Ouspensky, P.D - Psicologia de La Posible Evolucion Del Hombre

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PSICOLOGÍA DE LA

POSIBLE EVOLUCIÓN
DEL HOMBRE

P. D. Ouspensky

Este libro fue pasado a formato Word para facilitar la difusión, y con el propósito de
que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁN

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Rosario – Argentina
Adherida al Directorio Promineo
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Índice

INTRODUCCIÓN............................................................................................................... 2

PRIMERA CONFERENCIA................................................................................................3
SEGUNDA CONFERENCIA............................................................................................ 10
TERCERA CONFERENCIA............................................................................................. 17
CUARTA CONFERENCIA............................................................................................... 22
QUINTA CONFERENCIA................................................................................................ 27

INTRODUCCIÓN

He recibido cartas de mis lectores durante algunos años. Todas ellas preguntaban que había hecho después
de haber escrito mis libros, que publicados en inglés en 1920 y 1931, fueron escritos en 1910 y 1912.
Nunca pude contestar a estas cartas. Se habrían necesitado varios libros sólo para intentar hacerlo. Pero
cuando mis corresponsales habitaban en Londres, donde residía desde 1921, los invitaba a ciclos de
conferencias que organizaba para ellos. En estas conferencias trataba de responder a sus preguntas y de
explicarles lo que había descubierto después de escribir mis dos libros y cuál era la dirección de mi trabajo.
En 1934 escribí cinco conferencias preliminares que daban una idea general de lo que estaba estudiando y
también de las líneas que seguían cierto número de personas que estaban trabajando conmigo. Reunir todo
ello en una o hasta en dos o tres conferencias, era verdaderamente imposible: así que siempre les advertía que
no valía la pena escuchar una o dos conferencias, y que eran necesarias cinco, o mejor aún diez, para poder
tener una idea de la dirección de mi trabajo. Desde entonces he continuado con estas conferencias, y a
menudo las he corregido y vuelto a escribir.
En su conjunto, encontré satisfactorio este arreglo general. Se leían cinco conferencias en mi presencia o sin
mí. Los oyentes podían hacer preguntas, y si trataban de seguir el consejo y las indicaciones que se les daban
(que básicamente se referían a la observación de sí y a un tipo de autodisciplina), muy pronto adquirían,
trabajando, una comprensión bastante más amplia de lo que yo estaba haciendo.
Por supuesto que siempre me di cuenta de que no bastaban cinco conferencias, y en las con versaciones que
seguían elaboraba y aumentaba los datos preliminares, tratando de mostrarles su propia posición con relación
al Nuevo Conocimiento.
Encontré que para muchos de ellos su mayor dificultad era el darse cuenta de que verdadera mente habían
oído cosas nuevas; esto es, cosas que nunca antes habían oído.
No se lo formulaban a sí mismos, pero de hecho, cualquiera fuese el tema, trataban siempre de contradecir
esto en sus mentes y de traducir lo que oían a su lenguaje habitual. Por supuesto, yo no podía tomar en cuenta
esto.
Sé que no es cosa fácil el darse cuenta de que uno está oyendo cosas nuevas. Estamos tan acostumbrados
a las viejas canciones y a los viejos motivos, que hace ya mucho tiempo que hemos dejado de esperar y
dejado de creer que pueda existir algo nuevo.
Y cuando oímos cosas nuevas, las tomamos por viejas o creemos que pueden ser explicadas e interpretadas
por las viejas. Es cierto que es tarea difícil el darse cuenta de la posibilidad y necesi dad de ideas totalmente
nuevas, y con el tiempo necesita una revalorización de todos los valores convencionales.
No puedo garantizar que encontrarán desde el principio ideas nuevas, esto es, ideas que nunca antes habían
oído; pero si son pacientes muy pronto comenzarán a reparar en ellas. Para entonces les deseo que no las
pierdan y que no traten de interpretarlas de la vieja manera.

Nueva York, 1945

Hablaré sobre el estudio de la psicología, pero debo advertirles que la psicología de la cual me ocupo es muy
diferente de cuanto ustedes pueden conocer bajo ese nombre.
Para comenzar debo decir que prácticamente nunca en su historia la psicología ha estado a un nivel tan bajo
como en la actualidad. Ha perdido todo contacto con su origen y su significado, a tal punto que aún hoy es
difícil definir la palabra «psicología», esto es precisar qué es la psicología y qué estudia. Y es así a pesar de
que nunca en la historia ha habido tantas teorías psicológicas ni tantos escritos psicológicos.
A veces a la psicología se le llama una nueva ciencia. Esto no tiene ninguna razón. Quizá la psicología es la
ciencia más antigua, y en sus rasgos más esenciales, desafortunadamente, una ciencia olvidada.

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PRIMERA CONFERENCIA

Para comprender cómo se puede definir la psicología es necesario darse cuenta de que la psicología nunca
ha existido bajo su propio nombre, excepto en tiempos modernos. Por una u otra razón siempre se ha
sospechado de tendencias equivocadas o subversivas de la psicología, ya sean religiosas, políticas o morales,
y por lo tanto ha tenido que usar diferentes disfraces.
Por miles de años la psicología existió bajo el nombre de filosofa. En la India todas las formas de Yoga, que
son esencialmente psicología, se describen como uno de los seis sistemas de filosofía. Las enseñanzas Sufíes,
que ante todo son psicológicas, se consideran en parte religiosas y en parte metafísicas. En Europa, hasta no
hace mucho tiempo, en las últimas décadas del siglo diecinueve, muchos trabajos sobre psicología eran
considerados como filosofa. Y a pesar de que casi todas las subdivisiones de la filosofía, tales como la lógica,
la teoría del conocimiento, la ética, la estética, se referían al trabajo de la mente humana o de los sentidos, la
psicología era considerada como inferior a la filosofía y como relacionada sólo con los lados más bajos o más
triviales de la naturaleza humana.
Paralelamente a su existencia bajo el nombre de filosofía, la psicología existió aún por más tiempo conectada
con una u otra religión. Esto no quiere decir que la religión y la psicología alguna vez fueron una y la misma
cosa, ni que la conexión entre religión y psicología fuera reconocida. Pero no hay duda de que casi todas las
religiones conocidas -por supuesto no me refiero a las falsas religiones modernas- desarrollaron uno u otro tipo
de enseñanza psicológica conectada a menudo con cierta práctica, de manera que el estudio de la religión,
muy frecuentemente, incluía en sí mismo el estudio de la psicología.
Hay muchos trabajos excelentes sobre psicología en la bastante ortodoxa literatura religiosa de diferentes
países y épocas. Por ejemplo, en los primeros tiempos del Cristianismo, había bajo el nombre general de
Philokalia una colección de libros de diferentes autores, usado en la actualidad en la Iglesia Oriental,
especialmente para la instrucción de los monjes.
Durante el tiempo en que la psicología estuvo conectada con la filosofía y la religión, también existía bajo la
forma de Arte. La Poesía, el Drama, la Escultura, la Danza, y aun la Arquitectura eran medios de transmisión
del conocimiento psicológico. Por ejemplo, las catedrales góticas eran en su sentido primordial tratados de
psicología.
En la antigüedad antes de que la filosofía, la religión y el arte adoptaran formas separadas, bajo las cuales las
conocemos ahora, la psicología había existido en forma de Misterios, tales como los de Egipto y de la antigua
Grecia.
Posteriormente, luego de la desaparición de los Misterios, la Psicología existió en forma de Enseñanzas
Simbólicas, las que algunas veces estaban ligadas a la religión de la época y otras no, como en los casos de la
astrología, la alquimia, la magia; y entre los más modernos, la Masonería, el Ocultismo y la Teosofía.

Aquí es necesario notar que todos los sistemas psicológicos y doctrinas, tanto los que existen o los que
existieron abiertamente como los que fueron ocultos o disfrazados, pueden dividirse en dos categorías
principales.
Primero: los sistemas que estudian al hombre tal como ellos lo encuentran, o tal como ellos suponen o lo
imaginan ser. La psicología «científica» moderna, o lo que se conoce bajo este nombre, pertenece a esta
categoría.
Segundo: los sistemas que estudian al hombre no desde el punto de vista de lo que es, o de lo que parece
ser, sino desde el punto de vista de lo que puede llegar a ser; esto es, desde el punto de vista de su posible
evolución.
Estos últimos sistemas son en realidad los originales, o en todo caso los más antiguos, y sólo ellos pueden
explicar el origen olvidado y el significado de la psicología.
Cuando comprendamos la importancia del estudio del hombre desde el punto de vista de su posible
evolución, comprenderemos que la primera respuesta a la pregunta: ¿qué es psicología? debería ser que la
psicología es el estudio de los principios, leyes, y hechos de la posible evolución del hombre.

Aquí, en estas conferencias, hablaré sólo desde este punto de vista.


Nuestra primera pregunta será: ¿qué quiere decir la evolución del hombre?, y la segunda: ¿se requieren
condiciones especiales para ello?
Con respecto a modernos y ordinarios puntos de vista sobre el origen del hombre y su previa evolución, debo
decir ante todo que no pueden ser aceptados. Debemos darnos cuenta de que no sabemos nada acerca de su
origen y que no tenemos pruebas de la evolución física o mental del hombre.
Por el contrario, si tomamos la humanidad histórica, es decir, la humanidad de los últimos diez o quince mil
años, podemos encontrar señales inconfundibles de un tipo de hombre superior, cuya presencia se puede
establecer ante la evidencia de monumentos antiguos y conmemorativos que la humanidad actual no puede
repetir o imitar.
Con respecto al hombre prehistórico o a esas criaturas de aspecto parecido al hombre y sin embargo, al
mismo tiempo, tan diferentes de él, cuyos huesos se encuentran en yacimientos del período glacial o preglacial,
podemos aceptar la muy plausible idea de que esos huesos pertenecen a un ser bastante distinto del hombre,
que pereció hace mucho tiempo.
3
Al negar la evolución anterior del hombre, tenemos que negarle cualquier posibilidad de evolución mecánica
futura; es decir, una evolución que se desarrolle por sí sola, de acuerdo con las leyes de la herencia y de la
selección, sin esfuerzos conscientes del hombre, y sin una comprensión de su posible evolución.

Nuestra idea fundamental va a ser que el hombre, tal como lo conocemos, no es un ser completo; que la
naturaleza lo desarrolla sólo hasta un cierto punto y que luego lo deja, para que siga desarrollándose por sus
propios esfuerzos e iniciativas, o vivir y morir tal cual nació, o degenerar y perder su capacidad de desarrollo.
En este caso la evolución del hombre querrá decir el desarrollo de ciertas cualidades y rasgos interiores que
generalmente permanecen sin crecer y que no pueden desarrollarse por sí solos.
La experiencia y la observación muestran que ese desarrollo es posible sólo en ciertas condicio nes
determinadas, con esfuerzos de cierta clase por parte del hombre mismo, y con ayuda suficiente de aquellos
que comenzaron antes un trabajo similar y que ya han obtenido un cierto grado de desarrollo, o por lo menos
cierto conocimiento de los métodos.
Tenemos que comenzar con la idea de que sin esfuerzos es imposible la evolución; sin ayuda, igualmente, es
imposible.
Después de lo cual tenemos que comprender que, en el camino del desarrollo, el hombre tiene que hacerse
un ser diferente, y tenemos que aprender y comprender en qué sentido y en qué dirección el hombre tiene que
hacerse un ser diferente; es decir, qué significa ser un ser diferente.
Luego tenemos que comprender que no todos los hombres pueden desarrollarse y llegar a ser seres
diferentes. La evolución es cuestión de esfuerzos personales, y en relación con la masa de la humanidad la
evolución es una rara excepción. Puede parecer extraño, pero debemos darnos cuenta de que no sólo es rara,
sino que cada vez está llegando a ser más y más rara.

Por supuesto, surgen muchas preguntas de lo dicho anteriormente:

¿Qué significa que en el camino de la evolución el hombre tiene que llegar a ser un ser diferente?
¿Qué quiere decir un "ser diferente"?
¿Cuáles son las cualidades o rasgos interiores que pueden ser desarrollados en el hombre, y cómo se puede
lograr?
¿Por qué no se pueden desarrollar todos los hombres y llegar a ser seres diferentes? ¿Por qué tal injusticia?

Trataré de contestar a estas preguntas y comenzaré por la última.


¿Por qué no se pueden desarrollar todos los hombres y llegar a ser seres diferentes?
La respuesta es muy sencilla. Porque no lo quieren. Porque no saben nada acerca de ello y, aunque se les
diga, sin una larga preparación, no podrán comprender lo que significa.
La idea principal es que para hacerse un ser diferente un hombre debe quererlo mucho y por muy largo
tiempo. Un deseo pasajero o vago, basado en el descontento con las condiciones exteriores, no creará el
impulso suficiente.
La evolución del hombre depende de su comprensión de lo que puede conseguir, y de lo que tiene que dar
para ello.
Si el hombre no lo quiere, o si no lo quiere con suficiente intensidad, y no hace los esfuerzos necesarios,
nunca se desarrollará. De manera que en esto no hay injusticia. ¿Por qué debería tener lo que no quiere? Si al
hombre se le forzara a convertirse en un ser diferente, cuando está satisfecho de lo que es, esto si sería
entonces injusticia.
Ahora preguntémonos qué significa un ser diferente. Si consideramos todo el material que podamos
conseguir, que se refiera a esta proposición, encontramos la afirmación de que al hacerse un ser diferente el
hombre adquiere muchas nuevas cualidades y poderes que no posee ahora. Esta es una afirmación común
encontrada en toda clase de sistemas que admiten la idea de un crecimiento psicológico o interior del hombre.
Pero esto no es suficiente. Aun la descripción más detallada de estos nuevos poderes no nos ayudará en
forma alguna a comprender cómo aparecen ni de dónde vienen.

En las teorías generalmente conocidas falta un eslabón, aun en aquellas que acabo de mencionar que están
basadas en la idea de la posibilidad de evolución del hombre.
La verdad es que antes de que el hombre adquiera cualesquiera nuevas facultades o poderes, que no conoce
ni posee ahora, tiene que adquirir facultades y poderes que tampoco posee, pero que se arroga a sí mismo; es
decir, que cree que las conoce y que las puede usar o controlar.
Este es el eslabón que falta, y éste es el punto más importante.
Por el camino de la evolución, que ha sido descrito como un camino basado en el esfuerzo y en la ayuda, el
hombre debe adquirir cualidades que cree que ya posee, pero sobre las cuales se engaña a sí mismo.
Para poder comprenderlo mejor, y saber qué facultades y poderes puede adquirir el hombre, tanto
completamente nuevos como inesperados, y también aquellos que se imagina que ya posee, tenemos que
partir del conocimiento general que tiene el hombre de sí mismo.
Y así llegamos, de inmediato, a un hecho muy importante.
El hombre no se conoce a sí mismo.
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No conoce, ni sus propias limitaciones, ni sus propias posibilidades. Ni siquiera conoce lo mucho que no se
conoce.
El hombre ha inventado muchas máquinas, y sabe que una máquina complicada necesita algu nas veces
años de estudio cuidadoso antes de poder usarla o controlarla. Pero no aplica este conocimiento a sí mismo,
aunque él mismo sea una máquina mucho más complicada que cualquier máquina que ha inventado.
Tiene toda clase de ideas falsas acerca de sí mismo. Ante todo, no se da cuenta de que él es
verdaderamente una máquina.
¿Qué quiere decir que el hombre es una máquina?
Quiere decir que no tiene movimientos independientes, ni dentro ni fuera de él. Es una máquina que es
puesta en movimiento por influencias externas y por impactos exteriores. Todos sus movimientos, acciones,
palabras, ideas, emociones, humores y pensamientos son producidos por influencias exteriores. Por sí mismo,
es tan sólo un autómata con cierta provisión de recuerdos de experiencias previas y cierta cantidad de energía
de reserva.
Tenemos que comprender que el hombre no puede hacer nada.
Pero él no se da cuenta de ello y se atribuye la capacidad de hacer. Esta es la primera cosa falsa que el
hombre se arroga.
Esto tiene que comprenderse con toda claridad. El hombre no puede hacer. Todo lo que el hombre cree que
hace, en realidad sucede. Sucede exactamente como "llueve" o "nieva".
En español no hay formas impersonales de verbos que se puedan usar en relación con las acciones del
hombre. De manera que tenemos que seguir diciendo que el hombre piensa, lee, escri be, ama, odia, comienza
guerras, pelea, etc. En realidad todo ello sucede.
El hombre no puede moverse, pensar o hablar de motu propio. Es una marioneta tirada de aquí y de allá por
hilos invisibles. Si así lo comprende puede aprender más sobre sí mismo, y tal vez entonces las cosas
comiencen a cambiar para él. Pero si no puede darse cuenta ni comprender su total mecanicidad, o si no
quiere aceptarla como un hecho, no puede aprender nada más y las cosas no pueden cambiar para él.
El hombre es una máquina, pero una máquina muy peculiar. Es una máquina que, en las circunstancias
adecuadas, y con el tratamiento adecuado, puede saber que es una máquina. Al darse plena cuenta de ello
puede encontrar los medios para dejar de ser una máquina.
Ante todo, el hombre debe saber que él no es uno; él es muchos. No tiene un Yo permanente e inmutable. Él
es siempre diferente. En un momento es uno, en el siguiente momento es otro, en el tercer momento es un
tercero, y así sucesivamente, casi sin término.
La ilusión de unidad o unicidad se crea en el hombre, ante todo, por la sensación de un cuerpo físico, luego
por su nombre, que en casos normales siempre sigue siendo el mismo, y tercero, por cierto número de hábitos
mecánicos que le son implantados por la educación o los adquiere por imitación. Al tener siempre las mismas
sensaciones físicas, al oír siempre el mismo nombre, y al notar en sí mismo los mismos hábitos e inclinacio nes
que tenía antes, se cree ser siempre el mismo.
En realidad no hay unidad en el hombre y no hay un centro de control, ni un Yo permanente.
Este es el esquema general del hombre:

Cada pensamiento, cada sentimiento, cada sensación, cada deseo, cada gusto y cada aversión es un "yo".
Estos "yoes" no están conectados entre sí, ni coordinados en forma alguna. Cada uno depende de los cambios
de las circunstancias exteriores, y de los cambios de las impresiones.
Algunos siguen mecánicamente a otro, y algunos aparecen siempre acompañados de otros. Pero en esto no
hay ni orden ni sistema.
Hay ciertos grupos de "yoes" que están ligados naturalmente. Hablaremos de estos grupos posteriormente.
Por ahora debemos tratar de comprender que hay grupos de "yoes" ligados tan solo por asociaciones
accidentales, recuerdos accidentales, o semejanzas totalmente imaginarias.
En todo momento, cada uno de estos "yoes" sólo representa a una muy pequeña parte de nuestro "cerebro",
"mente", o "inteligencia"; pero cada uno de ellos pretende representar a la totalidad. Cuando el hombre dice
"yo", cree que está expresando la totalidad de sí mismo, pero en realidad, aun cuando lo pretenda, es sólo un
pensamiento pasajero, un deseo pasajero. Una hora después lo puede haber olvidado completamente, y
expresar con la misma convicción una opinión, un punto de vista, o un interés opuesto. Lo peor de todo es que
el hombre no lo recuerda. En la mayoría de los casos cree en el último yo que se expresó, mientras éste dure:

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esto es, hasta que otro "yo", a veces totalmente desconectado del precedente, no exprese su opinión o deseo
en un tono más fuerte que el primero.
Volvamos ahora a las otras dos preguntas:
¿Qué significa "desarrollo"? ¿Y qué quiere decir que el hombre tiene que llegar a ser "un ser diferente"? En
otras palabras, ¿qué clase de cambio es posible para el hombre?, y ¿cómo y cuándo comienza este cambio?
Ya se ha dicho que el cambio comenzará con aquellos poderes y capacidades que el hombre se atribuye a sí
mismo, pero que en realidad no posee.
Esto quiere decir que antes de que adquiera cualesquiera nuevos poderes o capacidades, el hombre debe
desarrollar en sí mismo las capacidades que cree poseer y sobre las cuales tiene las más grandes ilusiones.
El desarrollo no puede comenzar basado en la mentira qué uno se hace a sí mismo, ni engañándose a sí
mismo. El hombre debe saber lo que tiene y lo que no tiene. Esto significa que debe darse cuenta de que no
posee las cualidades ya descritas que se arroga a sí mismo, o sea: la capacidad de hacer, la individualidad o
unidad, un Yo permanente, y además Conciencia y Voluntad.
Y es necesario que el hombre lo sepa, porque mientras crea que posee estas cualidades no hará los
esfuerzos apropiados para adquirirlas, exactamente como un hombre que no comprará cosas caras, pagando
un alto precio por ellas, si cree que ya las posee.
La más importante y la más engañosa de estas cualidades es la conciencia. Y el cambio en el hombre
comienza por el cambio de su comprensión del significado de la conciencia, para seguir luego con la
adquisición gradual de su dominio sobre ella.
¿Qué es la conciencia?
En la mayoría de los casos en el lenguaje ordinario se usa la palabra "conciencia" como un equivalente de la
palabra "inteligencia", en el sentido de actividad de la mente.
En realidad, la conciencia es una especie muy particular de "darse cuenta" en el hombre, independiente de su
actividad mental. Ante todo, "darse cuenta" de sí mismo, darse cuenta de quién es él, de dónde está, y más
aun "darse cuenta" de lo que sabe, de lo que no sabe, y así sucesivamente.
Sólo uno mismo puede saber si en un momento dado está "consciente" o no. Esto fue probado hace mucho
tiempo en cierta corriente de pensamiento en la psicología europea, la que comprendió que sólo el mismo
hombre puede conocer ciertas cosas acerca de sí.
Aplicándolo a la conciencia, quiere decir que sólo un mismo hombre puede saber si su conciencia existe en
un momento o no. Esto quiere decir que la presencia o la ausencia de la conciencia en un hombre no se puede
probar por la observación de sus actos exteriores. Como ya lo he dicho, este hecho fue probado hace mucho
tiempo, pero su importancia nunca fue totalmente comprendida, porque siempre se le ligaba con la
comprensión de la conciencia como un proceso mental o una actividad de la mente. Si un hombre se da cuenta
de que no estaba consciente hasta el momento en que lo percibe, y luego se olvida de esta percep ción, o aun
si la recuerda, esto no es conciencia. Es tan solo el recuerdo de una fuerte percepción.
Quiero ahora atraer su atención hacia otro hecho que ha sido perdido de vista por todas las escuelas
modernas de psicología.
Es un hecho que la conciencia en el hombre, no importa cómo se la mire, nunca permanece en el mismo
estado. Existe, o no está. Los momentos más elevados de conciencia crean memoria. Los otros momentos, el
hombre simplemente no los recuerda. Esto, más que nada, produce en el hombre la ilusión de conciencia
continua o de un continuo "darse cuenta de sí ".
Algunas escuelas modernas de psicología niegan enteramente la conciencia, inclusive niegan la necesidad
de tal término, pero ello no es sino un derroche de mala inteligencia. Otras escuelas, si se les puede llamar así,
hablan de estados de conciencia, queriendo significar: pensamientos, sentimientos, impulsos motrices y
sensaciones. Esto está basado en el error fundamental de mezclar la conciencia con las funciones psíquicas.
Hablaremos de ello más tarde.
En realidad, en la mayoría de los casos, el pensamiento moderno todavía confía en la vieja formulación de
que la conciencia no tiene grados. La aceptación general de esta idea, si bien tácita, aunque esté en
contradicción con muchos descubrimientos recientes, detuvo muchas posibles observaciones sobre las
variaciones de la conciencia.
El hecho es que la conciencia tiene grados bastante visibles y observables, por cierto visibles y observables
para cada uno en sí mismo.
Primero está la duración: ¿cuánto tiempo ha estado uno consciente?
Segundo, la frecuencia de aparición: ¿cuántas veces se ha llegado a ser consciente?
Tercero, la extensión y la penetración: ¿de qué era uno consciente?, lo cual puede variar muchísimo con el
crecimiento del hombre.
Si tomamos sólo los dos primeros, podremos comprender la idea de la posible evolución de la conciencia.
Esta idea está ligada con un hecho muy importante y muy conocido por las antiguas escuelas psicológicas,
como por ejemplo la de los autores de la Philokalia, pero completamente ignorado por la filosofía y la psicología
europeas de los dos o tres últimos siglos.
O sea que la conciencia se puede hacer continua y controlable por medio de esfuerzos especiales y de
estudios especiales.

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Trataré de explicar cómo se puede estudiar la conciencia. Tomen un reloj y miren el segundero, tratando de
darse cuenta de sí mismos, y concentrándose en el pensamiento "Yo soy Pedro Ouspensky" "Estoy ahora
aquí". Traten de no pensar en nada más, simplemente siguiendo el movimiento del segundero y dándose
cuenta de sí mismo s, de su nombre, de su existencia, y del lugar en que están. Mantengan apartado todo otro
pensamiento.
Si son persistentes, podrán hacer esto por dos minutos. Este es el límite de su conciencia. Y si tratan de
repetir el experimento inmediatamente después, lo encontrarán más difícil que la primera vez.
Este experimento demuestra que un hombre, en su estado natural, puede con gran esfuerzo ser consciente
de una cosa (él mismo) por dos minutos o menos.
La deducción más importante que uno puede hacer después de realizar este experimento en la forma debida,
es que el hombre no es consciente de sí mismo. La ilusión de estar consciente de sí mismo es creada por la
memoria y por los procesos del pensamiento.
Por ejemplo, un hombre va al teatro. Si está acostumbrado no tiene especialmente conciencia de estar allí
mientras lo está. Sin embargo, puede ver y observar cosas, el espectáculo puede gustarle o no, recordarlo,
acordarse de la gente que encontró, y así sucesivamente.
Cuando regresa a su casa recuerda que estuvo en el teatro, y por supuesto cree que estuvo consciente
mientras se hallaba en él. De esta manera no tiene dudas sobre su conciencia y no se da cuenta de que su
conciencia puede estar completamente ausente mientras él puede actuar razonablemente, pensar, observar.
Para una descripción general, el hombre tiene posibilidad de cuatro estados de conciencia. Estos son: el
sueño, el estado de vigilia, la conciencia de sí, y la conciencia objetiva.
Pero aunque tiene la posibilidad de estos cuatro estados de conciencia, el hombre de hecho no vive sino en
dos: una parte de su vida la pasa en el sueño y la otra en lo que es llamado "estado de vigilia", aunque en
realidad su estado de vigilia difiere muy poco del sueño.
En la vida ordinaria, el hombre no sabe nada de la "conciencia objetiva" y no es posible ningún experimento
en esta dirección. El hombre se atribuye el tercer estado, o "conciencia de sí"; esto es, cree poseerlo, aunque
en realidad sólo puede ser consciente de sí por muy raros chispazos y aún entonces es probable que no lo
reconozca, porque no sabe lo que ello implicaría si en realidad lo poseyera. Estos vislumbres de conciencia
vienen en momentos excepcionales, en estados altamente emocionales, en momentos de peligro, en circuns-
tancias y situaciones muy nuevas e inesperadas; o algunas veces en momentos completamente ordi narios
cuando no ocurre nada en particular. Pero en su estado ordinario o "normal", el hombre carece de todo control
sobre ellos.
En cuanto a nuestra memoria ordinaria, o a momentos de memoria, en realidad sólo recordamos momentos
de conciencia, aun cuando no nos demos cuenta de que esto sea así.
Explicaré más adelante lo que significa la memoria en un sentido técnico, así como las dife rentes clases de
memoria que poseemos. Por ahora sólo quiero atraer su atención a la propia observación de su memoria.
Notarán que recuerdan las cosas de manera diferente. Algunas cosas
las recuerdan muy vívidamente, algunas muy vagamente, y otras no las recuerdan en absoluto. Solamente
saben que sucedieron.
Se sorprenderán mucho cuando se den cuenta de qué poco es lo que recuerdan en realidad. Y esto sucede
así, porque ustedes recuerdan sólo los momentos en que estuvieron conscientes.
De manera que, con referencia al tercer estado de conciencia, podemos decir que el hombre tiene momentos
ocasionales de conciencia de sí, que dejan recuerdos vívidos de las circunstancias en que se produjeron, pero
no tiene dominio sobre ellos. Vienen y se van por sí mismos, estando controlados por circunstancias exteriores
y asociaciones ocasionales o recuerdos de emociones.
Surge la pregunta: ¿Es posible adquirir el control sobre estos momentos fugaces de conciencia, el evocarlos
más a menudo, y el mantenerlos por más tiempo, o aun el hacerlos permanentes? En otras palabras, ¿es
posible llegara ser conscientes?
Este es el punto más importante, y desde el mismo comienzo de nuestro estudio debemos comprender que
este punto, hasta en teoría, ha sido totalmente olvidado por todas las escuelas modernas de psicología sin
excepción.
Porque con los métodos adecuados y los esfuerzos apropiados el hombre puede adquirir el control de la
conciencia, y puede llegar a ser consciente de sí mismo, con todo lo que esto implica. Y lo que esto implica, en
nuestro estado actual, no nos lo podemos ni siquiera imaginar.
Sólo después de que se haya comprendido este punto, puede llegar a ser posible un estudio serio de la
psicología.
Este estudio debe comenzar con la investigación de los obstáculos a la conciencia en nosotros mismos,
porque la conciencia sólo puede comenzar a crecer cuando por lo menos algunos de los obstáculos son
extirpados.
En las conferencias siguientes, hablaré sobre estos obstáculos. El mayor de ellos es nuestra ignorancia de
nosotros mismos, y nuestra equivocada convicción de que nos conocemos a nosotros mismos, al menos hasta
cierto punto y de que podemos estar seguros de nosotros mismos, cuando en realidad no nos conocemos en lo
absoluto ni podemos estar seguros de nosotros mismos ni siquiera en las cosas más pequeñas.
Debemos comprender ahora que la psicología significa en realidad el estudio de sí mismo. Esta es la
segunda definición de psicología.
7
Uno no puede estudiar la psicología como se estudia la astronomía; esto es, fuera de uno mismo.
Al mismo tiempo, uno debe estudiarse a sí mismo de la misma manera en que estudiaría cual quier máquina
nueva y complicada. Debe conocer las partes de esta máquina, sus funciones principales, las condiciones para
un trabajo apropiado, las causas del trabajo equivocado, y muchas otras cosas difíciles de describir sin usar un
lenguaje especial, el que también es necesario conocer para poder estudiar la máquina.
La máquina humana tiene siete funciones diferentes:
1° El pensar (o intelecto).
2° El sentir (o emociones).
3° La función instintiva (todo el trabajo interno del organismo).
4° La función motriz (todo el trabajo externo del organismo, el movimiento en el espacio, etc.).
5° El sexo (la función de los dos principios, masculino y femenino, en todas sus manifestaciones).
Además de estas cinco, hay otras dos funciones para las cuales no tenemos nombre en el lenguaje ordinario.
Estas aparecen sólo en los estados superiores de conciencia: una, la función emocional superior, que aparece
en el estado de conciencia de sí; y otra, la función intelectual superior, que aparece en el estado de conciencia
objetiva. Como no estamos en estos estados de conciencia, no podemos estudiar estas funciones o
experimentar con ellas. Sólo las conocemos indirectamente, por aquellos que la han alcanzado o
experimentado con ellas.
En la antigua literatura filosófica y religiosa de diferentes naciones hay muchas alusiones a los estados
superiores de conciencia y a las funciones superiores. Lo que crea una dificultad adicional para comprender
estas alusiones es la falta de división entre los estados superiores de conciencia. Lo que se llama samadhi o
estado de éxtasis o iluminación, o, en trabajos más recientes, "conciencia cósmica", puede referirse a uno u
otro estado: algunas veces a experiencias de conciencia de sí, y a veces a experiencias de conciencia obje tiva.
Y, por extraño que parezca, tenemos más material para juzgar sobre el estado más elevado, o sea, la
conciencia objetiva, que sobre el estado intermedio, esto es, la conciencia de sí, a pesar de que la anterior sólo
se puede alcanzar después de la última.
El estudio de sí mismo debe comenzar con el estudio de las cuatro funciones: el pensar, el sen tir, la función
instintiva, y la función motriz. La función sexual sólo se puede estudiar mucho después; esto es, cuando estas
cuatro funciones hayan sido suficientemente comprendidas. Al contrario de lo que afirman algunas teorías mo-
dernas, la función sexual es realmente posterior; es decir, aparece más tarde en la vida, cuando las cuatro
primeras funciones ya se han manifestado plenamente, y está condicionada por ellas. Por lo tanto, el estudio
de la función sexual sólo puede ser útil cuando las primeras cuatro funciones sean totalmente conocidas en
todas sus manifestaciones. Al mismo tiempo se tiene que comprender que cualquier irregularidad seria o
anormalidad en la función sexual hace imposible el desarrollo de sí y aun el estudio de sí mismo.

Tratemos ahora de comprender las cuatro funciones principales.


Daré por sentado que para ustedes es claro lo que yo quiero decir por la función intelectual o función de
pensar. En ella están incluidos todos los procesos mentales: la percepción de impresiones, la formación de
representaciones y de conceptos, el raciocinio, la comparación, la afirmación, la negación, la formación de
palabras, la facultad de hablar, la imaginación, y así sucesivamente.
La segunda función es el sentir o las emociones: la alegría, la pena, el miedo, el asombro, etc. Aun si están
seguros de que está claro para ustedes el cómo y en qué difieren las emociones de los pensamientos, les
aconsejaría que revisen sus puntos de vista a este respecto. En nuestra manera ordinaria de pensar y de
hablar mezclamos pensamientos y sentimientos; pero para comenzar el estudio de sí es necesario diferenciar
cuál es cuál.
Tomará más tiempo el comprender las dos funciones que siguen, instintiva y motriz, ya que en ningún
sistema ordinario de psicología están descritas y divididas de manera correcta.
Las palabras "instinto", "instintivo" se emplean por lo general en sentido equivocado, y muy a menudo sin
sentido alguno. En especial, por lo general se le asigna al instinto funciones externas que son en realidad
funciones motrices y algunas veces emocionales.
La función instintiva en el hombre incluye cuatro clases diferentes de funciones:

PRIMERO: Todo el trabajo interno del organismo, toda la fisiología por así decirlo; la digestión y asimilación
de los alimentos, la respiración, la circulación de la sangre, todo el trabajo de los órganos internos, la formación
de nuevas células, la eliminación de desechos, el trabajo de las glándulas endocrinas, etcétera.
SEGUNDO: Los así llamados cinco sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto, el tacto; y todas las otras
facultades de percibir el peso, la temperatura, la sequedad o la humedad, etc., es decir, todas las sensaciones
indiferentes, sensaciones que de por sí no son ni agradables ni desagradables.
TERCERO: Todas las emociones físicas; es decir, todas las sensaciones físicas que son agradables o
desagradables. Toda clase de dolores o de sensaciones desagradables, tales como un sa bor desagradable u
olor desagradable, y toda clase de placeres físicos, tales como sabores agradables, olores agradables, etc.
CUARTO: Todos los reflejos, aun los más complicados, tales como la risa y el bostezo; toda clase de
memorias físicas, tales como la memoria del gusto, la memoria del olfato, la memoria del dolor, que son en
realidad reflejos internos.

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La función motriz comprende todos los movimientos externos tales como el caminar, el escribir, el hablar, el
comer, y sus memorias. También pertenecen a la función motriz aquellos movimientos que en el lenguaje
ordinario se llaman "instintivos", tales como el atrapar, sin pensarlo, un objeto que se cae.
La diferencia entre la función instintiva y la motriz es muy clara y puede ser fácilmente com prendida si uno
simplemente recuerda que todas las funciones instintivas, sin excepción, son innatas y que para usarlas no es
necesario aprenderlas; mientras que, por el otro lado, ninguna de las funciones motrices son innatas y uno
tiene que aprenderlas todas, tal como el niño aprende a caminar, o como se aprende a escribir o a dibujar.

Además de estas funciones normales del movimiento, también hay algunas extrañas funciones motrices que
representan el trabajo inútil de la máquina, sin intención de la naturaleza; pero que ocupan mucho lugar en la
vida del hombre usando gran cantidad de su energía. Estas son: la formación de sueños, la imaginación, el
ensueño, el hablar interno, el hablar por hablar, y en general, todas las manifestaciones descontroladas e
incontrolables.
Las cuatro funciones: intelectual, emocional, instintiva y motriz, ante todo tienen que ser comprendidas en
todas sus manifestaciones, y más tarde tienen que ser observadas en sí mismo. Tal observación de si, o sea,
la observación sobre bases correctas, con la comprensión preliminar de los estados de conciencia y de las
diferentes funciones, constituye la base del estudio de uno mismo, es decir, el principio de la psicología.

Es muy importante el recordar que al observar diferentes funciones es útil el observar al mismo tiempo su
relación con los diferentes estados de conciencia.
Tomemos los tres estados de conciencia, sueño, vigilia, y posibles vislumbres de conciencia de sí, y las
cuatro funciones: pensamiento, sentimiento, instinto y movimiento. Todas las cuatro funciones se pueden
manifestar en el sueño, pero sus manifestaciones son deshilvanadas y no confiables. No hay manera de
usarlas, simplemente van por su cuenta. En el estado de vigilia, o de conciencia relativa, hasta cierto punto
pueden servirnos de orientación. Se pueden comparar sus resultados, verificarlos, enderezarlos; y a pesar de
que pueden crear muchas ilusiones, en nuestro estado ordinario aún no tenemos otra cosa y debemos hacer
con ellas lo que podamos. Si nos diéramos cuenta de las falsas observaciones, de las falsas teorías, de las
falsas deducciones y conclusiones hechas en este estado, deberíamos dejar de creer por completo en nosotros
mismos. Pero los hombres no se dan cuenta de cuán decepcionantes pueden ser sus observaciones y sus
teorías, y continúan creyendo en ellas. Es esto lo que impide a los hombres el observar los raros momentos en
que sus propias funciones se manifiestan en conexión con vislumbres del tercer estado de conciencia, es decir,
de conciencia de sí.

Todo esto quiere decir que cada una de las cuatro funciones se puede manifestar en cada uno de los tres
estados de conciencia. Pero los resultados son totalmente diferentes. Cuando aprendamos a observar estos
resultados y sus diferencias, comprenderemos la relación correcta entre las funciones y los estados de
conciencia.
Pero aún antes de considerar la diferencia en la función en relación con los estados de concien cia es
necesario comprender que la conciencia del hombre y las funciones del hombre son fenóme nos totalmente
diferentes, de naturaleza totalmente distinta, dependientes de causas diferentes, y que el uno puede existir sin
el otro. Las funciones pueden existir sin la conciencia y la conciencia puede existir sin las funciones.

9
SEGUNDA CONFERENCIA

Continuando con nuestro estudio del hombre, debemos hablar ahora en mayor detalle sobre los diferentes
estados de conciencia.
Como ya lo he dicho, el hombre tiene posibilidad de cuatro estados de conciencia: el sueño, la conciencia de
vigilia, la conciencia de sí, y la conciencia objetiva; pero el hombre vive sólo en dos: parte en el sueño y parte
en lo que es llamado estado de vigilia. Es como si poseyera una casa de cuatro pisos, pero viviera sólo en los
dos inferiores.
El primero, o el estado más bajo de conciencia, es el sueño. Este es un estado pasivo y puramente subjetivo.
El hombre está rodeado de sueños. Todas sus funciones psíquicas trabajan sin ninguna dirección. No hay
lógica, no hay secuencia, ni causa, ni resultado en los sueños. Puramente imágenes subjetivas -ya sean
reflejos de experiencias anteriores o reflejos de percepciones vagas del momento, tales como sonidos que lle-
gan al hombre que duerme, sensaciones que vienen de su cuerpo, ligeros dolores, sensaciones de tensión
muscular- vuelan por su mente, dejando una muy pequeña huella en la memoria y más frecuentemente sin
dejar ningún rastro.
El segundo grado de conciencia llega cuando el hombre despierta. Este segundo estado, el estado en que
estamos ahora, es decir en el que trabajamos, hablamos, imaginamos que somos seres conscientes, y así
sucesivamente, lo llamamos a menudo conciencia despierta o conciencia lúcida, cuando en realidad debería
llamarse "sueño despierto" o "conciencia relativa". Explicaremos más adelante este término.
Aquí es necesario comprender que el primer estado de conciencia, esto es, el sueño, no desaparece cuando
llega el segundo, es decir, cuando el hombre despierta. El sueño continúa, con todos sus sueños e
impresiones, sólo se le agrega una actitud más crítica hacia las propias impresiones, pensamientos mejor
hilvanados, y acciones más disciplinadas. Y gracias a lo vivido de las impresiones sensoriales, a los deseos, y
a los sentimientos, especialmente el deseo de contradicción o de imposibilidad cuya ausencia es total en el
sueño, los sueños se vuelven invisibles, exactamente como las estrellas y la luna se vuelven invisibles con el
resplandor del sol. Pero están todos allí, y a menudo influyen en todos nuestros pensamientos, sentimientos y
acciones, algunas veces incluso más que la percepción real del momento.
Al respecto debo decir de inmediato que no me refiero a lo que en la psicología moderna se llama "el
subconsciente" o "la mente subconsciente". Estas son simplemente expresiones erróneas, términos
equivocados, que no quieren decir nada y no se refieren a ningún hecho real. En nosotros no hay nada
permanentemente subconsciente, porque no hay nada permanentemente consciente y no hay "mente
subconsciente" por la sencilla razón de que no hay "mente consciente". Más adelante verán cómo se produjo
este error, y cómo apareció esta terminología equivocada que fue aceptada por doquier.
Pero volvamos a los estados de conciencia que existen en realidad. El primero es el sueño. El segundo es el
"sueño despierto" o "conciencia relativa”.
Como ya dije, el primero es un estado puramente subjetivo. El segundo es menos subjetivo;
el hombre ya distingue entre el "yo" y el "no yo", es decir, entre su cuerpo y los objetos que difieren de su
cuerpo, y puede, hasta cierto punto, orientarse entre ellos y conocer suposición y cualidades. Pero no se puede
decir que en este estado el hombre está despierto, porque está muy fuertemente influenciado por los sueños, y
de hecho vive más en sueños que en la realidad. Todos los absurdos y todas las contradicciones de la gente, y
de la vida humana en general, se pueden explicar cuando nos damos cuenta de que la gente vive en el sueño,
hace todo en el sueño, y no sabe que están dormidos.
Es útil el recordar que este es el significado interior de numerosas doctrinas antiguas. La que mejor
conocemos es el Cristianismo, o la enseñanza de los Evangelios, en la cual la idea de que los hombres viven
en el sueño y de que ante todo deben despertar es la base de todas las explicaciones de la vida humana,
aunque muy raramente se la entienda como debiera ser comprendida, en este caso literalmente.

Pero la pregunta es: ¿Cómo puede despertar un hombre?


La enseñanza de los Evangelios exige el despertar, pero no dice cómo despertar.
No obstante el estudio psicológico de la conciencia muestra que sólo cuando un hombre se da cuenta de que
está dormido, se puede decir que está en el camino del despertar. Jamás podrá des pertar si no se da cuenta
antes de su sueño.
Estos dos estados, sueño y sueño despierto, son los dos únicos estados de conciencia en que vive el
hombre. Además de ellos hay dos estados de conciencia posibles para el hombre, pero sólo le son accesibles
después de dura y prolongada lucha.
Estos dos estados superiores de conciencia se llaman "conciencia de sí" y "conciencia objetiva”.
Generalmente creemos que poseemos la conciencia de sí, es decir, que estamos conscientes de nosotros
mismos, o en todo caso que podemos ser conscientes de nosotros mismos en el momento que lo queramos;
pero en verdad "la conciencia de sí" es un estado que nos lo atribuimos sin ningún derecho. La "conciencia
objetiva" es un estado del cual no sabemos nada. La conciencia de sí es un estado en el cual el hombre llega a
ser objetivo para consigo mismo, y la conciencia objetiva es un estado en el cual entra en contacto con el
mundo real, u objetivo, del cual ahora está separado por los sentidos, sueños y estados subjetivos de
conciencia.

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Se puede hacer otra definición de los cuatro estados de conciencia desde el punto de vista de la posible
cognición de la verdad.
En el primer estado de conciencia, es decir, en el sueño, no podemos saber nada de la verdad. Inclusive si
nos llegan algunas percepciones o sentimientos reales, estos se mezclan con los sueños, y en el estado de
sueño no podemos distinguir entre los sueños y la realidad.
En el segundo estado de conciencia, es decir en el sueño despierto, sólo podemos conocer la verdad relativa,
y es de allí de donde viene el término "conciencia relativa".
En el tercer estado de conciencia, o sea en el estado de conciencia de sí, podemos conocer toda la verdad
sobre nosotros mismos.
En el cuarto estado de conciencia, es decir en el estado de conciencia objetiva, se supone que somos
capaces de conocer toda la verdad sobre todas las cosas; podemos estudiar "las cosas en si mismas", "el
mundo tal como es".
Esto está tan lejos de nosotros que ni siquiera podemos pensar sobre ello de manera apropiada, y debemos
tratar de comprender que hasta los vislumbres de conciencia objetiva sólo pueden lle gar en el estado
plenamente desarrollado de conciencia de sí.
En el estado de sueño podemos tener vislumbres de conciencia relativa. En el estado de conciencia relativa
podemos tener vislumbres de conciencia de sí. Pero si deseamos tener períodos más prolongados de
conciencia de sí y no meramente vislumbres, tenemos que comprender que éstos no pueden producirse por sí
mismos, necesitan acción voluntaria. Esto quiere decir que la frecuencia y la duración de los momentos de
conciencia de sí dependen del dominio que uno tenga sobre sí mismo. Quiere decir entonces que la conciencia
y la voluntad son casi una sola y misma cosa, o en cualquier caso aspectos de la misma cosa.
Debemos comprender ahora que el primer obstáculo en el camino del desarrollo de la conciencia de sí en el
hombre es su convicción de que ya la posee, o en cualquier caso, de que la puede tener en el momento en que
lo desee. Es muy difícil persuadir a un hombre de que no está consciente, ni de que tampoco puede ser
consciente a voluntad. Es particularmente muy difícil porque la naturaleza hace aquí una jugarreta muy
graciosa. Si se le pregunta a un hombre si está consciente, o si se le dice que no está consciente, contestará
que si lo está, y que es absurdo decir que no lo está, porque lo está oyendo y lo comprende.
Y tendrá toda la razón, aunque al mismo tiempo esté totalmente equivocado. Esta es la jugada que le hace la
naturaleza. Tendrá razón porque su pregunta o su observación lo habrá vuelto vagamente consciente por un
instante. Un momento después la conciencia desaparecerá. Pero recordará lo que usted le dijo y lo que él
contestó, y por supuesto considerará que está consciente.
En realidad el adquirir la conciencia de sí significa un prolongado y duro trabajo. ¿Cómo podría un hombre
estar de acuerdo con trabajar así, si cree que ya posee exactamente lo que se le pro mete como resultado de
un prolongado y duro trabajo? Naturalmente, un hombre no comenzará este trabajo ni lo considerará necesario,
hasta que no llegue a estar convencido de que no posee ni conciencia de sí ni todo lo que esté relacionado con
ella, es decir, la unidad o individualidad, el "Yo" permanente y la voluntad.
Esto nos trae al asunto de las escuelas, ya que es sólo en escuelas especiales donde se puede dar el
desarrollo de la conciencia de sí, de la unidad, del "Yo" permanente y de la voluntad. Esto debe ser
comprendido claramente. Los hombres, al nivel de la conciencia relativa, no pueden encontrar por sí mismos
estos métodos; y estos métodos no se pueden describir en libros ni enseñar en escuelas ordinarias, por la
sencilla razón de que son diferentes para cada persona y no hay un método universal que sea igualmente
aplicable a todos.
En otras palabras, esto quiere decir que quienes quieran cambiar su estado de conciencia necesitan una
escuela. Pero antes deben darse cuenta de su necesidad. Mientras crean que pueden hacer algo por sí
mismos, no serán capaces de hacer uso de una escuela, aunque la encuentren. Las escue las existen sólo para
aquellos que necesitan una, y que saben que necesitan una.
La idea de escuelas -el estudio de las clases de escuelas que pueden existir, el estudio de los principios y
métodos de escuela- ocupa un lugar muy importante en el estudio de la psicología que está relacionada con la
idea de evolución; ya que sin una escuela no puede haber evolución. Uno no puede ni siquiera comenzar,
porque uno no sabe cómo comenzar; mucho menos continuar o alcanzar cualquier cosa.
Esto quiere decir que habiéndose desembarazado de la primera ilusión, la de que ya posee todo lo que uno
puede tener, hay que librarse de la segunda ilusión, la de que es posible obtener algo por uno mismo; ya que
por uno mismo no se puede conseguir nada.
Estas conferencias no son una escuela, ni siquiera el comienzo de una escuela. Una escuela requiere una
presión de trabajo mucho mayor. No obstante, a los que deseen escuchar puedo darles en estas conferencias
algunas ideas de cómo trabajan las escuelas, y de cómo se las puede encontrar.

He dado antes dos definiciones de psicología.


Primero dije que la psicología es el estudio de la posible evolución del hombre; y segundo, que la psicología
es el estudio de sí mismo.
Lo que quise decir es que sólo vale la pena estudiar la psicología que investiga la evolución del hombre, y
que la psicología que sólo se ocupa de una fase del hombre, sin saber nada acerca de sus otras fases,
obviamente no es completa, y no puede tener ningún valor, aun desde un punto de vista puramente científico,
es decir, desde el punto de vista de la experimentación y de la observación. Porque la fase actual, tal como la
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estudia la psicología ordinaria, no existe como algo separado, y consta de muchas subdivisiones que van de
fases inferiores a fases más altas. Más aún, el experimento mismo y la observación muestran que uno no
puede estudiar la psicología como se estudia cualquier otra ciencia que no está directamente conectada con
uno mismo. Uno debe comenzar el estudio de la psicología por uno mismo.
Si juntamos, primero, lo que podamos saber sobre la próxima fase en la evolución del hombre -es decir, qué
significará adquirir la conciencia, la unidad interior, un Yo permanente y la voluntad- y, segundo, cierto material
que podemos obtener por la observación de si -es decir, el darnos cuenta de que no tenemos muchos poderes
y facultades que nos arrogamos- llegaremos a una nueva dificultad en la comprensión del significado de la psi-
cología, y a la necesidad de una nueva definición.
Las dos definiciones que se han dado en la conferencia anterior no son suficientes, porque el hombre por sí
mismo no sabe qué evolución le es posible, no ve dónde se encuentra en la actualidad, y se atribuye rasgos
que pertenecen a fases superiores de la evolución. En efecto, no puede estudiarse a sí mismo siendo incapaz
de distinguir en sí mismo entre lo imaginario y lo real.

¿Qué es mentir?
Como se entiende en el lenguaje ordinario, mentir quiere decir distorsionar o en algunos ca sos esconder la
verdad, o lo que la gente cree que es la verdad. Esta mentira juega un papel muy im portante en la vida; pero
hay formas mucho peores de mentir, cuando la gente no sabe que miente. En la última conferencia dije que en
nuestro estado actual no podemos conocer la verdad, y que sólo podemos conocerla en el estado de concien-
cia objetiva. ¿Cómo podemos mentir entonces? Parecería que hubiera una contradicción en esto; pero en
realidad no la hay. No podemos conocer la verdad, pero podemos pretender que la conocemos. Y esto es
mentir: La mentira llena toda nuestra vida. La gente pretende que sabe toda clase de cosas: sobre Dios, sobre
la vida futura, sobre el universo, sobre el origen del hombre, sobre la evolución, sobre todas las cosas; pero en
realidad no sabe nada, ni siquiera sobre sí misma. Y cada vez que habla sobre algo que no sabe como si lo su-
piera, miente. Por lo tanto el estudio de la mentira llega a ser de capital importancia en la psicología.
Esto nos puede llevar a la tercera definición de la psicología, que es: el estudio de la mentira.
La psicología se interesa particularmente en las mentiras que el hombre dice y piensa sobre sí mismo. Estas
mentiras hacen muy difícil el estudio del hombre. El hombre, tal cual es, no es un artículo auténtico. Es la
imitación de algo, y hasta una muy mala imitación.
Imagínense a un científico de un remoto planeta que reciba de la tierra muestras de flores artificiales, sin
saber nada de las flores verdaderas. Le será extremadamente difícil el definirlas -explicar su forma, su color, el
material del que están hechas, es decir, alambre, algodón, y papel coloreado- y el clasificarlas en cualquier
forma.
La psicología se encuentra en una posición muy similar en relación con el hombre. Tiene que estudiar a un
hombre artificial, sin conocer al hombre real.
Ciertamente, no es fácil estudiar a un ser como el hombre, cuando él mismo no sabe lo que es real ni lo que
es imaginario en él. Por esta razón la psicología tiene que comenzar por separar lo que es real de lo que es
imaginario en el hombre.
Es imposible estudiar al hombre como un todo, porque el hombre está dividido en dos partes: una que, en
algunos casos, puede ser casi toda real, y la otra parte que, en algunos casos, puede ser casi totalmente
imaginaria. En la mayoría de los hombres corrientes estas dos partes están entremezcladas, y no se pueden
distinguir fácilmente, aunque ambas estén allí, y ambas tengan su propio significado y efecto.
En el sistema que estamos estudiando, estas dos partes son llamadas esencia y personalidad.
La esencia es lo innato en el hombre.
La personalidad es lo adquirido. La esencia es lo que le es propio. La personalidad es lo que no le pertenece.
La esencia no se puede perder, no se le puede cambiar o dañar tan fácilmente como a la personalidad. La
personalidad puede ser cambiada casi completamente con el cambio de las circunstancias; se puede perder o
dañar fácilmente.
Si trato de describir lo que es la esencia, debo decir, ante todo, que es la base de la constitución física y
mental del hombre. Por ejemplo, un hombre es por naturaleza lo que se llama un buen marinero, otro no lo es;
uno tiene oído musical, otro no lo tiene; uno tiene capacidad para idiomas, otro no. Esta es la esencia.
La personalidad es todo lo que se ha aprendido de una u otra manera; en lenguaje ordinario, "consciente" o
"inconscientemente". En la mayoría de los casos "inconscientemente" significa por imitación, lo que, en efecto,
desempeña un papel muy importante en el desarrollo de la personalidad. Aun en las funciones instintivas, las
que naturalmente deberían estar libres de personalidad, hay generalmente muchos así llamados "gustos
adquiridos", es decir toda clase de gustos y aversiones artificiales, todos adquiridos por imitación e
imaginación. Estos gustos y aversiones artificiales desempeñan un papel muy importante y desastro so en la
vida del hombre. Por naturaleza, al hombre le debería gustar lo que es bueno para él y tener aversión a lo que
es malo para él. Pero esto es así sólo mientras la esencia domina a la perso nalidad, como debería hacerlo; en
otras palabras, cuando un hombre es sano y normal. Cuando la personalidad comienza a dominar a la esencia,
y cuando el hombre se vuelve menos sano, comienza a gustarle lo que es malo para él y a disgustarle lo que le
es bueno.
Esto está relacionado con la causa principal de lo que puede estar mal en las relaciones mutuas entre la
esencia y la personalidad.
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Normalmente, la esencia debe dominar a la personalidad. En ese caso la personalidad puede ser
verdaderamente útil. Pero si la personalidad domina a la esencia, esto acarrea pésimos resultados.
Se debe comprender que la personalidad es también necesaria para el hombre; no podemos vivir sin la
personalidad y sólo con la esencia. Pero la esencia y la personalidad deben crecer parale lamente, y la una no
debe desarrollarse más que la otra.
Entre personas sin cultura pueden ocurrir casos en que la esencia se desarrolla más que la personalidad. Los
así llamados hombres simples pueden ser muy buenos, y aun hasta hábiles, pero son incapaces de
desarrollarse de la misma manera que otros con personalidad más desarrollada.
Entre la gente más culta, a menudo se encuentran casos en que la personalidad está más desarrollada que la
esencia y en tales casos la esencia permanece en un estado a medio crecer o a medio desarrollo.
Esto significa que con un rápido y temprano desarrollo de la personalidad, el crecimiento de la esencia
prácticamente se puede detener en una muy temprana edad y vemos como resultado a hombres y mujeres de
apariencia adulta, pero cuya esencia permanece en la edad de diez o doce años.
En la vida moderna hay muchas condiciones que favorecen enormemente este subdesarrollo de la esencia.
Por ejemplo, la afición por el deporte, especialmente por la competencia deportiva, puede detener muy
efectivamente el desarrollo de la esencia y algunas veces a tan temprana edad que ya nunca se puede
recuperar totalmente.
Esto nos muestra que no se puede considerar a la esencia como conectada solamente con la constitución
física, en el sentido simple de esta idea. Con el fin de explicar más claramente lo que quiere decir la esencia,
debo regresar una vez más al estudio de las funciones.

En la última conferencia dije que el estudio del hombre comienza con el estudio de cuatro funciones:
intelectual, emocional, motriz e instintiva. Según la psicología ordinaria y según el pensamiento ordinario,
sabemos que las funciones intelectuales, pensamientos, etc., son controlados o producidos por cierto centro
que le llamamos "mente" o "intelecto" o "cerebro". Y esto es muy justo. Sin embargo, para ser totalmente
justos, tenemos que comprender que cada una de las otras funciones son también controladas por su propia
mente o centro. Por lo tanto, desde el punto de vista de esta enseñanza, hay cuatro mentes o centros que
controlan nuestras acciones ordinarias: mente o centro intelectual, centro emocional, centro motor y centro
instintivo. En lo sucesivo, al referirnos a ellos, los llamaremos siempre centros. Cada centro es totalmente
independiente de los demás, tiene su propia esfera de acción, sus propios poderes y sus propias formas de
desarrollo.
Los centros, es decir, su estructura, sus capacidades, sus lados fuertes, y sus defectos le pertenecen a la
esencia. Su contenido, es decir, todo lo que cada centro adquiere, le pertenece a la personalidad. Más adelante
explicaremos el contenido de los centros.
Como ya lo he dicho, la personalidad es tan necesaria para el desarrollo del hombre como lo es la esencia,
sólo que tiene que estar en el sitio que le corresponde. Esto es casi imposible, porque la personalidad está
llena de ideas equivocadas sobre sí misma. No quiere ocupar el sitio que le corresponde, porque el sitio que le
corresponde es secundario y subordinado; y no quiere conocer la verdad sobre sí misma, porque conocerla
querrá decir abandonar su falsa posición dominante, y ocupar la posición inferior que en realidad le pertenece.
El estado actual de falta de armonía del hombre está determinado por las equivocadas posiciones relativas de
la esencia y de la personalidad. Y el único camino para salir de este estado de desarmonía es el conocimiento
de sí mismo.
Conocerse a sí mismo... Este fue el primer principio y la primera demanda de las antiguas escuelas de
psicología. Todavía recordamos las palabras, pero hemos perdido su significado. Nosotros creemos que el
conocernos a nosotros mismos quiere decir conocer nuestras peculiaridades, nuestros deseos, nuestros
gustos, nuestras capacidades y nuestras intenciones, cuando en realidad lo que quiere decir es conocernos a
nosotros mismos como máquinas, es decir, conocer la estructura de la propia máquina, sus partes, la función
de las diferentes partes, las condiciones que rigen su trabajo, y así sucesivamente. En forma general nos
damos cuenta de que no podemos conocer ninguna máquina sin estudiarla. Debemos recordarlo cuando se
trata de nosotros mismos y tenemos que estudiar nuestras propias máquinas como máquinas. El medio para
este estudio es la observación de sí mismo. No hay otra manera y nadie puede hacer este trabajo por nosotros.
Tenemos que hacerlo nosotros mismos. Pero antes de ello, tenemos que aprender cómo observar. Quiero
decir, tenemos que comprender el lado técnico de la observación: debemos saber que es necesario observar
diferentes funciones y distinguir una de otra, recordando, al mismo tiempo; acerca de los diferentes estados de
conciencia, acerca de nuestro sueño y acerca de los numerosos “yoes" que hay en nosotros.

Tales observaciones darán muy pronto resultados. Lo primero que notará un hombre es que no puede
observar imparcialmente todo lo que encuentra en sí mismo. Algunas cosas le pueden agradar, otras le
fastidiarán, lo irritarán, hasta lo horrorizarán. Y no puede ser de otro modo. El hombre no se puede estudiar a sí
mismo como a una estrella remota o como a un fósil raro. Naturalmente, le agradará en él lo que favorece su
desarrollo y le desagradará lo que hace su desarrollo más difícil, o hasta imposible. Esto quiere decir que
inmediatamente después de empezar a observarse a sí mismo, comenzará a distinguir rasgos útiles y rasgos
dañinos en sí mismo, es decir, útiles o dañinos desde el punto de vista del posible conocimiento de sí, de su
posible despertar, de su posible desarrollo. Verá en él lo que puede llegar a ser consciente y lo que no puede
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llegar a ser consciente y tiene que ser eliminado. Al observarse a sí mismo, debe recordar siempre que el
estudio de sí es el primer paso hacia su posible evolución.
Debemos ver ahora cuáles son aquellos rasgos dañinos que el hombre encuentra en sí mismo.
En términos generales, todas son manifestaciones mecánicas. La primera, como ya se ha dicho, es mentir. La
mentira es inevitable en la vida mecánica. Nadie puede escaparse de ella, y cuanto más uno cree que está libre
de la mentira tanto más está uno en ella. Tal cual es la vida no podría existir sin la mentira. Pero desde el punto
de vista psicológico, la mentira tiene otro significado. Quiere decir hablar sobre cosas que uno no conoce, y que
inclusive no puede conocer, como si uno las conociese y como si las pudiese conocer.
Ustedes deben comprender que no estoy hablando desde ningún punto de vista moral. No hemos llegado aún
a la cuestión de lo que es bueno y de lo que es malo por sí. Hablo sólo desde un pun to de vista práctico, de lo
que es útil y de lo que es dañino para el estudio de sí y para el desarrollo de sí.
Comenzando de esta manera, el hombre aprende muy pronto a descubrir señales por las que puede conocer
en sí mismo las manifestaciones dañinas. Descubre que cuanto más puede controlar una manifestación, tanto
menos dañina puede ser, y que cuanto menos pueda controlarla, es decir, cuanto más mecánica sea, tanto
más dañina puede llegar a ser.
Cuando el hombre comprende esto llega a tener miedo de mentir, repito, no por causas morales sino porque
no puede controlar su mentira, y porque la mentira lo controla a él, es decir, a sus otras funciones.
El segundo rasgo peligroso que encuentra en sí mismo es la imaginación. Inmediatamente después de
comenzar la observación de sí llega a la conclusión de que el obstáculo principal para la observación es la
imaginación. Quiere observar algo, pero en vez de ello, comienza en él la imaginación sobre ese algo, y se
olvida de la observación. Muy pronto se da cuenta de que la gente le da a la palabra "imaginación" un
significado totalmente artificial y totalmente inmerecido, en el sentido de facultad creativa o selectiva. Se da
cuenta de que la imaginación es una facultad destructiva, que él nunca puede controlar, y que siempre lo
arrastra lejos de sus decisiones más conscientes en una dirección que no tenía intención de seguir. La
imaginación es casi tan mala como la mentira; es, de hecho, mentirse a sí mismo. El hombre co mienza a
imaginar algo para darse un placer, y muy pronto comienza a creer en lo que imagina, o al menos en parte de
ello.
Además, o quizá aun antes, uno encuentra muchos efectos muy peligrosos en la expresión de las emociones
negativas. El término "emociones negativas" expresa todas las emociones de violencia o depresión: compasión
de sí mismo, cólera, suspicacia, miedo, fastidio, aburrimiento, desconfianza, celos, etc. Ordinariamente uno
acepta la expresión de estas emociones negativas como algo muy natural y hasta necesario. Muy a menu do la
gente la llama "sinceridad". Por supuesto no tiene nada que ver con sinceridad; es simplemente un signo de
debilidad en el hombre, un signo de mal genio y de incapacidad de guardar para sí los motivos de queja. El
hombre se da cuenta de esto cuando trata de oponérseles. Y al hacerlo aprende otra lección. Se da cuenta de
que a las manifestaciones mecánicas no basta con observarlas, es necesario resistirse a ellas, porque si no se
les resiste uno no puede observarlas. Aparecen en forma tan rápida, tan habitual, y tan imperceptiblemente,
que es imposible notarlas si no se hacen esfuerzos suficientes para crearles obstáculos.
Luego de la expresión de emociones negativas uno nota en sí mismo o en otras personas otro curioso rasgo
mecánico. Es el hablar. No hay nada dañino en el hecho mismo de hablar. Pero en algunas personas,
especialmente en aquellas que lo notan menos, es en realidad un vicio. Hablan todo el tiempo, donde quiera
que estén, mientras trabajan, mientras viajan, y hasta mientras duermen. Nunca dejan de hablarle a alguien, si
hay alguien con quien hablar, y si no hay nadie se hablan a sí mismos.
Esto, también, no sólo debe ser observado sino resistido tanto como sea posible. Uno no pue de observar
nada si no controla su hablar, y todos los resultados de las observaciones se evaporarán de inmediato al
hablar.
Las dificultades que tiene para observar estas cuatro manifestaciones, mentir, imaginar, la expresión de
emociones negativas y el hablar innecesario, le demuestran al hombre su total mecanicidad y la imposibilidad
que tiene hasta de luchar contra esta mecanicidad si no cuenta con ayuda, es decir, sin un nuevo conocimiento
y sin una ayuda directa. Porque aun si un hombre ha recibido cierto material, se olvida de usarlo, se olvida de
observarse a sí mismo; en otras palabras, vuelve a caer en el sueño y debe ser despertado siempre.
Esta "caída en el sueño" tiene ciertas características propias definidas, desconocidas en la psicología
ordinaria. Estas características requieren un estudio especial.
Hay dos. La primera se llama identificación.
"Identificarse" o "la identificación" es un curioso estado en el cual el hombre pasa más de la mitad de su vida.
Se "identifica" con todo: con lo que dice, con lo que siente, con lo que cree, con lo que no cree, con lo que
desea, con lo que no desea, con lo que le atrae, con lo que le repele. Todo lo absorbe, y no puede separarse a
sí mismo de la idea, del sentimiento o del objeto que lo absorbe. Esto quiere decir que en el estado de
identificación, el hombre es incapaz de ver imparcialmente el objeto de su identificación. Es difícil encontrar una
cosa, por pequeña que sea, con la cual el hombre no se pueda “identificar”. Al mismo tiempo, en estado de
identificación, el hombre tiene aun menos control sobre sus reacciones mecánicas que en cualquier otro
momento. Manifestaciones tales como el mentir, el imaginar, la expresión de emo ciones negativas, y el hablar
constante, necesitan de la identificación. No pueden existir sin la identificación. Si el hombre pudiera liberarse
de la identificación, se liberaría de muchas manifestaciones inútiles y tontas.

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En la Philokalia, que fue mencionada en la primera conferencia, está admirablemente bien descrita la
identificación, su significado, sus causas y sus efectos. Pero en la psicología moderna no se puede encontrar ni
rastro de esta comprensión. Es un "descubrimiento psicológico" completamente olvidado.
El segundo factor productor de sueño, emparentado con la identificación, es la consideración. En realidad
"considerar" es identificarse con las personas. Es un estado en el cual el hombre se preocupa constantemente
acerca de lo que otras personas piensan de él; si lo tratan como se merece, si lo admiran suficientemente, etc.,
etc. El "considerar" desempeña un papel muy importante en la vida de todo el mundo, pero en algunas perso-
nas se convierte en una obsesión. Todas sus vidas están repletas de consideración; es decir, de preocupación,
de duda, y de sospecha, y no queda lugar para nada más.
El mito del "complejo de inferioridad" y otros "complejos" se ha creado por los fenómenos vagamente
percibidos pero no comprendidos de la "identificación" y de la "consideración".
Tanto la "identificación" como la "consideración" deben ser estudiadas muy seriamente. Sólo el conocimiento
cabal de ambas puede disminuirlas. Si uno no puede verlas en sí mismo, puede verlas fácilmente en otras
personas. Pero se debe recordar que uno no difiere en forma alguna de los demás. En este sentido todas las
personas son iguales.
Regresando a lo que se dijo antes, debemos tratar de comprender más claramente cómo debe comenzar el
desarrollo del hombre, y de qué manera el estudio de sí mismo puede ayudar en este comienzo.
Desde el primer instante encontramos una dificultad en nuestro lenguaje. Por ejemplo, queremos hablar de un
hombre desde el punto de vista de la evolución. Pero la palabra "hombre" en el lenguaje ordinario no admite
ninguna variación o gradación. El hombre que nunca es consciente y que ni siquiera lo sospecha, el hombre
que está luchando para llegar a ser consciente, el hombre que es plenamente consciente: todo es lo mismo en
nuestro lenguaje. En todos los casos es siempre el "hombre". Con el fin de obviar esta dificultad y para ayudar
al estudiante a clasificar sus nuevas ideas, esta enseñanza divide al hombre en siete categorías.
Las tres primeras categorías están prácticamente en el mismo nivel.
El hombre N° 1, un hombre en el cual los centros motor e instintivo predominan sobre el intelectual y el
emocional, es decir, el hombre físico.
El hombre N° 2, un hombre en el cual el centro emocional predomina sobre el intelectual, el motor y el
instintivo. El hombre emocional.
El hombre N° 3, un hombre en el cual el centro intelectual predomina sobre el emocional, el motor y el
instintivo.
El hombre intelectual.
En la vida ordinaria encontramos sólo estas tres categorías de hombre. Cada uno de nosotros y todos los que
conocemos, es un hombre N° 1, N° 2 o N° 3. Hay categorías superiores de hombres, pero los hombres no
nacen perteneciendo ya a estas categorías superiores. Todos nacen N° 1, 2 ó 3, y alcanzan categorías
superiores sólo pasando a través de escuelas.
El hombre N° 4 no nace como tal. Es el producto de una cultura de escuela. Difiere de los hombres N° 1, 2 y 3
por el conocimiento de sí mismo, por la comprensión de su posición y, como podríamos expresarlo
técnicamente, por haber adquirido un centro de gravedad permanente. Esto último quiere decir que la idea de
adquirir la unidad, la conciencia, un "Yo" permanente, y la voluntad -es decir, la idea de su desarrollo- ha
llegado a ser para él más importante que sus otros intereses.
Debemos agregar a las características del hombre N° 4, que sus funciones y sus centros es tán mejor
equilibrados, de una manera tal que no podría equilibrarlos sin trabajar sobre sí mismo, de acuerdo con los
principios y métodos de una escuela.
El hombre N° 5 es un hombre que ha adquirido la unidad y la conciencia de sí. Es diferente del hombre
ordinario, porque en él ya trabaja uno de los centros superiores, y tiene muchas funciones y poderes que un
hombre ordinario, es decir, un hombre N° 1, 2 ó 3 no tiene.
El hombre N° 6 es un hombre que ha adquirido la conciencia objetiva. Otro centro superior trabaja en él.
Posee muchas más nuevas facultades y poderes, más allá de la comprensión del hombre ordinario.
El hombre N° 7 es un hombre que ha alcanzado todo lo que un hombre puede alcanzar. Tiene un "Yo"
permanente y una voluntad libre. Puede controlar todos los estados de conciencia en sí mismo y ya no puede
perder nada de lo que ha adquirido. De acuerdo con otra descripción, él es inmortal dentro de los límites del
sistema solar.
La comprensión de esta división del hombre en siete categorías es muy importante, ya que la división tiene
muchísimas aplicaciones en todas las formas posibles de estudio de la actividad humana. En manos de
aquellos que la comprenden es una herramienta o instrumento muy fuerte y muy fino para la definición de
manifestaciones que, sin ella, son imposibles de definir. Tomen, por ejemplo, los conceptos generales de
religión, de arte, de ciencia y de filosofía. Comenzando por la religión, podemos ver de inmediato que debe
haber una religión del hombre N° 1, esto es todas las formas de fetichismo, no importa como se les llame; una
religión del hombre N° 2, es decir una religión emocional, sentimental, que llega algunas veces hasta el
fanatismo, hasta las formas más crudas de la intolerancia, hasta la persecución de los herejes, y así
sucesivamente; una religión del hombre N° 3, esto es, una religión teórica, escolástica, llena de argumentos
sobre las palabras, las formas, los ritos, lo que viene a ser más importante que cualquier otra cosa; una religión
del hombre N° 4, esto es, la religión del hombre que trabaja en el desarrollo de sí; una religión del hombre N° S,
esto es la religión del hombre que ha alcanzado la unidad y puede ver y saber muchas cosas que los hombres
15
N° 1, 2 y 3, no pueden ver ni conocer; luego una religión del hombre N° 6 y una religión del hombre N° 7, sobre
ninguna de las cuales podemos saber nada.
La misma división se aplica al arte, a la ciencia y a la filosofía. Debe haber un arte del hombre N° 1, un arte
del hombre N° 2 y un arte del hombre N° 3; una ciencia del hombre N° 1, una ciencia del hombre N° 2, una
ciencia del hombre N° 3, una ciencia del hombre N° 4, y así sucesivamente. Ustedes deben tratar de encontrar
ejemplos por su propia cuenta.
Esta expansión de conceptos aumenta enormemente nuestra posibilidad de encontrar soluciones adecuadas
a muchos de nuestros problemas.
Esto significa que la enseñanza nos da la posibilidad de estudiar un nuevo lenguaje, es decir, nuevo para
nosotros, que nos permitirá conectar ideas de categorías diferentes que en realidad están ligadas, y separará
ideas, aparentemente de la misma categoría, que en realidad son diferentes. La división de la palabra "hombre"
en siete palabras -hombre N° 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7, con todo lo que de esto se desprende- es un ejemplo de este
nuevo lenguaje.
Tenemos entonces una cuarta definición de la psicología como el estudio de un nuevo lenguaje. Y este nuevo
lenguaje es un lenguaje universal, que la gente a veces trata de encontrar o de inventar.
La expresión "un lenguaje universal" ó "lenguaje filosófico" no debe ser tomada en sentido metafórico. El
lenguaje es universal en el mismo sentido que los símbolos matemáticos son universales. Y además contiene
en sí mismo todo lo que la gente pueda pensar de ello. Hasta las pocas pala bras que se han explicado de este
lenguaje dan la posibilidad de pensar y de hablar con mayor precisión de la que es posible en el lenguaje
ordinario que usa cualquiera de las terminologías y nomenclaturas científicas o filosóficas existentes.

16
TERCERA CONFERENCIA

La idea de que el hombre es una máquina no es nueva. En realidad es el único punto de vista científico que
es posible; un punto de vista basado en el experimento y en la observación. En la segunda parte del siglo
diecinueve, la así llamada "psico-fisiología" daba una muy buena definición de la mecanicidad del hombre. Se
le consideraba al hombre incapaz de cualquier movimiento si no recibía impresiones externas. Los científicos
de aquel tiempo sostenían que si fuera posible privar al hombre, desde su nacimiento, de todas las impresiones
exteriores e interiores, manteniéndolo al mismo tiempo vivo, éste sería incapaz de hacer el más pequeño
movimiento.
Por supuesto, tal experimento es imposible aun con un animal, porque el proceso de mantener la vida
-respirar, comer, etc.- produciría toda clase de impresiones que iniciarían primero diferentes movimientos
reflejos, y luego despertarían el centro motor.
Pero la idea es interesante, porque muestra claramente que la actividad de la máquina depende de
impresiones externas, y comienza con respuestas a estas impresiones.
En la máquina cada centro está perfectamente ajustado para que cada cual reciba sus propias calidades de
impresiones y para responder a ellas de la manera que corresponda. Y cuando los cen tros trabajan
correctamente es posible calcular el trabajo de la máquina y se puede prever y predecir en ella muchas
respuestas y acontecimientos futuros. También se les puede estudiar y hasta dirigir.
Pero lamentablemente, incluso en lo que se considera un hombre sano y normal, los centros rara vez trabajan
como deberían.
La causa de esto es que los centros están hechos de tal manera que, en cierto modo, se puedan reemplazar
mutuamente. Es indudable que en el plan original de la naturaleza el propósito de esto era asegurar la
continuidad en el trabajo de los centros y crear una protección contra posibles in terrupciones en el trabajo de la
máquina, ya que en algunos casos una interrupción podría ser fatal.
Pero en máquinas indisciplinadas y subdesarrolladas, tal como las nuestras, la capacidad de los centros para
trabajar uno en lugar del otro llega a ser excesiva y, como resultado, sólo muy raramente la máquina funciona
con cada centro haciendo el trabajo que le es propio. Casi a cada minuto uno u otro centro abandona su propio
trabajo y trata de hacer el trabajo de otro centro, el cual, a su vez, intenta realizar el de un tercero.
Como ya lo he dicho, los centros pueden reemplazarse mutuamente hasta cierto punto, pero no totalmente, y
en tales casos inevitablemente trabajan de manera mucho menos eficaz. Por ejemplo, el centro motor puede,
hasta cierto punto, imitar el trabajo del centro intelectual, pero sólo producirá pensamientos muy vagos y
deshilvanados, como por ejemplo en los sueños y ensueños. Por su parte, el centro intelectual puede trabajar
en vez del centro motor. Traten de escribir, por ejemplo, pensando en cada una de las letras y en cómo las van
a escribir. Pueden intentar experimentos análogos, tratando de utilizar su mente para hacer algo que sus
manos o sus piernas pueden realizar sin ella: por ejemplo, bajar una escalera observando cada movimiento, o
hacer un movimiento habitual con las manos calculando y preparando cada pequeño movimiento con la mente.
Verán de inmediato cuánto más difícil se hace el trabajo, y hasta qué punto el centro intelectual es más lento y
más torpe que el centro motor. Ustedes pueden constatar esto también cuando aprenden algún nuevo mo-
vimiento -supongan que aprenden a escribir a máquina o a desempeñar cualquier trabajo físico nuevo- o tomen
como ejemplo a un soldado que se ejercita con su fusil. Por algún tiempo todos sus movimientos dependerán
del centro intelectual, y sólo después de algún tiempo comenzarán a pasar al centro motor.
Todos conocemos el alivio que se experimenta cuando los movimientos se vuelven habituales, cuando los
ajustes se hacen automáticamente, y cuando ya no hay necesidad de pensar ni de calcular cada movimiento
todo el tiempo. Esto quiere decir que el movimiento ha pasado al centro motor, al que pertenece normalmente.
. El centro instintivo puede trabajar por el centro emocional y, ocasionalmente, el emocional puede trabajar
por todos los otros centros. En algunos casos el centro intelectual tiene que trabajar en vez del centro instintivo,
aunque sólo puede hacer una. pequeña parte de su trabajo, la parte conectada con los movimientos visibles, tal
como el movimiento del pecho mientras se respira. Es muy peligroso interferir con las funciones normales del
centro instintivo, como por ejemplo haciendo la respiración artificial, la cual a veces es descrita como la
respiración de los yoguis. Esta nunca se debe realizar sin el consejo y la observación de un maes tro
competente y experimentado.

Volviendo al mal trabajo de los centros, debo decir que prácticamente colma toda nuestra vida. Nuestras
impresiones opacas, nuestras impresiones vagas, nuestra falta de impresiones, nuestra lenta comprensión de
muchas cosas, muy a menudo nuestra identificación y nuestra consideración, aun nuestro mentir, todo esto
depende del mal trabajo de los centros.
La idea del mal trabajo de los centros no entra en nuestro pensar ni en nuestro conocimiento ordinario, y no
nos damos cuenta de cuánto nos perjudica, cuánta energía consumimos innecesariamente de esta manera, ni
de las dificultades que nos crea este mal trabajo de los centros.
La insuficiente comprensión del mal trabajo de nuestra máquina está habitualmente ligada a la falsa noción
que tenemos de nuestra unidad. Cuando comprendemos cuan divididos estamos en nosotros mismos,
comenzamos a damos cuenta del peligro que existe cuando una parte de nosotros trabaja en lugar de otra, sin
que lo sepamos.

17
En el camino del estudio de sí mismo y de la observación de sí mismo es necesario estudiar y observar no
sólo el buen trabajo sino también el mal trabajo de los centros. Es necesario conocer todas las clases del mal
trabajo y los rasgos particulares del mal trabajo de determinados individuos. Es imposible el conocerse a sí
mismo sin conocer los propios defectos y los propios rasgos erróneos. Y además de los defectos generales que
tiene todo el mundo, cada uno de nosotros tiene sus propios defectos particulares que le pertenecen sólo a él,
y que también tienen que ser estudiados en el momento oportuno.
Como lo señalé al comienzo, la idea de que el hombre es una máquina puesta en movimiento por influencias
externas es real y verdaderamente una idea científica.
Lo que la ciencia no sabe es:

PRIMERO, que la máquina humana no trabaja a la altura de su capacidad, y en realidad trabaja muy por
debajo de su nivel normal; es decir no con todos sus poderes ni con todas sus partes; y
SEGUNDO, que a pesar de muchos obstáculos es capaz de desarrollar y de crear para sí misma muy
diferentes niveles de receptividad y de acción.

Hablaremos ahora de las condiciones necesarias para el desarrollo, porque se debe recordar que a pesar de
que es posible el desarrollo, al mismo tiempo es muy raro y requiere de muchas condiciones exteriores e
interiores.
¿Cuáles son estas condiciones?
La primera es que el hombre debe comprender su situación, sus dificultades y sus posibilidades, y debe tener
o bien un muy fuerte deseo de salir de su estado actual, o un interés muy grande por lo nuevo, por el estado
desconocido que debe venir con el cambio. En suma, o debe sentirse muy fuertemente repelido por su estado
actual, o muy fuertemente atraído por el estado futuro que se puede obtener.
Además, uno debe tener cierta preparación. Un hombre debe ser capaz de comprender lo que se le dice.
También debe estar en buenas condiciones exteriores; debe tener suficiente tiempo libre para estudiar y debe
vivir en un ambiente que haga posible este estudio.
Es imposible enumerar todas las condiciones que son necesarias. Pero incluyen, entre otras cosas, una
escuela. Y una escuela implica ciertas condiciones sociales y políticas en el país en que pueda existir, ya que
una escuela no puede existir en cualesquiera condiciones. Para su existencia son necesarias una vida más o
menos ordenada y cierto grado de cultura y de libertad personal. Nuestra época es particularmente difícil en
este sentido. Las escuelas en el Este están desapareciendo muy rápidamente. En muchos países son absolu-
tamente imposibles. Por ejemplo, no pueden existir escuelas en la Rusia Bolchevique, en la Alemania de Hitler,
en la Italia de Mussolini, o en la Turquía de Kemal.
Con referencia a este tema cité en El Nuevo Modelo del Universo algunos versículos de las Leyes de Manú.

De las reglas para un Snataka (amo o dueño de casa):


61. No debe vivir en un país gobernado por Sudras, ni en uno habitado por hombres impíos, ni en uno
conquistado por herejes, ni en uno en el que abunden hombres de castas más bajas.
79. No debe estar en compañía de parias, ni de Kandalas, los más bajos de los hombres, ni de Pukkasas, ni
de idiotas, ni de hombres arrogantes, ni de hombres de clase baja, ni de Antyavasayins (sepultureros).
Capítulo VIII.
22. Un reino poblado sobretodo por Sudras, lleno de hombres ateos y privado de habitantes dos veces
nacidos, muy pronto perecerá totalmente, atacado por el hambre y la enfermedad.

Estas ideas de las Leyes de Manú son muy interesantes, porque nos dan una base sobre la cual podemos
juzgar diferentes condiciones políticas y sociales desde el punto de vista del trabajo de escuela y distinguir qué
condiciones son realmente progresistas, y cuáles sólo acarrean la destrucción de los verdaderos valores, a
pesar de que sus adherentes pretendan que estas condiciones son progresistas y hasta lleguen a engañar a
gran cantidad de débiles mentales.
Pero las condiciones exteriores no dependen de nosotros. Hasta cierto punto, y algunas veces con mucha
dificultad, podemos escoger el país en que preferimos vivir, mas no podemos escoger la época o el siglo.
Tenemos que tratar de encontrar lo que queremos en el periodo en que hemos sido puestos por el destino.
De modo que tenemos que comprender que aun el comienzo de la preparación para el desarrollo necesita
una combinación de condiciones exteriores e interiores que sólo muy raramente se dan juntas.
Pero al mismo tiempo debemos comprender que, al menos en lo que a condiciones interiores concierne, el
hombre no está enteramente librado a la ley del accidente. Hay numerosas luces que han sido preparadas para
él por las cuales puede encontrar su camino, si le interesa y si es afortunado. Su posibilidad es tan pequeña
que no se puede excluir el elemento suerte.
Tratemos ahora de contestar a la pregunta de qué es lo que hace que un hombre quiera adquirir un nuevo
conocimiento y cambiarse a sí mismo.
El hombre vive la vida bajo dos clases de influencias. Esto debe ser muy bien comprendido y la diferencia
entre las dos clases de influencias debe ser muy clara.
La primera clase consiste en intereses y atracciones creados por la vida misma; intereses en la propia salud,
seguridad, fortuna, placeres, distracciones, seguridad, vanidad, orgullo, fama, etc.
18
La segunda consiste en intereses de otro orden, despertados por ideas que no son creadas en la vida sino
que provienen originalmente de escuelas. Estas influencias no alcanzan al hombre directamente. Son arrojadas
en el torbellino general de la vida, pasan a través de muchas mentes diferentes y llegan a un hombre por medio
de la filosofía, la ciencia; la religión y el arte, siempre mezcladas con influencias de la primera clase y por lo
general pareciéndose muy poco a lo que fueron en el principio.
En la mayoría de los casos los hombres no se dan cuenta del origen diferente de las influencias de la
segunda clase y a menudo las explican como si tuvieran el mismo origen que las de la primera clase.
Aunque el hombre desconozca que existen las dos clases de influencias, ambas influyen sobre él y de una
manera u otra él responde a ellas.
Puede estar más identificado con una o con varias influencias de la primera clase y no percibir en absoluto las
influencias de la segunda clase. También puede estar atraído y afectado por una u otra de las influencias de la
segunda clase. En cada caso el resultado es diferente.
Llamaremos a la primera clase influencia A, e influencia B a la segunda.
Si un hombre está completamente en poder de las influencias A, o de una influencia A en particular, y es
totalmente indiferente a la influencia B, no le pasa nada, y sus posibilidades de desarro llo disminuyen con cada
año de vida. A cierta edad, y a veces a muy temprana edad, desaparecen completamente. Esto quiere decir
que el hombre muere aunque físicamente permanezca todavía vivo, como el grano que no puede germinar y
producir una planta.
Pero si, por otro lado, un hombre no está completamente en poder de la influencia A, y si las influencias B lo
atraen y hacen que sienta y piense, los resultados de las impresiones que ellas le producen se acumulan,
atraen otras influencias de la misma clase y crecen, ocupando un lugar más importante en su mente y en su
vida.
Si los resultados producidos por la influencia B llegan a ser lo suficientemente fuertes, se fusionan y forman
en el hombre lo que se llama un centro magnético. En este caso debe comprenderse de inmediato que la
palabra "centro" no significa lo mismo que el "centro intelectual" o el "centro motor"; es decir, centros que
pertenecen a la esencia. El centro magnético pertenece a la personalidad; es simplemente un grupo de
intereses que cuando llegan a ser lo suficientemente fuertes sirven, hasta cierto punto, como un factor
orientador y controlador. El centro magnético canaliza nuestros intereses en cierta dirección y ayuda a mante-
nerlos allí. Al mismo tiempo, no puede hacer nada por sí mismo. Se necesita una escuela. El centro magnético
no puede reemplazar a una escuela, pero puede ayudar a darse cuenta de la necesidad de una escuela; puede
ayudará comenzar la búsqueda de una escuela, o si uno por casualidad encuentra una, el centro magnético
puede ayudar a reconocer la escuela y a tratar de no perderla. Porque no hay nada más fácil de perder que
una escuela.
Aunque no esté formulada, la primera exigencia de una escuela es poseer un centro magnético. Si un hombre
que no tiene centro magnético (o tiene un centro magnético pequeño o débil, o tiene varios centros magnéticos
contradictorios, es decir, que está interesado al mismo tiempo en muchas cosas incompatibles) encuentra una
escuela, no llega a interesarse en ella, la critica de inmediato sin saber nada, o su interés desaparece muy rá-
pidamente tan pronto surgen las primeras dificultades del trabajo de escuela. Esta es la principal salvaguardia
de una escuela. Sin ella, la escuela se llenaría de gente inadecuada, que de inmediato distorsionaría la
enseñanza de la escuela. El verdadero centro magnético no sólo ayuda a reconocer una escuela sino que
también es ayuda para absorber las enseñanzas de la escuela, que es diferente de ambas influencias, tanto A
como B, y podría llamarse influencia C.
La influencia C sólo puede ser transmitida verbalmente, por medio de la enseñanza directa, la explicación y la
demostración.
Cuando un hombre encuentra la influencia C y es capaz de absorberla se dice de él que en un punto de sí
mismo -es decir, en su centro magnético- se libera de la ley del accidente. Desde este momento el centro
magnético ya ha desempeñado su papel. Ha traído al hombre a una escuela o lo ha ayudado en sus primeros
pasos en ella. De aquí en adelante las ideas y la enseñanza de la escuela toman el lugar del centro magnético
y lentamente comienzan a penetrar en las diferentes partes de la personalidad y con el tiempo en la esencia.
En forma ordinaria, uno puede conocer muchas cosas sobre las escuelas, su organización y su actividad
leyendo y estudiando los períodos de la historia en que las escuelas eran más conspicuas y más accesibles.
Pero hay ciertas cosas sobre las escuelas que uno sólo puede aprender en las mismas escuelas. Y la
explicación de los principios y de las reglas de la escuela ocupa un lugar muy importante en su enseñanza.

Uno de los más importantes principios que uno aprende de esta manera es que el verdadero trabajo de la
escuela debe realizarse simultáneamente en tres líneas. Una línea de trabajo, o dos líneas de trabajo, no se
pueden llamar un verdadero "trabajo de escuela".
¿Cuáles son estas tres líneas?
En la primera conferencia dije que estas conferencias no son una escuela. Ahora podré explicar por qué no lo
son.
Una vez en una conferencia se hizo una pregunta: "¿Los que estudian esta enseñanza trabajan sólo para sí
mismos o lo hacen para otra gente? " Ahora contestaré también a esta pregunta.
La primera línea es el estudio de sí mismo y el estudio de la enseñanza, o del "lenguaje". Al trabajar en esta
línea, uno trabaja para sí mismo.
19
La segunda línea es el trabajo con otra gente que está en la escuela, y trabajando con ellos no sólo se trabaja
con ellos sino para ellos. De manera que en la segunda línea uno aprende a trabajar con la gente y para la
gente.
Es por esto que para algunas personas la segunda línea es particularmente difícil.
En la tercera línea, uno trabaja para la escuela. A fin de trabajar para la escuela, uno debe ante todo
comprender el trabajo de la escuela, comprender sus metas y sus necesidades. Esto requiere tiempo, a menos
que uno esté realmente bien preparado. En ese caso algunas personas hasta pueden comenzar por la tercera
línea, o en todo caso encontrarla muy fácilmente.
Cuando dije que estas conferencias no son una escuela quería decir que ellas sólo dan la po sibilidad de una
línea de trabajo; es decir, el estudio de la enseñanza y el estudio de sí. Es cierto que el mero hecho de estudiar
juntos hace que la gente estudie el comienzo de la segunda línea; por lo menos aprenden a soportarse unos a
otros, y si su pensamiento es lo suficientemente amplio y su percepción lo suficientemente rápida, hasta pue-
den atisbar algo de la segunda y de la tercera línea de trabajo. Sin embargo, uno no puede esperar mucho sólo
de estas conferencias.
En la segunda línea de trabajo, en una escuela completamente organizada, no sólo se debe hablar juntos,
sino trabajar juntos, y este trabajo puede ser muy diferente, pero, de una manera u otra, siempre debe ser útil a
la escuela. Esto significa que trabajando en la primera línea, se estudia la segunda línea, y trabajando en la
segunda, se estudia la tercera. Más tarde comprenderán por qué son necesarias tres líneas y por qué sólo con
tres líneas de trabajo se puede proseguir exitosamente y hacia una meta definida.
Incluso ahora se puede comprender la razón principal de la necesidad de las tres líneas de tra bajo si se tiene
en cuenta que el hombre está dormido y que muy pronto pierde interés por cualquier trabajo que emprenda y lo
continúa mecánicamente. Se necesitan tres líneas de trabajo, ante todo porque el trabajo en una línea
despierta a un hombre que se ha quedado dormido en la otra. Si se trabaja realmente en tres líneas, uno nunca
puede quedarse completamente dormido; en todo caso uno no puede dormir tan tranquilamente como an tes;
uno siempre se despertará y se dará cuenta de que su trabajo se ha detenido.
También puedo señalar una diferencia muy característica entre las tres líneas de trabajo.
En la primera línea, uno trabaja principalmente en el estudio de la enseñanza o el estudio de sí, y en la
observación de sí, y uno debe manifestar en su propio trabajo cierta cantidad de iniciativa en relación con uno
mismo.
En la segunda línea se trabaja en relación con cierto trabajo organizado y uno sólo debe hacer lo que se le
dice. En la segunda línea no se requiere, ni se admite, ninguna iniciativa y el punto más importante en ella es la
disciplina y el seguir exactamente lo que le es dicho, sin aportar ninguna de las ideas propias, aun si éstas
parecen ser mejores que las que han sido dadas.
En la tercera línea nuevamente uno puede manifestar más iniciativa, pero uno siempre tiene que verificarse a
sí mismo y no permitirse tomar decisiones contra las reglas y principios, o en contra de lo que se le ha dicho.
Dije antes que el trabajo comienza con el estudio del lenguaje. Será muy útil si a esta altura ustedes tratan de
darse cuenta de que ya conocen cierto número de palabras de este nuevo lenguaje, y será muy útil también si
tratan de contar estas nuevas palabras y hacer una lista de ellas. Pero deben ser escritas sin comentarios; es
decir, sin interpretaciones. Los comentarios y las interpretaciones o explicaciones deben estar en su com-
prensión. Ustedes no pueden escribirlos en papel. Si esto fuera posible, el estudio de las enseñanzas de
psicología sería muy sencillo. Bastaría con publicar una especie de diccionario o glosario y la gente sabría todo
lo que es necesario saber. Pero, por suerte o desgraciadamente, esto es imposible y los hombres tienen que
aprender y trabajar cada uno para sí.

Tenemos que regresar nuevamente a los centros y encontrar por qué no podemos desarrollarnos más
rápidamente sin que sea necesario un prolongado trabajo de escuela.
Sabemos que cuando aprendemos algo, acumulamos nuevo material en nuestra memoria. Pero, ¿qué es
nuestra memoria? Para comprenderlo tenemos que aprender a considerar cada centro como una máquina
separada e independiente, que está formada por una sustancia sensitiva similar a la masa de los rollos
fonográficos. Todo lo que nos pasa, todo lo que vemos, todo lo que oímos, todo lo que sentimos, todo lo que
aprendemos, se registra en estos rollos. Quiere decir que todos los acontecimientos exteriores e interiores
dejan ciertas "impresiones" en los rollos. "Impresiones" es una muy buena palabra porque en realidad es una
impresión o una impronta. Una impresión puede ser profunda, o puede ser muy leve, o puede ser simplemente
un impresión de soslayo que desaparece muy rápidamente y no deja ninguna huella.
Pero ya sean profundas o leves, son impresiones. Y estas impresiones en los rollos son todo lo que tenemos,
todas nuestras posesiones. Todo lo que sabemos, todo lo que hemos aprendido, todo lo que hemos
experimentado, todo está allí en nuestros rollos. Exactamente de la misma manera todos nuestros procesos
mentales, nuestros cálculos, nuestras especulaciones, consisten sólo en comparar las inscripciones en los
rollos, leyéndolas repetidas veces, tratando de comprenderlas al ponerlas juntas, y así sucesivamente. No
podemos pensar en nada nuevo, en nada que no esté en nuestros rollos. No podemos decir ni hacer nada que
no corresponda a alguna inscripción en los rollos. No podemos inventar un nuevo pensamiento de la misma
manera en que no podemos inventar un nuevo animal, porque todas nuestras ideas de animales son creadas
por nuestra observación de los animales existentes.

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Las inscripciones o impresiones en los rollos están conectadas por asociaciones. Las asociaciones conectan
impresiones que han sido percibidas simultáneamente o que de una u otra forma son similares.
En mi primera conferencia dije que la memoria depende de la conciencia y que en realidad sólo recordamos
los momentos en que tuvimos chispazos de conciencia. Es bien evidente que las impresiones diferentes y
simultáneas ligadas entre sí permanecerán por más tiempo en la memoria que las impresiones que no están
conectadas. En el chispazo de conciencia, o aun cerca de él, todas las impresiones del momento están ligadas
y permanecen conectadas en la memoria. Lo mismo se aplica a impresiones que están conectadas por su si-
militud interior. Si uno está más consciente en el momento de recibir impresiones, conecta más precisamente
las nuevas impresiones con viejas impresiones similares y permanecen conectadas en la memoria. Por otro
lado, si se reciben impresiones en estado de identificación, uno simplemente no las nota, y sus rastros
desaparecen antes de que puedan ser apreciadas o asociadas. En el estado de identificación uno no ve ni oye.
Está totalmente tomado por sus agravios, o por sus deseos, o por su imaginación. Uno no puede separarse a sí
mismo de las cosas, o de los sentimientos, o de los recuerdos, y uno está desconectado del mundo que lo
rodea.

21
CUARTA CONFERENCIA

Comenzaremos hoy con un examen más detallado de los centros. Este es el diagrama de los
cuatro centros:

Centro intelectual Cabeza

Centro emocional Parte media del cuerpo.


Pecho

Centros motor Parte inferior del


e instintivo tronco y espalda

El diagrama representa a un hombre de pie, de perfil, mirando hacia la izquierda, e indica la posición relativa
de los centros, de manera muy esquemática.
En realidad cada centro ocupa todo el cuerpo, y por así decirlo penetra todo el organismo. Al mismo tiempo,
cada centro tiene lo que se llama su "centro de gravedad". El centro de gravedad del centro intelectual está en
el cerebro; el centro de gravedad del centro emocional está en el plexo solar; los centros de gravedad de los
centros motor e instintivo están en la médula espinal.
Se debe comprender que en el estado actual del conocimiento científico no tenemos medios de verificar esta
aseveración; principalmente porque cada centro incluye en sí mismo muchas propiedades que aún son
desconocidas para la ciencia ordinaria y hasta para la anatomía. Parecerá extraño, pero el hecho es que la
anatomía del cuerpo humano está lejos de ser una ciencia completa.
Así que el estudio de los centros, que están escondidos de nosotros, debe comenzar por la observación de
sus funciones, que están muy abiertas a nuestra investigación.
Este es un método bastante usual. En diferentes ciencias -física, química, astronomía, fisiología- cuando no
podemos alcanzar los hechos, o los objetos, o las materias que deseamos estudiar, tenemos que comenzar por
la investigación de sus resultados o de sus huellas. En este caso nos ocuparemos de las funciones directas de
los centros; de manera que todo lo que establezcamos sobre las funciones se puede aplicar a los centros.
Todos los centros tienen mucho en común y, al mismo tiempo, cada centro tiene sus propias ca racterísticas
peculiares que siempre se deben tener presentes.
Uno de los principios más importantes que se debe comprender en relación con los centros es la gran
diferencia en sus velocidades, es decir, una diferencia en las velocidades de sus funciones.
El más lento es el centro intelectual. Luego -aunque mucho más rápidos- vienen los centros motor e instintivo,
que tienen más o menos la misma velocidad. El más rápido de todos es el centro emocional, aun cuando en el
estado de "sueño despierto" muy raramente trabaje con nada que se aproxime a su verdadera velocidad, y por
lo general trabaja a la velocidad de los centros instintivo y motor.
Las observaciones nos pueden ayudar a establecer una gran diferencia entre las velocidades de las
funciones, pero no nos pueden dar cifras exactas. En realidad la diferencia es muy grande, más grande de lo
que uno puede imaginar que sea posible entre funciones del mismo organismo. Como acabo de decir, con
nuestros medios ordinarios no podemos calcular la diferencia en la velocidad de los centros; pero si se nos dice
cuál es, podemos encontrar muchos hechos que no nos confirmarán las cifras pero si la existencia de la enor-
me diferencia.
Así que, antes de dar cifras, deseo hablar sobre las observaciones ordinarias que podemos hacer sin un
conocimiento especial.
Por ejemplo, traten de comparar la velocidad de los procesos mentales con la de las funciones motrices.
Traten de observarse cuando tienen que realizar simultáneamente muchos movimientos rápidos, como cuando
manejan un auto en una calle congestionada, o cuando cabalgan rápido en un camino malo, o cuando hacen
cualquier trabajo que requiera juicio y movimientos rápidos. Verán en seguida que no pueden observar todos
sus movimientos. Tendrán que hacerlos más lentos o perder la mayor parte de sus observaciones; de otra ma -
22
nera corren el riesgo de un accidente y probablemente tengan uno si persisten en observar. Se pueden hacer
muchas observaciones similares, especialmente en el centro emocional, que es aún más rápido. En realidad
cada uno de nosotros tiene muchas observaciones sobre las diferentes velocidades de nuestras funciones,
pero muy rara vez reconocemos el valor de nuestras observaciones y de nuestras experiencias. Sólo cuando
conocemos el principio es cuando comenzamos a comprender nuestras propias observaciones previas.
Al mismo tiempo debemos decir que todas las cifras que se refieren a estas velocidades diferentes son
conocidas y están establecidas en los sistemas de escuela. Como lo verán luego, la relación entre la velocidad
de los centros es una cifra extraña que tiene un significado cósmico, es decir, se encuentra en muchos
procesos cósmicos o, mejor dicho, es divisor en muchos procesos cósmicos. Esta cifra es 30.000. Esto quiere
decir que los centros motor e instintivo son 30.000 veces más rápidos que el centro intelectual. Y el centro
emocional, cuando trabaja a su propia velocidad, es 30.000 veces más rápido que los centros motor e
instintivo.
Es difícil creer en tan enorme diferencia entre las velocidades de las funciones en el mismo organismo. En
realidad esto quiere decir que cada uno de los diferentes centros tiene un tiempo completamente distinto. Los
centros motor e instintivo tienen un tiempo 30.000 veces más largo que el centro intelectual, y el centro
emocional tiene 30.000 veces más tiempo que los centros motor e instintivo.
¿Entienden ustedes claramente lo que quiere decir "un tiempo más largo"? Significa que para cada clase de
trabajo que un centro tiene que hacer tiene tanto más tiempo. Sin embargo, por extraño que sea, la gran
diferencia en la velocidad de los centros explica gran número de fenómenos muy bien conocidos que la ciencia
ordinaria no puede explicar y, que por lo general los evade en silencio, o simplemente rehúsa discutir. Me refie -
ro ahora a la asombrosa y totalmente inexplicable velocidad de algunos procesos fisiológicos y mentales.
Por ejemplo, un hombre toma una copa de brandy e inmediatamente, en menos de un segundo, experimenta
muchos nuevos sentimientos y sensaciones, un sentimiento de cordialidad, de relajación, de alivio, de paz, de
contento, de bienestar; o por el contrario, cólera, irritación, etc. Lo que sienta puede ser diferente en casos
distintos, pero lo que no cambia es que el cuerpo responde al estimulante muy rápidamente, casi de inmediato.
En realidad no hay necesidad de hablar de brandy o de cualquier otro estimulante; si un hombre está muy
sediento o muy hambriento, un vaso de agua o un pedazo de pan producirán el mismo rápido efecto.
Por ejemplo, se pueden comprobar fenómenos similares que evidencian la enorme velocidad de ciertos
procesos, al observar los sueños. Me he referido a algunas de estas observaciones en Un Nuevo Modelo del
Universo.
Existe la misma diferencia entre los centros instintivo e intelectual, o entre los centros motor e intelectual.
Pero estamos tan acostumbrados a estos fenómenos que raramente pensamos en qué extraños e
incomprensibles son.
Por supuesto, para un hombre que nunca ha pensado en sí mismo y nunca ha tratado de estu diarse a sí
mismo, no hay nada extraño en esto o en cualquier otra cosa. Pero en realidad, desde el punto de vista de la
fisiología ordinaria estos fenómenos parecen casi milagrosos.
Un fisiólogo sabe por cuantos procesos complicados se tiene que pasar entre tomar brandy o un vaso de
agua y sentir sus efectos. Cada sustancia que entra en el cuerpo por la boca tiene que ser analizada, probada
de diferentes maneras para sólo después ser aceptada o rechazada. Y todo esto su cede en un segundo o
menos. Es un milagro y al mismo tiempo no lo es. Puesto que, si conocemos la diferencia de velocidad de los
centros y recordamos que el centro instintivo, que es el que tiene que hacer el trabajo, tiene 30.000 veces más
tiempo que el centro intelectual, que es a través del cual medimos nuestro tiempo ordinario, podemos
comprender como es posible que esto pueda suceder. Significa que el centro instintivo no tiene un segundo,
sino aproximadamente ocho horas de su propio tiempo para este trabajo, y en ocho horas se puede llevar a
cabo este trabajo en un laboratorio ordinario, sin prisa innecesaria. Así que nuestra idea de la extraordinaria
velocidad de este trabajo es pura ilusión y la tenemos porque creemos que nuestro tiempo ordinario, o el
tiempo del centro intelectual, es el único tiempo que existe.
Más adelante volveremos al estudio de la diferencia de velocidad de los centros.

Ahora tenemos que comprender otra característica de los centros, la que posteriormente nos dará muy buen
material para la observación de sí y para el trabajo sobre nosotros mismos.
Se supone que cada centro esta dividido en dos partes: positiva y negativa.
Esta división es particularmente clara en el centro intelectual y en el centro instintivo.
Todo el trabajo del centro intelectual está dividido en dos partes: afirmación y negación; sí y no. En cada
momento de nuestro pensar, uno de los dos prevalece sobre el otro o, en momentos de igual fuerza, llegan a la
indecisión. La parte negativa del centro intelectual es tan útil como la positiva, y cualquier debilitamiento en la
fuerza de una con respecto de otra acarrea desórdenes mentales.
En el trabajo del centro instintivo, la división es también bastante clara, y ambas partes, positi va y negativa, o
agradable y desagradable, son igualmente necesarias para una justa orientación en la vida.
Las sensaciones agradables de sabor, olor, tacto, temperatura, calor, frescura, aire fresco, todas indican
condiciones que son beneficiosas para la vida; y las sensaciones desagradables de mal sabor, de mal olor, de
contacto desagradable, la sensación de calor opresivo o de frío extremo, todas indican condiciones que pueden
ser dañinas para la vida.

23
Se puede entonces decir definitivamente que no es posible ninguna orientación verdadera en la vida si no se
tienen ambas sensaciones: las agradables y las desagradables. Ellas son la verdadera guía de toda vida
animal en la tierra y cualquier falla en ellas produce una falta de orientación y por consiguiente un peligro de
enfermedad o de muerte. Piensen en qué rápido se envenenaría un hombre si perdiera todo sentido del sabor y
del olor o si, de alguna manera no natural, venciera su disgusto natural por sensaciones desagradables.
En el centro motor la división en dos partes, positiva y negativa, sólo tiene un significado lógico; es decir, el
movimiento en oposición al reposo. Para la observación práctica no tiene utilidad.
En el centro emocional, a primera vista, la división es muy simple y obvia. Si tomamos emociones agradables,
tales como alegría, simpatía, afecto, confianza en sí mismo, como pertenecientes a la parte positiva, y
emociones desagradables, tales como aburrimiento, irritación, celos, envidia, miedo, como pertenecientes a la
parte negativa, las cosas parecerán muy simples; pero en realidad son mucho más complicadas.
Para comenzar, en el centro emocional no hay una parte negativa natural. La mayoría de las emociones
negativas son artificiales; no pertenecen al mismo centro emocional y están basadas en emociones instintivas
que les son completamente extrañas, pero que son transformadas por la imaginación y la identificación. Tal es
el verdadero significado de la teoría de James y Lange, muy conocidas en su época. Ellos insistían en que to -
das las emociones eran en realidad sensaciones de cambios en los órganos internos y en los tejidos, cambios
qué se producían antes que las sensaciones, y que eran las verdaderas causas de las sensaciones. Eso quería
decir que los acontecimientos exteriores y las constataciones interiores no producían emociones. Los
acontecimientos exteriores y las constataciones interiores producían reflejos interiores que producían
sensaciones; y éstas eran interpretadas como emociones. Al mismo tiempo, las emociones positivas tales
como "amor", "esperanza", "fe", en el sentido que se les comprende usualmente -es decir, como emociones
permanentes- son imposibles para un hombre en el estado ordinario de conciencia. Ellas requieren estados de
conciencia más elevados, requieren la unidad interior, la conciencia de sí, un "Yo" permanente, y la voluntad.
Las emociones positivas son emociones que no pueden llegara ser negativas. Pero todas nuestras
emociones agradables tales como alegría, simpatía, afecto, confianza en sí mismo, pueden, en cualquier
momento, convertirse en aburrimiento, irritación, envidia, miedo, etc. El amor se puede convertir en celos o
miedo a perder lo que uno ama, o en cólera u odio; la esperanza puede con vertirse en ensueño y en la
expectativa de quimeras, y la fe puede convertirse en superstición y en una débil aceptación de un
reconfortante disparate.
Hasta una emoción puramente intelectual -el deseo de conocimiento- o una emoción estética -es decir, un
sentimiento de belleza o armonía- si se llega a mezclar con identificación, se une de inmediato con emociones
de orden negativo tales como el orgullo, la vanidad, el egoísmo, la presunción, etc.
Se puede entonces decir, sin posibilidad de equivocarnos, que no podemos tener emociones positivas. Al
mismo tiempo, en la práctica, no tenemos emociones negativas que existan sin imaginación ni identificación.
Por supuesto que no se puede negar que además de las muchas y variadas clases de sufrimientos físicos que
pertenecen al centro instintivo, el hombre tiene muchas clases de sufrimientos mentales que pertenecen al
centro emocional. Tiene muchas penas, agravios, temores, aprensiones, etc., que no se pueden evitar y que
están tan íntimamente ligados a la vida del hombre como la enfermedad, el dolor y la muerte. Pero estos
sufrimientos mentales son muy diferentes de las emociones negativas que están basadas en la imaginación y
en la identificación.
Estas emociones son un fenómeno terrible. Ocupan un enorme lugar en nuestra vida. Se puede decir de
mucha gente que todas sus vidas están reguladas y controladas, y al final arruinadas, por emociones
negativas. Al mismo tiempo las emociones negativas no desempeñan ningún papel útil en nuestras vidas. No
nos sirven de orientación, no nos dan ningún conocimiento, no nos guían de una manera sensible. Por el
contrario, malogran todos nuestros placeres, hacen de la vida una carga para nosotros, e impiden muy
efectivamente nuestro posible desarrollo porque no hay nada más mecánico en nuestra vida que las emociones
negativas.
No podemos llegar a controlar nunca las emociones negativas. La gente que cree que puede controlar sus
emociones negativas y manifestarlas cuando quiere, simplemente se engaña a sí misma. Las emociones
negativas dependen de la identificación; si en un caso particular se destruye la identificación, ellas
desaparecen. Lo más extraño y fantástico sobre las emociones negativas es que la gente en realidad las adora.
Creo que para un hombre mecánico ordinario, lo que más le cuesta advertir es que las propias emociones
negativas y las de los demás no tienen ningún valor y que no contienen nada noble, nada hermoso, ni nada
fuerte. En realidad las emociones negativas no contienen otra cosa que debilidad y muy a menudo el comienzo
de la histeria, de la locura, o del crimen. La única cosa buena de ellas es que, siendo totalmente inútiles y
habiendo sido creadas artificialmente por la imaginación y por la identificación, se pueden destruir sin que
ocasionen ninguna pérdida. Y ésta es la única posibilidad de escapar que tiene el hombre.
Si las emociones negativas fueran útiles o necesarias para cualquier propósito, siquiera el más pequeño, y si
ellas fueran una función de una parte del centro emocional cuya existencia fuera real, el hombre no tendría
ninguna posibilidad porque no es posible ningún desarrollo interior mientras un hombre conserve sus
emociones negativas.
En el lenguaje de escuela, sobre el tema de la lucha contra las emociones negativas, se dice:
El hombre debe sacrificar su sufrimiento.

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"¿Qué podría ser más fácil de sacrificar?", dirá todo el mundo. Pero en realidad la gente sacrificaría cualquier
cosa antes que sus emociones negativas. No hay placer ni satisfacción que el hombre no estaría dispuesto a
sacrificar, incluso por razones muy triviales, pero nunca sacrificaría su sufrimiento. Y en cierto modo hay una
razón para ello.
De manera bastante supersticiosa, el hombre espera ganar algo al sacrificar sus placeres, pero no puede
esperar nada por el sacrificio de su sufrimiento. Está lleno de falsas ideas sobre el sufrimiento: aún cree que el
sufrimiento le es enviado por Dios, o por los dioses, como castigo o para su educación y hasta tendrá miedo de
oír que es posible librarse de su sufrimiento de manera tan simple. La idea se hace todavía más difícil de
comprender debido a la existencia de sufrimientos de los cuales el hombre realmente no se puede liberar, y de
muchos otros sufrimientos que están basados enteramente en la imaginación del hombre, y a los cuales no
puede ni quiere renunciar, como la idea de injusticia, por ejemplo, y la creencia en la posibilidad de destruir la
injusticia. Además de esto, muchas personas no tienen otra cosa que emociones negativas. Todos sus "yoes"
son negativos. Si se les quitara las emociones negativas, simplemente colapsarían y se volverían humo.
¿Y qué le pasaría a toda nuestra vida, sin emociones negativas? ¿Qué le pasaría a lo que llamamos arte, al
teatro, al drama, a la mayoría de las novelas?
Desgraciadamente no hay probabilidad de que desaparezcan las emociones negativas. Las emociones
negativas sólo pueden ser vencidas y sólo pueden desaparecer con ayuda del conocimiento de escuela y de
los métodos de escuela. La lucha contra las emociones negativas es una parte del entrenamiento de escuela y
está íntimamente ligada con todo el trabajo de escuela.
Si las emociones negativas son artificiales, anormales, e inútiles, ¿cuál es su origen? Como no conocemos el
origen del hombre, no podemos discutir esta cuestión, y sólo podemos hablar de las emociones negativas y de
su origen en relación con nosotros mismos y con nuestras vidas. Por ejemplo, al mirar a los niños podemos ver
cómo se les enseña emociones negativas y cómo las aprenden ellos por sí mismos a través de la imitación a
los adultos y a los otros niños.
Si desde temprana edad se pusiera a un niño entre gente que no tiene emociones negativas, probablemente
él tampoco las tendría, o tendría tan pocas que podrían ser fácilmente vencidas con la educación adecuada.
Pero en la vida real las cosas suceden muy diferentemente. Con la ayuda de todos los ejemplos que puede ver
y oír, con la ayuda de la lectura, del cine, etc., un niño de alrededor de diez años ya conoce toda la gama de
emociones negativas y puede imaginarlas, reproducirlas, e identificarse con ellas tan bien como cualquier
adulto.
En los adultos las emociones negativas están apoyadas por la constante justificación y glorifi cación que de
ellas hacen la literatura y el arte, y por la autojustificación y autoindulgencia personal. Aun cuando nos cansan,
no creemos que podamos librarnos completamente de ellas.
En realidad, tenemos mucho más poder de lo que creemos sobre las emociones negativas, particularmente
desde el momento en que ya sabemos lo peligrosas que son y qué inaplazable es la lucha contra ellas. Pero
les encontramos demasiadas disculpas, y nadamos en las aguas de la autocompasión y del egoísmo, según
sea el caso, encontrando culpa en todo, excepto en nosotros mismos.
Todo lo que acabamos de decir muestra que en relación a nuestro centro emocional nos encontramos en una
situación muy extraña. No tiene parte positiva ni tiene parte negativa. La mayoría de sus funciones negativas
son inventadas; y hay mucha gente que nunca en su vida ha experimentado alguna emoción real, tan
completamente tomado está su tiempo por emociones imaginarias.
Así que no podemos decir que nuestro centro emocional está dividido en dos partes, positiva y negativa. Sólo
podemos decir que tenemos emociones agradables y emociones desagradables, y que todas aquéllas que no
son negativas un momento dado, se pueden tornar emociones negativas a la menor provocación y hasta sin
ninguna provocación.
Este es el verdadero cuadro de nuestra vida emocional, y si nos miramos a nosotros mismos sinceramente
debemos darnos cuenta de que mientras cultivemos y admiremos en nosotros todas estas venenosas
emociones, no podremos esperar ser capaces de desarrollar la unidad, la conciencia o la voluntad. Si fuera
posible este desarrollo, todas las emociones negativas entrarían en nuestro nuevo ser y llegarían a ser
permanentes en nosotros. Esto significaría que sería imposible para nosotros librarnos de ellas algún día.
Felizmente para nosotros, tal cosa no puede suceder.
En nuestro estado actual, lo único bueno es que no hay nada permanente. Si algo llegara a ser permanente
en nuestro estado actual, significaría la locura. Sólo los lunáticos pueden tener un ego permanente.
Este hecho, por cierto, descarta otro falso término que se había infiltrado en el lenguaje psicológico de
nuestros días del así llamado psicoanálisis: me refiero a la palabra "complejo".
En nuestra estructura psicológica no hay nada que corresponda a la idea del "complejo". En la psiquiatría del
siglo diecinueve, lo que ahora se llama un "complejo" era llamado una "idea fija", y las "ideas fijas" eran
consideradas signos de locura. Y esto sigue siendo correcto.
El hombre normal no puede tener "ideas fijas", "complejos" o "fijaciones". Es útil recordarlo para el caso de
que alguien trate de encontrar complejos en ustedes. Ya tenemos demasiados malos rasgos como somos, y
nuestras probabilidades son muy pequeñas aun sin los complejos.
Volviendo ahora a la cuestión del trabajo sobre nosotros mismos, debemos preguntarnos cuáles son
realmente nuestras probabilidades. Debemos descubrir en nosotros mismos las funciones y las
manifestaciones que hasta cierto punto podemos controlar, y debemos ejercitar ese control, tratando de
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aumentarlo tanto como nos sea posible. Por ejemplo, tenemos cierto control sobre nuestros movimientos, y en
muchas escuelas, particularmente en el Oriente, el trabajo sobre uno mismo comienza adquiriendo tanto
control sobre nuestros movimientos como sea posible. Pero esto requiere entrenamiento especial, muchísimo
tiempo, y el estudio de ejercicios muy elaborados. Bajo las condiciones de la vida moderna tenemos más
control sobre nuestros pensamientos, y en relación con esto existe un método especial que nos permi te
trabajar en el desarrollo de nuestra conciencia usando el instrumento que mejor obedece a nuestra voluntad; es
decir, nuestra mente, o nuestro centro intelectual.
Para comprender más claramente lo que voy a decir, deben tratar de recordar que no tenemos control sobre
nuestra conciencia. Cuando dije que podemos llegar a ser más conscientes, o que por un momento se le puede
hacer consciente a un hombre al preguntarle simplemente si está consciente o no, usé la palabra "consciente"
o "conciencia" en un sentido relativo. Hay muchos grados de conciencia y cada mayor grado de conciencia sig -
nifica "conciencia" en relación con un grado menor. Pero si no tenemos control sobre la misma conciencia, sí
tenemos cierto control sobre nuestro pensar en la conciencia. Lo que quiero decir es que dando a nuestros
pensamientos la dirección que ellos tendrían en un momento de conciencia, podemos inducirla de esta manera.
Traten ahora de formular lo que notaron cuando trataron de observarse.
Notaron tres cosas. Primero, que no se recuerdan a sí mismos; es decir, que no se percatan de sí mismos en
el momento en que tratan de observarse. Segundo, que la observación se hace difícil por el incesante flujo de
pensamientos, imágenes, ecos de conversaciones, fragmentos de emociones, que fluyen por su mente y muy a
menudo distraen su atención de la observación. Y tercero, que desde el momento en que comienzan a
observarse, algo en ustedes desata la imaginación, y que la observación de uno mismo, si realmente la tratan,
es una lucha constante contra la imaginación. Ahora bien, éste es el punto principal en el trabajo sobre sí
mismo. Si uno se da cuenta de que todas las dificultades en el trabajo dependen del hecho de que uno no
puede recordarse a sí mismo, uno ya sabe lo que tiene que hacer.
Uno debe tratar de recordarse a sí mismo.
Para hacer esto se debe luchar contra los pensamientos mecánicos, y se debe luchar contra la imaginación.
Si uno hace esto en forma concienzuda y persistente, verá los resultados en un tiempo relativamente corto.
Pero no se debe pensar que es fácil ni que se puede dominar esta práctica de inmediato.
El recuerdo de sí, como se le llama, es muy difícil de aprender a practicar. No debe estar basado en la
expectativa de resultados, de lo contrario uno se puede identificar con sus esfuerzos. Debe basarse en el darse
cuenta de que no nos recordamos a nosotros mismos, pero que al mismo tiempo podemos recordarnos a
nosotros mismos, si lo tratamos con suficiente persistencia y de manera apropiada.
No podemos llegar a ser conscientes a voluntad, en el momento en que lo queramos, porque no tenemos
dominio sobre nuestros estados de conciencia. Pero podemos recordarnos a nosotros mismos, por un corto
período, a voluntad, porque tenemos cierto dominio sobre nuestros pensamientos. Y si comenzamos
recordándonos a nosotros mismos, mediante una construcción especial de nuestros pensamientos -es decir,
dándonos cuenta de que no nos recordamos a nosotros mismos, de que nadie se recuerda a sí mismo, y
dándonos cuenta de todo lo que esto significa- esto nos llevará a la conciencia.
Ustedes deben recordar que hemos encontrado el punto débil en el muro de nuestra mecanicidad. Este es el
conocimiento de que no nos recordamos a nosotros mismos; y el habernos dado cuenta de que podemos tratar
de hacerlo. Hasta este momento nuestra tarea sólo ha sido el estudio de sí. Ahora, con la comprensión de la
necesidad de un cambio real en nosotros mismos, el trabajo comienza.
Más adelante aprenderán que la práctica del recuerdo de sí, conectada con la observación de sí, y con la
lucha contra la imaginación, no sólo tiene un significado psicológico sino que también cambia la parte más sutil
de nuestro metabolismo y que produce efectos químicos, o quizá sea mejor decir alquímicos, en nuestro
cuerpo. De esta manera hoy, partiendo de la psicología, hemos llegado a la alquimia; es decir, a la idea de la
transformación de los elementos groseros en otros más finos.

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QUINTA CONFERENCIA

En relación con el estudio del posible desarrollo del hombre, debo establecer un punto muy importante.
Hay dos lados del hombre que deben ser desarrollados, es decir, hay dos líneas de posible desarrollo que
tienen que proceder simultáneamente.
Estos dos lados del hombre, o esas dos líneas de posible desarrollo, son el saber y el ser.
Ya he hablado muchas veces sobre la necesidad del desarrollo del saber, y particularmente del conocimiento
de sí, porque uno de los rasgos más característicos del estado actual del hombre es que no se conoce a sí
mismo.
Por lo general la gente comprende la idea de diferentes niveles de saber, la idea de la relatividad del saber, y
la necesidad de un saber totalmente nuevo.
Lo que en la mayoría de los casos la gente no comprende es la idea de que el ser está completamente
separado del saber; y más aún, la idea de la relatividad del ser, la posibilidad de diferentes niveles del ser, y la
necesidad del desarrollo del ser, separadamente del desarrollo del saber.
Un filósofo ruso, Vladimir Solovieff, usaba el término "ser" en sus escritos. Hablaba del ser de una piedra, del
ser de una planta, del ser de un animal, del ser de un hombre y del ser divino.
Esto es mejor que el concepto ordinario, por cuanto en la comprensión ordinaria el ser de un hombre no es
considerado en forma alguna diferente del ser de una piedra, del ser de una planta, o del ser de un animal.
Desde el punto de vista ordinario, una piedra, una planta, un animal, son o existen, exactamente de la misma
manera que un hombre es o existe. En realidad, existen de manera totalmente diferente. Pero la división de
Solovieff no es suficiente. No hay tal cosa como el ser de un hombre. Por cuanto hay demasiadas diferencias
entre los hombres. Ya he explicado que desde el punto de vista de la enseñanza que esta mos estudiando, el
concepto de hombre está dividido en siete conceptos: el hombre N° 1, el hombre N° 2, el hombre N° 3, el
hombre N° 4, el hombre N° 5, el hombre N° 6 y el hombre N° 7. Esto quiere decir siete grados o categorías de
ser: el ser N° 1, el ser N° 2, el ser N° 3, etc. Además, conocemos divisiones más finas. Sabemos que puede
haber hombres N° 1 muy diferentes, muy diferentes hombres N° 2, y muy diferentes hombres N° 3. Pueden
vivir enteramente bajo influencias A. Pueden estar afectados por igual tanto por las influencias A como por las
influencias B. Pueden estar más bajo las influencias B que bajo las A. Pueden tener un centro magnético.
Pueden haber entrado en contacto con la influencia de una escuela o influencia C. Pueden estar en camino de
llegar a ser hombres N° 4. Todas estas categorías indican diferentes niveles de ser.
En el pensamiento religioso la idea del ser entraba en la base misma del pensar y del hablar sobre el hombre,
y, en comparación con ella, todas las otras divisiones del hombre eran consideradas como sin importancia. Los
hombres estaban divididos, por un lado, en paganos, descreídos, o herejes y, por el otro, en verdaderos
creyentes, hombres justos, santos, profetas, etc. Todas estas definiciones no se referían a puntos de vista ni
convicciones, es decir, no al saber sino al ser.
En el pensamiento moderno se ignora la idea del ser y de diferentes niveles de ser. Por el con trario, se cree
que cuantas más discrepancias y contradicciones haya en el ser de un hombre, tanto más interesante y
brillante puede ser. En general se admite, aunque tácitamente -y algunas veces ni siquiera tácitamente-, que un
hombre pueda ser dado a la mentira, pueda ser egoísta, indigno de confianza, irrazonable, pervertido, y sin
embargo ser un gran sabio, o un gran filósofo o un gran artista. Naturalmente, esto es totalmente imposible.
Esta incompatibilidad de diferentes rasgos en un ser, que por lo general es considerado como originalidad, en
realidad sólo significa debilidad. No se puede ser un gran pensador o un gran artista con una mente pervertida
o inconsistente, como no se puede ser un boxeador profesional o un atleta de circo si uno está sin fuerza física.
La difundida y aceptada idea de que la inconsistencia y la amoralidad significan originalidad es responsable de
muchas de las imposturas científicas, artísticas y religiosas de nuestros tiempos y probablemente de todos los
tiempos.
Es necesario comprender claramente lo que significa el ser, y por qué debe crecer y desarrollarse
paralelamente con el saber, pero independientemente de él.
Si el saber crece más que el ser, o el ser crece más que el saber, el resultado es siempre un desarrollo
unilateral, y un desarrollo unilateral no puede ir lejos. Está destinado a llegar a una seria contradicción interior y
detenerse allí.
Algún día quizá hablaremos de las diferentes clases de desarrollo unilateral y de los diversos resultados. De
ordinario, en la vida nos encontramos sólo con una clase, es decir, cuando el saber ha crecido más que el ser.
El resultado toma la forma de una dogmatización de ciertas ideas y la consecuente imposibilidad de un mayor
desarrollo del conocimiento debido a la pérdida de comprensión.
Hablaré ahora de la comprensión.
¿Qué es comprender?
Traten de hacerse esta pregunta y verán que no la pueden contestar. Siempre han confundido comprender
con saber o tener información. Pero saber y comprender son dos cosas totalmente distintas, y ustedes deben
aprender a distinguir una de la otra.
Para comprender una cosa deben ver sus conexiones con algún objeto mayor, o con un conjunto mayor, y las
posibles consecuencias de esta conexión. Comprender es siempre la comprensión de un problema más
pequeño en relación con un problema mayor.

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Por ejemplo, supongamos que les muestro un viejo rublo ruso de plata. Era una moneda del tamaño de una
pieza de media corona y equivalía a dos chelines y un penique. Pueden mirarla, estudiarla, fijarse en qué año
fue acuñada, averiguar todo sobre el Zar cuya efigie está en una de sus caras, pesarla, hasta pueden hacer un
análisis químico para determinar la cantidad exacta de plata que contiene. Pueden aprender lo que significa la
palabra "rublo" y cómo vino a usarse. Pueden aprender todas estas cosas y probablemente mu chas más, pero
no comprenderán ni la moneda ni su significado si no averiguan que antes de la última guerra su poder
adquisitivo correspondía en muchos casos a la libra esterlina actual, y que el rublo de papel de hoy en día en la
Rusia bolchevique corresponde en muchos casos a un cuarto de penique inglés o menos. Si averiguan esto
comprenderán algo sobre un rublo y quizá también sobre otras cosas, porque la comprensión de una cosa de
inmediato lleva a la comprensión de muchas otras.
Con frecuencia hasta se cree que comprender significa encontrar un nombre, una palabra, un título o una
etiqueta para un fenómeno nuevo o inesperado. Encontrar o inventar palabras para cosas incomprensibles no
tiene nada que ver con la comprensión. Por el contrario, si nos pudiéramos deshacer de la mitad de nuestras
palabras, quizá tendríamos mejor posibilidad de cierta comprensión.
Si nos preguntamos qué quiere decir comprender o no comprender a un hombre, debemos pensar ante todo
en la instancia de no ser capaces de hablarle en su propio lenguaje. Por supuesto que dos personas que no
tienen un lenguaje común no se van a comprender uno al otro. Deben tener un lenguaje común o ponerse de
acuerdo sobre ciertos signos o símbolos con los cuales designarán las cosas. Pero supongan que durante la
conversación no estén de acuerdo con su interlocutor sobre el significado de ciertas palabras, signos o
símbolos; nuevamente dejarán de comprenderse.
De esto se deriva el principio de que no se puede comprender y no estar de acuerdo. En la conversación
habitual decimos a menudo: «Lo comprendo, pero no estoy de acuerdo con él». Esto es imposible desde el
punto de vista de la enseñanza que estamos estudiando. Si comprende a un hombre, está de acuerdo con él; si
no está de acuerdo con él, no lo comprende.
Es difícil aceptar esta idea; y esto significa que es difícil comprenderla.
Como acabo de decir, hay dos lados del hombre que se deben desarrollar durante el curso normal de su
evolución: el saber y el ser. Pero ni el saber ni el ser pueden inmovilizarse o permanecer en el mismo estado.
Si cualquiera de ellos no crece y se fortalece, se hará más pequeño y más débil.
La comprensión puede ser comparada a una media aritmética entre el saber y el ser. Esto demuestra la
necesidad de un crecimiento simultáneo del saber y del ser. El crecimiento de uno solo y la disminución del otro
no cambiará la media aritmética.
Esto explica también por qué "comprender" significa estar de acuerdo. Los que se comprenden uno al otro no
sólo deben tener un saber igual, deben tener también un ser igual. Sólo entonces es posible una mutua
comprensión.
Otra idea falsa que se tiene, y que pertenece particularmente a nuestra época, es que la com prensión puede
ser diferente, que se puede (es decir, que se tiene el derecho a) comprender la misma cosa de manera
diferente.
Desde el punto de vista de esta enseñanza, esto es totalmente falso. La comprensión no puede ser diferente.
Sólo puede haber una comprensión, el resto es incomprensión o comprensión incompleta:
Pero al mismo tiempo la gente piensa con frecuencia que comprende las cosas de manera diferente. Todos
los días podemos ver ejemplos de esto. ¿Cómo podemos encontrar una explicación a esta aparente
contradicción?
En realidad, no hay contradicción. Comprender significa la comprensión de una parte en su relación con el
todo. Pero la idea del todo puede ser muy diferente en las personas según su conocimiento y según su ser. Es
por esto que nuevamente la enseñanza es necesaria. La gente aprende a comprender al comprender la
enseñanza, y comprendiendo todo lo demás en relación con la enseñanza.
Pero hablando a nivel ordinario, sin la idea de una escuela o de una enseñanza, uno tiene que admitir que
hay tantas comprensiones como personas. Cada uno comprende todo a su propia manera o de acuerdo con
uno u otro entrenamiento mecánico o hábito; pero todo esto es una comprensión subjetiva y relativa. El camino
a una comprensión objetiva pasa por las enseñanzas de escuela y por el cambio del ser.
Para explicar esto debo regresar a la división del hombre en siete categorías.
Deben darse cuenta de que hay una gran diferencia entre los hombres N° 1, 2 y 3 por un lado y los hombres
de más altas categorías por el otro. En realidad la diferencia es mucho mayor que lo que podemos imaginar. Es
tan grande que, desde este punto de vista, toda la vida se considera como dividida en dos círculos
concéntricos, el círculo interior y el círculo exterior de la humanidad.

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Al círculo interior pertenecen los hombres N° 5, 6 y 7; al círculo exterior los hombres N° 1, 2 y 3. Los hombres
N° 4 están en el umbral del círculo interior o entre los dos círculos.
A su vez el círculo interior está dividido en tres círculos concéntricos: el más interno, al que pertenecen los
hombres N° 7, el intermedio, al que pertenecen los hombres N° 6, y el más externo de los círculos interiores, al
que pertenecen los hombres N° 5.

Esta división no nos concierne por el momento. Para nosotros, los tres círculos interiores forman uno solo.
El círculo exterior, en el cual vivimos, tiene varios nombres, los que designan sus diferentes rasgos. Es
llamado el círculo mecánico, porque en él todo sucede, todo es mecánico, y la gente que vive allí son
máquinas. Es llamado también el círculo de la confusión de las lenguas, porque todas las personas que viven
en él hablan en diferentes lenguas, y nunca se comprenden unos a otros. Todos comprenden todas las cosas
de manera diferente.
Hemos llegado a una definición muy interesante de la comprensión. Es algo que pertenece al círculo interior
de la humanidad y no nos pertenece en absoluto.
Si los hombres en el circulo exterior se dan cuenta de que no se comprenden unos a otros, y si sienten la
necesidad de comprensión, deben tratar de penetrar en el círculo interior, porque la com prensión entre la gente
sólo es posible en él.
Las escuelas de diferentes clases sirven de puertas a través de las cuales se puede pasar a los círculos
interiores. Pero penetrar en el circulo mayor, en comparación con aquel en el cual un hombre ha nacido,
requiere un trabajo largo y difícil. El primer paso en este trabajo es el estudio de un nuevo lenguaje. Ustedes
preguntarán: ¿Cuál es este lenguaje que estamos estudiando?
Y ahora puedo contestarles.
Es el lenguaje del circulo interior, el lenguaje en el cual los hombres se pueden comprender unos a otros.
Ustedes tienen que darse cuenta de que al estar, por así decirlo, fuera del circulo interior sólo podemos
conocer los rudimentos de este lenguaje. Pero ya estos rudimentos nos ayudarán a comprendernos unos a
otros mejor de lo que jamás podríamos comprendernos sin ellos.
Cada uno de los tres círculos interiores tiene su lenguaje propio. Nosotros estamos estudiando el lenguaje del
más externo de los círculos interiores. Quienes pertenecen a este círculo estudian el lenguaje del circulo
intermedio, y la gente en el círculo intermedio estudia el lenguaje del circulo más interior.
Si me preguntan cómo se puede probar esto, les contestaré que sólo se puede probar acrecen tando el
estudio de sí mismo y con mayor observación. Si encontramos que con el estudio de la enseñanza podemos
comprender, a nosotros mismos y a los demás, o por ejemplo, ciertos libros, o ciertas ideas mejor que lo que
podíamos comprenderlos antes, y especialmente si encontramos hechos definidos que nos muestran que esta
nueva comprensión se está desarrollando, esto sería, si no una prueba, por lo menos una señal de la
posibilidad de una prueba.
Debemos recordar que, exactamente como nuestra conciencia, nuestra comprensión no siempre se
encuentra en el mismo nivel. Siempre se está moviendo arriba y abajo. Esto quiere decir que en un momento
comprendemos más, y en otro comprendemos menos. Si notamos estas diferencias de comprensión en
nosotros mismos, seremos capaces de darnos cuenta de que hay una posibilidad, primero, de mantenernos en
estos altos niveles de comprensión, y segundo, de que podemos superarlos.
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Sin embargo, el estudio teórico no -es suficiente. Ustedes deben trabajar sobre su ser y en el cambio de su
ser.
Si formulan su propósito desde el punto de vista de que quieren comprender a los demás, de ben recordar un
principio muy importante de las escuelas: sólo se puede comprender a los demás tanto como uno se
comprende a sí mismo, y sólo al nivel del propio ser.
Esto quiere decir que pueden juzgar el saber de otras personas, pero no pueden juzgar su ser. Sólo pueden
ver en ellas tanto como tienen en sí mismos. Pero la gente siempre comete el error de creer que puede juzgar
a los demás. En realidad, si quieren conocer y comprender a personas de mayor desarrollo deben trabajar con
la meta de cambiar su ser.

Ahora debemos regresar al estudio de los centros y al estudio de la atención y del recuerdo de sí, porque
estos son los únicos caminos a la comprensión.
Además de la división en dos partes, positiva y negativa -que, como hemos visto, no es la misma en los
diferentes centros-, cada uno de los cuatro centros está dividido en tres partes. Estas tres partes corresponden
a la definición de los mismos centros. La primera parte es "mecánica", incluyendo los principios motor e
instintivo, o predominando uno de ellos; la segunda es “emocional”, y la tercera es “intelectual”. El si guiente
diagrama muestra la posición de las partes en el centro intelectual. El centro intelectual está dividido en dos
partes, positiva y negativa; cada una de estas dos partes está dividida a su vez en otras tres. Por lo tanto el
centro intelectual en realidad se compone de seis partes.

Cada una de estas seis partes, a su vez está subdividida en tres partes: mecánica, emocional e intelectual.
Pero sobre esta subdivisión hablaremos mucho después, con excepción de una, es decir, la parte mecánica del
centro intelectual, de la cual hablaremos ahora.
La división de un centro en tres partes es muy simple. Una parte mecánica trabaja casi automáticamente; no
requiere ninguna atención. Pero debido a esto no se puede adaptar a un cambio de circunstancias, no puede
"pensar", y continúa trabajando de la manera en que comenzó, aun cuando las circunstancias hayan cambiado
completamente.
En el centro intelectual, la parte mecánica incluye en sí misma todo el registro de impresiones, recuerdos y
asociaciones. Esto es todo lo que debería hacer normalmente, es decir, cuando otras partes hacen su trabajo.
Nunca debería contestar a las preguntas dirigidas a todo el centro, nunca debería tratar de resolver sus
problemas, y nunca debería decidir nada. Desgraciadamente, de hecho, siempre está lista para decidir y
siempre contesta a las preguntas de toda clase, de manera muy estrecha y limitada, con frases hechas, en jer -
ga, con lemas políticos. Todos estos y muchos otros elementos de nuestras reacciones habituales forman el
trabajo de la parte mecánica del centro intelectual.
Esta parte tiene nombre propio. Se llama "aparato formatorio" o algunas veces "centro formatorio". Muchas
personas, especialmente los hombres N° 1 -es decir, la gran mayoría de la humanidad- viven toda su vida sólo
con el aparato formatorio, sin tocar nunca otras partes de su centro intelectual. Para todas las necesidades
inmediatas de la vida, para recibir las influencias A y responderles, y para distorsionar o rechazar las
influencias C, el aparato formatorio es más que suficiente.
Siempre se puede reconocer el "pensamiento formatorio". Por ejemplo, el aparato formatorio sólo puede
contar hasta dos. Siempre divide todo en dos: "bolchevismo y fascismo" "trabajadores y burgueses",
"proletarios y capitalistas", etc. La mayoría de nuestros lemas modernos se los debemos al pensar formatorio, y
no sólo los lemas sino todas las teorías modernas populares. Quizá sea posible decir que en todo momento
todas las teorías populares son formatorias.
La parte emocional del centro intelectual consiste principalmente en lo que se denomina una emoción
intelectual, es decir, el deseo de saber, el deseo de comprender, la satisfacción de saber, el descontento por no
saber, el placer del descubrimiento, etc.; aunque, una vez más, todas ellas se pueden manifestar en muy
diferentes niveles.
El trabajo de la parte emocional requiere atención plena, pero en esta parte del centro la atención no requiere
ningún esfuerzo. Es atraída y mantenida por el mismo asunto, muy a menudo a través de la identificación, que
generalmente es llamada "interés", o "entusiasmo", o "pasión" o "devoción".

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La parte intelectual del centro intelectual incluye en sí misma una capacidad de creación, construcción,
invención y descubrimiento. No puede trabajar sin atención, pero la atención en esta parte del centro debe ser
controlada y mantenida allí por la voluntad y el esfuerzo.
Este es el criterio principal al estudiar las partes de los centros. Si las tomamos desde el punto de vista de la
atención sabremos de inmediato en cual parte de los centros estamos. Sin atención, o con una atención
errante, estamos en la parte mecánica; con la atención atraída por el objeto de la observación o reflexión y
mantenida allí, estamos en la parte emocional; con la atención controlada y mantenida por voluntad en el
objeto, estamos en la parte intelectual.
Al mismo tiempo, el mismo método muestra cómo hacer trabajar las partes intelectuales de los centros. Al
observar la atención y tratando de controlarla, nos imponemos el trabajar en las partes intelectuales de los
centros, porque el mismo principio se refiere por igual a todos los centros, aunque podría no ser tan fácil para
nosotros el distinguir las partes intelectuales en los otros centros, como por ejemplo la parte intelectual del
centro instintivo, que trabaja sin ninguna atención que nosotros podamos percibir o controlar.
Tomemos el centro emocional. No hablaré por ahora sobre las emociones negativas. Tomaremos solamente
la división del centro en las tres partes: mecánica, emocional e intelectual.
La parte mecánica consiste en la clase más barata de humor prefabricado y un sentido grosero de lo cómico,
el amor a la excitación, el amor a los espectáculos sensacionalistas, el amor a la pompa, el sentimentalismo, el
amor por estar en la muchedumbre y ser parte de ella, la atracción por las emociones masivas de toda clase y
la completa desaparición en las más bajas emociones semianimales: crueldad, egoísmo, cobardía, envidia,
celos, etc.
La parte emocional puede ser muy diferente en distintas personas. Puede incluir en sí misma un sentido del
humor o un sentido de lo cómico tanto como una emoción religiosa, una emoción estética, una emoción moral
y, en este caso, puede llevar al despertar de la conciencia moral. Pero con la identificación puede ser algo
bastante diferente, puede ser muy irónica, sarcástica, burlona, cruel, obstinada, mala y celosa, sólo que de
manera menos primitiva que la parte mecánica.
La parte intelectual del centro emocional (con la ayuda de las partes intelectuales de los centros motor e
instintivo) incluye en sí misma el poder de creación artística. En aquellos casos en que las partes intelectuales
de los centros motor e instintivo, que son necesarias para la manifestación de la facultad creativa, no estén lo
suficientemente educadas o no les correspondan en su desarrollo, se pueden manifestar en sueños. Eso
explica los bellos y artísticos sueños de personas que por lo demás no son nada artísticas.
La parte intelectual del centro emocional es también el asiento principal del centro magnético. Lo que quiero
decir es que si el centro magnético existe sólo en el centro intelectual o en la parte emocional del centro
emocional, no puede ser lo suficientemente fuerte para ser efectivo y siempre está expuesto a cometer errores
o a fallar. Pero la parte intelectual del centro emocional, cuando está totalmente desarrollada y trabaja con todo
su poder, es un camino hacia los centros superiores.
En el centro motor, la parte mecánica es automática. Todos los movimientos automáticos, que en el lenguaje
ordinario se llaman "instintivos", le pertenecen, así como la imitación y la capacidad para la imitación que
desempeña un papel tan grande en la vida.
La parte emocional del centro motor está conectada principalmente con el placer del movimiento. El amor a
los deportes y a los juegos deberían pertenecer normalmente a esta parte del centro motor, pero cuando la
identificación y otras emociones se llegan a mezclar con él, muy raramente se encuentra allí, y en la mayoría
de los casos el amor a los deportes está en la parte motriz de cualquiera de los centros intelectual o emocional.
La parte intelectual del centro motor es un instrumento muy importante y muy interesante. Todo el que alguna
vez haya hecho bien cualquier tipo de trabajo físico, cualquiera que sea éste, sabe que cada tipo de trabajo
necesita muchas invenciones. Uno tiene que inventar sus propios pequeños métodos para todo lo que uno
hace. Estas invenciones son el trabajo de la parte intelectual del centro motor, y muchas otras invenciones del
hombre también necesitan el trabajo de la parte intelectual del centro motor. El poder de imitar a voluntad la
voz, entonaciones, y gestos de otras personas, tal como la poseen los actores, también pertenece a la parte
intelectual del centro motor; pero en grados más altos o mejores está mezclada con el trabajo de la parte
intelectual del centro emocional.
El trabajo del centro instintivo está muy bien escondido de nosotros. Conocemos realmente, es decir,
sentimos y podemos observar, sólo la parte sensorial y emocional.
La parte mecánica incluye en si misma sensaciones habituales que muy a menudo no las notamos en
absoluto, pero que sirven de fondo para otras sensaciones; también incluye movimientos instintivos en el
significado correcto de la expresión, es decir, todos los movimientos internos tales como la circulación de la
sangre, el movimiento del alimento en el organismo y los reflejos internos y externos.
La parte intelectual es muy grande y muy importante. En el estado de conciencia de sí o al aproximársele,
uno puede entrar en contacto con la parte intelectual del centro instintivo y aprender bastante de ella en lo
concerniente al funcionamiento de la máquina y a sus posibilidades. La parte intelectual del centro instintivo es
la mente detrás de todo el trabajo del organismo, una mente bastante diferente de la mente intelectual.
El estudio de las partes de los centros y de sus funciones especiales requiere cierto grado de recuerdo de sí.
Sin recordarse a sí mismo uno no se puede observar por un tiempo suficientemente largo o lo suficientemente
claro como para sentir y comprender la diferencia de funciones que pertenecen a distintas partes de los
diferentes centros.
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El estudio de la atención muestra las partes de los centros mejor que cualquier otra cosa, pero el estudio de
la atención también requiere cierto grado de recuerdo de sí.
Muy pronto se darán cuenta de que todo su trabajo sobre sí mismos está conectado con el recuerdo de sí y
que no puede proseguir exitosamente sin él. Y el recuerdo de sí es un despertar parcial, o el comienzo del
despertar. Naturalmente -y esto debe ser muy claro- no se puede realizar ningún trabajo en el sueño.

FIN

* * *

Este material fue procesado por LUIS de Cuba y aportado para difusión libre y gratuita
Noviembre de 2002

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