Control Difuso de Constitucionalidad y de Convencionalidad FISCAL
Control Difuso de Constitucionalidad y de Convencionalidad FISCAL
Control Difuso de Constitucionalidad y de Convencionalidad FISCAL
I. Introducción
¿En qué reside el criterio jurisprudencial de la CIDH sobre el control de convencionalidad “ex
officio”, cuya aplicación es obligatoria para las autoridades jurisdiccionales y administrativas,
parte del Estado mexicano?
1
Magistrada de Sala Superior Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa.
Los artículos 103 y 107 de la Constitución Política Federal de 1917 previeron el Juicio de
Amparo como medio de control constitucional sobre los actos a que se refirió la Constitución 2
de 1857, reservaron dicha facultad a los órganos del Poder Judicial de la Federación y otorgaron
a sus sentencias los mismos efectos que su antecesora.
Si bien el artículo 133 de la Constitución Federal estableció, por una parte, la supremacía de
la Constitución y, por otra, que los jueces locales se atuvieran a la Ley Suprema a pesar de lo
señalado en contrario por las constituciones o leyes locales: para algunos constitucionalistas
fue el sustento de lo que en la doctrina se conoce como “control difuso de la constitucionalidad”
aplicada por los jueces ordinarios; sin embargo, la jurisprudencia de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, consideró que no debe ser entendida como una facultad de los jueces
locales para ejercer el control constitucional respecto de la Ley Suprema del país, pues esa
facultad se ha reservado históricamente y por la Constitución de 1917 al Poder Judicial de la
Federación, excluyendo a los poderes judiciales de los Estados.3
2
Consúltese a BARRAGÁN BARRAGÁN, José, Algunos documentos para el estudio del origen del juicio de amparo
1812-1861, UNAM, México, 1987. También de este mismo autor: Primera Ley de Amparo de 1861, UNAM, México,
1987.
3
Al respecto, véanse las tesis de jurisprudencia P./J. 73/99 y P./J. 74/99: CONTROL JUDICIAL DE LA CONSTITUCIÓN.
ES ATRIBUCIÓN EXCLUSIVA DEL PODER JUDICIAL DE LA FEDERACIÓN, Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta. X, Agosto de 1999, página 18, y CONTROL DIFUSO DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE NORMAS GENERA-
LES. NO LO AUTORIZA EL ARTÍCULO 133 DE LA CONSTITUCIÓN. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta.
X, Agosto de 1999, p. 5.
En noviembre de 2007, la justicia electoral federal fue objeto de nuevas reformas, para
perfeccionarla al establecer en el artículo 99 constitucional la facultad expresa de las Salas
del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación de resolver la no aplicación de leyes
sobre la materia electoral contrarias a la Constitución Federal.
Lo que sí les estaba permitido a los jueces ordinarios, a partir de los criterios jurisprudenciales
de agosto de 2005 por un Tribunal Colegiado, era calificar con base en una jurisprudencia
sobre la declaración de inconstitucionalidad de una norma, el acto impugnado u objeto de
controversia, haciendo para ello una “interpretación conforme” con la Constitución Federal de
la norma aplicable al caso concreto, para hacer prevalecer los principios y valores consagrados
4
Véase la Tesis P. 1/2007. SISTEMA CONSTITUCIONAL DE JUSTICIA EN MATERIA ELECTORAL. Semanario Judicial
de la Federación y su Gaceta, XXV, Enero de 2007, 105.
5
Aunque algunos autores, como Rubén A. Sánchez Hill (El Control difuso de la Constitucionalidad en México. Reflexio-
nes en torno a la tesis P./3. 38/2002), consideran que el modelo de control de la constitucionalidad que existió en México
fue parcialmente difuso y parcialmente concentrado, ya que por una parte el control constitucional estaba reservado a
los jueces federales y tribunales colegiados, mediante el juicio de amparo, y, por otra, a al Pleno de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, a través de la acción de inconstitucionalidad y la controversia constitucional.
La sentencia de la CIDH en el caso Radilla Pacheco, en sus párrafos 338 y 339 estableció que:
“339 (…) los jueces y tribunales internos están sujetos al imperio de la ley y, por ello, 4
están obligados a aplicar las disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico.
Pero cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención
Americana, sus jueces, como parte del aparato del Estado, también están
sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque los efectos de las disposiciones
de la Convención no se vean mermados por la aplicación de leyes contrarias a su
objeto y fin, que desde un inicio carecen de efectos jurídicos. En otras palabras,
el Poder Judicial debe ejercer un ‘control de convencionalidad’ ex officio entre las
normas internas y la Convención Americana, evidentemente en el marco de sus
respectivas competencias y de las regulaciones procesales correspondientes. En
esta tarea el Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino
también la interpretación que del mismo ha hecho la CIDH, interprete última de la
Convención Americana.”
6
Véanse las tesis de jurisprudencia I.4o.A. J/40 y I.4o.A. J/41, de rubros: “CONSTITUCIONALIDAD O INCONSTITU-
CIONALIDAD DE UNA LEY. LA APLICACIÓN POR PARTE DE UN TRIBUNAL ORDINARIO DE LA JURISPRUDENCIA
DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN QUE DECLARA, UNA U OTRA, NO IMPLICA PRONUNCIA-
MIENTO SOBRE TALES DECISIONES”, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. XXII, Agosto de 2005, página
1572, e “INTERPRETACIÓN CONFORME A LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. DE ACUERDO A ELLA LOS TRIBUNA-
LES ORDINARIOS PUEDEN CALIFICAR EL ACTO IMPUGNADO Y DEFINIR LOS EFECTOS QUE SE DEDUCEN DE
APLICAR UN PRECEPTO DECLARADO INCONSTITUCIONAL”, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. XXII,
Agosto de 2005, página 1656.
“346. Dadas las circunstancia particulares del presente caso, este Tribunal
considera importante fortalecer las capacidades institucionales del Estado
mexicano mediante la capacitación de funcionarios públicos, a fin de evitar que
hechos como los analizados en el presente caso se repitan. En relación con la
capacitación en materia de protección de derechos humanos, en su jurisprudencia
la Corte ha considerado que ésta en una manera de brindar al funcionario público
nuevos conocimientos, desarrollar sus capacidades, permitir su especialización en
determinadas áreas novedosas, prepararlo para desempeñar posiciones distintas
y adaptar sus capacidades para desempeñar mejor las tareas asignadas.”
“347 (…) En consecuencia, la Corte ordena que, sin perjuicio de los programas de
capacitación para funcionarios públicos en materia de derechos humanos que ya
existan en México, el Estado deberá implementar, en un plazo razonable y con la
respectiva disposición presupuestaria:
A) Programas o cursos permanentes relativos al análisis de la jurisprudencia del
Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos (…) así como
los derechos a las garantías judiciales y la protección judicial, como una forma de 5
prevenir (…) casos de violación a los derechos humanos (…)”
El criterio de la obligación de los jueces internos, tanto federales como locales, de realizar un
control de convencionalidad “ex officio” de las normas internas, tanto federales como locales,
se venía construyendo desde las sentencias emitidas por la CIDH en los casos de Almonacid
Arellano Vs Chile, de septiembre de 2006, de Trabajadores cesados del Congreso Vs Perú,
de noviembre de 2006; Boyce y otros Vs Barbados, del año 2007, y Heliodoro Portugal Vs
Panamá, del año 2009.
El primero de ellos se refería a la obligación del Poder Judicial de realizar una especie de
“control de convencionalidad”, y a partir de segundo caso aludido se mencionaba con toda
propiedad no solo de un “control de convencionalidad” sino que este debía realizarse
“ex officio”, es decir, sin necesidad de que las partes involucradas en el caso concreto de
controversia lo planteen, y dentro de las respectivas competencias de los jueces y de las
regulaciones procesales correspondientes.
En el caso Radilla Pacheco, se precisa que “el control de convencionalidad” “ex officio” es
una obligación de los jueces, como parte del aparato del Estado, y que en esa tarea, también
debe tenerse presente la interpretación de la Convención Americana de Derechos Humanos
que ha hecho la CIDH, última intérprete de ella.
Es oportuno señalar que la obligación de los jueces, como parte de los aparatos u órganos
del Estado, de ejercer un control de convencionalidad “ex officio” se deriva, por una parte,
de lo dispuesto por los artículos 1 y 2 de la Convención Americana de Derechos Humanos,
los cuales prevén que los Estados miembros se comprometen a respetar los derechos y
libertades reconocidos en dicha Convención y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda
persona que esté sujeta a su jurisdicción, y que si tal ejercicio no estuviere ya garantizado por
disposiciones legislativas o de otro orden, aquellos se obligan a adoptar las medidas legislativas
o de otro carácter que fuesen necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades,
entre las cuales se encuentran, desde luego, las relativas a las prácticas jurisdiccionales que
hagan posible que dichas disposiciones se ajusten a la Convención Americana.
Por otra parte, la aceptación por el Estado mexicano, en el año de 1999, de la jurisdicción
y competencia contenciosa de la CIDH, de conformidad con lo dispuesto en los artículos
62, 67 y 68 de la Convención Americana, en los cuales se establece que las sentencias
de la CIDH son vinculantes para los Estados miembros cuando han aceptado o reconocido
su competencia contenciosa, y que, verificado tal supuesto, los Estados están obligados a 6
cumplir las decisiones de la Corte en todos los casos en que sean parte.
La expresión contenida en la sentencia del caso Radilla Pacheco relativa a “los jueces, como
parte del aparato del Estado”, implica la consideración de que al estar comprometido
el Estado mexicano en respetar los derechos y libertades establecidos en la Convención
Americana de Derechos Humanos y a garantizar su ejercicio y cumplimiento, entonces todos
los órganos que conforman al Estado mexicano, tanto federales, estatales y municipales,
administrativos, legislativos y jurisdiccionales, en términos de lo previsto por los artículos 3º,
39, 40, 41, 115, 116 y 122 de la Constitución Política Federal7 están obligados a ejercer un
control de convencionalidad dentro de sus respectivas competencias y de las regulaciones
procesales correspondientes.
7
El artículo 3º de la Constitución Política Federal se refiere expresa y claramente al Estado mexicano y lo define como
el conformado por la Federación, los Estados (entidades federativas), el Distrito Federal y los Municipios, y en diversos
preceptos constitucionales se refiere al Estado en el sentido apuntado.
El control de convencionalidad por los órganos del Estado mexicano corresponde a lo que la
doctrina denomina control difuso o extenso, definido como aquel que ejercen tanto órganos
federales como locales, sean jurisdiccionales o administrativos, los cuales son responsables
de velar por la eficacia de un instrumento jurídico que se considera fundamental o supremo
(Constitución o Tratado) y al cual debe sujetarse todo el orden jurídico derivado del mismo o en
relación con el cual hay el compromiso y la obligación de respetarlo y garantizar su cumplimiento.
Ahora bien, ¿cuál es el grado de control de convencionalidad “ex officio” que deben realizar los
jueces internos del Estado mexicano? Tal planteamiento depende del ámbito de competencia 7
de los jueces y de las regulaciones procesales correspondientes, a que se refiere el criterio
emitido por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Sobre este aspecto, es pertinente acudir a lo expresado por el Dr. Eduardo Ferrer Mac-Gregor
Poisot, designado juez “ad-hoc” en el caso Cabrera García y Montiel Flores Vs México, en su
voto razonado en relación con dicho caso.
Señala el Dr. Ferrer Mac-Gregor que pueden existir tres grados de control de convencionalidad:
el de mayor grado, el intermedio y el mínimo.
Cuando un juez tiene competencia para declarar la invalidez de la norma legal que es contraria
a una norma convencional, el control de convencionalidad que se ejerce es el de mayor grado.
En el supuesto de que el juez solo sea competente para desestimar, en el caso concreto,
la norma considerada contraria a una norma convencional, el control de convencionalidad
que se ejerce es de grado intermedio, y operará solo si no hay una posible “interpretación
conforme” de la normatividad nacional con la Convención Americana de Derechos Humanos
(o de cualquier otro tratado internacional).
Y cuando el juez sólo tiene competencia para realizar una “interpretación conforme” con el
tratado internacional, el control de convencionalidad será de grado mínimo.
Así, “en principio, corresponde a todos los jueces y órganos jurisdiccionales realizar una
‘interpretación conforme’ de la norma nacional a la luz de la Convención Americana, de sus
Protocolos adicionales (y eventualmente de otros tratados), así como de la jurisprudencia de
la Corte IDH y siempre con la regla interpretativa del principio pro homine a que se refiere el
artículo 29 del Pacto de San José.
En ese primer grado de intensidad se escogerá la interpretación conforme con los parámetros
convencionales y por consiguiente, se desecharán aquellas interpretaciones inconvencionales
o que sean de menor efectividad en el goce y protección del derecho o libertad respectivo (…)
En segundo término, y solo si no puede salvarse la convencionalidad de la norma interna, el
‘control de convencionalidad’ debe realizarse con mayor intensidad, sea inaplicando la norma
al caso particular, o bien, declarando su invalidez con efectos generales, como resultado de su
inconvencionalidad, de conformidad con las respectivas competencias de cada juez nacional
(u órgano jurisdiccional).”8
En cuanto a las garantías de protección de los derechos humanos, que es el tema que nos
ocupa, el nuevo texto del artículo 1º constitucional federal, en sus párrafos segundo y tercero,
dispone lo siguiente:
8
Voto razonado emitido por el Dr. Eduardo Ferrer Mac-Gregor Poisot, designado juez ad hoc en el caso Cabrera García
y Montiel Flores vs México, en relación con la sentencia emitida en el mismo por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, página 15.
Por otra parte, la realización de una interpretación conforme con la Constitución Federal y con
los tratados internacionales de las normas relativas a los derechos humanos para promover,
respetar, proteger y garantizar tales derechos, es una obligación para toda autoridad, sea esta
jurisdiccional o administrativa o de otro tipo, dentro del ámbito de su competencia.
9
De esa forma, toda autoridad deberá realizar, en principio, un control de constitucionalidad de las
normas relativas a los derechos humanos, haciendo para ello una interpretación conforme con
la Constitución Federal y los tratados internacionales, así como con el principio “pro-persona”.
Por ello, el autor en cita sostiene que “la cláusula de interpretación conforme hacia los tratados
sobre derechos humanos es una respuesta efectiva a la doctrina de control de convencionalidad
que desde hace cuatro años ha desarrollado de manera consistente la CIDH”.
9
Este artículo puede consultarse en la obra coordinada por CARBONELL SÁNCHEZ, Miguel y SALAZAR UGARTE, Pe-
dro La Reforma Constitucional de Derechos Humanos: un Nuevo Paradigma, UNAM, México, 2011.
En la sentencia recaída al expediente 912/2011, de julio de 2011, y con base en una interpretación
del artículo 133 en relación con lo previsto por los artículos 1º, 103, 105 y 107 de la Constitución
Política Federal, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se estableció un nuevo modelo mixto de
control constitucional en materia de derechos humanos, que sería concentrado y difuso; asimismo,
determinó que el modelo de control de convencionalidad en la señalada materia debe ser acorde
con el modelo de control de constitucionalidad. Tanto el control de constitucionalidad como el
control de convencionalidad deben ejercerse “ex officio” por las autoridades competentes.
Asimismo, el resto de las autoridades del país, distintas de las anteriormente señaladas,
solamente podrán hacer una interpretación conforme, aplicando la más favorable a la persona
(sin inaplicar o declarar la inconstitucionalidad de normas).
b) Todos los derechos humanos contenidos en tratados internacionales en los que el Estado
Mexicano sea parte; y
En este contexto, en todos los casos sometidos a su conocimiento cuando sea aplicable una
norma que tutele algún derecho humano, el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa
10
Considerando SÉPTIMO, párrafo 31
Por tales motivos, en el nuevo orden constitucional, dicho Tribunal está obligado a examinar
el fondo de los conceptos de impugnación en los cuales se plantee que el acto o resolución
administrativa impugnada está fundada en una norma jurídica contraria a uno de los derechos
humanos previsto en la Constitución o en un tratado en materia de derechos humanos.
De esa forma, el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa, además del control de
la legalidad de los actos de la autoridad, tiene a su cargo el control de constitucionalidad y
de convencionalidad difuso cuando en la controversia planteada esté implicada la aplicación
de una norma en materia de derechos humanos.
Pero no es así. Ya el Doctor Manuel Hallivis Pelayo,11 que es Magistrado del Tribunal y compañero
de Sala, ha dado cuenta de algunos derechos fundamentales que tiene el gobernado en
su relación jurídico-tributaria con el Estado, que es menester proteger para evitar desvíos
y abusos de poder, y que también se encuentran previstos en los tratados internacionales,
como son los derechos de igualdad ante la ley, contra la discriminación, de acceso a los
medios de defensa, contra la doble tributación, a ser informado y asistido en el cumplimiento
de obligaciones fiscales, a la devolución de impuestos cuando proceda, entre otros.
11
Véase su trabajo Control difuso de constitucionalidad y convencionalidad en materia tributaria publicado en
abril de 2012.
Así, el acto impugnado era un crédito fiscal derivado de una visita domiciliara tramitada en
términos de las disposiciones del Código Fiscal de la Federación, vigentes hasta el treinta y
uno de diciembre de dos mil.
De modo que la actora planteaba que las referidas disposiciones no preveían un plazo para
que la autoridad notificara el crédito fiscal a partir del levantamiento del acta final.
Por tanto, la Sección advirtió que la actora estaba planteando la inconstitucionalidad de las
disposiciones del Código Fiscal de la Federación que regulaban la visita domiciliaria a que fue
sujeta, lo cual orilló a la Sección a ejercer el control difuso de la constitucionalidad.
De ahí que se precisaron los alcances del derecho humano a la seguridad jurídica previsto en el 13
artículo 16 constitucional, considerando la jurisprudencia 2a./J. 144/2006 emitida por la Segunda
Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de la cual se infirió que la seguridad jurídica
implica que los textos normativos contengan los elementos mínimos para que el particular haga
valer sus derechos con el objeto de que la autoridad no incurra en arbitrariedades.
Por tanto, para materializar todos los alcances de la seguridad jurídica establecida en el artículo
16 constitucional también se tomó en cuenta la distinción entre actos privativos y actos de
molestia establecida en la jurisprudencia P./J. 40/96 emitida por el Pleno de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación.
De modo que si los actos de molestia son solo afectación temporal a la esfera jurídica del particular,
pues solo restringen provisional o preventivamente un derecho de este, mientras que los actos
privativos disminuyen, menoscaban o suprimen definitivamente un derecho del particular.
En consecuencia, se concluyó que las leyes que establezcan actos de molestia en contra de
los particulares, en aras de seguridad jurídica, deberán establecer el límite temporal en el cual
la autoridad administrativa podrá afectar temporalmente la esfera jurídica del particular, pues
el tiempo de esa afectación no puede estar sujeto a la decisión de la autoridad administrativa.
Así, de la interpretación sistemática de los referidos dispositivos jurídicos se infirió que la visita
domiciliaria inicia con la notificación de la orden y culmina con el levantamiento del acta final.
Asimismo, se estableció que la autoridad, por regla general, tenía el plazo de seis meses para
levantar el acta final a partir de que se notifique al contribuyente el inicio de las facultades de
comprobación, es decir, a partir de la notificación de la orden de visita domiciliaria.
En este contexto, se advirtió que la fracción III del artículo 42, el artículo 46 y el artículo
46-A del Código Fiscal de la Federación NO establecían el plazo en el cual la autoridad debía
notificar la resolución que, en su caso, determinara y liquidara el crédito fiscal, en virtud de las
hechos y omisiones asentados en el acta final.
Por tales motivos, se concluyó que se estaba en presencia en una omisión legislativa relativa
que vulnera el derecho humano a la seguridad jurídica, ya que no existía previsibilidad del
plazo en el cual la autoridad fiscal notificaría al contribuyente el crédito fiscal, quedando a la
decisión arbitraria de la autoridad fiscal el momento de hacerlo, lo cual es contrario al artículo
16 constitucional. 14
Sin embargo, en el caso no pasó el test de previsibilidad, pues por medio de la misma NO
puede establecerse un plazo para la notificación del crédito fiscal a partir del levantamiento
del acta final, ya que este no está previsto en el Código Fiscal de la Federación, máxime que
el mismo debe estar regulado con antelación a que se inicie la facultad de comprobación con
la finalidad de que el contribuyente tenga certeza, seguridad jurídica, del plazo en que podía
ser notificado el crédito fiscal.
A su vez, tampoco, en términos de una interpretación conforme, se podía sostener que sea
aplicable el plazo de cinco años previsto en el artículo 67 del Código Fiscal la Federación para
12
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, tomo XXXII, diciembre de 2010, p. 646.
Para tal efecto, se tomó en cuenta como parámetro el caso en materia administrativa vinculado
a derechos humanos, relativo al Caso López Mendoza vs. Venezuela, sentencia del primero de
septiembre de dos mil once, que con relación a las garantías judiciales en los procedimientos
administrativos.
Por ende, no es válido suplir la omisión legislativa relativa con el plazo genérico de cinco
años para la caducidad previsto en el artículo 67 del Código Fiscal de la Federación, a
través de una interpretación conforme, ya que no cumple con el estándar de previsibilidad
o certeza de la norma.
De modo que en el propio proceso legislativo se reconoció que no existía el plazo para la
notificación del crédito fiscal a partir del levantamiento del acta final, de ahí que para garantizar
la seguridad jurídica de los contribuyentes se incorporó en la reforma al artículo 50 del Código
Fiscal de la Federación, el plazo de seis meses a partir del levantamiento del acta final, para
que las autoridades fiscales notifiquen personalmente al contribuyente las contribuciones
omitidas derivadas de las visitas domiciliarias o de la revisión de gabinete.
En todo caso, de llegar los asuntos a esta última instancia, sería para revisar si en la primera
se realizó o no la interpretación conforme con la ley suprema o el contraste con ella de la
En ese sentido, podemos afirmar que con la garantía de acceso a la justicia se fortalece, sobre
todo, el acceso a la justicia constitucional para los gobernados, y con ello la impartición de la
justicia administrativa será aún más eficiente, haciendo realidad los principios previstos en el
artículo 17 constitucional federal, que con la adopción del juicio en línea y del juicio sumario
se ha avanzado extraordinariamente en esa dirección, todo lo cual constituirá un verdadero
reto para el Tribunal.
Para estar a la altura de los desafíos que nos esperan, este Tribunal está consciente de que
debemos fortalecer las capacidades institucionales jurisdiccionales para realizar las nuevas
funciones relativas al control de constitucionalidad y de convencionalidad, en los términos
antes señalados.