UNMSM MO S10 Revisión de La Literatura Sobre La Toma de Decisiones Éticas en Organizaciones

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Revisión de laTecnológica
Literatura sobre la Toma de Decisiones Éticas en Organizaciones Díez-Gómez
Vol. 30(3), 25-38 (2019)
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-07642019000300025

Revisión de la Literatura sobre la Toma de Decisiones Éticas


en Organizaciones
David A. Díez-Gómez(1)*, Manuel Guillén(2) y María del P. Rodríguez(3)
(1) Universidad Nacional de Colombia Sede Manizales, Campus La Nubia, Grupo de Investigación Ethos – Bloque Q,
Manizales-Colombia. (e-mail: [email protected])
(2) Universidad de Valencia, Facultad de Economía, Dpto. de Dirección de Empresas, Valencia-España.
(e-mail: [email protected])
(3) Universidad Nacional de Colombia Sede Manizales, Campus La Nubia, Facultad de Ingeniería y Arquitectura, Dpto.
de Ingeniería Industrial, Manizales-Colombia. (e-mail: [email protected])

* Autor a quien debe estar dirigida la correspondencia

Recibido Jul. 26, 2018; Aceptado Oct. 8, 2018; Versión final Dic. 2, 2018, Publicado Jun. 2019

Resumen

Este artículo revisa la literatura sobre el tema de toma de decisiones éticas en organizaciones, para establecer
sus niveles de integración disciplinar, enfoques teóricos y métodos dominantes. Con ese fin, se combinó la
búsqueda sistemática con la narrativa. La sistemática se basó en referencias extraídas de Web of Science
(WoS), analizadas mediante la plataforma Tree of Science (ToS) para identificar redes de citación. La narrativa
se apoyó en el análisis de referencias complementarias a través del programa Gephi. La literatura se clasificó
en tres niveles de diálogo disciplinar: 1) Importación conceptual; 2) Reciprocidad teórica; y 3) Unidad teórica.
Se concluye que la escasez de estudios basados en unidad teórica, enfoques integrativos y metodologías
mixtas, justifica realizar investigaciones desde una visión más transdisciplinar del conocimiento y la práctica
de la toma de decisiones. En esa vía, se propone recurrir al realismo integral complejo como ruta para
desarrollar la necesaria visión transdisciplinar de las Decisiones Éticas en Organizaciones.

Palabras clave: ética; ética organizacional; toma de decisiones éticas; transdisciplinario; realismo integral
complejo; Tree of Science (ToS).

Literature Review on Ethical Decision Making in Organizations


Abstract

This paper reviews the literature on ethical decision making in organizations, to establish its levels of
disciplinary integration, as well as its more notorious theoretical and methodological approaches. To that end,
systematic and narrative analysis were combined. The systematic review was based on references obtained
from the Web of Science (WoS), which were analyzed through the Tree of Science (ToS) platform to identify
citation networks. The narrative review was based on the analysis of complementary references through
Gephi. The literature was classified into three levels of disciplinary dialogue: 1) Conceptual importation; 2)
Theoretical reciprocity; and 3) Theoretical unity. It is concluded that the lack of studies grounded in theoretical
unity, integrated and mixed approaches, justifies the development of studies based on a more transdisciplinary
vision of decision-making theory and practice. Hence, it is proposed to resort to complex integral realism, as a
promising route to develop the required transdisciplinary vision of Ethical Decision Making.

Keywords: ethics; organizational ethics; ethical decision making; transdisciplinary; complex integral realism;
Tree of Science (ToS).

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Revisión de la Literatura sobre la Toma de Decisiones Éticas en Organizaciones Díez-Gómez

INTRODUCCIÓN

Existe amplio consenso respecto a considerar la investigación sobre Toma de Decisiones Éticas (TDE) en
organizaciones como un subcampo académico emergente y en auge dentro del ámbito de la ética
organizacional (Tenbrunsel y Smith-Crowe, 2008; Craft, 2012; Lehnert, Park y Singh, 2015; Schwartz, 2016;
Lehnert et al., 2016). Tanto la TDE en organizaciones, como la ética organizacional, resultan cada vez más
relevantes a nivel mundial, dada la creciente manifestación de prácticas anti-éticas en el mundo de las
organizaciones. Desde Watergate y Enron, hasta el reciente caso de corrupción continental de Odebrecht (El
Espectador, 2017), movimientos ciudadanos de todo el mundo demandan un comportamiento más ético por
parte de quienes toman decisiones estratégicas en organizaciones del gobierno, el sector privado y la
sociedad en general (Transparencia Internacional, 2017). Por ello, es urgente aplicar los hallazgos de la
investigación sobre TDE para promover un papel más ético de las organizaciones en la sociedad.

No obstante, el conocimiento sobre TDE enfrenta desafíos teóricos y metodológicos que limitan su potencial
impacto social y que vienen heredados del campo más general de la ética organizacional (Boda y Zsolnai,
2016). En el contexto anglosajón, este campo académico comenzó a institucionalizarse en la década de 1980,
mediante la creación de revistas especializadas como el Business and Profesional Ethics Journal (1981), el
Journal of Business Ethics (1982) y el Business Ethics Quaterly (1991) (Toro y Rodríguez, 2017). Empero,
varios autores pioneros (Trevino y Weaver, 1994; Weaver y Trevino, 1994; Donaldson, 1994; Frederick,
1994a, 1994b; Victor y Stephens, 1994) percibieron dificultades para la consolidación de la ética
organizacional como un campo de conocimiento claramente identificable. En contravía de esa consolidación,
la ética organizacional se ha presentado como dos frentes de investigación basados en aproximaciones
disciplinares que, aunque complementarias, se han desarrollado de forma desarticulada.

Por un lado se presenta una aproximación normativa a la ética organizacional, enfocada en establecer cómo
debería ser el comportamiento ético en las organizaciones, con base en teorías éticas provenientes de la
filosofía y la teología. Desde esta aproximación se estudian preguntas “meta-teóricas” (Trevino y Weaver,
1994) como, por ejemplo, si existe el bien moral, bajo qué teorías puede establecerse ese bien y hasta qué
punto estaríamos los seres humanos obligados a ejercerlo. Por otro lado se presenta una aproximación
empírica, enfocada en conocer cómo es el comportamiento ético en las organizaciones. Esta perspectiva se
fundamenta en ciencias sociales como la administración, la psicología y la sociología. Tales disciplinas se
caracterizan por aplicar el método científico, a través de técnicas experimentales, para explicar y -en lo
posible- predecir, bajo qué condiciones los individuos y grupos actúan de forma ética o anti-ética en las
organizaciones (Trevino y Weaver, 1994). Y más recientemente, la aproximación empírica ha recurrido al uso
de diseños cualitativos (Lehnert et al., 2016), a través de los cuales se busca comprender el significado de
los comportamientos éticos en las organizaciones, desde el punto de vista de sus propios actores.

Tanto en la investigación empírica cuantitativa como en la cualitativa ha imperado la conceptualización de la


TDE como un proceso predominantemente racional (Rogerson et al., 2011). Ello a pesar del llamado de Haidt
(2001) a reconocer el importante papel que juegan aspectos no racionales, como las emociones y la intuición,
en la dinámica propia de la TDE. Sin embargo, existen iniciativas teóricas de integración entre las imperantes
aproximaciones racionalistas y las escasas perspectivas abiertas a aspectos no racionales del proceso de
TDE. Tal es el caso del modelo integrativo propuesto por Schwartz (2016).

Asimismo, se ha reconocido la necesidad de integrar las aproximaciones normativas y empíricas, con el fin
de generar una más completa comprensión e intervención de la TDE en las organizaciones (Fleming, 1986;
Kahn, 1990). Sin embargo, esa integración no parecía estar expresándose en la literatura anglosajona sobre
ética organizacional producida tres décadas atrás (Trevino y Weaver, 1994). Caricaturizando un poco la
situación, estos últimos autores hacen referencia a una escena típica de la cotidianidad académica de la
época. En un evento sobre ética organizacional, un investigador formado en ciencias sociales como la
administración o la psicología organizacional, criticaría a los filósofos por no saber nada del mundo de las
organizaciones, así como por hablar en un lenguaje incomprensible. En el mismo evento, un filósofo
comentaría lo superficiales que son los paneles conformados por miembros de departamentos de
administración, en los que –a su parecer- se discuten asuntos superfluos que poco o nada aportan al
desarrollo del carácter. Algo comprensible -concluiría el filósofo-, pues los científicos sociales realmente nunca
han estudiado la ética. De manera análoga, puede suceder que los investigadores basados en una
aproximación racionalista consideren ingenuos a aquellos que siguen un enfoque intuicionista; y viceversa.

Detrás de esta desconexión entre los investigadores de la TDE adscritos a los enfoques normativo, empírico,
racionalista e intuicionista, existe un trasfondo epistemológico. Éste puede comprenderse a partir de la
taxonomía propuesta por Trevino y Weaver (1994) para clasificar los grados de integración disciplinar
expresados en los estudios de ética organizacional: la importación conceptual, la reciprocidad y la unidad
teórica. La importación conceptual representa el menor nivel de integración. En este caso, los investigadores

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que siguen una aproximación normativa o empírica (sea esta racionalista o intuicionista), recurren a su
contraparte sólo si perciben que la necesitan para, por ejemplo, definir un concepto. Esta sería la tendencia
dominante en los comienzos de la ética organizacional, cuando investigadores empíricos tomaban alguna de
las teorías de la filosofía moral para establecer una definición operativa del concepto de ética (Rest, 1986;
Jones, 1991). La reciprocidad teórica supone, en cambio, un mayor nivel de diálogo disciplinar, en el que los
investigadores de uno y otro campo, además de recurrir a conceptos de su contraparte, aprenden el lenguaje
asociado a su modus operandi. A este nivel corresponderían aquellas investigaciones que incluyen teorías de
naturaleza tanto normativa como empírica-racionalista y empírica-intuicionista, no sólo por necesidad
conceptual, sino por una clara intención de establecer relaciones de interdependencia entre distintos tipos de
aproximación al conocimiento. Por último, el mayor nivel de diálogo entre aproximaciones normativas y
empíricas a la ética organizacional se daría a través de la unidad teórica. Esta última supone no sólo que los
académicos normativos aprendan el lenguaje de la investigación empírica (tanto racionalista como
intuicionista) y viceversa; sino que, además, se establezca un diálogo global que dé lugar a una “meta-teoría”
o nuevo lenguaje holístico de conocimiento.

Los tres niveles descritos guardan correspondencia con las categorías de multi, inter y transdisciplinariedad
propuestas por Carvajal (2010). Estas categorías se refieren a grados de interacción entre enfoques
disciplinares orientados a producir conocimiento alrededor de un mismo fenómeno. La multidisciplinariedad
implica que cada disciplina conserva sus suposiciones, sin permitir que aquellas provenientes de otros
ámbitos las enriquezcan. Por su parte, la interdisciplinariedad supone diálogo y colaboración entre disciplinas
para producir nuevo conocimiento. Mientras que la transdisciplinariedad implica establecer, además de
objetivos comunes de conocimiento, sistemas “totales” o “meta-teóricos”, que integren los marcos
conceptuales provenientes de distintas disciplinas. Para presentar los resultados de la indagación sobre los
niveles de integración disciplinar expresados en la literatura sobre TDE, así como sus implicaciones teóricas,
metodológicas y prácticas, este artículo se organiza en cuatro secciones: la primera ilustra el método utilizado,
el cual articula la búsqueda sistemática a través de la plataforma web Tree of Science (ToS), con la búsqueda
narrativa basada en la teoría de grafos (Robledo et al., 2013; 2014; Zuluaga et al., 2016). La segunda presenta
los niveles de diálogo disciplinar, así como los enfoques teóricos y metodológicos presentes en la literatura
revisada. La tercera discute las implicaciones de dichos resultados. Y finalmente, en las conclusiones se
destacan líneas de investigación relevantes para futuros estudios.

MÉTODO

Este artículo se suma a otros que han usado la plataforma web ToS como herramienta de búsqueda
sistemática para revisar la literatura producida en subcampos de la ética organizacional como la formación en
ética en las organizaciones (Toro y Rodríguez, 2017), la evaluación de programas de ética organizacional
(Osorio y Rodríguez, 2018) y el liderazgo ético (Correa et al., 2018). Además, se complementa con una
búsqueda narrativa (Ferreira et al., 2011), apoyada en el uso del programa de análisis de redes Gephi
(Zuluaga et al., 2016). La plataforma web ToS facilita la identificación de literatura relevante sobre un tema
académico, así como su clasificación. ToS se alimenta de referencias extraídas a partir de una búsqueda en
la base de datos Thomson Reuters, Web of Science – WoS, cuyos resultados son clasificados dentro de tres
categorías derivadas de la metáfora de un árbol de conocimiento: raíces, tronco y hojas. Las raíces incluyen
las referencias más citadas, clásicas o pioneras. El tronco está conformado por referencias que conectan
estudios pioneros con investigación actual, y que contribuyen a la consolidación de diferentes enfoques. Las
hojas corresponden a los estudios más recientes, vinculados tanto con las raíces como con el tronco del árbol
(Robledo et al., 2013; 2014).

La estructura y los elementos del árbol se establecen a través del análisis de redes de citación. Este análisis
consiste en evaluar grupos de artículos o libros, los cuales forman redes al citar referencias y ser citados.
Dichas redes son identificadas mediante la aplicación de tres criterios a las referencias bibliográficas: el grado
de entrada, el grado de salida, y el grado de intermediación. El grado de entrada se refiere al número de veces
que una referencia es citada. El grado de salida se determina por el número de ocasiones en las que una
referencia cita a otras dentro de la misma red. Y el grado de intermediación se establece de acuerdo con la
probabilidad de que una referencia sea citada por o esté citando a otros dos elementos de la red escogidos
al azar. El método ToS se basa en el análisis matemático descrito, para identificar comunidades o grupos de
autores que se encuentran dialogando, en el sentido de citarse unos a otros. Por lo tanto, ToS es un método
de revisión bibliográfica sistemática, basado en un enfoque cuantitativo. El método ToS ha sido
complementado por Zuluaga et al. (2016). Estos autores recurren al programa de análisis de redes Gephi,
para visualizar la totalidad de la red de citaciones de la cual se extrae un “árbol” de conocimiento. Dicha
visualización facilita la identificación de conglomerados de referencias dentro de las cuales se destacan, a su
vez, aquellos autores que son más citados y que más citan referencias dentro de la red. Estos autores suelen
estar asociados a enfoques particulares de investigación.

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Siguiendo los parámetros descritos, la consulta en la WoS se realizó el 9 de junio de 2018, con la ecuación
de búsqueda: Título=(ethical decision making) Timespan=All years. Databases=SCI-EXPANDED, SSCI,
A&HCI. La búsqueda en la WoS arrojó un total de 665 artículos. Éstos fueron exportados a la plataforma ToS,
la cual generó un árbol con 80 artículos de diferentes bases de datos, distribuidos en 10 raíces, 10 del tronco
y 60 hojas. Con el fin de disminuir el posible grado de arbitrariedad presente en ToS al establecer sólo 10
raíces, 10 componentes del tronco y 60 hojas, Zuluaga et al. (2016) proponen validar y complementar las
referencias incluidas en la estructura del árbol. Para realizar la validación, los autores sugieren visualizar toda
la red de citaciones derivada de –en este caso- las 665 referencias de las que ToS filtra 80 elementos. Tal
visualización se logra ingresando las 665 referencias extraídas de WoS en el programa Gephi. Al hacerlo, se
genera una red de 2831 referencias, aglutinadas en ocho conglomerados diferenciados por colores en la
Figura 1. El alto número de elementos de la red de Gephi, se debe a que ésta se compone de las 665
referencias de WoS, sumadas a todas las citas incluidas en esas referencias.

Fig. 1: Estructura de la literatura sobre toma de decisiones éticas arrojada por ToS.

Una vez visualizada la red, se verifica que los artículos más representativos de la misma (en términos del
número de veces que son citados y que citan a otras referencias de la red), efectivamente hayan sido incluidos
en el árbol de ToS. Esto último se constató. Asimismo, se incluyeron 20 elementos adicionales en el tronco
del árbol, completando así un total de 100 referencias seleccionadas. Finalmente, estas 100 referencias
fueron analizadas mediante una lógica inductivo-deductiva, cuyos resultados se describen a continuación.

RESULTADOS

Como se observa en la Tabla 1, la muestra de literatura sobre TDE seleccionada indica que este tema emerge
en la década de 1980. Posteriormente, se evidencia la consolidación de una producción más significativa y
relativamente regular desde del año 2008 hasta el presente.

Tabla 1: Año de publicación de las referencias consultadas

Año 1982 1983 1985 1986 1991 1994 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007

N° Artículos 1 1 1 2 1 1 1 4 2 3 1 1 3 4

Año 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018

N° Artículos 6 3 7 5 3 10 2 6 15 11 6

A partir del análisis inductivo de las 100 referencias, se derivaron dos categorías: los conglomerados de Gephi
(ver Tabla 2) y los enfoques teóricos (racional e integrado en la Tabla 3). Los conglomerados corresponden a
aquellas referencias arrojadas por ToS que pertenecen a cada uno de los nueve subgrupos que Gephi permite
identificar de forma automatizada. Por su parte, los enfoques teóricos se definieron a partir de una de las
referencias encontradas (Schwartz, 2016), en la cual se diferencian las aproximaciones que conciben la TDE
como un proceso principalmente racional y aquellas que, en cambio, abarcan tanto aspectos racionales como
emocionales, intuitivos e inconscientes de dicho proceso.

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Tabla 2: Conglomerados de Gephi Tabla 3: Distribución de referencias por enfoque teórico

Color Nº Referencias Porcentaje Enfoque teórico Nº Referencias Porcentaje


Violeta 35 35 % Racional 54 54%
Gris 19 19 % Integrado 46 46%
Azul 16 16 % Total 100 100%
Negro 11 11 %
Verde esmeralda 8 8%
Rosa 4 4%
Curuba 4 4%
Verde limón 2 2%
Naranja 1 1%
Total 100 100%

Por otro lado, a partir de una lógica deductiva se analizaron tres aspectos. Primero, el tipo de estudio (ver
Tabla 4), siguiendo la diferenciación que plantea Calderón (2005) entre investigación teórica (basada sólo en
el pensamiento) y empírico–analítica (que contrasta el pensamiento con la indagación directa de datos reales
para validar las construcciones teóricas). A estas dos categorías se añadió la de revisiones bibliográficas,
entendidas como aquellas que organizan y analizan estudios realizados por terceros. Aunque las revisiones
bibliográficas suelen excluirse de las muestras de otras revisiones de literatura, en este estudio se consideró
pertinente incluirlas, pues ellas dan cuenta de las tradiciones académicas más influyentes. El segundo aspecto
derivado de una lógica deductica corresponde a los niveles de diálogo disciplinar (ver Tabla 5): la importación
conceptual, la reciprocidad y la unidad teórica (Trevino y Weaver, 1994); o, en palabras de Carvajal (2010),
la multi, inter y transdisciplinariedad. Y el tercer aspecto fue el método utilizado (cuantitativo, cualitativo o
mixto) en las investigaciones empírico-analíticas y en las revisiones bibliográficas (Tabla 6).

Tabla 4: Distribución de referencias por tipo de estudio. Tabla 5: Distribución de referencias según diálogo disciplinar

Tipo de estudio Nº Referencias Porcentaje Nivel de diálogo Nº Referencias Porcentaje


Empírico– Importación conceptual /
74 74% 99 99 %
Analíticos multidisciplinariedad
Teóricos 19 19% Reciprocidad teórica /
Revisión 1 1%
7 7% interdisciplinariedad
bibliográfica Unidad teórica /
Total 100 100% 0 0%
transdisciplinariedad
Total 100 100%

Tabla 6: Método según tipo de estudio

Empírico–
Tipo de estudio Teórico Revisión bibliográfica Nº Referencias Porcentaje
Analítico
Método
66 0 6 72 72%
cuantitativo
Método
6 0 1 7 7%
cualitativo
Método mixto 2 0 0 2 2%
No Aplica 0 19 0 19 19%
Total 74 19 7 100 100%

La discusión de los resultados presentados hasta aquí se organizará a partir de las tres categorías de diálogo
disciplinar mencionadas: importación conceptual / multidisciplinariedad, reciprocidad
teórica/interdisciplinariedad y unidad teórica / transdisciplinariedad. En cada una de estas categorías se
analizarán las tendencias manifiestas en los conglomerados en cuanto a enfoques teóricos, tipos de estudio
y métodos utilizados por los investigadores.

DISCUSIÓN

Como se observa en la Tabla 5, el 99% de las 100 referencias se enmarcan en el nivel más bajo de diálogo
disciplinar, correspondiente a la importación conceptual (Weaver y Trevino, 1994) o multidisciplinariedad
(Carvajal, 2010). Los estudios que componen ese 99% son en su totalidad realizados por investigadores
sociales que recurren a algunas corrientes de la filosofía moral para definir -de manera general- el concepto
de ética. Resalta en particular el trabajo de Jones (1991), quien recoge y complementa un conjunto de
modelos teóricos pioneros en el estudio de la TDE. Dicho conjunto incluye la propuesta de Rest (1986), según
la cual el proceso de TDE se compone de cuatro etapas (consciencia, juicio, intención y comportamiento
moral); el modelo de interacción persona-situación que propone Treviño (1986) para analizar la influencia del

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desarrollo moral en el comportamiento ético; y los modelos de Ferrell y Gresham (1985) y Hunt y Vitell (1986)
que proponen estudiar el efecto del tipo de razonamiento moral individual (consecuencialista y deontológico)
en el proceso de TDE. Este conjunto de modelos son complementados por Jones (1991) mediante el
constructo de “intensidad moral”. Aunque se suele asumir que este constructo es de naturaleza descriptiva
(Ford y Richardson, 1994; Loe et al., 2000; O’Fallon y Butterfield, 2005; Craft, 2012; Lehnert et al., 2015 ), en
realidad, se alimenta de planteamientos propios de teorías normativas como el consecuencialismo, la ética
del cuidado y el consenso social (Miner y Petocz, 2003).

Además de incluir elementos normativos, el modelo de intensidad moral de Jones (1991) se caracteriza por
el predominio de una aproximación racional a la TDE. Como se observa en la Tabla 2, el 54% de las
referencias revisadas se orientan bajo tal enfoque. Y no porque estudios pioneros como los de Rest (1986) o
Jones (1991) consideraran la TDE como un proceso estrictamente racional. De hecho, estos mismos autores
reconocían en sus trabajos que el componente racional de la TDE era sólo una parte de un fenómeno más
complejo que también abarcaba aspectos emocionales e inconscientes. Sin embargo, especialmente en el
caso de Rest, se consideraba adecuado comenzar por estudiar la parte más asequible (la racional) del
proceso de TDE. En palabras del autor: “no estoy afirmando que toda decisión moral sea del tipo deliberativo,
reflexivo… más bien, hemos decidido comenzar por ese tipo de decisiones por razones de estrategia
investigativa” (Rest, 1986: 21).

Pese a la salvedad de Rest, el conglomerado con mayor representación (35%) dentro de las 100 referencias
revisadas (color violeta en la Figura 1 y la Tabla 2), está conformado por 33 estudios orientados bajo un
enfoque racional de la TDE. Dentro de estas referencias, cinco de las más representativas (en términos del
número de elementos de la red que citan) son las revisiones bibliográficas sobre TDE publicadas en el Journal
of Business Ethics (Ford y Richardson, 1994; Loe et al., 2000; O’Fallon y Butterfield, 2005; Craft, 2012; Lehnert
et al., 2015). Estas revisiones se enfocan en literatura de naturaleza empírica, a pesar de los reiterativos
llamados a la integración de la investigación empírica y normativa publicados, en especial, por el Business
Ethics Quarterly (Donaldson, 1994; Frederick, 1994a, 1994b; Trevino y Weaver, 1994; Victor y Stephens,
1994; Weaver y Trevino, 1994). Por otro lado, las cinco revisiones de la literatura sobre TDE publicadas por
el Journal of Business Ethics se basan en métodos cuantitativos, al igual que lo hacen 23 de los 25 estudios
empírico-analíticos del conglomerado violeta. Mientras que en este mismo conglomerado sólo se presenta
una investigación cualitativa y una mixta. Por lo tanto, puede establecerse una relación entre el predominio
de un nivel de diálogo disciplinar bajo, un enfoque racionalista y la aplicación de métodos cuantitativos. Esta
última tendencia reafirma la crítica de Campbell y Cowton (2015) a la hegemonía de una epistemología
positivista en los estudios sobre ética organizacional, heredada especialmente de la escuela de la psicología
comportamental estadounidense.

En línea con el paradigma positivista se encuentra la revisión bibliográfica cuantitativa de Trevino et al. (2006),
ubicada en el conglomerado azul. No obstante, a pesar de basarse en una aproximación empírica, la revisión
de Trevino et al. (2006) trasciende hacia un enfoque integrativo que reconoce las dimensiones racionales y
no racionales de la TDE. Dicho enfoque es aplicado por 14 de los 16 estudios del conglomerado azul. Dentro
de este conglomerado sobresale la propuesta de Thiel et al. (2012), la cual se alimenta del trabajo pionero en
el que Haidt (2001) reivindica el papel central de las emociones y de la intuición en el proceso de TDE. Por
otro lado, en la citada revisión de Trevino et al. (2006), los asuntos éticos se definen no sólo como aquellos
que ponen en juego consecuencias de alta magnitud (como en el caso de grandes robos y sobornos en el
sector público, privado y social), sino también como las situaciones asociadas al cumplimiento de estándares
morales mínimos como la honestidad y el respeto de la ley. De igual modo, Trevino et al. (2006) incluyen
dentro del marco de los asuntos éticos comportamientos que van más allá de los mínimos morales, como la
caridad o la denuncia de actos corruptos.

Una lógica similar a la anterior sigue la única revisión bibliográfica cualitativa encontrada (Tenbrunsel y Smith-
Crowe, 2008), la cual se ubica en el conglomerado verde esmeralda. Sus autores también siguen una
aproximación integrada al proceso de TDE y complementan la importación de conceptos normativos
manifiestos en el modelo de intensidad moral de Jones (2001) (asociados al consecuencialismo, la ética del
cuidado y la teoría del consenso social) con algunas referencias al principio kantiano de respeto. De este
modo, Tenbrunsel y Smith-Crowe asumen los asuntos éticos no sólo como aquellos que ponen en juego
consecuencias de alta magnitud, cercanía o niveles de consenso social, sino también como todo conflicto
organizacional en el que se ve implicada la dignidad humana. La visión integrativa de Trevino et al. (2006) y
Tenbrunsel y Smith-Crowe (2008) también predomina en los conglomerados color gris (con 11 de 19
referencias), azul (14 de 16 referencias), negro (9 de 11 referencias), verde esmeralda (4 de 8 referencias) y
rosa (3 de 4). Esto significa que, en medio de la pluralidad de comunidades de investigación de la TDE en
organizaciones, se converge hacia el reconocimiento paralelo de las dimensiones racionales, emocionales,
intuitivas e inconscientes de dicho fenómeno.

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Tal reconocimiento es evidente en el modelo integrado de TDE propuesto por uno de los trabajos más
representativos dentro del conglomerado negro (Schwartz, 2016). Este modelo abarca los elementos
consecuencialistas, del cuidado y del consenso social del modelo de Jones (1991), así como los aspectos
deontológicos de la propuesta de Tenbrunsel y Smith-Crowe (2008). Adicionalmente, Schwartz (2016)
subraya el papel del carácter (asociado a la ética de la virtud) como variable esencial en la comprensión de
la TDE. Aún así, Schwartz (2016) cataloga su modelo como descriptivo, quizás en un esfuerzo por adscribir
la investigación sobre TDE al ámbito de la ciencia más que al del diálogo con la filosofía o la religión. En todo
caso, y a pesar de restringirse a un nivel de diálogo disciplinar bajo, los trabajos de Jones (1991), Treviño et
al. (2006), Tenbrunsel y Smith-Crowe (2008) y Schwartz (2016), constituyen referentes teóricos esenciales
para aproximarse a la TDE en organizaciones a partir de una visión integrada y no meramente racional sobre
este fenómeno. Aún así, tales referentes parecen ser ignorados por miembros de comunidades pequeñas y
aisladas en ámbitos particulares de la ética profesional, tales como la consejería, el trabajo social y las ciencias
de la información, entre otros (Winston y Bahnaman, 2008; Matusek y Wright, 2010; Yeung et al., 2010). Estos
últimos autores proponen valiosas aproximaciones a la TDE en sus propios contextos, pero no trascienden el
racionalismo que ya viene superándose en las comunidades con más experiencia en el campo.

Por otro lado, también se presenta el caso de algunos estudios publicados por revistas destacadas en el
ámbito de la ética organizacional como el Journal of Business Ethics y el Business Ethics: A European Review,
en los que continúan predominando los modelos de corte racional. Ejemplo de ello son tres de los cuatro
estudios pertenecientes al conglomerado curuba (Oumlil y Balloun, 2008; Beekun et al., 2010; Fok et al.,
2016). Asimismo, se presenta el caso de investigaciones que proponen o siguen modelos integrados, pero
que no dialogan con los modelos publicados en las revistas más representativas del campo de la ética
organizacional. Tal es el caso del único estudio representante del conglomerado naranja (Berger et al., 2008),
publicado en Annals of Internal Medicine.

Si bien la diversidad teórica aporta a la comprensión holística del proceso de TDE, la carencia de unidad
conceptual dificulta la consolidación de una tradición que dé lugar a teorías, metodologías y aplicaciones cada
vez más efectivas en la promoción de la TDE en las organizaciones. Esta falta de un marco teórico holístico,
que vaya más allá de las cuatro etapas propuestas en el modelo pionero de Rest (1986), es reconocida incluso
por los autores de las revisiones que clasifican la literatura empírica dentro de esas mismas cuatro etapas
(O’Fallon y Butterfield, 2005; Craft, 2012; Lehnert et al., 2015). Pero además, como bien lo señala la única
referencia encontrada que llega hasta el nivel de reciprocidad teórica o diálogo interdisciplinar (Miner y Petocz,
2003), el desarrollo teórico, metodológico y aplicativo del campo de investigación sobre TDE, exige mayor
conexión entre la literatura empírica existente y la filosofía moral, no sólo para extraer definiciones
conceptuales, sino también para complementar el método científico con el pensamiento más abstracto propio
del análisis filosófico. En este sentido, el trabajo de Miner y Petocz (2003), ubicado en el conglomerado gris,
no se reduce al nivel de la importación conceptual, en el sentido de proponer una definición de la ética a partir
de alguna de las teorías morales existentes. Más allá de eso, los autores señalan la necesidad de sustentar
toda investigación sobre el proceso de TDE, en una reflexión meta-ética. Esta última, entendida como base
lógica necesaria para fundamentar cualquier prescripción y descripción de dicho proceso.

La meta-ética permite a los investigadores establecer la postura que asumen frente a las tres posibles
respuestas a la pregunta por la existencia del bien moral: sí existe, no existe o no sabemos si existe. Dentro
de esas respuestas se presentan variaciones. Por ejemplo, se puede asumir que el bien moral es una
propiedad natural y perceptible a través de los sentidos, aunque no reductible a otros términos naturales
(postura realista); o que ese bien moral puede reducirse a otros términos naturales como el placer, la
adaptación evolutiva o la utilidad social (postura naturalista); o que el bien moral existe, pero como entidad
meta-física, perceptible por medio de la intuición o de la revelación divina (postura no-naturalista). En cualquier
caso, los investigadores necesitan la reflexión meta-ética para sustentar en qué criterio se basan para optar
por alguna o varias de las teorías éticas normativas existentes. Miner y Petocz (2003) sintetizan esas opciones
en cuatro: el consecuencialismo, la deontología, el relativismo normativo y la ética de la virtud. Y así como en
la filosofía moral no existe una teoría meta-ética que se imponga definitivamente sobre las demás, tampoco
la hay en el ámbito de las teorías normativas.

Dada la inexistencia de una teoría normativa superior, Miner y Petocz sugieren propender por la elaboración
de modelos comprehensivos. No obstante, los autores encuentran al menos dos grandes dificultades para
formularlos. En primer lugar, que aquellos modelos que pretenden ser de naturaleza descriptiva, en realidad
se encuentran permeados por algunas teorías normativas no reconocidas como tales: “los modelos
descriptivos del comportamiento ético con frecuencia fallan en el intento de permanecer puramente
descriptivos, y se encuentran teñidos de énfasis prescriptivos derivados de una mezcla de supuestos morales
subyacentes implícitos y explícitos” (Miner y Petocz, 2003: 15). En segundo lugar, que quienes incluyen
perspectivas normativas suelen considerar sólo alguna/s teoría/s, excluyendo, de modo arbitrario, las demás
alternativas teóricas existentes. Así, por ejemplo, Miner y Petocz (2003) plantean que aquellos trabajos

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Revisión de la Literatura sobre la Toma de Decisiones Éticas en Organizaciones Díez-Gómez

influenciados por la propuesta “empírica” del desarrollo moral de Lawrence Kohlberg (como es el caso de los
modelos de Rest, 1986 y Treviño, 1986), en realidad se sustentan en una visión normativa deontológica
kantiana. Esto último, teniendo en cuenta que Kohlberg ubica la elección basada en criterios universales de
justicia como etapa superior de desarrollo moral. Pero además, desde una mirada feminista como la de
Gilligan (1982) –identificada dentro del conglomerado verde limón de la red-, se evidencia un sesgo machista
en la teoría del desarrollo moral de Kohlberg, en tanto dicha teoría ubicaría la reflexión racional como criterio
superior de juicio moral, por encima de la sensibilidad propia de una ética del cuidado.

Ante la tensión entre el papel de lo racional y lo emocional en el proceso de TDE, Miner y Petocz (2003)
abogan por la búsqueda de una integración, considerando que el asunto no es si acaso es más ético basarse
en razonamientos abstractos kantianos o en una sensibilidad propia de la ética del cuidado; sino más bien,
se trata de cómo combinar adecuadamente ambos aspectos (masculinos y femeninos, racionales y
emocionales), según la circunstancia concreta. En concordancia con lo anterior, dichos autores ven más
factible adelantar una integración de teorías éticas normativas teniendo como marco global la ética de la
virtud. La ventaja de esta vertiente teórica de ética aplicada, es su naturaleza contextual y apertura al análisis
paralelo de principios, consecuencias y sensibilidades asociadas a una decisión. Caso distinto al de
propuestas de integración normativa que dan prelación al consecuencialismo y a la deontología como
referentes morales (Lisman, 1996), dejando las teorías de la virtud y del cuidado como aspectos derivados
del principio kantiano de respeto. Esto último es lo que ocurre con el modelo integrativo propuesto por
Schwartz (2016), en donde se privilegian las teorías consecuencialista y deontológica. Bajo tal modelo, la
ética de la virtud entra en juego sólo en sentido instrumental, pues el carácter se analiza en términos de qué
rasgos personales contribuyen o no a que los individuos, grupos u organizaciones, incurran en acciones de
graves consecuencias y/o de violación de la dignidad humana. De este modo, se deja de lado el papel de la
ética de la virtud en el análisis de asuntos éticos que van más allá de esas acciones, que abarcan el sentido
mismo de la vida en general y, más específicamente, de la vida en las organizaciones. Esta última perspectiva
sí es considerada, por ejemplo, en la propuesta que plantean Crossan et. al (2013) (conglomerado gris), en
el sentido de conectar el modelo de Rest (1986) con una aproximación contemporánea a la teoría aristotélica
de la virtud. En la misma línea se encuentra el trabajo de Morales y Cabello (2013), en el cual se propone una
definición neo-aristotélico-tomista del concepto de competencias éticas.

Sin embargo, el análisis del papel de la ética de la virtud en la definición de los asuntos éticos -más allá de la
concepción del carácter como medio para evitar consecuencias de alta magnitud o de vulneración de la
dignididad humana-, supone una discusión ya no sólo científica y filosófica, sino también religiosa (Ananthram
y Chan, 2016) y política (Gilligan, 1982). De ahí que se requiera un marco meta-teórico a partir del cual se
reconozcan los aportes complementarios de la ciencia, la filosofía, la religión y la política, en tanto ámbitos
legítimos para generar conocimiento sobre el proceso de TDE en las organizaciones. Lo anterior nos remite
al nivel más alto de diálogo disciplinar: la unidad teórica o transdisciplinar. Respecto a este nivel, no se
encontró ninguna referencia en la que se proponga un meta-lenguaje de conocimiento comprehensivo, es
decir, un topos a partir del cual puedan integrarse los lenguajes propios de las teorías, métodos y aplicaciones
provenientes de aquellas disciplinas científicas, filosóficas, religiosas y políticas relevantes para comprender
y mejorar la TDE en las organizaciones. Esta ausencia reitera los llamados a un mayor diálogo transdisciplinar,
expresados no sólo durante la primera (Donaldson, 1994; Frederick, 1994a, 1994b; Trevino y Weaver, 1994;
Victor y Stephens, 1994; Weaver y Trevino, 1994) y la segunda década (Miner y Petocz, 2003) de existencia
del campo de investigación en ética organizacional; sino, incluso, desde el primer encuentro entorno a este
campo, realizado en la década de los 70 en los Estados Unidos:

“Si la ética organizacional, en tanto campo académico, va a tener alguna substancia… tendrá que recurrir
continuamente no sólo a la filosofía moral y a los estudios sociológicos de los roles y las organizaciones, sino
a un número mayor de otros campos... De ahí que pueda resultar fatal si la enseñanza de la ética empresarial
es confinada dentro de cualquier disciplina académica” (MacIntyre, 1977: 107).

Cuarenta años después, sigue siendo vigente la invitación al diálogo entre formas de conocimiento diferentes
pero complementarias, en torno al estudio de la TDE en organizaciones. Retomando el trabajo de Miner y
Petocz (2003), quizás el llamado a la transdisciplinariedad no pueda ser respondido hasta tanto los
investigadores en el campo de la ética organizacional no fortalezcan su formación filosófica. Pero este paso
requiere no sólo tiempo, sino también disposición para reconocer los límites propios del conocimiento
científico. En ese sentido, quizás una pista para avanzar en la ruta hacia la transdisciplinariedad pueda
hallarse en el espíritu propio del pensamiento complejo (Morin, 1998). Este último parte de reconocer un
elemento esencial en la labor científica: la humilde aceptación de los límites de su conocimiento.

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Revisión de la Literatura sobre la Toma de Decisiones Éticas en Organizaciones Díez-Gómez

Teniendo en cuenta esos límites, en este trabajo se sugiere considerar la propuesta realista integral compleja
de Marshall (2012a, 2012b; 2016), como marco transdisciplinar para facilitar el diálogo normativo/descriptivo
y racionalista/intuicionista en el campo de la investigación sobre TDE. El realismo integral complejo se basa
en la articulación entre la perspectiva de la complejidad (Morin, 1998), el realismo crítico (Bhaskar y Hartwig,
2010) y la teoría integral (Wilber, 2006; 2007; 2008). La mirada compleja nos recuerda que la realidad se
compone de una amalgama de dimensiones que la ciencia ha pretendido –artificialmente- separar. El realismo
crítico postula la premisa ontológica según la cual la realidad humana se compone de múltiples dimensiones,
cada una de las cuales puede conocerse mediante distintos métodos. Y la teoría integral propone una matriz
que busca reconocer, incluir y organizar todas las dimensiones de la realidad humana en cuatro cuadrantes,
correspondientes a objetos de conocimiento y métodos que abarcan pero a la vez trascienden a aquellos
propios del predominante ámbito de la ciencia. Adicionalmente, la teoría integral postula los conceptos de
líneas y modos para referirse, por un lado, a que todo aspecto de la realidad humana se expresa a nivel
racional y emocional al mismo tiempo y, por otro lado, a que existen lógicas masculinas y femeninas cuyo
balance es necesario para un adecuado desarrollo de la especie humana.

Una aplicación del lenguaje transdiciplinar que ofrece la perspectiva realista integral compleja al estudio del
proceso de TDE en organizaciones (ver Figura 2), permitiría considerar que, antes de pretender medir a través
de métodos cuantitativos aquellos comportamientos racionales correspondientes a la dimensión externa de
la realidad (cuadrantes superior e inferior derecho), presuponiendo que dichos comportamientos son morales
o inmorales, es necesario debatir, a través de métodos argumentativos meta-éticos, qué se está entendiendo
por bien moral. Posteriormente, una vez aclarados los supuestos morales de partida, se requiere fundamentar,
con base en tales supuestos, aquellas teorías de ética aplicada por las cuales se opta, reconociendo que,
dentro de tales teorías, el consecuencialismo (predominantemente materialista) y la deontología
(predominantemente racionalista) constituyen sólo dos de cuatro alternativas pertinentes y necesarias para
definir los constructos éticos de manera holística: el consecuencialismo, la deontología, el relativismo
normativo y la ética de la virtud (Miner y Petocz, 2003).

Fig. 2. Visión realista integral compleja de las disciplinas requeridas para el estudio del proceso de TDE en
organizaciones. Adaptación a partir de Marshall (2012), Bhaskar & Hartwig (2010) y Wilber (2006, 2007, 2008).

Es necesario conocer y articular los supuestos morales y las propuestas operativas propias de cada una de
esas cuatro teorías éticas prescriptivas (cuadrante superior izquierdo en la Figura 2). Luego, ese aparataje
conceptual requiere ser comparado con el acervo de valores y prácticas morales propias del contexto cultural
específico dentro del cual se pretende investigar el fenómeno de la TDE (cuadrante inferior izquierdo). A partir
de esa comparación puede definirse el grado de desconexión o distancia entre el deber ser (perspectiva
normativa) y el ser (perspectiva descriptiva). Entonces sí cobra sentido diseñar estrategias tanto a nivel
individual (cuadrante superior derecho) como social (cuadrante inferior derecho), orientadas a acercar cada
vez más el ser de la TDE en las organizaciones a su deber ser. Asimismo, coincidimos con Miner y Petocz
(2003) en cuanto a destacar el papel de la sabiduría práctica como eje de una teorización comprehensiva del
proceso de TDE. Tal virtud condensa la habilidad personal y organizacional de traducir conocimientos
abstractos -como aquellos propios de las distintas teorías éticas normativas-, en hábitos de mejoramiento
continuo evidenciables en la práctica (Bachman et al. 2017). Asimismo, la aplicación de la sabiduría práctica
al proceso de TDE, implica la capacidad de balancear polos opuestos, reconociendo sus elementos
complementarios (Bachman et al., 2018). Esto último comulga con la demanda feminista de una ética del
cuidado (Gilligan, 1982), a partir de la cual se promueva un balance entre aspectos racionales y emocionales,
masculinos y femeninos, los cuales aún se encuentran desbalanceados en los valores y en las prácticas
culturales de las sociedades actuales.

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Revisión de la Literatura sobre la Toma de Decisiones Éticas en Organizaciones Díez-Gómez

La propuesta esbozada puede facilitar la comunicación entre distintas disciplinas de conocimiento (tanto
científicas como no científicas). Entendiendo que cada una de esas disciplinas ofrece saberes y estrategias
adecuadas para estudiar diferentes –pero complementarias- dimensiones de la TDE. Así, se podrá entablar
un diálogo transdiciplinar que contribuya a una mejor TDE en organizaciones, tanto en lo teórico como en lo
práctico.

CONCLUSIONES

Esta revisión sistemática y narrativa de la literatura sobre TDE en organizaciones permitió evidenciar la
predominancia de estudios basados en la importación conceptual, la escacez de investigaciones orientadas
a partir de la reciprocidad teórica y la ausencia de trabajos desarrollados a partir de una unidad teórica. De
ahí que se haga un llamado a realizar investigaciones orientadas desde una visión más transdisciplinar del
conocimiento y la práctica de la TDE en organizaciones. Al final, se propone el realismo integral complejo
como marco meta-teórico promisorio para desarrollar tal visión, y se destaca el potencial integrativo de la
virtud de la sabiduría práctica en la tarea de conectar las dimensiones que componen el proceso de TDE en
las organizaciones. Así, de la literatura presentada, su análisis y discusión, se puede concluir lo siguiente:

1) La mayoría de la investigación sobre TDE en organizaciones se basa en un nivel bajo de diálogo disciplinar,
limitado a tomar algunas de las definiciones de lo ético presentes dentro de diversos enfoques filosóficos
existentes. El único trabajo identificado que trasciende hasta el nivel de la reciprocidad teórica (Miner y Petocz,
2003) hace un llamado, precisamente, a que los investigadores del campo de la ética organizacional
complementen su experticia científica con una mayor formación filosófica que les permita enriquecer su
capacidad de abstracción. Sin embargo, ninguno de los trabajos revisados responde al temprano llamado de
la ética organizacional a rebasar la reciprocidad teórica para formular un lenguaje que permita la comunicación
transdisciplinar. De ahí que se haya señalado el realismo integral complejo como marco meta-teórico para
responder a ese llamado; y la sabiduría práctica como virtud necesaria para conectar teoría y práctica, así
como razones y emociones.

2) Pese a la falta de diálogo transdisciplinar, casi la mitad de las investigaciones revisadas se basan en un
enfoque teórico que reconoce ya no sólo las tradicionales dimensiones racionales del proceso de TDE, sino
también aquellos aspectos no racionales que lo componen. Aun así, el estudio de tales aspectos demanda
complementar el extendido uso de métodos cuantitativos y experimentales, recurriendo en mayor medida a
enfoques cualitativos y mixtos, cuya aplicación es todavía marginal en el espectro de las investigaciones sobre
TDE en organizaciones.

3) Se identifica como línea de investigación promisoria un mayor avance en el diseño y aplicación de marcos
meta-teóricos, basados en una perspectiva realista integral compleja, que abarquen las dimensiones
normativas (en sus diversos enfoques filosóficos, religiosos y políticos), empíricas (cuantitativas y cualitativas,
racionales y no racionales) de la TDE en organizaciones. Esta incursión es fundamental para consolidar un
cuerpo de conocimiento más holístico, consistente y fácil de convertir en aplicaciones útiles para mejorar la
TDE en organizaciones de todos los sectores de la sociedad.

4) Finalmente, aunque el carácter exploratorio de la presente investigación supuso restringir el análisis a 100
referencias, esto no impidió establecer una caracterización general de asuntos esenciales del ámbito de
conocimiento sobre TDE. De ahí que pueda concluirse que las revisiones de literatura basadas en un análisis
sistemático apoyado en la plataforma web ToS, aumentan su efectividad y utilidad al combinarse con el
análisis narrativo de referencias extraídas de la red de citaciones generada mediante el programa Gephi. Aun
así, esta efectividad puede aumentarse a través de futuros estudios que cubran un espectro más amplio de
referencias de la red de citaciones y que continúen incursionando en el uso de herramientas complementarias
de análisis de datos. Asimismo, se sugiere contextualizar el análisis de la TDE, a futuro, al ámbito de la
literatura y las realidades latinoamericanas.

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