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Ebook Joseph Amor en Las Venas

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Pide tu libro en formato impreso y disfruta


la maravillosa experiencia de lectura en
papel…

3
Disfruta la dicha de iniciar un nuevo camino, no temas, aunque ten
presente que todo inicio posee un fin, pero de ti depende que el fin sea el
inicio de algo mucho más trascendente...

CRISTHYAN
BOJÓRQUEZ

...espero tus comentarios, son muy importantes...

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en el mundo necesita leer esta
historia…

INSTITUTO NACIONAL DEL DERECHO DE AUTOR


REGISTRO PÚBLICO DEL DERECHO DE AUTOR
TÍTULO: JOSEPH AMOR EN LAS VENAS
NÚMERO DE REGISTRO: 03-2006-102414170600-01

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Contenido

Prólogo
1. Nace un sentimiento...........................................................................7

2. La batalla interna.............................................................................29

3. La metamorfosis del amor.................................................................36

4. La alianza por la vida.......................................................................49

5. Perseverancia, el gran secreto............................................................65

6. Hasta el final.....................................................................................87

7. La carta...........................................................................................149

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Prólogo
La vida está llena de momentos, cada uno de ellos van armando un rompecabezas
que al final del tiempo termina por mostrar una gran imagen, algo que no vemos
hasta que concluye, hasta que todo está en su lugar. Cada persona es responsable
de armar su rompecabezas con lo mejor o lo peor; y puede ir viendo la forma que va
tomando con el paso del tiempo.

Responsablemente, se puede lograr edificar la mejor figura, la obra maestra, el


máximo sueño; y sobre todo, una vida ejemplar. La responsabilidad es incorporar los
valores a nuestro diario vivir; añadir a la forma de ser, actuar y pensar, acciones que
fomenten el bien común, la solidaridad y el amor.

Para llegar a cualquier lugar existen dos caminos: El fácil y el difícil. El primero es el
que simplemente necesitas dejarte caer y llegarás hasta donde te lleve la caída. El
otro es el de subida, rocoso, que pocos deciden tomar; pero que al final del día te
llena de satisfacciones y hace sentir que la subida valió la pena; de ahí nadie te
tumba, no te puedes caer tan fácilmente, por lo que nadie puede decir que eres flojo
o que llegaste ahí por dejarte caer.

Vivimos en sociedad y todo lo que hacemos o dejamos de hacer termina por afectar
a los demás; siempre que vemos las cosas a nuestro alrededor y no hacemos nada
por cambiarlas, estamos contribuyendo a destruir, a mal hacer, pero sobre todo, a
convertirnos en malvivientes. Piensa: ¿Qué has hecho hoy adicional a tus tareas
diarias para superarte? ¿Mejorar tu vida? ¿Tu ciudad? ¿Tu familia? ¿Lo que te
rodea? Un mejor mundo sólo lo podemos lograr cambiando y para hacerlo, tenemos
que mejorar nuestras actitudes; si no, todo será inútil.

Joseph Amor en las Venas es una historia en la cual tú eres el protagonista, tú eres
el actor principal, tú eres Joseph. Tú puedes ser ese personaje que conocerás en
esta obra, una persona que cambió vidas, que dio vida, que inspiró vidas.

Te invito a leer este libro para que al final del día, te preguntes qué hiciste y te
puedas responder: ¡Hice algo por mejorar!

Aprovecha tu vida, sólo hay una. Utiliza bien el tiempo porque se termina y llena de
buenos y bonitos momentos tu rompecabezas.

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Nace un sentimiento

---Es hora de entrar al salón, jóvenes, la clase está por iniciar--- fue la
voz que se escuchó el primer día de clases del semestre universitario
que cambiaría mi vida para siempre. Era mi segundo año de ingeniería
en el Tecnológico, estaba un poco enfadado porque se me había
cancelado un grupo de Estadística y no confiaba en las reubicaciones.
Era la primera vez que me sucedía desde que inicié mis estudios
universitarios.

Una vez dentro de la clase del nuevo maestro que se me había


asignado, me alegré al ver que ex compañeros de la preparatoria
estarían conmigo durante todo el nuevo curso. “vaya, por lo menos algo
bueno este día”, pensé, ya que era un poco difícil hacer amistades
duraderas por los continuos cambios de grupos.

Lo curioso es que no sucedió absolutamente nada extraordinario durante


todo el semestre. Yo seguía siendo el mismo, interesado en divertirme y
pasármela bien; tomando a la ligera mis estudios y trabajando
ocasionalmente como mesero en un restaurante de la ciudad. Usaba
ropa desarreglada y me sumergía en mi mundo cada fin de semana con
amigos ocasionales con los que solamente tenía algo en común: el gusto
por tomar cerveza, platicar de mujeres e ir al antro de vez en cuando en
busca de chicas alegres, como les acostumbrábamos decir.

Estoy convencido de que cada ser humano forja su destino; sin embargo,
en ocasiones se puede creer que ya está escrito por la manera en que
se van dando las cosas. Es como si cada acontecimiento estuviese
arreglado para que vivas un momento intenso que te hará salir de donde
estás metido y reflexiones sobre ti mismo. La historia con Danira, o mejor
dicho, mi historia con Danira, es una muestra de cómo la mano de Dios
está siempre presente y nos enseña el camino de la única forma en que
podríamos comprenderlo: con amor.

Acercándose el final del curso de Estadística, surgió la idea de realizar


una fiesta entre todos los integrantes del grupo con la intención de

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consolidar algunas amistades nuevas. Terminada la clase de un
miércoles, se empezó a escuchar:
---¡Hagamos una fiesta!--- gritó un joven sentado al fondo.
---No, mejor vamos al antro todos y luego a un after--- dijo una
compañera de al lado.
---¡Ya sé!--- dijo Mary, una amiga desde la preparatoria--- ¡Hagamos una
gran fiesta en la casa de Joseph! ¿Qué les parece?
---¡Sí, sí, sí!--- gritaron todos, algunos sin saber quién era Yo.

Debo confesar que la propuesta de Mary me sorprendió; pero más que


eso, me molestó por dos razones: a nadie le gusta que las fiestas sean
en su propia casa por el desorden que queda al final y, peor aún, ofreció
mi casa sin consultarme antes.

Mary había sido mi amiga desde los años de preparatoria, siempre me


gustó mucho su amistad por la pureza de su corazón. Además de sus
nobles sentimientos, también era una niña muy fuerte, vivió al lado de su
padre toda su enfermedad--- Él sufría de diabetes e insuficiencia renal---.
En muchas ocasiones no asistía a clases en la preparatoria por pasar la
noche en vela junto a su padre en el hospital; sin mencionar la crisis
económica por la que atravesaba su familia, debido al inconveniente
estado de su padre que le impedía trabajar en su consultorio como
dentista. Por tal motivo, su madre, Doña Mary, tenía que trabajar a diario
preparando y vendiendo comida entre sus amistades para sacar
adelante a su familia, junto con el trabajo que conlleva atender a una
persona con insuficiencia renal. Desafortunadamente en la gran mayoría
de los casos no valoramos a nuestros padres como debiéramos. Convivir
con Mary durante esa etapa tan difícil de su vida me hizo comprender
que nuestros seres queridos no son eternos--- pues el padre de Mary
murió al poco tiempo de su insuficiencia--- y que nadie, absolutamente
nadie nos ama tanto como nuestros padres, quienes están dispuestos a
hacer hasta lo imposible por evitarnos al máximo las penas, sin importar
que eso los afecte poco a poco en su salud. Mary y su mamá fueron un
claro ejemplo de tenacidad y amor familiar que tuve la dicha de
presenciar. Siempre las voy a recordar como grandes seres humanos
que a pesar de la adversidad, le sonreían a la vida y salían adelante.

---¿Por qué hiciste eso, Mary? Ni siquiera me preguntaste--- le reclamé a


mi amiga, en un tono molesto.

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---¿Qué, no puedes?--- me contestó--- Piénsalo y luego nos avisas--- dijo
eso y se fue como si no hubiera ningún problema.

No tenía nada que pensar, mi decisión estaba tomada: era un rotundo


no. La fiesta se realizaría en otra parte; pero por educación esperaría a
que me preguntara de nuevo una vez que lo hubiera pensado, como
decía ella.

Terminada la clase del viernes--- dos días después---, salí como rayo
hacia las aulas de videoconferencias. A la mitad del camino escuché una
voz que gritó:
---¡Joseph! ¿Vas a poder prestarnos tu casa?--- era Mary, me detuve y
la esperé. No venía sola, la acompañaba una amiga suya a la que nunca
le había puesto atención; también estaba en nuestra clase de
Estadística. En cuanto me alcanzaron, Mary preguntó:
---¿La fiesta podrá ser en tu casa, Joseph?
---¡Creo que no!--- respondí un poco tajante y en eso, la amiga de Mary
me abordó.
---Por favor, Joseph, ándale. Nadie quiere que la fiesta sea en su casa y
tú eres nuestra última esperanza de tener un buen reventón--- esas
fueron las primeras palabras que escuché de la dulce voz de Danira, la
muchacha que acompañaba a Mary.

En el instante que Danira me habló, mi rostro cambió, lo hizo viéndome


fijamente a los ojos con su hermosa sonrisa y diciendo mi nombre tan
natural como si fuéramos grandes amigos. Ella era realmente bella, no lo
había notado hasta ese momento y, como fue de esperarse, a Danira le
respondí:
---Pues... Creo que sí, estaba jugando cuando dije que no--- ¡Mentira! No
estaba jugando, pero sin saber la razón, a ella no le pude negar nada.
---¡Qué bien! ¡Gracias Joseph!--- dijeron mi amiga Mary y, ahora, mi muy
especial amiga Danira.

Pasó una semana desde mi encuentro tan inesperado con Danira y, de


hecho, mi vida continuó normalmente sin recordar aquel suceso tan
extraño en el que había sentido mariposas en el estómago frente a los
hermosos ojos de Danira, grandes y profundos como la oscuridad de la
noche.

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Al término de la clase del jueves de la siguiente semana, ella se dirigió a
mí--- durante toda la clase estuvo sentada en la banca de al lado, pero ni
siquiera habíamos cruzado una mirada.
---Oye, Joseph, ya sé cuanto dinero necesitamos para la fiesta, pero hay
un problema: no tengo carro para ir a comprar las botanas, refrescos y
demás bebidas, ¿qué hacemos?--- lo dijo mientras giraba en su butaca
hacia mí, sonriendo y abriendo sus ojos en los que podía ver mi propio
reflejo.
---No te preocupes, podemos ir en mi carro, cuando quieras nos
ponemos de acuerdo--- fue mi respuesta impulsiva, a lo que ella
contestó:
---Puedes pasar por mí el fin de semana y hacemos juntos las compras,
pero ¿sabes dónde vivo?
---No, no sé dónde vives--- respondí---, ¿podrías darme tu dirección?
---Claro Joseph.

Sin pensarlo, estábamos platicando demasiado, lo noté ya que


empezaron a llegar los alumnos de la próxima clase y su maestro
correspondiente. Por tal razón, Danira me dibujó un pequeño mapa con
señas que me ayudarían a llegar a su casa anexando su número
telefónico. Lo tomé burlándome de sus dibujos infantiles.
---No te rías, sé que no soy muy buena para dibujar--- me reclamó---. Mi
domicilio está cerca del Tecnológico, pero si tienes problemas para dar
con él, llámame, no lo dudes, ¿OK?
---Sí--- fue mi afirmación flotando en el aire, pues mientras respondía, la
observaba fijamente y el único pensamiento que invadía mi mente era:
¡QUÉ MUJER TAN HERMOSA!

Después de ese segundo encuentro, las cosas fueron diferentes. Entre el


resto de las clases del día observaba el pequeño mapa tratando de
descifrar cómo llegar a la casa de Danira.

A las 12:00 PM salí de la última clase, me dirigía a comer tomando la


ruta habitual y, a cinco cuadras del Tecnológico, vi una silueta alta y
delgada, con cabello negro, largo y lacio. Mi corazón comenzó a palpitar
rápidamente, “¿será Danira?” Me pregunté. Lo que despejó toda duda
fue la característica tira blanca que recorría de arriba abajo su mochila
escolar azul marino. “Sí es, ¿qué hago?” Extrañamente, el nerviosismo
se apoderó de mí. Decidí saludarla simplemente, pero cuando estuve

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más cerca quise pasarla sin voltear, como si no la hubiese visto. No
obstante; al momento de estar junto a ella detuve mi camioneta--- una
Pick up modelo 86--- y mirándola con una sonrisa, le dije:
---¿Ocupas que te lleve?--- ella volteó y al reconocerme...
---¡Claro que sí, Joseph! ¡Qué suerte! Así sabrás dónde vivo sin
necesidad del mapa absurdo que dibujé.

Rumbo a su casa, Danira platicaba sus deseos de estudiar ciencias


relacionadas con la genética en el extranjero durante el próximo verano;
lo contaba tan entusiasmada que me sorprendió. Por lo general, a las
muchachas bonitas como ella sólo les interesa divertirse y verse bien.
Danira era diferente, tenía un propósito en su vida y eso, me encantaba.
---Bueno, llegamos. Esta es mi casa para cuando gustes visitarme.
---Muchas gracias, Danira, lo tomaré en cuenta--- le respondí---.
Entonces, nos vemos mañana para los últimos detalles y el sábado
preparamos todo lo necesario para la fiesta--- cuando terminé de decir
esa frase, nos despedimos con un beso en la mejilla.

Es inexplicable cómo instantes tan breves pueden hacerte sentir tan vivo,
ilusionado o, dicho de otra manera, completamente enamorado. Jamás
había experimentado tal sensación, cada vez que terminaba una de mis
clases, corría hacia la siguiente aula con la esperanza de toparme, por
unos segundos, con Danira. Esperaba ansioso la clase de Estadística
para poder verla otra vez. Pasados 15 minutos de la clase del viernes
que tanto anhelaba, Danira no aparecía, me sentí un poco desesperado
porque ella nunca acostumbraba faltar. “Vaya, ahora que la estoy
esperando no llega”, fue mi reacción casi al concluir la hora de
Estadística a la que nunca se presentó. Camino a mis otras clases,
decidí ir a la biblioteca a entregar unos libros y a un costado de la puerta
observé a un muchacho platicando con... ¡Danira! Mi pulso se aceleró de
repente. Sin importarme la plática iniciada del otro muchacho, interrumpí
su conversación acercándome para preguntarle:
---¿Por qué faltaste a clase? Te esperaba para ponernos de acuerdo en
los últimos detalles--- me miró fijamente tomándome de los hombros.
---¡Perdí mi bolso con todas mis credenciales e identificaciones! Las
necesito para poder inscribirme en el verano científico en el extranjero
del que te platiqué--- la vi desesperada, no tanto por su bolso y
pertenencias, sino porque no podría inscribirse en el curso de genética
que había programado para el próximo verano.

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---Deberías llamar a tu mamá, de seguro tiene documentos tuyos que
servirán en tu inscripción--- mi comentario fue con la intención de que se
calmara un poco pero no surtió efecto.
---Ya lo hice, Joseph--- respondió---, pero tengo que ir hasta mi casa por
ellos--- al no ver inconveniente alguno, me ofrecí a llevarla.
---Pues vamos, ¿qué tanto tiempo nos puede tomar? Tu casa está a
unas cuantas cuadras del Tecnológico--- no quería desaprovechar
ninguna oportunidad en la que estaría con ella. A pesar de mi
disposición, seguía alterada.
---No es tan sencillo, lo que pasa es que donde tú conoces que vivo no
es la casa de mi familia, ahí sólo me asisten como estudiante. Mi
verdadera casa está en Los Mochis, Sinaloa--- no estaba seguro si era
foránea o no, pero con esa aclaración no quedó duda alguna.
---¿Y qué puedo hacer entonces? ¿Te llevo a la Central de Autobuses?
O cualquier cosa que necesites, por favor, búscame o llámame y con
mucho gusto te ayudaré.

Total, quedamos en que nos volveríamos a ver en la biblioteca cuando


saliera de mi clase en la que ya estaba retrasado con 30 minutos. La
llevaría a su casa de asistencia por unas cosas y luego a la Terminal de
Autobuses.

En mi clase de Física a la que casi no asistía, lo que menos me


interesaban eran los principios matemáticos que el maestro con mucho
empeño nos presentaba. Mi mente se había quedado con Danira, lo
único que quería era ver terminada la clase y así correr a la biblioteca en
su auxilio. Con la vista perdida, escuché que alguien me preguntó:
---¿Por qué no dejas de sonreír, Joseph?--- esa pregunta la hizo
Marlyne, una compañera de clase y que posteriormente se convertiría en
uno de mis principales apoyos emocionales.
---¿En serio?--- me hice el ingenuo--- ¿No dejo de sonreír? De seguro ha
de haber pasado algo maravilloso, ¿no crees?
---Si tú lo dices, amigo--- respondió carcajeándose de mí.

El alboroto del término de la clase no se hizo esperar: sonido de bancas,


empujones, risas y gritos de miles de estudiantes del Tecnológico
mientras se dirigen a sus siguientes clases. Ni me despedí de Marlyne,
salí como relámpago a la biblioteca en búsqueda de la mujer más bella
de los alrededores. Metros antes de llegar a mi destino distinguí a Danira

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e intercambiamos una mirada. Creo que notó el brillo en mis ojos, pues
hizo una gran sonrisa para mí.
---¿Nos vamos?--- le dije jalándola suavemente de su mochila escolar.
---No, cambiaron los planes, la verdad es que me da mucha pena contigo
y además tú estás sacrificando algunas de tus clases por ayudarme.
Otros amigos que ya se desocuparon se ofrecieron a llevarme; mil
gracias de todas formas por tus intenciones, eres una gran persona.

La noticia me cayó como balde de agua fría, lo que explicó era muy
razonable; sin embargo, quería estar con ella aunque fuera un par de
horas solamente. Las clases no importaban, estaba viviendo algo que ni
todos los conocimientos del mundo podrían compararse con las
sensaciones que Danira despertaba en mi ser.
---Bueno, está bien. Entonces el sábado no me vas a acompañar a
comprar las cosas ni vas a poder asistir a la fiesta ¿verdad?--- mi tono de
voz era un tanto desconsolado.
---Lo siento, no voy a poder acompañarte. Pero si regreso temprano, iré
a la fiesta--- inmediatamente le propuse:
---Si llegas para la fiesta, llámame y voy por ti a la Terminal de
Autobuses. Si faltas no será lo mismo--- mi rostro cambió y no quedó
más que despedirnos nuevamente con un beso en la mejilla.

Durante las noches el insomnio se apoderaba de mí, dormía pero


despertaba frecuentemente con un nombre en la cabeza: Danira. Me
pregunté: “¿acaso estás enamorado, Joseph? Si apenas conoces a
Danira, ¿qué es lo que la hace tan especial?” Lo curioso es que no
estaba ni la mitad de enamorado de lo que llegaría a estar después de
vivir la historia que el destino nos tenía reservada.

¡Al fin sábado! Día en que posiblemente regresaría Danira. Aun así no
salí a ningún lado, estuve encerrado en mi cuarto con un terrible
malestar de estómago. Lo tenía hecho nudo, no aceptaba casi nada de
alimento; a eso le atribuí que me faltaban las fuerzas para hacer mis
obligaciones cotidianas. La fiesta no me motivaba en lo absoluto, Danira
no estaría. Nadie preparó algo en especial, lo único que salvó tal evento
fue el sonido del teléfono a las 7:30 de la tarde.
---Bueno--- contesté.
---Buenas tardes, ¿está Joseph?--- fue asombroso, quien llamaba a mi
casa era mi hermosa Danira.

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---No, no está--- bromeé con ella---, ¡aguarda! Soy yo, Joseph. Estaba
jugando, ¿dónde estás, en la Terminal de Autobuses?
---No, estoy en mi casa de asistencia, ¿y la fiesta? ¿Dónde va a ser?

Le expliqué que había sido un fracaso y que nadie se puso de acuerdo,


hecho al que se rehusó.
---¡Pues no estoy de acuerdo!--- respondió en tono de berrinche--- Por la
fiesta regresé de Los Mochis y ahora vamos a celebrar el fin de cursos
sin importar cuantos seamos, ahorita mismo le llamo a Mary--- lo único
que me quedaba era apoyarla.
---OK, Danira, estoy listo en media hora. Dile a Mary que nos vemos en
mi casa, ¿quieres que pase por ti?
---¿Puedes?--- dudó.
---¡Pero claro! En 40 minutos estoy en tu casa.
---Muy bien, Joseph, te espero. Bye.

En cuanto colgué el teléfono, un salto acompañado de un grito de


felicidad aturdió los pasillos de mi casa.
---¡Sí, excelente!--- afortunadamente me encontraba solo, de lo contrario,
hubiera hecho el ridículo delante de mi familia.

En menos de 20 minutos estuve listo a pesar de no encontrar ropa


apropiada para ver a Danira, así que tomé prestada una camisa de mi
hermano y su loción nueva de la que me empapé abundantemente---
como lo mencioné, era desarreglado e importaba poco vestir bien; en
ese momento me pesó demasiado---. De camino a su casa saqué el
mapa, traté de descifrarlo y me perdí por unos minutos ya que tomé otro
camino; así que fui hasta el Tecnológico, abordé la ruta en la que me
topé con Danira y la seguí exactamente igual como cuando ella me guió.
“¡Qué alivio, ésta es su casa!”, pensé cuando reconocí la fachada.
---“Ding Dong, Ding Dong”, hice sonar el timbre dos veces y en segundos
se abrió la puerta. Estaba frente a mi Danira.
---¡Buenas noches!--- dijimos ambos mientras nos besábamos en la
mejilla.
---Mmm, que rico hueles Joseph--- fueron sus palabras después de
besarme.
---Tú también hueles muy rico--- le regresé el cumplido.

Cuando nos dirigíamos a mi casa, Danira me explicó el plan de la noche:

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---Hablé con Mary, le pedí que le llamara a Raúl para vernos en tu casa y
decidir a dónde sería bueno ir de reventón.
---Muy bien, entonces me apresuro, no sería bueno que tocaran a la
puerta y nadie les abriera.

Las palabras entre ella y yo fluían tan naturalmente que me sentía


fascinado, flotando en el cielo y la sonrisa de Danira era el más preciado
tesoro que, sin titubear, me entregaba una y otra vez.
---¡Qué bonita sonrisa tienes!--- fue mi último comentario antes de bajar
de la camioneta en espera de los demás--- ¿Quieres pasar?--- invité a
Danira por educación al interior de mi casa, aunque de antemano sabía
que rechazaría la propuesta.
---No gracias, aquí está bien, Raúl y Mary deben estar por llegar.
Efectivamente, aparecieron unos instantes después en un Tsuru color
azul metálico.
---Hola, ¿cómo están chicos?--- fueron los saludos.
---¿Y a dónde quieren ir?--- preguntó Raúl un tanto emocionado por
habernos reunido.
---¡Vamos a bailar a algún antro!--- dijo Danira antes que nadie.

Todos nos miramos y la verdad ninguno apoyó la idea. Fue una suerte,
en realidad, no sabía bailar muy bien y lo que menos quería era hacer el
ridículo frente a la hermosa jovencita que me hacía sentir mariposas en
el estómago.
---Mejor vayamos a la feria, ahí hay mucho que ver--- esa fue la oferta de
Mary, nos pareció bien a los cuatro y no perdimos más tiempo.

Nos fuimos en el auto de Raúl, adelante viajaban él y Mary; Danira iba


conmigo en el asiento de atrás. En el camino, Raúl encendió su equipo
de sonido colocando un CD de Bon Jovi, repitiendo varias veces la
misma canción: “Always”, canción que se convertiría en un himno de
dolor que me daría fuerzas para seguir luchando; y a la vez haría rodar
lágrimas en mis ojos al escucharla. Sería la canción que interrumpiría mi
silencio haciendo un eco en el viento junto a los latidos de mi corazón.

Antes de ir a la feria, recorrimos la ciudad en el auto con la intención de


platicar y reír un rato. Sin pensarlo, solamente intercambiaba palabras
con Danira y mientras más hablaba, más me convencía de lo maravillosa
que era la jovencita sentada a mi lado. Su cabello lacio y largo

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descansaba sobre mi brazo cuando se acercaba demasiado. Su perfume
quedó impregnado en mis manos con el simple contacto que tuvimos al
saludarnos. Aquella noche, empezó una dura batalla en mi interior; por
un lado, estaba convencido de que era amor lo que sentía por Danira,
pero al mismo tiempo, en mi cabeza rondaba la terrible idea de que yo
no era lo suficientemente bueno como para gustarle y mucho menos
para formalizar una relación con ella. Dentro de ese auto, inició mi viaje
hacia un destino incierto y desconocido, maravilloso y doloroso a la vez.
Con suspiros y lágrimas, noches de amor y desamor; no sé cómo se le
pueden llamar a todas esas emociones encontradas. Quizás, lo único
que se le asemeje sea la miel, pero una miel amarga.
---Estaciónate tras ese camión, es un buen lugar--- Mary estaba
desesperada por entrar a la feria.
---¡Mira! Esa caricatura me encanta--- señaló Danira la entrada de la
feria, donde había un camión con el dibujo de un personaje de caricatura
japonesa.
---¿De verdad tienes tiempo para ver caricaturas?--- le pregunté en un
tono burlón.
---Claro, cuando puedo me encantan, hacen que me relaje y olvide cosas
absurdas que no tienen solución--- me extrañó que se refiriera a cosas
sin solución bajando la mirada. En fin, no le di importancia.

Una vez recorriendo la feria, mi único mundo era Danira: su plática, sus
gustos, su manera de caminar. Para resumir, todo lo que la envolvía me
interesaba.
---Hola, ¿cómo están? ¿Qué les parece la feria de este año?--- por un
momento me distraje y saludé a mi hermana quien también visitaba la
feria con sus amigos.
---¿Qué te sucede Joseph? ¿Acaso Danira tiene un imán contigo?
¡Sepárense!--- curiosamente Mary notó que no podía despegarme ni un
segundo de Danira.

Ella empezó a separarnos, se colocaba entre nosotros pero


inmediatamente, sin importarme nada más, estaba junto a Danira en
cuanto podía. Mary se molestó por tal situación. A pesar de que habían
pasado un par de años desde que salimos de la preparatoria, seguía
celándome, lo noté en su rostro y palabras. Mi comportamiento con
Danira debió sorprenderla demasiado, no pudo disimularlo pues en la
prepa estuvo enamorada de mí aunque siempre le puse en claro que lo

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único que me interesaba, y valoraba, era su amistad. Ese tema estaba
olvidado; no obstante, mi repentino enamoramiento le cayó a Mary como
témpano de hielo y jamás pudo ocultar su descontento siempre que
Danira y yo estábamos juntos. “Por favor, Mary, déjame tranquilo”, fue el
pensamiento que me invadió con algo de coraje. Por fin estaba con
Danira en algo diferente a nuestra relación de compañeros de clase y
una personita se empeñaba en estropearlo. “¡Qué suerte la mía!”
Reclamé.

La feria contaba con los juegos mecánicos tradicionales. En realidad,


nunca me habían gustado los juegos fuertes a diferencia de Danira,
quien insistentemente me pedía que la acompañara en los que, a mi ver,
eran los peores.
---¡Ese, a ese me quiero subir! Vamos a formarnos, Joseph, por favor.

Cuando Danira terminó de seleccionar su primer juego, tomó mi mano y


corrimos juntos hacia el extremo de la fila del juego mecánico que pensé
nunca experimentar: El Rostizador. De verdad debí haber estado en
trance de amor para aceptar acompañarla, los gritos de quienes se
subían al Rostizador antes que nosotros me ponían más nervioso.
Llegado nuestro turno, un muchacho se encargó de acomodarnos y
ajustar los chalecos metálicos de seguridad, coloqué mi mano en el
descanso y Danira la tomó nuevamente entre sus delicados dedos con
un fuerte, pero muy tierno, apretón,
---¡Aquí vamos, no tengas miedo, gallina!--- dijo mirándome con su
sonrisa; apenas y asimilaba lo que pasaba cuando sentí el tirón. El
Rostizador estaba andando.

Como era de suponerse, gritaba como loco, la sangre se me subió a la


cabeza y casi se me salía el corazón por la boca, pero no importaba,
durante todo el paseo Danira y yo nunca nos soltamos el uno al otro.
Había valido la pena el sacrificio, ¡en verdad había valido la pena!
---Te lo dije, es muy divertido y tú que no querías subir--- dijo todavía
riendo del susto, una vez que se detuvo el singular aparato de tortura.
---Estuvo bien, sentí las tripas en la cabeza, pero no pasó de ahí--- no
supe qué más decir. Raúl y Mary aprovecharon para burlarse.
---Hubieras visto tu cara de aterrado, Joseph. ¡Fue muy gracioso!
---Sí, sí, ya lo sé--- les seguí el juego. Lo que ellos no sabían es que no
era cara de horror, sino de tonto en el cielo con su ángel de la guarda.

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---¿Por qué no nos tomamos una foto todos juntos?--- preguntó Mary
mientras pasábamos por un puesto de fotografías en llavero.
---¡Excelente idea!--- dijimos.

Obviamente quise salir en la foto al lado de Danira, era de esperarse, lo


que no esperaba era que ella también lo quisiera; cuando el fotógrafo
hizo las dos tomas correspondientes, ella se acercó tanto a mí que sus
finos cabellos se enredaban en mi oreja derecha y efectivamente, al ver
las fotografías, por nuestra cercanía parecíamos algo más que amigos.

Terminada la feria, Raúl nos repartió en nuestras respectivas casas,


dejando a Danira y Mary primero y a mí a lo último. Cuando bajé del
auto, Raúl habló:
---Es muy claro, Danira y tú se entienden bien, pude notarlo sin mucha
dificultad--- su comentario me emocionó.
---¿En verdad crees que tengo posibilidades con ella?--- pregunté con el
ritmo cardiaco agitado.
---Por supuesto, todo depende de que te decidas, mi amigo--- al terminar
de darme ánimos, lo despedí.
---Gracias por traerme, Raúl. Nos vemos el lunes en el Tecnológico.

Sobra decir que esa noche la pasé en vela, repasando uno a uno los
encuentros cercanos con la mujer que, sin duda, amaba; tratando de
convencerme de que sí tenía oportunidad con ella, por mínima que fuera,
pero que existía. ¡Esa noche pude sentirlo!

Las últimas dos semanas del semestre transcurrieron normalmente para


los estudiantes y maestros del Tecnológico, menos para mí. A pesar de
que estaba en exámenes finales y debía entregar proyectos y demás
evaluaciones, en mi pensamiento siempre me acompañaba Danira. Cada
uno de sus gestos, el olor de su perfume, su voz y la suavidad de la piel
de su mano cuando estaba entre mis dedos. Daba vueltas y vueltas en
mi cama tratando de idear una forma de acercarme a la chica de mis
sueños y así cortejarla tranquilamente, con paciencia, sin prisas, para
que un día, si Dios lo permitía, ella también me considerara especial.
Una gran idea que invadió mi cabeza fue hacerle llegar los poemas que
me inspiraba y escribía por la imponente necesidad de sacar un poco del
amor que fluía por mis venas. “Ya sé, dejaré los poemas a la entrada de
su casa por la noche para que cuando salga, reciba el nuevo día con

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unos cuantos versos de amor”, eso pensaba cada vez que concluía un
nuevo poema inspirado por Danira. Los primeros versos que
comenzaron a navegar en el ambiente después de la noche en la feria,
fueron los siguientes:

Si mi corazón pudiera hablar


y si tu corazón pudiera escuchar,
bastarían mis latidos
para expresarte
cuanto te necesito.

Y si mis labios no saben decir


aquel amor que siento por ti,
no me queda más
que verte a los ojos,
acariciarte con la mirada,
retirarme y recordarte hasta morir.

El plan estaba listo, comenzaría a dejar los poemas en su casa a partir


de la próxima y última semana del semestre, con intenciones de revelarle
quién era su enamorado secreto un día antes de que partiera a disfrutar
las vacaciones de verano en compañía de su familia.

Era martes al medio día, había cumplido con todas mis obligaciones
escolares y por esa razón me encontraba descansando en casa cuando,
de repente, sonó el teléfono y bromeé conmigo diciendo: “Ha de ser
Danira”, levanté la bocina y escuché:
---Buenas tardes, ¿está Joseph?
---Sí, soy yo--- respondí---. ¿Quién habla?
---Hola, soy Danira--- ¡Guau! No lo podía creer. Danira había llamado
después de dos semanas de la feria.
---¡Qué sorpresa tan agradable, Danira! ¿A qué debo tu llamada?---
explicó sus motivos:
---¿Recuerdas que dijiste que te llamara si necesitaba algo? Pues,
aunque me da mucha pena, sí ocupo de tu ayuda.
---¿En qué puedo servirte?--- le pregunté un tanto intrigado.

19
---Voy a cambiarme de casa y no tengo en que llevarme mis cosas,
¿podrías ayudarme?
---Por supuesto, con mucho gusto--- me encontraba verdaderamente
contento, ayudaría a Danira y sabría su nuevo domicilio; con esto,
consolidaba mi amistad para demostrarle mis buenas intenciones.
---Gracias, Joseph. Te llamo mañana en la tarde cuando todo esté listo,
vendrá mi mamá a ayudarnos--- así explicó el procedimiento de su
mudanza. Casi sin aliento sólo dije:
---Muy bien, Danira. Espero tu llamada.

El miércoles no hice otra cosa más que esperar a Danira. El teléfono no


sonaba y empezaba a desesperarme, hasta que al fin sonó. Era ella. Me
explicó que no sabía la hora de llegada de su madre, por eso no había
llamado; también dijo que llamaría a las dos de la tarde, cuando de
seguro su mamá ya estuviese en la ciudad.
---No te preocupes, aquí voy a estar esperándote--- dije antes de colgar.

Dos y media, dos cuarenta de la tarde y Danira no llamaba, así que


decidí hablarle. Contestó una mujer pero no era ella.
---Danira no está, parece que fue a llamar a alguien por el teléfono
público--- esas palabras de la señora que la asistía me activaron y, como
alma que lleva el diablo, fui a la casa de Danira a averiguar lo que
ocurría.
---Ya me voy, al rato vuelvo--- me despedí de mi madre al topármela
cuando salía.

Una vez frente a su casa, Danira salió vistiendo un Jeans azul muy claro,
con blusa rosa y sus lentes de aumento.
---¡Qué bien te ves!--- fue mi saludo.
---¡Gracias!--- recibió con agrado mi cumplido--- ¿Podemos ir por mi
mamá a la Terminal de Autobuses? No tarda en llegar.
---Claro, sube.
Camino a la Terminal, explicó el motivo de su mudanza:
---Me asisten bien. Sin embargo, no me gusta la comida que prepara la
señora y eso no es todo, se molesta cuando las demás muchachas que
asiste y yo queremos salir a divertirnos. Prefiero cambiarme que tener
problemas serios con ella--- a mi ver, tenía muy buenos motivos.
---¿Y dónde será tu nuevo domicilio?--- le pregunté sin ocultar mi interés.

20
---Frente al Tecnológico, ya no tendré que caminar todos los días con el
fuerte sol de la tarde.
---Me parece muy bien. Mira, llegamos a la Terminal--- estacioné el auto
en un buen lugar.
Entramos y aguardamos sentados, Danira dijo:
---Vas a conocer a mi mamá, estoy segura de que le caerás muy bien.
---¿De verdad?--- no supe qué responderle, estaba algo nervioso.

De pronto, se perdió de mi vista y, a escasos segundos, reapareció


acompañada de una señora muy alta de cabello oscuro. Era su madre.
---Mamá, te presento a Joseph, un amigo.
---Mucho gusto--- dijimos ambos al mismo tiempo.
---¿Y cómo se porta mi niña?--- preguntó la mamá de Danira siendo un
poquito sarcástica.
---Muy bien, de hecho, su hija es responsable y muy simpática---
contesté la pregunta aguantándome las ganas de decir: “Y muy hermosa
también”.

Hicimos lo pactado, llevamos las cosas de Danira a su nueva casa de


asistencia; su mamá se aseguró de instalarla y dejarla en buenas manos.
Platicamos unos 30 minutos con la dueña dejando en claro las
condiciones y cerrando el trato. Recuerdo muy bien que la mamá de
Danira preguntó:
---Y cuando las muchachas quieran ir a bailar, ¿hay algún problema?
---En lo absoluto--- respondió la señora Bertha, propietaria de la nueva
casa de asistencia de Danira---. Le daré una llave para que pueda abrir
cuando regrese de divertirse.
---Está bien--- se quedó tranquila la protectora madre---. Pero no debe
llegar después de las dos de la madrugada, le encargo eso--- recalcó.
---No se preocupe señora, estaré pendiente, su hija queda en buenas
manos.

Abandonamos la nueva vivienda para llevar a la mamá de regreso a la


Terminal. No encontré estacionamiento, de modo que la señora me pidió
detener el auto para bajarse y no darme más molestias, lo último que me
dijo al despedirse, ambos fuera del auto parados a media calle, fue:
---Te encargo a mi niña, cuídala mucho--- le respondí encantado:

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---Sí, señora, lo haré--- ¿Qué más podía pedir? Quien quería fuera mi
suegra estaba encargándome a su hija. Al parecer, gané su confianza en
poco tiempo.

Una vez de vuelta arriba del auto, Danira preguntó:


---¿Qué te dijo mi mamá?
---Que te cuidara--- aclaré su duda sonriendo.
---De seguro le caíste bien--- confirmó mis sospechas.

Conduciendo hacia el nuevo domicilio, Danira me pidió un último favor:


---¿Podemos ir a la plaza comercial a sacar un duplicado de la llave?
Quiero hacerlo de una buena vez.
---No hay ningún problema--- dije marcando el direccional.
Sacamos el duplicado y le ofrecí un helado que aceptó con gusto.
Caminando en la plaza, pasamos frente a las salas de cine; ella
preguntó:
---¿Ya viste esa película? Gladiador.
---No--- contesté---, ¿y tú?
---Sí, está fabulosa, con mucha acción y trama.
Me armé de valor para poder decirle:
---¿Y no te gustaría volver a verla hoy?
---¿Qué día es hoy?--- se preguntó--- ¡Miércoles! Está bien, vengamos a
la última función.
Faltaba hora y media, invertimos toda la tarde en su mudanza y estaba
oscureciendo.
---Gracias por aceptar, Danira. Bueno, mejor te llevo a casa para que
tengas tiempo de alistarte, yo haré lo mismo. Nos queda poco antes de
que empiece la última función--- así cerré mi primera cita a solas con la
bella Danira.

Para mi desventura, tuve el mismo problema que cuando fui a la feria.


No contaba con ropa, a mi consideración, adecuada para salir.
---¡Maldita sea! ¿Por qué tengo que ser así de desordenado?--- maldije
el comportamiento que me había caracterizado los últimos años.

Total, encontré una playera, un jeans azul y zapatos negros, no estaba


del todo conforme pero era lo mejor que podía hacer a escasa media
hora de la función de cine. Eso sí, me afeité perfectamente y di un baño,

22
después del regaderazo, con la loción que tanto le había gustado a
Danira.
---Ding Dong--- toqué el timbre de la nueva casa de asistencia e
inmediatamente abrió ella. Lucía realmente hermosa con el cabello
suelto, su bella sonrisa y un pantalón café claro, muy bonito, que
denotaba su delicada figura.
---¿Nos vamos?--- dijo ella.
---Sí, la función está por comenzar--- abrí la puerta del auto y le pedí que
subiera.

Cada metro de camino al cine fue como una fantasía en la que no creía,
apenas tres días antes planeaba cómo acercarme a Danira y ya estaba
en mi primera cita a solas con ella; eran indescriptibles las sensaciones
que experimentaba. Pude notar que Danira se veía contenta; y ¡vaya si
fue impresionante ver la entrada del cine cuando llegamos! Estaba
repleta de jóvenes del Tecnológico y, curiosamente, me topé con mi
amiga Marlyne, quien hacía fila para entrar a la función de otra película
diferente a la que nosotros veríamos.
---Hola, ¿acostumbras venir mucho al cine, amiga?--- fue la manera en
que la saludé al besarla en la mejilla.
---No, de hecho casi no vengo, Joseph. ¿Y tú?
---Yo tampoco--- le confesé.
---Y… ¿Con quién vienes?--- extrañada preguntó.
---Con ella, Danira--- la señalé ligeramente.
---Que bien, bueno, me despido Joseph. Espero verte pronto.
---Disfruta la película, Marlyne--- le aconsejé.

Al momento de estar frente a la muchacha de la taquilla, Danira se


ofreció a pagar los boletos, acto al que me rehusé.
---Yo te invité, por favor, permite que pague--- pensó un poco y luego
respondió:
---Muy bien, Joseph, de todas formas sólo tienes que comprar uno.
---¿Por qué uno nada más?--- la cuestioné confundido.
---Porque es miércoles y las funciones son al dos por uno. ¿Acaso no lo
sabías?--- la vergüenza invadió mi rostro, era la primera vez que iba al
cine desde que estaba en la preparatoria. No acostumbraba salir a ese
tipo de lugares, sino a otros muy diferentes. A lo que Danira simplemente
recalcó:

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---Te hace falta variar tu forma de divertirte un poco más Joseph, no todo
es salir a tomar cerveza y buscar nenas--- sentí como si Danira me
estuviera reprendiendo, quizás me lo merecía.

Pagué el boleto, tomé mi cambio y sin esperarlo ella comentó:


---Está bien, la próxima vez yo te invito--- quedé paralizado, tenía
prácticamente otra cita con ella.

El cine estaba completamente lleno, creí que no alcanzaríamos asientos.


Largas filas en la dulcería, jóvenes corriendo tratando de apartarles un
lugar a sus amigos; ese espectáculo presencié sentado junto a Danira.
Una vez que inició la película y se acabaron las largas filas, pregunté a
mi bella acompañante:
---¿Se te antoja algo de la dulcería?
---Sí, unas palomitas y un refresco grande para los dos--- respondió.
---OK, ahorita regreso, cuida mi lugar--- al levantarme, tomó mi brazo
para decir:
---No olvides ponerle salsa a las palomitas, por favor. ¡Me encantan
enchilosas!

La película transcurría. Cada vez que aparecía una escena impactante,


Danira me tomaba del brazo queriéndome explicar lo que sucedía; era la
segunda ocasión que veía la película. Trataba sobre un General Romano
que sufrió un atentado del nuevo César--- El Emperador--- y se
encontraba oculto como esclavo, obligado a pelear a muerte con la única
finalidad de entretener a quienes pagaban por disfrutar del sangriento
espectáculo. Eso lo supe mucho tiempo después, cuando volví a ver la
película transmitida en la televisión, debido a que en el cine, mi atención
estaba centrada absolutamente hacia Danira; salí de la sala al término
de la película sin saber la trama.

Salimos de la plaza donde se encontraba el cine, eran las once y media


de la noche.
---No te regañan por la hora que es ¿verdad?--- cuestioné intrigado.
---Jajaja--- rio un poco---. Es temprano todavía Joseph, pero es mi
primera noche con Doña Bertha y me gustaría ir a casa; quiero ganarme
su confianza.
---Por supuesto, pequeña niña--- dije burlándome de sus movimientos
infantiles.

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Llegamos en menos de 15 minutos.
---¡Muchas gracias! La pasé súper bien--- dijo ella parada en la puerta de
su casa.
---Gracias a ti Danira, soy yo el afortunado por haber pasado esta noche
contigo--- le regresé el cumplido y, antes de despedirnos, le recordé su
deuda.
---¿Cuándo salimos de nuevo? Recuerda que prometiste que la próxima
vez tú invitabas--- sonriendo respondió:
---El próximo miércoles a la misma hora. Mañana voy a mi verdadera
casa; extraño a mi familia pero regresaré para saldar mi deuda.

Quedando clara la cita, nos despedimos con un beso en la mejilla, más


prolongado e intenso que de costumbre.

En ocho días volvería a verla y de algo estaba seguro: necesitaba ropa


adecuada. No tropezaría tres veces con la misma piedra. La mañana del
sábado siguiente recorrí las tiendas de ropa para caballero en busca de
un par de playeras, pantalones y zapatos a la moda. Por las noches,
salía a correr a un parque público y trataba de comer sanamente sin
excesos. Me sentía genial, más vivo que nunca, con un propósito en
mente: conquistar los inigualables ojos de Danira.

Ya era miércoles, estaba entusiasmado. Como a eso de las cinco de la


tarde sonó el teléfono; contesté y era quien imaginaba.
---Hola, ¿cómo has estado? ¡Estoy de vuelta en la ciudad, Joseph!---
pude notar alegría en su voz, lo que me volvía loco.
---¡Genial! ¿Lista para la cita de esta noche?--- pregunté.
---Sí, pero ¿a qué hora y qué película vamos a ver?--- sin disimular mi
interés respondí:
---Inocencia Interrumpida, a las nueve de la noche. ¿Te parece bien?

Confieso que había averiguado anticipadamente las películas de estreno


y los horarios con la intención de que todo saliera acorde a lo planeado.
---Me parece bien, Joseph. Pasa por mí a las ocho y media. Nos vemos,
besos.
---Hasta la noche, Danira--- colgué y con cada respiro me enamoraba
más y más.

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A las siete en punto entré a la ducha, me afeité minuciosamente y di el
baño obligatorio de loción; seleccioné una playera con un pantalón beige
claro y un peinado algo diferente. Noté inmediatamente que mi
alimentación y el ejercicio ayudaron a que perdiera peso; me sentía
mejor y más delgado. La pancita que me caracterizaba no se notaba ya.

Ocho y media, ni un minuto más ni un minuto menos. Estaba frente a la


puerta de Danira y disponía a llamar cuando, repentinamente, se abrió.
---¡Te gané!--- me dijo, supongo escuchó mis pasos.
---Sí, me sorprendiste de verdad.
Nos saludamos como de costumbre. Extrañamente me miró y dijo:
---Enseguida regreso--- se demoró como cinco minutos, estaba vestida
menos elegante que la última vez; posiblemente notó que mi
guardarropa no era de lo mejor y quiso lucir más sencilla. Sin embargo,
lucía preciosa. No estoy seguro si se regresó para maquillarse un poco
más o en busca de sus lentes de contacto, creo que nunca lo sabré.

Camino al cine, las cosas fueron diferentes. Me sentía seguro y más en


confianza con Danira; pude percibir su intensa mirada cada vez que le
hablaba, no apartaba sus ojos de mí ni por un segundo. Eso, me
encantaba. Platicábamos sobre cualquier cosa, nada fuera de lo común:
su familia, la mía, los amigos y sus intenciones del verano para llegar a
ser una gran investigadora.

Estando en el cine ya no me sentía tan desconcertado. Compramos los


boletos que ella insistió en pagar y entramos a ver la función. La sala
nuevamente estaba casi llena; sólo encontramos lugares hasta adelante,
casi pegados a la pantalla.
---¿Gustas palomitas?--- le pregunté minutos antes de que iniciara la
función.
---No, esta vez quisiera un chocolate, ¿podrías?--- como si sus deseos
fueran órdenes, me levanté en busca de los chocolates y un refresco
mediano.
Al regresar, la película tenía escasos minutos de haber iniciado.
---¡Rápido, siéntate Joseph! La película ya empezó--- se dirigió a mí
tomando su respectivo chocolate.

La película “Inocencia Interrumpida” trató sobre una joven a la que le


robaban los mejores años de su vida al estar encerrada injustamente en

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un hospital para enfermos mentales. No quiero decir que le puse
demasiada atención a la película, al menos, estaba más relajado; tanto
que empezamos a jugar con los chocolates, embarrándonos la cara uno
al otro tiernamente.
---¡Se acabó!--- dijo cuando la envoltura de su chocolate estaba vacía.
---Dámela, yo la tiro--- mentí, no tenía intención de tirar las envolturas,
sino guardarlas como recuerdo de aquella noche en la que sentí a Danira
más cerca de mí, como si fuera mutuo mi sentimiento hacia ella.

Los juegos continuaron, pero con nuestras manos. Nos peleábamos por
el descanso del brazo que compartían los asientos. Ella quitaba mi mano
y ponía la suya, yo hacía lo mismo hasta que nos quedamos tomados de
las manos por, cuando menos, un minuto. Esa noche, fui el hombre más
feliz de la Tierra y Danira pudo verlo en mis ojos enamorados.
---¡Qué buena película!--- no supe decir otra cosa con la emoción,
estando fuera del cine; ella afirmó lo mismo y subimos al auto como dos
adolescentes a los que sus papás esperan antes de que oscurezca.

Encendí el auto y dimos unas cuantas vueltas por la ciudad. Reíamos


como una pareja de tontos, todo nos causaba gracia, hasta que Danira
confesó:
---Casi no he dormido y tengo muchísimo sueño, ¿te importaría llevarme
a casa? Mañana debo empacar unas cosas, regresaré de nuevo con mi
familia hasta ir al curso de verano del que te hablé--- me pareció buena
idea y sentí halagado; por lo visto, regresó con la única intención de salir
conmigo esa noche.
---Está bien, te dejaré para que puedas descansar y soñar con los
angelitos.

Antes de llegar a su casa, pregunté:


---¿A qué hora te vas mañana?
---No lo sé, creo que en la tarde, ¿por qué Joseph?
---Quisiera invitarte a comer, ¿podrías hacerme un espacio en tu
agenda?
---¡Claro que sí! ¿A las dos te parece bien?--- afirmé con la cabeza y con
el típico sonido que significa sí, sin abrir la boca.

Estando frente a su casa, dije:


---Muy bien, hemos llegado--- suspiré al instante de apagar el auto.

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Nos agradecimos por la maravillosa velada, ninguno de los dos quería
despedirse aún. Permanecimos afuera bastante tiempo, continuando con
nuestros juegos y, aunque no lo crea, fui yo quien dio pie a que
finalmente nos despidiéramos; por consideración a ella obviamente, por
mí, nos hubiéramos quedado hasta el amanecer.
---Buenas noches, Danira...
---Buenas noches, Joseph. Gracias otra vez--- nos besamos
efusivamente, tocando de forma muy ligera no sólo las mejillas, sino
parte de nuestros labios.

Y venciendo todos mis temores, rodeé su cintura con mis brazos, puse
mi rostro frente al suyo. Su respiración estaba agitada al igual que la mía
y cerrando los ojos, finalmente... La besé en los labios.

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La batalla interna

Ese miércoles por la noche me convertí en el hombre más feliz del


mundo, ¿qué más le podía pedir a Dios? La mujer que amaba también
sentía algo por mí. No existía duda, pues se entregó completamente en
ese beso que tan osadamente le di. ¡Fue fabuloso! Como si el Edén
hubiese bajado a la tierra y crear, exclusivamente, esa atmósfera de
amor para nosotros. Mis dedos se deslizaban entre su fino cabello y un
suspiro nos invadió al mismo tiempo. Cuando el beso terminó, nos
miramos fijamente, sólo faltó escuchar esas dos sencillas pero
poderosas palabras: Te amo. No había sido un sueño, no, ¡sucedió
realmente! Y yo era el afortunado que había conquistado el corazón de
Danira; o cuando menos, eso creí hasta ese momento.

Tres de la mañana, fue la última hora que vi en mi despertador antes de


quedar profundamente dormido en espera de volver a ver a mi amor:
Danira.

La mañana siguiente desperté a las nueve diecisiete, tenía que ir al


Tecnológico a ver las publicaciones de los horarios del curso intensivo de
verano. Frente a las listas, copiando la hora de mis posibles clases, me
invadió la felicidad nuevamente; con toda persona que veía no podía
evitar pensar: “es imposible que seas más feliz que yo, soy el más
afortunado del planeta”. Como a diez personas diferentes les hice ese
comentario en mi mente, no sabía que las cosas estaban a punto de dar
un impresionante revés.

A la una y media de la tarde estaba listo. Fui a la florería cerca de mi


casa y compré una rosa roja para Danira, le anexé un pequeño
pergamino con palabras de aliento, no quise mostrarme tan urgido y
ponerle unos versos de amor; mejor, tomaría las cosas con calma. A las
dos en punto mi auto estaba estacionado fuera de su casa de asistencia,
como de costumbre, toqué el timbre. A los cinco minutos salió Doña
Bertha.
---Un momento joven, enseguida le aviso que ya está aquí.
---Gracias señora, es usted muy amable--- dije sudándome las manos.

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La rosa aguardaba en el asiento delantero del auto, quería darle una
sorpresa a Danira. Jamás le había dado un presente y como iba a ser el
primero, estaba muy nervioso; casi se me salía el corazón por la boca. Al
fin ella salió, parecía que nos habíamos puesto de acuerdo: vestíamos
pantalón negro y playera--- blusa en su caso--- blanca.
---Hola, ¿nos vamos?--- fueron sus palabras acercándose a mi auto.
---Danira, por favor, puedes detenerte y cerrar tus ojos--- le pedí
amablemente.
---¿Por qué? ¿Qué pasa?--- continuó avanzando.
---Tengo una sorpresa, hazme caso por favor--- inesperadamente hizo
caso omiso a mis súplicas y vio lo que yacía sobre el asiento delantero:
la rosa roja.
---Ya vi lo que es…--- expresó.
Sentí que la sangre se me subió a la cabeza, una profunda decepción
me invadió.
---¿Por qué lo hiciste, Danira? Era una sorpresa que te había preparado-
le reclamé.
---Lo que pasa es que soy muy curiosa y no puedo aguantar, me
desespero mucho con las sorpresas--- puso una tonta excusa.
Resignado, procedí a abrir la puerta y le entregué la rosa, ¿qué más
quedaba?
---Espero te guste, iba a ser una sorpresa pero la viste antes de tiempo---
dije con una sonrisa un poco forzada.
---Gracias, Joseph, está muy bonita--- fue su único comentario.

Traté de no angustiarme e hice lo posible por recobrar el ánimo.


---¿A dónde te gustaría ir a comer, Danira? Conozco unos buenos
restaurantes de la ciudad--- su respuesta me fulminó:
---No gracias, no quiero nada complicado, se me antojaría comer pizza---
después de escuchar eso…
---A las pizzas se va con tu hermanito, tus amigos o con cualquier idiota--
fue el pensamiento que cruzó por mi mente---, pero no con alguien que
está haciendo todo lo posible por pasar una tarde maravillosa y que una
noche antes lo besaste intensamente--- afortunadamente, eso sólo lo
pensé.
Después de unos segundos me calmé y abrí la boca para apoyar su
decisión.
---A las pizzas está bien, ¿a cuáles quieres ir?
---Pizza Hut--- contestó.

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“Vaya, de todas las pizzerías de esta ciudad eligió la más cercana con un
sazón no muy agradable a mi paladar”. Volví a hablar en mi mente.

Soy una persona tranquila. Sin embargo, cuando realmente me molesto


no puedo ocultarlo; además no era tan sólo enojo, sino decepción,
confusión y dolor en el pecho. Incluso comencé a sentir un malestar en el
estómago. Danira notó mi cambio de humor, debió haberse sentido mal
porque quiso aligerar el ambiente con unas palabras que estaban fuera
de lugar.
---Dijo mi mamá que eras un muchachito muy guapo y agradable.
---¿Ah, sí?--- gesticulé y la puse en una situación incómoda--- ¿y tú qué
piensas?--- No respondió. En lugar de mejorar la situación, empeoró.

“¿Qué al caso ese comentario si ya me desechó a la basura, a mí y a


todas mis intenciones?” Pensé otra vez.

Pizza Hut. Entramos y ordenamos una pizza de salami con espagueti,


pagué sin aceptar el dinero que me ofrecía como su parte de la cuenta.
---Tómalo por favor, Joseph--- mi cabeza siempre se movió
negativamente.
---Bueno, de lo malo, lo menos peor--- me dije---. Pásatela bien, al
menos estás con ella--- intenté darme ánimos de nuevo.

Cuando trajeron la orden, Danira platicó la ocasión en la que invitó, a ese


mismo lugar, a unos “niños de la calle” como proyecto final de la materia
de desarrollo personal.
---Que interesante--- agregué mientras comía sin ganas una rebanada de
la dichosa pizza de salami.
---¿Y tú? Cuéntame algo--- pidió sonriendo.
Le platiqué sobre mis aspiraciones profesionales--- inciertas hasta ese
momento---, mi empleo y vida aburrida.
---No creo que tu vida sea aburrida; de hecho, puedo ver muchas
cualidades en ti.

Una vez que me halagó de esa forma, el mal humor se alejó e iniciamos
una plática menos tensa sobre un suceso que le ocurrió mientras estaba
en su ciudad natal:

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---No te he contado, Joseph; choqué el automóvil de mi madre---
impulsivamente repliqué:
---¿Y no te pasó nada grave?
---Afortunadamente no, fue un alcance leve, pero sí usé un collarín
durante una semana.

A pesar de lo que había sucedido esa tarde, mi amor por Danira no


disminuyó en lo más mínimo, al contrario. No obstante, inició mi batalla
interior contra los demonios que una y otra vez me susurraban:
---Danira es un sueño inalcanzable para ti, jamás podrás conquistarla,
eres un joven demasiado común para ella.

Dejamos de comer con media pizza sobre la charola, en realidad, a


ninguno de los dos nos apetecía.
---¿Te llevo de una vez a la Terminal de Autobuses?--- le pregunté al
instante que recogía la basura.
---No, todavía faltan dos horas para la salida del autobús, mejor vayamos
a mi casa.

Accedí sin mucho entusiasmo, prefería dejarla e irme a darle vueltas al


asunto, tratando de descubrir el motivo de su cambio repentino de
actitud.

Sentados en la sala, comencé a hojear una revista que estaba sobre el


sofá. Debo confesar que sólo simulaba leerla, la hojeaba sin poner
atención al contenido. En tanto, Danira completaba una práctica de su
laboratorio de bacteriología por hobby, pues estábamos de vacaciones,
se notaba que también quería matar el tiempo antes de su partida.
Transcurrimos como media hora en ese estado hasta que ella rompió el
silencio:
---¡Ay, cómo me encanta mi carrera! Dedicaré mi vida entera a la
investigación. Y a ti Joseph, ¿qué te gusta?
---Tú--- pensé solamente---. A mí me gustan muchas cosas, demasiadas
diría yo. Las ciencias químicas y biológicas; la literatura y escribir. El
problema es que en todas esas áreas se necesita paciencia, dedicación;
y soy muy desesperado y distraído.

Lo que decía era verdad, acostumbraba emprender proyectos que


siempre quedaban a la mitad por mi falta de paciencia.

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---Estoy segura que algún día logarás algo grande, Joseph; tan sólo sé
un poquito disciplinado--- otra vez mostraba su confianza hacia mí.

Así transcurrió el tiempo en aquella sala de la que todavía recuerdo su


característico olor, hasta que Danira vio su reloj azul cielo.
---Es hora de irnos, ¿podrías llevarme por favor?
---Por supuesto, también tengo otros compromisos--- mentí.
Salimos de la casa, ella cerró la puerta con llave, se colocó frente a mí y
dijo:
---Cierra los ojos, te daré algo--- me negué a su pedimento.
---No, tú no lo hiciste cuando lo pedí y quise darte una sorpresa con la
rosa.
---¡Por favor!--- suplicó.
---Está bien--- accedí finalmente.

Al momento de tener los ojos cerrados, no puede evitar el fuerte deseo


de que me besara, a diferencia de eso, comenzó a abrir la bolsa
izquierda de mi pantalón y dejó un minúsculo paquete cuadrado de
papel.
---No lo veas hasta que me vaya--- escuché su voz con los ojos aún
cerrados. Una vez que los abrí, pidió algo más---. Párate bajo el árbol,
voy a tomarte una foto para tenerla en mi álbum personal--- la alegría me
invadió, lo ocurrido horas antes ya estaba olvidado.

Danira tomó la fotografía y de seguro el paquete en mi bolsillo era una


carta; posiblemente una confesión de amor. Cuando ella estuvo de
espalda, toqué su misterioso regalo y me percaté de que era papel
plegado varias veces.

De camino a la Terminal de Autobuses, abordó el tema de los noviazgos,


hablando sobre los problemas que había tenido mi amiga Mary---
también su mejor amiga--- con su último novio. Sinceramente no lograba
descifrar lo que pretendía con ese tema de conversación; lo que sí,
despertó mi deseo por preguntarle de una buena vez si ella tenía algún
tipo de compromiso que impidiera que nosotros fuéramos algo más que
amigos.
---¿Y tú, Danira?--- cuestioné sin ser preciso.
---¿Yo qué?--- preguntó confundida o tratando de evadir.

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---¿Tienes novio?--- apartó su mirada y la dirigió hacia la guantera del
auto, meditó unos segundos que parecieron días enteros. Luego,
simplemente movió los labios para decir:
---Sí, sí tengo novio…

El dolor de una fría y afilada daga clavada en mi corazón fue mi


compañero de batalla desde ese momento. Aunque vivía, el dolor nunca
cesó, la lucha se intensificó y los sueños se desmoronaban uno a uno.
Inocencia Interrumpida fue la película de Hollywood que habíamos visto
una noche antes, al parecer, la inocencia de Winona Rayder--- la
protagonista--- no fue interrumpida, sino la mía por ser tan ingenuo.

En realidad, sabía que tenía novio estudiando en la ciudad de Monterrey,


me lo dijo Mary cuando trató de desanimarme el día de la feria en el que
nos mostramos muy interesados uno del otro; pero eso no me importó,
Danira no aparentaba estar enamorada de su supuesto novio, así que
me dejé llevar por mis sentimientos con la esperanza de que algún día
ella sintiera lo mismo por mí. Fue hasta que lo escuché de sus propios
labios cuando me convencí de que ya tenía a alguien en su vida.
Después de eso, así de profundo como había sido mi amor por ella, sentí
el dolor de la herida que comenzó a sangrar al escuchar sus palabras.
---Ahí hay un lugar disponible donde puedes estacionarte, Joseph.
---Gracias Danira, no lo había visto--- cruzamos un par de palabras el
resto del camino, el aire era más irrespirable que nunca.

A la hora de despedirnos, estábamos a varios metros de distancia


porque ella fue a dejar su equipaje. Mientras, la esperaba en el área de
revisión de maletas. No me permitieron acompañarla hasta su autobús
por más insistente que fui. Ella regresó donde me encontraba,
acercándose para despedirse; yo hacía lo mismo pero de repente me
detuve, sentía tanto dolor que ni siquiera quería tocarle la mano para
despedirme. Imagino lo percibió porque ella también se detuvo y sólo me
envió un beso que empujó con su hermosa mano a través del viento. Su
silueta se perdió entre un mar de gente, permanecí como diez minutos
parado como estatua, consternado, dolido, a punto de soltar el llanto. Un
guardia de seguridad me sacó del trance al solicitarme que despejara el
área para revisar un enorme paquete de uno de tantos pasajeros.

34
Derrotado en el asiento de mi auto, recordé el paquete que me había
entregado fuera de su casa, minutos antes de dirigirnos a la Terminal.
---Esto solucionará todo, seguramente es una disculpa anexa a una
confesión de amor--- ingenuamente pensé.

Introduje mi mano izquierda en el bolsillo y extraje el afamado papel


plegado envuelto con una servilleta. A medida que iba desenvolviéndolo,
mi corazón retumbaba como los truenos de las lluvias de verano; jamás
imaginé lo que aquel misterioso obsequio era realmente:
---¡Dios mío, no puede ser!--- eran 40 pesos, en dos billetes de 20.
Danira me estaba pagando su parte de las odiosas pizzas que, en ese
momento, empezaron a indigestarme.

Ni disculpas o explicaciones, mucho menos confesión de amor. Con esa


acción estaba muy claro, me pagaba todo porque no quería tener nada
que ver conmigo y mi amor por ella se podía ir por un caño de drenaje,
con aguas turbias y pestilentes. Reclamé una y otra vez:
---¿Cómo puedes ser tan tonto? Ella sólo estaba jugando y sacando
provecho. Además, si fueras un poco astuto, también hubieras
aprovechado en lugar de enamorarte como baboso--- la realidad era que
dolía, y bastante, todo el universo se concentraba en mi pecho a punto
de estallar pero no lo hacía; el dolor, tampoco desaparecía.

Desde ese día, cambiaron los versos. En lugar de hablar de amor, lo


hacían de desamor; cada palabra de ilusión era cambiada por una de
sufrimiento y melancolía. Esa noche, en el estacionamiento de la
Terminal me convencí de algo: Yo no era lo suficientemente bueno,
talentoso o grande, como para conquistar el corazón de la mujer que
más he amado: Danira.

35
La metamorfosis del amor

Las dos semanas posteriores a su partida, no pude dejar de pensar en


ella, reflexionaba día y noche tratando de aliviar mi dolor; la comida
perdía el sabor cuando entraba a mi boca y hasta mi madre notó el
cambio en mi estado de ánimo.
---Hace como una semana que no te veo sonreír, ¿te pasa algo, hijo?---
las mamás poseen ese sexto sentido infalible, naturalmente evadí su
pregunta con una excusa.
---Estoy bien mamá, lo que pasa es que no ofrecieron la materia que
necesitaba llevar en el curso intensivo de verano y estoy algo molesto---
seguramente no me creyó; aun así, dejó el tema por la paz.

Sin darme cuenta, rápidamente perdía peso. La falta de apetito y la


rutina de ejercicio que llevaba acabaron con todo exceso de grasa en mi
cuerpo en menos de dos semanas, lo único que me hacía sentir mejor
era desahogarme con papel y lápiz en mano, escribiendo absolutamente
todo lo que hubiese querido decirle a Danira y no podía ante la barrera
de su rechazo.

Una noche de insomnio a causa de mi desamor, fijé la mirada sobre la


cabecera de mi cama donde estaba colgado un crucifijo de madera. Lo
tomé y como un rito de comunión planeado con anticipación, le prometí a
Dios que el derrumbe de la fría barrera que cubría a mi corazón y el
amor que sentía por Danira, no sería desperdiciado; sería para dar amor
a quien amor necesite, sin importar que no sea ella quien lo reciba.
Nunca hubiera creído que la oportunidad de cumplir esa promesa estaría
muy cerca, el destino... Ya estaba escrito.

El 14 de junio, como a las dos de la tarde, manejaba del Tecnológico a


casa. Encendí la radio, sintonicé una estación justamente cuando
pasaban un mensaje en el que solicitaban sangre tipo “O” positivo para
un niño con leucemia. No le di mucha importancia, ni siquiera recordaba
el nombre del niño; pero unos minutos después, sentí algo dentro de mí,
bajé la cabeza y vi en mi pecho el crucifijo de madera que usaba. Lo vi
sólo por un instante y alcé la mirada tomándolo con la mano derecha
para seguir conduciendo. La idea de un niño de seis años que

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necesitaba la ayuda que yo podía darle--- mi sangre es “O” positivo---
daba vueltas en mi cabeza al mismo tiempo en que pensaba que tenía
solamente media hora para comer, regresar a la escuela e ir a trabajar
saliendo de mis clases.

La tarde pasó sin que recordara en lo más mínimo aquel suceso de la


radio, fue cuando salí del trabajo--- porque se canceló mi turno de esa
noche en el restaurante--- e iba a casa cuando nuevamente, sin querer,
bajé la mirada y vi el crucifijo de madera. Inmediatamente recordé al niño
que me necesitaba; en ese momento no sabía qué hacer, no podía
preguntar a mi familia porque de seguro hubieran dicho que olvidara todo
y pusiera atención en mis asuntos. De modo que tomé el crucifijo con la
mano derecha y dije:
---Dios mío, yo tomo tu mano, por favor, guíame a tu voluntad---
Sinceramente puedo afirmar que después de eso, ya no era yo quien
conducía.

Sin pensarlo, di vuelta justamente en la calle que llevaba directo al


hospital del Seguro Social donde estaba el niño y, de milagro, había un
lugar disponible para estacionarme--- por lo general uno tarda algo de
tiempo buscando estacionamiento cuando va a ese hospital---.
Rápidamente encaminé los pasos al banco de sangre para preguntar por
el niño que necesitaba la transfusión, no pudieron ayudarme debido a
que no recordaba su nombre. Sin embargo; el joven de guardia me envió
a la parte del hospital donde están los niños enfermos de leucemia, con
la intención de que averiguara su nombre. Antes de abandonar ese lugar
que visitaba por primera vez, me aconsejó:
---Aquí están los requisitos que debe cumplir un donador--- indicó con su
mano hacia unas hojas maltratadas pegadas en la pared---, de
preferencia léelos antes de encontrar a tu paciente, que malo sería
hallarlo y no poder donarle.

Hizo que leyera los requisitos detenidamente; para mi fortuna los pasé
todos y, sin perder tiempo, fui al otro edificio. Una vez ahí, pregunté a
una enfermera si sabía algo de un niño con leucemia que necesitaba
sangre tipo “O” positivo anunciado en la radio; ella dijo que ahí no había
ningún niño con leucemia y tal vez estaría en otro edificio. Sus palabras
me desanimaron un poco, afortunadamente la enfermera se ofreció a
ayudarme a buscarlo, sólo pidió que la esperara cinco minutos a que

37
terminara su turno de trabajo; acepté con una sonrisa en mi rostro.
Pasaban los cinco minutos y una infinidad de ideas se mezclaban en mi
cabeza, algunas eran sobre el sufrimiento que tienen que soportar los
niños a tan corta edad; también seguía pensando en Danira, mi amor por
ella y en muchísimas otras cosas. Al término del tiempo acordado, la
enfermera me dirigió la palabra dándome instrucciones acerca de lo que
íbamos a hacer--- fue una verdadera suerte que ella me reconociera, si
hubiera pasado frente a mí sin decir nada, no la hubiese reconocido---.
Pidió que la esperara afuera, en el monumento a Colosio--- escultura
conmemorativa al candidato presidencial asesinado en 1994 que se
encontraba a las afueras del hospital de especialidades del Seguro
Social---. La esperé sentado frotándome las manos. Cuando llegó, nos
dirigimos en busca del niño. Ella preguntaba si recordaba algo que
pudiera ayudarnos; le dije que no estaba muy seguro, pero que la cama
del niño era doscientos treinta y otro número que no recordaba. Eso fue
suficiente para la astuta enfermera, supo que estaba en el segundo piso
del edificio frente a nosotros; me indicó cómo llegar y se despidió.
Cuando llegué allá, pregunté a las personas encargadas de los
expedientes sobre un niño que necesitaba sangre tipo “O” positivo
anunciado en la radio; las dos recepcionistas comenzaron a indagar y,
como relámpago, una señora que supuse era la madre se aproximó a
nosotros. Era una mujer alta, morena, con el cabello rizado y muy
delgada; pude ver un cansancio en sus ojos, pero más aún, noté una
profunda pena en su corazón.
---Soy Teresa, la madre del niño que buscas, ¿qué se te ofrece?---
cuestionó con una voz quebradiza, como cuando acabas de llorar.
---Mucho gusto, Teresa, mi nombre es Joseph y escuché un anuncio por
la radio en el que necesitaban sangre tipo “O” positivo para un pequeño
con leucemia. Estoy aquí como donador voluntario, por mis venas corre
esa sangre--- pero faltó mencionar: y un fuerte amor por Danira.
---Muchas gracias, joven. Julián, mi hijo, está dormido; hoy tuvo un día
muy pesado como casi todos desde que se le manifestó la enfermedad;
pero en su nombre le agradezco sus buenas intenciones.

El rostro de Teresa se iluminó, tal vez desde entonces empezó a sentir


que había una esperanza para su hijo. El pequeño Julián dormía en la
cama número 232, era de esperarse, iban a ser las once de la noche.
Una recepcionista apuntó el nombre del pequeño en un vaso de papel e
hizo el comentario:

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---¡Quiera Dios que así de fácil sea siempre encontrar a un donador!
Me entregó el vaso con las anotaciones, yo sonreí. Teresa dio las
indicaciones necesarias para ser donador de su hijo, la escuchaba y
asentía con la cabeza.
---Muy bien, Teresa--- dije---. Mañana me presentaré en ayunas a las
siete de la mañana en el banco de sangre.
---Está bien, joven--- dijo la recepcionista.
Cuando me despedí, todos dieron las gracias, especialmente Teresa.
---¡Para mí es un placer!--- afirmé.

Rumbo a casa recordé que en los últimos días no había comido bien,
pues estaba todo el día en la escuela o en el trabajo; y cuando al fin
tenía un platillo frente a mí, el apetito se desvanecía. De modo que fui a
cenar antes de irme a descansar, previniendo una posible debilidad
después de que me extrajeran la sangre.

Al día siguiente, llegué a las siete de la mañana al banco de sangre del


Seguro Social sin problemas en el estacionamiento. Iba con una playera
blanca manga corta, dispuesto a facilitar el trabajo de donación; para mi
sorpresa, había mucha gente en la sala de recepción: amigos del
Tecnológico, gente con aspecto campirano y hasta el mecánico de mi
camioneta estaba ahí. No obstante, Teresa, la mamá de Julián, brillaba
por su ausencia. A los pocos minutos ella llegó buscándome con una
cara de preocupación y con el presentimiento de que posiblemente yo no
acudiría; por eso, sonrió en el instante que me reconoció.
---Buenos días, Teresa--- la saludé y lo primero que dijo fue:
---Tenía miedo de que no estuvieras aquí, Joseph. Que te hubieras
arrepentido--- su voz era temerosa.
---¡Jamás faltaría! Mucho menos en algo tan delicado como esto---
exclamé sonriendo.

Inició el proceso por el cual debíamos pasar los donadores. Mientras


esperaba a que mencionaran mi nombre para que realizaran las pruebas
sanguíneas, comencé a platicar con Teresa quien confesó:
---No imaginas lo cansada que me siento, no como ni duermo, sólo lloro
día y noche; aunque a veces tengo que aguantarme porque si mi niño
me ve así, él se pone triste también y no puedo permitirlo. Él ya ha
sufrido mucho, tiene marcas de agujas por todas partes, llora como el
bebé que es e incluso grita que lo dejen morir, que ya no quiere vivir;

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eso, Joseph--- me miró con los ojos húmedos---, me parte el alma. Y a
pesar de que lo regaño diciéndole que él está muy chico para saber de la
muerte, sigue gritando y llorando, pidiendo volver a casa--- Teresa y
Julián eran de La Paz, Baja California Sur.

En ese momento, yo, un completo desconocido, pude sentir uno de los


dolores más profundos que experimenta el ser humano: el sufrimiento de
una madre. Congelado, no supe qué decir.
---¡Joseph Armenta, pase por favor!--- era la recepcionista, Teresa había
hecho los trámites correspondientes, únicamente faltaba lo que yo podía
darle a Julián: mi sangre.

Caminé al área de exámenes sanguíneos y un tiempo después, con


piquetes de aguja en ambos brazos por las muestras que tomaron, fui a
la entrevista obligatoria con el médico. Él preguntó si consumía drogas,
si tenía relaciones sexuales frecuentes con prostitutas u homosexuales,
si tenía varias parejas o había padecido alguna enfermedad como
Hepatitis; con todas esas preguntas el color se me subió al rostro, por lo
que me limité a contestar:
---No Doctor, no Doctor, no Doctor…

Cuando la entrevista terminó, Teresa no estaba, había ido a ver a su hijo


Julián, no me preocupé. Acordamos que la donación sería a las tres de
la tarde de ese mismo día, si todo salía bien en mis análisis. Lo que me
preocupaban eran mis clases de verano, iban a ser las nueve de la
mañana y debí haber estado en la escuela desde las siete.

Llegué poco más de las nueve y media a la clase de Materiales


Industriales que ya había terminado para esa hora; sin embargo, pude
alcanzar a la maestra para disculparme y explicarle el porqué de mi
ausencia.
---Está bien, Joseph, sólo ponte al corriente con la clase que acaban de
ver tus compañeros--- fue muy amable.
---Gracias, maestra, lo haré--- ¿qué otra alternativa tenía?

Dieron las tres de la tarde, esperábamos a que iniciara el proceso de


donación; al parecer, había pasado las pruebas. Desafortunadamente,
transcurrió casi una hora para que nos informaran que hubo una

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confusión y no era posible hacer el proceso. Me inquieté pues perdí en
vano mi clase de las tres de la tarde.
---Lo siento mucho, Joseph, esto debió haberse evitado--- se disculpó
Teresa muy angustiada.
---No te preocupes--- la alenté---, Dios sabe por qué hace las cosas.

Casi al final del día, salí del resto de mis clases y fui a casa; eran como
las siete. Recostado en el sillón de la sala, mamá me informó que había
un recado para mí... Era de Danira. Pedía que la llamara a las ocho de la
noche. Las dos semanas que ella estaría con su familia habían concluido
y se encontraba en la ciudad para realizar unos trámites pendientes en el
Tecnológico. La verdad, no tenía ganas de llamarle, sabía que me
buscaba para devolverme un contenedor térmico--- se lo presté la
primera ocasión que la llevé a la Terminal de Autobuses--- y quizás para
darme algo que prometió traerme de su ciudad natal; de tal modo que no
la llamé. En lugar de ello fui a visitar a una amiga, Marlyne, para que le
diera a la maestra de Materiales Industriales una nota de mi parte, en la
que me disculpaba porque no asistiría a clases, otra vez, por estar
donando mi sangre a Julián, un niño con leucemia.

Marlyne no estaba en su casa, seguro andaba con su novio Luis. Dejé la


nota a su tía--- Marlyne también era estudiante foránea.
---OK, Joseph, le entregaré tu recado a mi sobrina.
---Gracias, señora. Buenas noches.

Ya de regreso, me detuve a cenar lo mismo que la noche anterior.


Mientras comía--- extrañamente sí tenía apetito---, recordé algo que
Teresa dijo durante nuestra plática cuando esperábamos en la sala del
Seguro Social, a las tres de la tarde. Sin esperarlo, ella preguntó:
---¿Cuánto me vas a cobrar, Joseph?
---¿Qué?--- reaccioné sorprendido.
---Sí, ¿cuánto me vas a cobrar por ayudar a mi hijo?--- repitió resignada.
---¡Absolutamente nada, Teresa! Tú sabes que para mí es un placer
ayudar a tu hijo, él necesita mi sangre y se la entrego hasta con amor de
ser necesario.
La mujer sonrió y colocando su mano sobre mi hombro:
---Muchas gracias, Joseph, sé que Dios te va a ayudar, Él te lo pagará
multiplicado muchas veces--- a su comentario contesté:

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---La mejor paga sería que Julián sanara, eso me haría muy feliz---
cuando terminé de hablar, ambos guardamos silencio; en ese instante,
vino de nuevo a mis pensamientos el rostro de Danira y debo admitirlo,
pensé: “Dios mío, si realmente merezco algún tipo de ayuda, tú bien
sabes con quién la necesito. ¡Ayúdame a calmar esta pena, por favor!”

Al fin llegó el viernes, me presenté en las instalaciones del hospital a las


siete de la mañana; había mucha gente. En esa ocasión entré directo sin
necesidad de escuchar mi nombre; el donador de Julián era la prioridad
de la mañana. Hice el intento de apresurar las cosas y una Química me
informó que la máquina de Aféresis requerida no estaba lista--- hasta ese
momento supe que Julián no necesitaba una transfusión de sangre
completa o plasma, sino de plaquetas; y el proceso de aféresis retiraría
las plaquetas de mi sangre regresando todo lo demás a mi torrente
sanguíneo---. Por lo tanto, pidió que aguardara aproximadamente dos
horas.
---¡No puedo hacer eso, señorita!--- exclamé un poco alterado--- Tengo
clases y no deseo perder ni una más en vano por desorganización;
prefiero regresar dentro de tres horas, cuando esté todo listo.
---Muy bien, aquí tendré la máquina de aféresis lista, joven Joseph, para
cuando regrese--- respondió la Química.

En el momento que llegué a donde me había estacionado, aprecié mi


camioneta limpia mas no al joven que hizo el trabajo--- en el preciso
segundo que bajé del auto al llegar al hospital, un joven se ofreció a lavar
mi camioneta por 15 pesos, acepté pues estaba realmente sucia---,
volteé a todos lados y no vi al presunto lava carros. Pensé en irme, no
por conservar el dinero, sino porque tenía cinco minutos para llegar a
tiempo a clase. Inmediatamente comencé a tocar la bocina una y otra
vez; en segundos el joven venía corriendo, eso me dio gusto. Pagué y
conduje al Tecnológico. Me fue posible estar en el salón de clases
minutos antes de que la maestra entrara, tuve tiempo de preguntar a mi
amiga Marlyne:
---¿Recibiste mi nota de ayer en la noche?
---Sí, Joseph, me la entregó mi tía--- contestó.
Un poco incómodo, le pregunté:
---¿La leíste?
---Sí--- movió su cabeza. Marlyne, confundida, quiso aclarar sus dudas--.
¿Es un familiar ese pequeño con leucemia? ¿Cómo te enteraste? ¿O te

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contactaron? ¿Por qué tú, Joseph?--- respondí sencillamente diciéndole
que había escuchado en la radio un mensaje acerca de un niño que ni
siquiera conocía, pero que me necesitaba. Por esa razón, hacía lo que
estaba haciendo: dar amor a quien necesitaba amor; Marlyne se
sorprendió:
---¡Asombroso! ¿Y...--- en eso, entró la maestra.

Iban a ser las once, la maestra se ausentó unos minutos del laboratorio
de Materiales Industriales, así que me retiré sin su permiso. Casi corría
para estar lo más pronto posible en el Banco de Sangre; cuando llegué
ahí, donde me esperaba la máquina de aféresis, el médico me vio y dijo
a la bocina del teléfono que sostenía con su mano:
---Ya está aquí el joven donador, iniciaremos el proceso de extracción de
plaquetas de inmediato--- hablaba por teléfono con Teresa, quien
desesperada preguntaba una y otra vez por mí.

Sin esperar más, me recosté en el sillón correspondiente para que la


Química hiciera su trabajo, ella no encontraba mi solicitud de donador,
por lo que no podía empezar; la buscaba como loca. Recostado, le
hablé.
---¿No es esa que está sobre la charola frente a usted?--- asintió.
---¡Aquí estás!--- le dijo al pedazo de papel tratando de evitar alguna
palabra impropia.
El médico explicó el procedimiento:
---Joseph, esta es la máquina de aféresis--- colocó su mano sobre la
extraña máquina---. Extraerá las plaquetas solamente, regresándote el
plasma y lo demás a tu torrente sanguíneo; por esa razón necesitamos
introducirte una aguja en cada brazo--- eran las agujas más grandes que
había visto en mi vida---. Este proceso es seguro--- continuó---, no hay
riesgo de contaminación ya que todos los artículos son desechables y
limitados a un solo donador; estarás aquí aproximadamente dos horas,
es lo que dura la máquina en extraer tus plaquetas.

Colocaron las agujas en ambos brazos, un cierto nerviosismo se apoderó


de mí al ver los largos y delgados tubos llenos de mi sangre. Comencé a
orar en silencio hasta que la paz volvió. En tanto, el Médico, la Química y
una Doctora con rasgos sureños, hablaban con toda la tranquilidad del
mundo sobre deportes; recordaban lo que comían cuando eran
estudiantes--- con ese tema casi me mataban, iba a ser la una de la

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tarde y no había probado alimento en todo el día. Era requisito para la
aféresis encontrarse en ayunas mientras ellos hablaban de tortas
enormes, pollos asados y demás platillos que jamás había escuchado,
pero que sonaban deliciosos--- y al final, sólo hablaron sobre
homosexuales, en especial del cantante Boy George y la entrevista para
el programa de VH1: Behind the music. En ese programa, Boy George
revelaba la relación amorosa que vivió con uno de los integrantes de su
banda, mismo que lo fraudó económicamente; rompiéndole el corazón y
negando todo vínculo amoroso con el peculiar cantante. Lo último que
recuerdo sobre eso, fue el comentario de la Doctora:
---Boy George dijo que no le guarda rencor a su ex pareja que lo
traicionó. No lo demandará ni le desea el mal; lo único que le pide es que
acepte que él también lo amó y vivieron una fantasía romántica juntos.
---¡Vaya!--- pensé--- Hasta recostado con agujas en los brazos uno se
entera de cosas, ¡y vaya qué cosas!
Debo admitir que la plática de mis acompañantes hizo más amena mi
estancia en ese lugar.
---Bueno, hemos terminado Joseph, aquí están tus plaquetas--- el
médico extrajo una bolsita transparente del interior de la máquina, la
puso frente a mis ojos con la intención de que viera las plaquetas que
iban a darle una esperanza más a Julián---. Esto te dolerá un poco, seré
lo más rápido posible--- advirtió cuando estuvo a punto de extraer las
agujas que perforaban mis venas---. Muy bien, ya está, te vendaré y
permanece así durante tres horas mínimo.
---Gracias, Doctor--- dije bajando un pie del sillón donde estaba
recostado---, ¿podré ir a mi clase de deporte? Es a las tres de la tarde.
---Por supuesto que no, Joseph. Estarás incapacitado, sin levantar
ningún objeto pesado el resto de la semana; no querrás que se desgarre
una vena ¿verdad?

Me envió con la recepcionista para que extendiera un comprobante de


donador en el que especificaba mi situación delicada. Exageraba, pero a
final de cuentas, él era el Doctor.

Estando en casa, sólo había una pequeña torta fría para comer, “¡qué
manjar!”, pensé sarcásticamente. La tomé y le di como tres mordidas,
casi media torta permaneció sobre la mesa, tenía algo más importante
que hacer: una llamada telefónica.

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Le marqué a Danira, nadie contestó; me lo esperaba, ya le había llamado
más temprano ese día--- salí de clases un momento a un teléfono
público--- y la noté un tanto molesta mientras confirmaba mis sospechas
del porqué me buscaba la noche anterior. Efectivamente, quería
regresarme mi contenedor térmico, pero no mencionó nada acerca de un
presente adicional; lo más cómodo para mí fue fingir demencia y
disculparme por no haberle llamado el día anterior como lo pidió en su
recado.

Tres de la tarde. Llevé mi incapacidad de donador al maestro de deporte,


él no puso objeción y me dio las dos horas libres. Aproveché ese tiempo
y fui a casa de Danira--- ¿qué me costaba? Estaba a una cuadra del
Tecnológico---. Toqué el timbre varias veces, estuve a punto de retirarme
cuando ella abrió la puerta. ¡Lucía hermosa!
---¡Qué bueno que viniste, Joseph!--- dijo sonriendo y me invitó a pasar---
Aguárdame aquí en la sala--- corrió a su cuarto.
Regresó con mi contenedor y una bolsa de papel con minúsculos
panecillos de canela.
---Gracias por todo--- dijo---, y estos panecitos son para ti, los traje con
mucho cariño.
Tomé uno y lo probé.
---¡Están riquísimos! ¡Qué bueno que te acordaste de mí, Danira!

Hablamos un momento, ella tomó con su mano derecha el crucifijo que


colgaba de mi cuello; me retiré un poco, fue una reacción repentina, no
sé si lo notó, pero de lo que sí se percató fue de mi barba crecida, lo hizo
notar tocándose su delicada barbilla en señal de burla. Cuando disponía
a retirarme, le pregunté si pasaría el fin de semana con su familia;
contestó que sí y rápidamente me ofrecí a llevarla a la Terminal. Meditó
un rato para finalmente aceptar gustosa; sin embargo, aclaró que faltaba
media hora para su partida y antes de que agregara algo más--- quizás
iba a pedirme que tomara asiento y esperáramos---, le prometí que en 30
minutos regresaría.

A la media hora volví a su casa, toqué el timbre. Ella abrió de nuevo


haciendo:
---¡Buuu!--- como una bella fantasma. Me invitó a pasar y vi que cargaba
su maleta, le ofrecí ayuda.

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En el camino a la Terminal, hablábamos sobre sus vacaciones y ella trajo
de nuevo a mi mente aquel último día que salimos, en el que me había
sentido fatal. Danira ingenuamente preguntó:
---¿Te enojaste por lo que hice?--- se refería a haberme pagado su parte
de la comida, en lugar de darme la carta o confesión de amor que
estúpidamente esperaba.
---Eso ya pasó…--- le contesté.
---Pero no te enojaste ¿verdad?--- repitió.
---Sí, sí me enojé--- hablé rápido y en voz baja.
---¿En serio? ¿Te hice enojar, Joseph?
---Sí... No…--- total, no le externé lo que realmente había sentido; en
lugar de ello, cambié el tema de la conversación.

Dimos algunas vueltas alrededor de la Terminal de Autobuses buscando


un lugar disponible para mi camioneta.
---¡Ahí está uno, gánalo!--- me indicó con su dedo índice.

Segundos antes de que comenzara a estacionarme, moví el brazo


derecho al girar el volante y quedó descubierta la venda que lo cubría en
la parte media; Danira la vio abriendo completamente sus hermosos ojos
en señal de asombro. Empezó a preguntar:
---¿Qué te pasó, Joseph?
---Nada--- contesté tajante.
---Dime, ¿qué te pasó, qué te pasó, qué te pasó?
Insistió demasiadas veces, más de lo que podía soportar; para dar
respuesta a su pregunta, abrí la guantera y le di la incapacidad con la
intención de que leyera lo que me había ocurrido. Agarró firmemente el
pedazo de papel leyéndolo con cautela.
---¡Y fue hoy mismo cuando donaste plaquetas!--- gritó despacio---, ¿y
andas manejando?--- me reclamó como si le importara realmente.
---¡Pues, claro!--- le contesté--- no tengo dinero para pagar un chofer---
quizás fui un poco grosero.

Una vez que se enteró de la noticia, quiso cargar su maleta pero no lo


permití. Angustiada, preguntó si me sentía mal, negué con la cabeza.
---Sólo siento un poco dormidos los pies, no me responden muy bien---le
dije.

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Caminando hacia el lugar donde vendían los boletos, pude sentir su
mirada tierna hacia mí; no soportaba que me mirara de esa manera, no
quería ilusionarme de ningún modo, por lo que la interrumpí:
---Por favor, Danira, no te rías de mí y no me veas de esa manera--- a lo
que ella replicó:
---No estoy riendo. Eso que hiciste está muy bien; es rara la persona que
se interesa por el bienestar de un completo desconocido.

Un poco avergonzado, le hablé de Julián, el pequeño niño que necesitó


mis plaquetas y la manera como lo había conocido. Platicando y
caminando a la vez, llegamos a la ventanilla. Ella compró su boleto;
después cruzó el área de revisión. Para mi mala suerte de nuevo no me
permitieron acompañarla hasta el autobús a dejar su equipaje, de modo
que hice el intento de escabullirme; un guardia de aspecto desarreglado
me pescó y reprendió como si fuera culpable de un intento de homicidio.
Sólo quería desearle buen viaje a la mujer que tanto amaba. Al
percatarse de tal acontecimiento, Danira regresó--- al área de revisión de
equipaje--- y estuvimos platicando como dos novios que niegan decirse
adiós. Me despedí de ella con un fuerte abrazo y un beso en la mejilla.
---Ya se va mi autobús, nos vemos Joseph--- se separó de mí.

Al verla alejarse, admiraba profundamente su estilizada figura; ella


volteaba de vez en cuando, no sé si lo hacía porque le incomodó lo
intenso de mi mirada o porque realmente sintió el amor que había en mis
ojos. Vi el momento en que subió al autobús desapareciendo de mi vista,
pero no de mi corazón. Permanecí en el mismo lugar, recargado en un
barandal, recordando el último pasaje de lo que mi amor por ella había
propiciado, cumpliendo mi promesa a Dios…

Tomé el comprobante de donador y fui a ver a Julián; tal vez fue


sugestión, pero las piernas me temblaban cuando subía las escaleras
para llegar al cuarto 232. Una vez frente a la puerta entreabierta, ingresé
y Teresa estaba sentada junto a su amado hijo dormido. No quisimos
despertarlo, ambos sabíamos que no era necesario. Hablé con la
cansada madre un rato, le preguntaba sobre el estado de ánimo del niño.
---Está muy contento, dice que quiere conocer al muchacho que está tan
interesado en que se recupere; y le donó plaquetas a pesar de tantos
contratiempos--- siempre que iba a ver a Julián se encontraba dormido.
Esa ocasión, no fue la excepción.

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Luego, se corrió la pequeña cortina que separaba la cama de Julián con
la de otro pequeñín; era la mamá del niño de la cama de al lado,
físicamente diferente a Teresa, pero idéntica en lo que reflejaba su
mirada. Sin ningún tipo de prudencia, entró en la conversación que
sosteníamos diciendo:
---Si todas las personas fueran como usted joven, estos pobres niños
sufrirían menos--- avergonzado contesté:
---No diga eso, Señora, cualquiera puede hacer lo que hice.
Aunque ella tenía razón, no acerca de su cumplido, sino sobre el
sufrimiento que experimentan los niños enfermos de leucemia u otro tipo
de cáncer. Durante mi búsqueda del cuarto 232, caminé por el pasillo y vi
en los otros dormitorios niños con varias agujas en sus brazos, calvos,
gritando de dolor junto a sus madres golpeadas por el sufrimiento; mis
ojos, comenzaron a nublarse al afirmar: “así que esto es una pequeña
muestra de tu vida Julián. Jamás hubiera imaginado lo dichoso que
soy por el simple hecho de estar sano. ¡Gracias, mi Señor!”

Terminamos nuestra plática cuando les pedí disculpas a ambas por la


visita tan corta, objetando que tenía que ir a comer y arreglar otros
asuntos personales--- con Danira, por supuesto---; me despedí de mano,
al dar media vuelta para dirigirme a la puerta, ellas sólo decían:
---Que Dios te bendiga, Joseph. Eres un ángel.
---Por favor, no me den las gracias--- les imploré.
Al momento en que me retiraba, ya no las podía ver a la cara puesto que
estaba de espaldas; sin embargo, pude verlas con los ojos del alma y
sentí cómo me observaban. Me observaban como a un ángel salvador,
pero yo no era nada de eso, sólo era un simple joven que sintió amor en
su corazón…

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La alianza por la vida

Pasaron siete días desde que vi a Julián dormido en su cama del


hospital, tan sólo contaba con seis años y ya había experimentado más
sufrimiento que cualquiera con una vida sin enfermedades mortales.
Jamás pude ver sus ojos abiertos ni intercambiar unas cuantas palabras
con él; de seguro, hubiéramos sido buenos amigos. Tampoco me enteré
de cómo había salido de la quimioterapia en la que ocupó mis plaquetas.
“¡Quizás no sobrevivió!”, me invadía una y otra vez ese pensamiento,
responsable del insomnio de esa noche en la que tenía presente el
cuerpecito de Julián dormido, con una aguja clavada en su tobillo
izquierdo por donde, seguramente, le administraban algún medicamento.
A las tres de la madrugada supe que no conciliaría el sueño. Imploré
perdón a Dios por haber abandonado a Julián en su lucha por sobrevivir,
desde esa noche se convertiría en nuestra lucha por su vida; tan sólo
pedía una cosa:
---Por favor, Señor, que Julián haya sobrevivido al tratamiento y por la
mañana, me convertiré en su aliado contra la leucemia--- a escasos
minutos de haber hecho un nuevo pacto ante Dios, me desvanecí en un
profundo sueño.

La mañana siguiente desperté pensando en un nombre: Julián. Tomé un


baño con agua helada y, sin desayunar, fui al hospital del Seguro Social.
Afortunadamente los cursos intensivos de verano habían concluido, por
lo que gozaría de cuatro semanas de vacaciones. El pantalón de
mezclilla que usaba me quedaba demasiado holgado, seña de que
estaba muy delgado, casi irreconocible diría mi mamá quien no dejaba
de preocuparse por mí, “tengo que dejar de perder peso si quiero ayudar
a Julián”, dije en voz baja cuando apagué el motor de mi camioneta a
dos cuadras del hospital; la acumulación de automóviles era espantosa
ese día. Corriendo como si de ello dependiera mi vida--- la mía tal vez
no, pero la de Julián quizá sí--- subí las escaleras del edificio para llegar
a su cuarto. Pasé de largo a las recepcionistas con el temor de que fuera
demasiado tarde, entré al cuarto 232 sin tocar y vi a un niño sentado en
su camita coloreando un libro con los personajes de Disney; al sentir mi
presencia, alzó su cabecita y me miró fijamente a los ojos.

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---¡Dios mío, gracias, es Julián!--- grité queriendo correr a abrazarlo--- ¡Y
está vivo!--- pensé.
En eso, entró Teresa asustada por el escándalo, se tranquilizó al verme.
---Joseph, ¿qué haces aquí?
---Vine a ver a Julián, quería estar seguro de que se encuentra bien---
Teresa asintió con la cabeza y pidió que me acercara a la cama.
---Hijo, te presento a Joseph, él es el muchacho que querías conocer y
que se ha preocupado tanto por tu salud. Incluso, en este momento
llevas en tus venas el regalo que él te dio: los soldaditos que necesitabas
para soportar el tratamiento.
Quedé como estatua, ¿en verdad apreciaban tanto la donación que
hice? Sólo me restó extender mi mano y decir:
---Mucho gusto, Julián. También tenía ganas de conocerte, eres un niño
muy valiente.

Tomé la mano de Julián, al estrecharla, vi unos moretes a lo largo de las


venas principales de sus brazos; sin temor a equivocarme, ese era uno
de los estragos de la quimioterapia que requerían los enfermos de
leucemia infantil. Si no los mataba la enfermedad, podía hacerlo el
medicamento, ¡qué discordia!

Sonriendo, Julián respondió mi saludo:


---Hola, Joseph. Gracias por los soldaditos, mi mamá dijo que te ofreciste
a ayudarnos sin conocernos y que siempre que venías me hallabas
dormido.
---Sí, así fue Julián, pero ahora podemos ser buenos amigos, digo, si tu
mamá quiere--- la carita de Julián se iluminó y le pidió a su madre:
---¿Puede Joseph ser mi amigo? Por favor, mamá--- Teresa con un nudo
en la garganta contestó:
---Claro que sí, hijo; y será uno de tus mejores amigos, eso te lo aseguro.
---¡Gracias, mamá!

Después del alboroto, regresó a su libro de colorear y aproveché la


situación para hablar con Teresa.
---Estoy aquí por una razón, primero que nada quiero disculparme por no
haber venido antes.
---No te preocupes, Joseph, entiendo--- Teresa me interrumpió.
---No, no, no entiendes, Teresa. La razón de mi visita es porque
realmente me interesa Julián. Quiero verlo reír, correr. En fin, disfrutar la

50
vida como los otros niños de su edad; en mis manos no está curar su
enfermedad, pero sí ayudarlo en la batalla. Si tú lo permites, quiero ser
su donador permanente siempre que lo necesite.

La madre de Julián permaneció en silencio con la vista perdida, hasta


que por fin reaccionó.
---Mi primera pregunta sería: ¿por qué, por qué quieres hacerlo? Pero ya
basta de estar cuestionando todo, si estás aquí es porque Dios así lo
quiso. Mucho me cuestioné el porqué de la enfermedad de mi hijo, ahora
que traes un poco de luz, por mínima que sea, no tengo por qué
cuestionarlo--- Teresa suspiró y cerró sus palabras---. Joseph, si es tu
decisión ayudar a Julián en su lucha contra la leucemia, eres bienvenido-
dos lágrimas rodaron desde sus ojos antes de abrazarme con la
intención de suprimir su llanto, ella ya lo había dicho antes, Julián no
debe verla llorar.

Julián, un niño de seis años, más alto de la estatura promedio de los


niños de su edad, con piel morena como su madre Teresa, cabello
negro, ojos grandes color miel, nariz chata y risa de ángel. Hasta el
momento de mi presentación con él lo observé detenidamente, la imagen
de su rostro cuando pidió a su madre ser mi amigo estará grabada en mi
mente y en mi corazón por siempre. Ya había hecho el pacto de vida con
él; por lo tanto, podría llamarme en cualquier momento ocupando mis
plaquetas o parte de mi sangre. Tenía que estar preparado si quería que
Julián recobrara la salud. Tendría que estar más sano todavía para que
cada donación fuera de la mejor calidad posible, “tengo que
disciplinarme, cueste lo que me cueste”, me dije.

Empecé por imponerme la rutina de ir a trotar todas las mañanas a las


seis de la mañana, me costaba mucho trabajo levantarme, por lo que era
muy inconstante, pero no me desanimé. Luego de tres semanas de
intentarlo, las cosas se facilitaron. A las seis de la mañana ya estaba de
pie abrochando las agujetas de mis tenis deportivos y, sin darle muchas
vueltas al asunto, me iba a correr. No cabe duda que el secreto está en
crear el hábito y no en tener buenas intenciones simplemente. Era algo
palpable, el ejercicio moderado se convirtió en parte de mi vida cotidiana.
Por raro que parezca, iniciado el nuevo semestre en el Tecnológico,
seguí con mi rutina de las 6:00 AM; me sentía lleno de energía.

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El 18 de agosto, casi mes y medio de mi último encuentro con Teresa y
Julián, sonó el teléfono que contestó mi madre.
---Joseph, tienes una llamada de Teresa, dice que te conoce--- como
resorte me levanté de la mesa en la que acostumbraba hacer mis tareas
y tomé el teléfono.
---Bueno--- dije nervioso a la bocina.
---Joseph, soy Teresa, la mamá de Julián. Disculpa que te moleste pero
te necesitamos, toda la semana mi niño ha presentado una baja de
plaquetas, esperábamos que se recuperara por sí solo pero no sucede y
la próxima semana le toca el tratamiento, tengo miedo que no lo supere--
la percibí desesperada, como en nuestro primer encuentro. Traté de
calmarla.
---Despreocúpate, mañana mismo iré a hacerme los exámenes
correspondientes, no habrá problema, creo que estoy completamente
sano, para la próxima semana tu hijo tendrá mis plaquetas nuevamente.
---Gracias, Joseph--- la escuché más tranquila.
---Sólo te pido una cosa, Teresa, arregla todo para que en cuanto llegue
al banco de sangre me atiendan sin perder mucho tiempo, te lo pido de
favor.
---Claro, Joseph, así lo haré.

Nos despedimos y colgué el teléfono, fue una fortuna que mi madre no


haya escuchado nada, al parecer, me alteré un poco. Las marcas en mis
brazos hechas por las agujas de la máquina de aféresis habían
desaparecido por completo. En breve, estarían conmigo de nuevo.
“Pobre Julián, inicia otra batalla por sobrevivir, una vez más ¡estaré ahí!”
Murmuré tratando de volver a concentrarme en lo que hacía antes de
recibir la llamada de Teresa.

La mañana de los estudios sanguíneos no hice ejercicio, es inapropiado,


podría alterar los resultados. Teresa acató al pie de la letra las
instrucciones que de favor le pedí. Invertí menos de cuarenta minutos en
que me extrajeran la muestra de sangre y que el médico me entrevistara.
Era el mismo de la vez anterior, pero él no me reconoció; con tantas
personas que entrevista diariamente se volvería loco si intentara
grabarse sus rostros.

Salí del hospital y tuve 20 minutos para llegar al Tecnológico y asistir sin
retardo a mi clase de las ocho, la materia era Procesos de Manufactura y

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mi amiga Marlyne la cursaba junto conmigo. Al término de la clase me
acerqué a ella, en voz baja le dije:
---Quisiera platicar contigo sobre algo que me quita el sueño, no lo he
compartido con nadie y creo que necesito un par de consejos. ¿Podrías
ayudarme?--- la cara de Marlyne permaneció firme y tensa, como si lo
que tenía que decirle era algo verdaderamente serio. Por eso la elegí
como mi paño de lágrimas, ella siempre estaba dispuesta a dar todo por
un amigo.
---Joseph, tú sabes que cuentas conmigo para lo que sea. Si necesitas
hablar con alguien, te escucho con mucho gusto, ¿cuándo te parece que
nos veamos?--- la desesperación se apoderó de mi ser, estaba a punto
de estallar, necesitaba sacarlo de mi pecho.
---¡Lo más pronto posible, Marlyne! ¿Estás libre esta hora? Yo no tengo
clase sino hasta el siguiente módulo--- Marlyne debió darse cuenta de mi
estado ya que, serena, contestó:
---Tengo clase, Joseph, pero no importa; creo que la conversación que
vamos a tener amerita que falte. Vayamos a la cafetería a platicar de una
buena vez.
---¿Estás segura, no importa si te ausentas de tu clase?--- sentí
remordimientos.
---Para nada y el tiempo es oro, Joseph. Empecemos, ¡dos clases no
estoy dispuesta a pintearme! Jajaja--- reí con ella.

En la cafetería, compré dos refrescos y una bolsa chica de botanas.


Como de costumbre, la cafetería del Tecnológico estaba a reventar. Nos
sentamos en una mesa que por lo general estaba desocupada. Estando
frente a frente, las ideas daban vueltas en mi cabeza sin orden preciso,
empezaba diciendo algo pero me interrumpía dándole un trago al
refresco que fuertemente sujetaba, de modo que Marlyne tuvo que poner
orden a la situación.
---¡Cálmate, Joseph! Estoy aquí, lista para escucharte sea lo que sea;
respira profundamente y empieza con lo que origina todo este caos,
¿está bien?--- ella tenía razón, debía dejar los rodeos e ir al grano.
---Bien, Marlyne, lo que sucede es que... Estoy enamorado--- luego de
escuchar eso, mi amiga que tan preocupada estaba relajó los músculos
de su cara y con un tono burlesco preguntó:
---¿Y por eso tanto alboroto? ¿Qué tiene de trágico que estés
enamorado?

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---Es que no me entiendes, Marlyne, hay una batalla en mi interior---
argumenté---. Estaba seguro de que mi amor era correspondido y
después me cortaron las alas cuando volaba lo más alto que un ser
humano puede imaginar; y para colmo, lo peor es que yo mismo me
desprecio, creo que no soy lo suficientemente bueno para ella, que
merece algo mejor; pero eso no hace que deje de amarla. No, al
contrario, cada día que pasa, cada momento que estoy con ella o que la
veo de lejos, me siento más y más enamorado. Marlyne, no tengo
esperanzas, cómo puedo iniciar una lucha por su amor si ya estoy
derrotado; me siento poca cosa junto a ella, no valgo nada, soy uno del
montón que tontamente se ilusionó con un amor imposible, si tan sólo
pudiera arrancármela del corazón--- mi amiga, seria, escuchaba---. Y la
historia no termina ahí, ella tiene novio, siempre lo ha tenido, ¿entonces
qué me queda? Nada, absolutamente nada, saborear una miel amarga
cada ocasión que abro los ojos y mi única necesidad es verla; aunque
sea sólo eso, verla, a pesar de que sus pensamientos los ocupe otro. Por
favor, Marlyne, necesito ayuda.
Ella interrumpió su silencio con una pregunta:
---¿Y cómo quieres que te ayude, Joseph?--- tomé aire y compartí lo que
más me dolía.
---Necesito que me ayudes a quitarme esta estúpida idea de la cabeza---
mi amiga seguía confundida.
---¿Cuál idea, Joseph? No entiendo.
---Todo lo que te he dicho es verdad, Marlyne, pero falta algo. En mi
corazón está la sensación de que Danira también siente algo por mí,
¡que también me ama! Y eso, me hace pasar en vela las noches desde
que la conocí.

El silencio se hizo presente en nuestra conversación, bajé la mirada


esperando las palabras de Marlyne; por lo menos, bien o mal, ya lo había
compartido con alguien.
---¿Así que se llama Danira, eh? La conozco--- sorprendido levanté la
cabeza.
---¿De verdad conoces a Danira?--- cuestioné escéptico.
---Sí, es la muchacha alta con la que te vi en el cine aquel miércoles que
nos encontramos, ¿lo recuerdas?

Como no acordarme de ese miércoles, si lo tengo grabado en mi mente


con cada detalle, hasta las veces que exhalé aire.

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---Lo recuerdo perfectamente, ¿cómo supiste que era ella?--- soltó una
carcajada y despejó mi duda.
---Ay Joseph, fue tan fácil, esa noche tus ojos te delataban. A leguas se
notaba que morías por ella.
---No es cierto, Marlyne, no te burles--- repliqué---. No se me notaba
tanto.
---Claro que sí. En la vida hay tres cosas que no se pueden ocultar: el
dinero, lo pendejo y el amor--- explotamos en una carcajada en la que
todos los ocupantes de la cafetería escucharon, volteando a vernos con
una mirada acusadora. Avergonzados, tratamos de ocultarnos tras
nuestras mochilas.

La hora terminó, Marlyne no había tenido la oportunidad de hablar o


darme su punto de vista sobre mi situación.
---Las diez con quince minutos, voy a llegar tarde a mi clase--- fue su
comentario al momento de ver la hora en su reloj dorado. Lo que menos
quería era perjudicarla, por lo que di por finalizada nuestra plática tan
amena.
---Gracias por escucharme, realmente necesitaba a una amiga que lo
hiciera. Por favor, ve a tu clase y si tienes algo que aconsejarme,
avísame; por lo pronto, me siento mucho mejor, sobreviviré un par de
semanas más jajaja--- reímos juntos nuevamente.
---Bueno, Joseph, me voy porque tú lo pides, agradezco la confianza que
me tuviste como para contarme algo tan personal. Con esto creo que nos
consolidamos como dos buenos amigos. Ten la seguridad de que estaré
contigo cuando me necesites, eres un gran muchacho.

Nos levantamos de la mesa de la cafetería y dirigimos a nuestras


respectivas clases.
---Bye, hasta mañana, Joseph--- así se despidió.

Extrañamente, mi corazón halló algo de alivio en la plática con Marlyne;


quizás muchos de los problemas que tenemos se podrían solucionar si
tan sólo nos atrevemos a compartirlos con alguien: un amigo, familiar o
nuestros padres. No es que sea una receta mágica, pero el saber que
otra persona se interesó en ti y puso todo lo que estuvo de su parte para
escucharte, abre la mente y hace la carga más ligera.
---De ahora en adelante, buscaré apoyo siempre que me sienta
acorralado--- me dije---, es más fácil enfrentar la vida si se tiene a un

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buen compañero de batalla que te escucha sin juzgarte--- hecho ese
nuevo pacto, entré al resto de mis clases.

El sábado de esa misma semana visité a Julián, compré un litro de


helado de vainilla a una cuadra del hospital antes de llegar con él, no
quería que su segunda impresión de mí fuera menor que la primera. En
esa ocasión, al recorrer los pasillos obligatorios para llegar a su cuarto,
me percaté de un silencio fuera de lo común; sin darle mucha
importancia, entré a la habitación 232.
---Hola Julián, que bueno que estás despierto. Mira, te traje un obsequio,
espero te guste el helado de vainilla--- estuve muy efusivo, pero Julián
no alzó la mirada ni un sólo instante, simplemente dijo:
---Gracias, Joseph, me gusta mucho el helado de vainilla--- consternado,
acerqué una silla vieja de plástico que detenía la puerta y me senté junto
a la cama del pequeño.
---¿Qué te sucede, Julián, estás triste?--- asintió con la cabeza.
---Pepe, el niño que dormía en la camita de al lado--- hijo de la señora
que interrumpió mi conversación con Teresa la primera vez que le doné
plaquetas a Julián--- ya no está, parece que se durmió para siempre
porque las demás mamás estaban llorando abrazadas a la mamá de
Pepe, mi mami también lo hacía.

Levanté con mi mano la diminuta cara de Julián, había lágrimas en sus


ojos que reflejaban su miedo a no volver a despertar. Lo tomé entre mis
brazos y apretándolo fuerte, le dije:
---Calma, Julián, aquí estoy contigo, nada te va a pasar, tú eres un niño
muy fuerte y vas a sobreponerte--- mi hombro se empapó con sus
lágrimas, jamás había experimentado tal sensación. Realmente, Julián
confiaba en mí como su verdadero amigo. Aunque él era muy pequeño
aún, la vida lo había hecho madurar demasiado rápido---. Además, lo
que tenía Pepe es diferente--- un tumor en el cerebro---, lo tuyo es más
sencillo y estoy aquí para volver a darte soldaditos que te harán resistir el
tratamiento.

Lo retiré un poco y le mostré la marca de la aguja provocada cuando me


tomaron muestras de sangre el día anterior. Limpié sus lágrimas con una
de las servilletas que venían con el helado, lo puse de pie sobre su
camita.

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---Julián, sé que por lo que estás pasando no es nada fácil, ni para un
adulto, pero has demostrado valor siempre y eso te tiene aquí, parado
frente a mí--- el pequeño no parpadeaba de lo atento que estaba---; por ti
está luchando tu madre, los doctores y ahora yo, Joseph Armenta. Sigue
luchando también y dentro de un tiempo volverás a casa completamente
sano. Esa, debe ser tu única preocupación, ¡sanar!
El pequeño de seis años terminó de secar sus lágrimas y concluyó:
---Sí, Joseph, voy a ser un niño sano y regresaré a casa con mi mamá.
---Así se habla, campeón--- lo acosté para darle un tormento de
cosquillas. En eso, entró Teresa.
---¡Joseph, qué sorpresa! ¿A qué debemos tu visita?--- Julián se
adelantó.
---¡Mira mamá! Vino a traerme helado de vainilla, ¿puedo comérmelo
todo?---avergonzada le respondió:
---Sólo si comes lo que te trae la enfermera, necesitas frutas y verduras
también. Disculpa, Joseph, si no me encontraba--- aclaró---, estaba con
las otras madres en la misa de Pepe, dormimos a los niños y nos fuimos.
---Así que por eso el silencio invadió los pasillos del hospital--- despejé
mi duda pensando en voz alta.
---Y no es necesario que le compres obsequios a Julián, ya es mucho lo
que haces por nosotros.
---Lo hago porque más que el donador de Julián, soy su amigo y los
amigos no necesitan pretextos para darse obsequios, ¿verdad Julián?
---Sí, Joseph, cuando pueda también te daré uno--- respondió el
pequeño.
---Tú sabes lo que haces, pero te advierto, lo vas a mal acostumbrar---
movió Teresa su cabeza negativamente, en señal de no estar muy de
acuerdo.

El helado comenzaba a derretirse, así que pedí a una enfermera que


andaba por ahí cerca, tres cucharas. Las trajo y devoramos el helado.
---¡Es el helado más rico que he comido! ¿Verdad mami?--- el pequeño
estaba contento, me alegré por él, ha de ser muy difícil perder a tus
amiguitos y más el hecho de pensar que puedes correr con la misma
suerte en cualquier momento.
---Ya se acabó el helado--- hice señas raspando el fondo del envase que
contenía el postre de vainilla---. Bien, creo que ha llegado la hora de
irme, nos vemos Julián y recuerda nuestro pacto.
---Sí--- afirmó sobre su cama.

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---Hasta luego, Teresa, gracias por todo--- iba saliendo del cuarto cuando
me tomó del brazo con intenciones de detenerme.
---Verifiqué los resultados de tus análisis, estás limpio, más sano que la
vez anterior dijo el Doctor; te lo pregunto de nuevo: ¿estás seguro que
quieres seguir ayudándonos, Joseph?--- vi angustia en los ojos de
Teresa.
---Por supuesto, siempre cumplo mis promesas y si estoy más sano es
por Julián, quiero darle lo mejor de mí--- percibí el alivio en su rostro. Me
dejó ir no sin antes pedirme un último favor:
---Entonces, te espero el lunes a las tres de la tarde en la máquina de
aféresis, desayuna sólo jugo de frutas.
---OK, Teresa, ahí estaré.

Por la noche, una angustia inexplicable me invadió, había disfrutado


tanto el par de horas que estuve con Julián y Teresa en el hospital que
era sorprendente el estado de ánimo en el que me encontraba: como
derrotado por la vida. “El rostro de Danira, su voz y su cabello”, pensé.
Tuve la sensación de que estaba muy cerca de mí, pero no era así, ella
se encontraba a muchos kilómetros de distancia, todavía no regresaba
del Distrito Federal, donde finalmente realizó su estancia de verano; que
por la importancia de los estudios que llevaba a cabo, se había extendido
hasta nuevo aviso. Ya eran casi las doce de la noche, lo único que
rondaba en mi cabeza era el día que partió con Mary y otras dos
compañeras:

---Sí, Joseph, en dos horas salimos a México; si gustas, puedes venir a


despedirnos; aquí está Mary también, dice que tiene muchas ganas de
verte--- eso me hizo saber Danira desde la Terminal de Autobuses, lista
para irse a su estancia científica en el Distrito Federal.
---En 15 minutos estaré ahí, tengo un obsequio para ambas.

Estacionándome frente a un puesto de comida, bajé del auto y con el


corazón a mil por hora--- algo que no era novedad--- entré a la Terminal
buscando con la vista a Danira, moviendo como loco la cabeza en todas
direcciones.
---¡Danira!--- le grité una vez que la encontré sentada con su equipaje.
---¡Joseph, qué gusto verte!--- me miró con un brillo en los ojos que me
era familiar--- ¿Te confieso algo?--- dijo--- Yo era la que tenía muchas

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ganas de verte, pero me dio pena decírtelo por teléfono, así que puse a
Mary por delante--- me sonrojé con su comentario.
---Yo también, Danira, deseaba verte como no te imaginas, ha pasado un
mes desde que nos vimos, ¿cómo has estado?
---Muy bien, pero no tan bien como tú. Luces más delgado y erguido,
¿has estado haciendo ejercicio?--- pude ver cierta vergüenza en su cara.
En nuestros encuentros, ella siempre vestía con la mejor ropa y
maquillaje; en esa ocasión, usaba tenis viejos, ropa deportiva no muy
nueva y nada de maquillaje. A pesar de ello, para mí, lucía bella,
hermosísima.
---Estoy comiendo bien y trato de ejercitarme cuando puedo, no creas
que me mato mucho. Necesito estar sano no fortachón--- esa era la
realidad, Julián no requería músculos, sino la sangre de mayor calidad
posible.

Nos quedamos mirando sin decir nada, cuando de repente, apareció


Mary quejándose.
---Esto es increíble, me acaba de decir la encargada de la línea que
nuestro autobús se retrasará una hora más--- me ignoró al principio,
debió ser porque entendió que iba a despedir a Danira principalmente.
En eso, se dignó a saludarme---. Hola, Joseph, que bueno que viniste
para que nos ayudes con el equipaje jajaja, es broma, no te creas.

Saludé a Mary con un beso en la mejilla y Danira tocó mi hombro


diciendo:
---Tengo hambre--- ella sabía que cualquiera que fuera su deseo, en mí
lo encontraría concedido y esa no fue la excepción.
---Entonces vamos a comer--- las invité---. Aquí cerca venden unas tortas
riquísimas, están a menos de dos cuadras--- las dos me siguieron como
hipnotizadas, por el hambre supongo.

Una vez que habíamos saciado nuestro apetito, regresamos a la


Terminal de Autobuses. La mamá de Mary se nos unió a los escasos
cinco minutos. Disfruté platicando con ella, “ya casi es hora de que se
vaya Danira, tengo que aprovechar hasta el último segundo que me
queda”, pensé. Así que terminé mi plática con Doña Mary y retomé la
que tenía con Danira:
---¿Estás emocionada? Al fin estás a punto de iniciar algo que estuviste
planeando por tanto tiempo--- reinicié la plática con un tema cualquiera.

59
---Sí, estoy muy contenta, más porque casi echaba todo a perder,
¿recuerdas cuando perdí todas mis credenciales en el Tecnológico?---
otra vez, en el mundo solamente existíamos nosotros.
---¡Cómo olvidarlo! Casi me tocaba lidiar contigo, pero a decir verdad, me
hubiera sacrificado con mucho gusto.
---¡Qué malo eres! No te burles de mí, a ti también pudo pasarte.
Sentí una mirada penetrante que me hizo voltear hacia mi izquierda, era
Mary quien nos observaba detenidamente; Danira se incomodó y fingió
tener dormidos los pies.
---Es hora de irnos, el autobús ya está aquí, vámonos, no hay tiempo---
fueron las palabras de Mary al momento que tomaba del brazo a Danira.
---¡Espera!--- ella se soltó---, Joseph dijo que nos tenía un regalo.
¿Dónde está?--- estaba tan concentrado en la plática, o más bien,
tontamente enamorado, que lo había olvidado.
---Está en el auto, vuelvo enseguida--- corrí por los obsequios, eran dos
rosas rojas, una para cada una con una cartita en la parte superior. No
me demoré---. Aquí están--- mostré las rosas---. Mary, que te vaya muy
bien--- primero se la entregué a mi amiga de la prepa con su madre
parada junto a mí. Luego a la mujer que cada noche me robaba el
sueño---. Danira, recuerda que hay bastante gente que te espera---
principalmente yo, dije internamente---, disfruta lo que con tanto
entusiasmo planeaste y sube un peldaño en tu carrera como
investigadora.
Le entregué la rosa, la abracé fuertemente y le di un beso en la mejilla
que cualquiera a más de cinco metros de distancia, hubiera asegurado
que fue en los labios.
---Gracias, Joseph, te voy a extrañar, es de lo único que estoy segura,
espero que tú también te acuerdes de mí de vez en cuando--- si supiera
que primero pienso en ella y luego hago todo lo demás, hubiera omitido
ese comentario.
---Adiós, Danira. Apresúrate, se va el autobús--- me miró fijamente y con
un impulso no planeado... Me besó, ligeramente en los labios, con la
rapidez que sólo da un tímido sentimiento.
---Adiós, Joseph.

Dos de la madrugada, ni siquiera era sábado, sino domingo, “ah, me


rindo, tendré que levantarme a hacer algo que me ayude a conciliar el
sueño”, renegué. La noche entera pensé en Danira y lo más lógico era
que mis sentimientos estuvieran a flor de piel, así que hice lo más obvio:

60
escribir. Ahora, los versos no trataban de una ilusión que comienza, sino
de un desamor que se negaba a ser olvidado, confundido, con dolor,
mucho dolor en lo más profundo del corazón:

Algunas noches estoy en silencio,


acariciando un triste recuerdo
y brota el llanto con unas lágrimas,
que queman mi piel al rodar en mi cara.
Y me hacen sentirte más cerca de mí,
aunque no estés aquí.
aunque estés tan lejos de mí.

Dicen que todo lo cura el tiempo,


pero cómo curar algo que duele
y se quiere y se lleva aquí muy dentro
a pesar de que hiere a cada momento,
con cada segundo de tus desprecios.
Como duele enamorarse de ti,
¿cómo puedo olvidarte si tú estás en mí?

Dime, amor,
¿por qué en tan sólo dos noches fingiste
amarme con gran pasión?
¿Acaso creíste que mi corazón
no podía sentir dolor?
¿Qué no sangraba si lo herías negándole tu amor?
Antes de irme, necesito oír tu voz.
Y me digas que ahora sabes que mi corazón,
puede sentir... dolor.

Después de haber escrito los versos, cerré los ojos, bajé la cabeza y la
coloqué entre mis brazos cruzados que descansaban sobre la mesa de
la cocina. No pude evitarlo, un par de lágrimas se me escaparon y
rodaron por mi cara, ahí permanecieron, sin ser secadas. Cuando abrí
los ojos nuevamente, había salido el sol y mi madre lavaba la ropa en el
patio, escuché el peculiar sonido de la lavadora. Dije en voz baja:
“realmente estaba cansado, sólo necesitaba sacar lo que llevaba en el
pecho y que me estaba asfixiando dentro, inexplicablemente, más dentro

61
de lo que imaginaba”. Tomé la hoja con los versos y la puse en el cajón
de recuerdos, objetos que traían a mi mente momentos compartidos con
Danira: los boletos del cine, las envolturas de chocolate, la foto en la
feria y ahora, una hoja con versos que piden a gritos desesperados que
se acabe este dulce trago de miel amarga.
---¿Qué te sucede, Joseph, estás enfermo?--- ya se estaba tardando,
mamá me siguió hasta la habitación con dos aspirinas---. Toma, con esto
te sentirás mejor si no quieres ir al doctor.
---Gracias, mamá, pero lo que tengo no se cura con aspirinas--- ella
sabía exactamente lo que me sucedía, así son las mamás; sin embargo,
disimuló como si tuviera una cruda. Mala elección, desde que conocí a
Julián, no había probado ni una sola gota de alcohol.

---Te va a doler un poco el piquete de la aguja--- advirtió la enfermera.


---No se preocupe, es la segunda ocasión que estoy recostado en este
mismo lugar, conozco el procedimiento--- la máquina de aféresis estaba
encendida, lista para extraer las plaquetas que necesitaba Julián.

A la mitad del procedimiento, sentí un fuerte dolor en el brazo izquierdo,


llamé a gritos a la enfermera:
---¡Disculpe, me duele el brazo, creo que algo anda mal!--- apareció
como de rayo, revisó los niveles de la máquina, hizo unas regulaciones y
el dolor cesó.
---Lo que sucedió es que estaba demasiado intenso el flujo de retorno, a
lo mejor te sale un morete pero no pasa de ahí--- fue un alivio, no
obstante, un morete me dificultaría ocultar el secreto a mi familia.
---Muchas gracias, señorita, me siento mejor, espero que no salga el
morete o que no sea muy grande--- la enfermera sonrió.

Terminado el proceso, fui a casa a comer, estaba prácticamente en


ayunas e iban a ser las cinco de la tarde; debía estar en mi trabajo a las
seis en punto. Oculté las vendas obligatorias bajo una camisa manga
larga, afortunadamente, no surgió el morete que tanto temía.

El viernes de esa misma semana, mientras comía, recibí una llamada de


Teresa. Me informaba que Julián había respondido bien al tratamiento y
se encontraba estable, dormido para recuperar fuerzas.

62
---Sin tus plaquetas, Joseph, tal vez él ya no estuviera aquí. Gracias de
verdad, las palabras se quedan cortas para decirte cuánto te lo
agradezco--- me alegré con la noticia.
---Teresa, ahorra tus energías, jugamos en el mismo equipo, todo tu
amor y entusiasmo deben ser para Julián; en cuanto pueda iré a visitarlo,
celebraremos una victoria más--- finalizamos nuestra plática y colgué el
teléfono.

Julián estaba bien, le habíamos ganado una batalla más a la leucemia.


“Gracias, Señor, por hacer que nuestros esfuerzos no sean en vano”,
suspiré.

El sábado tuve la fuerte sensación de que había un vacío en mí, algo


diferente, escribir me ayudaba pero no era suficiente, quería hacer algo
más que versos en papel, tenía sed de saber. Lo primero que hice fue
tomar una revista Científica, la leí completita en menos de una hora,
trataba sobre los diferentes tipos de inteligencia que posee el ser
humano y los últimos avances tecnológicos en la medicina. Con una
simple revista, inicié mi andar y gusto por la lectura; más que un placer
fue un hábito que mejoró mi calidad de vida. Antes, era una persona
distraída, ansiosa y desesperada, la lectura me dio, junto con otros
buenos hábitos, la paz interior que necesitaba para seguir adelante en mi
lucha; y no sólo eso, incluso mejoré mis notas en la universidad,
dedicando menos tiempo al estudio gracias a que mi capacidad de
retención y análisis mejoró considerablemente. Estoy convencido de que
la lectura aumenta la inteligencia de las personas, parecería que se debe
a la acumulación de información a la que se accede cuando se lee. Sí,
hay algo de eso; sin embargo, sucede algo mucho más extraordinario: el
cerebro humano almacena información a base de imágenes, al leer,
solamente se recopilan símbolos que forman esas imágenes que tiene
almacenadas el cerebro; de esta manera, se crea una gran actividad
imaginativa que reproduce las letras de la lectura en una fabulosa
película, por así decirlo, con efectos especiales y todo en nuestra mente.
Eso mantiene a nuestro cerebro en funcionamiento, lúcido con las redes
sinápticas en perfectas condiciones, en lugar de estar atrofiadas por la
carencia de uso, como regularmente sucede si tenemos el pésimo hábito
de desperdiciar horas de nuestro tiempo frente al televisor, ¿qué tiene
eso de extraordinario? Las imágenes ya están listas, disminuyendo la
actividad cerebral que se ve reflejada en un menor rendimiento

63
intelectual. Desde que inicié con la lectura, he devorado libros de
superación personal, ciencia, política, novelas, historia y religión; y
mientras más saber adquiero, me doy cuenta de lo mucho que falta por
conocer. Debo confesar, mis libros favoritos son los de superación
personal, la mayoría de la gente cree que hablar sobre sí mismo no es
importante, error, uno como ser humano único e independiente, es lo
principal en este vasto universo. Si se quiere aprender o dominar algo,
es primordial conocerse a sí mismo antes de iniciar el viaje; y hacer el
esfuerzo de nunca olvidar los elementos fundamentales de la vida: Amor,
Valor, Respeto, Dedicación, Empatía y Dios; si los llevamos presentes en
nuestro andar por la vida, todo lo demás parecerá secundario ya que las
personas necesitamos cimientos. Como las grandes construcciones,
buenos cimientos pueden edificar grandes hombres y mujeres que sin
duda alcanzarán el sueño máximo: ser felices con lo que tienen y no
envidiando lo que no poseen, disfrutando el recorrido por la vida hacia la
realización y no solamente esperando llegar a la meta para decidirse a
ser felices.

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Perseverancia, el gran secreto

El miércoles, dos semanas después de la quimioterapia de Julián, decidí


llevarlo a conocer el cine de la ciudad.
---Teresa, ¿permitirías que Julián me acompañara a ver una película en
el cine? Dice que jamás ha ido a uno--- la idea no le agradaba mucho,
más por las molestias que según ella podía darme Julián, su
preocupación radicaba en el estado de salud de su hijo. Desde que se le
detectó la enfermedad, jamás se le había despegado.
---De acuerdo, Joseph, puede ir pero con una condición.
---¿Cuál Teresa? La que sea.
---Si ves que mi hijo se siente mal, regrésalo inmediatamente al hospital,
sin considerar que estén a media película, ¿está bien?--- era obvio
esperar eso, lo más valioso en su vida era ese pequeño.
---Pierde cuidado, él está en buenas manos.

De camino al cine, Julián lucía muy emocionado, vestía un overol azul


con una gorrita de ese mismo color.
---Joseph, ¿qué película vamos a ver?--- giré su gorra poniendo la visera
hacia atrás y le contesté.
---LA ERA DEL HIELO--- el pequeño abrió los ojos y exclamó:
---¡Guauu! Suena bien, estoy seguro que nos la vamos a pasar súper.
---Yo también, Julián, estoy seguro.

La taquilla del cine estaba llena, lo suponía por ser miércoles, boletos al
dos por uno.
---Dos para LA ERA DEL HIELO, por favor--- le pedí a la coqueta
taquillera.
---Aquí tiene, joven. Disfruten la función.
Entramos corriendo a la sala, el pequeño estaba fascinado al ver tanta
gente, alfombra por todas partes y una dulcería enorme.
---Siéntate aquí y aparta este otro lugar para mí--- le indiqué golpeando
el asiento de al lado---, en un instante regreso, voy por palomitas y un
refresco a la dulcería--- él asintió con una sonrisa.

Regresé y me di el susto de mi vida: Julián no estaba. Como loco


empecé a buscarlo.

65
---¡Julián! ¿Dónde estás? ¡Julián! ¡Julián! ¡Julián!--- de pronto, escuché
la voz del travieso.
---Aquí estoy, Joseph, abajo--- el muy bribón se puso a corretear en la
parte baja de la sala con otros niños igual de traviesos que él.

Julián no sólo estaba feliz, carcajeaba a boca abierta.


---Sube, la película está por empezar, tienes que verla desde el principio
para que le entiendas y no te aburra.
---Voy para allá, Joseph.
Se sentó y empezó a comer palomitas, puso atención a la película como
un adulto. Cuando se trataba de reír, sus carcajadas sofocaban a las de
los otros niños.
---Tengo sed, ¿me pasas el refresco, por favor?--- Julián había comido
demasiadas palomitas.
---Sí, pero no más palomitas para ti, lo que menos necesitas es un dolor
de estómago--- hizo una carita de estar en desacuerdo, pero acató mis
órdenes. Casi ni comí palomitas, así que Julián se encargó de acabar
con ellas.
---¡Guerra de palomitas!--- gritó y empezó a bombardear a los niños
sentados delante de nosotros con las palomitas que no le permití comer.
Los otros pequeños respondieron a su ataque.
---¡Podrían parar esto! La sala debe mantenerse limpia--- tuvo que acudir
un encargado de limpieza para poder detener la lluvia de palomitas.
Disimulamos como si fuéramos inocentes de tal incidente; en cuanto el
joven de limpieza desapareció, soltamos la carcajada.
---Que buen amigo eres, Joseph, no me delataste--- le quité la gorrita y
sonriendo le dije:
---No lo hice por ti, sino por mí, me hubieran puesto a limpiar este
desastre a mí solo, jajaja--- el pequeño rio conmigo.

La convivencia con Julián me parecía fantástica, una nueva experiencia.


Fui el menor de mis hermanos, de tal manera que convivir con un niño
de seis años, cuidarlo y llevarlo a pasear estaba fuera de mi contexto de
vida. Más que plaquetas, más que un donador permanente, Julián
requería de mucho amor, ni la mejor medicina con los doctores más
capacitados podrían salvarle la vida a alguien que ha perdido el deseo
de permanecer en este mundo; por eso, si realmente amamos a alguien
y deseamos con todo el corazón que no se vaya de nuestro lado o, dicho
con otras palabras, no queremos que muera, debemos darle todo el

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amor que esté a nuestro alcance porque ni el dinero o el poder son
alimentos vitales como lo es el amor verdadero.

Entregué a Julián sano y salvo con su madre en el hospital, la pobre


lucía desesperada y ansiosa.
---La próxima vez te llamaré cada hora para que estés más tranquila---
bromeé con ella.
---Pierde cuidado, si quiero que mi niño vuelva a ser sano, tengo que
tratarlo como tal, no puedo caer en el error de sobreprotegerlo.
---Bien dicho, Teresa.

Regresé a casa temprano, antes de las nueve de la noche, mis


ocupaciones del día estaban cubiertas y no tenía mucho que hacer, por
lo tanto, encendí la computadora y me conecté a la web. Navegando un
rato por páginas y páginas, caí en cuenta que hacía mucho no revisaba
mi correo electrónico. Cerré el mar de información y entré a Hotmail.
Tenía cientos de mensajes sin leer pero sólo uno captó mi atención: el
de Danira. “Dios Santo, me escribió y fue hace una semana”,
inmediatamente abrí el mensaje y comencé a leerlo, decía:
---Hola, Joseph, estuve acordándome mucho de ti y por eso te escribo
nada más para saber cómo has estado. Por mi parte, todo va bien, he
aprendido cosas nuevas en esta estancia, pero surgió un problema, iba
caminando por uno de los pasillos del edificio donde estoy viviendo y,
¿qué crees? No vi un escalón y me caí, lo peor es que me fracturé el
tobillo y mañana salgo para Los Mochis, mi familia dice que tengo que
descansar y reanudar mis clases en el Tecnológico. Bueno, ni hablar, te
veré pronto. Besos.

El correo tenía una semana desde que lo envió, entonces, lo más


probable era que Danira regresara a clases el lunes de la próxima
semana, “con las ganas que tengo de verla, esto debe ser obra del
Señor”, me dije. Sentí mariposas revoloteando en el estómago.

El domingo de esa misma semana, un día como cualquier otro, me


encontraba lavando mi camioneta. De repente, mamá me interrumpió:
---Joseph, tienes una llamada de Danira, ¿le digo que no estás? Te veo
muy ocupado--- empapado y con espuma en el pecho, corrí al teléfono.
---Hola... ¡Danira! ¿Eres tú?--- el corazón se me salía por la boca.

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---Sí, Joseph, soy yo, contenta de estar de vuelta. ¿Cómo estás? ¿Qué
haces? Te noto agitado--- quería decirle que era mi corazón latiendo a
mil por hora a causa del sonido de su dulce voz.
---Lo que sucede es que estaba lavando mi camioneta y estoy un poco
agitado--- le dije una verdad a medias.
---Bueno, no te quito más el tiempo, te llamé para decirte que traigo
enyesada la pierna derecha y quisiera saber si puedes ayudarme a subir
las escaleras de mi clase de mañana, es en la segunda planta del
edificio frente a la cafetería, ¿puedes?--- hasta la pregunta era necia, si
de eso pedía mi limosna.
---Claro, Danira, te veo mañana a las ocho en las banquitas de la
cafetería.
---Gracias, tú siempre tan lindo. Disculpa tantas molestias, pero a nadie
más le tengo confianza--- no desaprovechó la ocasión para hacerme un
cumplido.
---OK, Danira, nos vemos mañana--- colgamos.
Un grito se me escapó al dejar en su lugar la bocina telefónica, estaba
tan contento que permanecería en vela durante toda la noche.

Al día siguiente la esperaba en el lugar acordado, llegué demasiado


temprano y Mónica, una niña preciosa que conocí en una fiesta del
Tecnológico, me vio sentado solo y me hizo compañía.
---Que tal, Joseph, ¿por qué tan solo?--- alcé la mirada.
---Hola, Mónica. Estoy esperando a alguien que quedé de ver en este
lugar--- abrió los ojos y exclamó:
---¿Tu novia?--- a lo mejor leyó el brillo en mis ojos y por eso hizo esa
pregunta.
---No, no es mi novia; es sólo una amiga que se fracturó el tobillo y
posiblemente necesite ayuda para subir las escaleras.

Mónica lucía rara, como si la historia de que le ayudaría a una amiga a


subir las escaleras no la convencía del todo, pero no le hice caso.
---¿Y cómo te ha ido, Joseph? Supongo que bien, has cambiado mucho
en los últimos meses, pareces otra persona.
---Soy el mismo de siempre. Gracias por el cumplido si te refieres a que
he cambiado para bien--- mientras esperaba sentado, cargaba mi libreta
dedicada exclusivamente a desahogarme con palabras y versos. Mónica
preguntó por esa peculiar carpeta.

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---¿Qué es eso, Joseph? No luce como una libreta común, ¿escribes
algo especial en ella?
---Que observadora eres. Sí, en efecto, es una libreta muy especial. Aquí
escribo las ideas y sentimientos que no puedo expresar de otra forma---
se quedó paralizada observándome fijamente. Ya lo mencioné, era una
niña preciosa con cabello rubio, ojos color verde y tez blanca, ese era mi
prototipo de mujer hermosa; no obstante, Danira llegó para romper todo
estereotipo.
---¡Ahí va, a ella estoy esperando, nos vemos Mónica!--- tal vez fui un
poco descortés, los buenos modales salían sobrando en ese momento,
Danira estaba frente a mis ojos.

Vestía una blusa amarilla entallada y un pantalón negro, sin olvidar el par
de muletas que compensaban a su pierna derecha enyesada de la rodilla
para abajo. Me acerqué a ella como abejas a la miel.
---¡Joseph! ¡Qué gusto volver a verte! Te extrañé no sabes cuánto--- mis
piernas extrañamente temblaban, debió haber sido por la emoción.
Apenas me enteré por correo electrónico que la mujer a quien tanto
amaba regresaría y ya la tenía frente a mí tan hermosa como en mis
sueños más profundos.
---Danira, permíteme ayudarte con tu mochila, cargas demasiados libros
y en un descuido pueden hacerte caer, se nota que todavía no dominas
bien las muletas, ¿verdad?
---Jajaja, tienes razón, Joseph--- su risa era alimento para mi alma---,
pero eso no importa, cuéntame sobre ti, ¿qué has hecho estos meses?
He escuchado por ahí que no eres el mismo que todos conocíamos,
¿qué te ha pasado?
Deseaba decirle: “Me enamoré de ti”, pero sólo le regalé una sonrisa
evadiendo su pregunta.
---Danira, es hora que entres a clase y yo también, ¿a qué hora te
desocupas este día? Quisiera seguir platicando contigo--- meditó un rato
haciendo memoria de sus compromisos.
---A las ocho de la noche, salgo precisamente de esa aula--- me indicó
señalando con su delicado dedo índice.
---Espérame en las mesitas fuera de la cafetería cuando salgas, ¿qué te
parece, princesa?--- Nunca la había llamado así, pero creo que ese
adjetivo le gustó.
---Me parece perfecto, Joseph.

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---Muy bien, entonces vendré y hablaremos sobre tantas cosas que han
sucedido en nuestras vidas--- lo último que quería hacer era alejarme de
ella, así que le ayudé a subir las escaleras y la dejé en su salón de clase.
Permanecí como cinco minutos hipnotizado una vez que nos
despedimos. “El amor es más que una sensación, es ahora parte de mí”,
me resigné.

El resto del día transcurrió normalmente, dieron las ocho de la noche y


regresé al Tecnológico para cumplir lo acordado en la mañana con mi
bella princesa, estaba muy oscuro por donde caminaba. A 20 metros del
lugar citado, me percaté de una silueta con la cabeza agachada, era una
mujer, me aproximé y levantó su mirada.
---Hola, Joseph, ¿nos vamos?--- era Danira, leía un libro a pesar de la
oscuridad mientras esperaba.
---Vámonos, aquí espantan--- le dije---. Anda, te ayudo con tus libros---.
Reímos por mi tonto comentario mientras nos dirigíamos a mi camioneta
estacionada cerca de ahí.
Arranqué y empecé a manejar sin rumbo fijo.
---¿A dónde me llevas, Joseph?--- preguntó en tono coqueto.
---No quieres ir a tu casa todavía ¿verdad?
---No, todavía no, quisiera seguir platicando contigo--- me alegré con su
respuesta.
---Entonces vayamos a tomar un helado, de esos que te gustan.
---Bien, está haciendo calor, un helado de yogurt no me caería mal.

En el camino, hablábamos sobre nuestras experiencias. Compartió


algunos de los detalles que vivió en su estancia en México D. F. y la
manera de cómo se accidentó realmente. Ya me lo suponía, fue por
despiste. Le hablé un poco sobre Julián, por supuesto que no le dije que
era su donador permanente, sólo que lo visitaba con frecuencia para
darle ánimos y preguntar por su estado de salud.
---Aquí están los helados, hemos llegado. Aguarda, Danira--- le pedí---,
te ayudaré a bajar--- ella accedió y esperó a que estuviese parado frente
a su puerta para abrirla.
---Gracias, Joseph, eres muy amable, espero no darte muchas molestias.
En eso, Danira casi caía, era una chica muy enérgica y bajó como si
tuviera ambas piernas sanas.
---¡Agárrame porque me caigo!--- la tomé con mis dos brazos y de
milagro pude evitar su caída. En realidad no fue tan difícil, pesaba poco

70
para su estatura y yo, obviamente me sentía en el cielo con ella en mis
brazos.

Entramos a la nevería y ordenamos:


---Quisiera la de sabor frambuesa, ¿y tú, Joseph?
---A mí me das la de piña con zarzamoras, por favor--- Danira criticó:
---¿Piña con zarzamoras, de dónde sacaste esa combinación?
---No sé, simplemente se me antojó, creo que últimamente he estado
haciendo cosas fuera de lo común.
---Ya lo creo--- se burló.
Tomamos nuestros respectivos helados y nos sentamos a platicar en
una mesa de metal negra.
---¿Y qué has hecho durante mi ausencia, te has portado bien?--- ignoro
a que venía ese último comentario y me limité a responder su pregunta.
---Hago lo mismo de siempre desde que te fuiste. Voy al Tecnológico, a
mi trabajo, salgo con amigos y...--- hice una pausa---, mmm, sí hago algo
diferente, tomé el gusto por la lectura. En estos escasos meses he leído
más libros que en toda mi vida--- ella abrió sus hermosos ojos negros.
---¡Qué interesante! Me da gusto por ti. Yo aprendí mucho en mi estancia
pero no era lo que esperaba, desperdiciábamos demasiado tiempo en
cosas arbitrarias en lugar de aprovecharlo en investigación real, genética
sobre todo.

Observaba fijamente sus ojos, tenía tanto tiempo viéndolos solamente en


mi mente que, estar frente a ellos, era como un regalo para los dioses.
---¿Qué tanto ves, acaso tengo algo?--- preguntó desconcertada.
---Sólo mi corazón--- respondí.

Aunque ni yo mismo lo crea, me atreví a pensar en voz alta; Danira se


sonrojó y bajó su mirada batiendo el helado que lentamente se derretía.
---Discúlpame, no fue mi intención incomodarte, lo siento de verdad---
levantó la cabeza y tomó aire.
---Pierde cuidado, Joseph, lo que dices no es nada malo, es sólo que...
---Shhh--- puse mi dedo índice en medio de sus labios señalando que
comprendía y que no necesitaba explicaciones. Yo la amaba, sí, lo
demás, salía sobrando.

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Terminamos de comer los helados y nos fuimos. La ayudé a subir al
auto, cerré su puerta como todo un caballero y me dispuse a subir
también.
---Gracias por el helado, estuvo muy rico.
---Gracias a ti, Danira, por disfrutarlo conmigo.
Dimos unas cuantas vueltas sin rumbo fijo, solamente manejaba con mis
sentidos puestos en ella, hasta que se quejó:
---¡Ay! Se me entumió la pierna--- le di la solución.
---Pues ponla sobre el tablero, así se te quitará lo entumido y fluirá mejor
la sangre.

Como era la pierna enyesada, estaba rígida y no podía flexionarla sobre


el tablero, de tal modo que tuvo que recorrerse para subir la pierna,
quedando su hombro junto al mío.
---¡Ah, ya entiendo!--- dijo con risa burlona--- lo que querías era que
fuera pegada a ti---alcé mi brazo derecho y lo descansé sobre sus
hombros.
---Me atrapaste, que lista eres.

Su cabello olía delicioso aparte de toda ella con ese peculiar perfume
que me encantaba, su piel--- usaba una blusa con los hombros
descubiertos--- era tan suave que ni la seda más cara hubiera tenido
comparación.
---¿Y ahora qué?--- preguntó ingenuamente.
---No sé--- respondí más tontamente.
Sucedió lo inevitable: parado frente a un semáforo la volteé a ver a los
ojos, ella hizo lo mismo y nuestros labios comenzaron a acercarse. Fue
un beso tan intenso que lo sentí recorriendo todo mi cuerpo, cada
órgano, cada célula de mi ser lo sentía suyo, mis dedos se perdían entre
su suave cabello y en el ambiente sólo se escuchó, tan despacio, un
suspiro que armaba una frase: “TE AMO”.

Los claxon de los autos que estaban tras de mí comenzaron a sonar


desesperadamente.
---Ya cambió el semáforo a verde--- me avisó.
---¡Ya voy, ya voy! ¿Cuál es la prisa?--- dije un tanto molesto por tan
inoportuna interrupción.
Arranqué y dejamos de hablar como si nos hubieran comido la lengua los
ratones, tuve que encender la radio con la intención de disminuir la

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tensión que nos afligía, hasta la fecha no sé si lo de la radio fue buena
idea:
---Por Dios, no es cierto---pensé.

No podía creer lo que mis oídos escuchaban, estaban pasando nuestra


canción: Always, de Bon Jovi. Entendíamos bien el inglés, por lo que
cada frase desgarradora de la canción, cada verso y súplica que
emanaba con tanta pasión y sentimiento el cantante, a ambos, sin temor
a equivocarme, se nos enchinaba la piel al ver encontradas tantas
emociones que se ajustaban a nuestra relación; existente pero imposible
de consolidar quién sabe por qué, de tal forma que sólo nos quedaba
decir Always, o sea, Siempre, Siempre te amaré mi amor aunque nunca
estemos juntos. La canción terminó y el aire se hacía más irrespirable
todavía, quise relajar las cosas.
---¿Recuerdas el día que fuimos a la feria? Esa canción la escuchamos
una y otra vez en el asiento trasero del auto de Raúl, ¿lo recuerdas?---
en cuanto callé, Danira secó una lágrima que rodaba por su delicada
mejilla izquierda. No volteó a verme, simplemente dijo:
---Joseph, ¿serías tan amable de llevarme a mi casa, por favor?--- la
entendía, un nudo en la garganta también me estaba ahogando.
---Está bien, como tú digas.

En cuanto me estacioné frente a su casa, ella abrió la puerta con


intenciones de bajarse sin despedirse, algo la detuvo, porque se acercó
a mí.
---Adiós, Joseph--- y me besó como si fuera la última vez que nos
veríamos---. Adiós, mi príncipe--- bajó de la camioneta apoyándose en
las muletas, traté de ayudarle pero me pidió que la dejara sola, abrió la
puerta de su casa y entró sin voltear, sólo pude gritar:
---¡Danira, te amo!--- ella cerró la puerta con doble llave, pude escucharlo
desde donde estaba.

El insomnio me poseyó irremediablemente esa noche, ¿por qué las


cosas tenían que surgir de esa manera? Amaba a Danira más que a
nadie en el mundo y ella, parecía quererme también; entonces, ¿qué nos
impedía estar juntos? ¿Acaso había algo que no comprendía? “Dios mío,
por piedad, dame la paciencia para nunca renunciar hasta averiguar lo
que realmente sucede, te lo pido por favor”.

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Dos de la mañana, el sueño me abandonaba, nuevamente esa
sensación que me quemaba las entrañas. En menos de dos minutos ya
estaba en la mesa de la cocina escribiendo unos versos que fluían como
si solamente los tomara del aire que respiraba:

Cuánto tiempo ha pasado


desde que te conocí,
cuántas noches me he desvelado
pensando sólo en ti.
Imaginando un mundo lejano
en el que estabas junto a mí,
y yo era la noche;
y tú eras el día,
atardeceres constantes
eran los que nos unían
y nos hacían sentir la ternura del amor.
Nos hacían sentir el temor al amor.

Y caminábamos de la mano
por aquella orilla
del mar formado
por una lágrima mía
y una lágrima tuya
que reflejaba el amor en nuestras vidas.
Ambas derramadas por la ternura del amor,
ambas derramadas por el temor... al amor.

El papel estaba bañado en lágrimas, mi llanto, lo ahogaba para no


despertar a nadie. El desamor duele, pero creo que duele más el
desamor en el que no comprendes la razón, es una mezcla de
frustración y ansiedad. El saber que está fuera de tus manos te saca las
lágrimas desde lo más hondo de tu ser. Sufrir es el pan de cada día del
ser humano en su búsqueda por la felicidad y sufrir por amor, creo que
está reservado para unos cuantos. Si tienes la dicha de ser uno de ellos,
siéntete afortunado; porque ni mil años de vida en opulencia serían tan
intensos como cinco segundos de amor verdadero. “Con el corazón en la
mano, Danira, quiero decirte: Te amo”, y me desvanecí en un profundo
sueño, el llanto, me había dejado agotado.

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El fin de semana recibí una invitación telefónica de Raúl para ir al antro.
---Me parece bien, hace mucho que no salgo a divertirme--- le dije. ¿Qué
más me quedaba? Si permanecía en casa estaría en vela de todas
formas.
---Bien, Joseph, pasaré por ti a las nueve este viernes; créeme, nos
vamos a divertir--- colgué y apagué mi celular, la pila estaba casi vacía,
necesitaba la poca carga para llamar a Teresa y preguntar por el estado
de salud de Julián.
---¿Teresa? ¿Cómo estás? Soy Joseph, llamo para saber si Julián está
bien--- ella se alegró con mi llamada.
---Gracias por estar al pendiente de mi hijo. Él está muy bien, tenías
razón, esa salida al cine lo revitalizó, ahora sigue al pie de la letra las
indicaciones del doctor porque dice que le falta mucho por conocer y no
quiere perderse de nada. Está ansioso por verte de nuevo--- vaya, casi
se me acababa la batería con esa llamada, pero bien valía la pena.
Podía estar tranquilo y divertirme sin estar preocupado por Julián.
---Me da gusto, este fin de semana estaré ocupado así que no podré ir a
visitarlos, pero como de costumbre, estaré pendiente si me necesitan---
Teresa comprendió.
---Muy bien, Joseph, imagino que un joven de tu edad tiene algo más
divertido que hacer; no solamente visitar el hospital. Pásatela bien y que
Dios te bendiga--- colgamos, mi teléfono estaba muerto.

Raúl cumplió su promesa de pasar por mí, fue demasiado puntual.


---¡Qué onda, listo para la noche de jungla!--- su voz sonaba bajo los
efectos del alcohol. Al parecer, desde media tarde que fue a comer con
otros amigos agarró la borrachera y no la había cortado; y no tenía
intenciones de hacerlo.
---¿Te sientes bien, Raúl? Luces bien alborotado--- le pregunté antes de
subir a su Tsuru.
---Anda, sube, un poco de cheve sólo le da emoción a las cosas--- subí a
su auto no muy convencido.

Antes de entrar al antro, estuvimos dando la vuelta por donde


acostumbrábamos hacerlo siempre. Mi ebrio amigo conducía a mucha
mayor velocidad que de costumbre, no respetaba algunos señalamientos
y el colmo fue cuando parados frente a un semáforo en rojo, retó a los
jóvenes que venían en el auto de al lado a unos arrancones.

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---¿Qué, le sacan? Lástima carrito que traen--- era un Mustang 98. Raúl
los provocó y ellos aceptaron el reto.
---Raúl, no creo que sea buena idea, tus reflejos están torpes y lentos,
además, la calle se adelgaza demasiado a 50 metros--- me miró como
diciendo, y lo dijo:
---¡Eres un miedoso! ¿Qué nos puede pasar?--- los ebrios competidores
esperaban a que la luz cambiara a verde, se escuchaban los motores
acelerados.
En el instante que vi la señal verde, tomé la palanca de cambios y la
coloqué bruscamente en la posición neutral, Raúl no se dio cuenta del
incidente, sólo de que no avanzaba su auto.
---¡Qué te pasa porquería! ¡Anda, me haces quedar en ridículo!---
vociferó golpeando el volante.

A 40 metros salió del callejón un policía de tránsito y detuvo a los


competidores de Raúl, él se quedó mudo viendo el espectáculo
recapacitando.
---Chale, pobres locos, eso les pasa por picudos. Lo bueno es que mi
cafetera no arrancó; de lo contrario el Poli nos hubiera detenido y hasta
la comandancia vamos a dar, pues la neta sí ando bien pedo--- por lo
menos lo entendió, incluso se le bajó un poco la borrachera. Aproveché
el acontecimiento.
---Oye, Raúl, ¿qué te parece si yo conduzco? El alcohol ya no pertenece
a mi forma de divertirme, nos quitamos de problemas y tú sigues
tomando a gusto--- abrió la puerta del carro y dijo:
---Sale, güey.

Iban a dar las doce cuando nos hartamos de estar dando vueltas y
vueltas.
---¿Qué te parece si entramos a un lugar? El antro de la esquina se pone
bien--- le sugerí a mi peculiar compañero que sacó la cabeza por la
ventana, inspeccionando.
---Se ve que están entrando varias morras bien buenas. Sí, Joseph,
estaciónate y entremos.

Bostecé, el insomnio de las noches anteriores estaba haciendo sus


efectos precisamente la noche en la que tenía planeado desvelarme.

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Entramos a La Guerra--- nombre del antro bar--- y buscamos donde
sentarnos, bueno, yo busqué donde sentarme, Raúl se fue directito a la
barra de bebidas. Regresó al lugar que difícilmente conseguí
acompañado con dos muchachas.
---Mira Joseph, te presento a unas amigas: Kate y Natalia. Ellas son
súper y saben divertirse--- las señoritas lucían en el mismo estado que
Raúl, cargando un bote de aluminio con la cerveza tradicional cada una.
Me limité a decir:
---Mucho gusto--- luego me dirigí a Raúl---. ¡Están guapísimas tus
amigas!--- a las dos chicas las atacó la risa.
---¿Podemos sentarnos aquí? Estamos cansadas de bailar--- no tenía
por qué negarlo, si estaba en ese lugar era para divertirme y qué mejor
que con dos muchachas de buen ver.
---Discúlpenme--- recorrí dos sillas hacia atrás---, soy yo el que quiere
que se sienten con nosotros.
---Así se habla, Joseph--- Raúl apoyo la invitación que les hice a las
alegres chicas.

Estando sentados, él nos pidió acercarnos como si fuera a decirnos algo


muy importante.
---Chicas, y tú güey--- se refería a mí---, les voy a decir un secreto: se
rumora que Joseph, este güey que tienen enfrente, se ha vuelto la
persona más aburrida del mundo. Véanlo, le pidió una limonada al
mesero y hace gestos de que le desagrada el humo del cigarro, niñas, si
sale de aquí siendo así de aburrido, lo cargarán en su conciencia por el
resto de sus vidas; ustedes saben si quieren esos remordimientos
cuando sean viejitas.

Las chicas soltaron la carcajada y se mostraron comprometidas con la


encomienda.
---Tráiganos una cubeta de medias, ¡urge!--- le ordenó Natalia al mesero
que corrió a cumplir su pedido.
Kate tomó una cerveza y la destapó para mí.
---Toma, Joseph, aquí está tu medicina--- me puso la botella de cristal
casi en la cara.
---De verdad, Kate, ya no tomo, es por un problema de salud.
---Pero una no es ninguna, ándale, por mí.

“¿Y tú quién eres para pedirme eso?” Pensé.

77
Es increíble lo necio que puede ser alguien bajo los efectos del alcohol.
No haciéndole caso, fui muy sutil:
---De verdad, Kate, te lo agradezco pero mi respuesta final es no.
Tómatela tú, se está calentando.
Raúl intervino:
---Sí, Kate, deja al abuelo con su cocol de limón, así habrá más cheve
para nosotros.

Bailamos en el lugar donde estábamos, parados frente a las botellas


vacías de cerveza. La Guerra había eliminado la pista de baile, de esa
manera el que quisiera bailar lo hacía en su mesa. Obviamente para que
nadie deje de consumir cerveza o bebidas mientras baila. Pasaron dos
horas y me sentía satisfecho de tanto alboroto, estaba bañado en sudor
y completamente relajado, me senté un rato observando a mis
acompañantes. Raúl estaba deshecho, como si lo hubiesen golpeado y
rodado por toda la ciudad; lucía muy mal, sus movimientos eran los de
una persona estúpidamente ebria. “¿Acaso alguna vez me habré visto
así cuando tomaba? Cielos, espero que no”. Me pregunté aterrado por el
espectáculo que estaba dando. Kate y Natalia andaban por el estilo,
fume y fume; y tragando a pecho las botellitas de cuartito que luego trajo
el mesero. El show apenas empezaba, estas chicas parecían urgidas de
hombre--- se lo atribuí a la borrachera que cargaban--- nomás veían que
se acercaba un muchacho y comenzaban a bailarle eróticamente entre
las dos, hasta que uno le dijo algo al oído a Natalia; puedo adivinar lo
que ha de haber sido porque, a los pocos minutos, había desaparecido
por arte de magia.
---Mesero, ¿cuánto debemos de este último servicio? Ya nos vamos--- mi
amigo se sorprendió cuando mencioné que nos íbamos, a lo que se
negó.
---¿A dónde que vámoono, mi Joseppph, aquí ta la la la, la mera mata,
güe--- su voz era la de un borracho que ni siquiera pronunciaba bien las
palabras, mucho menos ordenaba las ideas en su cabeza.
---Estás en mal estado Raúl, sería mejor que nos fuéramos; luces muy
mal y Kate también, no puedo decir lo mismo de Natalia ya que se perdió
de vista desde hace rato. Además, están a punto de cerrar--- Kate
intervino.
---Ya no seas tan aguafiestas, Padrecito, si tú no quieres tomar y
divertirte, deja a los otros que lo hagan.

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Lo que estaba presenciando me tenía asombrado, cuántas veces había
visitado lugares como ese y no pasaba nada; al contrario, me divertía
como todos. En verdad que el permanecer sobrio y con los sentidos
alerta durante toda la noche cambió mi manera de ver las circunstancias.
Uno cree que ha bebido poco y sólo se tacha de borracho al que sale
arrastrándose del antro, ¡error! Borracho es aquel que bebe más de lo
que su cuerpo puede tolerar y se refleja en una disminución de los
reflejos, incongruencias al formar las ideas y desinhibiciones. Gracias a
Julián, me abstuve de ingerir cualquier cosa que contuviera alcohol, eso
me dio la posibilidad de ver lo que realmente sucede y de lo que yo era
parte en el pasado. Eso no era diversión, sino embrutecimiento.

“¿Quién está ayudando a quién, pequeño Julián, yo a ti o tú a mí?”,


repetí en mi mente varias veces.

La música se detuvo y encendieron las luces de La Guerra.


---¡Muchas gracias por su preferencia, esperamos verlos muy pronto de
nuevo y recuerden, las cervezas más baratas, sólo en La Guerra se
destapan!--- fue lo que se escuchó por el altavoz al término de la noche.

Afuera, había decenas de policías haciendo su recorrido obligatorio, mi


nueva amiga Kate se disgustó.
---Mira, puro caza borracho, ayuda a caminar a Raúl, si lo ven así,
mínimo le bajan el desayuno de mañana en una mordida--- le hice caso,
lo ayudé a caminar fingiendo que lo abrazaba afectivamente.
---¡Yo manejo, Joseph!--- Raúl gesticuló--- Quiero sentir el rugido de mi
auto--- se empezó a poner necio.
---Para nada, ¿quieres que nos matemos? Yo voy a manejar y no se diga
más--- abrí la puerta del carro y en eso, Kate se dirigió a mí:
---Joseph, ¿me puedes llevar a mi casa? Vine con Natalia en su auto
pero ella de seguro “agarró algo”, sabes a lo que me refiero, ¿no?--- me
guiñó el ojo--- y lo más probable es que ni se acuerde de mí.

Lo que más quería en ese momento era dejar a Raúl en su casa,


explicarle a su madre que luego le llevaría el auto y meterme a la cama a
descansar; pero no podía dejarla así.
---Está bien, Kate, sube--- Raúl se fue en el asiento trasero recostado, no
tardó mucho en dormirse o, como vulgarmente se dice, quedar “botado”.

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Kate me hacía preguntas en el camino.
---¿Estudias o trabajas?
---Las dos cosas, Kate.
---¿Tienes novia?
---No, no tengo novia--- en mis respuestas, mi tono era cortante.
---¿Sales con alguien en especial?

Empezaba a fastidiarme, sus preguntas consiguieron traerme a la mente


a Danira, aunque en realidad, jamás estuvo ausente de mis
pensamientos.
---Sí, Kate, sí salgo con alguien, ¿podríamos cambiar de tema, por
favor?--- siguió con lo mismo.
---Pero no es tu novia, ¿verdad?--- se acercó y continuó con su charla---
Sabes, si fueras como aparentas serías un chico formidable: atento, sin
vicios, se nota a kilómetros que no tienes caca en la cabeza y que
platicar contigo debe ser muy agradable. Claro, si quitas esa barrera de
sangrón que traes.

Suspiré y bajé la guardia.


---Discúlpame por ser grosero. No fue mi intención, es que todo es tan
diferente ahora…--- traté de justificarme.
---No te preocupes, Joseph, a todos nos pasa.

Inadvertidamente, Kate comenzó a acariciarme el cabello, eso me


extrañó y cuando volteé a verla a los ojos para pedirle que no lo hiciera,
me plantó un beso.
---¿Qué te pasa, Kate?--- me retiré inmediatamente como si sus labios
me quemaran.
---¿Qué te pasa a ti, Joseph? O qué, ¿no te gusto?--- me vi atrapado en
una vergonzosa y difícil situación.
---No es eso, Kate, eres muy atractiva--- era la verdad.
---Entonces, ¿qué te detiene? No me digas que eres gay--- quería
librarme sin ofenderla, pero tampoco podía decirle que la única mujer
que me interesaba era Danira, porque se reiría y seguiría insistiendo.

Por alguna extraña razón, la gente cree que si le eres infiel a alguien eso
no significa que no le ames. Hay dos motivos que propician la infidelidad
a mi ver: o no amas realmente a la persona a la que le eres infiel, que es
la opción más común, o definitivamente no te amas a ti mismo y buscas

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en muchas personas distintas, y al mismo tiempo, lo que sientes que te
hace falta.
---Voy a ser sincero, Kate, no traigo preservativo, condón para ser más
claro, así que mejor ahí la dejamos, no vaya a ser que empecemos algo
que no podamos parar--- ella rio nuevamente.
---¡En verdad crees que soy tan pendeja para atenerme a los pinches
hombres! Yo traigo siempre mis condones y son de los buenos, mira---
abrió su bolso y me enseñó un paquete nuevecito---. ¿Ahora ya vas a
dejar de poner pretextos, Joseph? No aguanto las ganas.

Estaba acorralado, se me terminaron las ideas y ella comenzó a


acercarse. Me hice tonto viendo hacia el frente. Cuando estuvo muy
cerca, percibí el penetrante olor a cerveza que salía de su aliento,
“bingo”, estaba salvado.
---Kate, discúlpame, pero estás borracha y lo más seguro es que no
sabes lo que haces, quizás yo ni te gusto. Mejor no hagas algo de lo que
puedes arrepentirte, ¿qué clase de sexo tendrías si no puedes ni
moverte casi? Disfrútalo cuando se te haya pasado la borrachera, ¿no
crees?--- era un genio, ella no tendría otro As bajo la manga. En menos
de cinco minutos no se le quitaría la tremenda borrachera que cargaba.
---¿Ese es el problema, Joseph? Lo hubieras dicho antes y ahorramos
saliva, ahorita lo soluciono--- comenzó a buscar torpemente en su bolso
y sacó un minúsculo paquete---. ¡Ya está, con esto se me baja la peda
en caliente!

Me salí completamente de órbita.


---¿Qué es eso, Kate?--- le pregunté súper alterado y ella contestó muy
quitada de la pena:
---Pues, coca--- me asusté.
---¿Cocaína?--- quise estar seguro.
---¡A güevo güey! Ni modo que Coca Cola.

Uno jamás se imagina toparse con las drogas; sin embargo, siempre
están presentes: en las fiestas, en reuniones sociales, en los barrios
pobres y en los centros de alta sociedad. Las drogas están en todas
partes y no respetan género, edad o estatus social.
---¿Para qué quieres eso? Tírala inmediatamente--- pude percibir que
empezaba a molestarse.

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---Para tu información niño con esto se baja la peda en caliente. Con uno
o dos pases quedas como nuevo y quítate esa máscara de santurrón
que me estás empezando a molestar. A mí no me haces pendeja, tú
también le haces a esto.

Sólo Danira me confundía más que esta tipa.


---¿A qué te refieres Kate?--- le reclamé.
---Ya sabes, güey, desde el principio lo dije: Si realmente fueras como
aparentas, serías un tipazo; pero tienes un secretito guardado--- mi único
secreto era que le donaba plaquetas a Julián y no era ultra secreto, tan
sólo evitaba que mi familia lo supiera.
---¿A qué te refieres? ¡Habla claro, Kate!--- la reté.
---Esos piquetes de agujas en tus brazos, se ve que constantemente te
estás metiendo chingaderas, drogas pues, para que no juegues al
ingenuo. ¿O me equivoco? Hasta cicatrices tienes, casi no se notan pero
entre gitanos no nos podemos leer la mano. Soy adicta también y rápido
detecto esas marcas; digo, para no regarla con quien no debo.

Era como si toda la sangre que corre por mis venas se me hubiera
subido a la cabeza, una furia tremenda se apoderó de mí y estuve a
punto de pedirle que bajara del auto. En lugar de ello, permanecí callado
unos cuantos minutos, me calmé y comencé a hablar:
---Es una lástima, Kate, que no veas más allá de lo que te pueden
mostrar tus ojos. Tienes razón, constantemente perforo mis venas con
agujas enormes, duele sí--- sobé mi brazo---, pero no lo hago para
drogarme o introducirme sustancias que poco a poco acaban con mi
vida. Nada de eso, sino todo lo contrario, lo hago para extraer parte de
mi vida que necesita un pequeño enfermo de leucemia y que le entrego
con todo el amor posible.

En eso, estacioné el auto y volteé a verla fijamente a los ojos, ella hacía
lo mismo con una cara de impresión.
---Su nombre es Julián y tiene escasos seis años, es un bebé para mí
todavía, pero posee una fortaleza que jamás había visto y unos deseos
de vivir que lo han mantenido de pie, luchando contra su enfermedad. Al
ver la batalla que libraba Julián, a quien conocí por azares del destino,
decidí unirme a su lucha convirtiéndome en su donador permanente de
plaquetas, sangre o lo que necesite. Por eso, siempre que veas marcas
en mis brazos, estaré feliz, porque significa que Julián sigue con vida,

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que no ha abandonado la batalla contra la leucemia y está más cerca de
recuperarse y ser un niño sano.

Kate bajó la mirada en señal de vergüenza. No obstante, a todo


momento sentí que me escuchaba con rotunda atención.
---Desde que me uní a la lucha por la vida de Julián, tuve que modificar
algunas cosas. No puedo emborracharme, ni fumar ni mucho menos
drogarme, ya que en el momento menos esperado él puede necesitarme,
a mí y a mi sangre; tampoco puedo tener relaciones sexuales pasajeras,
me descartarían inmediatamente como donador de Julián por cuando
menos seis meses; y eso puede significar la muerte para un niño
enfermo de leucemia--- Kate interrumpió.
---¿Por qué me dices todo esto, Joseph? No me conoces, ¿por qué
tantas explicaciones? ¿Acaso te importo? Pudiste haberme bajado del
auto y ya.

Bajé la ventana de la puerta de mi lado, el calor comenzaba a hacer


irrespirable el aire.
---Te lo digo Kate y créeme, porque me duele verte así. Una jovencita
sana y bonita a quien la esperan sus padres. Podrás creer que eres de lo
más ordinaria, tal vez por eso te drogas, te emborrachas a más no poder
y tienes sexo con quien ni siquiera conoces. Gracias a Julián--- mire
hacia el cielo---, he podido comprender muchas cosas, una de ellas es
que no valoramos nuestra salud como debiéramos. Tú Kate, eres
extraordinaria por el simple hecho de estar sana y viva, ¿acaso alguna
noche te has dormido con la preocupación de que no despertarás al día
siguiente? ¿No verdad? Pues un enfermo de cáncer tiene esa duda
frecuentemente y sus planes son a corto plazo, valorando cada minuto
como el último y, definitivamente, cada minuto puede ser realmente el
último--- volteé a verla de nuevo---. Si más jóvenes vivieran lo que he
pasado junto a Julián, créeme que se acabarían los suicidios, los vicios y
demás males que tienen su origen en la falta de amor a uno mismo. Ese
es el secreto Kate para vivir plenamente, amarse a uno mismo, Julián
se ama a sí mismo a pesar de lo dolorosa que ha sido su vida, ¿por qué
no podemos nosotros, los jóvenes sanos, amarnos un poco? Si tenemos
todo y lo más importante: ¡nuestra vida!

Raúl comenzó a hacer ruidos extraños sin despertar del profundo sueño
que le había provocado el alcohol, ella fijó su mirada hacia él y preguntó:

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---¿Así me veo cuando estoy en el mismo estado?--- no desperdicié la
oportunidad para contestarle.
---No, Kate, luces peor porque eres tú. Considera a tu ser como lo más
valioso. Es inconcebible que lo más valioso ande arrastrándose y
vomitando, acabando lentamente con su propia vida. Imagina que Raúl
adoptara otro niño con leucemia, su vida cambiaría si hace el
compromiso de salvarlo junto con los doctores; o mejor aún, imagina que
tú lo hicieras, dejarías el alcohol, las drogas, el sexo ocasional,
simplemente crecerías como persona y aprenderías a amarte a ti misma.
Te voy a compartir algo--- tomé su mano con fuerza---, cuando el
pequeño Julián me da las gracias, siempre pienso silenciosamente:
gracias a ti Julián, lo poco que te he ayudado me lo has regresado
multiplicado. No sé realmente quién está salvando a quién. Tú decides,
Kate, la vida que quieres tener, puedes ser una más como muchas o ser
alguien especial que se ama a sí misma y, a propósito, ya tienes una
razón para amarte: tu salud. Si dejas toda esta cochinada--- la droga---
que únicamente te lastima, te sentirás más viva que nunca. Encuentra a
tu Julián, Kate, lo necesitas, el amor a uno mismo es un regalo de Dios,
no lo desperdicies.

Sus lágrimas no se hicieron esperar, se presionó fuertemente contra mi


pecho y repetía frases incoherentes que, pienso, sólo ella comprendía.
---¡Yo no me quiero, me escondo, nadie me valora! ¿Por qué Señor? ¡No
merezco nada, no valgo nada, no quiero vivir así, ayúdame por favor!

Entre todo lo que decía detecté una baja autoestima, arrepentimiento y


deseos de cambiar; su actitud me sorprendió. Empecé hablándole de
Julián con la intención de callarle la boca por su comentario, pero
profundicé tanto que estaba frente a una jovencita pidiendo, a gritos,
ayuda.
---Kate, cálmate, todo va a salir bien, tu enfermedad es curable, eres
adicta pero eso tiene remedio, mañana abrirás los ojos y verás todo
diferente, acércate a tus padres, siempre son ellos los que más nos
aman. Tú puedes con esto, enfrenta la lucha contra la adicción, ¡enfrenta
tu lucha, Kate!

La mañana siguiente estaba tan desvelado que difícilmente me levanté


de la cama. Unas horas antes, de madrugada, había entregado a Kate a

84
los brazos de su madre con tanto alcohol y llanto, que era lógico se
quedara dormida. Su madre asustada, preguntó:
---¿Qué pasó, joven? ¿Se encuentra bien mi hija? Nunca había llegado
dormida--- aunque era tarde y los ojos se me cerraban por el sueño,
aproveché para hablar un poco con su madre.
---Está dormida porque en esta ocasión no se dio el pase obligatorio de
coca para bajarse la borrachera, señora--- argumenté tocando la nariz de
Kate con mi dedo---. Seré muy breve: su hija los necesita más que
nunca, los ama y sé que ustedes la aman también. El problema está en
que ella no se ama a sí misma, de ahí se originan sus comportamientos
y adicciones. Ella está pidiendo a gritos ayuda, creo que usted y el padre
de Kate son las personas más indicadas para ayudarla, juntos tomarán la
mejor decisión en esta nueva oportunidad que les da la vida. Ella ya dio
el primer paso, acaba de reconocer frente a mí que tiene un problema y
que no le gusta; tiene miedo, sí, pero eso no la detendrá si cuenta con
ustedes.

La señora me observaba como lo hacía Kate, sin duda era su madre


puesto que compartían los mismos ojos.
---El amor que circula en el ambiente ha hecho su labor con su hija, lo
que ahora ustedes decidan hacer determinará su calidad de vida; y estoy
seguro que Kate está convencida de una vida sana y con propósito en la
que toma sus decisiones para bien, en lugar de que los males sociales la
secuestren y hagan con ella lo que hasta ahora.

Terminé mi charla y subí al auto. Cuando lo encendí, después de meter


la primera velocidad escuché un grito:
---¡Muchas gracias, joven, que Dios lo bendiga, es usted una buena
persona!--- era la mamá de Kate. Saqué la cabeza del auto y le dije:
---¡Agradézcaselo a Julián, un ángel sin alas!--- y me perdí entre la
oscuridad de la madrugada con Raúl dormido y listo para ser entregado
a su casa en calidad de bulto, ¿qué otra cosa podía hacer? Era mi amigo
y tenía que cuidarlo.

Cuando manejaba hacia la casa de Raúl, mi mente estaba despierta y


repasando el encuentro con Kate. Lo sucedido me parecía tan extraño:
Yo, un muchacho común y corriente, ¿rescatando a una jovencita de las
garras de las drogas? Pero más interesante aún, el concepto que se
generó en nuestra plática: amor a uno mismo. El secreto de la salud y

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una mejor calidad de vida, tanto física como mental. Curiosamente,
aprendí a quererme más cuando supe de lo que podía ser capaz
ayudando a Julián. Ese pequeño llegó a mi vida para cambiarla
completamente y ahora estaba influyendo en más jóvenes, como Kate,
que en sus ojos logré ver la sinceridad y deseos de salir adelante,
rehabilitarse y, quizás, ayudar a otros con su problema. Con esto pudiera
parecer que los sentimientos son reproducibles y multiplicables: ayudé a
Julián y él a mí, ahora alguien como Kate también se beneficiaba de esa
relación. Ella, cuando esté lista, apoyará a otros jóvenes, sumando
eslabones a la cadena. Estúpidamente me pregunté:
---¿Y el primer eslabón? ¿Quién lo colocó?--- la respuesta era obvia,
Danira era el primer eslabón, mi amor por ella había desatado toda esta
serie de eventos. Nunca hubiera pensado que yo, Joseph, sería el
protagonista.

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Hasta el final
Nos encontrábamos en el mes de noviembre, la pierna de Danira estaba
a punto de sanar. La veía con poca frecuencia. En realidad, ambos
preferíamos evitar encuentros en los que estuviéramos solos, frente a
frente; a cambio de ello salíamos en grupo: al cine, a cenar o a las
noches de antro organizadas por los estudiantes del Tecnológico. Por mi
parte, me sumergí en la lectura y mis obligaciones personales; lo que me
sacó de ese trance fue una visita de Raúl, me extrañó en un principio
que lo hiciera a media tarde en jueves y se lo hice notar.
---¿A qué debo tu visita, Raúl? Si no hay fiestas programadas ni nada---
tal vez fui un tanto grosero, pero con él no había problema. Aunque
éramos diferentes siempre nos llevábamos muy bien.
---¡Ah, que Joseph! Siempre tan preguntón, ¿qué no te puede visitar un
amigo nada más porque sí?--- salí y me recargué en su auto con el vidrio
del copiloto a medio subir.
---Tienes razón, ¿quieres pasar? Estaba leyendo una novela pero por ti
puedo interrumpirlo--- mi amigo denotó su prisa.
---No te molestes con mi broma, no eres un preguntón, tan sólo estaba
jugando. La verdad es que vine porque alguien me lo pidió y al parecer
es muy importante para ella.
Extrañado, le pregunté a qué se refería. Mi amigo contestó:
---¿Recuerdas a Kate? La muchacha que conociste en La Guerra, bien
chula por cierto--- afirmé con la cabeza---. Estuvo en tratamiento de
rehabilitación por sus adicciones; de hecho, acaba de salir de una clínica
y está de regreso con sus padres. Me la encontré en el cine e
inmediatamente preguntó por ti, le dije que seguías siendo el mismo
sangrón de siempre--- metí mi mano por la ventana del auto y le di un
ligero golpe a Raúl en la cabeza---. Sí, Joseph, aunque me pegues eso
no te quita lo sangrón; bueno, ese no es el punto. Kate me pidió que te
diera el mensaje de que ya está mejor y que se siente genial. Cada día
agradece a Dios por haberse encontrado contigo esa noche loca y no
con algún otro bribón que se pudo aprovechar de su estado. También me
pidió dos cosas más: que te hiciera saber que ha entendido lo que
significa amarse a sí mismo para poder amar a los demás y salir
adelante aunque el mundo esté lleno de vicios y de gente que te lastima;
y que--- Raúl frunció el ceño como si no comprendiera del todo--- le
dieras las gracias de su parte a Julián, el ángel de la guarda sin alas.

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La alegría no se hizo esperar en mí.
---¡Gracias, Raúl! Tu mensaje me alienta demasiado, es bueno saber
que Kate está mejor--- golpeé el cofre de su auto, lo que hizo que él se
bajara para detenerme.
---¡Calma, calma amigo, arruinas la carrocería!--- me apartó--- Sin ser
imprudente Joseph, ¿qué sarta de barbaridades hablaste con Kate? De
seguro fue cuando perdí el conocimiento porque no recuerdo nada.
Miré el cielo dándole gracias al Señor y le respondí a mi ingenuo amigo:
---Así fue, Raúl, tú estabas completamente borracho y dormido. Kate y
yo platicamos un par de horas, pero valieron la pena para que ella se
reencontrara a sí misma y a su camino. ¡Qué feliz me siento!

Inconforme, Raúl hizo una última pregunta antes de irse:


---Y ese mentado ángel sin alas, Julián, ¿quién es?--- la cara me cambió
a un semblante más serio al ver su interés por él.
---¿De verdad quieres saber quién es Julián, el ángel sin alas?
---Sí, sí quiero. A lo mejor me ayuda también--- bajé la mirada y al minuto
la levanté.
---Está bien, Raúl, pasado mañana iremos con Julián, nos vemos en la
entrada del hospital de especialidades del Seguro Social a las once de la
mañana; no le comentes a nadie ni hagas más preguntas, ahí se
aclararán todas tus dudas--- él estaba extrañado, como si realmente
fuera a conocer a un ángel que bajó del cielo.
---Muy bien, ahí estaré con mi cámara lista para hacerme rico con la foto
de un verdadero ángel--- nuevamente lo golpeé amistosamente y lo
despedí.
---No faltes, amigo, es importante.

Puntualmente nos encontramos en la entrada del hospital como


habíamos quedado.
---Me da gusto que lo hayas tomado en serio, Raúl. Al fin conocerás a mi
pequeño amigo: Julián.

Entramos sin decir más. Le indique a mi acompañante el camino hacia el


cuarto 232.
---Joseph--- Raúl me jaló de la playera---, ¿por qué estamos aquí?
¿Acaso el ángel es un paciente del área de cáncer infantil?--- aunque lo

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parecía, mi amigo no era nada tonto, estaba descifrando quién era
realmente Julián.

Por mi parte, me limité a pedirle que aguardara hasta llegar a nuestro


destino. Curiosamente, la habitación 232 estaba al fondo del pasillo, para
llegar a ella se tenía que pasar frente a las demás habitaciones
ocupadas; como si fuera una bienvenida el presenciar el sufrimiento de
todos los niños que están ahí, pequeños que guardan la esperanza de
sanar algún día. Raúl estuvo a punto de desistir.
---Esto no me gusta, se ve como en las películas, pero real, no tenía idea
de que niños tan pequeños sufrieran tanto. En la tele se habla de la
leucemia infantil; sin embargo, uno piensa que son casos muy alejados y
remotos, en otros países y continentes. Siempre paso por el hospital y
nunca imaginé que hubiera tantos niños enfermos.

La verdad hablaba por sí misma; a diferencia de Kate, a Raúl no le hice


absolutamente ningún comentario, simplemente lo traje al sitio donde
inició todo, donde descubrí tanto y que se había convertido en el cuartel
de batalla de la “alianza por la vida” que firmamos con mi sangre meses
atrás.
---No te alteres, Raúl, casi llegamos a la habitación 232.
Mi amigo presenciaría por sí mismo la realidad de Julián.
---“Toc, toc”--- toqué la puerta.
---¿Podemos pasar? Soy Joseph--- Teresa abrió y sorprendida me
abrazó.
---¡Qué gusto verte! Hace casi un mes que no nos visitabas--- también le
hice ver el gusto que me daba. Presenté a mi amigo.
---Él es mi amigo Raúl y está aquí porque tenía muchas ganas de
conocerte Julián, por el valor que siempre has demostrado--- desde que
entré, me extrañó el comportamiento del pequeño, sonrió al verme pero
no saltó ni hizo más gestos de alegría. Con Raúl se limitó a saludarlo
agitando su manita.
---¿Te sucede algo, Julián? Te noto extraño, ¿te sientes bien?---
contestó mi pregunta negando con la cabeza. Teresa explicó la situación:
---Discúlpenlo, no se ha sentido del todo bien, tiene más de dos semanas
con una infección que no lo deja dormir ni descansar, esta maldita
leucemia le baja las defensas tanto, que si no fuera por el medicamento
que constantemente le suministran, mi pobre hijo hubiera contraído una
neumonía o algo peor.

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Permanecimos callados, más Raúl por la sorpresa de ver a tantos niños
enfermos, y más aún, por conocer a Julián, el ángel sin alas, enfermo de
leucemia a tan corta edad.
---Ven, Raúl, acerquémonos. Nuestra compañía le sentará bien--- nos
acercamos al pequeño arrimando dos sillas que estaban en el cuarto.
Empezamos a platicar:
---Quita esa cara, Julián. No has escuchado el dicho: a mal tiempo buena
cara--- el niño me miró fijamente y al fin habló:
---Me duele mucho el cuerpo, siento que me quema y no sé por qué.
Dice mi mamá que está a todo lo que da el aire acondicionado, pero
siento como si me quemara, principalmente en la espalda y los brazos.

Su comentario me preocupó, en el tiempo que lo conocía jamás había


presentado ese malestar; era lógico su padecimiento, él sufría de
leucemia, o sea, cáncer en la sangre, por lo que la sensación de ardor
podría manifestarse en cualquier parte de su cuerpo.
---Entonces, Julián, recuéstate boca bajo para que ayude a sanar tu
dolor con un rico masaje--- el pequeño obedeció de inmediato y se tendió
en su cama con la espalda descubierta---. Así se hace, ¡qué buen niño!
Con este masaje te voy a quitar el dolor y quiero que hagas el intento de
dormirte; no te preocupes por nosotros, te visitaremos en otra ocasión.

Teresa me observaba fijamente, como queriendo evitarme la molestia de


atender a su hijo; sin embargo, ella mejor que nadie sabía el dolor por el
que pasaba y cualquier intento simple por disminuirlo era bienvenido.
Frotaba mis manos contra la espalda de Julián con un movimiento de
arriba hacia abajo, suavemente, luego con los pulgares trataba de
presionar las vértebras de su columna y los huesos principales de sus
omóplatos y hombros. Abriendo y cerrando mis manos recorrí lo largo de
sus brazos; era un niño muy fuerte pero a final de cuentas era casi un
bebé. Sus delicados brazos se perdían entre mis manos que con todo el
amor posible trataban de aliviar, aunque fuera un poco, su dolor. Raúl no
dijo ni una sola palabra, ni siquiera mostró señales de estar aburrido. En
lugar de eso platicó con Teresa mientras yo masajeaba a Julián; al
parecer le preguntaba sobre la travesía de luchar contra la leucemia y la
manera en que me conoció, a lo que ella le respondió:
---Por si no lo sabes, desde hace algunos meses, Joseph es el donador
particular de mi hijo. La verdad no sé qué lo inclinó a tomar esa decisión
pero sin su ayuda, posiblemente Julián estaría conmigo sólo en las fotos

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que conservo de él. Es tan difícil encontrar donadores. Y si alguien de
buena fe se ofrecía a ayudarnos, en bastantes ocasiones no pasaba el
examen de donador, ya sea por alcohol, drogas o por tener relaciones
sexuales irresponsables. Todo eso los descartaba e impedía que nos
ayudaran. Aunque nunca tocamos el tema--- continuó Teresa--- sé que
Joseph ha tenido que cambiar demasiadas cosas en su vida para poder
ayudar a mi hijo siempre que lo necesite; es un buen muchacho, todas
las noches rezo por mi hijo y por él para que le vaya bien en todo lo que
haga. No puedo pagarle lo que está haciendo por nosotros, ni siquiera es
un familiar, es un joven como muchos que andan por ahí, pero con una
virtud que lo separa de los demás: Joseph ha aprendido a escuchar a
su corazón.

Interrumpí la plática que sostenían Teresa y Raúl.


---Listo, ya se durmió. Así no pensará en el dolor y repondrá las energías
para emprender nuevas batallas--- tomé el diminuto cobertor que yacía a
la orilla de la cama, lo extendí y tapé a Julián desde los hombros, lo que
menos necesitaba era complicar sus vías respiratorias a causa del frío
del aire acondicionado.
---Gracias otra vez, Joseph, tu visita siempre es alentadora, creo que ya
eres parte de la familia o, por lo menos, te preocupas más que muchos
otros parientes que ni se han molestado en llamar con el fin de saber el
estado de salud de Julián.

Como de costumbre, le hice saber que los cumplidos salían sobrando.


---No digas eso, Teresa, si les he ayudado poco, Julián me ha
beneficiado mucho más; y aprovechando, ¿qué te pareció mi amigo
Raúl? Es un poco atolondrado pero es un buen chico ¿verdad?--- el
atolondrado me dio un puntapié, amistosamente claro. Teresa opinó
sobre Raúl.
---Es un buen muchacho, por algo es tu amigo, creo que este día
también se llevará algo en su corazón que cambiará su vida para
siempre--- y así fue.

Cuando nos despedimos de Teresa y Julián, este último dormía, Raúl me


expresó su asombro de lo que estaba sucediendo.
---Ahora entiendo todo: tu cambio radical es por los hábitos que
adquiriste para poder ayudar a ese niño. El valor que le das a lo que a
todos nos parece insignificante, seguramente se debe a que cada

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instante lo valoras como si fuera el último. Eso lo debiste haber
aprendido de Julián--- apoyé sus conjeturas.
---Así es, Raúl, desde que conocí a Julián mi vida ha cambiado
completamente y espero que pueda influenciar a la mayor cantidad de
jóvenes que sea posible--- Raúl frotó su barbilla y sacó una conclusión
muy acertada.
---Por eso Kate estaba tan interesada en que supieras de su
rehabilitación y también mencionó a Julián. Esa noche, después de
beber en La Guerra, le hablaste de tu historia con él; y eso la hizo
recapacitar, ¿o me equivoco?
---En lo absoluto, tienes toda la razón. Lo curioso es que las cosas se
fueron dando, por mi mente no pasó compartir esto con Kate, creo que
fue el destino el que propició que ella supiera de Julián y lo viera como
una pequeña luz que comenzó a iluminar su camino.

Pareciera como si la mano de Dios estuviese tras todos los


acontecimientos que estábamos viviendo. Ambos, Raúl y yo, lo
sabíamos.
---Así como yo, por curiosidad te pedí conocer al ángel sin alas que
mencionó Kate; en lugar de negarte o ahorrarte tiempo confesándome
quién era, te tomaste la molestia de traerme hasta aquí para que
presenciara su mundo con mis propios ojos y, créeme, después de esta
experiencia y el saber lo mucho que estás haciendo tú, un muchacho
menos inteligente y mucho menos guapo--- reímos como los amigos que
éramos con su tonto comentario--- he decidido buscar ayuda para
contrarrestar mi manera irresponsable de beber. Dicen que a tres
cuadras de mi casa hay un grupo de Alcohólicos Anónimos y que
manejan un grupo juvenil; seguro encontraré a bastantes ex compañeros
de parranda en ese lugar.

Al momento que Raúl terminó de hablar, sabíamos que todo estaba


dicho; me limité a reforzar su decisión.
---¡Excelente, amigo! Tú lo dijiste, no necesitamos el alcohol para
divertirnos y estando sobrio, te ahorrarás las multas que pagas siempre
que te detienen por conducir borracho; y quién sabe, a lo mejor ahora sí
te pela una niña de la que te enamores y no la quieras sólo para pasar el
rato.

92
Caminamos hasta la salida del hospital, mi auto estaba estacionado a
dos cuadras y el de Raúl se podía ver desde donde estábamos, de tal
manera que le pedí un aventón a mi coche. En esos minutos,
continuamos nuestra plática.
---Sabes, Joseph, que diferente son las cosas cuando bajas la guardia,
mis padres una y otra vez me rogaron que dejara de tomar o que por lo
menos le bajara; incluso me visitaron jóvenes del grupo que te comenté,
invitándome a una sesión, sólo una y que después de eso decidiera si
continuaba o no. Jamás acepté, llegué a cerrarles la puerta en las
narices con tal de que no me molestaran, ¿acaso planeaste esto,
Joseph? Ya no sé qué pensar de ti.
Bajé el parasol de mi lado y observé mis ojos en el pequeño espejo
cuadrado. Lo subí y contesté la interrogante de mi amigo.
---Cuando salimos de La Guerra la otra noche, estabas irreconocible,
muy tomado. Pero eso es lo de menos. Imagina que te hubieras ido a
casa manejando, de seguro provocas un accidente. O si te vas con una
nena, como tú las llamas, en ese estado, desconocida, y tienes sexo con
ella, lo último que iba a pasar por tu mente era ir a comprar condones
para protegerte y ya lo sabes, con una vez es suficiente para embarazar
a una joven o, peor aún, para contraer una enfermedad venérea--- Raúl
escuchaba atentamente, comprendiendo cada palabra, recreando la
absurda situación por la que pasó y que a causa del alcohol había
quedado borrada de su mente---. Fue coincidencia mi amigo que te
toparas con Kate, de ahí surgió tu curiosidad por Julián y sí, pude
hablarte sobre él como lo hice con Kate, pero tú eres mi amigo y si la
historia de un pequeño enfermo con leucemia era la oportunidad para
ayudarte, no podía correr el riesgo de que la tomaras a la ligera; así que
por eso te dejé con toda tu curiosidad y te traje hasta acá--- señalé el
hospital con mi mano---, al mundo que conocí hace meses y me ha
cambiado la vida; y por lo visto, puede cambiar la de otros jóvenes
también. Discúlpame, Raúl, no lo planeé. Como muchos acontecimientos
que han estado ocurriendo, simplemente tu visita fue obra del destino.
Toma el destino en tus manos amigo, las oportunidades están ahí, de ti
depende tomarlas o dejarlas.

Llegamos demasiado rápido a mi auto, Raúl me agradeció por


presentarle al ángel sin alas. Simplemente abrí la puerta de mi
camioneta y le dije:

93
---El ángel ya hizo su parte, el resto, será tu elección. Sigue adelante,
amigo--- subí a mi auto y vi como el de él se alejaba.

Un domingo por la mañana tuve el ferviente deseo de hablar con Danira,


nuestras pláticas habían resultado cortas, forzadas, sin la característica
sensación de que el tiempo se detenía; sino por el contrario, parecía
nuestro enemigo al reducir cada vez más nuestros encuentros. Pasaban
los días y cuando por casualidad teníamos la oportunidad de conversar,
tratábamos de evitarlo. Ambos sabíamos que había mucho por decir,
pero no le veíamos caso; yo no la comprendía en su actitud y ella,
seguramente no entendía cuánto la amaba. No lo sé, quizás ese era el
problema. Tenía tanto miedo de enamorarse de mí que prefería poner
una barrera hasta que se le pasara. Para nuestra suerte, con cada
segundo, el sentimiento en lugar de disminuir, aumentaba; más porque
siempre quedaba algo pendiente, algo que decir, algo, por decirlo de otra
manera, que finalizar. Ese domingo era el último del mes de noviembre,
Danira estaba a punto de sanar de su tobillo fracturado, lo sabía porque
nunca dejé de estar al pendiente de ella, me las arreglaba para estar
enterado de todo lo que la envolvía aunque fuera a distancia. Aproveché
y la llamé con ese pretexto.
---Hola, Danira, ¡qué bueno que contestaste tú! ¿Cómo sigue tu tobillo?--
pregunté lo más natural que pude, como si no nos hubiéramos
distanciado en los últimos meses.
---¡Qué sorpresa, Joseph! No imaginé que fueras tú cuando sonó el
teléfono. Agradezco tu preocupación--- la percibí contenta---. Gracias a
Dios en dos días más visitaré al doctor y lo más seguro es que retire el
yeso y me ponga a hacer terapia de rehabilitación.
Habían pasado más de dos meses desde que estuve con ella a solas,
me sentí como la primera vez que la invité a salir: nervioso, demasiado a
mi pensar.
---¿Y tienes planes para hoy, Danira? Es un domingo que amaneció muy
agradable, ¿te gustaría salir a alguna parte?--- no pude contener las
ganas de verla, así que la invité a salir con la plena seguridad de que me
iba a rechazar.
---La verdad, Joseph, tengo muchas asignaciones de la escuela y creo
que tú también. El semestre casi finaliza y todo se junta: exámenes y

94
trabajos finales--- en lugar de darme esa excusa hubiera dicho que no
quería verme. Bueno, por lo menos eso pensé.
---No hay problema, será en otra ocasión, me da gusto que estés a punto
de recuperarte completamente...
Nos quedamos callados en la bocina por varios segundos.
---¡Espera, Joseph! Antes de colgar quisiera pedirte que me acompañes
a la iglesia; aunque esté demasiado ocupada, siempre hay tiempo para
el Señor y qué mejor que ir contigo. He ido muchas veces sola en las
últimas semanas--- esas palabras me animaron.

Soy católico por tradición familiar; sin embargo, no acostumbraba visitar


las iglesias pero mi fe era muy fuerte. Julián se había encargado de
enseñarme lo importante de creer en Dios. Ahora, con estas nuevas
experiencias, posiblemente estaba listo para pisar el templo del Señor
como debe ser: convencido de su amor.
---Me parece excelente ir a la iglesia contigo, Danira, paso por ti a las
cinco en punto, ¿te parece bien?
---Claro que sí, Joseph, la misa comienza a las cinco y media de la tarde,
tendremos suficiente tiempo para estar puntuales. Nos vemos. Besos---
quise tener esos besos en mis labios.
---Nos vemos...--- cuando escuché que colgó, terminé la frase--- mi
amor.

Acababa de cortarme el cabello, así que me afeité minuciosamente para


dar un aspecto muy fresco. Vestía una camisa negra que resaltaba la tez
blanca de mi piel; y con el corte y afeitado, parecía un adolescente de 15
años. Se dieron las cinco y estaba tocando el timbre de la casa de
Danira. Era de esperarse, mi corazón palpitaba fuertemente como la
primera vez que estuve parado ahí, en ese mismo lugar, siendo el mismo
joven enamorado, pero diferente en aspecto, seguridad y fe. Danira tardó
en responder a mi llamado, lo atribuyo a que tenía dificultad para
maniobrar con una pierna enyesada todavía. Sin desesperarme, a los
pocos minutos abrió la puerta.
---Adelante, Joseph, estás en tu casa--- el olor de la sala que salía por la
puerta traía a mi mente momentos maravillosos y amargos a la vez. Ella
me observó fijamente y se limitó a decir:
---¡Qué bonito luces, Joseph! Pareces un chamaquito--- me sonrojé.

95
---Gracias, tú también luces preciosa--- no le pasó desapercibido mi
reciente corte de cabello con una buena afeitada después de meses de
usar barba.

Tomó sus llaves, me indicó que era hora de irnos. Subimos a mi auto y
nos dirigimos a una iglesia a siete cuadras de su casa; llegamos y los
carros comenzaron a amontonarse tratando de acaparar los mejores
lugares para estacionarse. Por mi parte, elegí uno cercano a la entrada
del templo, lo menos que deseaba era que Danira se esforzara en
caminar con sus muletas.
---Entremos, faltan diez minutos para que inicie el Padre con la misa
dominical, ¡apresúrate, Joseph!--- asentí con la cabeza.
---¡Espera! Te ayudo a bajar.

Entramos a la iglesia y nos sentamos en la segunda fila, Danira sin decir


una palabra más se hincó con mucha dificultad a causa de su lesión y
comenzó a orar profundamente, como si estuviera dedicando su oración
a algo en particular. No parecía una súplica general en la que uno pide
por los seres queridos y la paz en el mundo, ¡no! Su plegaria estaba
destinada a sanar algo, ¿pero qué? ¿Qué podría dolerle tanto a una
jovencita como ella? Exactamente a las cinco con treinta minutos salió el
Padre, mi bella acompañante interrumpió su profunda oración por
respeto a la misa y se sentó con la mirada al frente. Fui muy discreto
pero pude notar humedad en sus ojos que trató de disimular con un
bostezo.
---¿Te encuentras bien, Danira?--- le hice ver mi preocupación.
---Por supuesto, solamente estaba rezando con muchas fuerzas.
---¿Sobre qué?--- creo que actué como un entrometido.
---Sobre todo lo que se tiene que orar--- me pidió que guardara silencio
con una seña y pusiera atención a la misa que ya había iniciado.

El culto se llevó normalmente, nada fuera de lo común aparte del extraño


comportamiento de Danira, hasta que el Padre inició con su sermón que
quedó grabado en mi mente palabra por palabra:
---¿Por qué se unen las parejas hoy en día?--- así comenzó el Padre---
¿Para qué aguantar a otra persona que a la vuelta de los años la vemos
como nuestra peor enemiga? La realidad es muy clara, los divorcios van
a la alza, como los precios--- quiso hacer un pequeño chiste, muy malo
por cierto---. La infidelidad es el deporte más practicado actualmente y

96
los muchachos se juntan o casan creyendo que la principal razón que los
une es el sexo. Ya no se usa llegar virgen al matrimonio, dice la
juventud; entonces, ¿para qué nos hacemos tontos? Por más que se les
diga a las parejitas de novios que reserven ese momento especial hasta
que su unión sea consagrada por Dios, les entra por un oído y les sale
por otro. ¡Ah! Pero aquí tenemos muy claras las consecuencias:
embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual y un
vacío de pertenencia que baja la autoestima de nuestros muchachos.

El Padre tenía razón, en varias ocasiones había escuchado que


compañeras del Tecnológico abandonaban sus estudios por embarazos
repentinos, pero más alarmante aún, se corría el rumor de que muchos
jóvenes habían pensado suicidarse. Creo que algo tiene que ver con el
vacío al que se refería el Padre, sumado a muchos otros factores más
claro, pero a final de cuentas, vacío que ponía el autoestima por los
suelos; contrario al nuevo valor que había aprendido: el amor a uno
mismo. El Padre continuó con su sermón.
---Hermanas y hermanos, he sido religioso toda mi vida. Creo en Dios
como el todo absoluto y hace algunos años daba mis sermones
siguiendo un riguroso patrón planteado por la iglesia. Lo hice por casi
dos décadas y con cada año que transcurría, veía que en lugar de volver
a las prácticas conservadoras, cada vez había más libertades y menos
pudor. Eso, queridas hermanas y hermanos, me puso a recapacitar que
el mundo sigue y tenemos que adecuarnos a los tiempos modernos. Por
tal razón, no voy a hablarles de lo que exige meramente la iglesia--- el
Padre hizo una pausa y luego se reincorporó---. Como ya lo dije, los
sermones entran por un oído y salen por el otro, así que no voy a darles
un sermón, sino hablarles con lo que exige el sentido común para poder
vivir una vida plena en estos tiempos modernos y me limitaré a orar, para
que el sentido común entre y se quede en sus mentes. Si alguien quiere
vivir en plenitud como lo marca nuestra sagrada Biblia, será por decisión
propia.

¡Sorprendente! Jamás había presenciado una misa con un Padre tan


liberal, anciano hasta el tuétano, pero con buenas ideas.
---Veo muchas parejas---continuó--- hoy reunidas: esposos, novios y a lo
mejor unos que otros amantes, no me importa, a final de cuentas
conviven en pareja. Ustedes saben mejor que nadie cómo llevar su
relación y hasta donde. Mi mensaje es para insistirles en que hablen, sí,

97
hablen con su pareja lo más que puedan, creen el hábito de la
comunicación eficaz, ténganse la confianza de compartir sus
sentimientos, gustos, disgustos; y si ya no sienten nada por su
compañero o compañera, también comuníquenlo. Sólo así podrán darle
solución o terminar sanamente la relación, en lugar de destrozarse con
mentiras e infidelidades. Es muy sencillo lo que les pido--- nos miró
fijamente a todos---, me abstengo de darles un sermón 100 % religioso,
les hablo con la experiencia de un ser humano que cree en Dios, pero
consciente de que nos encontramos en un mundo terrenal con
tentaciones. Si vamos a ser víctima de los placeres, hagámoslo con
responsabilidad y madurez, no como ingenuos que hipócritamente nos
asustamos de lo que hacen los demás y a escondidas hacemos
exactamente lo mismo o mucho peor.

El Padre era demasiado acertado, qué caso tenía darse golpes de pecho
y no estar preparado para afrontar las tentaciones con responsabilidad.
Es mejor decir que somos simples seres humanos en búsqueda del
camino, con tropiezos y fallas, en lugar de navegar con la hipócrita
bandera de Santo, que dice serlo con la única intención de criticar a los
demás. El Padre cerró sus palabras:
---Conózcanse y conozcan a su pareja. El hábito de la comunicación es
una valiosa herramienta que les ayudará bastante en su relación, tengan
el valor de hablar y compartir sus verdaderos sentimientos por duros que
parezcan. Es mejor buscar solución a tiempo que luego señalar
culpables y, para finalizar, les pido una sola cosa más: acérquense a
Dios, Él siempre nos está esperando.

Bajó la mirada y respiró profundamente, como agradeciendo la atención


que todos los asistentes habíamos puesto. En verdad, ese Padre sí que
supo captar nuestra atención; en lugar de sermonearnos con lo trillado
de siempre, utilizó el sentido común para guiarnos por un mejor camino,
en el que no se pide nada imposible de realizar, únicamente
responsabilidad en nuestros actos. Cuando levantó la mirada, se percató
que lo observaba fijamente y se acercó unos cuantos pasos.
---Y usted jovencito, ¿ha entendido lo que he dicho?--- tuve que
responderle.
---Sí, cada palabra, Padre.
---Entonces, compártalo con su pareja. Se ven muy bien juntos, espero
que también se sientan bien juntos--- el Padre intuitivamente se refería a

98
Danira. Sentí cómo el color se me subió a la cara, ella sonrió y agachó,
pero ninguno de los dos desmentimos a tan excepcional sacerdote.

Terminada la misa, nos dirigimos al auto sin decirnos ni una sola palabra.
Ella se adelantó pues yo no me podía quedar con la intriga de no saber
quién era ese Padre con un estilo tan motivante a mi consideración. Me
acerqué a él y le pregunté:
---Disculpe, Padre, ¿podría decirme su nombre?--- él sonrió y me
observó a los ojos como si quisiera leer algo en ellos, luego respondió:
---Soy el Padre Mundo, ¡encantado de conocerte, Joseph!
Me quedé helado, ¿cómo sabía mi nombre? Si era la primera vez que lo
veía. Le hice saber mi confusión.
---¿Me conoce, Padre? Porque francamente jamás lo había visto---
carcajeó y colocó su mano sobre mi hombro.
---Joseph, el joven Joseph. Tienes razón, tú no me conoces pero a mí
me han hablado mucho sobre ti; ¿acaso piensas que los sacerdotes sólo
estamos en las iglesias? Por supuesto que no, en lo particular visito
mucho los hospitales y hago oración por los enfermos junto a sus seres
queridos, obviamente que voy vestido de civil para no inquietar a los
pacientes y piensen que han traído a un Padre porque van a morir--- las
dudas comenzaron a despejarse---. Y algunas veces te he visto---
continuó---, entrar a la habitación 232 del pequeño Julián. Quizás tú no
me recuerdes debido a que siempre estaba con los familiares de otros
enfermos pero me llamó mucho la atención tu interés por ese niño, así
que me atreví a preguntarle a su madre, Teresa, si eras un familiar
cercano. Ella respondió que no y eso dio pie a que me contara toda la
historia de cómo entraste a sus vidas y luchas junto a ellos por la salud
de Julián. Te felicito, Joseph, ese tipo de acciones demuestran la
verdadera Fe en Dios, más que venir cada domingo sin falta a la iglesia,
aunque algunos se ofendan--- el Padre terminó de apapacharme y sólo
quedaba decirle:
---Gracias, Padre Mundo, en verdad me da gusto conocerlo. Bueno, me
tengo que ir, están esperándome, luego nos vemos en el hospital.
---Ve con Dios, hijo, y que el Todopoderoso ilumine tu camino siempre.

Ayudé a Danira a subir al auto y emprendí el camino rumbo a su casa.


---¿Qué tanto hablaste con el Padre, Joseph?--- su pregunta fue muy
directa, como si esperara una respuesta en particular.

99
---Nada, tan sólo quería conocerlo, me encantó su estilo y sinceridad y,
no me lo vas a creer, hasta resultó conocido de unos amigos--- ella se
extrañó.
---Mmm, creí que le estabas reclamando el comentario que hizo respecto
a nosotros, cuando aseguró que éramos pareja.

La volteé a ver y evité decirle que en lugar de reclamarle le hubiese dado


las gracias por el favor que me hacía.
---A mí no me incomodó, sabemos que sólo somos amigos y eso basta
¿qué no?
---Pues sí, Joseph, tienes razón; dejémoslo así.

El semestre concluyó. Nos encontrábamos en el mes de diciembre,


cerca de la fecha de Navidad, donde todo es supuestamente alegría y
unión de la familia. Julián se recuperaba asombrosamente, sus niveles
de plaquetas se mantenían estables y su color moreno volvía a su piel.
Nada me daba más gusto, la batalla contra la leucemia era casi nuestra,
los doctores se mostraban muy optimistas respecto a la recuperación del
pequeño y Teresa, podía conciliar el sueño. Las profundas ojeras
permanecían pero de una manera menos agresiva.

Visité en ese mes un par de veces a mi peculiar amiguito. Le llevaba


juegos de mesa o enseñaba algunas cosas de la naturaleza y de su
cuerpo, como lo que realmente sucedía dentro de él, motivos por los
cuales le hice comprender que debía alimentarse con todo lo que le daba
la enfermera para que estuviese fuerte y resistiera los duros
tratamientos. En mi estancia en el hospital, Teresa me habló sobre el
Padre Mundo, se expresó de él como uno de los mejores sacerdotes que
había conocido.
---Más que conocimientos, el Padre Mundo me inspira sinceridad y
confianza--- fue su comentario, muy acertado por cierto.

En el universo religioso, de cualquier tipo o denominación, el problema


está en el escepticismo de la gente que tristemente no es infundado:
¿cómo puedes seguir a alguien si no crees en él? Si piensas que se vale
de la fe para satisfacer deseos o, peor aún, para enriquecerse. Genios
religiosos hay por montones en el mundo, lo que necesitamos son

100
honestos religiosos, perfectos... ¡imposible encontrarlos! Porque, ante
todo, somos seres humanos.

Los doctores permitieron a Julián viajar a su casa en La Paz, Baja


California Sur, con motivo de pasar la Navidad en compañía del resto de
sus familiares. El pequeño tiernamente me hizo una invitación.
---¿Puedes venir con mi mamá y conmigo a mi casa, Joseph?--- la
manera en que lo pidió casi hacía que se me doblaran las piernas.
---Lo siento, Julián, me encantaría ir pero mi familia también espera
disfrutar la Navidad junto a mí--- Teresa le reclamó a su hijo por ponerme
en esa situación tan difícil. Le hice saber que no había ningún problema,
sino todo lo contrario, esa acción del niño demostraba lo mucho que me
apreciaba.

Teresa y Julián partieron a su casa con la emoción de ver a sus


familiares, amigos; y la ilusión de que el niño sanaría. La mejoría en su
salud alentaba sus esperanzas.

El 24 de Diciembre recibí una carta en el buzón de mi casa, como a eso


de las cuatro de la tarde; era Julián quien la enviaba. Me dio un gusto
tremendo el detalle del pequeño y no podía esperar para leerla. Abrí el
sobre cuidadosamente por un costado y extraje el contenido que se
hallaba plegado. Extendí la carta, estaba escrita con letra cursiva; era de
esperarse, Teresa debió escribirla mientras el niño le dictaba, puesto que
todavía no sabía leer ni escribir por haber abandonado la escuela, pero
eso no lo detuvo para enviarle una carta a su muy buen amigo Joseph.
La carta decía lo siguiente:

Para mi amigo Joseph:

“Quiero desearte una Feliz Navidad, me gustaría más que estuvieras


aquí conmigo, en mi casa, pero ya entendí que tus papás también
necesitan estar contigo. Querido amigo... Siempre he tenido mucho
miedo, desde que mi mami me dijo que estaba enfermo y empecé a
sufrir por los tratamientos y recaídas que me originaban mi enfermedad,
lo único que quería era que todo terminara. Pensé que nunca me iba
aliviar, por lo que decidí morirme de una buena vez. Lo gritaba siempre
que sentía dolor, mi mamá me regañaba pero no le hacía caso, me dolía
mucho y sólo quería regresar a mi casa. Llegué a pensar que Diosito no

101
me quería porque me había mandado una enfermedad muy fea, ¿por
qué no me enfermé de gripa o varicela como los otros niños? No, mi
enfermedad se llamaba Leucemia y me podía morir si los doctores
dejaban de atenderme. Muchas veces le pregunté a Diosito que si por
qué yo, hasta había días en los que me enojaba con él por culpa de los
difíciles momentos que nos hacía pasar a mí y a mi mami. Pero ahora
entiendo por qué me enfermé: para poder conocer a mi amigo Joseph---
al leer esas últimas palabras, mis ojos se nublaron por completo, los tallé
y seguí leyendo---. Si no necesitara los soldaditos que tú me das cada
vez que los míos se mueren, nunca nos hubiéramos convertido en
amigos. Yo sería un niño normal y malcriado con mi mamá, por eso
Diosito hizo que me enfermara; pero no me dejó solo, también me
mandó a una persona que me ayudaría sin siquiera conocerme, que se
convertiría en mi amigo y me haría entender lo importante de seguir
luchando. Tú, que no tenías ninguna obligación de ayudarme, estabas
dándome todo lo que estaba a tu alcance, ¿por qué yo, a quien le
estaban salvando la vida, no iba a luchar también? Siempre me has
dicho que es más lo que has aprendido de mí que lo que realmente me
das; pues quiero decirte que no es cierto, antes de que llegaras me la
pasaba dormidito, con el fuerte deseo de nunca más despertar y volver a
sentir el dolor de las agujas y ese líquido que me quema por dentro.
Ahora, no tengo miedo a eso pues sé que es para ayudarme y que es
urgente que me alivie para poder conocer todas las maravillas del mundo
que me faltan por recorrer. Joseph, tú me llevaste al cine y me divertí
como loco, imagina cuando vaya a esas playas y bosques que hemos
visto en los libros que me traes, voy a sentirme como el rey del mundo.
Mi mamá está más tranquila y también es gracias a ti; antes, ella no
dormía por semanas enteras buscando donadores que, algunos, le
pedían dinero por sus soldaditos y mi mami tenía que dárselo porque
sabía que quizás yo no soportaría el tratamiento. No sé quién eres
realmente, Joseph, no eres mi papá, ni mi primo, ni mi maestro de
Kinder, tú sólo me has dicho que estudias para ser alguien en la vida y
que tienes muchos sueños que poco a poco irás realizando. Déjame
decirte que yo también tengo sueños: cuando sea grande quiero hacer
algo por los niños con enfermedades feas, quiero que siempre tengan a
alguien como yo te tengo a ti, Joseph, que los haga sentir valiosos y les
eche porras para que se repongan. No sé cómo le voy a hacer, pero
estoy seguro que cumpliré mi sueño como tú cumplirás los tuyos. Estar
enfermito me limita a no ser como los demás niños, pero ¿quién quiere

102
ser común y corriente? Si me tocó tener Leucemia, voy a luchar contra
ella con tu ayuda y la de mamá, para que cuando esté completamente
curado, sea un niño especial que piense en el sufrimiento de los demás y
no un egoísta que piensa sólo en sí mismo. Eso, Joseph, me lo has
enseñado tú, no con palabras, sino con tus actos, al conocerte me he
dado cuenta que vale la pena vivir en este mundo, por eso me voy a
quedar aquí hasta que Diosito quiera y conoceré a muchas otras
personas buenas como tú. Joseph... Siempre estarás en mi corazoncito,
te quiero mucho, mi gran amigo”.
FELIZ NAVIDAD
Julián.

Después de leer la carta sentí un nudo en la garganta, era increíble que


un niño tan pequeño tuviera sentimientos tan profundos y comprendiera
sobre la vida, la muerte, el destino; y Dios, como el pilar de todas
nuestras acciones. Ese coraje de Julián lo llevó a mejorar su salud. Tal
vez pudo haber obtenido las plaquetas de muchas otras personas
caritativas, pero mis plaquetas, lo aseguro, estaban cargadas de amor,
mucho amor que Julián recibía no sólo en cada transfusión, sino cada
vez que lo visitaba. Si el Señor nos ha dado determinadas cartas para
jugar en el juego de la vida, usémoslas y no nos lamentemos o veamos
las cartas que le dio al vecino; si Dios nos mandó algo, es porque tiene la
plena seguridad de que somos lo suficientemente fuertes para afrontarlo
y salir adelante. Qué mejor ejemplo que Julián, un niño de seis años que
libra una dura batalla contra la Leucemia y donde sus cartas fuertes
somos todos nosotros, las personas que lo amamos y admiramos por su
valor. “Sigue adelante mi ángel sin alas, falta poco y al final, resultarás
victorioso”, le mandé porras hasta La Paz a mi valiente amigo. Guardé la
carta junto a los recuerdos de Danira, escapándoseme una lágrima de
emoción.

En el mes de enero inicié mi séptimo semestre en el Tecnológico, Danira


había sanado de su pierna por completo y Julián continuaba en el
hospital de especialidades mostrando una mejoría excepcional. Lo
visitaba cada semana, por lo regular, motivándolo a seguir luchando. Ya
adelantado el semestre, entré a una conferencia que organizó la SAI---
Sociedad de Alumnos de Ingeniería--- en la que se hablaba respecto al

103
campo laboral de los futuros egresados del Tecnológico. Al término de la
conferencia, el presidente de la asociación clausuró el evento y dio un
mensaje importante.
---La convocatoria de registro de planillas para el cambio de la mesa
directiva de la SAI está abierta a partir del día de hoy, organicen sus
planillas y continuemos con la tradición de los alumnos de ingeniería,
quienes siempre vamos ¡un paso adelante!

Un aplauso acompañado de gritos se hizo escuchar en el aula magna de


conferencias, varios grupos de estudiantes se acercaron a los
integrantes de la saliente mesa directiva de la Sociedad de Alumnos de
Ingeniería, supongo para solicitar mayor información respecto a la
convocatoria. Por mi parte, me interesé en contender y participar en
actividades extra académicas que desarrollan otras aptitudes
sumamente requeridas en el ámbito laboral real, como lo es la
organización, trabajo en equipo y sentido de sana competencia. Lila, una
muy buena amiga que cursó varias materias conmigo; dándose un gran
acercamiento entre nosotros por ser amiga de Danira también, me invitó
a participar en la planilla que se estaba conformando para contender por
la mesa directiva de la SAI.
---Hay que organizarnos, ¿no lo crees, Joseph?--- me golpeó
ligeramente con su libreta.
---Encantado, Lila. De hecho, estaba pensando en participar y qué mejor
que al lado tuyo, y no de rival--- ambos reímos.

Transcurrieron dos días y Lila me informó de una junta en los cubículos


estudiantiles con miras a consolidar una planilla con estudiantes de
diversas características. Si de algo estaba seguro, era que sería la
primera vez que me presentarían a bastantes de ellos. A la una en punto
nos encontrábamos reunidos alrededor de 12 jóvenes presentándonos e
intercambiando miradas, los nombres principales que recuerdo son:
Jesús, Alfonso, Cintia, Paola, Gerardo y, por supuesto, Lila.
---Mi nombre es Joseph y estoy muy interesado en participar en la
Sociedad de Alumnos de Ingeniería. Creo que es una experiencia que
nos enriquecerá y preparará para cuando tengamos que abandonar las
aulas del Tecnológico e integrarnos a los centros laborales. De
antemano quisiera agradecer a Lila por la invitación que me hizo; en lo
personal, no conozco a la mayoría de ustedes, pero eso me agrada, ya

104
desde este momento veo un beneficio, tendré más de diez nuevos
amigos.

Cuando terminé de hablar sentí que todos y cada uno de los asistentes
me observaban fijamente, incluso Cintia comentó:
---¡Qué bonito hablas, Joseph! ¿Verdad?--- dijo dirigiéndose a los
demás. El resto apoyó su comentario.

Sin darme cuenta, las horas y horas de lectura y reflexión personal


habían desarrollado mi habilidad para expresarme verbalmente; con esa
experiencia puedo afirmar que nada de lo que hacemos en esta vida es
en vano, siempre llegará la oportunidad de aprovechar las habilidades
que vamos adquiriendo con esfuerzo y dedicación; y, en efecto, esa era
mi oportunidad.
---Bien, ya nos presentamos--- Lila intervino--- y sabemos la razón por la
que estamos reunidos, pero estamos olvidando un punto muy
importante: la estructura de la sociedad. Los principales puestos son:
Presidente, Vicepresidente y Tesorero, ¿quiénes ocuparán esos cargos?

Como si hubieran inyectado algo a los asistentes, de pronto, un


escándalo se escuchaba en el pequeño cuarto de ocho por cinco metros.
Era de esperarse, el puesto de Presidente era el más codiciado, pero
sólo una persona lo ocuparía y tendría la responsabilidad de dirigir a la
nueva planilla. Tuve que intervenir para evitar que siguiéramos perdiendo
el tiempo.
---Amigos, si me permiten opinar, apenas nos estamos conociendo y es
muy precipitado definir los puestos, ni siquiera hemos detectado las
cualidades individuales de cada quien. Pienso que debemos dejar pasar
los quince días que nos quedan antes de que se cierre el registro de las
planillas con la finalidad de conocernos, ver nuestras aptitudes naturales
y someter a votación los puestos principales a conciencia, ¿les parece
bien?--- todos asintieron con la cabeza y un aire de tranquilidad se hizo
sentir en la junta, misma que finalizamos con el compromiso de
volvernos a reunir el próximo viernes para afinar detalles y hacer
propuestas que utilizaríamos en la campaña que libraríamos el mes
entrante para obtener la victoria.

105
Me quedé mirando fijamente el pequeño pizarrón en la pared ideando
una estrategia, hasta que Lila me sacó del trance con un ligero golpe en
la cabeza.
---Anda, Joseph, ya no pienses tanto, nos vemos el viernes, ¿quieres
que te salude a Danira o no?--- fue muy sarcástica.
---Sabes que sí, Lila. Lástima que su carrera no corresponde a la
nuestra, de lo contrario la invitaría a participar--- Lila me vio con una
sonrisa.
---De eso no tengo duda alguna, Joseph, si por ti fuera, la tendrías aquí
sentada frente a ti todo el día--- tocó una silla y reímos.

Reunidos el viernes, Lila inició informándonos que había otros equipos


conformándose y estaban casi listos para la batalla, hablaba de dos
planillas más. Terminada su intervención, solicitaron la palabra Alfonso y
después Paola, ambos dijeron casi lo mismo respecto a la importancia
de obtener patrocinios que ocuparíamos en la publicidad de la campaña.
Terminaron sus intervenciones y yo levanté la mano.
---Adelante, Joseph, queremos escucharte--- Gerardo hizo ese
comentario, por lo que me puse de pie junto al pizarrón que tanto
observé la reunión anterior y comencé a hablar.
---Estamos aquí reunidos por una misma razón: queremos ganar la
contienda y ser la nueva Sociedad de Alumnos de Ingeniería. Para ello
es bueno competir; sin embargo, debemos dejar de competir un poco
con las armas tradicionales y comenzar a innovar si queremos ganar. Lo
que propongo--- destapé el marcador que tenía en mi mano---, es
diseñar una estrategia basada en tres ejes fundamentales: los
estudiantes, las propuestas y la publicidad correspondiente, de una
manera como nadie lo ha hecho.
Los ojos de mis espectadores se percibían confundidos, pero muy
interesados.
---A continuación, les explicaré de forma más detallada y visual a lo que
me refiero--- revisé la punta del marcador que estaba en el pizarrón
antes que en mi mano y comencé a escribir al mismo tiempo que
aclaraba las posibles dudas---:

Eje número 1, los estudiantes: ¿Dónde está escrito que debemos ser
sólo 12 integrantes de la mesa directiva? Propongo que seamos 12 los
responsables de cada área y se integren equipos por cada uno de
nosotros, así multiplicaremos mínimo por cinco a la mesa directiva, lo

106
que se verá reflejado en la votación. Si cada uno jala determinado
número de votos de los estudiantes, mientras más seamos en la
contienda, muchos más votos nos favorecerán en la elección.

Eje número 2, las propuestas: Basta de hacer siempre lo mismo,


hagamos algo que realmente necesitemos basándonos en la experiencia
durante nuestra estancia como estudiantes del Tecnológico. A mi ver,
uno de los problemas es que los estudiantes nos encontramos dispersos,
cada quien en su mundo y es muy difícil consolidar grupos fuertes de
amistad. Y otra cosa, yo pasé casi la mitad de la carrera sin enterarme
de los eventos importantes, existe un deficiente método de comunicación
de la institución con los alumnos; por ello quiero que una de nuestras
propuestas principales como planilla sea la fundación de una radio
estudiantil, manejada por todas las sociedades de alumnos y utilizada
como medio de comunicación eficaz y, por qué no, como una alternativa
más para los jóvenes que les guste estudiar y divertirse.

Eje número 3, la publicidad: Debemos estar presentes en la mente de


cada estudiante y como dicen que de la vista nace el amor, hagamos
una fuerte campaña visual. Propongo que diseñemos un artículo que se
pueda colocar en las mochilas de los estudiantes, una mascota que nos
identifique y un video de campaña de corta duración que podrá ser
llevado por cualquiera de nosotros a las salas de video conferencias,
antes que los maestros empiecen a impartir sus asignaturas; cautivando
la atención de los estudiantes hasta en cada clase. Una cosa muy
importante, debemos utilizar los recursos de la siguiente manera: lo más
barato para el principio, que sirva tan sólo como probadita de lo que
somos, los recursos fuertes serán para consolidar nuestro liderazgo en la
campaña y al final, nos dedicaremos a la labor más importante:
convencer personalmente a nuestros allegados.

Concluí de hablar y el aplauso no se hizo esperar, les encantó mi


estrategia y les agradecí por ser jóvenes tan atentos a las ideas de los
demás. No obstante, algo había quedado pendiente, de tal modo que
regresé al lugar junto al pizarrón.
---Se me olvidaba algo importante, el nombre de la planilla podría ser
“Alianza Celeste”. Nuestro objetivo fundamental es unir no solamente a
los ingenieros, sino a todos los estudiantes de las demás carreras y sus
respectivas sociedades de alumnos y, como es obvio, nuestro color de

107
campaña será el azul. Además de ser un color que en lo personal me
gusta mucho, es el mismo color utilizado por las empresas más grandes
de la región que podrían patrocinarnos, ¿qué les parece amigos?---
nuevamente, el silencio los hizo reflexionar un momento. A los segundos,
acordaron y aprobaron todas y cada una de mis propuestas; la verdad,
me sentía genial, como pez en el agua.

Finalizó la reunión, cada uno tenía una tarea asignada en pro de los
objetivos planteados, éramos un equipo muy diverso, creo que eso lo
hacía excepcional. Si somos auténticos y tratamos de aportar al equipo
lo que dominamos, se hace una combinación de talentos que sin duda
nos llevará a la victoria. Se rumoraba que saldrían dos planillas más, una
roja y otra amarilla. Sus nombres de campaña eran Idem--- que al
parecer significaba lo mismo, y era la planilla favorita de la SAI saliente---
y Radicales, respectivamente. En la planilla Idem se habían agrupado
estudiantes que parecían cortados con la misma tijera, se podía decir
que eran “los fresas” de la escuela que no simpatizaban con muchos,
pero contaban con el capital suficiente para dar una buena batalla
gracias a los patrocinios que obtendrían de las empresas de sus padres.
Por otro lado, los Radicales hacían honor a su nombre, era una planilla
que salió por el hecho de dar la contra, sus integrantes eran estudiantes
con muchos años en el Tecnológico, los comúnmente llamados “fósiles”
y quienes no se perdían ni una sola borrachera. A los Radicales les
gustaba el relajo, pero se caracterizaban por ser flojos y criticones a las
políticas establecidas por la institución. La Alianza Celeste no obtendría
la victoria tan fácilmente, su fortaleza se sustentaba en la diversidad de
sus integrantes, aun así, nada estaba escrito para ninguna de las
planillas contendientes.

Tres días antes del registro, decidimos elegir a los que ocuparían los
principales puestos en caso de resultar victoriosos. En el salón donde
acostumbrábamos reunirnos, hicimos la votación correspondiente para
Presidente, Vicepresidente y Tesorero.
---Esperamos ser lo más objetivo posible, debemos elegir a las personas
que puedan con el paquete, no a nuestros amigos o compadres. Está en
juego el destino de los estudiantes del Tecnológico y no podemos darnos
el lujo de tomarlo a la ligera, lo que decidamos hoy, será casi el 50 % de
nuestra victoria o derrota--- Lila se encargó de dejar bien en claro los

108
propósitos del proceso, votaríamos de manera secreta y sin posibilidad
de hacerlo por nosotros mismos, debíamos votar por alguien más.

Quien obtuviera el mayor número de votos sería el Presidente, luego le


seguía el Vicepresidente y el tercer lugar en votación ocuparía el puesto
de Tesorero. Dejamos los preámbulos y comenzamos con lo acordado,
el aire que se respiraba era tenso pero muy amistoso. Una vez que voté,
por Lila claro, mi talentosa amiga, me senté junto a ella quien votó dos
turnos antes; acercó su boca a mi oído y dijo en secreto:
---Me pidió Danira que te entregara esto, dijo que es importante dártelo
en esta junta y antes que terminara la votación. Ten, tómalo de una vez,
ya cumplí. De ti depende si te interesa o no--- era una hoja de papel
doblada muy sutilmente y una leyenda con letra de Danira que decía:
“Para Joseph”.

Inmediatamente comencé a desdoblarla, solamente estaba escrita una


oración: “Tú vas a ser el Presidente, Joseph. ¡Estoy segura!”. Su interés
por mis actividades me sorprendió como muchas cosas de ella. No le
había comentado nada de este nuevo proyecto pero, al parecer, se las
había arreglado para enterarse. De seguro su fuente de información era
Lila, su amiga también. Cuando votó el último, llegó el momento de la
verdad, al fin sabríamos quién sería el líder de la Alianza Celeste.
Comenzamos a contar los votos, de eso se encargaron Cintia y Gerardo,
en menos de cinco minutos tuvieron los resultados.
---¡Felicidades, Alfonso! Tú serás el Tesorero, te encargamos administrar
bien los fondos que obtendremos para la campaña, confiamos en ti--- un
aplauso siguió de las palabras de aliento de Cintia.

Dar la noticia de quién sería el Vicepresidente estuvo a cargo de


Gerardo.
---Sabíamos que tú serías Vicepresidente, Lila. ¡Muchas felicidades!
Contamos con tu inteligencia para obtener el triunfo--- también
aplaudimos. Cintia y Gerardo invitaron a la nueva Vicepresidenta a razón
de que tuviera el honor de nombrar a quien sería el Presidente de la
Alianza Celeste. Ella tomó el diminuto papel que contenía el nombre y
sonrió.
---Antes de decir quién es el Presidente, quisiera pedirle una cosa: Que
siempre se conserve como ha sido hasta ahora: Sincero, brillante pero,
sobre todo, humilde. Creo que ese ha sido su secreto, no dejarse

109
maravillar por los talentos que Dios le dio, sino todo lo contrario, los ha
usado de forma natural por el bien del equipo colocándose al frente,
como los verdaderos líderes, en los cañones del enemigo, no detrás de
su gente utilizándola como escudo. Estamos muy jóvenes aún--- ella
prosiguió--- y nos falta mucho por aprender; también le pido a nuestro
Presidente que comparta con nosotros esos secretos que hacen su
mirada diferente a la de todos los demás, con un brillo especial que nos
hace creer que nada es imposible y podemos alcanzar hasta el sueño
más lejano si nos lo proponemos--- Lila respiró profundamente para
concluir---. Y una última cosa, enséñanos a vivir con tanta pasión como
tú lo haces; en donde no hay tareas pequeñas, sino grandes
aprendizajes y donde cada día, parece ser el último de la existencia. Eso
es lo único que te pido... Joseph, ¡nuestro Presidente de la Alianza
Celeste y para quien pido un fuerte aplauso!

Sentí una corriente de vida por todo mi cuerpo, desde el cabello hasta la
punta de los pies. Abracé a cada uno de mis nuevos amigos y
compañeros de lucha. Terminé con Lila y solamente dije alzando mi
puño:
---¡Gracias, obtendremos la victoria!

Una semana después de haber registrado para la contienda a la Alianza


Celeste, con más de 57 integrantes como lo habíamos propuesto, recibí
una llamada inesperada. Estaba en la mesa de la cocina, diseñando el
eslogan y discursos que manejaríamos en nuestra campaña, cuando
contesté el teléfono y escuché:
---Con Joseph, por favor, ¡es urgente!--- reconocí la voz de inmediato,
pero el tono no me gustó en lo absoluto.
---Soy yo, Teresa, Joseph. ¿Ocurre algo? Te escucho muy alterada,
como cuando nos conocimos.
---Así es. De repente Julián sufrió una recaída, sus plaquetas están muy
bajas y no se estabiliza, el médico dijo que debemos hacer una
transfusión de plaquetas lo antes posible. Nadie se esperaba esto, mi
niño demostró una mejoría considerable, casi ni nos acordábamos de lo
grave que estuvo meses atrás.

Pobre Teresa, escuché sus palabras sintiendo su preocupación. Por


algún momento pensó que Julián estaba a punto de recuperarse

110
completamente, este desfavorable acontecimiento retornaba su temor de
perder a su pequeño hijo.
---Teresa, calma, no te preocupes, mañana me haré los estudios; me he
mantenido sano y libre de cualquier cosa que pudiera excluirme como
donador. Pasado mañana Julián tendrá mis plaquetas y se recuperará de
una buena vez por todas, solamente te pido que tengas Fe--- guardé
silencio por un momento y apreté con la mano el crucifijo de madera que
colgaba en mi pecho---. Siento que algo está por suceder, lo siento en mi
corazón.

Mis palabras tranquilizaron a la inquieta madre, había pasado algún


tiempo desde que no visitaba la máquina de aféresis. Estar recostado
con agujas en los brazos atravesando mis venas, seguramente me
traería recuerdos de todo lo que he vivido al lado de Julián, su
enfermedad y mi amor por Danira.

Llevamos a cabo el procedimiento de costumbre. Un día después de los


estudios de sangre ya estaba en la máquina de aféresis, a las ocho de la
mañana. La enfermera inició el proceso de forma habitual, sin ningún
contratiempo, hasta los 20 minutos.
---¡Enfermera! Tengo dolor en el brazo izquierdo, donde está la aguja de
retorno--- ella atendió mi llamado y empezó a regular el flujo con la idea
de que eso eliminaría mi dolor. No fue así.
---¿Qué raro?--- dijo intrigada--- Nunca había pasado esto, voy a reiniciar
el proceso.

Así lo hizo, pero olvidó abrir la válvula del flujo de retorno de sangre, por
lo que cuando se percató, la abrió sin la menor delicadeza.
---¡Ay!--- se me escapó un grito por el intenso dolor que sentí en la vena
de mi brazo--- ¿Qué ocurre señorita? Jamás se había complicado tanto y
mucho menos había tenido dolor.
La máquina se detuvo por sí misma, haciendo un extraño ruido que
indicaba que algo andaba mal.
---Parece que es el retorno de sangre--- murmuró la enfermera---, debe
estar obstruida o mal perforada la vena.
Extrajo la enorme aguja de mi brazo y la volvió a introducir en otra vena
que había localizado. El dolor no cesaba y la máquina volvió a apagarse.

111
---Disculpe señorita, le pido de favor que no se vaya hasta que todo
marche bien. Necesitamos extraer mis plaquetas sin más
complicaciones--- la enfermera seguía sin comprender lo que realmente
pasaba.

Nuevamente sacó la aguja de mi brazo y buscó una vena a un costado


de mi muñeca para introducirla; sin embargo, la máquina marcaba el
mismo error de obstrucción en el retorno, así que extrajo la delgada
manguera de plástico, dejando la aguja clavada para verificar si
realmente no estaba bien hecha la perforación. Mi sangre comenzó a
fluir a borbotones, corría por toda mi muñeca cubriendo la mitad de mi
mano izquierda y formando un pequeño charco en el descanso del
brazo.
---No lo entiendo, la sangre fluye, ¿por qué no se puede completar el
proceso? Colocaré la manguera de retorno para ver si ya se solucionó---
dijo dudando.

La despistada enfermera colocó la manguera en su lugar y la máquina se


apagó otra vez marcando el mismo error, sacó la aguja e hizo otra
perforación en otra vena de mi mano, en la parte opuesta a la palma,
donde se pueden ver retraerse los tendones cuando uno mueve los
dedos. Como ella ya estaba desesperada, la perforación fue un tanto
brusca, lo que dejó salir bastante sangre antes de colocar la manguera
de retorno. Creo que lo hizo a propósito para asegurarse de que no
estaría tapado el acceso. La escena era un poco aterradora, desde la
muñeca hasta mi mano, todo estaba cubierto de sangre; el descanso del
brazo también de color rojo completamente y se podían ver con facilidad
todos los puntos en los que la enfermera había intentado colocar la
aguja.
---Puede ser que la máquina no funcione--- intervine---, que tenga un
problema serio--- fue mi observación al no comprender el porqué de
tanto contratiempo.
---No lo creo--- refutó la enfermera---, la máquina tiene un software que
indica si algo falla y sólo me marca problemas en la línea de retorno.

No me convenció con esa explicación, hasta los cálculos más precisos


tienen margen de error, eso me lo enseñó mi formación de ingeniero.
---¿Qué puede pasar si realmente la máquina tiene un error?--- nunca
imaginé tal respuesta de la enfermera:

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---Se corre el riesgo de que entre aire a tu sangre y se provoquen daños
en el cerebro o el corazón a causa de un tipo de trombosis, ocasionada
por el vacío en la sangre--- en cuanto escuché eso, inmediatamente
ordené:
---¿Y qué espera para quitarme todo esto? A que me pase algo para
decir que sí falló la máquina. ¡Por algo se apaga, tiene un problema!--- la
regañé sin piedad--- Métase esto en la cabeza señorita: nada es infalible
y hay señales que nos indican que las cosas andan mal. No vuelva a
cometer el mismo error porque le puede costar una vida.

No pude ocultar mi enojo, por lo que llamé a la doctora que siempre


estaba en el Banco de Sangre--- la que hizo amena mi estancia con su
plática la primera vez que doné plaquetas a Julián--- y la puse al tanto de
lo ocurrido. La doctora se sorprendió por el desastre de sangre, le
ordenó a la enfermera que limpiara inmediatamente y luego la esperaba
en su oficina, no sin antes desconectarme de la máquina de aféresis.
Cuando volvieron, la doctora se disculpó.
---Lo siento mucho, Joseph--- leyó mi ficha de registro---, esto no debió
haber sucedido. La máquina muestra severas fallas y es una fortuna que
impidieras que continuara el proceso, de lo contrario, quién sabe qué
hubiera pasado--- asentí con la cabeza sin relajar el ceño que denotaba
mi enojo---. Espero que esto no te afecte y sientas aberración a los
procesos de donación ya que te he visto varias veces aquí, como un
buen donador voluntario. Dios quiera que ese espíritu de servicio lo
compartieran más personas.

Todo indicaba que estaba a punto de irme, por más que ese hubiese
sido mi deseo, no podía hacerlo; Julián necesitaba urgentemente mis
plaquetas. Tantos meses de lucha no serían tirados a la basura por un
poco de sangre derramada.
---Disculpe, Doctora, ¿está insinuando que me puedo ir sin que hayan
extraído las plaquetas que un pequeño niño con Leucemia necesita?
---Claro que sí, Joseph, tú no tienes ninguna obligación, cumpliste con el
hecho de estar aquí y si el proceso falla no es culpa tuya--- miró a la
reprendida enfermera---. ¿Imagino que no querrás sufrir más piquetes de
aguja? Además, tus venas quedaron muy lastimadas.

113
Respiré profundamente tratando de tranquilizarme, Julián me necesitaba
completamente cuerdo y no cegado por la ira. Calmado, pregunté a la
doctora:
---Hay otra máquina de aféresis ¿verdad? Recuerdo que hace cinco
meses escuché que la habían solicitado por la demanda en aumento de
plaquetas para los pacientes con Leucemia--- gracias a Dios en una de
mis tantas visitas al Banco de Sangre escuché una conversación que me
dio esa información.
---En efecto, en el cuarto del fondo tenemos la nueva máquina. ¿Estás
seguro que quieres continuar con el proceso? Lo más probable es que te
queden marcas muy feas y moretones que no podrás ocultar. Sin
mencionar el dolor--- miré fijamente a la doctora y le contesté:
---¡Y qué son unos moretones comparados con la vida de Julián!
Apresúrese, el tiempo es oro.

De esa manera se reinició el proceso de aféresis. Debo confesar que me


ardían las agujas clavadas en mis brazos, estaba ansioso e incómodo,
así que cerré mis ojos y me desvanecí en un profundo sueño durante
hora y media; tiempo que tardó la máquina en extraer las plaquetas que
dejaron mis venas para dar vida en las de Julián. Al despertar, sólo tenía
en la mente la imagen de una frase que apareció durante todo un sueño
mientras dormía:

“Tan sólo cuando la juventud esté unida, podrá propiciar los


cambios que la sociedad necesita”

Abrí los ojos y la enfermera estaba vendándome los brazos.


---Buen descanso, Joseph, te lo merecías.

¿Por qué estaba esa frase en mi cabeza? Después de analizarla por


unos minutos, me di cuenta del sentido que tenía: siempre se nos ha
dicho que los jóvenes somos el futuro, pero cuando ese futuro llega,
dejamos de ser jóvenes. Nos volvemos como el común denominador de
la sociedad, tomamos obligaciones que nos hacen abandonar nuestros
sueños y perdemos lo más importante: el valor para luchar por lo que
creemos. Por eso, los jóvenes no somos el futuro, sino el presente que
nos ha tocado vivir y podemos cambiar para bien. Con ideales,
convicción y valor; pero sólo si tomamos la decisión de unirnos en una
misma batalla, donde nuestras armas sean las ideas, el conocimiento, la

114
disciplina y el amor propio y al prójimo. Tan sólo cuando comprendamos
eso, nada, absolutamente nada podrá detenernos. Joven no es aquel de
corta edad, porque cuántos jóvenes viejos hay que han perdido su ideal
y prefieren cómodamente navegar a voluntad de la corriente. Joven es
aquel que tiene sueños, que lucha por ellos aunque deba navegar contra
la corriente; y sólo al momento de unirnos los verdaderos jóvenes,
tendremos el cambio de la sociedad en nuestras manos.
---Ya puedes irte, Joseph. Recuerda que no debes cargar nada pesado
dentro de tres días, por las complicaciones que hubo--- sentía dormidos
ambos brazos.

Le agradecí a la doctora sus atenciones y tomé mi comprobante de


donador a razón de justificar mi ausencia en las clases de la mañana.
Sin pensar ni un minuto más, me dirigí a la habitación 232 a ver a Julián.
Entré casi corriendo y me sorprendió lo que ahí encontré: Julián estaba
pálido, su color natural de piel era moreno, pero en esa ocasión parecía
que no hubiera sangre en su cuerpo, estaba calvo y nuevamente con
moretes a lo largo de las venas de sus brazos por la quimioterapia. Creí
que nunca más lo vería así. En cuanto me reconoció, extendió sus
delgados brazos e inmediatamente corrí a sacarlo de su cama para darle
un fuerte abrazo.
---Estoy aquí, Julián. No te preocupes, mis plaquetas vienen en camino,
no te desesperes, siento muy dentro de mí que algo va a suceder. Tu
estado quizás es la última prueba que la vida nos pone, si seguimos
teniendo fe en Dios, mucho más que antes, seguramente sanarás,
Julián; ¡sanarás!--- el pequeño comenzó a llorar en silencio.
---Tenía mucho miedo de no volver a verte, Joseph, de irme sin
despedirme de ti.
---¡Jamás vuelvas a decir eso, Julián! Me oyes, tú vas a sanar, vas a ser
un niño especial que luchará por sus sueños y hará grandes cosas en la
vida. Te lo ordeno, Julián, nunca vuelvas a pensar en…--- la puerta se
abrió y entró Teresa. Hizo una seña con la mano de la que entendí
deseaba hablar conmigo afuera, donde su hijo no pudiera escucharnos.
Regresé a Julián a su camita y salí para averiguar lo que deseaba su
madre.
---Hablé con el doctor, dice que están listos para transferir las plaquetas
a Julián. Gracias, Joseph, no sé cuánto más pueda resistir--- el llanto
ahogó su voz---. Pero, pase lo que pase, quiero decirte que sin ti no

115
hubiera tenido a mi hijo por tanto tiempo y, sobre todo, tan feliz como tú
lo has hecho. Gracias, Joseph, muchas gracias…

Se recargó en mi pecho y sumió en un intenso llanto; por raro que


parezca, yo no derramé ni una sola lágrima. Lo había dicho, estaba más
convencido que nunca de que Julián sanaría, lo sentía a lo largo y ancho
de mis venas.

La campaña arrancó y los integrantes de la Alianza Celeste estaban muy


entusiasmados, iniciamos con el plan de propaganda visual que dio
excelentes resultados. Por todo el Tecnológico se apreciaban las
estrellas azul celeste que nos caracterizaban, colgadas en las mochilas
de los estudiantes; incluso los que estudiaban otra carrera diferente de
ingeniería querían traer nuestro promocional, decían que era como un
tipo de moda más que una campaña por la Sociedad de Alumnos.
Mientras recorríamos las aulas como planilla contendiente, repartíamos
publicidad escrita, dábamos nuestras propuestas e invitábamos a los
estudiantes a votar a favor de la Alianza Celeste. Cada persona que me
topaba en los pasillos me abordaba con un comentario:
---Muy bien, Joseph, ustedes van a ganar--- otros más decían:
---Se ven un equipo muy fuerte e integrado, de seguro tendrán la victoria.

Era de esperarse que luego de tantas muestras positivas de


simpatizantes, los integrantes de la planilla sentíamos el triunfo en la
bolsa; sin embargo, mi experiencia con Julián me enseñó que nada está
escrito y nunca se debe bajar la guardia, porque cuando más confiado
estás, es el punto débil que puede estar esperando el oponente para
atacar y dar su golpe de gracia.

A los diez días de campaña sucedió algo que estremeció a la Alianza


Celeste: de la noche a la mañana la planilla contrincante, Idem, había
tapizado casi todos los edificios del Tecnológico con mantas publicitarias
que decían: “vota Idem, con Idem fiestas de gorra, el k-ché está con
Idem”. La verdad, podrían haber colocado miles de mantas pero todas
tenían un mensaje vacío; también llevaron un grupo de música a la
explanada del Tecnológico, con muchos premios que regalaban a los

116
estudiantes de ingeniería por el simple hecho de acercarse. En
respuesta, convoqué a junta ya que percibí alterado a mi equipo.
---Bien, jóvenes, el motivo de la reunión es analizar a nuestro
contrincante y seguir adelante con la campaña con mucho más ánimo
que antes--- Paola pidió la palabra.
---Pienso que deberíamos sacar el fondo de reserva y contratar un grupo
musical más económico que el de Idem. No podemos dejar las cosas
así, ¡se nos están yendo votos!--- en cuanto terminó, quiso hablar
Alfonso.
---No estoy de acuerdo, pienso que es mejor dar regalos a los
estudiantes, no tan caros como los que está dando Idem, pero sí la
mayor cantidad que podamos aunque nos acabemos el fondo.

Luego del comentario de Alfonso, el desorden se hizo presente.


Hablaban varios a la vez y no se llegaba a nada, hasta que golpeé la
mesa fuertemente con la palma de mi mano.
---¡Escúchenme! Valoro sus sugerencias, pero sucede algo: todas sus
nuevas propuestas están basadas en reacciones desesperadas que
tratan de contrarrestar la estrategia de la planilla Idem. Déjenme decirles
una cosa, nosotros tenemos nuestro plan de campaña y lo elaboramos
minuciosamente, no podemos estar a la expectativa de lo que hacen los
contrarios para contrarrestarlos. Dicho con otras palabras: nunca, pero
nunca debemos bailar al “son” que nos toquen, nosotros debemos elegir
la melodía y eso es lo que vamos a hacer--- el silencio se hizo presente-.
Imagínense que basáramos la campaña únicamente en reaccionar a lo
que hacen las otras dos planillas; si así fuera, significa que no tenemos
identidad propia, que carecemos de iniciativa y el liderazgo de los
ingenieros es un paquete demasiado grande para nosotros.
Afortunadamente no es así, tenemos nuestra estrategia de campaña que
la vamos a seguir, si en el camino consideramos que algo debe ser
modificado a razón de mejorar, lo vamos a hacer, pero sólo porque
consideramos que es lo mejor a nuestro sano juicio y no porque va a
contrarrestar lo que hacen los demás.

Nadie dijo una sola palabra, fue como si mi mensaje hubiera despejado
sus temores y comenzaran a pensar nuevamente, evitando dejarse llevar
por impulsos emocionales.
---Y además, querido equipo que integra la orgullosamente llamada
Alianza Celeste, en lugar de ver su estrategia como ataque, usémosla

117
para nuestro beneficio. Cientos de estudiantes ya se percataron que
existe una contienda por la SAI gracias al alboroto que hizo Idem, pero
un alboroto sin propuestas efectivas; ahora si seguimos con nuestro plan
de campaña, será más fácil convencer a esos nuevos estudiantes
atentos a la contienda y que, seguramente, se verán identificados con
nuestras propuestas.

Una vez que la paz volvió al equipo, Lila, la vicepresidenta, quiso decir
unas palabras:
---Lo que comenta Joseph es muy cierto, después de haberlo
escuchado me siento tranquila y con más deseos por salir a la batalla.
Déjenme decirles que no nos equivocamos al elegirlo como presidente
de la Alianza Celeste, o mejor dicho, como Líder de este gran equipo.
Lila me abrazó y dio un beso en la mejilla, aprovechando para decirme al
oído:
---Pregunta Danira que si puedes ir a su casa mañana por la tarde, tiene
muchas cosas que platicar contigo, ¿le digo que sí vas a ir?--- ese
susurro me tomó por sorpresa.
---Dile que trataré, Lila.
Antes de terminar con la reunión, informé que el video de campaña
estaba listo y di indicaciones de los salones claves para mostrarlo.
También la mascota haría su aparición dentro de una semana y la
presentación oficial de las propuestas estaba a menos de cinco días.
Cerré la reunión con un último mensaje:
---Amigos, no permitamos que los sucesos del exterior determinen lo que
hagamos aquí dentro como equipo. Es mucho mejor que aquí dentro,
como un equipo sólido, decidamos lo que va a suceder en el exterior. A
eso, se le llama confianza y disciplina, nunca lo olviden.

Los esfuerzos de la Alianza Celeste rindieron sus frutos. A los pocos días
los estudiantes se convencían de la calidad de nuestro equipo y
criticaban a la planilla Idem de fanfarrones debido a la gran cantidad de
dinero gastado en su campaña, salido obviamente de las empresas de
sus padres. Todo lo anterior se sumaba al comportamiento elitista que
denotaban sus integrantes; si alguien no los apoyaba, se mostraban
ofensivos insultándolos como descerebrados y con mal gusto por
escoger a las planillas que no podían ni financiar una buena fiesta. Esa
actitud los hizo caer de las preferencias de hasta sus propios amigos, a
quienes los trataban con prepotencia al verse casi derrotados en la

118
contienda. Carlos, un muy buen amigo de Alex, el presidente de Idem, se
me acercó en una ocasión mientras desayunaba en la cafetería.
---Tú eres, Joseph, ¿verdad?--- asentí con la cabeza---, vengo a pedirte
algo--- me sorprendió---. Como has de saber, soy amigo de tus
contrarios, aunque a ti no te guste llamarlos así; pero bueno, ese no es el
punto. El motivo de acercarme es para pedirte que ganes la contienda,
he visto tu humildad combinada perfectamente con tu capacidad de
liderazgo, esa mirada que tienes cuando hablas y expones tus ideas,
¡cielos! Das una confianza que pocos, óyeme, muy pocos logran con
simples palabras. También he visto cómo tratas a tu equipo, estás
siempre al frente de ellos, protegiéndolos y guiándoles, en lugar de estar
detrás empujándolos y cubriéndote para no recibir golpes. Ignoro cuál
sea tu pasado, Joseph, sólo he escuchado que en menos de un año has
transformado tu vida completamente y has dejado de ser un chico común
para convertirte en el líder que muchos deseamos ser--- Carlos miró su
reloj y continuó---. No deseo quitarte mucho tiempo pues veo que estás
desayunando, sólo quiero decirte que una vez que termine esta lucha por
la Sociedad de Alumnos de Ingeniería, puedes contar conmigo para
cualquier proyecto. Si también quiero convertirme en un líder debo
rodearme de los mejores; y tú, Joseph, eres el mejor que he visto. Sigue
avanzando, que el ego no te haga caer, porque líderes egocéntricos hay
muchísimos; pero líderes humildes, de esos tenemos hambre. Sigue
adelante, Joseph, tu juventud no es un obstáculo, al contrario, es signo
de admiración y respeto.

Me extendió la mano y finalmente dijo:


---Gracias, Joseph, por tu tiempo, nos vemos ya que todo esto acabe.
Casi me atraganté con el bocado al indicarle que todavía no estaba
concluida nuestra plática.
---Carlos, siéntate por favor, te agradezco tantos cumplidos, no merecía
tantos. Como tú, tan sólo soy un joven que ha decidido comportarse
como tal, actuar como marcan mis ideales aunque eso me haga nadar
contra la corriente. Es cansado, pero nada me ha hecho sentir más vivo
que el vivir como dicta mi corazón. Porque en cada uno de mis actos,
está la pasión de un joven que se niega a ser como la multitud y hace
cosas que parecieran extrañas. No obstante, he aprendido que en la vida
nos topamos con mucha gente que trata de decirnos qué hacer,
tomemos lo bueno y desechemos lo malo. Te pregunto: ¿cuándo nos
vamos a decidir a escuchar a nuestro corazón? ¿Hasta que estemos

119
viejitos y no tengamos fuerzas ni para levantarnos? No, Carlos, me niego
a ello y te invito a que te niegues también; tuve la dicha de que Dios me
mandara un ángel que cambió mi vida. Si estás interesado en conocer la
causa que me impulsó a ser como soy ahora, por favor, no faltes al
debate de planillas, ese será el lugar donde mil jóvenes conocerán la
importancia del primer valor universal: El amor.

Mi acompañante se quedó serio sin decir ni una sola palabra, no bajé la


mirada, sino todo lo contrario, con los ojos traté de decirle que sin
importar el bando que apoyara en ese momento, terminado el juego, nos
uniríamos para hacer grandes cambios. Estoy seguro que comprendió mi
mensaje ya que se levantó y con una voz muy firme dijo:
---¡Ahí estaré, Joseph!

Las preferencias del estudiantado por la Alianza Celeste iban en


aumento conforme transcurría la campaña. Idem había sido rebasada
casi por un 20 %, resultado que arrojó una encuesta que realizaron los
integrantes de la SAI saliente. Los Radicales habían estado muy
apagados, la contienda parecía entre la Alianza Celeste e Idem
solamente; el motivo fue que tenían dificultades para organizarse,
cumplir con sus propias metas y también, por qué no decirlo, por su falta
de compromiso con el equipo. En lugar de haberse conformado por tener
un ideal o buscar un objetivo en beneficio del estudiantado, se
registraron para decir: “¡Aquí estamos los olvidados! ¡Los que estamos
en contra del sistema!”. Entonces, ¿qué les quedaba a los Radicales por
hacer? Lo más fácil: una campaña negra. Comenzaron hablando mal de
mí, decían que era un arrogante y presumido que lo único que buscaba
era ganar la Sociedad de Alumnos para alimentar mi ego. Obviamente
que eso no me afectó, cuando Lila muy enojada me puso al tanto de ello,
simplemente le contesté:
---Debería agradecerles por tanta publicidad--- al ver que Lila quedaba
inconforme, tuve que ser más explícito---. Sí, Lila, te voy a explicar: por
cada comentario que hacen de mi persona, aunque sea negativo, genera
la inquietud entre los estudiantes de saber quién es ese tal Joseph.
Cuando ya me identifican comprueban que lo malo que se dice de mí
son mentiras o, quizás, vuelven a preguntar a otro estudiante qué opina
de mí y puede darse el caso que quien les conteste sea una persona que
realmente me conoce, disipando así cualquier comentario desfavorable,

120
¿ves qué sencillo es? Publicidad gratis--- mi amiga sonrió y puso su
mano sobre mi hombro.
---Ay, Joseph, tú tienes una buena solución para todo. Está bien, confiaré
en ti.

Lo que me inquietó fue que los Radicales al no ver efectos de su


campaña negra sobre mí, comenzaron a atacar a mi equipo, no podía
permitir que los alteraran a tan poco tiempo de las elecciones. Cité a
junta un martes a las tres de la tarde.
---Les agradezco su puntual asistencia, compañeros. Como es bien
sabido, vamos a la cabeza en la contienda por la SAI, eso se debe a la
disciplina, trabajo en equipo y buena comunicación entre nosotros; pero
desafortunadamente, los Radicales quieren romper ese equilibrio que
nos ha mantenido un paso adelante--- los integrantes de la planilla
movían la cabeza en señal de estar de acuerdo. De seguro ya habían
sido afectados por los comentarios absurdos de los contrincantes---. Sólo
quiero pedirles una cosa: Disciplina, que no nos afecten las palabras sin
fundamento de otras personas, estamos en la última recta y vamos en
primer lugar hacia la meta--- alcé mi mano---. Como lo acordamos una
vez en este mismo lugar: lo que suceda afuera no va a determinar lo que
hagamos aquí dentro; mejor, lo que determinemos aquí adentro, como
equipo, es lo que sucederá afuera y creo que todos estamos aquí
planeando nuestra victoria--- golpeé la mesa frente a mí y proseguí---, y
eso amigos, es lo que sucederá afuera: la victoria de la Alianza Celeste.

Pude notar el cambio de ánimo en las caras de mis atentos oyentes, tal
vez debí concluir la reunión en ese momento; sin embargo, tuve un
fuerte deseo de compartir algo que aprendí mientras leía hasta la
madrugada, en esas noches de insomnio y dolor, donde mi único alivio
era leer o escribir lo que sentía por dentro.
---Antes de terminar y seguir con nuestra exitosa campaña, quiero
compartir con ustedes algo más. A lo mejor es muy fácil hablar de
disciplina, pero alcanzarla requiere de un constante esfuerzo que puede
durar incluso años. Permítanme mencionarles a Gandhi, el líder hindú
que con una revolución pacífica logró la independencia de su amado
país: La India. No fue nada fácil para él y no lo logró en un año o dos,
sino en muchos años de lucha sin armas, donde en lugar de asesinar a
los opresores, trató de llegar a la conciencia de su propio pueblo, de
quienes los sometían y del mundo entero, detonando así una bomba

121
ideológica que liberó a La India del imperio de Inglaterra. Disciplina, ese
fue el secreto de Gandhi junto a un profundo amor por su gente; él
pasaba semanas enteras ayunando por su causa, en uno de esos
ayunos casi perdía la vida, pero no la esperanza. Cuando la gente no
creía en él, su autodisciplina lo ayudó a no desesperarse y abandonar el
barco que había zarpado rumbo a la libertad de su pueblo; también, al
momento de ser agredido físicamente por sus enemigos, él no levantó un
sólo dedo en su contra, en cambio, les mandaba bendiciones y
declaraba públicamente el amor que sentía por ellos. Y esperaba que
Dios los iluminara para que pudieran ver los errores que cometían al
someter a un pueblo tan noble como La India.

En el instante que terminé el relato, Alfonso dijo sorprendido:


---¡Qué historia tan extraordinaria! Ya había escuchado el nombre de
Gandhi y que logró algo muy importante para la humanidad, pero nunca
imaginé que hubiera conseguido la independencia de un país entero sin
armas, sino con amor y disciplina.

Terminé la provechosa reunión con otro comentario.


---Agradezco su entusiasmo muchachos, cada día me convenzo más de
que son el mejor equipo que ha pisado las instalaciones del Tecnológico.
Antes de retirarnos quisiera decirles que si están interesados en conocer
más ejemplos de liderazgos excepcionales, lean la biografía de Martin
Luther King, un líder que ganó el premio Nobel de la Paz y dio su vida
por un sueño: una nación donde hombres y mujeres, sin importar raza,
religión o posición, tuvieran los mismos derechos civiles. Martin Luther
King soñó con un mundo sin discriminación.

Una semana antes del debate entre los presidentes de las tres planillas
registradas ante la SAI, salí a las nueve de la noche de mis clases de
ingeniería. Dejé mi auto fuera del estacionamiento porque llegué a las
siete de la tarde y a esa hora, por lo general, no hay lugares disponibles,
ni siquiera a las afueras del Tecnológico por la inmensidad de autos que
ocupan todos los espacios. Viéndome en esa situación, estacioné mi
camioneta a dos cuadras de distancia, fue el lugar más cercano que
pude encontrar. Rumbo a mi auto al término de la clase, me topé con

122
Héctor--- el presidente de los Radicales--- en una parte muy oscura por
la que tenía que atravesar forzosamente.
---Que tal, Joseph, ¿cómo estás? No deberías andar solo por lugares tan
ocultos, algo te podría pasar ahora que eres tan famoso--- de esa
manera me abordó.
Lo miré fijamente, parecía como si tratara de atemorizarme.
---¿Qué quieres, Héctor? Cuando intenté hablar contigo para llevar la
competencia en paz siempre te negaste, decías que me veías como
enemigo y si hablabas conmigo, traicionarías a tu equipo.

Héctor era uno de tantos fósiles del Tecnológico, contaba con más de 30
años de edad, 10 de los cuales los había invertido en sus estudios
universitarios que, a decir verdad, no tenían para cuando terminar.
También se caracterizaba por ser conflictivo con los maestros y renegar
de las políticas de la escuela. Más de una ocasión, lo vi haciendo
escándalos en las fiestas que organizaba la SAI, obviamente bajo los
efectos de mucho, pero mucho alcohol.
---Quiero proponerte un trato, Joseph. Espero, por tu bien, no lo
rechaces.

En eso, bajaron de una camioneta con vidrios polarizados frente a


nosotros, David, Beto y Manuel; los tres integrantes de la planilla los
Radicales y amigos de borrachera de Héctor.
---Te vengo a ordenar que declines en esta contienda por la SAI--- sus
palabras me causaron gracia y no pude evitar reírme, creo que eso lo
molestó bastante.
---¡Estás loco, Héctor! Sabes cuánto nos ha costado llegar hasta este
punto. La victoria es casi nuestra y si por algún motivo tuviera deseos de
abandonar la presidencia de la Alianza Celeste, no lo haría; porque el
fabuloso equipo que integramos, confía en mí y no los voy a defraudar, ni
a ellos y mucho menos a mí--- continué con una sonrisa como rezaga de
la fuerte carcajada provocada por el absurdo comentario de Héctor.
---Entonces no nos dejas opción, te vamos a dar una horrible paliza que
cuando recapacites y decidas declinar, la paramos; mientras, ¡trágate
esta bola de chingazos!

Héctor se abalanzó, lo pude esquivar y quise alejarme corriendo pero


David y Manuel se colocaron tras de mí al tiempo que discutía con su
líder. Me sujetaron fuertemente y Beto, aprovechó para plantarme un

123
fuerte golpe en el estómago que me sacó el aire. Mis opresores me
reincorporaron. Viendo de frente a Héctor, me confesó:
---Jamás había tenido tantas ganas de pegarle en la madre a alguien
como a ti, Joseph, te detesto de verdad--- me atestó un fuerte golpe en la
cara que reventó mis labios, dejando fluir la sangre sobre mi barbilla
hasta el cuello. Nuevamente me reincorporaron, escupí el exceso de
sangre para poder hablar.
---Eso que sientes, Héctor, esa ira descontrolada hacia mí tiene nombre:
se llama envidia. No me conoces, así que no puedes odiarme. Deja de
preocuparte por lo que hago y empieza a atender tus asuntos. Si sientes
que te estoy robando algo, el triunfo por la SAI, es porque estuve
dispuesto a pagar el precio que ello requiere. No me cayó del cielo, ni
por coincidencia los estudiantes creen en mí, todo eso tiene un
trasfondo, tiene un compromiso conmigo mismo, un compromiso de auto
superación constante. La vida es un juego que tú decides cómo jugarlo:
con las cartas que se te han dado y sacándoles el mayor provecho con
optimismo o virando hacia las cartas de los demás y deseándolas;
poniendo excusas que te va mal en la vida porque Dios no te dio las
cartas que hubieras querido para jugar el juego de la vida.

Terminé de decir esas palabras y Héctor volvió a golpearme con mucha


fuerza, creo que toqué fibras sensibles en lo más hondo de su ser. Con
la mirada hacia el piso y escupiendo sangre le dije:
---No tengas miedo de conocerte, Héctor. Ya basta de ocultarte tras esa
máscara de rebelde y holgazán. Busca tus talentos para beneficio tuyo y
de los que te rodean y, confía en mí, lo que sientes en este momento
desaparecerá; será reemplazado por una satisfacción indescriptible.

Beto me pateó con tal intensidad que caí al concreto de la banqueta, me


cubrí el rostro y sentí una lluvia de punta pies, me atemoricé tanto que no
supe qué hacer hasta que un pensamiento se impuso en mi mente:
“Julián, ¡te necesita, Joseph! No puedes permitir que te suceda algo
ahora que están tan cerca de vencer a la Leucemia en esta lucha que ha
durado tanto tiempo y sufrimiento”. Como si me hubiera inyectado fuerza
sobrenatural, tomé los pies de Héctor e hice que cayera, eso provocó un
hueco entre mis opresores por el cual escapé reincorporándome de un
salto. Corrí como nunca, como si la vida dependiera de ello; abrí la
puerta de mi camioneta, subí como rayo y en cuanto estuvo encendida
arranque derrapando las llantas traseras. Mi corazón latía a mil por

124
segundo, la playera azul que usaba con los logotipos de la planilla
estaba bañada en sangre. No podía llegar así a mi casa pero tampoco
debía demorarme mucho en tratar de curar mis heridas, por lo que tomé
una decisión: “iré a casa de Danira, me encuentro a tan sólo tres cuadras
de distancia”. Y así lo hice.

En menos de tres minutos estaba parado frente a la puerta de Danira,


toqué el timbre.
---¡Joseph! Dios mío, ¿qué te pasó?--- ella abrió la puerta vestida con
ropa para dormir. Su rostro me decía todo, estaba completamente
asustada al verme en ese estado.
---¿Puedo pasar?--- le supliqué---. Discúlpame que venga así a
molestarte a estas horas, pero necesitaba curarme y no se me ocurrió
otro lugar.

Inmediatamente tomó mi mano y jaló hacia adentro, con una seña indicó
que me sentará en el sofá de la sala mientras ella hurgaba en el botiquín.
A los pocos minutos regresó con gasas, yodo y unos desinflamatorios; se
sentó a mi lado. Humedeciendo una gasa en agua y yodo disuelto,
comenzó a limpiarme el rostro.
---Ahora sí, Joseph, cuéntame qué fue lo que pasó exactamente.
¿Trataron de asaltarte acaso?--- las tiernas manos de la mujer que
amaba adormecían mi piel, como por arte de magia, el dolor cesó y mi
atención se centró en contemplar su belleza; en realidad, habían pasado
muchos meses desde que no la tenía así, tan cerca, casi respirando su
mismo aire y, en ese instante, sintiendo el rose de su piel y el perfume de
su cabello.
---Preferiría no hablar de ello, Danira, pero te estás tomando tantas
molestias que no me parece justo dejarte intrigada. Te lo voy a decir con
una sola condición.
---¿Cuál, Joseph?--- preguntó alzando la ceja.
---No se lo comentes a nadie, por favor. No quiero que pase a mayores
ni crear una revuelta--- ella me miró de una forma que me recordaba
aquellos momentos en los que nos estábamos conociendo y en los que
creí que ella también sentía algo por mí.
---Te lo prometo, Joseph, no diré ni una sola palabra si ese es tu deseo.

125
Saqué de una pequeña caja dos desinflamatorios y me los tomé con el
agua del vaso que estaba en la mesa de la sala, retiré las gasas de mi
labio superior y empecé con el relato.
---Esto no debió haber sucedido, fueron Héctor y sus amigos, los
integrantes de la planilla los Radicales. Se tomaron muy en serio la
cuestión de la contienda, que debe ser un espacio de sana competencia
para los estudiantes, no una actividad para dividirnos y meternos en
problemas. Sucedió hace una media hora, cuando salí de clase e iba
hacia el auto. En una calle oscura me abordaron y amenazaron para que
declinara a la presidencia de la SAI. Obviamente me negué, por lo que
empezaron a golpearme tratando de hacerme cambiar de parecer.
Gracias a Dios, pude sacar fuerzas y zafarme de la lluvia de golpes, corrí
lo más rápido que pude y veme aquí, quitándote el tiempo curando mis
heridas. ¡Ah! ¡Qué cosas tiene la vida!

Danira movió la cabeza negativamente reprochando el acto de los


Radicales, ella mejor que nadie sabía cómo se estaba llevando a cabo el
proceso y que la Alianza Celeste estaba a un paso de obtener el triunfo.
---¿Pero si te vuelven a lastimar, Joseph? Esos tipos no tienen nada que
perder y tú has demostrado tener un futuro prometedor; tengo miedo que
te suceda algo verdaderamente malo--- en cuanto dijo eso se acercó y
me abrazó muy fuerte, colocó su rostro sobre mi hombro respirando
profundo. Mi reacción fue predecible, levanté con mis manos su cabello y
la abracé tan intensamente como si todo mi amor por ella fuera volcado
en ese abrazo. Acerqué mis labios a un centímetro de su oído y traté de
tranquilizarla.
---Danira, mi amor, lo más seguro es que estén tan asustados por lo que
hicieron que no se atreverán a repetir el incidente. Cuando me
sometieron, le hablé de frente y con la verdad a Héctor; sin temor, como
debe ser si se quiere lograr un cambio. Estoy convencido de que mis
palabras están dando vueltas en su cabeza en este preciso momento y
lo harán durante toda la noche; él y sus amigos no son malos, tan sólo
tienen un concepto diferente de lo que es la vida.

La bella Danira se apartó y me miró a los ojos, los suyos estaban


húmedos, a punto de derramar un río de lágrimas. Por mi parte, quedé
hipnotizado por la profundidad de sus ojos negros. Permanecimos así
por mucho, mucho tiempo; como si el tiempo se hubiera detenido tan
sólo para nosotros y el destino hacía justicia por tantas horas que nos

126
había tenido distantes uno del otro. Esa brevedad, no puedo describirla
con palabras, pero no importa, ese momento lo hicimos nuestro para
siempre.

Danira se reincorporó nuevamente en el abrazo que interrumpimos.


Intentando que no se le cortara la voz, me dijo tan suavemente:
---La decisión es tuya, Joseph, cuenta con mi amor y apoyo en todo
momento. Sólo te pido una cosa...--- el llanto ahogó sus palabras, la
pegué a mi pecho y sentí cómo mi corazón latía a la par con el suyo.
Tratando de calmarla, compartí con ella un último ideal.
---Y si regresan no tengo miedo, estoy convencido de que la intimidación
es uno de los males de nuestra sociedad. Como jóvenes, es nuestro
compromiso romper todos los paradigmas negativos y no repetirlos; si
creo en algo, lucharé por ello hasta el final.

La sangre dejó de fluir, mis heridas estaban completamente


desinfectadas. Danira mantenía su rostro sobre mi hombro y me percaté
que tanto llorar en silencio, la había dejado exhausta, dormida entre mis
brazos por no sé cuánto tiempo. Mientras tanto, yo mantenía los ojos
bien abiertos, fijos en el pedestal que sostenía una Biblia abierta que
trajo a mi mente la última vez que la había visitado, hacía ya varios
meses. Nos encontrábamos sentados en el comedor, junto a esa Biblia:
---¿No sé a qué te refieres, Joseph? Tú y yo somos buenos amigos---
Danira trataba de evadir mis preguntas directas sobre su
comportamiento tan extraño.

Algunas veces quería denotar que yo era uno más de sus tantos amigos,
pero en contadas ocasiones, abría su corazón y mostraba sus
verdaderos sentimientos que no eran muy diferentes a los míos; de
hecho, cualquiera diría que ella estaba tan enamorada de mí como yo de
ella.
---¡Ya basta de estar jugando, Danira!--- le reclamé--- Sabes muy bien a
qué me refiero. Siempre ha sido lo mismo desde que nos conocimos, ¿a
qué le temes tanto? Ya te lo dije y lo vuelvo a repetir: ¡Te amo!--- ella se
sintió más incómoda que de costumbre, me daba mucha pena ser tan
contundente pero la angustia de no saber lo que ocurría realmente
estaba matándome.

127
En otras circunstancias, jamás me hubiera atrevido a poner las cartas
sobre la mesa; gracias a mi nueva forma de tomar la vida, era mayor mi
temor a perderla por mis inseguridades que de una buena vez si no me
amaba realmente. Entendería que su comportamiento fue un simple
juego adolescente.
---Discúlpame por esta situación, el que te ame no me da derecho a
exigirte absolutamente nada, menos a que me ames también por mucho
que me duelan tus rechazos inesperados--- al decir eso, me levanté de
mi asiento---. Lo que me tiene aquí, parado frente a ti, es lo que siento
que tú sientes por mí cuando quitas esas ataduras y máscaras que
insistes en mostrarme. Es como si fuera el cuento de Cenicienta. Eres mi
princesa una noche, pero después de determinada hora, te conviertes en
alguien que estoy seguro no eres tú; y me castiga con su indiferencia.
¿Por qué, Danira? ¿Por qué?--- froté mi cabeza en señal de
desesperación.

Ella estaba acorralada, fui demasiado directo, así tenía que ser. Mi
corazón estaba a punto de explotar por tanta incertidumbre.
Permanecimos callados, hasta que Danira rompió el silencio.
---Joseph, no sé de qué me hablas. Bueno, confieso que sí me he
sentido atraída hacia ti en varias ocasiones, pero hasta ahí. Acabo de
terminar con mi novio...
---Sí, ya lo sé, hace dos meses--- la interrumpí muy groseramente.
---Te repito, Joseph, acabo de terminar con mi novio y fue algo muy
doloroso. Creí que nunca lo dejaría por la manera en que se fue dando la
relación. Derramé muchas lágrimas, no imaginas cuánto he sufrido y
seguiré sufriendo por el resto de mi vida--- cuando escuché eso último,
agachó la mirada y noté que una profunda pena la invadía.
---¿Por el resto de tu vida?--- le pregunté dolido---. Eso significa que
sigues enamorada de él. Entonces, ¿por qué terminaste la relación?---
Ella hubiera preferido no contestar, pero ambos sabíamos que
estábamos en el momento que nos definiría.
---¡Porque no lo amo! Desde hace tres años, nuestra relación duró cinco,
pero... No, no lo entenderías.
---Para eso estoy aquí, para tratar de entender--- se secó una lágrima y
dirigió sus pasos hacia la puerta, abriéndola.
---Perdona que te pida que te vayas, Joseph. No resisto más, lo que
pasa entre nosotros no lo puedo explicar. Seremos simplemente amigos
o nos dejamos de ver para siempre, la decisión es tuya. Aquí estaré

128
cuando quieras un abrazo, una palmada en la espalda o una sincera
oyente de tus penas; pero hasta ahí, espero quede claro.

A decir verdad, quedé peor que como llegué. Fui hacia la puerta y me
despedí de ella con un beso en la mejilla, diciéndole:
---¡Cuídate mucho… Mi princesa!--- salí de su casa, encendí el auto y
arranqué con la intención de nunca, ¡nunca regresar!

El lunes iniciaba la semana en la que nos enfrentaríamos los tres


presidentes de planillas ante más de mil estudiantes del Tecnológico y
no solamente de las carreras de ingeniería, sino de todas, debido al
enorme impacto de la contienda.

Durante el fin de semana, me dediqué a curar las heridas provocadas en


mi inesperado incidente con Héctor. Probé de todo, desde medicina de
patente hasta remedios de la abuelita. La inflamación se había ido y
como las heridas fueron en el interior de la boca, en su mayoría al haber
chocado los labios con mis dientes, casi no se notaban, a menos que
alguien me observara de cerca. Lila fue la primera en percatarse.
---¿Qué te pasó, Joseph? ¿Te peleaste o algo parecido? No dudo que te
hayan golpeado los Radicales, ¿o me equivoco?--- Lila tenía razón, pero
por ningún motivo le diría la verdad. Lo que menos quería era alterar el
equilibrio del equipo con algo que, a mi criterio, no tenía importancia.

En lugar de llenarme de rencor hacia Héctor, tomé el acontecimiento


como una prueba de la vida: ¿Cómo podía hablar del gran líder hindú,
Gandhi, si no ponía en práctica sus enseñanzas cuando se me
presentaba la oportunidad? Con mucha pena tuve que mentirle a mi
inteligente amiga.
---¿De dónde sacas tantas fantasías, Lila? Hubiera sido genial para
nuestra popularidad sacar unos volantes que dijeran: “Presidente de la
Alianza Celeste agredido por los Radicales, quieren su renuncia”--- ella
me miró asegurando que no estaba tan perdida, que mi aspecto se debía
a algo relacionado con la contienda; hice caso omiso de su actitud y le di
otra versión para que olvidara a los Radicales.
---El sábado fui a jugar béisbol con mis primos, esos de los que te he
hablado y que son bien inquietos. Uno de ellos, Martín, tiró una bola

129
rápida y me agarró descuidado, estaba de espaldas imagínate. Gritó:
¡cuidado Joseph! Ingenuamente volteé y la bola de béisbol golpeó justo
en mi boca y el resto es historia. De buena suerte que no se me cayó
ningún diente.

Lila, un poco más tranquila, me dio una palmadita en la espalda.


---Está bien, te voy a creer; pero cuídate mucho, el debate es este
viernes y estoy segura que dejarás sin argumentos a los otros dos
presidentes. Además que te he escuchado decir que tienes una sorpresa
preparada. Muero de ganas por saber qué es, creo que será el evento
más grande donde voluntariamente asistirán los alumnos del
Tecnológico. Hasta se habla de que muchos quedarán fuera del teatro,
no habrá suficientes lugares para recibir a tantos jóvenes--- sonreí y
despedí a mi entusiasmada amiga con un último comentario:
---Ya no me digas esas cosas, puedo atemorizarme ante tanta gente que
espera un acalorado debate--- nos dimos un abrazo refrendándonos
como amigos y compañeros de lucha. Después, cada uno se dirigió a
sus respectivas clases.

El viernes siete de mayo era el cumpleaños de Julián, cumpliría apenas


siete añitos y ya había demostrado más valor y fe que cualquiera con
diez veces su edad; también era el día del debate, el cual se realizaría a
las doce del mediodía. Le había prometido a Julián llevarlo a comer y
después al parque de la ciudad. De modo que fui por él al hospital a las
diez de la mañana. Teresa se encargó de recibirme con un fuerte abrazo.
---Joseph, ¡qué gusto me da verte y estés aquí con mi hijo el día de su
cumpleaños! Se va a poner muy contento--- no había podido ir a verlo en
varios días, pero nunca lo descuidé, siempre mantuve contacto telefónico
con Teresa cuando menos dos veces por semana, preguntando los
avances en la salud del pequeño Julián. Fui recíproco en el recibimiento.
---El gusto de estar aquí es para mí, tenía muchas ganas de ver a su
valiente bebé. Hoy en su cumpleaños nos la vamos a pasar genial, lo voy
a llevar a muchas partes, pero antes quiero que me acompañe al teatro
de la ciudad y quisiera que tú también vinieras Teresa, por favor--- mi
petición sorprendió a la tenaz madre, no se imaginaba el motivo por el
cual deseaba que estuvieran conmigo en un asunto personal; sin
embargo, confió y aceptó gustosa.
---Claro que sí, Joseph, estaremos apoyándote en lo que sea que hagas
allí y vámonos de una vez, no querrás llegar tarde ¿verdad?

130
Entré a la dichosa habitación 232 y vi a Julián jugando con un carrito de
plástico. Lucía muy bien, vestía un overol de mezclilla que hacía juego
con un sombrerito redondo que ocultaba su cabecita calva. En cuanto
me vio, corrió hacia mí gritando.
---¡Joseph, viva!, éste sí va a ser un buen cumpleaños. Gracias, Diosito,
por prestarme este día a mi amigo--- se abrazó de mis piernas y lo alcé
en brazos; le hice cariños en su peculiar nariz chata y pregunté:
---¿Quieres verme hablar frente a mil jóvenes en el teatro de la ciudad?--
inmediatamente respondió.
---Sí, quiero aprender de ti, porque cuando sea grande voy a llevar mi
mensaje a muchos, muchos niños con Leucemia y a sus padres; y tengo
que saber hablar ante miles y miles de personas--- su entusiasmo me
conmovió.

Nos dirigimos al teatro, los estudiantes ya habían comenzado a llegar.


Para las once y media de la mañana todos los asientos estaban
ocupados, incluso bastantes prefirieron sentarse en los pasillos que
abandonar el lugar. Mientras tanto, las tres planillas: Idem, los Radicales
y la Alianza Celeste, estábamos tras el escenario acordando con la SAI
la manera en la que se llevaría a cabo el debate entre presidentes. Me
adelanté y dije al presidente saliente de la SAI:
---Quiero hablar al final, es muy importante que así sea--- lo puso a
consideración con Héctor y Alex, ambos estuvieron de acuerdo, lo que
deseaban era que el evento terminara lo más pronto posible y, sobre
todo, su turno de exponer las propuestas. A pesar de que los dos eran
fluidos al hablar, ver a tanta gente reunida les hizo sentir el nerviosismo
en todo su cuerpo; fácilmente pude percatarme de ello, cuando los
saludé parecía que hubiera agarrado una esponja mojada, sus manos
sudaban involuntariamente y su respiración estaba un poco más agitada
de lo normal.

El debate inició puntualmente a las doce, Teresa y Julián estaban


sentados en primera fila, muy atentos a lo que sucedía. El presidente de
la SAI se encargó de abrir el evento.
---La Sociedad de Alumnos de Ingeniería les da una muy cordial
bienvenida a todos los asistentes...

131
Al momento que el presidente hablaba, Héctor estaba sentado junto a
mí, muy incómodo para mi ver; creo que sentía remordimientos por lo
ocurrido una semana antes, quiso aligerar las cosas diciéndome:
---Lamento mucho lo que pasó, Joseph, tenías razón, estaba viviendo
tras la máscara de mis miedos. Gracias a tus palabras, creo que
encontraré mi camino como al parecer tú has encontrado el tuyo. Te
deseo lo mejor y si alguna vez necesitas de mí, cuenta conmigo---
coloqué mi mano sobre su hombro en señal de que aquel suceso estaba
olvidado y que agradecía su sinceridad y disposición para iniciar una
amistad con mi persona.

Cuando el presidente de la SAI terminó el discurso de bienvenida, el


reflector apuntó hacia nosotros: los tres presidentes de planilla. Fuimos
presentados y hubo un fuerte aplauso acompañado de una porra.
---Se ve, se siente, la Alianza Celeste está presente. ¡Bravo, Joseph!

Idem y los Radicales también tuvieron sus respectivas porras, pero yo


me concentré en mi equipo que me transmitía su vitalidad, confianza y
energía. Inició la exposición de propuestas, contábamos con diez
minutos cada uno. El primero fue Alex, quien inclinó su mensaje hacia
reforzar los eventos sociales como la única forma de hacer más divertida
la estancia en el Tecnológico. Terminó de hablar con cinco minutos de
sobra, regresó a su lugar y un buen aplauso se escuchó. Le siguió
Héctor, su exposición nos sorprendió a todos.
---Antes que nada pido disculpas a mi equipo porque no hablaré sobre el
plan inicial que habíamos acordado: protestar ante las políticas del
Tecnológico para que sean menos severas y pudiéramos holgazanear
más--- las risas del auditorio no se hicieron esperar---. Sí, admito que es
tentador obtener nuestro título universitario con menos esfuerzo, pero
creo que hay algo un poco más alentador: Plantar la semilla de auto
superación en todos los estudiantes de nuestro querido Tecnológico,
estudiantes que ascienden a más de 12 mil jóvenes. Gracias a la ayuda
de un nuevo amigo--- Héctor viró hacia mí y luego se reincorporó en su
discurso---, he aprendido que nuestro principal rival no es aquel que está
frente a nosotros, sino nosotros mismos. Nosotros nos limitamos, nos
etiquetamos, nos apartamos de los triunfadores porque no soportamos
estar cerca de alguien excepcional; nos da envidia el triunfo ajeno y
ponemos excusas a todo lo malo que nos pasa en lugar de hacernos
responsables por la manera en que llevamos nuestra vida. También he

132
aprendido que somos lo que decidimos ser: triunfadores o excusadores.
Yo era un excusador puesto que a todo le ponía una excusa, pero desde
hace una semana he decidido empezar el camino para ser triunfador y le
doy las gracias al joven triunfador que me habló sin temor, invitándome a
tomar esta decisión. Estoy seguro que el camino no será fácil y tendré
que hacer un gran esfuerzo, he desperdiciado muchos años de mi
juventud en tonterías; pero eso no importa ahora, porque ya inicié el
camino.

Un silencio invadió la sala del teatro, en verdad Dios tenía reservadas


sorpresas para ese encuentro de mil doscientos jóvenes. Luego que
Héctor se reintegrase a su discurso, lo cerró con algo que nos dejó fríos.
---Y mi primer acto de triunfador será declinar ante la Alianza Celeste y
su presidente, Joseph, porque reconozco que su propuesta es mejor que
la mía y ya llegará mi turno para influir en los demás cuando esté listo---
nos quedamos con la boca abierta, Héctor concluyó---. Mil gracias por su
atención.

En el instante que le dio la espalda al auditorio para regresar a su


asiento, empezó a escucharse en aumento:
---¡Héctor, Héctor, Héctor!--- aplausos y chiflidos de aliento fueron para
mi ahora nuevo aliado en esta contienda que estaba a punto de concluir.
Como lo habíamos acordado en un principio, yo hablaría hasta el final.
Mi turno llegó así que me puse de pie y tomé el micrófono con tal vigor
como si fuera mi espada de guerrero. La vista era hermosa, una multitud
de rostros jóvenes esperando escucharme. Si la vida se mide no por
años, sino por momentos intensos, seguramente ese era uno de los
momentos que quedarían grabados en el libro de mi vida; una vez que
disfruté la bella sensación, empecé con mi discurso:
---Agradezco a todos y cada uno de los jóvenes que están aquí
presentes esperando las propuestas de la Alianza Celeste y su apoyo
desde el inicio de la contienda; pero hoy, siete de mayo, es un día de
cambios y sorpresas. Creo que todos los que estamos aquí conocemos
el mensaje de la Alianza Celeste y al ver a tantos jóvenes reunidos,
jamás me perdonaría dejar pasar la oportunidad de compartirles un
conocimiento muy importante que les podrá ser útil para toda su vida; y,
por qué no, podría cambiarla positivamente como lo hizo con la mía. Les
hablaré sobre las “Cinco D del éxito”, para lo que le pido a Julián, el
pequeño más valiente que he conocido, suba aquí al escenario.

133
Los ojos de Teresa se abrieron como si hubiera visto a un fantasma, por
mi parte me puse en cuclillas y le extendí mi mano a Julián para ayudarle
a subir por el frente del escenario, en lugar de hacerlo por las escaleras.
El pequeño, aunque estaba un poco confundido, confiaba tanto en mí
que no se demoró en atender el llamado y con un salto, alcanzó mi mano
extendida y subió al escenario. Al estar parado frente a tanta gente, el
niño valiente se sintió algo intimidado por lo que se abrazó de mi pierna
izquierda. La escena era más que conmovedora, todos los asistentes
hicieron ese peculiar sonido que acompaña a la ternura. Una vez que
Julián se sintió más en confianza, continué con mi discurso.
---Él es Julián, un niño que hoy cumple siete años y, desde antes de los
seis, está enfermo de Leucemia. Es la bendición más grande que Dios
me ha enviado hasta el momento. Gracias a él, me he encontrado a mí
mismo, a Dios y a la gente con la que comparto la vida. No sé si fue
coincidencia que nos encontráramos o estaba escrito en el destino, el
hecho es que sucedió y nos unimos en una Alianza por su Vida. Juré
convertirme en su donador de sangre y plaquetas para que pudiera
resistir los duros tratamientos y que nunca le iba a fallar. Él--- le froté la
cabeza suavemente con mi mano---, prometió nunca rendirse y luchar
hasta el final para verse curado. Los doctores le daban unos meses
cuando lo conocí. Ahora, a casi un año de habernos encontrado,
estamos a punto de ganarle la batalla a la Leucemia; pero para eso han
sido necesarias las “Cinco D del éxito” que voy a compartirles,
esperando que les sean tan útiles en su vida como lo han sido en la
nuestra.

La primera D es el DESEO. Si quieren lograr algo primero tienen que


desearlo con tal intensidad que en cada gota de su sangre se encuentre
ese deseo. Así me ocurrió, sentí tanto amor en mi corazón que deseé
fuera vertido en alguien que lo necesitara y apareció Julián; por lo que al
verlo, un niño tan pequeño, casi un bebé experimentando tanto
sufrimiento, deseé con todo mi corazón ayudarlo en lo que fuera posible,
con mi sangre y vida si hubiese sido necesario. Una vez que deseé la
salud de Julián, salté a la siguiente D.

La segunda D es la DECISIÓN. De nada sirve desear algo si no


tomamos la valiente decisión de luchar por ello. Al verme en esta D, tuve
que decidirme a ayudar a Julián sin importar las críticas de mi familia y

134
amigos, descuidar clases u horas de diversión; en otras palabras, me
decidí a hacer lo necesario para contribuir a salvar la vida de Julián.

Cuando hemos deseado y decidido algo, el camino apenas empieza. La


tercera D es la DISCIPLINA. Es una de las más importantes porque sin
disciplina, lo más seguro es que nos quedemos a menos de la mitad del
camino una vez que nos enfrentemos a la realidad de la decisión que
hemos tomado. ¿Cuántas personas existen en el mundo con buenas
intenciones que emprenden un camino? Muchísimas diría yo, las que
son muy pocas son aquellas que llegan a la meta, al final; y créanme,
estoy convencido de que lo lograron apoyándose en la disciplina. No fui
la excepción, para ayudar a Julián tuve que disciplinarme, adquirí el
hábito del ejercicio moderado y una buena alimentación para estar
siempre sano, dejé de tomar y fumar, me cuidaba de no cometer algo
que me excluyera de los exámenes de sangre para poder ser donador;
porque este pequeño necesitaba las plaquetas y sangre de mejor
calidad. Gracias a la disciplina, lo conseguí. Y al estar sano físicamente,
quise estarlo también mentalmente, por lo que comencé a leer las obras
de los grandes hombres y mujeres que han hecho este mundo un lugar
mejor para vivir.

La cuarta D es el DESCANSO. Nada que valga la pena es fácil de


obtener, así que tenemos que darnos tiempo de recargar las baterías y
los ánimos después de una dura batalla. Cuando Julián se veía muy
enfermo la angustia nos abordaba, pero una vez que salíamos adelante,
nos dedicábamos a descansar y divertirnos. Por mi parte llevaba a Julián
al cine, al parque o simplemente jugábamos en su habitación del
hospital, llenándonos de risas a más no poder. Los doctores notaron una
mejoría sorprendente en el pequeño gracias a algo tan sencillo: el
descanso y la diversión acompañada de risas. Si nos hemos fijado una
meta, no significa que tenemos que luchar imparablemente hasta
alcanzarla. Antes que nada somos seres humanos y nuestro cuerpo,
mente y espíritu necesitan descansar. Esa es la belleza del proceso: tú le
das a tu ser lo que necesita para estar bien y tu ser te recompensará con
el tesoro más preciado: alcanzar tus sueños.

Aunque Julián ha denotado una mejoría milagrosa, aún no está curado


completamente; pero estoy seguro que en menos de lo que imaginan los
doctores, él será un niño completamente sano. Es en esta Fe donde

135
entra la maravillosa y quinta D del éxito: DIOS. Una vez que hemos
hecho todo lo que está a nuestro alcance como seres humanos y
demostrado que lucharemos hasta el final por alcanzar ese anhelo tan
profundo que nos ha permitido escalar por las primeras cuatro D, es en
ese momento donde entra la poderosa mano de Dios que todo lo puede.
Tan sólo necesitamos tener Fe y paciencia, porque lo imposible, Él lo
vuelve posible; pero sólo en este místico orden: primero trabajamos
nosotros y luego Él nos da la recompensa. Julián no está curado
completamente, como ya lo dije. Pero lo estará, de eso estoy seguro.

Quedé en silencio por unos segundos tratando de recobrar el aliento, en


eso, el aplauso más emotivo y fuerte que había escuchado en toda mi
vida se hizo presente en el teatro. La meta estaba cumplida, más que
ganar la SAI, el mensaje de Julián estaba en el corazón de mil
doscientos jóvenes; y ellos, se encargarían de aumentar la cifra. Cuando
el silencio volvió al interior del teatro, bajé el micrófono a la altura de la
boca de Julián y le dije al oído:
---Vamos, están esperando tus palabras, ahorita son sólo mil, pero
después podrán ser cien mil. Anda, no tengas miedo, estoy contigo--- el
pequeño tomó el micrófono con ambas manos y dijo muy nervioso:
---Gracias amigos de Joseph por preocuparse por mí, hoy que es mi
cumpleaños quisiera pedir una única cosa: recen por mí para que me
cure, como mi mami y Joseph lo hacen todos los días; y sea un niño
sano. No tengo miedo de ir al lado de Diosito pero creo que hay muchos
niños que necesitan el amor que a mí me han dado y por eso, quiero
curarme; para darles todo el amor que yo he sentido. Por mis venas
corre la sangre de Joseph--- alzó su pequeño bracito---, él me ha dado
su amor a través de su sangre, porque mi gran amigo Joseph tiene
mucho, pero mucho... Amor en las venas.

Los estudiantes también aplaudieron efusivamente a Julián, Teresa no


cabía en lágrimas de emoción. Tomé nuevamente el micrófono y
agradecí a los asistentes que continuaban en una porra que no tenía
para cuando terminar. Dispuesto a retirarme del escenario, vi a alguien
en medio de la multitud con lágrimas en los ojos; nos conectamos en una
intensa mirada, mi corazón palpitó como nunca y pude leer en sus labios
lo que gritaba:
---¡¡¡Te Amo!!!--- pero no se escuchaba por el tremendo alboroto. Era
Danira.

136
Un mar de jóvenes salió del teatro, unos riendo, otros pensativos y unas
cuantas secándose las lágrimas que de seguro les provocó el haber
escuchado a Julián. Por mi parte, fui con Teresa quien me dio un fuerte
abrazo.
---¡Felicidades, Joseph! Eres un chico muy especial y te agradezco que
además de todo lo que le has dado a mi hijo, también le regales este
maravilloso ejemplo. Dios te bendiga siempre--- como de costumbre, le
agradecí e hice notar que era un gusto para mí convivir con su bebé.
Les pedí que aguardaran en la entrada del teatro para continuar con el
plan de celebración por el cumpleaños de Julián.
---Los veo en un minuto, antes de irme tengo que buscar a alguien.

Como un loco empecé a buscar a Danira, gritaba por todo el teatro y le


preguntaba por ella a los jóvenes que, según yo, la conocían. Nadie la
había visto en el evento, así que continué buscándola, estuve a punto de
desanimarme cuando Lila me tomó del brazo y entregó una carta en la
mano.
---Toma, Joseph, es de Danira, dice que simplemente leas la carta, no la
busques por favor--- ese tipo de situaciones me partía el alma, ¿por qué
no podía estar con la mujer que amo si ella me amaba también?
Me senté en una butaca, el teatro estaba vacío, como mi corazón en ese
momento. Alcé la mirada y supliqué:
---Dios mío, por favor, por piedad, dame paciencia para descifrar este
misterio, me duele tanto que no quiero renunciar hasta no saber la
verdad--- sequé una lágrima que se me escapó, respiré profundamente y
abrí la carta, pude percibir el perfume que seguramente dejaron las
manos de Danira al escribirla; la carta decía:

Joseph:
A tu lado he aprendido que los sueños se vuelven realidad, que son
alcanzables aunque el camino parezca muy duro, como sólo tú pudiste
haberlo hecho notar: primero hacemos todo lo posible como seres
humanos y luego Dios hará el resto... Hermosas palabras, ¿verdad? Me
dan una esperanza que no te imaginas cuánto necesitaba. Ahora confío
en Dios más que nunca gracias a ti: Joseph, mi gran amor.
Danira.

137
No lo podía creer, mi amor Danira confesaba lo que siempre aseguré:
que estaba completamente enamorada de mí. Sentía tanta felicidad que
quería abrazarla y jamás soltarla, llenarla de besos y decirle mil y un
veces: “Te amo”. Sin querer, me di cuenta que algo estaba escrito al
reverso de la hoja de papel que me había hecho tan feliz. Volteé la hoja y
dispuse a leer las misteriosas líneas, también escritas con la letra de
Danira:

Joseph:
Quizás no me entiendas, pero que te ame no significa que podamos
estar juntos, hay una parte de mí que no conoces y no puedo cambiar
por el momento; sin embargo, como ya te lo dije, gracias a ti he
recuperado las esperanzas. Voy a luchar hasta el final y, si Dios así lo
quiere, luego estaremos juntos; pero por el momento no, es imposible.
Te lo pido de favor, Joseph, no me busques más, no trates que lo
nuestro vaya más allá de una bonita amistad; no lo soportaría. Confía en
mí y ten Fe, lo único que quisiera en este momento es estar junto a ti,
pero no puedo, así es la vida, ya lo comprendí. Sigue adelante, Joseph,
muéstrale al mundo que tan alto puedes llegar, porque tienes alas.
Danira.

Uno de los momentos más grandes de mi vida se acababa de convertir


en el más doloroso y confuso. Danira había puesto las cartas en claro y
yo no era nadie para forzarla a hacer algo que no deseaba. La decisión
estaba tomada: trataría de olvidarla.

Hice un esfuerzo sobrehumano para intentar disimular el incidente en el


teatro, Julián se merecía un cumpleaños excepcional y no lo arruinaría
con mis penas de amor. Lo llevé a comer y luego al parque, se divirtió
como nunca e hizo nuevos amigos. Por un instante olvidé la terrible
enfermedad que llevaba dentro al verlo jugar con los otros niños; creo
que Teresa pensó lo mismo porque ninguno de los dos dijo nada al verlo
corretear, fui yo quien rompió el silencio:
---Falta poco para que estos momentos sean ordinarios, habituales en la
vida de Julián--- ella entendió mi mensaje, se limitó a asentir con la
cabeza y regresó la mirada hacia su feliz hijo.

138
El lunes próximo se llevaron a cabo las votaciones, estaba prohibido
hacer proselitismo ese día, pero eso no impidió que estuviésemos 100 %
pendientes de que el proceso se llevara limpiamente. Aunque algunos de
los integrantes de la Alianza Celeste se sentían muy confiados, siempre
les remarqué la importancia de estar preparados para todo y conservar la
humildad. Festejar y alegrarnos en caso de obtener el triunfo, mas nunca
perder la humildad. Las votaciones se cerraron a las cinco de la tarde, el
presidente de la SAI saliente, Alex y yo, nos dirigimos con las urnas
llenas a la oficina del coordinador de la carrera de ingeniería, él daría
legalidad y el triunfo a la planilla que obtuviese el mayor número de votos
efectivos. Abrimos la primera urna y empezamos el conteo, todos los
integrantes de las planillas estaban afuera nerviosos, esperando el
resultado. En un inicio, por cada voto para la Alianza Celeste, había un
voto para Idem y uno que otro para los Radicales que, como lo hizo
saber Héctor en el debate, habían declinado. Fue cuando abrimos la
segunda urna el momento en que la felicidad comenzó a invadirme, por
cada voto para Idem, había cuatro para la Alianza Celeste y así se
mantuvo en la tercera, cuarta y quinta urna. La victoria era nuestra, la
Alianza Celeste había logrado el objetivo a pesar de las dificultades. El
coordinador de ingeniería exclamó:
---Está más que claro, la planilla azul ganó. Y tú, Joseph, eres el nuevo
presidente de la Sociedad de Alumnos de Ingeniería. ¡Felicidades!--- me
dio un fuerte abrazo---. Y felicidades para ti también Alex, excelente
contienda, muy acalorada, creo que el Tecnológico jamás había
experimentado tanta pasión en este tipo de competencias. Sigan
adelante muchachos.

La sonrisa en mi rostro no se hizo esperar. Firmadas las actas


correspondientes que daban fe que la Alianza Celeste era la nueva SAI,
salí de la oficina y corrí hacia mi equipo gritando.
---¡Ganamos, ganamos amigos, lo logramos, muchas felicidades!

Todos nos sumergimos en un fuerte abrazo y la felicidad se desbordaba


entre nosotros. Cuando el éxtasis se calmó un poco, tranquilicé a los
muchachos y les pedí que guardaran silencio para decir unas palabras a
los de la planilla roja.
---Integrantes de la planilla Idem, amigos de Alex, esto terminó y ha
llegado el momento de unirnos en beneficio del estudiantado. Felicidades
por la dura batalla que dieron y las puertas de la nueva SAI están

139
abiertas para todos aquellos que quieran hacer equipo con nosotros---
terminé de hablar y aplaudimos en señal de estar unidos como jóvenes.
Lila fue quien concluyó tan emotivo momento.
---¿Y qué estamos esperando? ¡Vamos a celebrar!

Fue la mejor SAI desde su fundación, el equipo iniciado por una simple
planilla de nombre Alianza Celeste creció y logró su principal objetivo:
unir al estudiantado del Tecnológico. El trabajo era duro pero
reconfortante, más cuando los mismos estudiantes se nos acercaban y
decían:
---Excelente trabajo, sigan así, estamos convencidos de que no nos
equivocamos al votar por ustedes.

Como se había mencionado desde la contienda, se pretendería unir a las


otras dos planillas participantes, por lo que Alex y Héctor nos apoyaban
cuando les era posible. El Tecnológico no fue el mismo después de la
dura y significativa lucha por la SAI. El secreto para mantener el
liderazgo y unidad en el equipo fue muy sencillo: Humildad,
Reconocimiento y Repartición Equitativa de los Créditos. Aunque yo era
el presidente, en toda ocasión hacía mención de los integrantes de la
SAI y pedía que las palmas fueran para ellos porque se las merecían; y
si alguien denotaba un talento especial, gracias a Dios tenía la humildad
suficiente para reconocerlo y tratar de seguir aprendiendo, en lugar de
reprimirlo con la única mediocre intención de evitar que brillara más que
yo. Ese es el problema de muchísimos liderazgos y es una verdadera
pena que se dé entre líderes juveniles. Se cree que reprimiendo al
talentoso, al brillante, al inquieto, se conservará el control; pero los
nuevos tiempos nos dicen que no es así, lo único que se consigue es
fragmentar al equipo. Sería mejor que, en lugar de reprimir,
estimuláramos esos talentos; y si se quiere conservar el liderazgo, pues
la receta es muy simple: hay que seguir superándose. ¿Qué caso tiene
ser el líder de personas frustradas y reprimidas? Es mejor tener el orgullo
de guiar a los triunfadores que te van pisando los talones en la carrera
por la auto superación. Sólo de esta manera te mantienes dinámico, vivo
y en constante evolución.

Líder juvenil, no tengas miedo de ser superado, no, que eso te estimule a
ser mejor cada día. Cuando te hayas estancado y creas que has llegado
a tu más alto límite, entonces sí asústate, ¡atérrate! Porque el ser

140
humano no tiene límites y si tú te has limitado a ti mismo, tendrás que
regresar a tomar asiento junto a la multitud, a ser un espectador más y
no un valiente protagonista de la vida.

Julián no volvió a ocupar mis plaquetas, él producía las suyas


normalmente, le volvió a crecer el cabello y su tono moreno de piel era el
de costumbre; era el de un niño sano. Teresa se sentía muy feliz porque
su hijo ya no tuvo recaídas, por lo que pasado el verano los doctores
decidieron hacer un último estudio a Julián para comprobar si había o no
células anormales en su sangre.

Una noche antes de que entregaran los resultados de Julián, fui por él al
hospital y lo llevé a la iglesia para pedirle al Señor que erradicara de una
buena vez su terrible enfermedad. El pequeño se veía sano, sin ningún
indicio del cáncer que por tanto tiempo lo atacó. Entramos por la puerta
principal de la iglesia, nos sentamos frente a un enorme Cristo
crucificado y ensangrentado por sus heridas. En cuanto nos
acomodamos frente a Él, Julián preguntó:
---¿Ese señor es Diosito, Joseph? Se ve que está sufriendo mucho,
como cuando yo estaba muy enfermo antes de conocerte--- con sus
palabras mis ojos se humedecieron. Los tallé y contesté a mi valiente
ángel.
---No Julián, él es sólo una imagen del hijo de Dios que fue enviado hace
muchos años para salvarnos. Con esta representación tratamos de
nunca olvidar que Jesús, el hijo de Dios, dio su vida como muestra del
enorme amor que su Padre y Él sienten por nosotros--- Julián se interesó
aún más con mi relato.
---Entonces, ¿dónde está Dios, Joseph?--- puse mi mano derecha
extendida completamente en su diminuto, pero fuerte pecho.
---Está aquí, Julián, dentro de ti, en lo más profundo y bello de tu ser. Por
esa razón, cuando lo llamaste, Él te escuchó; a diferencia como sucede
con muchos de nosotros, que Él nos llama pero no lo escuchamos. Dios
está dentro de ti, Julián, tú eres su templo más sagrado y maravilloso
porque, déjame decirte, Él te hizo con sus propias manos con todo el
amor que te puedas imaginar.

Julián se sorprendió con todo lo que le decía, pero aún le quedaba una
duda.

141
---¿Y a qué hemos venido aquí, Joseph?--- bajé la mirada y cerrando los
ojos contesté su pregunta.
---Para pedirle a Dios, desde tu interior, del mío y del de todas las
personas que han pisado las iglesias del mundo entero, ¡qué te sane,
Julián! Porque solamente Dios puede hacer ese milagro.

Unas lágrimas se me escaparon y cayeron directamente hasta el suelo


de la iglesia, mi tierno amigo no preguntó más y empezó a imitar mi
postura de oración. Permanecimos ahí más de una hora, el pequeño
Julián no se incomodó, sino todo lo contrario, se veía tranquilo, en paz
con Dios y consigo mismo. Terminé de orar y lo tomé en los brazos, puse
su rostro frente al del enorme Cristo y grité en mi mente con todo mi
corazón: “¡Hágase tu voluntad en Julián, mi Señor!”

Al día siguiente recibimos los resultados en la habitación 232. Nos


encontrábamos Teresa, Julián, el Padre Mundo y yo por supuesto. El
doctor entró con ellos en un sobre cerrado. Confesó que tampoco se
atrevía a verlos solo. La batalla por la vida que presenció por más de un
año era el mejor regalo que podía compartir con sus hijos al contarles la
historia de Julián, la cual era una historia de amor y valor combinados
por una sola causa: salvar la vida de un pequeño.
---No me atreví a ver los resultados, consideré mejor hacerlo en
compañía de todos ustedes, con la esperanza de que sucediera el
milagro que estamos esperando.

El Padre Mundo nos pidió que nos tomáramos de las manos y oráramos
por el milagro para Julián.
---Este es el momento en el que el Señor tiene puestos los ojos fijamente
en este pequeño valiente que no desistió en su batalla por la vida, sólo
nos queda aguardar su decisión y esperamos que sea la que reina en el
corazón de todos nosotros--- el Padre agachó la mirada y comenzó a
orar, nosotros hicimos lo mismo. Cuando pasaron diez minutos, el Padre
Mundo le pidió al doctor:
---Ya puede abrir los resultados, por favor.

La angustia me estaba matando, tragué saliva y el doctor me llamó.

142
---Joseph, quisiera que abrieras el sobre y fueras el primero en ver los
resultados--- hice caso a su petición, así que me acerqué y tomé el
sobre.

Comencé a abrirlo, mis manos temblaban, el doctor se paró tras de mí


para leerlos también e interpretarlos. Puse frente a mis ojos la hoja de la
verdad y la recorrí de arriba abajo, al final decía: “Células Anormales: 0”.
Sentí una fuerte presión en el pecho, viré hacia la cara del doctor y le
pregunté:
---¿Esto significa que Julián...?--- empezaron a rodar mis lágrimas, no
pude evitarlo.
El doctor asintió con la cabeza y con una gran sonrisa me dijo al oído:
---Sí, Joseph, significa que Julián está curado, lo lograron...
La sonrisa en mi rostro rodeada de lágrimas informó a Teresa, el Padre
Mundo y a Julián que tenía en mis manos el milagro que estábamos
esperando.
---¡Gracias, Dios!--- grité y luego me dirigí a Julián--- ¡Mi ángel, la batalla
terminó y hemos ganado!--- me sequé el rostro con la mano--- Porque
estás curado, Julián, eres un niño sano y vas a cumplir tu sueño de llevar
amor a todos los niños enfermos del mundo entero ¿y sabes por qué?---
los ojos del pequeño valiente brillaban con tal intensidad, a la vez que
derramaban lágrimas--- Porque Dios confía en ti tanto como yo lo hice
desde el principio. Eres especial, Julián... ¡Muy especial!

Un grito de emoción aturdió todo el cuarto 232 y el piso entero del


hospital. Teresa se incorporó en el fuerte abrazo que manteníamos como
celebración de la victoria de nuestra Alianza por la Vida. Ella comenzó a
decir llorando también:
---Gracias, Dios, muchas gracias por haberme mandado a este hijo
maravilloso que tengo y a su ángel salvador--- Teresa, con Julián en los
brazos, me rodeó con su brazo derecho y el llanto no le permitía decir
nada más. En cambio le recordé:
---Teresa, tu hijo se ha salvado; pero no por mí, sino por su fuerte deseo
de vivir, porque como te lo dije hace ya mucho tiempo en esta misma
habitación y cuando el panorama era incierto: No soy un ángel salvador,
soy un simple joven que sintió amor en su corazón.

143
Julián y Teresa regresaron a su casa en La Paz, Baja California Sur.
Querían compartir el milagro con todos sus familiares y amigos cercanos.
Aunque los resultados mostraron que Julián estaba sano, los doctores
recomendaron estarlo monitoreando constantemente por varios meses,
por lo que regresarían al Hospital IMSS de la ciudad con frecuencia.
Teresa prometió llamarme cuando volvieran; y si el tiempo y la distancia
nos llegasen a separar para siempre, nunca me iban a olvidar. Unas
horas antes de que partieran, estaba con ellos disfrutando los últimos
momentos del capítulo que cambió mi vida. Teresa dijo:
---Joseph, mi hijo, gracias a un milagro, se ha curado. Tú eres parte de
ese milagro y estoy segura que Dios te va a recompensar. Tú le has
dado tanto amor a mi hijo como si fuera el amor directo del Señor; ahora
busca tu destino y sé feliz, te lo mereces--- me abrazó y pude
experimentar una paz en ella que nunca había sentido.

No tuve palabras. A decir verdad, me sentía alegre y a la vez triste


porque dejaría de ver a Julián, ya lo extrañaba antes de su partida. El
pequeño se dio cuenta y me abrazó de la pierna como lo hizo en el
teatro, también aprovechó para decirme algo:
---Te quiero mucho, Joseph, nunca te voy a olvidar y siempre que pueda
y mi mami me lo permita, te voy a buscar. Y cuando sea grande voy a
cumplir mi promesa: llevaré amor a muchos niños como tú me lo trajiste
a mí. Gracias, Joseph, antes de conocerte había perdido las ganas de
vivir, pero al saber que en el mundo hay personas como tú me animé a
seguir luchando y--- el pequeño rio---, cuando sea grande quiero ser
igualito a mi amigo Joseph.

Al terminar de decir eso, me pidió que lo levantara y cargara en brazos;


al tenerlo arriba me dio un fuerte abrazo acompañado de estas palabras:
---¡Te quiero mucho, Joseph, y que Diosito te cuide siempre!--- ese, fue
nuestro último abrazo.

Los meses pasaron y la tristeza de no ver a Julián era compensada por


la alegría de saber que era un niño sano nuevamente, que podía ir a la
escuela, aprender muchas cosas, tener amigos y la esperanza de luchar
por sus sueños sin la preocupación de si abrirá los ojos el día de mañana
o no. Por mi parte, seguí haciendo mi mejor esfuerzo como presidente de

144
la SAI, mis notas eran las mejores puesto que tenía intenciones de
estudiar un posgrado una vez que egresara del Tecnológico y adquiriera,
cuando menos, dos años de experiencia laboral. Eso me haría madurar y
trazar mejor mi camino. Casi al término de mi último semestre, a menos
de un mes de los festejos de graduación, me encontraba en la sala de
juntas del Rector, tomando protesta y entregando la Sociedad de
Alumnos de Ingeniería a la nueva mesa directiva que ganó por una
votación muy cerrada; pero que a final de cuentas, obtuvo el triunfo. Los
nuevos integrantes de la SAI compartieron nuestra experiencia en un
sencillo festejo en honor a ellos. El presidente entrante, Diego, no se me
despegó ni por un sólo minuto, dijo que quería superar nuestro trabajo y
que a pesar de ser una meta muy ambiciosa, trataría de cumplirla. Por
eso quería conocer a fondo a Joseph, el líder que unió al estudiantado
de nuestra querida casa de estudios. Diego comentó:
---Supe lo de la historia de Julián, maravillosa en verdad; de hecho, yo
estaba ahí, en el teatro, escuchando cada una de tus palabras. Es
impresionante que aplicando las “Cinco D” que mencionaste, le hayan
salvado la vida por tanto tiempo a un pequeño enfermo de Leucemia---
Diego calló sus palabras y puso gesto pensativo antes de volver a
hablar---. Pero tengo una duda, en aquella emotiva reunión de jóvenes tú
dijiste que habían alcanzado las cuatro primeras “D del éxito”, sólo
faltaba la quinta: Dios, para cumplir el milagro de curar a Julián. Si no
soy indiscreto, quisiera saber si a más de un año de aquel evento,
¿Julián sanó?

Dejé de beber el agua con hielo que sostenía en mi mano, la puse en el


escritorio frente al Rector, remangué mi camisa y le mostré a Diego las
cicatrices que tenía en mi brazo por tanto haber visitado la máquina de
aféresis.
---Ves estas cicatrices--- él afirmó moviendo la cabeza---, tienen poco
menos del año que no han vuelto a ser abiertas por las enormes agujas
de la máquina que le daba parte de mi vida a Julián. Estoy muy triste
porque tengo mucho tiempo sin verlo…--- Diego me interrumpió.
---Lo siento, Joseph, sé que ha de ser muy difícil para ti. Julián murió
¿verdad?--- puso su mano sobre mi hombro en señal de compartir la
pena.

En cambio, lo miré fijamente como reprendiendo su falta de Fe.

145
---Estás completamente equivocado, Diego, Julián está vivo y sano. Le
ganó la batalla a la Leucemia y sólo porque confió ciegamente en la
“quinta D”: Dios. Él hizo el milagro para que Julián sanara una vez que
nosotros hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance. Si ya no lo veo,
es porque regresó a casa a hacer su vida, su vida como un niño especial
que valora más que nunca su estancia en este mundo--- sin decir más,
Diego me abrazó y se mostró muy contento.

En eso, llegó Lila y, como de costumbre, terminó con el cursi momento.


---Está bien tórtolos, sepárense. Diego, ve un momento con tu equipo,
van a tomarse la foto para el recuerdo con el Rector y a ti, Joseph, tengo
que decirte algo.
Diego obedeció sin objeción, siempre que Lila me interrumpía de esa
manera era para decirme algo sobre Danira. Mis sospechas no eran
erróneas.
---Joseph, aunque sé que me pediste que jamás te volviera a traer a la
mente a Danira, pienso que en esta ocasión es importante romper mi
promesa--- mi corazón comenzó a latir como hacía mucho tiempo no
sucedía---. Danira consiguió una beca para estudiar en Inglaterra una
maestría en genética aplicada a la medicina para el tratamiento de
enfermedades virales o algo por el estilo, no le entendí muy bien, pero el
punto es que desde que decidiste no verla más, ella está diferente, una
pena invade su corazón.

Interrumpí a Lila angustiado.


---Pero Danira fue la que me ordenó que no la buscara más y, además,
no podía seguir con ese juego confuso que me estaba matando--- se le
subió la sangre a la cabeza por el coraje que le provoqué.
---¿Y qué importa lo que te haya dicho ella? Si de algo estoy segura es
de que ¡te ama! Lucha hasta el final por ese amor como lo hiciste por la
vida de Julián; si pierdes, no habrá sido tu culpa, pero si la dejas ir así,
créeme Joseph, nunca te lo vas a perdonar.

Durante el resto de la tarde no hice otra cosa más que pensar en Danira,
mi amor por ella estaba intacto e incluso era mayor por los deseos que
tenía de verla. A las nueve de la noche salí del Tecnológico y me dirigí a
su casa, no me guiaba la razón, sino mi corazón. Ella ya no vivía a una
cuadra de ahí, en el último semestre se cambió a otra casa de asistencia
a la que tardé 30 minutos en llegar, Lila me había pasado la dirección.

146
Estando fuera de su nueva casa, dudé varias veces si tocar el timbre o
no, al final, el deseo de mi corazón por verla fue mucho más fuerte.
Toqué y al minuto se asomó una hermosa muchacha con una negra y
sedosa cabellera. Era Danira.
---¡Joseph!--- se sorprendió demasiado--- Me alegra verte, no me lo
esperaba, tengo tantas cosas que contarte, pásale por favor.

La saludé con un fuerte y prolongado abrazo acompañado de un beso,


mis sentidos inmediatamente reconocieron el olor de su piel, trayendo a
mi mente experiencias del pasado. Recorrimos casi toda la casa tratando
de llegar a su cuarto, era una habitación muy grande y en ese momento
estaba desarreglada. Pidió disculpas por ello.
---Lo siento, pero no esperaba visitas--- le hice notar que no había ido a
ver un cuarto ordenado, sino a ella.
---No te preocupes Danira, el verte a ti hace que no fije mi vista en nada
más--- después de decir eso, reímos.

Platicamos por varias horas que parecieron segundos desvaneciéndose


entre nuestros dedos. Ella me hablaba de su familia, su emoción por el
viaje a Inglaterra para estudiar su posgrado y muchísimas otras cosas
que llevo dentro de mi corazón, guardadas como los tesoros más
preciados que Dios me ha dado. Le platiqué sobre mis ofertas de trabajo
después del evento de graduación, mis intereses futuros y del
compromiso de seguir superándome para dar lo mejor de mi ser a las
personas que me rodean. En la madrugada, se terminaron las palabras y
nos quedamos viendo fijamente. Como si nos hubieran programado,
hablamos al mismo tiempo, ella dijo:
---Joseph.
Yo dije:
---Danira.
Y ambos suspiramos:
---Te amo…

Nos abrazamos y comenzamos a besarnos. Con mis manos recorría su


cabello, acariciaba también su suave piel y nos sumergíamos en un
profundo beso que parecía no tendría fin. Nuestra respiración estaba
agitada, nuestros corazones latían con tal intensidad que uno le hacía
eco al otro, el amor y la pasión se habían fusionado. Para mí, el mundo
era Danira y para ella, el mundo era yo. El amor que emanaba de

147
nuestros seres era indescriptible, mágico. Nuevamente me convertí en el
hombre más feliz del mundo. Me quité la playera y la de ella también, el
roce de nuestra piel era extraordinario, la mejor sensación que ni los más
grandes reyes del mundo han de haber experimentado con la misma
intensidad con la que nosotros lo disfrutábamos. Las únicas palabras que
se escuchaban eran: “Te amo, Joseph” y “Te amo, Danira”, era como si
nuestra historia hubiera sido escrita y estaba destinada a tener un final
feliz, un final de profundo y eterno amor. Eso fue… Amor.

Hasta que Danira interrumpió el momento empujándome bruscamente.


---¡¿Pero qué te pasa, Danira?!--- le reclamé confundido y dolido.
---Nada, Joseph, esto está mal, ¡vete por favor!

Otra vez no, no cometería el mismo error, tenía que averiguar qué era lo
que realmente sucedía.
---¡Maldita sea, Danira! ¿Qué pasa? ¿Qué no ves que me estoy
muriendo de amor por ti? ¿Por qué me haces esto?--- golpeé la pared
con la mano apuñada, fue tan fuerte que comencé a sangrar,
afortunadamente no había nadie más en la casa. Danira empezó a llorar.
---Vete, Joseph, por favor, vete. No me preguntes más, sólo vete--- se
cubría el rostro con las manos sin parar de llorar.
---No me voy a ir, Danira, ¿y sabes por qué? Porque tú también me
amas y algo que no entiendo, irreal, que tú insistes en ocultar; no nos va
a separar. Dímelo, dime qué es, te lo pido, Danira, ¿dime por qué no
podemos estar juntos?

Danira sólo movía la cabeza negativamente, el llanto no le permitía decir


ni una sola palabra. Al verla en ese estado, la abracé y le decía al oído:
---Suelta esa carga, mi amor, estoy aquí esperándote, con mi corazón en
las manos dispuesto a entregártelo--- eso le dije varias veces, en lugar
de calmarla la hacía llorar más. Mi última pregunta fue muy suave
directamente a su oído---. ¿Por qué, mi amor? ¿Por qué, Danira?

Ella se alteró tanto que se zafó de mi abrazo y viéndome fijamente a los


ojos con los suyos llenos de lágrimas me confesó gritando:
---¡Porque soy portadora del VIH, mi ex novio me contagió!--- al
escucharla, mi corazón dejó de latir.

148
La carta
Danira, amor mío:

Ahora entiendo tu comportamiento, tu resistencia a enamorarte de mí y


tu obsesión por hacer que te olvidara. Tu único deseo era que no saliera
lastimado, protegerme y sacrificarte aunque por dentro estuvieras
muriéndote por abrazarme y besarme o, en otras palabras, por amarme.
Jamás imaginé lo que realmente ocultabas, esa noche lloré como nunca
antes lo había hecho, sentí que la vida no tenía más caso, pues no podía
hacer nada para contrarrestar las cosas. Lo mejor que pude hacer fue
encomendarme a Dios y Él me hizo comprender algo: que nunca te iba a
dejar de amar. Después de tu confesión, de saber que estás infectada
con VIH, causante de la terrible enfermedad del SIDA, entiendo tu
enorme deseo por estudiar y convertirte en una gran investigadora, tus
intenciones de ir a Inglaterra a un posgrado que te dé los conocimientos
necesarios para iniciar una búsqueda que te ayude a combatir tu
enfermedad. Con mucho dolor veo la realidad: cuando me dijiste en una
carta después de haber presentado a Julián en el teatro, que te había
devuelto las esperanzas de vivir y seguir luchando hasta el final por tus
sueños, al mostrarte que los milagros pueden suceder si tenemos Fe, te
referías a que harías todo lo posible por ayudar a encontrar una cura que
dé esperanzas a todos los enfermos que comparten tu difícil situación.
Tu lucha... ahora me queda muy clara. A mí sólo me resta apartarme del
camino y decirte: Ve, alcanza tu sueño, un sueño que implica una carrera
por la vida, difícil en verdad pero no pierdas más tiempo mi amor, cada
segundo que pasa puede ser una esperanza para tu vida. Confío en Dios
y en ti que lograrás lo que te propones. Mientras tanto, te estaré
esperando hasta que estés lista, no importa cuánto tiempo sea, siempre
te seguiré amando... hasta el final.

Eternamente Enamorado
Joseph.

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