Sobre La Doctrina de Los Axiomata A Partir de Anal Post (Mombello)
Sobre La Doctrina de Los Axiomata A Partir de Anal Post (Mombello)
Sobre La Doctrina de Los Axiomata A Partir de Anal Post (Mombello)
Eduardo Mombello
Universidad Nacional del Comahue
§ 1. RECONSTRUCCIÓN Y PROBLEMAS
En las últimas décadas, diferentes estudiosos han reiniciado, y suge-
rido con mayor o menor énfasis la necesidad de la rehabilitación de, un
programa de reconstrucción de la concepción axiomática de Aristóteles
o de aspectos de ella1. El programa aspira, como es natural, a un resul-
tado comprensivo y sintético del tema. Pero, en algunos pasos de su
realización, visiones diferentes arrojan resultados muy disímiles e
incompatibles entre sí; lo cual, a pesar de todo, es evidencia de que
aquel programa no está, en absoluto, cerrado.
Para quien se propone el estudio de la axiomática aristotélica o aun
la participación –por modesta que sea– en el programa de su recons-
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* El presente trabajo se inscribe en el marco de las actividades del proyecto de
investigación plurianual “Dialéctica y epistemología en Aristóteles. Investigaciones
sobre problemas metodológicos relativos a los principios en la filosofía de Aristóteles”
(112-200801-02100), financiado por CONICET y dirigido por F. G. Mié. Una ver-
sión parcial fue presentada en las Jornadas Internacionales Ordia Prima (2007).
Agradezco las valiosas observaciones del auditorio presente entonces y, particular-
mente, las de Marcelo D. Boeri y Fabián Mié, con quienes estoy en deuda por bas-
tante más que por la sola razón antedicha. Quiero agradecer, también, el apoyo del
Centro de Estudios Clásicos y Medievales (UNCo) y de María I. Santa Cruz.
Finalmente, acerco mi especial gratitud a los evaluadores anónimos de la publicación
Ordia Prima por su iluminadora labor, sobre la base de la cual he podido mejorar la
versión final de este trabajo. Los errores que subsisten en él, naturalmente, me perte-
necen con exclusividad.
1 Véase v.g. Leszl (1981:274), Barnes (1969:131ss.), Cassini (1986),
McKirahan (1992:68ss.), et alii.
mucho que ver con nuestra noción general de axioma16 y, por el otro, la
de que (T6) corresponde incluir a los axiómata en lo que nosotros «lla-
mamos genéricamente axiomas»17, pues, como suele decirse, «una teo-
ría científica, según Aristóteles, es una estructura ordenada deductiva-
mente formada por los principios o verdades indemostrables y por todos
los enunciados deducidos válidamente de tales principios»18.
Antes que defender, pues, in medio foro una tesis para P3, partiendo
de los mismos supuestos y bases asumidos por la perspectiva sintética
de la tradición interpretativa especializada (método con el que creo que
difícilmente podría aportar algo de peso a la comprensión buscada), en
el presente estudio me propongo proceder, en principio, de manera
más analítica20, no sólo en cuanto a la revisión textual relevante, sino al
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19 «Laß dich die Bedeutung durch den Gebrauch lehren», Wittgenstein
(1988:486-7; II, xi).
20 Puesto que enormes dificultades persisten en las reconstrucciones sintéticas
o comprensivas de la doctrina (cf. §5.3), ensayo aquí un comienzo diferente, por con-
traposición, “analítico”: intentando el tratamiento de un pasaje textual a la luz de las
indicaciones contextuales más o menos próximas, no sólo de índole conceptual, sino
Sobre la doctrina de los ἀξιώματα a partir de APo. 72a14-18 45
estudio de algunas de las bases sobre las que se pueden o no edificar los
tres grandes problemas iniciales. Pienso que antes de delinear una com-
prensión sintética y abierta del significado aristotélico de axíoma, es
necesario, incluso, mínimamente tener presente también el peso de la
carga semántica que los usos –aristotélicos y no aristotélicos– relacio-
nados del término enseñan. Mostraré sólo un bosquejo suficiente,
tanto desde la perspectiva filológica como de la filosófica, de la espesu-
ra de su tradición en §2, a fin de presentar y discutir algunas de las
influencias centrales que operan como base de las perspectivas de inter-
pretación usualmente sintéticas.
En la parte principal de este trabajo (§3), intentaré buscar un nuevo
punto de apoyo y enfoque en virtud del cual comenzar a desandar aquel
camino de entrañamientos problemáticos de P1-P3. Me propongo, así,
revisar qué papel desempeña DT en la exposición que Aristóteles prepa-
ró de su doctrina de los axiómata, i.e., cuál es el valor de aquella defini-
ción por la que axíoma es señalado como un término técnico de la teoría
de la ciencia demostrativa desplegada en Analíticos segundos. Por ello, mi
análisis se encaminará, sobre todo, a un estudio del significado de DT
considerada en sus propios términos contextuales. Defenderé la idea de
que su papel es el que actualmente atribuimos a las definiciones de carác-
ter ‘lexicográfico’21: el de evitar ambigüedades o enriquecer el vocabula-
rio del auditorio para el cual ella se elabora, sobre la base de un término
en uso, el que antes podría haberse caracterizado de manera imprecisa-
mente afín, y que en la versión formularia explícita ofrecida en el texto,
desde el punto de vista de Aristóteles, informa acerca de la elección de
un significado que el término –aceptablemente– ya tiene. Aunque esta
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histórico-programáticas y, sobre todo, expositivas. No es mi intención desmantelar el
texto, sino revisar la fortaleza de algunas de las bases sobre las cuales puede edificarse
una reconstrucción menos conflictiva de la axiomática aristotélica. Pero, contra este
procedimiento, cf. McKirahan (1992:5). A pesar de su tipo, creo que este modo de
proceder podría contribuir en algo, en la etapa inicial de un programa de revisión
reconstructiva como el mencionado al comienzo, que cuenta con tantas dificultades
desde el arranque.
21 A veces estas definiciones son llamadas –con cierta oscuridad– ‘reales’, por
oposición a las definiciones estipulativas, a las que se designa como ‘nominales’ o ‘ver-
bales’. Sobre los tipos de definición siempre pueden verse Copi (1971:100-106) o
Hospers (1982:51-60).
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a Aristóteles, aun cuando ella concentre en DT, con cierto valor metodo-
lógico52, la concepción usualmente aceptada por sus coetáneos exper-
tos53. A modo de ejemplo, en §5.2, señalo algunos de los rasgos centra-
les de aquella doctrina más avanzada, no presentes en su primera defi-
nición que, como precisiones técnicas ulteriores respecto de DT, insi-
núan, también, parte de las dificultades que pueden aparecer en las eta-
pas del programa acabado de reconstrucción.
una misma formulación axiomática dada para una teoría, i.e., que podría
decirse que son –desde el punto de vista del método axiomático– meto-
dológicamente básicos. Pero, (a) para cualquier perspectiva axiomática
actual, los axiomas no son lógicamente (mucho menos, ‘silogística-
mente’) básicos en el sentido de que no admitan prueba deductiva en
absoluto, tal como parece implicar la imposibilidad de prueba estable-
cida en DT63: actualmente, no sólo todo axioma es una consecuencia
lógica de sí mismo, sino también un teorema de otra posible formula-
ción de la base axiomática de una misma teoría. Tampoco –el que sean
metodológicamente básicos– implica que los axiómata sean –como se
interpreta usualmente a los de Aristóteles– epistémicamente básicos,
por ejemplo. Así, (b) la condición de auto-evidentes (si fuese defendi-
ble en términos aristotélicos y, en parte, así se la ha considerado) no es
algo que esté implicado en nuestro actual concepto de axioma64.
Además, (c) puesto que los términos primitivos –todos o algunos– que
constituyen axiomas no requieren de interpretación (tanto para un sis-
tema axiomático formal como formalizado, lo cual los diferencia en
parte de un sistema “material” como el de Euclides)65, la condición de
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63 Véase la condición (ii) para ser axíoma en IV.
64 Véase n.94. Cf. Proclo In Euc. 76.13 y 194.6. No quiero sugerir aquí que, para
Aristóteles, los axiómata no sean cosas auto-evidentes en algún sentido –quizá en el
sentido en que resultan auto-explicativos como piensa Barnes o, quizá, simplemente
creídos en virtud de sí mismos («pues es preciso que, en los principios para la ciencia,
el porqué no sea cuestión de duda, sino que cada uno de los principios sea, él mismo
por sí, una prueba [no-demostrativa](pístis)» cf. Top. 100a25-b23 (ed. Ross
(1970)); para una discusión de los tipos y el papel de las písteis en contextos argu-
mentativos, cf. Rh. 1355b35-39, 1356a1-4, 20-21; sobre el valor de pístis en contextos
similares cf. LSJ II.2)– sino que la traducción directa por “principio auto-evidente”
–autópiston en la terminología tardía de Proclo y Simplicio– sugerida por el léxico
oxoniense podría no ser la más transparente para nosotros.
65 «Nótese que, por más que dispongamos de cierta “preconcepción” del signi-
ficado de los términos primitivos, ello corresponde al estadio intuitivo o preaxiomáti-
co de la teoría. Desde una perspectiva axiomática, lo único que especifica explícita-
mente la teoría al fijar los términos primitivos es su categoría lógica, esto es, si se trata
de relatores, functores o términos singulares, categoría que nos permite combinarlos
correctamente de acuerdo con la gramática del lenguaje lógico que se utilice. En cuan-
to a las afirmaciones primitivas, lo único que hace la teoría desde un punto de vista
formal es elegir, de entre las infinitas combinaciones bien formadas de términos pri-
mitivos y signos complementarios (lógico-matemáticos según la teoría formal que se
58 Eduardo Mombello
de cierto tipo de consensus omnium78. Esto es, él avanza sobre una base de
evidencia79 constituida por algunas opiniones reputadas (éndoxa) –al
menos– en la esfera de su auditorio. Éste es un recurso al que –se ha
dicho80– Aristóteles apela casi obsesivamente en sus lecciones81.
Más allá de estas fundadas concepciones, pienso que hay indicios muy
claros en el contexto cercano a DT de que Aristóteles procede a la cons-
trucción de la exposición de la teoría sobre una base de evidencia común,
la cual no debería dejar de tenerse en cuenta. En parte, podría decirse que
esa base –en Alfa 2– está constituida por un cierto consensus –en primer
lugar– acerca de una idea pre-aristotélica de conocer con certeza (epístas-
thai), more scientium82. En segundo lugar, por una idea no técnica acerca
de las relaciones entre los principios de la justificación (silogística) y las
conclusiones alcanzadas, en un determinado ámbito de estudio (quizá,
matemático). En efecto, el texto muestra que su auditorio tenía una con-
cepción pre-aristotélica de arché deductivo (o silogístico), según la cual los
principios deberían ser apropiados (oikeîai) a lo deducido (71b23)83, pues
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ca que emplea Aristóteles se presenta vacilante. Cf. v.g. Ross (1949:540), quien supu-
so que lo que estaba en construcción era, antes que la exposición de la teoría, la ter-
minología teórica misma.
78 Típicamente aristotélico, este modo de proceder establece el argumentum e
consensu omnium para aprovecharlo como elemento de prueba (cf. Oehler (1961)
“Der consensus omnium als Kriterium der Wahrheit in der antiken Philosophie und der
Patristik” en Antike und Abendland 10, 103-129, cit. en Düring (2000:626 n. 23). Cf.
también Düring (2000:710 y 771).
79 Cf. una explicación del procedimiento expositivo, de investigación, sobre la
base de evidencia y del valor del acuerdo (krátiston mèn gàr pántas anthrópous phaí-
nesthai synomologoûntas toîs rethesoménois), en el logro de convicción, en relación con
los lógoi philosóphos legómenoi en EE 1216b26-39.
80 Cf. Burnyeat (1981:117).
81 Sobre el carácter y aplicación de las éndoxa y phainómena como puntos de
partida dialécticos, cf. Irwin (1995:37ss.); sobre su valor epistemológico, véase Berti
(2002). Sobre el recurso característico de comenzar su argumentación constructiva
“con un punto que no está en disputa”, cf. Irwin op. cit. p. 44. Una cantidad de trata-
mientos relevantes sobre las éndoxa se han desarrollado desde Owen (1961), cf. v.g.
Nussbaum (1982), Pritzl (1999) y Berti (2002).
82 Es decir, conocer científicamente con certeza, a la manera de los expertos (hoi
epistámenoi; 71b14) reputados de tales (tal como parecen haber sido los matemáticos).
83 Cf. antecedentes de formas diversas de afinidad entre los puntos de partida y
lo derivado, en Platón, Plt. 280b4-9 (aquí, un concepto inferido, o conceptualmente
62 Eduardo Mombello
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91 §5.2.
92 Abordo algunas de estas determinaciones en §5.2.
66 Eduardo Mombello
Por otra parte, pienso que aquella nueva mirada sobre la doctrina de
los axiómata de APo. debe poder explicar su originalidad –o no– toman-
do como punto de partida las afirmaciones de Aristóteles en su propio
contexto. Básicamente, puede argüirse en favor de esa perspectiva que
(T10) no parece razonable dudar de que Aristóteles ha creído
que él tomaba la palabra101 “axíoma” y su aristotélicamente
impreciso concepto del dominio de los expertos en matemática,
para utilizarlo decisivamente como parte basal del concierto de
su teoría de la ciencia demostrativa, y que lo ha tomado y expre-
sado tal como sólo él podía verlo, antes de alcanzar la exposición
de los avances de la investigación102 sobre la teoría de la demos-
tración y la ciencia demostrativa que desarrollará en APo., des-
pués de sentar los fundamentos de éstas en A1 y 2; y
(T11) es el registro de su propia pluma el que para nosotros
cuenta como evidencia primera de un uso matemático (pre-aris-
totélico) del término.
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Ross (1924:261))– la lectura de APo. 76b14 al traducir «the axioms which the mathe-
maticians call common». Cf. también con Barnes (2002:99), el cual sigue a Bonitz.
101 Ross (1949:511).
102 APr. A1,24a1-2.
70 Eduardo Mombello
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Eggers Lan (1986:28-33) y Boeri (1993:22 n. 19)). Sobre la distorsión aplicada al
caso de la actividad filosófica de Sócrates, cf. v.g. Vlastos (1992:93).
109 Slomkowski (1999:33) prefiere “protáseis”; Pickard-Cambridge en Ross
(1952:211), “axioms”, lo cual reproduce sin enmiendas Barnes (1995:261), aunque
en su registro “altamente selectivo” (p. 2467) de “axioms”, prefiere registrar como
única entrada de Top. el pasaje de 156a23 (p. 2472). El pasaje parece ser una interpo-
lación pero, en cualquier caso, sin contar aún con una teoría de los axiómata para la
ciencia demostrativa que los diferencie de las hypothéseis y los aitémata (APo. 73b23-
24; cf. Bonitz (1958:70)), el término axíoma tiene aquí un sentido normativo no téc-
nico, que quizá sea próximo al que los expertos contemporáneos han utilizado, según
sugiere Aristóteles. En español, “postulado” es una traducción de compromiso que
necesita una justificación filológica que no es posible ofrecer aquí. Téngase en cuenta
que, en APr. 62a11-19, Aristóteles dio una muestra de cómo, en un tipo particular de
uso, un axíoma –un postulado que si es utilizado para probar la verdad tiene que ser
una consideración necesariamente falsa– resulta una opinión reputada (éndoxon) sólo
para quien la admite (Ross (1949:452) ad 15) y contradictoria de lo que se concluirá,
para su aplicación silogística en la prueba de reducción al absurdo. No deja de ser lla-
mativo, y un dato para un estudio más profundo, que, en esta significación, el término
axíoma en ocasiones parece haber podido ser comprendido como tan próximo al de
hypóthesis (“suposición”, cf. v.g. Metaph. 1005a13; 1055b34; 1013a16, b20; 1083b6,
1086a10, 15; 1090a27) que, cuando le es necesario referirse a las características técni-
cas que él atribuye a los axiómata en una exposición teórica, Aristóteles necesita des-
pegarlos conceptualmente de las hypothéseis (APo. 76b23-24, Metaph. 1005b8-18)
entendidas como postulados o suposiciones, generalmente, pertenecientes a la esfera
de conocimiento de alguna disciplina más o menos rigurosa, como la geometría que
Platón describe en R. 510c.
72 Eduardo Mombello
ousía. También es claro por qué tienen tal relevancia: son los principios
de todas las cosas sin excepción y, razonablemente, por tanto, univer-
sales en el más alto grado112. El punto es ¿cómo conciliar esto con nues-
tra comprensión de los axiómata como principios pertenecientes a cada
ciencia?113 En una parte no menor, la respuesta implica, evidentemen-
te, un compromiso con el núcleo problemático P3.
Conforme al enfoque reconstructivo que el análisis sobre el carácter
de DT parece sugerir, hay dos grandes etapas de la teoría que conciliar
para cualquier visión sintética de la cuestión. Presento partes decisivas de
sus contenidos en §5.1 y §5.2, respectivamente. Dadas las limitaciones de
espacio de un trabajo como el presente, sólo presentaré, en segundo
lugar, tres respuestas influyentes y discordantes para P3 (§5.3), práctica-
mente sin discusión. Sobre la base de los contenidos doctrinales que he
distinguido y el estudio de las sugerencias de los propios ejemplos regis-
trados por Aristóteles (§5.4), muestro finalmente (en §5.5-§5.7) la visión
sintética que me parece aristotélicamente más natural y plausible para P3.
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117 Tal como lo hace McKirahan (1992:71).
118 Pienso que, más naturalmente, él podría querer implicar que hay otros usos
(normativos y descriptivos) de la palabra que son diferentes de aquel al que él y el
grupo de expertos o estudiosos que constituye su auditorio acuden normalmente en
sus discusiones de estudio: “axíoma”, en el sentido definido, es parte de nuestra jerga,
parece sugerir simplemente Aristóteles.
119 Quizá pueda verse mejor la inconsecuencia por énfasis con un paralelo. Si,
por ejemplo, para ser designados como benévolos (éunous), el enunciado determi-
nante de Aristóteles hubiese sido “se deben desear las cosas buenas para los amigos”
y subrayásemos con un énfasis ilegítimo la expresión “para los amigos”, podríamos
inferir falazmente que Aristóteles sugiere que –siendo igualmente benévolos– pode-
mos sentirnos libres de desear las cosas malas para los no-amigos. Pero esto no es
parte del compromiso de la supuesta ley moral de Aristóteles de Ética Nicomaquea
1155b31 (Bywater (ed.)), la que ya no valdría como tal, pues, de hecho, al realizar
aquella inferencia incorrecta hemos convertido, ipso facto, la ley en una premisa dife-
rente. Premisa con la cual –claramente– él no estuvo comprometido (cf. 1155b32-3).
76 Eduardo Mombello
(C4) llamo “comunes” a las cosas que ellas [i.e., las ciencias] utili-
zan a fin de demostrar a partir de esas cosas (ek toúton) –pero no
acerca de las cuales (perì hôn) ellas prueban, ni lo que prueban–
(77a27-8).
Este sentido es el que los marca con el carácter funcional de los prin-
cipios de las demostraciones de cada cosa (75b37-8) y que, por ello,
pudieron constituirse, también, tal como su auditorio de expertos supo
reconocer, en una de las tres componentes teóricas de las demostracio-
nes: los axiómata ex hôn (75a39-b2). Sin embargo, en (C4), Aristóteles
no necesita aclararle a su auditorio –como hizo en el primer momento
de la doctrina– que se refiere a lo que los expertos matemáticos cono-
cen como axiómata, pero enseguida necesitará aclarar que se refiere a
koiná del tipo de TE y RI (30-31). Pues no está interesado en resaltar
su papel de saberes necesariamente previos –en el orden del conocimien-
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127 El uso de los ejemplos en sí mismo sugiere interesantes datos ulteriores para
la interpretación (véase §5.4).
Sobre la doctrina de los ἀξιώματα a partir de APo. 72a14-18 79
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128 Cf. Ross (1949:540). Con toda claridad, Barnes (2002:140-1) aduce que
esta descripción podría serlo tanto de “los principios de la ciencia en cuestión”, i.e., sin
tener en cuenta los “axiomas comunes”, como específicamente de los “axiomas comu-
nes” y no de los “principios en general”. Ésta última es la lectura más natural –admi-
te– aunque no es la que da mejor sentido al pasaje.
129 Véase §2.
130 Véase la preferencia de Barnes (2002:141) por esta interpretación del pasaje.
80 Eduardo Mombello
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131 APo. B2. De la idea de que los principios inmediatos no tienen un causante
se seguiría que los principios no tienen causa alguna. Aristóteles precisa el alcance de
esta implicación en B9: hay algunas cosas –los principios– que no tienen una causa
externa a ellas, son causa de sí mismas y es de éstas de las que dirá que no tienen
medio, i.e., que son inmediatas; otras –en cambio– tienen una causa externa y, por
ende, tienen un medio.
132 Véase el punto de vista filológico en §2.
133 Éste es el sentido tradicional en el que se entienden las hipótesis, pero debe
tomarse con cierta cautela: véase Gómez-Lobo (1977).
Sobre la doctrina de los ἀξιώματα a partir de APo. 72a14-18 81
Puede verse, entonces, que a los axiómata, por lo general, se los ubica
entre los entes del plano del lenguaje (acaso correlatos de artículos
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143 Cf. también Irwin (1995:144).
144 En este sentido su posición, antes que a la justificada pero ambigua perspec-
tiva de Ross, es más próxima a la especulación de Tricot (1966: 44 n. 2): «Los axio-
mas [...], son, no ciertas premisas de la demostración [...], sino ciertos principios en
virtud de los cuales la conclusión deriva de las premisas». Al decir “aplicado” o “ins-
tanciado”, Cassini quiere decir lo que Wilson (2000:92) quiere decir con “adaptado”
y, así, las posiciones de ambos sobre lo que implica el uso de los axiómata en las pro-
pias disciplinas científicas se presentan como idénticas.
145 Contra McKirahan y quizá contra Ross (1949:56) también, véase n. 139.
146 Ibid.
147 Pero cf. Barnes (1969:147-8).
148 I.e., qua derivación o deducción.
149 Cf. p. 87. Sin embargo, parece haber cambiado radicalmente de posición en
Cassini (2006:21-22).
150 Ibid. Nótese que, si se ve a los axiómata como expresiones de las condiciones
de cientificidad de toda epistéme y demostración en sentido estricto, se presenta el
siguiente problema: esas condiciones están expresamente indicadas en A2, 71b9-
72a14 (esp. 71b10-12 y 19-22), y ninguna de ellas se ejemplifica con un axíoma, ni
ninguno de los ejemplos que encontramos en APo. de axíoma (cf. §5.4) corresponde
expresamente a ninguna de esas condiciones.
84 Eduardo Mombello
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presentación de dos corrientes de interpretación contrarias (la de los “syllogisticists” y
la de los “antisyllogisticists”) acerca de la relación entre la doctrina del silogismo y de
la demostración, en Ferejohn (1991:17-19).
155 V.g. Ross (1949:55), McKirahan (1992:68-71), Cassini (1986:78), et alii.
156 Cassini ibid.
86 Eduardo Mombello
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ése fuera el caso, entonces RI –según la utilización peculiar (ἰδίως) que hace el mate-
mático– debería extenderse también más allá de las fronteras de la cantidad. Por otra
parte, lo igual puede identificarse, según el caso, con proporciones geométricas (EN
1131a31, 1131b12-13) o aritméticas (1131b32-34), y cada uno de estos tipos de
igualdad, a su vez, puede identificarse con un tipo de justicia. Y, dado que la igualdad
entendida como proporción no es un propio del número abstracto que utilizan los
matemáticos, sino del número en general (1131a30-31), ella puede aplicarse a cual-
quier tipo de ámbito más allá de las fronteras de las matemáticas (sobre la posibilidad
de que se extienda aun fuera de la categoría de la cantidad, cf. también n. 158). En el
siguiente apartado mostraré, además, el caso de un uso explícito de RI (en toda su
generalidad) en una prueba geométrica, en la cual no puede ser reemplazado –para la
conclusividad del razonamiento– por una “instancia” suya, a la manera de un princi-
pio propio de la geometría. Cf. n. 180. Estos casos, finalmente, despejan toda duda
acerca de (1) si las pruebas matemáticas necesitan contener solamente instancias de
RI, acerca de (2) si deben contenerlas y acerca de si (3) no debe contener RI en toda
su generalidad: ninguna de las tres cosas parece ser una exigencia aristotélica exclu-
yente. Las pruebas matemáticas pueden incluir explícitamente RI a secas y eso debe
ser ya una utilización del axíoma en relación con la materia apropiada de la ciencia,
aun cuando no se trata con una “instancia” de RI. Para el planteo de las dudas ante-
riores, cf. Barnes (2002:138-139).
175 Y esto es lo sustancial, pues es lo que se objeta cuando se sostiene que RI es
un principio intermedio entre comunes y propios.
176 Cosas que están en, y se predican de, la totalidad de otra (APr. 24b26-28),
i.e., términos que incluyen en su extensión la totalidad de los miembros de la clase
correspondiente al término del cual se predican.
Sobre la doctrina de los ἀξιώματα a partir de APo. 72a14-18 93
denota cada una. Por otro lado, nada impide a algunas ciencias que se
descuide alguna de estas cosas, v.g. que no se explique como prolegó-
meno186 que el género es el caso, cuando es evidente que es el caso
(pues que un número es el caso no es manifiesto de la misma mane-
ra que lo son frío y caliente), y que no se interprete qué denotan las
afecciones, cuando son cosas manifiestas: de igual modo, tampoco se
interpreta –en cuanto a las cosas comunes (koiná)– qué denota “el
quitar cosas iguales de cosas iguales”, puesto que es conocido. Sin
embargo, esas cosas no son menos de tres ni un ápice, al menos, por
naturaleza: acerca de lo cual (perí hó) se prueba, las que se prueban y
a partir de las cuales (ex hôn) [se demuestra] (76b11-21).
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(v.g. triángulo), como que los puntos de partida (la unidad) son el caso, ambos son
asuntos interpretados, plausiblemente sobre la base de diagramas, antes de proceder a
probar los teoremas (APo. 76a31-36 y Gómez-Lobo (1977:437)). Si se admite mi lec-
tura, lo que sucede en relación con las afecciones por sí, en el marco de la empresa
científica demostrativa en general, es precisamente lo opuesto a suponer su significa-
do; en otras palabras, debe hacerse explícito lo denotado por ellas, i.e., aquello que se
va a concluir por demostración (cf. (C7)), salvo que ya sea evidente. Este procedi-
miento, al menos, es coherente con parte de la práctica demostrativa que se atribuye
a los matemáticos antiguos como Eudoxo (cf. n. 179).
186 Un caso de explicación preliminar puede verse, por ejemplo, en Cael. 269b20;
cuando se parte de los principios inmediatos el procedimiento habitual del experto
parece haber sido explicar preliminarmente o hacer manifiesto de alguna manera en
qué consiste el género temático que oficia de principio y que tal cosa es el caso, para
proceder a la demostración que permite aprender intelectualmente (cf. APo. B9).
187 Barnes (2002:139) piensa que se refiere al hecho de que los tres componen-
tes se presentan en la fórmula completa –no abreviada– de la demostración.
188 Cf. Metaph.1015a11-13.
98 Eduardo Mombello
cuando los tipos ontológicos de esas cosas sean tan diversos como lo
son el tipo del eclipse y el de las propiedades del triángulo. Más allá de
su utilidad demostrativa en cada género de estudio, pero no indepen-
dientemente de ella, la mencionada circunstancia parece imprimir su
carácter universalmente superior y estructurante a toda cosa del mundo
que puede ser conocida de manera demostrativa.
La naturaleza de cada uno de los axiómata puede ser comprendida,
en tal caso, como una estructura originaria, relacional y unitaria, gené-
ricamente transfronteriza (aun cuando, por su utilización en relación
con entes genéricamente diferentes, pudiera presentarse ella misma al
experto como genéricamente distinguible o determinada), sin que nada
de ello implique el error probatorio de metábasis.
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102 Eduardo Mombello