La Parábola Del Sembrador
La Parábola Del Sembrador
La Parábola Del Sembrador
y significado
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Por medio de la parábola del sembrador, Cristo ilustra las cosas del reino de los cielos, y la
obra que el gran Labrador hace por su pueblo. A semejanza de uno que siembra en el
campo, Él vino a esparcir los granos celestiales de la verdad. Y su misma enseñanza en
parábolas era la simiente con la cual se sembraron las más preciosas verdades de su gracia.
“He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y aconteció sembrando, que una parte cayó junto
al camino; y vinieron las aves del cielo, y la tragaron. Y otra parte cayó en pedregales, donde
no tenía mucha tierra; y luego salió, porque no tenía la tierra profunda: mas, salido el sol,
se quemó, y por cuanto no tenía raíz, se secó. Y otra parte cayó en espinas; y subieron las
espinas, y la ahogaron, y no dio fruto. Y otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, que
subió y creció: y llevó uno a treinta, y otro a sesenta, y otro a ciento”.
En nuestros tiempos, así como antaño, las verdades vitales de la Palabra de Dios son
puestas a un lado para dar lugar a las teorías y especulaciones humanas. Muchos profesos
ministros del Evangelio no aceptan toda la Biblia como palabra inspirada. Un hombre sabio
rechaza una porción; otro objeta otra parte. Valoran su juicio como superior a la Palabra, y
los pasajes de la Escritura que ellos enseñan se basan en su propia autoridad. La divina
autenticidad de la Biblia es destruida. Así se difunden semillas de incredulidad, pues la
gente se confunde y no sabe qué creer.
Se ha despojado a la Biblia de su poder, y los resultados se ven en una disminución del tono
de la vida espiritual. En los sermones de muchos púlpitos de nuestros días no se nota esa
divina manifestación que despierta la conciencia y vivifica el alma. Los oyentes no pueden
decir: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando
nos abría las Escrituras?”¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en
el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”—Lucas 24: 32.
En pedregales
“Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y luego la recibe con
gozo. Mas no tiene raíz en sí, antes es temporal que venida la aflicción o la persecución por
la palabra, luego se ofende”. La semilla sembrada en lugares pedregosos encuentra poca
profundidad de tierra. La planta brota rápidamente, pero la raíz no puede penetrar en la
roca para encontrar el alimento que sostenga su crecimiento, y pronto muere.
Muchos que profesan ser religiosos son oidores pedregosos. Así como la roca yace bajo la
capa de tierra, el egoísmo del corazón natural yace debajo del terreno de sus buenos
deseos y aspiraciones. No subyugan el amor propio. No han visto la excesiva
pecaminosidad del pecado, y su corazón no se ha humillado por el sentimiento de su culpa.
Esta clase puede ser fácilmente convencida, y parecen ser conversos inteligentes, pero
tienen sólo una religión superficial.
Los hombres pueden profesar creer el Evangelio; pero a menos que sean santificados por
el Evangelio, su profesión no tiene valor. Si no ganan la victoria sobre el pecado, el pecado
la obtendrá sobre ellos. Las espinas que han sido cortadas pero no desarraigadas crecen
con presteza, hasta que el alma queda ahogada por ellas.
A través de la parábola del sembrador, Cristo presenta el hecho de que los diferentes
resultados dependen del terreno. En todos los casos, el sembrador y la semilla son los
mismos. Así él enseña que si la palabra de Dios deja de cumplir su obra en nuestro corazón
y en nuestra vida, la razón estriba en nosotros mismos. Pero el resultado no se halla fuera
de nuestro dominio.
Los oyentes de la parábola del sembrador representados por la vera del camino, el terreno
pedregoso y el de espinas, no necesitan permanecer en esa condición. El Espíritu de Dios
está siempre tratando de romper el hechizo de la infatuación que mantiene a los hombres
absortos en las cosas mundanas, y de despertar el deseo de poseer el tesoro imperecedero.
En buena tierra
No siempre ha de chasquearse el sembrador. La parábola del sembrador dice de la semilla
que cayó en buen terreno: “Este es el que oye y entiende la palabra, y el que lleva fruto: y
lleva uno a ciento, y otro a sesenta, y otro a treinta”. “La que cayó en buena tierra, éstos son
los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y llevan fruto en paciencia”.
El “corazón bueno” es el que cree y tiene fe en la palabra de Dios. Sin fe es imposible recibir
la palabra. “El que a Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de los que le
buscan”. El oyente que se asemeja al buen terreno recibe la palabra, “no como palabra de
hombres, sino según lo es verdaderamente, la palabra de Dios”.