Nunca Llueve en Lima 1RA PARTE
Nunca Llueve en Lima 1RA PARTE
Nunca Llueve en Lima 1RA PARTE
PRODUCCIONES
El estreno mundial de "Nunca Llueve en Lima" fue el 30 de Abril del 2016 en el Teatro
Británico (Lima, Perú) producida por Escena Contemporánea y el Teatro Británico, dirigida
por Alberto Isola, con las actuaciones de Carlos Tuccio, Haydeé Cáceres, Patricia Barreto,
Magali Bolivar, Lucho Cáceres, Pold Gastello y Emanuel Soriano (Lima, 2016).
“Nunca Llueve en Lima” fue desarrollada como parte del “Next Edition Festival” en Nueva
York, en una lectura dramática dirigida por Erik Pearson y producida por The Playwrights
Realm - Katherine Kovner, productora artística (Nueva York, 2014).
PERSONAJES
(((SOBRE EL TEXTO
Los silencios son largos, como un suspiro que no termina.
Las pausas son más cortas, pero algo está pasando.
Un tiempo es como un respiro, casi imperceptible.
Dos oblicuas [//] son pausas pequeñas, respiros, momentos. Son como una pausa que le
pertenece al personaje. No se las salten.
Dos guiones [--] son interrupciones.)))
PRIMER ACTO
ESCENA 1
Rafael, sentado en la mesa del comedor, mira muy concentrado unas cartas que tiene en la
mano. Entra Elena desde la calle, con una canasta de compras. Al pasar junto a Rafael, mete
la mano en su canasta, saca un chocolate pequeño, se lo da a Rafael, y le da un beso en la
frente. Sin dejar de mirar sus cartas, Rafael le da un pellizco en la nalga, ella da un salto y le
responde con un manotazo.
Elena sale a la cocina, riéndose. Rafael sigue mirando sus cartas. (efectos de sonido: puertas
rechinando y pasos, voces lejanas)
DANIELA: En el baño.
RAFAEL: En Las Vegas te botarían del casino por irte de la mesa con las cartas.
DANIELA: ¿Cuántas?
RAFAEL: ¿Ah?
RAFAEL: Una.
Rafael deja una carta sobre la mesa. Daniela le da una del mazo, luego deja tres y toma tres.
Entra Elena.
RAFAEL: No. Ya están hace horas. ¿Y por qué les vamos a dar de comer? (a Daniela) No sonrías.
Sebastián, Juan Carlos y Gladys pasan por el corredor del segundo piso.
Sebastián les hace un gesto de saludo. Daniela y Elena miran hacia arriba y devuelven el
saludo, así que Juan Carlos y Gladys responden con sus propios saludos. Rafael los ignora.
SEBASTIÁN: Ocho.
GLADYS: ¿Ocho?
JUAN CARLOS: //
ELENA: (para sí misma) Ay, ¿alcanzará el pollo? Puedo hacer más arroz, y una ensaladita...
Pero el chico éste se comerá dos presas, ¿no?
DANIELA: Papá.
La voz de Daniela hace que Sebastián salga de su ensimismamiento. Mira a Gladys y Juan
Carlos.
SEBASTIÁN: Perdón, estaba contando. Abajo hay dos cuartos que dan al jardín y dos en el
pasillo, que dan a la calle. Ahí van cuatro.
ELENA: ¿Sebastián?
SEBASTIÁN: Ocho.
Daniela está mirando a su padre. Sebastián sigue escribiendo. Juan Carlos y Gladys lo miran.
Sebastián mira hacia donde están los cuartos, como haciendo un conteo mental. Va
marcándolos en su cuaderno.
SEBASTIÁN: Vamos por acá... Hay otra escalera al fondo del pasillo.
Elena se acerca.
Sebastián cruza el corredor. Gladys lo sigue mientras que Juan Carlos mira a Daniela, muy
intrigado.
Salen.
RAFAEL: Hijita, te demoras mucho con esto del póker-tarot. ¿Sólo tienes dos pares?
DANIELA: Un balance.
En ese momento entra Roy desde el jardín. Rafael muestra sus cartas.
DANIELA: No, no, pues, abuelo... Tienes que ponerlas una por una en la mesa.
Roy se ha quedado mirando a Daniela, sorprendido. Rafael recoge sus frijoles. Daniela junta
las cartas y empieza a barajarlas.
DANIELA: //
RAFAEL: ¿Otra?
Pausa.
ROY: No.
DANIELA: No.
Rafael los mira por un momento. Luego mira sus cartas. Entra Elena con dos potes con
gelatina.
ELENA: Tu gelatina.
RAFAEL: No quiero--
Roy estira el brazo para recibirlo, pero Elena y Daniela reaccionan, deteniéndolo.
ELENA: ¡No!
RAFAEL: (a Roy) Creen que no me he dado cuenta que machacan mis pastillas del corazón y las
mezcla con la gelatina.
ELENA: (a Roy) Roy, ¿te traigo un pancito? ¿Tostadas? ¿Tomas café? (Sale).
DANIELA: No te digo.
Rafael estudia sus cartas. Luego de un momento deja dos sobre la mesa.
DANIELA: Una.
Elena entra con una bandeja con panes, mantequilla, mermelada y dos tazas. Lleva un
periódico bajo el brazo.
Rafael lo mira por un momento, luego empieza a leer el periódico. Roy deja tres cartas sobre
la mesa.
Daniela deja sus cartas, coge un pan y va al sillón rojo. Roy se queda en la mesa, inseguro de
qué hacer. Entran Sebastián, Gladys y Juan Carlos.
SEBASTIÁN: No, acá las noches son muy tranquilas. No hay bares ni discotecas, así que...
SEBASTIÁN: Sí. Casi todos. (señalando hacia el fondo) Ya vieron el juego de comedor. Es de
caoba. Y están las tres camas que usamos. Cuatro armarios, dos veladores, una estufa con seis
hornillas--
JUAN CARLOS: Ha sido excelente, gracias. Qué pena que te lo perdiste, Roy.
Roy se encoge de hombros. Pausa. Todos sonríen incómodos.
SEBASTIÁN: Tengo una hermana, pero en este caso el que vende es mi papá, y todo es suyo.
SEBASTIÁN: Así que aquí está toda la familia que queda. (mal chiste) A menos que Daniela nos
tenga una sorpresa... (Sebastián se ríe solo).
ELENA: No es una casona. Es una quinta. Somos diez familias. Yo vivo en un departamento y
alquilo el otro, así que seguiremos siendo vecinos--
RAFAEL: (a Juan Carlos) Así que dígame, jovencito... ¿Qué le parece mi casa?
ELENA: La comida va a estar lista en unos minutos. Voy a poner la mesa del comedor--
Sigue escribiendo. Rafael mira a Juan Carlos y a Gladys: Es una conversación privada.
Roy se levanta de la mesa y sigue a Gladys y Juan Carlos mientras que salen. Silencio.
SEBASTIÁN: Dime.
RAFAEL: Creo que deberías llamar de nuevo a Julio o a Martín... Y yo puedo ir al Club y hablar
con Ricardo Sifuentes... En la puerta me conocen así que----
SEBASTIÁN: Papá, las cosas están avanzando muy bien con Juan Carlos. Parece muy
interesado. Aún no hemos cerrado lo del precio, pero----
DANIELA: No, por supuesto que no. Pero en este caso estamos vendiendo la casa. Por plata.
RAFAEL: Es mi casa.
RAFAEL: ¿Qué van a hacer con ella? ¿Te han dicho? ¿A cuánta gente van a meter acá?
SEBASTIÁN: Lo que hagan con la casa después de que la compren no es nuestro problema.
SEBASTIÁN: //
ELENA: Sebas, tú sabes lo importante que es esta casa para tu papá. Pedirle que la venda----
RAFAEL: No te atrevas.
DANIELA: Papá.
ELENA: (a Rafael) Bueno, en este momento el que me está tratando como si tuviera que seguir
sus órdenes eres tú.
RAFAEL: //
ELENA: Tu hijo tiene razón. No me incumbe si venden su casa o no. Pero si decido cocinar para
ustedes, poner la mesa y servir la comida, lo hago porque me gusta. Así que ahora, si me
disculpan.
SEBASTIÁN: Papá----
SEBASTIÁN: Lo siento papá, no quería decírtelo, pero... Sí, me llamó Julio de la Oca. Va a
comprar un departamento en Miraflores.
RAFAEL: ¿Y Martín----?
SEBASTIÁN: Papá-----
SEBASTIÁN: ¿Y qué van a hacer? ¿Robarnos? Nos harían un favor si se llevan un poco de esta
basura.
SEBASTIÁN: ¡Ya sé, ya sé, ya sé que todo en esta puta casa es tuyo!
Sebastián camina por el cuarto. Abre un cajón al fondo, saca una pelota y la hace rebotar en
el piso. La deja en el cajón. Apunta en su cuaderno. Rafael lee lo que ha escrito Sebastián.
RAFAEL: Jueves
ELENA: Rafael.
Sebastián mira alrededor, busca su celular en el bolsillo. Notamos que está al borde de un
ataque de pánico.
Daniela entra apresurada. Juan Carlos, Roy y Gladys entran por otra puerta.
ELENA: (mirando a Gladys y Juan Carlos) Ay, no es nada... Es que tu papá se confundió con la
fecha. Dile que lea el encabezado.
Daniela se acerca a su papá y empieza a susurrarle al oído, como si fuera un niño. Juan
Carlos, Gladys y Roy los miran confundidos.
ELENA: (a Juan Carlos y Gladys) La cena va a estar lista en unos minutos. Si me siguen al
comedor.
Elena abre la puerta de vaivén. Nadie se mueve. Sebastián revisa la fecha en el periódico.
SEBASTIÁN: viernes.
SEBASTIÁN: viernes.
RAFAEL: (a Juan Carlos y Gladys) ¿Cuánto van a ofrecer por la casa, ah?
RAFAEL: ¿Cuánto?
Oscuro.
ESCENA 2
La sala. Más tarde esa noche. Todas las luces de la casa están apagadas y solo entra luz
natural por la ventana. Juan Carlos entra por la puerta de vaivén, y por un momento vemos y
escuchamos a todos en la mesa del comedor, comiendo o tomando café. La puerta se cierra
y nos quedamos en silencio. Camina por la sala, mirando hacia el jardín y hacia el techo alto.
Le da un jalón a una de las sogas, para abrir el pestillo. Luego da otro jalón para abrir la
ventana alta. Se forma un pequeño haz de luz en el suelo. Se vuelve a abrir la puerta de
vaivén y entra Gladys.
Se cierra la puerta.
Gladys se asusta.
JUAN CARLOS: ¿Por qué? Son buena gente. Bueno, el abuelo es más difícil--
GLADYS: ¿Qué?
JUAN CARLOS: Nada. No suena nada. Aunque están todos en el otro salón, las paredes son tan
gruesas, que... Casi parece que estamos solos.
JUAN CARLOS: Sebastián dijo que las noches eran muy tranquilas, pero no me imaginaba que
habría tanto silencio. Nada. Cierras los ojos y nada. (Juan Carlos cierra los ojos. Silencio. La
casa cruje).
RAFAEL: ¿No les dijo mi hijo que las noches eran tranquilas? Ahí está.
Rafael sale.
GLADYS: No empieces con lo de la imprenta, por favor. Te lo ruego. No funcionó. Eso es todo.
JUAN CARLOS: Igual les tengo que bajar el precio. Pero es que... Esta casa...
JUAN CARLOS: No es que me guste, Gladys, es que... ¿Te imaginas cómo era? Hace años,
cuando todo estaba nuevo. Los muebles, la pintura, el empapelado, todo. Esos platos de loza
de la comida de hoy, baratos, del mercado del frente... Te apuesto que antes había cubiertos
de plata y juegos de té de porcelana china y candelabros de cristal. Y cuando has tenido
tanto...
Juan Carlos la da un jalón a otra de las sogas y se forma otro haz de luz en el suelo. Hace lo
mismo con todas las sogas, mientras que hablan.
GLADYS: //
JUAN CARLOS: Es vieja. No la han mantenido. Tiene menos cuartos de los que dijeron... Lo que
sea que baje el precio.
Juan Carlos ha terminado de abrir todas las ventanas. Apaga la luz. Ahora vemos que la luz
nocturna entra de forma oblicua por las ventanas, formando pequeños círculos. El resultado
es muy bello, como una flor hecha de luz. Juan Carlos y Gladys miran la sala, maravillados.
GLADYS: Es hermosa.
GLADYS: Juani... No estás aquí para enamorarte de una casa. O para hacerte amigo de la
familia.
Juan Carlos y Gladys se paran al centro de la flor, mirando hacia el frente, bañados por la luz.
JUAN CARLOS: Mi abuela trabajaba de empleada en una de estas casonas antiguas, en Trujillo.
Otra de esas familias con apellidazo a las que ahora solo les queda eso. A ella la querían
bastante, decían que era “como parte de la familia”, que casi nunca es verdad. Llegaba a su
barrio cuando ya era casi de noche, y hablaba de “los niños” y de “la casa” como si fuera suya.
Eso le daba cólera a mi abuelo. Como si su casa fuese el lugar donde dormía y su hogar fuera el
otro, el de los señores.
“No te olvides que te pagan un sueldo”, así le decía el viejo, “no te creas tanto cariño”. Pero
todo eso no le importaba a mi abuela... Ser empleada de servicio, comer con platos y cubiertos
distintos, criar a niños que no eran suyos, y que poco a poco se iban dando cuenta de las
diferencias... No le importaba. Además, con ese sueldo mantenía a todos en su casa, y eran un
montón. “Un día te van a soltar”, jodía mi abuelo, que nunca hizo nada importante, “cuando
estés vieja te van a botar.” Pero él se murió y ella siguió trabajando en la casona, murieron
algunos de mis tíos y ella seguía, después mi papá, y ahí estaba... Siguió trabajando hasta que
le dijeron que iban a tener que contratar a otra empleada para que la ayude, pero eso le
pareció mal, y se fue... Cuidó a tres generaciones de esa familia, pero al entierro solo fue uno
de los nietos.
Gladys mira a Juan Carlos por un momento. Le toma la mano. Juan Carlos se acerca y gira la
cabeza como para besarla, pero Gladys retrocede.
De pronto, una luz blanca los ilumina desde el frente, y de inmediato suena una explosión
muy fuerte que hace retumbar toda la casa. Gladys y Juan Carlos gritan, asustados, y se tiran
al suelo, alejándose de la ventana. La explosión es seguida del sonido de una sarta de
cuetecillos y un par de silbadores. Elena, Sebastián y Daniela entran por la puerta de vaivén.
GLADYS: ¿Qué?
Una explosión final y quedamos en silencio. Gladys y Juan Carlos se levantan del suelo.
Todos miran alrededor.
Como respuesta escuchan una risotada y Rafael entra desde el jardín, muerto de la risa.
GLADYS: ¿Sabes qué, Juani? Vámonos. Estos no quieren vender. Solo se están burlando de
nosotros.
ELENA: Juani, Gladycita, por favor, no se vayan... Rafael es así. Es un bromista. No le hagan
caso.
RAFAEL: ¿Que no me hagan caso? Menos caso le van a hacer a la vecina, ¿no?
ELENA: //
DANIELA: Juan Carlos, Gladys, por favor disculpen. Es que mi abuelo es... Es...
RAFAEL: Un viejo. Soy un viejo al que no tienen que hacerle caso en nada...
SEBASTIÁN: Sí.
DANIELA: Sí.
RAFAEL: Yo no estoy tan seguro.
RAFAEL: Creo que eso es algo que tengo que discutir con tu papá, Danielita.
DANIELA: //
RAFAEL: Daniela------
RAFAEL: No, hijito, no te engañes, tú estás más preocupado por tus manías, tu cuaderno------
ELENA: Rafael.
Pausa. Juan Carlos le da una señal a Gladys y Roy. Empiezan a caminar hacia la puerta.
JUAN CARLOS: Nos tenemos que ir, Sebastián. Pónganse de acuerdo y después------
SEBASTIÁN: No, aún tenemos que negociar el precio. Quedamos en que después de la cena-----
JUAN CARLOS: Creo que primero tienes que acordar todo con tu familia. Porque si tú y yo
llegamos a un acuerdo, y después cambian de opinión-------
Luego de un momento de duda, Gladys y Juan Carlos salen hacia el comedor. Roy va hacia el
pasillo, pero se detiene.
RAFAEL: Sí.
ROY: Bien jugado.
Roy mira hacia el jardín, se encoge de hombros y sale. Pausa. Daniela se acerca a Rafael,
furiosa.
RAFAEL: //
DANIELA: No, no, no... Ya lo habíamos conversado, y acordamos vender la casa. ¿Papá, no me
vas a ayudar?
DANIELA: Bueno, tus amigos no la quieren. (señala la puerta de vaivén) Ellos sí. (a Rafael) Deja
de hacer problemas. Y la próxima vez que quieras discutir algo con mi padre, recuerda quién
paga las cuentas acá.
SEBASTIÁN: No, papá, no... La vendo justamente por eso, porque esta casa de mierda nos ha
hecho vivir en una fantasía. Yo me acuerdo de todo, papá... Los cuadros en las paredes, los
candelabros, los cubiertos de plata, la vajilla de porcelana... ¿Y ahora qué queda? Un
empapelado que se cae, una casa que cruje desde los cimientos porque hace treinta años que
nadie le hace mantenimiento. Así que ahora la vendo, claro que la vendo. Pero tú la has estado
vendiendo por pedazos desde hace casi medio siglo... ¿Cuánto creías que te iba a durar? No
deja de cambiar. Por eso. Por. Eso.
Sebastián está luchando con todas sus fuerzas contra un impulso, pero de pronto no puede
más, se rinde. Saca su cuaderno, encuentra la pelota, le da un bote y apunta.
SEBASTIÁN: No puedo-----
RAFAEL: Sí puedes-----
RAFAEL: Contrólate.
SEBASTIÁN: No puedo.
RAFAEL: (a Daniela) ¿Y así crees que está listo para vender mi casa?
DANIELA: (a Rafael) Bueno, será mejor que la venda, porque yo no puedo seguir
manteniéndolos. (a Sebastián) No hay que dejar que se vayan, papá.
DANIELA: No, eso ya lo sabemos. No sé qué más esperan. ¿Qué otra cosa? ¿Qué creen que va a
cambiar? Abuelo, ya se acabó. No hay nada más. Con mi trabajo con las justas alcanza para la
comida. ¿Qué más quieren de mí?
Silencio.
RAFAEL: Hijita...
ELENA: Lo sé.
De pronto, ha envejecido ante nuestros ojos. La puerta de vaivén se abre y se asoman Gladys
y Juan Carlos.
SEBASTIÁN: Hubiera querido evitar tanto problema, ¿saben? que vengan, que miren, que
compren... Pero... Nada es constante. Nada se mantiene.
Abre su cuaderno.
SEBASTIÁN: Esto es en lo que confío. (lee) Las pelotas rebotan. (les explica) Hay unas fórmulas
sobre conversión de energía, pero eso es lo básico. (lee) Es viernes. Hay ocho cuartos en esta
casa. Por hoy es mi casa. Esta sala mide exactamente 32.45 metros cuadrados. Tengo dos
frazadas en mi cuarto----
SEBASTIÁN: (lee) Hay nueve frazadas en total. Y una más que trajo Elena, pero esa no cuenta.
Son nueve.
SEBASTIÁN: (lee) En el bolsillo tengo un billete de diez soles, tres monedas de dos, una
Moneda de uno, tres de veinte céntimos y una de cinco. Suficiente para el desayuno.
Saca el dinero de su bolsillo y empieza a contar.
RAFAEL: Hijo.
DANIELA: Yo también.
DANIELA: Papá, no es lluvia. Es garúa. Acuérdate. Acá le dicen lluvia a cualquier cosa. No le
hagas caso.
SEBASTIÁN: (lee) Lluvias de verano, atípicas para Lima, se registraron en los años 1970, 1998,
2002.
GLADYS: Vamos.
SEBASTIÁN: No.
SEBASTIÁN: Es de noche.
DANIELA: Apunta.
SEBASTIÁN: (apunta) Cuando una pelota rebota sobre un tablero rígido, la componente de la
velocidad perpendicular al tablero disminuye su valor, quedando la componente paralela
inalterada.
ESCENA 1
Tres días después. Sigue lloviendo. En la sala ahora hay uno que otro recipiente acumulando
agua de las goteras. De vez en cuando debería caer un chorro de agua sobre alguna parte de
la sala, como si en el techo se formaran pequeñas lagunas que de pronto se rebalsan; el
efecto que esto causa es que todos estarán siempre alertas y en constante movimiento.
Sábanas y almohadas en los sillones. Ropa en las sillas, toallas por todos lados; debería ser
obvio que los Villena están durmiendo en la sala. Rafael está sentado a la mesa con Elena. Él
juega solitario. Daniela y Roy están en el segundo piso, caminando con los celulares en alto,
intentando captar una señal. Juan Carlos y Gladys están al fondo sintonizando una antigua
radio, pero solo escuchan estática. Juan Carlos solo lleva puesta su camiseta.
DANIELA: ¿Nada?
ROY: Nada.
GLADYS: ¡Shh!
Todos se quedan en silencio. Gladys sube el volumen de la radio y escuchamos una música
lejana rodeada de estática; tal vez un vals.
Ignorándola, Rafael empieza a tararear la música. Se pone de pie, se acerca a Elena y baila
con ella.
Gladys y Juan Carlos los miran serios. Roy y Daniela miran sus celulares por última vez y
niegan con la cabeza. Salen.
GLADYS: ¡Por favor, don Rafael, ya no haga más ruido! Estamos intentando escuchar alguna
noticia.
Rafael deja de tararear y bailar. La música ha desaparecido, ahora solo queda la estática.
Gladys, molesta, va al sillón, mueve la ropa que encuentra y se sienta. Juan Carlos sigue
intentando sintonizar la radio.
GLADYS: No sé.
GLADYS: Ya secó.
Él extiende el brazo. Sin mirarlo, Gladys tira la camisa a un lado. Él suspira impaciente.
GLADYS: ¿Qué?
Juan Carlos deja la radio y va por su camisa. Se la pone mientras que se acerca a Rafael.
DANIELA: Yo también.
Roy lo ayuda.
GLADYS: ¿Qué?
DANIELA: Se nota que estás acostumbrada a mandonear a todos los que te rodean, pero no te
confundas.
GLADYS: ¡Juani!
ROY: Pero--
GLADYS: ¿Qué?
ROY: Papá.
GLADYS: Sí, claro, usted y el loco de su hijo saben lo que es una familia--
Daniela se acerca a Gladys, lista para pelear, pero Elena las interrumpe.
ELENA: Bueno, ya, basta con ustedes dos. Daniela, anda a ver a tu padre. Él te necesita. Tiene
que comer algo. Y Gladys. Tranquilita nomás. Tú estás de visita en esta casa.
Pausa.
ELENA: ¿Daniela?
Pausa.
RAFAEL: Juan Carlos, creo que deberías escuchar lo que propone tu hijo. No es mala idea.
ROY: El mercado del frente está inundado, pero hay un supermercado a dos cuadras. El
segundo piso debe estar lleno de comida--
ROY: No tengo que nadar. Hay piso. Y es verdad que pronto nos va a faltar comida.
ROY: Ya estoy harto. Tengo que hacer algo. ¿Cuánto tiempo más vamos a estar en esta casa?
GLADYS: Oiga, usted todo escucha, ¿no? Seguro que fue su idea.
ROY: ¿Y qué hacemos, entonces? ¿Nos quedamos acá y nos morimos de hambre?
JUAN CARLOS: //
GLADYS: De estreno.
GLADYS: Claro.
JUAN CARLOS: //
RAFAEL: O confirman.
RAFAEL: Conocidos. Socios. Pero no una familia. Aunque tal vez no soy experto en esos temas.
GLADYS: Juani--
RAFAEL: No tenemos nada más que hacer, así que estamos aprovechando de conocernos. (a
Juan Carlos) ¿Cómo te llevas con ella?
GLADYS: Estaba--
Juan Carlos sale hacia la puerta de entrada. El sonido de la lluvia se vuelve más fuerte
cuando se abre la puerta principal.
Se cierra la puerta principal. Juan Carlos entra. Su pelo y sus hombros están mojados.
ELENA: Me imagino que no, Rafael. Solo le dijiste como llegar allá.
RAFAEL: //
Elena se detiene.
ELENA: Ah, sí, la casa. La venta. Si necesitas que te apoye, puedo hablar de historia y tradición.
Pero ahora estamos los dos solos, Rafael. Vende la casa. Acepta lo que te ofrezcan y deja este
lugar.
ELENA: //
RAFAEL: Yo no le dije nada, Juan Carlos. Me contó su idea y lo escuché. No es tan lejos.
JUAN CARLOS: Ah, ¿no es tan lejos? ¿Y por qué no le dijo a Sebastián que vaya? ¿O a Daniela?
¿Por qué no fue usted?
RAFAEL: ¿Tienes otros hijos, Juan Carlos? Porque yo tengo una hija. Cecilia. No hemos hablado
desde que su madre murió. Pero no tengo la menor idea de donde está ahora. Tu hijo está a
dos cuadras. Caminando en la lluvia. Mi hijo está... Perdido, aquí, en algún lugar.
RAFAEL: Así que démosle a Roy un par de minutos más. Ida y vuelta. Después de eso, puedes
culparme de todo lo que quieras. Ya me acostumbré.
RAFAEL: Hola.
SEBASTIÁN: No.
De pronto golpean a la puerta con fuerza. Todos se sorprenden. Daniela mira a un lado y sale
corriendo hacia la puerta principal.
ROY: Ya no quedan muchas cosas, pero pude conseguir conservas y un poco de carne.
ROY: (a Juan Carlos) No sé qué vamos a hacer, papá. No se ve nada. Hay lluvia por todos lados,
y agua y agua... Gente parada en sus techos--
JUAN CARLOS: No. Roy. Ya no vas a salir. Hazme caso, por favor.
JUAN CARLOS: Don Rafael, por favor disculpe la forma en la que le hablé...
RAFAEL: De acuerdo.
RAFAEL: Yo no me preocuparía mucho por eso. Mi padre le pidió al arquitecto que la casa
quedara por lo menos dos metros más arriba que el resto del barrio. Sin importar el costo.
Creo que le gustaba poder mirar a los vecinos desde arriba. Jamás se hubiera imaginado que
estaba construyendo una isla. Así que hablaremos después de la lluvia.
Juan Carlos sale. Rafael y Sebastián se quedan solos. Silencio incómodo. Sebastián busca su
cuaderno, pero no está en su bolsillo. Preocupado, lo busca en sus otros bolsillos, pero no lo
encuentra. Mira alrededor.
RAFAEL: No.
RAFAEL: No lo sé.
RAFAEL: ¿Otra vez, Sebastián? ¿Te vas a pasar la vida echándome la culpa de todo, ¿no? ¿Y de
la lluvia? ¿También me quieres echar la culpa de la lluvia?
SEBASTIÁN: Sí.
Tiempo.
RAFAEL: ¿Sabes qué? Es imposible hablar contigo. Me importa un bledo tu cuaderno. Estoy
cansado de tus--
SEBASTIÁN: ¿De qué te has cansado tú, si nunca has hecho nada?
RAFAEL: Ah, claro, sí, el mal padre, yo soy el pésimo padre que te arruinó la vida.
SEBASTIÁN: A todos.
RAFAEL: Muy bien. De acuerdo. Todo es mi culpa. ¿Eso querías escuchar? Sí. Todo es mi culpa.
RAFAEL: No sé. No es importante. Ya sé que odias que las cosas cambien, Sebastián, pero
déjame decirte algo: Todos sentimos lo mismo. Todos quisiéramos que el mundo vaya en
orden, que las cosas salgan como las esperamos. Todos queremos ser felices. ¿Te imaginas
cuánta gente quiere que ya pare esta maldita lluvia que está llevándose la ciudad? Queremos
muchas cosas... Pero vemos que así no funciona, y seguimos. Yo sigo. Tú no, tú sufres; porque
no hay plata, porque tu esposa no pudo aguantarte, porque no encuentras tu cuaderno...
Hasta sufres porque no sabes qué día es... ¿Qué día es, Sebastián?
SEBASTIÁN: //
Pausa. Rafael se acerca a Sebastián, como para abrazarlo, pero lo empuja sorpresivamente.
Sebastián cae al suelo, sorprendido.
Oscuro.