Portelli - Lo Que Hace Diferente A La Historia Oral

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L O S FUNDAMENTOS DE

LAS
CIENCIAS DEL UOMBDL
•u
La historia
ora

W. Moss,
A. Portelli,
EL Fraser
yotros

in tro d u cció n ,
y s e le c c ió n d e te x to s :
D o ra ¿ch\7arzstein

Centro Editor de América Latina


L O Q U E H A C E D IF E R E N T E A L A
H IS T O R IA O R A L *

Alessanriro Portelli

-s r, dijo la señora Oliver, “y cuando mucho tiempo después


hablan del asunto, tienen una solución que ellos mismos han
elaborado. Eso no es demasiado útil, ¿verdad'?". ‘Es útil",
dijo Poirot... “Es importante conocer ciertos datos que han
perdurado en la memoria de las personas aunque ellas no
puedan saber exactamente cuál fue el hecho, por qué
sucedió o qué llevó a él. Pero pueden muy bier saber algo
que nosotros no sabemos y que no tenemos modo de co­
nocer. Ha habido recuerdos que han llevado a teorías..."
Agata Chnstie
Los elefantes recuerdan

Sus investigaciones históricas, sin embargo, ro fueron rea­


lizadas tanto entre libros como entre hombres; porque los
primeros son lamentablemente escasos respecto de sus
temas favonios, mientras que él descubrió cue los viejos
vecinos, y aun más sus esposas, son ricos en ese saber le­
gendario, tan invalorable para la verdadera historia. Así,
cada vez que daba con una genuina famiiia hcandesa, có­
modamente encerrada en su casa de campo de techo bajo,
a la sombra de un coposo sicómoro, la miraba como a un
pequeño volumen cerrado en letra gótica y la estudiaba con
el entusiasmo de un ratón de biblioteca.
Was rngíon Irving
"Rip Van Winkie”

* Alessandro Portelli. fbe death of Luigí Trastvliiaríó nther stories.


Form and mea ning in oraJ history, New York, State University of New
York Press, 1991, págs. 45-58. Una primera versión, “Suila specificitá
deila storia órale" apareció en Primo Maggio (Milán, Italia) ¡3 (otoño^,
1979), 45-60; fue reeditado como "On the peculiarities of oral history”
en History Y/orkshop Jotna/(Oxford, Inglaterra) 12 (pri navera, 1981,
96-107.

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Recuerdos que llevan a teorías

Un espectro ronda los salones de la academia: el espectro


de la historia oral. La comunidad intelectual italiana, siempre
recelosa de las novedades del exterior — y sin embargo tan
subordinadas a los “descubrim ientos extranjeros”— se
apresuró a recortar la historia oral aun antes de tratar de
entender qué es y cómo se (a usa. El método empleado ha
sido el de cargar a la historia oral con pretensiones que no
posee, para tranquilizar la mente de todos rechazándolas.
Por ejemplo, La fíepubbí/ca, el periódico italiano de orien­
tación más intelectual e internacional de cuantos se publican
en Italia, *se apresuró a desechar las “descripciones 'desde
abaje’ y los paquetes artificiales de 'historia oral’ donde se
supone que las cosas se mueven y hablan por sí m ism as”,
sin siquiera detenerse a advertir que no se trata de; cosas
sino de personas (si bien personas a menudo consid eradas
no más que “c o sa s ’) que la historia oral espera cue “se
m uelan y hablen por sí m ismas” .1
Parece existir el temor de que una vez que se abren las
compuertas de la oralidad, la escritura (y con ella la racio­
nalidad) será expulsada por una masa espontánea e incon­
trolable de material fluido y ameirfo. Pero esta actitud nos
ciega al hecho de que nuestro temor reverencial por ja
escritura ha distorsionado nuestra percepción del lenguaje
y de la comunicación al punto que ya no entendemos ni la
oralidad ni la naturaleza de la escritura misma. En realidad,
?as fuentes escritas y orales no son mutuamente excluyen-
tes. lie n e n características co m ures así como autónom as y
funciones específicas que sólo cada una puede cum plir (o
que un conjunto de fuentes cumple mejor que otro). Por lo
tanto, requieren instrumentos interpretativos diferentes y
específicos. Pero la subestimación y la sobreestimación de
las fuentes orales terminan por anular cualidades específi­
cas, convirtiendo a estas fuentes ya en meros apoyos para
las fuentes escritas tradicionales ya en una cura iiusor a para
iodos 'os males. Este capítulo tralará de sugerir algunos do
tos modos en que la h istoriaoral e$ intrínsecamente diferente
y por .'o tanto específicamente út¿T

37
La oralldad de las fuentes orales

Las fuentes orales son fuentes orales. Los estudiosos están


dispuesto a admitir que e documento real es la cinta gra­
bada, pero casi todos trabajan con las transcripciones y son
sólo las transcripciones las que se publican.2 En ocasiones,
las cintas se destruyen: un caso simbólico de la destrucción
de la palabra hablada.
La transcripción conviene los objetos orales en visuales,
lo que inevitablemente im ilica cambios e interpretación. La
diferente eficacia de las g'abaciones, comoaradas con las
transcripciones — por ejemplo, para los fines del aula— sólo
puede apreciarse mediante la experiencia directa. Esta es
una de las razones por la:; cuales creo que es innecesario
darle una atención excesiva a la búsqueda de métodos
nuevos y más inmediatos de transcripción. Esperar que la
transcripción reemplace a la cinta para los fines científicos
equivale a hacer critica de arte con reproducciones o crítica
literaria con traducciones La traducción más literal casi
nunca es la mejor y una traducción verdaderamente fie¡
siempre implica cierta cantidad oe invención Otro tanto
puede decirse óe la transcripción de fuentes orales.
El desprecio de is oralic ad de ias fuentes orales tiene un
peso directo sobre ia teoría interpretativa. El primer aspecto
que suele acentuarse es el origen: ias fuentes orales nos dan
información sobre personas o grupos sociale^ analfabetos
cuya historia escrita falta o esta distorsionada. Otro aspecto
concierne al contenido: la vida gotidiana y la cultura material
de esas personas o grupos Sin embargo, no son específicas
de las fuentes orales. La?> cartas de los emigrantes, por
ejemplo, tienen el mismo origen y contenido, pero son
escritas. Por otra parte, muchos proyectos de historia oral
han reunido entrevistas con miembros de grupos sociales
que usan la escritura y se fian ocupado de tópicos habitual­
mente cubiertos por el material de archivo escrito estándar.
Por lo tanto, origen y contenido no son suficientes para
distinguir las fuentes orales de la variedad de fuentes
empleadas por la historia social en general; así, muchas
teorías de la historia oral son, en realidad, teorías de la
nistoria social en su conjunto.2
En a búsqueda de un factor diferenciador, debemos
volvernas en primer lugar a la forma. No necesitamos repetir

38
acá que la escritura representa el lenguaje casi exclusiva­
mente por medio de rasgos segmentarios (grafemas, síla­
bas, palabras y oraciones). Pero el lenguaje también está
compuesto por otro conjunto de rasgos, que no pueden ser
contenidos dentro de un solo segmento pero que también
son portadores de significado. La variedad de tono y volumen
y el ritmo del habla popular llevan un significado implícito y
connotaciones sociales que no son reproducibles por escrito,
salvo, y emonces en forma inadecuada y poco accesibléT
como notación musical.* La misma declaración puede tener
significados muy contradictorios, según la entonación del
que habla, lo que no puede representarse objetivamente en
la transcripción sino describirse aproximadamente en las
propias palabras del transcriptor.
Para hacer legible la transcripción, habitualmente es
necesario ir ciuii signos de puntuación, que son siempre un
agregado mas o menos arbitrario de! transcriptor. La pun­
tuación. indica pausas distribuidas oe acueroo con reglas
gramaticales cada signo tiene un lugar, un significado y una
extensión convencionales. Estos casi nunca comcioen con
los ritmos \ pausas del sujeto que habla y, por lo tanto,
terminan por confinar el discurso dentro de reglas gramati­
cales y lógicas que no sigue necesariamente. La extensión
exacta y la ubicación de la pausa tiene una función impor­
tante en e entendimiento del significado de! discurso Las
pausas gramaticales regulares tienden a organizar lo Que se
dice en torno de un modelo básicamente expositorio"y
reler&ncial mientras que las pausas de extensión y uoica-
cion irregulares acentúan e1 contemoo emociona1 y ias
pausas rnu) pesadas y rítmicas recuerdan el estilo o& las
narraciones épicas. Muchos narradores pasan de un tipo de
ritmo a otro dentro de la misma entrevista, a medida que
cambia su actitud hacia los temas que se están tratanoo. Por
supuesto, ¿ >o sólo pueoe percibirse escuchando, no leyen­
do.
Otro tamo puede decirse respecto de la velocidad del
habla y sus cambios durante la entrevista. No hay regias
interpretativas fiJas: ,a desaceleración puede significar mayor
énfasis así como mayor difícuftad, y la aceleración pude
demostrar un deseo de pasar por alto ciertos puntos, así
como una mayor familiaridad o comodidad. En todos los
casos, el análisis de los cambios en la velocidad debe
combinarse con el análisis del ritmo. Los cambios son la

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norma en el habla, mientras que la regularidad es la norma f
en la escritura (impresa sobre todo) y la presuma norma de |
la lectura: el lector introduce las variaciones, no el texto v
mismo. *
No es una cuestión de pureza filológica. Los rasgos que <
no pueden ser contenidos dentro de segmentos son el sitio
(no exclusivo, pero muy importante) de las funciones narra- *
tivas esenciales: revelan las emociones de los narradores,
su participación en la historia y el modo en que la historia
los afectó. A menudo esto implica actitudes que ¡os hablan­
tes pueden no ser capaces de (o estar dispuestos a) expre­
sar de otra manera, o elementos que no están plenamente
dentro de su control. Aboliendo estos rasgos, achatamos el
contenido emocional del habla hasta que alcanza la supues­
ta ecuanimidad y la objetividad del documento escrito. Esto
puede agudizarse cuando participan informantes del pueblo:
pueden tener un vocabulario pobre pero a menudo son más
ricos en variedad de tono, volumen y entonación que los
hablantes de ciase media que han aprendido a imitar en el
habla el tono parejo de ¡a escritura.5

La historia oral como narración

Las fuentes históricas orales son fuentes narrativas. Por lo


tanto, el análisis de los materiales de la hisíora oral debe
valerse de algunas de las categorías generales desarrolla­
das por ia teoría de la narrativa en ia literatura y el folklore,
esto es tan cierto dei testimonio dado en las entrevistas libre
como de los materiales del folklore organizados más formal­
mente.
Por ejemplo, algunas narraciones contienen cambios
sustanciales en la "velocidad” de la narración, es decir, en
la proporción entre la duración de los acontecimientos
descritos y la duración de la narración. Un informante puede
contar en pocas palabras experiencias que duraron un
tiempo largo, o demorarse largamente en episodios breves.
Las oscilaciones son significativas, aunque re podemos
establecer una norma general de interpretación: demorarse
en un episodio puede ser un modo de acentuar su impor- *£
tancia, pero también una estrategia para distraer la atención

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de oíros puntos más delicados. En todos los casos hay una
relación entre la velocidad de la narración y el significado del
narrador. Lo mismo puede decirse de otras categorías entre
aquellas elaboradas por Gérard 3enette, tales como "distan­
cia" o "perspectiva", que definen la posición del narrador
hacia la historia.3
Las fuentes orales de clases no heqemónicas están
vinculadas con la tradición de la narrativa folk. En esta
tradición, las distinciones entre géneros narrativos se perci­
ben de manera diferente que e i la tradición escrita de las
clases educadas. Esto se verifica en ia distinción genérica
entre narrativas “factuales" y "artísticas", entre "aconteci­
mientos" y sentimiento o imaginación. Mientras la pe'cepción
de un relato como "verdadero" es relevante tanto para la
leyenda como para la experiercia personal y la memoria
histórica; las narraciones históricas, poéticas y legendarias
a menudo se mezclan de mane'a inextricable.7 El resultado
son las narrativas en que el límite entre ¡o que tiene lugar
fuera del narrador y lo que sucede dentro, entre lo quele
concierne al individuo y lo que concierne al grupc, puede
tornarse más alusivo que en los géneros escritos estable­
cidos, de modo que la verdad" personal puede coincidir con
la ‘imaginación" compartida!
Cada uno de estos factores puede revelarse mediante
factores formales y estilísticos, l a mayor o menor p'esencia
de materiales formalizados (proverbios, canciones, órmulas
y estereotipos) puede medir el grado en que existe un ounto
de vista colectivo dentro de la narrativa de un individuo.
Estos cambios entre el lenguaje estándar y el dialecto a
menudo son un signo de la clase de control que tienen los
habitantes sobre la narrativa. ‘
Una estructura típica recurrente es aquella en la que se
usa el lenguaje estándar en general mientras que el dialecto
aparece en digresiones o anécdotas, coincidiendo con una
participación más personal del ~arrador o (como cuando las,
presencias del dialecto coinciden con el lenguaje formaliza­
do) la intrusión de la memoria colectiva. Por otra parte, el
lenguaje estándar puede surgir en una narrativa en dialecto
cuando los temas están más estrechamente relacionados
con la esfera pública, como la política. Nuevamente, esto
puede significar tanto un grado nás o menos consciente de
separación, como un proceso de "conquista" de una forma
más "educada" de expresión qu í comienza con la paríicipa-

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ción en política.‘ A la inversa, la dialectización de los térmi­
nos técnicos puede ser ur signo de la vitalidad del habla
tradicional y del modo en que los hablantes se esfuerzan por
ampliar la variedad expres'va de su cultura.

A contecim ientos y significado

Lo prirr.eio que hace que la historia oral sea diferente,


entonces, es que nos dice ríenos sobre los acontecimientos
ooe sobre su significado. Beto no implica que la historia oral
no tenca validez factual. Las entrevistas suelen revelai
acontecimientos desconocidos o aspectos desconocidos de
acontecimientos conocidos: siempre arrojan nueva luz sobre
áreas inexpioraaas de ia vida cotidiana de las clases nc
hegemenicas. Desde este punto de vista, el único problema
que plantean las fuentes oíales es e! de la verificación (a¡
que volveré en la sección siguiente)
Pero el elemento singular y precioso que las fuentes
orales imponen al historiador, que ninguna otra fuente posee
en igual medida, es la subjetividad del hablante Si el
enfoque de la investigación es amplio y lo bastante adicu
lado, puede surgir una sección transversal de la subjetividad
de un grupo o de una clase t¿as fuentes orales nos oicen
no sólo lo que hizo la gente sino lo que deseaba hacer, lo
que creían estar haciendo y lo que ahote piensan que
hicieron, las luentes orales pueden no agregar mucho a lo
que sabemos, por ejemplo, del coste material de una huelga
para los trabajadores participantes; pero nos dicen mucho
sobre los costos psicológicos. Tornando una categoría lite­
raria de los formalistas rusos, podríamos decir que las
fuentes orales, en especial de ios grupos de hegemómeos,
son una muy útil inteqracón de otras fuentes en le que
concierne a ja fábula — la secuencia lógica, causal, ele la
historia— ; pero se >ornan únicas y necesarias por su arpo
mentó, el modo en que fe s materiales de la historia sor-
ordenados por los narradores para contar la historia s La
organización de la narrativa revela mucho de las relaciones
de los hablantes con su hT.toria.
La subjetividad es asunt:. de la historia tanto como lo son
los "hechos" más visibles. ,o que creen los informantes es

42
en verdad ur hecho histórico (es decir, el hecho de que ellos
lo crean), tanto como lo que realmente sucedió. Cuando los
trabajadores oe Terni ubican mal un acontecimiento crucial
de su historia (la muerte de Luigi Trastulíi) de una fecha y
un contexto a otro, esto o arroja dudas soore la cronología
real, pero res obliga a reordenar nuestra interpretación de
una entera fase de la historia del pueblo. Cuando un viejo
líder de masas, también en Terni, sueña una historia acerca
de cómo cas consigue que el partido Comunista revierta su
estrategia después de la Segunda Guerra Mundial, no
revisamos nuestras reconstrucciones de ios debates políti­
cos dentro de la izquierda, sino que nos enteramos de la
magnitud de costo reai de cieñas decisiones para esos
activistas de las masas que oeDieron sepultar en su subcons­
ciente sus necesidades y deseos de ■revolución. Cuando
descubrimos que en otras partes de! país se cuentan histo­
rias semejantes, reconocemos un complejo iegendaric
semiformaoo en ei cual ¡as ‘ divagaciones seniles" oe un
anciano decepcionado revelan mucho acerca de la historia
de su partido que o se expresa en las memorias extensas
y lúcidas de sus lideres oficiales.,c

¿Debemos creer en las fuentes orales?

i-as fuentes orales sor creíbles pero con, una credidilicad


oiier&níé. La importancia ce testimonio oral pueae resiaif-no
sn su adherencia al necno, sino mas oier er; su alejamien­
to de! mismo cuando surge la imaginación, el simDolismo
y ei deseo, f-pr lo tamo, no hay fuentes orales ta is a s '. Una
V6Z que hemos verificado su creoioiiidac factual con todos
¡Qs criterios establecidos de la critica filológica y la verifica­
ción factual requeridos por tooos los tipos de fuentes, ia
diversidad de la historia oral consiste en ei hecho de que las
declaraciones "equivocadas" son psicológicamente “verídi­
cas' y que esa verdad puede ser igualmente importante
00mo los relatos factualmente confiables.
t^or supuesto, esto no significa que aceptemos el prejuicio
dominante q je ve la credibilidad factual como un monopolio
°e los documentos escritos. Muy a menudo, los documentos
Peritos son sólo la trasmisión no controlada de fuentes

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orales no identificadas (como en el caso del ir forme sobre I
la muerte de Trastulli, que comienza: "De acuerdo con la j
información verbal tomada..."). El pasaje de esas “fuentes-
uf' orales al documento escrito suele ser el lesuftado de
procesos que no tienen credibilidad científica y que a
menudo están cargados de sesgo clasista. En tos registros
de juicios (al menos en Italia, donde no se les reconoce
ningún valor legal a las transcripciones taquigráficas o de
cintas grabadas), b que se registra no son las palabras
realmente pronunciadas por los testigos, sino un resumen
dictado por el juez al escribiente. La distorsión inherente a
tal procedimiento supera toda evaluación, en especial
cuando tos hablantes se han expresado originalmente en
dialecto. Sin embargo, muchos historiadores que desprecian
las fuentes orales aceptan esas transcripciones legales sin
formular ninguna pregunta. En menor medida (gracias al uso
frecuente de la taquigrafía), esto corresponde a tos registros
parlamentarios, a las minutas de encuentros y convenciones
y a las entrevistas publicadas en periódicos: tedas fuentes
que son usadas legítima y ampliamente en la investigación
histórica estándar.
Un subproducto de esto prejuicio es la insiste rcia en que
las fuentes orales son distantes de tos acontecimientos y por
to tanto sufren la distorsión de la memoria defectuosa. En
verdad, este problema existe para muchos documentos
escritos, que suelen escribirse algún tiempo ctospuós del
acontecimiento al que se refieren, a menudo por parte de no
participantes. Las fuentes orales pueden compensar la
distancia cronológica con una participación personal mucho
más próxima. Mientras las memorias escritas de ios políticos
o de tos iíderes sindicales gozan de crédito hasta que se
demuestra que cometen errores, son tan distantes de algu­
nos aspectos del acontecimiento que narran como lo son
muchas entrevistas históricas orales, y sólo ocultan su
dependencia del tiempo asumiendo la forma inmutable de un *
“texto". Por otra parte, los narradores orales tienen ciertas
ayudas para la memoria dentro de su cultura. Muchas
historias son narradas una y otra vez, o discutidas con
miembros de la comunidad; la narrativa formalizada, incluso
el metro, pueden ayudar a preservar una versión textual de
un acontecimiento "
De hecho, no se debe olvidar que los informantes orales
pueden ser también alfabetizados. Tiberio Ducci un ex líder

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cíe la liga de trabajadores agrícolas de Genzano, erflas
colinas romanas, puede ser atípico: además de recordar su
propia experiencia, también ha investigado en b s archivos
locales. Pero muchos informantes leen libros y periódicos,
escuchan la radio y la televisión, atienden 'sermones y
discursos políticos y guardan diarios personajes, cartas,
recortes y álbumes fotográficos. La oralidad y la escritura,
ya desde hace muchos sic'os, no han existido en forma
separada: si muchas fuentes escritas se basan en la orali­
dad, la oralidad moderna misma está saturada de escritura.
Pero lo realmente importante es que la memoria no es
un depósito pasivo de hechos, sino un activo proceso de
creación de significados. Así, la utilidad especifica de las
fuentes orales para el histori.idor no está tanto en su capa­
cidad para preservar el pasado como en loa cambios mismos
elaborados por la memoria. Éstos cambios reveían el esfuer-
zo de los narradores por darle un sentido al pasado y una
forma a sus vidas y cotocan a la entrevista y a la narración
en su contexto histórico, 7"
Los cambios que pueden haber tenido lugar posteripr-
mente en la conciencia subjei iva persona] de tos narradores
o en su posición socioeconómica pueden afectar si no la
narración concreta de aconterimientos anteriores, al menos
la avaluación y al modo de “colorear" la historia. Muchas
personas son reticentes, por ejemplo, cuando se trata de
describir formas ilegales de lucha, por ejemplo el sabotaje.
Eso no significa que no las recuerden claramente, sino que
ha habido un cambio en sus c pintones políticas, sus circuns­
tancias personas o en la línea de su partido. Por lo tanto,
acciones consideradas legí imas e incluso normales o
necesarias en el pasado son vistas ahora com<> inaceptables
y~ literalmente son desechacas de la tradición. En estos
casos, la información más preciosa puede estar en lo que
ocultan los informantes y en el hecho de que lo oculten, antes-
que en lo que cuentan.
Sin embargo, con frecuenc ia los narradores son capaces
de reconstruir sus actitudes pasadas aun cuando ya no
coinciden con las presentes. Este es el caso de los traba
jadores.de la fábrica de Terni que admiten que las represa­
lias violentas contra los ejecutivos responsables do los
despidos masivos en 1953 p**>den haber sido contraprodu­
centes, aunque reconstruyen con gran lucidez por qué
parecieron útiles y razonables en su momento. En uno de

45
luí. itt'.iimomus orulot, ma: importantes de nuestra época, La
autobiografía de Malcom X, t i narraaor describe muy vivi­ los documentos de historia oral son siempre el resultado de-.^
damente cómo trabajaba su mente antes de alcanzar su una relación, de un proyecto compartido en el cual tanto eK
actual percepción y luego juzga su propia personalidad- entrevistador como el entrevistado están participando,
pasada según las pautas de su actual conciencia política y aunque no necesariamente en armonía. Los documentos
religiosa. Si ia entrevista se-realiza con habilidad y sus fines escritos son fijos, existen sea que tengamos conciencia de
son claros para los narradores, a estos no les resulta difícil ellos o no, y no cambian una vez que los hemos encontrado.
hacer una distinción entre su personalidad pasada y la El testimonio oral es sólo un recurso potencial hasta que los
presente, objetivando la pasac a como diferente de la actual. investigadores le dan existencia. La condición para la exis­
En estos casos — Malco'm X es nuevamente típico— la tencia de una fuente escrita es la emisión, para las fi entés
ironía es e! principal modo narrativo: oos pautas d iteren tes orales, la transmisión: una diferencia semejare a la oescrita
eticas (o políticas, o religiosas) y narrativas se interfieren y por Román Jakobson y Piotr Bogatyre-' entre bs procesos
se superponen y su tensión modela la narración de la' creativos del folklore y los de la literatea
Jiistoria. " El contenido de la fuente escrita es independiente de las
Por otra parte, también podemos encontrar narradores necesidades y las hipótesis del ¡investigador: es un texto
cuya percepción parece haberse oetenido en momentos estable, que sólo podemos interpretar. El contenido de las
álgidos de su experiencia personal: ciertos luchadores de la füintes orales, por otra parte, depende en buena medida de
Resistencia, o veteranos de guerra; y tal vez cienos militan­ cuanto les ponen los entrevistadores en términos de pregun­
tes estudiantiles de la décaca del '60. A menudo, esos tas, diálogo y relación personal.
individuos están totalmente absorbidos por~ la totalidad del Es el investigador el que decide que habrá una entrevista,
acontecim ente histórico del que fueron parte y su relato en primer lugar. Los investigadores a menudo introducen
j.surne las cadencias y la formulación de la épica. La d.s- distorsiones especificas: bs informantes les dicen lo que
tir.aon entre un estilo ironice y uno épico implica una dis­ creen que ellos deseart que les digan y asi revelan quien
tinción entre perspectivas histéricas, Que oeben ser tenidas creen que es el investigador. Por otra parte, las entrevistas
en cuenta en nuestra interpretación oei testimonio. rígidamente estructuradas pueden excluir elementos cuya
existencia o relevancia eran previamente desconocidas para
el entrevistador y por lo tanto no fueron contempladas en el
programa de preguntas. Tales entrevistas tienden a confir­
Objetividad mar el marco de referencia previo del historiador.
El primer requisito, entonces, es que el investigador
“acepte" al informante v le dé prioridad a lo Que este oesee
Las fuentes orates no son objetivas. Esto por supuesto decir, antes que a lo que el investigador desee oír, deiando
corresponde a todas las fuenes, aunque ia santidad de la toda pregunta no respondida para mas tarde o para otra,
escritura a menudo nos lleva a olvidarlo, pero la no objeti­ eptrevista Las comunicaciones son siempre en dos senti-
vidad inherente a las fuentes orales está en características dos. Los entrevistadores siempre están estudiando, aunque
intrínsecas especificas, siendo las más importantes el hecho recatadamente, a bs entrevistadores que los “estudian".
cíe que son artificiales, variares y parciales. Convencria que los historiadores reconozcan este hecho y
La introducción de Alex Haly a La autobiografía de lo aprovechen en lugar de tratar, de eliminarlo en favor de
Malcolm X describe que Macolm no cambió su enfoque una neutralidad imposible (y tal vez indeseable).
narrativo espontáneamente, s no porque el interrogatorio de El resultado final de la entrevista es el producto tanto del
su entrevistador lo fue apartando de la imagen exclusiva­ narrador como del investigador. Cuando las entrevistas,
mente pública y oficiai de sí mismo y de la Nación del Islam como sucede con frecuencia, se preparan para la publica­
que estaba intentando proyectar. Esto ilustra,el hecho de que ción omitiendo por completo la voz del entrevistador, se
produce una sutil distorsión: el texto da las respuestas sin
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las preguntas, lo que lleva a suponer que un narrador dado
siempre dice las mismas cosas, con independencia de las
circunstancias; en otras palabras, se tiene la impresión de
que un hablante están estable y reiterativo como un docu­
mento escrito. Cuando se suprime la voz del investigador,
la voz del narrador se distorsiona.
El testimonio oral, en realidad, nunca es dos veces igual.
Esa es una característica de toda la comunicación oral, pero
se verifica en especial en las formas relativamente no
estructuradas, como las declaraciones autobiográficas n
históricas dadas en una entrevista.' Incluso el mismo entre­
vistador obtiene diferentes versiones del mismo narrador en
distintas ocasiones. Cuando los dos sujetos llegan a cono­
cerse mejor, puede atenuarse la "vigilancia1' del narrador. La
subordinación de clase —tratar de identificarse con lo que
cree el narrador que es el interés del entrevistadc i • puede
verse reemplazada por una mayor independencia o por un
mejor entendimiento de ios propósitos do la entrevista. O una
entrevista previa simplemente puede haber despertado
recursos que luego son narrado-', en encuentros posteriores.
El hecho de que las entrevistas con la mism i persona
puedan continuarse indefinidamente nos lleva a la cuestión
del carácter de incompleto propio de las fuentes orales. Es
imposible agotar toda la memoria de un informante; los datos
extraídos de cada entrevista son siempre el resultado de ufta
selección producida por la relación mutua. La investigación
histórica con fuentes orales, entonces, siempre posee la
naturaleza inconclusa del trabaio en realización. Para reyisar
todas las fuentes orales posibles do las huelgas de Temí de
1949 a 1953, se debería entrevistar en profundidad a varios
miles de personas; toda muestra sería sólo tan confiable
como los métodos de muestreo empleados y nunca podría
garantizar que no queden fuera narradores de "calidad” cuyo
testimonio solo podría valer por diez testimonios selecciona­
dos estadísticamente.
El carácter inconcluso de las fuentes orales afecta a todas
las otras fuentes. Dado que ninguna investigación (respecto
de un tiempo histórico del que se dispone de memorias
vivas) está completa a menos que haya agotado las fuentes
tanto orales como escritas, y que las fuentes oviles son
inagotable, el objetivo ideal de agolar "todas la; fuentes
posibles se torna inviable. El trabajo histórico que emplea
fuentes orales es inconcluso por la naturaleza de las fuentes;
el trabajo histórico que excluye las fuentes orales (cuando
son disponibles) es incompleto por definición.

¿Quien habla en la historia oral?

La historia oral no está donde las clases trabajadoras hablan


por sí mismas. La afirmación contraria, por supuesto, no
sería del todo infundada: la narración de una huelga median­
te las palabras y los recuerdos de los trabajadores antes que
los de la policía y la prensa (a menudo poco amistosa)
obviamente ayuda (aunque no automáticamente) a balan­
cear una distorsión implícita en esas fuentes. Las fuentes
orales son una condición necesarias (no suficiente) para una
historia de las clases no hegamónicas; son menos necesa­
rias (aunque de ningún modc inútiles) para la historia de las
clases dirigentes, que han trnido control sobre la escritura
y dejan un registro escrito mucho más abundante.
No obstante, el control de: discurso histórico permanente
firmemente en manos del historiador. Es el histor ador el que
selecciona a la gente que será entrevistada; el que contri­
buye a modelar el testimonio formulando las prequntaT y
reaccionando a las respuestas; y el que le da ai testimonio
su forma publicada final y su contexto (aunque sólo sea en
términos de montaje y transcripción). Aun aceptando que la
clase trabajadora habla mecíante la historia oral, es Obvio
que la clase no habla en aostracto, sino que le habla al
historiador, con el historiador y, en la medida en que se
publica el material, medíanlo el historiador.
En verdad, las cosas también pueden ser al revés. El
historiador puede validar su discurso 'Ventriloquizándolo" por
medio del testimonio del na'rador. De modo que lejos de
desaparecer en la objetividad de las fuentes, el historiador
sigue siendo importante al menos como socio en el diálogo,
a menudo como “director de escena" de la entrevista, o como
un "organizador" del testimonio. En lugar de descubrir fueni.
tes, los historiadores orales en parte las crean. Lejos de
convertirse en meros voceros» de las clases trabajadoras, los
historiadores orales pueden estar usando palabras de otra
gente pero seguir siendo responsable del ciscurso en
general.

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Mucho más que los Documentos escritos, que a menudo
llevan el aura impersonal de las instituciones que las han
emitido —aunque, por supuesto, están formadas por indivi­
duos, de los cuales a menudo sabemos poco o nada—, las
fuentes orales envuelven el entero reiato en su propia
subjetividad. Junto a la primera narrativa del entrevistado
está la primera persona del historiador, sin el cual no habría
entrevista. T,anto el discurso del informante como e! del
hjstoriador están en forma narrativa, que con mucho menor
frecuencia es el caso de los documentos arcmvisucos. Los
Informantes son historiadores, en cierto semido: y el nlsto-
riador es, en ciertos sentidos, una parte de la fuente.
Los tradicionales escritos de historia suelen presentarse
en el. rol de lo que la teoría iteraría describiría como un
"narrador omnisciente". Dan un relato en tercera persona de
acontecimientos de los que no fueron parte, y que ellos
dominan por completo y desde arriba (por encima de la
conciencia de los participantes mismos). Parecen imparcia­
les y desapegados, sin entrar nunca en la narrativa salvo
para hacer comentarios laterales, a la manera de algunos
novelistas del silo XIX. La hisloria oral cambia la escritura
de la historia del mismo modc en que la novela moderna
transformó la escritura de ficción literaria: el cambio más
importante es oue el narrador ahora entra en la narración v
es parte de- la historia.
Esto no es sólo un cambio gramatical de la tercera a la
primera persona, sino toda una nueva actitud narrativa. El
narrador es ahora uno de ios personajes v la narración He"
la historia es parte de la historie, que se esta contando. Esto
implícitamente indica una participación política y personal
mucho más profunda que la del narrador externo. Escribir
historia oral radical, entonces, no es una cuestión de ideo­
logía, de tomar partido subjetivamente, o de elegir un
conjunto de fuentes en lugar de otro. Antes bien, es inherente
a la presencia del historiador en la historia, a la asunción c e
responsabilidad que lo inscribe en el relato y revela la
historiograf a como un acto éutónomo de narración. Las
opciones políticas se tornan manos visibles y vocales, pero
más básicas.
El mito de que el historiadoi como sujeto podría desapa­
recer en la verdad objetiva Je las fuentes de la clase
trabajadora era parte de una visión de la militancia política
como la aniquilación de todos los roles subjetivos en el del

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activista dedicado, y como absorción en una ciase trabaja­
dora abstraería. Esto resultaba en una irónica semejanza con
la actitud tradicional que veía a los historiadores como no
implicados subjetivamente en la historia que estaban escri­
biendo. Lpí historiadores orales parecen ceder a otros
sujetos del discurso pero, en realidad, e! nistoriador se torna
cada vez menos un “intermediario" entre la ciase trabajadora
y el lector y cada vez más un protagonista.
En la escritura de historia, como en la literatura, el acto
de centrarse en la junción de! narrador hace que esa tuncion
se fragmente. En una novela como Lord Jirr: de Joseph
Conrad, el personaje/narrador Marlow puede contar sólo lo
que él mismo ha visto y oíde: para contar la “historia
completa" sa ve obligado a incorporar a varios otros "infor­
mantes" a su relato. Lo mismo sucede con los historiadores
que trabajan con fuentes orales. Al entra: explícitamente en
la historia, ios historiadores deben permitir que las fuentes
entren en el relato con su discurso autonojno.
La historia oral no tiene un sujeto unificado; se la narra
desde una multitud de puntos de vista y la imparcialiaad
tradtcionan ente reivindicada por los historiadores es reem­
plazada po~ la parcialidad del narrador. Aquí "parcialidad'
equivale a 'lo inacabado' y “tomar pánico": la historia "oral
nunca pueda contarse sin tomar partido, ya que los “partióos"
existen en el relato. V, con mdepenoencia de sus historias
y sus creencias personales, les historiadores y las “fuentes'
gificilmenie esien en e¡ mismo ‘ partioo'. La confrontación.oe
sus particularidades diferentes —confrontación como “con­
flicto". y corfroniacion como “busqueoa oe unidad'— es una
de las coses que hacen interesante a la nistoria oral.

Notas:

Beniaminc Placido en La Repubbhca. 3 oe octubre de 1S78


‘ Una excepción italiana es el Istmio Ernesto De Martino, una

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