Relexion de Lucas 10

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RELEXION DE LUCAS 10: 38-42

Querido equipo el contexto en que se presenta el evangelio que acabamos de escuchar


se encuentre en el viaje de Jesús emprendido en el capítulo 9, está sembrado de
encuentros singulares, entre ellos el de un doctor de la ley (10,25-37), que precede al
encuentro con Marta y María (vv. 38-42). Ante todo, pues, el doctor de la Ley hace una
pregunta a Jesús, lo cual propicia al lector ocasión para descubrir cómo se consigue la
vida eterna, que es la intimidad con el Padre. A ella se llega participando en la misión de
Jesús, el primer enviado que nos muestra la misericordia de Dios en su plenitud (v.37).
En Jesús, el Padre se ha acercado a los hombres mostrando de manera tangible su
paternidad. La expresión que Jesús dirige al doctor de la Ley y al lector, al final del
encuentro, es crucial: “Vete y haz tú lo mismo” (v.37). Hacerse próximo, acercarse a los
otros como ha hecho Jesús, nos hace instrumentos para mostrar de manera viva el amor
misericordioso del Padre. Esta es la llave secreta para entrar en la vida eterna. La
escucha de la Palabra. Después de este encuentro con un experto de la Ley mientras iba
de camino, Jesús entra en un poblado y es acogido por sus viejos amigos Marta y María.
Jesús no es sólo el primer enviado del Padre, sino también el que, por ser Él la Palabra
única del Padre, reúne a los hombres, en nuestro caso los miembros de la familia de
Betania. Si es verdad que hay muchos servicios que llevar a cabo, como la acogida y
atención a las necesidades de los demás, es aún más cierto que lo que es insustituible
es la escucha de la Palabra. Aquí, el relato de Lucas es al mismo tiempo un hecho real y
algo ideal. Empieza con la acogida por parte de Marta (v.38), y después presenta a
María en la actitud propia del discípulo, sentada a los pies de Jesús y atenta a escuchar
su Palabra. Esta actitud de María resulta extraordinaria, porque en el judaísmo del
tiempo de Jesús no estaba permitido a una mujer asistir a la escuela de un maestro.
Hasta aquí vemos un cuadro armonioso: la acogida de Marta y la escucha de María.
Pero la acogida de Marta se convertirá en breve en un súper activismo: la mujer está
“tensa”, dividida por las múltiples ocupaciones; está tan ocupada que no consigue
abastecer las múltiples ocupaciones domésticas. La gran cantidad de actividades,
comprensible por tratarse de un huésped singular, sin embargo resulta
desproporcionada, hasta el punto de impedirle vivir lo esencial justo en el momento en
que Jesús se presenta en su casa. Su preocupación es legítima, pero pronto se
convierte en ansia, un estado de ánimo no conveniente para acoger a un amigo.
Su servicio de acogida es muy positivo, pero resulta perjudicado por el estado ansioso
con que lo realiza. El evangelista deja ver al lector que no hay contradicción entre la
diaconía de la mesa y la de la Palabra, pero pretende presentar el servicio en relación
con la escucha. Marta, al no haber relacionado la actitud espiritual del servicio con la de
la escucha, se siente abandonada por su hermana y en vez de dialogar con María se
queja al Maestro. Atrapada en su soledad, se enfada con Jesús que parece permanecer
indiferente ante su problema (“¿No te importa…?”) y con la hermana (“que me ha dejado
sola en el trabajo”). En su respuesta, Jesús no la reprocha ni la crítica, pero busca
ayudar a Marta a recuperar lo que es esencial en aquel momento: escuchar al maestro.
La invita a escoger la parte única y prioritaria que María ha escogido espontáneamente.
El episodio nos alerta sobre un peligro siempre frecuente en la vida del cristiano: los
afanes, el ansia y el activismo pueden apartar de la comunión con Cristo y con la
comunidad. El peligro aparece de manera muy sutil, porque con frecuencia las
preocupaciones materiales que se realizan con ansia las consideramos una forma de
servicio. Lo que preocupa a Lucas es que en nuestras comunidades no se descuide la
prioridad que hay que dar a la Palabra de Dios y a su escucha. Es necesario que, antes
de servir a los otros, los familiares y la comunidad eclesial sean servidos por Cristo con
su Palabra de gracia. Cuando estamos inmersos en las tareas cuotidianas, como Marta,
olvidamos que el Señor quiere cuidar de nosotros. Por el contrario, es necesario poner
en manos de Jesús y de Dios todas nuestras preocupaciones.
Además, preguntémonos, ¿Qué me quiere decir Jesús? ¿Cuál es esa cosa sola que
necesitamos? Ante todo es importante comprender que no se trata de la contraposición
entre dos actitudes: la escucha de la Palabra del Señor, la contemplación, y el servicio
concreto al prójimo. No son dos actitudes contrapuestas, sino, al contrario, son dos
aspectos, ambos esenciales para nuestra vida cristiana; aspectos que nunca se han de
separar, sino vivir en profunda unidad y armonía. Pero entonces, ¿por qué Marta recibe
la reprensión, si bien hecha con dulzura? Porque consideró esencial sólo lo que estaba
haciendo, es decir, estaba demasiado absorbida y preocupada por las cosas que había
que “hacer”. En un cristiano, las obras de servicio y de caridad nunca están separadas
de la fuente principal de cada acción nuestra: es decir, la escucha de la Palabra del
Señor, el estar —como María— a los pies de Jesús, con la actitud del discípulo. Y por
esto es que se reprende a Marta. Él les es amisto, pero aprovecha la ocasión para
ofrecer un consejo siempre válido: en nuestra peregrinación terrenal conviene sólo
preocuparse de escuchar la palabra del Dios, y respetar sus enseñanzas con nuestras
obras.
Ahora cabe preguntarnos, ¿Qué cuenta más, escuchar a Dios o trabajar por Él? ¿La vida
activa o la vida contemplativa? "Una sola es la cosa de que hay necesidad." Vida activa y
contemplativa no están en contraposición así como Marta y Maria, son" hermanas."
Cada fiel cristiano, en el estado de vida que le es justo, tiene que aprender a ser
contemplativo en el actuar y activo en la contemplación. El Maestro nos enseña que no
es necesario preocuparse excesivamente por las "obras de Dios", si nos llevan a no
tener tiempo para estar y para dialogar con el "Dios de las obras." Si primera no
hablamos con Dios, ¿cómo podremos hablar luego de él a los otros? A menudo nos
sentimos metidos en este conflicto: entre mil urgencias y contingencias, creemos no
tener tiempo que dedicar a la oración, para hablar con nuestro Padre bueno.
Pidamos al Señor que a imitación de María, escojamos la mejor parte y nos conceda la
gracia de estar con Dios porque a menudo nos sentimos metidos entre mil urgencias y
contingencias, creemos no tener tiempo que dedicar a la oración. Danos tu gracias para
estar en este momento cerca de Ti.

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