El Clis de Sol - Manuel González Zeledón (Magón)
El Clis de Sol - Manuel González Zeledón (Magón)
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EL CLIS DE SOL
No ES cuento, es una historia que sale de mi pluma como ha ido brotando de los labios
de ñor Cornelio Cacheda, que es un buen amigo de tantos como tengo por esos
campos de Dios. Me la refirió hará cinco meses, y tanto me sorprendió la maravilla que
juzgo una acción criminal el no comunicarla para que los sabios y los observadores
estudien el caso con el detenimiento que se merece.
Podría tal vez entrar en un análisis serio del asunto, pero me reservo para cuando
haya oído las opiniones de mis lectores. Va, pues, monda y lironda, la consabida
maravilla.
Ñor Cornelio vino a verme y trajo consigo un par de niñas de dos años y medio de
edad, nacidas de una sola “camada”, como él dice, llamadas María de los Dolores y
María del Pilar, ambas rubias como una espiga, blancas y rosadas como durazno
maduro y lindas como si fueran “imágenes”, según la expresión de ñor Cornelio.
Contrastaban notablemente la belleza infantil de las gemelas con la sincera
incorrección de los rasgos fisonómicos de ñor Cornelio, feo si los hay, moreno subido y
tosco hasta lo sucio de las uñas y lo rajado de los talones. Naturalmente, se me ocurrió
en el acto preguntarle por el progenitor feliz de aquel par de boquirrubias. El viejo se
chilló de orgullo, retorció la jetaza de pejibaye rayado, se limpió las babas con el revés
de la peluda mano y contestó:
—¡Pos yo soy el tata, mas que sea feo el decilo! ¡No se parecen a yo, pero es que
la mama no es tan pior, y pal gran poder de mi Dios no hay nada imposible!
—Pero dígame, ñor Cornelio, ¿su mujer es rubia, o alguno de los abuelos era así
como las chiquitas?
—No, ñor; en toda la familia no ha habido ninguna gata ni canelo; todos hemos
sido acholaos.
—Y entonces, ¿cómo se explica usted que las niñas hayan nacido con ese pelo y
esos colores?
El viejo soltó una estrepitosa carcajada, se enjarró y me lanzó una mirada de
soberano desdén.
—¿De qué se ríe, ñor Cornelio?
—¿Pos no había de rirme, don Magón, cuando veo que un probe inorante como
yo, un campiruso pión, sabe más que un hombre como usté, que todos dicen que es
tan sabido, tan leído y que hasta hace leyes onde el Presidente con los menistros?
—A ver, explíqueme eso.
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