Habilidades Sociales-1
Habilidades Sociales-1
Habilidades Sociales-1
Este apartado tiene como objetivo principal aportar una serie de sugerencias prácticas que puedan ser-
vir de guía, tanto a padres como educadores, a la hora de abordar el entrenamiento de las habilidades so-
ciales con niños, jóvenes y adultos con síndrome de Down.
Cabe decir que la información reflejada en este apartado no necesariamente es específica para perso-
nas con discapacidad intelectual. Las técnicas de entrenamiento en habilidades sociales, lógicamente, son
aplicables a cualquier sujeto con dificultades en esta área. El educador y la familia, debidamente asesorada
por un experto, sabrá en cada caso qué técnicas serán las más apropiadas en función de las características
del sujeto, sus dificultades, habilidades a entrenar y necesidades específicas.
En el primer caso parece más apropiado utilizar técnicas conductuales mientras que en el segundo caso
resultan más eficaces técnicas cognitivas y de control de ansiedad.
En ambos casos es imprescindible también un control del contexto pues ya sabemos que el repertorio
de habilidades interpersonales de un sujeto va a estar condicionado, en cierta medida, por los factores ex-
ternos propios del ambiente.
Son numerosas las estrategias que pueden utilizarse para entrenar las habilidades sociales. Estas
técnicas pueden aplicarse bien individualmente o de manera combinada. A continuación se relacionan algu-
nas las estrategias ampliamente utilizadas en numerosos programas de intervención y que pueden ser
fácilmente aplicables tanto en el contexto escolar como en el entorno familiar.
Asimismo, ofrecemos algunas aplicaciones prácticas o ejemplos que permitan a los padres y familiares
utilizarlas en situaciones de la vida cotidiana con sus hijos y/o familiares con síndrome de Down.
a) Técnicas conductuales
Estas técnicas son apropiadas cuando la persona no tiene una o varias habilidades sociales en su re-
pertorio. A través de estas técnicas, la persona con síndrome de Down puede adquirir las destrezas reque-
ridas inicialmente en contextos muy controlados y estructurados para posteriormente generalizarlos a otros
entornos y situaciones. Normalmente estas técnicas resultan asequibles para cualquier educador, no impli-
can materiales excesivamente sofisticados y sus resultados pueden ser altamente exitosos. La clave está
en su aplicación sistemática e intencionada.
Para conseguir un modelado más efectivo hay que tener en cuenta algunos aspectos claves:
Características del modelo: debe tener experiencia en la habilidad a entrenar, que existan ciertas simili-
tudes entre el modelo y observador, y que cuente con características personales que faciliten la comunica-
ción. Puede ser interesante también exponer al joven a diferentes modelos realizando la misma conducta.
Características de la situación a modelar: las conductas a imitar deben presentarse de manera clara y
explícita, comenzando por las más sencillas, con repeticiones que permitan su aprendizaje.
Características del observador: la conducta o habilidad a imitar debe responder a necesidades reales
del observador, debe resultar un aprendizaje significativo y funcional, así como procurarle refuerzos o re-
compensas. El aprendizaje de la habilidad será más efectivo si ésta tiene consecuencias positivas.
Para que esta técnica sea realmente eficaz, la persona con síndrome de Down debe mostrar una actitud
activa y participativa, olvidarse de la vergüenza y "ponerse en situación". Esta técnica es muy adecuada
para el entrenamiento de una amplia escala de habilidades sociales; por ejemplo, "responder de manera
activa", "saber decir no ante una demanda injusta", etc. En estos casos, el entrenamiento de esta habilidad
puede tener un valor preventivo ya que se trata de adquirir la habilidad en situaciones ficticias para que,
llegado el momento o situación real, se tenga adquirida la habilidad correspondiente para manejar dicha
situación. La puesta en práctica de esta técnica de entrenamiento puede implicar la colaboración de varias
personas y es sumamente importante describir con detalle la situación simulada, el objetivo a conseguir y la
conducta a exhibir. Durante las representaciones, el educador o padre supervisa las ejecuciones, orienta,
presta ayuda y dirige el ensayo de la conducta hasta que se adquiere soltura. Si es necesario, se puede
ayudar de estímulos visuales o auditivos que favorezcan la utilización de frases - tipo, gestos, etc.
Reforzamiento: Para la estabilidad y mantenimiento de las habilidades sociales que el joven está po-
niendo en práctica o aprendiendo es fundamental reforzarlas adecuadamente. Podemos hablar de tres tipos
de refuerzo: el refuerzo material, el refuerzo social y el autorrefuerzo.
Cada uno de ellos debe aplicarse adecuadamente en el momento oportuno. De ello depende su efecti-
vidad. Por ejemplo, los refuerzos materiales (premios, dinero, comida, etc.) nos permiten reforzar una con-
ducta con una eficacia inmediata pero se trata de un efecto a corto plazo, ya que pierden su poder reforzan-
te al cabo de un tiempo. Por ello, es apropiado introducir refuerzos sociales (sonrisas, palabras de aproba-
ción, palmada, etc.) ya que son más fácilmente aplicables y además pueden ser dispensados por diferentes
personas y en diferentes contextos. Sin embargo, es importante que el joven aprenda a autorreforzarse,
esto es, a ser él mismo quien se aplique refuerzos (tanto sociales como materiales) de manera que se ajus-
te a la realización adecuada de diversas habilidades. El autorrefuerzo favorece la autonomía, la generaliza-
ción de las conductas y su estabilidad, ya que no depende de los refuerzos proporcionados por los demás.
Para que un refuerzo/autorrefuerzo sea realmente eficaz debe ser aplicado de manera claramente rela-
cionada con la conducta - objetivo. Es decir, debe aparecer inmediatamente después y el joven debe saber
con claridad qué habilidad o conducta le ha permitido obtener el refuerzo. Asimismo, debemos considerar
cuándo y cuánto refuerzo vamos a aplicar. Por ejemplo, en las primeras fases del entrenamiento de una
nueva habilidad o conducta, es eficaz aplicar refuerzos con más frecuencia. Posteriormente, podemos refor-
zar de manera intermitente, ya que está demostrado que este tipo es más eficaz para el mantenimiento de
la conducta o habilidad.
En resumen, elogiar la conducta, sonreír, chocar las manos, una palmada, etc. son refuerzos socia-
les que, aplicados con cierta sistematización y por diferentes personas del entorno en el que se mueve el
joven, permiten instaurar nuevas y cada vez más complejas habilidades personales de una manera relati-
vamente sencilla a la vez que eficaz.
b) Técnicas cognitivas
Estas técnicas no inciden directamente sobre la conducta o habilidad sino en los procesos cognitivos y
emocionales que subyacen en la misma. Si se modifican los procesos cognitivos y emocionales erróneos, el
sujeto podrá desplegar sus habilidades sociales sin trabas.
Técnicas de relajación. Cuando la ansiedad o temor a las situaciones sociales es la principal causa de
las dificultades de relación es imprescindible que el sujeto aprenda a relajarse en las mismas. Para ello,
técnicas como la relajación progresiva o el entrenamiento autógeno serán muy útiles. En la medida en que
sea capaz de reducir la ansiedad y, por tanto, controlar la activación fisiológica que la acompaña, estará en
disposición de modificar sus pensamientos y de afrontar nuevas conductas.
La relajación puede además ser muy útil para controlar respuestas asociadas a emociones negativas
fuertes como la ira y la agresividad.
Entrenamiento en resolución de problemas interpersonales. Cuando las dificultades del sujeto son de
carácter perceptivo-cognitivo es aconsejable que el sujeto participe en algún programa de entrenamiento
enfocado a potenciar las siguientes habilidades cognitivas implicadas en la resolución de conflictos interper-
sonales:
Pensamiento alternativo o habilidad para elaborar diversas soluciones ante un problema interpersonal
Pensamiento causal o capacidad para establecer una relación causa-efecto entre la propia conducta y
los efectos que produce
Pensamiento consecuencial o capacidad para evaluar las soluciones planteadas en función de sus efec-
tos positivos y negativos
Pensamiento medio-fines o capacidad para planificar los pasos necesarios para lograr una meta inter-
personal
Ya se indicó que el manejo adecuado de estímulos y contingencias ambientales puede fortalecer el re-
pertorio de habilidades interpersonales de un sujeto. Si bien las características del contexto son vitales para
el mantenimiento de las conductas sociales, su control resulta imprescindible durante la fase de entrena-
miento.
Tutorías entre iguales. Los propios alumnos pueden convertirse en entrenadores excepcionales de sus
compañeros con más dificultades. Las tutorías entre iguales ayudan a los alumnos a salvar las barreras del
desconocimiento recíproco, a aceptase mutuamente y a lograr un encuentro verdaderamente interpersonal,
a pesar de las diferencias cognitivas, cronológicas, etc.
Contexto facilitador y reforzante. Un contexto en el que las habilidades sociales y de relación interperso-
nal sean valoradas y premiadas favorecerá en los alumnos el interés por adquirir y poner práctica las mis-
mas.
Aquellos ambientes en los que primen los aspectos disciplinarios y normativos pueden, en caso de ser
excesivamente rígidos, limitar la capacidad de los sujetos para mostrase abiertamente, expresar con clari-
dad y sin reservas sus miedos, inquietudes, peculiaridades, etc. En el fondo de esta cuestión, encontramos
el modelo de hombre y mujer que queremos promover: una persona abierta y enfocada a las relaciones con
los demás, cuyo motor sea el crecimiento y desarrollo basado en el encuentro interpersonal.
Este apartado tiene como objetivo presentar diversos aspectos metodológicos implicados en el entre-
namiento de las habilidades sociales.
Junto con la sección Programas de Intervención y el apartado anterior, Técnicas Generales de Entre-
namiento, pretende ofrecer a padres y educadores pautas generales de actuación ante posibles dificultades
de sus hijos en la dimensión de las relaciones interpersonales.
Indudablemente, la práctica profesional debe fundamentarse tanto en estudios empíricos que validen
dichas prácticas, como en reflexiones que a partir de éstos puedan generarse desde una perspectiva inter-
disciplinar y crítica. Por ello, el lector interesado en profundizar en este punto encontrará en el apartado
Resúmenes Generales varios artículos de interés.
No obstante, podemos hablar de una serie de pautas generales cuya consideración puede resultar con-
veniente en cualquier caso. Por ejemplo, el Modelo de Merrell y Gimpel para la enseñanza de habilidades
interpersonales es un sistema de entrenamiento estructurado en pasos cuya aplicación puede claramente
tener un objetivo tanto preventivo como rehabilitador.
Su sencillez lo convierte en un modelo de fácil puesta en práctica en contextos familiares y/o lúdicos. En
estos casos es recomendable que se implique el mayor número posible de familiares para que el niño dis-
ponga de modelos diversos y perciba coherencia entre las personas significativas que le rodean.
Identificaciones de soluciones
Se proporcionarán instrucciones concretas de la conducta social que se desea. Se ayuda a identificar
los componentes de la habilidad en cuestión.
Exposición a un modelo
Un modelo realiza la habilidad o conductas interpersonales.
El modelo da cuenta de los componentes cognitivos y verbales, y realiza la habilidad.
Autoinstrucción y autoevaluación
Se pide al niño que "piense en voz alta" durante el entrenamiento viendo al modelo.
Se modifican las autoafirmaciones que reflejan un modo de pensar o sistemas de creencias distorsiona-
dos.
Las sesiones de entrenamiento incluyen un cambio gradual de instrucciones en voz alta a instrucciones
pensadas y no verbalizadas.
Asimismo, en la línea del modelo presentado, Trianes (1999) sugiere una serie de preguntas-guía o
mediadoras que, adecuadamente planteadas por el educador, pueden ayudar a la persona con síndrome de
Down a reflexionar sobre las situaciones interpersonales conflictivas que haya podido experimentar. Las
preguntas-guía planteadas a continuación están basadas en las elaboradas por la autora citada.
Estas u otras preguntas parecidas pueden también ser utilizadas junto con la lectura de un cuento o
historieta en la que el personaje experimente una situación interpersonal conflictiva. En este caso, el niño o
adolescente con síndrome de Down, tras haber comprendido el contenido de la historia, deberá ponerse en
el lugar del protagonista e ir elaborando las respuestas correspondientes. En ocasiones, puede resultar
eficaz comenzar con este procedimiento indirecto ya que pueden tener dificultades para relatar experiencias
propias. La identificación con los personajes de historias hipotéticas puede facilitar esta cuestión.
Para enseñar las habilidades sociales a terceros, indudablemente, el ejemplo es el mejor modo.
Además, existen algunas condiciones que pueden ayudar a realizar este entrenamiento ( Jiménez 2000):
1. Permitir a los niños y adolescentes experimentar las emociones normales como miedo, ira, frustra-
ción, alegría, tristeza, etc. Protegerles de estas emociones impide que posteriormente sean capaces de
reconocer y comprender estas emociones en los demás.
2. Facilitar al niño situaciones en las que deba ponerse en el lugar del otro y ofrecer ayuda. Esto se
puede lograr a través de historietas en las que el niño deba asumir diferentes roles, ejemplificaciones, etc.
Otras habilidades
Enseñarle juegos de mesa.
Enseñarle a contar chistes, cuentos, etc.
Estimularle a que aprenda a tocar algún instrumento.
Enseñarle a reírse de sus meteduras de pata.
La sabiduría popular afirma que "quien tiene un amigo tiene un tesoro". Ciertamente, la amistad tiene un
papel vital en el desarrollo global del niño y en la adquisición de las habilidades interpersonales que deberá
poner en práctica en su adultez.
La amistad no incluye sólo la aceptación y/o admisión del otro sino que implica el establecimiento de
una relación caracterizada por un afecto mutuo, una preferencia recíproca y un sentimiento de compartir
algo importante.
Alianza fiable. Este aspecto hace referencia al sentimiento de seguridad que se deriva de saber que
se puede contar con la lealtad del otro. Saber que se tiene a alguien para sentarse en el autobús de vuelta a
casa, en el comedor, etc. puede ser una motivación añadida en la vida escolar.
Ayuda y orientación. Los niños valoran la disposición por parte de sus amigos para ayudarles, pres-
tarles sus objetos personales, etc. También se comparten consejos, información, etc. Casi todos los niños
creen que compartir y ayudar son obligaciones que conlleva la amistad con otras personas.
Base para la comparación social. Los amigos ayudan a desarrollar y mantener una imagen de uno
mismo como persona competente, atractiva y que merece la pena. La amistad es un contexto no amena-
zante en el que se pueden comparar los propios intereses, actitudes, miedos e inquietudes.
Intimidad y afecto. La amistad proporciona oportunidades para comunicar al otro cuestiones perso-
nales, experiencias, deseos e ilusiones sin miedo al rechazo o temor al ridículo. Esto es especialmente im-
portante a partir de la preadolescencia, cuando aparecen las amistades con personas del otro sexo.
Estímulo para el desarrollo de la competencia social. La amistad es el contexto perfecto para ensa-
yar y consolidar numerosas habilidades de relación.
Aquellas personas que quieran profundizar en el entrenamiento de habilidades sociales pueden revi-
sar la sección Programas de Intervención. En la misma se ofrece una relación exhaustiva de los principales
programas editados en nuestro país. Los programas se presentan agrupados por edad y temática y en cada
uno de ellos se ofrece una completa ficha técnica que permite determinar, a priori, cuál puede ser el pro-
grama más adecuado para aplicar de acuerdo a las necesidades.