Sobre Lukács
Sobre Lukács
Sobre Lukács
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Historiador, Diploma en Cultura y Sociedad (UNSAM/ IDAES). Ha concluido estudios de postgrado en
la UBA y en la Universidad de Bologna. Maestrando en Historia (UNSAM / IDAES). Deseo agradecer el
apoyo de los integrantes del Idaes, en particular de Cecilia Hidalgo, J. Suriano, M. Lobato, F. Costa y
muy especialmente del Maestro José Sazbón.
2 Georg Lukács nació el 13 de abril de 1885 en Budapest y falleció en esta misma ciudad el 4 de junio de
1971. Estudió en las universidades de Budapest, Berlín y Heidelberg, interesándose por el idealismo
alemán y por la sociología de Max Weber, de cuyo círculo formó parte junto con Ernst Bloch. En 1918 se
afilió al Partido Comunista Húngaro y participó activamente de la vida política hasta que tuvo que
exiliarse en Viena, donde escribió Historia y conciencia de clase (1923), obra en la que concentraré el
análisis del presente trabajo. Entre 1930 y 1945 vivió en Moscú, donde fue editor de un diario de crítica
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Papeles de trabajo. Revista electrónica del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad
Nacional de General San Martín. ISSN: 1851-2577. Año 2, nº 4, Buenos Aires, noviembre de 2008.
Antecedentes teóricos 3
Dando por supuestos los análisis de Marx, el objeto de Lukács es “señalar los
problemas fundamentales que resultan del carácter de fetiche de la mercancía como
forma de objetividad y del comportamiento subjetivo correspondiente”. Se trata de
problemas específicos de la modernidad, donde el trabajo mercantil y su estructura
(forma de la mercancía) dominan la vida entera de la sociedad. El trabajo igual,
medible, abstracto, comparable, es consecuencia y presupuesto del capitalismo. La
alienación no se define por su aspecto cuantitativo, sino por el cualitativo: no son
diferentes grados de mercantilización en una misma sociedad, sino sociedades
diferentes. La forma de la mercancía es constitutiva cuando penetra todas las
manifestaciones vitales, y sólo llega a ser concebible como tal “categoría universal” en
la sociedad capitalista moderna:
La idea central [de la categoría de reificación] es que en el capitalismo, tanto las
manifestaciones objetivas como las subjetivas de la vida social adoptan el carácter y la
forma de una cosa. (…) Quiere decir solamente que unos y otros se convierten en elementos
de sistemas autónomos y pierden todo aspecto cualitativo para devenir productos abstractos
y despersonalizados. En suma: adoptan analógicamente el carácter estático, inerte y
autónomo que caracteriza el ser cosa (…). La reificación puede definirse como la forma
peculiar que adopta la alienación humana en la época del capitalismo.
literaria. Regresó luego a Budapest, donde dictó lecciones de estética hasta 1958. Ejerció la
representación parlamentaria y llegó a ser ministro en 1956.
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Todas las referencias remiten a Historia y conciencia de clase 2 vol. Madrid, Sarpe, 1985.
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Nacional de General San Martín. ISSN: 1851-2577. Año 2, nº 4, Buenos Aires, noviembre de 2008.
concepto central de reificación, que recupera el de alienación, de origen marxista. El
principio de la racionalización se basa en la calculabilidad, y supone transformaciones
tanto en el objeto (fractura del producto, y la consecuente especialización de los
trabajos parciales), como en el sujeto (desgarramiento del sujeto, que está inserto en un
proceso mecánico autónomo que lo somete a sus leyes). El trabajo pierde así su carácter
activo, para convertirse en una actitud contemplativa (resignación ante la imposibilidad
de alterar las leyes del proceso mecánico). Paralelamente, el tiempo pierde su carácter
cualitativo, mutable, fluyente; cristaliza en un continuo lleno de “cosas” exactamente
delimitadas, cuantitativamente medibles (que son los “rendimientos” del trabajador,
dosificados, mecánicamente objetivados, separados de la personalidad conjunta
humana) y que es él mismo exactamente delimitado y cuantitativamente medible: un
espacio”.
La descomposición del tiempo implica una descomposición análoga de los sujetos. El
trabajador; reducido a fuerza de trabajo, se escinde del hombre, convirtiéndose en
espectador impotente; reducido a sujeto singular, se escinde de la comunidad. Los
sujetos se transforman en “átomos aislados abstractos” y la cohesión entre ellos
depende cada vez más de las leyes abstractas del mecanismo:
La misma mutación de la cualidad en cantidad, la misma hegemonía de los sistemas
abstractos sobre lo concreto, la misma forma de conciencia contemplativa e impotente ante
la ficticia autonomía de una objetividad, creada por el hombre mismo, cada vez más
despótica.
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activo se convierte en contemplador pasivo, el individuo se escinde de la comunidad y
la sociedad y el conjunto de sus capacidades se ve reducido a fuerza de trabajo.
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El capitalismo ha producido, con la estructuración unitaria de la economía para toda la sociedad,
una estructura formalmente unitaria de la conciencia para toda esta sociedad. La misma
estructura de la forma de la mercancía se extiende universalmente a las diversas formas de
conciencia y de conducta.
Para este autor, toda estructura de la producción capitalista se basa en esa interacción
entre necesidad rígida según leyes en todos los fenómenos singulares y relativa
irracionalidad del proceso conjunto. Pues la racionalización capitalista, basada en el
cálculo económico privado, impone en toda manifestación de la vida esa correlación de
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detalle regulado y todo casual: presupone la correspondiente estructura de la sociedad;
produce y reproduce esa estructura en la medida en que se apodera de la sociedad. La
irracionalidad del todo es un postulado del funcionamiento de la economía capitalista,
pero también, y al mismo tiempo, un producto de la división del trabajo capitalista. La
racionalización y el aislamiento de las funciones parciales tienden a independizarse y
desarrollarse de acuerdo a su propia lógica. El resultado aquí al que llega Lukács
anuncia los desarrollos de Marcuse sobre la circularidad viciosa de la lógica del sistema
y los análisis de Horkheimer en Crítica de la razón instrumental.
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origen de la prisión, poniendo el acento en las “correlaciones de fuerzas” antes que en
las “clases”.
La dialéctica de Lukács plantea, con su cuestionamiento de la razón burguesa, el
problema de la rigidez (porque no es dialéctica ni fluida) y la particularidad (porque
excluye de la objetividad al “sustrato material”) de la ciencia. El contenido de ésta no
son los conceptos o valores eternos, como algunos pretenden, sino las categorías que
expresan los intereses históricos de clase y la situación de la burguesía.
El formalismo y la rigidez crecientes de la ciencia sólo podrían ser revertidos si el saber
buscara dar cuenta de la totalidad de lo real, pero las ciencias especializadas han
renunciado a ese propósito desde que excluyen el sustrato material de sus conceptos.
“En el terreno de la sociedad burguesa es imposible (para la filosofía, y con mayor
razón, para las ciencias) una alteración radical del punto de vista vigente.” Esta
afirmación supone una perspectiva exterior al “terreno de la sociedad burguesa”, que le
sería conferida a Lukács por su pertenencia a una sociedad socialista, pero podría
preguntarse, no obstante, si se trata en realidad de un terreno distinto, como hará
Marcuse, extendiendo la lógica de la cosificación al conjunto de las “sociedades
industriales avanzadas”.
La tendencia básica del desarrollo filosófico burgués, para Lukács, consiste en aceptar
como necesarios, dados, los resultados y los métodos de las ciencias especiales y
atribuir a la filosofía la tarea de descubrir y justificar el fundamento de la validez de
esas conceptualizaciones. Con lo cual la filosofía se sitúa respecto de las ciencias
especiales como éstas respecto de la realidad empírica. Hay un “modelo” filosófico
acorde al saber científico cosificado: el que reduce la función de la filosofía a la
justificación de método científico formal y rígido del positivismo y del pragmatismo.
La cosificación se generaliza abarcando la totalidad de las relaciones en el sistema y, al
alcanzar tal grado de extensión, se hace imperceptible aun para las ciencias y la
filosofía. También Marcuse advertirá que la estructura de la forma de la mercancía se
extiende incluso a las esferas de la cultura:
Si las comunicaciones de masas reúnen armoniosamente y a menudo inadvertidamente el
arte, la política, la religión y la filosofía con los anuncios comerciales, al hacerlo conducen
estos aspectos de la cultura a su común denominador: la forma mercancía (…). Cuenta el
valor de cambio, no el valor de la verdad.
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La historia como totalidad: inmediatez y mediación
Si bien “en su inmediatez” la realidad objetiva de la alienación es la misma para las dos
clases antagónicas, no lo es en cuanto a las específicas categorías mediadoras por las
cuales ambas clases llevan a conciencia esa inmediatez, y por tanto, la realidad
propiamente objetiva. La situación del proletariado es diversa respecto de la burguesa,
aun cuando se trata del mismo proceso económico. Es esta diversidad en la situación
histórica la que le permite comprender que la “verdad objetiva” de la burguesía no es
verdadera; que la esencia burguesa es inesencial, que la universalidad y necesidad de la
ciencia burguesa es particular y contingente. Lukács concibe la superación de la
reificación, desde el punto de vista metodológico, a partir del momento en que los
objetos inmediatos de la experiencia social resultan comprendidos como objetos
mediatizados, es decir, cuando los hechos singulares son comprendidos desde la
totalidad de sus relaciones, desde la historia como totalidad concreta.
Pero la historia como totalidad (historia universal) no es la mera suma de hechos
históricos singulares ni en un principio metafísico trascendente, sino que la totalidad de
la historia es ella misma una fuerza histórica real –aunque todavía no consciente y, por
ello, no reconocida–, la cual no resulta separable de la realidad (ni, por tanto, del
conocimiento) de los hechos históricos singulares sin suprimir al mismo tiempo su
realidad, su facticidad. La totalidad de la historia es el fundamento último y real de la
realidad de los hechos singulares, de su facticidad y, por lo tanto, también de su
cognoscibilidad. La ciencia burguesa de la historia toma la parte por el todo,
imposibilitándose la superación de las condiciones históricas particulares bajo las que
está sumida. Cuando se plantea –argumenta Lukács– que la máquina en sí misma tiene
efectos cosificantes y negativos, se abstrae del sistema social en que la máquina se
utiliza y se consideran esos efectos y caracteres como esenciales o “en sí”.
El economista burgués desfigura la verdadera coseidad de la máquina entendiendo su
función en el proceso capitalista de producción como núcleo esencial “eterno”, como
elemento indisoluble de su “individualidad”. La experiencia histórica se presenta como
si fueran esencias absolutamente insuperables.
El cambio de las formas estructurales de la relación hombre-naturaleza y (con ellas) la
determinación de la objetividad es esencial a la historia. De aquí se sigue que haya que
buscar primero esas formas: el camino del proceso histórico en su totalidad. No se trata
de un proceso meramente mental ni de un proceso de abstracción.
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Para poder comprender el cambio, el pensamiento tiene que rebasar la rígida cerrazón de
sus objetos los unos respecto de los otros, y tiene que poner en un mismo plano de realidad
sus relaciones, la interacción entre esas ‘relaciones’ y las ‘cosas’.
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consciente. La contradicción dialéctica que se establece necesariamente entre estos dos
órdenes, de la cantidad y la calidad, con el aumento inhumano de la jornada de trabajo,
conduce al salto cualitativo que descubre al obrero su verdadero ser social. (…) Esta salida
de la inmediatez representa para el proletariado el comienzo de su autoconciencia, es decir,
la conciencia de su situación de clase dentro de la sociedad capitalista.
Con Schiller, se reconoce que el ser social del hombre ha destruido a éste en cuanto
hombre. El hombre se encuentra “socialmente aniquilado, fragmentado, dividido entre
sistemas parciales” y sólo el poder prometeico del arte puede restaurar la totalidad
pérdida. “La necesidad de la filosofía –dice Hegel– surge cuando el poder de la
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unificación ha desaparecido de la vida de los hombres y cuando las contraposiciones
han perdido su relación y su interacción vivas, cobrando los contrapuestos sustantividad
autónoma.” El problema se convierte entonces en la generación de un sujeto productor,
de un artista en todos y cada uno de los hombres. Es en la historia donde cada uno de
los hombres es artífice de su destino.
También los autores de la primera Escuela de Frankfurt, como Horkheimer y Adorno,
pondrán su confianza en el arte y en la “Alta Cultura” para luchar contra la cosificación
y masificación resultantes de las producciones culturales.
El principio racionalista (que buscaba la superación por eliminación del residuo de
irracionalidad) termina en la concepción romántica del entendimiento intuitivo: sólo el
artista, el hombre verdadero, puede restablecer la unidad y la armonía pérdidas. Como
la ciencia está comprometida en el proceso que lleva a la fragmentación y a la división
(en suma: a la cosificación), los románticos sostienen que no se puede apelar a ella para
recuperarse de sus propios efectos, y por eso buscan una salida fuera de la ciencia: en el
arte. Hegel sostiene (contra los románticos) que la razón puede lograr la recuperación
de la unidad perdida, si no le negamos de antemano esa capacidad. Cuando el
iluminismo kantiano-fichteano concebía a la razón como finita e incapaz de conocer lo
absoluto, se cerraba el camino a la recuperación de la alienación. Pero la razón, piensa
Hegel, es capaz de reconciliar las contraposiciones cristalizadas, las divisiones y
separaciones que produce el entendimiento, porque no es estática, sino dialéctica. Es
una “lógica del concepto concreto”, una “lógica de la totalidad”. No es, en
consecuencia, ni objetiva ni subjetiva, sino que “ocurre esencialmente entre el sujeto y
el objeto”, es “la fluidificación de la relación sujeto-objeto”, lo cual significa que el
sujeto es al mismo tiempo el productor y lo producido del proceso histórico.
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Lukács entiende que esta priorización de las tendencias sobre los hechos empíricos se
fundamenta en los desarrollos del mismo Marx, quien “considera las tendencias que se
imponen en el conjunto del desarrollo “más reales” que los hechos empíricos”. Los
hechos se hacen reales en relación con la totalidad concreta a la que pertenecen. En
cambio, desde la perspectiva del pensamiento cosificado que cristaliza los hechos, toda
tendencia a la transformación parece un mero principio subjetivo (deseo, juicio de
valor, deber-ser). En consecuencia, sólo cuando se reconoce que todo fenómeno es de
carácter procesal y se rompe con la prioridad de los hechos, puede comprenderse que
también los “hechos” constan de procesos y reconocer que los hechos no son más que
momentos desprendidos o separados de proceso total.
La dialéctica histórica genera aquí una situación radicalmente nueva, porque en ella se
fluidifican los límites y las barreras, relativizándose, porque todas las formas
substancializadas o absolutizadas se disuelven en procesos y porque la totalidad del
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proceso histórico es una lucha ininterrumpida por alcanzar grados más altos de la
verdad, del autoconocimiento (social) del hombre.
No concibe al hombre de manera abstracta sino como miembro de una totalidad
concreta, de la sociedad. El hombre mismo como fundamento objetivo de la dialéctica
histórica, como sujeto-objeto idéntico subyacente a ésta, contribuye decisivamente al
proceso dialéctico. Esto es: porque el hombre es y al mismo tiempo no es.Y como este
hombre que no es se convierte en medida de todas las cosas, en verdadero demiurgo de
la historia, su no-ser tiene que producir enseguida la forma concreta e históricamente
dialéctica del conocimiento crítico del presente, la forma en la cual el hombre está
necesariamente condenado al no-ser. La negación de su ser se concreta, pues en
conocimiento de la sociedad burguesa, mientras que aparece claramente, medida con el
patrón humano, la dialéctica de la sociedad burguesa, la contradicción de sus abstractas
categorías de la reflexión. Las limitaciones del humanismo consisten en que parte de
una condición empírica estructuralmente inmutable y del hombre como ya dado o
existente.
La transformación histórica no puede ser un producto individual, porque el individuo se
enfrenta con una realidad objetiva como con un complejo de cosas rígidas, dadas e
inmutables, sino que tiene que ser obra de un nosotros (pero no abstracto, como el
espíritu del pueblo, la especie, la humanidad, entre otras), sino concreto: la clase.
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Desde la publicación de La ética Protestante y el espíritu del capitalismo, Max Weber
fue considerado como un autor que polemizaba centralmente con el marxismo,
particularmente con sus interpretaciones economicistas y deterministas. La versión
vulgar del marxismo sostenía que la base material determina la conciencia, la ideología
y la política de los agentes sociales. Así, Weber fue tenido por “idealista” y “burgués”.
Para ellos aparecía como la contracara del marxismo. Sin embargo, Weber no pretende
que todas las relaciones sociales puedan reducirse a relaciones económicas como
tampoco que sea posible una reducción a lo político. El modelo weberiano es, en este
sentido, más próximo al de Kant que al de Hegel: mantiene una férrea voluntad de
separación entre los ámbitos y sostiene su irreductibilidad.
Sin embargo, a diferencia de Kant, Weber estudia detalladamente la historia y la
evolución de los sistemas sociales. Desde esta perspectiva, recoge la tradición iniciada
por Hegel y Marx que considera al ser social como radicalmente histórico. Los agentes
sociales no responden a esencias suprahistóricas o transhistóricas, sino a las
construcciones histórico-institucionales que son el producto de su acción. La
historicidad de las acciones humanas impide una explicación totalmente “objetivista” o
“determinista” y sin necesidad objetiva tampoco hay contradicción ni revolución. Los
cambios históricos, aun radicales y profundos, nunca dependen de una sola causa ni
están objetivamente determinados. De ahí que las investigaciones de Weber se deslicen
hacia la historia y hacia una historia de grandes plazos. De estos mismos supuestos
también se sigue una cierta resignación ante los procesos de racionalización,
burocratización y alienación de la sociedad moderna. Es en ese punto donde se inserta
el trabajo de Lukács, quien persigue un anclaje para la crítica de la alienación que sea
capaz (con Weber) de ir más allá del simplismo objetivista, pero que al mismo tiempo,
encuentre o construya un punto de apoyo firme para la crítica. Lukács encuentra esta
alternativa en una reapropiación del concepto hegeliano de “totalidad”, pero su postura
genera algunos problemas que esquematizaré a continuación.
La valoración metodológica del concepto de “totalidad dialéctica” por encima de los
factores económicos; el rechazo de la dialéctica de la naturaleza, que Lukács considera
como un error de Engels; la oposición a la teoría de la conciencia reflejo, núcleo central
de la epistemología leninista y stalinista, son puntos de controversia con la doctrina del
marxismo oficial. Si a estos graves puntos, añadimos la orientación hegeliana de la
obra, y la influencia de Max Weber a través de categorías tan importantes como las de
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“racionalización” y “posibilidad objetiva”, podemos explicarnos la reacción que hubo
contra ella unos años después y que obligó a Lukács a retractarse de sus opiniones 4 .
A modo de conclusión:
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Esa interpretación queda exclusivamente a cargo del autor del artículo, conforme a la bibliografía
consultada y expuesta.
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• Si el concepto de clase es un concepto económico, ¿cómo puede transformarse
en sujeto histórico?
• ¿Cómo podría la conciencia del proletariado transformarse a sí misma dentro de
una totalidad? Si la totalidad está plenamente constituida ¿por qué habría de
transformarse a sí misma? Si la totalidad no está plenamente constituida, no es
una totalidad y se vuelve a plantear el problema de la exterioridad. ¿Es posible
un cambio o transformación inmanente a la totalidad?
• El concepto de totalidad en el análisis de Lukács, ¿no adquiere el status de una
esencia, transformando el conjunto del análisis en “metafísica”? Al extender la
cosificación a la totalidad del sistema, ¿no convierte al concepto en un término
vacío, sin contenido determinado alguno?
• Si Lukács es profundamente idealista en la importancia que otorga a la
conciencia, también lo es en su honestidad romántica hacia la ciencia, la lógica
y la tecnología. El lado progresista y emancipatorio de estos procesos a lo largo
de la historia del capitalismo es simplemente ignorado, en un acto de nostalgia
propia del pensamiento conservador romántico.
• Theodor Geiger advierte que cuando se sostiene que alguien puede estar en
contradicción con los intereses históricos de su clase, se está suponiendo un tipo
de conocimiento objetivo, empírico. Por ejemplo, el asalariado que piensa en
forma proletaria y el que no piensa así juzgan su situación existencial de modo
diferente. El primero ve su salvación en una revolución socialista; el otro, en
aprovechar las oportunidades que le ofrece la sociedad burguesa y en un
reforma de sus instituciones. Es imposible decir cuál de los dos “tiene razón”,
en tanto se permanece en el plano de la realidad existencial (es decir, desde la
perspectiva de las circunstancias históricas particulares). Es Lukács quien juzga
cómo debería reaccionar el asalariado si comprendiese su condición existencial
completa y correctamente. Lukács puede formular tal aseveración en tanto
analiza como realidad de conocimiento el curso de la historia y la condición
existencial del asalariado dentro de aquel. Únicamente así puede afirmar que el
pensamiento de uno se adecua pragmáticamente (como promesa de éxito) a la
condición existencial de la clase y que el del otro sólo es ilusorio (…) Pero esto
supone que se haya analizado el curso histórico como fenómeno de la realidad
teórica de conocimiento.
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• Algunos autores sostienen que Lukács ataca una versión simplificada y
degradada de la teoría de la ciencia como reflejo de la realidad material. Ésta
afirma que el pensamiento es un proceso dialéctico inmanente al ser-material,
cuyas aproximaciones progresivas determinan el contenido de la realidad y en el
que el pensamiento mantiene una autonomía relativa respecto al ser. Por
combatir la irracionalidad de la cosa en sí, Lukács caería en el subjetivismo y en
el idealismo filosófico.
• Al generalizar la reificación a todos los ámbitos del conocimiento, Lukács no
puede distinguir la filosofía de las ciencias naturales, cuyo método es científico
y objetivo.
• Tampoco se diferencia entre ciencia y filosofía. Esta última es concebida como
la expresión teórica de la conciencia de clase (versión histórica del saber
absoluto hegeliano).
• Si la base real es siempre la misma estructura cosificada, entonces la conciencia
o la expresión filosófica de esa realidad tiene que ser siempre la misma y esto
supone que no haya progreso del conocimiento dentro de un mismo sistema
social. En consecuencia, ¿cómo se explica el progreso de las ciencias y de la
filosofía sobre la base de una misma realidad cosificada?
• Lukács y Weber perciben y describen la ambigüedad subyacente a los procesos
de desarrollo del capitalismo: por un lado, contiene y despliega fuertes
tendencias a la racionalización, burocratización, alienación y cosificación, por
otro lado, contiene y genera tendencias hacia una mayor libertad y justicia 5 .
Bibliografía:
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Las conclusiones son una aproximación somera a un campo muy rico dejado por Lúkacs.
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