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Clase 1 Texto Cuento

Un lobo engaña a Caperucita Roja y a su abuela para poder comérselas. Un cazador las rescata tras abrir el vientre del lobo, donde estaban vivas. Para castigar al lobo, el cazador le llena el vientre de piedras y este muere ahogado al tratar de beber agua. Caperucita aprende la lección de no hablar con extraños.

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Un lobo engaña a Caperucita Roja y a su abuela para poder comérselas. Un cazador las rescata tras abrir el vientre del lobo, donde estaban vivas. Para castigar al lobo, el cazador le llena el vientre de piedras y este muere ahogado al tratar de beber agua. Caperucita aprende la lección de no hablar con extraños.

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CAPERUCITA

ROJA
Caperucita Roja
Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y
la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba
Caperucita Roja.
Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al
otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino,
pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando
por allí el lobo.
Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña
tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le
daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los
pájaros, las ardillas...
De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.
- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.
- No está lejos- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo
se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy
contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la
puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que
pasaba por allí había observado la llegada del lobo.
El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió
en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita
Roja llegó enseguida, toda contenta.
La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
Son para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó
sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.
Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar
las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien
en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al
lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama,
dormido de tan harto que estaba.
El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita
estaban allí, ¡vivas!.
Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo
volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió
muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las
piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.     
En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero
Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar
con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en
adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su
Mamá.

FIN

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