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Los Libros Perdidos Del A.T. y Otros Apócrifos Judíos

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Los Libros Perdidos del Antiguo Testamento y Otros

Apócrifos Judíos

por Gustavo Vázquez Lozano y Charles River Editors


LOS LIBROS PERDIDOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO y OTROS
APÓCRIFOS JUDÍOS
INTRODUCCIÓN
LA FORMACIÓN DEL CANON JUDÍO
APÓCRIFOS PERDIDOS
APÓCRIFOS QUE NO ENTRARON AL CANON
LOS ROLLOS DEL MAR MUERTO Y EL TALMUD
EPILOGO
ANEXO
BIBLIOGRAFIA
INTRODUCCIÓN

El estudio de los evangelios apócrifos —relatos de la vida o dichos


de Jesús que no entraron al Nuevo Testamento— es una disciplina
popular entre los académicos que llena ya varios estantes de
cualquier biblioteca respetable. A pesar de la creciente
secularización de la sociedad, parece haber un apetito por la figura
histórica de Jesús. Mucho menos lectores de estudios bíblicos
consideran la cuestión de si el Antiguo Testamento, conocido
también como Biblia Hebrea, está “completo” , es decir, si hubo
otros libros aparte del Génesis, el Éxodo y Jueces, con distintas
historias y personajes desconocidos, que quedaron excluidos de la
colección y perdidos en las arenas del tiempo. La mayor parte de los
lectores da por hecho que la gran saga de Israel, comenzando por
los relatos pastoriles de los patriarcas, la epopeya del Éxodo y la
conquista de la Tierra Prometida, hasta la corte del rey David, es
una historia compacta, completa, única, que desde un principio
estuvo en su forma actual, y que como tal fue aceptada de manera
unánime en la antigüedad. ¿Escribió alguien en el antiguo Israel
otras versiones de las conocidas historias de la escuela dominical?

Los descubrimientos arqueológicos y textuales recientes han


revelado que la literatura del pueblo de Israel antes de Cristo era
mucho más extensa y variada de lo que se suponía. Ya entre los
primeros comentaristas cristianos y judíos se conocían algunos
textos cuyo estatus era impreciso. ¿Pertenecían o no a las
escrituras sagradas libros como Tobías, Macabeos y Judith,
aceptados por los judíos de la diáspora pero no por los de
Palestina? ¿Dónde quedaron ciertos libros que se mencionan
dentro de la misma Biblia pero que nadie presume haber visto
jamás? Considérense las referencias, por ejemplo, a una historia de
la corte del rey David —que debió de ser una de las primeras en
ponerse por escrito—, los Anales de Salomón, un Libro de Jasher, y
de manera prominente el Libro de las Guerras del Señor. Todos
ellos se han perdido en la penumbra de la historia.
En tercer lugar está otro grupo de libros que despierta el mayor
interés: una extensa colección de textos judíos y judeo-helenísticos
que han llegado hasta nosotros —algunos en estado fragmentario—
pero que por alguna razón fueron excluidos del Antiguo Testamento;
algunos fueron recuperados o desenterrados, otros permanecieron
bajo la celosa custodia de bibliotecas secretas o heréticas. Entre
ellos se hallan el libro de Enoc, el libro de los Jubileos y el
Apocalipsis de Moisés, entre muchos más. Y a pesar de no haber
sido aceptados, las doctrinas que ahí se exponen lograron permear
en la cultura popular no sólo de nuestros tiempos, sino de la
antigïedad, incluyendo los primeros cristianos. La rebelión de los
ángeles malvados liderados por quien después sería llamado
Satanás, los castigos para los pecadores en el mundo de los
muertos, la idea de un mesías que moriría por su gente, la creencia
en la resurrección de los mártires con la recomposición literal de sus
cuerpos mutilados, son ideas que surgieron en libros apócrifos del
Viejo Testamento. Estas creencias no se encuentran en ningún lugar
de la Biblia Hebrea.

Que la Biblia Hebrea o Antiguo Testamento (AT) no era una


entidad definitivamente cerrada en la época del segundo templo
(500 AC - 70 DC) y que había más libros que los que contiene, se
puede comprobar fácilmente al considerar que el Nuevo Testamento
cita literatura apócrifa. La carta de Judas menciona una pelea entre
el diablo y un arcángel por el alma de Moisés que no se encuentra
en el Pentateuco: el autor de esa epístola está citando el libro de
Enoc, apócrifo del Antiguo Testamento, o posiblemente la Ascensión
de Moisés, que el autor de Judas consideraba como textos
autorizados. El apóstol Pablo cita en dos ocasiones del apócrifo
conocido como Vida de Adán y Eva en su segunda carta a los
corintios, y el Evangelio de Mateo se refiere a una profecía escrita,
desconocida hasta la fecha, en el sentido de que el mesías “será
llamado nazareno”. Una de las historias más extrañas y llamativas
derivada de los apócrifos hebreos es que Eva no fue la primera
mujer que Dios creó. Hubo otra antes que ella. Su nombre es
mencionado una sola vez en el libro de Isaías, pero el profeta cubre
la leyenda con un velo de silencio.

El descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto a mediados del


siglo XX fue la confirmación más clara de que el judaísmo del
segundo templo —comprendido entre el regreso de Babilonia y la
destrucción del templo por los romanos— era teológicamente mucho
más diverso de lo que se creía, y comprendía más libros sagrados
que los que se encuentran en la Biblia. Reconstruir las
circunstancias y la historia de cuáles fueron esos textos, y las
razones por las que no entraron al canon, ha apasionado a los
académicos durante más de cien años.

Los libros perdidos del Viejo Testamento repasa la historia y las


ideas de los libros excluidos del canon hebreo, los principales
personajes y los descubrimientos que más han influido en la
disciplina de los estudios bíblicos.
LA FORMACIÓN DEL CANON JUDÍO

¿Quién eligió los libros que formarían el Viejo Testamento? A


diferencia del Nuevo Testamento, resulta más difícil determinar en
qué momento los judíos establecieron una colección autorizada —y
cerrada— de sus escrituras sagradas. Mucho mayor dificultad
plantea determinar cuándo se empezaron a escribir los primeros
textos identificados con la religión de Israel. Para el caso del
cristianismo, la respuesta es fácil: la muerte de Jesús marcó el inicio
de la producción literaria de lo que después se llamaría cristianismo,
y el Nuevo Testamento se cerró definitivamente a finales del siglo IV
DC. Para el Antiguo Testamento los estudiosos pueden dar fechas
aproximadas de sus orígenes, pero únicamente del material que
está disponible. Si antes existieron textos sagrados —y es un hecho
que los hubo— su producción debió de haber florecido en el
momento de esplendor de Israel, es decir en los años del rey
Salomón o posiblemente antes. Algunos fragmentos incrustados en
el texto bíblico son de mayor antigüedad.

Durante siglos, el pueblo de Israel acumuló escrituras, tradiciones


orales y objetos que hablaban de la relación con su dios Yahvé, pero
estaban todavía lejos de llegar al concepto moderno de “escritura
sagrada”, entendida ésta como texto inspirado por Dios, cuya
integridad debía preservarse y por lo tanto no podía ser modificado.
El libro de los Reyes cuenta que fue una mujer, una profetisa
llamada Huldah, la primera en declarar un texto como sagrado. La
mayor parte de los académicos están de acuerdo que ese texto fue
el libro del Deuteronomio, o una versión muy cercana a la actual.
Sucedió en los días del rey Josías, que había emprendido una
reforma religiosa para erradicar del país creencias extrañas como la
astrología y reconstruir el templo de Salomón, que estaba muy
deteriorado. Durante los trabajos de reparación los obreros
encontraron un viejo rollo con leyes. Cuando se lo llevaron al rey
Josías éste quedó muy perturbado, pero no estaba seguro si era
“genuino”, es decir, que fuera realmente la palabra de Dios. Aunque
el monarca tenía muchos profetas de quienes echar mano, envió el
rollo a Huldah, quien después de leerlo, declaró que efectivamente
se trataba de la voluntad divina. Fue la primera vez en que un libro
de israel fue canonizado. A él se irían sumando más textos. Sería un
largo proceso.

Los cinco primeros libros de la Biblia —llamados Torá o


Pentateuco— gozaron de aceptación desde la antigüedad tanto
entre los judíos como entre los samaritanos, aunque éstos usaban
una versión con ciertas variaciones textuales. El consenso casi
unánime es que libros como el Génesis, Éxodo y Números están a
su vez formados por textos más antiguos. Las otras dos partes de
la Biblia Hebrea, los llamados libros de sabiduría (los Salmos, el
Eclesiastés, Cantar de los Cantares, etc) y los profetas (Isaías,
Jeremías) se fueron escribiendo después del reinado de David y
circularon de manera independiente sin formar parte de una
colección cerrada. Las fuentes antiguas mencionan a Nehemías y a
Judas Macabeo entre los líderes que decidieron hacer una colección
de escrituras sagradas, aunque no dicen cuáles. “Éste (Nehemías)
fundó una biblioteca, en la que reunió los libros que tratan de los
reyes, los libros de los profetas y los de David, así como también las
cartas de los reyes sobre las ofrendas. Del mismo modo, Judas
(Macabeo) reunió todos los escritos dispersos a causa de las
guerras que hemos padecido, los cuales están ahora en poder
nuestro. Si ustedes necesitan alguno de estos escritos, manden a
alguien que los venga a buscar”. (2 Mac 2:13-14) Las comunidades
judías en otras naciones, especialmente la de Alejandría, también
produjeron libros sagrados.

El canon hebreo permaneció poroso, con fronteras no bien


definidas durante siglos. Por mucho tiempo la idea convencional fue
de que el canon del AT había quedado cerrado poco después del
regreso de los judíos de Babilonia en el año 538 AC bajo el mando
de Ezra el escriba, y que para tiempos del rey Herodes y de Jesús,
la colección de libros estaba tal cual se conoce ahora. La aparición
del cristianismo y de abundante literatura de otras sectas habría
forzado al judaísmo a definir una lista autorizada. En la comunidad
académica se propuso que poco después de la destrucción del
templo de Jerusalén en el año 70 hubo un congreso en la ciudad de
Jamnia (actual Yavne, en el centro de Israel) donde un grupo de
rabinos —los herederos de la antigua religión de Israel— determinó
los libros sagrados y los que quedaban fuera de la colección. Ahí
mismo, se especulaba, fue donde los cristianos fueron expulsados
definitivamente del judaísmo y se les prohibió el paso a la sinagoga.
Sin embargo, en los últimas décadas la hipótesis del congreso en
Jamnia ha sido duramente cuestionada y pocos piensan que exista
evidencia de que ahí, en ese momento, se haya definido el canon
judío.

En realidad la producción de escrituras sagradas continuó sin


cesar después del regreso del exilio y todavía durante los siglos I, II
y III. Las ediciones definitivas de muchos libros que hoy se
conservan, como los Oráculos de la Sibilinas, los libros 2 y 3 de
Enoc y el Testamento de los Doce Patriarcas, entre otros,
pertenecen a la era de los apóstoles. La principal característica de
muchos libros “perdidos” del Viejo Testamento, como La vida de
Adán y Eva o el Apocalipsis de Moisés, es que se trata de
expansiones de las historias ya conocidas en los cinco primeros
libros de la Biblia. Buena parte de los libros producidos en estos
años en Israel se hallan en la frontera entre lo “judío” y lo “cristiano”,
en primer lugar porque esta distinción no existía en ese momento —
el cristianismo era una secta más del judaísmo— y en segunda
porque muchos textos eran utilizados por igual por todas las
variedades del judaísmo.

En los primeros tres siglos después de la destrucción del templo


de Jerusalén se pusieron por escrito enseñanzas, tradiciones orales
y comentarios a los mandamientos conocidos en conjunto como
Talmud, que en sí nunca da una lista autorizada de cuáles son los
libros autorizados y “prohibidos”, pero sí menciona que el canon fue
determinado en los tiempos de Ezra por una gran asamblea de 120
escribas, sabios y profetas, y que así había permanecido desde
entonces. Esta afirmación tiene el sabor de la leyenda. El consenso
parece ser que no fue sino hasta el siglo III o IV de nuestra —
aproximadamente al mismo tiempo que lo hizo el cristianismo— que
el judaísmo cerró definitivamente, y para siempre, el canon que
constituiría su Tanakh, o Biblia.

Quienes determinaron los títulos autorizados fueron justamente


los representantes del judaísmo que sobrevivió a la destrucción de
Roma, es decir, los rabinos, sucesores de los fariseos y
compiladores del Talmud. La literatura que quedó fuera es
fascinante y reúne una riqueza de creencias y enseñanzas que
forma también parte legítima del judaísmo intertestamentario. Y si
en el caso del cristianismo es más claro cuáles fueron los criterios
que utilizaron los primeros padres para declarar como heréticos
otros evangelios —aquellos que no se ajustaban a la interpretación
ortodoxa de Jesús—, en el caso de la Biblia Hebrea resulta más
complicado saber cuál fue la regla para no incluir, por ejemplo, el
Testamento de los Doce Patriarcas, que está lleno de enseñanzas
edificantes, y por qué otros libros como el Cantar de los Cantares,
que tuvieron un paso muy difícil a la colección, finalmente fueron
aceptados.

El mismo rechazo sufrieron otros libros aceptados por grupos que


formaban parte de la pluralidad religiosa del antiguo Israel —como
los esenios— y otros de mayor antigüedad que los judíos en la
diáspora leían con devoción, como la historia de Tobías o la
Sabiduría de Salomón. A esta colección, que se encuentra al final
del Antiguo Testamento de muchas biblias, se le conoce como
deuterocanónica.

En un estado intermedio entre apócrifos y canónicos se encuentra


esta pequeña colección de siete libros que se forman parte del
Antiguo Testamento de la Iglesia Católica y Ortodoxa, pero no de la
Anglicana y otras que siguen la tradición de Lutero. Se trata de los
libros de Tobías, Judit, 1 Macabeos, 2 Macabeos, Sabiduría,
Eclesiástico y Baruc. Estos libros escritos en griego y no en hebreo
o arameo, eran aceptados y apreciados por la influyente comunidad
judía de Alejandría, Egipto, pero no por la clase sacerdotal de
Palestina, que los veía con recelo por ser de factura reciente, por
haber sido producidos en un idioma distinto al hebreo (el griego) y
por comunidades alejadas del templo de Jerusalén. De esta forma
se formaron dos colecciones, el canon de Alejandría con 46 libros, y
el canon de Palestina con 37 libros. Sin embargo, esta distinción
nunca fue tan tajante. Entre los rollos del Mar Muerto se encontraron
copias en hebreo de Judit, Baruc, Eclesiástico y 1 Macabeos, y el
libro de Tobías en su versión aramea. El descubrimiento fue
significativo, pues demostró que no había un rechazo unánime a
estos libros en Palestina, o bien que su composición original no fue
en griego como se pensaba.

Ignorados durante siglos por las denominaciones cristianas de


tradición luterana, los últimos años han visto resurgir el interés por
los deuterocanónicos o “segunda colección”, que atestiguan la
riqueza y la evolución teológica que del judaísmo intertestamentario.
Los libros de los Macabeos, por ejemplo, narran la persecución de
los judíos durante el rey de Siria, Antíoco IV Epífanes (175 - 164
AC), quien se propuso helenizar a la población por la fuerza. En
ellos se esboza con claridad la creencia en los ángeles, la oración
por los difuntos, se reconoce el mérito del martirio, y sobre todo la
doctrina de la resurrección de los muertos, ausente del todo del
canon palestino, con la excepción del libro de Daniel. Estas y otras
doctrinas son características de la escuela de pensamiento de los
fariseos y de Jesús de Nazaret. El libro de Daniel, uno de los últimos
del AT en ser escrito, esboza la creencia de la resurrección de los
muertos, pero el segundo libro de los Macabeos la desarrolla de
manera inequívoca. Cuando el rey Antíoco Epífanes tortura con
indescriptible saña a siete hermanos uno por uno para que
renuncien a su fe comiendo carne de cerdo, cada uno va a la muerte
confiado en que el tirano no tendrá la última palabra, sino Dios, el
día en que los resucite de entre los muertos y les restaure sus
miembros cercenados.
“Y cuando estaba por dar el último suspiro, dijo: `Tú,
malvado, nos privas de la vida presente, pero el Rey del
universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros
morimos por sus leyes´. Después de este, fue castigado el
tercero. Apenas se lo pidieron, presentó su lengua, extendió
decididamente sus manos y dijo con valentía: `Yo he recibido
estos miembros como un don del Cielo, pero ahora los
desprecio por amor a sus leyes y espero recibirlos nuevamente
de él´. El rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del
valor de aquel joven, que no hacía ningún caso de sus
sufrimientos. Una vez que murió este, sometieron al cuarto a la
misma tortura y a los mismos suplicios. Y cuando ya estaba
próximo a su fin, habló así: `Es preferible morir a manos de los
hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados
por él. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida´. En seguida
trajeron al quinto y comenzaron a torturarlo.” (2 Mac 7:9-15)

James Charlesworth, editor de la colección más autorizada de


deutercanónicos y otros apócrifos cree que el judaísmo del segundo
templo, “especialmente el que se refleja en los pseudoepígrafos, era
erudito y sofisticado, estaba vivo y pleno de especulaciones místicas
altamente desarrolladas, así como de introspecciones sobre la
complejidad psicológica del ser humano”. A pesar de que el
Pentateuco o Torá de venerable antigüedad era bien aceptado en
todas las comunidades, el judaísmo del cambio de era estaba lejos
de ser el sistema de creencias rígido y cerrado que antes se
pensaba.
APÓCRIFOS PERDIDOS

Aquella noche el rey no podía dormir

y dio orden que trajeran el Libro de las Memorias,

las crónicas, y que las leyeran delante del rey.

Ester, 6:1

Antes de la Biblia, hubo historias sobre el origen del mundo, sobre


los patriarcas, sobre el Éxodo, y sobre los reinos de Israel y Judá.
No siempre estaban de acuerdo unas con otras. Los exégetas han
identificado diversas fuentes incrustadas o “enterradas” en los libros
que componen el Viejo Testamento. Lejos han quedado los días en
los que se aceptaba que la Torá o primeros cinco libros de la Biblia
habían sido escritos por Moisés. Si eran autoría del gran legislador,
¿entonces cómo era que ahí se narraba su muerte? El arribo de la
disciplina conocida como análisis textual en el siglo XIX trajo varias
sorpresas. Los estudiosos empezaron a notar la existencia de
dobletes —historias repetidas, algunas hasta tres veces
— empezando por la narrativa de la creación. Los primeros
versículos del Génesis contienen una versión de la creación, en la
que el hombre y la mujer son creados el mismo día. Sin embargo
más adelante (el actual capítulo 2) se presenta otra versión en la
que el varón es creado primero, y tiempo después la mujer. En la
historia del diluvio universal hay reiteraciones innecesarias o
abiertas contradicciones. ¿Envió Noé una paloma o un cuervo para
ver si había cedido el diluvio? ¿Las aguas cubrieron la tierra por
cuarenta días o por ciento cincuenta? Más que constituir
reiteraciones o contradicciones, se trata de hasta tres distintas
historias cosidas en una sola narración por un hábil escriba, a veces
con no tan buenos resultados. Y esas historias algún tiempo
existieron como “libros” independientes. Nadie los ha encontrado
jamás, pero los académicos han tratado de reconstruirlos y los han
identificado con nombres.

La hipótesis documental, aunque recientemente ha sido


cuestionada, sigue siendo la más aceptada de cómo se compuso el
Antiguo Testamento: en un principio existieron “J” y “E”, dos obras
distintas, llamadas así por el nombre con el que se refieren a Dios:
la primera le llama Yahvé; la otra Eloím; la primera fue escrita en el
reino de Judá y la segunda en el reino de Israel, con unas décadas
de diferencia o cuando mucho un siglo. Las dos naciones se
separaron a la muerte del rey Salomón y cada uno puso por escrito,
de manera independiente, las historias del origen. Escribe Richard
Elliott Friedman, uno de los más firmes proponentes de la hipótesis
documental:

"Durante dos siglos (desde el año 922 hasta 722 AC) la


Tierra Prometida se dividió en dos reinos: Israel en el norte y
Judá en el sur. El texto conocido como `J´ se compuso durante
ese período. Se llama así porque, desde su primera oración se
refiere a Dios con el nombre propio de YHWH (Jahwe en
alemán). Incluye las famosas historias del Jardín del Edén,
Caín y Abel, el Diluvio, la Torre de Babel, además de las
narrativas de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob; la historia
de José y luego de Moisés; el Éxodo, el revelación en el Sinaí,
y los viajes de Israel a la Tierra Prometida. J fue compuesta
por un autor que vivía en el reino del sur, Judá. La fuente `E´
fue compuesta en ese mismo período por un sacerdote que
vivía en el reino del norte, Israel. Se llama E porque se refiere
a la deidad simplemente como Dios, que en el hebreo original
es Elohim. E no incluye ninguna narración de la tierra primitiva,
como la Creación o el Diluvio; comienza con la vida de
Abraham. Algunas de estas narraciones tienen paralelo con las
historias de J, otras son diferentes. Por ejemplo, E incluye el
casi sacrificio de Isaac y el becerro de oro, que no aparecen en
J. J incluye la historia de Sodoma y Gomorra, que no aparece
en E. Y tanto J como E incluyen la historia de la venta de José
como esclavo, pero diferentes detalles de cómo sucedió ".

En apoyo de la teoría de que hubo dos libros primordiales antes


que el Génesis y los otros que le siguen, está el hecho de que, al
separar los párrafos, se forman dos narraciones continuas que
fluyen con mayor naturalidad, sin reiteraciones, sin contradicciones;
cada libro tiene su lenguaje distintivo: al estudiar los párrafos
asignados a la fuente J y a la fuente E, la primera siempre llama
Monte Sinaí al sitio donde Moisés recibió la ley; la segunda lo llama
Monte Horeb. No es, pues, que la misma montaña fuera conocida
indistintamente por dos nombres. Se trata de dos historias en
competencia. Si aparecen ambas denominaciones para la montaña
de los Diez Mandamientos en el Éxodo, es porque un redactor
combinó dos libros que tuvo frente a sí en un solo rollo. Como éste
hay cientos de ejemplos.

Además de J y E, los biblistas descubrieron incrustado otro texto al


que llamaron “P”, la fuente sacerdotal (Priestly source),
hipotéticamente escrita siglos más tarde en Jerusalén, y que en
algún momento también existió como “libro” independiente, una
tercera versión de la historia de Israel. La fuente P también
contenía, en su estilo y con sus intereses especiales, episodios
como el diluvio universal y la salida de Egipto, así como la famosa
historia de la creación que comienza con las palabras “En el
principio…”. A la fuente sacerdotal le interesan mucho más las
medidas, fechas, cantidades, rituales y otros detalles numéricos que
no aparecen en las dos fuentes anteriores (¿En cuántos días creó
Dios el cosmos? ¡En siete!). La fuente sacerdotal también elimina de
su narrativa cualquier contacto directo de la gente común con Dios,
excepto a través del sacerdocio: “P” no sabe de ángeles que llevan
mensajes a las personas, ni sueños revelatorios, ni animales que
hablan.

Richard Elliot Friedman y otros se han animado incluso a


identificar al editor final del Antiguo Testamento: al sacerdote y
escriba Ezra en el siglo V AC. Pero haya sido Ezra o no el
responsable de unir en una sola narrativa las tres fuentes que tenía
a la mano (Y, E y P), más otros documentos, es un hecho que en el
proceso eliminó, descartó o condensó libros que existían en
posesión de Israel y que se perdieron para siempre.

Además de esas tres fuentes, el antiguo editor incrustó tradiciones


más antiguas y composiciones del pasado remoto de Israel que
tenía a la mano, como cánticos y poemas que existían siglos antes
que J, E, y P. Un ejemplo de ello es el llamada “Cántico de Débora”,
un poema épico que puede remontarse hasta el siglo XII AC y que
muchos estudiosos consideran el fragmento más antiguo de la
Biblia. Otra parte de incalculable antigüedad es la enigmática y
breve narración de los “hijos de dios y las hijas de los hombres” que
irrumpe en el capítulo VI del Génesis, y que ha desconcertado a los
biblistas y exégetas durante siglos. Se trata de un auténtico vestigio
de sagas mitológicas con la que los académicos, no se diga los
creyentes, no han sabido qué hacer.

“Aconteció que cuando los hombres comenzaron a


multiplicarse sobre la superficie de la tierra, y les nacieron
hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran
hermosas, y tomaron para sí mujeres de entre todas las que
les gustaban. (...) Había gigantes en la tierra en aquellos días,
y también después, cuando los hijos de Dios se unieron a las
hijas de los hombres y ellas les dieron hijos. Estos son los
héroes de la antigüedad, hombres de renombre.” (Génesis 6:1-
4)

El párrafo interrumpe el flujo de la narración sobre Noé. Por sí


mismo tiene trazas de ser resumen de un antiquísimo mito que el
autor del Génesis prefiere no desarrollar. La historia es
posiblemente un préstamo de la mitología canaanita, aunque una
minoría de académicos opina que es una adición posterior. Pero,
¿qué hace ahí ese vestigio textual, como un insecto en ámbar? El
descubrimiento de otros apócrifos de gran antigüedad apuntan a la
existencia de una historia primitiva en la que el apareamiento de
seres divinos con humanos es el motivo por el que Dios decide
destruir la vida en la Tierra con un diluvio: la unión de seres divinos
con mujeres causa un desequilibrio cósmico que produce engendros
que pervierten la creación. Cambios editoriales posteriores
atribuyeron la inundación a la mala conducta de los hombres.

El libro de los Números también recoge párrafos de un texto


perdido llamado el Libro de las Guerras del Señor. Un pequeño
poema épico incrustado en la parte donde se detallan los choques
de los hebreos contra de los pueblos de Canaán, reproduce parte de
dicha obra.

“(Los israelitas) acamparon en el arroyo Zéred, y de allí se


fueron al otro lado del río Arnón. Ese río separa el territorio de
Moab del territorio de los amorreos, y está en pleno desierto.
Acerca de esto, en el Libro de las Guerras del Señor hay un
texto que dice: `Viajamos por Vaheb / en el territorio de Sufá / y
por los arroyos del río Arnón.
También bordeamos los arroyos / que llegan hasta el territorio
de Ar / y que están en la frontera de Moab.´”

El contenido y forma de este libro sólo puede especularse. La


creencia más aceptada es que se trataba de un largo poema
guerrero donde se detallaba la conquista de la tierra prometida. La
existencia de otros fragmentos que parecen poemas en el mismo
libro de los Números, sugiere que el Libro de las Guerras del Señor
se trataba de una serie de episodios en forma de verso. En el libro
de Josué, un guerrero bíblico famoso por hacer que el sol se
detuviera para ganar una batalla contra los amorreos, se cita una
obra llamada Libro de Jasher, que muchos académicos creen que
se trata del mismo libro de las Guerras del Señor, pues también
estaba dedicado a las campañas militares de los israelitas y estaba
en verso. Es en el libro de Jasher donde se narra el famoso
incidente del sol que se detiene ante la orden de Josué.
“Josué oró a Dios, y delante de todos los israelitas exclamó:
`Sol, no te muevas / quédate en Gabaón. / Y tú, luna / espera
en el valle de Aialón´. Y el sol se detuvo,
y la luna no se movió, hasta que los israelitas se vengaron de
sus enemigos. Esto ha quedado registrado en el Libro de
Jasher.”

Cabe pensar que si el famoso incidente del sol que detiene su


camino para seguir alumbrando a los israelitas aparecía
originalmente en forma de cántico (`Sol, no te muevas / quédate en
Gabaón. / Y tú, luna / espera en el valle de Aialón´), debió de
tratarse, más que de la descripción literal de un milagro, de un
recurso poético para representar un largo y glorioso día para los
israelitas. El libro canónico de Samuel vuelve a citar del famoso libro
perdido de Jasher, en la parte en la que el rey David ordena que se
enseñe al pueblo un cántico “que está escrito en el libro de Jasher”,
y en seguida aparece lo que parece ser un lamento por los caídos
en batalla:

“Tu hermosura, oh Israel,

ha perecido sobre tus montes.

¡Cómo han caído los valientes!”

Desde la Edad Media el Libro de Jasher despertó gran interés.


Muchos fabricaron textos espurios que presumían ser traducciones
de la obra perdida. En 1751 apareció un texto que decía ser la
traducción de un viejo papiro encontrado en la Tierra Santa por el
abad de Canterbury. Ningún académico serio acepta hoy en día esa
teoría.

A la muerte del rey Salomón, el gran reino de Israel que había


alcanzado su mayor esplendor y extensión en la historia, se dividió
en dos: el reino de Israel al norte y el reino de Judá al sur. Cada uno
comenzó a producir su propia literatura y a modificar las tradiciones
existentes para hacer constar que Dios estaba de su lado. En la
fuente “J” solamente Judá, el hijo de Jacob, es un personaje
importante. En la fuente “E” ni siquiera aparece como hijo del
patriarca. Si la fuente “J” habla favorablemente de los reyes de
Judá, la fuente “E” es bastante crítica de ellos.

Unas Crónicas de los Reyes de Israel y otras Crónicas de los


Reyes de Judá se mencionan como dos obras distintas en el primer
libro de los Reyes, que en su estado actual es un amalgama de
ambos textos, además de unas Actas de Salomón, hoy perdidas,
que se nombran cuando se habla de la muerte del monarca: “Los
demás hechos de Salomón, todo lo que hizo y su sabiduría, ¿no
están escritos en el Libro de los Hechos de Salomón?” (1 Reyes
11:41) En el libro de Crónicas se menciona una Historia del Profeta
Iddo. Su identidad ha sido objeto de muchas especulaciones desde
la antigüedad. ¿Quién era el profeta Iddo?

La respuesta puede estar en el libro de los Reyes, donde se narra


un extraño incidente en el que un “hombre de Dios”, sin mayor
identificación, va de Judá a Betel a entregar un oráculo a Jeroboam.

“Sucedió que un hombre de Dios fue desde Judá a Betel por


palabra del Señor, cuando Jeroboam estaba junto al altar para
quemar incienso. Y el hombre de Dios clamó contra el altar por
palabra del Señor, y dijo: `Oh altar, altar, así dice el Señor: A la
casa de David le nacerá un hijo, que se llamará Josías; y él
sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que
queman incienso sobre ti, y sobre ti serán quemados huesos
humanos.’ Aquel mismo día dio una señal, y dijo: `Ésta es la
señal de que el Señor ha hablado: El altar se romperá y las
cenizas que están sobre él se derramarán.’ Cuando el rey oyó
la palabra que el hombre de Dios había clamado contra el altar
de Betel, extendió su mano desde el altar y dijo: ¡Préndanlo!
Pero la mano que extendió contra él se le quedó rígida, de
modo que no podía volverla hacia sí. El altar se rompió y las
cenizas se derramaron del altar, conforme a la señal que el
hombre de Dios había dado por palabra del Señor.” (1 Reyes
13: 1b-5)

Tanto el historiador del siglo I Flavio Josefo como San Jerónimo


identificaron al misterioso “hombre de Dios” del libro de los Reyes
con el profeta Iddo, que al parecer fue autor no sólo de una obra
sobre la corte del rey Salomón, sino también de las historias de
otros dos reyes, Abías y Roboam, también perdidas.

Mucho más interés ha despertado un apócrifo perdido sobre las


vidas de Janes y Jambres, los magos que servían en la corte del
faraón de Egipto en los tiempos de Moisés y con quienes éste se
enfrentó, los primeros por medio de su magia, el segundo con el
poder de Yahvé. Aunque el Éxodo no menciona a los hechiceros por
nombre, el autor de la carta de Timoteo en el Nuevo Testamento
conoció la obra perdida y por tanto informa sus nombres: “Y así
como Janes y Jambres se opusieron a Moisés, de la misma manera
éstos también se oponen a la verdad.” (2 Tim 3:8a). Un escritor
cristiano de la antigüedad llamado Ambrosiastro atestigua la
existencia de dicho libro: “Este ejemplo (la mención a los magos en
la epístola a Timoteo) proviene de los apócrifos. Pues Janes y
Jambres eran hermanos, magos o envenenadores de los egipcios,
que pensaron que podían resistir con sus artes mágicas las
poderosas obras de Dios que se realizaban a través de ellos (Aarón
y Moisés). Pero cuando el poderío de Moisés en sus obras demostró
ser mayor, fueron humillados y confesaron, con el dolor de sus
heridas, que era Dios quien obraba a través de Moisés”.

En 1971 el profesor Albert Pietersma de la Universidad de Toronto


descubrió fragmentos del apócrifo de Janes y Jambres los Magos en
una colección de papiros en Dublín. Con éstos y otros fragmentos,
así como de comentarios en el Talmud, se pueden reconstruir las
líneas generales de este apócrifo. De acuerdo a ésta, los magos se
convirtieron a la religión de Moisés y salieron junto con los hebreos
de Egipto. Al final de sus días, tenían tanto poder que lograron
reunir conocimientos ocultos suficientes para ganar acceso al otro
mundo, donde gracias a unos amuletos sobrevivieron a feroces
confrontaciones con los ángeles, después con los arcángeles Miguel
y Gabriel, y finalmente con el guardián del cielo o Metatrón
(mencionado en otro apócrifo del Viejo Testamento), quien decide no
atacarlos, sino convencerlos con engaños de que se quiten sus
amuletos. Una vez que lo logra, los expulsa del cielo con un solo
gesto de su mano. De acuerdo a otras fuentes legendarias, San
Macario pudo visitar la tumba de los magos, la que encontró
infestada de demonios, pero éstos le dieron permiso de entrar para
inspeccionarla.

Finalmente, es posible que al menos un libro del Nuevo


Testamento —el Apocalipsis— haya sido originalmente un libro judío
que no tenía nada que ver con Jesucristo, y que la versión que hoy
conocemos sea una segunda o tercera versión con adiciones,
producida por los cristianos de Asia durante una persecución. Uno
de los principales proponentes de esta teoría, y que incluso ha
producido el hipotético texto judío original, es al académico James
Tabor. Aunque la propuesta es altamente especulativa, Tabor ha
defendido su idea de que el Apocalipsis era parte de la abundante
literatura apocalíptica judía del cambio de era.
APÓCRIFOS QUE NO ENTRARON AL CANON

Vi los confines de la tierra

sobre los que está sostenido el firmamento

y vi abiertas las puertas de los cielos.

Libro de Enoc

Pseudoepígrafos es el nombre genérico que se da a diversos


manuscritos que se atribuyen a figuras veneradas del pasado o que
están escritos en su nombre. La práctica no era rara ni tampoco era
considerada, como sería en nuestros días, una especie de engaño.
Del Viejo Testamento existen libros atribuidos a Adán, a Noé y a
Enoc, pero ningún lector del antiguo Israel se plantearía seriamente
la posibilidad de que el primer hombre hubiera realmente escrito un
libro en el jardín del Edén. Eran vistos, más bien, como escritura
inspirada. Del Nuevo Testamento, la mayor parte de los académicos
aceptan que las epístolas pastorales atribuidas a Pablo ( dos a
Timoteo, y una a Tito) fueron escritas después de la muerte del
apóstol, en su nombre y bajo su autoridad. El mismo nombre de
pseudoepígrafos reciben otros textos antiguos que no encontraron
cabida en el Antiguo Testamento, como el Testamento de los Doce
Patriarcas, las Odas de Salomón y el más espectacular de todos, el
libro de Enoc.

“En la primera mitad del siglo XIX”, escribe Hershel Shanks,


fundador de la Biblical Archaeology Society y editor emérito de la
Biblical Archaeology Review, “después de la derrota napoleónica en
Waterloo en 1815, enormes cajas llenas de viejos manuscritos y
libros fueron enviadas del Medio Oriente a las grandes bibliotecas
europeas. Estas cajas incluían un buen número de pseudoepígrafos
del Viejo Testamento anteriormente desconocidos en Occidente.
Entre los más sensacionales estaba el libro de Enoc, que de hecho
aparece citado en el Nuevo Testamento y que refleja varias
similitudes conceptuales con el cristianismo primitivo”. Estos libros,
la mayoría disponibles en tomos preparados por académicos,
abarcan varios géneros, incluyendo oraciones, apocalipsis,
profecías, libros de sabiduría y narraciones que tienen que ver con
figuras bíblicas, especialmente del Pentateuco. “El judaísmo
primitivo se caracterizaba por una sorprendente erudición,
percepciones y conceptos avanzados brillantemente articulados”,
escribe Shanks. La colección de dos tomos preparada por James
Charlesworth contiene 52 textos de diferentes etapas. No todos se
conservan en estado íntegro.

La vida de Adán y Eva, conocida también como Apocalipsis de


Moisés, cuenta la vida de la primera pareja humana tras su
expulsión del paraíso. Cuando Adán está a punto de morir, Eva y
sus hijos se reúnen a su alrededor. Seth está acongojado de ver los
dolores de muerte de su padre, pero Adán resignado le pide que no
haga nada. Seth recuerda el árbol de la vida que está en el Edén y
junto con Eva emprende un viaje a las puertas del paraíso para
implorar a Dios que les dé un poco de aceite del árbol. En el camino
Seth es atacado por la antigua serpiente (o por un animal feroz, en
la versión griega). Después de un agrio intercambio verbal entre Eva
y la serpiente, Seth y su madre reanudan el camino hacia el Jardín,
a pesar de las heridas del hijo. Al llegar a los linderos del paraíso,
ambos se postran y suplican. Dios envía al arcángel Miguel para
escucharlos.

“Seth fue con Eva hasta llegar cerca del paraíso, y ahí
lloraron pidiendo a Dios que que enviara a su ángel y les diera
el aceite de la misericordia. Y Dios envió al arcángel Miguel y
le dijo a Seth: 'Seth, hombre de Dios, no te fatigues con
oraciones y ruegos por el árbol que derramaba aceite para
ungir a tu padre Adán. Porque no será tuyo ahora, sino hasta el
final de los tiempos. Entonces toda la carne se levantará, Adán
y todos los que serán del pueblo santo ese gran día. Entonces
se les darán las delicias del paraíso y Dios estará en medio de
ellos. Y no pecarán más delante de él, porque el corazón malo
les será quitado, y les será dado un corazón que entienda lo
bueno y que sirva sólo a Dios. Pero vuelve con tu padre ya,
que el período de su vida se completa en tres días, y cuando
salga su alma verás su impresionante ascenso´. Después de
que el ángel dijo estas cosas, partió de ese lugar.”

El mensaje del arcángel es que Adán debe morir, pero que al final
de los tiempos Dios lo resucitará a él y a todos los muertos.
Constituye por tanto una evolución en el pensamiento de Israel y
una de las últimas etapas del pensamiento teológico, que heredaría
la escuela rabínica. Aunque las versiones en armenio, griego, latín,
eslava y otras de La vida de Adán y Eva difieren en longitud, y
algunas muestran interpolaciones cristianas, todas provienen de una
fuente común, hoy perdida, que debió de componerse alrededor del
siglo II AC.

El libro de Enoc es tal vez el más espectacular entre los apócrifos


del Viejo Testamento, debido a su antigüedad, su popularidad en el
judaísmo —la evidencia textual o arqueológica indica que era usado
entre los esenios y los cristianos— y por los temas que desarrolla,
que han permeado en las artes, la literatura, las homilías y la
creencia popular por siglos. El libro de Enoc era escritura sagrada
en los tiempos en que estaba escribiéndose el Nuevo Testamento,
tan es así que la carta de Judas cita un pasaje del libro.

“El patriarca Enoc, el séptimo después de Adán, dijo de ellos


estas palabras: `El Señor viene con miles de ángeles para
juzgarlos a todos y pedir cuentas a los impíos por todas las
obras malas que cometieron: castigará todas las palabras
injuriosas que los impíos pecadores lanzaron contra él.´"
(Judas: 14-15)

Entre los rollos del Mar Muerto se descubrieron fragmentos de


Enoc escritos en arameo que datan del siglo II AC, así como otros
en griego de dos siglos más atrás. Todavía hasta el siglo IV DC el
tratado era leído y aceptado en muchas comunidades cristianas,
pero alrededor de esa fecha comenzó a perderse de vista. El libro
completo fue descubierto en 1773 en Etiopía por el viajero James
Bruce. La narrativa está escrita en primera persona supuestamente
por Enoc, uno de los primeros nombres mencionados en el Génesis,
abuelo de Matusalén y bisabuelo de Noé. De acuerdo al primer libro
de la Biblia, Enoc vivió 365 años, pero nunca murió. “Enoc caminó
con Dios”, señala enigmáticamente el texto, “y desapareció, porque
Dios se lo llevó”. (Gen 5:24). Era de esperarse que este final tan
abierto diera material para la imaginación de otros autores.

El texto completo está formado por tres partes que fueron


redactadas en diferentes momentos históricos, y consiste de
extrañas visiones de otras realidades. El más interesante es el
primero y más antiguo, el llamado Libro de los Vigilantes, cuya fecha
de composición se estima en el siglo IV AC, mucho tiempo antes
que otros libros que sí entraron al AT, como Daniel y varios salmos.
En las extrañas visiones de Enoc se incorporan motivos que
pasaron a formar parte de la doctrina judeocristiana, e incluso del
arte de los siguientes siglos, y que sin embargo nunca se
mencionan en la Biblia hebrea: la creencia en una batalla original al
inicio de la creación entre ángeles rebeldes y Dios; la creencia en un
estado intermedio entre la muerte de una persona y su resurrección
para el Juicio Final; la creencia en castigos personalizados en el
valle de los muertos para distintos tipos de pecados, así como la
existencia de varios “cielos” —algo que después expandería Dante
en La Divina Comedia.

Acompañado de arcángeles, Enoc ve desde una montaña las


aguas que están debajo de la Tierra y el fuego que recibe al sol
cuando se pone. Va al lugar donde se resguardan los cuatro vientos;
ve los límites de la Tierra, la prisión de las estrellas, el lugar de
castigo de los ángeles rebeldes, y el Árbol del Conocimiento en un
sitio donde se levantan siete montañas. El viejo árbol está en la
montaña más alta: “Y árboles fragantes la rodeaban. Entre ellos
había un árbol con un aroma que yo nunca había olido, y no había
otro como él. Tenía una fragancia más dulce que todas las especias,
y las hojas y flores y el árbol nunca se marchitan. Su fruto es
hermoso, como los dátiles de las palmeras". Cuando Enoc pregunta
al ángel qué árbol es ése, su compañero de viaje le responde: "Este
árbol fragante ninguna carne tiene derecho a tocarlo hasta el gran
juicio, en el que habrá venganza sobre todos y consumación para
siempre. Entonces se dará a los justos y los piadosos, y su fruto
será alimento para los elegidos”. Después de nuevas visiones del
más allá, Enoc contempla los inicios del cosmos y tiene una visión
del mismísimo Dios en su trono.

“Estaba mirando y vi un trono elevado; y su apariencia era


como el hielo y sus ruedas eran como el sol resplandeciente, y
la voz de un querubín, y por debajo del trono salían ríos de
fuego ardiente. Y no pude ver la Gran Gloria sentada sobre él;
su ropa era como el sol y más blanca que mucha nieve. Ningún
ángel podía entrar en esa casa y mirar su rostro, por el
esplendor y la gloria, y ningún ser humano podía mirarlo.”

La parte más apasionante de la narrativa describe la caída original


de los ángeles rebeldes, la cual vincula directamente con la
enigmática narración de los “hijos de dios” que tienen relaciones
sexuales con las “hijas de los hombres” dando lugar a gigantes.
Enoc revela cómo unos seres celestiales, los Vigilantes,
comandados por un ángel llamado Semyaza, se enamoran de las
hijas de los seres humanos y desean aparearse con ellas. Haciendo
un juramento de permanecer juntos por siempre, doscientos ángeles
descenden a la cumbre del Monte Hermón no sólo para tomar a las
bellas hijas de los humanos, sino para causar el caos.

“Y comenzaron a estar entre ellos, a contaminarse a través


de ellos, a enseñarles la hechicería y a hacer amuletos, y a
revelarles el corte de raíces y plantas. Y ellas concibieron de
ellos y les dieron grandes gigantes. Y los gigantes engendraron
a los Nephilim, y de ahí nacieron los Nephilim. Y crecieron de
acuerdo con su grandeza. Empezaron a devorar el trabajo de
todos los hijos de los hombres. Y los hombres no pudieron
saciarlos. Y los gigantes comenzaron a matar hombres y
devorarlos. Y comenzaron a pecar contra las aves y las bestias
y los reptiles y los peces, y a devorarse la propia carne de unos
y otros. Y bebieron sangre.”

Los ángeles rebeldes enseñan a los hombres a hacer la guerra:


les muestran cómo hacer espadas de hierro y escudos, y todo tipo
de armas ofensivas y defensivas; al mismo tiempo inculcan la
vanidad en las mujeres, a quienes enseñan a hacer brazaletes de
plata, maquillaje para los ojos y otros adornos; otros seres los
instruyen en la astrología y a lanzar conjuros. La perversión de la
creación es completa. “Y había mucha impiedad en la tierra, y
siguieron caminos de desolación”, concluye el autor de Enoc. Este
texto deja más claro que el diluvio está directamente relacionado
con la relación ilícita entre los seres celestiales y los humanos y la
consecuente perversión de toda la creación. Dios ordena al arcángel
Gabriel que destruya a los gigantes, al arcángel Miguel que
aprisione al líder de los ángeles rebeldes, y a Rafael que renueve la
Tierra.

Enoc emprende también un viaje por el valle de los muertos, cuyas


almas Dios tiene en una gran montaña donde se hallan cuatro
enormes cavernas, en espera del Juicio Final. Cada caverna está
destinada a distintas almas de acuerdo a su comportamiento en
vida: en una están los justos, otra es para los pecadores que
murieron sin castigo; otra para quienes piden clemencia por haber
sido asesinados; y la última para quienes anduvieron en compañía
de los pecadores: para ellos no habrá castigo el día del Juicio, pero
tampoco resurrección.

“Éstas tres fueron hechas para separar los espíritus de los


muertos. Y ésta se ha preparado para los espíritus de los
justos, donde está la fuente de agua brillante. Y ésta ha sido
creada para los espíritus de los pecadores, cuando mueren y
son sepultados en la tierra y el juicio no se ha ejecutado sobre
ellos en vida. Aquí sus espíritus están separados para ese gran
tormento, hasta el gran día del juicio, de azotes y torturas de
los malditos por siempre, para que haya una recompensa para
sus espíritus. Allí él los atará por siempre. Y ésta ha sido
preparada para los espíritus de los que claman justicia, que
revelan acerca de la destrucción, cuando fueron asesinados en
los días de los pecadores. Y ésta fue creada para los espíritus
de las personas que no quisieron ser piadosas, sino
pecadores, que no tenían Dios, y acompañaban a los sin ley. Y
sus espíritus no serán castigados en el día del juicio, ni serán
resucitados (levantados) de ahí”.

En la segunda y tercera parte del libro de Enoc se desarrollan


creencias como la llegada del Hijo del Hombre como una figura
mesiánica, y la resurrección de los muertos para un Juicio Final,
más la instauración de un “nuevo mundo”. Estas ideas fueron
recogidas más tarde por el libro de Daniel, de los Macabeos, los
rollos del mar Muerto y desde luego por Jesús de Nazaret. La
influencia de Enoc también puede encontrarse en la mención del
apóstol Pablo sobre su viaje al quinto cielo (descrito por Enoc) y en
el Apocalipsis, que parafrasea un verso de Enoc: “Y en él (nuevo
mundo) el primer cielo pasará, y un nuevo cielo aparecerá”. (1 Enoc
91:16) No cabe duda de que el apócrifo de Enoc era, para muchos
judíos antes de Cristo, escritura inspirada y que sus doctrinas
habían pasado a formar parte de las creencias populares. Por qué
no entró al Viejo Testamento ha sido objeto de intensas
interrogantes.

Este viejo tratado, el más extenso de los apócrifos del Viejo


Testamento, es una expansión de la historia del Génesis y el Éxodo
escrita alrededor del siglo III AC. En ella Dios revela a Moisés la
historia de Israel, desde el Paraíso Terrenal hasta el paso por el Mar
Rojo, por medio de las palabras de un ángel, que ordena al profeta
escribir todo lo que escuche. Aunque históricamente Jubileos fue
conocido como el “pequeño Génesis”, en realidad es mayor y más
bien una especie de Génesis alternativo. Jubileos apunta por
ejemplo que Adán y Eva estuvieron durante siete años en el Edén, y
que no sólo ellos, sino también los animales fueron expulsados del
jardín, con la adición de que el reino animal perdió la capacidad del
habla con la caída original. Para Jubileos la mayor vergüenza de los
primeros humanos fue que Dios y los animales vieran su desnudez
tras comer el fruto prohibido (un higo). No sorprende por tanto que
no sea sino hasta que salen de paraíso y están lejos de la mirada
del Creador, que Adán y Eva tienen relaciones y conciben un hijo.

“Y ese día se cerró la boca de todas las bestias, y del


ganado, y de las aves, y de todo lo que camina, y de todo lo
que se mueve, de modo que ya no pudieron hablar, porque
todos ellos antes habían hablado uno con el otro, con un labio
y una lengua. Y Él expulsó del Jardín del Edén toda la carne
que estaba en el Jardín del Edén, y toda la carne se dispersó
según su tipo, y según sus especies, a los lugares que habían
sido creados para ellos. Y a Adán sólo le dio (los medios) para
esconder su vergüenza de todas las bestias y el ganado. (...) Y
en la luna nueva del cuarto mes, Adán y su esposa salieron del
Jardín del Edén, y moraron en la tierra de Elda en el lugar de
su creación. Y Adán le puso el nombre a su esposa Eva. Y no
tuvieron ningún hijo hasta el primer jubileo, y después de esa
fecha, él la conoció.”

El libro de los Jubileos está dentro del canon de los judíos de


Etiopía, donde sobrevivió durante siglos. También fue muy
consultado en la iglesia cristiana primitiva, ya que existen varias
referencias a dicho tratado en los escritos de los Padres de la
Iglesia. El libro de los Jubileos estaba también presente en los rollos
del Mar Muerto; de hecho los arqueólogos encontraron 15 copias de
este texto, señal de que era muy apreciado para algunos grupos en
Palestina, especialmente entre la comunidad de los esenios. El
reverendo Raymond F. Surburg escribió:

"Se supone que el material de Jubileos fue dictado por un


ángel de la Presencia a Moisés, después de que éste último
ascendió al Monte Sinaí y fue informado del destino que
aguardaba a Israel. Jubileos es un libro de ficción religiosa, en
el que el autor ha modificado la narrativa de la historia de Israel
desde la creación del mundo hasta el momento de la entrega
de la ley en el Monte Sinaí; en comparación con el Génesis
canónico, que cubre el mismo lapso, debe decirse que este
tratado complementa las historias bíblicas.”

Jubileos es importante también por otra razón: se apuntala en la


expectativa de la llegada de un mesías o un reino mesiánico en el
que, una vez destruidos los enemigos de Israel, las vidas de los
seres humanos se alargarán hasta mil años, y después de muertos
sus espíritus alcanzarán la dicha en el otro mundo. No hay mención
de una resurrección corporal.

“En esos días los niños comenzarán a estudiar las leyes, a


buscar los mandamientos y a regresar al camino de la justicia.
Y los días comenzarán a aumentar y a acrecentarse entre esos
hijos de hombres (seres humanos), hasta que sus días se
acerquen a los mil años. Y hasta una cantidad mayor de años
que (antes) se extendió el número de sus días. Y no habrá
ancianos ni alguien que esté pleno con sus días, porque todos
serán (como) niños y jóvenes. Y todos sus días serán
completos y vivirán en paz y gozo, y no habrá Satanás ni
destructor perverso; porque todos sus días serán días de
bendición y sanación. Y en ese momento el Señor curará a sus
siervos, y ellos se levantarán y verán gran paz, y expulsarán a
sus adversarios. Y los justos verán esto y estarán agradecidos,
y se regocijarán por los siglos de los siglos, y verán el juicio y
todas sus maldiciones sobre sus enemigos. Y sus huesos
descansarán en la tierra, y sus espíritus tendrán mucho gozo.”

Otro apócrifo que quedó excluido del AT es El Martirio y la


Ascensión de Isaías. Aunque la segunda parte del libro es una obra
cristiana, la primera parte, que narra solamente el martirio del
profeta, es considerada por los académicos como un texto
plenamente judío. Su fecha de composición ha sido fijada en
aproximadamente el siglo II AC. En la narración, el profeta Isaías
anuncia al rey Ezequías que su sucesor Manasés se entregará al
culto de otros dioses y abandonará a Yahvé. Cuando el buen rey
muere, Manasés comete toda clase de actos impuros y persigue a
los profetas. Isaías escapa al desierto, pero es capturado cuando un
hombre de Samaria llamado Balchlra recuerda a Manasés que
Isaías había profetizado contra él. El texto narra con escalofriante
detalle la muerte del profeta:

“Y él lo partió en pedazos con una sierra de madera. Y


cuando Isaías fue aserrado, Balchlra se levantó, acusándolo, y
todos los falsos profetas se pusieron de pie, riendo y
regocijándose por causa de Isaías. Y Balchlra, con la ayuda de
Mechembechus, se puso de pie delante de Isaías, riendo; y
Belchlra le dijo a Isaías: `Di: He mentido en todo lo que he
dicho, y también que los caminos de Manasés son buenos y
correctos. Y los caminos de Balchlra y de sus asociados
también son buenos´. Y esto se lo dijo cuando comenzó a ser
aserrado en pedazos. Pero Isaías estaba (absorto) en una
visión del Señor, y aunque tenía los ojos abiertos, los vio. Y
Balchlra habló así a Isaías: `Di lo que te digo, y cambiaré sus
corazones, y forzaré a Manasés, a los príncipes de Judá y al
pueblo y a toda Jerusalén a que te hagan reverencias´. E
Isaías respondió y dijo: `Hasta donde tengo palabra (digo):
Maldito seas tú y todos tus poderes y toda tu casa. Porque no
puedes tomar (de mí) nada excepto la piel de mi cuerpo´. Y
tomaron y aserraron a Isaías, el hijo de Amoz, con una sierra
de madera. Y Manasés y Balchlra, y los falsos profetas, los
príncipes y el pueblo, todos estaban mirando. Y cuando Isaías
fue aserrado, no lloró ni gritó, pero sus labios hablaron por
medio del Espíritu Santo hasta que fue aserrado en dos.”

El autor de la carta a los Hebreos al parecer tenía conocimiento


del Martirio de Isaías, cuando cita, refiriéndose a los profetas de
antaño: “Hubo (profetas) que, en vista de una resurrección mejor, no
buscaron salvarse a cualquier precio de la tortura. Otros sufrieron la
prueba de las cadenas y de la cárcel. Fueron apedreados,
torturados, aserrados en pedazos”. (Heb 11:35-37) En El
Testamento de los Doce Patriarcas cada uno de los hijos de Jacob
cuenta su historia, pecados y virtudes, para terminar dando
enseñanzas edificantes. Aunque puede contener material más
antiguo, en la forma en que se encuentra actualmente data del siglo
II AC. La Historia de Ahikar, en circulación desde cuando menos 500
años antes de Cristo, la fecha del papiro más antiguo que se ha
encontrado, pudo haber sido otro buen candidato a formar parte del
Viejo Testamento. Ahikar es mencionado varias veces en el AT
(católico y ortodoxo), en el libro de Tobías. La Historia de Ahikar
cuenta la historia de un miembro de la corte del rey de Asiria que es
encarcelado injustamente por un crimen que no cometió. El texto fue
muy popular en la antigüedad, considerando todos los lenguajes en
los que se han descubierto fragmentos. Su lenguaje, estilo y
enseñanzas semejan a otros libros de la Biblia.

En el texto eslavo, Ahikar dice a su hijo adoptivo:

“Hijo mío, que tus ojos miren al suelo y tu voz sea suave. Si
fuera una voz fuerte la que decidiera las cosas, el asno podría
construir dos casas en un día con sus rebuznos.

Hijo mío, es mejor rodar piedras con un hombre sabio, que


beber vino con un tonto. No hagas tonterías con un hombre
sensato, y no reveles tu ingenio a uno insensato.

Hijo mío, no seas dulce, no sea que te coman, ni demasiado


amargo, no sea que tus amigos huyan de ti.

Hijo mío, si tienes una herida en tu pie, no avances


firmemente.

Hijo mío, el hijo del rico se tragó la serpiente. Algunos decían:


A causa del hambre; otros dijeron: Como medicina.
Hijo mío, cuando un hombre se distinga, no le des
preocupaciones; si le ocurre un percance, no te regocijes.

Hijo mío, guarda lo que es tuyo; no busques lo que pertenece


a otros.

Hijo mío, no compartas el camino con un hombre que no


acepta consejos, y no te sientes en la misma mesa que un
engañador."

En Irak se encontró una tableta del siglo VII AC con el nombre de


Ahikar, lo que sugiere que la narración puede tener cierta base
histórica. Muchos otros libros atribuidos a patriarcas y profetas de la
era de los dos reinos de Israel y Judá han circulado desde hace
siglos, pero en su mayor parte se trata de expansiones y
comentarios a las historias originales. Sobre muy pocos se podía
tener la certeza de que fueran en realidad textos antiguos de la
época del segundo templo, y no simplemente creaciones de la Edad
Media. Al menos ésa era la creencia hasta que se hizo un
espectacular descubrimiento en 1946: los Rollos del Mar Muerto.
LOS ROLLOS DEL MAR MUERTO Y EL TALMUD

El descubrimiento accidental de una extensa biblioteca


perteneciente a los esenios, una secta judía que floreció en los
últimos dos siglos antes de nuestra era, reveló tres hechos
importantes: que había una gran variedad y abundancia de literatura
sagrada en el período intertestamentario; que la producción de
literatura sagrada continuaba hasta la época cristiana, y que el
canon del AT todavía no estaba todavía definido. La biblioteca del
Mar Muerto, encontrada casualmente por unos pastores no sólo dio
a los expertos acceso a las copias más antiguas conocidas de casi
todos los libros del AT, sino también a una amplia colección de
textos desconocidos incluso para los antiguos comentaristas y
Padres de la Iglesia. Entre los rollos del Mar Muerto se encontraron
libros como La guerra de los hijos de la luz contra los hijos de la
oscuridad, La Nueva Jerusalén, Apócrifo de David, Testamento de
Judá, Visión de Samuel y hasta 25 copias del libro de Enoc.

La postura original de los estudiosos era que los esenios habían


sido los autores de los textos, pero hoy la opinión mayoritaria es que
los misteriosos habitantes de Qumrán no los compusieron, sino que
los recopilaron. De acuerdo al especialista en los Rollos del Mar
Muerto y Judaísmo Antiguo, Lawrence H. Schiffman, hay “ un
consenso virtual entre los académicos de que los rollos proceden
sobre todo del periodo de los asmoneos (152–63 AC) y los primeros
años de la era romana (63–68 AC). De hecho, parte del material de
las cuevas de Qumrán es incluso anterior. Esta estimación está
apoyada por evidencias arqueológicas del asentamiento de Qumrán
adyacente a las cuevas donde se encontraron los rollos, por
pruebas de carbono 14 de la tela en la que los rollos fueron
envueltos en la antigüedad, por evidencia paleográfica (la forma y
postura de las letras ) y, en general, por el contenido de los rollos
publicados hasta el momento”.
Buena parte de los rollos son textos desconocidos. Uno de los
más interesantes es el que se refiere a la guerra que tendrá lugar al
final de los tiempos entre Israel (los hijos de la luz) y sus enemigos.
Conocido también como el Rollo de la Guerra, el texto describe un
conflicto universal que tendrá lugar en dos momentos. En el primero,
varias tribus de Israel se unirán para combatir a sus enemigos
históricos, Edom, Amón, Moab y otros reinos; en la segunda y más
decisiva, las doce tribus de Israel se unirán para una última gran
batalla contra los hijos de la oscuridad. Al final la luz triunfará y
habrá paz por toda la eternidad. Se considera que un texto
fragmentario conocido como La Guerra del Mesías es la parte final
del tratado. En él se describe cómo un mesías guerrero, un brote de
Jesé, de la rama de David, saldrá triunfante al final de los tiempos
con la ayuda de otro mesías que cumplirá el papel sacerdotal. El
estado fragmentario y deteriorado de este texto, que arde en
expectativas apocalípticas, hace imposible saber si al final el mesías
guerrero dará muerte a un último gran enemigo, o bien, si el mesías
será sacrificado y será el sumo sacerdote quien termine la
conflagración. Este detalle, aparentemente menor, es de gran
importancia para saber si antes de los primeros cristianos ya existía
la idea de un mesías que debía de morir por la salvación de su
pueblo.

A comienzos del presente siglo apareció otro texto desconocido,


llamado “La revelación de Gabriel”, pero no en forma de papiro, sino
tallado en piedra. Considerado como “un rollo del mar muerto en
piedra”, la estela o inscripción del siglo I DC contiene 87 líneas
escritas en hebreo, gravemente dañadas, también de difícil lectura
por su estado fragmentario. La tableta contiene las palabras del
arcángel Gabriel a un mesías o “príncipe de príncipes”, un líder de
Israel que encuentra la muerte a manos de un rey malvado, y que
no recibe un entierro apropiado. Pero el rey malvado es derrotado
milagrosamente. El mesías ejecutado, que tuvo que sufrir por su
pueblo y perecer, recibe la orden de regresar a la vida... o esperar
una señal: en este punto existen serias dudas sobre la inscripción
debido a su estado.
¿Es volver la a la vida o esperar un signo? En esta línea la palabra
crucial está semi borrada. El académico Israel Knohl, de la
Universidad Hebrea en Jerusalén, cree que la tableta, conocida
como La revelación de Gabriel dice: “Al tercer día, ¡vive! Yo Gabriel,
te lo ordeno” y que se trata de una orden al mesías ejecutado de
resucitar. Basándose en la fecha de la estela, Knohl ha incluso
identificado al mesías de la inscripción como Simón de Perea, un
esclavo de Herodes, quien de acuerdo al historiador Flavio Josefo
“se puso una corona sobre la cabeza" (es decir, se proclamó rey),
quemó el palacio de Jericó, y agitó al pueblo de tal forma que
mereció la atención de Roma. El gobernador de Siria, Quinctilius
Varus, envió una legión a capturarlo y lo decapitó.

Si la Revelación de Gabriel se refiere efectivamente a Simón de


Perea, significaría no sólo que el siglo I fue un periodo de intenso
fervor mesiánico, sino que el concepto de un mesías sufriente, cuya
muerte era necesaria para la salvación de Israel, estaba ya
asentada en la teología del judaísmo antes de la iglesia cristiana.

Tras la guerra de los judíos contra Roma, la destrucción del templo


y la eliminación de la nación de Israel a principios del siglo II, quedó
destruida la clase sacerdotal y la secta de los fariseos emergió como
heredera de la tradición religiosa, para crear el judaísmo moderno.
Los nuevos líderes se vieron obligados a cambiar muchas leyes
que, sin el templo, eran imposibles de cumplir, hacer modificaciones,
y poner por escrito tradiciones orales sobre las que existía una
prohibición específica de poner por escrito; pero se habían
acumulado a tal punto que estaban en riesgo de perderse. El
resultado fue el Talmud.

Aunque el Talmud en sus dos variantes principales (el de Babilonia


y el de Jerusalén) alcanzó su forma final en los primeros siglos de la
era cristiana, recogió muchas opiniones, parábolas, historias y
expansiones a la Torá de mayor antigüedad que, por su
acumulación a través de los siglos, era ya imposible de seguir
reteniendo incluso para la extraordinaria memoria de los rabinos.
Jesús de Nazaret fue un maestro en el arte de la parábola. La
existencia de este género en varias partes del Talmud muestra que
estaba en pleno florecimiento. En una parte se lee la parábola del
árbol de frutas, que un sabio transmite a otro cuando ambos se
despiden y el primero le pide al otro sus bendiciones. El sabio
responde a su acompañante con una parábola para decirle que ya
es afortunado y no necesita más bendiciones.

“Es como el caso de un hombre que caminaba por un


desierto y que estaba hambriento, cansado y sediento. Y
encontró un árbol cuyos frutos eran dulces y cuya sombra era
agradable, y una corriente de agua fluía debajo de él. Comió
de los frutos del árbol, bebió del agua en el arroyo y se sentó a
la sombra del árbol. Y cuando quiso irse, dijo: `Árbol, árbol,
¿con qué te bendeciré? Si te digo que tus frutos sean dulces,
tus frutos ya son dulces; si digo que tu sombra sea agradable,
tu sombra ya es agradable; si digo que una corriente de agua
fluya debajo de ti, una corriente de agua ya fluye debajo de ti.
Por el contrario, te bendeciré de la siguiente manera: Que sea
la voluntad de Dios que todos los árboles que planten con tus
retoños sean como tú.”

Otra tradición oral que debió circular en los tiempos


intertestamentarios, aunque el Talmud lo atribuye a algo que sucedió
al rabino Akiba (50-135 DC), es la parábola de la serpiente en la
pared. En una sección en donde se discute la prohibición de adivinar
por medio de la astrología, se cuenta:

“El rabino Akiva tuvo una hija, y los astrólogos caldeos le


dijeron que el mismo día que ella entrara al dosel de la boda,
una serpiente la mordería y moriría. Ella estaba muy
preocupada por esto. Ese día, el día de su boda, ella tomó el
alfiler ornamental de su pelo y lo metió a un agujero en la
pared para no perderlo, y sucedió que entró directamente en el
ojo de la serpiente. Por la mañana, cuando ella sacó el alfiler,
la serpiente salió junto con él. Su padre, el rabino Akiva, le dijo:
¿Qué hiciste para merecer ser salvada de la serpiente? Ella le
dijo: Por la tarde llegó una persona pobre y llamó a la puerta, y
todos estaban ocupados con la fiesta y nadie lo escuchó. Me
puse de pie y tomé la parte que me diste y se la di. El Rabino
Akiva le dijo: Tú hiciste una mitzvá, y te salvaste por sus
méritos. El rabino Akiva salió y enseñó, basándose en este
incidente, que aunque está escrito: `Y la caridad salvará de la
muerte´, no significa que ésta salvará a la persona de una
muerte inusual, sino incluso de la muerte misma.”

En uno de los rollos del Mar Muerto se hace una mención


inequívoca a una de las figuras que más ha fascinado a los
académicos y a los escritores de ficción por siglos. Este aterrador
personaje no aparece en la Biblia excepto por una breve mención en
el libro de Isaías: la mujer demonio llamada Lilith. Su única aparición
en el Antiguo Testamento ocurre en una parte donde el profeta lanza
una maldición sobre el pueblo de Edom, eterno enemigo de los
israelitas, que por la ira de Dios se convertirá en un lugar inhóspito y
oscuro donde habitarán toda clase de criaturas espeluznantes. Entre
ellas Lilith.

Las fieras del desierto se encontrarán con los animales


aulladores,
el demonio llamará a los de su especie.
Sí, Lilith se establecerá allí,
y encontrará para sí lugar de reposo.

(Is 34:14)

Aunque la mayoría de las biblias traducen la Lilith como “demonio


nocturno”, “el búho que aúlla”, o “lechuza”, el texto hebreo original
dice “Lilith”. El nombre era bien conocido para los lectores de Isaías
que no necesitaban mayor explicación. La historia de este demonio
es anterior a la narrativa bíblica. Su nombre aparece por primera vez
en un poema sobre Gilgamesh de más de cuatro mil años de
antigüedad. Para la época en que Isaías escribió su oráculo contra
Edom, Lilith ya tenía la reputación de ser un demonio femenino con
alas que acechaba a las mujeres embarazadas y moraba en lugares
desiertos. Una placa descubierta en Siria en 1993, que los
arqueólogos han fechado en el siglo VII - VIII AC, contiene una
impresionante oración contra Lilith: “Oh, tú que vuelas en las
habitaciones oscuras, aléjate en este instante, en este mismo
instante, Lilith. Ladrona, quebrantadora de huesos”. Es probable que
este tipo de placas fueran hechas para ser colgadas en las puertas
como amuletos para la protección de las mujeres y sus hijos de
cuna. En la antigua localidad judía en la diáspora de Nippur,
Babilonia, se desenterró un artefacto con un encantamiento en
contra de Lilith que reza: “Tú, Lilith, bruja y ladrona, te conjuro por el
Fuerte de Abraham, por la Roca de Isaac, por El Shaddai de Jacob,
para que te alejes de (esta mujer) Rashnoi y de Geyonai su marido.
¡Amén, amén, Selah, Halleluyah!".

Entre los rollos del Mar Muerto se haya un tratado identificado


como Cántico para un sabio, que al parecer se usaba para hacer
exorcismos. Lilith también aparece en él, lo cual muestra que su
historia seguía en circulación y su atemorizante presencia
continuaba formando parte de las creencias del judaísmo del
Segundo Templo. La oración encontrada en Qumrán es bella y a la
vez sobrecogedora:

“Y yo, el sabio, resueno la majestad de la belleza de Dios

para aterrorizar y confundir a los espíritus de los ángeles


destructores

y de los espíritus bastardos,

los demonios, Lilith, y aquéllos que atacan sin aviso."

El Talmud también conoce la figura de Lilith como un demonio con


alas y pelo largo que atormenta a las mujeres embarazadas, y
provoca abortos y malformaciones en los recién nacidos: “Ella se
deja crecer el pelo largo como Lilith, un demonio”, se dice de cierta
mujer de mala reputación. También señala que un hombre nunca
debe dormir solo en una casa a menos que desee que Lilith caiga
sobre él a mitad de la noche: “Es prohibido a un hombre dormir solo
en una casa, porque si no Lilith caerá sobre él”. Lilith, según el
Talmud, era responsable de las eyaculaciones nocturnas y
recolectaba el semen de los hombres para con él engendrar
millones de demonios. Sin embargo, el tratado tampoco narra la
historia de este demonio.

La fuente más antigua disponible en la que se expone la historia


de Lilith es un texto del siglo VIII DC llamado el Alfabeto de Ben
Sira. De acuerdo a esta narración, que recoge tradiciones orales
más antiguas, Eva no fue la primera esposa de Adán. Dice el
Alfabeto de Ben Sira que Dios creó a Adán y a Lilith. Sin embargo,
la mujer se negó a someterse a Adán y la pareja tuvo riñas desde un
principio. Esta rivalidad quedó de manifiesto en la negación de Lilith
a yacer debajo de su hombre cuando tenían relaciones sexuales.
Adán insistía en que su lugar debía ser debajo de él. “Los dos
somos iguales”, se queja Lilith”, “pues los dos fuimos hechos de la
tierra”. Lilith pronuncia el nombre de Dios (Yahvé) y sale volando
gracias al poder que adquiere al decirlo. El primer hombre le
reclama a Dios que la mujer que le dio como compañera se ha
escapado, y le pide que envíe tres ángeles para traerla de vuelta.
Dios acepta y lanza una maldición contra la rebelde mujer si no
consiente en volver. Lo que sigue es una fascinante batalla de
proporciones épicas, donde se explica la maldición de Lilith, su
poder contra los infantes y la manera de protegerse de ella:

Los ángeles partieron de con Dios y persiguieron a Lilith, a


quien alcanzaron en medio del mar, en las poderosas aguas
donde los egipcios estaban destinados a ahogarse. Le dijeron
las órdenes de Dios, pero ella no deseaba regresar. Los
ángeles dijeron: "Te hundiremos en el mar".
"¡Déjenme!' dijo ella: "Fui creada sólo para causar
enfermedades a los bebés. Si el niño es varón, tengo dominio
sobre él durante ocho días después de su nacimiento, y si es
mujer, durante veinte días".

Cuando los ángeles escucharon las palabras de Lilith,


insistieron en que regresara. Pero ella les juró por el nombre
del Dios viviente y eterno: "Cada vez que los vea a ustedes o
sus nombres o sus formas en un amuleto, no tendré poder
sobre ese bebé". También aceptó que cien de sus hijos
murieran todos los días. En consecuencia, cada día perecen
cien demonios, y por la misma razón, escribimos los nombres
de los ángeles en los amuletos de los niños pequeños. Cuando
Lilith ve los nombres, recuerda su juramento y el niño se
recupera.

A pesar de lo tardío del Alfabeto de Ben Sira, no puede caber


duda de que desde tiempos remotos Lilith era una figura conocida
para los judíos, y que alguna historia sobre ella se venía
transmitiendo desde la época en que se compuso el libro de Isaías.
EPILOGO

El Antiguo Testamento es la primera parte de la Biblia para los


cristianos; para los judíos es el libro completo. Aunque las partes
más antiguas alcanzaron su forma final alrededor del siglo VII AC,
las historias que recoge son aún más viejas y éstas a su vez se
alimentaron de otras tradiciones, especialmente la épica de
Gilgamesh y posiblemente de otras leyendas de Babilonia y Medio
Oriente. Pero el pueblo hebreo tuvo el ingenio de reelaborarlas para
que expresaran verdades más profundas. En el camino, no sólo
combinaron varios libros que hoy se encuentran perdidos; también
fueron dejando fuera otros que aún se conservan y que bien
pudieron haber tenido cabida, como el libro de Enoc, a pesar de
haber incorporado otros como el Cantar de los Cantares, un poema
de amor pastoral en el que nunca se menciona a Dios. Y sin
embargo esta frase se atribuye al rabí Akiva: “El día más grande fue
aquél en el que Israel recibió el Cantar de los Cantares. Todas las
escrituras de la Biblia son sagradas, y el Cantar de los Cantares es
la más sagrada de todas”. Con lo que tenía a la manos, el editor
final de la Biblia Hebrea logró tejer una historia continua con un
mensaje contundente, a un nivel conceptual y literario de primer
orden.

“La Biblia hebrea es el único artefacto de la antigüedad que no


sólo mantuvo su integridad, sino que continúa teniendo un efecto
vital y poderoso miles de años después", comentó en 1993 el
académico David Noel Freedman durante una entrevista. "Creo que,
en su forma actual, la Biblia hebrea es el producto de un plan
cuidadosamente elaborado para lograr una simetría, la totalidad e
incluso la perfección. Se hizo un esfuerzo deliberado para reunir
todos los elementos heterogéneos de la tradición judía y formar un
todo único. Este libro fue pensado para reflejar lo que ellos creían
sobre la perfección de Dios, y especialmente sobre la importancia
de su palabra. Así como Dios creó el universo y dirige la historia a
través de la palabra hablada, en la Biblia está esa palabra escrita.
Esto hace que la Biblia sea algo aún más especial, no solo una
reliquia de la antigüedad.”

La riqueza teológica y la intensa actividad literaria de Israel


produjo una gran cantidad de literatura. La Biblia hebrea, por lo que
ha revelado la arqueología, el análisis textual y los estudios bíblicos,
es tan sólo una parte, sin duda la más importante, de un corpus
literario que jamás fue rígido, ni tuvo una sola manera de ver las
cosas. Quien vea en la Biblia misma una sola línea de pensamiento,
tiene que leer con más atención… no se diga si esa lectura incluye
todos esos libros que quedaron excluidos y que con justicia deben
formar parte de la historia del pensamiento de Israel. En esa riqueza
y pluralidad residió, precisamente, su mayor mérito.
ANEXO

Apocalipsis de Abrahám

Testamento de Adán

La vida de Adán y Eva

Ahiqar

Carta de Aristeas

Aristeas el exégeta

Aristóbulo

2 Baruc

3 Baruc

4 Baruc

Cleodemus Malchus

Apocalipsis de Daniel

Más salmos de David

Eupolemus

3 Macabeos

4 Macabeos

5 Macabeos
Testamento de Abraham

Pseudo-Eupolemus

Apocalipsis de Adán

Apócrifo de Ezequiel

Ezequiel el Trágico

Menander sirio

Libro de Noé

Testamento de Moisés

Preguntas de Ezra

Apocalipsis griego de Ezra

Revelación de Ezra

Orphica

Visión de Ezra

Philo, el poeta épico

Fragmentos de poetas pseudo-griegos

Pseudo-Philo

Artapanus

Pseudo-Hecataeus

Pseudo-Phocylides
Plegarias helenísticas de la sinagoga

La vida de los profetas

Testamento de Isaac

Historia de los recabitas

Martirio y Ascensión de Isaías

Apocalipsis de Sedrach

La escala de Jacob

Tratado de Sem

Oración de Jacob

Oráculos sibilinos

Testamento de Jacob

Odas de Salomón

Demetrius el cronógrafo

Janes y Jambres

Salmos de Salomón

Eldad y Modad

Testamento de Job

Testamento de Salomón

Apocalipsis de Elías
José y Aseneth

Thallus

1 Enoc

2 Enoc

3 Enoc

Historia de José

Theodotus

Oración de José

Testamentos de los Doce Patriarcas

Jubileos

Apocalipsis de Sofonías
BIBLIOGRAFIA

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Unidos.

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Lim, Timothy H., (2013). The Formation of the Jewish Canon (The
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Estados Unidos.

Patai, Raphael, (1990). The Hebrew Goddess, Wayne State


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Vincent, Leah & Rosen, Aya. (2014) Legends of the Talmud: A


Collection of Ancient Magical Jewish Tales, Create Space, Estados
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http://www.earlyjewishwritings.com/

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