Escuchar A Dios

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Métodos de la Oración

ESCUCHAR A DIOS

"Escucha, Israel; el Señor tu Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu


Dios con toda tu mente, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas. Las palabras
que hoy te diga se las repetirás a tus hijos, estando en casa y yendo de camino,
acostado y levantado; las atarás a tu mano como una señal, como un recordatorio
ante tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tu puerta" (Dt 6, 4-9).

La escucha brota del amor. Somos todo ojos y oídos para quien amamos o
nos interesa. Para poder, pues, escuchar a Dios, tendríamos que aprender a poner
nuestra mente y corazón en Dios, presente en el aquí y en el ahora. En él vivimos,
nos movemos y existimos" (Hb 17, 28). Cuando la experiencia de Dios es luminosa,
fuerte y transformante se cumple lo que decía Job: "Yo te conocía sólo de oídas,
mas ahora te han visto mis ojos" (Jb 42, 5).

Orar es, simplemente, vivir en esta referencia de todo mi ser a Dios. Desde
que me levanto hasta que me acuesto y cuando me acuesto, en todo momento y
ocasión vivo desde Dios, en Dios y para Dios.

Orar es una de las actividades más bellas y profundas que puede hacer el
ser humano. A través de la oración descubrimos a Dios, lo escuchamos y nos
abrimos a la Luz, a la Verdad y a la Vida.

H. Mirian Rodríguez Delgado, mhpvm


E-Mail: [email protected]
Métodos de la Oración

La oración es encuentro que supone apertura, receptividad y entrega. Para


ello se necesita conciencia del propio ser y del otro. Para mirar a Dios, para
descubrirlo es necesario limpiar todo el ser. "El alma de la persona tiene que ser
pura, como un espejo brillante. Cuando en el espejo se produce el orín, no se puede
ver el rostro de una persona; de la misma manera, cuando el pecado está en el
hombre, el hombre ya no puede contemplar a Dios. Pero puedes sanar si quieres.
Ponte en manos del médico, y él punzará los ojos de tu alma y de tu corazón. ¿Qué
médico es éste? Dios, que sana y vivifica mediante su Palabra y su sabiduría",
(decía san Teófilo, obispo de Antioquía).

San Agustín es consciente de esta misma realidad cuando dice: "Y ahora,
¡aquí estoy yo! Vuelvo a tu fuente, ardiendo de calor y sin respiración. Nadie ni nada
me lo puede prohibir. Yo voy a beber de ella y por ella encontrar mi auténtica vida.
Mi vida no va a ser yo mismo. He experimentado el mal de mí mismo, yo mismo me
he convertido en muerte. Pero ahora ya vivo en ti. Dirígete a mí, Señor, y háblame,
y lléname".

Cristo vive, no está muerto. Quien lo ha experimentado llega a decir con


Pablo: " Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Ga 2, 20), o "mi vida es
Cristo" (Flp 1, 21). Para que Jesucristo sea nuestra vida, necesitamos mirarlo y
contemplarlo, ver sus gestos, su mirada, sus sentimientos y su alma. Estamos
llamados a una verdadera y auténtica identificación con Jesucristo.

"Jesús, llena mi alma de tu espíritu y de tu vida. Penetra todo mi ser y toma


posesión de él, de tal manera que mi vida no sea en adelante sino una
irradiación de la tuya.

Quédate en mi corazón con una unión tan íntima, que quienes tengan
contacto conmigo puedan sentir en mí tu presencia, y que al mirarme olviden
que yo existo, y no piensen sino en ti.

Quédate conmigo. Así podré convertirme en luz para los otros…

H. Mirian Rodríguez Delgado, mhpvm


E-Mail: [email protected]
Métodos de la Oración

Déjame Predicar tu nombre con palabras o sin ellas…Con mi vida, con la


fuerza de tu atracción, con la fuerza evidente del amor que mi corazón siente
por ti” (Cardenal Newman).

Publicado por Eusebio Gómez Navarro

H. Mirian Rodríguez Delgado, mhpvm


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