Reflexiones Sobre El Dominio Del Lenguaje en Ausencia de La Visión
Reflexiones Sobre El Dominio Del Lenguaje en Ausencia de La Visión
Reflexiones Sobre El Dominio Del Lenguaje en Ausencia de La Visión
Licenciado en Lingüística
Índice
Resumen-Abstract
I. Introducción
VI. Conclusiones
Referencias bibliográficas
Resumen
En este trabajo se pretende esclarecer por qué el lenguaje puede ser dominado aunque
falte el sentido de la vista. Nuestras conclusiones revelan que la ceguera, al no ser una
discapacidad mental, y al no impedir la interacción con los demás, no bloquea la
capacidad para la adquisición, el conocimiento y el uso de cualquier lengua.
Palabras clave: dominio, lenguaje, ceguera, sistema cognitivo, uso.
Abstract
In this article we try to clarify why the domain of language is not halted in the absence
of the sense of sight. Our conclusions reveal that, since blindness is not a mental
disability, nor does it impede one's capacity to interact with others, it does not
therefore interfere with the acquisition, knowledge and use of any given language.
Key words: domain, language, cognitive system, blindness, use.
I. INTRODUCCIÓN
El objetivo de este trabajo es esclarecer por qué el dominio del lenguaje puede
lograrse aunque falte un sentido tan importante como la vista.
Puesto que me ocuparé del lenguaje en ausencia de la visión, he creído conveniente
centrarme solamente en los ciegos de nacimiento o en los que han perdido la vista a
una edad muy temprana (no superior al primer año de vida), ya que en estos casos, la
influencia de las imágenes visuales en el dominio del lenguaje es nula o poco
relevante.
Este trabajo empieza con un apartado donde se aclaran o definen algunos términos
importantes para la comprensión de lo que se expondrá en las secciones sucesivas.
Seguidamente, nos centraremos en los dos aspectos fundamentales que posibilitan la
adquisición lingüística: el aspecto interno, es decir, la capacidad del niño para adquirir
el lenguaje, y el aspecto externo, que puede recibir también el nombre de experiencia
o interacción social.
Luego nos ocuparemos sobre el sistema cognitivo del lenguaje, a fin de esclarecer por
qué la falta de las imágenes visuales no bloquea el funcionamiento de la lengua que el
ciego ha adquirido. Por último, nos centraremos en el uso de la lengua en ausencia de
la visión, para luego finalizar con las conclusiones y referencias bibliográficas.
a) Sistema cognitivo del lenguaje: puede ser entendido como el conocimiento que un
hablante tiene de su lengua. Se puede decir que es un sistema en el sentido de que
sus componentes (ya sea que estén regidos por principios, reglas, etc.), están
organizadamente interrelacionados. En este trabajo haré énfasis en tres aspectos de
dicho sistema, a saber:
- En su potencialidad para generar y hacer comprensibles un número ilimitado de
frases y oraciones;
- En la disponibilidad de sus componentes (que tradicionalmente se denominan
fonología, sintaxis, léxico, etc.) para relacionarse entre sí en la generación y
comprensión de frases y oraciones adecuadas desde el punto de vista sintáctico y
semántico;
- En su disponibilidad para relacionarse con los sistemas que intervienen en el uso
lingüístico, como los llamados sistemas “conceptual-intencional” y “sensoriomotor”
(Chomsky, 2002).
Asimismo, en muchas ocasiones, por razones prácticas, usaré el término “lengua” para
designar al sistema en mención.
b) Uso: con este término me referiré al empleo que se hace de la lengua para lo que
se desee.
Así, el hecho de que los ciegos, a pesar de no ver el mundo, puedan adquirir el
lenguaje con éxito, parecería reforzar la idea de que existe un equipamiento lingüístico
innato, como sugiere Chomsky al postular la gramática universal; sin embargo, la gran
importancia que la interacción social desempeña en la adquisición del lenguaje en
ausencia de la visión podría también reforzar otros enfoques de la adquisición del
lenguaje, como el de Bruner, que, si bien no niega que podría existir una gramática
universal, hace énfasis en el importante papel que en la adquisición lingüística
desempeña la interacción entre el niño y el adulto; asimismo, Bruner considera que “la
adquisición del lenguaje parece ser un subproducto (y un vehículo) de la transmisión
de la cultura”, y sostiene que la sintaxis, la semántica y la pragmática no pueden ser
aprendidas independientemente una de otra (Bruner, 1983: 102).
Sin embargo, también se podría suponer, como sugieren Sperber y Wilson, autores de
gran renombre en la actual pragmática, que así como puede hablarse de un estado
inicial innato de la lengua, también existiría un equipamiento innato destinado a lo que
ellos denominan comunicación ostensivo-inferencial, donde se subraya el uso de la
lengua tomando en cuenta la intención del emisor para hacerse comprender por el
destinatario, así como las inferencias que éste realiza para comprender al emisor
(Sperber y Wilson, 2004).
Sea como fuere, puesto que los enfoques sobre la adquisición lingüística son
divergentes y hay discrepancias sobre qué es lo realmente innato en el lenguaje, en
este trabajo no nos proponemos especificar en qué radica o cómo funciona la
capacidad para la adquisición lingüística. Lo que pretendemos recalcar es que la
ceguera, al no ser una discapacidad mental, no afecta a las disposiciones internas del
niño (cualesquiera que éstas sean) que permiten o hacen posible la adquisición y el
uso de una lengua; y ciertamente, si hay una capacidad para la adquisición del
lenguaje, es obvio que dicha capacidad se encuentra tanto en videntes como en
ciegos.
En efecto, aunque se puede escuchar el rugido del león, es poco probable que el ciego
pueda tocar a dicho animal, y es imposible tocar una estrella. Pero esta limitación
puede ser superada en cierto modo mediante la interacción del ciego con los demás;
así, aunque al ciego le sea difícil o imposible tocar algunos objetos, puede obtener
información verbal de ellos (Peraita, 1992). Asimismo, si se da la ocasión, los adultos
también pueden hacer que el niño ciego explore con el tacto las representaciones de
dichos objetos en forma de esculturas, dibujos en alto relieve, etc.). Y si el ciego no
tiene discapacidades mentales relevantes, podrá incluso hablar sobre dichos conceptos
de una manera coherente.
Además, téngase presente que en muchas ocasiones, al hacer uso de cualquier lengua,
no necesariamente hay que poseer un total conocimiento de la forma, el color o el
aspecto de los seres y objetos. Por ejemplo, a un ciego se le puede preguntar: ¿te
gustó la limonada”, y fácilmente podría responder lo que desee aunque no sepa de qué
color es la limonada. Asimismo, un ciego puede decirle a alguien: “quiero una taza de
leche”, y obtendrá lo que quiere aunque no sepa de qué color es la leche. En efecto,
cuando hablamos sobre un objeto, o cuando escuchamos que se habla de él, podemos
centrarnos en la información que deseamos y relegar la información que no nos
interesa (Lenneberg, 1975).
Precisamente, con respecto a esto, nótese que las supuestas limitaciones que los
ciegos podrían tener en dicho sistema se harían notorias si sólo consideráramos el
significado de cada palabra aislada de las demás. Sin embargo, debe tenerse en cuenta
que la lengua no está constituida por palabras aisladas, por el contrario, es notorio que
en el léxico mental, las palabras presentan un alto grado de organización y además
están predispuestas a relacionarse entre sí (Aitchison, 1994), y también es evidente
que el léxico y todos los demás componentes de la lengua (que comúnmente
denominamos fonología, sintaxis, etc.) están sumamente interrelacionados.
Para que ese aprendizaje sea realmente fructífero para él, sería necesario que sepa
cómo combinar en una lengua los morfemas o las palabras para formar oraciones
adecuadas desde el punto de vista sintáctico y semántico, y como se sabe, la ceguera
no ocasiona limitaciones en esos aspectos; así, cualquier ciego, con las mencionadas
palabras, podría comprender o producir fácilmente una oración como: “el maestro
reprende al niño”.
En dicha oración, observamos que el ciego, al igual que el vidente, puede asimilar el
significado del verbo “reprender”, y puede captar sin problemas los roles temáticos que
impone dicho verbo, en este caso, alguien que reprende (agente), y alguien que es
reprendido (paciente). Por lo tanto, si tenemos en cuenta a la capacidad generativa de
la lengua y a la predisposición de sus componentes o subsistemas para relacionarse
entre sí, observamos que las limitaciones semánticas que supuestamente el ciego
tendría en el léxico se hacen prácticamente irrelevantes.
Nótese además que de Saussure ya reconocía que en la lengua los signos tienen valor
sólo si se toman en cuenta las relaciones sintagmáticas y asociativas entre ellos; por
esto, incluso hablando en términos saussurianos, puede decirse que, aunque los ciegos
no tengan imágenes visuales en el signo lingüístico, esta supuesta limitación se hace
irrelevante, pues la ceguera no bloquea la capacidad para relacionar sintagmática y
asociativamente tanto los signos lingüísticos como los elementos que los componen.
Entonces, si la vieja postura saussuriana en cierto modo nos induce a inferir que los
ciegos pueden dominar la lengua, con mayor razón una moderna postura lingüística,
como la de Chomsky, nos induce a recalcar que la ceguera en sí misma no afecta al
funcionamiento del sistema cognitivo del lenguaje, pues aunque falte la visión, no
queda bloqueada la capacidad para generar y comprender oraciones infinitas.
Por otra parte, es verdad que la ceguera puede limitar de un modo más notorio el
acceso a ciertos conceptos o atributos netamente visuales, tales como los colores. Sin
embargo, podemos observar que el sistema cognitivo del lenguaje no necesariamente
queda afectado cuando en él se carece de algún tipo de información, como podría ser,
por ejemplo, la falta del conocimiento concreto de las distinciones semánticas entre los
colores.
De hecho, es muy probable que un ciego sepa que en español hay colores que están
contrariamente opuestos, tales como “blanco” y negro”, ya que puede captar esta
oposición al escuchar oraciones como: “los blancos esclavizaban a los negros”, “esta
película está en blanco y negro”, etc.; sin embargo, el ciego podría ignorar por
completo algunas distinciones entre colores sin que esto cause problemas en el
funcionamiento del sistema cognitivo del lenguaje.
Así, podemos advertir que en español hay colores muy similares, tales como “marrón”
y “pardo”, hasta el punto de que en inglés, estos dos colores son designados con un
único término, es decir, “brown” (Dubois, 1973); sin embargo, cuando en 2008 le
pregunté a un ciego de nacimiento, de 38 años y con educación superior, si sabía cuán
diferentes o similares eran el marrón y el pardo, aseguró que no conocía si hay alguna
similitud entre ambos colores y que no le interesaba acceder a dicho conocimiento,
pues (según dijo) siempre ha mostrado escaso interés por los colores y sus
distinciones. De esto se deduce que, si esta persona tiene escaso interés por los
colores, no sólo es porque no los puede ver, sino también porque es consciente de que
el desconocimiento directo de las imágenes de los colores no es una limitación
significativa en el lenguaje.
En efecto, es bien sabido que la falta de la idea sensorial de los colores o de otros
conceptos preponderantemente visuales no ocasiona desórdenes de tipo semántico en
la organización del léxico mental. Asimismo, como dijimos en la sección anterior, los
ciegos pueden captar indirectamente la idea de los colores a través de los demás, y
por lo visto, esto es suficiente para que puedan generar oraciones relacionadas a
colores cuando lo crean necesario.
Si consideramos que, dominar el lenguaje implica conocer una lengua y hacer uso de
ella, y si advertimos que el ciego nace con la capacidad para lograr dicho dominio,
podemos deducir que será capaz de emplear la lengua para el fin que desee, y esto no
debe asombrarnos si tenemos en cuenta que la ceguera en sí misma no afecta a los
procesos cognitivos tales como la memoria, el razonamiento, etc., y por lo tanto,
tampoco trae limitaciones en los mecanismos pragmáticos que intervienen en el uso
lingüístico.
Puesto que, entre otros aspectos, podemos valernos de la lengua para comprender o
captar lo que se nos transmite y para generar las expresiones, frases u oraciones que
deseamos, expondremos a continuación algunas observaciones sobre el uso lingüístico
en ausencia de la vista, considerando primero la comprensión y luego la producción.
Por tanto, así como sucede con los videntes, los ciegos, en su calidad de destinatarios
de lo que alguien dice en una lengua, pueden prestar atención a lo que deseen o a lo
que les interese, y pueden relegar o ignorar los aspectos que les son innecesarios o
indiferentes.
Ahora bien, es obvio que el ciego no puede ver los gestos, los actos o los ademanes
que hacen los hablantes, y esto puede ocasionar que el ciego a veces no capte algunos
aspectos de la información de un contexto dado o de una situación concreta. Sin
embargo, esto tampoco se debe a un defecto en la capacidad para usar la lengua, sino
al hecho de que el ciego no puede captar la información visual.
Nótese también que las expresiones lingüísticas que acompañan a los gestos de los
hablantes, los matices o variaciones de la voz, así como el conocimiento previo que el
ciego posee sobre la situación o el contexto, suelen superar en cierto modo los
inconvenientes de no ver los gestos o actos de los demás. Así, el ciego, al oír la voz de
una persona, puede saber si está triste, molesta, etc.; estas limitaciones pueden
incluso ser prácticamente eliminadas si el interlocutor sabe que está hablando con un
ciego; así, el interlocutor puede sustituir los gestos por palabras, o puede describirle al
ciego una situación que la falta de la vista no le permite comprender directamente.
Por tanto, el hecho de que alguien prefiera no hacer afirmaciones sobre algo que no
conoce no ocasiona limitaciones relevantes en el uso de la lengua. En todo caso, si
alguien (ciego o vidente) decide hablar sobre lo que no conoce, obviamente preferirá
no hacerlo por medio de afirmaciones, sino mediante preguntas, tales como “¿Qué es
esto?, o por medio de otras expresiones que revelen el desconocimiento del
interlocutor o el deseo de conocer un determinado tema o situación.
Sin embargo, es cierto que en algunas ocasiones, los ciegos, sobre todo si son niños,
aunque nadie les induzca a hacerlo, pueden producir oraciones afirmativas
semánticamente incorrectas debido a la falta del conocimiento de alguna cosa. Por
ejemplo, en 1999, mientras yo grababa las conversaciones espontáneas de niños
ciegos en el colegio San Francisco de Asís (Lima, Perú), uno de ellos se refirió a la
ballena sin que nadie le indujera a hacerlo, y entre otras cosas dijo: “Tiene una pata la
ballena”.
Por último, como hemos observado a lo largo de este trabajo, el hecho de que el ciego
a veces haga uso de términos referidos a aspectos visuales no necesariamente
significa que está hablando de lo que desconoce o que está imitando o repitiendo lo
que dicen las personas que ven. Como es sabido, los ciegos pueden emplear verbos de
carácter visual porque sienten que también pueden usar estos verbos a su manera.
Así, tal como lo haría un vidente, un ciego puede usar el verbo mirar en forma
imperativa para mostrarle algo a alguien. Por ejemplo, mientras yo recolectaba las
conversaciones espontáneas de niños ciegos en el colegio San Francisco de Asís, uno
de ellos, dirigiéndose a su profesora (que no era ciega) le dijo: “Señorita, mire cómo
me han cortado el pelo”. Así pues, si lo consideran necesario, los invidentes pueden
hacer libre uso de términos referidos a aspectos visuales, y esto es una prueba más de
la creatividad del lenguaje humano.
VI. CONCLUSIONES
Podemos decir que el dominio del lenguaje, aunque falte la visión, puede lograrse
debido a lo siguiente:
2. La interacción del niño con las personas de su entorno (sobre todo con los padres)
desempeña crucial importancia en la adquisición lingüística, y ciertamente, la ceguera
no bloquea dicha interacción.
b) En el léxico mental las palabras no están aisladas, sino que están predispuestas a
relacionarse entre sí; y el ciego, como el vidente, tiene la capacidad para organizar en
el léxico de su lengua la información necesaria para la adecuada construcción
semántica de las oraciones.
a) Hay muchas palabras que pueden ser asimiladas y usadas sin la intervención de la
vista;; por ejemplo, verbos como “pensar”, preposiciones como “de”, sustantivos como
“agua”, etc..
b) Aunque el ciego no conozca directamente algunos atributos que sólo son percibidos
por la vista (tales como los colores), en muchas ocasiones no es indispensable conocer
toda la información de los seres u objetos, pues al momento de producir o entender las
oraciones, los ciegos, (y también los demás seres humanos), de acuerdo a sus
intereses o a su realidad, pueden relegar o enfatizar las propiedades del significado de
los seres y objetos, sin que por ello haya problemas relevantes en la comprensión o
producción de las oraciones. Así, al hablar de un objeto como “mesa”, podemos
centrarnos en su forma o aspecto, pero también podemos relegar esas propiedades y
enfatizar otras, como pueden ser, la utilidad de dicho objeto, las emociones que nos
transmite, etc.
d) Aunque haya aspectos que, por ser percibidos sólo por la vista, no pueden ser
directamente conocidos por el ciego, esto no afecta relevantemente al uso que se hace
del sistema cognitivo del lenguaje, pues los seres humanos (y en consecuencia
también los ciegos) tienen la posibilidad de no hacer afirmaciones sobre lo que no
conocen, sin que por ello resulte afectado el libre uso de la lengua.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
AITCHISON, Jean (1994): Words in the mind: an introduction to the mental lexicon.
2nd ed.
BRUNER, Jerome (1983): El habla del niño: aprendiendo a usar el lenguaje. Editorial
Paidós, Barcelona.
CHOMSKY, Noam. (2002): New horizons in the study of language and
mind. Cambridge University Press.
DE SAUSSURE, Ferdinand (1972): Curso de lingüística general. Alianza Editorial
Madrid.
DUBOIS, Jean (1973): Diccionario de Lingüística. Alianza Editorial. Madrid.
LENNEBERG, Eric (1975): Fundamentos biológicos del lenguaje. Edición castellana,
Alianza Editorial. Madrid.
LEONHARDT, Mercé, CANTAVELLA Francesc, y TARRAGÓ Remei (1999): Iniciación del
lenguaje en niños ciegos: un enfoque preventivo.
PERAITA Herminia (1992): Representación de categorías naturales en niños ciegos.
Editorial Trotta, S. A. Ferraz. Madrid.
PÉREZ PEREIRA, Miguel y CASTRO, Josefa (1994): El desarrollo psicológico de los
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UGARTE RODRÍGUEZ, Filiberto (2000): Estudio sobre el verbalismo en el habla de los
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WILSON, Deirdre y SPERBER, Dan (2004): La teoría de la relevancia. Versión española
publicada en laRevista de Investigación Lingüística, Vol. VII (Universidad de Murcia).
Tomado de: