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Ensayo Aristóteles

las virtudes aristotélicas
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Herrada Tobón Emiliano 72-18

Ensayo sobre Aristóteles

En el mundo humano, todo se rige por nuestras acciones. No hay leyes naturales perfectas
que decidan que pasa y que no pasa, solo hay normas y convecciones humanas y sociales.
Cada acción que tomamos tiene un peso, y una intención. La mayoría de nuestras acciones
las hacemos premeditadamente, pero otras realizamos por impulso o por el fuego del
momento.

A raíz de nuestras acciones, es necesario crear juicios de valores sobre qué es correcto, qué
es justo, qué es ético/moral. Estos juicios son completamente relativistas y dependen de la
convicción social de la gente. Aquí es donde debemos preguntarnos: ¿lo justo para la
sociedad es lo que es realmente justo? Lo cierto es, existen miles de formas de ver el mundo
desde la perspectiva relativa, y cada quien desde su subjetividad va a interpretar las cosas a
su modo, ya que el bien y el mal no existen, son completamente relativos.

Ante este razonamiento, existe una forma de ver el mundo, propuesta por el filósofo griego,
Aristóteles, que en vez de buscar extremos de lo correcto e incorrecto, busca algo más
equilibrado, un balance, un punto medio.

La virtud, según Aristóteles, no se encuentra en los extremos, sino en un equilibrio, en un


punto medio. Los excesos y radicalismos pueden llegar a ser injustos y perjudiciales para el
prójimo como para uno mismo. Sin embargo, la carencia tampoco es benéfica, ya que en ella
se incurre a la falta de un valor. Alguien que busca agresividad en todo momento, así como
la persona que no reacciona ni para defenderse, ambos caen en los extremos. La virtud se
encuentra en el equilibrio de todas las cosas, en el balance, en el punto medio. Ni en exceso
ni en carencia. Ni mucho ni poco, solo la cantidad necesaria. Así alcanzamos la felicidad,
que no podremos encontrar a los perjudiciales extremos.

En la vida moderna, así como a lo largo de la Historia humana, ha habido decisiones que han
llevado a los grupos humanos a elegir bandos o extremos. En la Revolución Francesa, había
girondinos moderados que no buscaban un cambio y entorpecían los esfuerzos
revolucionarios, y jacobinos radicales, que buscaban un cambio rápido, lo que los llevo a
realizar acciones terribles en nombre de la “libertad”. En la Revolución Mexicana, los
caudillos revolucionarios y sus ejércitos estaban en constante desacuerdo, dividiéndose en

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Herrada Tobón Emiliano 72-18

bandos radicales varias veces, que llegaron a realizar acciones horribles contra gente inocente
en sus luchas, y que retrasaban el avance de la política en México.

Incluso hoy en día, la gente se quiere poner banderas por pertenecer a un grupo en específico.
En la política, tienes que ser partidario del PRI, o del PAN, o del PRD, o de Morena, u otro
partido político. En la economía, eres capitalista o socialista. Incluso en cosas más
superficiales, buscamos extremos de las cosas. En los deportes le vas a este o tal equipo. Eres
Team Iron Man o Capitán América, Team Superman o Batman.

Incluso en cosas nobles por naturaleza, como las luchas sociales y por los derechos humanos,
la gente se va a extremos radicales, lo cual nos les permite ver distintos puntos de vista que
podrían complementar sus ideas, ya sea por orgullo o rechazo a las ideas exteriores. Cada
quien busca su propia justicia, sin importarles tener que chocar con otros bandos para
conseguirla, en vez de trabajar en conjunto.

La gente no ve que irse a extremos ciegamente no es correcto. Cada bando tiene sus puntos
bajos y altos, sus ventajas y desventajas, sus cosas buenas y sus cosas malas. Cuanto no
avanzaría la sociedad si, en vez de defender a capa y espada a un grupo, aceptáramos nuestras
diferencias y puntos de vista, trabajáramos juntos para buscar un balance de nuestras ideas,
y así, crear un mundo más justo para todas las personas por igual.

Uno de los puntos de la sociedad donde deberíamos hacer más hincapié es la justicia, algo
que debe ser equitativo por definición. Cada quien debería ser escuchado sin ser polarizado
su caso, recibiendo un trato imparcial. Sin embargo, todos los sistemas de justicia fallan en
esto.

La ley en general sigue los principios kantianos, es decir, funciona como una máxima
universal de juicio de valor, lo que le impide tomar en cuenta diversos factores que van más
allá de lo que podríamos imaginar. Cada humano es un mundo, un mundo que no podemos
conocer completamente, un mundo que no podemos tratar de regular solo con reglas
preestablecidas para cada caso. Porque también, las formas a proceder según la ley pueden
ser injustas. La ley puede ser inflexible contra una persona inocente por ciertos tecnicismos
y lagunas legales, pero también puede dejar en libertad a criminales por lo mismo.

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Herrada Tobón Emiliano 72-18

Incluso las personas que trabajan para el sistema incurren en la rigidez. Muchos jueces
rechazan pruebas y testimonios, que podrían probar inocencia o culpabilidad, por su propia
agenda. Fiscales y abogados pueden buscar liberar a criminales seriales o reducir su sentencia
con tal de ganar dinero, así como de meter a personas inocentes a la cárcel con tal de impulsar
sus carreras. Incluso los policías, los encargados de llevar a personas a un posible juicio,
arrestan injustamente y llegan a crear pruebas falsas por corrupción.

Pero, ¿cómo podemos pedirle al sistema que sea justo, cuando nosotros no lo somos en la
mayoría de los casos? Muchos de nosotros somos intransigentes y extremistas en nuestras
acciones. Elegimos no ayudar a alguien por algún berrinche. Rechazamos una idea de un
subordinado por orgullo. Buscamos satisfacer nuestras necesidades a pesar de tener que dañar
al otro.

Lo cierto es, el justo medio es difícil de alcanzar, no porque las acciones para llevarlo a cabo
sean difíciles en sí, sino porque casi nadie está dispuesto a realizarlas. Sea por ego u orgullo,
por conveniencia, por diversión, entre otras, no somos capaces de reconocer nuestra
equivocación y encomendarnos a corregirla.

La virtud a partir del justo medio aristotélico es una de las propuestas filosóficas más
interesantes, ya que no solo propone una forma de solucionar los problemas de manera
objetivo, ya que, en general, funciona perfectamente. El mundo sería un lugar más habitable
para cada ser vivo si todas las personas lo siguieran.

Sin embargo, no lo hacemos. Incluso yo, un fiel creyente de esta propuesta, y que busca
aplicarla a todos los problemas que conoce y se le presentan, falla en momentos para
realizarla. El enojo, la rabia, el deseo, la impotencia, la avaricia, el rencor, entre otros, son
vicios que se encuentran en todas las personas, y nos llevan a elegir los extremos para
solucionar nuestros conflictos, tanto con los demás como con nosotros mismos.

Como humanidad, podemos hacer un cambio que beneficie a todos los seres, pero tenemos
que reunirnos entre todos para poder lograrlo. El cambio inicia con uno mismo. Si
pudiéramos aprender a usar la virtud en todas nuestras acciones, e convencer a otro de hacerlo,
el cambio sería más viable.

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