RLE2668 Valladares
RLE2668 Valladares
RLE2668 Valladares
1
Universidad Nacional Autónoma de México. Seminario de Investigación sobre Sociedad del
Conocimiento y Diversidad Cultural. [email protected]
1. INTRODUCCIÓN
2
Los enfoques socioculturales de la educación, acordes con la enseñanza situada, parten de la premisa
de que el conocimiento es situado y deriva del contexto cultural en que se desarrolla y utiliza por lo que,
tanto las actividades como el contexto son centrales para lograr un aprendizaje significativo (Díaz-Barriga,
2006).
1
En un segundo momento presentaré brevemente los pilares teórico-
metodológicos sobre los cuales se fundamentan las bases para un modelo educativo
que he llamado “Modelo Dialógico Intercultural de Educación Científica”. Estos pilares
son: por un lado, un entendimiento del proceso de diálogo como interacción
comunicativa que da como resultado la transformación identitaria fundamental de
cualquier proceso educativo, y por el otro, el desarrollo de una aproximación pluralista
a los conocimientos tradicionales que permite comprender en dónde radica su
legitimidad.
Hoy en día, y más aún con la fuerte influencia del enfoque de la educación por
competencias, entender lo que es la educación científica se ha convertido en un
esfuerzo cada vez más detallado por definir una serie de metas y finalidades que se
aspira desarrollar entre los estudiantes de ciencias. En términos generales, podemos
afirmar que la educación científica es en función de lo que se quiere lograr en el
alumnado.
3
Por comunidad cultural tradicional se puede entender, como propone Linares (2008, p. 173): “…un grupo
social minoritario cohesionado por el origen étnico, la lengua, el arraigo en un territorio, las costumbres,
tradiciones, prácticas, religiones o saberes específicos que lo distinguen de otros grupos culturales,
fundamentalmente, de la cultura mayoritaria nacional. “Tradicional” sólo se refiere a que el vínculo
esencial en este grupo procede de relaciones de parentesco y de una fuente histórica añeja, a menudo
anterior a la constitución misma de la nación o del grupo mayoritario y dominante. Tal es el caso de las
comunidades indígenas…”
4
Estas son: 1. Ciencia para proseguir estudios científicos (enfoque propedéutico); 2. Ciencia para trabajar
en las empresas (enfoque funcional); 3. Ciencia para seducir al alumnado (enfoque emotivo); 4. Ciencia
útil para la vida cotidiana (enfoque doméstico); 5. Ciencia para satisfacer curiosidades personales
2
gradación que va de la enseñanza tradicional de conceptos científicos como principal
finalidad de enseñar ciencia, hacia la capacitación para la responsabilidad ciudadana y
la toma de decisiones sobre asuntos tecnocientíficos de interés público; pasando por
los matices de educar en ciencias por fines humanísticos y culturales (historia, filosofía
y sociología de la ciencia), funcionales (vida cotidiana y bienestar público y personal),
y afectivos y emotivos (actitudes hacia la ciencia).
Esta búsqueda por configurar una práctica educativa de la ciencia con una
orientación integral, ha llevado a desarrollar un enfoque integrador de la enseñanza-
aprendizaje de las ciencias que comprende cuatro aspectos fundamentales en su
definición (Macedo y Katzkowicz, 2005, p. 7):
(enfoque afectivo); 6. Ciencia como cultura (enfoque humanístico); y 7. Ciencia para tomar decisiones
tecnocientíficas (enfoque social).
5
Para Burguete y Torres (2007), el “empoderamiento” busca dar cuenta de procesos que suponen la
transformación de las relaciones de poder a favor de aquellos que con anterioridad tenían escasa
autoridad sobre sus propias vidas; se trata de un conjunto de acciones para ganar control y poder, lo que
se traduce en la capacidad de decidir sobre el control de sus recursos, de su entorno, de sus propios
proyectos, de su propia vida y de hacerse cargo de sí mismos. Si bien el empoderamiento no es transferir
el poder de una esfera a otra, sí pretende limitar y controlar el poder existente rompiendo el círculo de
dominación y violencia.
6
Estos cuatro ejes están inspirados, a su vez, en los pilares de la educación desarrollados por Delors en
el Informe que realizó en 1994 para la UNESCO. En este texto, conocido como "La educación encierra un
tesoro", Delors presentó como los cuatro pilares de la educación para el siglo XXI: 1) Aprender a conocer;
2) Aprender a hacer; 3) Aprender a vivir juntos; y, 4) Aprender a ser.
3
mundo, no obstante, en el caso mexicano difícilmente se podría garantizar un mayor
éxito a los cambios educativos emprendidos si no se toman en consideración las
implicaciones adicionales derivadas de la pluralidad cultural que nos caracteriza.
De acuerdo con Ramírez (2006) y con Bello (2007), con la educación indígena
mexicana se ha pretendido acortar las distancias entre la cultura mayoritaria y los
pueblos indígenas, lo que ha implicado la renuncia de los indígenas a su cultura para
adoptar la dominante, con la consecuente desaparición o, en el mejor casos,
marginación de las culturas indígenas. En gran medida, esta visión sigue
prevaleciendo en el sistema educativo mexicano, aún cuando existen programas y
legislaciones que plantean objetivos distintos.
7
El grado de analfabetismo, de bajos niveles educativos y de baja asistencia a centros escolares, sobre
todo a nivel medio y superior, tiende a ser más elevado entre comunidades indígenas que en el resto de
la población mexicana. Del total de la población indígena en este país, sólo 0.05% son estudiantes, y casi
todos viven en condiciones de marginación y pobreza (Stavenhagen, 2008).
8
Dicha marginación también se refleja en los resultados desagregados de las evaluaciones PISA 2006,
en los cuales se registraron notables diferencias en el desempeño de los estudiantes por entidades
federativas al interior de México. Así, entidades como Querétaro, Distrito Federal, Aguascalientes,
Morelos o Nuevo León, calificaron con un puntaje mayor al promedio nacional, mientras que estados
como Guerrero, Tabasco, Oaxaca, Tlaxcala o Puebla, calificaron por debajo de la media nacional. De
acuerdo con el análisis realizado por Díaz, Flores y Martínez (2007), los estados con menor puntaje
fueron aquellos en donde se reportó también un menor índice de estatus socioeconómico y cultural; no
sorprende que una característica compartida por las entidades federativas que peor calificaron sea la alta
presencia de población indígena dentro de los mismos. Con lo anterior, más que apuntar a establecer una
correlación directa entre el desempeño en materia científica dentro de las evaluaciones PISA y el nivel de
desarrollo socioeconómico y cultural, puesto que son muchas más las variables que intervienen en este
aspecto, quiero hacer hincapié en señalar la importancia que tiene aproximarse al estudio reflexivo sobre
la educación científica desde la perspectiva pluralista que considera a la diversidad cultural.
4
b) concentrar los esfuerzos y recursos en solamente los niveles básicos de
educación (primaria y secundaria);
c) suponer que la educación indígena como vía para la interculturalidad debe
estar dirigida solamente a poblaciones indígenas en comunidades rurales o
campesinas (como si la población indígena en la actualidad solo estuviera
presente en ambientes aislados, cuando sabemos que está presente en
todo el territorio nacional, tanto en el ámbito rural como en el urbano);
d) pretender resolver el problema de la discriminación cultural y la
desaparición de lenguas y cosmovisiones indígenas, implementando en los
programas educativos una sola asignatura dedicada al estudio y
revaloración de los saberes y lenguas locales, como el caso, por ejemplo,
de la asignatura de Lengua y Cultura Indígena que se incorporó a la
reforma de la educación secundaria en México en 2007, y que incluye la
enseñanza de la lengua y cultura indígena más importante de cada región.
Ante este panorama es preciso replantearnos la enseñanza-aprendizaje de las
ciencias en contextos multiculturales atendiendo y resolviendo en la medida de lo
posible a esta serie de deficiencias.
9
Hernández (2007) discute la relación entre los términos de “multiculturalismo” e “interculturalidad”. De
acuerdo con esta autora, no hay una distinción radical entre multiculturalismo e interculturalidad; ambos
son términos normativos, que abarcan y suponen la multiculturalidad. La interculturalidad asume que se
dan encuentros entre culturas, por lo tanto, el énfasis es puesto en el encuentro, la interacción y la
relación entre ellas. El “inter” es el espacio del encuentro y de la comunicación, que por ser un “en medio
de” y un “entre” no es ninguna de las culturas, pero es circunstancia de ellas; el inter como relación y
como situación requiere de lo “multi”, es decir, de más de un elemento, de una diversidad. El
interculturalismo puede ser entendido como un proyecto político, en tanto proyecto intercultural; en este
caso es que se habla de políticas interculturales, de normas interculturales o de una ética intercultural.
5
enseñanza de las ciencias que fomente la interculturalidad tomando como eje el
ejercicio del diálogo. Veamos.
10
Por ejemplo, orientan las acciones sobre la caza, la pesca y la colecta, la agricultura, la preparación,
distribución y conservación de alimentos, la interpretación de fenómenos meteorológicos, entre otros.
6
No se puede ofrecer, por lo tanto, una caracterización de lo que son los
conocimientos tradicionales y contrastarla simplemente con los conocimientos
científicos sin que ello implique una carga valorativa y una serie de consecuencias
sobre el realismo, la racionalidad y la concepción de verdad. Las caracterizaciones de
lo que son los distintos tipos de saberes son históricas y no están dadas de una vez y
para siempre. De manera que lo que es aceptable o no como conocimiento, así como
lo que cuenta como racional, confiable o legítimo variará a lo largo del tiempo y del
espacio y dependerá de la orientación evaluativa que se tome.
Las comunidades indígenas al igual que las científicas constituyen una parte de
la realidad social que abarca actividades, creencias, saberes, intereses, valores y
normas que dan lugar a diversos conocimientos que tienen sentido y son confiables
dentro de ese contexto para el que fueron creados. Es por ello que para distinguir
entre un conocimiento confiable (sea científico o tradicional), trabajos como el de Peter
Winch (1987) con la comunidad de los azande en África, nos han mostrado la
importancia de apelar a las tradiciones11 para entender el sentido que dentro de ellas
tiene sostener tal o cual creencia.
11
De acuerdo con Olivé (2000), las tradiciones establecen estándares con respecto a: 1. Los problemas
que se quieren resolver por considerarlos legítimos; 2. Los recursos conceptuales necesarios para
entender los problemas que se aceptan como legítimos y; 3. Las técnicas, métodos y fines mediante los
cuales se pretende solucionar tales problemas. La legitimidad de estos tres aspectos es evaluada por los
miembros de esa tradición que puede ser o no científica; son ellos quienes deciden sobre la aceptabilidad
de un cuerpo de conocimientos y de prácticas; son ellos quienes deciden en qué momento se consideran
suficientes las razones que los sostienen, de acuerdo con los fines elegidos.
12
Villoro argumenta cómo es que la práctica determina el grado de justificación requerido para calificar a
una creencia de conocimiento, pues de otro modo: “…Si tuviera que comprobar la veracidad de mi
percepción cada vez que observo algo, mi acción sería torpe e ineficaz, si en mis relaciones con los otros
precisara poner a prueba las credenciales con que se presentan, comprobar lo bien fundado de sus
testimonios o someter a escrutinio sus acciones, la desconfianza universal volvería imposible la
convivencia. El acierto de mi acción exige que dé por objetivamente suficientes, aunque en verdad no lo
sean, las escasas y apresuradas razones en que se basan las creencias que guían mi práctica. Entonces,
no dudamos en calificar de “saberes” a las creencias razonables que bastan para lograr una acción
exitosa en las circunstancias particulares de la vida diaria…” (Villoro, 1982, p. 168, énfasis mío)
7
Los conocimientos tradicionales no son científicos porque no han surgido, ni
pertenecen a ninguna tradición que, desde el punto de vista sociológico, histórico y
epistemológico, se reconozca como científica, pero no por ello, como lo intenta mostrar
el trabajo de Winch, son irracionales o ilegítimos; pues con estos saberes muchas
comunidades tradicionales cumplen sus fines prácticos y resuelven muchos de sus
problemas. Su legitimidad debe evaluarse según los estándares que se establezcan
en torno a su aceptabilidad para satisfacer ciertos fines dentro de cierto contexto13.
13
La razón es una vía que nos orienta a hacer eficaz y exitosa nuestra acción y alcanzar así nuestros
propósitos. La racionalidad es múltiple para Villoro, porque existen distintos modos razonables de lograr
nuestros fines en una situación determinada, así como diversos fines también. El saber proviene de la
inevitable pluralidad de formas de acceder al mundo y tener éxito en la acción.
8
o no confiable. La evaluación de lo racional debe acompañarse de cuestiones tales
como ¿para quién? o ¿para qué?
Por tal motivo es que abrir un espacio a los conocimientos tradicionales dentro
de la educación científica es una manera de garantizar el espíritu crítico que ha
caracterizado a la tradición científica suprimiendo toda ideología cientificista. El
cientificismo en la educación da como resultado que los estudiantes duden de la
interpretación cultural del mundo que sus padres y abuelos les transmiten fuera del
contexto escolar (ICSU-UNESCO, 2002; Okere, Njoku y Devisch, 2005):
9
aprender uno del otro para generar un cambio de visión y de actitudes que sirva para
transformar los modos de actuar. La conversación, dice Gadamer (2002), posee una
fuerza transformadora.
14
La recurrente noción de “apertura” cuando se habla de diálogo opera, como señala Aguilar (2005),
como una postura metodológica que promueve la creatividad incesante de significados y desarrolla la
sensibilidad hacia lo diferente, no buscando sólo similitudes ni relaciones especulares con lo otro para
tratar de confirmar las propias ideas, sino buscando aprender a partir de voces diversas.
15
En el diálogo, los agentes requieren por lo tanto de actitudes tales como: voluntad de poder para el
cambio de las identidades propias, apertura, flexibilidad, respeto y confianza.
10
El diálogo puede verse así, como un método para aprender a relativizar las
tradiciones consolidadas como “propias” dentro de cada cultura y agudizar las
tensiones entre lo que se quiere conservar de ella y lo que es necesario transformar.
Como pretende mostrar Bonfil (1987) en su teoría del control cultural, las
nuevas identidades culturales surgen a partir de la apropiación y la transformación de
elementos culturales provenientes de distintas tradiciones, en una lucha por el control
cultural de los mismos que va marcando fronteras difusas y permeables entre las
distintas culturas.
Dentro de una cultura, los elementos propios, esto es, el patrimonio cultural
heredado que cada nueva generación recibe de las anteriores, no es un acervo
inmutable, sino que por el contrario se modifica incesantemente, se restringe o se
amplía y se transforma permanentemente. Muchos elementos del patrimonio heredado
actual de muchas culturas han sido incorporados de otras en el devenir histórico
mediante procesos de apropiación que dotan de un carácter dinámico a las tradiciones
(Bonfil, 1987). La identidad es, por lo tanto, una noción dinámica y en movimiento.
11
diálogo intercultural y a la elección racional entre alternativas de conocimiento, esto es,
abrirse a la posibilidad de aprender de los otros y de cambiar mediante la enseñanza-
aprendizaje; y el tercer momento, refiere a los resultados alcanzados por cada
intervención educativa de la ciencia entendida como diálogo intercultural y que
suponen la revisión de la propia identidad; aquí, la transformación lograda se mide en
el cambio en las identidades y en las prácticas de aquellos quienes estudian ciencias,
según sus propias elecciones.
La relación del aprendizaje con los cambios identitarios de quien aprende, nos
llevan al tema de la identidad.
Las prácticas sociales y sus saberes son una manifestación de las identidades
colectivas; y cuando éstos cambian, por ende, se transforman las identidades. Esta es
la medida del éxito de cada intervención educativa tal y como la he propuesto. De
manera que un modelo dialógico intercultural de educación científica pretende ser así,
un catalizador de estas transformaciones, buscando la constitución de identidades
auténticas, que se configuren dando respuesta a las necesidades colectivas reales de
las comunidades, quienes a través de la educación pueden lograr hacer de su futuro
una elección y no una sujeción.
12
consecuencia, ninguna diferencia concreta entre el antes y el después de cada
intervención educativa.
13
Cada experiencia educativa dentro de este enfoque sería una oportunidad para
resignificar a la ciencia y a los agentes que participan del proceso educativo. Cada
experiencia educativa tendría “su razón de ser” y justificaría su “para qué educar en
ciencias”.
5. REFLEXIONES FINALES
6. BIBLIOGRAFÍA
BONFIL, G., La teoría del control cultural en el estudio de los procesos étnicos.
Revista Papeles de la Casa Chata, 2 (3), 1987, pp. 23- 43.
14
de Chiapas: lo político y la política en tiempos de contrainsurgencia.
Porrúa/Ciesas/Cámara de Diputados LX Legislatura, México, 2007, pp. 135-
179.
DASCAL, M., Diversidad cultural y práctica educacional. En: L. Olivé, comp. Ética y
diversidad cultural. FCE-UNAM, México, 1993, pp. 229-252.
DÍAZ, M.A., FLORES, G., MARTÍNEZ, F. PISA 2006 en México. Instituto Nacional para
la Evaluación de la Educación, México, 2007, 343 p.
FORNET, R. Aprender a filosofar desde el contexto del diálogo de las culturas. Revista
de Filosofía, 90, 1997, pp. 365-382.
LINARES, J., La bioética desde una perspectiva filosófica. En: J. González, coord.
2008. Perspectivas de Bioética. UNAM/CNDH/FCE, México, 2008, p.p. 150-
177.
15
OKERE, T., NJOKU, C. y DEVISCH, R., All knowledge is first of all local knowledge: an
introduction. Africa Development, XXX (3), 2005, pp. 1-19.
STAVENHAGEN, R., Los pueblos indígenas y sus derechos. UNESCO, México, 2008,
186 p.
SWIDLER, L., The dialogue decalogue: Ground rules for interreligious dialogue.
Journal of Ecumenical Studies, 20 (1), 1983, pp. 1-4.
VÁZQUEZ, A., ACEVEDO, J.A., MANASSERO, M.A., Más allá de la enseñanza de las
ciencias para científicos; hacia una educación científica humanista. Revista
Electrónica de Enseñanza de las Ciencias, 4 (2), 2005, pp. 1- 30.
VILLORO, L., Creer, saber, conocer. Siglo XXI, México, 1982, 310 p.
VILLORO, L., Sobre la identidad de los pueblos. En: L. Olivé, y F. Salmerón, eds. La
identidad personal y la colectiva. Cuadernos del IIF-UNAM, México, 1994, p.p.
85-100.
VILLORO, L., Estado plural, pluralidad de culturas. Paidós/UNAM, México, 1998, 184
p.
WINCH, P., Comprender una sociedad primitiva. Paidós, Barcelona, 1987, 167 p.
16