Ensayo Sobre La Libertad de Expresión

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ENSAYO SOBRE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

INTRODUCCION

El poder expresarse libremente es un derecho fundamental, porque es esencial para luchar para que
se respeten y así mismo promocionar los derechos humanos, el hecho de que las personas no
puedan opinar, hacer denuncias, y poder hablar sobre cambios en un país, es algo a lo que se le
llama esclavitud. En todas partes se ha visto como las personas llegan a ser encarceladas o
acosadas, simplemente por querer ejercer su derecho a la libre expresión, esto sabiendo que está
claro que todo el mundo está en su derecho de recibir y difundir información y pensamientos sin
temer a nada, este derecho es importante para el desarrollo personal y la dignidad de cada persona,
y es fundamental para el disfrute de otros derechos humanos. La libertad de expresión guarda una
estrecha relación con el derecho a defender la propia opinión y con el derecho a la libertad de
pensamiento, conciencia y religión. La libertad de expresión comprende no sólo la libertad verbal o
de palabra, sino toda comunicación manifestada por cualquier medio o símbolo artístico, científico o
de cualquier índole. No es un derecho exclusivo de los actores comunicacionales: periodistas,
abogados, políticos, pensadores, docentes, etc., sino que cada individuo de la especie humana es
titular de ese derecho. Y el Estado está obligado a garantizarlo frente a las instituciones
gubernamentales o no, frente a cualquier persona, sea un familiar, su pareja, algún individuo de su
círculo comunitario, o cualquier miembro del sector o grupo social donde se desenvuelva.

A partir de la Declaración Universal de los Derecho Humanos, en 1948, la libertad de expresión está
consagrada en la mayoría de las legislaciones, incluyendo sus garantías que son, entre otras:
derecho a no ser perseguido a causa de las propias opiniones, el derecho a investigar información y
opiniones, el derecho a conservar el secreto de la fuente, la proscripción de los delitos de conciencia
y el respeto a la autonomía universitaria y a la libertad de cátedra para la búsqueda, consecución y
libre difusión del conocimiento y las ideas. Las garantías de la libertad de expresión forman parte de
lo que modernamente recibe el nombre de derechos humanos o 'derechos fundamentales' de la
persona humana, y se les considera como fundamentales ya que resultaría casi imposible exigir y
hacer efectivos otros derechos si éstos han sido conculcados

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En el año 2007, la discusión sobre la libertad de expresión en América Latina fue vibrante. Por

ejemplo, varias de las organizaciones no gubernamentales, que en la ciudad de Washington DC se

ocupan de la región, llevaron adelante foros específicamente vinculados con esa cuestión1. Casi

siempre, y a pesar de que el tema principal de los encuentros era el análisis regional, la discusión

finalizaba en un debate sobre la libertad de expresión en la República Bolivariana de Venezuela.

Sin embargo, analizar la libertad de expresión en una región desde la perspectiva de un solo país

puede llevar a conclusiones equivocadas. Si se estudia América Latina desde un espacio temporal

amplio, pueden constatarse varios avances que son beneficiosos para el ejercicio de la libertad

de expresión y que eran impensables años atrás. Leyes de acceso a la información pública han

sido aprobadas en muchos países. El delito de desacato ha sido derogado en otros o se encuentra

en desuso. La utilización de los delitos de difamación criminal ha sido cuestionada como nunca

cuando se aplica a expresiones vinculadas con asuntos de interés público. La jurisprudencia del

Sistema Interamericano de Derechos Humanos es hoy una guía clara por donde los países deben

Transitar. Por supuesto que preocupa la violencia contra periodistas en ciertos países y la impunidad
de la cual gozan sus autores materiales e intelectuales. También siguen desarrollándose juicios
penales contra periodistas, defensores de derechos humanos, o incluso funcionarios públicos que
critican al gobierno. Es una obviedad resaltar que queda mucho por hacer, pero analizar la materia
desde la perspectiva de lo que ocurre en un solo país puede llevar a minimizar los importantes
avances que han ocurrido en América Latina.

De todos modos, la derivación de la discusión desde una perspectiva general del tema a la situación
en un determinado Estado no es casual. En Venezuela, el ambiente para el libre ejercicio de la
libertad de expresión se ha deteriorado en los últimos años. Y la no renovación de la concesión a la
empresa privada que explotaba comercialmente Radio Caracas Televisión (RCTV), cuya línea
editorial era opositora al gobierno, alcanzó en 2007 la atención internacional, Por un lado, el
deterioro en el ejercicio de la libertad de expresión se venía advirtiendo con anterioridad al episodio
de RCTV. Los ataques físicos a periodistas constatados por organismos internacionales de derechos

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humanos cuyo punto más alto se dio en el período 2002-2003, decayendo luego, la ausencia de
investigaciones que determinaran los culpables de esos ataques dicho de otro modo, la impunidad
en la que persisten sus autores–6; los cambios legislativos impulsados por el gobierno directamente
vinculados con el ejercicio de la libertad de expresión por ejemplo, el nuevo Código Penal o la ley de
responsabilidad social de radio y televisión; la interpretación judicial de la legislación interpretación
muchas veces contraria a los estándares internacionales; y finalmente, como mencioné, el cese de
transmisión de un canal de televisión crítico del gobierno ocurrido en 2007, son las acciones más
visibles que a lo largo de estos años han llevado a muchas organizaciones internacionales,
gubernamentales y no gubernamentales, a expresar su preocupación por el ejercicio de la libertad
de expresión en Venezuela.

Por otro lado, otras organizaciones e incluso el propio gobierno, han señalado que en Venezuela

existe una amplia libertad de expresión y, para ello, argumentan que basta con leer los diarios o

ver los noticieros para darse cuenta que en el país la crítica al gobierno es constante y, en muchos

casos, sin precedente en otros lugares. Este es un argumento cuya constatación fáctica es sencilla

para cualquiera que visita el país.

Frente a estas dos posiciones contradictorias, es necesario volver a reflexionar sobre la situación

de la libertad de expresión en Venezuela.

El argumento de quienes consideran que el ejercicio de la libertad de expresión en Venezuela

es vigoroso tiene una falla en su premisa inicial. Tal falla consiste en entender que sólo basta la

libertad de crítica al gobierno para confirmar la existencia de un ambiente donde está garantizado

el ejercicio de la libertad de expresión.

Obviamente que la libertad de crítica en asuntos de interés público es fundamental para afirmar

un ambiente adecuado para la realización del derecho que es objeto de análisis en este trabajo.

Pero esta libertad no debe traer como consecuencia represalias arbitrarias. La existencia de un

campo propicio para el ejercicio de la libertad de expresión no se puede medir a partir del grado

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de valentía periodística que requiera llevar adelante críticas cualquiera sea su costo. Un ambiente

apropiado para dicho ejercicio es aquél donde la arquitectura institucional juega un papel
fundamental, posibilitando la crítica sin temor a represalias arbitrarias.

También es evidente que ese temor a represalias por la expresión crítica, si se consolida y extiende

en el tiempo, conduce a la autocensura. Sin embargo, conocer cuánto se ha dejado de criticar

por temor a las consecuencias requiere una investigación prolongada, dado que la autocensura

difícilmente ocurre de un día para el otro. Es un proceso lento, donde el coraje se resquebraja, los

intereses cambian y, al final, la crítica disminuye. En otras palabras, si bien es cierto que constatar

la crítica política por los medios de comunicación es sencilla, no es menos cierto que constatar

la autocensura es una tarea difícil. Lo que sí se puede corroborar rápidamente es la puesta en


marcha de políticas públicas que pueden derivar en ese proceso de autocensura. Ello no quiere
decir que la autocensura “ya” sea un hecho, pero tal constatación sirve para afirmar que el ambiente
no es el más idóneo para el ejercicio de la libertad de expresión.

Durante el año 2007, el cese de transmisiones por televisión abierta de RCTV, ocurrido a finales

de mayo, fue objeto de preocupación de distintos sectores que entendieron que la decisión del

gobierno de no renovar la licencia a ese medio constituía un atentado a la libertad de expresión

en Venezuela.

El caso de RCTV podría resumirse de manera sencilla. Por disposición a los acuerdos
internacionales suscriptos en el ámbito de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, los
Estados tienen la administración del espectro radioeléctrico. Venezuela, como el resto de los países
de la región, también administra el espacio del espectro que le corresponde a su territorio. En ese
sentido, los derechos para su utilización que se traducen en concesiones para la explotación de
servicios de radio y televisión son otorgados por el Estado de acuerdo a la legislación local y
mediante con tratos de concesión, de licencia o de otra naturaleza jurídica. Por un lado, el gobierno
venezolano argumentó que el contrato de concesión de RCTV terminaba, y que la decisión era no

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renovarlo. Por el otro, RCTV planteó que la interpretación de la legislación pertinente a su contrato
permitía afirmar que éste no vencía en la fecha indicada por el gobierno.

Hasta aquí, el problema podría ser entonces reducido a uno de mera interpretación legal, donde

la opinión del Estado no coincide con la de los particulares. En una democracia, este tipo de
diferencias se resuelven por canales institucionales; especialmente el Poder Judicial, que debe

gozar de la independencia e imparcialidad necesarias. Lamentablemente, en Venezuela existen

muchas sospechas sobre la verdadera existencia de estos atributos en el Poder Judicial. Incluso, la

politización de las más altas instancias de la judicatura venezolana y su falta de independencia,

han sido seriamente sostenidas por distintos sectores.

La interpretación del contrato y de las normas correspondientes, por supuesto que no es una
cuestión menor para resolver a quién le asiste la razón jurídica en la controversia. Pero en el
contexto que atraviesa el Poder Judicial venezolano, parece insuficiente conformarse con sus
decisiones, que vale destacar han sido hasta el momento contrarias a los intereses de RCTV.

Aun sin entrar a analizar los vericuetos de la ley y del contrato, los motivos que llevaron a la

decisión de no renovar la concesión surgidos de las declaraciones de altos funcionarios permiten


afirmar que hubo un manejo cuanto menos sospechoso de la administración del espectro
electromagnético por parte del gobierno.

Como lo explica el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por su sigla en inglés),

“[f]uncionarios gubernamentales, desde el presidente hacia abajo, han acusado a RCTV de violar

la Constitución y la normativa de radio y televisión, sin hablar de la colaboración con los autores

de un golpe contra Chávez en el 2002”. Sin embargo, sigue el informe, una investigación de tres

meses del CPJ, “...revela que el gobierno no realizó una revisión imparcial y transparente del

proceso de renovación de la concesión de RCTV. En cambio, según halló el CPJ, la evidencia

apunta a una decisión tomada de antemano y motivada por razones políticas. El propio Chávez

anunció la decisión en un discurso pronunciado el 28 de diciembre [de 2006], en el que afirmó

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que el gobierno no les renovaría la concesión a los ‘golpistas’ de RCTV. En los meses previos

y siguientes al anuncio, el gobierno no efectuó audiencias públicas, no siguió ningún criterio

explícito y no le proporcionó a RCTV la oportunidad de responder a las afirmaciones realizadas

por altos funcionarios en conferencias de prensa, discursos y entrevistas”.

No pasó desapercibida la entrevista dada al diario El Nacional el 8 de enero de 2007 por el

Ministro de Comunicaciones, Andrés Izarra. A comienzos de año, había aclarado cuál era la política
pública del gobierno en materia de su cartera; dijo el funcionario que: “Hay que elaborar

un nuevo plan, y el que nosotros proponemos es que sea hacia la hegemonía comunicacional e

informativa del Estado”.

Por su parte, las conclusiones del estudio del CPJ son categóricas: “[...] en primer lugar, se anunció

una decisión, y luego siguió una oleada de acusaciones públicas. Pero hasta hoy no ha existido un

proceso de revisión imparcial y transparente donde la evidencia pueda ser sometida a escrutinio

y el canal pudiera presentar su defensa. En lugar de ello, el registro refleja las acciones de un

gobierno motivado, por consideraciones políticas, a suprimir la cobertura crítica. Debido a que

las concesiones de muchas televisoras y emisoras de radio vencen este año, el caso de RCTV está

llevando a otros medios a suavizar su cobertura y sacar del aire a programas con voces críticas. Al

parecer, la administración Chávez pretende reemplazar lo que considera el dominio empresarial

de las frecuencias por el dominio del Estado”.

Así, como adelantaba previamente, la autocensura como consecuencia de las acciones del Estado

deja de ser una posibilidad para, de acuerdo al CPJ, convertirse en una realidad.

Para concluir, supongamos que la interpretación jurídica del gobierno es la correcta, que la

concesión terminaba y que tal interpretación del contrato y de las normas en juego fue avalada

correctamente por las instancias judiciales. Supongamos también que la motivación de no renovar

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la concesión ni dar la oportunidad a otros para que la exploten estuvo fundada en la necesidad

de diseñar una nueva política de comunicación.

A partir de la salida del aire de RCTV, la porción del espectro radioeléctrico que explotaba fue

ocupada por un canal público. El gobierno había manifestado que necesitaba recuperar el espacio
radioeléctrico para utilizarlo de manera que estuviera de acuerdo con las nuevas políticas

públicas en materia cultural. Sin perjuicio de las constantes contradicciones sobre los motivos,

determinadas por el momento o por los actores (recordemos que el presidente dijo que no se

renovaba la concesión a RCTV por “golpistas”), podríamos preguntarnos si resultaba necesario,

para la implementación de esas nuevas políticas públicas, recuperar esa frecuencia para su
explotación por parte de un canal público.

Un rápido recuento de las frecuencias con las que contaba el Estado realizado por varias
organizaciones, permite también sospechar de la sinceridad de aquel propósito. En consecuencia,

se afirma aún más la tesis sobre la manipulación arbitraria y discrecional del espectro radioeléctrico
en beneficio de la “hegemonía comunicacional” del Estado,

La Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC), que viene defendiendo hace años la

necesidad de una administración transparente del espectro radioeléctrico, fue muy explícita en

su análisis sobre la no renovación de la concesión a RCTV. En un comunicado de prensa expresó

que: “El gobierno de Venezuela ha señalado a RCTV y el grupo económico que lo controla de estar

involucrado con los golpistas. En caso que el gobierno de Venezuela entendiera que es culpable

de este delito, debería habilitar un proceso adecuado para investigar y enjuiciar a los eventuales

responsables, brindando todas las garantías del debido proceso al que tienen derecho todas las

personas, incluso los golpistas. De comprobarse tal acusación, ameritaría no sólo no renovar la

concesión sino su directa revocación. AMARC considera que no es aceptable que se otorgue,

cancele, renueve o no renueve el uso de frecuencias de radio y TV en función de la conveniencia

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o afinidad política con el gobierno de turno, especialmente cuando muchas veces es el propio

gobierno quien cumple este papel y no organismos estatales independientes”.

Tal como señaló esa organización, el Estado venezolano, como administrador del espectro

radioeléctrico en su territorio, tiene la potestad de conceder frecuencias radioeléctricas para el uso


de radio y TV, así como para evaluar la renovación o no de esas licencias, incluyendo la de RCTV.

Sin embargo, los Estados no pueden administrar el uso de las frecuencias de manera discrecional

ni arbitraria. Los máximos estándares interamericanos de derechos humanos establecen que el

otorgamiento de frecuencias de radio y TV debe garantizar igualdad de oportunidades a todas las

personas y sectores sociales, y que los requisitos, procedimientos y criterios de evaluación deben

ser transparentes, claros y estar establecidos previamente, promoviendo un acceso equitativo a

este recurso. Estos principios son válidos tanto para la concesión como para la renovación del

uso de las frecuencias radioeléctricas.

En definitiva, lo ocurrido con RCTV durante 2007 ha puesto en evidencia el diseño de una política

pública, mediante una manipulación poco transparente del espectro radioeléctrico, para beneficio
propio del gobierno y no de la ciudadanía. Y ello constituye una acción más que lesiona el ejercicio
de la libertad de expresión en Venezuela.

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