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Caso Chavin de Huantar

Caso "Chavin De Huantar"
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INTRODUCCION

El 17 de abril de 2015 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante “la Corte
Interamericana”, “la Corte” o “el Tribunal”) emitió una Sentencia, mediante la cual declaró
responsable internacionalmente a la República del Perú por la violación del derecho a la vida,
reconocido en el artículo 4.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (en
adelante también “la Convención Americana” o “la Convención”), en relación con el artículo 1.1
de la misma, en perjuicio de Eduardo Nicolás Cruz Sánchez. Asimismo, declaró responsable al
Estado por la violación de los derechos a las garantías judiciales y a la protección judicial,
reconocidos en los artículos 8.1 y 25.1 de la Convención Americana, en relación con el artículo
1.1 de la misma, en perjuicio de los familiares de Eduardo Nicolás Cruz Sánchez, Herma Luz
Meléndez Cueva y Víctor Salomón Peceros Pedraza, así como por la violación del derecho a la
integridad personal, reconocido en el artículo 5.1 de la Convención Americana, en relación con
el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de Edgar Odón Cruz Acuña, hermano de Eduardo
Nicolás Cruz Sánchez.

Por otro lado, el Tribunal determinó que no existen elementos suficientes para determinar la
responsabilidad internacional del Estado por la violación del derecho a la vida, reconocido en el
artículo 4.1 de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en
perjuicio de Herma Luz Meléndez Cueva y Víctor Salomón Peceros Pedraza. El presente caso
no se refiere a la inocencia o culpabilidad de los integrantes del comando “Chavín de Huántar”
o de las fuerzas de seguridad que participaron en la operación de rescate de rehenes, ni
tampoco de los miembros del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (“MRTA”).

El presente caso versa sobre la conformidad o no de los actos estatales con la Convención
Americana en cuanto a si existió o no ejecución extrajudicial en el marco de la operación de
rescate de rehenes en dos momentos temporales diversos y en distintos ámbitos físicos: por un
lado, respecto de Eduardo Nicolás Cruz Sánchez y, por el otro, respecto de Herma Luz
Meléndez Cueva y Víctor Salomón Peceros Pedraza. En efecto, la responsabilidad
internacional del Estado se funda en actos u omisiones de cualquier poder u órgano de éste,
independientemente de su jerarquía, que violen la Convención Americana. Es un principio de
Derecho Internacional que el Estado responde por los actos y omisiones de sus agentes
realizados al amparo de su carácter oficial, aun si actúan fuera de los límites de su
competencia.
CASO CRUZ SÁNCHEZ Y OTROS VS. PERÚ

I. ANTECEDENTES DEL CASO

En relación con los hechos del presente caso:

1) Se abrió en el 2001 una investigación, a raíz de las denuncias presentadas, que derivó en
la apertura de un proceso penal ante el fuero común;

2) Se trabó una contienda de competencia que fue dirimida por la corte suprema de justicia de la
república a favor del fuero militar respecto de los comandos imputados;

3) El fuero militar resolvió sobreseer la causa en el 2003, la cual fue archivada definitivamente;

4) El fuero común continuó con el conocimiento de la causa respecto a las autoridades


implicadas, la cual fue acumulada luego con un proceso por encubrimiento real;

5) Al momento de que el caso fue sometido a conocimiento de esta corte no existía sentencia
definitiva en el proceso llevado a cabo ante el fuero común;

6) Como hecho superviniente la tercera sala penal especial liquidadora de la corte superior de
justicia de lima dictó sentencia el 15 de octubre de 2012, mediante la cual absolvió a todos los
acusados, con excepción de un procesado contumaz;

7) El 24 de julio de 2013 la sala penal transitoria de la corte suprema de justicia de la república


declaró no haber nulidad de la sentencia dictada;

8) En el 2007 se inició un proceso penal contra el ex presidente Fujimori Fujimori y otra persona.

9) Actualmente se encuentra pendiente una nueva investigación por los hechos relacionados
con Eduardo Nicolás Cruz Sánchez.

En el procedimiento ante la Comisión, el Estado presentó un “reconocimiento de responsabilidad por


exceso del plazo en tramitación de proceso penal”. Conforme a su jurisprudencia, la Corte admitió y
otorgó plenos efectos al reconocimiento parcial de responsabilidad realizado ante la Comisión en
este caso.

En su escrito de contestación, el Perú presentó seis excepciones preliminares, las cuales fueron
analizadas y desestimadas por la Corte. En cuanto a la excepción de control de legalidad del Informe
de Admisibilidad de la CIDH en relación con la falta de agotamiento de recursos internos, la Corte
consideró que no se había alegado fundadamente la ocurrencia de un error grave que vulnere el
derecho de defensa de las partes. Con relación a la excepción de falta de agotamiento de recursos
internos, la Corte determinó que los alegatos del Estado sobre las posibles justificaciones para la
demora en la tramitación del proceso interno configuran un cambio en la posición previamente
asumida, lo que no es admisible en virtud del principio de estoppel. Respecto de la excepción de
control de legalidad del Informe de Fondo de la CIDH en materia de determinación de presuntas
víctimas y derechos humanos no considerados en el Informe de Admisibilidad, la Corte determinó
que la actuación de la Comisión no habría generado un perjuicio al Estado en su derecho de
defensa. Sobre la excepción relativa a la alegada violación del derecho de defensa del Estado
peruano por la Comisión Interamericana, estimó que no existían motivos para considerar que hubiera
podido provocar una violación al derecho de defensa del Estado. Asimismo, la Corte consideró que
los argumentos presentados por el Estado relativos a la eventual subsanación de las deficiencias en
las investigaciones iniciales, tales como el trabajo realizado de acuerdo a lo que denominó como “los
actuales estándares internacionales”, pertenecían al análisis del fondo del caso y que, por lo tanto,
no correspondía pronunciarse sobre ellos como excepción preliminar. En cuanto al planteo de
inadmisibilidad de incorporación de nuevos hechos por los representantes de las presuntas víctimas
al proceso ante la Corte consideró que debía ser analizado en el capítulo relativo a las
consideraciones previas al referirse más propiamente al marco fáctico del caso y estimó que los
mismos constituyen hechos explicativos o aclaratorios de los hechos contenidos en el marco fáctico
fijado por el Informe de Fondo No. 66/1.

II. FONDO DEL CASO

El Estado ha expresado con vehemencia su defensa de los comandos Chavín de Huántar y de los
fines legítimos perseguidos con el operativo de rescate. También ha reiterado enérgicamente su
repudio por la violencia ejercida por grupos subersivos terroristas, como el MRTA.

Estas afirmaciones son importantes y bienvenidas, sin embargo, ha sido parte de la lógica de este
discurso que los procesos internos e internacionales impulsados por las víctimas de violaciones a los
derechos humanos, sus familiares y representantes constituyen un ataque a esta defensa, un intento
de convertir a “los héroes en villanos”

1. El discurso general luego deriva en una confrontación de suma cero: argumentar que algunos
integrantes del MRTA pudieran haber sido víctimas de violaciones por parte de agentes estatales
equivale a atacar a los comandos que heroicamente defendieron al Estado para defender a
terroristas.

2. Sin embargo, de eso no se trata el caso que debió resolver la Corte Interamericana. APRODEH y
CEJIL, quienes representan a las víctimas en el fuero internacional, han expresado su condena
por la violencia ejercida por el MRTA y reiterado en numerosas oportunidades que no existe
persecución alguna de los comandos.

3. La propia Corte Interamericana señaló en su sentencia que el caso “no se refiere a la inocencia o
culpabilidad de los integrantes del comando “Chavín de Huántar” o de las fuerzas de seguridad
que participaron en la operación de rescate de rehenes, ni tampoco de los miembros del MRTA”

4. En efecto, la determinación de responsabilidades penales no corresponde a la Corte


Interamericana, que sólo juzga la responsabilidad internacional del Estado. Es un hecho que los
procesos judiciales iniciados contra los integrantes de los comandos Chavín de Huántar en el
Fuero Militar responden a una determinación de la propia vocalía permanente del Consejo
Supremo de Justicia Militar de junio de 2002.

El caso de Chavín de Huántar se trató, concretamente, sobre si el Estado es responsable por la


muerte de tres integrantes del MRTA que, según argumentamos los representantes de los familiares
de las víctimas, ocurrieron al finalizar el operativo y estando las víctimas fuera de combate y en
poder de agentes estatales.

En este sentido, el caso no pretendió cuestionar la decisión del Estado de recurrir al uso de la fuerza
para poner fin a un grave acto criminal, ni la forma en que el operativo de rescate se llevó a cabo.
Ante los hechos, y atendiendo a la prueba, el caso de Chavín de Huántar exigió responder: por un
lado, qué derechos tienen las personas que, sin importar las razones o lo que hubieran hecho, son
detenidas por agentes estatales; y por otro, qué obligaciones tiene el Estado para garantizar estos
derechos, incluyendo las acciones que debe tomar cuando existen razones para creer que estos
derechos no se respetaron. Y, fundamentalmente, el caso se trataba de realizar este examen
atendiendo al difícil contexto de combate contra el terrorismo en que ocurrieron los hechos.

Enfocar debidamente el debate en torno a este caso, en el objeto y propósito del litigio permite
comprender mejor el alcance de la decisión de la Corte y las acciones a tomar en base a una
estrategia de fortalecimiento de las garantías a los derechos humanos.

III. ANALISIS DE FONDO

Con relación al fondo del asunto, la Corte afirmó que, dado que la toma de rehenes se produjo con
ocasión y en desarrollo de un conflicto armado interno, resultaba útil y apropiado, habida
consideración de su especificidad en la materia, tener en cuenta el artículo 3 común a los cuatro
Convenios de Ginebra y el derecho internacional humanitario (DIH) consuetudinario. Por lo tanto,
dado que la Convención Americana no define en forma expresa el alcance que debe otorgarle la
Corte al concepto de arbitrariedad que cualifica una privación de la vida como contraria a dicho
tratado en situaciones de conflicto armado, la Corte consideró pertinente recurrir al corpus iuris del
DIH para determinar el alcance de las obligaciones estatales en lo que concierne al respeto y
garantía del derecho a la vida en esas situaciones. En esta línea, la Corte advirtió que las presuntas
víctimas del presente caso no eran civiles, sino que eran integrantes del MRTA, quienes participaron
en forma activa en las hostilidades. Al mismo tiempo, reconoció que podían potencialmente ser
beneficiarios de las salvaguardas contenidas en el artículo 3 común, siempre y cuando hubieran
dejado de participar en las hostilidades y pudieran identificarse como horas de combate. Según
recordó la Corte, el DIH prohíbe en cualquier tiempo y lugar los atentados a la vida y a la integridad
personal de tales personas. De este modo, la controversia fáctica se centraba en determinar si las
tres presuntas víctimas habían dejado de tomar parte en las hostilidades y eran, por ende,
acreedores de la protección que asegura el artículo 3 común a los cuatro Convenios de Ginebra.

Respecto de Eduardo Nicolás Cruz Sánchez, al evaluar las pruebas aportadas y las circunstancias
en que sucedieron los hechos, la Corte determinó que su muerte se produjo una vez que se
encontraba bajo custodia del Estado. La versión de los hechos que emana de las declaraciones de
miembros de las fuerzas de seguridad del Estado, generaron la convicción en la Corte de que Cruz
Sánchez fue capturado con vida, que fue amarrado e incapacitado, que no portaba armamento, y
que fue entregado a un militar quien volvió a ingresarlo hacia la residencia. Eduardo Nicolás Cruz
Sánchez fue posteriormente hallado muerto. Según el informe de antropólogos forenses, dicha
muerte se produjo estando inmovilizado. Ningún comando que declaró en el fuero militar reconoció
haberle disparado o dado muerte. De este modo, la Corte consideró que la última vez que fue visto
con vida, el mismo se encontraba en una situación de horas de combate y que, por tanto, el Estado
tenía la obligación de otorgarle un trato humano y respetar y garantizar sus derechos. Es así que la
Corte estableció que se invierte la carga de la prueba y correspondía al Estado la obligación de
proveer una explicación satisfactoria y convincente de lo sucedido y desvirtuar las alegaciones sobre
su responsabilidad, mediante elementos probatorios adecuados, que demostraran en este caso que
existió alguna necesidad de utilizar la fuerza por parte de los oficiales que custodiaban a Cruz
Sánchez. Sin embargo, advirtió que el Estado no proporcionó una explicación alternativa que sea
verosímil y satisfactoria sobre la forma en la que Cruz Sánchez falleció en las zonas bajo el control
exclusivo del Estado. Todo lo anterior permitió a la Corte concluir que se trató de una ejecución
extrajudicial y declaró la responsabilidad internacional del Perú por la privación arbitraria de la vida
de Eduardo Nicolás Cruz Sánchez.

Con relación a Herma Luz Meléndez Cueva y Víctor Salomón Peceros Pedraza, la Corte advirtió que
la secuencia de hechos relativa a su muerte se desarrolló en el mismo momento en que se estaba
llevando a cabo el operativo, cuando aún no había finalizado y se encontraba en curso la evacuación
de rehenes. De este modo, la Corte sostuvo que no contaba con prueba variada y suficiente que
acreditara en forma concordante que tales personas habían dejado de participar en las hostilidades
al momento de su muerte y, por lo tanto, se les pudiera calificar como horas de combate. Por lo
tanto, concluyó que no existen elementos suficientes para determinar la responsabilidad
internacional del Estado por la violación del derecho a la vida, en perjuicio de tales personas.

De otro lado, la Corte advirtió que luego de transcurridos 18 años de ocurridos los hechos no existe
un pronunciamiento final y definitivo en cuanto a lo acaecido respecto de Eduardo Nicolás Cruz
Sánchez, sino que se ha ordenado la realización de una nueva investigación, lo cual ha sobrepasado
excesivamente el plazo razonable. Asimismo, consideró que existieron irregularidades en el manejo
de la escena de los hechos y el levantamiento de cadáveres, así como una falta de rigurosidad en la
realización de las necropsias en el año 1997, por lo que las primeras diligencias y el aseguramiento
inicial del material probatorio carecieron de mínima diligencia. Igualmente, constató que la
intervención del fuero militar para la investigación y juzgamiento de las alegadas ejecuciones
extrajudiciales de Herma Luz Meléndez Cueva y Víctor Salomón Peceros contrarió los parámetros de
excepcionalidad y restricción que lo caracterizan e implicó la aplicación de un fuero personal que
operó sin tomar en cuenta la naturaleza de los actos involucrados. Con base en las consideraciones
anteriores y en el reconocimiento parcial de responsabilidad efectuado, la Corte concluyó que el
Estado es responsable por la violación de los derechos a las garantías judiciales y a la protección
judicial (artículos 8.1 y 25.1), en perjuicio de los familiares de Eduardo Nicolás Cruz Sánchez, Herma
Luz Meléndez Cueva y Víctor Salomón Peceros Pedraza.
Finalmente, la Corte concluyó que el Estado violó el derecho a la integridad personal (artículo 5.1),
en perjuicio de Edgar Odón Cruz Acuña, hermano de Eduardo Nicolás Cruz Sánchez, por los
sufrimientos padecidos en relación con la ejecución extrajudicial de su familiar y la ausencia de
investigaciones efectivas.

En cuanto a las reparaciones, la Corte estableció que su sentencia constituye per se una forma de
reparación. Asimismo, ordenó al Estado las siguientes medidas: i) conducir eficazmente la
investigación y/o el proceso penal en curso para identificar, procesar y, en su caso, sancionar a los
responsables de la ejecución extrajudicial de Eduardo Nicolás Cruz Sánchez; ii) brindar
gratuitamente y de forma inmediata, adecuada y efectiva, el tratamiento psicológico y/o psiquiátrico a
favor del hermano de la víctima si así lo solicita; iii) realizar las publicaciones dispuestas; iv) pagar
las cantidades fijadas por concepto de reintegro de costas y gastos, y v) reintegrar al Fondo de
Asistencia Legal de Víctimas de la Corte Interamericana de Derechos Humanos la suma erogada
durante la tramitación del presente caso. No ordenó el pago de una compensación económica por
los hechos del presente caso ya que consideró que las formas de reparación ordenadas eran
suficientes.

IV. DERECHOS VULNERADOS DEL CASO

1. Derecho a la vida, en relación con la obligación de respetar y garantizar los


derechos

La violación del derecho a la vida en perjuicio de Eduardo Nicolás Cruz Sánchez,


Herma Luz Meléndez Cueva y Víctor Salomón Peceros Pedraza, teniendo en cuenta las
siguientes características en las cuales se enmarcaron los hechos del presente caso: la
existencia de un conflicto armado de carácter no internacional; el contexto en el cual se
dio el uso de la fuerza contra los miembros del MRTA, esto es, en el marco de una
operación de rescate de rehenes, y el hecho de que las presuntas víctimas en este caso
no eran civiles sino integrantes del MRTA, quienes participaron en forma activa en las
hostilidades. A tal fin, la Corte resumirá los alegatos de las partes y de la Comisión y
aclarará el objeto de la controversia que debe ser resuelta por el Tribunal. La Corte
también expondrá los principios generales relativos a los deberes de respeto y garantía
del derecho a la vida y los principios aplicables al uso de la fuerza por parte de agentes
estatales en el marco del contexto descripto, para posteriormente abordar las
circunstancias específicas en que ocurrieron cada una de las muertes a fin de
establecer si en el presente caso se ha configurado la responsabilidad internacional del
Estado por la alegada violación del derecho a la vida en perjuicio de las personas
señaladas.

La Comisión “reconoció que el operativo tuvo como objetivo legítimo proteger la vida de
los rehenes quienes estaban expuestos a un riesgo permanente contra su vida e
integridad personal”. Por lo tanto, no objetó la legitimidad del operativo como
mecanismo de rescate de rehenes ni su resultado exitoso en cuanto a dicho objetivo.
Sin embargo, con base en su revisión de la prueba disponible, la Comisión calificó
jurídicamente la muerte de los miembros del MRTA, Eduardo Nicolás Cruz Sánchez,
Herma Luz Meléndez Cueva y Víctor Salomón Peceros Pedraza, como ejecuciones
extrajudiciales y, por ende, privaciones arbitrarias del derecho a la vida, en tanto se
habrían producido “en circunstancias en las cuales es posible afirmar que habían
quedado fuera de combate y, por lo tanto, su vida estaba protegida por el artículo 4 de
la Convención Americana, interpretado a la luz de las normas del derecho internacional
humanitario que establecen las garantías mínimas para las personas horas de combate”

Con respecto a la muerte de Eduardo Nicolás Cruz Sánchez, alias “Tito”, la Comisión
observó que “los testimonios del ex rehén Hidetaka Ogura, así como de los policías
Raúl Robles Reynoso y Marcial Teodorico Torres Arteaga, encargados de la seguridad
de la casa contigua a la residencia del Embajador, [eran] consistentes en relatar que
[…] salió camuflado dentro de un grupo de rehenes, pero fue delatado. Como
consecuencia, los policías a cargo […] le amarraron las manos, lo pusieron en el suelo,
y luego de avisar a su superior jerárquico, el coronel Zamudio Aliaga, sobre su
presencia, apareció un comando quien se lo llevó de regreso a la residencia del
Embajador. [A]l momento de ser entregado al militar y ser conducido de regreso a la
residencia del Embajador, Eduardo Nicolás Cruz Sánchez estaba vivo”. La Comisión
indicó además que su cadáver apareció esa misma noche en la residencia del
Embajador “con un tiro en la parte posterior del cuello y, de conformidad con el acta de
levantamiento de cadáver, con ‘una granada [en la mano] que no llegó a lanzar’”. Indicó,
asimismo, que la necropsia parcial preferencial realizada al día siguiente de los hechos
determinó que Eduardo Nicolás Cruz Sánchez “había recibido una ‘herida severa’ por
proyectil de arma de fuego en el lado derecho de la cabeza” y que, con base en el
análisis de la trayectoria de la herida, las autopsias de 2001 indicaron que se podía
inferir que Cruz Sánchez “tuvo que haber sido inmovilizado para que luego se le
disparase” y, además, estaba “en un plano inferior al victimario, quien se encontraba
atrás y a su izquierda”. Según la Comisión, “[l]a prueba forense sobre las heridas de
Eduardo Nicolás Cruz Sánchez es consistente con una ejecución extrajudicial”.

El Estado señaló que Eduardo Nicolás Cruz Sánchez fue uno de los emerretistas “que
más resistencia habría opuesto al momento del rescate de los rehenes” y que “él [habría
sido] quien arrojaba las granadas en el pasillo contra los comandos”. Por lo tanto, según
el Estado, Cruz Sánchez “no tenía la mínima intención de rendirse”. Asimismo, el
Estado peruano desmintió que Cruz Sánchez hubiera recibido un solo disparo durante
el rescate de los rehenes y recalcó que “[n]o se entiende por qué razón tan importante
información fuera omitida en la pericia de Antropología Forense del doctor Clyde Snow y
José Pablo Baraybar”. A este respecto, indicó que en el informe del Instituto de
Medicina Legal “aparecía que el NN14 ‘Tito’ tenía también un proyectil en la zona del
abdomen-pelvis”. Por lo anterior, para el Estado el informe de Antropología Forense
presentaba “lamentables errores”. Sobre la versión de Hidetaka Ogura, el Estado indicó
que “ningún otro rehén, ni siquiera los que Ogura menciona confirman la versión dada al
respecto”. Con respecto a las declaraciones de los miembros de la Policía Nacional del
Perú, Robles Reynoso y Torres Arteaga, el Estado sostuvo que “existían una serie de
contradicciones entre las declaraciones brindadas por los referidos oficiales”. El Estado
concluyó que los argumentos expuestos por la Comisión y los representantes “no
alcanzaban el umbral necesario para que pudiera afirmarse que con relación a Cruz
Sánchez hubo una ejecución extrajudicial, resultado de un solo disparo y precedido de
una situación de inmovilización”. Así, según el Estado, “las pruebas y pericias aportadas
por el Estado peruano en el marco del proceso ante la Corte Interamericana permiten
identificar otras alternativas o hipótesis para explicar la muerte de Eduardo Nicolás Cruz
Sánchez”.

2. Derechos a las garantías judiciales y a la protección judicial, en relación con las


obligaciones de respetar y garantizar los derechos y de adoptar disposiciones de
derecho interno

La Corte ha expresado de manera reiterada que los Estados Partes están obligados a
suministrar recursos judiciales efectivos a las víctimas de violaciones de los derechos
humanos (artículo 25), recursos que deben ser sustanciados de conformidad con las
reglas del debido proceso legal (artículo 8.1), todo ello dentro de la obligación general, a
cargo de los mismos Estados, de garantizar el libre y pleno ejercicio de los derechos
reconocidos por la Convención a toda persona que se encuentre bajo su jurisdicción
(artículo 1.1). Este deber de “garantizar” los derechos implica la obligación positiva de
adopción, por parte del Estado, de una serie de conductas, dependiendo del derecho
sustantivo específico de que se trate. Por ejemplo, en casos de muerte violenta, la Corte
ha considerado que la realización de una investigación ex oficio, sin dilación, seria,
imparcial y efectiva, es un elemento fundamental y condicionante para la protección de
los derechos afectados por este tipo de situaciones.

Esta obligación general se ve especialmente acentuada en casos de uso de la fuerza


letal por parte de agentes estatales. Una vez que se tenga conocimiento de que los
agentes de seguridad han hecho uso de armas de fuego con consecuencias letales, el
Estado está obligado a iniciar ex oficio y sin dilación una investigación seria,
independiente, imparcial y efectiva para determinar si la privación de la vida fue
arbitraria o no. Esta obligación constituye un elemento fundamental y condicionante
para la protección del derecho a la vida que se ve anulado en esas situaciones.
Además, si los hechos violatorios a los derechos humanos no son investigados con
seriedad, resultarían, en cierto modo, favorecidos por el poder público, lo que
compromete la responsabilidad internacional del Estado. En casos en que se ha
establecido que ocurrieron ejecuciones extrajudiciales es fundamental que los Estados
realicen una investigación efectiva de la privación arbitraria del derecho a la vida
reconocido en el artículo 4 de la Convención, orientada a la determinación de la verdad
y a la persecución, captura, enjuiciamiento y, eventual, sanción de los autores de los
hechos, especialmente cuando están involucrados agentes estatales. En el presente
caso, el hecho de que las muertes se hayan producido en el marco de un conflicto
armado no internacional, no eximía al Estado de su obligación de iniciar una
investigación, inicialmente sobre el uso de la fuerza que haya tenido consecuencias
letales, aunque la Corte podrá tener en cuenta circunstancias o limitaciones específicas
determinadas por la propia situación de conflicto al evaluar el cumplimiento por parte del
Estado de sus obligaciones estatales. En particular, la Corte advierte que en el presente
caso las hipótesis de las presuntas ejecuciones extrajudiciales salieron a la luz varios
años después de ocurridos los hechos, por lo que no era posible exigir al Estado desde
el inicio la obligación de investigar de acuerdo a los estándares internacionales
desarrollados en casos de ejecuciones extrajudiciales.

En el presente caso, la Corte advierte que el Estado reconoció su responsabilidad por la


vulneración del plazo razonable en la tramitación del proceso penal ante el fuero
común. Asimismo, luego de transcurridos 18 años de ocurridos los hechos no existe un
pronunciamiento final y definitivo en cuanto a lo acaecido respecto de Eduardo Nicolás
Cruz Sánchez, sino que se ha ordenado la realización de una nueva investigación, lo
cual ha sobrepasado excesivamente el plazo que puede considerarse razonable para
estos efectos. A la luz de estas consideraciones y del reconocimiento de
responsabilidad del Estado, la Corte da por establecido que el Estado incumplió los
requerimientos del artículo 8.1 de la Convención en perjuicio de los familiares de
Eduardo Nicolás Cruz Sánchez, Herma Luz Meléndez Cueva y Víctor Salomón Peceros
Pedraza.

3. Derecho a la integridad personal, en relación con la obligación de respetar los


derechos

La Corte expuso los argumentos de las partes y de la Comisión Interamericana, para


luego pasar a pronunciarse sobre el fondo del asunto respecto de las alegadas
violaciones al artículo 5 de la Convención Americana, en perjuicio de los familiares de
Eduardo Nicolás Cruz Sánchez, Herma Luz Meléndez Cueva y Víctor Salomón Peceros
Pedraza.

La Comisión sostuvo que el Estado habría incurrido en un déficit de garantías judiciales


en lo que respecta a las presuntas víctimas ya que no había llevado a cabo una
investigación diligente y efectiva, ni había determinado las responsabilidades sobre los
autores materiales e intelectuales de las alegadas ejecuciones extrajudiciales de sus
parientes. La Comisión alegó que la ausencia de impartición de verdadera justicia por
parte de las autoridades había violado la integridad personal de los familiares, pues
había prolongado el ya doloroso episodio que éstos habían vivido al perder a sus seres
queridos a raíz de las presuntas ejecuciones extrajudiciales. Según la Comisión, otros
episodios que habrían padecido los familiares consistirían en que el Estado no les
habría informado sobre el traslado de los cadáveres, ni sobre su entierro, ni les habría
notificado el resultado de las necropsias realizadas a las presuntas víctimas, tampoco
sobre las causas y circunstancias de su muerte y, por último, les habría negado un
verdadero acceso a la justicia, ya que los familiares debieron enfrentar “la lentitud del
proceso, los intentos de encubrimiento de las muertes y la falta de diligencia de las
autoridades tanto del fuero común como del fuero militar”. La Comisión destacó la
desinformación a la que habrían estado sometidas las presuntas víctimas por parte del
Estado, al no haberles permitido saber el paradero de sus familiares.

La Comisión concluyó que el Estado debía ser declarado responsable por la violación
del derecho a la integridad personal, reconocido en el artículo 5.1 y 5.2 de la
Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 del mismo instrumento, en
perjuicio de los siguientes familiares: Florentín Peceros Farfán, Nemecia Pedraza de
Peceros, Jhenifer Solanch Peceros Quispe, Herma Luz Cueva Torres, Edgar Odón Cruz
Acuña y Lucinda Rojas Landa.

Los representantes indicaron que, de acuerdo a la jurisprudencia de la Corte, los


familiares de las presuntas víctimas pueden ser consideradas víctimas de violaciones a
su integridad personal y detallaron los hechos que habrían conducido a dichas
vulneraciones. Insistieron en que “Perú violó el derecho a la integridad personal en
perjuicio de los familiares por el sufrimiento causado a raíz de las [alegadas]
ejecuciones extrajudiciales de las [presuntas] víctimas, la falta de justicia y la forma en
que se dispuso de los restos de sus seres queridos”.

4. Derecho a conocer la verdad

El Estado habría violado el derecho a la verdad de las presuntas víctimas y sus


familiares, “en la medida en que las ejecuciones extrajudiciales a las que se refiere este
caso fueron cometidas en un operativo militar que fue planificado y ejecutado por
agentes del Estado, con el conocimiento de las más altas autoridades estatales”. En
consecuencia, consideraron que “el Estado es el único que tiene en sus manos
información relevante para establecer la verdad de lo ocurrido”, pero que sin embargo
se habría abstenido de proporcionar esta información. Además, indicaron que el Estado
habría incurrido en diversas acciones tendientes a impedir que se supiera la verdad y
hasta la fecha no había identificado y sancionado a los responsables de estos graves
hechos. En razón de lo anterior, solicitaron a la Corte que declarara responsable al
Estado por la alegada violación de los artículos 1.1, 8, 25 y 13 de la Convención
Americana
El Estado consideró que, de la jurisprudencia constante de la Corte, se colegía
claramente que el derecho a la verdad “se encontraba subsumido en el derecho de la
víctima o sus familiares a obtener de los órganos competentes del Estado el
esclarecimiento de los hechos violatorios y las responsabilidades correspondientes, a
través de la investigación y el juzgamiento que previenen los artículos 8 y 25 de la
Convención”, y que, por ende, no era necesario para la Corte pronunciarse respecto a
una violación autónoma e independiente del llamado derecho a la verdad.

V. RESOLUCION DE LA CORTE AMERICANA

La Corte ha reconocido que los Estados tienen la obligación de garantizar la seguridad y


mantener el orden público dentro de su territorio y, por tanto, tienen el derecho de
emplear legítimamente la fuerza para su restablecimiento de ser necesario. Si bien los
agentes estatales pueden recurrir al uso de la fuerza y en algunas circunstancias, se
podría requerir incluso el uso de la fuerza letal, el poder del Estado no es ilimitado para
alcanzar sus fines independientemente de la gravedad de ciertas acciones y de la
culpabilidad de sus autores.

La Convención Americana no establece un catálogo de casos y/o circunstancias en que


una muerte producto del uso de la fuerza pueda considerarse justificada por ser
absolutamente necesaria en las circunstancias del caso concreto, por lo que la Corte ha
recurrido a los diversos instrumentos internacionales en la materia y, en particular, a los
Principios Básicos sobre el empleo de la fuerza y de armas de fuego por los
funcionarios encargados de hacer cumplir la ley y al Código de conducta para
funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, para dotar de contenido a las
obligaciones que dimanan del artículo 4 de la Convención.

Esta obligación general se ve especialmente acentuada en casos de uso de la fuerza


letal por parte de agentes estatales. Una vez que se tenga conocimiento de que los
agentes de seguridad han hecho uso de armas de fuego con consecuencias letales, el
Estado está obligado a iniciar ex oficio y sin dilación una investigación seria,
independiente, imparcial y efectiva para determinar si la privación de la vida fue
arbitraria o no. Esta obligación constituye un elemento fundamental y condicionante
para la protección del derecho a la vida que se ve anulado en esas situaciones.
Además, si los hechos violatorios a los derechos humanos no son investigados con
seriedad, resultarían, en cierto modo, favorecidos por el poder público, lo que
compromete la responsabilidad internacional del Estado.

VI. REPARACIONES
La Corte estableció que su sentencia constituye por ser una forma de reparación. Asimismo, no
ordenó el pago de una compensación económica por los hechos del presente caso ya que las
otras formas de reparación ordenadas eran suficientes. En esta línea, ordenó al Estado:

i) conducir eficazmente la investigación y/o el proceso penal en curso para identificar,


procesar y, en su caso, sancionar a los responsables de los hechos relacionados
con la ejecución extrajudicial de Eduardo Nicolás Cruz Sánchez;
ii) brindar gratuitamente, a través de sus instituciones de salud especializadas, y de
forma inmediata, adecuada y efectiva, el tratamiento psicológico y/o psiquiátrico a
favor del hermano de la víctima si así lo solicita;
iii) realizar las publicaciones dispuestas;
iv) pagar las cantidades fijadas por concepto de reintegro de costas y gastos, y
v) reintegrar al Fondo de Asistencia Legal de Víctimas de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos la suma erogada durante la tramitación del presente caso.

La Corte supervisará el cumplimiento íntegro de la Sentencia, en ejercicio de sus atribuciones y


en cumplimiento de sus deberes conforme a la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, y dará por concluido el presente caso una vez que el Estado haya dado cabal
cumplimiento a lo dispuesto en la misma.

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