Posesión

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Posesión

[DCiv] Poder de una persona sobre una cosa o cosas.


La posesión requiere dos elementos: el corpus, o exte- riorización de
dicho poder sobre la cosa, aunque no consista en su
efectiva tenencia física, y el animus, o intención de poseer la cosa. Se
discute si la posesión en un simple hecho o un verdadero derecho,
siendo la doctrina mayori- taria la que defiende la naturaleza de
la posesión como un verdadero derecho debido a las disposiciones del
CC. Existen diversas clasificaciones de la posesión: natural y civil,
en nombre propio y nombre ajeno, en concepto de dueño o
en concepto distinto de dueño, de buena fe o mala fe, y mediata o
inmediata.
CC, arts. 430 ss.
Coposesión; Posesión de buena fe y mala fe; Posesión mediata e
inmediata; Servidor de la posesión.

(Derecho Civil) Dominio ejercido de hecho sobre una cosa corporal y


correspondiente, en la intención del poseedor, al ejercicio de
un derecho real. Se opone a la tenencia, que implica
el reconocimiento del derecho ajeno, bien que sea ella idéntica a
la posesión en su manifestación exterior (p. ej., Arrendatario). V.
Animus, Corpus, Tenencia.

Es un hecho, consistente en el señorío efectivo sobre una cosa, que


conlleva unos efectos jurídicos y que lo configuran como un derecho
real provisional. La ley valora y protege el
hecho posesorio con independencia de la causa del poder de
dominación del poseedor sobre la cosa poseída (propiedad, usufructo,
etc.). La protección legal se proyecta sobre un hecho que puede ser
la apariencia de un derecho. La posesión no prevalece sobre
la propiedad u otros derechos reales; de ahí que la posesión ejercida
por un no propietario no es un gravamen de la cosa poseída, ni
la transmisión de la posesión equivale a un acto dispositivo de la cosa.

Se dice que hay posesión clandestina cuando se adquiere o conserva


una cosa o bien de forma oculta o reservada, especialmente
en relación con los que puedan tener interés en conocer el
hecho posesorio.

Código civil, artículos 430 a 466.

A) poseer es tener una cosa en su poder, usarla, gozarla,


aprovecharla.
El ejemplo típico y más característico es la cosa que se hace, que
se tiene físicamente en la mano. Y éste es indudablemente el origen
histórico de la institución, pero a medida que la civilización se hace
más compleja, también se complican los conceptos y las instituciones
jurídicas, a las que aquella transmite su refinamiento. Por lo pronto, es
claro que la posesión no requiere una permanente inmediatez física.

Del mismo modo, hay que admitir que si yo entregó la cosa a


un representante mío (por ejemplo, un depositario de una cosa
mueble, un administrador de una estancia) conservó la posesión de la
cosa. Hay posesión en estos casos, no obstante que la cosa ya no se
tiene in manu, que no hay aprehensión física. Ya resulta claro que
la posesión no es una mera situación de hecho. En estos supuestos
que hemos dado como ejemplo, resulta indispensable elevarse por
encima de lo que es una mera aprehensión física y pensar
la posesión como una institución jurídica; pues solamente por una
conceptualización jurídica podemos llamar posesión a lo que
físicamente no se detenta.

Reconocer que hay posesión en este caso, supone admitir que


estamos en presencia de una institución jurídica que no requiere
necesariamente la aprehensión, el contacto físico aunque esa manus
este en el alma de la institución y, sobre todo, en su origen histórico.

De todo lo cual surge que, por un lado, la tenencia física explica


históricamente la posesión y le da su sentido profundo; pero al propio
tiempo la ley protege no tanto a quien tiene efectivamente la cosa en
su poder, como a quien tiene derecho a tenerla. Con lo cual se plantea
una contradicción y un motivo de confusión con relación al concepto y
naturaleza de la posesión.

Todavía mas. Puede haber un conflicto entre quien tiene


efectivamente la cosa (simple detentador) y quien tiene derecho a
detentarla (poseedor).

Puede también haber un conflicto entre el poseedor y quien


tiene derecho a la posesión (propietario). Todo esto convierte
esta cuestión en un tema especialmente delicado, objeto de
interminables controversias y debates.

B) elementos. Teoría de Savigny.

Sostiene este autor que la posesión supone la existencia de dos


elementos esenciales: el corpus y el animus. El corpus es el elemento
físico de la posesión, sin el cual ésta no se concibe. En su forma
típica, supone el contacto material o manual; pero en la practica, ese
contacto no es indispensable. Más aun, sólo se produce
accidentalmente, porque una persona puede ser
poseedora de múltiples bienes y sólo tiene posibilidad de tener
contacto directo e inmediato con muy pocos de ellos.

Lo que realmente define el corpus, lo que verdaderamente convierte a


una persona en poseedora, es la posibilidad material de hacer de la
cosa lo que se quiera, impidiendo toda injerencia extraña.

Quien puede tomar en todo momento una cosa, colocada frente a el,
es tan completamente señor de ella como si la hubiera en realidad
aprehendido.

Pero no basta con el corpus. Para que realmente una persona sea
reputa/ da poseedora, es necesario que posea con ánimo de dueño.
Por el contrario, si tiene la cosa reconociendo en otro el derecho de
propiedad, si la tiene en representación de otro o para otro, es un
simple detentador. Es necesario insistir en este concepto por la
trascendencia que ha tenido en nuestra legislación:

si se posee con ánimo de dueño, hay posesión propiamente dicha; si


se tiene la cosa reconociendo en otro el derecho de propiedad, hay
simple tenencia.

Es por consiguiente el animus lo que distingue


al poseedor del tenedor; el otro elemento, el corpus no permite por si
distinguirlos, ya que tanto el poseedor como el detentador tienen la
cosa de la misma manera.

Agreguemos, para aclarar las ideas, que el corpus no es simple


inmediatez física; así, por ejemplo, una persona dormida o ebria
o demente no posee la cosa que se ha puesto en su mano.

Es un simple caso de yuxtaposición local, pero no de corpus


propiamente dicho, que al menos exige conciencia de que se está
detentando algo. Es decir, se exige una suerte de animus, pero no el
animus de poseer, sino el simple animus de detentar.

En el plano doctrinario no cabe Du da de que la doctrina de Savigny


no resiste el análisis. En el origen y aun en la idea matriz de
la posesión está la aprehensión material; en el estado actual
del derecho esto esta muy alejado de la realidad. No se gana mucho
con la aclaración de Savigny de que no se trataría de
una aprehensión efectiva, sino de una posibilidad física de tenerla.

El propietario que ha alquilado su casa, no tiene posibilidad física ni


jurídica de tenerla y, sin embargo, conserva la posesión. Tampoco
sirve el animus domini para distinguir al poseedor del simple
tenedor pues ni el usufructuario ni el titular de una servidumbre activa
son propietarios y, sin embargo, son poseedores. Inclusive, puede
ocurrir que una persona tenga la cosa con ánimo de hacerlo para otro,
y sin embargo, sea verdadero poseedor. Así ocurre, por ejemplo, con
el depositario que siendo heredero del depositante no sabe que éste
ha muerto o cree que existe otro heredero con mejor derecho, no
siendo así. Su ánimo sigue siendo de depositario y, sin embargo, se
ha convertido, sin el saberlo, en verdadero poseedor. Ello sin contar
los inconvenientes gravísimos de tener que probar este animus
domini. En este punto es donde Ihering ha demostrado toda su
clarividencia: la verdadera distinción entre poseedor y tenedor no
radica en este supuesto animus domini, sino en que la ley,
procediendo por razones de política económica o jurídica, otorga una
protección determinada a ciertas conductas en relación con las cosas
y, en cambio, no protege (u otorga una protección menos intensa) a
otras situaciones o casos.

La esencia de la posesión es una situación de disfrute. El paradigma,


el caso ejemplar, es la propiedad plenamente ejercida.
El propietario es el poseedor por excelencia. Pero a veces una
situación de disfrute es protegida frente al propietario, frente al titular
del dominio, el código civil argentino califica de poseedores y
concede la protección posesoria a los usufructuarios, usuarios, a los
titulares de servidumbres, de un derecho de prenda o de anticresis.

Esa protección posesoria se otorga por razones de política legislativa


de la más variada naturaleza. De ahí que no sea posible, en el plano
de la pura teoría jurídica, determinar por anticipado cuando debe
otorgarse esa protección. ESta es cuestión que decidirá
el legislador teniendo en cuenta motivaciones económicas y sociales
por eso hay situaciones que en algunas legislaciones se
llaman posesión y en otras no.

Cabe agregar que en estos casos se produce una suerte de


superposición de posesiones: una inmediata, mas vital (y, por tanto,
mas protegida), que se reconoce al usufructuario, usuario, etcétera; y
una mediata, que se reconoce al propietario.

Como puede apreciarse, las ideas de corpus y animus domini no han


hecho sino complicar innecesariamente el concepto de
nuestra institución; se trata simplemente de proteger ciertas
situaciones de disfrute, ciertas conductas del hombre respecto de las
cosas. El presupuesto fáctico de la posesión no es por consiguiente
la aprehensión de la cosa ni la posibilidad de aprehenderla, sino un
cierto señorío de hecho sobre ella. La ley determina que debe
entenderse por tal señorío o, para decirlo con mayor precisión, en que
casos la conducta de una persona respecto de una cosa merece la
protección posesoria.

C) distintos modos de adquisición.

Conforme con el código civil argentino (arts. 2375 y siguientes),


la posesión se puede adquirir por ocupación, usurpación o tradición.

Los dos primeros se llaman modos originarios o unilaterales


de adquirir la posesión; originarios porque no existe
ninguna posesión anterior que se una a la siguiente; unilaterales
porque se constituyen por un hecho propio y exclusivo del adquirente.
La tradición, en cambio, es un modo derivado o bilateral de adquirirla.
Derivado porque la nueva posesión deriva de la anterior, uniéndose a
ella, y bilateral, porque la adquisición de la posesión es el resultado de
un acuerdo de voluntades, traducido en la efectiva transferencia de
la posesión.

D) según el código civil argentino se pierde la posesión: 1) por dejar


de existir el objeto; 2) por imposibilidad física de ejercer actos
posesorios; 3) por tradición que el poseedor haga de la cosa; 4)
por abandono voluntario del poseedor capaz; 5) por el hecho de un

tercero que tome la cosa con ánimo de poseerla; 6) por dejar que otro
la usurpe o la posea durante más de un año; 7) por pérdida de la
cosa sin esperanza probable de encontrarla; 8) por actos
del tenedor de la cosa contra el poseedor y que produzcan ese efecto;
y 9) por quedar la cosa fuera del comercio.

Estrictamente, el poder de hecho y de derecho sobre una


cosa material, constituido por un elemento intencional o ánimus (la
creencia y el propósito de tener la cosa como propia) y un elemento
físico o corpus (la tenencia o disposición efectiva de un bien material).
| Tenencia. | Detentación. | Goce o ejercicio de un derecho. | Bien o
cosa poseída. | Apoderamiento del espíritu humano por otro, que lo
domina y gobierna o extravía. | Cópula carnal. | ACTUAL. La del que
ejerce el poder de hecho efectivo en el momento presente o en el de
surgir un conflicto. | Para Escriche, la que va acompañada del goce
real y efectivo de un fundo con percepción de frutos. | ANUAL. Aquella
cuya duración ininterrumpida es por lo menos de un año y un día. |
CLANDESTINA. La que se adquiere o conserva oculta o furtivamente,
sobre todo con respecto a los que pudieran tener interés en conocerla.
| CONTINUA. La mantenida sin interrupción desde su origen hasta el
momento actual o el de una perturbación de hecho. | Por ficción legal,
es continua también la posesión, aun interrumpida, si luego se
recupera legítimamente. | Para Escriche, la consistente en una serie
de actos ciertos que no han sido impedidos por ninguna especie
de oposición natural o civil. | DE ESTADO. Conjunto
de circunstancias de hecho que poseen valor de
derecho en relación con el estado civil de las personas. | EQUIVOCA.
La dudosa en cuanto al derecho o ánimo del poseedor; como
apacentar ganado en un terreno, que puede
ser ejercicio de propiedad, gozo de servidumbre o iniciación
prescriptiva de una u otra. | ILEGÍTIMA. La carente de título, la
fundada en título nulo, la adquirida de modo insuficiente para
crear derechos reales y la adquirida de quien no tenía derecho a
poseer la cosa o a transmitirla. | INMEMORIAL. Para Escriche, la que
excede la memoria de los hombres más ancianos, de suerte que no
hay ninguno que tenga conocimiento de su origen. | JUDICIAL. En
sentido amplio, toda aquella que se obtiene, recupera o conserva
por sentencia de juez o tribunal. | Más estrictamente, la que por acto
de jurisdicción voluntaria otorga un juez o tribunal cuando no procede
el interdicto de adquirir. | LEGÍTIMA. La relativa al ejercicio de
un derecho real cuando se constituya de conformidad a las
disposiciones del texto legal. (V. POSESIÓN ILEGÍTIMA.) |
POR ABUSO DE CONFIANZA. La que se funda en la recepción de
alguna cosa entregada con obligación de restituirla, y que luego se
resiste. | PRECARIA. La meramente tolerada por el propietario o un
justo poseedor. | PRO INDIVISO. La que tienen dos o más personas
sobre una misma cosa, pero concurrentemente, sin conflicto por la
totalidad. | VICIOSA. Aquella que tiene alguno de los defectos que
impiden su consolidación dominical según la usucapión ordinaria. Son
posesiones viciosas la clandestina, la de mala fe, la equívoca, la
precaria y la violenta. | VIOLENTA. La obtenida por la fuerza. | La
obtenida pacíficamente pero tornada hostil ante
la reclamación del propietario o justo poseedor. | Para el Cód. Civ.
arg., la adquirida o tenida por vías de hecho, acompañadas
de violencias materiales o morales, o por amenazas de fuerza, sea por
el mismo que causa la violencia, sea por sus agentes (art. 2.365).
Posesión
Derecho Civil

I. Concepto y caracteres.

A la hora de dar un concepto definiremos la posesión siguiendo a


PEÑA Y BERNALDO DE QUIRÓS como el «derecho real que consiste
en una potestad de inmediata tenencia o goce conferida por
el derecho con carácter provisionalmente prevalente,
con independencia de que exista o no derecho real firme que justifique
la atribución definitiva de esa potestad». JORDANO BAREA destaca
el aspecto externo de la «apariencia o visibilidad exterior de
un derecho real, con independencia de si se tiene o no».

En principio, su naturaleza jurídica es cuestión bastante debatida en


la doctrina; podemos señalar los siguientes caracteres:

1. Se trata de un derecho, es decir, como un ámbito de poder


protegido frente a todos. Indica PEÑA que el hecho de quedar la cosa
sujeta a la acción de nuestra voluntad tiene significación
para adquirir la posesión (art. 438); pero una vez adquirida implica un
ámbito de poder protegido, aunque falte el hecho actual de tener la
cosa (art. 460.4) y aunque en nuestro Código se denomine a veces
el derecho de posesión «posesión como hecho» (art. 445).

2. De los denominados derechos reales, pues confiere un poder


inmediato cobre una cosa protegido frente a todos (arts. 445 y 446).

3. Dentro de los derechos reales se caracteriza la posesión porque su


ámbito de poder consiste en facultades de inmediato goce
o tenencia sobre la cosa, que el derecho protege con carácter
provisionalmente prevalente.

Basten las palabras de PEÑA para aclarar nítidamente


dichas facultades: «el que posee puede retener la cosa, e incluso
tiene, de momento, otras facultades de dominación inmediata (usarla,
recoger los frutos, hacer mejoras), con uno u otro alcance según el
tipo de derecho -exista o no- que por la posesión se exterioriza
(propiedad, usufructo, arrendamiento, etc.); fundamentalmente, tiene
siempre la facultad de tenencia y, si es despojado de la cosa,
la facultad de recuperarla.

Pero estas facultades de dominación inmediata están conferidas con


carácter provisionalmente prevalente. Es decir,
el derecho de posesión (ius possessionis) prevalece de momento (en
los juicios posesorios) incluso frente a la propiedad. Pero sólo de
momento, o sea, mientras no se decida en el juicio correspondiente
(juicio petitorio) quién tiene, en definitiva, la facultad de poseer (ius
posidendi).

JORDANO BAREA y MARTÍN PÉREZ también han insistido en esta


nota de provisionalidad: «la posesión depende siempre en su vida de
que el derecho de mayor rango, de definitiva y plena titularidad real no
venga a desplazarlo. Ante terceros la posesión goza de una tutela tan
amplia -si bien por otros medios- como la de la propiedad u
otro derecho real. Pero ante estos titulares se encuentra en situación
de debilidad que motiva su consideración como derecho provisional».

II. Análisis histórico.

Como afirman PÉREZ y ALGUER, la regulación de la posesión en


el Código Civil español es un conglomerado de principios y conceptos
romanos, germánicos y canónicos, no siempre conexos entre sí y no
todos recogidos de fuentes directas, sino a través de los Códigos
francés, austríaco, italiano y portugués, sin faltar tampoco ideas y
construcciones con propósito de superación original.

Si a ello se une, como señala PASCUAL MARÍN, el sistema


del Derecho inmobiliario, que trata de conciliar la vetusta armazón
del Derecho Civil español con ideas de moderna técnica germánica,
se comprenderá la apariencia totalmente inorgánica de
nuestro derecho de posesión.

Siguiendo al indicado autor, en el Derecho romano la posesión no


constituía un derecho, sino un simple hecho; un hecho con
extraordinaria importancia jurídica y efectos trascendentes.
Era poseedor el que tenía poder de hecho sobre la cosa (el corpus).
Esta tenencia material o física sobre una cosa es lo que se denominó
en el Derecho romano como naturalis possessio. Indica PASCUAL
MARÍN cómo esta relación de hecho se hallaba dotada por
el Derecho de dos efectos importantes: 1.º protección interdictal;
2.º posibilidad de la conversión de la relación de hecho en relación
jurídica de propiedad, por medio de la usucapión.
«Los interdictos suplían la falta de una protección de la propiedad. Allí
donde no cabía la acción reivindicatoria por no
existir propiedad quiritaria, se acudía a los interdictos. De aquí que la
causa possessionis, la razón por la que se había adquirido
la posesión, fuese el criterio decisivo que movía al pretor a conceder la
protección posesoria». Los interdictos, pues, al proteger la posesión,
sin necesidad de invocar ningún derecho, ponen de manifiesto cómo
una simple relación de hecho era de por sí capaz de engendrar un
poder jurídico.

En el Derecho germánico hay que conectar con la institución de la


«Gewere» como estado de derecho.
Dos circunstancias fundamentales se daban en
esta institución del Derecho germánico: 1) un señorío efectivo sobre
una cosa equiparable al corpus de la posesión romana, y 2) una
especialísima y privilegiada posición del titular del goce y señorío con
la cosa. La «Gewere» era heredable. Al fallecer el causante,
el heredero se convertía en un simple continuador de la posesión de
aquél. Y también se caracterizaba porque no sólo se daba sobre
las cosas corporales, sino también sobre derechos susceptibles
de ejercicio duradero. Como ya señaló don JERÓNIMO GONZÁLEZ,
aparece como una relación de la persona a la cosa que, por
el ordenamiento jurídico, era reconocida como forma aparente de
un señorío legítimo sobre la misma. Las consecuencias jurídicas de
esta institución germánica son mucho más amplias y eficaces que la
de la posesión romana, no obstante consistir también en una
simple relación de hecho, pues la «Gewere», como señala PASCUAL
MARÍN, extiende su ámbito a la protección y tutela de los terceros
que, de buena fe, contratan sobre las apariencias.

La regulación que de la posesión hace el Derecho canónico difiere de


la del Derecho romano en dos puntos esenciales. Primero en lo
relativo a la cuasiposesión, pues ampliando
el concepto de posesión se aplicó a toda clase de derechos, en cuanto
fuesen susceptibles de un ejercicio continuado. Y, por otro lado,
tratando de reprimir los actos violentos que perturban
el estado posesorio, aunque éstos partiesen
del legítimo propietario contra el detentador. Como ha señalado
MARTÍN PÉREZ, «se extiende la protección a cualquier detentador,
sin indagación de existencia de título o animus [...]. La protección
posesoria debía ante todo servir para el mantenimiento del status de
hecho constituido y la evitación de la violencia».

- Posición del Código Civil.
Nuestro C.C. regula la posesión en los artículos 430 a 466 (Libro
II, Título V). Pero también deben tenerse en cuenta los artículos 1.940
a 1.960 que tratan de la prescripción del dominio y demás derechos
reales, ya que se refieren a un fundamental efecto de
la posesión como es la usucapión.

Las influencias romanas, germánicas y canónicas, amén de otros


cuerpos legales a que hemos hecho referencia (códigos extranjeros),
están presentes en nuestra historia jurídica. Los antecedentes
germánicos se manifiestan en los fueros medievales.
Las Partidas, Leyes de Toro y Novísima
Recopilación recogen principios romanos. Así, las Partidas (Partida
III, Título 30, Ley 1.ª) la definieron como «tenencia derecha que ome
ha en las cosas corporales con ayuda del cuerpo e del
entendimiento».

Como pone de manifiesto MARTÍN PÉREZ, «la conjunción de


aportaciones apreciables en nuestro Derecho histórico sigue
produciéndose en el articulado del Código Civil,
entrelazándose principios y preceptos de varia procedencia.

Vemos en un mismo artículo, el 430 C.C., primero de los dedicados a


la posesión, se acoge la distinción romana entre posesión natural y
civil, como también son romanos los elementos
de tenencia e intención que allí se requieren para la posesión; en
cambio responde a la influencia canónica la posibilidad de posesión de
los derechos que el mismo artículo reconoce,
en paridad o igualdad con la posesión de las cosas y no como
simple cuasiposesión.

Los artículos 431 y 432 C.C. parecen de inspiración romanista, como


también el concepto del poseedor de buena fe (art. 433). Igualmente
son de ascendencia romana el derecho a la percepción de frutos de
los artículos 451 y ss., o la protección interdictal de los artículos 1.651
y ss. de la L.E.C.

La huella canónica la encontramos -aparte


la posibilidad de posesión de los derechos- en el artículo 446 C.C., en
que se reconoce el derecho de todo poseedor a ser respetado en
su posesión. Como dijimos, la extensión hasta cualquier detentador de
protección posesoria es una de las características
del régimen canónico.

La influencia germánica es visible en artículos como el 448 C.C.,


donde se establece para el poseedor en concepto de dueño
la presunción, que vimos era inherente a la «Gewere», de la existencia
del derecho que por ella se exteriorizaba. También parece de
ascendencia germánica la norma del artículo 440 C.C., por la que se
entiende transmitida la posesión al heredero desde el momento de
la muerte de su causante. Igualmente, el mantenimiento de
la posesión para el despojado durante un año (art. 460.4 C.C.), al
modo de «Gewere ideal» y por plazo correspondiente al de la
posible adquisición de «Rechtegewere» por el nuevo poseedor. Muy
especialmente, el régimen de irreivindicabilidad por
la posesión de bienes muebles del artículo 464 del C.C.

III. Naturaleza jurídica y fundamento.

¿Por qué se protege el hecho posesorio con independencia de


la titularidad?

Siguiendo a JORDANO BAREA nos referiremos seguidamente a las


distintas teorías que se han formulado para explicar su naturaleza
jurídica y fundamento de la protección al poseedor de la cosa.

1. Teoría empírica o de la posesión como mero o simple hecho:


Basada dicha teoría en el conocido texto de PAULO possessio rem
facti, non iuris esse, la posesión en cosa de hecho y no de derecho.
Esta tesis que según JORDANO ha tenido influencia en el artículo 5
de la L.H. (los títulos referentes al mero o simple hecho de poseer no
serán inscribibles), se refleja también en determinados preceptos del
C.C. como en el artículo 430, que define a
la posesión como tenencia de una cosa, o el artículo 445 que habla de
la «posesión como hecho». A nuestro modo de entender tiene razón
JORDANO al decir que «no cabe, desde luego, negar la «facticidad»
de la posesión como poder de facto, pero lo cierto es que engendra
consecuencias jurídicas, convirtiéndose de este modo en un «hecho
jurídico», es decir, en un hecho de gran trascendencia para la paz
social, dotado por ello de eficacia jurídica». (Así el indicado autor pone
como ejemplos los artículos relativos a las presunciones posesorias -
434, 436, 449, 459, 466 y 1.960.2 del C.C. y 35 y 38.1.2 de la L.H.- y
la liquidación del estado posesorio -arts. 451 a 458 del C.C.-).

2. Teoría jurídica o de la posesión como derecho. Ya mantenida en los


textos de PAPINIANO (possessio non tantum corporis, sed et iuris
est), BÁRTOLO y por autores de la talla de IHERING, PUCHTA,
GANS, ENNECERUS, VON THUR, RUGGIERO, FERRARA y en
la doctrina española por MANRESA, SCAEVOLA, SÁNCHEZ ROMÁN,
VALVERDE, CLEMENTE DE DIEGO, PÉREZ GONZÁLEZ y
ALGUER, CASTÁN, HERNÁNDEZ GIL, ESPÍN, LACRUZ, MARTÍN
PÉREZ, ALONSO PÉREZ, etc. Invocándose en nuestro Derecho para
apoyar esta tesis los artículos 438 in fine y 443, que hablan de
la posesión como derecho y de los derechos que de
la posesión nacen, y en el artículo 440 referente a la (sucessio
possessionis) demostrativa de que la posesión en
nuestro ordenamiento es un derecho, junto con
la posesión incorporal del artículo 460.4 y el llamado (ius
possessionis) del artículo 446 (tutela interdictal). Para HERNÁNDEZ
GIL, principal defensor de esta teoría en Derecho español,
«la posesión es el derecho a continuar poseyendo basado en el hecho
de poseer», poniendo de manifiesto que «la posesión, aun nutrida del
máximo contenido fáctico, puede ser integrada en la estructura de
los derechos, ya que implica una atribución, un poder, y
una tutela jurisdiccional, y puede ser concebida como un derecho que
guarda semejanza con los derechos reales, lo cual no quiere decir que
se identifique con éstos; de un lado, porque hay una diferencia de
rango, razón por la que ha sido calificada como
un derecho provisional en cuanto puede ceder o decaer ante
el derecho (definitivo), y de otro lado, porque puede darse fuera de
los derechos reales en virtud de una relación obligacional
(arrendamiento, depósito, comodato, etc.) que desplaza hacia otro
la posesión de la cosa, aunque se conserve
la posesión del derecho (propiedad, usufructo, etc.)». Para ALONSO
PÉREZ, la posesión es un derecho subjetivo análogo al derecho real,
de carácter provisorio y claudicante, siendo una
verdadera institución jurídica. Para MARTÍN PÉREZ -al que citábamos
al principio de este trabajo al comentar los caracteres de la posesión-,
la posesión es un derecho real, si bien su situación de debilidad
motiva su consideración como derecho provisional. LACRUZ la
concibe como derecho subjetivo, absoluto, real y claudicante.

A estos argumentos opone JORDANO que la posesión no tiene


acceso al Registro de la Propiedad, señalando que «si así fuera, no se
comprende por qué la posesión no tiene acceso al R. de la P. (cfr.
arts. 2, 5, 7 y 199 de la L.H. y 7 del R.H.), convirtiéndose de oficio las
antiguas inscripciones de posesión en inscripciones de dominio (art.
355.3 del R.H.) sin perjuicio del régimen de derecho
transitorio (disposición transitoria 4.ª de la L.H. y 5.ª del R.H.). Por
tanto, actualmente esta doctrina de la posesión como derecho
real provisional o claudicante es poco explicativa de
nuestro vigente sistema jurídico, donde por cierto cabría
la inscripción de un derecho real sujeto a condición resolutoria (art. 9.2
de la L.H. y 51.6 del R.H.)».
JORDANO entiende que «más bien se explica nuestro ordenamiento
jurídico actual concibiendo
la posesión como instrumento de publicidad y apariencia, junto al R.
de la P.: la primera es una autopublicación, una publicidad en bruto,
inorgánica, elemental y natural como la vida misma nos la presenta
[...]; el segundo constituye una heteropublicación proveniente de un
órgano y servicio públicos dirigido a hacer patente frente a todos las
situaciones y modificaciones jurídico-reales inmobiliarias».

3. Teoría mixta o de la posesión como hecho y como derecho: ya


sostenida por SAVIGNY; para él la posesión es, al mismo tiempo, un
hecho y un derecho. En sí misma, y por su modo de originarse, es un
solo hecho. Pero el hecho produce consecuencias jurídicas, las que
engendran derecho en el poseedor. En España ha defendido
brillantemente esta teoría GUILLERMO GARCÍA VALDECASAS, para
quien la posesión es, al mismo tiempo, hecho y derecho.

También ALBALADEJO ha sostenido que los dos sentidos de


la posesión (hecho y derecho) vienen a constituir el modo de ser de la
misma: poder de hecho y poder jurídico (derecho). También se
manifiesta en este sentido DÍEZ PICAZO, para quien la posesión nace
como una relación de hecho, mas de una vez nacida se convierte en
una relación de derecho.

4. Teoría de la posesión como apariencia de derecho provisional sobre


las cosas. La mantiene -como se ha expuesto antes- JORDANO
BAREA al señalar que «la posesión no es ni res facti, ni res iuris, ni
mero o simple hecho, ni derecho real provisional; tampoco la suma
o integración de ambas cosas. Sencillamente
la posesión es apariencia de derecho real que goza de
una tutela interina». «La posesión a la vista de los artículos 430 y ss.
del C.C. y de los artículos 1.651 y ss. de la L.E.C. -muy
especialmente, artículos 446, 448 y 464 del C.C. y 1.658 de la L.E.C.-
puede ser considerada como una situación concreta más, donde se
aplica el principio general de protección de la apariencia jurídica en
cuanto dicha apariencia no se esfume. La posesión, interinamente,
funda una apariencia de derecho real. Los interdictos se conceden
al poseedor por reputársele un titular aparente, en aras de la securitas.
Puede explicarse, por tanto, la posesión a la luz de la protección de
la apariencia jurídica provisional. Para JORDANO se está reflejando
continuamente la antítesis realidad jurídica-apariencia jurídica, pues
resulta sintomático que el Código Civil considere la posesión como
una especie de equivalente jurídico del dominio o de los derechos
reales (cfr. 432, 448 y 464) y que en la liquidación del estado
posesorio o regulación de la posesión al extinguirse se contrapongan,
como partes opuestas, el propietario de la cosa frente al poseedor (art.
451); el que le hubiese vencido (o haya vencido) en su posesión (art.
453) el sucesor en la posesión (art. 454) o poseedor legítimo (art. 455)
o conforme a derecho, frente al mismo poseedor. Y según el citado
autor, en el art. 1.685.3 de la L.E.C., se parte de la misma antítesis, ya
que en el juicio posesorio se deja imprejuzgada la cuestión jurídica de
fondo y «se reservará a las partes el derecho que puedan tener sobre
la propiedad o sobre la posesión definitiva, el que podrán utilizar en
el juicio (plenario) correspondiente». Concluye JORDANO diciendo
que posee tanto quien tiene de verdad un derecho real, como quien,
sin tenerlo, parece que lo tiene para ejercitar de hecho un poder sobre
la cosa, bien sin fundamento jurídico alguno o bien por ser titular de
un derecho de tipo obligacional, porque en tema de posesión se
prescinde o abstrae por completo de la titularidad jurídica real, debido
a razones de orden o seguridad pública (pacem servare).

IV. Clases de posesión.

1. Posesión natural y posesión civil. Así señala el artículo 430 del C.C.


que:

Artículo 430: Posesión natural es la tenencia de una cosa o el disfrute


de un derecho por persona. Posesión civil es esa misma tenencia o
disfrute unidos a la intención de haber la cosa o derecho como suyos.

Según PEÑA, el C.C. parece, con este precepto, reducir a dos las


tres categorías tradicionales de posesión o tenencia: una, la posesión
natural, que siempre va a tener la protección interdictal,
pues conforme al artículo 446 la tiene «todo poseedor», y otra
la posesión civil, que además de la protección interdictal, es ad
usucapionem. Dicha posesión es también la que sirve
para adquirir por ocupación, o para adquirir por tradición. Es reiterada
la jurisprudencia que exige para la usucapión la posesión civil. Sólo
el poseedor civil (no es precarista) tiene el derecho de retención a que
se refiere el artículo 453 del C.C. Señala PUIG BRUTAU que
el concepto de posesión natural no debe entenderse en el sentido de
que todo contacto material con la cosa deba de clasificarse
de posesión. Incluso esta posesión natural ha de aparecer como
aquella situación de señorío de hecho sobre una cosa, susceptible
de producir consecuencias jurídicas.

Apunta PUIG BRUTAU que puede existir la duda de si la posesión


civil exige siempre que medie la intención de tener la cosa
con independencia (animus sibi habendi) o si es necesario que
la intención precisamente esté dirigida a tener la cosa en concepto de
dueño (animus domini). El artículo 430 habla literalmente «de
la intención de haber la cosa o derecho como suyos», es decir, como
dueño. Pero en realidad no existe problema en este punto, al admitir
nuestro Código la posesión de derechos, por lo que tanto cabe poseer
la cosa en concepto de propietario como de usufructuario o titular de
otro derecho real susceptible de posesión, con las consecuencias que
en cada caso correspondan. Sólo podrá adquirirse
por usucapión el derecho real en cuyo concepto se posea.

2. Posesión que se ejerce personalmente y posesión que se ejerce en


nombre de otro. A esta categoría se refiere el artículo 431 C.C.

Artículo 431: La posesión se ejerce en las cosas o en los derechos por


la misma persona que los tiene y los disfruta, o por otra en su nombre.

Señala PEÑA que en un principio venía a acogerse como posesión en


«nombre de otro», la del administrador, y también la del arrendatario,
como datario, o cualquier otro que tiene la cosa a consecuencia de
una relación jurídica con otra persona.

Para cierto servidor de la doctrina, este artículo recoge la figura


germánica de servidor de la posesión de otro; el servidor no tiene
la posesión, no está protegido por los interdictos; pero sirve a
la posesión de la persona a la que le une
una relación de independencia (criado, empleado) y puede auxiliar al
titular en la autodefensa. Tiene importancia a
los efectos del artículo 1.905 del C.C.

Para PEÑA, este artículo, en su cometido fundamental, no acoge la


figura del servidor de la posesión, sino que afirma que
el derecho de posesión forma parte del ámbito del derecho en que es
posible el ejercicio por representación (cfr. art. 439). El
solo ejercicio de la posesión en nombre de otro no
hace poseedor al representante (el poseedor es el representante).
Pero también hay casos en que el representante legal o el
administrado reciben la posesión para conservar la cosa en interés y
por cuenta del dominus (cfr., por ejemplo, arts. 432, 463, 1.730, 1.780)
y entonces su posesión -posesión autónoma- tiene propia protección
interdictal.

Para que haya simplemente ejercicio de la posesión en nombre de


otro no es decisiva la relación de independencia: en el ejercicio de
la posesión en nombre de otro puede no
haber relación de dependencia (supuesto del representante legal), y
aun habiendo relación de dependencia puede
haber posesión autónoma del dependiente (cfr. art. 1.587).

Por lo que concluye el citado autor que el artículo 431 no señala, pues,


clases de posesión, sino cómo una misma posesión puede ser
ejercida por su titular o por otro en su nombre.

3. Posesión en concepto de dueño y posesión en concepto distinto. Al


respecto establece el artículo 432 del C.C. que:

Artículo 432: La posesión en los bienes y derechos puede tenerse en


uno de dos concepto: o en el dueño, o en el de tenedor de la cosa
o derecho para conservarlos o disfrutarlos, perteneciendo el dominio a
otra persona.

Estima PEÑA que posee en concepto de dueño el que posee


ostentando el concepto de propietario (por ejemplo, edifica o arrienda
como tal, etc.). El que posee en concepto de titular de un derecho
real (por ej., en concepto de usufructuario) posee en concepto distinto
del de dueño, pero a efectos de la usucapión de ese derecho real,
es poseedor en concepto de dueño (de titular
del derecho correspondiente).

Respecto a los poseedores en concepto distinto pueden ser:


a) poseedores para conservar la cosa o derecho, es decir,
en interés de otro (depositario, administrador, gestor de negocios); b)
o para disfrutarlos, es decir, en interés propio
(usufructuario, usuario, arrendatario, comodatario); c) o
simplemente detentadores (precario).

El fenómeno por el cual el poseedor es un concepto determinado


puede pasar a poseer en otro concepto (por ejemplo, el que posee
en concepto de arrendatario a poseer en concepto de dueño) se
denomina inversión o interversión de la posesión. Produciéndose
según señala PEÑA Y BERNALDO DE QUIRÓS por los mismos
modos por los que el poseedor adquiere o pierde la posesión, siempre
que cambie el propio comportamiento inequívoco
del poseedor en relación con los interesados en la cosa. Nuestro T.S.,
en distintos fallos jurisprudenciales, ha señalado «que no es posible
cambiar el concepto por la mera voluntad del tenedor, sino que
además se requiere la exteriorización de una manifestación fáctica
inequívoca». «No es posible cambiar el concepto por la
mera voluntad y sin un elemento causal o precedente objetivo:
el poseedor por mera tolerancia no puede por su voluntad dejar de
poseer en ese concepto y pasar a poseer en concepto de dueño».
Se pregunta PEÑA qué trascendencia tienen la distinción de poseer
en concepto de dueño o en concepto distinto y llega a las
siguientes conclusiones:

1. Del concepto en que se posee dependen las facultades que


integran, de momento, el contenido del derecho de posesión; por
ejemplo, la facultad de percibir los frutos (aunque sean de buena fe,
no pueden hacerlos suyos los que poseen
en concepto de comodatario) (V. art. 1.741 C.C.). De ello deduce
algún sector de la doctrina que no hay un solo tipo de
derecho de posesión, sino varios, tantos como conceptos en que la
cosa puede ser poseída (PEÑA).

2. «Sólo la posesión que se adquiere y se disfruta en concepto de


dueño -según señala el artículo 447 del C.C.- puede servir
de título para adquirir el dominio» (es decir, para la usucapión) o para
prevalerse del artículo 464.

3. La posesión en concepto de dueño es título de legitimación de la


cualidad de propietario, es decir, signo suficiente que habilita respecto
de todos para la actuación suficiente que habilita respecto de todos
para la actuación como propietario. El poseedor en concepto de dueño
tiene a su favor la presunción legal de que posee con justo título y no
se le puede obligar a exhibirlo según establece el artículo 448 del C.C.
Excepcionalmente a efectos de la usucapión, «el justo título debe
probarse»; no se presume nunca (art. 1.954).

Esta función legitimadora tiene su efecto a favor y en contra


del poseedor. Basta acreditar la posesión en concepto de dueño para
que se tenga por acreditado el dominio y se puedan ejercitar
las facultades que como dueño corresponden (v. gr., acción
de indemnización, tercería de dominio, retracto legal o la acción
negatoria). Pero también a cualquiera le basta con demostrar quién
posee en concepto de dueño, para poder exigir al poseedor lo que
sólo puede exigir a quien es propietario. Por ejemplo, para exigir
la responsabilidad a que se refiere el artículo 1.907 para ejercitar la
acción confesora, etc.

4. Posesión mediata e inmediata. Como señala PUIG BRUTAU


siguiendo a PÉREZ GONZÁLEZ y ALGUER la posesión
mediata presupone que hay un poseedor sin la tenencia material de la
cosa, que ostenta otro, es decir, que el poseedor inmediato conserva y
disfruta la cosa, que ostenta otro, es decir, que el poseedor inmediato
conserva y disfruta la cosa cuyo dominio pertenece a otra persona
como dice el artículo 432 de nuestro Código. La posesión
inmediata está, pues, fundada en un título que autoriza para conservar
y disfrutar una cosa ajena. Esto implica que el poseedor mediato
ostenta una pretensión o derecho que le permitirá recuperar la cosa
(la posesión inmediata) en el momento oportuno. El poseedor mediato
es un poseedor superior, que tiene una posesión actual, no una
mera expectativa de posesión futura. Aunque en los casos
de usufructo, prenda, etc., hay efectivo desplazamiento de la cosa,
el propietario no pierde la ocasión, pues no está en el supuesto
del artículo 460.2 (cesión de la posesión) ni en ninguna de
las hipótesis del artículo 438, ni se trata de una interrupción que
obligue a aplicar el artículo 459, ni es necesaria
la ficción del artículo 466. Todo ello, simplemente porque
el propietario gravado para nada deja de ser poseedor en virtud
del artículo 432.

También señala PUIG BRUTAU que tampoco cabe dudar de que


la posesión inmediata tiene que ser expresión de un derecho limitado
en cuanto a su contenido al derecho superior. Incluso cabe más de
una derivación de derechos con el correspondiente fenómeno de un
escalonamiento de mediaciones posesorias. Dicen PÉREZ y
ALGUER: «El que tiene una cosa en arrendamiento por obra
de usufructuario será poseedor inmediato de la cosa, puesto que la
tiene y la ocupa materialmente,
y mediador posesorio del usufructuario (de quien deriva su posesión),
y ésta, a su vez, respecto a la cosa será mediador posesorio del
dueño».

Como señala PEÑA, sobre una misma cosa cabe una cabalgata de
posesiones, es decir, que distintos sujetos
tengan derecho de posesión siempre que se trate de conceptos
diversos y compatibles (pues, en otro caso, no serían posibles las
diversas posesiones: cfr. art. 445); uno posee en concepto de dueño,
otro de usufructuario, otro de arrendatario; otro de subarrendatario,
otro de depositario, etc. De todos ellos tiene la posesión inmediata el
que está en inmediación con la cosa; los demás tienen la posesión
mediata, es decir, poseen a través del poseedor inmediato
o mediador posesorio.

VALLET no estima procedente aceptar esta distinción entre posesión


mediata e inmediata en derecho español, pues considera más sencillo
distinguir entre el poseedor del dominio de una cosa y
el poseedor material que sólo posee efectivamente
ciertas facultades sobre ésta.

Otros autores (GARCÍA VALDECASAS, CASTÁN, BONET) opinan


que la base para distinguir entre posesión mediata e inmediata se
halla en nuestro derecho, en el artículo 431 y no en el artículo 432 del
C.C. Otro autor, MARTÍN PÉREZ, trata de interpretar conjuntamente
los artículos 431 y 432 de manera que el primero reconocería
una posesión espiritualizada y sin poder de hecho que otro ejercería,
mientras que el segundo permitiría reconocer también
como posesión la tenencia para conservar y disfrutar una cosa,
perteneciendo el dominio a otra persona. La jurisprudencia ha tenido
en cuenta la diferencia entre posesión mediata e inmediata y
generalmente la ha mantenido a base del artículo 432 del C.C.,
aunque en alguna ocasión ha invocado al respecto el artículo 431.

5. Posesión de buena fe y de mala fe: a ella se refiere el artículo 433 y


los artículos 434, 435 y 442, que disponen:

Artículo 433: Se reputa poseedor de buena fe al que ignora que en


su título o modo de adquirir exista vicio que lo invalide.

Se reputa poseedor de mala fe al que se halla en el caso contrario.

Artículo 434: La buena fe se presume siempre, y al que afirma la mala


fe de un poseedor corresponde la prueba.

Artículo 435: La posesión adquirida de buena fe no pierde ese


carácter, sino en el caso y desde el momento en que existan actos
que acrediten que el poseedor no ignora que posee la cosa
indebidamente.

Artículo 442: El que suceda por título hereditario no sufrirá las


consecuencias de una posesión viciosa de su causante, si no se
demuestra que tenía conocimiento de los vicios que la afectaban; pero
los efectos de la posesión de buena fe no le aprovecharán sino desde
la fecha de la muerte del causante: Se trata, como dice PEÑA, de un
caso más en que el derecho tiene en cuenta la buena fe para evitar
que tenga el mismo amparo el que se comporta deshonestamente.

Según el citado autor esta distinción tiene trascendencia, pues de:

1.º La buena o mala fe van a depender de los efectos del ejercicio que


se hizo de las facultades de dominación inmediata (frutos, mejoras,
etc.) cuando se descubre que la posesión no correspondía
al poseedor.

2.º La buena fe acorta los plazos para la usucapión.


3.º Sólo el que adquiera de buena fe tiene la protección del
los artículos 464 y 1.473 del C.C. o la del Registro de la
Propiedad (cfr. art. 34 de la L.H.).

6. Posesión viciosa y no viciosa. Ésta es la que se adquiere nec vi,


nec clam, nec precario; aquélla, la que tiene lugar por la
simple voluntad del titular: la prohíben los artículos 441 y 444; puede
purificarse por el transcurso de un año desde que cese la violencia o
la clandestinidad (art. 460.4).

V. Adquisición de la posesión.

Trataremos de precisar los elementos personales, reales y formales


que son necesarios o que debe concurrir para que pueda adquirirse
la posesión.

- Elementos personales.

Puede adquirir la posesión, tanto una persona física como


una persona jurídica (art. 38 del C.C.), se precisa en principio sólo
la capacidad natural, por ello dispone el artículo 443 del C.C. que «los
menores y los incapacitados pueden adquirir la posesión de las cosas;
pero necesitan de la asistencia de sus representantes legítimos para
usar de los derechos que de la posesión nazcan a su favor». Puede
adquirirse tanto personalmente como por medio de representante,
estableciendo a este respecto el artículo 439: «Puede adquirirse
la posesión por la misma persona que va a disfrutarla, por
su representante legal, por su mandatario y por un tercero sin
mandato alguno; pero en este último caso no se entenderá adquirida
la posesión hasta que la persona en cuyo nombre se haya verificado
el acto posesorio lo ratifique».

Produciéndose la situación de coposesión cuando la posesión, en el


mismo concepto, está atribuida a diferentes personas. Y no cabe que
la posesión sea atribuida, en el caso de indivisión; así lo establece
el artículo 445, inciso primero, del C.C., al decir que: «La posesión,
como hecho, no puede reconocerse en dos personalidades distintas
fuera de los casos de indivisión».

Como ha señalado PEÑA, la coposesión es un supuesto


de comunidad de derechos, en este caso, del derecho de posesión.
Se aplican, por tanto, las reglas de los artículos 392 y ss.
Cualquier poseedor puede en beneficio común ejercitar
las facultades de defensa de la posesión, y usucapir para todos, por
ello establecen los artículos 1.933 y 450.
Artículo 1.933: la prescripción ganada por un copropietario
o comunero aprovecha a los demás.

Artículo 450: cada uno de los partícipes de una cosa que se posea en


común se entenderá que ha poseído exclusivamente la parte que al
dividirse le cupiere durante todo el tiempo que duró la indivisión.

La interrupción en la posesión del todo o parte de una cosa poseída


en común perjudicará por igual a todos.

Además, señalaremos que en el artículo 445 se basa la doctrina para


distinguir entre posesión exclusiva y coposesión.

- Elementos reales.

Viene delimitado por el artículo 437 que establece que «sólo pueden


ser objeto de posesión las cosas y derechos que sean susceptibles de
apropiación». A continuación, siguiendo a PEÑA haremos referencia a
la posesión sobre derechos que no fue admitida en el Derecho
romano, pues sobre los derechos sólo cabe el usus. Pero en
el Derecho justinianeo se admitió con el nombre de quasi possessio,
la posesión de derechos reales (particularmente,
la posesión del usufructo y de las servidumbres prediales). Nuestro
C.C. habla de la posesión de derechos en los artículos 430 y 437.
Estima PEÑA que en rigor no se trata de posesión que tenga por
objeto derechos, sería un caso (imposible siempre) de derechos
sobre derechos. En estos supuestos, la posesión recae sobre las
mismas cosas, y el derecho no es lo poseído, sino la medida de
las facultades de tenencia y disfrute que constituyen de momento el
contenido de la posesión. Para el citado autor pueden ser objeto
del derecho de posesión todos aquellos derechos reales o personales
que impliquen facultades de inmediata tenencia o disfrute como ocurre
con los derechos de usufructo, uso,habitación, o, con los
del arrendatario, depositario, etc.

En cuanto a los actos posesorios, se refieren los artículos 444 y 441


que establecen que «los actos meramente tolerados, y los ejecutados
clandestinamente y sin conocimiento del poseedor de una cosa o
con violencia, no afectan a la posesión». «En ningún caso puede
adquirirse violentamente la posesión mientras exista un poseedor que
se oponga a ello. El que se crea con acción o derecho para privar a
otro de la tenencia de una cosa siempre que el tenedor resista la
entrega deberá solicitar el auxilio de la autoridad competente».
También está relacionado el artículo 463 que dispone que «los actos
relativos a la posesión ejecutados o consentidos por el que posee una
cosa ajena como mero tenedor para disfrutarla o retenerla en
cualquier concepto no obligan ni perjudican al dueño, a no ser que
éste hubiese otorgado a aquél facultades expresas para ejecutarlo o
los ratificare con posterioridad».

- Elementos formales.

En cuanto a los medios de adquirir la posesión se refiere


el artículo 438 que establece: «La posesión se adquiere por
la ocupación material de la cosa o derecho poseído o por el hecho de
quedar éstos sujetos a la acción de nuestra voluntad o por los
actos propios y formalidades legales establecidas para adquirir tal
derecho».

Los dos primeros medios parecen de adquisición originaria y el último


derivativo. Quizá fuera preferible hablar
de adquisición por aprehensión real o material, por aprehensión ficticia
y pos disposición de la ley.

Referencia a la posesión civilísima: el artículo 440 del C.C.

Dicho precepto (art. 440 del C.C.) señala que «la posesión de los


bienes hereditarios se entiende transmitida
al heredero sin interrupción y desde el momento de
la muerte del causante. En el caso de que llegue a adirse la herencia»,
añadiendo en su párrafo 2 que «el que válidamente repudia
una herencia se entiende que no la ha poseído en ningún momento».
Este artículo ha sido bastante discutido, pues se ha planteado en
la doctrina si encarna supuesto de posesión civilísima, que es la
adquirida ope legis, por pura eficacia de la declaración legal,
sin necesidad de acto alguno de aprehensión material. Sobre
este precepto se ha discutido sus antecedentes germánicos y
romanos y su relación con la institución del saisine hereditaria.
Prescindiendo de estos antecedentes históricos, nos limitaremos a las
autorizadas opiniones doctrinales de los autores que han estudiado
el precepto, fundamentalmente GUILLERMO GARCÍA VALDECASAS
y ROCA SASTRE, así como la jurisprudencia del T.S.

Para GARCÍA VALDECASAS, quien en su artículo «La adquisición de


la herencia en derecho español» pone de manifiesto que en virtud de
tal precepto el heredero adquiere una posesión incorporal sobre los
bienes de la herencia que implica la facultad de ejercitar la acción
correspondiente para que se convierta en material. Así,
el heredero puede utilizar el interdicto de adquirir para dar contenido a
la posesión obtenida por vía civilísima o por efecto de
la declaración legal.

La sentencia de 9 de junio de 1964 puso de manifiesto que


«la institución de la saisine y en España sus reflejos en la ley 45 de
Toro, introducen en la doctrina del Derecho
común el concepto de posesión civilísima, así llamada según
ANTONIO GÓMEZ [...], que no se recoge fielmente en el artículo 440
del C.C. español, pues la posesión sólo se entiende transmitida desde
la aceptación de la herencia y por ello el llamado no aceptante no la
tiene, pero el que acepta sí, siguiendo con ello el sistema, si bien una
vez aceptada la herencia, la adquisición de la posesión ya tiene lugar
con arreglo al sistema germánico por ministerio de la ley,
produciéndose ipso iure sin necesidad de la aprehensión material de
la cosa con ánimo de tenerla para sí, como el Derecho romano exigía
retrotrayéndose también sus efectos al momento de
la muerte del causante, pero de manera forzosa y necesaria, ya
favorezca, ya perjudique al heredero [...]».

ROCA SASTRE, en su trabajo «La adquisición hereditaria de la


posesión», ha demostrado cómo el sistema germánico y sistema
romano pueden interpretarse unitariamente en este punto. No es
cierto, dice ROCA, que en el sistema romano no pase
al heredero nada de la posesión del causante, pero tampoco lo es que
en el sistema germánico pase al heredero toda la posesión que tenía
el difunto. Ha de reconocerse que por la sucesión pasan
al heredero los derechos o efectos jurídicos derivados de
la posesión del causante, que por ello mismo forman parte del ius del
difunto. Entre estos derechos destacan
«la posibilidad de adquirir por usucapión la cosa poseída, las acciones
posesorias y en cierta manera la adquisición de frutos en
la posesión de buena fe».

Observa ROCA SASTRE que este sistema no coincide con el


de saisine francés o alemán. La saisine produce en Francia el efecto
de «atribuir a los herederos que gozan de ella la facultad de
tomar posesión por su propia autoridad de los bienes hereditarios,
sin necesidad de tener que pedir ni al Juez ni a nadie que se les
ponga en posesión de los mismos, como ocurre con los sucesores
irregulares desprovistos de saisine».

Señala PUIG BRUTAU, a quien estamos siguiendo en esta materia,


que no es éste el sistema romano. Pero no habría inconveniente en
admitir dentro del mismo campo romanista, que al posesión se
transmite ipso iure al heredero, siempre que por posesión se entienda
en este caso las consecuencias jurídicas que tenía
el causante susceptibles de aprovechar al heredero y que
sustancialmente son las tres indicadas en 1) usucapión; 2) acciones
posesorias; 3) adquisición de frutos. En este sentido debe
desaparecer el problema de si es transmisible
por herencia la posesión del causante. Lo que sucede es que el
sistema germánico llama posesión a la atribución por la ley
al heredero de la condición de poseedor de los bienes que poseía
el causante. «Éste es -dice ROCA- el verdadero significado de la
llamada posesión civilísima».

Para PEÑA Y BERNALDO DE QUIRÓS estamos ante un caso


de posesión civilísima porque se transmite ipso iure, sine facto
hominis. El heredero sin necesidad de que por autoridad alguna se le
confiera la posesión, ni de aprehensión material de la cosa, pasa a ser
automáticamente poseedor con las facultades y con la protección
(incluida la interdictal) que constituyen el contenido
del derecho de posesión.

No corresponde al legatario (Sent. 9 de junio de 1947).


El legatario para adquirir la posesión, necesita que le pongan
en posesión los herederos o el albacea autorizado al efecto (cfr. art.
885); mientras tanto, no puede en su caso, ejercitar el desahucio.

Apartándose del sistema anterior que, sin embargo, conocía


la posesión civilísima en la sucesión de los mayorazgos (Ley 45 Toro)
el C.C. sigue el sistema germánico de adquisición ipso iure de
la posesión, «le mort saisit le vif», típico del Código francés y del
italiano de 1865. Por ello, señala PEÑA, que el
llamado interdicto de adquirir con el cambio de sistema, ha perdido
mucho de su significado anterior. Aunque quepa todavía a su amparo
conseguir, en ciertos supuestos, la defensa procesal de
la posesión cuando este derecho sea pretendido por diferentes
personas a título de heredero (cfr. arts. 1.641 y ss. de la L.E.C.).

VI. Contenido del derecho de posesión.

En cuanto a los efectos que produce la posesión debemos distinguir


dos momentos: a) durante la posesión; b) liquidación del estado
posesorio.

Así, a) durante la posesión:

1. Facultades. El que posee tiene, de momento, más o


menos facultades de dominación inmediata (retener la cosa, usarla,
recoger los frutos, hacer mejoras), según sea el concepto en que se
posea (propietario, usufructuario, arrendatario); en todo caso tiene, de
momento, la facultad de inmediata tenencia que ordinariamente puede
ejercitar por sí o por medio
de representante (administrador, depositario).

2. Efectos especiales de la posesión en concepto de dueño; a) se


presume que el poseedor tiene justo título (art. 448), salvo para
la prescripción, en que tiene que probarlo (art. 1.954); b) Sólo
esta posesión en concepto de dueño puede transformarse
en dominio por prescripción (arts. 477 y 1.941), y c) en general y
mientras no sea vencido por otro de
mejor derecho el poseedor en concepto de dueño actúa como un
verdadero dueño según la doctrina jurisprudencial.

3. Protección posesoria. Todo poseedor puede utilizar la protección


que le concede el ordenamiento jurídico (art. 446). PEÑA señala los
siguientes medios:

1.º La autotutela o defensa propia. Se entiende en tanto el despojo no


ha sido ya consumado, pues «en ningún caso -conforme preceptúa
el artículo 441 del C.C.- puede adquirirse violentamente
la posesión mientras exista un poseedor que se oponga a ello. El que
se crea con acción o derecho para privar a otro de la tenencia de una
cosa siempre que el tenedor resista la entrega deberá solicitar
el auxilio de la autoridad competente».

2.º Los medios procesales típicos de defensa posesoria (interdictos).

3.º Excepciones y acciones en uso de sus facultades.

4.º Las acciones que defienden la propiedad cuando baste para


su ejercicio la posesión en concepto de dueño.

5.º Los requisitos que se exigen a las acciones que defienden


la propiedad para que puedan triunfar frente al poseedor.

6.º Los medios de defensa que se derivan del Código Penal en las


figuras que impiden la adquisición violenta o clandestina de
la posesión (robo, hurto, etc.) y en el que el resultado procesal puede
ser la reposición en la posesión.

7.º Los de defensa de las situaciones de hecho en caso de actuación


administrativa (arts. 125 de la L. de Exp. Forzosa y 193.3.a de la L. de
R. y D.A.).

8.º Como la protección de la posesión es manifestación del orden


público corresponde también su protección a la autoridad gubernativa
(art. 104 de la Constitución).

4. Presunciones posesorias de que goza todo poseedor se refieren los


arts. 434, 435, 436, 442, 448, 449, 450 y 466, que establecen:

Artículo 434: La buena fe se presume siempre, y al que afirma la mala


fe de un poseedor corresponde la prueba.

Artículo 435: La posesión adquirida de buena fe no pierde este


carácter sino en el caso y desde el momento en que existan actos que
acrediten que el poseedor no ignora que posee la cosa
indebidamente.

Artículo 436: Se presume que la posesión se sigue disfrutando en el


mismo concepto en que se adquirió, mientras no se pruebe lo
contrario.

Artículo 442: El que suceda por título hereditario no sufrirá las


consecuencias de una posición viciosa de su causante, si no se
demuestra que tenía conocimiento de los vicios que la afectaban; pero
los efectos de la posesión de buena fe no le aprovecharán sino desde
la fecha de la muerte del causante.

Artículo 448: El poseedor en concepto de dueño tiene a su favor


la presunción legal de que posee con justo título y no se le puede
obligar a exhibirlo.

Artículo 449: La posesión de una cosa raíz supone la de los muebles y


objetos que se hallen dentro de ella, mientras no conste o se acredite
que deben ser excluidos.

Artículo 450: Cada uno de los partícipes de una cosa que se posea en


común se entenderá que ha poseído exclusivamente la parte que al
dividirse le cupiere durante todo el tiempo que duró la indivisión.
La interrupción de la posesión del todo o parte de una cosa poseída
en común perjudicará por igual a todos.

Artículo 459: El poseedor actual que demuestre su posesión en época


anterior se presume que ha poseído también durante el tiempo
intermedio, mientras no se pruebe lo contrario.
Artículo 466. El que recupera, conforme a derecho,
la posesión indebidamente perdida, se entiende para todos
los efectos que puedan redundar en su beneficio que la ha disfrutado
sin interrupción.

Controversias posesorias.

Sobre la base de que la posesión, como hecho, no puede reconocerse


en dos personalidades distintas, fuera de los casos de indivisión (art.
445.1), establece el Código las reglas por las cuales ha de
determinarse quién es poseedor en caso de que se discuta entre
varios la posesión de hecho, diciendo que será preferido
el poseedor actual; si resultaren dos poseedores, el más antiguo; si las
fechas de las posesiones fueren las mismas, el que presente título, y
si todas estas condiciones fuesen iguales, se constituirá en depósito o
guarda judicial la cosa mientras se decide sobre
su posesión o propiedad por los trámites correspondientes (art. 445).

Este precepto, como ha señalado VALLET DE GOYTISOLO, tiene


una función de resolver los conflictos especiales de posesión cuando
los interdictos posesorios ni las reglas del artículo 446 no puedan
solucionarlos. Y entiende el citado autor que el juicio posesorio sólo
procede en defecto de título.

Pérdida de la posesión.

Viene regulada, aunque sin afán limitativo, en el artículo 460.

Artículo 460: El poseedor puede perder su posesión:

1.º Por abandono de la cosa.

2.º Por cesión hecha a otro por título oneroso o gratuito.

3.º Por destrucción o pérdida total de la cosa, o por quedar ésta fuera


del comercio.

4.º Por la posesión de otro, aun contra la voluntad del


antiguo poseedor, si la nueva posesión hubiese durado más de un
año.

Y decimos sin afán limitativo, pues es necesario matizar:

El legislador se olvida de la causa más lógica y corriente como es


el ejercicio de la acción reivindicatoria. De los cuatro supuestos que
establece el precepto, los dos primeros lo son de pérdida voluntaria y
los otros dos de pérdida involuntaria. Mientras los tres primeros
pueden conllevar la pérdida de la propiedad, el último es el
verdaderamente característico de la posesión e implica
una prescripción de la acción posesoria interdictal. Desde luego nada
impide que pueda el antiguo poseedor recuperar
su posesión mediante el ejercicio de la acción reivindicatoria si
fuere propietario o simplemente por tener mejor derecho.

Efectos que produce la posesión al extinguirse. Liquidación del estado


posesorio.

a) Derechos del poseedor de buena fe.

Según el artículo 451 del C.C., «el poseedor de buena fe hace suyos


los frutos percibidos mientras no sea
interrumpida legalmente la posesión.

Se entiende percibidos los frutos naturales e industriales desde que se


alzan o separan.

Los frutos civiles se consideran producidos por días y pertenecen


al poseedor de buena fe en esa proporción».

Señala PUIG BRUTAU que la terminación del estado de posesión de


buena fe por efecto de la citación
judicial del poseedor a instancia del propietario es consecuencia
del derecho real de éste frente a la situación
del poseedor, subordinado a la propiedad. Por ello, cuando
la interpelación judicial se ha hecho a instancia de quien no es titular
del dominio, aunque tenga un derecho real a adquirirlo, como en la
acción de retracto legal, el T.S. ha negado que se produzcan los
mismos efectos interruptivos de la posesión.

Señala el artículo 452 que «si al tiempo en que cesare la buena fe se


hallaren pendientes algunos frutos naturales o industriales, tendrá
el poseedor derecho a los gastos que hubiese hecho para
su producción y además a la parte del producto líquido de la cosecha
proporcional al tiempo de su posesión.

Las cargas se prorratearán del mismo modo entre los dos poseedores.

El propietario de la cosa puede si quiere conceder al poseedor de


buena fe la facultad de concluir el cultivo y la recolección de los frutos
pendientes, como indemnización de la parte de gastos de cultivo y
del producto líquido que le pertenece; el poseedor de buena fe que por
cualquier motivo no quiera aceptar esta concesión perderá
el derecho a ser indemnizado de otro modo».

Y establecen los artículos 453 y 454 que «los gastos necesarios se


abonan a todo poseedor; pero sólo el de buena fe podrá retener la
cosa hasta que se satisfagan.

Los gastos útiles se abonan al poseedor de buena fe con el


mismo derecho de retención, pudiendo optar el que le
hubiese vencido en su posesión por satisfacer el importe de los
gastos, o por abonar el aumento de valor que por ellos haya adquirido
la cosa.

»Los gastos de puro lujo o mero recreo no son abonables al poseedor


de buena fe; pero podrá llevarse los adornos con que hubiese
embellecido la cosa principal si no sufriere deterioro, y si el sucesor en
la posesión no prefiere abonar el importe de lo gastado».

b) Obligaciones del poseedor de buena fe.

Según el artículo 457 el poseedor de buena fe no responde


del deterioro o pérdida de la cosa poseída fuera de los casos en que
se justifique haber procedido con dolo...

c) Derechos del poseedor de mala fe.

No tienen ningún derecho a los frutos, aunque, como dice CASTÁN


los gastos que este poseedor haya realizado para que se produzcan
los que percibirá quien le suceda en la posesión, deberán
serle abonados para evitar un enriquecimiento injusto.

Estableciendo el artículo 455 que «el poseedor de mala fe abonará


los frutos percibidos y los que el poseedor legítimo hubiera podido
percibir, y sólo tendrá derecho a ser reintegrado de los gastos
necesarios hechos para la conservación de la cosa. Los gastos
hechos en mejoras de lujo y recreo no se abonarán al poseedor de
mala fe; pero podrá éste llevarse los objetos en que esos gastos se
hayan invertido, siempre que la cosa no sufra deterioro y
el poseedor legítimo no prefiera quedarse con ellos abonando el valor
que tengan en el momento de entrar en la posesión».

d) Obligaciones del poseedor de mala fe.

Además de las obligaciones que resultan del anterior artículo 455,


preceptúa el artículo 457 que «[...] el poseedor de mala fe responde
del deterioro o pérdida en todo caso, y aun de los ocasionados
por fuerza mayor cuando maliciosamente haya retrasado la entrega de
la cosa a su poseedor legítimo».

e) Régimen de las mejoras.

Viene regulado en los artículos 456 y 458 del C.C. que establecen que
«las mejoras provenientes de la naturaleza o del tiempo, ceden
siempre en beneficio del que haya vencido en la posesión. [...] El que
obtenga la posesión no está obligado a abonar mejoras que hayan
dejado de existir al adquirir la cosa».

Protección procesal típica de la posesión.

Señala el artículo 446 que «todo poseedor tiene derecho a ser


respetado en su posesión, y si fuere inquietado en ella deberá ser
amparado o restituido en dicha posesión por los medios que las leyes
de procedimientos establecen». Estos medios son los interdictos de
retener y de recobrar, regulados en los artículos 1.651 y ss. de la
L.E.C., y que dado su carácter procesal orillamos remitiéndonos a la
voz oportuna. Señala PEÑA que para cierto sector de la doctrina y
para bastantes sentencias, la protección de la posesión no se agota
con los interdictos posesorios porque también es posible, en juicio
ordinario, recuperar la posesión mediante el ejercicio de la
acción publiciana; se opone por otros autores que las acciones
posesorias (también la acción para recobrar la posesión) prescriben,
en todo caso, al año (cfr. art. 1.968).

Posesión actual
Se dice de la que se ejerce de hecho y efectivamente en el momento
presente o en el momento de surgir un conflicto sobre ella.

Posesión civil
[DCiv] Consiste en la tenencia de una cosa o el disfrute de
un derecho pero unidos a la intención de convertirlos en propios, en
ser dueño de los mismos. Se contrapone a la posesión natural, pues
conlleva, junto al corpus, el denominado animus rem sibi habendi, es
decir, la intención de convertirse en dueño de los mismos.
CC, art. 430.
Equivale a un grado superior a la posesión natural, gozando su titular
de una mayor protección jurídica. Se integra con el mismo
elemento básico que la posesión natural: el hecho de la tenencia o
disfrute de la cosa; pero, además, ha de tener
el poseedor la intención de tener la cosa como propia. Los efectos de
la posesión civil son, además de los propios de la posesión
natural (tutela interdictal), la de que
el poseedor puede adquirir el dominio por prescripción adquisitiva.
La intención de tener la cosa como propia no implica que
el poseedor la tenga con la intención o pretensión de ser su dueño.

Código civil, artículos 430, 432, 447 y 448.

Posesión civilísima
[DCiv] Posesión que reconoce directamente el ordenamiento
jurídico en determinados supuestos aunque no se haya
aprehendido material y físicamente la cosa o derecho objeto de la
misma. Dos son los casos que prevé el CC: 1) posesión del despojado
del art. 460.4, ya que se presume que, durante el año siguiente a
haber perdido la posesión, continúa en la misma, y
2) posesión del heredero, pues, aunque todavía no haya aceptado
la herencia, se entiende que posee los bienes
y derechos del causante desde que fallece si llega a aceptarla, (art.
440).
£2Si CC, arts. 460.4,440.

Es la posesión del que, careciendo de la tenencia de la cosa, goza de


la eficacia posesoria por disposición legal. Hay posesión aunque no
exista el hecho físico de la misma. Se producen las consecuencias
jurídicas de la posesión, como la tutela interdictal, sin aparecer
el presupuesto de hecho que las justifica habitualmente. Así ocurre
con los bienes hereditarios que se entienden poseídos por
el heredero desde la muerte del causante, siempre que
dicho heredero acepte la herencia. El heredero adquiere
una posesión civilísima o posesión incorporal sobre los bienes relictos
por expresa disposición legal que le faculta para ejercitar
el interdicto de adquirir. Además de los casos previstos expresamente
en la ley, existirá posesión civilísima siempre que resulte de manera
implícita de la normativa legal o sea necesario estimar que hay
dicha posesión para que la protección jurídica deseada opere
adecuadamente.
Código civil, artículos 435, 440 a 442, y 445.

Véase Protección posesoria del heredero.

Posesión clandestina
Se designa así cuando los actos por los cuales se toma
tal posesión fueron ocultos o realizados en ausencia del poseedor; o
con precauciones para sustraerla al conocimiento de los que
tenían derecho a oponerse.

Posesión continua
Es la mantenida sin interrupción. Posibilita la usucapión.

Posesión de buena fe
Es un concepto que condiciona los efectos jurídicos del
hecho posesorio, especialmente en relación con la liquidación del
estado posesorio y con la prescripción adquisitiva. Los requisitos que
configuran la buena fe son los que, al no concurrir, perfilan
el concepto contrapuesto de la posesión de mala fe. Referida a
la posesión en general, la buena fe consiste en
el estado de ignorancia en que está el poseedor respecto a la
existencia de algún vicio en el título o modo de adquirir. Referida a
la prescripción adquisitiva, consiste en la creencia del poseedor de
que la cosa se ha adquirido de quien podía transmitir el dominio.
En definitiva, la buena fe del poseedor puede considerarse
como requisito negativo: ignorancia de un vicio invalidante del título o
modo de adquirir; o como requisito positivo: creencia de que el
transmitente de la cosa era su dueño.

Código civil, artículos 433 a 435, 451 a 457, 1.950 y 1.953.

Ver Poseedor de buena fe.

Posesión de buena fe y de mala fe


[DCiv] Poseedor de buena fe es el que cree que
la adquisición efectuada de su derecho carece de vicio alguno y que
es válida. Se trata de un estado psicológico por el que una persona
cree en la validez del título por el que adquiere. La buena fe en
la posesión es uno de los requisitos para la usucapión ordinaria.
La mala fe es el caso contrario, el que conoce que su título está
viciado.
CC, arts. 433, 1.950.
Posesión.

Posesión de estado
(Derecho Civil) Apariencia de un estado (en el derecho de familia).
La integran tres elementos, designados por las tres palabras latinas
siguientes:
Nomen: la persona lleva el nombre correspondiente al estado que
posee. Tractatus: a la persona se la considera por sus vinculaciones
(su familia). Fama: la persona tiene la reputación a los ojos
del público de poseer el estado que aparece.

A) hay posesión de estado cuando alguien disfruta de


determinado estado de familia, con independencia del titulo sobre el
mismo estado.

Esta noción ha sido obtenida por analogía con la posesión de las


cosas.

Pues así como hay posesión cuando alguien detenta una cosa en


su poder con la intención de comportarse como dueño de ella, y por
tanto aprovechar los beneficios que rinde según su naturaleza, en el
orden de la familia hay posesión de estado cuando alguien ocupa una
determinada situación familiar -de hijo, padre, esposo, etcétera-

y goza de hecho de las ventajas anexas a la misma soportando


igualmente los deberes inherentes a esa situación.

Adviértase que, por lo general, como ocurre también tratándose de las


cosas, quien ejerce posesión de estado, tiene también título a
ese estado. E s el caso del esposo que ha
contraído matrimonio inscripto en el Regístro -por eso tiene titulo- y
que cohabita con su mujer, en esa calidad-posesión del estado de
marido-. O es el hijo legítimo inscripto en el Registro civil o
extramatrimonial reconocido por su padre o madre o por ambos-por
eso tiene título de hijo-, que recibe de sus padres el trato de tal,
conviviendo con ellos-posesión del estado de hijo-.

Pero ésto, que es lo normal, puede no ser así y aparecer disociados


el título de estado y la posesión de estado. Es lo que ocurre con el hijo
extramatrimonial que ha sido reconocido por el padre pero a quien
está ha abandonado llevando una vida al margen de la del hijo. Es
también lo que ocurre cuando el padre vive con el hijo
extramatrimonial, o se preocupa por el proveyendo a
su educación y subsistencia, pero se abstiene de reconocerle
formalmente.

En el primero de estos dos supuestos, el hijo tiene título de estado de


hijo, pero no posesión de ese estado. En el segundo de los supuestos,
el hijo tiene posesión del estado de tal, pero carece de título.

B) elementos de la posesión de estado.

Acerca de la apreciación de cuales son los elementos integrantes de


la noción de posesión de Estado se ha cumplido una evolución
interesante.

1) para los glosadores y principalmente los canonistas tres eran los


elementos integrantes de la posesión de estado: nomen, tractatus y
fama.

El nomen consistía en el uso por el hijo del apellido del padre o madre.


El tractatus aludía al trato de hijo recibido por este de sus padres o de
su padre o madre. La fama señalaba la voz pública con respecto a
la paternidad o maternidad del hijo atribuida a tal o cual persona.

Según esta opinión para que el hijo estuviera


en posesión del estado de tal, debía tener el apellido del padre o
madre, recibir el trato de hijo y serlo según la creencia de la gente.
Esta concepción ha sido actualmente abandonada.

2) para Demolombe, la posesión de Estado se integra con elementos


análogos a los de la posesión de las cosas. Y así como está para ser
eficaz ha de reunir cuatro características: continuidad, publicidad,
inequivocidad y buena fe, igualmente se piden estas calificaciones
para la posesión de estado.

Pero se ha observado que el estado civil es algo fundamentalmente


distinto de las cosas, por lo que no es dable exigir a su respecto lo que
puede exigirse para los objetos materiales. Concretamente,
la clandestinidad no obsta a la posesión de un determinado estado de
familia, ni la discontinuidad puede hacer cesar los efectos de
una posesión anterior que es irrevocable, ni en fin la buena fe o
creencia sobre la existencia del título al Estado ejerce aquí influencia
alguna.

Por ello está concepción, con toda razón, no ha hecho camino ni en


Francia ni en la Argentina.

3) tanto la doctrina como la jurisprudencia imperantes asimilan


la posesión de estado a un reconocimiento de
hecho del parentesco de que se trate, lo que se conocerá por el trato
que se hayan dado los parientes. Así el elemento del tractatus es el
que ha venido a considerarse fundamental y revelador del disfrute de
determinado estado como para que pueda considerarse que ha
mediado posesión del mismo.

Las acciones de estado no están primordialmente orientadas a


procurar el ejercicio de determinados derechos, ni la asunción de
ciertas obligaciones, sino a obtener el título que será causa de los
unos y las otras. Por eso seria más exacto denominarlas como
acciones por título de estado.
Del reconocimiento o desconocimiento de ese título dependerá que
nazcan los derechos y obligaciones en cuestión.

No coincide lo dicho con el concepto que da Busso de las acciones de


estado al decir que "cuando una persona no posee el estado que le
corresponde tiene una acción para poder establecerlo y poder disfrutar
de las ventajas que aquel comporta".

La posesión de un determinado Estado no depende, según hemos


visto, de que quien la ejerce sea o no titular de ese estado, porque
la posesión de estado no está condicionada a la existencia del título.

Lo que persigue la acción de estado es el reconocimiento, o


la impugnación del título en si, y como consecuencia de ellas, el goce
o la exclusión, según el caso, de los derechos y obligaciones que
surgen del título.

Posesión de hecho
Posesión actual y efectiva.
Posesión de la herencia
(Derecho Civil) Acto por el cual el juez autoriza a ciertos legatarios
universales o, en caso de ausencia (V. esta palabra), a los herederos
presuntos, a que entren en posesión de los bienes del difunto o
ausente.

Ver Posesión hereditaria.

Posesión de mala fe
Ver Poseedor de mala fe.

Posesión hereditaria
Puede decirse que la posesión hereditaria no es otra cosa que
el reconocimiento de la calidad de heredero; reconocimiento que a
veces la ley hace de pleno derecho,
sin intervención judicial (descendientes y ascendientes legítimos) y
que en los casos restantes exige una declaración del magistrado.
Dicho en otros términos, es la investidura de heredero, el título en
virtud del cual se pueden ejercer todos los derechos inherentes a tal
calidad.

Para brindar una idea clara de ella, puntualizamos algunas ideas


previas.

A) ante todo, ella no se vincula con el derecho sucesorio en si mismo,


ni con la propiedad de los bienes. La transmisión de la propiedad se
opera instantáneamente en el momento del fallecimiento del causante,
haya o no posesión hereditaria.

B) es necesario no dejarse engañar por las palabras.


La posesión hereditaria nada tiene que ver con el derecho real de ese
nombre. No requiere el corpus o sea la detentación material de la
cosa, puesto que se adquiere por más que otras personas tengan la

posesión real; no exige tampoco el animus, porque algunos herederos


(descendientes y ascendientes legítimos) la logran de pleno
derecho en el momento del fallecimiento.

Puede decirse que la posesión hereditaria no es otra cosa que


el reconocimiento de la calidad de heredero; reconocimiento que a
veces la ley hace de pleno derecho,
sin intervención judicial (descendientes y ascendientes legítimos) y
que en los casos restantes exige una declaración del magistrado.
Dicho en otros términos, es la investidura de heredero, el título en
virtud del cual se pueden ejercer todos los derechos inherentes a tal
calidad. Establezcamos un simil. Una persona ha adquirido
un inmueble por prescripción treintañal; es dueño, pero mientras no
haya llevado a cabo la información judicial, mientras no la haya
inscripto en el registro de la propiedad, no tiene titulo ni puede
transferir esa propiedad, constituir sobre ella derechos de hipoteca,
etcétera. De igual modo, el heredero que no
tiene posesión hereditaria, no por eso deja de ser heredero ni dueño;
pero si quiere disponer de los bienes, debe gozar de
la posesión hereditaria, es decir, de ese título de heredero que es
la investidura o reconocimiento de su derecho.

Es decir, que la calidad hereditaria se vincula con el goce de


los derechos hereditarios, y la posesión hereditaria con su ejercicio.

Algunos herederos tienen la plenitud del ejercicio de


sus derechos desde el momento mismo de la muerte del causante:
son los ascendientes y descendientes legítimos, de quienes se dice
por ello que gozan de pleno derecho de la posesión hereditaria. Otros,
en cambio, para entrar en el ejercicio de esos derechos necesitan que
el juez les reconozca su carácter de herederos;
este reconocimiento (que se realiza bien en forma
de aprobación del testamento, bien en forma de declaratoria de
herederos) importa otorgarles la posesión hereditaria.

Posesión ilegítima
Se dice de la que se tiene sin título o como consecuencia de un acto
nulo.

Posesión inmediata
Es la propia del poseedor cuando tiene la tenencia material de la cosa.
Este estado posesorio ha de fundamentarse en un título que autorice
para conservar y disfrutar una cosa ajena. En el supuesto de que
el poseedor inmediato se encuentre entre el poseedor mediato y la
cosa poseída, se denomina al primero mediador posesorio o
subposeedor. Se trata de un caso de desglose del
hecho posesorio entre dos titulares del mismo.

Código civil, artículo 432.

Posesión interina de finca hipotecada


Cuando el crédito garantizado con hipoteca no se paga a
su vencimiento, el acreedor podrá instar la ejecución de la hipoteca.
De esta forma, se convertirá en dinero la finca gravada a través de
la enajenación de la misma, pagando al acreedor con el precio así
obtenido. Sin embargo, y antes de instar dicha ejecución, el acreedor
hipotecario tiene otra posibilidad: la
de adquirir la administración interina de la finca hipotecada. Para
ello, vencido el crédito y no pagándolo el deudor, el acreedor
hipotecario podrá requerir del deudor el pago de la obligación dentro
de un plazo; pasado éste sin haber cobrado, el acreedor podrá
obtener la referida posesión interina. En esta situación,
el acreedor percibe los frutos de la finca porque tiene derecho a
su adjudicación en propiedad y como si se tratara de una situación
de anticresis.

Ley Hipotecaria, artículos 131 y 133.

Posesión judicial
Es un expediente de jurisdicción voluntaria en negocios civiles
relativos al Derecho de cosas. Se trata de un procedimiento cuyo fin
es otorgar la posesión de una finca a una persona que, por no haber
adquirido aquélla por título hereditario, no puede utilizar
el interdicto de adquirir. La solicitud se acompañará del título en que
se funde la pretensión debidamente inscrito, y de una certificación de
la oficina registral, expresiva de la concordancia entre lo solicitado y lo
inscrito. Si el juez encuentra el título suficiente, dictará auto mandando
dar la posesión sin perjuicio de tercero de mejor derecho.

Ley de Enjuiciamiento civil, artículos 2.056 a 2.060.

Es la que otorga o reconoce, mediante acto de jurisdicción voluntaria,


un tribunal, si no se requiere peticionar mediante proceso
de interdicto o acción posesoria. También, con sentido general, es
toda aquélla que se obtiene mediante resolución judicial.

Posesión legítima
Es la que deriva del ejercicio de un derecho real,
constituido legalmente.

Posesión mediata
Esta clase de posesión aparece cuando alguien es poseedor sin
la tenencia material de la cosa, que la tiene otro ejerciendo la posesión
inmediata. Se trata, pues, de una situación posesoria superior:
es posesión efectiva, pero no hay contacto físico con el objeto
del derecho. Tal es el caso del usufructo: el nudo propietario tiene
la posesión mediata, y el usufructuario, la inmediata.
El poseedor mediato tiene la facultad de reclamar la recuperación de
la cosa en el momento oportuno. La posesión mediata puede
desglosarse. Así ocurrirá en el caso del usufructo de una finca que
el usufructuario arriende: si el nudo propietario es poseedor mediato
antes y después de arrendarse la finca,
el usufructuario era poseedor inmediato antes del arriendo; después,
será poseedor mediato y el arrendatario será el poseedor inmediato.

Código civil, artículo 432.

Posesión mediata e inmediata


[DCiv] Esta clasificación tiene su origen en el Derecho alemán.
La posesión mediata se caracteriza por ejercitarse
el derecho mediante una persona interpuesta (ej.: el nudo
propietario es el poseedor mediato en el usufructo). La posesión
inmediata es la que se establece directa y físicamente entre
el poseedor y la cosa o derecho que se tiene o disfruta (ej.:
el arrendatario). Generalmente, entre el poseedor mediato y el
inmediato existe alguna relación jurídica que justifica la postura de
ambos.
Posesión.

Posesión natural
[DCiv] Es la tenencia de una cosa o disfrute de un derecho por una
persona. Se contrapone a la posesión civil, pues requiere el corpus
o detentación pero no con el ánimo de convertirse en dueño de la
cosa, simplemente para disfrutarla. fS*i CC, art. 430.

Es la situación del poseedor que tiene la mera tenencia o disfrute de la


cosa. Esta situación de hecho produce consecuencias jurídicas, entre
las que destaca la protección de los interdictos o tutela interdictal.
Para ello, sin embargo, no basta cualquier contacto material con la
cosa, ni la tenencia derivada de actos meramente tolerados. Es
preciso que exista un señorío efectivo sobre la cosa poseída, que
la tenencia y disfrute se correspondan con actitudes del poseedor y no
se reduzcan a simples datos físicos. El señorío de hecho sobre una
cosa es un acto humano y, como tal, intencionado.

Código civil, artículos 430 y 446.

Posesión pacífica
Se dice de aquélla que perdura en el tiempo, o bien en determinado
lapso, sin perturbación.

Posesión precaria
Se dice de la que tiene por fundamento un título precario destinado a
desaparecer o anularse.

Posesión viciosa
Se designa así a la que se ejerce sobre la base de títulos viciados
por nulidad o ilegítimos: a) cosas muebles adquiridas mediante
hurto, estelionato o abuso de confianza; b) sobre inmuebles adquiridos
con violencia o clandestinidad; c) cuando se tratare de una posesión
precaria obtenida mediante el abuso de confianza.

Posesión violenta
La adquirida mediante vías de hecho con fuerza material o moral.

Posesorio
(Procedimiento Civil) V. Acción posesoria .

Atinente o relativo a la posesión. | Juicio posesorio (v.).

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