EVIDENCIAS CRISTIANAS - Alice E. Luce
EVIDENCIAS CRISTIANAS - Alice E. Luce
EVIDENCIAS CRISTIANAS - Alice E. Luce
Contenido
PREFACIO ................................................................................................................................. 4
CAPÍTULO 1 .............................................................................................................................. 5
LA DOCTRINA Y LAS EVIDENCIAS ...................................................................................... 5
CAPÍTULO 2 ............................................................................................................................ 11
LA EXISTENCIA DE DIOS ..................................................................................................... 11
CAPITULO 3 ............................................................................................................................ 15
CONCEPTOS ERRONEOS ACERCA DE DIOS ..................................................................... 15
CAPITULO 4 ............................................................................................................................ 20
EL EVOLUCIONISMO ............................................................................................................ 20
CAPITULO 5 ............................................................................................................................ 24
EL SILENCIO DE DIOS.......................................................................................................... 24
CAPITULO 6 ............................................................................................................................ 27
LA REVELACION DE DIOS AL HOMBRE ........................................................................... 27
CAPITULO 7 ............................................................................................................................ 31
LA RAZON DEL HOMBRE Y LA REVELACION .................................................................. 31
CAPITULO 8 ............................................................................................................................ 34
JESUCRISTO:.......................................................................................................................... 34
LA EVIDENCIA SUPREMA ................................................................................................... 34
CAPITULO 9 ............................................................................................................................ 40
LA EVIDENCIA DE LOS MILAGROS ................................................................................... 40
CAPITULO 10 .......................................................................................................................... 44
LOS MILAGROS DEL NUEVO TESTAMENTO .................................................................... 44
CAPÍTULO 11 .......................................................................................................................... 48
LA RESURRECCIÓN DE JESUS ........................................................................................... 48
CAÍTULO 12 ............................................................................................................................ 54
LA EVIDENCIA DE LA PROFECÍA....................................................................................... 54
CAPÍTULO 13 .......................................................................................................................... 57
LOS ESCRITORES .................................................................................................................. 57
DEL ANTIGUO TESTAMENTO ............................................................................................. 57
CAPITULO 14 .......................................................................................................................... 61
LOS ESCRITORES .................................................................................................................. 61
DEL NUEVO TESTAMENTO ................................................................................................. 61
CAPITULO 15 .......................................................................................................................... 65
LA CONVERSION DE SAULO ............................................................................................... 65
CAPÍTULO 16 .......................................................................................................................... 69
LA EVIDENCIA DE LA HISTORIA........................................................................................ 69
CAPÍTULO 17 .......................................................................................................................... 73
ALGUNAS DIFICULTADES BIBLICAS ................................................................................ 73
CAPÍTULO 18 .......................................................................................................................... 77
LA EVIDENCIA DE LA EXPERIENCIA ................................................................................ 77
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PREFACIO
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CAPÍTULO 1
LA DOCTRINA Y LAS EVIDENCIAS
(a) La naturaleza física que nos rodea. Por mucho que el ateo quisiera
negar la existencia del Creador, no puede negar el hecho de que existe el
universo. Queda, pues, bajo su responsabilidad demostrar su afirmación de
que esta creación llegó a existir sin un Hacedor.
(b) La revelación de Dios que tenemos en la Biblia. El modernista dice
que manos humanas la compilaron, y que su autoridad es igual a la de
cualquier otro libro. A él le cabe la responsabilidad de probar su afirmación,
y para ello tiene que explicar cómo unos cuarenta escritores viviendo en
varios países distintos y abarcando un período de alrededor de 1.600 años
pudieron producir 66 libros grandes y pequeños que reclaman ser escrituras
del mismo Dios, que nunca se contradicen, y que se ajustan en un solo libro
sagrado de tal modo que no se puede sacar uno sin dejar incompleto el libro
entero (véase la prueba de eso en el capítulo 13).
(d) La historia cristiana. He aquí otro hecho del que siempre debemos
valernos en la lucha en contra de las fuerzas del error. La cristiandad ha
existido ya por casi dos mil años. Tuvo su principio de una manera
sumamente humilde. No se valió de fuerza militar para propagarse, como
hicieron Mahoma y sus seguidores con la religión mahometana; sin
embargo, la fe de Jesucristo se ha diseminado en todas partes del mundo y
tiene el mismo poder el día de hoy como en los días de Cristo y sus apóstoles.
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CAPÍTULO 2
LA EXISTENCIA DE DIOS
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sido hechos por una mente infinita. Es lógico y creíble que este Ser supremo
exista.
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Para resumir lo que nos pueden probar estos cuatro argumentos,
podemos afirmar que el argumento ontológico nos prueba que la existencia
de Dios es cosa creíble; el argumento cosmológico nos asegura que de todo
lo que existe hubo una causa primera, un Ser Supremo; el argumento
teleológico prueba que en todo el universo hay orden, designio, intención, y
ajuste, que hacen preciso un Ser inteligente y racional que lo diseñó todo; y
el argumento moral demuestra que de nuestro propio ser y de las
experiencias humanas sabemos que hay un Gobernador y Legislador que es
santo, justo, y absoluto en su gobierno.
―El principio causante es fundamental a cada uno de los argumentos. La
prueba de la evidencia de la voluntad en la naturaleza indica una causa
eficiente; que el diseño es una causa de propósito, y que la conciencia es una
causa moral. Obsérvese, además, el contraste entre los teístas (los que
creemos en Dios) y los que niegan su existencia. Estos últimos buscan las
formas más bajas posibles de existencia —materia, fuerza, o algo más— y
explican todo lo más alto en conceptos de lo más bajo. El teísta invierte el
proceso: explica lo inferior en la naturaleza en conceptos de lo más elevado.
Los unos están por debajo del nivel personal, mientras que los otros están
en ese nivel‖ (Mullins).
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CAPITULO 3
CONCEPTOS ERRONEOS ACERCA DE DIOS
―Las rocas, las montañas, los árboles, las nubes, los planetas, las estrellas,
y los soles, son hechos. El mundo que nos rodea es un gran mundo de
hechos; pero dentro de nosotros hay otro mundo: nuestros pensamientos,
sentimientos, actos voluntarios, y nuestro propio sentido o conocimiento
interior; en resumen, nuestra personalidad humana, el mundo interior
contrastado con el exterior, es también un mundo positivo, puesto que
conocemos las cosas que nos rodean lo mismo que las que están dentro de
nosotros‖ (Mullins).
Así tenemos el mundo de la materia y el mundo del espíritu.
Vamos a examinar las teorías que los unen bajo distintas ideas.
15
No podemos aceptar el panteísmo, porque su creencia radical no es lógica.
Cuando dice que no hay más de una sola substancia en todo el universo, se
aleja de los hechos conocidos. No podemos conocer un pensamiento sin una
persona, y el panteísmo niega la personalidad. Niega la relación de la causa
y el efecto, y también otra ley de la ciencia que enseña que debemos dejar
los hechos como los encontramos. No podemos ver la personalidad en
nosotros mismos y al mismo tiempo negarla en la gran substancia
unificadora.
El panteísta no puede reconocer la diferencia entre lo bueno y lo malo,
porque si un hombre es una parte de Dios, todos sus actos son actos de Dios.
Esta creencia hace al hombre igual con las plantas y los astros, y no hay
libertad ni albedrío, sino que todo se manifiesta motivado por el principio
interno de la gran substancia unificadora, y eso quita todo refrenamiento
de los actos humanos.
Después de ver este desierto y sequedad moral, ¡qué refrigerio nos da
mirar el paisaje que nos delinea la Palabra de Dios! Comenzando con
nosotros mismos, podemos probar que tenemos la personalidad, la
conciencia moral y el libre albedrío. Conocemos lo bueno y lo malo, y
sabemos que somos responsables de cada acto, palabra y pensamiento. En
cuanto a los hechos del universo, la única hipótesis que puede satisfacer
todos nuestros anhelos y explicar todos los hechos es la de un Ser supremo
que nos hizo a nosotros y del mismo modo a las demás cosas, quien es una
PERSONA a quien podemos conocer y con quien podemos tener comunión.
En nuestro estudio del panteísmo hemos visto su explicación errónea de
los dos mundos (el exterior del universo, y el interior del pensamiento),
diciendo que los dos son el exterior y el interior de una sola gran substancia
unificadora que incluye a Dios y a todo el universo. Ahora vamos a notar
brevemente dos teorías erróneas que se basaron sobre los dos mundos ya
mencionados: la primera se designa con el nombre de idealismo, y la
segunda materialismo. La primera enseña que el pensamiento es todo e
incluye todo lo que existe, y la segunda dice lo mismo acerca de la materia.
19
CAPITULO 4
EL EVOLUCIONISMO
23
CAPITULO 5
EL SILENCIO DE DIOS
La Biblia nos enseña que Dios cuida y gobierna todo el universo, y que su
gobierno se extiende hasta a las acciones libres de los hombres. ―Yo
también te detuve de pecar contra mí‖ (Génesis 20:6; 31:24; Oseas 2:6). Pero
por lo general Dios no impide que el hombre peque, sino que guarda silencio.
"En lo referente a los mensajeros ... Dios lo dejó, para probarle, para hacer
conocer todo lo que estaba en su corazón" (2 Crónicas 32:31;
Salmo 81:11-14; Oseas 4:17; Hechos 14: 16; Romanos 1:24, 26,
28).
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Dos frases en el Salmo 50 nos explican el tratamiento de Dios con el
mundo durante esta edad de gracia. Este Salmo describe la segunda venida
de Cristo en tres etapas: el rapto de los santos (vs. 4-6); su trato con Israel
y la gran tribulación (vs. 7-15); y el juicio de los inicuos (vs. 16-21). Las dos
frases significantes son: ‗‗Vendrá nuestro Dios y no callará”, y ―Estas
cosas hiciste, y yo he callado‖ (vs. 3, 21).
Es evidente, pues, que durante esta dispensación de gracia Dios está
guardando silencio, y que este silencio terminará cuando Cristo venga otra
vez. ―Luego hablará a ellos en su furor, y los turbará con su ira‖ (Salmo
2:5). El hombre se ha jactado de sus prodigios, sus conocimientos, y su
facultad de manejar el mundo sin Dios. Así, el Omnipotente ha guardado
silencio para que el hombre orgulloso manifestase lo que podía hacer, ¡y ha
resultado un caos!
Un motivo para el silencio de Dios en cuanto a las aflicciones de su pueblo
se halla en su infinito amor. El desea el bienestar eterno nuestro, y tiene
que dejarnos pasar por las pruebas necesarias para refinarnos y
perfeccionarnos (Job 23:10; Juan 13:7; 1 Pedro 1:7; Santiago 5:1-8; Hebreos
12:4-11). Otro pensamiento interesante puede mencionarse aquí, y es que
en toda la Biblia vemos que Dios ejecuta juicio sumario una vez para
demostrar su actitud hacia tal o cual pecado, y después guarda silencio para
con el hombre. Pero al fin su juicio caerá, si no en esta vida, lo será entonces
después de la segunda venida de Cristo (Números 15:32-36; 1 Timoteo 5:24).
Notaremos veinte ejemplos de estos escarmientos que Dios nos ha dado
en la Biblia, demostrando lo que él piensa acerca de varios pecados: (1)
Lascivia, Génesis 12:7; (2) Amor al mundo, Génesis 19:26; (3) Inmundicia,
Génesis 38:7-10; (4) Idolatría, Éxodo 32:26-29; (5) Borrachera, Levítico
10:1-3, 8-10; (6) Blasfemia, Levítico 24:11-16; (7) Maledicencia, Números
12:1-10; (8) Falta de fe, Números 14:39; (9) Rebelión, Números 16:30; (10)
Murmuración, Números 16: 41-49; (11) Fornicación, Números 25:1-8; (12)
Robo a Dios, Josué 7:22-26; (13) Falta de reverencia, 1 Samuel 6:19; (14)
Presunción, 2 Samuel 6:6, 7; (15) Falta de discernimiento, 1 Reyes 13:21-
24; (16) Codicia, 2 Reyes 5:26, 27; (17) Incredulidad, 2 Reyes 7:18-21; (18)
Profecías falsa, Jeremías 28:1-17; 29:22, 32; (19) Orgullo, Daniel 4:29-37;
(20) Mentira, Hechos 5:1-11.
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CAPITULO 6
LA REVELACION DE DIOS AL HOMBRE
Hemos visto cómo el hombre en su propio ser, sin conocer la Biblia, puede
razonar y llegar a la certidumbre de que existe un Ser supremo, el Creador
de todo el universo, y de que él es santo, bueno y Todopoderoso. ―Porque
las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente
visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las
cosas hechas‖ (Romanos 1:20). Esto hemos probado por medio de los varios
argumentos teológicos que nos han conducido hasta este punto.
Sin embargo, estos argumentos no satisfacen ni apagan la sed del alma.
Queremos no sólo saber que existe un Dios sino también conocerle. En las
palabras de San Agustín: ―Tú nos has hecho para ti mismo, y nuestro
corazón no tiene sosiego hasta que descanse en ti.‖
La imagen de Dios en el hombre le hace capaz de conocer a Dios, pero
¿cómo puede hallar a su Creador? ―¡Quién me diera el saber dónde hallar
a Dios!‖ ha sido el clamor amargo del alma sedienta que tiene que responder
―¡No!‖ a la pregunta: "¿Descubrirás tú los secretos de Dios?‖ (Job 11:7).
Cuán amargamente se queja Job de la imposibilidad de alcanzar a Dios, y
de la falta de un Mediador. ―No hay entre nosotros árbitro que ponga su
mano sobre nosotros dos‖ (Job 9: 33). Este anhelo santo no sólo deseaba una
revelación de Dios, sino una revelación por encarnación, y eso es lo que Dios
otorgó a sus criaturas por medio de su Hijo unigénito Jesucristo.
Es verdad que no hay experiencia de Dios sin una revelación de él. El
Creador mismo tiene que extender su mano de amor hacia la criatura, él
mismo tiene que hacer posible el contacto. El pecado ha hecho una
separación entre Dios y el hombre; pero de tal manera amó Dios al mundo
que dio a su Hijo unigénito para ser la escalera que uniera a la tierra con el
cielo (Juan 1:51; Génesis 28:12).
Dios quiere que sus criaturas le conozcan (Oseas 6:6). En este asunto él
ha tomado la iniciativa, y se ha revelado a los hombres. ―Y nadie conoce al
Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien
el Hijo lo quiera revelar‖ (Mateo 11:27; véase también Salmo 27:8). Podemos
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notar aquí algunas de las voces que le proclaman: (1) La voz de la creación.
Toda la naturaleza nos habla de su Creador (Salmo 19:1-4; Isaías 40:26).
(2) La voz de la conciencia (Romanos 1:19). Este instructor interior siempre
nos amonesta de la existencia de Dios. (3) La voz de la historia (Job 32:7).
Nunca ha habido nación sin alguna idea de un Ser Supremo. (4) La voz de
la filosofía. Los hombres de despejada inteligencia en todas las edades han
buscado a Dios en sus razonamientos, y muchos de los filósofos más grandes
y los más eruditos han sido devotos adoradores de él, porque le encontraron
en su Hijo, Jesucristo. (5) La voz del Salvador (Juan 14:5-10). El no sólo nos
enseñó la existencia de Dios, sino que la reveló en su propia vida, mediante
palabras y hechos.
La revelación es la comunicación directa de la voluntad de Dios al
hombre. Podemos tener por la naturaleza misma un cierto conocimiento de
un Ser supremo (Romanos 1:19, 20), pero eso se llama más bien inducción
(razonando de las partes al todo, o al conjunto). Las Santas Escrituras
reclaman ser el conjunto de la verdad que Dios ha dado al hombre
milagrosamente. Veremos cómo se prueba esto.
Podemos pues definir la revelación como una comunicación sobrenatural
de Dios al hombre.
Dos métodos son posibles: (1) Revelación inmediata, cuando Dios habla a
un individuo; y (2) Revelación escrita.
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Podemos notar varios métodos que Dios usó para revelar su voluntad
fuera de la revelación escrita:
(1) Señales, como la vara de Moisés (Éxodo 4:1-5).
(2) Símbolos, como la columna da nube y fuego (Éxodo 13:21, 22; Números
9:15-23).
(3) Sueños como los de José (Génesis 37: 5-11).
(4) Comunicaciones cara a cara (Números 12:8).
(5) Los Urim y Tumim, probablemente dos piedras que cambiaban de color
cuando Dios revelaba su voluntad, aprobando o desaprobando (Éxodo
28:30; Números 27:21).
(6) Suertes (Jonás 1:7).
(7) Visiones (Isaías 6:1).
(8) Milagros (2 Reyes 4:35).
(9) Profecías (2 Reyes 7:1).
(10) Encamación (Juan 1:14; Hebreos 1:1, 2).
(11) Contestación a la oración (Isaías 38:5).
(12) Acontecimientos providenciales (2 Reyes 8:3-6).
(13) Su voz en el corazón (Isaías 28:22, 23; 30:21).
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Notemos ahora unos resultados de la revelación de Dios a sus criaturas:
(1) Confianza (Salmo 9:10).
(2) Vida (Juan 17:3).
(3) Amor (Juan 17:25, 26).
(4) Poder (Daniel 11:32).
(5) Gracia (1 Pedro 1:2, 3). Esta incluye todas las bendiciones de la vida
cristiana.
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CAPITULO 7
LA RAZON DEL HOMBRE Y LA REVELACION
El libro de Job, escrito por Moisés unos 1.500 años antes de Cristo,
describe algunos acontecimientos probablemente 500 años antes de su
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tiempo, es decir, dos mil años antes de Cristo. Ese libro es de sumo interés
para el estudiante de las evidencias, porque describe la vida, los
pensamientos, la actitud y los anhelos de los antiguos en los siglos cuando
no había revelación escrita de Dios. Hemos notado sus clamores en el
capítulo 5.
Podemos ahora resumir nuestros pensamientos acerca de la razón del
hombre, su capacidad y sus límites.
(1) La razón descubre la necesidad de una revelación. Sin duda los santos
del tiempo de Job razonaban conforme a los argumentos que hemos
presentado en el capítulo 2, y después de todo no estaban satisfechos.
Sabían que Dios era superior, infinitamente superior a ellos, pero siempre
creían que existía algún punto de contacto. Ellos sabían que él los había
hecho, y que los anhelos de conocerle que surgían en sus corazones eran
una dádiva de él. Sabían que él era bueno, perfecto, sin mancha de mal, y
lleno de compasión; pues también estaban seguros de que él no les hubiera
otorgado tales deseos sin intentar satisfacerlos. La actitud de ellos puede
verse en las palabras de Job 31:35: ―¡Quién me diera quien me oyese! He
aquí mi confianza es que el Omnipotente testificará por mí.‖
Al comparar la Biblia con los libros que son venerados por las religiones
orientales, y también por las modernas, la razón inmediatamente reconoce
la superioridad del libro de Dios, rechazando a todos los demás como paja
al lado del trigo (Jeremías 23:28). La Biblia contiene la verdad y nada más
que la verdad, en tanto que otros libros religiosos, aunque tengan algunas
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verdades, las han mezclado con muchas mentiras, absurdos, disparates y
errores.
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CAPITULO 8
JESUCRISTO:
LA EVIDENCIA SUPREMA
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reclamaciones en cuanto al pecado, en cuanto a la ley de Moisés, en cuanto
a la naturaleza, en cuanto a Dios Padre, y en cuanto a la humanidad.
(1) Jesús reclamó estar exento del pecado, y lo perdonaba en otros. Fue
el pecado lo que hizo la separación entre Dios y el hombre, y sin establecer
un puente sobre esta grande sima, nunca podía hacerse la reconciliación.
Para expiar el pecado del hombre fue preciso que hubiera un sacrificio
perfecto (Levítico 22:17-25), y eso es lo que Jesús reclamó ser. Él
escudriñaba el pecado en el corazón de los hombres, y les exhortaba a
arrepentirse, pero él mismo nunca vio la necesidad de arrepentirse y jamás
confesó haber pecado. Al contrario, a sus enemigos acérrimos les desafió:
―¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?‖ (Juan 8:46), y nadie pudo
acusarle de nada.
―Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a
ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para
expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo
tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados‖ (Hebreos 2:17,
18). Jesús no quería cambiar piedras en panes para su propio uso, pero él
multiplicó el almuerzo de un muchachito para alimentar a una multitud
con hambre. El andaba sobre las aguas, calmaba las tempestades, hacía
pescas milagrosas, sanaba toda clase de enfermedad, y dominaba hasta los
demonios y los ejércitos de Satanás.
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La proclamación más clara de su conocimiento del Padre y la autoridad
que tenía de revelarle a él se halla en Mateo 11:27: ―Todas las cosas me
fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al
Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.‖
De su omnipresencia y omnipotencia tenemos testimonio claro en Mateo
18:20 y 28:18-20, juntamente con su reclamación de ser igual a Dios.
Pasando al evangelio de Juan, que fue escrito muchos años después que
los sinópticos, encontramos aún más luz acerca de la vida de comunión con
Dios que tenía Jesús. El habla todo el tiempo de su Padre; más de cuarenta
veces dice que el Padre le envió, y reclama que ―porque yo no he hablado
por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo
que he de decir, y de lo que he de hablar‖ (Juan 12:49).
(5) Por último, vamos a citar lo que Jesús reclamaba ser en cuanto a toda
la humanidad. Los judíos estaban esperando la venida de su Mesías, y el
título ―hijo de David‖ fue usado por Jesús en una ocasión (Marcos 12:35-
37). Pero por lo general él se describe a sí mismo como ―Hijo del Hombre,‖
demostrando su amor a toda la raza y su carácter como representante y
expresión máxima de ella. ―Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar." Bien podemos decir con los alguaciles de
los fariseos: ―¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!‖ (Juan
7:46).
Aunque Jesús fue hecho a semejanza de los hombres, y hallado en la
condición de hombre (Filipenses 2:7, 8), sin embargo era distinto a los
demás hombres e infinitamente superior a ellos. No sólo reclamaba ser
perfecto, revelador de Dios, y mensajero de él, sino que se ofrecía a sí mismo
como objeto de adoración. Hemos visto ya cómo él perdonaba pecados,
cambiaba y explicaba la Ley, dominaba toda la naturaleza, y recibía
testimonios de igualdad con Dios Padre. Ahora notemos que él aceptaba el
homenaje y la adoración de los hombres, y no se puede hallar para él otro
lugar sino el de supremacía absoluta en la religión cristiana. En cuanto
a su propia reclamación de ser supremo, dice el autor de Ecce Homo:
―Consideró la última y más alta decisión sobre los hechos de los hombres,
esa decisión a la cual apelan todos los injustamente condenados en los
tribunales humanos — que no pesa el hecho solamente, sino los motivos,
las tentaciones, las ignorancias, y todas las condiciones complejas del hecho
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— él consideró, en resumen, que el cielo y el infierno estaban en sus manos‖
(Seeley).
Vemos en nuestro glorioso Salvador una combinación maravillosa de
poder y humildad. Él era manso de corazón, y al mismo tiempo Juez de toda
la tierra. ―La unión de cosas opuestas en perfecto equilibrio y consistencia
aparece en Jesús. Otros hombres son fragmentos. Él es el hombre completo.
Él está cansado y dormido en el barco, como lo hubiera estado cualquier
apóstol, pero se levanta y con voz de trueno silencia la tempestad. El llora
con los demás de corazón quebrantados junto a una tumba, pero llama con
voz divina a Lázaro, diciéndole que venga afuera. Se somete a sus
aprehensores, como lo hubiera hecho cualquier reo, pero obra un milagro
para restituir una oreja cortada y reprende al violento discípulo que la
cortó‖.
Verdaderamente no hubo nadie como el Señor Jesucristo, Hijo del
Hombre e Hijo unigénito de Dios. Estas notas acerca de su carácter y
reclamaciones pueden ser reforzadas no solamente con citas de los cuatro
evangelios, sino también con muchas referencias de las epístolas,
especialmente las de Pablo, de donde podemos deducir que su doctrina de
la Persona de Cristo fue aceptada universalmente por la iglesia del primer
siglo (Romanos
1:3, 4).
Podemos resumir la evidencia de Jesús así:
38
2. Su carácter, en su incomparable majestad, santidad, y humildad es
la mayor evidencia de su Deidad (Hebreos 7:6).
3. Sus enseñanzas, sumamente sencillas y poderosas, han cambiado las
corrientes de la historia, y han hecho sentir su influencia en todo el mundo.
4. Sus milagros fueron únicos en su género, realizados ante grandes
multitudes, con la mayor publicidad y en toda clase de personas, y fueron
aceptados como genuinos aun por sus enemigos (Juan 5:36; 7:31).
39
CAPITULO 9
LA EVIDENCIA DE LOS MILAGROS
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18:21, 22; Marcos 6:14; 16:20; Juan 2:11; 5:36; 7:21; 10:25, 32, 38; 14:11, 12;
15:24; Hechos 10:38; 14:3; 19:11; Hebreos 2:4; Apocalipsis 13:13,14.
Hemos visto ya que el hombre ha menester de una revelación divina, y
entonces los milagros son también necesarios, porque el Ser supremo debe
ser superior a las leyes de la naturaleza. ¿Cómo podría el hombre creer en
un Salvador que no fuera capaz de revelarse a sí mismo y de manifestar su
plan de salvación por medio de los milagros? A pesar de esta lógica básica,
en todas las edades ha habido enemigos del evangelio que han negado la
posibilidad de milagros.
Espinosa, el panteísta, enseñaba que éstos no eran posibles porque Dios
y la naturaleza son idénticos, lo que sabemos ser falso de Génesis 1:1 y Juan
1:1-3. Muchos de los evolucionistas de hoy día usan los mismos argumentos
insensatos, negando la personalidad de Dios y relegándole así al nivel de
sus propias obras. Hemos probado ya por muchos argumentos que el Ser
supremo existe aparte de las obras de sus manos, y que él es Todopoderoso.
El filósofo Hume declaraba que los milagros eran imposibles e increíbles,
y que ninguna cantidad de testimonios los podían probar. La falsedad de
esta aseveración puede comprobarse fácilmente, porque todos convienen
que un número suficiente de testigos competentes hacen que un hecho sea
digno de confianza. Al enseñar que ningún evento contrario a la naturaleza
es creíble, él reduce el argumento al absurdo, porque entonces cualquiera
cosa que ocurriera por primera vez sería incapaz de probarse.
A todos los que niegan los milagros alegando que éstos violan las leyes de
la naturaleza, podemos decir que el Creador que hizo dichas leyes tiene el
derecho y el poder de cambiarlas o suspenderlas, o de imponer sobre ellas
otras leyes superiores. A los que se llaman científicos y procuran explicar
todos los milagros de Dios por la operación de las leyes de la naturaleza,
podemos pedir que pasen un poco más adelante en sus propios
razonamientos. Por ejemplo, dicen que cuando cayó el muro de Jericó, esto
no era un milagro sino el resultado natural del ruido que habían hecho los
siete sacerdotes con las trompetas. Es cierto que, conforme a las leyes de la
naturaleza, un ruido grande y prolongado afloja la mampostería, y el Dios
que hizo esa ley la puede emplear cuando quiera. Pero, ¿cómo aconteció que
todo el muro se aflojase y cayese a plomo al mismo tiempo? ¿Quién les dijo
a los israelitas el momento exacto que ellos tenían que pararse en derredor
de Jericó y levantar el grito de victoria? Si no fue un milagro de Dios,
entonces ¿quién lo hizo?
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Este pensamiento nos trae a la certidumbre de que en el milagro aparece
una fuerza exterior, algo o alguien que interrumpe o vence la operación de
las leyes naturales. Se puede ver esta verdad con aún más claridad que
nunca en los milagros espirituales. Hasta los enemigos del cristianismo
conceden que existe el pecado, y no se puede negar que es un desorden
contra las leyes de Dios. Se necesita aquí una fuerza de afuera, un poder
sobrenatural para lograr la salvación del pecador, porque el pecador, por
mucho que se esfuerce, nunca ha podido salvarse a sí mismo.
Gracias a Dios que podemos ver el poder de arriba, la gracia salvadora
de Dios, ejerciéndose a favor del pecador desesperado. Si no es el poder
milagroso de Dios, entonces ¿qué es lo que cambia el más vil pecador de
repente en un hombre santo, humilde, honrado y trabajador? Estos
milagros morales que se han visto ya en millones de seres humanos, son
señales y pruebas irrefutables de un Salvador omnipotente.
Aquí tenemos la prueba de que los milagros no son una interrupción del
orden prescrito por Dios, tendiendo a cambiar el cosmos (mundo) en caos,
como dicen los enemigos. Al contrario, es el pecado del hombre, el abuso de
su libre albedrío, lo que ha producido el caos y demanda el poder milagroso
del Salvador. Podemos ver que los milagros espirituales y también muchos
de los físicos son restauradores en su carácter. Vemos que las
enfermedades, la muerte, la tristeza y el pecado son innaturales y
anormales, y los milagros de sanidad y salvación establecen otra vez el buen
orden.
"No es demasiado afirmar que los milagros fueron el método de
filantropía de Cristo; fueron la acción de aquello para lo cual el evangelio
era la expresión. Fueron empleados como medio para bendecir a los
hombres en necesidad; fueron la expresión del amor. Lejos de ser meras
maravillas y nada más, Jesús ordenó repetidas veces a los recipientes de
las bendiciones que se les conferían, que guardaran silencio acerca de ellas.
Estas estaban entonces estrechamente conectadas con la renovación moral.
El perdón de los pecados y la sanidad de las enfermedades estaban unidos
en el mismo acto‖ (Mullins).
Un anciano consagrado decía que los milagros eran fenómenos de la
persona de Cristo, sus costumbres diarias. ―No es que los milagros prueban
la doctrina, ni que la doctrina haga creíble el milagro, sino que es más bien
que como partes de un todo, ellos convienen como el alma y el cuerpo.‖
42
Los judíos en el tiempo de Cristo creían firmemente en todos los milagros
relatados en el Antiguo Testamento como obras de Dios mismo. Ellos no
podían negar la realidad de los milagros de Jesús, por mucho que desearan
hacerlo. Al ver los hechos patentes, lo único que les quedaba por hacer era
atribuirlos al poder de Satanás (Mateo 9:32-34; 12:22-28; Juan 10:19-21).
En siglos posteriores algunos de los escritores judíos atribuían los milagros
de Jesús a fraude, no en el sentido que no eran reales, sino que él había
conseguido mediante fraude el Nombre secreto de Jehová y así podía usar
su poder como un impostor. Celso, el gran opositor del cristianismo, nunca
negó la realidad de los milagros cristianos, sino que los atribuía a la magia.
Al estudiar la historia de la iglesia cristiana durante sus primeros tres
siglos, nadie puede ignorar que sus enemigos jamás pudieron negar los
milagros. Eran y son hasta el día de hoy hechos innegables. De modo que
con toda confianza podemos decir que los milagros deben ser aceptados
como cualquier otro hecho histórico, y que pueden ser comprobados por las
pruebas históricas.
43
CAPITULO 10
LOS MILAGROS DEL NUEVO TESTAMENTO
46
(3) El plan de salvación fue hecho en los concilios divinos de la eternidad,
y manifestado al hombre en la encarnación del Hijo unigénito de Dios.
(4) Su expiación realizada en la cruz del Calvario es el único medio de
Salvación para el hombre.
(5) De parte del pecador se necesita el arrepentimiento y la fe; y el
Espíritu de Dios le aplica la sangre preciosa de Jesús, limpiando su pecado
y haciendo en él el milagro del nuevo nacimiento.
Podemos resumir así las evidencias cristianas tal como aparecen en las
vidas de los pecadores regenerados:
47
CAPÍTULO 11
LA RESURRECCIÓN DE JESUS
48
Pasando ahora a la resurrección de Jesús, podemos hacer cinco
afirmaciones que describen la fe cristiana:
(1) Que él murió en verdad, y no fue víctima de síncope, de un trance, de
engaño, ni de fraude.
(2) Que su cuerpo muerto fue sepultado en una tumba en la presencia de
muchos testigos.
(3) Que al tercer día él se levantó, y la tumba quedó vacía.
(4) Que él apareció a lo menos once veces a los suyos, cinco veces el mismo
día de su resurrección.
(5) Que después de cuarenta días él ascendió al cielo, a la vista de sus
discípulos.
49
(7) Su resurrección es la gran prueba de su Deidad (Romanos 1:4; 4:25).
Si él no hubiera resucitado, no habríamos sabido si su sacrificio fue
aceptado o no, y así no habría existido prueba convincente de la expiación
de nuestros pecados.
51
(1) La teoría del fraude. Los jefes de los sacerdotes dieron mucho dinero
a los soldados de la guardia para propagar la teoría de que sus discípulos
hablan hurtado al cuerpo de Jesús y proclamado que él había resucitado,
sabiendo todo el tiempo que estaba muerto.
Todos concuerdan en el hecho de que los discípulos estaban
completamente desesperados después de la muerte de Jesús, y no hacían
nada sino llorar y lamentarse. Ni siquiera tenían la idea de que él se
levantara de la tumba (con las posibles excepciones de María su madre y
María de Betania). No eran, por consiguiente, capaces de ejecutar tal
fraude, aun en el caso de haber sido hombres malvados que quisieran
engañar a otros. ¿Es posible, acaso, que miles de personas sencillas,
honradas y veraces fuesen engañadas de esta manera y dieran sus vidas en
apoyo de un fraude semejante? ¡No! Lo que sucedió con ellos es que sus
lamentos fueron cambiados en regocijo y su desesperación en una fe
indómita porque le vieron vivo.
(2) La teoría del desmayo. Otros incrédulos dicen que Jesús no murió sino
que se desmayó en la tumba, en una condición de sincope, hasta que fue
revivificado por el olor de las especias y el aire libre en el interior del
sepulcro. Hemos probado ya que Jesús murió en verdad, y los judíos dicen
que en los ungüentos que usaban para embalsamar los cuerpos había
veneno fuerte; por consiguiente, de ello habría muerto Jesús muy pronto,
aun cuando la lanza del soldado romano no le hubiese traspasado. Cuando
él salió triunfante del sepulcro, no estaba débil ni desfalleciente, sino sano
y fuerte, con su cuerpo glorificado, las heridas sanadas, y las cicatrices como
señales de la absoluta identidad del cuerpo con el que fue colgado de la cruz.
(4) La teoría del espectro. Esta creencia falsa está en la raíz del
Ruselismo, que enseña que en verdad Jesús murió, y que su cuerpo fue
―disuelto en gases", mientras que su espectro (y no otra cosa) fue lo que se
apareció a los discípulos. Nótese que su cuerpo glorificado tenía carne y
52
huesos, y que comía y bebía con sus discípulos (Lucas 24:30, 37-43; Hechos
10:41).
(5) La teoría del mito. Los que la apoyan creen que Jesús murió y quedó
muerto, pero que se suscitaron mitos entre los que le amaban, cuentos de
que había resucitado, en los cuales no hubo verdad alguna. Para contradecir
esta falsedad, podemos demostrar que los discípulos no esperaban su
resurrección, sino que estaban en suma tristeza y desesperación. Lo que les
convenció y les quitó toda duda, fue la vista del mismo Jesús en su cuerpo
glorificado (Juan 20:24-29; 2 Pedro 1:16).
¿Qué aconteció con el cuerpo de Jesús? Es claro que, ora fue retenido por
los discípulos o fue entregado a los judíos, si es que se niega que se levantó
vivo de entre los muertos. Si los discípulos lo retuvieron en secreto, al
mismo tiempo que proclamaban que había resucitado, eran impostores;
deducción que queda refutada por toda la historia. Si lo retuvieron los
judíos, ¿por qué no lo exhibieron como evidencia en contra de la
proclamación de los cristianos de que él había resucitado?
53
CAÍTULO 12
LA EVIDENCIA DE LA PROFECÍA
(1) Debe ser una revelación tal del porvenir que ninguna sabiduría ni
previsión humana hubiera podido acertar. (2) Debe ser tan detallada que
excluye la posibilidad de la conjetura. (3) Debe ser clara y libre de vaguedad.
(4) Debe haber bastante tiempo entre la predicción y su cumplimiento, para
excluir la posibilidad de impostura.
Todos estos requisitos son cumplidos en las profecías de la Biblia. Tómese
por ejemplo la profecía de Isaías 44:28: ―Que dice de Ciro: Es mi pastor, y
cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y al
templo: Serás fundado.‖
Debemos acordarnos de que estas palabras fueron escritas por el profeta
Isaías, que vivía en Jerusalén en el tiempo cuando Asiria, y no Babilonia,
dominaba el mundo. Babilonia era en aquel entonces una provincia del
imperio de Asiria; y en el tiempo de Isaías el reino de Israel fue llevado
cautivo por Asiria. Sin embargo, Isaías predica en muchas partes el ascenso
de Babilonia al dominio mundial, y el hecho de que el reino de Judá iba a
ser cautivo, no en Asiria sino en Babilonia. Estúdiese bien el contexto del
verso que hemos citado, y todo el capítulo 48.
Se verá que esta profecía cumple con el requisito (1) porque Isaías no
habría podido adivinar que Asiria sería seguida en su dominio por
Babilonia, que ésta llevaría cautivos a los judíos, que Babilonia sería a su
turno conquistada por los persas, cuyo rey Ciro proclamaría libertad a los
cautivos judíos, ni que ellos reedificarían su templo y su ciudad. Cumple
con el requisito (2) porque sus detalles son tan claros que no dejan lugar a
dudas, y tan sorprendentes que ningún judío los pudiera inventar. Cumple
también con el requisito (3) porque no hay nada de vaguedad. A una nación
54
contenta bajo el gobierno del piadoso rey Ezequías, predice que irá en
cautiverio, no a Asiria sino a Babilonia, que su templo y su ciudad capital
serán destruidos, y que un gran rey, que dominará a Babilonia, proclamará
libertad a los judíos. Cumple la profecía con el requisito (4) porque pasaron
ciento cincuenta años antes del cumplimiento. No fueron los judíos a los
cuales hablaba Isaías, sino sus hijos y sus nietos los que vieron con sus
propios ojos todos los acontecimientos profetizados. Todo fue escrito por la
inspiración del Espíritu de Dios, y todo se cumplió al pie de la letra.
Conforme a la tradición judía, el profeta Isaías fue aserrado por Manasés,
el hijo de Ezequías (Hebreos 11:37), y eso aconteció cuando Babilonia estaba
levantándose al lugar de dominio universal. Así fue como el profeta mismo,
a pesar de ver cumplirse muchas de sus profecías, murió antes de la
conquista y destrucción de Jerusalén, y nunca vio la vuelta del cautiverio.
El valor de la profecía en las evidencias supera al de los milagros por tres
razones: (1) No se deriva el testimonio de los que en otros días vieron el
milagro, sino que podemos ver el cumplimiento de la profecía con nuestros
propios ojos. (2) El testimonio de los milagros no se puede aumentar en
fuerza, mientras el de la profecía se aumenta todo el tiempo con nuevos
cumplimientos. (3) Hay milagros (por ejemplo, la conversión de un alma)
que tan sólo pueden ser apreciados por un cristiano, mientras que el
cumplimiento de la profecía es comprendido tanto por los incrédulos como
por los creyentes.
Debemos ahora considerar el conjunto de las profecías en el
Antiguo Testamento, su cumplimiento en las dos venidas de
Cristo, y la historia de los judíos. El judío es el milagro de la historia, y sólo
por el cumplimiento de las profecías acerca de su nación se puede explicar
su presencia y su condición en el mundo de hoy. Cuando un gran rey de
Europa preguntó a su capellán: ―¿Puedes darme en una palabra una
prueba de la religión cristiana?‖, este último respondió: "El judío es la
prueba.‖ Alguien ha dicho que "los judíos son la encarnación viva de un
propósito divino y el cumplimiento de la profecía, pero hacen más: acentúan
y singularizan lo sobrenatural y la naturaleza anti-judía y anti-
evolucionaría de la fuerza con que ellos chocaron en el cristianismo
primitivo‖.
Si usted estudia todas las profecías del Cristo venidero en el Antiguo
Testamento, verá que la mayor parte fue cumplida al pie de la letra cuando
él vino al mundo la primera vez. Los detalles de su nacimiento virginal, su
55
manifestación a los gentiles, su ministerio terrenal, su muerte expiatoria,
su resurrección y ascensión en gloria; todo fue predicho de una manera tan
clara que el hombre reverente no puede dudar el valor de la profecía como
evidencia cristiana.
Es preciso trazar el desarrollo de la profecía como una parte del
tratamiento de Dios con los judíos, y ver cómo él las estaba educando y
enseñando en preparación para la llegada del Mesías prometido. ―La ley
ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo‖ (Gálatas 3:24). Jesús no fue el
resultado de una evolución del sistema judaico, sino que vino por encima de
él desde arriba, y lo triste es que los judíos, a quienes Dios Padre había
estado educando por tantos siglos, no reconocieron a su Mesías, sino que lo
rechazaron y crucificaron.
Pero el ojo de fe puede ver en Jesús el cumplimiento supremo de las
profecías y del plan de Dios para la salvación del hombre pecador. Él es la
corona de todo.
―Algo de Dios está manifestado en las leyes mecánicas de las estructuras
inorgánicas; algo más en el crecimiento y flexibilidad de las formas vitales
de la planta y el animal; algo más todavía en la razón, la conciencia, el amor
y la personalidad del hombre. ―Ahora desde el punto de vista cristiano,
la revelación de Dios, la manifestación de las cualidades divinas, llega a su
clímax en Cristo. Dios ha expresado en la naturaleza inorgánica su
inmensidad, su poder, y su sabiduría; en la naturaleza orgánica ha
manifestado también que está vivo; y en la naturaleza humana ha dado una
vislumbre de su mente y su carácter. Ninguna de estas primeras
revelaciones está abrogada en Cristo; no. al contrario, están reforzadas y
reafirmadas; pero llegan a su complemento en la exposición más plena del
carácter divino, la personalidad divina, el amor divino‖ (Gore).
56
CAPÍTULO 13
LOS ESCRITORES
DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Podemos ahora considerar los relatos de los muchos eventos que hemos
puesto en lista como evidencias cristianas. Desde el tiempo de Moisés (1500
A.C.) ha existido un libro llamado la Biblia que profesa ser el único escrito
por la inspiración directa del Espíritu Santo. Contiene sesenta y seis libros,
de los cuales treinta y nueve se llaman el Antiguo Testamento (o pacto), y
veintisiete más forman el Nuevo Testamento. Fue acabado a fines del
primer siglo D. C. y por casi dos mil años ha sido aceptado como el Libro de
Dios por todo el cristianismo. Cuando hablamos de la pureza de algún
libro, queremos decir que fue escrito por el autor cuyo nombre lleva, y que
no es falso ni adulterado. La autenticidad del libro significa que su
contenido es verídico. Algunos escritores usan la palabra autenticidad para
cubrir ambas cosas. La palabra credibilidad quiere decir que los autores y
testigos eran competentes y dignos de fe. Puesto que los enemigos de la
Biblia niegan su autenticidad y su credibilidad, es bueno que nosotros
tengamos, como obreros del Señor, unas pruebas claras para defender
nuestra fe en su Libro.
Todos los escritores pueden clasificarse en cinco clases: (a) Hombres
buenos, (b) hombres malos, (c) hombres engañados, (d) hombres bajo la
influencia de Satanás, y (e) hombres bajo la influencia del Espíritu Santo
de Dios.
¿Fueron acaso hombres buenos los que escribieron la Biblia? No; porque
ella reclama venir de Dios, y los hombres buenos no podrían decir mentiras
ni reclamar ser divino lo que ellos mismos escribieran.
¿La escribieron tal vez hombres malos? Eso también es imposible, porque
todas sus verdades gloriosas están demasiado altas para ser concebidas por
ellos. Además, la Biblia describe el triste fin de ellos y su eterno castigo. No
es posible que hombres malos la escribieran.
¿Acaso fueron los escritores hombres engañados? Muchos de los
modernistas de hoy dicen que sí. Enseñan que nunca existieron personas
como Job, Abraham, David, etc., sino que tenemos en la Biblia una colección
de mitos y cuentos judíos que fueron escritos por hombres humildes y
57
sinceros que estaban engañados, suponiendo que las historias eran
verídicas. Al preguntar a los modernistas si Jesús fue persona real o
solamente un mito, dicen que sí, que fue real e histórico, que vivió en
Palestina, y enseñaba acerca del Antiguo Testamento, pero que él también
estaba engañado, participando de la superstición e ignorancia de su tiempo.
A los tales podemos decir que los hombres engañados no escriben la
verdad. Por medio de las profecías ya cumplidas se puede probar que lo que
está escrito en la Biblia es la pura verdad, y sus escritores no se contradicen.
Son los modernistas los que están engañados, y ellos se contradicen todo el
tiempo los unos a los otros.
¿Fue la Biblia escrita acaso por hombres bajo la influencia de Satanás?
Ciertamente no, pues ella revela a Satanás como el adversario de la
humanidad. Habla de su caída, su carácter, su historia y su destino en el
lago de fuego. Le llama mentiroso, engañador, acusador, adversario,
tentador, matador, destructor, serpiente, príncipe de tinieblas, ángel del
abismo, león rugiente, etc. Nunca podría él inspirar a los hombres a escribir
tales cosas acerca de sí mismo.
Nos queda entonces una sola clase de escritores, es decir, hombres
inspirados por el Santo Espíritu de Dios. Esto es lo que la Biblia reclama y
sabemos que es la verdad. Estúdiense 2 Samuel 23:1, 2; Lucas 24:44-48; 2
Timoteo 3:16, 17; 2 Pedro 1:20, 21; Apocalipsis 22:18, 19.
Si las profecías del Antiguo Testamento hubieran sido escritas por
hombres que no conocían los eventos del tiempo de Cristo, ellas no habrían
podido corresponder con tanta exactitud con dichos eventos. Si hubieran
sido forjadas fraudulentamente por cristianos, no habrían sido preservadas
ni aceptadas por los judíos. Vemos que ellas están preservadas y aceptadas
como verídicas por los judíos, y que ellas corresponden exactamente con los
eventos de la vida de Jesús; eso nos prueba que fueron escritas por la
inspiración de Dios.
Todos concuerdan en creer que los libros del Antiguo Testamento fueron
preservados por los judíos, un pueblo de grande inteligencia. Todos ellos
sabían leer, y en todas las edades sus libros sagrados se vieron sometidos a
la crítica más minuciosa, para evitar toda impostura y fraude. Los escribas
que los copiaban (antes de la invención de la imprenta) lo hacían con sumo
cuidado y esmero, y al encontrar un solo error, aquel manuscrito era
quemado inmediatamente. De este modo, la pureza de los treinta y nueve
libros fue preservada hasta donde era humanamente posible.
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La prueba más convincente de que estos libros son divinamente
inspirados es que relatan tantas derrotas, faltas, reincidencias, y pecados
nacionales, que ningún judío habría fabricado tal historia de su propia
voluntad. Por mera vergüenza, nunca nadie la habría registrado con tanta
franqueza y honestidad. Aquí tenemos un testimonio claro de que fue Dios
quien la inspiró.
Vaya usted a cualquiera de los grandes museos de antigüedades (como
los de Londres y El Cairo) y lea lo que escribieron en ladrillos o pergaminos
los reyes de Asiria, Egipto, Babilonia, etc. Ellos no relatan sus derrotas ni
fracasos, solamente sus grandes victorias. Y si es una historia da lo que era
en verdad simplemente una serie de derrotas, los historiadoras la pintan
color de rosa, magnificando las grandes hazañas de su rey y reduciendo al
mínimo cada fracaso. ¡Cuán distinta es la historia de la nación judía que
Dios mismo nos ha dado en el Antiguo Testamento!
El Antiguo Testamento en sus tres divisiones —la Ley, los Profetas y los
Salmos— fue ratificado por nuestro Señor Jesucristo como genuino y
divinamente inspirado; y este testimonio es suficiente para cada cristiano
sincero (Lucas 24:27, 44; Juan 5:39; 10:35). Pero en estos días la crítica de
los incrédulos se ha publicado con tanta fuerza que muchos de los
estudiantes de nuestros colegios y universidades han sido enseñados que
todo el Antiguo Testamento es nada más que una colección de leyendas,
fábulas y cuentos erróneos sin nada de verdad histórica. Para los tales es
bueno citar algunas de las pruebas que tenemos de las historias del Antiguo
Testamento. En este campo tenemos la voz de la arqueología como el
testimonio preeminente. Los imperios de antaño florecieron y pasaron,
quedando sus ciudades enterradas y otras levantándose sobre sus ruinas.
En estos últimos días, sin embargo, tenemos una ciencia nueva que es muy
exacta: la arqueología. El arqueólogo no trata de ideas ni teorías, sino que
presenta sus pruebas irrefutables con los artefactos que excava. Dios sabe
que en los ―postreros días‖ se levantarían más acusaciones en contra de su
Palabra, y dejó sepultadas todas las pruebas arqueológicas para ser
excavadas exactamente cuando hubiera necesidad de ellas.
Todas las historias bíblicas que habían sido desechadas como falsas han
sido confirmadas al pie de la letra por el testimonio de la arqueología. Uno
de los científicos norteamericanos que trabajó por largos años en los campos
de excavación en Egipto, Palestina, Mesopotamia, Asiria, etc., ha escrito en
su vejez: ―De los miles y millares de artefactos excavados que se relacionan
59
directamente con la Biblia, no ha sido hallado jamás uno solo que niegue,
contradiga, obscurezca, o deprima una palabra, frase, cláusula, o versículo
del Antiguo Testamento, o del Nuevo. Al contrario, todos los artefactos sin
falta verifican, confirman, iluminan e ilustran las historias en ellos
contenidas‖ (Kinnaman).
En cuanto a la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, podemos
notar que hay 263 citas del Antiguo Testamento en el Nuevo, y cerca de 350
alusiones. Todos los libros del Antiguo Testamento son citados en el Nuevo,
con la excepción de los siete siguientes: Abdías, Nahum, Eclesiastés, El
Cantar de los Cantares, Ester y Nehemías. Los sermones apostólicos
relatados en los Hechos fueron edificados sobre el Antiguo Testamento.
En resumen, lo que podemos decir acerca de la pureza y autenticidad de
los libros del Antiguo Testamento, es que fueron garantizados por los judíos
del tiempo de Esdras, el cual formó el canon del Antiguo Testamento
alrededor del año 500 A.C.; fueron acreditados por Jesucristo mismo; y han
sido confirmados en todos sus detalles por los descubrimientos de la
arqueología. Todo esto es evidencia exterior.
Hay también muchas evidencias interiores que podemos sacar, acerca del
lenguaje de cada libro, su estilo literario, los puntos históricos mencionados,
y otros datos que prueban que los libros fueron escritos en verdad por los
autores y en las fechas asignadas. Podemos también probar por evidencias
interiores que los escritores eran: (1) hábiles, (2) verídicos, y (3) dignos de
confianza.
(1) La habilidad de ellos se manifiesta por (a) el sentido común, juicio
sano, e inteligencia que demuestran. No escriben como entusiastas ni
fanáticos; (b) el conocimiento y talentos que manifiestan, es muy superior
al que poseían sus contemporáneos; (c) el hecho de que los eventos relatados
por ellos podían ser averiguados por los sentidos (1 Juan 1:1-3; Juan 20:30,
31).
(2) La veracidad de los escritores es probada por (a) la seriedad de que
están saturados sus escritos; (b) la espiritualidad de sus enseñanzas; y (c)
la ausencia de algún motivo fraudulento o engañoso.
(3) Son dignos de confianza porque su habilidad y veracidad ya han sido
probadas. Eran capaces de escribir una narración verídica, lo querían hacer
y lo hicieron. Porque eran competentes, podían hablar la verdad; y porque
eran rectos, era su deber hacerlo.
60
CAPITULO 14
LOS ESCRITORES
DEL NUEVO TESTAMENTO
61
(1) Tácito. Nació a mediados del primer siglo y en sus escritos condena al
cristianismo como una nueva superstición, cuyo fundador, Cristo, fue
ajusticiado como un criminal por Poncio Pilato. Dijo que esa superstición
perniciosa, aunque refrenada por algún tiempo, brotó otra vez y se esparció
no sólo en Judea sino también en Roma.
(2) Suetonio. Escribiendo también cerca del fin del primer siglo, habló
que ―los judíos cuyo líder era Cristo‖ habían sido desterrados de Roma. Dijo
que los tales siempre provocaban alborotos, y que tenían una superstición
nueva y mágica.
(3) Plino. (Nacido el 61 D.C.) Cuando era gobernador de Bitinia escribió
al emperador Trajano describiendo así los crímenes de los cristianos: ―Ellos
se reúnen cierto día antes de la salida del sol, y cantan himnos a Cristo, su
Dios. Entonces juran solemnemente que no cometerán ninguna maldad, ni
hurtos, ni robos, ni adulterio, nunca dirán mentiras, ni faltarán en devolver
una prenda."
64
CAPITULO 15
LA CONVERSION DE SAULO
65
Sanedrín. Era muy sincero en la ley de Moisés, y resolvió exterminar la
religión cristiana, a la que él consideraba una herejía perniciosa.
El no sólo perseguía a los cristianos en Jerusalén. He aquí su testimonio
al respecto: ―Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo
recibido poderes de los principales sacerdotes: y cuando los mataron, yo di
mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a
blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las
ciudades extranjeras. ‖ (Hechos 26:10, 11).
Nunca hubo ni habrá hombre con más odio al mero nombre de Jesús que
Saulo. ¿Qué fue, pues, lo que le cambió en un momento? ¿Qué le hizo
abandonar todos sus esfuerzos en contra de los cristianos? ¿Qué le
transformó de un perseguidor rabioso en un seguidor humilde y devoto del
despreciado Nazareno? ¿Qué convirtió al enemigo más feroz en el misionero
más consagrado que ha tenido el cristianismo? No hay hombre en toda la
historia con un carácter más puro, más sincero, más consagrado, ni más
humilde que el de Pablo; aun sus mismos enemigos jamás hallaron falta en
él. Su vida como cristiano no es la de un hombre alucinado ni la de un loco
fanático. Tanto de sus escritos como de sus sermones y de toda su conducta,
podemos probar su cordura, su inteligencia, su veracidad y su sentido
común.
Es evidente, pues, que no estaba alucinado ni se había vuelto loco, y lo
que le cambió fue descrito por él mismo de esta manera: ―Pero aconteció
que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me
rodeó mucha luz del cielo; y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues? Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y
me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues. Y dije: ¿Qué haré,
Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo
lo que está ordenado que hagas. ‖ (Hechos 22:6-8, 10). Saulo vio a Jesús
glorificado, y esa visión le cambió.
La mayor parte del libro de los Hechos se ocupa de los triunfos del
evangelio predicado por Pablo en todas partes del mundo entonces conocido
(Colosenses 1:5, 6, 23). Sus epístolas a las iglesias gentiles, todas escritas
antes de los evangelios, nos prueban que él había recibido lo que llama "mi
evangelio‖ (Romanos 2:16) no de hombre alguno, sino por revelación de
Jesucristo (Gálatas 1:11-24). ―La teología paulina, esta teología de un
fariseo convertido, es la prueba más fehaciente del poder universal y
66
completo por sí mismo de la influencia de la persona de Jesucristo‖
(Harnack).
Existen cuatro teorías que podrían explicar la conversión de Saulo (1)
Que era impostor, predicando lo que sabía ser falso, con la intención de
engañar a sus oidores. (2) Que era entusiasta, engañándose a sí mismo por
el ardor de su imaginación. (3) Que era engañado él mismo por el fraude de
otros, y que todo lo que predicaba se debía al poder engañador de ellos. (4)
Que en verdad él vio a Jesús, y que esa visión gloriosa efectuó el cambio
milagroso en él, lo que prueba terminantemente la verdad de toda la
religión cristiana.
En consideración de estas posibilidades, podemos notar:
(1) Que no era impostor, porque no existe motivo alguno para que él
emprendiese tal impostura, tampoco hubiera podido lograr el intento por
los métodos que él usaba. Recordemos que:
(a) Una impostura se motiva por una esperanza de ganancia o por
la satisfacción de algunas pasiones; y no hubo tales motivos en Saulo.
(b) Una impostura tan tremenda no hubiera podido ser efectuada
por un solo hombre, teniendo en contra la política y el poder del
magistrado; el interés, la reputación y la sutileza de los sacerdotes;
los prejuicios y pasiones del pueblo; y la sabiduría y orgullo de los
filósofos.
(2) Que no hubo en Pablo los ingredientes de los cuales se compone el
entusiasmo:
(a) Ardor de las pasiones; (b) melancolía; (c) ignorancia; (d)
credulidad; y (e) arrogancia.
Por la ausencia de estas cosas en él, podemos ver que no era
entusiasta.
(3) Que era moralmente imposible que los discípulos de Jesús
acometieran la empresa de cambiar a su enemigo por medio de un fraude.
Juntamente con ello, les era físicamente imposible lograr tal intento, si lo
hubieran concebido. El representaba todo el poder eclesiástico de los judíos,
no sólo en Palestina, sino en todos los demás países, mientras que los
cristianos eran por aquel entonces un grupo pequeño, perseguido,
maltrecho y despreciado por todos.
67
(4) Queda, pues, la última de las teorías, probada y bien confirmada.
Saulo vio a Jesús resucitado, y esta visión le cambió de perseguidor en
seguidor. Su conversión ha influido en las corrientes de la historia hasta el
día de hoy.
68
CAPÍTULO 16
LA EVIDENCIA DE LA HISTORIA
69
El apóstol Pablo, por su predicación inspirada, ha sido llamado el creador
de la Europa moderna. Mucho debe también Europa a Agustín, Clemente,
y Orígenes en el principio; y después a Martín Lutero y sus colaboradores
en la Reforma del siglo XVI, después de los siglos de oscuridad bajo el
gobierno de la iglesia de Roma.
―Lutero dio una nueva dirección al desarrollo subsiguiente de la vida
europea. Fue el amo de su edad, y convirtió sus mejores fuerzas en una
expresión nueva e importantísima. Escribir la historia de la Reforma y
dejar a Lutero fuera del relato es imposible. Concediendo que en el
movimiento estaban interesadas grandes ideas, éstas estaban sin embargo
centralizadas en la personalidad más fuerte de aquel tiempo, y por medio
de esa intrépida fortaleza fueron impresas esas ideas con energía elemental
en la imaginación y en el corazón de Europa‖ (Gordon). Vemos que en todas
las edades Dios tiene su hombre, y por medio de él la antorcha es levantada
y pasada a otros.
Los esfuerzos de enemigos que intentaban siempre destruir al
cristianismo pueden muy bien ejemplarizarse en la personalidad del
emperador Juliano, quién inició la persecución más severa, y que en su
rabia y encono semejaba a Saulo de Tarso. Sin embargo, por cada uno que
mataba, diez nuevos cristianos se levantaban. Se dice que uno de los
cortesanos preguntó en tono de burla a un ministro: "¿Qué está haciendo
ahora tu hijo el carpintero? ‖ y que el cristiano replicó: ―Está haciendo en
este momento un ataúd para tu emperador.‖ Juliano nunca fue convertido,
pero dicen que murió exclamando: "¡Oh Galileo, tú has triunfado! ‖
Algunos historiadores han intentado probar que el crecimiento del
cristianismo se debió a causas naturales, pero eso nunca podrá probarse.
La única causa es el poder sobrenatural de Jesucristo, la influencia de sus
enseñanzas sobre los hombres, y la potencia de su sangre preciosa para
lavarlos de sus pecados y hacerlos nuevas criaturas por el nuevo
nacimiento. Nótese lo que él ha hecho en la condición del niño, de la mujer
y del esclavo.
En cada uno de esos casos de crueldad indecible en siglos pasados,
dondequiera que ha resplandecido la luz del evangelio, toda la crueldad y
opresión han desaparecido.
―La característica sobresaliente de la civilización antigua es que el
estado lo era todo, el individuo nada. Ahora, al contrario, el valor del
individuo está transformando lentamente nuestros ideales en la vida
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política, económica y religiosa. En el estado el derecho a votar, en el mundo
industrial el derecho a una oportunidad, y en la esfera religiosa libertad
para adorar a Dios, son los ideales. Libertad, igualdad, fraternidad, eran
ideas extrañas al mundo antiguo; también el derecho de todo hombre para
contarse como uno, y el derecho de ningún hombre para contarse como más
de uno. El hombre en el mayor estado de barbarie es todavía un hombre; el
hombre en la posición más alta no es más que un hombre" (Mullins).
Podemos notar ahora la factibilidad del cristianismo en la obra
misionera, que es su interpretación verdadera. Comenzó entre los judíos,
un pueblo fanático y exclusivo. Jesús había dicho a sus discípulos que
saliesen por todo el mundo y predicasen el evangelio a toda criatura, pero
estúdiese Hechos 10 para ver cuán difícil era que Pedro siquiera entrase
bajo el techo de un romano; y en el capítulo 11 vemos cómo fue criticado por
otros cristianos por haberlo hecho. Léase Hechos 11:19-24; 13:1-4, 4649. En
todos los viajes misioneros de Pablo vemos cómo él iba demostrando que el
evangelio era un mensaje universal. Después de su muerte, desde Roma, el
centro del mundo, se esparció el cristianismo en todas partes de la tierra.
Este puñado de predicadores —fanáticos, locos, en opinión del mundo—
salieron para obedecer el mandato de su Maestro.
El espíritu que animaba a los misioneros en todas las edades se describe
así: "El amor de Cristo nos constriñe… somos embajadores en nombre de
Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de
Cristo: Reconciliaos con Dios... No damos a nadie ninguna ocasión de
tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado; antes bien, nos
recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en
tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en
tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en
longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra
de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra;
por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como
engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como
moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como
entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, más enriqueciendo a
muchos; como no teniendo nada, más poseyéndolo todo" (2 Corintios 5:14-
21; 6:8-10).
"El misionero debe tener cuatro pasiones: (1) una pasión por la verdad;
(2) una pasión por Cristo; (3) una pasión por las almas de los hombres; y (4)
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una pasión por la abnegación" (Pierson). En este espíritu, miles de los
testigos del Señor han salido a todas partes del mundo, hasta los últimos
confines de la tierra. Por falta de espacio no podemos mencionar sus
nombres, pero en la segunda venida de Cristo brillarán como el resplandor
del firmamento, y como las estrellas a perpetua eternidad. Las evidencias
cristianas se ven no sólo en las multitudes de almas ganadas por Cristo,
sino también en las obras literarias de sus ministros. La Biblia o partes de
ella han sido traducidas a más de mil idiomas, y más de cuatro millones de
esas porciones son distribuidas cada año en los campos misioneros. Hay
miles de orfanatorios, escuelas, y otras instituciones también, donde el
espirita cristiano es manifestado proveyendo cuidado a los cuerpos y las
mentes de los que necesitan al Salvador y Sanador.
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CAPÍTULO 17
ALGUNAS DIFICULTADES BIBLICAS
73
Egipto; y los arqueó logos nos dicen que esa momia no fue hallada en la
orilla del mar Rojo.
5. La mujer cusita de Moisés (Números 12:1). Séfora no era en verdad
cusita (es decir, de África) sino hija del sacerdote de Madián, una de las
tribus semitas descendientes de Abraham (Éxodo 2:16, 17). Pero es
probable que María hubiera tenido una riña con ella y la llamaba ―cusita"
por rencor — tal vez con respecto a su tez morena.
6. Balaam el profeta asalariado (Números 22:1-5, 12, 19; 25:19; 31:16;
Deuteronomio 23:4; Josué 13:22; Miqueas 6:5-8; Pedro 2:15; Judas 11). Un
estudio de estos pasajes probará que Balaam no era pagano sino un profeta
de Jehová que vivía en Petor, a la orilla del río Éufrates. Balac, rey de Moab,
sí era pagano; pero él tenía fe en las maldiciones de Balaam y quiso
alquilarle para maldecir a Israel. Al principio Dios dijo claramente a
Balaam que no fuese a Moab, pero él tenía su mente puesta en la ganancia,
y los premios ofrecidos por Balac le cambiaron de un adorador de Jehová en
uno que conspiraba contra él. Dios le hizo pronunciar las bendiciones
elocuentes de Números 23 y 24, pero después este mismo profeta sugirió a
Balac el plan infernal de seducir a las doncellas israelitas por medio de las
fiestas idolátricas de Moab, y Balaam mismo fue muerto en el juicio severo
que siguió. 7. La playa de Baal-peor (Números 25:1-9; 1 Corintios 10:8).
No hay contradicción aquí, aunque muchos lo afirman. Pablo dice que
veintitrés mil fueron ejecutados por el juicio de Dios en un solo día;
mientras que mil más murieron después, haciendo el total de veinticuatro
mil, como lo registra el libro de Números. 8. La inocencia de David (2
Samuel 22:20–27; Salmo 18:20–26). Muchos han explicado esta protesta de
inocencia diciendo que David era comparativamente inocente, y que no
vivía una vida de maldad ni de idolatría. Pero en vista de sus grandes
crímenes — que no tienen excusa posible— esta explicación no nos
satisface. Probablemente David estaba muy sorprendido y humillado
cuando el Espíritu de Dios le inspiró a escribir estas palabras, y él mismo
tuvo que buscar su explicación.
El Señor nos enseña aquí una profunda verdad, y es que el perdón y la
bendición no se pueden conseguir sino después de una expiación. El Dios
justo tiene que castigar el pecado, y solamente por un sacrificio perfecto se
puede hacer la expiación. Este cántico de David es mesiánico: describe a la
raza humana hundiéndose en torrentes de iniquidad, clamando a Dios y
siendo rescatada por la venida de su Hijo unigénito, el Mesías prometido.
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El no sólo libra al pecador de las muchas aguas y le pone en salvo, sino que
también le viste de la perfecta justicia de CRISTO que aquí está descrita.
9. El censo de David (2 Samuel 24:9; 1 Crónicas 21:5). La diferencia en
las cifras se explica así: en todo Israel hubo 1.100.000 contados, y entre ellos
800.000 eran "soldados valientes‖. Del mismo modo en Judá hubo 500.000,
mientras los soldados eran 470.000. Es probable que todos los contados eran
capaces de "sacar espada‖, o de edad militar, y que el número menor en
ambos casos representaba a los que realmente estaban en el ejército en
aquel tiempo.
10. La era de Arauna (2 Samuel 24:24; 1 Crónicas 21:25). David compró
la era y los bueyes el mismo día por cincuenta siclos de plata; y después
consiguió todo el sitio, que comprendía todo el monte de Moriah, por
seiscientos siclos de oro, un precio mucho más grande.
11. Los espíritus malos usados por Dios (Jueces 9:23; 1 Samuel 16:14; 1
Reyes 22:22, 23; Job 12:16; Ezequiel 14:9; 2 Tesalonicenses 2:11). Al
estudiar todos estos pasajes, debemos recordar que Dios no es el autor del
mal, sino que él hace todo lo que puede para retraer al hombre de sus malos
caminos, sin forzar su libre albedrío. Los escritores de la Biblia hacen
referencia a la soberanía de Dios, cuando permite las actividades de los
espíritus malos, como si fuera él quien las instigase. Lo cierto es que ellos
siempre querían elevar los pensamientos del hombre al dominio absoluto
de Jehová en su universo, y al hecho de que él es poderoso para guardar y
ayudar a los suyos que confían en él.
Al mismo tiempo, es claro que cuando los hombres, de su propio albedrío
escogen el camino de Satanás, Dios los deja ser tentados, engañados y
llevados al infierno por el guía que ellos mismos han escogido, como hizo
con Faraón. Muchas veces él profetiza en su Palabra el fin de los caminos
de ellos, que él conoce por causa de su presciencia; y su tratamiento con
ellos se puede resumir en las palabras de 1 Reyes 12:15: "Era designio de
Jehová para confirmar la palabra que Jehová había hablado."
12. Las imprecaciones de los Salmos. Léanse los Salmos 7, 35, 59, 69 y
109. En estos Salmos se ve un espíritu de venganza, de maldición y de
enemistad que es contrario a las enseñanzas del Nuevo Testamento. La
explicación consiste en que los santos del Antiguo Testamente no hacían
distinción entre el pecador y su pecado, y creían que porque Dios aborrece
el pecado, él odia también al pecador. Creían que ellos también tenían que
hacerlo (Salmo 139:21, 22). Jesús enseñó a sus discípulos a amar al pecador,
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mientras aborrecían sus maldades (Mateo 5:38-48). Nosotros debemos
hacer lo mismo, y aplicar todas las imprecaciones de los Salmos al pecado,
o a Satanás. Muchas de ellas son profecías de lo que Dios va a hacer al
anticristo.
13. El campo del alfarero (Mateo 27:9, 10; Zacarías 11:12, 13). Nótese que
Mateo no dice que Jeremías escribió la profecía de la compra de este campo,
sino que él habló. En Jeremías 18:1-4 tenemos la narración de una visita
del profeta a la casa del alfarero; y es probable que Jeremías en aquel
tiempo habló lo que Zacarías escribió después bajo la dirección del Espíritu
Santo.
14. Los que volvieron del cautiverio. Tenemos dos listas de los judíos que
volvieron de su cautividad en Babilonia, una en Esdras 2 y la otra en
Nehemías 7. Los enemigos de la Biblia ponen mucho énfasis en el hecho de
que las listas no son idénticas, y proclaman que la Biblia se contradice a sí
misma. La primera lista fue hecha por Zorobabel en Babilonia, y alistó a
todos los que se reunieron para volver a Palestina. Es posible que algunos
fueran detenidos en el último momento, y puede ser también que algunos
murieran en el largo camino de varios meses. También es posible que otros
vinieran y se juntaran a la caravana en el último momento, después que se
había hecho la lista.
De todos modos, parece que la segunda lista fue el registro corregido de
los que realmente llegaron a Jerusalén, y cuyas genealogías fueron
aceptadas por las autoridades. En Nehemías 7:5, 64 vemos cuán celoso era
Esdras por su nación, exigiendo que cada judío pudiera probar su
genealogía para ser aceptado como miembro del pueblo escogido.
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CAPÍTULO 18
LA EVIDENCIA DE LA EXPERIENCIA
77
Estas últimas palabras del anciano obispo merecen atención especial. Él
había servido al Señor Jesucristo por más de ochenta años con toda la
devoción de su ser, había sufrido muchas persecuciones, y ahora estaba a
punto de ser echado a las fieras. Pero sus palabras no son las de un seguidor
alucinado de fábulas ingeniosas. Al contrario, son una canción de victoria,
llena de esperanza y de confianza firme que pronto iba a ser coronada con
la gloria eterna.
Martín Lutero, el gran reformador de Alemania, escribe así de su propia
experiencia en el evangelio: ―En cuanto a mí mismo, aun cuando no puedo
vanagloriarme de un gran acopio de esta gracia (porque siento
profundamente mi estrecha deficiencia) confío sin embargo en que de las
grandes y variadas tribulaciones bajo las cuales me he sentido, he adquirido
de la fe un cierto dracma; y que puedo por lo mismo hablar de ella, si no con
más elocuencia, sí con más sustancialidad que cualquiera de aquellos
sutiles eruditos que lo han hecho hasta aquí en todas sus laboriosas
disputas.‖
El doctor Brown, citando los testimonios de unos científicos acerca de su
fe en Jesucristo, exclamó: ―Tal testimonio iguala en valor a volúmenes de
argumentos.‖
A los que buscan a Dios y sienten necesidad de un Salvador, no es nuestro
primer deber exhortarles a usar sus poderes intelectuales e investigar las
evidencias cristianas. ¡No! Lo primero es decirles: ―Gustad, y ved que es
bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en él" (Salmo 34:8). Cuando
Natanael preguntó a Felipe con incredulidad: ―¿De Nazaret puede salir
algo de bueno?" la respuesta fue: ―Ven y ve." Todos los que han venido a
Cristo con arrepentimiento y fe han hallado en él todo lo que anhelaban o
necesitaban para esta vida y para la eternidad. ―Y creyeron muchos más
por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu
dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente
éste es el Salvador del mundo, el Cristo" (Juan 4:41, 42).
―El investigador encuentra la verdad cuando encuentra a Cristo; su
pesquisa por la verdad continúa después de eso tras el significado de Cristo.
La fe no es la antítesis del pensamiento, sino sólo de la vista. La fe es un
acto de la voluntad que nos relaciona con nuevas realidades, nuevos
objetivos. Actúa como si estuviera presente el Cristo invisible, y no te
encontrarás con la vacuidad‖ (Mullins). Procuramos pues, traer a cada
alma, sea grande o pequeña, a un contacto personal con Cristo. ―De modo
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que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he
aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17). Un borracho
consuetudinario fue convertido y se regocijaba en su Salvador. Cuando un
compañero ateo le dijo que esa nueva religión era un engaño, el cristiano
contestó: "Gracias a Dios por el engaño; él ha vestido y calzado a mis hijos,
y les ha dado pan. Ha hecho de mí un hombre, y ha puesto gozo y paz en mi
hogar, el cual había sido un infierno. Si éste es un engaño, ojalá que Dios lo
mandara a los esclavos del vino en todas partes, porque su esclavitud es
una espantosa realidad."
El doctor Mullins hace notar cuatro cosas que vemos siempre en la
evangelización, y que prueban el poder del mensaje:
(1)Gana hombres a la vida religiosa por la predicación.
(2) La predicación de un conjunto de verdades, todas las cuales están
conectadas con Cristo.
(3) La producción de resultados inmediatos en la conversión de los
hombres.
(4) La permanencia de los resultados morales así obtenidos es la prueba
de la realidad de la transformación moral efectuada en la conversión.
Todo el poder está en Cristo, y sólo por él se consigue el éxito. Así hemos
visto que en la esfera intelectual, en la esfera moral, en la esfera espiritual,
en la dirección de la vida práctica, y en la historia de la iglesia, CRISTO es
el todo y en todos. Todas las teorías, conjeturas e hipótesis de los hombres
han fracasado, pero él siempre logra la victoria.
David describe de manera hermosa el resultado de su investigación de
las evidencias en el mundo interior: ―Jehová, hasta los cielos llega tu
misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las nubes. Tu justicia es como los
montes de Dios, tus juicios, abismo grande. Oh Jehová, al hombre y al
animal conservas. ¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los
hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas. Serán
completamente saciados de la grosura de tu casa, y tú los abrevarás del
torrente de tus delicias. Porque contigo está el manantial de la vida; en tu
luz veremos la luz. Extiende tu misericordia a los que te conocen, y tu
justicia a los rectos de corazón‖ (Salmo 36:5-10).
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