El Monstruo - Lector Beta

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El monstruo que nos habita

Prólogo

Una noche tranquila, colmada de colores para elegir en las luces de primavera. El calor y la
humedad se mezclan con los rayos de luna que se vuelven borrosos en los faros del auto. Voy
viajando a la deriva preso de la voluntad del conductor. Luego está ella con sus ojos de miel que
me percibe detrás de la máscara. Una a una va apagando todas las voces hasta el punto en que
solo quedamos ella y yo, yo y ella, consumiendo el poco oxígeno que nos resta.
Los recuerdos aumentan mientras los sentimientos se diluyen con la euforia del momento. Los
silencios guardados solo terminan por cerrar todas las puertas. Ahora es el aire que respiro.

Los dedos me sangran mientras escribo,


no puedo detener la pluma.
Tengo miedo de olvidar,
necesito plasmar todos los detalles.
Me dieron una oportunidad
y ya desperdicié mucho tiempo.
No va a suceder dos veces,
aún tengo esperanza.
Yo soy ellos y ellos parte de mí.
Yo soy Noel Urban: mucho gusto.

Dedicatoria

A los niños que me cambiaron la vida y me hicieron ver con otros ojos. Yo los necesito a ustedes
mucho más de lo que ustedes a mí: Galo y Uma los amo.
Martin, gracias por ser mi compañero y bancar toda esta locura que estoy emprendiendo. Por ser
paciente mientras paso horas frente a la PC dejando de lado la vida real para sumergirme en los
mundos de mi imaginación. Espero verte leer una vez más, soy hacedora de milagros.
Índice

Primera Parte – La mirada de un extraño


23 de junio ─ Damián
24 de junio ─ Marina
6 de agosto ─ José
18 de septiembre ─ Carla
20 de septiembre – Delfina
25 de septiembre – Lola

Segunda Parte ─ El inicio del caos


3 de octubre – Julio
4 de octubre – Iván
16 de octubre – Andrés
19 de octubre – Gael
22 de octubre – Ramiro
26 de octubre – El campeón
29 de octubre – Darío
2 de noviembre – Julieta y Julián
5 de noviembre – Valentino

Tercera Parte ─ La vida es mía pero el corazón…


6 de noviembre – Noel
6 de noviembre – Solana
7 de noviembre – Andrea
9 de noviembre –Esteban
10 de noviembre – Francisco
12 de noviembre – Armando
14 de noviembre – Romina
16 de noviembre – El campeón
19 de noviembre ─ Ramiro ─ Ana
20 de noviembre – Noel

Cuarta parte ─ La confusión y el primer paso hacia la claridad


21 de noviembre – Nahuel
23 de noviembre─ Noel – Ramiro
24 de noviembre – Mariana
26 de noviembre – Ramiro
30 de noviembre – Steven
31 de noviembre – Ramiro

Quinta parte – Ya es hora de despertar


2 de diciembre – Ramiro
3 de diciembre – Ramiro
3 de diciembre – Horas más tarde – Ramiro
4 de diciembre ─ Ramiro
5 de diciembre ─ Ramiro
15 de diciembre ─ Ramiro
18 de diciembre─ Ramiro
19 de diciembre – Ramiro – Solana

Sexta parte ─ Cada nuevo comienzo viene de un final


20 de diciembre ─ Noel
21 de diciembre ─ Noel ─ Solana
21 de diciembre. Horas más tarde – Solana

Epilogo

1 año después ─ Solana

“Mientras estamos dormidos en este mundo,


estamos despiertos en el otro”
Salvador Dalí

Primera Parte
La mirada de un extraño

“Es una pena que las personas no podamos intercambiar los problemas porque todos sabemos
perfectamente cómo resolver los de los demás”.

23 de junio

Observo curioso cómo una multitud se reúne en la plaza para expresar su apoyo al intendente.
Comida gratis y unas cuantas palabras logran que los ciudadanos se vendan por un puñado de
atención: puras limosnas. Es un discurso repetitivo que podría poner al público en su contra. La
redundancia siempre me hace perder el interés por la idea que quieren transmitir. De todos
modos aquí, parecen amar el absurdo. Damián se identifica con cada uno de los objetivos
planteados, ¡pobre iluso! Sueña con un país mejor.
¡Nos sobra aguante!, dice la consigna en los carteles que combinan perfectamente con el escudo
partidario. Los seguidores están tan organizados que se han vuelto prácticamente protagonistas
en un nivel de politización que no conocía. Es un fenómeno muy llamativo del cual nunca he
participado. No es que me quede al margen, me era impensado verme en semejante escenario.

─Por tanto, desde nuestro Partido se valoraron los intereses simbólicos que estaban en juego.
Es que, como señala el gobernador en sus dichos de esta semana, no debemos pasar por alto que
nos movemos en un contexto de renovación en vías de la integración en Sudamérica y en el
mercado común. Esta innovación no deja de ser un escenario desde el que se proclaman los nuevos
valores para gran parte de Argentina y Brasil, sumergidos ya en la sociedad nacida del consumo y
el bienestar que se ha instalado en la última década.

La voz del intendente es fuerte pero su disertación tan compleja y además leída no da cuenta de la
real problemática que plantea. Diles palabras raras y asentirán con la cabeza como engranajes que
dan cuerda.
Terminado el acto la gran mayoría se dispersa mirando con aires de grandeza, sintiéndose osados
después de ser el centro del discurso.
El calor es sofocante, yo diría unos treinta grados a la sombra. El caos climático presente en junio
me descoloca.
Muchos de los que se iban cruzando tenían un aire tan orgulloso como asquerosamente
presumido. Sus cuerpos sobándose sólo parecían pensar en la forma de adelantar unos metros en
busca de un poco de fresco.
Fascinado ahora, observo la cuadra vacía, me regocijo en sus colores, en Buenos Aires las calles
tienen ese humor mezcla de belleza y decadencia; su estandarte.
Bajo mis defensas descuidado y, sorpresivamente, me percibe. Está desconcertado: terminó lo que
se daba. Le regalo un saludo mentalmente y me regreso a la soledad de mi hogar.
Silencio me recibe crudo y acogedor.
Una mirada al espejo me hace horrorizar, mi imagen parece distorsionada. Hasta hace unos
minutos era un hombre regordete, aturdido, con barba espesa que sobresalía desde el mentón.
Ahora, ¡ya no sé quién soy! Esto es un asco, murmuro mientras voy arrastrando los pies hacia el
baño.
Para cuando salgo me siento más humano y menos como el hombre que fui, chupasangre de un
político.

24 de junio

Me considero un tipo cuya vida es súper privada. Me gusta quedarme en casa y tener pasatiempos
sin salir de estas paredes. Odio hablar de mí, sin embargo soy curioso de la vida ajena.
Yo nunca estoy solo. No puedo explicar cómo sucedió, cosas más locas le pasan a la gente.
Aquí estoy, sentado en mi silla mientras descanso los pies sobre la mesa. Comienzo a masajear mi
sien buscando conectar con un extraño a través del don que poseo.
Las imágenes me ciñen en un torbellino de colores hasta que puedo detenerme en un suceso y
una persona especifica. ¿Alguien más le sucederá? ¿O quizás nadie lo intenta por miedo a ser
tildado de loco?
Me concentro en una mujer joven, cerca de sus treinta. Marina es muy delgada, de ojos grandes y
mirada sumisa. Tiene el cabello rubio con un negro incipiente en las raíces. De estatura bajita y
sonrisa contenida. Su reflejo en la ventana me da una vista de su fisonomía.
Toma un café desde la cama en su habitación y la capturo observando hacia las paredes. Sus hijos
no van a pasar el día con ella. Su ex marido, una vez más, se los llevó por el fin de semana. La
angustia es palpable, imagino es un sentimiento que se prolonga hasta que vuelvan de regreso.
Termina de comer unas masitas y no pudo dar ni un paso cuando se da cuenta que no está sola.
Puede sentir una presencia en la habitación, pero dudo mucho sepa de mí. Observa por los
rincones, aparta las cortinas, abre la puerta para divisar el pasillo y, aún intranquila, procede a
buscar bajo las sabanas. Vuelve a recostarse y emite un suspiro de frustración mientras intenta
terminar el café que ya está helado.
No sé por qué me quedé, no pude resistirme a dejarla ir. ¿Será su vida tan aburrida como la mía?
Recoge las llaves de la mesa y sale a la calle, tan rápido como sus piernas se lo permiten. Cuando
los peatones la empujan imprudentes me gustaría estar allí para alejarlos. La gente se apiña como
si viajaran en un camión de ganado, no dan ninguna señal de cordura sino que se estiran la ropa y
continúan gráciles.
¿Cómo pueden ignorarla? ¿Por qué son tan ordinarios con ella? Definitivamente nuestra raza está
destinada a la extinción: dormimos poco, comemos rápido, compramos apurados, manejamos
desquiciados, estudiamos desganados y más. De alguna manera vivimos en un zapping
permanente, vamos a detonar; claramente.
Su ritmo es frenético mientras intenta esquivar a todo ser que ose cruzarse en su línea de visión.
Encuentra la primera entrada y recorre el pasillo hasta llegar a la caja. Compra su pochoclo y se
sienta en una de las butacas más alejadas. Unos asientos más adelante una pareja de ancianos
abren un paquete de caramelos. A su lado una mujer rubia y chiquita enrolla y desenrolla un
mechón de cabello, es gracioso porque la acción se asemeja a tirar de la cola de un cerdo. Sus
dedos con las uñas tan largas que impresionan. Cuando veo a mujeres con las uñas así solo me
pregunto ─ ¿cómo se limpiarán el culo?
En el extremo inferior una niña se muerde los labios mientras mira la pantalla. Su madre
desinteresada se suena fuertemente la nariz sin el menor remordimiento por hacer un ruido
estruendoso.
Termina la propaganda y finalmente se proyecta la película.
─ ¿Dónde has estado? – le pregunta una mujer joven pero con el gesto endurecido.
─Fuera, salí a dar un paseo. –le retruca él desinteresado.
─ ¡Te odio! – Bronca pura brota de sus ojos en su mirada llena de rechazo.
─No más de lo que lo hago yo. –despreocupado se aleja unos pasos y se sienta en una butaca alta.
Otra escena y la sala transpira un clima de tensión.
─Nunca quise herirte – lo dice, sinceramente –De verdad.
─Ya lo sé ─ ella asintió.
─No puedo hacer lo que tú quieres.
─También se eso, solo duele ver que no lo intentas. – parece buscar en su cerebro las palabras
adecuadas para decir, es como revisar una bolsa vacía y estropeada.
─Lo intenté, aunque no puedas verlo, lo hice. – Su rostro en una mueca de dolor traspasa la
pantalla.
Se estremece todo mi cuerpo. Una catarsis emocional me sacude después de ver a esta pareja
desintegrarse bajo las presiones económicas y sociales que la ruptura de su matrimonio les
impuso. La última escena es de lo más tierna, cuando los protagonistas caminan por la calle y a
pesar de no estar “juntos” circulan por la misma vereda.
Una lágrima desciende por la mejilla de mi anfitriona y es tal la conexión, que termino replicando
el sentimiento en mi propio rostro.
La cuestión no es sentirse solo, es sentirte vacío.

6 de agosto

Hoy era un buen día, hasta que desperté.


Estoy acostado en el sillón, en la misma posición en que ayer estuve postrado en una cama de
hospital con el cuerpo una vez más entumecido. Me extiendo para tener más espacio y estiro
primero las extremidades inferiores. Levanto las rodillas y los pies. Roto los tobillos, los muevo
hacia adelante y hacia atrás. Me siento cómodo apoyando la espalda, miro lentamente a la
izquierda y después a la derecha. Giro los hombros unas diez veces, trabajo los codos sosteniendo
los brazos frente a mí y hago flexiones de bíceps. Arqueo las muñecas, y abro y cierro las manos
imitando la canción infantil. Cuando termino de elongar me siento muchísimo mejor. Esta rutina
después de regresar a mi cuerpo se transformó en una receta para una noche de mejor sueño.
Los sucesos de hoy, lejos de derrotarme, se convierten en un fresco estímulo. Al cabo de un rato
me quedo dormido soñando que algo extraordinario puede ser posible mañana.

Me despierto súper temprano, lo cual es raro ya que hace mucho que no ocurre. Me preparo una
tostada con palta y huevo, un cortado bien cargado y un pequeño vaso de jugo exprimido:
desayuno de campeones.
Antes del café odio a todo el mundo. Después del café: me siento bien de odiar a todo el mundo.
Termino mi plato y llevo los restos para poner a lavar. Los bártulos se acumulan en la pileta, no sé
cuánto tiempo hace que no limpio la casa, pero hoy no va a ser el día, visiblemente.
Sentado en la barra de la cocina me acomodo, y una vez más comienzo la búsqueda del día.
Un hombre sentado bajo un sauce, al costado un caminito en donde se ve la plaza. Muy centrado
estudia a los peatones, así como yo lo observo a él. La gente lo mira y pasa de largo, sorprendidos
de verlo en ese estado decrepito con la cara golpeada y la ropa desalineada. Nos sorprende al
pasar una chica joven en delantal de escuela, por la apariencia yo creería es una maestra.
─Hola señor, ¿se siente mal? ─Interroga al hombre visiblemente preocupada.
¿Gómo dishe, seorita?
No puede contestar, un sabor rancio le llena la boca y, aunque busca las palabras, su lengua se
enreda en las letras por lo que las frases salen pastosas como sonidos ahogados. ¡Pobre tipo!
Tomó tanto alcohol y desacostumbrado su cuerpo ahora paga las consecuencias.
─Tome por favor, cómprese algo de comer.
─ ¡No, no, gacias! ¡hip lar!
La joven se ofrece a darle dinero, pero mi acogido lo rechaza, no es ese su problema. ¡Tomá el
dinero, no seas estúpido! – le digo para mis adentros.
Se retira preocupada, me dan mucha intriga las personas solidarias. ¿Será siempre así? ¿Estará
lavando culpas?
Finalmente regresa.
─Disculpe señor. Le compré un café y unas galletitas. Si llega a necesitar algo más, a la vuelta esta
la Salita de primeros auxilios.
¿De dónde salió esta chica? ¿No sabe de la inseguridad en este país? Ahora solo espero que la
comida sea suficiente para levantar a este necesitado.
En estos momentos es cuando espiar se hace adictivo. Conocer la bondad de los extraños me trae
una sensación de bienestar capaz de querer vivir mi propia vida… Casi.
Es una pena que las personas no podamos intercambiar los problemas porque todos sabemos
perfectamente cómo resolver los de los demás.
En sus pensamientos interpreto que quiere ser otro hombre, modificar sus maneras y pulir su
conducta. Necesita cambiar de aire y de una vez, enfrentarse a la vida. Sobre todo tomar valor
para volver a la casa y reclamar su parte. Sus recuerdos están frescos después de haber rehuido
de los problemas durante los últimos días:
─Estas empeñado en ser un pelotudo─ le dice su padre.
─Solo tenes una oportunidad en esta vida. Si no podes resolverlo, no es culpa de nadie más que
tuya. – le dice su hermana disfrutando las formas en que se cambian los roles.
Lo tortura esa fiesta de cumpleaños que se acerca y cómo va a tener que convivir con la peste,
tolerando a sus hermanos con sus burlas y reclamos. Siempre se aleja de los sitios donde supone
va a pasarla mal. Esquiva las razones y cuestiona los motivos, siempre pone excusas. El
sentimiento no me es desconocido. Yo soy un verdadero imbécil también.
José termina la comida y ya con la panza llena siente remordimiento de verse en esta situación. Si
no estuviera borracho hubiera podido preguntarle a la chica su nombre, invitarla a cenar y quizás
entablar una conversación. Pero no es más que este patético individuo, la definición trillada de
pobre hombre. Este es el detonante que lo hace reaccionar.
Se levanta con parsimonia, alisa sus ropas e intenta peinarse con los dedos. Busca en su bolsillo y
encuentra unos billetes. Sé que me siente, pero lo atribuye a su estado. Intento ensamblarme con
su cerebro e infundir varias ideas.
Posteriormente, sale de la plaza y emprende el regreso a su casa. Ni siquiera recuerda el momento
del día en que salió para olvidarse de la vida. Lo puedo apreciar, de su pecho nace algo
insostenible que crece hasta precipitarse llamando a la cordura. Tiene voluntad y eso podría ser en
el fututo su mayor habilidad. Yo podría hacer mi parte e intervenir… lo voy a pensar.

18 de septiembre

Como todas las noches me dispongo a analizar mi estado bancario. Las acciones y bonos hacen su
magia para que el dinero se duplique. Realizo mi pedido en línea para el Súper y coordino para
recibirlo en la tarde. Reviso la heladera en busca de migajas, y mi suerte cambia cuando encuentro
una Tupper de sobras, una lata de tomate y un huevo que, deseo, no este podrido. Puedo cocinar,
no le vendría nada mal a mi organismo.
Los fideos de ayer deberían ser con salsa boloñesa pero después de ver el fondo negro en la olla
voy a llamar a este plato spaghetti allá carbonara. De todos modos mi estómago tiene el suficiente
acido para descomponer metales pesados o tendré que tomar una gaseosa cola.
Apenas recuerdo cuándo fue la última vez que salí de casa, yo también soy un adicto.
A la mañana siguiente el cielo esta nublado. El calor en Buenos Aires siempre es sofocante antes
de una tormenta. Nada de eso importa, no voy a estar ahí para verlo.
Estoy atravesando el trámite que se disputa a diario entre la modorra y la vigilia. Estoy a bordo de
una bicicleta, descendiendo como una garrapata en una calle de ripio hasta llegar a la orilla del
arroyo. Todavía no ha pasado una hora desde que comenzó la travesía y sin embargo pareciera
estamos en otra dimensión. La vista es magnífica, un cóctel de colores. Es ruidosa y al mismo
tiempo solapada; dos caras de una misma moneda. Es bulliciosa en el mejor de los sentidos, con
un sonido envolvente que te atrapa como un mantra. Todavía me quedan unos minutos de
camino. Veo un par de palomas picoteando migas, unas mariposas que revolotean sobre las flores
y unos niños arrojando piedras que rebotan en un hermoso efecto. Hoy va a ser un buen día,
pienso. En mi libro interno de supersticiones, las mariposas son de buena suerte. Verlas se me
hace extraordinario ¿Cómo pueden existir todavía? ¿Cómo resisten el ser gusanos antes de
convertirse? ¿Cómo eligen sus colores de entre todos? Simplemente son asombrosas porque así lo
decreto desde niño. Carla parece pensar lo mismo. Recuerda cómo rescató a una de las garras de
su hermano. Ahí estaba, encerrada en un frasco, con tan solo unos pocos orificios para respirar.
Ese fue el día que conoció el significado de la crueldad y podría parecer exagerado, pero cuando
eres un niño pequeño el mundo parece caber en una caja de zapatos. Hoy adulta, es una ferviente
defensora de la naturaleza. Su vocación es un golpe de aire fresco.
Ahora subimos por las calles empinadas rumbo a la oficina de su padre. Un cartel avisa que es
momento de una parada técnica para comprar un café y medialunas. Le es muy difícil decidir por
una sola variedad y, antes que quedarse con la duda, se lleva una de cada: ya tendrá tiempo de
atravesar el dolor intestinal por el consumo exagerado de harinas y azúcar.
Seguimos andando hasta llegar al cruce y el semáforo, muy amablemente, nos dice que tenemos
que esperar. La paciencia no es su fuerte, pero cargar energías antes le ayuda con la ansiedad.
Miro, tomo aire, observo. En pocos minutos regresamos al epítome del estruendo. Los autos,
micros y camiones pasan a toda velocidad. Ese aire que respiro no es más que el humo negro que
emiten sus caños. Aunque también hay algo bello en contemplar las rutinas de las grandes
ciudades. Todo parece estar tan sincronizado dentro de su propio caos. La luz indica que podemos
seguir y muy civilizadamente hacemos caso.
Llega a la oficina. Timbre, estaciona y abren la puerta. Pasa por el portal, se limpia los zapatos
manchados de barro, pasto y algo de excremento.
Se dirige al baño donde se acomoda el cabello, retoca su maquillaje y aclara un poco las ideas.
─Hola Norali, que lindo verte.
Saluda a la joven recepcionista.
─ ¿Qué pasó que llegaste tan temprano?
─Me caí de la cama, estoy bien.
Los burlones ojos celestes de Nori me observan desde el borde de su taza de té.
Carla se acomoda en su escritorio y así, una vez más, inicia la jornada.
Más de ocho aburridas horas pasan. Atender el teléfono, solucionar reclamos y tomarse segundos
para almorzar se vuelven realmente tormentosos. El día anticipa una jornada extra, y realmente
ahora entiendo el ritual de las mañanas. Me retiro exhausto, sabiendo que nunca escogería la
tortura de un trabajo en oficina.
No sé a dónde voy, pero sé que voy en camino.

20 de septiembre

Despierto sobresaltado, ¡que mierda de sueño! No recuerdo haber tenido una pesadilla tan
espantosa. Me atrae escribir mis vivencias, más bien la de ellos, y algunas veces las hago
canciones, pero este sueño fue tan horrible. En él me encontraba aquí mismo acostado en la cama
y junto a mi había una vieja decrepita, su cara enrojecida de llanto. Soltó una carcajada cuando la
miré, empecé a sentir un dolor en el pecho. Quería levantarme, pero estaba como pegado a las
sabanas, su sonrisa era aterradora. Me faltaba el aire y ninguna palabra salía de mi boca por más
que intentaba gritar con todas mis fuerzas. Se me acercó envuelta en una neblina, estiró la mano
para tomar la mía. La lengua se me quedo pegada en el paladar y realmente no podía tragar saliva.
El corazón empezó a latir muy rápido como un golpe de adrenalina. Sentí fallar mis órganos, las
manos entumecidas y las piernas como babosas no parecían sostenerme. Este ente quería que me
levantara con ella y en el momento de mayor tensión e incertidumbre, me desperté. ¡Qué carajos!

Ahora estoy atravesando esa muerte neuronal y súbita que soportamos cada vez que salimos de
nuevo a la vida todas las mañanas que se llama espabilar ¡Estoy loco, lo sé! Salgo del baño, luego
de ducharme y voy a la cocina a prepararme el desayuno. Levanto la mesa, lavo los platos y los
acomodo metódicamente en el bajo mesada. Riego mis cactus con apenas unas gotas: y a viajar un
rato.
Esta vez me encuentro con una preciosa nena. Es un día soleado, uno de esos sin una nube en el
cielo que manche el paisaje. Su patio tiene un hermoso jardín de flores, un poco demasiado
recargado de plantas para mi gusto y en el extremo opuesto unos juegos de plaza casi
rudimentarios. Hamaca, sube y baja y tobogán son las estrellas del lugar. Delfina la está pasando
súper bien esta tarde, jugando con su madre, su abuela y con sus hermanas. El papá llega de
trabajar y para malcriarlas saca una bolsa llena de golosinas que les trae como recompensa. La
única condición es tener que lavarse los dientes después de comerlas, sencillo. Las tres chiquillas
lo apretujan y entre abrazos y besos le sustraen las chucherías. Todo parece cernirse en un
ambiente festivo, hasta que Delfi agudiza el oído para sentir que sus hermanas cuchichean, se
susurran lo suficientemente bajo cómo para que ella no pueda escuchar lo que dicen.
─Te dije que hables más bajito Juana, no ves que se va a enterar.
Le reprocha Berta con un visible enojo y algo más que no puede discernir en su expresión. Celos
quizás.
─Que escuche, ¡que me importa!
Retruca Juana despreocupada.
Los hermanos a veces pueden ser odiosos, si lo sabré yo. Al final no hace caso a este enojo que
crece en ella, no va a permitir le arruinen el día. Yo habría tomado de los pelos a las otras chicas,
como siempre que la rabia acompaña mis sentimientos.
─No me gustan los gusanos de gelatina –dijo Berta y los tiro al suelo. –Ni siquiera son golosinas de
verdad. Su hermana mayor es algo robusta para la edad de once años, y también algo intimidante
para las otras.
─ ¿Los probaste? Por lo menos son más saludables que los caramelos masticables que se te pegan
hasta en las muelas. – le contrarió Delfina.
─ ¡Coff, Coff! – Tosió Juana que ya se había zampado media bolsa de confites de chocolate.
Las personas nos vinculamos mejor cuando comemos: las golosinas y los dulces nos relajan y
permiten modificar el buen diálogo con el otro. La paz se ha hecho a base de caramelo refinado.
Todavía no puede sacar de mi mente el día que creí ver a mi tío comiendo azúcar con la nariz, era
ingenuo, lo reconozco.
Escuchamos un chillido que viene del suelo a escasos metros de donde estamos. A través de ella,
observo es un pajarito ha caído de un nido. Es muy probable que sea recién nacido, lo reconozco
porque casi no cuenta con plumas. Entonces aún no puede alimentarse ni hacer vuelos. ¡Horrible!
Es totalmente dependiente de sus padres, ¿y quién no lo es? Lo único que tiene que hacer es
ponerlo en la palma de su mano o en una rama y si se encuentra bien, emprenderá el vuelo,
pienso sin poder intervenir mientras ella actúa.
Sin siquiera dudar se acerca hasta estar a los pies del ave, lo toma entre sus manos y coloca en
una rama amplia del mismo árbol del que cayó. El nido está demasiado alto pero esta chica es
ingeniosa y supone que, si lo deja en un lugar cercano, sus padres podrán encontrarlo fácilmente y
así alimentarlo. ¿Cómo alguien tan pequeño puede ser tan seguro y desenvuelto? Estoy
anonadado, hace tanto tiempo que no pasaba un día así, desinhibido y sobre todo sintiéndome en
parte amado.
Mi pecho se hincha de orgullo solo de imaginar lo afortunada que es la familia de esta niña, seres
así están destinados a cambiar el mundo.
¿Quién soy? ¿Qué hago aquí y qué significa esta realidad?, me pregunto cuando salgo de este
momento vivido que parece tan cierto y es tan opuesto al mío.

25 de septiembre

¿Qué fecha es hoy? Ya no sabes ni en qué día estás viviendo. Definitivamente debo planear salir
pronto del departamento, ¡quizás! Bien, me quedaré otra vez con mi compañía.
Preparo el desayuno, almuerzo y cena. Guardo cada uno en su correspondiente recipiente y los
dejo en la heladera para calentarlos cuando me entre el hambre.
Durante años, me lo pasé sentado delante de cada uno de mis psicólogos, tratando de explicarme,
buscando racionalizar cada miedo. Durante las sesiones odiaba no poder contar mi verdad, no era
una opción. Me siento como si una de las hadas madrinas de Aurora me hubiera dado el don de
pensar en escenarios catastróficos y así agobiarme por cosas que nunca pasarán.
Me acomodo el pelo que, de tan grasoso, parece húmedo. Enciendo la televisión y cambio de
canales en un rápido movimiento. Es más fácil que cuando busco personas. Me gustaría tener un
menú como el de Netflix para no malgastar mi tiempo con vidas insulsas.
Las pastillas nuevas son difíciles de tragar, pero debo reconocer que hacen su magia y me relajan.
Ya no estoy mirando programas.
Una mujer corre, su cerebro en alerta máxima. Se escuchan gritos al final de la calle, una noche de
fiesta que Lola ni si quiera termina de entender. Envidia a su amiga Laura porque su mamá la deja
manejar el auto y ella en cambio se ve ahora en estos problemas por falta de movilidad. Corre
ferozmente escapando de un grupo de adolescentes que le gritan obscenidades.
─Eh linda dale, no corras que sabes que gusta.
Le dice un chico robusto que lleva una gorra tapándole la cara.
─Dale mami, espérame bombón. ─Otro de los pendejos grita en tono burlón.
Después se transforma en una catarata de insultos más bravos, puta cómo lo menos ofensivo. Ella
siempre usa Uber y trata de ir y volver con el mismo chofer, pero esta vez no tiene dinero, esa no
es una opción. Se está mareando y los latidos del corazón no la dejan respirar, tiene miedo de
quedarse sola tirada en la calle. Yo tengo miedo también ¡Vos podes! – Le dije y no sé si fue por la
impresión pero tomó impulso para correr todavía más fuerte. Estiro su mano ondeando para
detener al colectivo, grito hasta quedarse afónica y accedió a las escaleras del bondi. No había
subido a uno desde que empezó a moverse sola, se sentía peligroso para su madre y habían
optado por viajar en autos mientras que la monitoreaban con la aplicación del celular. Por lo
menos dentro del vehículo se serenó por lo que duraba el viaje.
Se bajó en la esquina de su casa y con solo un par de pasos traspasó la puerta: sus padres ya
esperando. Por fin logró calmarme, nunca había sentido en carne propia lo que se vive siendo una
mujer en esta situación. Parece algo sencillo y sin embargo terminó siendo una cacería de
animales. Hoy este potrillo llegó con su manada.
Por primera vez en la noche respiro.
Luego del viaje una sola certeza me atormenta: jamás quería volver a tener ese sentimiento.
A las cuatro de la mañana logro dormirme, después de tan agitada jornada. El sueño no me
acompaña por mucho tiempo. Me despierto extrañando viejos tiempos. Apenas puedo pensar
cuántos días han pasado desde que salí a disfrutar con amigos; Las excusas nunca sobran conmigo.

Segunda parte
El inicio del caos

“Es curioso por qué mientras más vacía es mi vida mayor es el peso que cargo”.

3 de octubre

No recuerdo bien cómo inició, solo sé que nunca más pude detenerme.
Mientras Julio maneja hacia Córdoba por la autopista a Rosario charla efusivamente con su novia
Solana. Están discutiendo porque él decidió probar suerte en un trabajo en San Fe y de alguna
manera quiere tener esa experiencia solo.
─ ¿Qué te costaba decirme antes? Te pregunté mil veces, podrías haber sido sincero.
Dijo rotundamente y exhalo fuerte irritada.
─No es fácil hablar con vos, ya dabas todo por hecho.
Su mandíbula se apretó y los ojos se llenaron de furia.
─ ¿Y cuándo me ibas a decir? – no contesta y se queda recto con la mirada fija en el camino.
Está victimizándose con excusas poco creíbles, nunca tuvo intención de hacer partícipe a Sol y ella
se acaba de dar cuenta.
Una vez expuesto, no tiene ganas de rivalizar su decisión. En definitiva, la citó para poner fin a la
relación. No entiendo otro motivo posible.
Mi verdadero cuerpo se tensiona al ver en ella el dolor y la sorpresa. Es tan hermosa, pienso, pero
no la conozco, no todo lo que brilla es oro. ¿De qué otro modo alguien podría rechazar a una chica
con esta apariencia de ángel? O simplemente el tipo es un estúpido, me la juego que es así.
Trato de hacerlo voltear la cabeza, sin caso. Su mente es una mezcla de disgusto y tristeza.
Cambia el curso del camino para dejarla en su casa, el paseo ya no tiene más sentido. Entonces
escucho un ruido ensordecedor, su cuerpo sale disparado golpeando el techo y rebotando en los
asientos, puedo ver cómo ella esta sostenida por el cinturón, su pelo se alborota salvajemente en
todas las direcciones posibles.
Estamos
en
cámara
lenta
.
.
.
.
Silencio
Entiendo que el coche da varios tumbos hasta quedar boca abajo. ¡Puta madre! No quiero ni
pensar en el dolor indescriptible que tienen los ocupantes. Nunca había sido participe de un
accidente y después de lo que estoy viviendo no estoy seguro de querer volver a subirme a un
vehículo.
Escucho cómo ella lo llama por su nombre, él no puede moverse ni hablar. Los autos empiezan a
parar alrededor, voces de personas, gritos, sirenas… Caos.
Todo se vuelve borroso, los ojos se cierran, no podemos volver a abrirlos, él apenas está
consiente. Yo quiero verla, no importa lo que mi hospedador quiera. Tengo que estirar la mano e
intentar tocarla, saber si está bien. Trato de retener los nombres y lugares. Quiero conocerla.
Julio se hunde en un sueño profundo y me lleva también. Pasan varias horas hasta que recupero la
conciencia, aunque no sucede igual con él. Sus ojos cerrados no me dejan ver, pero deduzco
estamos atrapados. Siento aparatos en la nariz, en la boca, en el pecho y una manguera colgando
del brazo. Está en coma, ya no tengo más fuerzas para retenerme en esta mente. No tengo idea
que pasaría conmigo si él muriese. Habiendo perdido la noción del tiempo, opto por abandonar el
barco.
Me siento un cobarde, ¿qué otra cosa puedo hacer?
De vuelta a mi habitación enciendo un cigarrillo, hábito que copié de uno de mis anfitriones y
estúpidamente ahora soy adepto; espero pronto poder dejarlo. Pienso en Solana, el fresco de su
rostro, su precioso pelo rubio y esos rulos que caen perfectamente por su piel. ¿Desde cuándo soy
tan sentimental? Ya no debería acoplarme a mujeres, eso está infiriendo seriamente en mi
masculinidad. Absurdo, ¡no llores como un niño cuando no supiste ser un hombre!
No pierdo el tiempo, quien interfiere en el destino ajeno ¿podría encontrar el propio? Dejo de
quejarme, mañana será una nueva aventura y ya estoy ansioso por comenzar. Quizás la vida pueda
volver a juntarnos. ¿Qué sí creo en el destino? ¡Yo, soy el destino!

4 de octubre

La alarma del despertador suena al tiempo que hago mi intrusión.


─ ¿Estás listo? ─ Le pregunta una adolescente al momento en que se tira en la cama para terminar
de despertarlo.
Le da un abrazo que suena a fraternal y aunque adormilado Iván se levanta para comenzar el día.
No estoy ni remotamente feliz cuando veo al lugar a donde nos dirigimos. Creo que nadie nunca
debería volver a sufrir el infierno de regresar al colegio pero a base de tortura este muchacho es
un maestro de Biología.
Enciende la computadora y empieza a proyectar imágenes en la pantalla. Busca un marcador y
escribe sobre una pizarra blanca.

Los tres componentes principales del cerebro son:


*El encéfalo
*El cerebelo.
*El tallo cerebral.

Cuando estoy aburrido empiezo a dibujar cosas, desde pequeñas espirales hasta arabescos,
depende de qué tan aburrido estoy aumenta la cantidad que hago. Los estudiantes se ríen sin
parar y no es hasta que miro la pantalla que veo que hice que Iván la llenara de garabatos. Le
duele la cabeza y asombrosamente puedo sentir lo mismo. Relajo mis emociones y lo dejo fluir en
su ambiente habitual. Continúa la clase más aburrida de la historia, aunque no me vino mal
refrescar algunos conceptos olvidados y encerrados con llave que conforman los conocimientos
del secundario. En su hora libre camina por el patio y examina su celular actualizando los chats del
día. Parece totalmente ignorante de mi presencia, está tan centrado en su tarea que nunca si
quiera se le ocurre pensar que hay un intruso viviendo en él. Estas son las personas más aburridas.
Es muy entretenido ver a las que dudan y, aunque es horrible sentir su paranoia, esos suelen ser
los seres de vidas más interesantes.
Empuja la puerta de la clase y entra paseando. Ahora tengo tiempo de prestar atención al
decorado ecléctico del aula. Colores vivos y frases que invitan a reflexionar dispuestos en cada una
de las paredes. Mapas y estructuras rebosan en las estanterías, saturando la vista del salón.
Una chica entra y me sacude de la ensoñación.
─ ¿Qué necesitas Bianca? ─Le pregunta Iván.
─ Solo quería comentarte que no voy a poder entregar la monografía que pediste.
El asiente con gesto reprobatorio pero la chica continua.
─ Hay un inconveniente familiar y no sé cuánto tiempo va a tardar en resolverse. Si me pudieras
dar una semana más, yo estimo que va a ser suficiente para poder cumplir.
─ ¿Dónde se supone que tenés que estar que no podés hacer tus tareas?
La adolescente comienza a parlotear una vida entera de excusas y yo no hago más que observarla.
El pelo rubio, ojos grandes con un iris cristalino. De inmediato imagino a una chica de iguales
rasgos y unos bucles que le caen por los hombros… Solana. Respiro con dificultad en mi propio
cuerpo haciendo lo mismo con Iván que se toma de la pared. Al incorporarnos todo el peso del
accidente se ciñe con imágenes que invaden ambas mentes. Suelto una carcajada que se ve
silenciada por la sorpresa de este hombre. Yo soy el culpable del horror en que se ve inmerso. Sé
que pudo ver las imágenes del accidente y realmente sintió el impacto como si hubiera sido parte
de la escena. Desata el asfixiante nudo de su corbata y pidiendo disculpas sale a trompicones del
aula. Llama por celular al director y bajo la excusa de una emergencia se va del edificio caminando
enloquecidamente por el estacionamiento. Es culpa mía, soy un boludo.
Sube al auto y ajusta sus manos al volante. Lo fuerzo a tomar respiraciones profundas y meto ideas
que suenan a paz para poder tranquilizarlo. Totalmente se me fue de las manos, pero pude
calmarlo a tiempo de que no haga una idiotez como manejar alterado. Mayormente, solo puedo
dejar a una persona cuando está en un sereno estado de conciencia. No sé si es parte del don o es
la culpa que hace que me quede hasta esos momentos.
Una vez que estaciona el auto en su casa me despido con algo de nostalgia por saber más sobre su
vida.

16 de octubre

Esta mañana todo parece diferente, despierto envuelto en sudor frio. Han pasado varios días
desde el accidente, aún me afecta. Estoy respirando con dificultad y al incorporarme se me viene
el mundo bajo mis hombros. Es curioso porque mientras más vacía es mi vida mayor es el peso
que cargo.
Quisiera pensar que todo va sobre ruedas y que mi subsistencia está en orden. Sin embargo, acabo
de hacer una pésima elección. Estoy dentro de este sujeto Andrés, parado en medio de la calle al
tiempo que veo caer por sobre mi cabeza un botín de futbol, una cantidad ropa y artículos
personales que son desperdigados en plena vereda.
Una chica, Sonia, está tirando todas las pertenencias de este tipo por el balcón del segundo piso.
Ella va vestida solo con un minúsculo camisón, su cara roja y desencajada. No hay lágrimas, es más
la furia ante el supuesto de que Andrés la engaño. Él sigue pidiendo perdón y justificándose, yo sé
que en parte es verdad pero lo cierto es que no está realmente comprometido con la relación. Sus
conversaciones con Vicky y Sofía pesan con reconocimiento de culpa, yo más bien creo que es
totalmente un idiota.
─ ¡Hijo de puta! ─ grita ella en el instante que tira una computadora portátil.
─ ¡Estás loca, totalmente loca! ─le contesta y un espasmo le recorre todo el cuerpo.
─Nunca vas a cambiar. Soy tan estúpida. –grita una especie de gruñido que queda silenciado
cuando se tapa la boca tratando de contenerlo. Vergüenza surcando cada rasgo de su cara.
─Por favor, déjame explicarte. Vamos a calmarnos, quiero subir.
─ ¿Qué mes vas a decir? Vi los mensajes en tu computadora, ¡te haces el conquistador y no sos
más que un pelotudo!
─Por favor – insiste ─ déjame explicarte. –lo repite tantas veces hasta que consigue su objetivo.
─ ¡Es la última vez! –suspira contrariada ella ─Subí.
La chica se retira y le arroja un bolso para que pueda guardar la ropa. Mientras recoge las prendas
su cabeza va a mil intentando pensar cómo convencerla. No puede desaprovechar la oportunidad.
Al entrar en el departamento, el ambiente se corta con un cuchillo. Andrés la toma por detrás en
un movimiento rápido y aunque ella se resiste, voltea para enfrentarlo. Lagrimas surcan el rostro
de ambos, las de ella son reales y las de él son las mías propias replicadas en este cuerpo. Pido
perdón por él, le juro que no fui infiel, porque ciertamente yo no lo hubiera hecho.
Llevo mucho tiempo metido en esto, cada vez me siento más pequeño; ya no parece ser tan
cómoda esta vida. No es tan fácil lo que está pasando conmigo y con él, hay una presión que
bordea mis pensamientos. “Todo va a solucionarse”, me gustaría tener la confianza de este tipo.
Una vez más, ella lo perdona. Sonrió irónicamente al sentir cómo se besan. Los labios siguen ese
momento en que la lengua del él entra en la boca de ella. Lo hace una y otra vez, han sido tantas
veces que quiero imitarlo. Un segundo de culpa me atraviesa y me hace sentir sucio, o todavía
peor: soy un ladrón de momentos, un voyeur.
Mi trabajo aquí ya está hecho.

19 de octubre

El sol de la mañana no es suficiente para borrar mis sentimientos impuros. Apenas me estoy
recuperando de aquello y ahora, estoy acompañando a este muchacho alegre.
Cuando llegamos, una chica nos espera en la entrada principal de un edificio. Es súper linda con
una sonrisa fresca. Está vestida de manera escandalosa con unos jeans negros y una blusa
escotada que no me deja nada a la imaginación. Gael estaciona el auto en el espacio más libre y
sale para abrirle la puerta del acompañante.
─Gracias por buscarme, no tenías que hacerlo. – le dice mientras lucha con una sonrisa.
─Lo sé, pero quería. – le contesta boquiabierto.
Pone el vehículo en marcha y conecta el celular para escuchar música en el viaje.
Nunca hacen cosas como esta porque mayormente son amigos, pero últimamente han avanzado a
un nuevo nivel. Tomamos la autopista Panamericana y vamos hasta el bajo de Belgrano.
Caminamos por la calle que bordea la vía de tren y nos tomamos las manos muy sutilmente, yo lo
siento y mi chico también.
Se meten en una conversación fácil, intercambiando historias sobre su semana y es tan amena que
me dan ganas de hacer lo correcto. La curiosidad mató al gato, así que permanezco en la sombra.
─Cuando termine los estudios, pienso salir de mi casa y buscarme alguna amiga para compartir
alquiler – le dice – Mis hermanos ya me agotaron y con el sueldo que tengo puedo permitirme la
mudanza.
─Me parece una excelente idea, puedo ir a visitarte también. –ella me rodea el cuello con los
brazos y puedo sentir su cuerpo cálido rozando la piel de mi espalda. Corrijo, su piel.
El restaurante es agradable y sin pretensiones. Las paredes revestidas en madera rústica con una
iluminación suave, baldosas de granito y un poco más de una docena de mesas.
La moza nos ubica en un box muy cerca a la cocina, la cual puedo espiar a través de la media pared
que nos separa.
Leo y releo con Gael el menú durante varios minutos. Él quiere pedir Pizza y yo quiero una paella.
¿Adivinen quién gana cuando Analía comparte mi elección? Es como si pudiera adivinar qué
piensa, y quizás puedo… Nunca lo he intentado.
¿Cómo es tan linda?, solo esa mirada valdría el precio de cualquier plato. Afortunadamente no hay
langosta en el menú, porque juro se la hubiera comprado, o más bien hubiera sugestionado a mi
hotelero.
Charlan sobre el trabajo, mayormente ella habla y él escucha mientras trata de entender cómo no
perder su temple.
─ ¿Cuál es tu gran secreto? –comenta él esbozando una media sonrisa.
─ ¿Qué específicamente quéres saber? – dice ella, curvando divertida la comisura de su boca. –
Además, si te lo dijera ya no sería un secreto.
─ No sé para qué lo pregunto si ya sé la respuesta – ambos ríen en un chiste interno el cual mi
humor no llega a comprender y es parte de la complicidad de su relación.
─Estaba bastante nervioso, tenía miedo de darte una mala impresión.
Ella se ve totalmente seria ahora, más como interesada.
─Estamos bien, y vamos a ver qué tal sale. No tengo ninguna expectativa más que conocerte
mejor.
─ Divertirnos, ¿cierto?
─Siempre.
Hay un innegable hambre de ambos y no estoy hablando de comida. La tensión es más que
palpable.
¿Podría hacer una intrusión? ¿Por qué estoy tan nervioso? Esta noche debería ser exactamente
como las otras veces que he estado tonteando. Solo son adultos divirtiéndose y cuando termine la
cena volveré al otro lado exactamente como lo dejé. Pero no puedo silenciar esa pequeña parte de
mí que piensa lo contrario.
Algo está cambiando, no importa lo que siga diciéndome a mí mismo. No es posible que persiga
esto de la misma manera en que lo hacía antes. Realmente no sé cómo sentirme al respecto. Yo no
sé si este sentimiento que crece en mí es de compasión o significa mucho más, se asemeja a la
emoción que aparece después de perder lo que uno tiene. Entonces, ¿tal vez eso es todo en lo
que necesito concentrarme?
¿Sera que merezca una oportunidad?, no creo estar preparado aún. Soy humano y a veces cometo
errores. Soy redundante, así soy.
Nuestra comida llega y me doy cuenta que estamos en silencio. Ella me mira, lo mira, perdón, hice
a Gael perderse en mis pensamientos y la ignoramos por largo rato.
Él está dudando de seguir con esta incipiente relación, ahora tiene imágenes de una hermosa
rubia con el pelo ondulado en su cabeza. ¡La volví a cagar!
─ ¿Estás seguro que hicimos bien en salir hoy?
─ ¡Claro que sí! – suena un tanto confundido.
No tengo otra opción que trabajar en su mente:
Sos el mejor para ella.
Tenes coraje.
Sabes lo que haces.
Sos honesto.
Lo más importante, la queres.
─Me gustas, mucho.
Le dice por fin él.
─Me encanta oír eso, vos también me gustas.
Su sonrisa es vibrante y ligera. Me hace pensar que todo saldrá bien con ellos.
Para cuando terminan de comer, ambos tienen las mejillas ligeramente sonrojadas por el vino.
Fuera del restaurante se toman de las manos y regresan en busca del auto.
─ ¿Tu casa o la mía? ─ pregunta ella osada.
Él se ríe y le acaricia con una mano la mejilla y con la otra el antebrazo. Creo que se siente tan
acelerado como yo. La acerca, murmurando en su oído:
─A tu casa. – con voz ronca.
Yo la beso antes de que él siquiera pueda ordenar ese pensamiento. Responde con lujuria,
nuevamente sus brazos alrededor de su cuello para acercarlo más mientras sus lenguas bailan
desordenadas. Compartimos silenciosos gemidos de placer y anticipación.
Rompo el contacto con el tiempo suficiente para volver a mi dormitorio. Nunca antes me había
afectado tanto sentir esta experiencia. ¿Por qué me importa ahora? No lo sé, me río y solo vuelvo
a cuestionarme una y otra vez hasta quedarme dormido.

22 de octubre

A la vida hay que hacerle el amor


sin drama, con locura y pasión
Jugar con la imaginación
sin tener que pedir perdón.
Solo me falta salir de mi agujero interior, pienso al tiempo que golpeo la mesa con las yemas de los
dedos conectando al ritmo de la canción.
Me sonrió a mí mismo: la locura de mi imaginación. Así es mi historia con vidas cruzadas y nuevos
puntos de partida. ¿Será que el tiempo y el espacio juegan juntos? Hacen guiones de películas
como si pudieran ser contadas. Voy probando las llaves que me abren a la aventura y entendiendo
que vivir no es malo, de todos modos. Una vez que caigo simplemente me levanto.
Perdono mis acciones pasadas al espejo, tratando de vivir el día a día. Proyecto mis ilusiones en
ellos, intento hacer algo mejor de sus vidas. – me digo: ¿qué hay de la mía?
Ahora que encontré la manera de volar ¿qué dirección debería tomar?

Cuando las puertas del ascensor se abren nos recibe un oscuro pasillo donde se cuela mucho
viento y ruido. Mete la mano en el bolsillo pero no puede encontrar lo que busca. Es un fumador y
para mi suerte está intentado dejarlo, algo que aún no he podido hacer. Al llegar al vestíbulo
aguarda a su hermana.
Una mujer se acerca a las puertas vidriadas, coloca su llave y con rapidez la abre de par en par.
Una ráfaga nos sacude y mi aturdimiento lo contagia, delante mío vuelvo a estar frente a Solana.
─Discúlpame, ¿vivís en este edificio? ─ Acabo de hacer algo que nunca hice y ni si quiera sé cómo.
Estoy bloqueando la mente de Ramiro y tomo casi entera voluntad de su ser.
─Hola, sí vivo acá. ¿Necesitas algo? – lo hago decir, eufórico. ¿Esto realmente está pasando? ¿y
ahora qué voy a hacer? Entro a desesperarme sin siquiera saber bien por qué. Ya sé, simplemente
voy a averiguar un poco de ella y después puedo contactarla de otra manera. Es cuestión de ser
razonable, no puedo actuar impulsivamente: no esta vez.
Volteo la espalda hacia ella mientras revuelvo la mochila que cuelga sobre sus hombros. Ante la
conmoción no sé qué decir, temor y expectación, una combinación diversa que no podría
describir.
El enojo se hace evidente en su rostro, imagino que a nadie le gusta que un extraño lo miré y
evalué como estoy haciendo ahora. Definitivamente tengo cero tacto y no se me da nada bien en
este encuentro fortuito.
─Perdón, nunca te había visto. Yo vivo acá también. – Solana se ruboriza y sonrie.
─Lo sé, te vi varias veces paseando tu labrador. –empiezo a reírme nervioso.
─ ¡Ah, sí! Justo ahora voy a buscarlo. ¡Que tengas buen día! – me quedo paralizado pensando.
─ Gracias, vos también – lo dice sinceramente.
─ ¿Cómo es tu nombre? – pregunte por cortesía.
─ Solana. ¿El tuyo?
─Ramiro. ¡Que sigas bien!
La dejo ir porque ni si quiera sé qué decirle: ¡cobarde! Al menos ahora sé dónde vive y puedo
llegar a averiguar qué pasó con su novio. Me fui antes de saber su desenlace, bien podría estar
enterrado a siete metros bajo tierra.
Es cierto que Ramiro tiene un perro, siempre lo recibe con una alegría tan pura moviendo la cola a
ritmo. Me enternece, transforma mi desdicha en añoranza. Por más mierda que tenga encima no
vamos a dejar de cumplir con este ser tan sensible que nos pide salir a pasear con estas ganas.
No sé cuáles eran los planes del sujeto, pero las mías son tomar dos cervezas de la heladera y un
paquete de papas fritas picantes. Me agrada mucho este pibe, tiene una alimentación básica como
la mía. Sin embargo lo siento tenso y temperamental. Imagino que es una de esas sensaciones
negativas que se tienen cuando dejas de fumar. Debe estar dentro de los primeros días de
abstinencia porque su mal humor es total; con razón lo siento rendirse tan rápido al intentar hacer
los quehaceres de la casa.
Salimos a la calle y recorremos unas cuantas cuadras. Caminamos de forma relajada, guiando al
animal con suavidad y deteniéndonos siempre que quiere orinar. Yo creo que prácticamente no
dejó árbol sin marcar hasta llegar a la plaza: su lugar predilecto, entiendo. Este paseo es para
Romeo, uno de los momentos más importantes del día, su intensa alegría nos lo manifiesta. El
parque es grande rodeado de altos ficus y enormes sauces llorones que inundan de sombra el
lugar. Es una extensa llanura de césped que crea formas y caminos bordeados de cercas que
marcan los espacios donde se permite circular. En el centro hay un mini anfiteatro donde ahora sé
que los viernes por la noche tocan bandas de música y hasta se dictan clases de Zumba. A su
alrededor hay bancos de diversas formas para que la gente descanse, aunque a esta hora no hay
muchas personas por lo que me permito respirar aire fresco (como si de verdad pudiera). Nos
sentamos y dejamos que el perro disfrute mientras entra y sale entre los arbustos. La verdad es
que lo estoy pasando muy bien, logro relajarme saboreando el momento. Inhala profundamente
por la nariz y exhala por la boca no menos de diez veces. Debo reconocer que esta pavada del yoga
funciona, me hace centrarme en este instante y olvidarme que hay mierda detrás que debería
resolver. Tal vez me convendría probar una meditación, buscar a un guía espiritual y ver a través
de él: nunca se sabe.
Cambiando la postura giro la cabeza y Ramiro se sorprende al ver a Romeo jugando bruscamente
con un perro gris bastante más pequeño. Se levanta para cambiarse a uno más cerca de donde
están jugando; no sea cosa que se lastimen y tenga problemas con el dueño. Tras encontrar otro
sitio, sacamos el celular y comenzamos a navegar por internet gracias al WI FI libre del lugar. Yo
sigp con la vista en el móvil hasta que le hago prestar atención a otro hecho, desviando la mirada
hacia un hombre que sentado a escasos metros y le clava la vista. Llevamos cerca de quince
minutos así y tras ver a mi anfitrión sonrojado comprendo lo que está pasando: le gustan los
hombres, no había visto antes las señales. Realmente no tengo nada con eso y hasta debo
confesar que he participado de algunos encuentros en mis posesiones a diferentes hombres. El
cuerpo no es más que una herramienta para manifestar los sentidos, las emociones, y sobre todo
el placer. Siente, tiene necesidades, exige amor propio y marca en esencia la naturaleza de las
personas. La dignidad de todo ser humano debe ser respetada y por supuesto permitir al cuerpo
eso que desea la mente. El amor es amor y el sexo se siente bien independientemente de la
genitalidad que tengamos: ¡tenía que decirlo!
Está claro que hoy no tiene ganas de hacer nada así que tras un leve saludo decide volver a casa.
Una vez de regreso el perro se recuesta sobre su estómago en el frío suelo más que exhausto. Él
coloca un plato hondo de plástico con agua fresca de la canilla y sirve en el otro recipiente una
cantidad medida de alimento balanceado. Se estira en una silla de oficina y revisa la computadora
de escritorio. Ramiro se siente muy compenetrado en el proyecto de construir su casa. Ya no tiene
más ahorros, todo lo que gana con su trabajo de diseñador gráfico lo invierte en eso. Adquirió una
propiedad a remodelar, las condiciones edilicias no son las más favorables, de todas maneras
siente la necesidad de poder disfrutar de tanto esfuerzo.
Hace tres años vivió un cambio profundo, debiendo dejar Maipú para mudarse a Palermo y así
abandonar la tranquilidad de ser contador para sumergirse en el diseño. Si bien ya había estudiado
una carrera previa en Mar del Plata no se compara al monstruo de Buenos Aires. Su hermano
mayor ya se encontraba viviendo acá cursando la carrera de Medicina. Igualmente, la adaptación
no fue fácil.
Nunca se pudo acomodar del todo, ¿quién puede culparlo? Hacia deporte todos los días para
ahora estar sentado frente a la computadora diseñando. En pocos meses aumento unos diez kilos.
Los primeros tiempos los resultados no fueron como esperaba, finalmente logró adaptarse y
concluir con éxito la carrera.
Termina de teclear mientras guarda su último trabajo. Su mascota se contorsiona al tiempo que
emite suaves ronquidos. La idea de tal descanso lo contagia y se dirige a su habitación para dormir
una merecida siesta.
No debería perder tiempo en mirar otras vidas, sino usarlo para arreglar la mía. La gente exitosa
nunca se preocupa de lo que los demás están haciendo: debo decir que tampoco me importa
demasiado. Lo cierto es que aprendo día a día que todo el mundo miente y que lo único que los
diferencia entre sí es el motivo.

26 de octubre

El ayer es historia, el mañana un misterio. Me doy una ducha que parece interminable, el agua
está solo a unos grados de quemarme. Se siente bien esta temperatura, parece borrar las historias
de aventuras lejanas. Una vez que termino de enjabonar cada rincón posible dejo que arrastre los
restos, como soy un masoquista doy un último enjuague bajo un chorro de agua fría aumentando
así mi ritmo cardíaco. Increíblemente está rutina estimula mi estado de ánimo e incrementa mis
niveles de energía.
Logro calmar la ansiedad que me carcomió durante toda la noche. Mientras termino de secarme y
acomodo la cama deshecha, escucho cantar a Los Tipitos:

Delirio, tremenda ficción literaria,


secretos que fueron plegaria.
Espejo maldito que al fin
duplicó toda su vida.
Andando las calles ajenas
de hombres que al fin le dan pena.
Campanas en la noche,
ruidos de melancolía
de esperar
¿Qué esperar?
Esperar que ella vuelva
y le diga acá estoy mi amor.
No existe el olvido.
Acá estoy mi amor de vuelta
he vencido.
Lo puedes creer, no existe el olvido mi amor.
No existe...

Si tuviera que elegir una canción para escuchar en repetición sería esta, prácticamente describe
mi vida. No es casualidad mi fanatismo por el grupo y se debe a haberlos visto tocar en la Avenida
3 de la peatonal de Villa Gesell. Era muy muy chico, me acuerdo, y son momentos de una vida
normal que se ven enterrados por quien soy hoy. No me quejo, elegí y hasta ahora funciona para
mí: consuelo.
Mi plan para el día de hoy puede ser una genial o estúpida idea, dependiendo del resultado. Me
arriesgo.
La voz de un enfermero resuena dentro de la habitación. Siento su mirada por sobre el rostro de
este pobre tipo que está ido esperando en la camilla. Algo me dice que alguna vez fue exitoso y
seductor, pero después que traspasó el umbral de la clínica dejó de ser alguien para convertirse en
los restos de este cuerpo que ahora no le responde. Los efectos de la anestesia son renovados
prácticamente cada par de horas evitando el tiempo en que pudiera empezar un colapso.
Memorias que vienen y van; siquiera sabe su nombre. Una noche muy oscura, tanto que no pudo
ver lo que se venía hasta que escuchó el sonido final. Un alarido que resonando en su espalda fue
lo último mientras permanecía cuerdo. Un traumatismo de cráneo le produjo una lesión en el
cerebro y lo puso en este estado de coma, al menos eso es lo que dice el médico ya que mi amigo
no me brinda más información.
No es consciente de él mismo ni de su entorno. No puedo ver quién es ni física ni mentalmente: un
misterio.
Si este proceso se dilata en el tiempo puede entrar en un estado vegetativo. Cuanto más pase así,
la recuperación será más complicada; advierte su neurólogo.
Personas entran y salen. No lo llaman por su nombre, se refieren a él como “pobrecito” y a veces
puedo escuchar un: ¡dale campeón que vos podes!
Una suave voz me invita a quedarme.
- Había una vez un chico que cayó muy enfermo. Tenía que estar todo el día en la cama sin
poder moverse. Solo unas pocas personas lograban acercarse a verlo y seguro sufría
mucho. Eso hizo que sus padres y todos sus afectos estuvieran tristes y decaídos por no
poder cambiar la situación.
Se turnaban para pasar tiempo con él, compartir canciones, malos chistes y hasta el horóscopo.
Había una persona en especial que quería más que nadie que despertara. Ella escribió una carta
donde volcó todo su corazón y la dejó justo encima de la mesa auxiliar para que él leyera cuando
finalmente se levante. Por tanto, si realmente querés saber qué dice, levántate o no vas a poder
conocer el final del cuento.
Ahora voy leerte un fragmento de lo que escribí y sé paciente. Espero que no te aburras tanto
como para seguir durmiendo. ¡Mal chiste!, lo sé.

Espero que te levantes pronto y que este mensaje te haga sonreír.


Aún te amo, recordalo.
Deseo que abras tus ojos y lo primero que veas sean estas palabras.
Un día la vida nos golpeó fuerte, te alejo de mí.
Yo sin salvavidas no tuve más elección que resistir y nadar contra la corriente.
Me mentiste y dolió tanto… Pero no más que perderte.
Entonces aprendí a ir siempre con la verdad aún cuando aquel que prometió amarme no cumplió.
No puedo dar vuelta la página hasta que vuelvas conmigo. Porque vas a hacerlo y ahí voy a estar
para vos.
Imagino estarás sonriendo como siempre que leías mis poemas tristes.
También quería que supieras…

Que jodido infierno, no sé qué carajo pasó, estoy de nuevo en mi casa. Realmente un tren de carga
me llevó puesto, casi literalmente. Pobre tipo, en ese estado sin siquiera poder escuchar a las
personas que van a verlo. Realmente no fue un buen viaje para mí.

29 de octubre

Me levanto temprano en la mañana, me pongo una camisa, un jean y trató de atarme los zapatos
mientras bajo en el ascensor. Tomo el teléfono y corroboró el horario de la clínica médica para
cumplir la cita. Necesito conseguir nuevas píldoras rápido. No había pasado tanto tiempo inmerso
en mi departamento y salir a la realidad se siente como si me hubieran cambiado las baterías. Mi
mundo se vuelve cada vez más pequeño a tal punto que muchas veces se hace imposible para mí
moverme de los límites de mi edificio, donde me siento seguro sin sufrir esta ansiedad severa.
Recuerdo que tres meses después de mi primer ataque, que sucedió en un supermercado,
comencé a encerrarme. Tuve que abandonar mi trabajo. Me avergonzaba que mis amigos hicieran
mis compras y más aún cómo recurría a pedirle mandados a mi vecina de setenta años.
Miedo
Miedo
Miedo
Miedo a estar solo
Seguramente es hereditario, cuando creces con padres que le temen a todo no hay mucho más
que puedas pretender. Tené cuidado con esto, tené cuidado con aquello, no hagas eso que es
peligroso, no vayas solo, no estés con “x” persona, no te arriesgues… ¡No existas!
Es más fácil vivir a través de la vida del otro, como mirar Gran Hermano sin tener que afrontar el
agobio y la presión de ser exitoso. Yo puedo ver la verdad de quien es, con lo que puede llegar a
ser esa persona a la que invado.
Tener criterio también sobre qué, a quién y cómo lo hago. Reglas básicas igual que en una
sociedad, al menos me dejan dormir “tranquilo” en la noche.
Odio que me hayan quitado eso que yo era, que me despojaran de mi inocencia. Era una persona
pura y sin malas intenciones y esta maldita existencia me lleva a ser quien soy ahora. Esta mierda
que vive de prestado que no tiene un cospel para el medidor. Odio cuando me doy cuenta de lo
que soy hoy. Adiós ingenuidad.

Subo a la siguiente conexión y el mismo infierno me recibe.


¿Qué mierda está pasando? Humo negro nos rodea, no puedo ver nada y me cuesta horrores
respirar. Fuego violento invade lo que parece un galpón como de un supermercado. Los otros
bomberos despliegan un operativo para impedir la propagación, emplean todo lo que está a su
alcance para evitar un colapso del techo. Están utilizando un hidroelevador para combatir las
llamas en forma aérea: una total locura.
El personal de Defensa Civil de la Ciudad colabora en la evacuación de los vecinos y nos está
brindando apoyo a los bomberos en el operativo.
Yo soy totalmente ajeno a la situación y dejo mover a Darío como el héroe que es. Estuve a punto
de irme pero a base de un coraje, que no sabía que tenía, decido quedarme.
Los equipos de auxilio evalúan el estado del edificio y las viviendas cercanas, comprobando que no
exista el riesgo de nuevos derrumbes.
Junto al resto de los compañeros combatimos el fuego utilizando tres líneas. La lluvia, un bálsamo
caído del cielo elimina los posibles focos llenando el aire de tranquilidad.
Después de esperar que los vapores se disipen, corre fuera del edificio, se quita la máscara de gas
y disfruta del oxígeno puro que ahora limpia sus pulmones.
Una mujer joven se encuentra sentada contra la pared, su respiración es irregular mientras
envuelve las rodillas contra su pecho.
─ ¿Estás bien? ¿Te puedo ayudar? –un sentimiento desgarrador me invade al mirarla.
─Por favor. –es un ruego.
─ ¿Cómo te llamas? –le digo mientras acerco mi mano a su pera para que conecten nuestros ojos.
─Simona.
Ella mira con curiosidad. Aspira una profunda bocanada de aire al tiempo que su pecho sube y
baja. No lo piensa demasiado, la ayuda a levantarse y la carga sobre su regazo, asegurando un
brazo detrás de las rodillas y otro alrededor de su cintura.
La lleva a través de la calle atrayendo la mirada de los vecinos. Quiere gritar para pedir ayuda a sus
compañeros pero no necesita asustarla más. No puede alcanzar su celular con las manos
ocupadas. Camina lo más rápido que puede hasta llegar a la última ambulancia que queda en la
zona.
─Ya podés bajarme. Gracias por ayudarme.
─ ¿De verdad estas bien?
Ella se vuelve hacia el paramédico sin llegar a contestarle y sube a la ambulancia donde le van a
brindar los cuidados que necesita. Si no estuviera bajo la protección de mi amigo, realmente
podría haber entrado en pánico. Recordé todas las películas que ví y jamás pensé que pudiera ser
así. ¿Cómo estos hombres ponen el cuerpo y el alma y ni siquiera tienen sueldo digno en este
país?
Luego de hablar con algunos periodistas nos retiramos de la escena.
Ahora, toma café de un vaso descartable y los dedos apenas lo sostienen sin quemarse. Su jefe
está de pie frente a los bancos del vestuario.
─Necesitas descansar, trabajaste por más de dieciséis horas sin parar. La lluvia nos ahorró la
jornada.
Asiente de acuerdo. En la vereda da la vuelta en la esquina y no puede creer que las cosas
terminaran de la manera que lo hicieron. Los efectos luego de la adrenalina vivida se me hacen
desagradables y son similares a los que sentí el día que estuve con esa chica que era perseguida. ¡Y
pensar que está lleno de estúpidos que se cuelgan de un puente con una soga solo para sentir
esto!, ¿con qué necesidad?
Respira hondo, lo obligo a mantener la calma.
Para el momento en que llega a la casa la oscuridad ha cubierto el cielo. Estaciona el auto frente a
la puerta del chalet que comparte con su familia.
El lugar en sí es grande pero descuidado. Los muebles antiguos, la alfombra verde manchada y
desgastada. En el primer piso un sucio y desordenado a la vez que amplio living comedor.
Sus ojos responden a los sonidos de una discusión en la cocina, voces enojadas atraviesan las
delgadas paredes. No es un buen momento para regresar.
Otra vez afuera, respira hondo y pasa las manos por su cara. Lo recibe el aire primaveral que llena
sus pulmones. Se sube al auto y se aferra al volante obligándose a arrancar el motor y conducir
lejos. La comprensión lo golpea, está solo: total y completamente solo.
Hasta hace algunas horas corría para salvar vidas y ahora nadie puede ayudarlo con la suya.
Respiro un lento y tembloroso aliento y dije un adiós en silencio.
Oscilé sobre mis pies, parpadeando frenéticamente contra la oscuridad. Choqué contra una pared
antes de entender lo que ocurría. Sentí un agudo dolor en la parte trasera del pie donde me
golpeé. Me desplomé en el sillón, sin más preocupaciones que dormir hasta mañana. Con la
cabeza despejada ya podría arreglar el desperfecto eléctrico o averiguar sobre el apagón que
había.

2 de noviembre

Julieta es morocha y de tez muy blanca, Julián es rubio con un color de piel similar al de su
hermana. Él es mucho más alto, ella aunque de menor estatura, no es petisa. Sorprendentemente
ambos tienen la misma edad. Siempre escuché hablar sobre la conexión que existe entre los
hermanos mellizos, ya sean idénticos o no, como en este caso. Se parecen mucho más allá de lo
físico y puedo corroborar que es cierto el mito sobre ellos.
A menudo terminan las frases del otro y tienen los mismos pensamientos, no es en base a las
experiencias compartidas, porque estos dos casi no se criaron juntos. Es una misteriosa conexión
psicológica, casi telepática podría decirse. Afortunadamente están tan ocupados uno en la mente
del otro que no están al tanto de mi presencia.
Escarbando en sus memorias me regocijo de sus anécdotas. Hace cerca de cinco años Julieta
estaba en la escuela cuando tuvo la sensación de que Julián necesitaba ayuda. Sintió algo extraño
y pidió regresar a casa donde se había quedado él. Fue hasta el baño y lo encontró en la bañera
bajo el agua. Estaba inconsciente, se había resbalado y sumergido casi al punto de ahogarse. Un
sexto sentido, cómo si se tratara de una película, actuó salvándole la vida. Luego los especialistas
determinaron que era imposible, puesto que seguramente era un comportamiento de rutina el
estar uno siempre con el otro. Ese desencuentro dio pie a que la intuición volara, y la ciencia
siempre queriendo poner palabras a lo inexplicable.
Nunca había estado tan cerca de encontrar a personas con un don que se asemeja al mío.
Me voy con Julieta dado que es quien me dejó entrar primero.
La bocina la saca de su aturdimiento, el amarillo titila en el semáforo hasta darle el permiso de
paso. Ella mira su reloj y apura la marcha, toma la escalera para subir a la plataforma y se sienta
conmigo a esperar. Una franja de luz aparece a lo lejos y aumenta a medida que el tren se acerca.
Alza la cabeza estirando todo su cuello y aguarda que se abran las puertas para poder entrar. Una
vez en el interior recorre los vagones hasta llegar al del centro, que según ella parece ser el más
seguro en caso de accidente. El espacio está abarrotado, es muy difícil moverse. Ni hablar de
voltear la cadera mientras empuja, en el estrecho espacio que proporcionan el resto de los
ocupantes.
Un agudo chirrido anuncia que la formación regresa al ruedo a toda marcha. Tras unas cuantas
paradas se libera una butaca, se recuesta en ella y cruza los brazos. Es demasiado tarde para llegar
a tiempo al trabajo e intuyo que lo hace adrede. Una vez que llega a la estación se levanta
deslizándose entre la multitud y yo busco en su mente el actual motivo de su desdicha. Parece
encerrado en candado bajo siete llaves.
No puedo simplemente marcharme ─ ¡qué alguien me detenga!, solo no pienso con lucidez.
Sujeta fuerte la correa de la cartera y empieza a correr, sus pasos resonando en la vereda, el
sonido de su respiración se hace tan fuerte que parece ensordecedor. Está callando a los
pensamientos, como si evitarlos fuera la solución.
Dos niños pasan riendo, los autos transitan veloces como en una autopista. Mete la mano en el
bolsillo y saca una llave unida a un adorno de cascabel. La examina de ambos lados, palpándola
con dedos temblorosos. Con el alivio de no haberla olvidado, vuelve a guardarla.
Llegamos a un edificio moderno con una fachada compuesta por muros de bloques y ventanas de
aluminio. El portón eléctrico nos abre paso dando la bienvenida. El aire frio que la recibe hace que
la piel se le erice. Un chico sale del ascensor y con el hombro la golpea empujándola hacia la
pared. Mantiene la cabeza baja y sin pedir perdón se retira rápidamente.
─ ¿Qué le pasa a esta gente?, me pregunto.
Una vez dentro se cierran las puertas y toca para detenerse en el cuarto piso. Allí se dirige por el
pasillo hasta su escritorio y sin llegar a sentarse es interrumpida.
─Me estaba preguntando si finalmente ibas a venir.
El tipo se encuentra a menos de dos metros. Viste una ropa casual pero sin llegar a ser informal.
Tiene una mirada graciosa y un gesto reprobatorio al mismo tiempo.
─ ¿Qué necesitas?
Le contesta, y la sonrisa de él se convierte en una risa fuerte.
─ ¿Podes venir a mi oficina?
Ella mientras tanto está tratando de interpretar el significado de su visita. ─ ¿Cómo lo sabe? se
pregunta al tiempo que pasa la palma de su mano por su frente alisando el ceño.
─¡Hooola! ¿Me oíste?
Vuelve a increpar él ya impaciente.
─ Sí, estoy escuchando. ¡No voy a ir!
─ Tenemos que hablar. Si no me atendés el teléfono no tengo otra forma de contactarte.
Ahí es que puedo entrar a sus pensamientos y entiendo la situación. No tengo más remedio que
tomar partido. Lo empujo para avanzar y retirarme.
─Tengo que irme.
Mantengo por ella la voz firme.
El me abraza para retenerme y le meto un codazo por sobre el estómago. Afortunadamente no fue
tan brusco y logramos pasar desapercibidos para el resto de la oficina.
No corro pero aprieto el paso, intentando mantener la calma mientras camino, mejor dicho,
mientras caminamos. Miro por detrás del hombro y nos está siguiendo. Me detengo para hacerle
frente y le doy un empujón en el pecho. Se hace a un lado y alza el puño como si fuera a golpearla.
Murmura algo que no llego a escuchar porque la voz es silenciada por el ruido de un puño
chocando fuertemente contra la nariz del sujeto.
Julián está parado delante nuestro, la cara desencajada y respirando como si hubiera corrido una
maratón. Ella está más que aliviada y enseguida reacciona a la sorpresa, sin tener la menor idea de
cómo la encontró. Ese va a ser mi secreto. Las verdades están expuestas para estos dos. Julieta
examina la mano de su hermano y comprobando que no hay mayores daños optan por abandonar
el edificio. Antes de hacerlo mete la mano en el bolsillo y le arroja al canalla de su jefe un llavero
por la cabeza.
─Prefiero tener integridad que aguantar tus maltratos constantes. ¡No me llames más!, salí de mi
vida. Agradecé que no te denuncio; ¡maldito hijo de puta!
Mi trabajo aquí ha terminado, el de ellos acaba de comenzar.

En el vacío de mi soledad vuelvo a mi realidad, mi casa siempre esperándome, mi cuerpo en pausa


y yo en cualquier lugar buscando un pretexto para continuar.
Me asomo por la ventana, miro hacia arriba y siento que todo puede estar bien, es como si el
tiempo pudiera flotar en el cielo. Ahí me doy cuenta que la felicidad se puede sentir en los
pequeños detalles, no siempre hay que vencer algo grande.

5 de noviembre

Soy un jugador profesional del fútbol. Exactamente en este instante Valentino tiene sobre sus
piernas a una hermosa mujer. Su nombre es “rubia”, así la apodé por ahora, no sé a qué se dedica
para ganarse la vida, ni dondé vive y menos cómo llegó a la fiesta. Las palabras sobran en el calor
del contexto.
Huele a vino espumante y aunque esa bebida no es particularmente de mi agrado, él la toma del
sabor en su lengua. Están listos para llevar la acción un paso más lejos, lo que no tiene demasiado
atractivo para mí en este momento.
Me encanta la tensión sexual, pero últimamente todo se siente sin emoción. Ya he estado en esta
posición, lo he visto, oído y hecho más veces de las que mi memoria podría retener.
Ni siquiera estoy seguro de por qué ella lo hace con él y menos si sabe su nombre más allá de la
fama que lo precede. Ahí nos parecemos, ambos en vidas robadas: uno por el fantasma de la
idealización y yo por vivir a través de otros.
No quiero seguir así, tomo el empuje para que Valentino se libere de ella.
─Espero no lo tomes a mal, pero mañana tengo que entrenar. Supuestamente debería estar
concentrando.
Niega con la cabeza y parpadea confundida, sus ojos llenos de lujuria y alguna otra sustancia que
la hace vacilar. Finalmente se retira con ceño fruncido, sé que lo hice quedar como un imbécil,
aunque seguramente ya todos saben que lo es.
Frota su mano por la frente, un dolor de cabeza que comienza a agudizarse y es tan profundo que
realmente puedo sentirlo.
La reunión estaba en su apogeo cuando “decidió” marcharse, en la barra de la cocina puede verse
un centenar de botellas entre vino, cerveza y tequila. Los excesos están a la orden del día y es una
lucha contra la que vive a diario. Cada vez se le hace más difícil no recaer en la tentación. No había
tomado más alcohol que el del beso y gracias a mí se felicitará mañana.
Lo sorprende al llegar a la habitación del hotel encontrar a Guillermo en el sillón con dos morochas
trepadas en sus piernas. Es su mejor amigo, pero un promiscuo con todas las letras.
Las chicas se sonríen con complicidad y, si bien eso lo enciende, no sucede de igual manera
conmigo.
Normalmente estaría buscando desahogarme de la misma manera y celebrar que hoy soy un
hombre exitoso, pero esta noche no puedo huir de mi cabeza. Estoy arruinando a este pobre tipo
que solo quiere divertirse un poco. Afortunadamente yo soy más que un cuerpo y lo que puedo
hacer con mis pies, pero el resto de las personas no lo saben.
─ ¿Por qué estás tan enojado? –increpa mi amigo mientras haces gestos bobos con las manos.
─ Seguí con lo tuyo, me voy a dormir. – me muerdo el labio mostrándole mi desagrado.
Las chicas son echadas con la promesa de que van a llamarlas en un tiempo cercano. No sé cómo
sentirme al respecto, sé que el dueño de este cuerpo va a lamentarse en unas horas. Se siente
bien estar aquí dentro, le estoy dando un descanso a su mente y creo que estoy tomando buenas
decisiones por él.
Vacío la mitad de mi agua y espero a ver qué comenta Guillermo, pero no dice nada más y hace un
quejido exagerado. Toma otra botella del mini bar.
─ ¿Querés una?
─ Dale
Termino el resto y tomo una nueva mientras él se retira a su dormitorio. Gracias a Dios la
habitación es enorme y cuenta con dos cuartos, una especia de loft.
Se deshace de la ropa y dirige al baño integrado. Llena la bañera de hidromasaje, otro lujo que
disfrutamos juntos. Le devuelvo la total voluntad permitiéndome relajar el momento. La ansiedad
se apodera de él en mi lugar y para sorpresa se mueve hacia los cajones del lavamanos donde
toma una serie de pastillas. Todo sería mejor si yo tomara las decisiones, pero quiero ver cuáles
son sus planes. Detrás de una fachada de éxito siempre se esconde mierda bajo la alfombra.
Las traga con disgusto y se sumerge bajo la espuma a esperar que hagan efecto.
Se siente vivo y yo lo hago también.
Estoy eufórico.
Flashes, destellos, relámpagos.
Mi corazón empieza a latir más rápido mientras las imágenes me sonríen. En este momento siento
que todo es posible. Energía pura desborda y mis deseos danzan en busca de la meta hasta que
algo sucede y ahora las sensaciones se agitan.
Brutal
Nervioso
Inestable
Su respiración es rápida y siento sudor descender por todo su rostro. Estamos al Inicio de un feroz
dolor de cabeza, la visión borrosa, sequedad de boca, ráfagas de calor y finalmente un mareo que
nos sumerge al fondo de la bañera. El cree que su cuerpo le permite seguir y seguir funcionando,
sino hago algo al respecto no vamos a contarla después.
¡Calmate, calmate, calmate! Los pulmones se sienten pesados… despertate maldito estúpido. Una
bofetada emocional lo hace erguirse por sobre el agua. La cara de lado mientras vomita y chorrea
en todo el piso flotante.
─ ¡Ayuda! – no sé si es él o soy yo quien habla. Se tira horizontal hacia el suelo y desnudo recibe a
su amigo que lo mira horrorizado.
La buena acción del día está resuelta. ¡La puta madre, eso estuvo cerca!
Le doy unos buenos consejos mentales y lo dejo libre para que solucione el desastre que hizo.
Qué ironía ¿no?, que personas drogadictas te digan que no te metas en la droga. Las personas
somos adictas a escapar de la realidad.

Tercera parte
La vida es mía pero el corazón…

“Que mierda somos el resto de los seres que no podemos dejar en paz a aquel que no entra en
nuestro molde. Como si las galletitas nunca perdieran la forma y fueran perfectas de todos
modos”.

6 de noviembre

Después de llevarme a casa, decido dar un paseo por el bien de mi humanidad. Ahora estoy en
uno de mis parques favoritos en Saavedra. Espero que el lugar pueda calmarme, me obligo a hacer
carrera y tomar velocidad apagando los murmullos.
Lamentablemente, no tengo tanta suerte.
Mis pulmones arden por oxígeno y siento que mi estómago se agita hasta mi garganta. No puedo
aguantar las arcadas y estoy al borde de vomitar cuando me permito un descanso. La idea de
correr hace que no me sienta rodeado de personas, es como estar solo pero en movimiento. La
verdadera causa de mi ansiedad va más allá de estar fuera o dentro de mi casa, es un estado
constante de alerta y peligro que me agobia. Es tan fuerte muchas veces, y aunque quiero
aparentar valentía, estoy suplicando llegar a casa pronto. No, ¡yo puedo! Lo repito tantas veces
como sea necesario para sentirlo. Coloco una pastilla debajo de mi lengua y espero a que la magia
haga efecto mientras esta se deshace suavemente e ingresa en mi organismo. ¡Adiós miedo!
Retomo y empujo mis piernas forzando cada uno de mis pasos hasta que logro armonizar mi
marcha. No puedo dejar el recuerdo de lo que hice ayer, no sé si lo provoqué o realmente lo salvé.
Entona en mis oídos Spinetta mientras habla de la necesidad de cantar, de expresar lo que se tiene
adentro para no morir.

Si quiero me toco el alma


pues, mi carne ya no es nada.
He de fusionar mi resto con el despertar
aunque se pudra mi boca por callar

Mi respiración se agita en busca de aire, no voy a parar hasta sacar toda la mierda de adentro.
Nunca he experimentado un desgarro del alma como Luis Alberto, no sé nada de la agonía sobre el
amor perdido, gracias a la manera en que vivo. ¿Realmente estoy vivo?
Soy un maldito desastre y espero tener algo mejor para dar.
Demasiado viejo para comprender, sin embargo el corazón aún me late exponiendo lo contrario.
Corro y corro mientras mi mente vaga por aquella chica de ojos amables y sonrisa perfecta.
Intento decirme a mí mismo que soy normal, y que voy a poder seguir adelante.
Una delgada sombra de alguien que viene detrás de mí me llama la atención y se hace cada vez
más alta por lo que me muevo hacia el costado dándole lugar. La figura aminora la marcha y se
pone casi a la altura de mis pasos. Me congelo como los siete lagos en invierno cuando veo trotar
junto a mí a Solana. ¿Esto de verdad está pasando?, es realmente la última persona que pensaba
ver, o no imaginaba encontrar a nadie de todos modos. Mis mejillas arden de recordar algunos
pensamientos que tengo. Empiezo a dar vueltas en círculos hasta que tropiezo y me doy la cara
con el asfalto. ¡Duele como la mierda!, veo estrellas y siento olor a cobre que desciende. Me
atrevo a mirarla, agradecido de estar tapado por mi pelo alborotado que cae en mechones cortos
y desprolijos sobre mi cara.
Lleva un par de calzas de ciclista y algo que creo es una especie de top deportivo que les gusta usar
a las mujeres. Su figura se destaca totalmente con esa ropa y me hace desearla aún más. Mierda,
es un pensamiento excitante y mi cuerpo traidor responde en consecuencia lo cual es un poco
inconveniente para mí porqué estamos en un parque público: ¡ni siquiera me conoce!
─ ¿Estas bien?
Me encuentro con ella... mi voz es un susurro ronco, no suena para nada como la mía. Finalmente,
ni una sola palabra logra deslizarse por mis labios y asiento al ver la súplica de su mirada.
─ ¿Te ayudo a levantarte?
Niego con un gesto, me levanto abruptamente y me voy dejándola atónita. Huyo como el cobarde
que soy. ¿Por qué dejo que esta mierda me domine? Todo lo que deseo está al otro lado del
miedo, solo debo cruzar el puente correcto. Es más fácil decirlo que hacerlo, mis psicólogos
estarían orgullosos de este mínimo progreso.
Este sentimiento que tengo por ella se parece más a un "estado de imbecilidad transitoria", o en
su traducción literal e incorrecta del español sería más como pura y absoluta calentura.
Si alguien hiciera la reseña de mi vida diría: el protagonista es tosco y muy previsible. Termina
perdiendo la cabeza por la primera chica linda que se le cruza en el camino. Si realmente supieran;
desde afuera todo se ve absurdo y romantizado, pero muy lejos está mi vida de serlo.
La he perdido totalmente de vista y en el fragor de la huida olvide los auriculares nuevos. Intento
enfocar mi ira hacia ese estúpido percance, como si no supiera que Mercado Libre puede
solucionarlo.
La aplicación del celular me avisa que he superado los dos kilómetros a un ritmo verdaderamente
penoso. Al menos me alegro de no haber vomitado: seguramente mi único triunfo en esta mañana
agridulce.
Son apenas las diez cuando llego a casa. Mis manos tiemblan mientras intento conectar la llave
con la cerradura. La temperatura es de veinticuatro grados y siento escalofríos. Estoy deseoso por
recostarme en la cama. ¿Por qué estoy ansioso?; por todo.

Salí lo suficientemente lejos como para tener esperanza de hacerlo de nuevo. Es una oportunidad.
Me acuesto con la espalda apoyada en el respaldo, abro una bolsa de papas fritas y como una por
una mientras dejo que la sal queme en mi paladar. Cierro los ojos y trato de retener las imágenes
de hoy; respiro profundo, me trago las lágrimas y sonrió.
No dura mucho tiempo, la habitación está moviéndose en el torbellino de una energía vibrante y
yo sé que hay otra cosa ahí. Mis ojos están cerrados pero por el rabillo del ojo puedo ver a una
chica trotando mientras se acerca cada vez más a mí.

6 de noviembre
Simultáneamente en otra parte de la ciudad

Trota por la vereda mientras se aleja de la bici senda para corredores. Ella necesita un poco de
espacio para pensar y ordenar las ideas, han sido unos días difíciles y su fuerza de voluntad ya está
flaqueando. Su cerebro está recibiendo todo tipo de imágenes y cada una de ellas no es adecuada
para el calvario en el que siente que vive.
Tiene una sensación muy fuerte de que hay algo, una presencia en la calle que está con ella. Mira
hacia ambos lados y hasta alza los ojos al cielo... aún así no logra ver ni oír nada.
Se queda repasando lo que ocurrió hace un rato, en ese sujeto
─Ese pobre tipo ahí tirado, se veía horrible. Me miraba con intención de hablar y quizás era mudo
porque casi no le escuché decir una sola palabra. Hubiera querido ayudarlo, como si mi complejo
de niñera no estuviera sobrecargado ya.-
Levanta los auriculares y se los lleva consigo. Camina de regreso a buscar su camioneta y maneja
entrando a la avenida en un modo automático, todo el tiempo repitiendo conversaciones, algunas
de las cuales ya sucedieron y otras que desea ocurran en un futuro no muy lejano.
Una vez dentro del departamento se quita la ropa lo más rápido que puede, revolea los zapatos en
cualquier dirección y entra a bañarse. Cierra los ojos y eso la confunde, como si no quisiera verse
desnuda en el espejo.
Recuerda que tiene que pasar por la oficina para retirar su computadora portátil, la olvidó ayer sin
siquiera darse cuenta hasta hoy. Mayormente trabaja desde su casa o en la clínica, sin la
tecnología va a ser imposible. Lo mejor va a ser que regrese por ella. –se dice.
Seca su pelo y luego plancha las puntas, se viste con un pantalón de jean y una remera manga
corta para mitigar el calor de noviembre. Se calza las zapatillas de lona y busca un morral donde
poder cargar la P.C.
Agita un pomo de crema y se coloca con masajes por cara y cuello. Usa un polvo con color, lápiz de
labios y esta lista. Se siente bien así, hermosa sobre su piel.
No le gusta llegar tarde, hoy ni debería estar allí. Al ir les está dando munición a sus compañeros
para sus comentarios burdos. Sabe que son moneda común en la oficina, pero los odia. Pasa por el
pasillo central ignorando las acotaciones, burlas, y las ofensas personales que son el recurso más
usado por los ignorantes. No se inmuta, claramente no va a gastar energía en cosas que no suman,
menos hoy con lo que le está ocurriendo en su cabeza. Está percibiendo visiones, sonidos y no solo
ve, siente, huele, son palpables más allá del tacto.
Estar enroscada en esos pensamientos no le ha dado ninguna respuesta que la calme, masticar la
misma idea tampoco es la solución –argumenta.
─ ¿Sol puedo hablar con vos? – dice el supervisor mientras la mayoría de los compañeros miran
hacia ella de manera torpe y socarrona.
Ella siente que no le dio confianza para acortar su nombre.
─Si, por su puesto, dame unos minutos. Ah Luis, hoy me tocaba trabajar desde casa, estoy pero
hace de cuenta que no.
Ríe mitigando la curiosidad. ─ ¿Hice algo malo? ─ piensa. La incertidumbre no es de su agrado, y
está segura de que nunca es una buena señal que tu jefe, quien apenas te presta atención quiera
hablar con vos. Se plantea qué diferente sería que la fuera a felicitar, lo cual honestamente es
poco probable, su desempeño disminuyó luego del accidente.
Le pide lo espere en su despacho al cual se dirige, no cierra la puerta ni tampoco va a dejar que él
lo haga. Quiere evitar cualquier tipo de malentendido a raíz de la fama que lo antecede.
Este tipo es cabeza del equipo prácticamente desde su ingreso a trabajar y todos saben que no va
a demorar mucho tiempo más en ascender a gerente. Realmente tiene capacidades para el puesto
y todos allí sueñan con hacer siquiera la mitad de la carrera que viene erigiendo.
Empieza a mirar detenidamente la oficina, forma parte de un moderno edificio que cuenta con un
lobby de ingreso propio. El sitio está muy bien iluminado y es lo bastante amplio como para
brindar la comodidad similar a la de un hogar. Hay muy pocos muebles en la sala de trabajo, lo que
la hace parecer mucho más grande de lo que realmente es. Todavía sigue parada esperado y el
aburrimiento hace que ahora se centre en los colores de las paredes, son de tonos claros y neutros
que reflejan mejor la luz. No tiene cuadros y solo adornan dos espejos que generan un efecto de
mayor amplitud. Cada detalle ha sido tenido en cuenta y hace que cualquiera quiera quedarse en
este sitio por tiempo indefinido.
Unos pasos en la puerta la hacen salir de su ensoñación.
─Sentate por favor, Sol.
La boca se le seca y se arrepiente de no haber tomado una botellita de agua o jugo de la máquina
expendedora. La observa detenidamente, está ordenando en su cabeza cómo se lo va a decir.
─Estas distraída últimamente. –afirma él ─Sé que tenes mucho por resolver y realmente no me
gustaría estar en tus zapatos, pero también tenemos un trabajo que llevar adelante y si crees que
necesitas otra licencia por mí estaría bien.
─No, no. Trabajar me centra en mi eje y me saca de todas las preocupaciones.
Está rogando en su voz.
─Estoy seguro que sí, pero algunos de tus compañeros creen que quizás no estas rindiendo al cien
porciento y no estaría de más pedir ayuda.
Ella conjetura ─ ¿Quién me quiere serruchar el piso? ¿Si es José Luis lo voy a matar?
La bronca le brota por todos los poros.
─Creo que hay gente en esta oficina que vive prácticamente en anarquía, ¿por qué ahora centran
la atención en mí?
Redobla la apuesta en un gesto firme que manifiesta con las manos
─No es un reto sino más bien velar por tu bienestar, mujer.
Empieza a reírse ella al escucharlo.
─Muchos cambios en muy poco tiempo.
Ella confirma irónicamente.
─ ¡Sí!
Él asiente y se da media vuelta dejándola con más dudas de las que tenía cuando empezó el día.
Solana opta por quedarse en su escritorio adelantando las estadísticas de la semana próxima,
quizás le dé más tiempo para sus otros compromisos. Respaldar lo que le da la vida dejando de
lado un mundo planificado para seguir existiendo. La esperanza y el optimismo entiende no son lo
mismo; las certezas que tiene corresponde a una verdad elevada al cuadrado. No hay ningún
sentido y sin embargo ese cuestionamiento es una de las causas que la mantienen cuerda.
Al terminar la jornada regresa a su departamento. Es bastante tarde, no la sorprende ver a la
banda disfrutando en su living comedor. Una conversación entre Theo, Clara, Fede y Magui, su
hermana; hablan en un juego de tenis donde la pelota es un pensamiento que va y viene hasta
pica fuera de la raya.
Vinieron a ver la nueva película de Tarantino que estrenó en la plataforma de series. Todos están
apretujados en el enorme sillón gris topo que ocupa la mayor parte de la sala de estar. Pasa
apenas desapercibida mientras se mete en la habitación y cambia rápidamente su ropa por algo
cómodo al estilo piyama.
Vuelve con los chicos y los saluda con un tirón de pelo a modo de broma. Acerca un puff y se
recuesta con ellos para disfrutar de la pantalla. En la mesa de arrime hay enormes tazones de
plástico llenos de pochoclos, una botella grande de gaseosa y unas latitas de cerveza en una
improvisada hielera.
Se desata una conversación controversial:
─ ¿Todas las mujeres queremos casarnos?
Pregunta Magui irónicamente.
─ ¡Yo no! y conozco muchas que ni siquiera quieren tener hijos, nadie tiene por qué hacerlas
sentir mal.
Dice por fin.
─Yo opino igual.
Clara levanta ambas manos
─ Al menos no lo siento ahora y menos aún si es algo que la sociedad me impone solo por el hecho
de ser mujer.
─ Todo es culpa del patriarcado.
Aclara Theo, y las chicas le tiran con un almohadón.
Sol se da cuenta que esta conversación es la mejor distracción para todo el enredo que está
pasando, el sermón de Rafael coronando la jornada.
Y continúa:
─La palabra patriarcado se ha vuelto un insulto, ¿no lo ven? –concede ella mientras arruga la nariz
expectante de las respuestas y luego de respirar fuerte continua. ─Es que tiene dos grandes sendas
que lo sostienen. Perdón que me ponga técnica pero no hay una manera fácil de explicarlo. Una
vía es el uso de la violencia para ejercer un método de dominación social y cambio de voluntad en
las mujeres.
─ ¿Y la segunda? –pregunta Theo.
─El uso de socializar como una herramienta para lo cual “ciertos individuos” asimilan la enseñanza
que les da ese entorno, con esos valores de mierda.
─ ¿Por qué usas palabras tan complicadas?, decilo en castellano, nena.
Antes de que puedan madurar más la idea suena el timbre con la cena que pidieron. Llenar el
estómago no apaga las voces que resuenan, pero Solana consigue hacer un buen intento
ahogándose con la comida.
La participación entre la realidad y la fantasía es endeble y afortunadamente el día de hoy logró
atravesar ese velo.

7 de noviembre

La palabra pesadilla me queda corta.


Estaba en mi cuarto, no me podía mover y el mundo de los sueños entraba en la realidad.
Recuerdo fue total y absolutamente aterrador.
¿Lo soñé o pasó?
Me sentí ahí, pero ni siquiera podía pensar. Todo era ella, hasta las más mínimas vibraciones; nada
de lo que sucedía me pertenecía. Como un fantasma totalmente ausente de emoción, nunca me
había pasado. Siempre era yo dentro de otro cuerpo, con mis reflexiones y apenas participando:
como un mirón. ¿Acaso creíste que eras Dios e ibas a poder disponer de ella? ¡Iluso!
Me gustó saber cómo piensa y conocer un pantallazo de su vida, esa parte fue excitante, por no
decir menos (siempre y cuando sea lo que de verdad pasó).
¿Estuve ahí?
Es aterrador… ¿Qué me está pasando?
Los monstruos que veo están fuera de control. Supongo son generados por mi ilusión, parte de
ella, huyendo del inconsciente.
Vivimos con la percepción de que somos un ser, tenemos un cuerpo que nos corresponde y del
que nunca nos separamos. Esa idea está ahí desde siempre uniendo la mente con el mundo físico,
pero… ¿si pudiéramos bilocarnos? De hecho la iglesia llenó libros con estas teorías, por supuesto
nada puede salir bien de tal investigación científica. Sentir más y pensar menos.
Siempre que se manifiesta un don no es en beneficio del que lo vive, más bien de la necesidad
para asistir a alguien. Mi egoísmo es pura bendición, en este caso.

Estoy detenido en un callejón esperando, todavía no sé a qué. La paciencia claramente no es mi


fuerte. Estoy aprendiendo a mejorar la manera en que me comporto mientras hago tiempo, podría
hacer de esa debilidad mi fortaleza. Hace unos cuantos minutos que irrumpí en este tipo con una
mente sumamente curiosa y un tanto diferente del resto. Hay muchas ideas y no logro relacionar
los pensamientos, ya sé que no es lo mismo edad que madurez: simplemente algo no me cuadra.
El clima esta horrible lo que no es propio de esta época del año, casi mediando la primavera. Me
animo a pensar que la temperatura está por debajo de los diez grados. Él tiene las piernas
descubiertas a pesar de esto, e incluso yo siento un frio que se me cuela hasta las entrañas. ¡Esto
es muy raro! Este pasaje está tan oscuro que apenas puedo ver hacia unos metros de mí. Una
farola ilumina tenuemente simulando las tinieblas.
Escucho un zumbido y luego una rápida inhalación. Una mujer se acerca a toda velocidad
empuñando una navaja, no nos da tiempo a nada. Sujeta su cuello en un movimiento vertiginoso y
con la otra mano lo somete. Le da vuelta hacia ella tomando el agarre de todo su cuerpo.
─ ¿Cómo tiene tanta fuerza?
La miro mientras nos tiene sostenidos y yo cierro los ojos esperando un golpe que no llega. La
chica se encoje y suelta una risa grave. Me toma un momento entender el chiste… ella es un
hombre y yo, a pesar del bulto que siento en los pantalones… soy una mujer. ¡Claro!
Reviso mi atuendo: una blusa blanca con gran escote, unos tacos prominentes y una pollera que
más bien parece un cinturón. Lo aparente siempre termina siendo un vistazo de lo invisible para
quien no quiere ver.
Brisa, su amiga, termina de reírse y ante mi distracción se sube al auto plateado que acaba de
estacionar delante nuestro. La observo cuando cierra la puerta con fuerza y escucho el chillido de
las ruedas mientras salen andando. Da vueltas sobre sí mismo zigzagueando el largo de la calle
hasta que desaparece al virar en la esquina.
Andrea, mi prestadora, se para en un rincón, baja el cierre de su pollera, saca su miembro y orina
delante del arbusto más cercano. ¡Estoy en shock por la metamorfosis que estoy viviendo! Sacude
las manos para secarlas y abrocha su ropa. En el calor del momento no puedo dejar de pensar, de
preguntarme, cuánto tiempo hace que lleva en esta transición. Provoco que se acaricie los pechos
y yo los envuelvo con las manos abiertas tratando de cubrir todas las circunferencias. Es un
momento de exploración y descubrimiento que considero es acorde con sus pensamientos, no sé
cómo moverme al respecto. Curiosidad y adrenalina, no puedo explicarlo, pero se siente bien.
Intento ordenar las ideas. Accedo a unos de sus primeros recuerdos: un niño pecoso de ojos grises,
vestido con un jardinero y una remera blanca. Una sonrisa pícara y seguridad en sus movimientos.
Le pregunta a su madre: ─ ¿cuándo me van a crecer los pechos?
Ella responde dándole un brutal golpazo.
─Sos un varón, jamás te van a crecer los pechos.
¡Mírame ahora mamá!
Como infancia trans genero nunca sintió una desconexión con su cuerpo e identidad, está claro
que esta aprensión vino del entorno. Existe desconfianza y un marcado prejuicio a la idea de que
en la niñez se pueda tener una convicción de sí mismo tan indudable. Yo te veo; su situación es
clara, es quien es y siente ser. No necesita que cualquier especialista valide su identidad.
Ya he sido niño muchas veces y recuerdo cómo la interacción con el mundo exterior nos estimula a
definirnos como seres individuales.
Otro momento, un quiebre, cuando escoge su vida actual y deja de esconder su realidad al mundo.
“Qué mierda somos el resto de los seres que no podemos dejar en paz a aquel que no entra en
nuestro molde”. Como si las galletitas no fueran perfectas tengan la forma que tengan.
Mientras camina escudriña el lugar, en la parte más alejada de la calle una casa lúgubre de dos
plantas. De seguro es un aguantadero, su curiosidad no es suficiente para acercarse. Los
problemas suelen venir sin que los pida así que no tiene por qué arriesgarse. Esta no es su parada
habitual, debido a la última corrida por parte de los vecinos ella y muchas de sus amigas han
cambiado de estación.
Para cuando sus piernas están cansadas de dibujar los mismos pasos, de la vereda contraria para
un Jeep y la señala. No es una buena idea, considerando lo que pasó la última vez que subió a un
auto ostentoso. Parece mentira pero suelen ser los tipos con más sadismo en sus venas, ellos
sienten el dolor de otras personas más de lo normal.
No me quiero subir, no lo hacemos.
Nos dirigimos ahora a su casa, con las chicas, su “familia”. Antes de conocerlas siempre estaba en
la calle vistiendo la misma ropa, con un perfume rancio que la acompañaba y disuadía a cualquiera
de acercarse. Su pelo largo y su figura raquítica con maquillaje ordinario y horribles sandalias de
suela de corcho. Pero eso, gracias a ellas, está en el pasado.
El lugar está vacío, todas salieron o están trabajando: ¿qué otra opción tiene una trabajadora
sexual, un viernes en la noche?
Cuando era chico yo les tenía miedo, recuerdo una vez que acompañe a mi papá en su trabajo y
mientras circulábamos por la Panamericana una señora extraña se paró frente al auto por lo que
tuvimos que aminorar la marcha. Ahí nomás se abrió su tapado y nos mostró las tetas al tiempo
que se acercaba a la ventana. Cuando me vio de acompañante rápidamente se vistió y con una
disculpa hacia mi viejo salió corriendo por la ruta. Él se reía y decía muchas groserías sobre la
mujer. Yo no entendía nada, para mí fue como ver a un perro rabioso. Esa imagen se quedó
grabada en mi mente hasta el día de hoy. Sé que en algún momento también me burlé y fue una
gran anécdota de la que hoy me arrepiento. ¿Los hombres deben insultar en algún momento a un
travesti para sentirse más machos? ¿será la forma correcta de reafirmar su sexualidad?
Hay una frase de Albert Camus que dice: lo absurdo es un concepto esencial y la primera verdad.
Hasta acá releer anterior
Fui creciendo y esa aversión se transformó en una simple apatía, si no lo veo no está ahí, no existe.
Ahora estoy totalmente sorprendido y la omisión de mis sentimientos hacia ellas se siente como
una traición. Suelo ser defensor de todo aquel que es atacado sin razón; en este caso no lo hice.
Se recuesta en la cama y enciende un cigarrillo, se sirve un vaso de gaseosa barata mientras
prende la televisión. La habitación está mejor de lo que esperaba, con dos camas marineras, una
cucheta y un tapiz beige en la pared. Miro las frazadas, siempre me han atraído los bordados
antiguos ya se trate de sábanas, manteles o toallas. El olor a desinfectante no es mi favorito, sin
embargo, se agradece luego de haber estado gran parte de la noche en ese callejón.
Se quita con cuidado las pestañas postizas y con unas toallas húmedas empieza a desmaquillarse
el rostro. Observo sus facciones, labios hinchados de color rojo, nariz aguileña y una sombra de
vello que intenta crecer y apagar sus líneas. Una mueca triste se dibuja en su sonrisa y sufre solo
de pensar que mañana va a tener que esmerarse más para cubrir la falta de ingresos. Sus ahorros
son pura y exclusivamente para pagarse los estudios de enfermería, son dos años de carrera en La
Cruz Roja pero no le tiene miedo. Siempre fue buena alumna y a pesar del bullying que sufrió en la
escuela terminó siendo la mejor. Recuerdá como le negaron estar parada con la bandera argentina
y sí le dieron una medalla como premio consuelo a pesar de ser la merecida escolta.
Y ahora este trabajo, el paso inevitable, no es la única opción pero las otras son muy difíciles de
lograr. Un camino que la sociedad debería haber desterrado en los últimos años. ¡Pero no! La
mayoría no los ve y menos piensa en ellos como seres humanos.
¡Qué odio tengo! Conmigo y con todos los que no pueden entender.
Escucho un silbido y veo entrar a un muchachito a la habitación compartida.
─ ¿Cómo te fue? Volviste temprano. ─se acerca hacia ella, la toma de la cintura y le da un abrazo y
un beso en la mejilla.
─Me fue bien. ─ miente y se ríe para cubrir el hecho.
─Me dieron $500 de propina. Le ayudé a un señor mayor a subir unas bolsas al auto y acomodé
unas cajas que ya tenía en el baúl.
─Buenísimo, es un montón de propina. Por favor no te lo gastes todo hoy, usalo con juicio.
─ ¡Sí, mamá! –ambos se ríen, porque por supuesto ella no es su madre, ojalá lo fuera. Además, me
sorprende cómo interactúan, claro uno tiene a estereotipar.
─ ¿Pudiste ver a Guadalupe? Me dijo que iba a pasar a vernos.
─No la vi, me mandó un mensaje que está terminando un trabajo practico y ni bien termine se
pasa por acá. –Es un orgullo que una de ellas haya podido salir y tenga una vida cuasi normal. Una
sonrisa se extiende por su rostro en complacencia.
─ ¿Comiste algo? – al oírme esboza una gran sonrisa.
─Solo una empanada que me dio Marcos de la pizzería. ¿Querés que calentemos algo? Puedo
hacer unos fideos y le agregamos la salsa de ayer.
─Por mi perfecto. –le contesta. Está tan delgado y no sé si es la edad, su metabolismo, o realmente
están pasando hambre.
─Traje leche, ¿puedo hacer unas magdalenas?
─ ¿Tenés alguna nueva receta? –se quedó mirando un rincón del techo.
─ Si, una receta vegana que no lleva huevos, ni manteca, y que más allá que no seamos veganos es
mucho más barata. Hice unos moldes con las latas de atún que saqué del reciclado del vecino.
─Entonces vamos a trabajar. Yo salado y vos el postre.
Luisito se escapó de su casa a los quince años el día que confesó a sus padres que le gustaban los
hombres. La pasó muy mal en la calle hasta que llego a esta familia. Acá lo cuidan y quieren como
a un hijo, ya quisiera yo que me amen así. El amor es amor ¿no?
Una vez que la comida está lista se acomodan a la mesa. Andrea coloca sobre una tabla de madera
una olla con fideos al tuco, sirve con cuidado una porción en cada plato y aguarda a ver la cara de
su comensal buscando aprobación. El chico aplaude haciendo ademanes con las manos y silva
victorioso. Yo devoro con ella y realmente puedo sentir en mi propio paladar el sabor de la salsa, el
laurel y un pequeño picor que sorprende al final. La pasta está a punto y me quema en la garganta
al tragarla porque casi no masticamos.
Charlamos distendidos sobre el día y los proyectos, los miedos y los sueños. Una vez frías las
tortitas de banana y, a pesar de estar llenos, las probamos.
─ ¿Esto realmente es vegano? Están buenísimos. ─lo está picando.
─Es solo reemplazar las grasas usando banana e ingredientes saludables. Ser vegano no se trata
solo dejar de comer carne y tampoco es un estilo de vida.
─Estoy de acuerdo en que esta bueno respetar a todos los seres vivos.
─Sobre todo los que tienen conciencia. Es difícil pero voy a intentarlo. Eyy ¡Tranquila! No te comas
todos, quiero llevarle uno a mi amigo Daniel.
─Y, ¿de dónde salió ese chico? – se sonroja y me enternece verlo.
─Es un amigo, no seas pesada. –mientras lo dice se le borra un poco la sonrisa.

Es la cotidianeidad de su día a día la que me conmueve y me espabila como una cachetada directa.
Los escucho hablar y sus pensamientos. En mis aprehensiones los imaginé con otro vocabulario y,
sin desmerecerlo, uno habla como quiere, simplemente me sorprendió que tuvieran proyectos y
esperanza de progresar.
Lo dijo Einstein: es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.

Esta es la vida de Andrea, las mujeres transgénero tienen historias distintas seguramente,
experiencias de vida diversas y únicas como tantas personas que hay en el mundo.
¿Nacieron en el cuerpo equivocado o somos nosotros los que venimos con la mente errada?
Ser normal a esta altura del día tiene que ser el insulto más cruel que una vez haya pensado.

9 de noviembre

Esteban toca el timbre mientras guarda las llaves, un segundo después la puerta principal ondea
abierta. La mamá lo saluda con un beso ruidoso y una sonrisa en su rostro: el abrazo más grande
que he conseguido en el último tiempo. La emoción de esta mujer por su hijo que regresó de viaje
me descoloca. Ha sido un largo tiempo desde que estuvo en su ciudad natal.
Nada ha cambiado en la casa, la distribución de los muebles está exactamente igual a la última vez
que estuvo acá. Me quedo mirando la lámpara que cuelga del techo y quedo asombrado al ver los
detalles de los cristales que penden como lágrimas.
Es fastuosa, tan diferente del lugar donde estuve antes. Los muebles son de madera maciza con
finos detalles de grabado dando imponencia a la sala. Cortinas blancas que caen
interminablemente hasta el suelo y acompañan las cerámicas a cuadros como un tablero de
ajedrez. Las paredes son altísimas y dan al lugar un efecto sonoro que asemeja al sonido de un
teatro. No son millonarios, sí están bien acomodados.
La chimenea está apagada, la recuerda en el invierno con el humo saliendo y las farolas del patio
brillando desde la cocina. El viejo escarabajo, el auto de su papá estacionado en el garaje: es muy
loco que todavía no se deshagan de ese artefacto.
Bianca siempre ha sido una mujer temerosa y retraída, duele mucho saber que ahora se cierra a
hacer cualquier cosa, más bien se niega a salir de la casa.
─ ¿Qué te pasa mamá? ─Esboza una sonrisa al tiempo que su hijo le habla.
– No quiero discutir, no voy a escuchar nada en absoluto. ─Ella ondea la mano contra su frente
Esta mujer parece tener más de un problema. Quiero creer que hace terapia para lidiar con su
realidad.
Otra vez estos pensamientos me buscan. Yo sé que estas voces en mi cabeza no son reales… pero
es que a veces tienen ideas muy buenas.
─ ¿Estas recibiendo asistencia?, ya lo habíamos pactado, ¿no? –hablo pasándose la lengua por los
labios.
─Lo intenté – agrega una voz, la del padre. ─ Ofrecí varias veces llevarla a terapia o simplemente
que concurra alguna vez a un psiquiatra para una receta.
─Me niego incluso a considerarlo. Me siento perfectamente bien y nadie va a tomar decisiones por
mí. –añadió peinándose un mechón suelto de su rodete.
─Estas siendo demasiado terca. Estoy llegando a mis límites, esto no es un capricho mío. Trato de
ayudarte, ayudarnos a todos. Habla con ella, hacela entrar en razón. – su expresión cambia
levemente mientras apoya su mano por sobre el hombro de su esposa.
─Sos la mujer más terca que conozco, pero te amo mamá. Todo esto que estamos haciendo es
desgastante. ¿Qué tal si dejas de contradecirnos un poco y confías en nosotros?
─Veo que para eso viniste. –afloja el ceño pareciendo más relajada.
─Te amo mamá, qué más puedo decirte.
─ ¿Querés algo más de comer?, ¿probaste la comida africana? –dice ella y no comprendo la
referencia.
─Ummm no.
─Ellos tampoco.
─ ¡Basta!, ese tipo de humor no me va a distraer. No podés quedarte encerrada todo el día acá.
Todos los recuerdos malos de mi vida se encierran en estas cuatro paredes y hasta en mis sueños
me atormentan. No entiendo cómo no te asfixia.
─ Es mi casa, nuestra casa. ─ se apoya sobre su marido. ─ Estos mismos momentos que te
atormentan son los que una vez me hicieron sentir completa, feliz y de igual forma triste. Es lo que
hay, lo que tengo.
─Dejarla sería finalmente dejarla ir a ella –continua su marido.
─ ¡Tenes que intentarlo! No hoy ni mañana pero eventualmente en algún momento.
Tomo una ducha rápida en el enorme baño de la habitación. Me despojo de la ropa y me zambullo
en la calidez del agua. Una vez que quito toda la suciedad acumulada por el viaje de Esteban, salgo
y antes de ponerme la ropa examino este cuerpo en el espejo. Es simple curiosidad, mi
imaginación volando para sentirme parte de esta persona. Agarro una libreta, la campera y salgo
de su dormitorio, voy camino al lado central de la casa.
Paso frente a una vitrina con trofeos y recuerdos que más que una exhibición son una tortura para
este chico. La foto de una joven me hace estremecer, su largo cabello negro que se cierne por
encima de sus hombros y unos ojos miel que alumbran un rostro alargado. Luce de unos quince
años más o menos, aunque los círculos purpura debajo de sus ojos la hacen parecer mayor. Su
postura es rígida y la sonrisa que esboza parece simulada.
No puedo saber qué le pasó, son sentimientos que están guardados con veinte candados y sus
llaves enterradas siete metros bajo tierra.
Mira por el pasillo hacia la habitación de su madre, su cerebro corriendo veloz. Empuja la puerta y
se sienta a los pies de la cama.
─Todavía no has dicho el motivo real por el que estás de regreso. –sus miradas se cruzaron
agonizantes.
─Y tampoco voy a hacerlo ahora. Que tengas una buena noche mamá. –debe estar demasiado
conmicionada.
─ Vos tenías un lado dulce antes.
─Sí, pero me lo comí. Esto es lo que hay ahora, te guste o no.
La saluda estirando la mano al tiempo que sale y se dirige hasta la puerta de entrada. Cuando llega
al enorme arco que forma la salida mira a su espalda. Ella asomándose por la galería espiando
detrás de él. Su intriga compite con la mía.
Este chico se dio cuenta hace mucho tiempo que sus padres viven en la misma casa, pero no están
juntos. Será la comodidad o el simple hecho de que así deberían terminar sus vidas: en un vacío
que nada nunca puede llenar.
Por un instante me distraigo pensando en cierta imagen recurrente en mí. Es una escena graciosa
y me hace muy bien reír, es refrescante. He soñado varias veces con la misma persona y siento no
es casualidad. ¿Hay algún asunto pendiente por resolver? Mi subconsciente actuando, eso es
seguro.
Entramos al bar y él se sorprende de ver que nada ha cambiado. Su amigo Jorge se acerca al
extremo opuesto del salón y lo convida con dos cervezas rubias. El primer sorbo desciende por su
garganta y es justo lo que necesitaba para apagar las voces que suenan en su cabeza, ¿otra vez
compartí mis pensamientos?
Estos dos chicos son amigos desde el primario y poco ha cambiado entre ellos a lo largo de los
años.
─ ¿Quieren tomar asiento mientras esperan? – les dice una moza y les sonríe con simpatía.
Me dirijo hacia el taburete de la barra y asiento ocupando mi lugar, nuestro lugar.
Este sitio es excelente, tranquilo y relajado, con la iluminación justa para no ser demasiado oscuro
pero sí poder pasar desapercibido. Inclinándome sobre la silla, me paso una mano por el pelo y
trato de seguir la conversación. El vaso helado suda sobre la mesa y lo observo mientras las gotas
descienden lentamente y lo rodean.
Tal vez esto estaba destinado a pasar, el universo diciéndome que vaya por todo lo que quiero y
soy capaz de imaginarlo.
En este momento desearía poder ser otra persona. No hay nada de malo con Esteban pero
realmente me gustaría volver a ser este chico de veintidós años que era imprudente y osado, el
que hizo lo que quiso sin tener miedo de las consecuencias, hasta que ya no pudo más.
Si no tuviera que preocuparme por lo que pasa después retomaría las cosas en el lugar que las
dejé. La vida es como un tetris, tus aciertos desaparecen mientras que tus errores se acumulan.
El celular vibra en el bolsillo y una canción estruendosa irrumpe en el espacio.
─Hola Esteban, ¿podrías venir a la casa? –su madre
─ Termino la cerveza y voy para allá. –contesta ofuscado.
Estamos de vuelta en la mansión y tengo frente a mí a esta madre, su cara pálida y sus parpados
enrojecidos por el llanto.
─Creo que todo sería más fácil si pudiera poner palabras a lo que siento, señalar a esa persona, y al
momento y mostrarte el por qué. Entonces podría explicártelo y que así me entiendas para poder
compartir esta culpa que siento. ¡Tenés que ayudarme hijo!, no pueden vos y tu papá borrar a
Vanina como si nunca hubiera existido. – su mirada hace que se me retuerza el estómago.
─ ¿Pensas que soy una persona calculadora y descorazonada? ─está demasiado conmocionada.
─Ese es tu mecanismo de defensa. La sacaste de tu vida, se fueron los portarretratos y todos los
recuerdos, solo me dejaste esa foto en la vitrina y desechaste toda prueba de su existencia. Es mi
hija y voy a llorarla todos los días… Hasta mi último aliento.
─Ya no está, no puedo hacer nada. Solo sé que no querría verte cómo estás ahora, todo el día
encerrada. Ya casi no comes, ¿no vez que te estas rindiendo? ─ella bajo la cabeza insegura.
─Lidio con la realidad a mi manera. Es mejor que la mierda que ustedes hacen. ─la casa se quedó
unos segundos en el más absoluto silencio.
─Estoy tratando de ayudarte. ─ Ella lo toma del brazo y hunde sus uñas tan fuerte que se clavan en
su piel. Me pregunto si debería intervenir, pero eso significaría pasar una vez más por una
situación similar y … no puedo volver a pasar por eso.
– Acabo de preparar una nueva receta de brownie. ─ El padre hace una aparición apropiada.
Sonríe tratando de suavizar el momento. ─Podríamos comerlo mientras tomamos un café.
─Lo siento. –le dice él a ella y peina su cabello castaño sobre su hombro.
─Necesitamos hacer algo más terapéutico que comer un postre. – dice el padre.
─ Acepto la ayuda de ambos, con una única condición. Hagámoslo juntos, el que yo me muestre
angustiada no quiere decir que ustedes no lo estén.
─Todos estamos sufriendo, cada uno lo hace a su modo, mamá. –digo en nombre de Esteban y
este asiente internamente dándome las gracias sin entender que no soy parte de sus sentimientos.
─Lo entiendo. –dice ella. –Pero al menos debería saber algo antes que vuelvas a irte. ─ Hace una
pausa que me parece eterna.
─Te ví. –Se pellizca la punta de la nariz nerviosa.
─ ¿Qué cosa viste?
─Ese día en el Jardín, estabas con Sabrina.
Yo respiro hondo, sin lograr inhalar suficiente aire. Esto se está poniendo raro.
─No sé qué decirte, no lo planee. Ella estaba ahí para mí y lo tomé.
─Era mi mejor amiga. –dijo cruzándose de brazos y alzando la voz.
─Lo siento. ─¿qué quería que hiciera en esa situación?
─Sé por qué lo hiciste vos, pero la maldita se aprovechó: hija de mil putas.
─Por eso me fui. Yo te traicione también, soy una mierda. – llora de tal manera que las lágrimas lo
ahogan y ninguno de los dos puede respirar. Su madre corta la brecha y lo abraza fuerte, ambos
desconsolados como una cascada que se libera al abrir las compuertas.
─No te lo digo para que te sientas miserable, lo hago porque sé que se te fue de las manos y que
jamás harías nada para lastimarme, no a propósito amor. ─ El rompe el abrazo y se dirige a un
modular donde revuelve un cajón y saca dentro de un sobre unos papeles y varias fotos.
─ Es todo lo que me quedó, perdón por esconderlo.
─ ¡Esteban… no, por favor! –siento como si me estuviera encogiendo, y mirarla se me hace muy
difícil.
─Vamos a estar bien─ Lo dice sinceramente mientras dejan a las piernas ceder hasta terminar
ceñidos en el piso, suspendidos en el tiempo. Un sabio dijo: “valiente es quien dice la verdad,
sabiendo que lo perderá todo”, entender esta frase hoy me desgarra.

No soy padre y dudo que alguna vez quiera serlo. Creo que sería algo así como que te pongan un
ser a cargo. Entonces terminás haciendo un curso intensivo para aprender cómo amar a alguien
más que a vos mismo.

10 de noviembre

¿Alguna vez han tomado clase de dibujo? Yo ciertamente no lo hice, de todos modos disfruto del
arte e intento utilizarlo para distraerme. Busco en el armario de mi habitación y saco unos cuantos
lápices, pienso que hoy podría pasar mi tarde haciendo unos retratos. Según Picasso el significado
de la vida sería encontrar nuestro talento y el propósito compartirlo. Le falta explicar el cómo pero
eso no vamos a discutirlo hoy.
Soy muy visual, desde siempre, observo cada detalle y dejo que los trazos se muevan solos. Me
miro en el espejo, dibujar un rostro es una buena habilidad que poseo, puedo centrarme en los
detalles y simplificar las zonas haciendo que parezca realmente fácil. Mis ojos son un impacto
directo, mi mandíbula se pone tensa y como acto reflejo bajo el cuaderno descansando sobre mis
rodillas. Mi mirada aguda, capaz de percatarse con habilidad de hasta las cosas más difíciles.
¿Qué necesidad había de vestirme tan extravagante? Ninguna, pero ¿qué es la vida sin un poco de
banalidad?
Este es mi encanto, el que me permite vivir de seres solitarios y desesperados. ¡Soy un mendigo!
¿Me avergüenzo?, no debería. Todos usamos las armas que tenemos para conseguir las limosnas
que nos da la vida.
Reacomodo la hoja sobre la mesa sin dejar de mirarme en el cristal. Me susurro palabras bonitas,
desenrosco las fibras y acelero la muñeca, mi corazón latiendo con fuerza: ¡fuego ardiendo en mi
interior!
El estómago cruje, destapo una cerveza y abro unas papitas. Voy a manchar toda mi obra pero eso
creo la hace más real. Doy un sorbo largo y el líquido frío recorre mi garganta produciendo un
estruendo en mi boca. Sabes que estás envejeciendo cuando la carcajada termina en tos y no es
producto del gas en la bebida. Una risa solitaria escapa de mí y cierro los labios para no escupir
sobre el cuaderno. ¿Qué es lo divertido? Si fuera más inteligente probablemente sería útil para la
sociedad o podría vivir de una manera original, algo más interesante que esto.
Vuelvo a dibujar y lo hago por varios minutos, el roce del lápiz es un sonido único que pone paños
fríos a mis emociones. Cada vez estoy más seguro que voy a morir o que voy a volverme loco, si es
que ya no lo estoy.
Mierda
Mierda
Mierda
Arranco la hoja y la dejo caer al piso exhausto. Pienso en hacer un bollo y tirarlo a la basura, pero
no lo hago. Me siento ahí durante lo que parece una hora y luego me vuelvo a levantar, miro el
dibujo y me horrorizo. Es exactamente como me imaginé: los parpados caídos, las cejas curvadas
hacia arriba, la boca torcida y los labios estirados en forma horizontal. El entrecejo surcado y el
gesto de la nariz también arrugada, denota el asco que llevo puesto. Eso me mata.
Mis manos ansiosas estrujan el papel y trato de contener el dolor crudo que me atraviesa, así es
como me veo: un tipo inseguro y sin fuerzas. Es exactamente lo que miro cada día cuando me paro
frente al espejo: lo odio. Así soy yo.
¿Quién sos vos cuando sos lo que otros quieren?
Una vez leí este Grafiti en una pared. Hoy lo entiendo perfectamente, no seré ese tipo mucho
tiempo más.

Mi mandíbula cae cuando entra en el elegante lobby completamente blanco. Los pisos de mármol
brillan debajo de los zapatos mientras camino hacia el recibidor. Muestra su documento para
registrarse y nos guían a la persona que está esperando con las llaves de acceso que dejaron para
su uso.
A medida que el ascensor sube los detalles de los problemas que tiene este sujeto comienzan a
aparecer en mi cabeza, son bien recibidos como un bálsamo que calma los propios.
Tantas veces había tratado de sobrellevar la situación, ponerle fin a algo cuyo código implícito
consideraba más importante que el deseo; hacerlo le parecía algo tan improbable que nunca
lograba hacerse a la idea.
Las puertas se abren para revelar un impecable departamento y lo único que puedo pensar es
cómo el mío termina pareciendo un nido de cucarachas. Tiene un diseño moderno donde todo se
ve absolutamente funcional, nada de espacios, adornos o cualquier detalle que solo se encuentre
para su apariencia sin tener que cumplir una función dentro de estas paredes.
Me saco los zapatos y los dejo a un costado para probar la asombrosa alfombra gris que antecede
al baño. El sonido de los pasos se ve anestesiado por la suavidad del tapete.
La puerta se cierra y con ella todo el oxígeno en el cuarto se esfuma. Lucia nos sorprende y al verla
noto cada centímetro de ella como una emoción que va iluminando su precioso rostro. Me
detengo en esta imagen por una fracción de segundos, a pesar del reproche de Francisco cuya
ansiedad no le permite tener la paciencia para absorber la belleza de las imágenes. La lucha de
miradas se vuelve en algo más candente y para nada inocente. Acerco las yemas de mis dedos
acariciándola a lo largo de su rostro, una sensación de satisfacción burbujeando en mi pecho. Él,
impaciente, se inclina y le susurra al oído: ─ ¡Te extrañé!
Ella lo mira con una expresión divertida y asiente con los gestos.
– También te extrañé, más de lo que yo esperaba. – suspira con una fina sonrisa en sus labios.
Mi respiración se acelera, el corazón golpeando fuerte.
─Estaba empezando a pensar que no ibas a venir.
─Lo pensé. – dirige la mirada directo a sus ojos.
─Bueno, entonces me alegra que cambiaras de opinión.
Él se encoje de hombros y posteriormente la toma de la cintura, ella sin ofrecer resistencia se
lanza también.
─Vamos a ser claros, ¿por qué viniste? –pone su palma sobre su pecho conformando una barrera
física.
─Dejaste un audio en mi teléfono y me sonó muy divertida la idea.
─ ¿Así que solo estas usándome?
─ ¿No es lo que estás haciendo vos? – que estúpido este tipo, no tiene las bolas para ser directo.
─Vamos a ser discretos, pasemos este momento y después vemos cómo nos sentimos.
─ Es mi amigo, y diría más como mi hermano ─ Definitivamente voy a preparar pochoclos, esta
escena es digna del mejor cine.
─Pero no es tu hermano, es el mío. – no se aparta sin embargo.
Sus dedos tiran por sobre los de él, sus ojos suplicando y cuando tocan sus labios el movimiento es
sísmico. No me decido si permanecer siendo testigo de este encuentro. ¿Por qué algo que se
siente tan bien puede ser tan malo?
Poniendo un beso en su frente se echa hacia atrás creando un espacio entre los dos.
─Vení conmigo – ella lo lleva desde el baño hasta su habitación.
La siguiente hora es una alucinación. Se sumergen uno dentro del otro, sin esperar, dándolo todo.
Despojados de culpas, disfrutando del aquí y ahora. Encuentran su ritmo y el tiempo, antes eterno,
se diluye en voraces minutos.
Yo saboreo este enlace como un simple espectador, mi cuerpo en su lugar contorsionándose para
intentar replicar este suceso. Sus labios son suaves y perfectos, un beso que empieza lento pero
luego va corriendo a medida que se liberan de “los por qué” y se topan con este hormigueo que
los envuelve. Tragándose las palabras ella suspira y entonces él sabe que es momento de poner
más presión, escalofríos de placer mientras su mano se cierne en torno a su sexo, mis ojos se
cierran otra vez cuando su toque baja más y me hace alucinar. Jadeo, no puedo entender siquiera
lo que está pasando, de manera que ya no presto más atención.
Es en vano poder proyectar en mí cuando lo que viví hace instantes es más real que el universo.
Envidia cruda y barata, sufrimiento de aquel que nunca llegará a conectar de manera real.
Toda la fiesta podía pasar en este momento y aun así no me iría: satisfacción fluyendo por cada
centímetro de mi cuerpo.
Sus brazos se enlazan uno alrededor del otro y un suave suspiro culmina la escena como el único
sonido que necesitan escuchar.
Un celular suena y él fuerza sus ojos para que enfoquen viendo un nombre brillando a través de la
pantalla.
─Perdón, tengo que irme. ¿podemos vernos más tarde? ─dijo después de una pausa.
─ Menos mal que lo pediste, porque si no iba a hacerlo yo. ─esbozo una breve sonrisa.
─ ¿Es el comienzo entonces? ─su espalda se arqueo sobre ella permitiendo chocar los hombros.
─Yo creo que empezó hace mucho tiempo, pero si vamos a ser prácticos lo es.
En unos cuantos pasos ya está en el pasillo, más allá del lobby y rumbo a la puerta. Se da vuelta y
ve los ojos de ella detrás de su espalda, una simple mirada puede paralizarte de la mejor manera.
Sigue avanzando hacia el ascensor, las puertas se abren y luego cierran detrás de nosotros. El
silencio expande el vacío, entrecierro los ojos, respiro y me relajo.

No puedo decir realmente qué fue lo que me trajo de vuelta. Tal vez fue la sensación incómoda
que apretó mi garganta, algo no se sentía bien. De todos modos no he dormido mucho en los
últimos días, podría tomarme un descanso por lo que queda de la noche. Me estiro hacia la mesita
de luz y reviso el reloj, son apenas las doce de la noche.
Mi cabeza latiendo fuerte y mi corazón galopando adentro de mi pecho, un ruido tan
ensordecedor que termina por paralizarme.
Un minuto más se esfuma.
Luego otro y otro más.
Una hora
Una noche
Una vida
El aire se vuelve viciado y me pesa como humo negro quemando en los pulmones. Cada uno de
mis órganos ligados a una emoción diferente ¿Qué hago con el dolor y la tristeza? Son ajenas pero
se sienten tan propias. Si cada persona pudiera una sola vez ponerse en el lugar del otro, cuan
diferente sería el mundo: un lugar más justo, sin duda.
¿Es suficiente mi existencia?
¿Qué hice en otra vida para castigarme tanto?
Las condiciones que preciso para mantenerme erguido realmente terminan por asfixiarme. Ya no
sé cuántas veces me lo digo. Las actitudes matan mis ganas de luchar. Un día a la vez, los hay
mejores y peores, el reloj con su incesante tic tac martillando fuerte en mi cabeza.
Pienso, la única manera de encontrar la verdad es mediante la razón. ¿Será que de ahí procede mi
fanatismo por Matrix? Este ser o ente malicioso cuyo único plan se basa en la capacidad de
adulterar la realidad en que vivimos y la forma en la que vemos el universo. Es tan ridículo y tan
cierto a la vez: creemos que somos parte de un mundo con ciudades, en un cielo infinito y
comemos la más deliciosa comida, cuando en realidad estamos encerrados en nuestras mentes,
en un cuarto oscuro para nada tolerable. Si este poder fuera posible, como en la película, entonces
no hay nada que quede a nuestra elección.
Lamentablemente solo es de la magia del cine y yo sigo siendo un enorme desvarío.

Cada día sale el sol


Y yo suelo despertar
al sentir su calidez
¿Dónde queda en la noche escondida tanta luz?
Despierto imaginando que eres tú.
Que feliz seria de cantarte vida
no me importan las formas
solo quiero sentir una vez más esa luz
sin presiones y destellos solamente con mis huesos
Abrir una a una el mar de mis heridas
y cerrarlas para siempre con el brillo de la intimidad
Se siente bien la verdad estrangulando esa mentira
Tengo un día para amar
y es más que suficiente para existir el resto de mis días

En medio de tanta oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, resucitando, reavivando en
todas las personas a las que visito día a día.
La música es algo tan diferente a todo. Puedo sentirme identificado en una canción que tiene
sesenta años y en ella no encuentro una brecha sino un puente. Me conecta y hace transparente
mis sentimientos. Cualquiera puede cantar, no importa cuánto desafine mientras que sea con
emoción. Voy dejando frases aquí y allá, no hace falta una rima perfecta, si no les gusta solo miren
para otro lado.

12 de noviembre
El teléfono suena y es temprano en la mañana. Protesto al tomarlo y trato de enfocarme en el
número, ya que en la pantalla figura “Desconocido". Justamente por ese motivo lo ignoro y arrojo
sin ningún cuidado sobre la mesa de noche. Vuelvo a dormir y poco tiempo después, al despertar
me encuentro otra vez con la vos de Axel Rose vibrando en mi celular. Niego en silencio y lo dejo
que se vaya al buzón de voz. No le doy mis datos a nadie salvo a íntimos y familiares, tres o cuatro
personas, así que seguramente es una estafa o en el mejor de los casos los pesados del banco.
Unas cuantas respiraciones profundas me cargan de energía y devuelven la paz antes de
finalmente levantarme de la cama.
Desayunar es la comida más importante, lo digo y reafirmo siempre este dicho. En mi caso es el
combustible que le proporciona a mi cuerpo la energía necesaria para estar tantas horas fuera de
mí. Lleno un vaso con agua y luego de tomarlo sirvo un segundo para después de comer. Salen del
tostador y caen directamente en mi plato dos rodajas de pan blanco, las unto con abundante
mermelada y pasta de maní, de la cual soy adicto. Me preparo un café liviano y lo corto con un
poco de leche, solo por costumbre. Finalmente descarto la infusión y me tomo una cerveza, nadie
hace amigos tomando leche.
Mientras disfruto de este momento siento surgir un malestar en el pecho, no es físico más bien es
un cansancio emocional. Yo soy fiel a no aferrarme a nada, simplemente disfruto el cambio,
ahuyentando el dolor. Pero esta vez no puedo dejar de cuestionarme entonces me concentro en
dejar que pase la tormenta, no va a llover por siempre. La impermanencia todo lo atraviesa. Es
decir, nada de lo que hoy transito me está asegurado para mañana, tengo que repetírmelo a diario
para tener esa conciencia. He pasado por muchos momentos difíciles con decisiones que tuve que
tomar en tantas situaciones, vidas que comparto. La angustia, la felicidad y la calma, la naturaleza
de los sentimientos con los que me identifico se diluyen con el tiempo, lo que hoy vibro pronto
quedara atrás.
Tenemos una fecha de expiración, algún día dejaré de estar y esa es una evidencia de la que
muchas veces evito razonar.

He estado paseándome durante más de quince minutos con este tipo por los cinco metros
cuadrados que conforman su oficina. Revisa una y mil veces los documentos, yo estoy esperando
con la mayor paciencia posible mientras deseo que se canse, se tranquilice.
─Tienen que creerme, todo está ahí –balbucea hablándose a sí mismo. Alguien está más loco que
yo: ya era hora.
Las manos le tiemblan y suda gruesas gotas que se acumulan sobre todo en su frente. Tiene el pelo
pegado a la cara, la vista irritada que apenas resiste la luz natural que entra por la ventana. Su
ropa esta arrugada y tiene manchas de comida sobre su pantalón de jean. El reflejo que se aprecia
en los cristales me deja ver a un hombre de treinta y tantos años. Mete la mano en el bolsillo y
revisa uno manojo de billetes entre dólares y pesos argentinos. Pasa el pulgar por los ribetes y va
contando hasta darse cuenta que tiene lo suficiente. Lleva dentro de la campera una libreta a la
cual revisa hasta llegar a una hoja en particular. Una lista de nombres y creo yo, pendientes.
Estamos en la oficina de un abogado entiendo. ¿Qué será lo que hizo? Tiene tanto miedo que ni
siquiera puede pensar en nada más que cerrar los ojos; va contando ovejas para obtener calma. El
pecho se le oprime y yo siento que no me deja entrar aire en los pulmones. Las manos le tiemblan
a tal punto que si estuviera frente a un piano estaría tocando una versión acelerada de la sinfonía
quinta de Beethoven.
Entra una mujer y ya de verlo niega con la cabeza, una mirada de reproche en toda su cara.
─ ¿Qué pasó? ¿Qué hiciste Armando? –el enmudece primero y respira hondo para tomar aire.
─ No quise hacerlo, lo juro. Yo solo quería que entendiera. No sabía, no quería, en serio no quería.
Soy un buen hombre, de verdad que lo soy. –se explicó por fin.
─Tranquilízate. – dice suavizando la expresión
─ Vos me conoces de toda la vida Estela, tenes que ayudarme. – este hijo de re mil puta lo hizo,
¡no puede ser! Pienso. Asco, asco y más asco.
─ En serio, ¿qué hiciste?
─Estábamos conversando y de un momento al otro empezó a subirme el tono y me dijo que me
fuera. ¡A mí! ¿podes creerlo? Me acerqué a la puerta y antes de abrirla le pedí que se calmara, que
teníamos que arreglar la situación. ¿Cómo voy a irme de mi casa? Yo pensé que se había vuelto
loca. ¿En qué cabeza cabe que voy a dejar a mi familia? – llora y se atraganta con los mocos, lo
dejo que prosiga para entender mejor la historia.
Nos habíamos separado pero las cosas empezaban a arreglarse de nuevo, yo solo la increpé
porque no quería mostrarme el celular. El teléfono no paraba de sonar con notificaciones y ella no
las leía, simplemente las apagaba.
─Anda al grano, ¡por favor!, ¿le pegaste? – la abogada frota su cara con la palma de la mano, está
totalmente ofuscada y no es para menos. ¿Quién quiere ser el abogado del diablo?
─Yo quise arrebatárselo y ella me decía que tenía que confiar, que no me iba a mostrar nada
porque yo tampoco lo hacía con ella. Le empecé a gritar si era Federico el que le escribía y ella…
ella.
─ ¡Decime de una vez!, ¿cómo queres que te ayude?
Ahí no aguante más, esta lacra se está tirando al piso llorando como si fuera una víctima. Las
puertas se abren para leer sus recuerdos:
“Mirá lo que me haces hacer, Angie”.
El tipo le arrebata el móvil y le dice que llame al número de los mensajes. Cree estar muriendo, de
celos, bronca llenando cada uno de los espacios de su mente. Siente pinchazos en la cabeza. Ella
marca llorando y al instante que le contestan dice que él la estaba amenazando, que la ayuden.
Entonces este loco corre a la cocina y agarra el martillo, la amenaza con golpearla. No puede
alcanzarla, ella se mete en uno de los cuartos y lo cierra con llave. Él le habla y dice tantas cosas
que la convence de salir, algo habitual en una relación del gato y el ratón.
─Ya no te amo más. ─ le decía, yéndose para volver a los días invocándole su amor en un estado de
confusión: ¡tan psicópata!
El empieza a patear la puerta gritando y otra vez repite: “mira lo que me haces hacer, Roxana. Me
obligas a tener que hacerte entender”. Después es un borrón, una laguna de atrocidades.
Recuerda que suben a su mujer a la ambulancia y ella en un instinto de lucidez le dice a la
paramédica que no la deje morir, que tiene que volver con su hijo. Luego el dueño de este cuerpo
se escapa y ahora está aquí, parado frente a su abogada, intentando justificar lo injustificable.
Ahí no sé qué me pasó, volví a ser yo mismo, en su mente. Lo hice caer de rodillas y contar la
verdad, la pura verdad sin distracciones y dejando claro quién era el culpable.
Me di cuenta que no podía irme, tenía que saber que más había hecho.
Ejerció violencia hacia su pareja, hacia su madre, hacia las personas que lo rodean: un total
hipócrita que ni siquiera entiende en su pequeño cerebrito.
Tengo todas estas imágenes y recuerdos imprecisos que me son difíciles de cuadrar como algo real
o vivido. La horrible sensación de haber estado allí sintiéndome parte del lugar, los objetos y la
distribución del espacio. Difícilmente coincidan con los recuerdos, pero en este caso son apenas
una porción de la verdad:
Llega a tirar al piso una torta que ella le había hecho, rompe a patadas la puerta del ropero y ...
Una vez incluso la chantajeó para que tuvieran relaciones sexuales.
Ahondé más atrás intentando canalizar las razones y sus pensamientos:
¿Para qué sirve la vida?, ¿es un suspiro?, ¿un lamento?: la nada misma. Cuándo tenía cinco años
asesiné a un asqueroso mosquito y pensé─ no siento nada, cerré mis manos en un movimiento
rápido y solo me regocijé en el silencio del hecho consumado. ¿Por qué?, ¿es su tamaño?, ¿por el
sonido que emite? O simplemente es un tema de belleza. No me sentiría igual si fuera un bello
conejo, sedoso y adorable.

Luego de contar toda la verdad nos fuimos junto a la abogada, no podía hacer otra cosa más que
lo correcto. Subimos al auto y me senté atrás, ni siquiera soportaba hacerlo junto a la letrada. Miré
por la ventana todo el camino y acallé las voces de Armando tanto como pude. Metí en su mente
un poco de empatía y le hice sufrir con pensamientos reales y certeros sobre sus actuaciones.
Se escucha: ─Tiene derecho a guardar silencio y a negarse a responder preguntas.
Estacionamos casi en la puerta y entramos a pesar del disgusto que presentaba este cuerpo. Ahí
escuché las palabras que me permitirían salir lo más pronto posible y abandonar a este asqueroso
sujeto:

─Cualquier cosa que diga puede ser usada en su contra en un tribunal judicial.
Tiene derecho a consultar a un abogado antes de hablar con la policía y a tenerlo presente durante
el interrogatorio, o más adelante.
Si no puede pagarlo el tribunal le asignará uno antes del interrogatorio, si así lo desea.
Si decide responder preguntas sin uno presente, tendrá el derecho de dejar de contestar en
cualquier momento hasta que hable con el suyo.

El tiempo retrocede décadas en esta mente y centra los recuerdos en un momento bisagra.
Va caminando por la vereda con las manos en los bolsillos del pantalón intentando resguardarse
del viento frio que quema en su piel. Su cabeza oculta dentro de la capucha de su campera donde
solo una pequeña rendija le permite seguir el paso sin tropezarse. Su papá está caminando varios
pasos delante de él, están a metros de llegar a la comisaria. Allí ya los espera su amigo Hernán.
Este saca un cigarrillo y ofrece otro a los presentes, finalmente lo enciende. Da una pitada
profunda llenando los pulmones y gira la cara exhalando hacia nosotros humo negro.

─ ¿Qué pasó? ─le pregunta a Hernán y le pega una palmada en el hombro.


─No sé ─esquiva la mirada y la dirige hacia el cielo ─ por una denuncia de mi mujer.
─ ¿De tu mujer?
─Sí, de ella….
Hernán sacude la cabeza y cierra sus manos en puño.
─Le dijo a la Policía que yo le pegaba a ella y a mis hijos.

Hay hechos que hacen de uno lo que hoy es si no tenes fuerzas para romper el patrón.
Nos educan desde chicos en el aprendizaje de la violencia. No es que todos estemos forzados a
ejercerla, sino que así lo aprendemos la mayoría de los hombres. Muchos, cobardemente, deciden
emplearla. Se excusan en esa mierda, no son más que caballos a medio galope con las anteojeras
puestas.
La manera en que nuestros padres y abuelos vivieron sus relaciones marcan una educación
determinada, generación tras generación e inevitablemente se vuelve ese patrón: un
comportamiento habitual que se repite a través del tiempo. Un modelo de pensamiento.
Es importante darse cuenta: si lo asimilé lo puedo modificar. Recordar que no hay violencia
mínima, que todo acto que se lleve a cabo contra la voluntad de la otra persona lo es.
El autoengaño al que se someten se puede derribar, pero ¡cuánto hay que trabajar para verlo!
Tengo fe en que un día la violencia de género va a ser erradicada, no va a ser ahora y seguro no
voy a estar vivo para verlo, pero va a suceder.
Mis párpados pesados cerrándose me traen de vuelta a la familiaridad de mi hogar. Soy un
escultor y un sastre transformando los rasgos monstruosos que habitan en sus mentes, voy
reivindicando la humanidad que vive en ellos, siempre oculta tras las paredes de superación.
Hasta acá
14 de noviembre

Soñé que vomitaba hasta los pulmones y hasta por momentos sentía realmente que me estaba
asfixiando. Duele divagar así porque se sufre sin testigos; menos mal que desperté.
Hoy estoy melancólico, ayer volví a ver una película francesa “Ángel─A” tiene una escena icónica
donde el protagonista André se mira al espejo a pedido de Ángela. Allí hace un ejercicio donde
tiene que decirse lo que realmente ve de sí. Ella lo acompaña, incita a decirse cosas bellas, a ver
detrás de la carne para sumergirse en las emociones.
Es tan difícil amarse a uno mismo cuando uno no se siente amado. Es un sentimiento que no se
puede mendigar, no hay nada transparente al exigirlo.

Hace mucho calor mientras esta chica espera resignada en la parada del colectivo. Al arribar sube
lentamente como si las piernas le pesaran. Se dirige hacia el fondo y se acomoda en el último
asiento para que le sea más fácil a la hora del descenso.
Mirando por la ventana divisa a un grupo de ciclistas que circulan paralelos al micro hasta que
luego se pierden en el camino. Me encuentro acompañándola mientras se acaricia la zona inferior
del vientre con la mano derecha, cuantas veces me habré reído de este idioma universal que
comparten las mujeres en cierto estadío. Este gesto tiene un magnetismo irresistible y no puedo
contener la sonrisa al pensar que existe una vida dentro, que se mueve y que está esperando para
salir. Es increíble y realmente no me entra en la cabeza el sentimiento que estoy viviendo al
acompañar este vínculo con este ser y su madre. Me llena de ternura que ni sabía que tenía y
aunque comparto la incertidumbre no me dejo asfixiar por la sensación. No soy responsable de
esta vida, pero me causa muchísima intriga saber si es posible tener recuerdos de cuando se
estaba en el vientre, no se me ocurriría intentarlo siquiera, hasta yo tengo mis límites.
Me concentro en las sensaciones
El embarazo de Romina no fue buscado. Se enteró de la noticia hace apenas un par de meses
mientras preparaba las materias que adeuda en la facultad. Se sorprendió sobre manera y
realmente no sabía cómo reaccionar. Está tan romantizado el título de ser mamá: una total
revolución – pensó.
Recuerda el día que se enteró cómo golpeo su estómago, no con fuerza, solo para asegurarse de
que estaba ahí. Su novio tomo bien la noticia y la está apoyando. Sin embargo, ella no está
totalmente convencida, no tuvo el valor de tomar una decisión pensando en su cuerpo. Ahora es
tarde de todos modos y agradece a su entorno por no dejarla sola. Es una sensación asfixiante la
que vive, llena de incertidumbre. La percepción subjetiva del tiempo siempre afectando la salud
mental.
Yo quisiera entenderla, aunque me tomara toda una vida no podría hacerlo. Simplemente hay
personas que no nacemos para ser padres ni aunque naciéramos de nuevo.
Algunos de los síntomas que reflejo son nauseas, mareos y un raro burbujeo abdominal, es
totalmente terrorífico para mí, siento que tengo un Alíen ahí adentro. Por suerte las mujeres no
sienten lo mismo o hace rato nos hubiésemos extinguido.
Se prepara para bajar, toca el timbre muy sobre la parada y el chofer no llega a frenar en la
esquina, por lo que nos pasamos una cuadra y media.
Camina con la barbilla baja y los hombros ligeramente hacia delante, coloca talón y punta en un
perfecto andar que la distrae de las personas y los objetos que tiene alrededor. Se coloca unos
auriculares que tenía guardados en el bolsillo y los conecta con el celular en un volumen muy
bajito, para poder escuchar el tránsito y todos los ruidos que la rodean. Me siento totalmente sin
aliento después de hacer unas pocas cuadras, será la falta de costumbre por llevar peso extra en el
vientre. Esta chica no parece agotada y ni si quiera sabe que lleva dos almas consigo además de
ella: todo sea por hacer el ejercicio que le recomienda el médico.
Caminar… Un paso en la dirección correcta.
En el centro médico la espera su pareja y el momento no puede ser más oportuno para mí. La
acuestan de espalda en una delgada y gélida camilla dentro del consultorio. Tiene que levantar sus
ropas mientras le untan un gel en gran parte de la circunferencia de su estómago. Es tal la
sensación de frio que empezamos a temblar y no sé si es ella o soy yo quien se queja en un
suspiro. Su novio ríe e intenta confortarla frotando con su mano por sobre el hombre izquierdo de
ella. No importa si sos hombre o mujer, la emoción de saber que pronto llegara una vida y en este
caso que, parece deseada, es algo que a mí por lo menos me llena de simpatía.
Posteriormente, con un instrumento pequeño, la especialista comienza a pasar por la zona para
buscar una imagen del bebé y me vuelvo loco al ver una figura en la pantalla del monitor.
Realmente no entiendo nada de lo que veo, pero escuchar su corazón fuera de mis oídos es tan
fuerte como escuchar el golpeteo de un martillo neumático.

El asombro es tan palpable en esta pareja ante la maravilla que está gestándose frente a sus
propios ojos y que muy pronto podrán ver entre sus brazos.
Este chico está llorando tanto que parece ahogarse con las lágrimas y no sé si yo soy insensible, o
es que me tele transporté a una novela de Andrea del Boca.
Me invade la culpa de estar acá en este instante y se me cierra el pecho. Este momento ideal de la
familia perfecta, una foto a colores de una realidad que apenas es en blanco y negro. Los envidio
porque en este momento son plenamente felices. No siempre es así, eso lo tengo claro.
El modelo que se nos vende obstruye la verdadera felicidad. La complejidad de los vínculos, lo
difícil que es estar en armonía. Hay que re pensar realmente la idea de familia y lo complicado que
es adaptarse a las diferentes personalidades de quienes la conforman, a tolerar solo por el hecho
de que son sangre, y peor aún los vínculos políticos que deben aceptarse por el título que tienen.
¿Por qué en la práctica es como una unidad específica que funciona tan mal cuando se nos vende
que es el paraíso terrenal al que debemos aspirar?
¡Qué difícil es la interacción de cada uno de los roles!
Se nos impone que esta unidad es un lugar de alegría donde todo va a estar bien, lo cual en la
realidad es imposible que esto sea así. Conlleva a altas dosis de frustración y sufrimiento por no
llegar a ese ideal. ¿Será que yo soy el que está mal?, todo el mundo está bien y es feliz... y yo aquí
queriendo siempre ahorcar a cada uno de los miembros de mi clan, por diferentes razones. Cada
uno con su neurosis, arrastrando sus quilombos, condicionando a los otros y arruinándoles la vida
a su vez. Al final no hay más realidad que una familia disfuncional. Por eso vivo solo y casi no
convivo siquiera conmigo mismo.
Sin embargo, ahora estoy aquí formando parte de un momento bisagra en la vida de estas
personas y solo por este minuto parece que todo lo anterior valió la pena.
Romina aun no puede creer lo que la ecografía le dice, pensar que solo tenía siete días de atraso
cuando se hizo el test. No puede sacar de su mente que su vida está cambiando por completo.
¿Cómo es posible que apenas hace unos meses tenia esta visión tan cursi del amor? Un enfoque
donde simplemente era eterno, ideal dentro del matrimonio y por supuesto heterosexual. Ahora
le toca madurar de golpe y erradicar esos esquemas impuestos por sus padres. El amor de pareja
es más que esa idea pretenciosa, no necesita de títulos y sobre todo lo más importante, no es
perpetuo. Hay muchos tipos de afecto.
Ahora le toca enfocarse en la emoción cumbre de la etapa que sigue, el miedo a:
─El dolor
─La incertidumbre
─La perdida de forma
─ Y podría seguir incansablemente.
No puedo creer que las mujeres vivan semejantes cosas. La naturaleza sí que es inteligente en
poner la descendencia en el verdadero sexo fuerte. Al carajo con nosotros los hombres, nunca me
sentí tan inútil como en esta aparición.
Por más emocionante que fuera la jornada ya no puedo ensuciar más este momento. Después de
abandonar su cuerpo siento irresistibles deseos de volver, sin embargo me contuve.
A veces realmente tengo miedo de que si continúo haciendo esto por mucho tiempo, no quede
más nada de mí que un simple y vacío cuerpo. Nunca imaginé que este sería mi estilo de vida
diario, sinceramente es adictivo estar así. El único problema es que no sé cuándo parar.
Mi papá murió cuando yo tenía dieciocho años y eso cambió totalmente mi mundo. Yo quería irme
tan pronto como pudiera pero ese suceso hizo que me sintiera atado a la casa y al resto de mi
familia. En el banco solo había deudas y con mis estudios recién comenzando no podía darme ese
lujo. Qué ironía ahora que logré salir de ahí, vivo encerrado en la realidad de los otros.
Juego a ser humano siendo esa definición la clave de mi desdicha, apenas soy un cuerpo que
conecta Mis cables enrollados transitan con electricidad que me corre en las venas, despierto a los
sentidos y camino absolutamente ciego a la deriva.

16 de noviembre

Soñé que estaba nevando, así como de la nada la calle se ponía resbalosa y al mirar con atención
una capa delgada de hielo se extendía por toda la superficie. No tuve demasiado tiempo para
pensar cuando de golpe comenzó a nevar furiosamente. Corrí lo más rápido que pude tratando de
avanzar en el colchón blanco que era ahora todo a mi alrededor.
Este paisaje me trajo un aire de paz y renovación, no tenía obligaciones y sentía al máximo mi
capacidad de maravillarme. Mi cuerpo sintió un hormigueo cuando entré en contacto con el frío y
mi único deseo fue dejarme caer sobre ella.
Quería hacer un muñeco de con los objetos que podía sentir a mi alrededor y ponerlo ahí para que
todo el mundo lo viera. Era lo más parecido a estar en el cielo, si es que así fuera.
Marqué huellas mientras caminaba en círculos y escribí nombres de personas que ni recuerdo
conocer. Subí a la montaña más alta con la ilusión de poder ver el claro del horizonte.
Me sentí como un niño y me dio igual lo que pudieran pensar los demás.
Era un espectáculo tan bello y aunque sentí miedo de quedar enterrado sabía que estaba viviendo
un momento insuperable, me sentía valiente y en el mismo sueño imaginaba tener el poder de
cambiar el clima. Sería mucho más útil de lo que soy despierto en mi realidad. Ahí tenía esperanza,
no había voces, solo paz rodeando todo a mi alrededor.

Aquí me encuentro otra vez, en la misma cama de hospital. ¿Qué pasa cuando el cerebro está en
pausa y el corazón late? Los órganos de este sujeto siguen funcionando y son muestra de la magia
de esta maquinaria que llamamos cuerpo.
El caso no ha empeorado, tampoco se ve una mejoría. El respirador con ese sonido tan particular
permite el ingreso de aire a los pulmones. No hay dolor y yo sin embargo muero por dentro
queriendo despertarlo. Casi nunca tengo la oportunidad de volver a una misma mente, y es que
esta, está tan desprovista de pensamientos y sentimientos que termina por acallar los míos.
La sala está en silencio salvo por el chirrido constante que lo mantiene vivo, ya no recibe tantas
visitas. Respiro profundo, se trata de él no de mí.
Me pregunto seriamente si hay algo que pudiera hacer, tengo una pequeña esperanza de que este
poder sirva para algo más que mi bien personal. Hace ya dos meses creo que está encerrado en su
propio cuerpo. Imagino qué cuánto más tiempo pase en este estado más improbable será su
recuperación. No se aún el origen de la lesión, pero los médicos coincidían en un traumatismo
craneoencefálico. Espero que nadie le haya roto la cabeza con un martillo, no quisiera despertar
con mi cabeza desfigurada.
Escucho a una señora mayor hacerse presente, saluda con un beso al aire y creo que le da un
apretón en la mano, aunque esto último lo estoy adivinando ya que mi amigo no siente
absolutamente nada.
Habla con voz baja sobre un momento compartido por ambos, la frase: “la voluntad de Dios
siempre será mejor que la nuestra”─claro, solo él sabe lo que nos conviene, ¿no? Son puras
tonterías para mí, pero en la desesperación uno tiende a aferrase a lo que sea.
A medida que la conversación avanza escucho su ira, sus miedos y siento caer las lágrimas. No
habla de la posibilidad de morir en absoluto y el llanto se transforma en una risa mientras le confía
sus sentimientos.
Estar en esta posición es como estar en otro mundo, solo se puede oír sin escuchar y saborear sin
comer. Todo se potencia para mí: las sensaciones elevadas y mis nervios alerta. Nunca he estado
en esta situación de tanta vulnerabilidad.
Algunos minutos pasan en soledad hasta que por fin llega una nueva visita. Un aura agradable la
envuelve, el sonido que sale de sus labios es bajo con notas de serenidad. Me siento a gusto ante
su presencia.
─ No entiendo que estés acá, ¡no me entra en la cabeza! Sos tan egoísta y ni siquiera en esta cama
dejas de serlo. ─ ¿De dónde salió ese comentario?
─ ¡Perdón, perdón, perdón! soy un estorbo ahora. Yo sé que vas a salir adelante. Quiero que sigas
con tu vida. No quise tener esos malos pensamientos, no sé por qué lo hice. Estamos pasando un
momento difícil pero tenes mi sostén incondicional cuando despiertes. No sé si me escuchas,
quiero creer que sí. Necesito que te levantes y me perdones a mí también. – Tiene tanta rabia
acumulada que traspasa toda su vibra hasta mí. ¡Pobre tipa!
¿De dónde vienen todos esos sentimientos?, ¿a qué le tiene miedo?
Se acerca más a la camilla y por lo apagado de su voz, creo que recuesta su cara sobre el pecho de
él. ¿Qué ve cuando lo ve?
La realidad depende del punto de vista del narrador, es la historia que contamos más allá de la
vida.
Me asombran mis elecciones, y me demuestran que nunca son al azar. Sé bien de qué lado estar
solo de ver quien ocupa el otro extremo.

Es casi cómica la rapidez con la que huyo de este encierro para ahora estar trotando por la calle en
busca de sentir. Mis piernas reales, antes rígidas, ahora están tomando velocidad y me llevan en la
memoria de los pasos a un lugar que ni siquiera puedo elegir. Ha sido una tarde ocupada y lo que
queda del día me sirve para recargar energías. Tengo mi cuerpo en control, las manos no están
temblando y mi pecho está abierto por fin. ¡Un milagro a la vez!
Me siento en un banco, dejo la mochila de lado y saco mi celular para escuchar un poco de música.
Tengo una obsesión por las listas de canciones y utilizo todo tipo de nombres raros para
identificarlas. Hoy me deleito con “La mierda de Eminen” que en realidad es una ironía, donde es
lo mejor que he escuchado en largo rato. Me recuerda ese chiste que citaba mi hermana.
Un niño le dice a su madre: "Cuando crezca, coy a ser músico".
Su madre responde: "Bueno, amor, sabes que no podés hacer ambas cosas".

La música es como un juguete para mi cerebro, estimulando mis emociones y dando pie a la
creatividad. Vienen a mí las letras de nuevas canciones por escribir, pero en el apuro no hay nada
más que mi teléfono para anotarlas.
¿Por qué escribir me hace sentir más tranquilo?
Creo que porque cuando lo leo después siento que no soy el único y quizás alguien más que lo lea
puede sentirse identificado. Si lo escribo se hace real, hasta el más mínimo sueño es veraz en ese
pedazo de papel. Son desvaríos pero me gustan, le dan significado a mi enredada cabeza torciendo
lo recto y enderezando las circunferencias. La métrica no mide más del parámetro que yo le fijo.

Estoy buscando a mi ángel


pero siguiendo sus huellas
me pierdo en mis elecciones
Puedo escuchar el ruego
y ver tu sonrisa coqueta
nos encontramos en el caos
y yo solo quiero tener tu amor
Tú me hacer ser más frágil
Y más inocente también
siento orgullo de cada cicatriz
en definitiva son las que me llevaron a ti
Solo ruego al encontrarte
que te guste lo que ves
no es lo mismo que miran el resto
solo tú lo puedes entender
No tengo tiempo de componer ningún arreglo cuando soy envestido por una lengua larga como la
de Venon, caigo de espaldas al piso sin poder entender: ¿qué mierda pasa? Esta cosa me está
chupando toda la cara con una alegría inmensa que no comprendo. Pongo mi brazo como un
escudo y logro pararme, todo esto sucede en segundos, pero para mí es en cámara lenta. Ahora de
pie veo a Romeo que no para de dar vueltas y trata de alcanzarme poniéndose en dos patas. Me
recibe como si hubiera vuelto de la guerra y hace años no me viera: ¡si ni siquiera me conoce! Está
loco de felicidad y no es una metáfora, realmente está alucinado.
Detrás de él veo a Ramiro, con total desconcierto.
─Te pido perdón, flaco. Normalmente no es así. Es más, suele ser desconfiado.
─No pasa nada, es un hermoso perro.
─Tiene un flechazo por vos – ríe avergonzado por el atropello.
─ ¿Cómo se llama? – lo digo sin tartamudear.
─ Romeo, es un poco cachorro todavía.
─ No te preocupes, estoy perfecto. De todos modos, me hacía falta hacer nuevos amigos.
─ Me llamo Ramiro. – me estrecha su mano apretando con fuerza y yo le devuelvo el gesto.
─Soy Noel. Vivo bastante cerca. ─ Será que ya lo conozco y por eso no me siento presionado. Hoy
no puedo creer estar fuera de casa y en paz conmigo mismo. Solo un poco de medicación extra y
parece que voy bien.
─Nos estábamos yendo, seguro nos cruzamos en otro momento. –Esta sonrojado y eso me
divierte.
─Yo me estoy yendo también, los acompaño.
No me sorprendió que aceptara y creo más aún me aproveché de la situación. Caminamos con
Romeo por un trayecto conocida para mí. Me cuenta su vida, de la cual ya sé pero simulo
sorprenderme por respeto.
Romeo casi no se separa de mí y si bien avanza por delante nuestro, cada tanto se da vuelta
observándonos. ¿Cómo puede ser este animal tan inteligente?
─Um… ─me aclaro la garganta. ─ ¿queres, te paso mi celular? –no sé para que se lo digo,
simplemente salió de mi boca sin pensarlo.
─ Si, ya te lo doy. ─ Me entrega su teléfono de modo que marco mi número y le doy OK para
guardar.
Me hace una llamada perdida y ya estamos en contacto.
─Hay un bar a la vuelta, podríamos ir algún día a tomar algo.
─ Si, cuando quieras. ─ Miento, sé que es poco probable que acepte y además no es mi tipo. Más
bien me agrada cierta vecina del edificio.
─ ¿Te gusta jugar al PES? (Pro Evolución Soccer)
─ No juego muy seguido, pero sí.
─Te tengo en cuenta entonces.
No entiendo porque estoy tan nervioso. A la luz de la luna todo parece angustiante: lo relacionado
con el mundo actual. Lo que en un momento me emociona ahora me raspa y corta como papel de
lija.
─ ¿Estás bien?, te noto preocupado.
La culpa me hace doler el estómago.
─Se hizo tarde, tengo que volver a mi casa.
─Está bien, no sos mi tipo de todos modos – ríe nervioso. ─ Estaba intentando hacer un amigo.
─Perdón, no quería ser tan directo.
─No vemos por ahí, entonces.
Seguimos en silencio, tenso. Le doy una palmada en el hombro y me alejo.
Reviso el reloj en mi teléfono. Todavía tengo media hora a pie para llegar a casa. A pesar de cómo
abruptamente terminé el final de la conversación; ni si quiera quiero volver al vacío y apacible
departamento.
Un consejo de mi psiquiatra es que debo enfrentar mi miedo para superarlo.

1. Cumplí con tu plan de tratamiento. ...


2. Intentá no evitar las situaciones que te causan miedo. ...
3. Aprendé habilidades para calmarte. ...
4. Evitá el alcohol y las drogas recreativas. ...
5. Cuidate. ...

Según entiendo un hecho traumático pudo causar mi padecimiento. Lo odio todavía más por esto.
La evasión de mis problemas parece ser mi solución a largo plazo. ¡Nadie es perfecto!

19 de noviembre

Me despierto sobresaltado. Miro mi celular viendo que son las dos de la mañana. “Llegué hace
más de tres horas y caí directo fundido en la cama. Mi estómago se retuerce y siento un sabor
amargo a bilis en la boca. Suele sucederme cuando estoy pasando por mucho estrés, no creo que
se deba a eso hoy. Ya bastante tengo con mis pulmones, siempre ardiendo, como para ahora
sumar otro malestar.
Contengo la respiración, me relajo poco a poco y empiezo por fin a descansar. El ritmo de mi
cabeza se desvía a pensamientos más luminosos y hace que mi corazón trabaje de manera estable
mientras corre la sangre por mis venas dejando de lado mis pecados.
Logro descansar unas cuantas horas. Mi teléfono suena con la melodía de Believer de Imagine
Dragons, como si fuera una señal. Es de Ramiro:

Hago una pequeña reunión con amigos el viernes. Es en mi casa, ¿querés venir?

Me quedo mirando el mensaje y tratando de ver cómo contestarle sin cortarlo. Aceptar la
invitación es como abrir las puertas a un universo por conocer. Imagino esta chica podría llegar a
estar ahí. No tengo derecho a pedir nada de nadie, más que un toco y me voy sin compromiso solo
para tener unos segundos de satisfacción; eso ya lo hago sin usar mi cuerpo. No sé si vale la pena
salir de mi zona de confort, las relaciones reales no parecen lo mío, suceden las situaciones más
extrañas que he podido imaginar.

No estoy seguro de poder ir, pero te aviso más tarde.

Me encuentro tenso y con mis manos transpirando. Contesta con un rápido OK y me deshincho
por pensar en lo torpe de mi respuesta.
Nunca seré capaz de tener el coraje para conocerla, ¡malditas inseguridades! La sola idea de no
sentirla por momentos me parece un destino similar a la muerte. Algunos besos dormidos me
persiguen y a veces son tan veraces como el sonambulismo. Las respiraciones que escucho en mis
oídos dan cuenta de una canción que se está desarrollando. Un tonto embelesado, ese es el mote
con el que la sociedad me llamaría.
El amor es de las drogas más alucinógenas. Amar bien o amar mal, no hay tal cosa. Amar es amar,
esa acción implica toda la complejidad del mundo en nuestra alma. No quiero usar palabras que
suenen a consuelo en esa necesidad de idealizarlo en un lugar indoloro. ¡Duele porque estoy vivo!
Prefiero ser estúpido a no sentir nunca nada.
Debería tomarme el tiempo para dejar fluir las palabras, escribir siempre me es sanador solo debo
sortear las frases correctas.

A veces desearía mudarme a otro lugar. Podría buscar una casa en un barrio cerrado, con un jardín
inmenso, plantar árboles frutales y adoptar un perro. O quizás una casa de campo y tal vez tener
unas gallinas y si me diera el presupuesto un hermoso pony. Abrir un lugar de esparcimiento y
alquilarlo para fiestas. Tendría empleados y miraría a la gente divertirse desde algún balcón lejano
lo suficientemente cerca para verlos sin que ellos noten mi presencia. Podría hacer eso y respirar
aire fresco todos los días. Dedicarme a la música quizás y seguiría teniendo una vida aislada sin
necesidad de estar encerrado en un departamento. Tengo muchos ahorros, uno aprende a
administrarse bien cuando prácticamente no consumes nada más allá de lo justo y necesario para
mantener la maquinaria en movimiento. No me es difícil imaginarme construyendo una vida así.
Lograría tener una recuperación posible y todo sería mucho menos estresante, especialmente
desconectándome de los ruidos de la gran ciudad.
Estoy delirando, esto es estúpidamente ridículo. No creo en soluciones mágicas, no hay ningún
Don que pueda cambiar el pasado sin que colisiones en mi futuro.

Ahora estoy en esta casa de estilo campestre, camino por el pasillo dejándome guiar por quien
conoce el destino. Es un pasaje lleno de pinturas y espejos de todos los tamaños. Ella se mira unos
breves segundos mientras se acomoda su peinado. Tiene el pelo de un color rojo apagado que se
destiñe apenas a gris en la base del crecimiento, sus ojos color caramelo y en sus labios varias
arrugas que para mí simulan un código de barras, seguro efecto del hábito de fumar. ─ ¡Gracias
que yo lo estoy dejando!
Esta casa es rustica, tanto por dentro como por fuera, por lo que veo. En el exterior puro contacto
con la naturaleza, no tiene terminaciones perfectas, ni concreto en la estructura.
Se mete en una de las tantas habitaciones que cruzamos. Tiene dentro un salón amplio y
luminoso, armario empotrado y el baño se ve muy completo. Todo parece haber sido renovado no
hace mucho tiempo.
Vuelvo a centrarme en esta mujer. Sé que está pasando por un infierno. Sé que lucha muy duro
para mantener la compostura y, por experiencia propia, sé cuan agotador es. Sé que combate a
diario con un padecimiento mental, una enfermedad crónica. Pero hoy es un día diferente, es su
momento de brillar. Hoy tiene la noche que tanto esperó toda su vida y aunque tiene miedo de
cagarla lo va a intentar. No la conozco, pero ya la quiero por eso.
Ha luchado con muchos fantasmas y se merece disfrutar de un triunfo.
Entra en la habitación un hombre de mediana edad. Aprieta su mano suavemente y luego la deja
ir. Él está con el torso desnudo, sus dedos agarran el borde de su blusa y la levanta lentamente
para meter su mano y acariciarle la cintura.
─Estoy bien. Puedo hacerlo – murmura resistiendo la tentación de tirar de él en un abrazo y no
dejarlo ir. Finalmente, él se retira a otra de las habitaciones con la promesa de encontrarse más
tarde.
Todo el silencio del lugar pronto se transforma en murmullos y muchas personas armando lo que
posiblemente sea una convención. Pasa parte de la tarde entintando su pelo y tratando de ocultar
las arrugas o los indicios de ellas. Se ha transformado totalmente de una mujer casual a una
totalmente deseable. No es la estética lo que la hace brillar sino la seguridad que irradia desde su
interior.
Mira a un rincón del cuarto y un recuerdo hace que alguna lágrima de deslice por su rostro, es una
imagen vívida:

Una lava caliente corriendo por mis piernas y encharcándose a mi alrededor. El olor inundando mis
fosas nasales. Me iba haciendo más pequeña con cada pensamiento y la vergüenza al ver a mis
compañeros señalarme y reírse. Demasiado tarde para la maestra que no creyó en mi súplica. Me
orine en ese rincón. Momentos bochornosos que pueden perseguirte y marcarte toda la vida.

Nos abrimos paso hacia una barra en la recepción y camina hasta el bar mientras grita sobre el
ruido de la muchedumbre. Soy egoísta y hago que pida una cerveza. El mozo asiente y marca el
pedido en una tarjeta.
La multitud estalla en aplausos, gritos y ovaciones. Dirijo mi atención hasta el primer cuadro
expuesto, se me hace demasiado aburrido. ¿Quién soy yo para juzgar el arte?
Estoy pidiendo otra cerveza cuando alguien deja caer una mano por la espalda de esta mujer. Se
da vuelta preparada para lanzarle una cachetada a quien sea que esté tratando de tocarla.
─ ¿Qué? – grita.
─ No tendrías que estar tomando, Ana. –le devuelve el grito.
─ Pero quiero hacerlo. No me va a pasar nada.
─ No se puede con tu medicación. –es cierto, que egoísta soy.
─ Es la última, lo prometo. –estamos conectados pero no estamos comunicados.
─ Estas rara hoy, deberías estar muy feliz. –Es culpa mía, tengo que darle control total. No es justo
que le arrebate este momento.
─ Lo estoy, en serio. Esto es solo un lapsus.
─ ¿Aún te preocupa algo?
─Nada está mal. Son sólo los nervios de la noche. No es nada. ─ callate cerebro, déjala tranquila.
─Yo podría darte algo para hacerte sentir mejor. – ronronea a escasos centímetros de su rostro.
─ ¿Tenes ibuprofeno?
─No, algo mejor.
La toma del brazo y la arrastra detrás de una cortina oscura, en un rincón del salón. Desliza sus
dedos por sobre la entrepierna de ella y jadea al sentir la intrusión. Realmente este tipo tiene la
intención de hacerla sentir mejor.
Sus dedos frotan la parte sensible de ella acariciando de arriba a abajo, liberando mis endorfinas
junto a las de ella. Realmente se me dificulta pensar. Me uno al alivio de Ana, está casi tan cerca y
sé que debería irme, pero esto se siente extremadamente bien. No me importa que yo no deba
estar aquí, solo quiero sentir la liberación. Arranca una sesión de besos sobre el cuello de ella y
todas las sensaciones juntas terminan en un grito que, ahogado con un beso, termina por
emborracharla de placer.
Cuando el temblor disminuye siento que las piernas vuelven a sostenernos y me deslizo
suavemente al silencio de mi existencia.
Estos momentos me llenan de euforia y alivian mi dolor más que cualquier droga que haya
probado. Y lo mejor, sin molestos efectos secundarios.
Por un impulso húmedo a base de éxtasis saco mi teléfono y mando un mensaje a Ramiro:

Estoy para el viernes…

Le pongo un par de emojis casuales y voy a buscar una cerveza de verdad para aplacar este
sentimiento que se despierta en mí.
Voy a tomar una nueva regla: la de no arrepentirme. Hacerlo es una total perdida de energía y solo
me sirve para revolcarme. No puedo construir con esa base.

20 de noviembre

Son las ocho treinta de la mañana cuando por fin me despierto. Siento que podría haber dormido
mucho más, pero el ruido de la calle consiguió que me levantara antes. Por muchas razones me
costó horrores dormir. La idea de un café espumoso es todo lo que necesito en este momento.
¿Cómo hacen esas personas que no lo toman? ¿Se despiertan y salen a la calle así nomás, cómo
salvajes?
Caliento la leche en un jarrito de aluminio y luego la saco del fuego. Tomo un batidor de alambre y
lo hago girar por la base del mango entre mis palmas como si frotara una rama para crear fuego.
Este batido se mezcla con aire y sumado al vapor se hace una espuma súper densa, como si lo
hubiera preparado en esas cafeteras que valen fortuna y creo que me sale mejor también. Más
vale maña que dinero. Agrego una cucharada de café instantáneo y estoy bebiendo directamente
del paraíso.

Soy una contradicción en todos los sentidos. A pesar de ser una persona ermitaña mi vida "social"
rivaliza con uno de esas películas de ciencia ficción sobre chicos maleducados. Una relación y el
toco y me voy jamás me habían interesado: pero heme aquí ahora.
Últimamente le he estado dando vueltas a la idea de que tengo amnesia y no recuerdo nada de mi
vida anterior o de mi transformación. Es decir, era un tipo normal, bah lo que se puede llamar
normal. Otro día: soy esto.
¿Cuantos más como yo hay?
Me miro al espejo, hace tanto que no lo hago en detalle. No soy atractivo, o quizás sí, pero no
tengo la seguridad para así sentirlo. Mi pelo castaño está despeinado, mis labios fruncidos y mi
mandíbula es rígida. No hago mucho ejercicio, de hecho, nada de ejercicio, pero la genética me
hace heredar un torso que parece tonificado. Un mandala en el hombro es mi único tatuaje . Creo
que lo hice para que, en caso de ser necesario, pudieran reconocerme en la morgue: siempre
lindas mis ideas. Seguramente soy el tipo de Ramiro. Mi estómago grita de nervios como si el
mirarme fuera algo malo: ¿quién soy?
Miro por el rabillo del ojo la computadora que dejé en el escritorio. Ayer estuve buscando un poco
de información en las redes sociales sobre mi familia. Odio empezar a cuestionar mis decisiones,
sé que estoy mejor así, pero nunca estuve seguro al cien por cien de haber hecho lo correcto.
Me acerco a la mesa y acomodo el espacio mientras la enciendo. Mi teléfono me avisa que ha
llegado un mensaje. No puedo creer que sea ella, ¿es una ilusión o una casualidad?
Suena una llamada y contesto.

─Hola, Noel
─ Belén, ¿qué raro vos hablándome?
─Mamá está en el hospital.
─ ¿Qué pasó?
─Se descompuso en su casa y me llamó, tenía la presión muy alta. La cargué en el auto y me fui a
la guardia. Esta acá y la están revisando. No se ve nada bien.
─Voy para allá.

Llegué en un tiempo record, tuve suerte de encontrar un auto que estaba por mi zona. Mi
hermana, a la que no he visto en más de un año, me recibe con un tenso abrazo. Un saludo de
compromiso, no tengo el valor de hablarle, no es momento de oír reproches. Escucho las
novedades del cuadro y hago lo que corresponde.
Las puertas del ascensor se abren, aunque no quiero. Tomo impulso y salgo al pasillo. Me recibe
una hilera de sillas que lo enmarcan, al final un enorme cartel rojo indica el nombre del piso. Dos
puertas blancas vidriadas con una inscripción: “Solo personal autorizado”.
El olor a desinfectante y alcohol se percibe en exceso, cada pisada se asemeja a una tortura:
caminar descalzo sobre vidrios rotos. Tomo coraje, apresuro el paso y miro a los costados de
manera distractora evitando imaginar la situación que me depara.
Aparecen otras entradas, todas dicen: “No pasar”, como si uno pudiera intentar disuadirse de
terminar el recorrido. Estoy agobiado en un laberinto de pasillos y puertas. No es como cuando
voy a espiar a aquel tipo, esto realmente está pasando.
Por fin llego a la sala correcta, suelto el aire contenido y pregunto por Esther.
En la primera cama hay un señor plenamente dormido, su barba es prominente y sus labios dejan
escapar un silbido. Las arrugas preponderan generando un ceño tan fruncido que asusta la
expresión.
En la siguiente cama una señora de mediana edad intenta hablar con sus hijas. Yo aguardo el
sonido de su voz, pero nunca sale. Ellas le acomodan las piernas mientras untan crema en sus pies
y los masajean. Le hablan pausado en un intento de que pueda leerles los labios. Acercan luego los
oídos a su boca escuchando los susurros.
Sigo camino y por fin llego a Esther, o lo que todavía queda. Un tubo atraviesa su garganta y es lo
que más me llama la atención. Observo su pecho inflarse y retraerse, dando cuenta que respira.
Los ojos están cerrados y el cabello grasiento se le sube por la frente. Su carótida conecta al suero,
debajo de las mantas salen tubos que culminan en bolsas colectoras de desechos.
¿Quién es esta mujer ahora?: una total desconocida.
La vida está en pausa.
¿Estará soñando con los pajaritos?, como dice la doctora. ¿Estará viendo a los que ya partieron? Si
es así hasta un poco la envidio, pero solo por un momento. No quisiera pagar el mismo precio que
ella para verlos.
Tengo que hacerlo, salgo de la sala y recorro la recepción hasta la calle. Vuelvo a mi departamento
en tiempo record. Tomo una botella de agua y bebo más de la mitad mientras chorrea por mi pera.
La vida me pone de rodillas pero yo tengo la piel gruesa.
La muerte es la única posibilidad que termina con todas las posibilidades. Es inminente y está
presente en cada segundo de nuestra vida. Siempre puede ocurrir, gracias a la vida que no ocurrió
aún.
Ironía.
Certeza.
Si no lo hago ahora, mañana puede ser tarde.
Me lanzo al vacío y desaparezco dentro de su mente recorriendo su memoria. El pasado y el
presente se entremezclan en esta nebulosa que son sus vivencias.
No quería ir allí, siempre tuve miedo de ver por qué era así y perdonarla, no quiero perdonarla ¿y
eso me hace peor de lo que ella fue?
En uno sus recuerdos está sentada en ese sillón, siempre ese sillón. Esta mujer, siempre esta
mujer. Nada ha cambiado, los años solo la han puesto más arrugada mientras continua con su vida
de autómata. El televisor está encendido en una de las esquinas del living comedor y solamente
escucha el sonido casi sin prestar atención a la imagen. Quiero odiarla, ¡la odio! No debería, pero
lo hago.
Me enfoco mucho tiempo atrás y dejo que sus emociones me guíen al momento que necesito. No
deseo hacerlo, pero tengo que.

─Sos una estúpida, no haces bien nada de lo que te digo. ─una señora de unos cuarenta años
hablándole a una adolescente. Ella no la contradice en absoluto, esa mujer solo sabe ver y
enfocarse en los defectos. Debe ser horrible tenerla como madre y no hizo mayor mérito siendo mi
abuela.
En otro extremo de la habitación se desliza un hombre de mediana edad en silla de ruedas. A pesar
de estar ahí encerrado tiene la mejor sonrisa que puede y mira de costado a su hija que, tras ser
mortificada por su madre, está prácticamente llorando. Mi abuelo al que no conocí me mira en los
ojos de su hija.
─No te preocupes Esther, yo voy a hablar con ella.
─ ¡No, papá! Está muy enojada. Dice que me va mandar a vivir con la tía Sara.
Otra imagen me muestra a mi abuelo en la cama postrado, enfermo y mi mamá haciendo las
valijas. Cuando termina, ella y sus hermanos se saludan y cada uno parte con un pariente
diferente. La abuela no puede encargarse de un lisiado y al mismo tiempo cuidar de los niños, así
que elige a quien cuidar.
Pasan los años y su padre ya no está presente. Comienza a partir de ahí una sucesión de imágenes
que como un torbellino dan cuenta del calvario que fue su vida.
Un día golpea la puerta de una casa y conoce un muchacho varios años mayor. Luces y melodías la
arrullan mientras va cayendo en el hechizo.
Queda embarazada muy joven dejando de lado sus sueños para habitar en los de su flamante
esposo.
En otra imagen, ella lleva a upa un bebé, soy yo. Otra niña juega por la casa sin que nadie le
preste atención. Me deja solo en un moisés y me hamaca con desgano mientras ve la televisión de
costado. Mi papá me saca de la cuna y me entrega a ella quien mira como si fuera un pesado
paquete que no pueden sostener sus brazos. Mi versión de niño llora más que molesto y no
encuentra consuelo.

Ahora veo a mi mama espiar mientras mi viejo charla con una amiga. Parece que trata de
contenerlo mientras conversan.
–Horrible. ─ comenta mi padre.
─No es una tristeza normal lo que tiene. Perdió por completo el foco en las cosas que en otro
momento le interesaban. Ya no tiene ninguna capacidad de disfrutar, Olga.
─Yo creo que está haciendo un esfuerzo por aparentar estar bien. Lo está intentando, Jaime.
─Claro, porque parece muy feliz y animada, ¿no?
─ No puede o no quiere reconocer que llego a su punto más bajo. Tampoco sabe cómo esconderlo.
Vos solo sabes trabajar y ella está completamente sola todo el día.
─Todo el mundo quiere tener un propósito en la vida. Yo pensé que este niño y su hermana iban a
lograrlo. Pensé que nos movíamos en la dirección correcta. ¡Me equivoque!
─ Tu vínculo con ellos es solo basado en el respeto extremo, ¿qué pasa con el amor?
─Un día me lo van a agradecer.

Abandono, no quiero saber más.


Todos esos momentos que te necesité, y yo tan solo. Él se fue sin pena ni gloria, me enseñó a
tenerle miedo. Y ahora vos, que vivías en el silencio, ya sea por elección o no ¿Tengo que ser
afectuoso y olvidarme?
Quiero odiarte, culparte.
Todo sería más fácil si conservara este rechazo, si pensara que solamente sos una madre terrible.
En cada burla, en los hostigamientos y todo el acoso en que te necesité y estuviste ausente.
¡Quiero odiarte, necesito odiarte!
Todo sería más fácil. No puedo dejar de repetirlo… todo sería más fácil.
Haría que yo me deteste menos.
Los padres no están obligados a llevarse maravillosamente bien con sus hijos. Lo que sí están es a
la responsabilidad de proveer y de cuidarnos hasta la medida que les es posible. Esto me confunde
sobre manera porque claramente cumplieron, pero no fue suficiente.
El paso del tiempo no pudo redimir este vínculo armado desde el sufrir.
Sin embargo, y a pesar de toda la mierda que viví, no sé por qué te amo… Estar roto no me da
derecho a romper tu imagen también.
No hay peor aflicción que anhelar lo que nunca sucedió. La esperanza de una niñez mejor.
El peor error que pudiste cometer es perderte la infancia de tus hijos. Me conformo con lo que sí
me regalaste que es el libre albedrio de mis elecciones. Cuando te abandonan en cuerpo y alma
estas abierto a seguir tu propio camino. No fue fácil sin el faro, pero nadando contra la corriente
voy llegando a algún puerto.
Una melodía se reproduce en mi cabeza.
Nací con varias heridas abiertas y aunque me tome toda la vida, las voy a cerrar…

La única certeza que tengo al terminar el día de hoy es que ya tengo la letra de una próxima
canción.
Quiero ser útil en esta vida y necesito que alguien tenga fe en mí para creerlo. Nadie puede solo, la
idea de hacer algo y no tener con quien compartirlo me suena mortificante. Soy un cínico cuando
se trata de compartir y sin embargo es lo que más anhelo.
Todos creemos que puede haber un final feliz, el cerebro evade los motivos por los cual llevamos
con nosotros la agonía y la prolongamos durante toda la existencia. Cada día es un nuevo arranque
según nuestra mente que acalla la realidad y esconde las imposibilidades, llenándose de razones
mágicas para continuar. Pero hoy y en este instante estoy aquí parado y me siento vivo, y nada de
esto me lo va a impedir.
La muerte es una palabra que se refiere en principio a todo lo que no existe. Cuando te morís no
sabés que estás muerto, no sufrís por ello, pero es duro para el resto. Lo mismo pasa cuando sos
un imbécil. Prefiero reírme de mí antes que lo haga alguien más.
En definitiva, tu partida es mucho más fiel que mi infierno. He de recordar esta frase que dice: no
hay héroe sin villano…

Cuarta parte
La confusión y el primer paso hacia la claridad

“Para que olvidar todo el drama si mejor puedo desangrarme en él”.

21 de noviembre

Hoy no reconocí a quien vi en el espejo


pues mi reflejo ya no tiene brillo
Soy el niño que muy tarde llegó
atrapado en los locos sueños
de un mundo mejo
Ni de cerca, ni de lejos
Yo quiero ser bueno: ¿no lo ves?
Tu fulgor ya no encandila,
solo déjame contarte
que este loco que aquí ves
es igual a vos, chabón.
Estos versos pretenciosos
dan cuenta este tormento
Mi puño le atina
Trash
Trash
Trash
No me empañes con la sangre,
No soy hijo de tu madre
Trash
Trash
Trash
Fragmentado en mil pedazos:
no me mientas: “yo soy arte”

Detrás del desvelarse viene el insomnio y estas son sensaciones meramente producto del miedo y
la inseguridad. La desconfianza y la culpa se hacen una fiesta conmigo, simplemente surgen
porque existo. Todo ser vivo las padece, así sea de emoción el surgimiento es la impresión que
más demuestra que estamos vivos. No podemos dormir porque no podemos desconectarnos de
nosotros mismos y solo el cansancio extremo puede darnos la libertad de rendirnos al sueño. Y ahí
también me persigue la conciencia solo que después elijo recordar o no.
Insomnio que te odio: dame cuenta que estoy vivo, aún respiro.

Es realmente confuso lo que siento cuando estoy dentro de otra persona. Las historias no me
pertenecen, sentimientos que no son míos pero tan reales. Muchas veces siento como si no
debiera hacerlo porque pierdo la esencia de mis propios sentimientos, mis recuerdos se diluyen
como agua. Solo puedo dejarlas cuando están en calma o dormidas, no quiero que me sientan y se
asusten.
Hay más en esta vida que la propia existencia, el tiempo se siente intrascendente cuando hay un
propósito mayor que nuestra felicidad. No venimos a ser felices, simplemente estamos para
ocupar un lugar en el espacio. Somos vacío insignificante y no valemos nada más que por el
infinito de las posibilidades.
Es egocéntrico de mi parte decir que soy quien ayuda a estas mentes. ¿Y si son ellas las que están
ahí para mí?
Tal vez cada una de ellas está donde pertenece... ¿Y yo qué mundo debo cruzar?
Cuánta tragedia he sentido en mi vida para cargar con tanta culpa, y como si esto fuera poco
sumarme la que llevan los demás. ¿Cuánto es el límite que puedo llenar?

Las manos de esta mujer se deslizan por entre los pantalones de Nahuel, roza el bello que rodea su
pene y se asa de este hasta erguirse. Rueda sobre mí… sobre él y se frota tratando de conectar
mientras besa su cuello. Él finalmente reacciona, la pone sobre su espalda y se acomoda en la
cama cubriéndola.
No hay lugar a dónde irse.
Yo ciertamente no tengo escapatoria.
La vida es todo eso que no se planea, así que ¿por qué no?
Él le baja el cierre y desliza su ropa interior. Un grito ahogado me avisa que la sensación entre mis
muslos está completa. Entonces levanto su blusa y siento cómo perdemos el equilibrio, ¿quién soy
yo y quien es él en este trío sin consentimiento? ¿Estaré realmente aquí?
Mi cuerpo no reconoce la diferencia entre un sentimiento y un pensamiento, ambas sensaciones
fluyen por mis terminaciones nerviosas real y ficticiamente.
Inspiro profundo antes de regresar a la escena. Basta verlos para comprender la pura lujuria del
momento. La mano se despega de la espalda de él y acaricio el punto entre sus piernas. Fue una
buena idea porque el aliento quedó atrapado en mi pecho como una sensación de gozo. Tomé
más participación y miré el espacio en esos labios rojos separados, los ojos grandes abiertos de par
en par iluminados por las emociones.
Rodamos varias veces por la cama sin control, y… ahí estaba otra vez la atrevida erección. Un
espasmo de deseo me golpeó en las entrañas.
Con mi mano rozo su rodilla y subo por la parte interna del muslo. Separo sus piernas mientras me
encajo en el vértice que está entre ellas. Aparto sin dificultad sus labios y me cuelo dentro.
Puede que Solana esté en el fondo de mis pensamientos y no querría que vea o escuche lo que
ocurre aquí.
Terminamos este acto tan solemne y damos vueltas hasta que yo la cubro con mi cuerpo. Morena
me clava las uñas por la espalda, estoy saciado, con todo el torso ahora presionado contra el
borde de la cama. Pienso cómo esta mujer no sabe que hay otro ser dentro de su amante,
desconoce mi culpabilidad y ahora está rodando sobre mi pecho (perdón, el pecho de Nahuel), y
ahora vuelve a besarnos con más ganas. ─ ¿En qué estoy metido?
Inundados de satisfacción nos quedamos recostados. El idiota no quería hablar y yo tenía hambre
por llenar el vacío con palabras.
Ella envolvió su mano con la mía y me sujeté mientras me llevaba de pie al suelo.
─Vamos, quiero de bailar.
─ ¿Ahora?
─Sí.
No me dejó más opción que obedecerla. Soltó mi mano, buscó una remera y se la pasó por arriba
de la cabeza. Levantó los brazos y dió un gritito de festejo mientras giraba sobre sí misma.
Perdió el equilibrio, se tambaleo hacia el costado casi golpeando la cabecera. Me arrojé hacia
delante y la rescaté impidiendo que se cayera de cabeza contra el mueble.
Las risas de ambos llenaron el espacio, su alegría era sumamente contagiosa y también me
preocupó su repercusión en mí.
Lo detengo de golpe, en realidad yo que necesito huir, pero no puedo si van a seguir teniendo
sexo. Al apartarme de ella tan bruscamente tiro el vaso de agua que antes puse sobre la mesa de
luz. El líquido corre por el piso y los vidrios se esparcen desordenados por toda la habitación. Un
picor me sube por el talón, desciende un espeso chocolate rojo por mi pie. Puedo sentir retorcer a
mi cuerpo real.
Ella se agacha junto a nosotros y comienza a juntar los fragmentos.
─Te amo. ─ le dice.
─Yo también te amo. ─sus palabras calan fuerte y traspasan mi piel.
Nos ceñimos en un nudo invisible y me uno a ese abrazo como si de alguna manera esto me
absolviera de mis actos.

Solo los cobardes huyen más rápido que las ratas.


Todo esto está jodiendo mi lucidez y trabajando para desenmarañar la telaraña de mi integridad.
No sé qué dicen mis actos de mí. Tampoco sé lo que dice de mí el hecho de que tomo sus
voluntades sin su consentimiento. Mi moral está absolutamente enredada y las razones están
haciendo eco en mi cabeza. A veces pienso que mis acciones no son desinteresadas. Siempre
ayudo de una u otra manera, soy egoísta pero no hay nadie más que yo para poder juzgarme.
─ ¿Qué harías vos con este poder?
Muchas veces ni siquiera lo pienso, actúo totalmente por impulso.
Meterme en sus pensamientos es como leer un libro, solo que a veces es difícil concentrarse con
tantas opiniones que nunca diríamos en voz alta.
En la escuela leí un libro, no recuerdo su nombre. El protagonista tenía la extraña habilidad de leer
las mentes de las mujeres, abusaba de eso y lo usaba a su conveniencia sin importar que pueda
herir a alguien. Por un momento termina casi por volverse loco. A veces no queremos saber tanta
información. Recordando eso ahora me planteo ¿qué códigos tengo?
El personaje oyendo a esas mujeres a través de sus mentes comienza un proceso de aprendizaje
hasta que se transforma en un nuevo tipo. La cuestión es si el patrón que muestra ahí puede
romper con la superioridad que siente o la oprime tras otra máscara. Desde adolescente apenas lo
leí deseé ser el intérprete. Hoy no estoy tan seguro que fuera una buena idea.
Toco mi pelo corriendo mechones detrás de la oreja. Está lo bastante largo para ocultar la cicatriz
que llevo hace unos cuantos años. No sé por qué la escondo pues debería estar agradecido a ella,
me recuerda como casi me pierdo. A veces no sé si la odio, sin ella no estaría hoy aquí.
Este fue un día extremadamente largo. Suelto un suspiro y camino hacia el baño. Presiono la
frente contra el espejo en la pared, no tengo ni idea de cómo puede ser el no tener esta cabeza
mía. Mi estado de ánimo no siempre está en modo locura. Apoyo mi mano sobre mi pecho a la
altura del corazón y espero a medida que los latidos ralentizan gradualmente su galope.
Deslizo las manos por mi cintura y me bajo los pantalones y los saco cuidadosamente. Me quito la
camisa y acomodo con el resto de la ropa. Aún no tengo ganas de dormir así que me doy una
ducha y me cambio por algo cómodo. Me afeito y recorto un poco mi pelo en las puntas y dejo a
cero las patillas.
Cierro los ojos mientras se desarrolla la letra de una nueva canción en mi mente.
Hace un tiempo que hago este pasatiempo. No sé nada de música, ni rimas y menos de gramática.
Lo música solo necesita sentimientos y el resto siempre se puede acomodar con la ayuda de
algunas clases.
Las sensaciones son muy difíciles de describir, son las palabras las que atraen a la gente. Todo lo
que acontece me lleva a escribir otra nueva canción.

Estoy aquí
en el mismo lugar
ahogado en mis emociones.
Ya no encuentro escondite
Nadie sabe quién soy
pero yo los conozco
Hay sangre entre mis manos,
brota de entre mis pecados
El ruido me impide pensar
esas voces voy a callar;
después ya podré jugar.
Cerrare la puerta
a feroces y rabiosos monstruos
que vienen a perseguirme.
Escarbaré la tierra
buscando la salida al sol
Correré tan fuerte
sin mirar atrás;
nunca me arrepiento del pasado
El ruido me impide pensar
esas voces voy a callar;
después ya podré jugar
El ruido me impide pensar
esas voces voy a callar;
después ya podré jugar
Mi mundo gira de nuevo
la luz brilla sobre mí.
Malditos los atajos
que me hicieron perder
este vicio de quererte
y no saber muy bien por qué
Las palabras se deshacen
en este mar de vorágine.
Nadie sabe quién soy
pero yo los conozco.
Suelta mi mano,
ya viene a llevarme el diablo

Tú eres yo, cuando me vaya viviré a través de ti… escucho esas palabras susurradas al viento.
La vida está llena de estas cosas sin explicación y esta no es la excepción.

23 de noviembre

Salgo de mí para enfocarme en el amor por los otros. Siempre estoy distraído hurgando entre
voces y tratando de decidir con cuál quedarme. Trabajo mayormente en mis noches, pero ayer
estuve durante todo el día despierto averiguando en internet sobre mi mierda personal. Me
desperté solo hace un rato. Me dormí mientras sostenía por sobre mí una manta de piel. Ahora
me encuentro cubierto por una campera que ni siquiera recuerdo haberme puesto.
No sé mucho sobre cámaras de seguridad, sería una buena idea filmarme mientras desaparezco de
este plano. Simplemente tener las imágenes espiándome a mí mismo. Pero, ¿a quién voy a vigilar?
Nadie se acercaría mientras estoy en trance como dormido. Un fantasma, ¿no lo creo?

Una a una voy moviendo mis piernas mientras les ordeno que caminen. Cada paso se siente
pesado por la anticipación. Hago un descanso fuera del edificio para serenar mis nervios con lo
que estoy a punto de hacer. Tengo un nudo en el estómago y solo espero que las pastillas hagan
su magia y me mantengan sereno. Todo lo que estoy haciendo es obtener más información sobre
ella, son pocas personas, me repito. No sé por qué siento que en lugar de ir a una reunión estoy a
punto de tirarme en paracaídas.
La gente que me conoce piensa que soy dulce y tranquilo, yo creo que es el clonazepam.
Seco las manos en mis pantalones y estiro mi camiseta de Los Ramones. Entro ligero y cruzo la
recepción. Nunca me sentí tan entusiasmado y asimismo asustado en toda mi vida.
No espero hasta estar listo, nunca lo estaré a la perfección. Mejor empiezo ahora y seguro estaré
más fluido con el tiempo.
¿Cómo saber si lo que sentís por una persona es amor y no una obsesión? Seguramente si el foco
está en vos es una obsesión, y si estuviera puesto en el otro individuo, sería amor. No es tan difícil
de relacionar, todos llevamos un filósofo dentro.
Unas pocas personas me reciben en el interior, la fiesta es muy íntima como prometió Ramiro.
Ella no está aquí y me desinflo totalmente. ¿Por qué habría de estarlo?
No debo olvidar aquello que no puedo tener, simplemente debo convivir con lo imposible.
¡Esta vez no!
Me encierro en el baño fingiendo estar descompuesto. Abro la canilla y refresco mi cara. Sentado
ahora en la tapa del inodoro nuevamente me precipito dentro de la mente de Ramiro. Me hundo
bajo el agua de sus emociones odiando que los sentimientos de culpa por usarlo empañen este
momento. Solo quiero nadar y disfrutar el mar por primera vez.
Cuando estoy en su cabeza hay demasiados pensamientos para elegir, están todos enredados y
me cuesta no juzgarlos, son imposibles de digerir. No son míos para ordenarlos así que
mayormente los descarto. Es lo correcto, dentro de todo este circo en el que estoy montado. Él
está en otra habitación y aprovechó el momento dominando sus actos, decreto que la llame y sea
insistente invitando a Solana a la reunión. Con el logro cumplido le devuelvo al sujeto la voluntad
de su ser.
Al regresar a la fiesta en mi propio cuerpo, unos minutos después me disculpo con la excusa de un
dolor estomacal y corro para llegar a casa lo más rápido posible. Ahora seré parte de la reunión
desde otro ángulo.
La vida está tratando de redimirse a sí misma.
Yo voy a ganar ya no tengo nada que perder.

Ella entra por la puerta y quisiera dar un grito de victoria pero es algo que no haría mi anfitrión,
hoy no puede ser el caso.
Solana mira alrededor de la barra improvisada y mi aliento queda atrapado en mi garganta, mi
corazón da un pequeño salto de alegría.
Lleva un vestido corto que le queda de muerte y casi no tiene maquillaje: ¡es perfecta!
Tuve que rogar siendo Ramiro en el teléfono ya que no hace mucho que se conocen pero puedo
ser muy persuasivo cuando es necesario.
─Hola Rami. –agita una mano delante de mi rostro.
Normalmente seria retraído para acercarme a una chica de este modo, pero la última inyección de
tequila que tomo este chico se me pegó borrando mi sentido común y aflojando mi filtro verbal.
─Bienvenida mujer. ¿Qué te sirvo?
─Estoy bien, nada por ahora─ dice y me acaricia el hombro.
Sin ser tímido miro directamente a sus ojos con la electricidad corriendo por ambos cuerpos con
su toque.
─Entonces es tu cumpleaños ¡Felicitaciones!

La conversación fluye fácilmente entre nosotros. Ellos pasaron de ser vecinos sin saber de la
existencia del otro a ser amigos y debo darme el mérito por ese encuentro aquel día.
Mientras estábamos aquí, charlando y riendo puedo darme cuenta lo bien que la estoy pasando y
como no me había divertido así en tanto tiempo.
Sus ojos son hipnóticos y es muy refrescante estar así. Una mujer despreocupada y que realmente
escucha lo que tengo que decir, sin estar pendiente de lo que puedo hacer por ella, (sin buscar
nada a cambio).
Sé que hay mucha historia detrás por los sucesos que atravesó en el pasado; los cuales conozco en
primera persona, pero en este momento es muy agradable.
No noté confusión respecto a que mi actuación debería haberla descolocado. Creo que pude
opacar la realidad de Ramiro con la mía propia.
La noche pasa entre música y momentos robados. El resto de los invitados sumidos en su mundo
dejan tranquilamente girar el nuestro.
Ya no queda nadie más que nosotros y el vacío de este departamento. No parece tener ganas de
irse, así que todo va fluyendo en esta “amistad” mientras nos sentamos en el sillón y continuamos
charlando. La intimidad no es únicamente física y lo entiendo ahora viendo cómo conectamos en
alma sin siquiera tocarnos.
Sonríe mirando de soslayo y se estira hacia atrás donde hay una biblioteca muy ordenada. Los
libros se ven bien acomodados de izquierda a derecha y de arriba a abajo por estante. Toma uno
de ellos que sobresale en la punta casi desprolijo mostrando haber sido leído hace poco.
─ ¿Que estás leyendo?
Sostiene el libro y hace volar las hojas.
─ Es una novela, "Mataré por ti"
El titulo no me suena y disimulo.
─No la conozco, ¿es un policial?
─Dice que es romántica pero parece un thriller psicológico.
Debe serlo con ese titulo. Quizás es una novela LGBT.
─ ¿Quién la escribió?
Es de una autora independiente. Voy por la mitad, hasta ahora me gusta. –en realidad son los
recuerdos de Ramiro, ahora míos.
Me ajusto en el sillón y estoy acostado a su lado. Ella se acomoda contra mí y puedo oler el
perfume en su ropa.
─Ramiro. ─ me llama, pero la voz en un sonido lejano y apenas lo oigo con el ruido de la calle.
─No te duermas. ─me codea
Estamos posicionados en el sillón y casi que me duermo.
Estoy en una nebulosa cuando soy empujado en un movimiento rápido y golpeo con fuerza el piso.
Solana me está mirando fijamente con su mano tapándose el pecho. Estaba soñando que la
acariciaba y se ve por su cara que hice algo más que soñar.
─ Perdón, fue un impulso dormido.
─ ¿No eras gay?
─ Supongo que lo soy. Estaba soñando con este chico que te conté.
─El que te encontraste paseando a Romeo.
─Sí, que loco ¿no? Mejor voy a preparar café.
Sentí que me miro diferente, creo que la atracción que siento por ella traspasa. Al menos hay una
duda en ella.
Es muy tarde y realmente no sé qué pasaría conmigo si me quedara totalmente dormido. Lo que
más necesito es estar despierto y charlar con alguien que realmente me gusta parece el mejor
plan.
Termino de preparar el café, lleno dos tazas y le entrego una. Le pongo dos cucharadas de azúcar y
agrego un poco de crema. Ella remueve enérgicamente la suya.
Fue una velada placentera pero estoy muy cansado, doblemente exhausto. Voy abriendo la puerta
y de repente se apaga la luz. Me quedo esperando, buscando entre las sombras a que esta
regrese. Mis pupilas se abren para agrandarse tanto como sea posible, tratando de que mis ojos
recolecten los destellos de luz que pudiera encontrar.
Una pequeña figura me tira hacia la pared y me besa en los labios. No entiendo qué mierda pasa,
pero no voy a quejarme. ¡Soy un afortunado hijo de puta!
¿Está drogada, borracha o ambas? No lo creo. Hay algo en el aire que hace que me desee.
Mientras sigo besando pienso en el perro que sin conocerme ya me amaba, ¿será igual con ella?
Nos conocimos en el parque, fue breve pero ocurrió.
Tal vez es la música, o el hecho de compartir bebidas conmigo sin casi haber cenado, cualquiera
sea la razón, solo había un pensamiento en mi mente: la deseo.
Hace una pausa y me mira fijamente. Yo coloco una mano en su mejilla y guio su boca hacia la mía
sellando sus labios nuevamente.
Responde perfectamente dejando que mi lengua se desplace en contra de la suya. Mis manos
recorren sus curvas envueltas en ese vestido. Tenerla aquí es surrealista.
─ ¿Queres algo de tomar? ─ hago una pausa para decirlo y tranquilizar a la bestia que se alza
dentro mío. Le doy tiempo de pensar y ralentizar el momento.
─No por ahora, estoy bien así. –respondió en voz baja mientras deslizaba sus manos por mi pecho.
Me encanta una mujer que sabe lo que quiere.
De repente mi necesidad de fundirme con ella me abruma por lo que puse un pequeño alto a mis
emociones. ¡No sos vos idiota! ¡no te quiere!
Es tan hermosa. Tiene algo en sus ojos que me hace imposible dejarla y mirar hacia otro lado.
Trago incapaz de sacudirme la extraña mezcla de vergüenza.
Inclino mi barbilla hacia ella súper ansioso, lo he imaginado tanto. No es mi primer beso, lo es en
este cuerpo. Eso hace que cada vez sea diferente. La textura de sus labios, el olor y la falta de aire,
una combinación explosiva que hace mis sentimientos brotar. Vamos buscando el ángulo correcto
hasta encontrar ese punto en que las lenguas envían un pulso eléctrico directamente a nuestros
sexos.
─ ¿Es una buena idea Ramiro?
La sonrisa se me desinfló, no soy él, pero quisiera.
─ ¿Por qué no?
Realmente ella no sabía lo que pasaba por su mente y lo que creía no era la verdad. Mis dedos
presionaron su muñeca y la traje hacia mi mostrándole como su toqué hacia latir mi pecho.
─Porque no sé si te agrada, soy diferente de tus gustos.
─Quiero esto ahora sí vos también lo haces no veo cual es el problema.
Pierdo el equilibrio cuando apoyo la palma de su mano en mi ingle. Es como abrir las puertas del
infierno.
Ella me toca aún más profundo y se enciende una hoguera que hacía mucho tiempo no sentía.
Es un momento embriagador donde los sonidos ahogados que llenan el ambiente estan por
transformarse en un concierto.
Quiero encerrarla en esta habitación por el resto de la vida.
─Tengo tantas ganas, estoy...
─Te tengo.
Deslizándose hacia atrás y hacia adelante nuestros cuerpos se frotan en los lugares correctos.
─Sos tan hermosa. Voy a excitarte hasta que te desmalles
─No podes
─Claro que sí
Era demasiado sensible, tan pequeña bajo esta mano.
─Necesito estar...
─Si
Ella asintió y abrió sus piernas para dejarme espacio. Su cabeza viajo a la almohada y me dejó
plena libertad de acción. Yo me retiré hacia atrás y empuje hacia adentro aferrándome con todas
las ganas.
─No voy a preguntarte si te gusta, sé que sí.
─Eso hace que me gustes más...me encanta.
Fuerza y anhelo.
Seguimos en este idilio por lo que fueron varios minutos. La burbuja al fin se rompe. Sé que se
sorprendió al darse cuenta lo que había hecho y más aún con quien. Finalmente se despidió de
nosotros, pero no vi confusión en sus ojos.

Los años han pasado y yo me he acostumbrado tanto a ser uno y otro hasta el punto de preferir no
ser yo. No me enorgullece en nada este pensamiento. Me siento obsesionado con la idea de que
hay más seres con mi don y que esta vida es infinita, distante de la realidad que soporta mi
cerebro. No pertenezco al mundo de ellos pero ciertamente ellos si son un reflejo de mí. No hay
nada que hayan hecho mal, son puras víctimas de mi acoso egoísta. Lo único malo que hicieron es
tener la puerta abierta, para dejar que el polvo entre a ensuciar la alfombra.

A veces relleno los huecos y trato de acomodar el Tetris de sus emociones. No siempre soy el malo
de la película. Solo espero no haberle causado a este tipo un lio peor en su cerebro del que ya
tenía.

24 de noviembre

La incertidumbre empieza a crecer y a hervir en mi cerebro. El miedo siempre actuando, ¿cómo


pude estar equivocado toda mi vida? Cada cuento de niños que he creído, siempre pensando en
una exploración lógica y, ¿para qué? ¿Qué cambiaría el saber? Luego voy a hacer mil preguntas
más.
No es conformarse, es ser realista y vivir con aquello que la mente no puede procesar. Es como
cuando ves en las películas que están torturando a alguien y proyectan imágenes en una pantalla
al tiempo que te atontan con un sonido ensordecedor. Así debe sentirse develar los misterios de la
vida. Puedo seguir huyendo, eso no calmará mi juicio. Mis piernas tiemblan, quiero salir del sueño.
Mi mundo se separa mucho más cuanto más tiempo me escapo de mí. Estoy fascinado con un
universo donde no existo y eso a la larga va a traer brutales consecuencias, ¡lo sé!
Siempre encuentro la manera de justificar mis actos y acallo a las voces que me hacen
cuestionarme. Si tan solo ellos supieran del monstruo que los habita… Quizás ellos mismos son
esos monstruos, yo un simple testigo que acompaña los hilos que mueven sus deseos. Apenas
tengo el poder de desenmascarar a su bestia interior.

Abro la aplicación de música y reproduzco una de mis canciones favoritas.


La voz de Silvio Rodríguez se enciende y sonrío. Esta es la letra perfecta para revolcarme en mi
miseria.

Ojalá se te acabe la mirada constante


la palara precisa, la sonrisa perfecta
Ojalá pase algo que te borre de pronto
una luz cegadora, un disparo de nieve
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones
Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones

Ojalá pase algo que te borre de pronto


una luz cegadora, un disparo de nieve
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte
para no verte tanto, para no verte siempre
En todos los segundos
En todas las visiones
Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones…

Para qué olvidar todo el drama si mejor puedo desangrarme en él. Sé que es exagerado, me
fascina cantarla y no puedo quedarme quieto cuando se enciende.

Un momento después soy una mujer de veintiocho años que ni siquiera conoce la letra, aun así,
me se mover. Estoy entrando en el coro haciendo mi mejor presentación de drama, girando sobre
mí y pidiendo al aire que la vida se soluciones o se termine. Mariana me sigue los pasos y se
emociona conmigo.

He escrito varias canciones intentando asemejar este estilo, aunque no toco instrumentos
aprovecho cuando estoy dentro de un músico para aflorar estas melodías que resuenan en mi
cabeza. Tomo lápiz y papel, voy soltando palabras y escribiendo acordes.
“Amo” escuchar mi propia música, es capaz de hacerme sentir emociones, pensar, soñar,
divertirme, crear. Es mi escape, mi conexión al presente.
Con su ayuda empiezo a ajustar el instrumento y cierro los ojos. Los dedos de esta chica se
deslizan por las cuerdas con tanta facilidad que sus toques van zigzagueando y poniendo armonía
a mi canción. La voz de ella en mis oídos tintinea, va entonando tan precisa que los pájaros y las
mariposas se embriagarían al oírla.
Voy llorando la mar de tristezas. Estoy escuchándome solo a mí y apenas destella el ruido
ambiente de la casa. La transición que sentí la primera vez que solté a las voces. Escribir es jugar
con las palabras, hacerlo por diversión sin tener que matar o morir vibrando a través de la tinta.
Frases que aun sin decir les dan sentido a los acontecimientos de una instancia: son el puro reflejo
de quien se quiere espejar en ellas.
Usar diferentes letras o diferentes colores para el verso

No critiques mis maneras, mujer,


solo ponte en mis zapatos
No ves que me consume el dolor
me desangra con el disparo
que clama mi depresión.
A veces disfruto la calma
pasado incendio.
Vuelo entre tus alas
mientras tú decides
lo alto que puedo llegar.
Sabes que existo
Mas no sabes nada de mi
No me quiero ir
no quiero
no quiero
no quiero hacerlo
sin comprender mi génesis
Preso de mis miedos
con la culpa en mi espalda
¿qué otra cosa podría haber hecho?
Hay silencio en mi guitarra
por lo mucho que perdí,
criatura misteriosa
huyendo del destino.
No vas a entender
cuando me veas llorar
vivo preso de mis fobias.
Me elevo alto cuando soy
mejor de lo que fui.
Nunca es bueno estar solo,
a veces es un alivio
No me quiero ir
no quiero
no quiero
no quiero hacerlo sin vivir

La música siempre vence barreras y avanza a través de los miedos sin dar cuenta que nos
desangramos en cada verso.

─ ¿Qué estás haciendo? –pregunta un chico al entrar en la habitación. Es alto de tez muy blanca y
tiene el ceño fruncido, no distingo si es desaprobación o qué.
─La verdad no tengo idea. Estaba escuchando una canción que no conocía y me puse melancólica.
Me dieron ganas de bailar y después escribí un poco, creo que compuse una canción.
─Admito. –dice mientras se inclina más cerca─, que estoy impresionado. No sabía esta faceta tuya,
amiga.
─Yo tampoco.
Y es cierto que lo piensa.
─Tu mamá me dejo pasar, me advirtió que estabas ensayando.
Traté de evitar que su mandíbula cayera y fallé estrepitosamente.
─ ¿De qué estas escribiendo?
Me mira inquisidoramente mientras juega con los dedos de las manos.
─Es bastante triste. Es sobre enamorarse y no ser correspondido, una sensación asfixiante como la
de caer al vacío. Aún estoy aprendiendo de métrica y tengo que practicar más con las melodías. No
es la manera tradicional en que lo hago, igualmente me gusto. Voy a hacerlo más seguido.
Es increíble cómo puede describir mis sentimientos. Si estuviera en mi propia piel tendría
escalofríos.
Octavio asiente con interés, escuchando atentamente cada una de sus palabras. Me parece a mí o
una tensión sexual estaba fraguándose entre ellos.
─Parece mucho más interesante que mi trabajo.
─No está lista todavía.
─ No la descartes. Uno nunca sabe realmente en qué es bueno hasta que no lo intenta.
─Suena muy divertido eso de probar.
La conversación fluye fácilmente entre ellos, “nosotros”, y mientras estamos aquí riendo por lo
que parecen horas, me doy cuenta que no me había distendido tanto en mucho tiempo. Tal vez
era la música o el hecho de que estos amigos afloraran sus sentimientos.
Un recuerdo pasa por mi mente, de las manos de Sol alrededor de mi cintura ciñéndome a su
pecho al tiempo que acerca su boca a la mía. Tomo un aliento y exhalo lentamente. ¿Qué carajo
estoy haciendo?
Aunque quería odiar esto y salir volando, mi cerebro relacionó todos los detalles únicos.
Caminé hacia la ventana y dejé escapar un grito cuando vi una enorme pileta de natación en el
jardín. ¡Qué suertudos! Me hubiera gustado verdaderamente vivir allí. ¡Mierda!¡
¿Cómo puedo ahora volver a mi casa, si ni siquiera salgo a conocer a mis vecinos y mucho menos
tener una conversación normal? Sonreí sabiendo que debía tomar la decisión, algo en el ambiente
me impulsaba y no me dejaba decir que no.
Una vez en mi carne solté mis manos y me acomodé mejor en el sillón. Recité un mantra y accioné
los botones para actuar, espero no estar cometiendo un gran error.

26 de noviembre

Sentimientos.
Nunca pensé que tendría sentimientos así por alguien y menos tan rápido. Ya no cabe en mi todo
lo que puedo percibir en este momento, soy un terrible hijo de puta que no merece nada pero
quiere todo. Esa es mi mejor versión: el egoísta. Dudo mucho si es una desventaja o una fortaleza
en esta tierra del “sálvese quien pueda”.
Paso el vértice de mi mano por la curva de su cuello y giro su rostro hacia el mío. Me mira fijo al
tiempo que baja lenta y tortuosamente su boca contra la mía. Hay un segundo de indecisión
mientras los labios se ajustan hasta encontrar la posición correcta en que deben fundirse. No sé a
qué le teme ella, yo sé que hoy estoy modificando mi futuro.
Muchas preguntas se agolpan en el lado pensante de mi cerebro. Ciertamente en este segundo no
me interesan en lo más mínimo.
Lo importante es saciar este deseo de besarla y llenarla hasta que no existan dos cuerpos, solo un
nuevo ser fusionando nuestras voluntades.
Me importa una mierda si se prende fuego el mundo, en este instante todo lo que quiero está
aquí.
Una vez más soy Ramiro y estoy gozando de la suerte que tuve cuando aceptó verme en su
departamento.
La tomo de la nuca y no soy nada suave en mis movimientos. Mi lengua flagelando su boca en una
necesidad que nunca antes había conocido. Lo que dure este acto y esta conmoción me va a dar
vida para seguir con el resto.
─Me gustas tanto Sol.
Es un beso robado, estoy en el cuerpo equivocado, en el lugar correcto. Quiero sentirla encima
mío y entrar en ella. Sus tetas se presionan contra mi pecho y es la gloria.
─Voy a cogerte de tantas formas.
Voy besando cada rincón que puedo y sacando al mismo tiempo prenda por prenda, remera,
corpiño y pantalón. La veo desnuda para mí y su cuerpo irradia una luz que me mantiene
magnetizado. No podría irme de aquí, aunque una bomba explotara en este mismo suelo.
─Por favor. – me ruega. –Este juego me esta matando.
Tiene los ojos completamente cerrados, siento que quiere conectarse conmigo por lo que soy, y
eso hace que me excite aún más. Escuchar con atención cada uno de los sonidos que hace en
respuesta.
Me levanto de la cama dejándola en el aire por unos segundos y quito lo más rápido que puedo
todo el resto de mi ropa. El puño del pantalón es muy estrecho y prácticamente termino
arrancándolo de mis piernas. No es una ropa que normalmente elegiría usar.
Tantas sensaciones con un solo beso y un roce. Me duele el reflejo de mi cuerpo que debe estar
ardiendo en la comodidad de mi casa.
El corazón late tan rápido como si estuviera fallando y el sonido es un pum pum tan fuerte que
retumba a kilómetros.
La recuesto de espaldas y acomodo en un movimiento metódico. Abre sus piernas para mí y me
deja posicionarme para introducirme dentro. ¡Santo infierno!, que me muera ahora si esto no es la
gloria. Se esfuman todas mis perturbaciones y estoy seguro de alcanzar un estado de nirvana lejos
de todos los pensamientos adversos.
─Mierda, amor. —gimió ella sobre mí.
Cuando sentí que el primer espasmo, aumenté la marcha, me acurruqué contra su pecho.
─Lo sé ─susurré.
Acarició mi cabello transpirado.

Nos subimos a la montaña rusa, nos elevamos al infinito y caemos súbitamente… exhaustos
después de aterrizar en la cima.
La simpatía de nuestros cuerpos es rara. ¿Cómo puede tener una mirada diferente de mi cuándo
estoy o no en el cuerpo de Ramiro? ¿Soy más tenaz cuando estoy dentro? ¿Qué piensa realmente
ella? O el frenesí hace que se olvide que supuestamente no soy hétero. Yo no sé que soy así que
menos puedo cuestionar a los demás. Somos almas que conectan más allá de toda estúpida regla
establecida.
Se retira al baño y escuchó correr el agua de la ducha. Me uno a ella y por primera vez voy probar
lo que es bañarse con alguien.
Canturrea mientras mueve las manos y yo voy preparando una toalla para la salida y siendo
precavido dejo a mano un preservativo. Me distraigo con la explosiva visión de ella torciendo la
cabeza hacia atrás para mojar su pelo mientras aplica shampoo que va corriendo por su espalda. El
agua va deslizándose siguiendo su forma como el trazo de un lápiz sobre una hoja. Aquí estamos
desnudos los dos; no hablo del cuerpo. Entro en su espacio y beso su cuello lentamente
refrescándome en la humedad de su piel. Serpenteo las manos por su cintura y acarició su cola,
ella se queja por la sorpresa, no obstante, no se retira sino más bien se inclina más hacia mí
dándome permiso. Busco su mirada para confirmar que quiere esto tanto como yo y me recibe
una sonrisa lasciva en aprobación.
La temperatura pasa de tibia a cálida a pesar que nadie había calibrado las canillas. Separo más sus
piernas mientras se sostiene con sus manos a los azulejos. Anclo mi rodilla detrás de sus muslos y
luego de abrir el envoltorio de aluminio entro al paraíso. Ya intuyo cómo tocar las teclas correctas
y amo este sonido con una melodía tan dulce como potente que llena todo el espacio. Esta mujer
es ciertamente mi perdición, esté ser quien quiera sea el cuerpo que habita su alma. El momento
se convierte en una burbuja y con todo el aire reteniendo nuestra energía. Entonces estalla con la
unión de los dos y en mis brazos se desarma.
¿Quién no querría que su cuerpo entrara en este estado de frenesí, disfrutando los agradables
efectos de una mañana tranquila?
Ni siquiera estoy seguro cómo fue que entré a la tormenta, de seguro lo sabré cuando salga si es
que sigo siendo la misma persona. La lluvia tiene ese efecto de metamorfosis en mí.

En toda mi vida solo me he permitido llorar dos veces. Una cuando tenía diez años y me rompí la
nariz al caerme de la bicicleta y otra hace apenas unos días cuando falleció mi madre. Esta vez es
diferente, no es de sufrimiento.
Dejo escapar un suspiro tembloroso, me obligó a respirar más despacio y la llevo conmigo para
sentarnos en el sofá. No llegamos a dormirnos y tengo miedo de seguir este personaje,
simplemente me excuso y prometo llamarla más tarde.
En el pasillo camino al ascensor, cierro los ojos y al abrirlos estoy nuevamente en mi cama. Voy
desnudo tirado arriba de varias almohadas. Miro hacia los lados sin apartar la vista de la ventana,
esperando volver a conectar nuevas personalidades. Voy entrando en un sueño cuando me
acuerdo de Solana y me vuelvo a despertar. Ni si quiera me di cuenta que el sol había salido,
parpadeo y miro hacia la luz que se cuela por las rendijas.
Toda esta experiencia me da una única sabiduría, la convicción de que en este mundo nadie sabe
nada con certeza. El propósito es una mera suposición y nos permite seguir, nos sostiene aunque
no podamos comprender. Las oportunidades están contadas con un solo dedo de la mano y si la
cagamos no hay retorno.
Se reproduce una lista de canciones y ordeno a Alexa (asistente virtual) que suba el volumen.

30 de noviembre

La puerta del cuarto se abre de par en par y golpea a fondo la pared. Steven entra al comedor y
pasa por un centenar de globos en colores verde y rosa, varios de los cuales han sido amarrados y
descansan en el techo. En el centro de la sala cuelga un cartel enorme con la palabra
¡Felicitaciones!
El ruido que me recibe es como una gran ola que llena la atmósfera y rezuma de energía cada
rincón. Levanta la mano y los globos se van desvaneciendo para encontrar unos ojos verdes y unos
labios rosados que son hace unos meses la perdición de este sujeto. Belén está distraída hablando
por teléfono por lo que aprovechamos para tomarla por sorpresa. Se acerca por detrás y la
envuelve al tiempo que pasa su mano tapándole la vista y le susurra a al oído un tímido te amo.
Se hecha a reír, le da un suave beso en la mejilla y un verdadero abrazo.
─ ¿Sabes que es lo bueno de pasar la vida con vos?
─No amor, decime.
─Ah, yo tampoco sé, por eso te preguntaba.
Ella le tira un puñetazo en el brazo y reímos con lágrimas de felicidad. ¿Así se siente este
sentimiento?
Han ido y venido en una relación por largo tiempo. Recuerdos de peleas débiles y dramáticas que
se esfuman con el viento al pasar de los días. Nunca se habían imaginado dando un paso
semejante.
Un dolor fantasma me recorre el hombro y hace que me tuerza hacia delante mientras hago una
mueca de molestia. Siento manos que me agarran y me tiran al suelo. Mi espalda da un crujido y
aprecio mis huesos estallar de agonía. Miro hacia atrás buscando algún culpable, para luego
reconocer que estamos solos y que este malestar corresponde a un simple recuerdo de la mente
de Steven. Aprieto la mandíbula y me concentro en esta chica hermosa que tengo delante.
El sufrimiento es muy profundo, no puedo retenerme. Soy como un holograma que se desvanece y
aunque tire el ancla me voy a la deriva, de regreso a mí.
Afonía
Silencio
Tropiezo
Caída
Pecado
Todos los sentimientos que me envuelven.
¿Y si no soy el único?, ¿si hay más como yo que sienten que están soportando algún tipo de
tortura emocional? Esa que hace que el presente sea difícil de asimilar cuando en realidad no
deben estar en este plano del mundo. No son más que sombras en cuerpos tomados y el solo
decirlo en voz alta hace que la piel se me erice. Un aliento perece a cada segundo y no siempre se
marcha del modo preciso. Me hace cuestionar si realmente creo en el destino. El mundo se viene
áspero y solo nos queda disfrutar de lo que se pueda, mientras se pueda.
¿Hay destinos que ya están escritos? Yo tengo que escribir el mío entonces.

Allí donde habita el amor


tu alma resplandece
No brillan los cuerpos
arden con deseo
Allí donde habita la ilusión
enamora la esencia
Me doy cuenta somos uno
Las dos mitades de la moneda
Allí donde habita el ruido
Se derrumba el mundo
No quieras empujar al rio
el error duró un segundo
Aquí donde habita un monstruo
respira profundo y corre
De esto se encarga Dios
No existe, igual te oye.

Durante varias noches seguidas intento volver a conectarme con esa pareja, no sé por qué tengo
que verlos. Saber que si hay esperanza para ellos también puede haberla para otros.
A la sexta noche mi cerebro está agotado y se me hace difícil concentrarme. Intento subsistir con
los pocos alimentos que quedan en la heladera.
Tengo sobre la mesa dos de mis revistas preferidas, la National Geographic y Playboy: ambas me
enseñan fotos de los lugares que es probable que no llegue a ver en mi vida. ¡Soy masoquista!
No puedo incorporar conocimientos como idiomas por eso no hago contacto con otros países.
Solo puedo ver momentos y vivencias. Si el francés no me fuera una lengua tan odiada ya estaría
paseándome por la Torre Eiffel. Además, ya saben que soy un cobarde, un tonto que casi nunca
salió del país. Un día… quizás algún día.
Estoy totalmente exhausto y sin embargo no me he movido de este cuarto. Es lo único que me
sostiene cuerdo por estos días, que me impulsa a seguir adelante.
A la séptima noche extraño a Solana, empiezo a querer llamarla, explicarle. Me siento tonto de
solo pensar en buscarla. Es realmente difícil borrar estos momentos absurdos que dominan mi
mente. Tomo envión, me visto y salgo del cuarto.

Mi corazón me delata. Se rinde ante la intempestiva e inevitable confesión de mi crimen: ¡estoy


enamorado!
Podemos mentirnos a nosotros mismos pero el corazón sabe y es quien manda. No somos
responsables de enamorarnos, si de nuestros actos.
Resuena en mi cabeza una canción de Cerati:

Un señuelo
hay algo oculto en cada sensación
ella parece sospechar
parece percibir
en mi debilidad
los vestigios de una hoguera

Mi corazón se vuelve delator


traicionándome

Es hora de decirlo, cierro la puerta a mis espaldas y me siento en la vereda. Contengo las arcadas
esperando que la respiración se normalice. Entro en la calle listo para ocupar un lugar en mi vida.
¡Todo va a salir bien!

31 de noviembre
Ella llega de trabajar y ahora se está cambiando. Se quita la ropa por otra más cómoda mientras se
mira en el espejo. Yo me acerco por detrás, la interrumpo y deslizo mi mano por debajo de su
remera y la levanto. Mantiene los ojos fijos en el reloj buscando mi mirada. Un gesto de
aceptación implícito. Bajo su pantalón que se arruga al caer por sobre sus tobillos. La acaricio al
tiempo que me deshago de su ropa interior, termina de quitarse los jeans de una patada y se
queda expectante para ver mi proceder. Puedo ver su garganta tragar. Pongo mi mano entre sus
muslos y los separo mientras entro en ella y no soy nada amable al hacerlo. Espero que me
detenga, pero solo me pide más. Se posiciona más apretada contra mi pecho, su espalda arqueada
para permitirnos una mejor sintonía. Está montando la ola sintiendo las vibraciones del mar en mi
cuerpo.
─ ¿Qué estas sintiendo? –me pregunta con la vista clavada en la mía.
¡Si supieras!
─Podría decirte que estoy rezando. Me gustas mucho, demasiado. –me interrumpe antes de que
pueda contestarle. Su boca muerde el lóbulo de mi oreja y lo chupa despacio tragándosela.
─Vos me gustas más.
No tiene idea de lo que dice. Me pregunto si estos sentimientos son reales.
─Quiero intentar algo, ¿me dejas? ─ contesta con la mirada y yo hago internamente el baile de la
victoria. Salgo de ella y la miro para explicarle lo que vamos a hacer.
Jugamos este juego probando básicamente todas las posiciones del Kamasutra hasta que
llegamos al estado de ebullición. La sostengo con firmeza cuando flácidas sus piernas se dejan
caer. La tomo de los brazos y la cargo sobre mí llevándonos a la cama. Nos meto entre las sábanas
y uso un paño húmedo para limpiar el desastre que dejé entre sus piernas. Recojo el envoltorio de
aluminio y envuelvo el preservativo en él con un nudo.
Recuesta su cabeza sobre mi pecho y, entre respiraciones y susurros, nos quedamos dormidos.

Esta es la nueva normalidad, solo salgo de casa, es decir, mi alma y mi mente salen para usurpar a
Ramiro y así tener una primitiva relación con Sol. Si no fuera porque ella está dormida sobre mí,
me aplaudiría. ¿Cómo nadie está escribiendo un libro sobre esto? A veces dejo que el monstruo
que habita en mi juegue a ser dios. Me sumerjo profundamente en sus almas para explorarlas.
Después de que se va me ducho y empiezo a limpiar el departamento, no quiero que Ramiro se
vuelva más loco de lo que ya cree que esta. No imagino el lio que tiene en su cabeza, cuando de a
ratos le gusta una mujer en particular. He aprendido a desactivar sus pensamientos y lo mantengo
ahora como en una siesta sonámbula. No sé cómo explicarlo, creo que se desconecta por el
agotamiento de las vivencias que atraviesa por mi causa. Voy a dejar todo como lo tenía, así se
olvida más rápido del asunto.
Aprovecho a conectar el equipo y escuchar mis grupos de Rock favoritos. Suena Babasónicos:

Somos culpables de este amor escandaloso


que el fuego mismo de pasión alimentó
que en el remanso de la noche impostergable
nos avergüenza seguir sintiéndolo…

No sé qué pensar de ella y de las últimas semanas. Creo que es mejor sino me enrosco mucho.
Meditar todo es uno de mis grandes problemas. Sé que no estoy solo, pero eso no significa que mi
mente pueda volverse habladora. Mi hospedador está levantando de su descanso autoimpuesto,
bosteza como si estuviera realmente despertando de una siesta. No sé qué es lo que le estoy
haciendo, solo espero que aguante un poco más mientras yo intento hallar mi propósito.
Cuando existimos bajo las expectativas de otras personas no vivimos nuestras vidas sino las de
ellos, es la simple verdad. Hace rato que dejé de ser para los demás, solo yo puedo transitar mi
vida y es lo que estoy intentando, nadie puede hacerlo por mí. ¿Qué estoy diciendo? Es más fácil
decirlo que hacerlo, primero tengo que vencer una pequeñita FOBIA. Y claro está, podría
sincerarme con cierta chica, pero vamos por partes que el mundo no se creó en siete días, ¿no?

No sé si tiene que ver con ella o con mi poder, los giros de mi vida o un combo de ambos, hacen
que si tengo un instante feliz lo disfrute y atesore celebrando con todas las ganas. Lo que ocurrió
anoche, cómo nos reímos y disfrutamos de cada segundo, éramos dos seres unidos
independientemente del cuerpo del otro. No sentí ninguna vergüenza por mi aspecto físico, fuera
o no el mío. Me sentí observado otra manera, con lo que hay que ver realmente, cerrando los ojos
para darle la vista al tacto. Encontrarse serpenteando los cuerpos en el instinto más primitivo de la
existencia. Dos animales, porque eso en definitiva es lo que somos: puro instinto voraz de comerse
al otro. Agradezco haber podido disfrutar ese momento mientras el mundo parece desmoronarse
a nuestro alrededor.
Honramos la vida con más ganas imponiéndonos al destino y buscando juntos la resurrección de
nuestro presente. Es curioso cómo a medida que pasan los años caen esos velos y todo se ve con
más claridad.
En definitiva: no existen emociones buenas y malas porque cada emoción está queriendo decirte
algo. ¡Escúchenlas!

Quinta parte
Ya es hora de despertar

“Tengo que buscar el balance entre lo que quiero hacer y lo que quiero dejar,
disfrutar hoy no sirve si siento que mañana va a ser olvido”.

2 de diciembre

Los días últimamente me saben todos iguales y se confunden entre sí porque en realidad nunca
estuve ahí. Siempre regreso sentado en el mismo sillón, estando vacío como en cada noche y me
río solo de pensar en la analogía de la situación: un deja─vu perpetuo en mi familia. Mientras más
queremos “no parecernos” a alguien, más estamos yendo a ese lugar. Dejar de forzar la vida y
simplemente vivirla, ese debería ser mi mantra. ¡Para qué me torturo día a día permitiendo a mi
cerebro darme falsas esperanzas y engañarme?

Otra vez tuve ese sueño de mierda. Estoy con un amigo en la playa, junto a su familia. Estamos
charlando animadamente y yo me quedo abstraído por el paisaje contemplando el mar. Las olas se
ven grandes y embravecidas hasta que en el fondo diviso una cresta gigante, una pared de agua
que se acerca a una velocidad avasallante. ¿Qué carajo? Le aviso a las personas que están junto a
mí. Al principio ríen y luego entran en razón. Miro en dirección a la salida e instintivamente
empiezo a correr lo más lejos que pueda. Cómo es un sueño y, obvio, pasan cosas mágicas termino
corriendo a lo que es una cueva y la altura que tiene me tranquiliza. Hay varios tramos de piedra
como si fueran estalactitas invertidas, son de roca sólida. Intento asirme allí como si mi vida
dependiera de ello, ciertamente lo que está ocurriendo. Estoy de rodillas, rogando y suplicando
poder sostenerme cuando la ola venga con toda su fuerza y el agua me tape. En el fondo, muy en
el fondo, sé que es un sueño, no puedo evitar jugar este juego del gato y el ratón en donde soy
consciente o no de los hechos.
Algo me despierta y en vez de sentirme seguro porque salí de la pesadilla me invade una sensación
de frustración. El no saber qué hubiera pasado, nunca recuerdo el momento posterior a que me
tape el agua. No sé si es la intensidad de los hechos o puro cagazo: solo despierto. ¡Maldición, qué
bronca me da! Quizás si supiera cómo acaba el sueño sabría cómo terminar los hechos que vivo en
el día a día.
Se siente extraño.
La mayor parte de mi vida la he pasado observando. En este caso solo soy un espectador
dejándome llevar por los sonidos de la habitación. Las máquinas aún encendidas llevan a cabo la
difícil tarea de mantener con vida a este sujeto.
¡Por qué vuelvo a estos lugares?, no tengo ni la menor idea. Es alguna conexión inexplicable. Me
concentro en la tarea a realizar y sé de alguna manera lo que significa eso. Aunque pienso en ella,
estoy completamente inmerso en encontrar el pensamiento de él. Soy él.
Las paredes de su mente son como las de un hoyo color azul con manchas salpicadas de negro. No
estoy seguro de la profundidad de este vacío, es casi como si el fondo fuera de brea espesa.
Impenetrable. No puedo sentir absolutamente nada y aunque ya he estado aquí otras veces, esta
se siente de un modo más aterrador.
¡Lo estás haciendo bien! – le susurro suavemente.
Ahora está la parte más difícil, buscar esa conexión. Lo intentamos primero suave escalando las
paredes, pero resbalo y no encuentro de que asirme. Solo un recuerdo borroso, si tan solo pudiera
enfocarme en una persona.
Creo que ya lo tengo. Buscar notas de coma en el celular
– Vas a volver conmigo – dice una voz suavemente y enseguida la reconozco.
Oigo el sonido de piedras cayendo, raspándome la cabeza y llenando de polvo mis ojos. Estoy al
borde del risco en una pasarela pequeña y mi equilibrio pende de un hilo. Cierro los ojos y le pido
al viento me sostenga, sin éxito.
Caigo y un grito aterrador sale de mí.

La nada
El estruendo
Las sirenas se activan
Los ojos que se abren
La luz en las pupilas
Las extremidades se estiran
Respiración normal y constante
Resurrección
Vida
Hay un momento terrible cuando ella descansa sus manos en mi rostro, en su rostro. Esta era la
conexión tan fuerte que sentía. Puse demasiada energía en esta roca y finalmente se rompió.
─Estoy acá. ─se queda callada mirándolo ─ Es mi culpa, mi culpa.
Luego su silencio es la puñalada más certera.
Él reacciona finalmente balbuceándole. Le duele todo el cuerpo y cree que está muriendo, cuando
es totalmente lo opuesto. Al verlo reaccionar toca el botón de la enfermera al tiempo que sale al
pasillo para buscar ayuda. La luz que se cuela por mis parpados entre abiertos quema como una
hoguera. Debe tener varios huesos rotos, ni siquiera sé si puede caminar. Me estoy sofocando
tanto que ardo, lo dejo actuar.
Está tratando de orientarse, ordenando las historias que le contaron. Aún no puede discernir entre
la fantasía y la realidad.
Este pibe que estaba en un estado de inconciencia profundo ahora mueve sus dedos en repuesta a
los estímulos que recibe de los médicos. Mantuvo cerrados los ojos a un mundo conocido, horas,
días, meses. Al abrirlos a una nueva realidad el choque es enorme e imagino los sentimientos aún
se mantienen estancados. Cada cerebro es único, cada persona también.
Odio su recuperación, por mal que me pese me alegra también.
No estamos diseñados para ser felices sino para sobrevivir. La felicidad es una acción que nos
cuesta voluntad, virtud, mucho esfuerzo y sobre todo búsqueda. Si nos rendimos el cuerpo
subsiste, pero claramente hoy no va a suceder. Mientras tanto Julio está cumpliendo con este
mandato establecido por la naturaleza.

Ya no tengo más razón para quedarme. Aur Revoir

3 de diciembre

Mi alma no puede retener recuerdos puntuales, mayormente solo sentimientos. Esas sensaciones
tienen que encontrar un cierre y seguir en busca de continuidad. Si eso existiera ¿no es lo que
todo el mundo debería querer? Podría salir, viajar, ver si hay otros como yo. Siento que el destino
supone que debería estar encerrado en mi para volar más alto. Seguramente hay una razón y
excede a mi compresión. No hay ningún lugar al que yo pueda sentir como mi hogar. Tal vez logre
sentirlo con ella, vislumbrar ese sentimiento pero no sé si es real o son mis anhelos.
¿Solana y yo somos una misma persona? Es como verse reflejados, por eso siento que somos tan
parecidos.

La casa está en un silencio sepulcral. Las palabras sobran mientras nos vamos acercando hasta
quedar suspendidos en el mismo peldaño. Me mira con deseo y una mezcla de tristeza,
entendiendo que esto es un lapsus y de seguro su amigo volverá a gustar de los hombres mañana.
Yo la miro embelesado y fingiré que es mi cuerpo el que está aquí, aunque no sean mis piernas las
que me sostienen.
Miro sus labios los cuales ya he besado, hoy se ven diferentes.
─Tengo que contarte algo.
Le doy un beso fugaz en la mejilla y la abrazo un momento.
─ También te gustan los hombres, lo sé─. Murmura
─ No, no es eso. – bajo la mirada unos segundos antes de desatar la locura que va a salir de mi
boca.
─ ¿Qué entonces?
Su cara me dice que cree que lo sabe, ¡no es eso!, pienso.
─Tenes que prometerme que vas a intentar creer en la idea de lo que te voy a decir. ─dame una
oportunidad. Por favor, por favor.
─ ¡Me estás asustando!
Si supieras lo atemorizado que estoy ahora. Nunca le dije la verdad a nadie, nunca sentí que
alguien merecía saberlo.
─ No quiero asustarte, juro que hay una explicación.
─Estoy escuchando.
Ya voy, dame un segundo. Quiero gritar pero sería peor para ella.
─El accidente, no fue tu culpa.
Su cara de desdibuja. Nada de lo que ella pueda pensar va a ser la realidad.
─ ¿Cómo sabes del accidente? ¿Quién te conto? –está indignada, se aleja y la sostengo del brazo
─Yo estuve ahí.
Ella se ve mareada y sus piernas parecen tambalear mientras se hace hacia atrás.
─En el hospital también estuve ahí. –Intento sostenerla.
─ ¡Basta!
Toma su cartera e intenta pasar por mi mientras se dirige a la puerta.
─ Puedo explicarlo.
La tomo por la espalda y la abrazo. Esta temblando como un cachorro herido.
─ No sé de me que estás hablando. ¿Cómo podés saber eso? ¿Me estás espiando? ¿qué más
sabes?
─No te estoy espiando. ─hago una pausa mientras extiendo los brazos y los agito para
tranquilizarme.
─ Sé que tenes unos amigos muy buenos. –se me corta la voz un segundo y luego prosigo. ─ que
trabajas y que te gusta salir a correr.
─ Dejame ir… no me toques más ¡Por favor!
─ Hace un tiempo te tropezaste con un chico, en los lagos de Palermo ¿Te acordas? –capture su
atención, la sorpresa presente en todo su rostro.
─Me acuerdo. –puedo ver su garganta tragar. ─ Pero no entiendo que tiene que ver con vos.
Tiene todo que ver, espera por favor.
─Ese chico era yo.
─ Basta de decir estupideces.
se da media vuelta y la tomo del hombro sosteniéndola lo más fuerte que puedo sin lastimarla.
─ ¡Es verdad! Tengo el poder de la bilocación o no sé realmente como explicártelo porque estoy en
dos lugares al mismo tiempo. Mi mente lo está, mejor dicho.
─ ¿Sos un telepata?
─No creo que funcione así tampoco. No soy un súper héroe, eso es seguro.
Se ríe con una carcajada sonora. Está pensando que es una broma, un juego. Ojalá fuera eso.
─ Supongamos que te creo. ¿Cómo lo haces?
─ Por lo que investigue puedo percibir las ondas cerebrales y muchas veces siento que puedo ver
imágenes en tres dimensiones. Son como imágenes mentales de otras personas, las elijo
básicamente por curiosidad y eso me lleva a decidir entre una y otra.
─ No quiero escucharte más, déjame en paz.
Trata de zafarse de mi agarre.
─ ¡Estás loco, soltame!
Sus ojos abiertos y lágrimas cayendo por su mejilla.
─Estoy en el cuerpo de Ramiro y convivo ahora con él. Solo que estoy tomando su voluntad en
este momento y dejo su mente relegada.
Ella se agarra el pecho.
─ Él está bien, lo juro. Nunca dejó que hagan nada malo y siempre trato de ayudar.
─ ¿Y dónde estás vos ahora?
─Mi cuerpo ahora está en mi casa en un “modo reposo” y yo estoy acá en espíritu, por decirlo de
alguna manera. – esto no está saliendo nada bien. ¡Por favor, entendé!
─ ¿Quién sos?
Soy tuyo, eso es lo que me gustaría ser.
─ Me llamo Noel… Noel Urban. –decir mi verdadero nombre es como quitarme una pesada
mochila de la espalda.
─ ¿Cómo? ¿Qué sos, un dios?
─ No que yo sepa.
─Esto es un chiste de mal gusto, decime que sí.
─Puedo hacerlo a elección, aunque muchas veces lo hago al azar. Es como estar en un remolino y
captar muchas voces y tomar la que mejor me sienta.
─Me estas jodiendo ¿No?
─Sufro un trastorno del tipo agorafobia y este descubrimiento, este poder fue mi salvación.
O mi perdición, pero no lo puedo decir en voz alta.
─ ¿Cómo lo podés probar?
Pensa Noel, podes hacerlo.
─ Estuve dentro tuyo.
Ella se horroriza. Se tapa la boca con las manos ahogando un grito.
─Por favor, puedo probarlo. Solo volvé a tu casa y espérame ahí. Oh no, mejor te pido que me
esperes en algún lugar. Yo te voy a buscar, prometo que puedo probarlo.
─Realmente no sé qué decirte. Estás loco, ¿sabías?
─ ¿Y quién no lo está?
─Sí, es cierto, entonces sos un monstruo, un monstruo que nos habita ¿Vas usando a las personas?
¿espiándolas?
─Dame una oportunidad, sola una.
─Hagamos una cosa, prefiero que todo quede acá. No me voy a ir del edificio, prefiero ir a mi
departamento. Volvamos a ser vecinos y punto.
─ ¡Solana!
No me mira, su cara de asco me destruye.
─Déjalo así. Cuando pueda ordenar las ideas hablamos.

Y ahí me deja, solo, pero esto… no está ni cerca de terminar. Nunca quise interpretar al malo de la
película, tiene razón es lo que soy: un monstruo. Ese que existe alimentado por el miedo, mis
miedos. Esa bestia que se apodera de mí y cuya curiosidad morbosa me hace ser como soy.
Me estiro en la cama e intento calmar a este corazón que está galopando. Puedo sentir como las
piernas me pesan, pero no las de Ramiro, son las mías propias que no quieren responderme. Tomo
suaves respiraciones y este huésped una vez más vuelve a su hogar.
La sirena me anuncia su llegada.
El camino fue sinuoso, finalmente aquí están.
Voces que se hacen gritos.
Las máquinas se conectan y trastabillan en su lucha.
Un sacudón
Un jadeo
Silencio
Se abre la caja de pandora, las verdades son expuestas.
¿De qué me sirve ahora saber? Ya no queda nadie a quien reprochar.
Tengo que buscar el balance entre lo que quiero hacer y lo que quiero dejar.
Disfrutar hoy no sirve si siento que mañana va a ser olvido.
No puedo llevarlos al infierno conmigo.
Solo finjan por última vez,
Con las ropas puestas y las verdades expuestas.
No puedo esperar a que deje de ser difícil,
necesito intentarlo de una vez,
merezco tratar de ...ser feliz

¿Y si después es nunca?

No quiero arriesgarme.

3 de diciembre – Horas más tarde

Me despierto justo cuando se inclina ante mí la oscuridad. Me dejo ser esta chica que, de
casualidad, acaba de pasar por mi mente. Ahora soy ella y me encuentro firme en mi decisión de
mostrarle a Solana mi don. Quieto, con la boca abierta para decir y exponer parte de mí ser. Estoy
casi llegando a su puerta cuando ella va saliendo y me ve. Me quedo paralizado y la miro por
segundos que parecen horas. ¿Me reconocerá?
Pruebo sangre en mi boca y siento el sabor del cobre, sin embargo este cuerpo está totalmente
sano, no hay ningún corte en sus labios. Bajo la cabeza porque ya no puedo sostenerle la mirada. Y
entonces… mi nombre.
─ ¿Noel?
Mi nombre saliendo de sus labios, sin importar que yo sea ahora una chica.
─Solana.
La llamo y esta vez tiene en mi lengua otro significado. Sus ojos mirándome a mí, solo a mí,
traspasando la carne y los huesos, llegando a la esencia de la vida. Ella ve mi alma: me ve.
─ ¿Cómo es posible? ─ me dice sin siquiera vacilar. – No puede ser.
─Estoy acá, soy yo. –la luz de la lámpara otorgaba un hermoso color dorado sobre su rostro.
─Te reconocí. No sé cómo, te conozco… tanto cómo me conozco a mí.
Todo sucede tan rápido, apagando varios meses de dudas. ¿Cómo un solo momento puede hacer
que toda la mierda que pasamos valga la pena?
─Ese día en el parque, ¿sabes lo que más me impresiono de vos? ─ me mira suplicante.
─No tengo idea. ilumíname.
─Que tenías una sonrisa genuina pero no así en tus ojos donde todo parecía decir que estabas
muriendo por dentro. Es la misma sonrisa que tenes ahora, la misma que tenía Ramiro hace unas
horas.
─No soy bueno.
─No quiero saberlo.
Me dice con los ojos llenos de lágrimas. Las pestañas moviéndose más rápido de lo normal.
─Estoy hablando de mi interior, las partes ásperas. Vos sos perfecta por dentro y por fuera, lo vi.
─Lejos estoy de ser perfecta.
Respira hondo y se acerca más a mí.
─Yo pude haber sido un héroe y en cambio soy esto.
─No necesito ser salvada ni tampoco un héroe, solo te necesito a vos.
Me quedo con la boca abierta y parpadeo varias veces antes de hablar.
─Gracias.
Había conseguido decir bien esa palabra, esas siete letras que significaban más que tentar a mi
suerte.

Todos creen que “no son religiosos” sin embargo: todos creen en el amor. ¿Cómo se sostiene la
vida sin creer en algo, sin propósito? Ya habrá tiempo para explicaciones, Noel.

4 de diciembre

Convertido en un monstruo
No nací así.
No nací monstruo, me creé.
No nací monstruo, me volvieron.
Creado
Convertido
Deshumanizado… ¡no, humano!
Aún tengo conciencia y culpa, esa que me tortura a diario. Mientras no pierda mi humanidad
tengo salvación. El azar estará a mi favor, solo he tirado mal los dados. Si sigo intentando voy a
obtener mi doble seis.
Siento una oleada de algo extraño en el pecho. Necesito aire. Respiro dándome cuenta que estaba
conteniendo algo profundo. Una mezcla extraña de deseo, pura emoción y alegría de estar en este
momento.
Paciencia Noel… paciencia.

Otra vez soy un hombre, al menos eso dice la sociedad de lo que lleva Ramiro entre las piernas.
Necesito de este préstamo para lo que está sucediendo.
Suavizó mis dedos por sobre su mejilla, estamos tan cerca cómo pueden estar dos personas. Ella
suspira, cierra los ojos y se quita el pasador del pelo que deja caer suave por sobre sus hombros.
Tengo que solucionar el caos que es mí existencia. No sé cómo, nunca antes lo he intentado. Es
como si mi cuerpo estuviera dividido por la mitad y las dos partes estuvieran corriendo a ver quién
encuentra la solución primero. Quiero que esto vaya a mucho más que una amistad. Mi pecho
vibra tan fuerte que parece un terremoto.
─Me estás salvando de mí mismo, no sabe lo que hace por mí. Me da ganas. ─ levanto la vista y me
miro a los ojos por lo que me interrumpí para luego de un respiro dije: ─ ¿Entendes lo que te
quiero decir?
─ Estoy acá para vos, no hay otro lugar donde quiera estar. –se subió las mangas de la camisa
hasta los codos y me miro embelesada.
─Significa mucho que me escuches y sobre todo me creas. ─ nunca me había dado cuenta que eso
era lo que necesitaba, que alguien me crea.

La voy empujando lenta y rigurosamente hacia la esquina de la cama. Voy descifrando los gemidos
y entendiendo cada temblor y suspiro en cada embiste de su cadera y la flexión de sus dedos. Mis
ganas de llenarla con todo lo que necesita sin restricciones. Nunca he participado de un momento
tan hermoso. Todo lo que tengo es suyo, y más. Nuestros cuerpos siguen chocando, mis rodillas se
levantan y la siento sobre mi acunándola en mí regazo. Perdemos el equilibrio por un momento y
vuelvo a posicionarla.
─Perdón, soy muy torpe. –se disculpa sonrojándose.
─No importa. Te sentís perfecta sobre mí –le dije enseñándole una sonrisa lobuna.
Me empujo más profundo, tanto que la siento atravesar mi alma. Gotas de sudor nos envuelven
en este acto sucio y carnal. Mis manos moviéndose, tocando, chupando y mordiendo cada
pedacito de su piel. Los sonidos que salen de su boca son una música ambiental que ensordece la
habitación. Nos balanceamos una y otra vez hasta que la tensión es insoportable… y estallo. Una
explosión de luces e imágenes me enciende, mientras ella ahoga su cara en mi cuello sofocando
otro grito de placer. Le tiemblan los labios insegura pensando si tiene algo que decir.
─Sí, en este momento no me importa morir. –nos miramos a los ojos. No tenía idea si estaba
bromeando.
─Está bien. Moriremos juntos.
─ Mientras no escapes con tus poderes de hombre X y me dejes sola, estoy de acuerdo.
Después de hacer el amor una vez más nos quedamos unidos durante mucho tiempo, en esta
frágil conexión que crece tan rápido y no tengo ni idea de lo que es. Podría sucumbir en este
instante y nada más me importaría.
Abre los ojos y me sonríe. Ella ve detrás de las máscaras y la amo todavía más por eso.

15 de diciembre

Me voy temprano por la mañana. Había pasado un fin de semana glorioso. Tomo mi cuaderno de
escritos para un largo día de trabajo volcando mis canciones.
Cuando regreso a mí, agotado y hambriento, espero poder tener la suficiente energía para
calentar sobras en el microondas. Me recibe una cocina oscura y vacía, sin risas cómplices y
comida verdadera.
Enciendo las luces y reviso la alacena en busca de algo, pero no sé bien qué.
Tengo intriga por lo que estará haciendo ahora. ¡Podría hacer esto para siempre? La idea es
inquietante.
El volante sobre la mesa con el menú del delivery suena bien para mí. Soy el tipo de persona que
no está dispuesta a morir quedándose con las ganas. Pienso al tiempo que me como una milanesa
con papas fritas y chorrea ketchup de mis labios.

Los días que siguen caen en una especia de rutina. Voy y vengo en una u otra persona, excepto un
día que mi agotamiento fue tan grande que no pude llegar. A veces es tanto lo que me
compenetro en otro que me olvido de mí y de mis necesidades más básicas. No sé llena el
estómago con amor y las inversiones estaban cayendo estrepitosamente.
Tenernos mutuamente se convirtió de manera veloz en algo cómodo, al menos lo era para mí.
Yo, ella y mi máscara.
Es delicada, atenta y siempre pensando en los demás para mejorar la vida de todos. No la merezco
y sin embargo soy tan bastardo que no me puedo alejar.
Era lindo tenerla cerca tal así que por momentos nos apreciaba inseparables.

Jamás hubiera pensado que me sentiría tan a gusto con alguien a quien conozco durante tan corto
período. Mayormente era una persona solitaria, cuidando mucho mi intimidad y siempre con las
barreras altas para no dejar a nadie pasar. La vida nos sorprende, siempre. De que serviría si no,
nada que sea planeado puede salir bien. La felicidad crece de desestructurarnos, quitarnos las
capas de vendas para ver con otros ojos. El golpeteo constante nos muestra que la maquinaria
funciona pero lejos está de ser testigo de la vida. ¿A quien intentó convencer, a ustedes o a mí?
Estoy atrapado y tan necesitado de consuelo.
Solana me mira como si fuera algo increíble y preciado. Y ¿quién soy yo para decirle lo contrario?
En este momento así me siento y soy inmortal bajo sus ojos. Si tan solo el amarte pudiera sanarme
de alguna manera.

18 de diciembre

¿Qué me importa lo que opinen? Quien lo hace solo está proyectando en mi sus propias miserias y
pavores. Me despierto cada día proponiéndome no juzgar mal a nadie, es difícil, lo reconozco.
Entonces me quedo tranquilo que, si alguien lo hace sobre quién soy yo en ese momento, es por
su propia bajeza. Qué liberador sería que dejáramos de enjuiciar a los demás. Otro aprendizaje de
vivir en la mirada de un extraño. Soy un rejunte de defectos y sin embargo ella parece quererme.

Hoy vamos a jugar un juego peligroso, espero que nuestras mentes lo resistan.
Unos minutos más tarde la compuerta se abrió... vuelvo a estar en ella para mostrarle parte de mí
en su propia mente.

Toma un sorbo pequeño de su bebida, está intentado pensar de una forma en la que no pueda
obtener información de ella, de sus pensamientos. Cree que es en vano ya que de alguna manera
seguro yo voy a percibir todo lo que ella siente y para donde puede ir su fantasía. No quiere que
averigüe verdades que no necesito saber. Aunque sería muy divertido que me entere de donde
esconde ciertos juguetes de adultos. Aun así, tiene derecho a su privacidad, sobre todo si yo
quiere seguir en su vida. Muy diferente debería ser con aquellos quienes nunca jamás vuelvo a ver.
Es sábado al mediodía y llega a su cita semanal con su mejor amiga Clara. Mientras ellas charlan
me imagina paseando por los rincones esquivando pensamientos.
─ ¿Cómo se llama cuando vas planeando una cosa y te sale al revés?
─Vida.
─Eso… cierto. –ríen en complicidad con su amiga.
─No te conté, vi este hermoso cachorro y…
─ No quiero un perro
─ ¿Por qué no?
─ No estoy nunca en casa, y quiero que cuándo me decida a adoptar una mascota pueda brindarle
el tiempo que realmente necesita.
─ ¿Y por qué no tenes tiempo?
─Hago muchas cosas, salgo a correr, el trabajo y todo eso que vos ya sabes.
Su amiga la mira con una sonrisa socarrona. Hay algo que no logra cuadrar.
─ ¿Qué? ─pregunta Solana pero sabe exactamente de qué habla.
─ ¿Qué pasa con vos?
Toma su café y está helado, sin embargo le da tiempo para pensar que decír.
─ ¿Todavía estás viendo al chico gay?
─No es gay... no del todo. Es complicado.
─ Es que es raro, yo pensé que solo le gustaban los hombres.
─ ¿Por qué siempre hay que estar de un lado o del otro? En el medio hay un montón de personas
con gustos diferentes ¿y qué? ¿Todo lo que sale de lo conocido es raro? simplemente es
desconocido y punto.
─ Esta bien, no te enojes. Solo no quiero que salgas lastimada.
Ya quisiera ella eso también.
─Soy una adulta, no te voy a decir que sé lo que hago, solo intento lo que me hace bien.
─Tu mamá me dijo que ya dieron de alta a Julio. ¿Fuiste a verlo al hospital?
─Sí, fui varias veces más desde que despertó y voy a ir a visitarlo pronto en su casa. No estamos
juntos, pero siento que le debo eso.
Espera que yo no se enoje por el comentario. Tiene que darle un cierre a esa relación, por el
tiempo que pasaron juntos. Esta cita ya no es divertida, simplemente necesita salir y volver a la
comodidad de unos brazos.

No hay vida sin dolor y el dolor solo se sobrelleva con tiempo ¿Y si no hay más tiempo? Lo dejamos
ser tal cual es sin la necesidad de aplacarlo, mostrándonos crudos, atravesando el sentimiento.
Recién ahí podemos vislumbrar un instante de paz. Es un ciclo que solo acaba con el fin de la vida.
Somos dolor y sus padecimientos hasta el último respiro.
A la mañana siguiente ninguno de los dos habla sobre el momento de anoche. Yo sé que
estábamos evolucionando en nuestros sentimientos, y empiezo a sospechar que esto no puede
seguir así por más tiempo. No hay un futuro para alguien que ni siguiera toleraba vivir en su propio
cuerpo. No sé por qué no puedo pensar cuando estoy dentro de ella. No sabrá que lo hago a
menos que se lo diga. Es inquietante y me da opciones para cuando todo este idilio se termine.
Porque va a terminar, lo sé mejor que nadie. Es horrible lo que estoy pensando y más horrible aun
es que esta solución me de paz.

Todos tenemos algo de canallas, solo que yo enmascaro mis historias y ciertamente me baño en
cinismo. Somos víctimas y victimarios, la ley de la vida y la supervivencia.
19 de diciembre

Estos días me estoy queriendo mucho, estoy conociendo mi propio cuerpo, disfrutando de cada
ratito de paz y de sentir que de apoco algunas cosas se acomodan por su propio peso. Voy
tomando las riendas cada vez con más fuerza. Quizás muy pronto viva en mis huesos.
La última vez que alguien me dijo que sentía lo mismo que yo, era porque teníamos hambre. Ella,
en cambio, me lo dice con la mirada aunque su voz todavía no puede.

Abre la puerta y espera a que pase mientras se une a mí en las escaleras. La sigo y observo la
entrada de los demás departamentos. Conozco muy bien el edificio pero nunca había tomado
cuenta de todos los detalles. Desbloquea la cerradura y enciende algunas luces.
─No deberíamos seguir haciendo esto. ─susurro cerca de su boca
─Lo sé. Yo solo quiero conocerte, en este cuerpo –señala a Ramiro. ─ o en el que sea. Tenes que
dejarme ayudarte.
Mi cabeza sabe que estoy cruzando una línea que no es apropiada para mí verdadero yo, ¿por qué
iba a pensar que esta chica me podía curar?
Una vez dentro me siento a su lado y mezclo imaginariamente las cartas para barajar las
posibilidades del erotismo. En la cama todo se juega en el saber dar y plantarse en el momento
justo.
Se me cayó de pronto unos papeles que estaban sobre las mantas y eso la hizo reír a carcajadas.
─ ¿Brindamos? –le digo mientras voy a buscar unas copas y revuelvo la heladera en busca de
cualquier botella.
-Por tus logros y tu futura independencia.
De solo escucharla sentí en mi espalda un dolor como el que solo sería posible si me crecieran
unas alas. Unas inmensas plumas unidas a un arco adheridas a la piel de mi espalda. Así me hacía
sentir ella.
Dejamos las copas en la mesa, solo necesito que sus manos estén sobre mí. Me recuesto en su
hombro y puedo sentir lo hambrienta que esta. Su mirada se mantiene en la mía, traspasando al
físico para ver detrás de él. Llevo su mano hacia mi mandíbula y deslizó su dedo pulgar dentro de
mis labios los cuales se separan para probar su piel.
─No deberíamos, ¿verdad? ─ sus ojos me miran con éxtasis.
─Última vez. ─ cierro los ojos y me inclino a darle un beso suave. Al principio soy cuidadoso, podría
decirse inocente para las circunstancias. Ramiro queriendo salir a la superficie, ¡una última vez! Le
suplico. Y lo dejaría en paz para siempre.
Su boca continúa torturándome y la lengua traza un patrón sobre la mía. Una ráfaga caliente se
dispara entre mis piernas mostrando a simple vista el resultado de mi excitación.
Ella se detiene un momento y la observo expectante, ¿se arrepiente?
─Quiero esto, no paro de pensarlo desde que supe la verdad. No quiero que te lamentes después.
─No voy a hacerlo.
─No voy a ceder, es la última vez y después quiero conocerte de verdad. ¡Me lo debes!
Respiro profundamente y dejo escapar un suspiro.
─Sos la suma de todos mis problemas y el resultado puede ser mi dicha o mi perdición.
─Supones bien.
Encuentro un camino por su pecho, amando la sensación de sus tetas en mis manos. Uso mi brazo
para atraerla más cerca uniendo su boca a la mía de nuevo. Esta vez es más salvaje, saboreando
mientras nos acomodamos. Me aparto ligeramente.
─Decime que pare.
Sé la respuesta, amo este juego.
Continúo comiéndola, queriendo que esto no termine nunca.
─ ¿Paró?
─No
Sé frota en mi cuello preparándome y gruñendo un ─quiero esto─ en mi oreja.
Presiono mi erección contra su vientre, al tiempo que ella abre más sus piernas, permitiéndole
posicionarse exactamente donde lo necesito.
─Quiero hacerte tantas cosas.
─Tenes vía libre. No hace falta que preguntes.
Me sorprende cuando se desliza fuera de la cama y me hace sentar. Abre el cierre de mis
pantalones y se decide a amar mi sexo. Nada en mi vida va a poder ser igual después de esta
experiencia. La piel se me eriza y dejo caer la cabeza hacia atrás. Me sostengo del borde de la
cama pensando que voy a morir o desmayarme en el mejor de los casos. Su lengua rozando y
lamiendo, degustándome como si fuera el más rico helado.
Tomo impulso y la detengo. Ante su sorpresa hago con el dedo un gesto de silencio.
─Quiero estar dentro tuyo, necesito verte terminar por mí.
Un gemido se escapa de su sensual voz. Ella es una Diosa en todos los sentidos. Su físico es lo que
menos me importa, son todas esas emociones que lleva consigo. Ella detrás de la carne y los
huesos, simplemente ella.
Frota sus pechos contra mí y acaricio cada centímetro. Presiono su espalda y levanto su culo.
Acomodo sus caderas para situarme y luego de colocarme un preservativo entro en ella. Exhalo un
grito, el calor y el deseo inundándonos. Los sonidos llenando la habitación y los cuerpos corriendo
una carrera donde llegar no era la meta sino simplemente disfrutar del recorrido. Mi respiración se
acelera y ruego porque ella sienta lo mismo. Inclino mi cabeza hacia un lado, chupando y
mordiendo mi cuello. Sujeto mi boca en su mejilla y pongo besos en todo su rostro. En un
momento ambos dejamos de movernos, un segundo, un instante, una explosión, una vida en una
razón de tiempo. Finalmente nos desplomamos uno sobre el otro.
No sé exactamente cuánto tiempo pasó, los segundos se consumieron en hechos.
Un momento más tarde abro los ojos para mirarla. Las mejillas sonrosadas y la respiración errática.
No importa nada como yo luce, entonces solo somos dos almas tomándonos, haciéndonos sentir
de la misma manera. Ella es yo y yo soy ella.
Me siento y extiendo la mano para alcanzar la suya.
─No quiero irme – escapa de mi boca sin pensarlo.
─ ¿De verdad? ─ sube la mirada hacia mis ojos.
─En serio, no estoy listo para irme.
La abrazo fuerte y le pido que cierre los ojos conmigo una vez más.
─Está bien – susurra en mi oído
─ Solo duerme conmigo.

Sexta Parte
Cada nuevo comienzo viene de un final

“¿Qué mundo sería este si todos nos fuéramos impunes?”

20 de diciembre

Despierto sobresaltado ante el fuerte ruido que viene de la puerta. El infierno está sonando en mi
pecho y la adrenalina de lo desconocido se dispara.
Me levanto de la cama, mis pies diciéndole uno al otro que se muevan mientras sigo a través del
crujido del piso de madera.
Abro la puerta, todavía no sé ni cómo y al hacerlo los puños de quien golpea van cayendo contra el
suelo.
Me encontró.
Me hundo en el piso junto a ella y la abrazo pasando mis manos por su rostro limpiando las
lágrimas que caen de sus ojos.
Responde a mi presencia sujetando mi mano con los ojos cerrados. No me doy cuenta que no me
esta viendo.
Sus nudillos aún quieren seguir golpeando la puerta, los sostengo y beso sus dedos uno por uno.
No sé cómo lo hace pero no siento miedo y es una sensación nueva para mi dentro de mi carne.
Levanto su rostro hacia mí y muero al ver su cara de dolor. Se me aprieta el corazón y el pecho
quiere abrirse para meterla dentro de mío.
─ No quiero que estés solo nunca más.
─Ya no quiero estarlo tampoco.
Se acurruca sobre mi costado y muy despacio va abriendo sus ojos, primero uno como guiñando y
luego el otro hasta que puedo ver sus dos hermosas esferas castañas mirándome ( que ojos tiene
solana). Tenía esa impresión que te da cuando alguien mira tu sonrisa y es como si te mirara
entera en un solo vistazo.
Nos quedamos suspendidos en este momento. Viviendo el hoy, el ahora, siendo nosotros más allá
del mundo a nuestro alrededor. Los sonidos externos silenciados y solo puedo prestar atención al
latir de nuestros corazones que acompasados describen la sinfonía del enamoramiento que
sentimos justo ahora.
─Te quiero tanto que a veces me asusto, Sol.
Le dije mirando hacia el piso sin poder sostenerle la mirada.
─No necesito el mundo, necesito la verdad. –me dijo palpitante.
─Lo intento.
De verdad lo hago, me gustaría ser más sincero.
─Ya lo sé.
Mis ojos parpadean sorprendidos, no me había dado cuenta lo mucho que una persona puede
desear a otra. Me giro para mirarla fijamente a la cara, estiro la mano y le acaricie la mejilla.
En respuesta alarga sus dedos y levanta mi remera dándome un beso en el ombligo. Con un
gruñido que sale de mi pecho la acerco más. La sensación de poder es avasallante. Un zapato cayó
al suelo y otro tacón lo siguió. Ella sabía exactamente que necesitaba, me hace reír,
Le desabotono la blusa y dejo expuestos sus pechos al tiempo que bajo con mi lengua para
probarlos. Esas dos puntas rosadas miran en mi dirección y hacen replicar la sensación en mi sexo.
Mi erección es dolorosa y cuando ella desabrocha mi pantalón para tomar mi miembro con su
boca creo literal, que me voy a morir. Siento los fuertes latidos del corazón en las venas, la sangre
bombeando a los lugares justos, y los sonidos llenando el silencio de la habitación parecen
ensordecer a mi corazón.
─ ¡Y ahora qué?
La veo contener la respiración y me éxito aún más. Tengo tanta hambre de ella que no se si alguna
vez me voy a poder saciar.
La detengo en un asombroso acto de voluntad y la subo a la cama, dejo que tome el control
mientras una arrolladora sensación de dominio se vierte en su rostro. Me coloco de espaldas al
colchón y ella me monta con un grito gutural de placer.
Siempre estuve excesivamente preocupado por darle todo el goce a ella, llevarla a erupcionar
antes que otórgame ese premio. Esta vez será todo para mí, lo puedo intuir por cómo se mueve
encima mío. Nuestros cuerpos que acompasados chocan en tantas direcciones; ambos tendremos
moretones por dejarnos llevar. Estamos golpeando en los lugares exactos que nos marca el deseo
en la piel.
─ ¡Por favor! ─exclamo, de repente ─. Voy… no voy a aguantar.
Nos miramos con ojos suplicantes y lejos de separarnos me deja llenarla por completo. Apretó los
dientes mientras me sacudo y siento sus manos rodearme y sostenerme con fuerza hacia ella.

Las respiraciones se vuelven más profundas y estables.


Estoy feliz ante su presencia, la llevo de la mano hacia el sillón y uso una manta para taparnos a
ambos. Cierro los ojos junto a ella y así, abrazados nos entregamos al sueño.
Un rayo de luz rebelde se cuela por la ventana y nos despierta.
─ ¿Cómo me encontraste?
─No fue muy difícil y Ramiro me ayudó. No le conté, no te preocupes. Le di una excusa donde tenía
algo tuyo que había encontrado y quería devolvértelo. Sí puedo decir que se sorprendió que nos
conociéramos.
─ ¿Cómo esta él?
─ Esta bien. Hablamos de su lapsus heterosexual. Realmente no sabe qué le pasó, tiene algunos
pensamientos borrosos y me habló de lagunas mentales. Yo creo que lo disfruto en algún punto,
ahora está tratando se resarcirse, he visto varios chicos pasarse por su casa.
─ Debe querer reafirmar sus gustos.
─ Un poco más que reafirmar creo yo.
─ ¿Dormiste bien?
Le sirvo un vaso de agua helada, agradeciendo que el gran elefante en la habitación por fin se
desvaneció.
─Sí, Estoy perfecta. –me mira expectante.
─Quería pedirte perdón. Todo fue mi culpa, no debería haber hecho lo que hice. Tendría que haber
sido más valiente.
─ No me importa cómo fue, ahora estoy acá, y me gusta mucho lo que veo.
Me mira de arriba a abajo, recorre con sus dedos cada centímetro de mi piel. Retuerce mi pelo y lo
hace girar en remolinos.
─Es castaño, no lo recordaba.
─Solo nos vimos unos segundos, casi no pudiste mirarme.
Estoy despeinado como siempre, aunque mis labios ya no están fruncidos y casi que esbozan una
sonrisa.
─ ¿Te gusta hacer ejercicio? – pregunta mientras mira mi abdomen y viaja por mis brazos
rozándome.
─ No hago mucho ejercicio, es más genética supongo.
Se detiene en mi hombre y acaricia mi único tatuaje: un mandala.
─Me gusta.
─Vos me gustas más.
Se hace un silencio de esos que podría ser molesto, este no lo es, más bien es un alivio. Su sonrisa
es tenue pero dulce. La inclinación de su cuello me da ganas de lanzar mis dientes y probarla.
─Supongo que puedo quedarme un tiempo. Ayudarte a salir e intentar que vivas tu vida. Si llego a
ser una molestia solo decíme y me voy.
Asiento, pero no estoy temblando y mucho menos tartamudeo.
─ Muy bien ahora que está arreglado podemos preparar algo de comer.
Hacemos juntos el desayuno y luego le doy un tour por la casa mostrándole mis canciones y demás
escritos.
Le enseño mis inversiones y como hago para ganarme la vida. No necesito de nada material, ese
nunca fue mi mayor inconveniente.
─Tengo miedo sobre algo. ─ me mira con atención y creo que odio ver sus labios temblar. ─
¿Cómo haces para no encontrarme asqueroso? Con todo lo que hice, con vivir así robando vidas.
─Jamás se me cruzó ese pensamiento por la cabeza. Ese sos vos poniendo la mirada del otro en tus
propios pensamientos. Para mí no sos un monstruo, veo pura humanidad en tus sentimientos.

Nos quedamos en la puerta del baño, solo a un paso de distancia, mirándonos con una sonrisa en
el rostro.
─ ¿Qué hubieras hecho de no haber estado en ese auto?
─ Ciertamente nada de esto estaría pasando. Seguramente no te hubiera conocido.
Suelta un suspiro y cruza la distancia hacia mis brazos.
─Gracias
Una mirada desconcertante se hace presente en su rostro.
─ ¿Por qué?
─Por estar para mí, por creer en mí. Seguro que no lo merezco, pero soy egoísta y te quiero
conmigo.
No sabía por qué ella estaba aquí y tampoco entendía mi suerte, solamente estaba esperando que
pronto llegara mi castigo. ¡Qué mundo sería esté si todos nos fuéramos impunes! Tarde o
temprano pagamos nuestro precio. Solo espero que hoy el destino haga una pausa y me deje
disfrutarlo.

Todos podemos brillar, solo tenemos que encontrar a las personas correctas, aquellas que nos
encienden y potencian esa luz que llevamos dentro.
Hasta acá con Vera
21 de diciembre

No puedo creer que todo esto no pasó. Solo estoy soñando despierto, mi imaginación haciendo
estragos en mi cabeza. ¿Por qué no puede ser cierto?
Si esa fuera mi realidad dormiría eternamente en la imaginación de mi estúpida mente. Me
sentaría en ese odioso sillón a imaginar que la escena anterior sí sucedió y que vivo en un mundo
idílico.
No va a buscarme, ni yo a ella… eso nunca va a pasar.
No puedo hacerlo. Sé que lo prometí, no puedo.
No la merezco.
No
No
No
Hace tan solo unos meses me sentía roto, todos los días me sabían igual. Lo único que rescataba
cada vez, era mi frágil cáscara.

Soy el producto de la fatalidad que quiso apagar mi fuego y no pudo.


En esta capacidad de reavivarme se fraguó lo que soy hoy.
Cuando me voy no vuelvo.
Por eso insisto tanto.
Me tomo mi ansiolítico y salgo. Las ideas, muchas veces, se acomodan con el aire fresco de la
tarde. Llego en tiempo record para mis inútiles piernas, hay algo sobre este lugar que me eriza la
piel. Seguramente es porque aquí la conocí o al menos me topé con ella.
Hay una extensa pérgola que sigue el contorno de la orilla del lago, otra hermosa glorieta y un
puente de los enamorados. A pocos metros más otro pasaje, este más pequeño que permite
cruzar a una isla que se encuentra en el centro del parque. Contemplo a los botes que alquilan en
el lugar navegando como siempre con turistas. Recorro el patio andaluz que es el paisaje más
hermoso del terreno. La temática de las cerámicas en las escaleras y muros representa paisajes de
España. En los bancos que la rodean se leen episodios de la vida de Don Quijote de la Mancha. Me
resuena una de sus frases que me quedó grabada cuando leí su libro en la escuela: “confía en el
tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”. ¡Si tan solo tuviera más
tiempo!
Podría frenar las cosas, pisar el pedal y estar allí con ella en la manera que desea, pero más que
nada quiero dar la vuelta y marcharme a mi casa.
La frustración latiendo en mi pecho, ardiendo como una lenta llamarada en el bosque, mientras
paciente espero que llegue la brigada de incendio.

Tengo viva su imagen en mí. Amo todo sobre ella, como duerme con su cabeza de lado, como
sonríe mostrando toda su dentadura, su pelo despeinado en la mañana, su forma de tener sexo y
su sentido del humor. Creo que la amo, o al menos lo hago más que a mí mismo y eso ya es decir
mucho. Río fuerte y el aliento se queda estancado en mi garganta.
Comienzo a sentir una molestia, un malestar en la boca del estómago. Me estiro encontrando una
posición más favorable, busco un poste y me sostengo de él. Ahora se completa con presión en el
pecho y dolor que irradia en mi espalda. Me cuesta respirar y estoy cansado como si hubiera
corrido una maratón. ¡Algo no se siente bien!
Regreso al departamento y ni bien cierro la puerta me desplomo en el sillón.
Voy a interferir ahora, no sé hacerlo de otro modo. Si no quiere que esté más con extraños, esta es
la única manera que se me ocurre.
Vuelvo a entrar en ella, un huésped despierto dentro de su mente dormida y es la mejor opción
que tengo para estar juntos.

─No hay manera en que te odie─ Toma la mano de Julio – No sería amiga de alguien que odie.
─ ¿Por qué? fui más que repugnante con vos y aun así estuviste ahí para cuando lo necesité.
El estómago se le contrae y se limpia las lágrimas de los ojos con la fuerza suficiente para dejar un
surco debajo de sus parpados.
─ ¿Estas comiendo bien?
Besa su mejilla y se vuelve a sentar jugando con sus manos.
─Sí, mamá. Ya me voy a ir recuperado.
En su voz hay la suficiente emoción para un entierro.
─No hablo de tu aspecto físico. Es que solo quiero que estés saludable.
Piensa que realmente está muy flaco y si pudiera comer comida real se la llevaría.
─Nunca fui muy atlético que digamos, ahora sé que parezco casi desnutrido.
─Si fuera Angelina Jolie te adoptaría.
Se ríe, aunque por dentro la tristeza la embarga. Segundos de silencio que se hacen eternos.
─ ¿Vale la pena?
Dice él, negando con la cabeza.
─ ¡Lo amo! ─suspira. ─ Es complicado, está atrapado dentro de sí mismo. No sé si puedo esperar a
que quiera salir.
─Sí, suena problemático. Sabes que más allá de lo que pasó entre nosotros, estoy para vos.
Le lanza una mirada tenaz.
─No quiero perderlo.
La mira en silencio entendiendo el sentimiento. Un enorme peso se despega de ambos.
─Te agradezco mucho que vinieras hoy, sé que no es fácil.
Suena sincero
─ Procura ser feliz. Todos los días, como un ejercicio.
Se hace un silencio, esta vez no es incómodo.
─Voy a tratar, lo prometo.
De lo único que está segura es que va a intentarlo.
Sale de la casa de Julio y se dirige a su departamento. Es hora de dejar de lamentarse y continuar
con su vida. El pensamiento es muy claro y aunque doloroso, hacerlo es un alivio para ella en este
momento.
Al abrir la puerta siente un fuerte dolor en el pecho que se continua en su brazo derecho. Se le
hace difícil inhalar por lo que intenta llegar al sillón. La sinfonía de tragar se convierte en una
repetición de movimientos débiles y fuera de tiempo. El intento de los pulmones por respirar a
través de una capa de saliva y la crudeza del sonido en su esfuerzo me enferma todavía más. Es un
silbido de burbujeo, como cuando soplaba aire con una pajita dentro del vaso de leche.
No llega a razonar cuando un frio la traspasa.
Se desploma.
Silencio.

No me hagas esto ahora. ¿Dónde estás? Grito su nombre una y otra y otra vez, pero no tengo
respuesta alguna. Sus ojos están cerrados, así que me esfuerzo hasta que sus parpados ceden y
puedo abrirlos para ubicarme en el espacio y el tiempo. Seguramente se desmayó y eso me
permite tener control total.
─No es gracioso Sol. Despertate, ¡me estas asustando!
Su conciencia está apagada, no puedo sentirla. Debe estar ahí, ¿a dónde podría haber ido sino?
Sooool, Solanaaaaa. Por favooooor, por favooooor, tenes que estar ahí.
Intento volver a mí. La mente conectando con mi sangre.
Más silencio.
Algo está sucediendo, no puedo sentirla y tampoco puedo encontrarme en mi cuerpo.
Mierda
Mierda
Mierda.
Paso las últimas dos horas descifrando qué hacer. Rebobino la escena que se sucedió cuando aún
estaba despierta, no encuentro señales de que algo malo estuviera sucediendo. A no ser… el dolor
en el pecho, el mismo que tuve momento antes en el parque. Si me hubiera sentado y hablado con
ella una vez más, tal vez estaríamos al menos en camino de ser amigos, me hubiera conformado
totalmente.
Un nuevo remordimiento desbloqueado para añadir a la pila de pecados capitales.
Miro hacia atrás en el espejo, está Solana. Me limpio la frente con el dorso de la manga, me
observo en el reflejo viendo sus ojos sombríos, son claros con una pequeña mancha blanca cerca
del iris. Sus mejillas sonrosadas y su nariz roja como si hubiera estado llorando.
Una hoja con la canción que hice para ella la semana pasada está situada justo sobre una pequeña
biblioteca de madera laqueada.
Sus manos están transpirando y la nuca se siente tensa. Y como si ya no estuviera sintiéndome
bastante como la mierda además recuerdo que acaba de visitar a julio y tuve que ser un participe
involuntario en su despedida.
No puedo, simplemente no puede seguir con esta incertidumbre. El anhelo, la tristeza y la
frustración todo junto es un combo explosivo.
Tengo que volver. Una vez en la calle me tomo un colectivo que me lleva directo a casa. Me
acomodo en la butaca intentando no pensar en nada. Tomo la fácil distracción de dejarme llevar
por el entorno. Una abuela y su nieto charlan delante mío sobre el tiempo y la forma de las nubes
que muestra que lloverá esta noche. Otra señora se acopla a la charla y comenta cómo de
embarradas estarán las calles mañana para ir al trabajo y a la escuela.
Una chica pelirroja sube rápido en la parada, trastabilla cuando el vehículo arranca y me empuja la
mano sutilmente al tratar de asirse de la baranda. Me mira a los ojos y articula un perdón que es
ahogado por los ruidos del motor y los otros autos. El resto del viaje es un silencio arrollador.
Me bajo en la parada y camino hasta el punto en que la ansiedad me mata, ahí me largo en una
corrida hasta llegar. Levanto la vista hacia la ventana de mi departamento en el tercer piso, salí
hace unas horas como un hombre y regreso como una mujer. El ascensor está ocupado, así que
subo las escaleras y entro al pasillo.
No tengo la llave – Estúpido. ─maldigo en voz alta. Respiro con alivio cuando recuerdo que guardo
una tarjeta debajo del felpudo ¡mi salvación! Esta puerta se cierra sin llave y una vez vi este truco
de cómo robaban en los departamentos. Paso el plástico duro entre el marco de la puerta a la
altura de la cerradura. Una vez y fallo, la segunda vez soy más lento y logro destrabar el pestillo.
Ver tantos videos de You tube tiene su recompensa.
Un breve consuelo me envuelve, entro lanzando la tarjeta en la encimera. Al pasar a mi cuarto,
me dirijo a cerrar la ventana por si empieza a llover. Me olvido que soy ella y entonces… ¿Qué
estoy viendo? Soy yo, estoy en la cama con el pecho desnudo y mi cuerpo esta de un color azul
pálido. La falta de aire, claro, esa incómoda sensación de tener dificultad para respirar. Uno de los
síntomas más comunes del fin de la vida y no lo vi venir.

De mi boca sale un líquido como vomito o saliva con pequeños hilos de sangre con un color rojo
brillante. Me agarro por los hombros y zarandeo mi carne inmóvil usando toda la fuerza que
pueda llegar a tener Solana. Doy una vuelta hacia atrás, estoy saliendo de la cama y estrellándome
contra el ropero.
Abran esa puerta grite, mientras la oscuridad se cernía sobre mí.
No, no, no, no, se suponía que no iba a terminar así, cómo permití que esto suceda. El dolor en el
pecho, la falta de aire, mis órganos diciéndome, mostrándome las consecuencias y no supe verlo.
Así de fácil retrocedo en mi cabeza veinte años atrás. Odio puro y furia con mi padre por dejarme
abandonado. Regreso a este cuerpo inerte y le doy un golpe duro en el pecho, queriendo resucitar
a mi pobre espíritu.
Doy varios pasos atrás. El corazón de Sol latiendo con fuerza en mis sienes, sus puños apretados
bajo mi mando. Me tambaleo lejos, aturdido reviso a esta chica en busca de alguna señal. Yo me
hice esto ─ ¡maldito estúpido egoísta!
Los olores me descomponen, la visión de mi piel pálida. Niego con la cabeza incapaz de recuperar
el control de mi respiración. Aterrizo un puño solido contra la pared y la mano de esta chica
astillándose con dedos ensangrentados.
La lluvia ahora cae a cantaros sobre los cristales de la ventana del cuarto. Empaco todas mis
pertenencias en una valija. Me abrigo con una campera que para Solana parece un disfraz. Deslizo
la capucha por su cabeza y arremango los puños largos sobre sus brazos. Me voy dejando el resto
de mi vida abandonada en esta cama que algún día supo ser mi descanso y hoy es el lecho de mi
muerte.
Esta vez decido caminar, como si las ideas pudieran crecer a medida que apuro la marcha.
Lagrimas gruesas ruedan por mi mejilla, la de ella. Todavía no puedo sentirla, estoy preocupado,
desbastado. Tengo tanto miedo de no volver a escucharla. Tiene que despertar en algún momento
tiene que hacerlo.
Ya sé, tengo que dormir, si lo hago puede que ella regrese luego. Debo haberla agotado
totalmente. Quizás si ella despierta puedo irme a otro cuerpo. Puedo ir al hospital y buscar un
hombre enfermo. Entonces podríamos estar juntos.
Ya en su casa sigo esperando salir de esta pesadilla. Todos estos años con toda esta información
delante de mí. Soy un inconsciente, totalmente ignorante del daño que me estaba causando.
Nunca creí que esto pasaría. Ahora, si lo hubiera hecho ¿realmente hubiera parado?
Es verdaderamente desgastante. No puedo continuar así. Esta agonía de vivir y no estar presente
en carne y hueso. ¿La muerte será el final o quizás no, quizás es el principio?
¿Y si no me recuerda al despertar? Puedo solucionarlo. Busco papel y lápiz dejando que las
palabras se vuelquen a la hoja. No sé si escribí una canción, un poema o un desvarió. Espero nunca
tenga que leerla y simplemente despierte conmigo.
Me recuesto en su cama, en su olor y doy vueltas hasta que encuentro la mejor posición. Mi mano
ha dejado de sangrar, la envuelvo con un pañuelo que tomo del cajón en la mesa de luz. Intento
concentrarme, contando cada uno de los adornos que rodean el cuarto. Los párpados me pesan y
doy por fin la bienvenida al descanso.

Horas más tarde

Estoy soñando y frente a mí esta Noel, se proyecta como una pared oscura y no me deja ver.
─ ¡Solana! – llama y su voz tan dulce que tiñe de lágrimas mis ojos.
─ Estoy aquí, hermosa ─ Intento correr a él, tocarlo. Sonriendo estiro mis brazos, feliz de poder
estar juntos, no me dejó sola.
─Cerrá los ojos conmigo, podes acompañarme.
─No, no quiero estar dormida. Me gusta estar despierta. – le digo confundida.
─ ¿Te vas a ir? ─ es todo lo que se me ocurre pensar.
─Si
─No, no tenes que hacerlo. ¡Por favor! ─ le digo con las palmas cerradas como si rezara a un Dios
en el cual ni siquiera creo.
─Abrí tus ojos, Sol.
─Están abiertos. – No entiendo qué me quiere decir. Pero instintivamente fuerzo más la vista y me
despierto a un cielo radiante que me ciega. Respiro profundo y Noel ya no está aquí.

Cuando estoy segura de estar totalmente despierta me levanto. Lo último que recuerdo es la visita
que le hice a Julio ayer y luego todo es un borrón en mi mente. Acomodo la cama y siento una
puntada en la mano, confundida desenrosco el pañuelo que tengo atado alrededor. Está agrietada
y llena de sangre, al verla el dolor reacciona y me avisa que tiene que punzarme.
¿Cómo me lastimé y por qué no recuerdo haberme puesto el pañuelo? No sé lo que es esto, no
tengo un nombre para lo que es esto.
Esta campera que llevo puesta es enorme, ¿de dónde la saque? Agarro el teléfono del bolsillo
delantero y compruebo: sin mensajes. Trato de llamar a Claudia, su celular está apagado. Dejo
escapar un suspiro exagerado. Podría llamar a Ramiro, pero sería muy raro ahora que es
exactamente él.
Vuelvo a mirar el móvil tan frágil en la palma de mi mano, me acerco a la mesa del comedor para
guardarlo y veo una nota escrita en un papel con manchas rojizas.
Algo no está bien, lo tomo entre mis dedos e intento enfocarme en las palabras. Leo la escritura
desprolija y lágrimas van rodando por mi mejilla.

Los dedos me sangran mientras escribo,


no puedo detener la pluma.
Tengo miedo de olvidar,
necesito plasmar todos los detalles.
Me dieron una oportunidad
Y ya desperdicié mucho tiempo.
No va a suceder dos veces,
aún tengo esperanza.
Yo soy ellos, y ellos parte de mí.
Yo soy Noel Urban: mucho gusto.

Doy vuelta la hoja y ya no puedo sostenerme en pie. Las piernas dejan de funcionarme y caigo al
piso tan lentamente que perezco una hoja meciéndose con el viento.

Si esto no sale bien,


por favor no me olvides
Yo no podré hacerlo.

Epilogo

Un año después

Besa mi pecho, sus labios saboreando mi piel ─Ya vengo – le digo al tiempo que salgo de la cama.
Vuelvo un momento después con un vaso de agua, lo tomo de un solo trago y me seco los labios
con el antebrazo. Siempre pensé que sabía exactamente lo que quería.
En mi mente podía verme viviendo en un enorme edificio, encontrando mi destino. No me quejo,
no es como si estuviera teniendo una crisis existencial intensiva. A veces me pregunto si todavía
estoy segura de lo que quiero.
Nuestros ojos se encuentran y permanecen fijos por un segundo mientras lo guio hacia mi entrada
al tiempo que mis músculos pélvicos se estiran para acomodar la invasión. Apoya sus manos en
mis costillas marcando el ritmo que necesitamos. Es rápido, como una montaña rusa sintiéndome
poderosa con este control que surge de entre mis piernas. Me espera un momento mientras
termino y después me aguarda otro minuto dejándome sentir las réplicas del orgasmo. De su
garganta sale un gruñido, un grito visceral y castiga mi cuerpo con un salvaje impulso: urgencia de
verterse en mi piel.
─¡Me encanta!
Me acurruco sobre su pecho.
─¡A mí también!
Nos besamos largo y tendido hasta que el sueño nos encuentra en algún lugar de la noche. Es solo
lujuria, lo necesitaba.

Me despido de German hasta la próxima vez que podamos vernos.


Normalmente no pienso mucho en lo que pasaría después de estar íntimamente con alguien. No
me preocupaba en absoluto.
Hasta él.
Nunca antes había tenido el control total de mi vida. Ahora tengo este misterioso poder de
transitar otras mentes, y no fue hasta que me encontré dentro de un tipo extraño que entendí lo
que había pasado. Hoy soy una muchacha morena nacida en el vecino país de Brasil, el idioma me
sabe a gloria y este pasatiempo me ayuda a transitar los días.
Aun lo siento conmigo, quizás está dormido o simplemente nuestras mentes no pueden convivir
juntas. A veces olvido que hice una u otra cosa y quiero creer que es él mandándome mensajes.
Su verdadero ser me dejó, lo vi en las noticias. Apareció sin vida en su departamento y no fue
hasta que los vecinos denunciaron un terrible olor que se enteraron del desenlace.
Las fotos de su cuerpo inerte me impactaron, no lo había visto nunca más allá del paseo en el
parque. Tenía un breve recuerdo de su fisonomía, realmente no me importaba su aspecto físico.
Me gustaba mucho su personalidad, salvo por su fobia que no pudo superar.
Siento no haber confiado más en él. Quise hacerlo, pero me sentí acorralada por los sentimientos
y lo puse contra un paredón.
De todos modos, su organismo estaba enfermo. Murió de una falla cardiaca, entiendo producto de
descuidar su salud.
Eso no me va a pasar a mí, las cosas tienen que cambiar. Todo esto tiene que tener una razón y mi
propósito es darles uso a las mentes ajenas para mejorar sus vidas.
Quiero que lo arreglemos juntos, creo que se puede solucionar. Estoy dispuesta a intentarlo.
Soy lo suficientemente fuerte, puedo hacerlo. Saco de la mochila de Noel algunas de las
pertenencias que aparecieron en mi casa como por arte de magia. Tomo un CD de Cerati y
escucho una y otra vez la misma canción. Cierro los ojos y comienzo a balancearme con la música.
Dejo que las palabras calen hondo en mi pecho y con una sonrisa escucho el mensaje subliminal
dentro de la letra.

Hoy te busqué
en la rima que duerme
con todas las palabras
Si algo callé
es porque
entendí todo
menos la distancia
Desordené átomos
tuyos para hacerte
aparecer

Un día más, un día más…

Parte final

Estimado lector, como podes ver esta historia pudo haber tenido dos finales. En un momento
pensé en dejarte elegir para tener una experiencia decisiva en tus manos, pero me pareció mejor
sorprenderte sobre la marcha.
La vida no es justa, simplemente es vida. Al igual que este libro es solo una historia, ¿o no?
Podes disfrutar de la conclusión que más te guste o más se adecue a la idea que se desarrolló en tu
cabeza. Si no queres destruir tu corazón olvidá que tus ojos han leído la fecha del 21 de diciembre.
Por el contrario, si necesitás razones para llorar y culpar a alguien de la tristeza de tus días quédate
ahí y dormí retorciéndote con imágenes de culpa.
Si crees que puede haber una segunda parte de esta novela por favor haceme saber en las redes
@hijadelobo.escritora
Yo creo que esta historia da para mucho más y seguramente muy pronto los sorprenda.
Nota del autor

Luego de editar mi primer libro experimenté un terror irracional al pensar que no iba a poder
hacerlo otra vez: pero heme aquí. Desde que empecé con el primer capítulo nunca más pude parar
de escribir, realmente las teclas se movían solas al compás de las palabras queriendo ser leídas.

El protagonista de este libro tiene agorafobia que es uno de esos trastornos de salud que pasa así
sin más, vamos a decir que nadie sabe exactamente por qué. La padece desde pequeño debido a
un evento traumático. Se encierra para no salir y así evitar un ataque de pánico. Tienen miedo de
tener miedo y se aísla en sí mismo, sin dejar entrar a nadie. ¿Cómo alguien puede renunciar a su
vida? ¿Qué puede ser tan terrorífico?
Asimismo, su reclusión no nos muestra a un pobre inocente retenido, sino que a través de su don
se ve tentado, hace uso y abuso de ese poder. ¿Quién puede juzgarlo? La naturaleza humana lo
lleva por lugares extraños e inimaginables. Va formando y torciendo su personalidad a medida que
las intrusiones avanzan. Ese monstruo es parte del lado B que todos tenemos, nadie es solo el lado
A. No somos Yin y Yang sino las dos cosas a la vez, interactuando. Tenemos el ángel y el diablo. Son
parte de nuestro ser y quien pretenda uno solo está mintiendo deslealmente.

El monstruo, por otra parte, también nos devela la mirada que tenemos cuando nos proyectamos
en el otro y nos permite disociar el relato. Cada pensamiento y cada sensación puede variar según
el punto de vista que usemos. La empatía es la capacidad que tiene una persona en ponerse en el
lugar del otro y siento que Noel hace el mejor uso de esa habilidad y, creo yo, ese es su verdadero
don y los poderes que posee quedan lejos en segundo lugar.
Todos y cada uno de sus viajes significaron algo para mi vida y quedaron marcados en la
personalidad de Noel.
La historia pasa hacia adentro, ahí en la contemplación del monstruo que habita en cada ser que
usurpa. Su protección como una parte suya. Haciendo que cada persona vea luz en sus propias
sombras.
Inconscientemente al juzgar desconectamos del mensaje que el otro dice. Ya no lo escuchamos y
pasamos de estar atentos a la voz superficial para conectar con nuestra voz interior. Ahí donde
pesan las emociones, los sentimientos, pensamientos, esperanzas y sus posibilidades entre
muchos más. En definitiva, hacemos juicio de valor desviándonos de la posibilidad de ser
empáticos.
Con este libro pretendo abrir la mente del lector y así lograr que a través de sus páginas se animen
a replantear su vida.
Somos el resultado de los vínculos que transitamos y las interacciones que surgen de ellos. Las
vivencias que atravesamos de niños van a definir el modo en que nos relacionaremos con los
demás en la adultez. Necesitamos dejar salir a la bestia para conocernos y asimismo dejar entrar a
la mirada del otro, aquella que un extraño pone en nosotros y así vamos construyendo los vínculos
a lo largo de la vida.
Nos descubrimos en el otro aceptando al hombre como parte de una humanidad.
Agradecimientos

Sinopsis

Un hombre que vive su vida a través de la mirada ajena.


Un sin número de inocentes envueltos en una situación de la que no son conscientes.
Una mujer que puede quitarle la venda de los ojos.
Una combinación perfecta de drama e incertidumbre.
Nada es lo que aparenta detrás de la puerta.

Noel no puede evitar utilizar su don para influenciar a las personas; es absolutamente adictivo.
Pero cuando cierta mujer desembarca en su mundo se produce en él un golpe de conciencia. Algo
se despierta y lo lleva a querer lo que nunca soñó tener: una vida propia. Intentará salir de su
caparazón, dejar de esconderse tras las máscaras para darle un nuevo sentido a su existencia.

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