas de su organismo, a las actividades que realiza. Se
puede observar un aumento del apetito cuando se produce un crecimiento
acelerado en el niño o cuando hace un gran despliegue de actividad.
Por lo tanto, la comida debe suministrarse siempre a la misma hora, evitando dar
alimentos a intervalos menores de tres horas.
El niño debe comer junto a la familia y ver esta actividad como una ocasión
agradable para compartir con sus padres. Tan pronto como sea posible éstos lo
dejarán comer solo. Aunque se ensucie en un inicio, no deben regañarlo, sino
ayudarlo y enseñarlo, teniendo en cuenta su edad y posibilidades.
No se le debe quitar la cuchara para evitar que se ensucie ni con el pretexto de que
así termina más rápido. El niño se acomodará a esta situación y no sentirá placer
por aprender. Debe comer lo que él realmente desee y, una vez terminada la
comida, le retirarán el plato sin hacer alusión al posible desgano.
Sueño. El niño debe apreciar las horas de sueño al igual que las de alimentación
como agradables. Los padres deben acostumbrarlo a dormir a la misma hora. Un
niño pequeño debe dormir más de diez horas. Los padres deben saber el número
de horas de sueño que el niño necesita. Estas se corresponden con su edad
cronológica.
Una vez llegada la hora de acostarse se proporcionarán las condiciones para que
duerma bien y, a la mañana siguiente, se levantará a una hora fija, de manera que
se habitúe y, una vez que esté en la escuela, no haya dificultades que interfieran el
cumplimiento de sus obligaciones.
Cuando el niño es muy pequeño no puede hacerlo por sí mismo, pero los padres lo
enseñarán poco a poco y lo estimularán a hacer los primeros intentos. Cuando
logra hacerlo por su cuenta, le reconocerán el resultado obtenido y le harán
sugerencias de cómo resolver sus errores.
En la preparación que ofrezcan los padres se debe tener en cuenta que el niño ha
de ayudar a la mamá a recoger su cuarto, a guardar las cosas en su lugar, a cuidar
los objetos personales y familiares. A partir de los dos años observaremos que al
niño se le puede instruir al respecto y obtener algunos resultados positivos,
teniendo en cuenta sus posibilidades.
Ningún padre aspira a formar un hijo que no se ajuste, por sus conductas, a la vida
en sociedad. Todos quieren que sus hijos sean aceptados por sus compañeros, sean
capaces y agradables, lo que les posibilite poder establecer relaciones sociales
armónicas con sus semejantes. De ahí, lo importante que resulta enseñar al niño
los hábitos sociales indispensables desde los primeros años.
La conducta social que manifiestan los niños, está estrechamente influida por las
normas de conducta que se practiquen en el hogar.
Las buenas relaciones de afecto y respeto entre las personas mayores del hogar,
abuelos y padres, la cortesía hacia las figuras femeninas, el respeto a los ancianos
e imposibilitados físicos, hacen que el niño adquiera buenos patrones de relación
con sus semejantes.
Los padres deben empezar por brindar estas manifestaciones de afecto a su hijo,
que van desde darle un beso cuando despierta hasta preguntarle cómo le va en el
juego, o si le gustó el paseo que recién diera. Ningún padre puede esperar que su
hijos sea cortés, si sus manifestaciones de cariño y amabilidad son limitadas e
inexpresivas.
Cuando el niño convive con personas de distintas edades y criterios, los padres
deben enseñarle con palabras y ejemplos que abuela y abuelo, al igual que ellos,
mamá y papá, deben ser respetados por sus años y experiencia y que resulta
inadmisible una frase desdeñosa, un gesto o conversación en alta voz, aunque lo
que ellos planteen esté lejos de los criterios y opiniones infantiles. Las
observaciones que los niños hagan de las opiniones de las personas mayores,
deben ser hechas con respeto y consideración.
Dentro del hogar hay que utilizar expresiones adecuadas, amables con los niños,
tales como: “hazme el favor”, “muchas gracias”, “si fueras tan amable”, etc., que
facilitan la armonía familiar y lo educan en la gentileza y cortesía.
Las relaciones corteses entre hermanos también son importantes. Martí, en “La
Edad de Oro”, expresó: “Nunca un niño es más bello que cuando lleva en sus
manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga o cuando lleva del brazo a su
hermana para que nadie la ofenda; el niño crece entonces y se hace gigante.”
Igual conducta debe tener en otros paseos: lugares públicos, restaurantes, teatros,
etc. El niño debe esperar pacientemente que sus padres se sienten y luego hacerlo
él. En estos paseos es donde se pone más en evidencia la educación de las
personas. Un niño que llega bruscamente al restaurante o cafetería, se sienta antes
que sus padres, y tan pronto preguntan qué desean comer, pide sin tener en cuenta
a sus padres, lo que da muestras de que en el hogar no se han trabajado estos
aspectos de su educación.
Dentro de los hábitos sociales hay que enseñarle a cuidar sus cosas y respetar las
ajenas. Así debe cuidar las pertenencias de sus familiares, y en caso de
necesitarlas, pedirlas, teniendo especial cuidado de no dañarlas. Una vez que las
devuelve debe agradecer el servicio que los mismos le han prestado.
Por citar sólo algunos de esos programas cabe mencionar los “Hogares de
Cuidado diario” y los “Multihogares” que se desarrollan en Venezuela; los
“Hogares de Bienestar Familiar” que se aplican en Colombia por el Instituto de
Bienestar Familiar; los “Programas no escolarizados de educación inicial y
preescolar” que se llevaron a cabo en México, junto a otros como los de “Cuidado
Diario” del Patronato Voluntario mexicano; los diversos programas chilenos no
convencionales de educación inicial, tales como “Sala Cuna en el Hogar”, “Jardín
a Distancia”, “Conozca a su hijo”; el programa ecuatoriano “Creciendo con
nuestros hijos”, que aplica el Instituto Nacional del Niño y la Familia y el
Programa “Educa a tu Hijo” que se aplica en la República de Cuba.
Así los Programas “Sala Cuna en el Hogar” (Chileno); “Creciendo con nuestros
hijos” (Ecuatoriano) y “Educa a tu Hijo (Cubano), por mencionar algunos
constituyen proyectos educativos dirigidos a preparar a las familias mediante
orientación directa y materiales ilustrados acerca de cómo estimular el desarrollo
del niño en distintas esferas de su personalidad y en su preparación para la
escuela.
Aunque en las edades que preceden el ingreso a la escuela es, en general, más
elevada la cantidad de niños que asisten a instituciones infantiles, en este período,
la influencia de la familia es decisiva con respecto a la preparación psicológica,
emocional del niño para su ingreso a la escuela en la cual ha de ser ya un escolar,
cuya conducta será el resultado de toda una etapa anterior de preparación, y
reflejará, sin duda alguna, cuál ha sido el trabajo realizado por los padres.
La escuela, con todas sus nuevas actividades y deberes constituye la primera gran
responsabilidad en la vida del niño. Ella le plantea una serie de exigencias y
nuevas tareas que requieren de él no pocos esfuerzos y que significan un gran
cambio en su vida, pues cambia el tipo fundamental de actividad que el niño debe
realizar, ya no es el juego: cambian sus relaciones con el adulto, el maestro le va a
plantear el cumplimiento del estudio –su nueva y primera responsabilidad-, los
padres y familiares van a preocuparse acerca de cómo aprende; cambia el sistema
de relaciones con sus compañeros, otros lo van a evaluar fundamentalmente por su
resultado en el estudio.
Todos los estudios realizados muestran que casi el 100% de los niños manifiestan
su deseo de ser escolar, de ir a la escuela, de aprender mucho. Cuando se les
pregunta acerca de estos temas, se obtienen respuesta como: “Ya yo soy grande,
puedo ir a la escuela”; “Quiero aprender a leer cuentos”; “En la escuela me
enseñarán muchas cosas, igual que a mi hermano”.
Estas afirmaciones de los niños evidencian que existe en general, una buena
disposición, que la escuela, el estudio, los libros, los hacen sentir mayores y
responsables, ¿por qué entonces en algunos niños se ponen de manifiesto
conductas negativas; llanto, miedos, vómitos?
Otras cosas que pueden hacer los padres para crear en el pequeño una actitud
positiva ante la escuela, es acercarlo a ella. Pasear por los alrededores de la que
será su escuela, conversar agradablemente con el niño acerca de lo bonita que es,
que vea cómo los niños juegan, estudian y también trabajan en cosas tan
agradables como cuidar las plantas, etc. Si sus hermanos tienen una fiesta escolar
y el niño más pequeño puede asistir, es bueno que los padres lo lleven y vean en
los murales todos los trabajos interesantes que hacen los niños mayores.
Diversos estudios realizados muestran que para el niño de edad preescolar, cobran
gran importancia los llamados atributos externos, como son: tener uniforme, libros
nuevos, lápices, plumas, colores, reglas, etc. Es por ello que los padres del futuro
escolar deben prestar importancia a estos aspectos. El dedicar una pequeña mesa
con sus gavetas para el niño, en cualquier rinconcito de la casa, colocar en ella
todas sus nuevas pertenencias y señalarlo como su futuro lugar de trabajo, son
recursos que ayudarán también a que comprenda toda la importancia que tienen la
escuela y sus deberes como escolar.
Si los padres hacen todo este trabajo “psicológico” con el propósito de crear una
imagen agradable y atractiva de la vida escolar, es posible que el primer día de
clases su niño sonriente les dirá adiós desde la puerta de la escuela.
Otro de los aspectos fundamentales que incluye la preparación del niño para el
aprendizaje escolar es desarrollar en ellos el deseo de saber. Un niño que sienta el
deseo de conocer muchas cosas acerca del ambiente que le rodea, que experimente
una insaciable curiosidad ante los fenómenos del mundo natural y social, será un
niño que mirará la escuela como el lugar maravilloso en el que podrá satisfacer
todos sus por qué.
El fin de la edad preescolar muchas veces se conoce como la edad de los por qué.
Esto se confirma en la vida diaria. Cuando se viaja en un ómnibus, cuando nos
sentamos en un parque, siempre que a nuestra atención llega la conversación de
los niños preescolares, escuchamos estos interminables e interesantes por qués:
¿Por qué la luna sale nada más que por la noche? ¿Por qué no se cae?”; “¿De
dónde viene la lluvia?”; “¿Qué es esto?”
El mundo de los libros, es algo que los papás pueden utilizar para despertar el
interés de los niños por conocer muchas cosas. La lectura de estos libros de
cuentos, fomentará en ellos el deseo de aprender a leer. Los libros con láminas
acerca de la naturaleza o del trabajo del hombre, provocarán muchas preguntas
que los padres deberán responder y además, enfatizarán cómo en la escuela
aprenderán mucho más sobre éstas y otras cosas.
Por supuesto, que toda esta fructífera labor de los padres tiene que ser confirmada
en la práctica de la educación en la escuela que debe ser para el niño ese lugar
sorprendente en el que cada día aprenderá algo nuevo e interesante, donde, junto
con sus compañeros y sus maestros, descubrirá los secretos del mundo natural,
aprenderá a transformarlo y a crear nuevas cosas.
La mano del niño puede convertirse en una mano hábil, preparada para realizar los
movimientos finos que requiere la acción de escribir. A ello, contribuirán muchas
actividades, que resultan muy interesantes para los niños de estas edades. Manejar
el pincel y la tempera, proporcionarles plastilina para que modelen, recortar y
pegar, etc., son actividades que atraen mucho a los niños y que además,
contribuyen a desarrollar su percepción, su imaginación y creatividad y, además
se acostumbrará a permanecer un período sentado, tranquilo, concentrado en una
tarea.
Para lograr este desarrollo no hay que hacer un trabajo al que se dedique un
tiempo especial; se trata de orientar y controlar las conversaciones con los
siguientes objetivos: que el niño sea capaz de describir lo que ve, ya sean objetos,
láminas, hechos de la vida común o fenómenos que observe: que el niño pueda
contar con coherencia, uniendo correctamente sus oraciones, sobre lo que hizo
ayer, sobre lo que quiere hacer en el momento o acerca de lo que hará el domingo
en sus paseos. Además, de enriquecer su lenguaje, le ayudará a pensar en lo que
sucede ahora, lo que ya pasó y lo que sucederá, esto contribuye a su orientación en
el tiempo. Ordenes cortas que se dan al niño, como: alcánzame el libro aquel que
está dentro del costurero, pon este libro arriba de la mesa; recoge tu maquinita que
está debajo de la silla, etc., ayudarán al niño a orientarse en el espacio, lo que
resulta una adquisición indispensable para su desarrollo.
Resumiendo las ideas expuestas, diremos que debemos trabajar para lograr en el
niño un desarrollo general, más que para el logro de habilidades muy específicas y
concretas.
Se ha insistido mucho, en que los niños deben hacer cosas que resulten atractivas
e interesantes, realizando diversas actividades en forma de juegos, por ser ésta la
actividad fundamental a través de la cual se desarrolla el niño en la etapa
preescolar. Esto es cierto. Pero resulta también importante, acostumbrar al
pequeño a tener algunas responsabilidades, a cooperar en algunas actividades, que
aunque no sean tan atractivas para ellos, deben realizarse porque son necesarias
para la familia. Poco a poco el niño ser acostumbrará a ellas y comenzará a sentir
el placer de hacer algo para los demás.
Muchas son las tareas que se plantean a los padres, como un deber en la
preparación adecuada de sus hijos, para ese importante acontecimiento que es la
entrada a la escuela. Sin embargo, los ejemplos y situaciones presentados
evidencian que no se trata de un trabajo más, sino de una forma de dirigir y
organizar toda la actividad educativa en la vida de la familia.
En páginas anteriores se señaló que cuando los padres llegan a adquirir ciertos
conocimientos y desarrollar determinadas habilidades, pueden ser capaces de
autorregular su función educativa; esta idea se retoma ahora porque, justamente, la
familia cuyos menores hijos asisten a la institución educacional, tiene una ventaja,
o mejor una opción y es la que los propios educadores, además de llevar a cabo
sus problemas educativos y de estimulación de los niños, contribuyen –con
acciones especialmente dirigidas- a orientarles acerca de cómo pueden ejercer de
forma acertada y positiva, su responsabilidad educativa.
Esta acción educativa consciente es el objeto de la pedagogía familiar, que forma
parte de las ciencias pedagógicas. En el presente se necesita avanzar en la
comprensión científica del contenido de la educación familiar y especialmente de
sus métodos educativos, que son propios de este peculiar grupo humano.
La pedagogía debe tomar en cuenta que la familia, como sistema abierto, tiene
múltiples intercambios con otras instituciones sociales, entre ellas la institución
educacional la cual actúa sobre las “entradas” del sistema familiar, tanto a través
de la educación que le dan al hijo, como por la influencia que ejercen de manera
directa sobre los padres. El sistema familiar actúa sobre la escuela en la medida en
que el hijo es portador de valores y conductas que reflejan su medio familiar.
También los padres promueven vínculos con aquella, al estar motivados por la
educación de su descendencia.
Los procedimientos para hacer más efectiva una relación positiva, coherente,
activa, reflexiva entre la familia y la institución educativa deben basarse en la
coordinación, colaboración y participación entre estos dos agentes. Ello generará
un modelo de comunicación que propicie el desarrollo de estrategias de
intervención programada de acuerdo al contexto social, comunitario.
El trabajo con los padres, con la familia, favorece la relación educador – niño
mediante el conocimiento de la composición familiar, formas de crianza, valores,
costumbres, normas, sentimientos, estrategias de solución de problemas del
entorno familiar.
La mayoría de los padres con hijos de esas edades son muy jóvenes y se sienten
aún muy inseguros en sus proyectos e ideas sobre cómo educar; no asumen aún de
manera consciente un proyecto educativo como tal. La formación de hábitos de
vida, sueño y alimentación para muchos padres sólo se relaciona con aspectos de
salud, sin alcanzar a ver en ellos su carácter educativo.
Por otra parte muchos padres esperan que los educadores de sus hijos,
especialistas en el difícil arte de educar, les ofrezcan orientaciones y métodos
concretos sobre cómo educar a sus hijos de la mejor forma; le ofrezcan también
los elementos necesarios para conocer los requerimientos psicopedagógicos de
cada nuevo nivel escolar; sobre las regularidades y características de la etapa del
desarrollo en que se encuentra su hijo.
En resumen, muchos padres esperan que la institución los ayude y prepare mejor
para cumplir su función educativa. Por su parte esta espera de la familia que, en su
seno, se produzca una continuidad coherente de su trabajo, de sus objetivos y
concepciones, que adopte una actitud de cooperación y participación activa en la
vida escolar de sus hijos y en la propia vida institucional, que apoyen sus tareas y
objetivos con la confianza de que son los más adecuados y eficaces para obtener
el resultado esperado por ambos.
Ahora bien, la relación institución infantil – familia se puede dar de manera causal
o de forma intencional, dirigida.
Escuelas de padres.
Estas técnicas abarcan entre otras las de animación o caldeamiento, que permiten
crear el clima psicológico adecuado para adentrarse en los temas escogidos; las
específicas de exploración de las ideas y opiniones que traen los padres; así como
las de análisis y profundización en los problemas identificados. En distintos
momentos de las sesiones de padres se utilizan técnicas que permiten evaluar el
estado de ánimo, interés y comprensión; así como las que posibilitan graficar el
conjunto de opiniones existentes o el curso de las ideas en debate.
De acuerdo con la experiencia una sesión típica de esta actividad transcurre por
varios momentos:
Consultas de familia.
Otra alternativa para la atención a los padres, consiste en las consultas con la
familia, para abordar preocupaciones o problemas que tengan los padres con sus
hijos en el manejo hogareño, en la atención a sus necesidades, etc. Esta atención
se puede realizar por los psicólogos y pedagogos del centro o vinculados a este y
ha de contar con la presencia del educador.
En las consultas con la familia se puede abordar un asunto que preocupe al centro,
a la familia, respecto al niño o a la niña. Se procura, por tanto, que cada miembro
de la familia exprese como ven el problema planteado, y como se sienten al
respecto. Se busca que unos valoren las opiniones de los otros, más que dar la
conclusión por el profesional. Esta dinámica de la discusión conduce a que se
despliegue en la sesión el sistema de relaciones que habitualmente existe en el
seno de la familia, con sus tensiones, asimetrías, etc.
Encuentros individuales.
Esta vía se utilizará fundamentalmente cuando se desee prestar ayuda activa a los
padres cuando exista un problema concreto que se quiera resolver, lo que de
ninguna manera puede quedarse en el simple hecho de presentar el problema, sino
llevar de frente la sistematización del trabajo individual con el menor, analizando
el desarrollo de la dificultad, sus logros o necesidades de cambio de
procedimiento, hasta superar dicha dificultad en la unidad de la familia y la
institución.
Visitas al hogar.
Las visitas al hogar aportan una información valiosa sobre las condiciones en las
que el niño vive y se educa, tanto materiales como higiénicas y,
fundamentalmente, las de carácter afectivo; permiten conocer la composición
familiar; las relaciones entre sus miembros, el estilo educativo que predomina,
entre otras, para, a partir de este conocimiento y de la potencialidad educativa que
posee la familia, prever la ayuda necesaria, las orientaciones generales para el
adecuado cumplimiento de sus función, así como, las sugerencias de medidas y de
actividades concretas cuya aplicación permita favorecer el comportamiento
infantil y estimular su desarrollo.
Reuniones de padres.
Con toda intención hemos separado las reuniones de padres de las escuelas de
padres, pues la reunión ofrece un marco de contenido más amplio, y donde
prevalece la función informativa y reguladora de la comunicación entre la
educadora y los padres de familia, con una gama amplia de aspectos a analizar que
pueden ir desde la información del curso del desarrollo de los niños y las niñas,
hasta aspectos organizativos y educativos del centro infantil.
Las reuniones son una de las formas colectivas de trabajo con los padres a las que
hay que imprimirles mayor flexibilidad y creatividad en su forma organizativa,
para lograr que no sean esquemáticas y se adecuen a la información, orientación y
definición de aspectos prácticos que necesitan los padres.
Las características esenciales que deben tener las orientaciones que se den a los
padres en las reuniones para el cumplimiento efectivo de su labor educativa deben
contemplar:
Otros métodos disponibles para los padres son las lecturas recomendadas, que
muchas veces se publican en las localidades para la educación de los padres. Por
otra parte, se utiliza la correspondencia entre los educadores y los padres. En las
instituciones preescolares se ha probado con éxito la utilización de un buzón para
las preguntas que deseen hacer los padres, que muchas veces se articula con un
mural para divulgar las respuestas a las inquietudes generales, señalar las
actividades del centro, escribir consejos sobre algunas cuestiones del desarrollo
infantil, etc.
Dentro de las alternativas metodológicas de la educación de padres una vía muy
efectiva lo son las asociaciones, comités o consejos de padres. La integración de
los padres a la propia dinámica del centro infantil, en agrupaciones u
organizaciones que colaboren directamente con el centro, en estructuras dirigidas
por ellos mismos, ha sido comprobado por las investigaciones que constituyen
medios efectivos y eficientes en el apoyo al trabajo educativo de la institución, y a
la labor con los propios padres.
Las tareas principales de estos consejos de padres de familia son muy variadas,
entre las que se ubican:
El consejo del centro infantil podrá tener una estructura diversa, de acuerdo con
las particularidades del centro, las condiciones de los padres de familia, etc. Esta
estructura podrá contar con un padre que funja como presidente del mismo, y un
grupo de padres seleccionados por ellos mismos, en representación de cada grupo
etario del centro infantil, y que forman un ejecutivo, por llamarlo de alguna
manera, que se reúne con una periodicidad acordada, y que analizan las tareas del
consejo, las actividades a promover y realizar con el resto de los padres, y las vías
de apoyo y cooperación con el centro.
Como regla los programas de este tipo incrementan la cultura general de la familia
en las cuestiones de la formación de los hijos, siendo más difícil los cambios de
actitudes. La experiencia de vincular los espacios radiales y televisivos con las
escuelas de padres ha favorecido que los cambios de actitudes se complementen
con la discusión argumentadora, y la presión grupal movilizadora del cambio.
Esto adquiere mayor relieve por los resultados de recientes investigaciones que
han demostrado como el nivel de vida familiar y especialmente la educación de
los padres constituye un factor de gran peso en la disminución de la mortalidad
infantil. No se trata de una relación directa por supuesto, pero sí, resulta evidente
que los padres con mayor nivel de preparación y cultura pueden comprender con
mayor conciencia como garantizar mejores condiciones de cuidado de sus hijos
par logra su supervivencia. Una madre más culta y preparada comprende acepta y
cumple mejor las orientaciones que recibe del médico o la enfermera para la
alimentación de sus hijos, para sus higiene y cuidado y ello, lógicamente, se
revierte en salud más plena. Igualmente logrará mejores condiciones de vida en el
hogar que le permitirán prevenir enfermedades y accidentes y estimular el
desarrollo cognoscitivo y afectivo de sus pequeños.