Tema 1-Derecho Sucesiones y Donaciones
Tema 1-Derecho Sucesiones y Donaciones
Tema 1-Derecho Sucesiones y Donaciones
La apertura de la sucesión se realiza por la muerte del “de cujus” (según Guillermo
Cabanellas de Torres: aquel de cuya sucesión se trata. Equivale a causante, al difunto
de cuya herencia se trate).
De acuerdo al artículo 718 del Código Civil Dominicano (CCD), la sucesión se inicia
cuando muere la persona de quien se heredará. Aquí se infiere que la muerte puede
ser natural o civil.
La muerte civil, que afectaba a algunos condenados a penas perpetuas, fue abolida
por la ley del 31 de mayo de 1854, y reemplazada por una simple incapacidad de dar
y de recibir.
Existen casos en que dos o más personas perecen o mueren en el mismo suceso y la
prueba del momento de la muerte presenta una gran dificultad. Dichas persona se
llaman conmorientes o comurientes. En este sentido, si algunos de los conmorientes
son llamados respectivamente el uno a la sucesión del otro, resulta de importancia
fijar el momento preciso de la muerte de cada uno de ellos, a fin de determinar el
orden de los fallecimientos.
1.1.6- La prueba del orden de las muertes por las circunstancias de hecho.
El CCD fue redactado de forma tal que, en sus artículos 720 al 722 (Artículo 720: “si
varias personas llamadas respectivamente a sucederse, perecen en un mismo acto,
sin que pueda reconocerse cuál de ellas ha muerto primero, la presunción de
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supervivencia se determinará por las circunstancias del hecho; y a falta de éstos por
la edad o la fuerza del sexo”. Artículo 721: “si los que hayan muerto juntos tuviesen
menos de quince años, se presumirá que sobrevivió el de mayor edad; si fuesen
mayores de sesenta, la presunción estará en favor del más joven y si algunos de ellos
tuviesen menos de quince años, y otros más de sesenta, se supondrá que han
sobrevivido los primeros”. Artículo 722: “si los que han perecido juntos fueren
mayores de quince años y menores de sesenta, la supervivencia se supondrá en el
varón, si hay igualdad de edad, o si la diferencia que existe no excede de un año. Si
fueren del mismo sexo, se tendrá en cuenta la presunción de supervivencia que da
lugar a la sucesión en el orden natural; de modo que se considerará que ha
sobrevivido el más joven”), sus redactores quisieron establecer reglas para poder
determinar el orden de ocurrencias de las muertes de acuerdo con las circunstancias
de hecho, es decir:
Por los atestados instruidos con motivo del suceso;
Por los testimonios o cualquiera presunción del hombre.
Si las edades de los conmorientes se encuentra por debajo de los 15 años, se presume
que ha sobrevivido el de mayor edad; cuando las edades están por encima de 60 años,
se presume que sobrevivirá el que tiene menor edad; si uno de los conmorientes tiene
menos de 15 años y otro tiene más de 60 años, se presume que sobrevivirá primera
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(artículo 721 del CCD). Cuando los conmorientes se encuentran entre los 15 y los 60
años y son del mismo sexo, se acepta que sobrevivirá el de menor edad; si con de sexo
diferente, diferencia de edad menor a un año, se presume que el de sexo masculino
es el que sobrevivirá (artículo 722 del CCD).
Si las condiciones estrictas requeridas por la jurisprudencia para que rijan las
presunciones legales de supervivencia, y cuando no permita determinar el orden de
las muertes ninguna presunción de hecho, ¿Cómo deben transmitirse las dos
sucesiones?
Para recoger una sucesión hay que estar con vida en el momento de la apertura de
esa sucesión, y le incumbe al que quiera recibir la sucesión o a sus derechohabientes
establecer que se reunía ese requisito (artículo 135 del CCD). Ahora bien, ni los
derechohabientes de uno de los conmorientes, ni los derechohabientes del otro están
en situación de efectuar esa prueba. Por lo tanto, ninguno de los conmorientes ha
podido recoger la sucesión del otro; cada una de las dos sucesiones se transmitirá
entonces a los demás herederos de cada uno de los muertos a la vez.
La sucesión se abre en el lugar del último domicilio del difunto, y no en el lugar del
fallecimiento (artículo 110 del CCD).
El testamento constituye, casi siempre, la voluntad o acto particular del “de cujus”,
con efectos luego de la muerte y originalmente es anulable; así pues, sólo posee hasta
la muerte un carácter temporal, ya que no obliga al “de cujus”, el cual es libre para
modificar hasta el último momento sus disposiciones anteriores.
Con relación al contrato, diremos que, en principio, el “de cujus” no puede ser
obligado a realizar la transmisión de sus bienes por causa de muerte mediante un
convenio. Con otras palabras, diremos que un contrato es nulo, hasta ser concluido
por un tercero, de hecho presunto heredero, relativo a una sucesión aun no abierta.
Esto representa una regla de prohibición de los pactos sobre sucesión futura; lleva
consigo algunas excepciones, singularmente la institución contractual o donación de
bienes futuros; donde se encuentra admitida, se realiza mediante un contrato una
transmisión válida de la sucesión.
1.2.2- Transmisión por contrato: prohibición de los pactos sobre sucesión futura.
Tanto los pactos sobre sucesión ajena como los pactos sobre sucesión propia, se
encuentran prohibidos:
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Pactos sobre la sucesión ajena: un sucesible no puede celebrar válidamente
una convención referente a sus derechos eventuales; por ejemplo, venderlos.
Esto ocurre así, haya o no aprobado el “de cujus” dicha convención.
Pactos sobre la propia sucesión: el mismo “de cujus” carece del derecho de
disponer de sus bienes por contrato, por enajenar así su libertad de testar.
Los redactores del Código Civil prohibieron los pactos sobre la sucesión ajena:
renuncia del heredero a una sucesión no abierta aun o enajenación por el heredero
de sus derechos eventuales (ver artículos 791: “no se puede renunciar, aunque sea
en contrato de matrimonio, a la sucesión de una persona que vive, ni enajenar los
derechos eventuales que puedan tenerse a su sucesión”; 1130 párrafo segundo: “sin
embargo, no se puede renunciar a una sucesión no abierta, ni hacer estipulación
alguna sobre ella, ni aun con el consentimiento de aquel de cuya sucesión se trata”;
1600: “no se puede vender la sucesión de una persona viva, ni aun con su
consentimiento”; y 1837: “la sociedad de todos los bienes presentes, es aquella por
la cual las partes ponen en común todos los bienes muebles e inmuebles que en la
actualidad poseen, y los beneficios que de ellos puedan obtener. Pueden también las
partes compren-der en ella cualquiera otra clase de ganancia; pero los bienes que
pudiesen corresponderles por sucesión, donación o legado, no ingresan en la
sociedad sino en cuanto a su uso; está prohibida cualquier clase de convenio que
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tienda a hacer entrar en ella la propiedad de estos bienes, salvo entre esposos, y
siendo conforme a lo que se ha establecido con relación a éstos”, del CCD)
Así, los pactos sobre la propia sucesión están vedados al igual que los pactos sobre la
sucesión ajena. Desde luego, existen dos anulaciones trascendentes a la prohibición
de los pactos sobre la propia sucesión: la donación-partición y la institución
contractual.
Los requisitos de la prohibición de una sucesión son tres, los cuales presentamos a
continuación:
1. Primer requisito: convención referente a una convención.
La convención debe tratar sobre derechos susceptibles de formar parte de la
sucesión de uno de los contratantes, si se trata de un pacto sobre la propia
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sucesión; sobre los derechos sucesorios eventuales de uno de los contratantes, si
se trata de un pacto sobre la sucesión ajena.
2. Segundo requisito: convención no abierta todavía.
El derecho, objeto de la convención, debe formar parte de una sucesión no abierta
todavía. Desde el momento de la apertura de la sucesión, los herederos pueden
renunciar a sus derechos o cederlos.
3. Tercer requisito: modificación de las reglas sucesorias.
Para estar viciada de nulidad, la convención debe aportar una modificación al
juego de las reglas sucesorias, pero basta con una modificación cualquiera; el
pacto que cambia la composición de los lotes en la partición que se hará entre los
herederos está prohibido, en principio, y salvo la excepción de la donación-
partición, con el mismo título que el pacto que modificara la cuantía de los
derechos.
De esta manera, la sucesión se transmite en todo o en parte, por la voluntad del “de
cujus” expresada en un contrato.
En lo que tiene que ver con la capacidad del instituido, tenemos que tomar en cuanta
varias reglas adyacentes a las de la capacidad del instituyente: el instituido debe ser
capaz de recibir una donación de bienes presentes, con reserva de que, si la
institución se hace en las capitulaciones matrimoniales, es suficiente con que el futuro
esposo instituido tenga la capacidad de otorgar sus capitulaciones matrimoniales. De
igual manera debemos ubicarnos para esto en el momento de la convención para
apreciar la capacidad.
Posibilidad de que los hijos que nazcan sean beneficiarios de una institución
contractual tiene una excepción cuando la donación de bienes futuros se haya
consentido por uno de los futuros esposos a su futuro consorte (ver artículo 1093 del
CCD: “la donación de bienes futuros o de bienes presentes y futuros hecha entre
cónyuges por contrato de matrimonio, bien sea simple o recíproca, estará
comprendida en las reglas establecidas por el capítulo precedente, respecto de las
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donaciones iguales que les fuesen hechas por un tercero; pero no será transmisible a
los hijos nacidos del matrimonio, si muere antes el cónyuge donatario que el
donante): en efecto cabe pensar que su institución no ha sido la de favorecer a sus
hijos, que, de todas manera, recibirán sus sucesión.
Ninguna otra persona distinta de las que acaban de ser señaladas puede beneficiarse
de una institución contractual.
Así pues, el instituido posee, a la muerte del instituyente, la misma opción, o bien que
un legatario universal o a título universal, se es instituido universal o a título universal,
o bien que un legatario a título singular, se es instituido a título singular.
Pero la institución contractual se enfoca como una donación cuando se aplican las
reglas de la colación (obligación en la cual se encuentran ciertos herederos forzosos,
que concurren con otros a una sucesión, de aportar a la masa hereditaria
determinadas liberalidades recibidas del causante antes de la muerte de éste, para
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que los otros coherederos participen de ellas proporcionalmente, en caso de
disponerlo el testador o para computar legítimas y mejoras) y de la reducción por
inoficiosa (acto de última voluntad, de una dote o de una donación: Que lesiona los
derechos de herencia forzosa; o limitar las liberalidades del causante en la medida en
que su valor supere el tercio de libre disposición).