Cuento 1
Cuento 1
Cuento 1
EL AGUA DE LA VIDA
VALORES QUE RESALTARÁN O DEBEMOS DETECTAR EN LA
LECTURA:
Humildad, amabilidad, pureza de corazó n
Gratitud, compasió n
Autenticidad, valentía
Felicidad
Justicia
2. El mayor quiere partir enseguida y logra la autorizació n del padre. ¿Qué es lo que
maquina en su cabeza? ¿Por qué quiere obtener en realidad el Agua de la Vida?
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4. El rey sigue enfermo. Ante la tardanza del mayor, el segundo hijo se pone en camino.
¿Qué pensamientos impulsan su acció n? También se comporta mal con el enano.
¿Có mo finaliza su viaje?
5. El menor de los príncipes solicita permiso para ir en busca del Agua de la Vida. Se
cruza en su camino el mismo enano ¿Có mo se comporta esta vez el príncipe? ¿de qué
manera le muestra agradecimiento el enano por su buen proceder? ¿Qué objetos le
proporciona para que pueda completar su misió n?
8. De regreso se encuentra otra vez con el enano. ¿Qué propiedades poseen la espada y
la hogaza de pan, segú n le dice el hombrecillo? El joven hace una nueva solicitud al
enano. ¿Cuá l es? Al concedérsela, ¿Qué le advierte acerca de sus hermanos?
9. El príncipe logra liberar a sus hermanos y juntos emprenden la vuelta a casa. Pasan
por tres reinos en dificultades de guerra y hambre. ¿Có mo les ayuda el joven
príncipe?
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10. En la ú ltima etapa tienen que atravesar el mar. ¿Qué traman durante la travesía los
dos hermanos mayores, mientras el menor duerme?
11. ¿Qué sucede a la llegada a palacio? El menor da a beber a su padre la copa que trae.
¿Por qué empeora la salud del padre? Entonces, ¿Qué hacen los dos hermanos? ¿De
qué acusan al pequeñ o?
12. El rey ha mejorado. Está muy dolido por el comportamiento del menor. Convoca una
asamblea secreta. ¿Con qué objeto? ¿Qué sentencia pronuncia?
13. Para la ejecució n de la sentencia se elige un día de caza ¿Qué orden recibe el montero
mayor? ¿Llega a cumplirla? ¿Qué le dice el joven príncipe?
14. Al príncipe se le da por muerto. Pasado un cierto tiempo, llegan tres carros cargados
de oro para el menor de los hijos del soberano enviados por los tres reyes salvados
por el joven príncipe. ¿Qué reflexiones hace el padre? ¿Qué llega a decir a sus
íntimos? ¿Qué confesió n le hace entonces el montero mayor?
15. Aliviado el rey al saber que su hijo estaba vivo, ¿Qué orden da a sus heraldos?
16. Mientras tanto, ¿Qué está sucediendo en el castillo encantado? ¿Có mo logra la
princesa saber que ni el hermano mayor ni el segundo son el caballero elegido?
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17. El hermano menor ha estado vagando por campos y caminos en soledad y
sufrimiento. No conoce el anuncio de los heraldos de su padre. Pensando en el amor
de su princesa, no se da cuenta de que cabalgaba sobre un camino de oro. ¿Qué hace
entonces el pueblo? ¿Có mo lo recibe la princesa? ¿Se lleva a cabo la boda?
18. ¿Se entera el príncipe del perdó n que solicita su padre? ¿Logran unirse? ¿Qué
sucedió con los otros dos hermanos?
EL AGUA DE LA VIDA
É rase una vez un rey que estaba muy enfermo, y su estado era tan grave, que los médicos no
tenían esperanza alguna de salvarle la vida. El rey tenía tres hijos, que estaban sumidos en el
dolor y la soledad por la má s que posible desaparició n de su padre. Una tarde, cuando se
encontraban en uno de los jardines del palacio llorando su pena, se les acercó un anciano de
misteriosa apariencia que les preguntó por la causa de su aflicció n. Ellos le contaron que
estaban desesperados porque veían sufrir a su padre, y no encontraban ningú n remedio que
le salvase de una muerte que parecía segura. El viejo les dijo:
- De todos mis viajes por el mundo só lo conozco un remedio que pueda devolverle la
salud a vuestro padre: es el Agua de la Vida. Si la bebe seguro que se salvará , pero os
advierto que es muy difícil de encontrar.
El mayor de los tres hijos se mostró dispuesto a partir inmediatamente en busca de ese
preciado tesoro, pero el padre no le dejó marchar diciéndole:
- La misió n que te propones es demasiado peligrosa para que vayas con mi autorizació n.
Prefiero morir a que tengas que arriesgar tu vida por algo de lo que no sabemos, a
ciencia cierta, si será un remedio eficaz.
Sin embargo, el príncipe insistió tanto que, al final, el rey le autorizó a partir. El primogénito
deseaba de todo corazó n el restablecimiento de su padre, pero por su mente vagaba una idea:
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“Si encuentro el Agua de la Vida y mi padre sobrevive, seguramente me convertiré en su
favorito y me dejará el Reino como herencia”.
El joven se puso raudo en marcha. Cuando ya llevaba largo tiempo cabalgando, se encontró
con un enano parado en medio del camino, que le preguntó :
Y mientras seguía su camino ignorando por completo al hombrecillo, éste le echó un maleficio
que se cumplió a las pocas millas, ya que en el camino se fue haciendo cada vez má s y má s
estrecho, hasta que llegó un momento en que el príncipe se quedó inmovilizado. No podía
seguir avanzando ni retroceder, quedando allí atrapado.
Entretanto, el rey seguía muy enfermo en su palacio. El segundo hijo, al ver que no regresaba
su hermano mayor, le dijo:
- Padre, déjame partir en busca del Agua de la Vida – y en su interior pensaba: << Si mi
hermano ha muerto y yo me encuentro el remedio para la enfermedad, me convertiré
en el heredero>>.
El rey quiso negarse a que partiera otro hijo suyo pero ante la continua insistencia de éste,
acabó autorizá ndolo. El príncipe tomó el mismo camino que en su día el primogénito. A medio
camino, se encontró también con el enanillo, quien le detuvo para preguntarle adó nde iba.
- ¡Pequeñ ajo inmundo! –le contestó –. Nadie te autoriza a meterte en mis asuntos.
El príncipe siguió cabalgando, pero el enano le echó una maldició n similar a la de su hermano.
De este modo, también se quedó atrapado, sin poder avanzar o retroceder, al llegar un
desfiladero.
El tiempo pasaba, y como en palacio tampoco se recibían noticias del segundo de los
hermanos, el tercer príncipe le pidió permiso a su padre para partir también él en busca del
Agua de la Vida. El rey se opuso aú n con má s fuerza, pero el empeñ o de su hijo era tal que tuvo
que dejarlo marchar.
En su viaje en busca del preciado don, el hermano pequeñ o también iba con tanta prisa, el
príncipe detuvo su caballo y le respondió :
- Voy a buscar el Agua de la Vida. Es para mi padre, que yace moribundo y es la ú nica
manera de salvarle la vida.
- No.
- Eres una persona amable y de buen corazó n, no como tus dos hermanos, que viven
dominados por el orgullo. Por ser como eres, te diré donde puedes encontrar lo que
buscas. El Agua de la Vida brota de una fuente que se halla en el centro del patio de un
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castillo encantado. Pero nunca podrá s llegar hasta ella si no coges los dos regalos que
te voy a ofrecer. Una varita má gica y dos bollos de pan. Con la varita deberá s golpear
tres veces la puerta del castillo para que se abra franqueá ndote el paso. Al otro lado de
la puerta, te encontraras dos gigantescos leones que te amenazaran con sus fauces
abiertas. É chale un bollo de pan a cada uno de ellos y no te molestará n, permitiéndote
la entrada. Cuando las dos fieras se queden calmadas deberá s ponerte a buscar la
fuente del Agua de la Vida lo má s deprisa que puedas, ya que si a las doce de la noche
no has salido del castillo, se cerrará n las puertas y te quedará s atrapado en su interior.
El príncipe le dio las gracias al enano por todas sus indicaciones; cogió la varita má gica y los
dos bollos de pan, y emprendió la marcha hacia el castillo misterioso. Cuando llegó lo
encontró tal como lo había descrito el hombrecillo. Golpeó la puerta con la varita, y al tercer
toque ésta se abrió . Y allí estaban los leones. Sin embargo, al lanzarles los dos bollos de pan se
transformaron en dó ciles corderillos, que no opusieron ninguna resistencia a que avanzase.
En el gran saló n del palacio encontró varios príncipes encantados, y se llevó los anillos que
adornaban sus dedos, así como una gran espada que había en el centro de la estancia y una
hogaza de pan que estaba encima de una mesa. En el saló n siguiente, má s pequeñ o pero
decorado con mayores riquezas, descubrió a la princesa má s hermosa que había visto en toda
su vida. No puedo resistirse a besarla. En ese momento, ella le dijo que se acababa de
convertir en su salvador y que, si regresaba al cabo de un añ o, se entregaría a él como se
esposa y le daría la mitad de su Reino. El príncipe le contó que había ido buscando la fuente
del Agua de la Vida para salvar a su padre, y la princesa le indicó dó nde estaba, añ adiendo
que debía abandonar el castillo misterioso antes de las doce de la noche.
El joven le agradeció todas sus palabras y atenciones, y siguió recorriendo el castillo. En otra
estancia se encontró con un có modo lecho cuidadosamente preparado. Como estaba muy
cansando decidió tumbarse a descansar unos minutos, pero su agotamiento era tal que se
quedó profundamente dormido. El príncipe despertó cuando en el reloj del castillo sonó la
primera campanada de las doce. Vio que el tiempo corría en su contra y a toda velocidad fue
hacia la fuente, llenó una copa con el Agua de la Vida y corrió hacia la puerta, atravesá ndola
justo cuando sonaba la ú ltima y la puerta se cerraba tras él, cogiéndole incluso uno de los
talones.
La alegría que tenía el príncipe hizo que apenas sintiese el dolor del taló n, y se encaminó de
regreso hacia el palacio de su padre. Cuando pasó junto al enano éste vio que había cogido la
espada y la hogaza de pan, y le indico:
- Esa espada y esa hogaza de pan te prestará n grandes servicios. Con la espada vencerá s
a los ejércitos má s poderosos que te encuentres, y ese pan será alimento inagotable,
nunca se terminará .
El príncipe, que tenía un corazó n lleno de amor, no quería regresar al lado de su padre sin la
compañ ía de sus dos hermanos y le dijo al pequeñ o hombre:
- Buen enano, tú que has sido tan generoso conmigo… ¿podrías decirme en qué lugar se
encuentran mis hermanos? Mi padre se recuperará de su enfermedad gracias al Agua
de la Vida, pero la tristeza por la ausencia de dos de sus hijos no le permitirá vivir feliz
el resto de sus días.
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- Tus hermanos son hombres orgullosos –le contestó el enano – . está n aprisionados en
los desfiladeros de la montañ a, maldició n que les lancé por el mal comportamiento que
tuvieron conmigo.
El príncipe suplicó al enano para que rompiese el maleficio, y la bondad del muchacho le
impresionó tanto que accedió a concederles el perdó n, aunque antes de dejarlo partir le dio
un ú ltimo consejo:
- Son tus hermanos. Tú les amas con todo tu corazó n, pero ellos no tienen el alma pura y
buena. Guá rdate siempre de ellos u nunca les quites el ojo de encima.
El joven príncipe partió en busca de sus dos hermanos mayores, y los tres se fundieron en un
gran abrazo. Les contó có mo había conseguido el Agua de la Vida, y que había conocido a una
hermosa princesa que se entregaría a él en matrimonio una vez hubiese transcurrido un añ o.
Que era una mujer de belleza sin igual, y que al casarse con ella sería proclamado rey de unas
tierras llenas de tesoros y riquezas.
Los tres pusieron en camino hacia el palacio de su padre. Durante el viaje pasaron por un país
invadido por la guerra y el hambre. El rey de aquel lugar vivía unos momentos de gran
desesperació n, ya que no encontraba la manera de salvar a su patria de los males que la
aquejaban. Al enterarse de su desgracia el príncipe le dio su hogaza de pan, y de ella comieron
todos sus sú bditos hasta quedar saciados; luego le prestó la espada que había cogido del
castillo, y empuñ á ndola el rey venció a todos sus enemigos, dejando al reino en un estado de
paz y prosperidad que devolvió la felicidad a todos sus habitantes.
Una vez cumplida la misió n, el príncipe volvió a coger su espada y su pan y reemprendió el
camino en compañ ía de sus dos hermanos. Durante las jornadas siguientes pasaron por otros
dos reinos, asolados por la guerra y el hambre. En cada uno de ellos prestó su espada y su pan
a sus reyes, y también fueron salvados.
En la ú ltima etapa de su viaje, los tres hermanos tenían que cruzar un mar, y para ello
alquilaron un barco. La travesía era larga, por lo que los dos orgullosos tuvieron tiempo para
tramar una pérfida traició n contra si bondadoso hermano. El mayor le dijo al segundo:
A partir de aquel momento hicieron todo lo posible para que su hermano no obtuviese el favor
de su padre; y una noche en que estaba profundamente dormido vaciaron el Agua de la Vida
en una jarra que escondieron en su equipaje, y le llenaron la copa con el agua salada del mar.
Cuando llegaron al palacio los tres corrieron hacia el lecho de su padre, y el pequeñ o le tendió
rá pidamente la copa que él pensaba contenía el Agua de la Vida. El rey se apresuró a beberla,
pero el agua de mar de ésta hizo que se pusiera aú n má s enfermo de lo que estaba. El joven
príncipe no sabía qué decirle a su padre, y mientras intentaba disculparse llegaron sus dos
hermanos mayores y le dijeron al rey que había intentado envenenarle, y que ellos sí traían la
verdadera Agua de la Vida.
El soberano probó esta nueva agua, y al poco tiempo recobró toda la salud y se encontró tan
fuerte y sano como en sus días de mocedad.
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Una vez su padre estuvo repuesto, los dos hermanos fueron en busca del pequeñ o, y le dijeron
en tono burló n:
- Tú fuiste quien encontró al Agua de la Vida, pero el premio ha sido para nosotros. Tu
confianza y bondad son las que te traicionaron en el barco, ya que mientras dormías
nosotros nos apropiamos de ella y llenamos tu copa con agua de mar. Pero ahí no acaba
todo, sino que dentro de un añ o uno de nosotros irá en busca de tu princesa para
casarse con ella. No obstante, tú no te atreverá s a denunciarnos porque nuestro padre
no creería una sola palabra y, ademá s, te mataríamos. Poe ello, está s condenado a
sufrir en silencio tu mala suerte.
El rey estaba muy dolido por el comportamiento de su hijo menor, y creyendo que había
intentado quitarle la vida reunió en secreto a la asamblea para juzgarle. La sentencia fue a
muerte, pero no se lo transmitieron y decidieron ejecutarla con la mayor discreció n posible
para que no sirviese de regocijo al populacho.
Una tarde en la que se estaba organizando una partida de caza, el rey ordenó a su montero
mayor que acompañ ase al príncipe para ejecutar la sentencia. É ste estaba muy triste por la
misió n encomendada y, al notar su estado de á nimo, el príncipe le preguntó :
Y el príncipe le repuso:
- Mi buen y fiel cazador. No me mates, que yo te daré mis ropas como prueba de que me
has matado, y me iré de estas tierras para no volver nunca má s.
Así hicieron, y todo el mundo en el palacio pensó que el cazador había cumplido la sentencia.
El tiempo pasó y un día llegaron tres carros llenos de oro y riquezas destinados al menor de
los vá stagos del soberano. Eran una nuestra de gratitud de los tres reyes a los que había
salvado con la espada y la hogaza de pan. Los regalos hicieron que su padre reflexionase sobre
todo lo que había sucedido, y se convenció de que su hijo era inocente y la sentencia de la
asamblea injusta. Por lo que dijo a sus íntimos:
- ¡Daría mi vida por que el príncipe estuviese aquí! Mi dolor es inmenso, pues ordené la
muerte de mi propia sangre, que era inocente
- No sufrá is má s, majestad – le dijo el montero mayor –. Vuestro hijo está con vida. No
tuve el coraje necesario para matarlo y dejé que se fuera.
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El cazador contó al rey su historia, y una sensació n de alivio invadió al soberano.
Inmediatamente, ordenó a sus heraldos que recorriesen todo el mundo proclamando la
inocencia del menor de sus vá stagos, a la vez que le pedía perdó n y que regresase junto a él.
Mientras tanto, en el castillo encantado, la princesa ordenó a sus siervos que construyeran un
gran camino de entrada, flanqueado por estatuas épicas y con la calzada cubierta de oro.
También hizo saber a su pueblo que quien entrase por ese camino sería su prometido, al que
estaba esperando desde que la había liberado de un encantamiento. De igual modo, les dijo
que si llegaba un caballero cabalgando a la derecha o a la izquierda del camino, lo despidieran
de su reino porque él no sería el esperado.
Cuando hubo transcurrido un añ o de los hechos que protagonizan esta historia, el mayor de
los príncipes decidió hacerse pasar por su hermano menor y partir en busca de la princesa.
Montó en el mejor caballo de las cuadras del palacio, y lo engalanó con los arneses má s lujosos
que existían. Cuando enfiló el camino del castillo y vio el camino cubierto de oro, pensó que
era una pena pisarlo y decidió bordearlo por la derecha. Al llegar ante la puerta, fue despedido
por el pueblo porque sabían que él no era el prometido a quien su princesa esperaba.
El segundo príncipe intentó el mismo ardid que su hermano mayor, y al igual que él pensó que
era una lá stima estropear aquel hermoso camino con los cascos de su caballo, por lo que
decidió bordearlo por el lado izquierdo. Al llegar anta la puerta del castillo, también fue
despedido por los sú bditos de la princesa, que los despreciaron por no ser el esperado.
Justo el día en que se cumplía el plazo del añ o, apareció el tercero de los hermanos en el
bosque antañ o misterioso. Había estado todo ese tiempo vagando por campos y caminos y no
se había enterado del anuncio publicado por los heraldos de su padre. Su existencia durante
todo ese tiempo había sido de soledad y sufrimiento, y ahora quería acudir junto a la mujer a
la que amaba para pasar con ella el resto de sus días, su mirada, má s que en el camino estaba
en el corazó n, por lo que no vio el lujoso empedrado que se extendía bajo las patas de su
caballo. Pensando só lo en el amor, cabalgó recto hacia la puerta, y cuando llegó el pueblo le
abrió el paso y lo llevó casi en volandas hasta la alcoba de la princesa. É sta lo recibió con todo
su amor, y lo proclamó salvador de la patria y su rey. La celebració n de la boda se hizo con el
mayor de los lujos imaginables, y cuando terminaron las fiestas llegó un mensajero de su
padre para contarle todo lo que había sucedido en si reino durante ese tiempo. El príncipe
regresó al palacio de su padre, donde los dos se fundieron en el mayor abrazo que se ha visto
en toda la historia y contaron al pueblo todas las tropelías que habían urdido sus hermanos.
El anciano rey quiso castigar a sus dos hijos mayores por su reprobable conducta, pero ellos
huyeron del reino y nunca má s se les volvió a ver por aquellas tierras.
COMENTARIO
Los personajes de esta historia son realmente de cuento: los hijos mayores son hipó critas y
ambiciosos y só lo buscan el bien de su padre en su propio provecho. El hijo menor es bueno y
sencillo, escucha y actú a sin esperar nada a cambio.
El hombre tiene virtudes y defectos, unas veces actú a bien y otras mal. El rey de este cuento
atiende a las calumnias que le cuentan de su hijo pequeñ o, sin comprobar la verdad de lo que
ha sucedido y actú a injustamente con él, condená ndole a muerte.
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