Derecho Internacional Público

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Derecho Internacional Público

El Derecho Internacional Público que se integra a


esta página, se configuró con los temas del
programa de la materia en la Facultad de Estudios
Superiores Acatlán. Espero cumplir con los
requerimientos de los estudiantes, pero espero
que también hagan llegar comentarios y opiniones
sobre los temas que se desarrollan, para mejorar
el contenido de esta fuente de información.

miércoles, 1 de agosto de 2012


Los autores clásicos del Derecho internacional
público

Los autores clásicos del Derecho internacional


público.

En un afán de abundar sobre los autores del


Derecho internacional público, la intención del
presente apartado es presentar una pequeña
reseña sobre los diversos formadores del
ordenamiento jurídico internacional.

Los precursores del Derecho Internacional.[1]

Si tomamos en cuenta que la aparición del


Derecho internacional la podemos y debemos
identificar desde la Edad media, tenemos que los
precursores del Derecho internacional son.

San Agustín de Hipona.

Obispo de la ciudad de Hipona, su obra más


importante es “Civitas Dei” o “La Ciudad de Dios”.
En dicha obra, San Agustín opone a la Ciudad de
Dios con la Ciudad del mal. La principal
característica en la primera es la paz.

En su exposición, la humanidad forma una sola


comunidad, a pesar de la diversidad individual,
considerando a esa comunidad mundial como el
tercer nivel en la jerarquía de asociaciones
humanas, la cual comienza por la familia en el
primer nivel y la ciudad, en el segundo nivel, en la
jerarquización.[2]

Cabe mencionar que durante la vida de San


Agustín, fue saqueada la ciudad de Roma por las
tropas de Alarico, con los actos de terror
consecuentes, lo cual tuvo consecuencias
internacionales importantes.[3]

Esto puede ser la causa por la cual, la guerra fue


el principal motivo de reflexión de San Agustín,
por lo que estos puntos son fundamentales en su
pensamiento:

a. Debe condenarse la guerra, pero


paradójicamente, las ciudades deben promoverla,
pues el propósito de la guerra sólo puede ser la
imposición moral de la paz terrena, para gozar de
los bienes de la vida. Decía San Agustín: “Si
venciere y no hubiere quien resista, tendrá la paz
que no tenían los partidos que entre sí se
contradecían y peleaban por cosas que
juntamente no podían tener.”

b. Sin embargo, si bien la guerra es un mal que


debe evitarse y el hombre bueno no debería
guerrear, incluye en sus argumentos el de la
guerra justa. “Esta paz que pretenden las
molestas y ruinosas guerras y éstas alcanzan la
que estime por gloriosa victoria y cuando vencen
los que defendían la causa justa ¿quién duda que
fue digna de para bien la victoria y que sucedió la
paz que se puede desear?”
Arellano García citando a Nussbaum, nos indica
que San Agustín resucita la doctrina romana de la
guerra justa y la cristianiza con motivo de las
objeciones que se plantearon contra la
participación de los cristianos en la guerra y en el
servicio militar romano, fundándose en las Santas
Escrituras, por lo que la acepta a condición de que
sea justa.

Su precisión, continua dicho autor, sobre cuál es


la guerra justa, se basa en que la guerra está
justificada solamente por la injusticia de un
agresor, dicho de otro modo, es justa cuando está
dirigida a vindicar y como satisfacción de una
ofensa recibida, verbigracia, cuando un Estado no
quiere castigar la acción de uno o varios súbditos
de otro Estado o que rehúsa devolver lo que ha
tomado injustamente.[4]

En este orden de ideas, Arellano afirma que San


Agustín establece la guerra justa como una forma
de hacer efectiva la responsabilidad internacional
de un Estado por actos impunes de particulares.
Pero ¿la justicia de la guerra sólo se legitima
cuando hay agresión y en este caso, sólo de
particulares? ¿La guerra justa sólo se da si se
ejerce la legítima defensa?

Al parecer, realmente su concepción del acto


bélico es una fórmula para la revancha y no un
medio para aumentar el poderío de un Estado, por
lo que su concepción se queda corta pues aunque
todos los hombres desean la paz, esa paz sólo la
entienden aceptable cuando responden a sus
propios intereses, lo cual no acepta pues la paz
según San Agustín, debe basarse en el orden.[5]

San Isidoro de Sevilla.

Su principal obra es “Erymologiarum sive


originumlibri XX” obra que marca una diferencia
entre el derecho de gentes y el derecho natural.

Además, analiza el derecho de la guerra,


profundizando en el problema agustiniano de las
guerras justas e injustas, lo cual influenció en la
obra de otros como Graziano y San Raimundo de
Peñafort.[6]

Santo Tomás de Aquino.

Su obra más conocida es la “Suma Teológica”,


donde analiza el tema precursor del Derecho
internacional: la guerra.

Aunque también discute la diferencia entre


guerras justas e injustas, este autor incluye el
elemento para decidir sobre la justicia de la
guerra.

Así las cosas, la guerra es justa cuando:

a. El príncipe la haya autorizado o principio de


autoritas principis.
b. Que haya justa causa, es decir que la parte
contraria merezca ser castigada por faltas o
delitos cometidos por ella o principio de justa
causa.

c. Que el beligerante tenga como objetivo


promover el bien y evitar el mal, esto se conoce
como el principio de recta intentio.

En este sentido, Santo Tomás distinguió entre


medios bélicos lícitos como las estratagemas y los
medios bélicos ilícitos, como la violación de
promesas y las mentiras.

Bartolo de Sassoferrato.

Famoso por ser el post glosador más famoso y


precursor de muchos derechos, incluyendo los
Derechos internacionales público y privado, este
autor profesor de las universidades de Pisa y
Perusa, tiene una obra basada en el Derecho de
guerra llamada "Tractatus represaliarum”
constituyendo uno de los primeros tratados sobre
la forma de auto tutela llamada represalia.

En la doctrina política, Bartolo consideraba que


el emperador es el señor del mundo,
considerando como herejía cualquier opinión en
contrario.

En este sentido, consideraba que las ciudades


italianas eran libres e independientes de facto.

Esto es el antecedente de la coexistencia de


soberanías, en las que conviven la soberanía
interna y la soberanía internacional y así mismo,
del manejo de las soberanías relativas o sea la
capacidad de reconocer una soberanía
supranacional.
En su tratado sobre represalias apoya la
tendencia limitativa de dichas medidas, basada en
Estatutos y Tratados italianos.

Así mismo, con bases jurídicas, se opuso a la


servidumbre de los prisioneros de guerra, que
tuvieran la religión cristiana, lo cual se constituye
en un antecedente de Derecho humanitario.

La influencia de Sassoferrato se percibe en


Juan de Legnano, quien escribió el “Tractatus de
bello, de represalias et de duello” y en la obra de
Baldo, quien fue su discípulo y sucesor.

Nicolás Maquiavelo.
Sin duda uno de los escritores más importantes
del renacimiento italiano y considerado el padre
de la ciencia política.

Autor de diversas obras como “Discurso sobre


la primera década de Tito Livio” y “El príncipe”.
Fue además de canciller de Florencia y agente
diplomático de dicha población italiana. Se
cuentan 29 misiones diplomáticas en 14 años de
servicio para Maquiavelo, destacándose gestión
ante César Borgia, que dicho sea de paso, es el
modelo de su obra principal “El príncipe”.

Recordando que su praxis política es ejercer el


poder mediante todos los medios posibles,
incluidos el engaño y el asesinato, pues “el fin
justifica los medios”.

Desde el punto de vista del Derecho


internacional, Maquiavelo muestra desprecio por
la moral internacional y contribuye a una reacción
contra las enseñanzas escolásticas, en las que
preconiza la subordinación de los gobernantes a
la moral teológica.
Lo anterior, se justifica en que Maquiavelo es
escritor laico y enemigo de la iglesia y el papado,
al cual culpa de la separación que sufre Italia.

Si un estado actúa con libertad, se debe


someter a ese estado para incorporarlo a uno
nuevo, mediante la destrucción primero, después
radicarse en él para, por último, dejarlo regirse por
sus leyes, obligarlo a pagar tributo y establecer un
gobierno formado por pocas personas para que
asegure la conquista.

Si se ve con atención, la posición de


Maquiavelo se puede ver en la actualidad con los
gobiernos títeres de Estados Unidos de América
en Afganistán o Irak.

Jean Bodin.
Autor francés que contribuyó a la ciencia
política al aportar el concepto de soberanía.

A pesar de que el concepto es referido a la


soberanía interna, a nivel interestatal ayuda a
consolidar que el régimen interno no se pueden
cambiar en muchas ocasiones.

Así mismo, acude al estudio de las guerras


justas e injustas, aludiendo a tratados, embajadas
y otros términos internacionales.

En su obra “Los seis libros de la República”


utiliza el término república como sinónimo de
Estado.

Sobre la teoría de la soberanía, la atribuye a la


figura del monarca y la concibe como un poder
absoluto y perpetuo sobre el pueblo, sin limitación
en el derecho humano.
También contradice la supremacía del Papa y
del emperador.

Atribuye facultades legislativas al soberano,


quien también tiene la facultad de hacer la paz y
declarar la guerra y la de resolver controversias
mediante un poder superior.[7]

Creadores del Derecho Internacional.

Los siguientes autores, son los creadores del


Derecho internacional moderno, los cuales se
caracterizaron por la controversia sobre quién es
el padre del Derecho internacional, incluyendo la
ampliación de temas internacionales, cómo se da
con la ampliación de tópicos marítimos, originados
por el descubrimiento del continente americano.[8]
Francisco de Vitoria.

Sin un origen verdaderamente conocido, pues


se presume sin tener certeza, que nació en
Burgos, Vitoria o Levante, siendo incierta su fecha
de nacimiento pues se ubica entre los años de
1483 y 1486.

Estudió en París, pero su principal logro fue ser


profesor de Teología en la Universidad de
Salamanca, en su natal España.

En ese dicho centro de estudios, como lo era


en casi todas las universidades de la época,
existía la costumbre de que al término de los
ciclos anuales de la universidad, los profesores
debían presentar conclusiones sobre aspectos
que llamaron su atención durante las clases.

Esas conferencias anuales se consideraban


lecciones de repaso o “relecciones”, es decir
lecciones vueltas a dar.
Aunque se tiene certeza de que Vitoria nunca
publicó nada, sus alumnos que tomaban notas de
las conferencias que dictaba, publicaron las ideas
más importantes y de ahí que su obra se conoce
como “Relecciones”.

Se conocen 15 relecciones de Vitoria, aunque


dos permanecen inéditas, pues se desconoce su
contenido.[9]

Las relecciones perdidas nos dice Gómez


Robledo, son las intituladas “De silentii
obligatione” y “De magia posterior”.

También se reconoce dos manuscritos con


comentarios sobre las obras de Santo Tomás de
Aquino, una de sus pasiones en su clase de
Teología, editadas en España sobre los años de
1932 a 1934, denominadas “Comentario a la
Secunda Secundae de Santo Tomás de Aquino” y
“Textos inéditos de Francisco de Vitoria”. El
primero fue publicado en Salamanca y el segundo
en Barcelona.
Para hacer un apretado resumen de las ideas
de Vitoria, sobre el Derecho internacional público,
tenemos los siguientes aspectos:

a) Crea una delimitación entre los poderes civil y


eclesiástico, de tal manera que no reconoce la
supremacía política del Papa sobre los monarcas,
sólo sujetándolos al poder religioso en el nivel
espiritual, pero no a su poder temporal.

b) Reconoce los derechos indígenas de los


habitantes de los territorios descubiertos por
España, en América y otras latitudes. Establece
que no son seres inferiores, reconociéndoles su
calidad de seres humanos, capaces de tener sus
tierras y bienes.

c) Debido a la posición de Vitoria sobre los


indígenas, después de su muerte, sus ideas
fueron utilizadas por Bartolomé de las Casas y
otros de sus discípulos, en contra de la posición
de Juan Ginés de Sepúlveda, quien se oponía a la
protección de los indígenas. Su doctrina sobre los
títulos justos e injustos para la conquista de
América, fue precursora de las “Leyes de Indias”,
las cuales colocaban a los naturales bajo la
protección del Rey de España.

d) Su aportación sobre la teoría de la guerra justa,


establece que un conflicto bélico puede ser justo
siempre y cuando se utilice para responder
proporcionalmente a una injuria o agresión. Vitoria
descarta como motivo de las guerras, el tener una
religión distinta o para aumentar el territorio de los
Estados.

e) Establece las bases del Derecho internacional


público contemporáneo, al considerar al mundo
una comunidad de todos los pueblos del mundo,
basados en el derecho natural, lo cual les impedía
moralmente, hacer uso de la fuerza para imponer
sus ambiciones.

f) Llaman la atención sus justos títulos para la


conquista de territorios por parte de los reyes
católicos españoles, basándose en tres premisas
fundamentales:

a. No se debe impedir el comercio.

b. Se debe predicar el evangelio.

c. Las relaciones pacíficas entre los pueblos.

Así las cosas y profundizando sobre este último


punto, Vitoria establece ocho justos títulos para la
presencia española en América y que son:

1. Los españoles tienen el derecho de recorrer la


Tierra libremente.

2. Los españoles tienen el derecho de propagar la


religión cristiana en América.

3. Se deben proteger a los naturales cristianizados


de otros pueblos paganos.
4. A los indígenas cristianos, el Papa les debe dar
como reyes a los españoles.

5. Si hay delitos “contra natura” contra los


indígenas cristianos, los reyes están obligados a
intervenir.

6. Los indígenas eligen libremente a los reyes


católicos españoles como sus soberanos.

7. Si en las guerras contra los indígenas, los


españoles actúan como aliados de uno u otro lado
del conflicto, también deben participar en los
beneficios o perjuicios del conflicto armado.

8. No puede afirmarse jamás que los indígenas


sean amentes, discapacitados, rústicos o
atrasados, pues se les debe proteger como seres
humanos. Esto dicho sea de paso, no lo afirma
con certeza, pues comenta que es buena la
cristianización, pues los indígenas llegan a realizar
actos de barbarie, como el canibalismo y los
sacrificios.

La muerte de Vitoria en 1546, sólo fue el cimiento


de la escuela escolástica española con fuerte
influencia en el Derecho internacional público y
que aportó al estudio del mismo a estudiosos que
fueron sus discípulos o afines a sus ideas como
Domingo de Soto, Alonso de la Veracruz,
Bartolomé de las Casas y Fernando Vázquez de
Menchaca, de quien hablaremos a continuación.

Fernando Vázquez de Menchaca.

Ilustre jurista de familia con instrucción jurídica


y discípulos de Vitoria en la Universidad de
Salamanca, nació en 1512 y murió en 1569.
Su obra más importante se llama Controversiarum
ilustrum aliarunque usu frecuentium” el cual ha
resumido su título a “Controversias”.

Nacido en Valladolid, donde cursa sus primeros


estudios, ingresa a la Universidad de Salamanca
en 1548, coincidiendo con Vitoria y donde obtiene
la oposición en la cátedra de Instituta.

Posteriormente, abandona la Universidad


Salamantina para ser alcalde de Cuadra en
Sevilla. Posteriormente, se desempeñó en el
Tribunal de la Contaduría Mayor de Hacienda.
Otros cargos que desempeñó fueron los de
miembro del Consejo y Cámara de Castilla,
Regidor de Sevilla y asistió al Concilio de Trento,
enviado por el rey Felipe II.[10]

La obra de Vázquez de Menchaca es


profusamente citada por Huges Groot o Hugo
Grocio, en sus obras “Di mare liberum” y “Di iure
belli ac pacis”.
Con base en esta premisa, sería muy
importante precisar que la visión de Vázquez de
Menchaca, responde en mucho a la discusión
medieval entre qué autoridad debe prevalecer si la
religiosa o la civil.

Sin embargo, una gran aportación de este


autor, es la posición democrática de atribuir en
favor de los gobernados el poder del gobierno,
pues dice: “Todo poder legítimo de príncipes,
reyes, emperadores o de cualquier régimen
político ha sido instituido, creado, recibido o
simplemente admitido, única y exclusivamente,
para bien de los ciudadanos, no para utilidad de
los que gobiernan.”

A continuación, hace una distinción entre


Derecho natural o Derecho de gentes, al cual
clasifica en primario, secundario o positivo y civil o
interno.

Así las cosas, el derecho de gentes primario,


para Vázquez es el Derecho divino y natural.
El Derecho de gentes secundario o positivo fue
aceptado en el curso de los tiempos por la mayor
parte de los pueblos que se rigen por leyes y
costumbres, en conclusión es el Derecho
consuetudinario.

El Derecho civil o interno se convirtió por


extensión en Derecho de gentes, tal vez una
explicación de la influencia del derecho de
obligaciones y del de responsabilidad, con figuras
internacionales como la del Derecho de los
tratados y la responsabilidad internacional.

Tan es así que para Vázquez de Menchaca, en


caso de oposición entre los Derechos interno o de
gentes, prevalece el interno, siempre que ello no
vaya en contra del Derecho natural.

Esto es aplicable dentro de las teorías


monistas e incluso, Vázquez de Menchaca
comenta que los estados deben cumplir los
tratados fielmente, pues no puede haber comercio
entre las naciones, si los acuerdos no se cumplen.

Otra idea interesante de este maestro español,


es que al Derecho de gentes le es indiferente el
régimen político interno del país, aunque las
relaciones internacionales se rigen conforme a la
Constitución de cada pueblo.

Para Vázquez de Menchaca, el individuo sí


puede ser sujeto del Derecho de gentes. Esta
discusión tan actual, la justifica estableciendo que
el Derecho civil no puede aplicarse entre un
príncipe y un extranjero, por lo que se aplica el
Derecho de gentes, por lo que para este autor, los
individuos sí son sujetos del Derecho
internacional.

En este tenor, se niega el derecho del


emperador a tener autoridad universal, ni por
consentimiento de los súbditos, ni por derecho
natural, ni por delegación pontificia; sin embargo,
también le niega al Papa la jurisdicción temporal
sobre el mundo, pues su influencia sólo es hacia
lo espiritual.

Sus comentarios más invocados se traducen


en sus argumentos sobre la libertad de los mares;
pues sostiene que los lugares públicos y
comunes, con arreglo al Derecho de gentes, no
pueden prescribirse.

En contradicción a lo dicho por Sassoferrato,


comenta que el mar es un bien común y
argumenta que siendo este un Derecho primario,
no puede ser cambiado, ni modificado.

Finalmente, se manifiesta en contra de las


posiciones de dar carácter de mares internos a los
que alegaban países como Venecia, Génova o a
la supuesta apropiación de los mares, con base
en las bulas alejandrinas, por parte de España y
Portugal.
Francisco Suárez.

Este fraile español nacido en Granada en


1548, es un caso excepcional.

Procediendo de una familia noble y adinerada,


pero calificado como estudiante mediocre, en un
momento dado obtiene reconocimiento y no sólo
eso, sino que ganó la oposición para enseñar
teología y ganó renombre, favorecido por su forma
de dar cátedra, sus trabajos académicos y por su
relación con Felipe II.

Tiene amplia obra de la cual destacan sus


tratados “De Legibus Ac Deo Legislatore” (1612) y
“Defensio Fides” (1613).

En la primera obra es donde Suárez vierte sus


principales consideraciones sobre el Jus Gentium.

Un primer detalle de Suárez es que afirma que


la potestad legislativa, considerada como la
manifestación por excelencia de la soberanía, no
reside en un individuo particular, sino en la
colectividad.

Suárez condiciona que para que esta facultad


sea manejada por una persona, debe ser por
delegación de la comunidad.

Esta “enajenación” de la libertad se acepta,


mientras que el príncipe no decline en la tiranía,
pues de lo contrario, el pueblo puede emprender
una guerra justa.

Suárez estudió las leyes de la guerra en la


parte referente a la caridad, en su obra póstuma
“De triplice virtute theologica”.

Ahí mismo, establece que tratar las leyes de la


guerra justa en una disertación sobre la caridad es
como seguir la corriente tomista que consideraba
a la guerra como contraria a la caridad.
Así Suarez consideraba inaceptable que una
misma guerra pudiera ser justa para ambos
beligerantes. Es más sólo podía emprenderse el
conflicto bélico cuando el derecho que con ella se
pretendiera ejercer, fuera “cierto” y consideraba
suficiente que la reclamación del príncipe
estuviera apoyada por la opinión más probable.

Volviendo a su obra “De Legibus ac Deo


Legislatore”, Suárez hace una distinción entre
Derecho natural, Derecho civil y Derecho de
gentes. Al respecto, considera lo siguiente:

a) La primera distinción es entre derecho natural


y derecho de gentes, para lo cual razona que el
natural es común a todos los animales, mientras
que el de gentes, sólo concierne a los hombres.
Actualmente esta distinción no tiene lógica, pues
los animales no son sujeto de derecho y no
pueden actuar conforme a la justicia y la injusticia,
en tanto que los hombres si tienen estas
características.
b) La segunda distinción entre derecho natural y
de gentes, es que el primero se comprende con
facilidad, en tanto que el de gentes, requiere
complicadas deducciones. Obvio es decir que este
argumento suena hoy accidental, pues la
comprensión de la norma jurídica, no corresponde
a que pertenezca a cualquier rama jurídica, sino al
proceso de razonamiento que utilizamos para su
conocimiento.

c) Encuentra Suárez un tercer criterio de


distinción entre los derechos que nos ocupan,
consistente en que el derecho natural tiene
carácter obligatorio, en tanto que el de gentes
deriva de la naturaleza, pues supone la existencia
de la sociedad humana con determinadas
circunstancias.

d) El cuarto argumento considera que el derecho


natural tiene carácter preceptivo, a diferencia del
de gentes, que tiene carácter concesivo. Sin
embargo, el mismo Suárez considera que el
carácter preceptivo del derecho no puede estar
separado del concesivo.
En conclusión, Suárez entiende al derecho de
gentes separado del natural. Para él, el derecho
de gentes no es tan inmutable como el derecho
natural y tampoco puede ser tan absolutamente
universal como lo es el de gentes, pues este
involucra a casi todos los pueblos. Del mismo
modo, el derecho de gentes es únicamente un
derecho positivo humano, a diferencia del natural
que está “escrito en los corazones de los
hombres.”

En este orden de ideas, Suárez divide el derecho


humano en derecho civil y el de gentes. La
distinción está en que el civil es propio de un solo
reino, en tanto que el de gentes es común a todos
los pueblos.

Asimismo, el origen del derecho civil proviene del


sentir de las naciones particulares, mediante su
manifestación legislada y por escrito; el de gentes
proviene de la costumbre de casi todos los
pueblos.
En este tenor, el ius Gentium, lo divide Suárez en
el ius inter gentes y ius intra gentes. El primero es
lo que llamamos el Derecho internacional y el
segundo, es el Derecho civil.

La definición del Derecho internacional que nos da


Suárez es la siguiente: “…el derecho que todos
los pueblos y las distintas naciones deben
respetar en sus relaciones recíprocas.”

En su “Defensio Fides” dirige sus


argumentaciones para probar que el Papa Paulo
V, tenía autoridad para deponer a Jacobo I de
Inglaterra, que fue un perseguidor de católicos en
ese país y justificaba que los súbditos podían
desobligarse a la obediencia de este.

En esta obra, expone Suárez que el poder político


está basado en la sociabilidad de los hombres y
reside directamente en ellos, por lo que lo
“delegan” al príncipe para el bienestar de la
comunidad.
Pero si el príncipe “tiraniza” a la población puede
usar su poder como una defensa personal y
destituirlo.

Sin embargo, como buen clérigo, defendía al


Papa, pues éste no era sujeto de un control similar
por parte de la gente.

Con estas ideas, Suárez es sin duda, precursor de


la doctrina de la soberanía popular.

Al Papa le concede por las razones vertidas, un


poder arbitral sobre los príncipes cristianos y
recomienda el arbitraje para aquellos casos en
que no se teman injusticias, aunque comenta que
la mayoría de los soberanos sospechan de la
buena fe de los jueces extraños.

Así las cosas, Suárez consideró el arbitraje para la


solución de casos dudosos, con probabilidad de
que el fallo sea para cualquiera de las partes.
Sin embargo, para este autor la justicia se basa en
que el arbitraje sea de hombres buenos
nombrados por ambas partes. Esto para evitar
injusticias, pero si la hay, el príncipe no está
obligado a aceptar las decisiones arbitrales.

Alberico Gentili.

Este autor nacido en 1552 en San Ginesio, al


norte de Italia, estudió Derecho en la Universidad
de Perugia. Obtuvo el grado de Doctor a los 20
años.

Abrazando el protestantismo, abandona Italia y


se refugia en Inglaterra, precisamente en Londres.

Ya en esa ciudad, se convierte en lector de


Derecho civil de la Universidad de Oxford y
cuando adquirió renombre, en 1584, el gobierno
inglés le pidió opinión sobre el caso del embajador
español Bernardino de Mendoza, comprometido
en la conjura para destronar y matar a la reina
Isabel I y colocar en su lugar a María Estuardo.

Gentili opinó que el embajador Mendoza


estaba protegido por su inmunidad como
embajador, por lo que no era posible un juicio
contra él, a lo cual el gobierno inglés aceptó la
recomendación y envió al español a su país de
origen sin sujetarlo a juicio.

Esta consulta fue determinante en la evolución


del Derecho internacional, pues comenzó a ser
requerido por otros países, para emitir consultas.

Publicó una obra denominada “De Legationibus


Libri Tres” en 1585 y en 1598, publicó la obra
intitulada “De Jure Belli Libri Tres”.

En 1600, empezó a ejercer el Derecho en


Londres, además de su actividad como profesor.
Para 1605, aceptó el cargo de consejero de la
legación española que en ese momento se
encontraba en guerra con Países Bajos.

Derivado de este trabajo, dejó una obra


póstuma denominada “Hispanicae advocationis
libri duo”.

Este autor italiano murió en Londres en 1608.

De su pensamiento global destacan las


siguientes ideas:

a) Es el primer autor de Derecho internacional de


tipo secular, pues dejando de lado el aspecto
moral, se refirió al aspecto jurídico del mismo. Se
le considera el fundador de la escuela laica del
Derecho internacional.

b) Realzó la importancia de la relación


diplomática, pues en los días de Gentili, los
términos de “embajador” y “espia” eran sinónimos.
A pesar de la antipatía de Grocio hacia los
representantes diplomáticos, Gentili los defendió,
negándose a usar términos como “espia” o
“agente del servicio secreto”. Lo que
posteriormente sucedió, fue que el movimiento
internacional europeo demandó este tipo de
instituciones. Por otro lado, en el caso del
embajador Mendoza, en opinión de Gentili, el
agente diplomático sólo estaba exento de
jurisdicción penal del país que lo recibía en caso
de una conspiración, si esta no se llevaba a
efecto, como sucedió con el caso de Isabel I.

c) De hecho, se comenta en la doctrina que el


estudio de Gentili “De Legationibus” es el primer
tratado de Derecho diplomático. Como se indica
en su nombre, consistía en tres libros. El primero,
hace un recuento histórico sobre el origen de las
embajadas, sus misiones, ceremonias y una
discusión sobre las leyes de los embajadores en
Roma. El segundo contiene los derechos y
privilegios diplomáticos, así como de los deberes
de los embajadores, incluyendo la inmunidad de
los agentes y la inviolabilidad de su residencia. En
el tercer libro, enumera las cualidades que un
embajador debe poseer para cumplir su función
apropiadamente.

d) Sobre el Derecho de guerra, Gentili presenta su


obra en tres libros también. El primero trata sobre
las causas de la guerra y lo que precede a ella. El
segundo describe las reglas de la guerra o dicho
de otro modo, las formas de hacer la guerra, los
medios permitidos y los no permitidos en el curso
de una intervención, la situación de los
prisioneros, el destino de las ciudades y de las
personas que las habitan. El tercer libro, fue
reservado por Gentili para el estudio de los
tratados de paz y las posibles consecuencias de
ellos. Considera que los tratados de este tipo, no
sólo obligan a los suscriptores, sino a los
monarcas sucesores. Incluso, sostiene que un
príncipe no puede alegar la nulidad de un tratado
de paz en el que consta su derrota, aunque diga
que fue por temor o por violencia contra él. Así
mismo, considera a la cláusula rebus sic stantibus
como una condición tácita y por lo tanto, el tratado
sólo obliga a las partes, mientras las condiciones
en que se celebró sigan invariables.
e) Otro aspecto interesante es en un caso
concreto durante la guerra española contra los
Países Bajos, donde Holanda alegó realizar una
legítima captura de buques españoles en aguas
territoriales inglesas. Ante esta situación, Gentili
abogó por España, ya que en su opinión, las leyes
de la guerra no permitían perseguir al enemigo en
tierras de un país neutral, como sucedió en el
caso a consulta. En su obra póstuma, nos dice
que el territorio extranjero ofrece seguridad a las
personas que allí se refugian o a los bienes que
allí sean transportados. En consecuencia, Gentili
concluye que en el territorio marino hay soberanía
y jurisdicción del estado ribereño, mientras que en
el mar territorial nada más hay jurisdicción en el
caso de captura de piratas y en el derecho de
visita de los barcos mercantes, por parte de los
buques de guerra. De este modo, justificó una
posición extrema para su época al extender la
zona neutral de soberanía a 100 millas de anchura
cuando lo aceptado de manera general eran 3
millas.

f) Por último, sobre la comunidad internacional,


Gentili opina que existe, pero que no se puede
excluir de ella a los infieles, ni a los herejes, por lo
que su idea de globalidad se adelantó varios
siglos.

Hugo Grocio.

Varias versiones del nombre de Grocio existen.


Hughes Grotius, Hughes Groot, Hughes Van
Groot, Hughes Van Der Groot, sin embargo,
castellanizado se le llama Hugo Grocio
simplemente, pero también es conocido como “el
milagro de Holanda”.

Nace en Delf, Holanda en 1583 y desciende de


una familia calvinista. Niño prodigio, a los siete
años compone versos. Ingresa a la Universidad a
los 11 años y se gradúa a los 14. Al año siguiente,
fue enviado con una embajada holandesa a la
corte de Enrique IV de Francia y en ese mismo
año, la Universidad de Orleans le concede el título
de Doctor en Derecho.
A los 16 años se le permitió ejercer como
abogado. A los 18 años escribió una tragedia en
latín. Se inclinó por la política e incluso, se vio
envuelto en una querella de carácter religiosa y
política, que le costó una cadena perpetua.

Durante el tiempo que estuvo en prisión, que


fueron menos de dos años, lo empleó leyendo
cuanto libro caía en sus manos, pues nunca se le
restringió ese derecho.

Gracias a lo anterior, es que pudo escapar de


la cárcel, pues bajo la supervisión de su esposa,
todas las semanas iba y venía de la prisión, un
baúl que contenía ropa sucia y libros leídos, el
cual regresaba con ropa limpia y libros sin leer. Un
día, en lugar de libros leídos y ropa sucia, en el
baúl se escondió el propio Grocio, el cual escapó
rocambolescamente hacia Francia.

Aún con lo anterior, en 1603 Grocio fue


nombrado historiador de su patria, Holanda.
Su relación con el Derecho internacional fue
fortuita. En 1601, durante la guerra entre España y
los Países Bajos, una flotilla de la Compañía
Holandesa de las Indias Orientales, capturó cerca
de Malaca, una embarcación portuguesa, cuando
Portugal, de manera efímera, formaba parte de la
Corona Española. Al ser apresado, la nave
transportaba una valiosa mercancía, la cual fue
vendida a buen precio por los holandeses. Tal
situación fue discutida por los accionistas de la
compañía, pues basándose en que los cristianos
no debían hacerse la guerra y varias otras
razones, consideraron ilegal dicha captura.

La propia compañía le pidió opinión a Grocio,


el cual preparó una estudio durante los años de
1604 y 1605, para presentarlo bajo el título “Di
Jure Praede” o “Del Derecho de Presa”, donde
Grocio dictaminó a favor de la compañía
holandesa.

De ese mismo libro, se publicó por separado


un capítulo bajo el nombre de “Di Mare Liberum” o
“Del Mar Libre” en 1609. Cabe mencionar que el
ensayo completo fue publicado hasta 1864.
También llama la atención que en este trabajo,
Grocio trató de mantener el anonimato y que fue
dado a conocer en Leyden, con algunos cambios
mínimos.

Al publicarlo, la intención de Grocio era dirigirlo


en contra de tres figuras icónicas de la época: a)
El Papa, b) El Rey de Portugal y c) El Rey de
Inglaterra. El argumento en contra de ellos era
que el mar debía estar abierto a todos los pueblos,
por lo que no podía ser propiedad de nadie, lo
cual era opinión contraria a lo que prevalecía en la
época, principalmente por los soberanos
indicados.

Para fundar su argumentación, Grocio buscaba


que España y los Países Bajos entraran en
negociaciones, para que los holandeses
aseguraran la libertad de navegación y comercio
en las Indias Orientales, lo cual se logró con la
firma de la Tregua de los doce años, firmada en
Amberes, el 9 de abril de 1609.
Pero como Portugal alegaba dominio sobre el
sureste asiático bajo lo ordenado por las bulas
alejandrinas de 1493, tuvo que iniciar su
argumentación en contra de las citadas bulas.

En contra del Papa, Grocio utiliza argumentos


basados en la posición de Vitoria y Vázquez de
Menchaca, utilizando principalmente lo expuesto
por Vázquez de Menchaca, en su obra
“Controversias”, que definía la mar como un “Jus
communicationis” y los argumentos de Vitoria
sobre la humanidad del Papa y su incapacidad
para “donar” territorios.

Bajo estos argumentos, “el milagro holandés”


desestima la exclusividad en la navegación y el
comercio que imponía en el Sureste Asiático, el
imperio portugués.

Así mismo, la Gran Bretaña había adoptado


una política restrictiva sobre la libertad de pesca
en el Mar del Norte, región donde los barcos
holandeses y de otros países, hacían usos, debido
a una proclama de Jacobo I.

Como se sabe, este libro inició “la batalla


libresca” sostenida en el siglo XVII alrededor del
principio de libertad de los mares, cuestión que se
analizará en otra unidad del curso.

Autores como Von Liszt y Oppenheim, le dan a


Grocio el título de “Padre del Derecho
Internacional”, ignorando la tradición de teólogos
como Vitoria, Vázquez de Menchaca o incluso,
Francisco Suárez.

Una prueba de ello, es que Ayuso lo apunta


muy bien, para escribir su “Mare Liberum” Grocio
tomó la idea de Vitoria de que cada pueblo tiene
derecho a visitar a otros pueblos y de comerciar
con ellos. También se inspiró en las ideas de
Vázquez, que establecía que un derecho
exclusivo de navegación sobre el océano, en todo
o en parte, no podía ser admitido en provecho de
una nación en particular. También tomó de los
dos, la idea de que la “comunidad del mar”, se
traducía en el derecho de la navegación y en el
del libre comercio, siendo el jus communicationis
en lo que Vitoria considera “El más específico e
intocable axioma” del Derecho de gentes.[11]

Después de su escape, vivió en París los 10


años siguientes, tiempo que utilizó para escribir
otra de sus magnas obras “De Jure Belli ac Pacis
Libri Tres” o “Del Derecho de Guerra y de la Paz”.
Incluso se afirma que esta obra publicada en
1625, con excepción de la Biblia, es de los libros
más influyentes en la historia humana.

Aunque el centro de la obra es la guerra justa,


es también un eficaz documento, donde se
presenta un plan amplio, donde los gobiernos
pueden negociar en términos jurídicos, la paz.

El libro primero expone los conceptos básicos


como es el derecho y la guerra.

Grocio define al Derecho natural como un


dictado de la recta razón, lo cual indica que alguna
acción por su conformidad o disconformidad con
la misma naturaleza racional, tiene fealdad o
necesidad moral, puede ser prohibida o mandada
por Dios, autor de la naturaleza.

Al Derecho de gentes, le llama Derecho civil


amplio y es el que recibió la fuerza de obligar la
voluntad de todos o de muchos pueblos.

Considera Grocio que el Derecho internacional


es humano y no divino. Lo califica de voluntario,
pues la voluntad de los pueblos es lo que
prevalece.

En la guerra defendía la moderación por


motivos de humanidad. Verbigracia, los rehenes
no debían sufrir la muerte; el vencido sólo puede
ser muerto si estaba en peligro la vida del
vencedor. No debían destruirse los bienes
materiales. A los pueblos vencidos debía
mantenérseles con cierta libertad y autonomía,
sobre todo en lo religioso.
El segundo libro de la obra en comento, habla
de las causas de la guerra justa.

Entre sus ideas se tiene que, el príncipe


victorioso no debe tener el papel de juez de la
contienda, pero sí considera que la guerra justa es
una especie de acto de venganza de los derechos
violados, siendo estos, la única causa justa para
empezar una contienda.

El tercer libro es una exposición sobre la


justicia en la forma de hacer la guerra.

Sobre este punto, Grocio define como guerra


justa a las guerras declaradas por la autoridad
pública que otorgan al beligerante, el permiso para
atacar y dañar al enemigo, sin tener que pensar
en la justicia de la causa (sic).

Incluso, en este orden de ideas, otorga


derecho a los súbditos de uno de los beligerantes,
para negarse a tomar parte de ella, si es
considerada injusta por ellos.
Otras ideas de Grocio sobre diversos temas,
son:

A) Cuando habla del Derecho internacional, sigue


la influencia de los escolásticos como Vitoria y
Suárez, pues deriva el derecho de las relaciones
internacionales del Derecho natural y que el Jus
gentium complementa al natural y este se deriva
de la sociabilidad del hombre. Al necesitarlo el
hombre para su comunidad, es posible la
sustentabilidad del género humano.

B) El término “pacta sunt servanda” es derivada


del Derecho natural y no del positivo, pues no
depende del arbitrio de los Estados el hacer que
valga la palabra empeñada, sino de un deber
natural.

C) Emplea el término “Jus gentium” en el sentido


de Suárez de “Jus inter gentes”, aunque sin
abandonar por completo, su significado de
Derecho universal. Por otro lado, cuando se
refiere al Derecho internacional, utiliza
indistintamente los conceptos de “Jus naturae” y
“Jus gentium” definiéndolo como “aquél que por la
voluntad de todos los pueblos ha recibido su
fuerza obligatoria”.

D) En su concepto de guerra, incluye en él a las


guerras privadas o luchas internas, como
actualmente se les conoce. Incluso las separa de
su concepto de guerra justa.

E) El mar tiene atributos de ser “res communis”,


por lo que nadie puede apropiarse de él como una
“res nullius”.

F) Su doctrina sobre las embajadas, también es


notable. Aunque inserta en su obra sobre la
guerra, su opinión respecto a las embajadas es
muy interesante, pues introdujo la doctrina de la
extraterritorialidad. Al respecto, consideraba que
los embajadores debían ser considerados
legalmente, como si estuviesen fuera del territorio
del país ante el que se encontraban acreditados.
Así, el embajador se encontraba exento de la
jurisdicción penal del Estado receptor y en caso
de delito, debía ser enviado a su país para ser
castigado. También la propiedad mueble del
embajador se consideraba inmune a la jurisdicción
civil.

G) Estableció una teoría general de los tratados


internacionales, mucho más completa que la de
Alberico Gentili. Estableció la diferencia entre
tratado y contrato entre naciones. Consideró que
un tratado firmado por un monarca obligaba a sus
sucesores. Pero al respecto, rechaza la cláusula
“rebus sic stantibus”, pues se podía liberar al
Estado de su obligación, si esta resultaba
demasiado grave e insoportable. Destacó la
buena fe y el respeto a los tratados.

H) Defiende el derecho de paso inocente,


diciendo que aún aquél que ocupó el mar no
puede impedir la navegación inerme e inocua,
cuando ni siquiera por tierra, puede prohibirse tal
tránsito que suele ser menos necesario y más
dañoso.
I) Trató el tema de la neutralidad, analizándolo
jurídicamente, pero comenta que las guerras de
religión impedían a los neutrales observar una
actitud imparcial, por lo que su trabajo al respecto
no fue muy completo.

Otros Clásicos.

Sin poder dejar de mencionar a muchos


autores, los clásicos del Derecho internacional
que siguieron a los fundadores para los fines de
este trabajo, se centran en:[12]

Richard Zouch.

Este inglés nacido en 1590, fue el sucesor de


Gentili en Oxford. Posteriormente fue Juez.
También consultado en un caso de índole
diplomático, el jurista Zouch al igual que su
maestro, mostró sus dotes para el Derecho
internacional.

El caso implicaba un asesinato cometido por


Pantaleón Sa, hermano del embajador portugués
en Inglaterra. Su opinión en este caso fue que la
protección diplomática no puede abarcar a
personas distintas del propio embajador y el
asesino fue juzgado y condenado a muerte.

En 1657, Zouch publicó una obra sobre un


embajador delincuente.

Entre sus ideas más importantes tenemos:

a) Se refiere a un Jus feciale, en lugar de Jus


Gentium. Incluso como segundo título prefiere la
denominación Jus inter gentes, como equivalente
a Derecho internacional.
b) Aunque no atendió propiamente el Derecho de
los tratados, fue el primer teórico que realizó un
trabajo sistemático sobre todas las materias del
Derecho internacional.

c) Coordinó el Derecho de guerra con el de la paz.


Consideró a la guerra, como un simple incidente
entre los pueblos. Colocó así mismo el Derecho a
la paz, por encima del Derecho de la guerra.

d) Define el Derecho internacional como un


derecho que ha sido aceptado por la costumbre,
conforme a la razón, entre la mayoría de los
pueblos o sobre el que se han puesto de acuerdo
algunas naciones en particular.

e) Zouch también distinguió entre el jus formado


de reglas jurídicas de vigencia indiscutible del
juditium, que son las cuestiones de solución
dudosa.
f) Zouch aplica al Derecho internacional una
división tomada del Derecho privado
estableciendo: 1. Status o derechos personales; 2.
Debitum u obligaciones, y 3. Delictum o
responsabilidad.

g) Toma sus pruebas y documentos de las


relaciones prácticas entre los pueblos.

Samuel Rachel.

Este jurista alemán fue hijo de un Pastor luterano.


Por un lado, fue profesor de la cátedra de Derecho
natural y de gentes en la Universidad de Kiel. Por
otro lado, fue diplomático al servicio del Duque de
Schleswig-Holstein-Gottorp.

Aunque publicó muchos trabajos jurídicos y


filosóficos, destaca su obra “Disertaciones sobre
el Derecho natural y de gentes”.
En dicho libro, refuta las ideas naturalistas de otro
autor alemán Puffendorf, sobre el Derecho
internacional.

Rachel en dicha obra, considera al Derecho de


gentes como el Derecho entre las naciones que
está formado por costumbres y tratados.
Considera que los usos y costumbres son pactos
tácitos. Incluye en el estudio del Derecho de
gentes, a la cortesía internacional, como lo es el
ceremonial para recibir a un embajador o las
manifestaciones de simpatía por la muerte de un
monarca extranjero.

Cornelius Van Bynkershoek.

Fue un jurista holandés, nacido en 1673 y cuyos


conocimientos jurídicos se enfocaron
principalmente al estudio del Derecho
internacional.
Por su brillante capacidad, en 1707 fue designado
miembro del Tribunal Supremo de Holanda,
Zelanda y Francia, con sede en La Haya y en
1724, funge como presidente de ese tribunal.

Si bien es cierto, que sus primeras obras fueron


sobre Derecho privado, sus obras de Derecho
internacional fueron las sobresalientes.

Un ejemplo de ello, es su obra “Jurisdicción sobre


los embajadores” de 1721, así como sus
“Cuestiones de Derecho público” de 1737.

En la última obra citada, hace precisiones


importantes, al identificar al Jus Gentium con el
Derecho internacional y despojar al estudio de la
disciplina de toda cuestión teológica, al no
emplear ningún argumento religioso.

Así mismo, Bynkershoek es un jurista que se


preocupa del origen de las normas internacionales
y por lo tanto, abandona el Jus naturalismo,
apartándose de Grocio, que sí lo utiliza.

De este modo, Bynkershoek ubica como el punto


inicial de las normas internacionales, el sentido
común de los pueblos, pues de él se desprende
su forma de actuar.

En este tenor, este jurista holandés dio una


importancia superlativa a los precedentes de las
actuaciones internacionales, principalmente los
más recientes, pues reflejan la situación del
Derecho internacional en aquel momento
histórico.

Por otra parte, también se considera que


Bynkershoek renovó la tradición jurídica de
Holanda, colaborando para abrir nuevos
derroteros el Derecho internacional.

Para otros autores, Bynkershoek tiene la cualidad


de usar la razón como sentido común para
encontrar en cada caso que estudió, la mejor y
más equitativa solución.

Su apoyo para el p0ensamiento racional, es con


base en los tratados y en los precedentes
generalmente establecidos. Precisamente por eso
muestra predilección por documentarse con
material holandés y es un precursor de la escuela
nacionalista del Derecho internacional público.

Y es precisamente en su búsqueda de
imparcialidad y justicia, que considera que los
tratados holandeses, aunque obligan a las partes
firmantes, no tienen fuerza para cambiar las reglas
del Derecho marítimo general.

Es precisamente en esa materia, donde


Bynkershoek desarrolla su potencial internacional,
con base en otra de sus importantes obras “Di
Dominio Maris Disertatio” o “Disertación sobre el
dominio del mar”.
En dicha obra, este jurista holandés, admite el
control del mar por el soberano de la costa, pero
limitado ese dominio a una faja marítima que
tenga de anchura el alcance de las armas, lo cual
se traducía en el cañón más potente de la época.

En otras palabras, tenemos que el dominio que


debe tener el soberano debe limitarse a la fuerza
de las armas. Siendo lo más avanzado en ese
momento como armamento, un cañón. Entonces
la medida se traducía en el alcance de un disparo
de un arma de estas características, es decir tres
millas marinas o o que es lo mismo, una legua.
Esta teoría fue respaldada por la mayoría de las
potencias marítimas.

Así las cosas, en el ámbito marítimo,


Bynkershoek estudió el derecho de presa y
determinó el momento preciso en que la
propiedad del barco y de las mercancías, pasan al
capturador.

En cuanto a los tratados internacionales,


Bynkershoek rechaza las opiniones que vuelven
precaria la obligatoriedad de los mismos, pues en
esa época así convenía a un país de amplio
comercio marítimo, pero además débil, como lo
era Holanda en esos momentos.

Al respecto, rechaza que haya una cláusula tácita,


como la rebus sic stantibus, pero admite que el
soberano queda libre de cumplir un tratado
internacional, cuando lo prometido es imposible de
guardar.

Cristian Wolff.

Nacido en Alemania en 1676, este jurista fue


profesor de la Universidad de Halle.

Aunque estudió Derecho, su preparación


incluye también filosofía, matemáticas, física,
medicina, sicología, botánica y economía.
Posteriormente se traslada a la Ciudad de
Hesse y fue profesor de la Universidad de
Marburgo.

Su libro más importante es “El Derecho natural


estudiado según el método científico” en 3
volumenes, escrito cuando Wolff tenía 60 años.
De esta obra hay un suplemento llamado “El
Derecho de gentes estudiado según el método
científico”, con nociones de nuestra materia.

Así mismo, más tarde escribe un compendio


con nueve volúmenes denominado: “Instituciones
de Derecho natural y de gentes”.

Wolff sustenta la creencia de que la fuente de


todo derecho está en la naturaleza humana y el
Derecho positivo deviene del Derecho natural.

Como admirador de Grocio, lo cita


frecuentemente y adopta una posición
iusnaturalista.
Al respecto, Wolff divide al Derecho de gentes
positivo en 3 partes: a) Jus peticium o Derecho de
los tratados; b) Jus consuetudinarium o Derecho
de la costumbre y, c) Jus voluntarium o Derecho
obligatorio para la comunidad de todos los
pueblos que se ha impuesto a sí misma, por su
unión o agrupación en una civitas o máxima
gentium, en la cual deben asociarse todos los
Estados, cuyas decisiones por mayoría todos
deben acatar.

Es muy importante recalcar que las naciones


están organizadas en una asociación que
denomina “civitas máxima” para distinguirla de las
“civitates” particulares o Estados que son
asociaciones de individuos.

Al respecto la “civitas máxima” reposa sobre un


pacto o cuasi pacto de varias naciones y su
finalidad, es la promoción del bien común de los
Estados, mediante su cooperación bajo normas
emanadas de la “civitas máxima”.
En este sentido, la “civitas máxima” define sus
normas por el recto uso de la razón y esto es a lo
que llama el “jus voluntarium” para distinguirlo del
“jus necesarium” que emana del propio estado
inalterable de la naturaleza.

En cuanto a los embajadores, Wolff establece que


no disfrutan de extraterritorialidad, ni gozan de
exención alguna frente a la jurisdicción del país
que los recibe, pues sólo tienen derecho a un
respeto particular y a un mayor grado de
seguridad.

Sobre la apropiación de los mares, Wolff estudia


los argumentos en pro y en contra de dicho tema y
llega a la conclusión de que sí es posible someter
el dominio nacional sobre el mar, pero sólo en una
faja como mar territorial, justificando su posición
en la costumbre internacional.

Emerich de Vattel.
Nació en Neuchatel, hoy Suiza, durante el tiempo
en que existió una unión personal de esa zona
con Prusia.

Inició carrera diplomática en Sajonia, en el año de


1746. Para el año de 1758, es consejero privado
en asuntos exteriores de Dresde y en ese mismo
año, escribe su obra “El Derecho de Gentes o
Principios de la Ley Natural aplicados a la
conducta de los negocios de las naciones y de los
soberanos”.

La obra de este autor busca reinterpretar la


doctrina de Wolff, pero expone sus propias
opiniones sobre temas de Derecho internacional y
constitucional.

En opinión de Miaja de la Muela, de Vattel tiene


como propósito presentar un sistema de Derecho
internacional de manera grata a los gobernantes y
diplomáticos.
Pero en opinión del jurista español, la doctrina del
Suizo es en esencia, la misma de Wolff, pero es
demás fácil lectura y con un estilo menos cansado
para el lector.

En otra opinión, de Vattel admite que el Derecho


internacional puede ser natural o positivo y en
este último caso, se divide en convencional,
consuetudinario y voluntario.

Para Seara Vázquez, de Vattel al ser diplomático


muestra una perspectiva del Derecho
internacional más práctico, por su experiencia
como plenipotenciario y consejero.

Así las cosas, este autor lo coloca como uno de


los clásicos del Derecho internacional, aunque
muy influido por su maestro Cristian Wolff, pero
con enfoques propios. Un ejemplo de ello es que
la “civitas máxima” de Wolff, se transforma por de
Vattel en la sociedad de naciones.
Posición similar asume Von Liszt, pues presenta a
de Vattel como expositor de Wolff, pero con un
lenguaje corriente y adoptado a las necesidades
diplomáticas.

Entre otras ideas, de Vattel asume en sus


posiciones:

1. En cuanto a ocupación de territorios, de Vattel


le niega procedencia a la adjudicación papal,
dándole primacía al requisito previo de la
ocupación real, lo cual precede a la ocupación
jurídica eficaz.

2. En cuanto a los tratados, toca el problema de la


interpretación de los mismos, los idiomas que
deben emplearse en la celebración de ellos, así
como la interdependencia que existe entre las
diversas disposiciones que tiene un tratado.

3. En otras opiniones, también comenta sobre la


obligatoriedad de los tratados, la cual debe
cumplirse y así mismo, admite la cláusula “rebus
sic stantibus”, si las condiciones cambian real y
sustancialmente.

Jean Jacob Moser.

Este autor fue originario de Stuttgart, hoy


Alemania en 1701.

Desempeñó diversos cargos oficiales y fungió


como profesor en varias universidades alemanas.
Fue escritor prolífico, independiente y libre sobre
cuestiones políticas.

Durante su vida, fundó una escuela en la que


enseñaba el arte de la política y la diplomacia.
Su primera obra la escribió a los 18 años y a los
19 ya era profesor en la Universidad de Tabinga.

En un aspecto oscuro de su vida, estuvo


encarcelado 5 años en la fortaleza de Hohentwiel
como miembro de los Estados Generales de
Würtemberg, por su lucha contra el duque de esa
región.

Respecto a sus estudios de Derecho


internacional, Moser tiene varios con diversos
títulos, entre los cuales se ubican: “Ensayo sobre
el Derecho de gentes europeo más reciente,
respecto a la guerra y la paz, principalmente en
aquellos actos públicos de las potencias europeas
y en otros acontecimientos, que han sucedido
desde la muerte del Emperador Carlos IV en
1740”, compuesto de 12 volúmenes y después de
dos series de trabajos complementarios, publicó
otras obras intituladas: “Contribuciones al Derecho
de gentes europeo más reciente en tiempo de
paz” y “Contribuciones al Derecho de gentes
europeo más reciente en tiempo de guerra”.
Entre sus ideas más importantes, tenemos que:

a) Los diplomáticos invocan en sus documentos


oficiales al Derecho natural pero, en tal caso, la
parte contraria puede responder de la misma
manera a fin de neutralizar la situación.

b) El Derecho de gentes consiste en tratados y


costumbres, lo cual puede fundar cualquier
derecho en estas fuentes o en la experiencia.

c) Los principios no pueden probarse con


ejemplos, sino que los casos deben aprobarse en
principios.

d) A diferencia de sus antecesores, Moser


reproduce tratados, declaraciones, cartas
diplomáticas, informes públicos y privados. Su
carácter de recopilador de datos jurídicos
prevaleció a su análisis jurídico y a su
sistematización científica, por lo que fuera de
estos aspectos, su obra fue más bien, poco
doctrinal, por lo que se considera como fundador
de la corriente positivista del Derecho
internacional.

Su obra fue inspiradora de otros juristas, como fue


el caso de Von Martens.

[1] Salvo que se cite fuente específica, la


información que se vierte en este punto se tomó
de: Arellano García Carlos. Op. Cit. Tomo I , pp.
69-74. Seara Vázquez, Modesto. Op. Cit. pp. 27-
29. Sepúlveda, César. Op. cit. pp. 13-14
[2] Es importante recordar la diferencia entre
sociedad y comunidad que ya vimos en el primer
capítulo del curso de Derecho internacional
público. Vid. Seara Vázquez, Modesto. Op. Cit. p.
17
[3] Arellano García, Carlos. Op. Cit. Tomo I, p. 69
[4] Ibidem. p. 70
[5] Seara Vázquez, Modesto. Op. Cit. p. 28
[6] Ibidem. p. 28-29
[7] Arellano García, Carlos. Op. Cit. p .74
[8] Salvo que se cite fuente específica, la
información vertida en este puntos se tomó de:
Arellano García Carlos. Op. Cit. Tomo I , pp. 74-
84. Ayuso Audry, Adolfo. “Las aportaciones de
Francisco de Vitoria, Francisco Suárez, Alberico
Gentili y Hugo Grocio al Derecho Internacional” en
Lex. Difusión y análisis. México, 3ª época, año III,
Abril 1997, número 22, pp. 39-48 Carrillo Prieto,
Ignacio. “Cuestiones jurídico-políticas en
Francisco Suárez” 1ª. Reimpresión, México,
U.N.A.M., 1986, pp. 1-75. Seara Vázquez,
Modesto. Op. Cit. pp. 29-33. Sepúlveda, César.
Op.cit. pp. 13-27. Vitoria, Francisco de.
“Relecciones del Estado, de los indios y del
derecho de la guerra” 2ª edición, con una
introducción de Antonio Gómez Robledo. México,
Editorial Porrúa, 1985, pp. 1-103

[9] Seara Vázquez, Modesto. Op. Cit. p. 30 En el


mismo sentido, Vitoria, Francisco de. Op. Cit. vid.
La nota introductoria de Gómez Robledo, Antonio,
p. XXVII
[10] Información obtenida del documento
intitulado “Comunidad Internacional, Imperio y
Libertad de los mares” obtenido de la página
electrónica www.digitum.um.es
[11] Ayuso Audry, Adolfo. Op. cit. p. 46
[12] Salvo que se cite fuente especifica, la
información que se vierte en este punto se tomó
de: Arellano García Carlos. Op. Cit. Tomo I , pp.
87-92. Seara Vázquez, Modesto. Op. Cit. pp. 33-
35. Sepúlveda, César. Op. cit. pp. 27-33.

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