La Cultura Arara en Cuba

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Cultura Yoruba LA CULTURA ARARA EN CUBA

LA SEÑAL DE UNA FE GENUINA ES UNA FE QUE NO NECESITA SEÑALES.Lucas


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LA CULTURA ARARA EN CUBA


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LA CULTURA ARARA EN CUBA
Para poder iniciar un estudio de la conformación de una cultura
genuinamente arará en Cuba se requiere primeramente de un análisis
del origen del término arará. Término que para Ortiz (1984: 112), es
una denominación sencillamente aplicada a los esclavos de origen
dahomeyano o ewé-fon, procedente de la alteración del topónimo
Allada; mientras que para el investigador dahomeyado Houndefo
(1998: 19) “arará es un término mal utilizado que sirve como apellido
para designar unicamente a los esclavos procedentes del Dahomey
meridional y del centro-norte, hablantes de la lengua fon o del grupo
adja-fon”. Otros autores, como el cubano Romulo Lachatañeré
(1961:45), plantean que el término arará proviene de un subgrupo
lukumí, clasificándolos entre los nsella, clan de los ekoy, por lo tanto
no dahomeyanos; mientras que Martín (1939:24) señala que “.. vemos
la oportunidad que los llamados ararás vinieran de las provincias de
Calabar y Ogoya [...] Los arará registrados en Cuba eran calificados de
“agicón, cuevano, magino, nejeve y Sabalú” en documentos oficiales”.
Para Martínez Furé (1979:79-118), uno de los investigadores cubanos
que más se ha dedicado al estudio de este grupo, los arará son ewe-
fon: “Los ewe-fon entraron a Cuba bajo diferentes denominaciones:
arará abopa, arará agicón, arará cuatro ojos, arará cuevano, arará
magino, arará nezeve, arará sabalú, dajome o mina. Nomenclatura
común en los textos esclavistas, pero que ha constituido motivo de
confusión para los africanistas modernos, cuando han intentado
identificar estos grupos con las actuales étnias de Africa”. Para otro
autor, Sogbossi (1996: 10), “el término arará parece proceder de
Ardra-Arada, Andre, Ardrah, nombre de un reino de Africa
Occidental.”. Montilus Guérin (1988: 12) confirma la anterior opinión
respecto a la denominación arará, agregando lo siguiente: “arará o
rada es diminutivo de Arada, antiguo reino del actual Benin, cuya
capital ha sido el Allada de hoy”.
Como puede verse, el uso del término arará es una referencia de
origen geográfico-cultural africano poco precisa, que nos remite a un
conjunto étnico cultural de origen cercano pero no homogéneo,
destacándose rasgos específicos en Cuba que apuntan a la
particularidad. Así en Cuba, por ejemplo, en la zona de Jovellanos
prevalecían los maxi, en Agramonte los nagot y en Perico los arada.
Resulta evidente que para los especialistas en el tema arará, el origen
del término es contradictorio, sin embargo, según un seguimiento
histórico del término, parece que efectivamente proviene de la
denominación arada.

Arada o Allada son las denominaciones con que se conoce a un


poderoso reino de Africa Occidental, que alcanzó su máximo esplendor
entre el último cuarto del siglo XVI hasta la segunda mitad del XVII.
Este reino fue posteriormente conquistado por Dahomey,
trasladándose entonces los sobrevivientes de Arada hacia la costa, al
sur-este de Allada para fundar el puerto de Porto Novo. Siendo muchos
de los pobladores del conquistado Reino de Arada vendidos por los
dahomeyanos a tratantes de esclavos blancos. Por lo que muchos de
los esclavos enviados por Dahomey hacía las Américas provenían de
este desaparecido reino de lengua ewe-fon, pero esto no significa que
todos los embarcados desde Dahomey y que fuesen clasificados de
arará posteriormente hayan sido de origen arada. Aunque, el término
arará con que fueron etiquetados a su llegada a Cuba es ciertamente
derivado de Allada o Arada. De aquí la confusión de muchos autores
de referirse a los arará como una denominación dahomeyana o
simplemente arada.

Es por ello que para nosotros toma sentido el término arará, que
aunque etimológicamente impreciso, es valido para referirnos a la
presencia humana y cultural de grupos ewe-fon y sus descendientes,
que junto a otros grupos minoritarios, reflejaron el proceso
ininterrumpido de transculturación que integró lo africano original a
la realidad cubana colonial.
El término arará en el contexto cubano significa entonces no una étnia
determinada de la zona ewe-fon, sino a todo un conjunto de diferentes
grupos ewe-fon o adja-fon, que tienen como antecedentes la presencia
de un supuesto pasado común arada, deculturados en parte por el
desarraigo traumático de su pueblo y su tierra, y neoculturado por la
asimilación forzosa de nuevas formas de expresión. Grupos étnicos
que a pesar de los nexos de semejanza o de diferencia que presentasen
en su origen, en Cuba evolucionaron de forma homogénea. No fueron
más diferentes grupos étnicos de origen, sino que se convierten en
algo nuevo, en arará.

Esta realidad demuestra le tesis de Law (1997: 206), en la cual las


etnicidades africanas estuvieron sujetas a todo un conjunto de
transformaciones bajo el proceso de comercio de esclavos
transatlántico, lo que produjo que nuevas identidades étnicas fuesen
construidas en la diaspora, las cuales lógicamnte tuvieron
repercusiones en la propia Africa con la repatriación de ex-esclavos.

Por ello, la pertenencia étnica arará emergió entre la diáspora ewe-


fon en Cuba, aunque esto no significa que los origenes del proceso de
creación de la identidad arará no pueda ser seguida en sus origenes
en la propia zona ewe-fon en Africa Occidental.

Por el contrario, la explicación del surguimiento de una cultura arará


en Cuba sólo puede ser entendida mediante el estudio de las diferentes
categorías étnicas que desde Africa dieron origen a la cultura arará
en la Isla de Cuba, que aunque ewe-fon en su mayoría, no significaba
que todas pertenecían a un mismo grupo étnico.
Esto quiere decir que no todos los individuos que conformaron la étnia
arará en Cuba tuviesen necesariamente un ancestro precisamente de
origen arada, dahomeniano o de otro tipo. Además es necesario
entender las diferentes categorizaciones, frecuentemente
equivocadas, que catalogaban a los esclavos llegados a las Américas
en un determinado grupo étnico, siguiendo generalmente el criterio
de clasificación según el puerto de partida de los esclavos en el
continente africano. Categorización que generalmente nombraba,
como plantea Furé (1979: 82) a los esclavos conocidos como “ararás”
como cierto número de individuos procedentes de un puerto de origen
en Dahomey. Criterio compartido por Sogbossi, quien aunque
tomando un criterio linguístico y no precisamente geográfico (1996:
16), considera que arará “es la única denominación dada por los
tratantes de Cuba a sus esclavos que refleja exactamente la
pertenencia de todos al grupo etnolinguístico adja-fon o ewé-fon”.

Prueba de ello consiste en que a los esclavos clasificados como ararás


en Cuba se le añadía a su “apellido común”, su propio “nombre étnico”,
según el criterio del tratante.

Lo que demuestra el sentido no sólo peyorativo sino heterogéneo de la


denominación de la cultura arará en Cuba.

Sin embargo, en las investigaciones disponibles sobre el tema arará en


Cuba, no se han encontrado referencias sobre la primera utilización
del vocablo “arara” fuera de Africa, aunque parece ser que comenzó a
ser utilizado durante el siglo XVII, según el inicio de la utilización de
los “apellidos étnicos”.
Es quizás por esta razón que se ha generado tanta confusión con
relación a la clasificación étnica de origen de los arará en Cuba.
Confusión generalmente carácterizada por la etiquetación de los
arará con una determinada denominación ética, ya sea “lucumi” como
se vió con Lachatañeré ó “Dahomeyana” como la caracterizó
erróneamente Ortiz, por sólo mencionar dos ejemplos de los expuestos
anteriormente.

Lo arará entonces en el contexto cubano, nos permite denominar no ya


un grupo étnico determinado por conveniencia comercial de la trata,
sino una realidad resultante de la misma y de la esclavitud. Realidad
que dio origen a una cultura particular, la cultura arará, que se
desarrolló principalmente en el contexto de los llamados “cabildos de
la nación”.

Los cabildos de nación en Cuba, o “instituciones de negros”, no eran


más que agrupaciones que según Bolívar Arosteguí y López Cepero
(1995: 81), agrupaban a los esclavos procedentes de un mismo grupo
étnico, tanto en la ciudad como en el campo; las cuales ofrecían a los
negros africanos la oportunidad de asumir una representatividad
legal, o sea, les permitían entre otras, realizar sus actividades propias,
conservar en cierta mediada sus costumbres y ayudar a sus
compañeros más necesitados en los momentos más difíciles.

La vida comunitaria en semejantes escenarios y en igualdad de


condiciones en las zonas rurales, va a permitir la convergencia de los
diversos grupos de origen ewe-fon, quienes, a pesar de la diferencias
en sus prácticas socio-culturales desde su tierra natal, tuvieron que
unirse para fortalecer su cohesión. Así , la cultura arará en Cuba fue el
producto de la interacción sostenida y afectiva de individuos de étnias
distintas aunque emparentadas en la mayoría de los casos. Lo que
condujo a la conformación de un grupo funcional, autoidentificado
como tal, e institucionalizado en los casos más significativos en
asentamientos y especialmente en cabildos.
Pero si el cabildo fue el elemento de convergencia funcional de grupos
de esclavos cercanos quienes conformaron el arará; el “batey” o
pueblo de negros esclavos aparece como el elemento más fuerte de la
convergencia interétnica; porque constituyó el elemento cultural que
trasladó a otros grupos la significación cultural arará original.

Así, la convivencia de los negros durante las fiestas pupulares en los


“bateyes” permitió a los diversos grupos de esclavos y sus
descendientes estar directamente bajo la influencia cultural de un
grupo u otro. En este contacto, las diferentes étnias componentes del
arará se relacionaron entre ellas, así como con otros grupos.

La cultura originalmente arará en Cuba se hallaba sobre todo en la


región occidental y en algunas de las provincias centrales de la Isla. Es
preciso reconocer que debido al sistema religioso muy cerrado de
régimen arará y a los obstáculos que ello trajo a la transmisión de la
herencia cultural a los ajenos a dicho grupo étnico, la cultura arará no
logró tener influencia en la región central de Cuba, lo que explica la
desaparición precoz de estas tradiciones en esta zona.

Es en el Occidente de Cuba, sobre todo en la provincia de Matanzas,


específicamente en los municipios de Perico, Jovellanos y Agramonte,
donde aún se practican ampliamente las tradiciones arará con más
pureza.

La historiadora cubana Victoria Fernández Castañer (1993: 3) señala


que “la aparición de los arará en la historia de Matanzas fue muy
temprana. Ya en 1721, se encontró a un Esteban Arará, mulato libre, y
hasta 1816 aparecieron suficientes ararás en Matanzas para que
convivieran dos cabildos: los arará magino y los arará mina” .
Sin embargo, parece ser que el desempeño más importante de la
integración socio-cultural arará en Cuba, comenzó en las dos últimas
décadas del siglo XIX, siendo el nucleo más importante el pueblo de
Perico, en la provincia de Matanzas, donde no sólo existió una
presencia numérica importante de esclavos de esta procedencia, sino
por la presencia del cabildo más importante que logró consolidarse
alrededor de un personaje de prestigio y consideración como
Nintinhouin Florentina Zulueta, matriarca y figura principal de los
arará en Cuba.

Fue en este territorio donde se fundó en 1887, la casa-templo principal


de los arará en Cuba: la antigua Sociedad Africana y sus
Descendientes bajo la advocación de Segbolisa. En esta casa-templo
todas las personas arará de la zona llevaban a sus divinidades y era
donde se celebraban las principales festividades u ofrendas ararás.

En el proceso de consolidación étnica arará en Cuba, el factor religioso


jugó un papel fundamental. Acá la religión fungió como elemento de
cohesión del grupo frente al exterior. Donde un sistema religioso de
tipo cerrado, caracterizado por la prohibición del acceso a los
“extraños” a los principios y las reglas que conforman el sistema
religioso arará, permitió la sobrevivencia de la cultura arará. Este
carácter secreto de la religión arará explica en parte la falta de
estudios sistemáticos de su sistema de culto.

Este sistema religioso como señalan Alonso (1992) y Houndefo (1998),


se denominó “Regla Arará”, para distingirla de la “Regla de Ocha” de
ascendencia nagot-yoruba y de la “Regla Palo” de ascendencia conga,
ambas prácticadas activamente en Cuba.
En la caracterización de la religión arará por Lidia Cabrera(1954: 16):
en su libro “El Monte”, que reseña las principales religiones
afrocubanas, plantea: “La regla arará goza de un gran prestigio. Se le
considera muy estricta y refractaria a comunicar sus secretos a los
blancos. La lengua que hablan sus bokonos (sacerdotes), el arará
(ewe) es difícil de aprender y pronunciar, así como sus cantos
litúrgicos. Y es muy costosa, lo cual aumenta su prestigio. Los
“derechos” que cobran sus sacerdotes son los más elevados”.

Hablar de la religión arará consiste en reconocer que práctican una


sistema de crencias muy similar al vudú, aunque esto no significa que
sea esencialmente vudú, como plantea Ortiz. Esta similitud consiste en
que ambas, tanto la arará como la vudú, son sistemas religiosos donde
la serpiente juega un papel fundamental como figura central del culto,
junto a los cuatro elementos fundamentales de la vida: el agua, el aire,
el fuego y la tierra.

En la concepción arará ( ver Alonso, 1992), la vida y el universo son


una familia. Los seres humanos deben considerarse como hermanos y
guiarse por el mismo objetivo. Por ello, la concepción de armonía
universal arará, referida al caso de una persona, su vida y sus
acciones, dependerá en gran medida de la voluntad de las divinidades
de cada individuo y de la relación de respeto y atención que cada uno
mantenga con él. De acuerdo con ello, el hombre arará y la sociedad
que este integra, deben regir sus acciones por dos principios básicos:
la unidad y el sentido.

El sistema religioso de la “Regla Arará” posee un sistema de


adivinación semejante al existente en la “Regla de Ocha”, pero
caracterizado por un sistema de lanzamiento particular, el ikín, sin la
utilización de caracoles o del “ekuele” como en la de Ocha, sino de
pulpa de coco seco y del “ajikwin”.
La “Regla Arará” como religión posee un sistema religioso con una
liturgia particular, caracterizada por la presencia de casi todas las
divinidades de los fon de Adomey, de Allada, de Ouidah, de los Xwéda,
de los Gun de Porto Novo y de los Adja. Además, particularmente entre
los arará de los municipios matanceros de Agramonte y Jovellanos, se
han podido identificar elementos religioso- culturales de procedencia
Maxi de Savalou, como se evidencia en la supervivencia de divinidades
populares de la parte norte de Dahomey. También existen elementos
islámicos en la liturgia arará, identificados por la presencia de cantos,
donde se invoca a Allah al inicio de las ceremonias anuales
denominadas “sunyadeyade” y que los arará traducen por “nuevo sol”,
lo que nos indica que también confluyeron grupos de esclavos
islámicos, principalmente mandigas, en la conformación de la étnia
arará en Cuba.

Las realidades del medio social cubano, provocó también la


incorporación de elementos litúrgicos ajenos a los africanos,
evidentemente católicos. Así, en la práctica de la Regla Arará existen:
el altar, la vela, el crucifijo, la celebración anual según los días de
fiesta de los santos católicos en correspondencia con las divinidades
arará, como por ejemplo, la correspondencia entre la deidad arará
Sakpata o Babalú Ayé y San Lázaro. Sin embargo, el arará, a diferencia
de otras religiones afro-cubanas, no utiliza el agua bendita, ni realiza
ceremonias de consagración.

La inclusión de elementos sincréticos tanto africanos como no


africanos en el sistema religioso arará, demuestra la tesis que señala
a los arará como un grupo étnico construido en Cuba, que aunque
poseen un origen ewe-fon o ewe-adja desde el punto de vista
linguístico ú arada o dahomeyano desde la concepción geográfica,
poseen una identidad totalmente construida en el nuevo mundo,
claramente diferenciada de las identidades que les dieron origen,
aunque con características comunes, como la lengua o elementos del
sistema religioso

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