La Crítica de la razón práctica de Kant analiza la moralidad y la libertad humana. Kant argumenta que si existen obligaciones morales, entonces los seres humanos deben ser libres, y que si reconocemos la ley moral, esto implica que somos libres. La razón práctica guía nuestra voluntad y nos permite actuar de acuerdo con la ley moral. Sin embargo, la unión perfecta entre la virtud y la felicidad solo es posible si asumimos la existencia de Dios y otra vida después de esta.
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La Crítica de la razón práctica de Kant analiza la moralidad y la libertad humana. Kant argumenta que si existen obligaciones morales, entonces los seres humanos deben ser libres, y que si reconocemos la ley moral, esto implica que somos libres. La razón práctica guía nuestra voluntad y nos permite actuar de acuerdo con la ley moral. Sin embargo, la unión perfecta entre la virtud y la felicidad solo es posible si asumimos la existencia de Dios y otra vida después de esta.
La Crítica de la razón práctica de Kant analiza la moralidad y la libertad humana. Kant argumenta que si existen obligaciones morales, entonces los seres humanos deben ser libres, y que si reconocemos la ley moral, esto implica que somos libres. La razón práctica guía nuestra voluntad y nos permite actuar de acuerdo con la ley moral. Sin embargo, la unión perfecta entre la virtud y la felicidad solo es posible si asumimos la existencia de Dios y otra vida después de esta.
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Crítica de la razón práctica
Immanuel Kant Edición bilingüe alemán-español Traducción y edición crítica de Dulce María Granja Colección Filosofía. Serie Biblioteca Immanuel Kant 504 pp.
por Martha Angélica Rodríguez Leal
Es probable que Kant empezara a escribir la Crítica de la razón práctica en la primavera de
1787 y que lo concluyera hacia septiembre de ese mismo año; pero la mayor parte de su contenido debió haber estado claramente presente en su mente desde mucho tiempo atrás, quizá desde 1785. El estilo de Kant en general y, señaladamente, en este libro está fuertemente marcado por su práctica de la enseñanza. Tiene el tono magisterial y el estilo directo y propio de quien ha pensado cuidadosamente todo lo que quiere decir antes de poner la primera palabra en el papel. El estilo no puede ser considerado aparte del contenido. La segunda Crítica, “es como una flecha disparada certeramente hacia su blanco, sigue una línea recta de argumentación, sin explorar callejones sin salida ni desviarse en desarrollos tangenciales”. En efecto, difícilmente se aceptaría que el conocimiento científico no es un conocimiento genuino o bien que los juicios morales que emitimos comúnmente carecen de sentido y que la moral es una ilusión engañosa. La segunda Crítica comienza con definiciones y axiomas, la formulación de la ley moral y de la libertad de la voluntad se hace deductivamente. Por otra parte, guarda una estructura muy semejante a la primera pues está construida según el mismo modelo. Al igual que la Crítica de la razón pura, la segunda se divide en doctrina trascendental de los elementos y doctrina trascendental del método; en la primera división se expone la moral y en la segunda el modo de enseñarla. La doctrina de los elementos se divide en analítica y dialéctica trascendentales; así pues, la segunda Crítica carece de estética trascendental porque la moral, a diferencia del conocimiento teórico, no se funda sobre la sensibilidad; más bien debe prescindir de ella. Ahora bien, esto nos lleva directamente a la concepción que Kant tenía de la crítica. Para él, la crítica tiene dos sentidos o vertientes, los cuales podrían designarse como sentido negativo y sentido positivo. Considerada negativamente, se llama crítica al examen que la razón hace de sí misma con el propósito de erradicar las ilusiones dialécticas de la vieja metafísica; en ese sentido negativo, la crítica consiste en rechazar las pretensiones de conocimiento suprasensible que aparecen como dogmatismo metafísico y como fanatismo moral. Considerada positivamente, la crítica consiste en rescatar los principios que constituyen la metafísica, como ciencia, de la ruina a la que están amenazados por el empirismo, el cual no sólo plantea dudas sobre la posibilidad de la metafísica especulativa, sino que también tiende a minar el conocimiento respecto de la naturaleza y la moral. Así, la función positiva de la crítica consiste en establecer la estructura, rango, uso y validez de los 2 conceptos que no pueden ser derivados de la experiencia (el concepto de causalidad en la primera Crítica y el concepto de deber en la segunda) pero que necesitan ser objetivamente válidos pues son esenciales para que la experiencia tenga sentido. Según Kant, sin una crítica que tenga estas dos funciones, no es posible trazar la distinción entre metafísica legítima e ilegítima o defender el conocimiento genuino de los ataques procedentes de una mera ilusión dialéctica disfrazada de una sabiduría supuestamente elevada. Si la primera Crítica estaba dedicada al estudio del sujeto cognoscente, la segunda lo estará al estudio del sujeto moral definido por la libertad. En esta segunda Crítica la libertad se descubrirá al instituirse la legislación moral y, así, la libertad se presentará como la ratio essendi de la ley moral y esta última como la ratio cognoscendi de aquella primera. En otras palabras, la línea argumentativa de Kant es la siguiente: si no hubiera libertad no existiría ley moral en nosotros, y si conocemos la ley moral, podemos, por lo tanto, a partir de dicha ley, saber que somos libres. Así, el concepto de libertad es la condición a priori del hecho moral y la piedra angular de toda la construcción del sistema de la razón pura y comprende no sólo a la razón práctica sino también a la razón especulativa. La razón guía la construcción del conocimiento en su aspecto sistemático al dirigir la búsqueda de las condiciones absolutas donde descansa, en último término, el edificio entero del conocimiento. Por otra parte, razón práctica equivale a voluntad. Un ser humano, como ser dotado de razón, puede gobernar su conducta de acuerdo a la concepción de esa ley; la razón es práctica en sí misma, es capaz de proporcionar los motivos y fines para obrar. Para ello no es necesario eliminar los elementos no racionales: éstos pueden no deber ser los que determinen los actos. Lo que Kant pretende mostrar es que, si la moral no es una ilusión la razón pura, puede y debe ser práctica. Por lo tanto, esta razón práctica no sólo puede hacer legítimamente estas presuposiciones sino que además debe hacerlas, si es que la moralidad no es una quimera. Sin embargo, estos presupuestos no se hacen como expresiones de conocimientos sino como asuntos de fe o, como los llama Kant, “postulados prácticos”. La Crítica de la razón práctica muestra que la ley moral, considerada como “hecho de la razón”, implica el concepto de libertad y, a su vez, es implicada por éste. En efecto, al afirmar que el ser humano tiene obligaciones morales, Kant está asumiendo que la libertad es real y que la naturaleza, incluyendo la naturaleza humana, puede ser entendida científicamente sólo bajo el principio de la causalidad natural. Así, el ser humano como agente moral no es una parte de la naturaleza: el mismo acto que el psicólogo considera determinado causalmente por las leyes de la herencia y del medio ambiente es considerado por el agente moral como elegido libremente. De este modo, el concepto kantiano de libertad no equivale a sostener que las acciones libres carecen de causas ni tampoco a que estén determinadas psicológicamente por los estímulos momentáneos pero, en cambio, sí por el carácter que uno mismo se ha formado. La razón práctica posee entonces su propia antinomia: ésta surge del concepto de bien supremo entendido como el ideal que conjunta perfección moral y felicidad proporcional al grado de perfección adquirido. 3 En efecto, únicamente la virtud puede constituir el bien más elevado, pero ella sola no puede constituir el bien perfecto; este último exige la unión de virtud y felicidad. Ahora bien, la felicidad no es posible sino bajo cierto acuerdo entre la naturaleza y nosotros, pero es claro que el orden natural no depende de nosotros. Así, la propuesta kantiana del ideal moral y su persecución por el ser humano significa una fe profunda en el orden moral del universo y en un ser que lo establece y realiza. Así también, las ideas de inmortalidad del alma y otra vida son expresiones del pensamiento kantiano donde el ser humano no puede realizar el ideal moral en este mundo.