Susan Sontag-Contra La Hermenéutica
Susan Sontag-Contra La Hermenéutica
Susan Sontag-Contra La Hermenéutica
Universidad de Chile
Departamento de Pregrado
Cursos de Formación General
www.cfg.uchile.cl
Curso: Problemas de la estética
Susan Sontag (1933) es una reconocida e influyente crítica literaria y novelista norteamericana,
cuyos escritos y ensayos sobre arte constituyeron un continuo foco de discusión durante la segunda
mitad de la década del sesenta. Ligada a todo el pensamiento crítico que se generó en torno a las
nuevas propuestas artísticas que provocaron un giro en la reflexión estética del siglo XX, una de sus
obras más conocidas, “Contra la Interpretación” (1966), despliega una ácida polémica en contra del
pensamiento hermenéutico, exponiéndolo como un tipo de discurso que tiende a clausurar los alcances
de la obra misma en la recepción de los espectadores, bajo la coartada de ofrecer la explicitación de su
significado. Del ensayo del mismo nombre que abre esta recopilación, hemos escogido algunos párrafos
especialmente ilustrativos al respecto.
CONTRA LA INTERPRETACIÓN
negativa a dejar sola la obra de arte. El verdadero arte tiene el poder de ponernos
nerviosos. Al reducir la obra de arte a su contenido para luego interpretar aquello,
domesticamos la obra de arte. La interpretación hace manejable y maleable al arte.
Este filisteísmo de la interpretación es más frecuente en la literatura que en
cualquier otro arte. Hace ya décadas que los críticos literarios creen que su labor
consiste en transformar los elementos del poema, el drama, la novela o la narración en
otra cosa. Habrá ocasiones en que el escritor se sienta tan incómodo ante el manifiesto
poder de su arte que ya dentro de la misma obra instalará –no sin una nota de
molestia, un toque de ironía de buen tono- su clara y explícita interpretación. Thomas
Mann es un ejemplo de autor tan excesivamente cooperativo. En el caso de autores
más reacios, le falta tiempo al crítico para llevar a cabo por sí mismo esta tarea.
La obra de Kafka, por ejemplo, ha estado sujeta a secuestros en serie por no
menos de tres ejércitos de intérpretes. Quienes leen a Kafka como alegoría social ven
en él ejemplos clínicos de las frustraciones y la insensatez de la burocracia moderna, y
su expresión definitiva en el estado totalitario. Quienes leen a Kafka como alegoría
psicoanalítica ven en él desesperadas revelaciones del temor de Kafka a su padre, sus
angustias de castración, su sensación de impotencia, su dependencia de los sueños.
Quienes leen a Kafka como alegoría religiosa explican que K. intenta, en El Castillo,
ganarse el acceso al cielo; que José K., en El Proceso, es juzgado por la inexorable y
misteriosa justicia de Dios… Otra obra que ha atraído a los intérpretes como a
sanguijuelas es la de Samuel Beckett. Los delicados dramas de la conciencia
encerrada en sí misma de la obra de Beckett –reducidos a los elementos esenciales,
recortados, frecuentemente presentados en situación de inmovilidad física- son leídos
como una declaración sobre la alienación del hombre moderno por el pensamiento o
por Dios, o como una alegoría de la psicopatología.
Proust, Joyce, Faulkner, Rilke, Lawrence, Gide…, podríamos citar autor tras
autor; es interminable la lista de aquellos que se han visto rodeados de gruesas capas
de interpretación. Pero debe advertise que la interpretación no es sólo el homenaje que
la mediocridad rinde al genio. Es, precisamente, la manera moderna de comprender
algo, y se aplica a obras de toda calidad. Así, de las notas que Elia Kazan publicó
sobre su versión de A STREET CAR NAMED DESIRE (Un tranvía llamado deseo), se
desprende que, para dirigir la obra, tuvo que descubrir que Stanley Kowalski
representaba el barbarismo sensual y exterminador que iba adueñándose nuestra
cultura, y que Blanche Du Bois era la civilización occidental, la poesía, los ropajes
delicados, la luz tenue, los sentimientos refinados y todo lo que se quiera, aunque,
naturalmente, dentro ya de cierto desgaste. El vigoroso melodrama psicológico de
Tennessee Williams se nos vuelve inteligible; se trataba de algo: de la decadencia de la
civilización occidental. Al parecer, de haber seguido siendo un drama sobre un atractivo
bruto llamado Stanley Kowalski y una mustia y escuálida belleza llamada Blanche Du
Bois, no le habría sido posible dirigir la pieza.