41 El Príncipe Prisionero Cuento
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A menudo el príncipe pensaba cómo serían los hombres y
las mujeres allá afuera en el mundo. ¿Serían generosos y
justos? O, por el contrario, ¿tendrían un alma cruel y egoísta?
No podía saber si estaba perdiendo al vivir apartado de la
gente, ó si más bien e·ra una suerte vivir así.
Deseoso de conocer cómo· son los seres humanos, un día
. le dijo a la golondrina: -Ve por el mundo y escucha �tentamente
todo lo. que digan hombres y mujeres. A tu regreso deberás
repetirme fielmente todo lo que hayas oído.
La golondrina salió por la ventana y se perdió entre las nubes.
Después de un mes regresó a la torre y dijo al príncipe:
-Los hombres y las mujeres son buenos y generósos. Conocí
a un joven que decía a un viejecito: "No se fatigue,. usted está
cansado.. Usted ·es débil y necesita reposo. Yo trabajaré por
usted". Y un hermano decía a otro más pequeño: "¿Ve? Estoy
'a su lado para ayudarlo y protegerlo. Lo que es mío es suyo
también". Un amigo aseguraba a otro: "Es un placer sacrifi
carme por usted". También escuché a un niño decir: "Mi madre
· es tan hermosa como una flor". Otro decía: "Si tuviera un avión
subiría hasta el cielo a buscar una estrella para regalársela a
mi padre". Y no te puedes imaginar, Ignacio, hasta qué punto
conmueven las palabras de
una madre.. Son más dulces
que la miel, más perfumadas
que la rosa y más refulgentes·
_que el mismo sor.
· El príncipe suspiró diciendo:
�Qué pena tan grande·no poder
vivir entre lós hombres de alma
tan noble y generosa:
El gavilán, que era un animal
maligno, se rio: -¿Estás seguro
de que la golondrina te ha dicho
la verdad? -le preguntó-. Eres
muy inocente si le crees.
-Ve . tú, entonces, entre la
gente -=-le rogó el.príncipe-. Ve
y escucha atentamente todo
cuanto digan.
El gavilán salió volando y re
gresb apenas transcurridos
veinte días. En cuanto llegó le_
dijo al príncipe:
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-Los seres humanos son mal
vados. He oído cosas que te
hubieran puesto los pelos de
punta. Un hijo decía a su padre:
"Déjeme en libertad, siquiera
una vez. Quiero vivir a mi mane
ra". ¿Crees, Ignacio, que los
hermano$ se aman, se ayudan
y se respetan? Ni lo sueñes. Es
cuché a uno decir al otro: "Us
ted está ·robándose lo que es
mío, usted se come mi parte,
vive a mis costilla$". Y los jóve
nes, Ignacio, no respetan a los·
mayores. Escuché a uno de
cirle a un anciano: "Usted no
hace más que estorbarme. Us
ted sólo es una carga inútil. La
muerte debería llevárselo para
así tibrarme de su presencia".
También te digo, Ignacio, que
la amistad es una ilusión. Escu
ché a un amigo decirle a otro:
"Le ayudaré, pero espero que
recompense mis esfuerzos vaciando sus bolsillos". Hasta los
niños son malvados. ¿Sabes cuále� son sus palabras más·
frecuentes?: "Usted no sabe hacer nada, yo en cambio lo sé
hacer todo". "Esto es mío, pobre de usted si lo toca". Y �as
madres no hacen más que lamentarse: "Cuántos sacrificios
nos imponen los hijos. Mejor sería no tener esa carga. La vida
sin ellos sería tranquila, feliz..."
-¡Basta,. basta...! -rogó Ignacio, entristecido ante aquellas
palabras que le revelaban la maldad de los hombres. Después,
volviéndose a la golondrina le dijo:
-Amiga mía, ¿por qué ms has mentido?
-¡He dicho la verdad! �se defendió la golondrina.
-¡Mentira! Yo soy quien dice la verdad -gritó el gavilán.
La duda siguió reinando en el corazón del príncipe y así
pasaron otros cuantos años más de encierro. Pero un día se
presentó en la torre un duende que al ver a Ignacio le dijo:
-¡Oh príncipe! El mago, tu malvado enemigo, duerme en el
fondo del lago. No despertará hasta que hayan pasado cuatro
siglos. Por eso he venido a liberarte. Te llevaré junto a tus
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padres, que ya están ancianos y no hacen más que recordarte.
Volverás a ver el ·palacio donde naciste.._ .
El príncipe lo interrumpió diciéndole: -Sé generoso y sácame
de una duda. Debo sab�rlo todo. La golondrina me ha repetido
frases _que ha oído por el mundo y que demuestran que los
hor11bres tiene� una generosidad de corazón sin límites. El
gavilán, en cambio, me ha repetido frases que demuestran
hasta qué. punto son malvados los hombres. ¿Quién miente
entonces, fa golondrina o el gavil�n? ¿Debo alegrarme o entris:.
tecerme más bien de la libertad que me ofreces?
-No te han mentido ni la golondrina ni el gavilán -aseguró
el duende-. Hay muchos hombres malvados y muchos hombres
buenos; .Y hay también muchos un poco buenos y muchos un
poco malos. Las criaturas qt1e son buenas y generosas como
la golondrina, no escuchan más que la voz de la bondad; Los
malvados, en cambio, como el gavilán, sólo oyen la voz de la
maldad. Pero tú puedes estar tranquilo. Tu alma es generosa.
Verás crecer las rosas y los lirios en este curioso mundo
de - los hombres, y no te darás cuenta de las hierbas vene
nosas.
El príncipe regresó ai mundo de los hombres. Y, como la
golondtina; sólo escuchó la voz de la bondad y fue, por tanto
feliz, muy feliz.
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