Ecos
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LITERATURA
Atenea Cruz
ECOS
Secretaría de Cultura
Dirección General de Publicaciones
Av. Paseo de la Reforma 175,
Col. Cuauhtémoc, C. P. 06500,
Ciudad de México
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Sobre el autor
Ilustración de portada
Otros títulos de la colección
Colofón
Para Fátima Gusi, Magaly Cascabel y
Marce, con agradecimiento y cariño infinitos
Tócame la mejilla por si encuentras
una humedad antigua y olvidada.
Es del tiempo en que quise ser caballo
para no ser fantasma.
J G
R A
TERCERA LLAMADA
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H .
El odio hacia Raúl me recuece en un caldo negro. La rabia me
hunde el paladar. Encima, el ruido de los juegos mecánicos me pone
nerviosa, pero como a él le encantan…
Últimamente le ha dado por olvidarse de todo lo que detesto,
pareciera que volvimos a ser novios y comienza a conocerme a
base de silencios y equivocaciones. Hace tanto calor. Necesito
escapar de él, refrescarme la cara, respirar lejos de este aire
contaminado por organilleros, niños desagradables y todas esas
parejitas de enamorados que disfrutan el sudor pegajoso de sus
manos entrelazadas. Ya no lo soporto. Le digo a Raúl que voy al
baño, él asiente mientras paga por un rifle de postas: Voy a
ganarme ese tigre para ti, sonríe.
Asiento con desgano y me voy. Como en todos los baños de feria,
hay que sacar el agua de un tambo. Abro la llave, dejo correr ese
líquido turbio y lleno de microbios al que no sé cómo se han
acostumbrado los trabajadores del lugar. Normalmente me
molestaría, pero hoy lo tolero. Suspiro. A veces extraño la carpa.
Otros días, como éste, en el que sé que más tarde podré volver a
casa y sumergirme en la tina, pienso que de algún modo estoy
mejor así: bajo un techo que no se desploma con la lluvia del
verano. Incluso tengo un jardín con un pedazo de cielo propio y no
una lona vieja con las estrellas pintadas.
Mojo mis manos, mi cabello. Me froto los ojos y me olvido del
rímel, que se corre, arde. Durante unos segundos veo borroso.
Alguien se acerca, me hago a un lado para franquearle el paso. Se
detiene en el charco del tambo. Chapotea, primero con timidez,
después patea el agua. Se divierte empapándome.
—¡Oiga! ¿Qué le pasa?, ¡me está mojando!
No entiendo por qué una señora hace algo así. Ella ríe y sigue
salpicando. Vieja estúpida. Me irritan su burla, el calor, Raúl y sus
distracciones baratas. El chapotear de la mujer no se detiene, siento
que me va a explotar la cabeza. Me aproximo a ella con la intención
de tomarla por el brazo. Entonces mi mirada se aclara por completo.
—¿Mamá?
Mi falda está empapada. Pero allí no hay nada más que agua.
Vuelvo al lado de Raúl, que trae un algodón de azúcar. Me mira
sorprendido.
—¿Por qué estás mojada?
—Un niño se metió al baño de mujeres a molestar…
—¿Al baño?
—Sí, ¿qué no me entiendes?
—¿Todavía está ahí?
—No, se fue corriendo. Vámonos, estoy cansada.
Raúl me observa con detenimiento, está claro que no me creyó.
Va a decir algo, abre la boca, pero acaba por apretar los labios sin
emitir palabra alguna. Debe estar fastidiado. No me importa, yo
también lo estoy. Reparo en sus manos.
—¿Y el tigre que ibas a cazar para mí?
—Ah, eso. Estaba arreglado. Te compré un algodón.
Siempre es lo mismo con Raúl: promesas que se convierten en
algo amorfo y decepcionante.
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—P , ¿cómo no lo vi antes? Si ni a
hombre completo llegas, no debería de haberme sorprendido,
¿verdad?
—Ya estuvo bueno, Celia, contrólate —dijo Luis, aproximándose
para abrazarla.
—No te me acerques, maricón de mierda —de la boca de Celia
voló un escupitajo reivindicador de la honra directo a los ojos del
enano, que se alejó enfurecido.
Luis y Aniceto abandonaron la caravana antes del amanecer, sin
avisarle a nadie. En respuesta a la saliva de Celia y sabiendo cómo
lastimarla, Luis gestó una broma postrera, la más cruel: ensillaron el
caballo y se largaron. Dejaron a Celia sin acto circense. Inútil. Vacía.
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560. CUENTO
La Monalilia y sus estrellas colombianas
Nazul Aramayo
562. TEATRO
Tríptico de las despedidas
Imanol Martínez
563. ENSAYO
La pulga de Satán
Mariana Orantes
564. ENSAYO
Dafen: dientes falsos
Pierre Herrera
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